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Genealogias Culinarias Popayan
Genealogias Culinarias Popayan
culinarias en Popayán.
70 años de transmisión generacional en las cocinas caucanas.
Lina María Concha Toro1
Resúmen: Este artículo expone la importancia de historizar las “otras voces”; historias
de cocineras y del efectivo traspaso de sus valores y conocimientos culinarios. Sobre las
técnicas del hacer y las unidades mínimas de gusto. Conocimientos trasmisibles a través de
una estructura social de parentesco que devela desde la intimidad de los relatos, el
desarrollo y el cambio cultural de la ciudad de Popayán enmarcando una cronología que
comprende 70 años.
Palabras claves: Genealogía, culinaria, Popayán, autoetnografía, transmisión, cultura,
identidad, patrimonio inmaterial.
Introducción
¿Por qué investigar sobre patrimonio gastronómico?
La investigación social que se realiza a propósito de formas, costumbres y usos de
una necesidad apremiante para los seres humanos, como lo es la alimentación, compromete
tener conocimientos que den cuenta de las transformaciones de los alimentos, usos de los
mismos y quienes los consumen sin dejar de lado, quienes asuman su preparación.
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El acto de cocinar y todas sus connotaciones visibles en los seres humanos obedecen
a órdenes simbólicos y el cómo esos constructos determinan identidades, implican
territorialidades y apropiaciones, es tarea de unos cuantos estudiosos para quienes, en una
preparación hallamos múltiples sentidos de mundo, cosmogonías, universos cargados de
simbolismos, devenires e historias contadas y por contar.
Un plato, como un símbolo físico, se le atribuye valores semánticos, se carga de
significados y trasciende en contextos culturales. Quienes se apropian de su preparación,
adecuarán procedimientos, maneras, acciones, traer un comensal a su mesa para que
satisfaga su imaginario y su cuerpo es un oficio en el que se tejen las más complejas redes
de relaciones sociales.
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El propósito de hacer de la cocina un patrimonio tiene implícitas condiciones de
simbolismo, identidades, apropiación, cargas de significados que deben procurar la
permanencia, la apreciación de los gustos en una estructura alimentaria.
El acto de cocinar tanto como el de comer, hace cultura. Los individuos se ayudan
de sus constructos simbólicos y los refuerzan de manera que se transforman en habito,
coleccionamos artefactos, maneras, decires que configuran identidad, ante sí, ante otros; “se
erige la tradición y se definen los gustos”
Las practicas alimenticias, las clasificamos de forma en que son compatibles gustos
y sentires, haciendo común una forma de identificarnos los unos con los otros. No es gratis
decir “como hecho en casa” o “el sabor de mi tierra”, las preferencias de gusto tienen su
memoria social, ya sea local, regional o nacionalmente, es una forma de reidentificación,
con lugares y acciones particulares.
El cuento que viene a unir una serie de relatos, tramas, la urdimbre, el tejido que se
elabora alrededor de la vida cotidiana, de la naturaleza de las acciones, de técnicas del
cuerpo, es la cocina, en particular un vasto territorio desde donde se agencian muchas
manifestaciones en el orden de lo simbólico, político, cultural.
Genealogías Culinarias
Mi interés por este abordaje temático, tiene el propósito de hacer evidentes lazos de
trasmisión de conocimiento de tipo culinario. Leeremos esta digresión antropológicamente
a la luz de dos conceptos claves; un préstamo lingüístico para referirse a las técnicas del
hacer o a esas unidades mínimas de gusto: tecnemas y gustemas. Entendidos a partir un
marco, una estructura para el análisis de la trasmisión generacional de saberes culinarios,
así que de los gustemas podemos desglosar categorías de análisis como enseñar a comer,
aprender a comer, y lo mismo con los tecnemas, al hacer la distinción entre enseñar a
cocinar y aprender a cocinar.
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Me intereso en esta investigación en abordar aquellas cocinas familiares,
particularmente me refiero a la cocina de mi familia, aproximándome a mi estructura social
de parentesco, para escudriñar meticulosamente en la memoria familiar y encontrar cómo
es efectiva una transmisión de los saberes culinarios en líneas de tiempo. En el recorrido,
hallar continuidades y discontinuidades, éxitos o fracasos en los traspasos, dispersión,
unificación, mixtura, relaciones de poder que mediatizan los comportamientos de orden de
las personas, marcaciones sociales, construcción de jerarquías, inclusión y exclusión social,
de distinción, fijación del gusto, estéticas y protocolos.
