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FONDO PARA LA PROTECCION DEL MEDIO AMBIENTE

JOSE CELESTINO MUTIS

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
CHOCO
DIVERSIDAD CULTURAL
Y MEDIO AMBIENTE

Por
Myriam Jimeno

d María Lucía Sotomayor_


Luz María Valderrama

FONDO FEN COLOMBIA


Bogotá - 1995

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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© Las a utoras
Prime ra edición
Bogotá, 1995
1.000 ejemplares
Fondo FEN Colombia

Corrección del texto: Sonia Cárdenas y S.M.D.


Dirección editorial y diseño: Santiago Mutis D .
Fotografías (cuadernillo - co lor): Jea nin c El'Gazi
Diagramación y portada: S.M.D.
Ojbujo de mapas: Melba Inés Rodríguez d e León
Artes finales y negativos: S erv igraphic Ltda.
Impres ión y e ncuadernación: Tercer Mundo Editores
Distribución: Ecoe Ediciones Ltda.
Calle 32 Nº 17- 22 Tel.: 2882556 - Bogotá

Fondo FEN Colombia:


Calle 62 Nº 4-68, Bogotá
Tels. : 2481333 - 3105907 - 2490437
Fax: (571) 2555427
Apdo. Aéreo 052986
Bogotá, D .C., Colombia

ISBN: 958-9129-30-7

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LAS AUTORAS

vlYRIAM JIME~O. Antropóloga de la Universidad de Los Andes,


es profesora asociada del Departamento de Antropología de la Uni-
versidad Nacional de Colombia. Fue Directora de ese Departamento.
Decana de la Facultad de Ciencias Humanas y Vicerrectora Aca-
démica de ese centro universitario, entre otros. En dos ocasiones
dirigió el Instituto Colombiano de Antropología. Participó como
secretaria ejecutiva en la subcomisión ºIgualdad y Carácter Mul-
tiétnico,,, preparatoria de la Asamblea Nacional Constituyente. Ha
investigado en los temas de colonización de la Amazonia, en pro-
yectos de evaluación de impacto social, políticas indigenistas, et-
nicidad e identidad étnica. Sus últimas investigaciones son sobre
conflicto social y violencia. Coautora de los libros Estado y minorías
étnicas en Colombia ( 1985) y Colombia Arnazónica (1989), y de
numerosos artículos sobre los temas investigados.

MARÍA Ll'CÍA SOTOM '\YOR Antropóloga de la Universidad de


Los Andes, con estudios de magister en Historia de Colombia en
la Universidad Nacional. Desde 1976 se vinculó al Instituto Co-
lombiano de Antropología en calidad de investigadora. Su principal
interés se ha centrado en estudios relacionados con los procesos
de formación de las categorías sociales y culturales de los cam-
pesinos en diferentes áreas del país y en etnohistoria colonial. Ha
publicado artículos sobre etnohistoria de los muiscas y las cofradías
en la colonia y modelos económicos entre campesinos del Tolima
y Boyacá.

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Lcz MARÍA V '\.LD ~RR '\.1\.1/\. Trabajadora Social de la Universidad
Tecnológica del Chocó Diego Luis Córdoba. Oriunda de Quibdó,
es magister en Planeación del Desarrollo Rural de la Universidad
Javeriana. Ha sido Jefe de Planeación del Departamento del Chocó
y del Municipio de Quibdó, Delegada del PNR en ese Departamento
y Directora del INURBE. Ha realizado investigaciones en el tema
regional y en medicina tradicional dentro del programa Rural de
Salud del Convenio Colombo-Holandés en el Chocó .

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INDICE GENERAL

Agradecimientos 11
Introducción / 13
I. Región, diversidad cultural y medio ambiente 17
La región en la ideología nacional 22
La región y la conformación de la unidad nacional 26
II. Perfiles de la historia chocoana 31
III. La población chocoana y s u entorno 41
El espacio físico natural 43 --
Características demográficas 47
Condiciones de vida 55
Grupos étnico-cuiturales, modelos de vida,
interacciones y conflictos 63 -
- Los modelos indígenas y el medio natural 80
- Jaibaná y naturaleza 86
IV. Los procesos económicos principales 93 ~
La producción agrícola y pecuaria 96
La pesca artesa.ria! - 99
Deforestación y otras actividades forestales 103
La minería, presencia renovada 106
V. Las su bregiones chocoanas 117
Subregión de Urabá, de economía tradicional
a ganadera 121
La subregión central, epicentro departamental 126
Entre la selva y el mar, subregión del Pacífico 134
El oro y la subregión del San Juan 140

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VI. La diversidad cultural y la construcción de
la región del Chocó 149
Conflictos, modelos culturales y tenencia
de la tierra 154
Bibliografía 167
Anexos 179

INDICE DE CUADROS

Cuadro Nº l Chocó, población por Municipio,


1973-1993 45
Cuadro Nº 2 Cuadro resumen de migración para el
departamento del Chocó 51
Cuadro Nº 3 Población por sexo y grupos de edades, 1993 52
Cuadro Nº 4 Población total por sexo en cabecera
municipal y resto del municipio, 1993 53
Cuadro Nº 5 Municipios con mayor índice de
necesidades básicas insatisfechas 56
Cuadro Nº 6 Indicadores de pobreza 56
Cuadro Nº 7 Vivienda y servicios públicos, 1993 58
Cuadro Nº 8 Nivel educativo en el Chocó 60
Cuadro Nº 9 Población indígena: en el departamento
del Chocó 64
Cuadro Nº 1 O Re guardos indígenas constituidos 65
Cuadro Nº 11 Distribución general de los indígenas
por municipios 83
Cuadro Nº 12 Volumen de madera movilizado por
especies, 1992 105
Cuadro Nº 13 Producción de platino por departamentos
onzas troy, 1989-1990 114
Cuadro Nº 14 Población subregión de Urabá, 1993 123
Cuadro Nº 15 Población subregión central, 1993 130
Cuadro Nº 16 Población subregión del Pacífico, 1993 136
Cuadro Nº 17 Población subregión San Juan, 1993 143

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INDICE DE MAPAS

Mapa Nº 1 División político-administrati va del Chocó 44


Mapa Nº 2 Occidente colombiano y localización de
indígenas en Chocó 49
Mapa Nº 3 Zonas de mayor impacto humano 69
Mapa Nº 4 Subregiones, Departamento del Chocó 118
Mapa Nº 5 Areas sustraídas de la reserva forestal 156
Mapa Nº 6 Resguardos indígenas constituidos 157

INDICE DE DIAGRAMAS

Diagrama 1 Sistema comarcal típico de] hábitat fluvial 72


Diagrama 2 Esquema perfil aprovechamiento afluente
Medio Atrato 73

INDICE DE GRAFICOS

Gráfico Nº 1 Población de cada subregión del total


departamental 120
Gráfico Nº 2 Area de cada subregión del total
departamental 120

INDICE DE ANEXOS

Anexo Nº l Permisos de explotación de maderas en el


Chocó, 1986
Anexo Nº 2 Relación total de permisos forestales otorgados
por CODECHOCO
Anexo Nº 3 Permisos mayores otorgados por CODECHOCO
Anexo Nº 4 Aserríos en 1984
Anexo Nº 5 Recaudos por aprovechamiento forestal

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Anexo Nº 6 Actividades de la minería artesanal por bombeo
Anexo Nº 7 Actividades de la minería artesanal con dragueta
Anexo Nº 8 Actividades de la minería semindustrial
con retroexcavadoras
Anexo Nº 9 Actividades de la minería industrial con draga
Anexo Nº 10 Producción nacional de oro y plata por
departamentos, 1989-1990

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AGRADECIMIENTOS

LA INVESTIGACION fue realizada gracias al interés y al apoyo


del INDERENA y de la FUNDACION MANOA que fue la sede generosa
y eficiente del proyecto. El Fondo FEN Colombia y la paciencia
de Angel Guarnizo, su director, permitieron que saliera al público.
En el Chocó, CODECHOCO, INCORA, el Banco de la República,
el Ministerio de Minas, la OREWA, la OBAPO, permitieron el acceso
a documentación y discusiones de especial valor. Muchas personas
compartieron su tiempo para guiarnos en la comprensión preliminar
de la sociedad chocoana. En Condoto, Luz Stella y Jorge Perea
nos acercaron a las minas del San Juan. Por Carlos Arturo Benavides
y Myriam Sora tuvimos hospitalidad y entre charla y charla, mucho
de su conocimiento de cada día. Con Elena Roldán exploramos
los contrastes y cambios del Chocó, entre Quibdó y Nuquí, frente
al "mar que siempre sin cesar recomienza". De Ismael Roldán
extrajimos recuerdo tras recuerdo, con la meta elusiva de que el
Chocó escrito conserve algo de la calidez de lo vivido.

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INTRODUCCION

EL CHOCO es una región casi descon ocida para los colombianos,


acostumbrados a reducirla a estereotipos sociorraciales arraigados.
Sin embargo, surge ahora un interés por el Chocó, nacido de los
·temores cada vez más generales frente a la destrucció n ambiental.
(El ~splendor natural chocoano y l a variedad de sus recursos
están estrechamente relacionados con las culturas de las poblaciones
que allí habitan, con la manera como los conciben y el papel que
ócupan en l a continuidad de s us patrones culturales de vida. Pero
nuevas a ]teroati vas de explotación cada vez más exte ndidas, plan-
tean disyuntivas entre conservación o desarrrollo~\
Los p aíses desarrollados otorgan particular importanc ia a los
recursos de los ecosistemas tropical es por s u potencial econ ómico,
por una parte, y por las implicaciones generales de su d estrucción,
por la otra. Colombia tiene una riqueza en biodiversidad amplia-
mente reconocida que, como lo expresan diversos documentos ofi-
ciales, "adquiere un valor antes no considerado".
Esta, sin embargo, no está repartida en forma uniforme en el
territorio colombiano y, por el contrario, sólo ciertas regiones por
razones físico-naturales ·y por las características de los procesos
históricos que vivieron, concentran una mayor biodiversidad. Es
indudable que la conservación está asociada, por una parte, a l a
presencia de culturas cuyas formas de -relación con el medio natural
no implican la explotación intensiva de los recursos. Por otra, a
la coincidencia entre rasgos físico-naturales y procesos históricos
especiales de integración socioeconómica al resto del país.

l •
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i La débil integracióp permitió la reproducción de culturas rurales,
am~indias y afroamericanas: ~n estrecha relación con la selva hú-
meda. Su presencia imprimió un carácter especial a estas regiones,
incluso en contra del querer de élites locales que deseaban que
no se las tomara co-mo regioñes de~ indios o de negros. -
Pero las distintas formas culturales no sólo desarrollaron expre-
s iones especiales de adaptación, sino también medios de interven-
ción y modificación ambientales a través de conocimientos y
prácticas acumulativas y complejas. Ya no es sostenible la idea de
grupos pasivos, víctimas o espectadores de un medio natural in-
tocado e idealizado. Estudios diversos muestran, por ejemplo, cómo
la distribución y abundancia de especies vegetales y animales en
las selvas amazónicas, ha tenido una fuerte influencia indígena
(Wolf, 1990). Las formas indígenas de subsistencia han modificado
numerosos ecosistemas y las selvas remanentes en el mundo están
asociadas con una variedad cultural grande (/bid). Lo particular
de algunas sociedades son s u s estrategias sociales para transformar,
sin destruir, ciertos ambientes naturales. Sin embargo, s u manejo
ambiental es parte indisociable de una sociedad con baja densidad
demográfica, uso intensivo de la fuerza humana de trabajo y débil
acumulación de excedentes.
Existe una ligazón estrecha entre la desaparición de recursos
aprovechables y la homogeneización de patrones culturales a nivel
mundial. La extinción de culturas milenarias, de sus conocimientos
y prácticas ambientales, ha corrido paralela con la expansión de
modelos culturales que implican presiones y demandas crecientes
sobre los recursos naturales. De alií el interés de realizar un bosquejo
general de las condiciones sociales en una zona de amplia riqueza
biocultural. No se pretende sin embargo, por razones de las limi-
taciones en su realización, profundizar en el tema o en la región,
sino ofrecer un panorama general .
Los materiales de este libro tienen interés como elementos para
un diagnóstico general del Chocó, con énfasis en la interrelación
entre la diversidad cultural y el manejo del medio ambiente. A
través de diversos indicadores sociales se ofrece una visión somera

