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INCONTINENCIA URINARIA:

La incontinencia urinaria supone la pérdida de una función fisiológica, la continencia urinaria,


que se “aprende” en la infancia y que es posible por la coordinación de la vejiga (que almacena
la orina) y la uretra (que sirve de canal de salida de la orina). La continencia urinaria existe
cuando nuestra uretra puede aguantar la presión que ejerce la orina contenida en la vejiga
hasta que decidimos vaciarla voluntariamente una vez que hemos recibido el reflejo de la
necesidad de orinar (las “ganas”).

No hay duda de que el envejecimiento provoca cambios en el organismo (aparato urinario,


próstata, vagina, músculos del suelo pélvico, sistema nervioso…), cambios que favorecen que
la persona mayor tenga más probabilidades de sufrir incontinencia, pero no puede aceptarse
sin más que por el hecho de ser mayores se tenga que perder la continencia urinaria.

Si este problema de salud es frecuente en las personas mayores es porque en ellas se pueden
dar una serie de circunstancias, que tienen mayor influencia que el propio envejecimiento:

Existencia de varios problemas de salud a la vez: procesos neurológicos, problemas en el


aparato urinario, problemas en los huesos y en las articulaciones

Deterioro funcional: inmovilidad y/o demencia.

Toma de un número elevado de medicamentos.

ESTREÑIMIENTO:

El estreñimiento se considera un síndrome geriátrico debido al alto porcentaje de personas


mayores que lo padecen. No se trata de una enfermedad, pero sí es un síntoma de que la
función intestinal no es la adecuada, sin embargo, no se suele tratar de forma apropiada
debido a que quienes superan los 60 años consideran como normal esta alteración en su
tránsito intestinal, y la intentan solucionar ellos mismos, o no lo consultan con su médico. De
hecho, se estima que entre el 30% y el 50% de los adultos mayores se ha automedicado alguna
vez, o lo hacen frecuentemente, para evacuar con mayor normalidad.

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