La cocina expresa un lenguaje que es construido, que es aprendido y trasmitido.
Busco aproximarme de manera significativa a las gramáticas de orden en lo culinario, para
develar ciertos procesos de producción y construcción de aspectos de diferenciación social,
contenidos en jerarquías de clase, de género y grupos etarios; además preponderar el papel
de la mujer como punto de anclaje en la trasmisión generacional de saberes culinarios.
Es pertinente el abordaje de la situación social de Popayán, hallo en éste punto
varias aristas a considerar: entre ellas la posesión del conocimiento culinario por parte de
las élites payanesas; la diferenciación y jerarquización de las clases sociales en la sociedad
payanesa de la época. En el orden de lo consuetudinario, indago por aquellos sucesos
políticos, económicos, por la transferencia de costumbres, por la permanencia de
imaginarios, por los contextos sociales, por las relaciones de poder, los protocolos, las
usanzas de artefactos y utensilios propios y foráneos, los impactos de la introducción de
nuevas tecnologías en la manera de preparar las recetas.
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La conformación de lo que se conoce como una cocina local, regional, nacional,
obedece a aspectos muy precisos; por su densidad histórica, por su condimentación, por la
permanencia en las estructuras y escenas de consumo alimenticio. Las cocinas de Popayán
son reflejo de los aconteceres de la vida social, constructos sociales que se cocieron en las
hornillas de las familias, de las parentelas, en el corazón de las casas paternas, reafirmando
costumbres y maneras del hacer. La cocina payanesa es el resultado de muchos contactos
de gran valor en los sistemas culturales, que configura identidades y precisa de la
enunciación de su relevancia histórica.
Busco examinar los discursos que ha suscitado la cocina payanesa como tradición inscrita
en la memoria que se actualiza. Autopoiesis; la tradición y la innovación como elementos
que están en continua relación en los devenires culturales de los sistemas alimentarios.
Indago por lo que en nuestros tiempos se considera propio, foráneo; cómo se ha ido
cambiando el gusto, cómo opera la memoria del paladar, qué se recuerda, qué se olvida.
Metodologías
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Este ejercicio investigativo está basado en las vivencias personales y las distintas
formas de expresar un lenguaje por medio de la lengua que se habla en las cocinas. He
dispuesto mi conocimiento y mi acervo cultural, expongo la vida privada, tanto propia
como la de las mujeres que me acompañan en este transcurrir culinario.
Me remito a hablar de aquellas lógicas humanas que nacen, circulan y se transmiten
en una cocina, la lógica de los comportamientos regulados y fabricados por la tradición, que
moldea los cuerpos. La historia que se ha fijado por medio de un ritual. En las yemas de los
dedos, en las manos que reproducen, imitan, dan sentido y sabor a la existencia; perpetúan
el placer, colman las vasijas, ollas y platos de amor, de afectos y de enseñanzas, modos del
hacer que erigen tradición y ganan la batalla al tiempo.
Elijo la cocina para enunciar mi discurrir desde la antropología, desde mis inicios
quise reconocer el sentido de la trasferencia, del comunicar, reproducir y escudriñar el
porqué del identificarse con un alimento, una preparación, un paisaje, un lugar, ir a la
búsqueda, encontrar el nodo, vórtice de mi anclaje en la tradición payanesa es el principal
motivo de estas líneas.
Pensar en Popayán, de manera muy pasional, siguiendo la usanza de progenies
imperecederas, es pensar en Pubenza, Valle feliz, en un edén. El pasado me ha seducido
con el encanto de sus días distantes a mí, pero me aproxima, me une, me reúne, me adosa a
épocas recusadas, tiempo pasado que no conocí pero me que me propuesto a develar. Con
esa intención hago uso de la recopilación de los relatos de mujeres que la historia oficial de
la ciudad ha silenciado, ha dejado tras bastidores.
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ocurrido exime las historias otras, microrelatos de riqueza absoluta, historias de personajes
invisibles, protagónicos anónimos que componen capítulos que no se han escrito; vacíos en
el trasegar de una ciudad añosa. Vetusto rincón del alma mía.
La historia hegemónica no ha contado la versión de las manos alquimistas.