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del Chocó y sus principales rasgos en el presente. Un presente
que si bien prolonga el hilo histórico de la región como periferia
extractiva, la coloca como centro de interés internacional en razón
precisamente de la conservación de un elemento estratégico: la
biodi versidad.
Para la investigación se acudip a información sobre las subre-
giones chocoanas, sobre los indicadores económicos, la dinámica
de población, los principales modelos socioculturales, las condi-
ciones de vida y los principales procesos de intervención sobre
los recursos naturales, a partir de fuentes de campo, de primera
mano, y de la revisión documental y bibliográfica, realizadas durante
1991 y los primeros meses de 1992.
Se llevaron a cabo entrevistas con funcionarios locales y con
mineros, madereros, nativos indígenas y negros, organizaciones
comunitarias, maestros e instituciones locales. Se hizo énfasis en
entrevistas con los pobladores tradicionales indígenas, negros y
blanco-mestizos.
Como procesos principales se tomaron en cuenta los asenta-
mientos tradicionales y sus modificaciones urbanas y rurales; las
actividades agrícolas, mineras y de extracción de maderas y s us
cambios y el nivel social de vida.
A través del trabajo sobre fuentes secundarias se ubicaron algunas
documentales de importancia, entre las cuales vale la pena destacar
el catálogo bibliográfico elaborado por Angela Hernández de Caldas
con apoyo de la FEN, que contiene 939 referencias sobre la Costa
Pacífica. Así mismo los informes disponibles sobre Chocó en CO-
DECHOCO en el Departamento Nacional de Planeación, el DANE
y en agencias de consultoría privada como CORPOS y SER Con-
sultores. Como bibliografía especializada se consultó la elaborada
por el antropólogo Mauricio Pardo para los grupos indígenas del
Chocó, publicada por el Instituto Colombiano de Antropología en
1985.
El Chocó mantuvo hasta fechas relativamente recientes una re-
lación económica, política y cultural con el país como región de
enclave, basada en procesos delimitados, tales como la minería o

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la explotación de recursos forestales. En la actualidad, múltiples
presiones se ejercen sobre el bosque, sobre las riberas auríferas y
sobre los hombres que han vivido de ellos. Es por eso que este
trabajo resalta la conexión entre diversidad cultural y diversidad
biológica.
Así mismo, entre procesos históricos diferenciales dentro del
país y persistencia de mayor potencial de biodiversidad regional.
Una política de protección ambiental deberá basarse en la pecu-
liaridad regional de estos procesos históricos y de las prácticas
culturales allí presentes.
Las comunidades locales poseen conocimientos y prácticas de
manejo de la naturaleza que poco se conocen o bien se desestiman,
pero podrían servir de fundamento a procesos de desarrollo sos-
tenido con arraigo social. Otras prácticas y conceptos tradicionales
requieren reformulaciones a la luz de las necesidades actuales de
preservación, manejo y desarrollo económico. Se hace necesaria
su identificación y conocer los vínculos profundos de su repro-
ducción social.
El Chocó ha presenciado en los últimos años nuevos movimientos
sociales, nuevas realidades pokicas a través de los movimientos
indígenas y más recientemente los de negritudes. Las organizaciones
indígenas con su proyección en la arena pública nacional, por una
parte, y por otra la reglamentación del artículo 55 transitorio de
la Constitución Política Nacional que dio luga.:- a la ley de Comu-
nidades Negras, ley 70 de 1993, han sido hitos recientes de una
nueva historia. Estos movimientos tienen ahora voz propia para
expresar sus puntos de vista, que a menudo se alejan de las prácticas
políticas de vieja usanza y desean resignificar su región para ellos
y para el resto de colombianos.

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I
REGION, DIVERSIDAD CULTURAL
Y MEDIO AMBIENTE

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. I
EL PROCESO de interconexión y estrecha relación que se vive a
nivel mundial ha puesto de presente la fuerza de las peculiaridades
c ulturales de diverso orden: desde las étnicas que rebasan sus bases
biológicas, hasta las de lengua, religión o las políticas. El avance
del proceso de integración mundial ha permitido, aunque parezca
contradictorio, construir una sensibilidad hacia la diferencia, como
parte esencial d e l hombre mismo. Como nunca antes, el conoci-
miento sobre la variedad sociocultural humana podrá disminuir el
temor casi instintivo frente a quienes se comportan de manera
distinta a nosotros, para l ograr s u participación en un proceso
mayor.
Hoy en día sabemos que las mal llamadas sociedades primitivas
no son salvajes amenazantes. Una ética o una política excluyentes
y etnocéntricas, son cada vez más insostenibles a nivel mundial
( Ver Jimeno, 1 991).
La reflexión sobre la relación entre sociedad, cultura y naturaleza
ha ocupado al hombre en las más variadas épocas y es, por s upuesto,
mucho más que una inquietud especulativa o teórica. En ella está
presente la preocupación permanente del hombre por reafirmar su
singularidad, s u carácter especial, es decir, su misma naturaleza.
S. Moscovici plantea que el hombre levanta barreras y se coloca
en contraste con el resto de seres vivos; el saberse distinto le lleva
a la necesidad de afirmar una y otra vez su singularidad. La búsqueda
de lo que le es propio, la ruptura entre sociedad y naturaleza,
juegan para él un papel capital (Moscovici, 1975).

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No es pertinente extenderse aquí en la multiplicidad de enfoques
que tratan teóricamente el tema. Sin embargo, vale la pena men-
cionar cómo el predominio humano sobre los más remotos ambientes
y especies naturales, su extensión sobre el planeta y la consagración
del poder de la cultura humana como ente de transformación han
traído una creciente preocupación por este predominio. Se teme
en la actualidad por el futuro del proceso evolutivo general y, por
supuesto, por el de la especie humana en particular.
Surgen dudas sobre la ruptura sociedad-naturaleza, sobre el prin-
cipio del hombre como amo y señor de la naturaleza, conquistada
desde fuera (Moscovici, cit.), concepto arraigados en la tradición
cultural cristiana.
El conocimiento sobre las sociedades nativas ha contribuido a
acrecentar las dudas, al poner de presente cómo el hombre teje
siempre, desde sus albores, una red compleja de interacciones y
ante todo de transformaciones del mundo natural. Es evidente que
cultura y ociedad no on artificios, ino parte del estado natural
del hombre, que le acompañan desde siempre.
Se han podido constatar formas distintas de percibir y vivir la
relación sociedad-naturaleza donde una y otra, antes que unidades
en contraposición y lucha, están engranadas en un sistema vital.
Como lo ha planteado el antropólogo G. Reichel-Dolmatoff para
el Vaupés, el manejo ecológico de un área no es sólo una respuesta
a un ambiente físico, sino una respuesta a Huna condición humana,
a la historia; se trata esencialmente de una actitud ética" (Rei-
chel-Dolmatoff, 1990: 39).
Esta actitud, por supuesto, no es generalizable y no debe prestarse
a la idealización de los indígenas y otras sociedades nativas como
conservacionistas a ultranza. Su manejo ambiental es parte, como
se dijo en la Introducción, de una sociedad con baja acumulación
de excedentes.
La diversidad cultural humana ha corrido pareja con su expansión
sobre la tierra, pero su presencia en la mayor parte de ella va
acompañada de una menor diversidad cultural, con la homogenei-
zación de las culturas y con el fin de numerosas fuentes de vida.

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Colombia hace parte de un proceso mundial que tiende a la
homogeneización de patrones y hábitos culturales. La sociedad
toda, en las regiones, en los campos o en las ciudades, se ha visto
permeada por su predominio. La extensión de ciertos modelos cul-
turales implica una mayor utilización de productos y un consumo
general creciente de bienes.
Esto significa, por un lado, formar parte de un proceso global
que afecta a los residentes en ciudades o áreas urbanas y se extiende
a la vida rural e impone una manera específica de utilizar los
recursos naturales y demandas por bienes y servicios. El campesino
actual dista mucho del productor de antaño, relativamente auto u-
ficiente, con una ética estricta de austeridad y de bajo consumo,
aislado del resto del país.
Por otro lado, desde una perspectiva opuesta, estos fenómenos
culturales y la reubicación de la población en ciudades, son rela-
tivamente recientes en Colombia y, como tales, crean necesarios
reaj u te en otro nivele del comportamiento social. E decir, si
bien se han impuesto ciertos patrones culturales comunes, estos
están aún en proceso de <;ustituir los antiguos modelos. No han
corrido paralelos con el surgimiento de nuevas pautas de arraigo
al medio urbano, de manejo de los espacios como espacios colec-
tivos; está aún en camino una reinterpretación de los roles regionales,
de los familiares, de las relaciones entre las generaciones y, por
supuesto, de los étnicos, para mencionar algunos de ellos.
La diversidad cultural del país, tanto la étnica como la regional,
pueden servir como base de construcción nacional, pues en un
sentido ampljo es tan grave el fin de la diversidad biológica, como
el de la cultural.
La diversidad humana aún existente es fruto de la historia
exitosa de su expansión territorial, y si bien ha ocasionado la
ocupación casi completa del planeta y la destrucción de fuentes
de vida, puede utilizarse en la protección ecológica. La protec-
ción ecológiea debe considerar las necesidades económicas y
ociales de las poblaciones locales, en vez de pretender excluir
la actividad humana. (Ver por ejemplo, Poole, 1989). Ciertas formas

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de desarrollo son compatibles con la conservación de ambientes
naturales.
Existen sjn embargo~ estudios que muestran la complejidad de
la convergencia entre explotación tradicional de recursos y con-
servacionismo, pues no todas las formas tradicionales lo permiten,
entendida la protección en los términos nuestros (!bid). De allí l a
importancia de conocer de la mejor manera la relación de nativos,
campesinos y otros pobladores con el medio ambiente; reconocer
sus necesidades de producción, las demandas de recursos y el re-
clamo de autonomía dentro de sus territorios.
El éxito de las políticas de mitigación de efectos indeseables
sobre el ambiente radica en el conocimiento por parte de las acciones
oficiales de las peculiaridades cognoscitivas y las diversas prácticas
c ulturales, de manera que la población sea activa y convencida
partícipe de planes y programas.

