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producía, ególatra como está era, colocaba a su portador en un pedestal rodeado de admiradores
rendidos ante una serie de palabras sintácticamente muy atractivas, que por alguna razón lograban
reflejar las ideas de sus interlocutores, y que, no obstante, significaban sólo lo que ésta sabía. Había
días así, una situación tras otra era vívidamente proyectada en forma de posibles triunfos, hasta que
todas las acciones del señor P. eran prológadas por estas películas mentales. Más las tramas tenían
siempre el mismo desenlace. ¿Cómo esa pequeña mente que fantaseaba con mujeres desnudas desde
que se concibió así misma como entidad separada del mundo, podía convertirse en algo que no era? Sin
poder hacer mucho, más que ofrecer más imágenes mentales por supuesto, el señor P. terminaba
botando por territorios que se alejaban de aquellas representaciones tan seductoras y se vertía en el
mundo. Entonces pablo se levantaba, como poseído por fuerzas que transformadoras, arrasando con
todo, e incluyéndolo a él. Era lo que decían al verlo. Mira a Pablo, si parace que se le metió el
chamuco. Ese pablo, que bueno que trabaja con nosotros y no con la otra constructora,