Manos que construyeron ciudad: artesanos, orfebres, albañiles, carpinteros, herreros,
escultores, no se habla de quiénes hacían velas, de quiénes vendían el carbón, quiénes
hacían indumentarias, ropajes, vestiduras, mucho menos conocemos el nombre de
campesinos, agricultores, cocineros, amas de llaves, criados y esclavos. Dice Foucault
(1971): “La historia «efectiva» se distingue de la de los historiadores en que no se apoya
sobre ninguna constancia: nada en el hombre ni tampoco su cuerpo es lo
suficientemente fijo para comprender a los otros hombres y reconocerse en ellos” (p.6).
Genealogías culinarias, propone una forma de saber de buena tinta, las diferentes
experiencias, las historias no contadas, la vida interior que transcurrió en las casas notables
ubicadas en el corazón de Popayán. Haciendo recorridos desde el portón, pasando por los
zaguanes y finalmente centrándonos en la cocina, para revelar la importancia histórica,
resaltar la trascendencia de mujeres que llevaron a cabo la misión de alimentar a personajes
ilustres de la ciudad, propios, foráneos. Tareas que realizaron en completo anonimato pero
que hicieron posible la configuración y la instalación de estructuras del gusto propias de
nuestra progenie, de nuestra estirpe, asentaron los resabios en el paladar, procuraron definir
emboques, proporcionaron el sabor a la historia. “La genealogía (…) Intenta, más bien,
oponer los saberes locales, discontinuos, descalificados, no legitimados, a la instancia
teórica unitaria que pretende filtrarlos, jerarquizarlos, ordenarlos en nombre de un
conocimiento verdadero” (Castro, 2004, 230).
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La genealogía sería, entonces, respecto del proyecto de inscripción de los saberes en
la jerarquía del poder propio de la ciencia, una especie de emprendimiento para
desujetar los saberes históricos y hacerlos libres, es decir, capaces de oposición y de
lucha contra la coerción de un discurso teórico unitario, formal y científico. (Ibíd.)
Digresiones, cuestiones de método
Establecer la frontera entre la investigación que propongo y la actividad que realizo
es muy difuso. Asumo cierta corporeidad, y un oficio desde hace años, ando los caminos de
la antropología llevando un baluarte en mis genes, en mis memes; ser cocinera es
comunicar el mismo lenguaje para producir y reproducir el amor, la contienda por el fuego
es mi factiche; entonces, ese particular modo de ver la antropología es usado para sustentar
histórica, política y socialmente el papel de la transformación de la materia en comestibles,
en moldear los cuerpos con la tradición. Configurar identidades.
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(…) el "texto etnográfico" es, ante todo, autobiográfico. Da razón las formas de
conciencia, de pensamiento del etnógrafo, de sus maneras de experimentar el mundo
social, de preguntarse sobre él, de la maneracomo, a través de la palabra escrita, el
etnógrafo hace que su texto haga o signifique. Pero, simultáneamente, inscribe su
escritura dentro de las formas preestablecidas que garantizan la legitimidad
científica de la narrativa etnográfica, con el propósito de inscribirse él como
miembro de una comunidad desde la cual se le permite asumir autoridad con
respecto a la inscripción del mundo: la comunidad científica. (Iriarte, 1999, p.14)
Como lo expresa Blanco(2012): “la autoetnografía amplía su concepción para dar
cabida tanto a los relatos personales y autobiográficos como a las experiencias del
etnógrafo como investigador —ya sea de manera separada o combinada— situados en un
contexto social y cultural” (p.4).
Ubico mi punto deíctico en el presente, sin embargo, éste se traslada a varias épocas
y es porque comparto ciertas características de mi discurso con las personas que entrevisté,
usé entrevistas no direccionadas, haciendo preguntas claves para alimentar la discusión.
Los relatos que extraigo del pasado, proponen un ordenamiento de las ideas, evidencias
específicas e incorregibles establecidas en la relación que existe entre las experiencias
contadas y lo que se piensa es producido en un mundo idéntico en la cotidianidad.
Los relatos como sustentáculos y vehículos de la intimidad, averiguo por hechos del
mundo social acontecidos desde lo cotidiano, las cocineras hablantes de esta historia
comunican sus estados de cosas del mundo, reproduciendo, informando y constituyendo en
su narración, la realidad.
Apelando por la relación que existe entre la reflexividad del mundo social y la
investigación, me adscribo a exponer las situaciones de interacción entre las personas
entrevistadas y la investigadora, constituyendo una realidad analizable que permite la
comprensión y aprehensión de los universos culturales que tejen esta investigación.