La Región en la ideología nacional

Las ciencias sociales han explorado d esde sus inicios las bases
de la consolidación y diferenciación de los grupos humanos a partir
del contraste entre nosotros y los otros. El antropólogo brasileño
Ruben Oliven, por ejemplo, menciona a Marce! Mauss y a Emilio
Durkheim, quienes compararon los símbolos externos y los em-
blemas a través de los cuales se representan las naciones modernas
y también los clanes primitivos y que permiten diferenciar cada
grupo. Cita también a Lévi-Strauss, quien al hablar de la ilusión
totémica, mostró que sirve para distinguir a los hombres unos de
otros. Pero las sociedades estatales tienen una historicidad propia
que procura integrar sus diferentes partes desde el punto de vista
territorial, regional y social. Tienen ideologías que enfatizan una
sólida integración y se presentan como antiguas y a veces inme-
moriales (Oliven, R., 1992).
La consolidación de la unidad nacional, no obstante, es un proceso
relativamente reciente no sólo en nuestro caso, sino como fenómeno

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histórico occidental. A lo largo del mismo se conforman tradiciones,
nuevas y viejas, como dicen los historiadores y se enfatizan ciertos
rasgos culturales como distintivos de la unidad nacional.
La forma conceptual de explicar estos rasgos, dice el historiador
Perry Anderson, se ha desplazado en Europa, desde la noción de
carácter nacional a la de identidad nacional, hoy en boga. Expli-
caciones sobre el carácter nacional francés, británico, italiano, ger-
mano, se encuentran en ensayos de diferentes pensadores, entre
los cuales sobresale D. Hume. A comienzos del siglo veinte, el
carácter nacional se volvió tema de tratados teóricos mayores, con
distintas perspectivas, como la de A. Fouilleé en Francia o la de
Otto Bauer en Austria, con influencia marxista este último (An-
derson, P., 1991). Pero hacia los años sesenta, dice Anderson, ya
no se consideraba serio este tema en razón de que el mundo cultural
y lo s ingredientes que se supon ía caracterizaban cada nación e uropea
habían sufrido de hibridación y homogeneización. Desde los valores
hasta los objetos de uso cotidiano, desde la socialización y la morat
hasta los patrones de consumo. "Los viejos significantes de diferencia
se habían desvanecido progresivamente" (/bid: 6).
Desde los años ochenta, el discurso de la diferencia nacional,
continúa Anderson, se dirigió a la identidad nacional. Esta noción,
a diferencia de la de carácter, es más selectiva, menos global y
tiende a basarse en rasgos de esencia y no en caracteres típicos
de un grupo~ es relacional y se hace necesaria la noción de alteridad,
pues no es autocomprendida. Como concepto es simultáneamente
más profundo y más frágil y puede tender a la metafísica. Supone
un autorreconocimiento, de manera que posee una dimensión sub-
jetiva y autorreflexiva, mientras que el carácter supone rasgos ob-
jetivos, conscientes o no. Finalmente, la identidad nacional implica
un proceso de selección en el cual las experiencias colectivas se
decantan y simbolizan. La memoria adquiere una mayor importancia
que en el carácter y el campo político es su arena natural. Ciertas
experiencias históricas se llevan a un plano emblemático y sirven
de fundamento a ideologías de unidad nacional que a menudo ocul-
tan la división y la desigualdad (Anderson, cit.).

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Ahora bien, la región actual tiene como referente necesario al
estado nacional, con el cual mantiene relaciones múltiples, con-
tradictorias y a menudo conflictivas. En la relación entre las regiones
y la nación se crean también símbolos de diferenciación y contraste
a partir de representaciones sobre lo que sería el carácter propio
regional y s imultáneamente se establece la pertenencia al conjunto.
Unos y otros, contrastes y vínculos, se establecen de manera di-
ferencial según cada historia regional y según la relación geopolítica
y económica construida a lo largo del proceso de conformación
de la unidad del estado nacional.
La regiones sufren una adscripción al estado nacional, que las
sitúa de manera desigual, no homogénea, les atribuye ciertos rasgos
y les asigna roles específicos.
Si se examinan con detenimiento las características que parti -
cularizan cada región y que serían l a base fáctica del arraigo regional ,
no <;ó lo son cambiantes a través del tiempo, sino además relativ a-
mente di fusas. Si bien las regiones pueden definirse con base en
refencias físico-naturales particulares que delimitan unidades es-
paciales naturales, la pertenencia y la definición misma de la región,
son construcciones que sobre las bases naturales tejen relaciones
particulares y sis temas de signos y sín1.bolos de identificación, re-
lativamente arbitrarios.
E l proceso de consolidación y afianzamiento del estado nacional
implica, como se ha dicho, Ja selección de rasgos culturales y
también la reiteración y delimitación de fronteras culturales tanto
como de la<; geopo líti cas. co mo dice R. Oliven. Pero ese intento
de forjar unidad cu ltural y como ideal alcanzar la homogeneidad,
conduce simultáneamente a un manejo de las diferencias culturales
· dentro de la nación. Por un lado, como procesos de exclusión y
negación de la diversidad de culturas dentro de la nación, como
luego veremos; pero por otro, también incluye y resalta determi-
nados elementos y tradiciones. En el caso colombiano se resalta
a Colombia como un país de regiones, cada una peculiar y con
rasgos distintivos, que no siempre tienen valoración positiva, y a
menudo sirven como explicaciones naturales de fenómenos socia-

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les. Características biológicas, raciales, climáticas, del medio geo-
gráfico pretenden tipificar cada región y explicar la situación re-
gional, destacada o marginal dentro del conjunto.
Pero más aún, las regiones mismas pueden convertirse en parte
de la ideología de identidad nacional. Perry Anderson al comentar
la obra de Fernand Braudel sobre la Identidad de Francia, señala
cómo Braudel dedica la primera parte a describir las principales
regiones de Francia y proclama que este país es especial dentro
del continente europeo por la variedad de nichos físicos regionales.
Braudel insiste en este punto y celebra la diversidad francesa como
un ras go de identidad. Por supuesto, dice Anderson , desde el punto
de vista teórico, Braudel otorga una primacía histórica a las de-
terminaciones espaciales, que son para él las más importantes en
la historia profunda. Pero si bien los contrastes climáticos de Francia
entre una zona Mediterránea, otra Atlántica y una Continental son
reale~, no son suficientes para tener mayor diversidad regional que
otros países europeos, por ejemplo Alemania o Italia. Para Anderson,
en Francia la idea popularizada de la variedad nacional como motivo
ideológico hay que buscarla más bien en la temprana unidad na-
cional, di tinti va france a y en su papel como compensación sim-
bólica del triunfo del estado unitario. En este caso también los
atributos de identidad 'ion menos específicos que aparentes y pueden
leerse menos como hallazgos empíricos y más como puntos fijos
de la ideología nacional (Anderson, 1991 ). Las ideologías nacio-
nalistas trabajan sobre miternas básicos, retrabajan las mitologías
étnicas y las tranforman en espacio poético y memoria heroica
(/bid).
En nuestro caso, el país se ha representado desde las élites hasta
la conciencia del hombre común, corno un país de diversidad re-
gional, y cada una con su propia cultura. Se llega con relativa
frecuencia a cuestionar y descalificar normas y políticas nacionales
en aras de su inaplicabilidad por las marcadas particularidades
regionales y locales. Esta es una ideología de amplia aceptación,
incluso por quienes se sienten con conciencia culposa desde el
centro. A diferencia del mencionado caso francés, su importancia

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como motivo de la ideología de identidad nacional tal vez se en-
cuentre en la misma debilidad y precariedad de la integración na-
cional. Quizás también entra en juego el ocultamiento de la variedad
cultural que atraviesa las mismas regiones y que se excluye o se
silencia cuando éstas se oponen como conjuntos culturales espe-
cíficos frente a la nación. La diversidad cultural suele así ser en-
tendida como variedad de culturas regionales. Este es tal vez el
rasgo con mayor consideración dentro del colombiano como pe-
culiaridad atribuida del país y difícilmente se encuentra arraigo
más poderoso.

La Región y la conformación de la unidad nacional

Se ha insistido con frecuencia en la implantación de la Consti-


tución Política de 1886, que optó por un modelo de relaciones
entre regió n y nación y entre e s tado nacional y modelos de cultura
nacional. De todas maneras es necesario referirse a este modelo
político, pues a través de él. al menos como patrón ideal. se fijaron
las bases para la unidad nacional y se proporcionó el marco político
para los vínculos entre las unidades regionales y el conjunto.
Como es conocido, estuvo inspirado en la hegemonía del centro
sobre las regiones. Los centralismos administrativo, fiscal y político,
que pregonó esa Constitución, pretendieron dar fundamento a la
consolidación de un estado nacional frente a la fragmentación y
contraposición de poderes locales. El programa de la Regeneración
triunfó en contrarréplica de los excesos ultrafederalistas que de-
bilitaron el orden interno (ver Bushnell, D., 1993). La constitución
denominó departamentos a los estados federales y dejó limitado
poder a las Asambleas Departamentales, colocó el nombramiento
de los gobernadores en manos del presidente y consagró un mo-
nopolio del partido en el gobierno sobre el poder ejecutivo en
todos los niveles. Bushnell agrega que la total exclusión de uno
de los partidos nacionales sirvió para exacerbar el sectarismo po-
lítico y de manera indirecta al incremento de la violencia campesina.

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Pero la exclusión no fue sólo de los partidos diferentes al triunfante,
s ino de todo lo que se saliera del modelo católico hispanista.
Las regiones quedaron así supeditadas a los dictámenes del go-
bierno central. Los vínculos entre éstas y el gobierno quedaron en
manos de dirigentes políticos y élites locales , quienes, mediante
una red de intermediaciones manejadas a través de las maquinarias
partidistas, hacían de puente con la dirigencia y el gobierno nacional.
En forma simultánea, en cada región tomó fuerza el sentimiento
contra el centralismo como fuerza opuesta al progreso regional.
Las evidentes diferencias geográficas, la precariedad de las comu-
nicaciones, el relativo aislamiento de cada una, alimentaron la idea
de la particularidad regional y el resentimiento contra un centro
que las desconocía. Los dirigentes locales desde entonces y hasta
el presente, alimentan esta tendencia local y se sirven de ella en
el juego político, para sacar partido a nivel central.
Interesa, sin embargo, resaltar las progresivas fisuras en la red
de intermediaciones entre región y estado nacional a través de las
maquinarias partidistas. En la medida en que se debilitaron los
centralismos, perdió poder esta red de intermediación. Los acuerdos
nacionales suprapartidistas del Frente Nacional, los cambios en la
ubicación espacial de la población y la consiguiente debilidad de
los controles tradicionales que se ejercían en las localidades, fueron
algunos elementos de un cambio en la relación estado-región, mar-
cado por el descrédito de la efectividad de los partidos políticos.
El sistema de valores y controles culturales que sustentaban esas re-
laciones entraron en crisis con la paulatina urbanización. La enrigración
de las élites locales hacia las ciudades como parte funcional de la
reproducción de esa nonnatividad, hizo parte de su debilitamiento.
Otra señal particular de la crisis de los controles sociales ha
s ido el debilitamiento de las creencias religiosas tradicionales (ca-
tólicas) , como modelos normativos. Ya Fernán González en diversos
trabajos mostró la importancia de la Iglesia Católica como cons-
tructora de unidad nacional y s u contribución a la identidad nacional.
Esta ha s ido, por supuesto, otro canal de comunicación entre lo
local y lo nacional y formó parte del conjunto cultural ideal para

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servir de fundamento a la cultura nacional. Este ideal, como es
sabido, excluía y aun condenaba importantes diferencias culturales
dentro del ámbito nacional, bien como síntomas de atraso o ame-
nazas para la unidad nacional y aún como inmorales y por tanto
inaceptables. La pérdida de influencia del modelo cultural impulsado
por la Iglesia Católica abrió la posibilidad para que se consideraran
con otra óptica las diferencias culturales y se permitiera la formu-
1ación de un estado nacional pluricultural, al menos como modelo
posible. Su pérdida de influencia dentro de la ideología de unidad
nacional, también contribuyó a la necesidad de redefinir la parti-
cipación regional en las decisiones nacionale .
El debilitamiento de los vínculos partidistas como vehículos cen-
trales de la relación entre región y nación, llevó a una búsqueda
de una nueva relación con mayores derechos políticos y mayor
reconocimiento de las regiones en las diferentes instancias deci-
sorias, que se plasmó en el variado conjunto de medidas de los
últimos años sobre descentralización.
Hemos asistido en la última década a una reinterpretación de
los roles regionales y al auge de la regionalidad corno peculiaridad
de la nacionalidad colombiana.
Pero el entusiasmo regionalista diluye y anebla otros fenó-
menos: la jerarquización y desigualdad de los espacios regionales.
la existencia de otras formas de diversidad cultural y la particular
relación que parece existir entre marginalidad regional y diversidad
cultural y aún biodiversidad en general.
Las regiones con presencia importante de diversidad de culturas
nativas ocupan una posición particular dentro del conjunto nacional.
El antropólogo P. Wade se ha detenido en la constitución espacial
de la sociedad, pues toda sociedad crea una zonificación que con-
centra espacialmente interacciones sociales y prácticas sociales ru-
tinizadas (Wade, P., 1991 ). La interconexión y la interdependencia
de las regiones constituidas hacen parte de la conformación espacial
de la sociedad global. Las regiones que emergen tienen no sólo
un significado en la nacionalidad, sino que expresan relaciones y
clasificaciones étnicas y raciales (Wade, /bid) .