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Limitaciones de esta propuesta investigativa, se podrían presentar entre la
articulación de la realidad social y la expresión e interpretación que se haga de ella. Mis
indagaciones son puntuales e intencionadas, para llevar el hilo conductor del tema, no
obstante, la representación indexical de mi discurso está presente en muchas de las
aseveraciones que acá se exponen, es probable que hallen planteados varios sesgos entre la
bisagra que relaciona la teoría con la realidad social.
Se evidencia una clara transmisión de conocimientos de tipo culinario en líneas de
tiempo, propongo como categoría de análisis Genealogía(s) culinaria(s), usando un método
foucaltiano que sirva de cimiento para desglosar una serie de fenómenos en el orden de lo
cultural y que sustente antropológicamente el grueso teórico planteado.
“La genealogía trabaja por sendas embrolladas y garabateadas” (Foucault, 1971) me
intereso por la procedencia, por lo heredado, persigo las posibilidades de aparición, las
causas de las discontinuidades, los éxitos en el traspaso, los fracasos.
Genealogías culinarias en Popayán es la matriz que permite analizar cuatro hechos
sociales involucrados en la trama de lo consuetudinario que marcan y dan sentido a los
diferenciados, particulares y afianzados valores culturales asociados a la culinaria de la
ciudad. Cuatro categorías que dan forma a las estructuras y constelaciones culinarias y
gastronómicas en Popayán, agrupadas en un par de conceptos propuestos por Leví Strauss.
Genealogías
Culinarias
Enseñar Aprender
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Gustema Comer Comer
Tecnema Cocinar Cocinar
Aprender a comer
Gustema
Enseñar a comer
Enseñar a cocinar
Tecnema
Aprender a cocinar
Aterrizando el conocimiento, la historia, los rituales, las prácticas alrededor de lo
consuetudinario al cuerpo, me apoyaré en conceptos tales como gustema y tecnema, para
dar forma y hacer explícitos las manifestaciones de transmisión generacional de saberes y/o
valores culinarios en una estructura social de parentesco, atendiendo una especificidad
histórica que convierte el lugar de realización en un tiempo, Popayán en la década de 1940.
El cuerpo: superficie de inscripción de los sucesos (mientras que el lenguaje los
marca y las ideas los disuelven) lugar de disociación del yo (al cual intenta prestar la
quimera de una unidad substancial), volumen en perpetuo derrumbamiento. La
genealogía como el análisis de la procedencia, se encuentra por tanto en la
articulación del cuerpo y de la historia. Debe mostrar al cuerpo impregnado de
historia, y a la historia como destructor del cuerpo. (Foucault, 1971, p.4)
Tecnemas se usarán acá para vehiculizar, rastrear y caracterizar el traspaso efectivo
de los saberes culinarios de generación en generación, técnicas del hacer o como lo llama
Carmen Sevilla:
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“Las prácticas rutinarias, inscritas en los lenguajes corporales, en la oralidad,
gestualidad, sensorialidad que adquieren significados particulares dentro de
un determinado contexto espacial y temporal. Eje que mantiene la vigencia y
el sentido de este lenguaje. (…) Son las prácticas rutinarias dentro del
espacio culinario, constituyen, guardan y mantienen la relación entre
presente y pasado”. (Sevilla, 2007, p. 11)
Cadenas de acciones eslabonadas, dependientes una de la otra. Ordenamiento
cognitivo, disposición del cuerpo, todo lo que implica la transformación de los alimentos,
es una inacabada tarea. Exigente. Requiere de sinestesia y memoria. Las acciones están
habitadas por cierta memoria genética que el cuerpo reconoce cuando con el paso de los
años, de las décadas, se recuerdan viejos oficios labrados en los huesos por la fuerza de la
costumbre, hemos sido moldeados por la repetición y la reproducción.
La acción técnica que se distingue de la acción expresiva que traduce un
sentimiento o una reacción, se define primero por su intención de utilidad, su
intención operativa. Del todo orientada por su finalidad, busca alcanzar la
realización la cual manifestará su eficacia en tanto que acción que se efectúe
por medio de un instrumento (picar cebolla con un cuchillo pequeño, o a
mano limpia, amasar la harina del pan) requiere toda una movilización del
cuerpo, traducida en un movimiento de la mano, del brazo, a veces de todo el
cuerpo que se balancea en una cadencia al ritmo de los esfuerzos sucesivos
exigidos por la tarea que se va a ejecutar. (De Certeau, 2006, p. 208)
Hacer de comer abarca la realización en serie de acciones, siguiendo una gramática
de orden estricta y bien medida. Se alcanzan a distinguir dos formas para la producción de
acciones. Lo primero es aprender a hacer de comer, lo consiguiente, una vez aprehendido el
conocimiento: transmitirlo. Para eso hacemos uso del cuerpo de las manos, producimos
sonidos, emitimos voces que marcarán la conciencia, la memoria. Es la memética. La
mismísima memoria genética, lo adquirido por predisposición natural, lo obtenido en la
interacción social y lo establecido por la cultura. Toda esa conjunción en pro de hacer
perdurable un noble proceder: hacer de comer. Enseñar. Aprender y pendular entre esas dos
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estancias advenidas de la relación que mantenemos con nuestros cuerpos entre el pasado y
el presente.
Se requiere de una capacidad de invertir tiempo, afecto, insumos y cuerpo para
llevar a cabo una acción encaminada, hacer de comer está en el desborde de corporeidad,
aprehensión del mundo natural, adaptación a los contextos culturales para así efectuar la
ritualización. Hacer girar la acción en el infinito espiral de la existencia. Cinética eterna y
profunda de nuestro habitar la tierra.
Una vez garantizada su posición en el sempiterno engranaje de las tradiciones, las
acciones deben reinventarse, deben ser capaces de sobrevivir al paso del tiempo, ser más
perdurables que las modas, conocer la reinvención. Autopoiesis. Firme condición para la
transferencia exitosa. Expresa De Certeau (2006) lo siguiente: “En la acción se superponen
invención, tradición y educación para darle una forma de eficacia que conviene a la
constitución física y a la inteligencia práctica de quien la ejecuta” (p. 209).
Una acción sólo se repite si todavía se considera eficaz, operativa con un
buen rendimiento o una necesidad justificada respecto a la pena que
ocasionan. Su vida está ligada a la creencia que le confiere, hay que
considerarla necesaria, cómoda, operativa, benéfica, hay que creer en su
éxito posible para todavía repetirla. (Ibíd.)
Tecnemas o maneras del hacer, conjunto de técnicas, o acción particular del cuerpo
es un nodo, punto de encuentro. Convergencia. Es un conocimiento implícito en las yemas
de los dedos. Nace de los repiques mil veces elaborados por la necesidad biológica de
alimentarnos con el fin de implantar con solemnidad, la inmortal sabiduría que ostentan los
pueblos de las cocinas.
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considerable de personas: “siento que esto ya lo realicé por más de cien años” y es que una
sabiduría fantasmagórica se aprovecha de mi cuerpo para enseñarme que no soy neófita en
esto, que mi cuerpo está cargado con las experiencias de vidas pasadas.
Pero inevitable es que las distintas circunstancias que produce el imparable paso del
tiempo, deteriore y ponga en un plano segundo, o deje atrás ciertas prácticas corporales,
para ser reemplazadas por otras más efectivas, menos rudimentarias, más acordes con la
reducción de los tiempos, de las tradiciones puestas a prueba por las tecnologías avanzadas,
de la disminución del número de integrantes de las familias, de la supresión de los
comedores y los afanes de la vida moderna. Las acciones son susceptibles al olvido, están
condicionadas a vivir de las afirmaciones que las validen. Inexcusable, se terminan
deshaciendo. “Cuando las acciones se borran, cuando los objetos se desaparecen o van
inmovilizarse en la sombra de un desván, en la vitrina de un museo, a veces las palabras
subsisten, en la memoria de un pasado caduco”. (Ibídem, p. 214)
Gustema como en los análisis semánticos pasa con los semas se compone de una
raíz: gusto y hace parte de un corpus enunciativo que denota ser la unidad mínima de
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sentido/significado pero operado desde el sentido del gusto. Abarca la concepción
simbólica y tiene un valor en el sistema cultural culinario.
“El universo del gusto, y por tanto, de los gustemas, está referido en esencia al tema
de la identidad culinaria de las sociedades, y tras él se encuentra la dimensión de su
significado profundo en las relaciones con lo colectivo y lo individual” (Delgado, 2010,
p.6).
Ahondando en las gramáticas de orden de los relatos, están presentes pistas de lo
que se comía cotidianamente en las familias de las diferentes clases sociales de Popayán. Se
encuentran también visibles los instantes, cuándo se come y las manifestaciones culturales
adyacentes, celebraciones y días festivos sacan a la luz las marcas de identidad con la
comida y la bebida.