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El Chocó, por ejemplo, hace parte de una jerarquía de espacios
regionales que sitúa en una escala ascendente la importancia so-
ciopolítica de cada región, sus oportunidades de acceso a recursos
y la valoración de la misma en el conjunto. La posición en la base
de la escala se relaciona con su composición étnica y racial (ver
Wade, cit.)
La historia colombiana llevó a la constitución de regiones con
estructuras económicas, den1ográficas y políticas, así como mezclas
raciales diferentes, que sirvieron como base para una diferenciación
cultural más amplia. La identidad por origen regional ha tenido
simultánean1ente un significado sobre origen racial, de manera que
"· La raza se regionalizó" (/bid).
La ideología del mestizaje, entendiendo el blanqueamiento como
lo deseable, hace parte de la ideología nacional y se afianza es-
pacialmente, de manera que ciertas regiones se ven con10 periféricas
y atrasadas por ser racialmente negras o indias, como el caso del
Chocó. La discriminación hace parte no evidente de esta catego-
rización socioespacial. que tiene implicaciones en diversos órdenes
de la vida regional y para quienes allí habitan. Basta mirar los
indicadores de calidad y cobertura de servicios incluidos en otros
capítulos, para apreciar una dimensión de sus implicaciones.
La identidad nacional fusiona en su concepto lo factual y lo
ideal y captura, a través de símbolos, el pasado y anuncia e] futuro,
como expresa Anderson ( 1991 ). En la reinterpretación de los roles
regionales en Colombia, la ideología regionalista bien debe empezar
a contemplar, para el futuro, su propia diversidad.

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II
PERFILES DE LA HISTORIA CHOCOANA

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LA ECONOMIA predominante a lo largo de la historia chocoana
ha sido la extractiva, cuya característica principal es exportar los
capitales generados. La permanente exportación de riqueza, minera,
maderera, pesquera, incluso en menor escala agropecuaria, no con-
dujo a una acumulación local. Los ciclos de auge económico se
depositaron fuera de la región y la infraestructura básica económica
y de servicios no se modificó sustancialmente. Incluso los modelos
culturale · nativos (indios y negros) han tenido una alta permanencia
a través de estos ciclos.
Germán Coln1enares muestra que desde el siglo XVI, los pobla-
dores de las provincias de Popayán y Antioquia intentaron repe-
tidamente la ocupación definitiva del Chocó, pues ya se conocían
sus riquezas en oro. Sin embargo. este proyecto no era de interés
para la metrópoli. por sus posibles efectos sobre la población nativa.
A pesar de ello, en 1666 se autorizó a las autoridades de las go-
bernaciones vecinas la reducción de indígenas. Algunos caciques
pronto se convirtieron en tributarios y entraron 100 esclavos negros
para trabajar en las minas. En el poblamiento competían las go-
bernaciones de Antioquia y Popayán y misioneros de distintas ór-
denes (Colmenares, G., 1975).
Hernández ( 1993 ), con base en varios investigadores, menciona
que el territorio chocoano a comienzos de la colonia estaba ocupado
por chancas en el río Garrapatas, yacos en el alto Calima, tootuma
e ingarae en el río Sipí, noanamá (wanana) en el bajo san Juan,
surucos en el río Quito, poromeas en el Bojayá y cunas en el bajo

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Atrato. Los tatamá y los ima del alt<? San Juan y los citará del
alto Atrato eran subgrupos emberá a quienes los españoles llamaron
genéricamente chocó. Entre los mismos emberá existían diferencias
culturales expresadas, por ejemplo, en la pintura corporal y en
variedades dialectales (Vargas, 1993).
Según documentos del s iglo XVII los españoles subdividían el
territorio en provincias indígenas. Varios grupos fueron forzados
al trabajo 1ninero en el San Juan y afluentes del Atrato. Pero a
mediados de ese siglo se produjeron grandes rebeliones indígenas
que arrasaron los centros mineros y los poblados coloniales y cul-
minaron con la búsqueda masiva de refugio en tierras apartadas,
algunas hacia la cuenca del Pacífico. A lo largo de los siglos co-
loniales ocurrieron numero os desplazamientos de etnias nativas
y la reubicación y aún fusión y desaparición de otras.
En 1684 se produjo otra importante rebelión de los indígenas
del norte del Chocó, en la provincia de _Citará, que llevó a la
interrupción de los trabajo en la mina , especialmente en el pueblo
de Neguá, donde los antioqueños habían Jlevado un alto número
de esclavos. La pacificación, dice Colmenares. fue catastrófica pues
..diezn1ó la población indígena y dispersó los esclavos''. En el último
cuarto de siglo XVII se llevó a cabo la reducción definitiva de los
indígenas, hecho que abrió un nuevo auge del oro con repercusiones
en toda la Nueva Granada. Se beneficiaron empresarios de Popayán
y Cali y otros que habían contribuido a u pacificación (Colmenare ,
1975: 135). Desde entonces el oro se convirtió, con auges y retrocesos,
e n el cordón de unión del Chocó con el resto del país.
P. Wade plantea que durante el régimen colonial la región fue
una frontera minera, al margen de los centros de desarrollo. Los
blancos eran muy pocos, mineros, administradores, comerciantes,
soldados y misioneros (Wade, P., 1989). Los campamentos mineros,
organizados en cuadrillas bajo estricto control, se trasladaban con-
tinuamente. Wade cita a Sharp, al comentar que el 90% de las
cuadrillas tenían más de 30 esclavos (Wade, P., 1990).
Paulatinamente se establecieron pobladores libres, negros que
habían comprado su libertad gracias al trabajo minero durante sus

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días de descanso; cultivaron las vegas de los ríos y continuaron
lavando oro, que vendían en los pueblos (/bid).
La población indígena fue obligada a cultivar y realizar distintas
obras para los campamentos mineros, a pesar de la expresa pro-
hibición de las normas coloniales.
La población blanca fue siempre reducida y no intentó en la
época colonial poblar la región ni la colonización agrícola; el mes-
tizaje fue escaso. Los blancos mantuvieron una fuerte barrera social,
alimentada entre otros por el temor a las rebeliones de esclavos .
El asentamiento inestable de éstos contribuyó al escaso mestizaje.
Los libres se retiraron a la selva, con poco contacto con los
blancos y fueron en aumento por la manumisión y el crecimiento
demográfico. Algunos negros y mulatos libres tuvieron esclavos,
pero siempre menos de cinco, que era el número requerido para
er admitidos al gremio de los mineros . De esta manera quedaron
relativamente aislados. del sistema colonial local. A su vez, entre
los libres y los indígenas e establecieron relaciones comerciales
y de compadrazgo pero tampoco se dio un mestizaje de importancia
(Wade. P .. 1989). La sociedad colonial vio en el Chocó un sitio
inhóspito, utilizado para extraer recursos y gastarlos fuera (/bid).
En 1778 el Chocó tenía, según fuentes documentales utilizadas
por Sharp (citado en Wade, 1989). un total de 14.662 personas;
de éstas 2.3% eran blancos, 36.9% indios, 21.5% negros libres y
39.2% esclavos. Es claro e l predominio étnico afrochocoano. Según
la misma fuente, la proporción de blancos en el Chocó era la más
baja, en comparación con Antioquia (17%) y la Costa Atlántica
(10.8%). Esta proporción de blancos descendió al 1.6% para 1808.
Ya para entonces, en el Chocó los libres eran el 60. 7 % de la población
(25.000 habitantes), los indios habían bajado al 17.8% y los esclavos
al 19.8%. Estas tendencias de de-Ícenso de los indios, los blancos
y los esclavos, numérica y proporcional, continuó, dice Wade, hasta
la manumisión de los esclavos en 1851.
Entre los rasgos históricos de poblamiento, vale la pena resaltar
el asentamiento ribereño disperso, que se dio en estrecha relación
con el modelo minero. La actividad agrícola fue practicada desde

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un comienzo por pequeñas comunidades indígenas y negras, me-
diante el uso alterno de distintos medios y recursos; estas últimas
tomaron de los indígenas patrones de referencia socioeconómicos
basados en grupos de parientes y en una agricultura itinerante que
aprovechaba los ciclos de oferta de recursos naturales de las distintas
cuencas fluviales. Con el tiempo se establecieron entre ambos grupos
vínculos de compadrazgo, comercio e intercambio de conocimientos
etnobotánicos, etnomédicos y mágicos (Arocha, J., 1993b), inter-
cambios no exentos de conflictos y confrontaciones.
Las posteriores olas migratorias hacia el Chocó, por ejemplo,
alrededor del caucho y la tagua a finales del siglo pasado y del
repunte del oro a comienzos de este siglo, atrajeron inmigrantes
de distinta zonas del país y entre otro a sirio-libaneses. Las co-
rrientes migratorias más recientes en el Urabá chocoano, o la in-
fluencia antioqueña y caldens e, se comentan a lo largo del texto.
en relación con cada s ubregión chocoana.
La minería del oro continuó siendo, de todas formas, el eje del
proces o ocial y económico de la zona, con épocas de auge y
retroces o . Lo años 20 de e s te siglo abrieron uno de estos ciclos
que se cerró hacia el final de esa década con una profunda depresión
de quienes vivían de la minería industnal y su comercio local. La
extracción de oro tuvo un nuevo repunte en la postguerra y de
nuevo , a mediados de los años setenta decayó el monopolio ex-
tracti vo . La década pasada trajo la proliferación de la minería se-
miindu s trial y de la pequeña explotación con motobombas, como
veremos.
Vale la pena mencionar que a partir de los años cincuenta se
acentuó la emigración de la élite blanco-mestiza del Chocó hacia
diferentes ciudades del país. Varios elementos confluyeron para
acelerar la salida de la mayoría de las familias: por una parte,
el Chocó había dejado atrás unas décadas de relativo auge, cuando
barcos cargados de mercancías extranjeras remontaban el Atrato,
el comercio local florecía y aún se intentaba establecer industrias
de gaseosas y jabones. La distancia entre el Chocó y otras re-
giones paulatinamente se acrecentó; las oport~nidades educati-