Mirando el día a día de una sociedad, sus momentos cotidianos, las formas
como se estructuran esos momentos, los distintos tipos de preparaciones que
allí se hacen y se consumen, se logra entrar en sus dinámicas culturales
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como respuestas a esta demanda de energía física de nuestros organismos.
(Delgado, op cit. p, 9)
Definir una traza con las particulares atracciones y/o desavenencias, consensadas en
sociedad, marca la identidad colectiva o individual respecto a su universalidad culinaria.
Líneas de gusto como lo define la antropóloga chilena, Sonia Montecino, me permite ver
cuán necesario es ubicar una variable más a su trazado original. Tiempo. La cronología que
se añade a la receta, al caldo primordial con la intención de develar los traspasos de saberes
culinarios haciendo uso de esos vehículos de la sucesión.
Para el caso de este estudio, la cronología es un lugar también, así ubico a Popayán
en una época en la que muchas estructuras de poder largamente enraizadas se fortalecen
con las mentalidades y se revela una sociedad payanesa intentando las formas de vivir el
pasado, recordando y restableciendo su acervo, manteniendo sus títulos nobiliarios en alto
no solo por evocar glorias pasadas, sino para configurar lo que se conoce como jerarquías y
clases sociales.
Entonces, la confluencia de estas estructuras de poder proporciona el escenario de
aparición y/o afianzamiento de las tradiciones culturales que hacen particular esta ciudad.
El sincretismo, el mestizaje, la vida cotidiana, los devenires históricos y los sucesos
políticos son los aspectos en los que me baso para dilucidar lo planteado.
Es mi interés situar los momentos históricos de la ciudad que guardan relación con
los aconteceres relacionados a lo que se come, a los momentos cuándo se come, y en las
condiciones que se hace, como una forma de hacer visibles las diferentes posibilidades de
aparición, de dispersión y condensación de las estructuras de poder aún vigentes.
Definir y caracterizar la élite del poder político de Popayán es un ejercicio que
resalto en esta parte del texto pues las historias de vida están directamente relacionadas con
personas de esta clase social payanesa. La relación que se estable entre una y otra clase
social se conecta en el mismo discurso como prosodia, las prácticas culinarias hacen el
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puente, son el lenguaje comunicante. Son amalgama, pegamento que une y que a la vez
diferencia, excluye.
Realizo la revisión de algunos trabajos de grado de la Licenciatura en Historia de la
Universidad del Cauca, revisando por décadas desde 1940, el proceder y el actuar de las
clases sociales en Popayán. La historiografía sobre la ciudad se ha pronunciado y describe
las diferentes formas que la identidad se expresa, aspectos idiosincráticos y también
interacciones, actitud y mentalidad de los payaneses. Existen muchos elementos que
aportan valiosos datos respecto a la relación de la sociedad con sus alimentos, con sus
ecosistemas, con su memoria.
Popayán aferrado a su pasado. Sus gentes añoran, evocan y recuerdan. Habrá un
lugar común siempre para un payanés en lo más remoto de su memoria en donde se
encuentre saboreando pipián con maní y entonando canciones al son de chirimía. Madre
fecunda de saberes imperecederos. Pubenza nutricia de sabores inefables.
Escojo un espacio cronológico, un sesgo en la historia de mi ciudad, elijo esta
década de los años cuarenta, puesto que son evidentes muchos cambios relevantes. Los
payaneses se encuentran en los preparativos para la conmemoración del cuarto Centenario
de la ciudad, que ha sido trasladado de 1937 para celebrarse en 1940. Este magnánimo
acontecimiento ha procurado que se realicen toda clase de obras civiles. Se pretende hacer
renombre, exaltación de los valores de la cultura payanesa, sembrar la mentalidad de tener
limpia la ciudad, aseada la casa, la persona misma. “Payanés, sea buen ciudadano y
construya su andén”, recomienda el periódico El Liberal. . Se exhortan a los payaneses a
visitar el Parque de la Piscina, la Plaza de Mercado.
Para 1940 se habría de terminar de pavimentar las calles de Popayán, el frio asfalto
cubriría miles de cantos rodados del antiguo empedrado. La Junta del Centenario ha sido
conformada para llevar a cabo la pavimentación completa de la ciudad. Los ciudadanos son
consultados para conocer qué obras debería tener Popayán en sus cuatrocientos años de
fundada.