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vas, laborales y de ascenso social estaban fuera de la zona, cada
vez más periférica.
Wade (1990) enfatiza, como influjo para la emigración blanca,
el ascenso de sectores negros educados que paulatinamente pre-
s ionaron sobre la maquinaria partidista, la burocracia y la admi-
nistración regionales y circunstancias como el incendio de Quibdó
en 1966, que destruyó justamente lo poco que quedaba del sector
blanco tradicional.
Como síntesis, podemos decir que en el Chocó han prevalecido 1

tres grandes modelos socioculturales, indígenas, afrochocoanos y


blancos, que interactúan y han tenido una desigual distribución de
recursos económicos y una desigual valoración social. A lo largo (
d e l tiempo se han transformado y confrontado, pero también se
han imbricado, unidos por su condición de periferia.
Las poblaciones nativas emberá y wanana se reacondicionaron
como producto del contacto colon ial. Hoy día su ubicación pre-
ferencial son las partes altas y medias de afluentes del río San
Juan, e l Baudó y el Bojayá, donde núcleos de familias extensas
practican la agricultura itinerante\ Grupos de parientes culturalmente
definidos se entrelazan a lo largo de vastas extensiones, que recorren
en función de celebraciones rituales, prácticas curativas, resolución
de conflictos. El patrón social segmentario comentado en la literatura
antropológica, sigue una dinámica de atomización o nucleamiento
según las circunstancias (Vargas, 1993).
La creación de territorios delimitados bajo la figura de resguardos
ha propiciado reasentamientos y el surgimiento de nuevas figuras
de prestigio y poder, diferentes de la tradicional del jaibaná, figuras
que a su vez se articulan con organizaciones departamentales y
nacionales de carácter étnico reivindicativo.
Los ensayos de etnografía emberá se detienen en la relación
entre la cultura y el medio natural, entrelazados a través de complejos
de significado, con intervenciones muy normatizadas. Conocimien-
tos botánicos, sobre el con1.portamiento anin1al, los suelos y eco-
sistemas, están sólidamente integrados dentro de las nociones de
vida, origen y conservación de la vida humana y las distinciones

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míticas entre lo humano y lo no humano (ver detalles en el trabajo
de grado de Hernández, C., 1993). Para los emberá, como para
otras culturas indígenas, en el origen existió una continuidad so-
ciedad-cultura-naturaleza, donde los héroes culturales hombres-ani-
males, van distinguiendo los elementos de la naturaleza. A partir
de luchas y competencias de distintos héroes, los mundos se van
separando y el hombre-animal se escinde en dos mundos particu-
lares, mientras en otros mundos alternos, subterráneos y aéreos,
subsisten rezagos de esa primera unidad. El hombre domina los
animales en este mundo, pero frente a ellos, como frente a otros
recur os, las transacciones nunca están finalizadas; es preciso cuidar
las relaciones con ellos y s us dueños y para ello los jaibaná, deben
realizar una intensa y constante acción propiciatoria. Cada suceso
social está conectado en forma compleja con entidades mítico-na-
turales que cada hombre debe respetar (Hernández, C., 1993; Vasco,
L. G., 1985). Existe pues, una estrecha conexión entre relaciones
sociale~, creencias y uso de los recursos y conceptos sobre la so-
ciedad humana y u puesto en un universo extenso de fuerzas,
como D. Forde expresó respecto a otras sociedades nativas (Forde,
D. , 1954).
El modelo ahora denominado afrochocoano para enfatizar la he-
rencia cultural afro, cubre la mayoría de las áreas rurales chocoanas.
Se estima que constituyen el 84% de la población del Chocó (Lo-
oczy, A. M.; citada en Arocha , J., 1993b). En cierta medida, por
intercambio de influencias y también por procesos adaptativos si-
milares , este modelo guarda semejanzas con el anterior. Sus rasgos
centrales son una población dispersa por las riberas y las costas,
que aprovecha en forma cíclica y extensiva las terrazas cultivables,
la pesca y la minería del oro! La apropiación territorial busca el
aprovechamiento de distintos recursos de selva y río. Los grupos
de parientes dispersos en una vasta área mantienen numerosos me-
canismos de apoyo y encuentros religiosos, festivos o de duelo .
En lo religioso se conectan y confluyen lo festivo y lo doloroso,
lo sacro y lo profano, con débiles fronteras entre ellos. Alrededor
del juego, del baile y del drama y su puesta en escena, con la

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música omnipresente, se aglutinan, resuelven sus conflictos y re-
nuevan sus vínculos. (Con base en conferencias de Vargas y Fe1To,
1992 y Arocha, J., 1993 a y b).
Si bien la población mayoritaria es rural, los cascos urbanos
reciben un flujo permanente de pobladores que circulan entre unos
y otros, por un lado en busca de salud, educación y empleos tem-
porales y, por otro, van al campo por los recursos estacionales y
las cosechas de arroz, maíz, plátano. Las organizaciones de po-
bladores negros hablan ahora de la continuidad campo-poblado,
para denominar este circuito.
✓ En el tercer modeio, una población minoritaria, situada en los
principales cascos urbanos y en las áreas de influencia de Urabá,
Córdoba, Antioquia y Risaralda, practica la agricultura y la gana-
dería de corte andino, el comercio o sirven de intermediarios en
la extracción maderera, minera y pesquera. Unos pocos pertenecen
a la tradición blanca que data al menos de comienzos de siglo;
otros de olas de colonización campesina especialmente desde los
años cincuenta y sesenta; los más recientes llegaron en los años
ochenta atraídos por las explotaciones semi-industriales de oro.
Aquellos que provienen de varias gene('aciones de chocoanos,
unas pocas familias hoy en día, a pesar de que mantuvieron barreras
raciales y culturales que inclusive llegaron a delimitaciones claras
socio-espaciales, adoptaron costumbres y numerosos rasgos de los
afrochocoanos: el habla, la sexualidad, la estructura familiar, la
expresión corporal, e l papel del vestuario, algunas comidas, el ma-
nejo de la agresión, el significado del río, entre otros.
Aunque en el Chocó existió hasta los años cincuenta un sistema
de exclusiones raciales que cobijó el acceso a los mejores planteles
educativos, señaló el lugar para escuchar las retretas en el parque
de Quibdó, fijó el lugar de residencia, prohibió el acceso a las
fiestas de blancos, caracterizó la comida de negros o de indios y
estratificó las ocupaciones, a pesar de todo ello, se entrecruzaron
numerosos hilos culturales entre estos tres modelos.
Abuelas blancas chocoanas contaban que por los tiempos del
fin del siglo pasado un cura maldijo el Chocó; entonces un gigan-

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tesco mero desbordó el Atrato y las aguas de los ríos cercanos
fueron cubriendo el pueblo; muchos huyeron hacia sitios apartados,
pero otros murieron devorados por el feroz pez carnívoro. Afirman
que los emberá encuentran a veces en ciertos sitios de su territorio
jais, monstruos que residen en ciertos lugares de los ríos y tienen
tamaño descomunal; el nunsí, parece un pez gigantesco y feroz que
devora a quienes caen al agua y causa el terror (Hernández, C., 1993).
Pero más allá de muchas creencias compartidas, los tres grandes
tipos de pobladores, hasta el presente, se sienten partícipes de una
región abandonada, donde el auge descentralista amenaza sólo con
dejar nuevas obligaciones y reproducir la jerarquización espacial.
Desde el centro existe ahora un nuevo interés en esta periferia,
el de la gran biodiversidad, cuya permanencia sin duda obedece
a la prevalencia de modelos culturale de explotación no intensiva
de los recursos.
A pesar de la relativa desarticulación del territorio departamental
en términos de circuitos productivos, de comunicaciones y de acción
institucional, los nuevos repuntes extractivos (oro, maderas, pesca)
tienen un efecto sin precedentes sobre ]a población rural, afro y
amerindia.
En la actualidad los auges extractivos han traído un número
elevado de empresarios. Su actividad tiene un efecto devastador
sobre los ríos, la fauna acuática, los suelos de ribera, ejes de la
subsistencia chocoana y de su diversidad cultural.
La población rural aislada resiente también los efectos de las
nuevas actividades extractivas y de la colonización agrícola de
ciertas zonas, como una presión y un atentado en contra de su
po esión territorial y sobre la producción de los modelos productivos
no inten ivos.
La muy reciente expedición de la ley 70 de 1993 sobre Comu-
nidades Negras, se propone ofrecer mecanismos para garantizar
que no sean arrasadas estas comunidades. Pero la población se
encuentra con fuerzas contradictorias, que por una parte cambian
sus modelo culturales y su hábitat, pero por otra, ofrecen una
oportunidad de rnayores 1ngre os.

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111
LA POBLACION CHOCOANA Y SU ENTORNO

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70º

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MAPA O
Ubicación del Chocó en Colombia
FUENTE : IGAC , Atloa BÓalco de Colombia, 1989.
78° 74° 70°

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El espacio físico natural

El territorio chocoano, al noroccidente de Colombia, se extiende


sobre 46.530-km, atravesado por un gran valle de orientación nor-
te-sur, por donde corren los ríos Atrato y San Juan. Para 1993 el
censo arrojó una población ajustada de 365.782 habitantes 1 (Ver
Mapa Nº 1 y Cuadro Nº 1).
Los ríos han sido los ejes del poblamiento, de la vida productiva,
de la identidad social colectiva. Además del Atrato y el San Juan,
son de importancia para el departamento el Andágueda, Baudó,
Beberá, Bebaramá, Bojayá, Capá, Docampadó, Domingodó, Mun-
guidó, Opogodó, Quito, Salaquí, Tanela, Condoto y Tamaná (IGAC,
1986).
Desde el punto de vista físico natural, "La región del Chocó es
el epítome de la sel1;a húmeda tropical" (Gentry, A., 1990,: 40).
En rigor y de acuerdo con la terminología de las biozonas de
Holdridge, es el único lugar del neotrópico en donde se encuentra
el verdadero "bosque pluvial tropical". Unica en términos ecoló-
gicos, esta región es muy probablemente la más lluviosa del globo
y es igualmente probable que en alguna parte de su geografía se
encuentre el punto más húmedo del planeta (/bid) .

1. La cifra sin ajuste es de 328.022 habitantes.

43

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ESCALA

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CUADRO Nº l
C HOCO, POBLACION POR MUNICIPIOS, 1973- 1993

Municipios Area Poblacion censada


Mpal. Km 2 1973 1985 1993

Quibdó 6.164 53. 199 75.524 105.172


Aca ndí 1.858 8.145 8.402 9.555
A lto Baudó 2.195 11 .927 9.633 17.019
Bagadó 979 8.264 5.977 13.938
Bahía Solano 1. 150 5.548 5.674 6.894
Bajo Baudó 4.840 18.917 17.063 15.930
Ba_jo San Ju a n 8.733 6.83 t
Bojayá 3.693 7.932 6.150 7.904
E l Carmen 1.017 7.422 5.790 8. 169
Istmina 6.414 29. 144 29.086 32.667
Juradó 992 2.983 2.747 4.038
L lo ró 905 7.975 6.006 9,622
Nóvita l .184 8.093 7.302 6.486
Nuquí 956 4.401 4.478 5.252
Riosuc10 10 373 15 .484 20.450 27.666
San José del
Palmar 766 7.281 5.636 6.258
Sipí 1.56 1 2.644 2.755 2.831
Tadó 878 18.697 14.755 19.056
U n guía 1. 179 5.445 9 .534 10.782
Condoto 890 18.989 12.969 13.952

TOTAL 245.223 249.931 328.022

FUENTE: DANE, Censos 1973, 1985, l 993, Bogotá.

Otra peculiaridad ecológica de la zona, según Gentry, es la frecuencia


con que se presentan en ella los suelos más deslavados y pobres en
nutrientes: el subsuelo de arcilla blancuzca que se encuentra en algunas
áreas es uno de los de menor contenido de elementos esenciales como
el fósforo y de elementos menores como el boro y el zinc.
Por otra parte, el Chocó se encuentra aislado biogeográficamente
por las cordilleras andinas del resto del territorio nacional. Esta
caracterís tica natural ha incidido en una aislamiento relativo de
los principales circuitos económicos nacionales.

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Como consecuencia de su peculiar ecología, de su aislamiento
geográfico y de las culturas que lo han poblado, el Chocó alberga
una de las selvas más sui géneris de toda Suramérica. El sur del
territorio del Chocó al parecer contiene la proporción más elevada
de endemismo específico de todo el continente (Gentry, A., 1990:
41 ). Pero la biodiversidad chocoana tiene como características fun-
damentales mucha diversidad y poca cantidad, lo que la hace eco-
lógicamente frágil.
Su bosque aluvial "se ubica en terrenos temporalmente anega-
dizos o pantanosos de los planos aluviales y terrazas del Pacifico"
(Durán y otros, 1989: 67). Se destacan el catival, dominado por
el árbol de cativo y algunas formaciones en transición hacia la
selva. neotropical inferior (/bid). Actualmente el catival está res-
tringido a la región noroccidental, en los planos inundables de los
ríos Atrato, León y Salaquí, debido a que es el foco de atracción
de los aserradores y las grandes compañías madereras. Su desa-
parición tiene efectos múltiples, pues como se establece por Durán
y otros, "el catival y demás formaciones de selva aluvial contribuyen
a mantener estable el cauce de los ríos. Su carácter de formaciones
riparias hace que el aporte regulado de nutrientes y frutos a las
aguas, contribuya al soporte de comunidades animales acuáticas,
tal como sucede en las várzeas de la Amazonia" (/bid: 69).
El tiempo que requiere un árbol de cativo para su máximo de-
sarrollo es entre 80 y 100 años~ no se regenera naturalmente y se
calcula, según el Plan de Fomento Regional para el Chocó (DNP,
1961 ), que puede ocupar una zona por 200 años.
- - La mayor parte del territorio se encuentra dentro de las zonas
de las calmas ecuatoriales, por lo tanto el régimen de lluvias se
prolonga durante todo el año. "Una alta precipitación lluviosa se
correlaciona, generalmente, con una gran riqueza en especies ve-
getales y. sin lugar a duda, la espectacular diversidad qu~ ostentan
los bosques chocoanos es el resultado directo de esta circunstancia"
(Gentry, 1990: 43).
La humedad excesiva, aunada a la temperatura en el bosque
húmedo tropical, alteran los minerales primarios y causan la pérdida,

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por lavado, de elementos químicos indispensables para la alimen-
tación de las plantas. Esto impide el desarrollo genético del suelo
y lo expone a procesos erosivos. Estas características imponen
limitaciones para el uso intensivo agrícola del suelo y acentúan
la fragilidad de los suelos cuando se remueve la cubierta vegetal
por actividades mineras o agricultura permanente.
Una peculiaridad más de las tierras bajas del Chocó es que familias
de plantas, generalmente circunscritas a las alturas andinas, se en-
cuentran aquí a nivel del mar o muy cerca. La presencia de estas
especies de montaña es una más de las similitudes que tienen las
elvas húmedas chocoanas con los bosques de niebla.
En los bosques del Chocó la dispersión de semillas con la ayuda
de] viento es escasa, en cambio la dispersión llevada a cabo por
aves y mamíferos es alta. Más del 90% de las especies de plantas
leñosas son propagadas en esta última forma (Gentry, G., 1990:
44). El descenso de la fauna tiene entonces una vasta implicación
sobre la diversidad vegetal.
El Chocó, por la biodiversidad descrita someramente, se cons-
tituye en reserva y patrimonio nacional. Pero distintas formas de
intervención humana modifican con celeridad el ambiente na-
tural.

Características demográficas

A comienzos de los años sesenta el antropólogo G . Reichel-Dol-


matoff describía el Chocó como una región con 161.666 habitantes,
de los cuales tan sólo 25.430 vivían en centros nucleados de po-
blación y el resto en viviendas dispersas. Quibdó tenía cerca de
1 O. 000 habitantes en 1961 . Estimaba que el 80% de la población
era ..estrictamente negroide", pero con una "cultura criolla" (Rei-
chel-Dolmatoff, Gerardo y Alicia, 1966). La conformación racial
del Chocó la dividía así:

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Negros 80%
Indios 6%
Blancos y mestizos 4%
Mulatos 10%

Actualmente, la población chocoana está constituida principal-


mente por los afrochocoanos, en diferentes grados de mestizaje.
Entre los grupos nativos indígenas se encuentran los cuna, emberá
y wanana (Ver Mapa Nº 2). En los centros urbanos y ciertos sectores
rurales de Quibdó, Istmina, Tadó, Unguía, Riosucio , Acandí, El
Carmen de Atrato y San José del Palmar, se encuentra población
de colonos blancos provenientes de Antioquia, Risaralda, Caldas,
Córdoba y Valle del Cauca, principalmente.
La población indígena y negra se ubica al lado de los ríos, ejes
primordiale para los asentamientos humanos y s u economía se
orienta a los recursos ribereños y los de la selva cercana.
En 1985 la mayor parte de la población censada (67 .2%) era
rural. Tan sólo e l municipio de Quibdó tenía el 63.5% de s u s
pobladore e n la cabecera. En municipios como Sipí, Bojayá y
Alto Baudó, la concentración de habitantes en el casco urbano era
realmente insignificante. Para 1993 (Cuadro N º 1) se observa una
disminución moderada de la población rural, que representa el 59.5%
según el censo de ese año. Los únicos municipios con mayor número
de habitantes en la cabecera son Quibdó, que mantiene casi la
misma proporción del censo a nterior (64.3%), Condoto (59.9%) y
Nuquí (50.3%).
Por otra parte, es común que quienes viven en los poblados,
tengan sus medios de vida en el campo y respondan a una cultura
rural. Son corrientes los flujos de pobladores entre el campo y los
poblados y cascos urbanos. Aquellos que dependen únicamente de
actividades como el comercio, los servicios o el sector político ad-
ministrativo son escasos y se concentran principalmente en Quibdó,
de manera que predominan las culturas rurales en el departamento.
El incremento urbano en Condoto refleja al parecer, la intensidad
de la afluencia de mineros en la década pasada. El municipio de

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- -._ ..__ ..._ 1\ • { MOCOA• \ \
'-... , MAPA 2
ECUADOR ()ccid•nte Colombiano y Localizaclón de lndioenos- Chocó
\ ) --~
FUENTE:IGAC, Atloa 8Óa 1co de._ Co lombia, 1989.
PARDO M Revisto Cofomblst!!.o de Antropolooio,
of!!!!!!!!liiiiiiiil!!!~~
eo '10011
Vol XXIII, 1980 · 1981. J__·- ---.. ESCALA

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Quibdó concentra casi la tercera parte, 33%, de la población de-
partamental (ver Cuadro Nº 1), con un total de 105.172 habitantes,
de los cuales 67 .649 se encuentran en el casco urbano de Quibdó .
. El segundo municipio en volumen es en la actualidad Istmina (con
casi el 10% de la población), lo que reitera lo dicho sobre el auge
minero en el San Juan; en 1985 el principal era Riosucio, en el
bajo Atrato, que cedió ligeramente en importancia en estos años,
pero tiene el tercer lugar en la población departamental (8.5%).
Quibdó, lstmina y Riosucio albergaban poco más de la mitad de
la población censada (51.5%) en 1985, proporción que se redujo
en 1993 al 45.2%.
Estas tres concentraciones de pobJación muestran los ejes so-
cio-económicos del Chocó: el centro político, administrativo y co-
mercial, la minería de oro y platino y la explotación maderera ,
respectivamente.
Otros municipios con cierta concentración de población son Tadó
y Alto y Bajo Baudó; este último descendió en población respecto
a 1985. En el último período intercensal crecieron en forma apre-
ciable los municipios de Quibdó. Alto Baudó, Bagadó y en menor
cantidad Río ucio ; de cendieron en población en números absolutos
Bajo Baudó y Nóvita.
El Chocó sigue siendo eminentemente rural, pero de la población
que vive en las cabeceras, el 51 % vive en la capital, Quibdó. 2
En las décadas pasadas el Chocó expulsó población hacia la
Costa Atlántica, Bogotá, Mede llín y Cali y e n forma simultánea
ocurrió migración interna hacia Quibdó, Istmina y Riosucio (Ver
Cuadro Nº 2). Pero de otra parte, un alto porcentaje de la población
nació en el mismo municipio; los inmigrantes corresponden en
una alta proporción a migraciones anteriores a 1980. Es decir, si
bien existen movimientos migratorios de chocoanos hacia y desde
otras regiones y cierta movilidad interna, su ámbito es relativamente
circunscrito.

2. En 1985 el 60% de la población urbana habitaba en Quibdó.

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Nº 2CUADRO
CUADRO RESUMEN DE MIGRACION PARA EL DEPARTAMENTO DEL CHOCO 1985

# de Nacido Nacido Nacido V/80 V/80 V/80 V/80 V/80 V/80 V/80 V/80 V/80
Municipios Personas Mpio. Opto. Otro Mpio. Opto. Otro Capit. Otro Cabece Otro Resto Otro

Acandí 6560 59,2 68,2 31 ,3 82,6 87,0 10,6 0,7 3,1 42,7 6,0 28,5 2,3
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Alto Baudó 5230 92,7 95,9 3,6 95,0 96,9 3. 1 0,2 0,8 10,2 0,9 84,3 1,8
Bagadó 5028 83,2 95,8 4,2 89,9 94,8 5,0 1,5 0,6 32,7 1,7 59,9 2,7
Bahía Solano 5973 75,9 94,8 5,2 84,9 93.4 5,4 1,7 1,3 39,9 3,9 50,2 0,8
Bajo Baudó 13953 94,7 96,6 3,3 96,3 97,5 1,9 0,1 o, 1 8,7 1,7 85,4 0,2
Bojayá 5355 60,8 81 ,3 18,5 83,5 90,8 8,8 1,5 0,4 10,9 2,6 78,6 6,0
Condoto 9396 82,6 95,5 4,5 77,4 92.7 6,6 1,4 2, 1 41,0 2,8 47,4 l ,1
El Carmen 4250 56,2 62,7 37,3 80,8 84,6 14,9 1,0 3,3 29,7 7,5 52,5 7,2
Istmina 17002 93,4 95 ,8 4, I 96,5 97,0 2,6 0,2 1,7 0,8 2,0 94,2 0,5
Juradó 2451 72,0 88,4 11 . l 80,8 94,9 5, l 0,9 0,4 59,5 5, l 34,0 0,0
Lloró 4654 92,9 96,4 3,2 92,0 96,6 1,7 0,5 0,0 13,6 1,3 77,8 0,2
Nóvita 6926 83,5 97,9 2, 1 8 l ,3 96,7 2,7 0,2 0,2 15,6 1,6 72,7 1,0
Nuquí 2746 75,2 96,8 3,2 77,6 96,8 2,7 0,0 0,0 36,9 2,7 59,9 0,0
Quibdó 63764 70,3 91,5 8,5 89,2 94,2 5,5 89,5 2,2 54,6 4,5 37,6 0,7
Riosucio 16350 40,2 58,8 41, I 74,4 79,2 20,5 l, l 2,7 16,7 8,5 57,8 10,5
San José 5824 42,9 46,7 53,0 75,8 76,7 23,3 0,0 4,7 18,7 16, l 57,l 5,9
Sipí 1370 86,4 96,7 3,3 90,9 95,0 5,0 1,0 0,0 0,0 3,9 93,4 1,0
Tadó 12091 88,5 96,3 3.6 92,8 95,8 4,0 0,7 1,5 28,8 3, 1 63,6 0,7
Unguía 7311 42,8 51.l 48,9 82.3 85,7 14,2 l,0 1,8 31,9 8,6 51 ,1 4,5

FUENTE: DANE, 1985.


Las zonas de penetración de migrantes en las últimas décadas,
se concentran en Acandí, Unguía y Riosucio que reciben campesinos
colonizadores oriundos de la región paisa y de Córdoba; San José
de Palmar, el Carmen y Bojayá, son zonas fronterizas y de pene-
tración antioqueña y caldense. Un número reducido de inmigrantes,
comerciantes y mineros, se dirigen principalmente a l San Juan. El
cordón minero tradicional, Tadó, Condoto, Sipí, Lloró e Istmina,
presenta los más altos índices de población nativa de allí, al igual
que la zona del Bajo y Alto Baudó.
Lo~ Cuadros Nos. 3 y 4 registran la composición de la población
por sexo y grupos de edad y por municipios , para 1993.