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En cuanto a los preparativos de la conmemoración del Cuarto Centenario de la
ciudad, las distinguidas damas de la sociedad envían misivas al presidente de la República
para que se autorice la Banda de Guerra para las procesiones y actos solemnes.
La ciudad está elaborando una fiesta, una conmemoración, pero también están
propugnando consolidar el propio pasado, muchas veces acompañado de glorias de cuna
hidalga. La clase dirigente se ha encargado de elaborar la cara que tendrá Popayán. La elite
del poder político tiene una visión sobre lo que quiere mostrar, los valores que busca
promover, las alianzas con el pasado para no olvidar. La festividad es el vehículo más
oportuno.
En tanto que la fiesta cívica se convierte en escuela para formar ciudadanos
obedientes, las élites precisan legitimar su dominio: En la fiesta no sólo están
implicados juegos de poder en su organización y administración, sino que el
poder mismo está simbolizado (...); el poder se vuelve cada vez más
coercitivo, literal y visible hacia la parte inferior de la escala (pues) el poder
está legitimado en la medida que ha descendido por una estructura
jerárquicamente organizada (Ledezma, 2007, p.14)
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por una variedad de instituciones y agentes culturales.” (Ibíd.)
Al calor de mis fogones se coció mi pasado es el título que exhibe esta monografía
pues es la alegoría más pertinente para expresar los innumerables e incontables días en los
que con amor y más leña se alimentó esta pasión, este arte y se coció en mis ollas lo que
miles de veces hicieron mis ancestros. Las cocineras que sembraron semillas y
conocimiento lograron que sus acciones y sapiencias llegaran hasta mis manos para yo
continuar la travesía de la transmisión.
Utilizo como herramienta las Historias de Vida, extraídas de las entrevistas no
dirigidas a Sonia María, Cecilia y Gloria Concha, la mujeres con quien tuve más contacto y
día a día fueron removiendo memorias, abriendo sus estanterías de recuerdos, los días
pasados de su infancia, los distintos caminos que debieron tomar; y poco a poco mientras
nos reunimos a cocinar o a tomar café; fui recibiendo con mucho agrado, la invaluable
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herencia de sus palabras, acá condensadas en un par de historias que son narradas por sí
mismas. Sin artilugios de ficción o intervención intencionada, presento a continuación la
historia de Las Mujeres Concha y su devenir en la cocina.
Incluida en la vida cotidiana de la ciudad le doy voz a la historia de la señora Fanny
Chicangana, vendedora de chontaduros en la esquina del Parque Caldas durante muchos
años. Sus historias proveen carácter etnohistórico a este texto y revelan la visión de una
mujer cuyo trabajo es silencioso y su voz obliterada con los ritmos de la urbe, en medio del
bullicio y el asare de los días, ha transcurrido su vida en la venta de alimentos en la misma
esquina de la casa Lenis, donde se desarrolla esta historia, muchas veces testigo inadvertida
de los sucesos de la vida interna de la Casa Lennis, propongo sea su voz también aporte a la
construcción de la historia de Popayán, apelo por la multiplicidad de voces que han sido
obliteradas sin sentido por las razones hegemónicas del Poder.
A manera de conclusiones
Son tan comunes los lugares en los que se reúnen historia, cultura, saber, alrededor
de una comida, una cocina, las manos de unas abuelas, el manjar de una familia
congregada, la minucia y el detalle con que son trasmitidos los conocimientos tradicionales
culinarios, valores semánticos, cuerpo y conocimientos, técnicas y apropiaciones que nos
procuran una empresa, quizá la más apreciable, la empresa de la tradición.
Nuestra cocina caucana como una gran mixtura, un engranaje de tantos factores que
han permitido que se distinga mundialmente, que bien vale la pena realizar el viaje al
pasado para recoger las posibilidades de aparición de baluartes y otros tesoros dormidos en
el corazón y la memoria, descubriendo el afianzado sentido por la conservación intacta de
muchas manifestaciones.
Por medio de las historias acá compartidas, de manos y voces de las cocineras que
me acompañan enunciando saberes culinarios y consolidando nuestro conocimiento como
punto de anclaje de muchas tradiciones me uno a su palabra y pronuncio como sentencia lo
que afirma Sonia María con dulce afecto haciendo un balance sobre lo que vivimos
participando en un concurso sobre Plato Tradicional de Nochebuena “revivir en unos días,
20
años de historia. Dar un paso atrás para recoger una tradición que estaba dormida en el
corazón de las familias popayanejas.”