CUADRO Nº 3
POBLACJON POR SEXO Y GRUPOS DE EDADES. 1993

Edad Hombres Mujeres

0-4 25.414 24.880


5-9 27.107 25.850
10-14 24.402 22.437
15- 19 18.694 17 .638
20-24 13.037 13.786
25-29 10.460 11.879
30-34 9.348 10.542
35-39 8 .042 9.054
40-44 6.840 6.512
45-49 4.890 5 . 120
50-54 4.329 4 .505
55-59 3.051 3.082
60-64 3.103 3.050
65-69 1.748 1.775
70-74 1 .567 1.629
75 y más 1.908 2.343

TOTAL 163.940 164.082

TOTAL POBLACION: 328.022

FUENTE: DANE, Censo 1993.

52

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C:..iADRO Nº 4
POBLACION TOTAL POR SEXO EN CABECERA MUNICIPAL Y RESTO DEL MUNICIPIO 1993

Población Ajustada: CHOCO: 365.782 QUIBDO: 113.473


Población Censada: Total Cabecera municipal Resto del municipio
Total Hombres Mujeres Total Hombres l\1ujeres Total Hombres \lujeres

Total Opto.: 328.022 163.940 164.082 132.861 61.917 70.944 195.161 102.023 93.138
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Municipios:
Quibdó 105.172 49.367 55.805 67.649 30.300 37.349 37.523 19.067 18.456
Acandí 9.555 4.889 4.666 4 446 2.090 2.356 5.109 2.799 2.310
Alto Baudó 17.019 8.932 8.087 1.569 812 757 15.450 8.120 7.330
Bagadó 13.038 7.325 6 613 3.654 1.875 1.779 10.284 5.450 4.834
Bahfa Solano 6.894 3.596 3.298 2 665 1.349 1.316 4.229 2.247 1.982
Bajo Baudó 15.930 8.326 7.604 5 229 2.737 2.492 10.701 5.589 5.112
Litoral de San Juan 6.831 3.571 3.260 8S0 434 416 5.981 3.137 2.844
Bojayá 7.904 4.137 3.767 690 334 356 7.214 33.803 3.411
Condoto 13.952 6.517 7.435 8.307 3.923 4.384 5.645 2.594 3.051
El Carmen 6.169 3.148 3.021 1 743 788 955 4.426 2.360 2.066
Itsmina 32.667 16.167 16.500 11.344 5.152 6.192 21.323 1l.015 l0.308
Juradó 4.038 2.199 1.839 1.751 942 811 2.285 1.257 1.028
Lloró 9.622 4 860 4.762 1.666 832 834 7.956 4.028 3.928
l\óvlla 6.486 3.383 3.1 03 1 466 ¡34 732 5.020 2.649 2.371
Nuquí 5.252 2.824 2.428 l.t>42 I.364 1.278 2.610 l.460 1.150
Riosucio 27.666 14.887 12.779 4 554 2.198 2.356 23.112 12.689 10.423
San José del Palmar 6.258 3.235 3.023 2 009 951 1.058 4.249 2.284 1.965
Sipí 2.831 1.49) 1.340 129 119 110 2.602 1.372 1.230
Tadó 19.056 9.380 9.676 6.932 3.250 3.682 12.124 6.130 5.994
Unguía 10.782 5.706 5.075 3.464 l.733 1.731 7.318 -3.973 3.345

FUENTE: DANE. Censo de 1993.


En esto cuadros resalta que el 45.8% de la población (150.090
habitantes) es menor de 14 años. En 1973 la proporción era similar
(45.6%). En el total nacional la población de estos grupos de edad
equivale aproximadamente al 36%.
Otro hecho de interé que se observa en el cuadro anterior, es
la disminución en los grupos de edad de 15 a 19 años con respecto
al de 20 a 24 años. Esto podría explicarse a partir de la emigración
en busca de fuentes de empleo y estudio. La población migrante,
en apariencia, es ligeramente mayor en el sexo masculino.
En 1973, el promedio de hijos por mujer era de 5.3 para la
región Pacífica; en ese año, el 28.6% de la población del Chocó
vivía en zonas urbanas. Para 1985, la población urbana aumentó
al 32.8% y el número óe hijos por mujer fue de 3.4, en tendencia
similar a todo el país. No se dispone aún de esa información para
1993.
La comparación d e tasas de crecimiento demográfico entre 1964
y J 993 muestra una reducción de las tasas de crecimiento espe-
cialmente entre 1973 y 1985, Jo que indica expulsión poblacional.
Excepto la cabecera departamental , el res to crece a una tasa al
estancamiento demográfico (José Olinto Rueda, 1993).
En breve, los rasgos demográficos más sobresalientes son la
importancia de la población rural, la relativa baja densidad terri-
torial, 5,5 hab./km 2 y la concentración de población en el casco
urbano de Quibdó; la emigración hacia otras zonas del país es
persistente, si bien simultáneamente se recibe una corriente de otros
departamentos y una parte importante de la pobl ación rural presenta
una gran estabilidad en sus asentamientos. En los últimos veinte
años, los cambios más destacados de población apuntan a la con-
centración urbana en Quibdó. Han ganado población en mayor
proporción Condoto, Bagadó y Alto Baudó. Antiguos centros de
penetración como San José del Palmar y El Carmen de Atrato
perdieron dinamismo y Riosucio tiende a estabilizarse. Algunos
continúan expulsando población, como Lloró, Nóvita y Sipí.
En el Chocó se hace evidente que el equilibrio entre densidad
demográfica y recursos naturales es la condición del mantenimiento

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de la biodiversidad en su más amplio sentido. Las tendencias de
concentración de población en ciertas zonas del Departamento pue-
den implicar el desajuste de las formas adaptativas y la necesaria
búsqueda de nuevas relaciones socioambientales.

Condiciones de vida

Los antropólogos suelen sopesar con una mirada de relatividad


cultural los parámetros de medición de calidad de vida de los sujetos
de estudio, para hacerlos dependientes de los patrones e ideales de
cada cultura. Pero en la medida en que las culturas locales se entrelazan
con las nacionales y se constituyen unidades n1.ayores, ciertos pa-
rámetros pueden describir las condiciones regionales y ofrecer una
comparación con los de otras regiones y el país como conjunto.
Ilustran también la de igualdad en la distribución nacional de ser-
v 1c10 institucionales. En este sentido, se hace referencia a lo
principales indicadores de condicione de vida en el Chocó como
una parte del conjunto de aspectos del complejo sociocultural que
se evoca al hablar sobre estas condiciones.
Un primer elemento se destaca: la importancia de los modelos
rurale de vida y sim ultáneamente la condición periférica chocoana
que se refleja en los índices de nivel de vida de la población. Por
supuesto, como se dijo, estos índices sólo miden ciertos aspectos
de la vida social, mientras desestiman otros no mensurables que
pueden brindar un contexto complejo a los indicadores y sobre
los cuales luego se hará referencia.
Para 1960, Gerardo y Alicia Reichel-Dolmatoff ( 1966) indicaban
que el nivel de salud del Chocó era el más bajo de los departamentos
del país, con una esperanza de vida al nacer de sólo 35 años . La
educación también era precaria. con 72.7% de analfabetismo. Quib-
dó era entonces la única ciudad con 9.640 habitantes.
Los cuadros Nos. 5 y 6 muestran los principales indicadores actu ales
sobre calidad de vivienda, servicios públicos, nivel educativo y el
porcentaje de necesidades básicas insatisfechas (NBI).

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CUADRO Nº 5
MUNICIPIOS CON MAYOR INDICE DE NECESIDADES
BASICAS INSATISFECHAS

Lugar del Nombre del % Población con


municipio municipio Necesidades Básicas
Insatisfechas

19 Sipí 97,8
22 Rios u c io 97,5
43 Nóvita 93.2
54 Lloró 91.7
74 Bagadó 90. 1
83 Alto Baudó 89,9
92 Tadó 89. 1

FUENTE. Mapa Municipal de Pobreza. DANE 1985.

CUADRO Nº 6
INDICADORES DE POBREZA

Municipios Calidad Calidad Servicios Nivel %


vida vivienda públicos educat. NBI

Acandí 23.5 30.3 24.3 31.3 79.9


Alto Baudó 7.4 13.8 o 27.4 89.9
Bagadó 24.7 29.0 13.6 40.2 90.l
Bahía Solano 38.7 45.0 32.8 47.6 62.3
Bajo Baudó 5.9 19.8 3.4 13.4 83.2
Bojayá 17.8 26.5 15.0 36.6 88.4
El Carme n 38.0 39.2 16. l 52.6 55.9
Condoto 56.2 70.5
[stmina 15.7 26.3 6.1 27.1 85.4
Jurad ó 35.1 38. l 26.1 61.1 78.6
LLor6 16.6 29.3 15.6 26.8 91.7
Nóv ita 4 .7 93.2
Nuquí 30.6 37.2 32.3 48.6 68.3
Quibdó 50.9 50.4 35.8 62.0 80.6
Riosucio 19.3 97.5

Continúa . ..

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Contjnuación ...

Municipios Calidad Calidad Servicios Nivel %


vida vivienda públicos educat. NBI

San José del


Palmar 21.6 29.0 9.1 26.2 64.6
Sipí 1.1 97.8
Tad6 25.4 32.6 13.3 38.6 89.1
Unguía 22.9 25.3 22.4 35.3 83.9

PROMEDIO
NACIONAL 39.0 46.6 44.5 42.2 45.6

PROMEDIO
DEPARTAMENTAL 27.9 3 1.4 17.7 34.4 82.8

FUENTE: Sistema de Consulta de Información Municipal Instituto SER de Investigación. PNR. DANE,
1985 NB I Necc sjdades Básicas Insatisfechas

Al comparar este conjunto de índices con los promedios nacio-


nales, el índice de calidad de vida en el departamento es de 27 .9,
mientras el nacional e de 39.0. La proporción de NBI en el Chocó
es de 82.8%, mientras en el país es de 45.6%.
Ningún municipio alcanza el promedio nacional en cuanto a
ervicios básicos y para el nivel educativo, únicamente seis mu-
nicipios lo s uperan. Las cifras no solamente reflejan las deficiencias
o irregularidades en cuanto a la prestación de servicios, sino
la carencia absoluta de ellas, para una parte importante de la
población.
Dentro de los 1.000 municipios de Colombia, ordenados por
grado de incidencia de pobreza, siete son municipios chocoanos
con el porcentaje más alto de necesidades básicas insatisfechas
del país.
En 1985 el 60.3% de las viviendas no tenían ningún servicio
de energía eléctrica, acueducto o alcantarillado y solamente el 7. 9%
tenía todos aquellos (Ver Cuadro Nº 7). Para 1993, quienes tenían
este servicio aumentaron muy poco y cerca de l a mitad de lapo-
blación carece de todo servicio.

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CUADRO Nº 7
VIVIENDAS Y SERVICIOS PUBLICOS. 1993

%
Energía eléctrica 44.6
Acueducto 21,7
Alcantarillado 9,6
Sin servicios 46,3

VIVIENDAS CENSADAS SEGUN


TIPO DE VIVIENDA

%
Casa 92,7
Apartamento 2,0
Tipo "Cuarto" 3,5
Otro tipo de vivienda 1 ,8

HOGARES SEGUN TAMAÑO

o/o
De 1 persona 8,0
De 2 personas 9,6
De 3 personas 13, l
De 4 personas 14,6
De 5 personas 14,5
De 6 personas y más 40,2

VIVIENDAS OCUPADAS CON PERSONAS


PRESENTES
SEGUN MATERIAL EN LAS PAREDES

%
Bloque, ladrillo 35,8
Bahareque 2,6
Madera burda 54,5
Guadua, otro vegetal 6,8
Zi ne, material de desechos 0.3
FUENTE: OANE, Censo J 993.