Reconocer que durante años existen estructuras sociales y jerárquicas que siguen
haciendo gala de nuestra cultura culinaria, la posición de la élite del poder político al
mando del desarrollo, promoción y divulgación de nuestras cocinas actualmente se refleja
en la realización de Congreso Nacional Gastronómico de Popayán. Antes lo que movilizaba
los saberes en torno a una mesa era una dama de la sociedad payanesa que atendía a sus
comensales en casa. Hace doce años lo hace un esfuerzo mancomunado de muchas
instituciones e industrias culturales interesadas en el desarrollo turístico y comercial de la
región.
Cada año la cita es en el Congreso Nacional Gastronómico de Popayán un gran
esfuerzo realizado por la Corporación Gastronómica de Popayán; Popayán tienen la
posibilidad de día a día nuestra reinventarse. Reconforta con la inmensa riqueza de sus
productos, su diversidad, sus cocinas, su gente que construye, enseña, educa, trasmite; en
Plazas de Mercado, toldas, casetas, restaurantes, comederos, piqueteaderos, en lugares
donde todos los días, por lo menos tres veces al día se proporciona felicidad, placer y
sustento a felices comensales, satisfechas memorias gustativas, saciadas necesidades
biológicas, sorprendidos paladares que por primera vez son seducidos con sabores
aterciopelados de maní y demás exquisiteces, fáciles de hallar, disponibles e inolvidables.
Afortunados somos en Popayán de ser anfitriones, por ser la ciudad que acuna, la
ciudad que recibe, que se engalana, que pone la mesa, se enorgullece y finalmente muestra
los distintos matices de nuestra idiosincrasia, revela partes de la historia y conjuga de
manera tácita manifestaciones culturales y sociales.
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Con el auge de la gastronomía como negocio, como novedad cultural, como una
ventana nueva y mejorada que se abrió en la cocina, se evidencia una gran profusión de
nuevas escuelas para aprender a cocinar y desempeñarse como chef. El conocimiento
impartido a nuevas generaciones que aprenderán de las manos de docentes, se hace en otros
contextos, por fuera de la jurisdicción familiar, que es el vórtice donde se fijan las marcas o
distinciones de sabores. La condimentación. Al margen de estos lugares y cobijados con
normas de manipulación estrictas, requeridas por salud y bienestar, es posible que se vaya
perdiendo el sentido de la conservación y la transmisión de algunos de los saberes. No
obstante, los hijos de la gastronomía, los grandes gourmets, deben saber reconocer la
diferencia entre hacer gastronomía y aprehender una tradición culinaria.
Desde el locus que producimos discursos alrededor del tema del yantar y
simbólicamente hacer de comer, Popayán, debemos hacer salvedades, transmitir el interés
por ir a buscar las historicidades que nos posibilitaron la existencia, descubrir cada
cancioncilla que usan las cocinera para sazonar sus guisos, recobrar la importancia de los
utensilios en desuso, y evitar caer en la equivocación por descuido o por desinterés.
El Manejo adecuado de las improntas de identitarias de los pueblos en materia de
culinaria es el uso de dos conceptos pertinentes como Gustema y Tecnema, para el avance
en el conocimiento y afianzamiento de los valores culturales que subyacen a las prácticas
tradicionales en cocina. Enseñar, aprender, trasmitir, identificarse es vital para el
reconocimiento de lo valedero, de lo perdurable.
El análisis de las clases sociales en Popayán en un sesgo en la temporalidad de 70
años nos da cuenta que en todos los lugares de la memoria que se exalta una personalidad
distinguida por sus hazañas, en el interior, en la vida privada, en el acontecer diario, están
inscritas en las memorias muchas existencias que dejaron la huella de sus acciones
dispuestas en la cadena imparable del tiempo, estableciendo así la trascendencia, el valor de
lo perdurable. Por vías del afecto, los lazos, la consanguinidad, la genética, la memética,
pero también la vida social, el matrimonio indisoluble, complementario y dicotómico entre
Naturaleza y Cultura está plasmado en la memoria de los sujetos que día a día la viven, la
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refuerzan, la nutren y alimentan los valores de la ancestralidad, los aprendizajes
transmitidos, ¡la cocina, viva!
Referencias
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