La subnormalidad de las viviendas en el Chocó es de gran mag-


nitud; el déficit estimado es cercano a 5 .000 viviendas en total, y

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se concentra en las cabeceras, específicamente Quibdó. En la zona
rural, la mayoría de las casas son fabricadas por sus mismos habitantes
y la materia prima la encuentran en el bosque (maderas, palma). Pero
el déficit de servicios de agua potable, alcantarillado y electrificación,
aumenta el índice de necesidades básicas insatisfechas.
La carencia de agua potable tiene una incidencia directa en la
salud de la población. La utilización de las fuentes de agua, tanto
para aprovisionamiento como para basurero, aumenta la incidencia
de la calidad del agua sobre la salud humana. Se pueden observar
los ríos Atrato, San Juan y Condoto, en las inmediaciones de Quibdó,
I tmina y Condoto, como depósitos deambulantes de desechos,
orgánicos e inorgánicos.
Según el Censo de 1985, la esperanza de vida al nacer en el
Chocó era de 53.9 años, en Antioquia de 67.4 años y en Bogotá
de 68. 5. Chocó tenía la tasa más baja del país; el más cercano es
Nariño con 61.2 años. "Por su parte, los indicadores de salud
to,nados por Planeación Nacional muestran que Chocó, Cauca y
Nariño tienen los nzás bajos del país. EL Pacifico cuenta con Los
mayores riesgos de morbi- mortalidad y la más baja esperanza de
vida al nacer" (Roldán. I., 1994: 85).
Los registros del Servicio Secciona! de Salud sobre mortalidad
infantil en el Chocó muestran 100 niños menores de un año por
cada 1.000 nacidos vivos, lo que equivale a 891 niños muertos
antes de cumplir su primer año de vida, en 1988. (Servicio de Salud
Chocó, Sección de Información. Mortalidad Infantil. Chocó, 1988).
Pero estas cifras presentan un subregistro considerable. Estudios
nacionales sobre salud en Colombia muestran 150 niños muertos
antes del primer año de edad, por cada mil nacidos vivos .
En términos de morbi-mortalidad, la población está gravemente
afectada por el pobre saneamiento ambiental. Las muertes están
relacionadas con la carencia de alcantarillados, la deficiente dis-
posición de basura y la calidad del agua para uso humano. Los
ríos del Chocó son acueductos, alcantarillados, vertederos de se-
dimentos de la explotación minera y maderera, algunos de alta
toxicidad, como el mercurio, bañaderos y vías.

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Las lagunas y pozos creados por la explotación minera de re-
troexcavadoras y motobombas se convierten en criaderos de zan-
cudos y mosquitos, vectores de la malaria. Igualmente, el dengue
tiene el ambiente propicio para su proliferación.
El paludismo y el cólera son enfermedades reconocidas como
endémicas en el Chocó. Otras enfermedades como la tuberculosis,
la parasitemia, que ocasiona entre otras cosas la desnutrición y la
leishmaniasís, hacen grandes estragos en la población.
En el Chocó se encuentran las diez especies que se conocen en
el mundo del zancudo anopheles, transmisor de la malaria. Según
funcionarios de los servicios de prevención, se requieren campañas
continuas y a largo plazo, con costos elevados. Hoy en día, el
servicio de prevención contra la malaria sólo cubre el 46% del
territorio por falta de presupuest~ y de personal.
En el aspecto educativo, el Cuadro No 8 muestra el nivel del Chocó
en comparación con el país. Al igual que con los servicios aludidos,
la situación del Chocó es sensiblemente inferior al promedio nacional.

CUADRO Nº 8
NIVEL EDUCATIVO EN EL C HOCO

POBLACION DE 5 AÑOS Y MAS SEGUN


ASISTENCIA ESCOLAR
%
Asisten: 34, l

POBLACION DE 5 AÑOS Y MAS SEGUN


ALFABETISMO
%
Alfabetas 68,6
Analfabetas 31,4

POBLACION DE 5 AÑOS Y MAS SEGUN


NIVEL EDUCATIVO
%
Ningún nivel 27,2
Primaria 47,9
Secundaria 21,6
Superior 3.3
FUENTE: DANE, Censo 1993.

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El analfabetismo en el departamento en 1985 alcanzó el 40.28%
de la población total mayor de 5 años y quienes cursaron la primaria
completa fueron el 43%, de manera que el porcentaje de analfa-
betismo efectivo era mayor. En 1993, el analfabetismo se redujo
al 31.4% y el 48% completaron la primaria.
Para el censo de 1985 en la educación por sexo, del total de
población mayor de 5 años, el 18.33% de los hombres y el 19.86%
de las mujeres eran analfabetas.
En la zona rural las tasas de analfabetismo rural en ese año
fueron del 46.80% masculino y el 53.19% femenino y las de es-
colaridad de 25.27% y el 24.68% respectivamente. Es decir, el
sector rural en su conjunto y las mujeres dentro de este, presentaban
las tasas más altas de analfabetismo en el Chocó, para educación
básica primaria. E l porcentaje de mujeres analfabetas rurales está
por encima del total departamental de analfabetas (39%).
De la población censada en 1985, el 16.3% alcanzó la básica
secundaria, pero completó la formacion tan sólo el 4.2% de la
población. El 1.6% de la población censada, llegó al nivel univer-
sitario; 0.86 % lo conformaban los hombres y el 0.77% las mujeres.
El 1.49% de la población residente en cabecera tuvo acceso a la
educación uperior o universitaria, mientras el 0.14% de la población
residente en el sector rural tiene acceso a este nivel educativo. En
1993, cursaron educación universitaria el 3.3% (ver Cuadro Nº 8).
La dispersión de las escuelas, la falta de docentes en el sector
rural, el deficiente estado físico de escuelas y colegios, la falta de
muebles y dotación de materiales educativos, y la ausencia de
contenidos educativos acordes con las necesidades y potencialidades
del ambiente regional, son característicos del Chocó.
La intervención de la mano de obra infantil en las actividades
productivas incide en el abandono escolar, así como la falta de
metodologías que dinamicen el proceso enseñanza-aprendizaje.
Existe, según el Centro Experimental Piloto de Quibdó, una vasta
problemática educativa, que sería preciso evaluar de manera integral
y proponer estrategias, contenidos educativos y programas espe-
cíficos.

61

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Es preciso contemplar aspectos como las implicaciones de
la municipalización de la educación. Así mismo, la influencia
del manejo político y el del clientelismo político en la edu-
cación.
Mientras en los años 50 y 60, los maestros chocoanos eran en-
viados a otras zonas del país por la buena reputación en su formación,
a juicio de algunos maestros del Chocó la calidad de la formación
del magisterio se ha deteriorado en los últimos lustros.
La Universidad Tecnológica del Chocó no h a logrado mejorar
la formación del magisterio y en forma periódica sufre crisis pro-
longadas. En los últimos años, sin embargo, se ha realizado un
esfuerzo por abrir nuevos programas de mayor incidencia regional.
La carrera docente tiene un lugar social de importancia, pues
no sólo ha sido, desde hace años, una de las pocas ofertas del
sistema educativo superior en el Chocó sino continúa siendo un
canal de ascenso y movilidad social. Es, a menudo, la única opor-
tunjdad para los jóvenes distanciados de la vida rural. Adjcional-
mente, el maestro fue central en la vida de las pequeñas comunidades
rurales y tiene aún un papel como Hder comunitario, aunque sin
l a importancia de antes. ·
Para las poblaciones indígenas del Chocó existe una problemática
especial con el sistema educativo formal, que se relaciona con el
papel de la Iglesia Católica y con los multiformes medios a través
de los cuales la sociedad nacional ha incidido sobre estas culturas.
Esa especial problemática amerita estudios particulares.
Los indicadores enunciados dibujan un marco de condiciones
dentro de las cuales viven día tras día los habitantes del Chocó.
Por supuesto, frente a l as restricciones y ausencias de los servicios
y s u s repercusiones la sociedad chocoana, con su variedad cu~tural,
brinda alternativas recurriendo a medios tradicionales y nuevos.
Formas de solidaridad, cadenas de comunicación y reciprocidad,
aprovechamiento de recursos de la naturaleza, desarrollo de espe-
cialistas de la curación y el consuelo, fiestas y ceremonias mortuorias
y también, por supuesto, el apoyo de las redes del clientelismo
político.

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Es tan abrumador el panorama de carencias y dolencias, que
parecería dibujarse una región triste y desolada. Pero quien la recorre
desprevenidamente, por el contrario, se sorprende con la alegría
y la presencia activa de lo festivo, bullicioso y sonoro en la vida
cotidiana. Pero sin duda, también, sus carencias los llevan a dejar
atrás los usos no destructivos de los recursos naturales y los pre-
s ionan para entrar en la carrera para conseguir superarlas.

Grupos étnico-culturales, modelos de vida,


interacciones y conflictos

En el departamento del Chocó se pueden distingujr como grupos l

étnico-culturales diferenciados, los negros, ahora también denomi-


nados afrochocoanos, los indígenas y los blanco-mestizos.
La población negra se estimaba en 300.000 personas, 80% del
total departamental, pero si bien no se cuenta con cálculos sobre
el número de blancos, se calcula que representaban alrededor del
10% de la población departamental.
Los blanco-mestizos de las subregiones del San Juan y el Atrato
rnedio difieren en cuanto al origen y la orientación cultural, de aquellos
asentados en municipios como San José del Palmar, Unguía y el
Carmen de Atrato, producto de la migración blanca de los departamentos
de Antioquia, Caldas, Risaralda y Valle del Cauca. Los primeros per-
tenecen a una minoría demográfica que provino de corrientes mi-
gratorias del Cauca, la costa Atlántica y países árabes, ocurrida
desde finales del siglo pasado y las primeras décadas del presente.
De este grupo muy pocos permanecen en la zona. Tienen ciertos
rasgos de influencia afrochocoana, como por ejemplo, patrones
familiares y formas de socialización, entre otros aspectos, pues
como élite local, sostuvieron un contacto directo con la población
negra, aun a pesar de prácticas discriminatorias. Los blanco-mes-
tizos de los municipios atrás mencionados, se encuentran en zonas
de inmigración paisa. en general reciente y no han tenido un contacto
interétnico prolongado.

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Los indígenas pertenecen a los grupos cuna. emberá y wanana.
Los dos últimos tienen diferencias lingüísticas pero comparten una
cultura similar. Su población total está alrededor de 21.041 habi-
tantes en algunos estimativos y en 26.700 en otros, distribuidos
en 112 pequeñas comunidades en distintas partes del territorio cho-
coano. Representan el 8.4% de la población departamental; según
la Organización Indígena Emberá-Wanana -OREWA-los emberá y
wanana habitan principalmente en cercanías de ríos del Baudó, el
bajo Atrato, el bajo y medio San Juan, el alto Andágueda y zonas
cercanas a Quibdó. Llama la atención el número que vive en in-
mediaciones de carreteras (Quibdó-EI Carmen, principalmente; ver
Cuadro Nº 9). Los cuna se encuentran reducidos en resguardos
indígenas en el Urabá chocoano.

CUADRO Nº 9
POBLACION INDIGENA EN EL DEPARTAMENTO DEL CHOCO

Número de Número de
Zona comunidades habitantes

Juradó 8 1 . 100
Costa Pacífica 7 1.000
Bajo San Juan 13 2.500
Medio San Juan 9 1.500
Serranía Wanana 4 500
Alto Andágueda 11 3.000
Alto Baudó 6 1.600
Medio Baudó 5 3.400
Medio Atrato 9 2.000
Bajo Atrato 11 3.500
Zona Carretera 14 2.700
Zona Quibdó 15 3.000

TOTAL 112 26.700

FUENTE: INCORA-Quibdó, 1988, documento de trabajo.


Nota: La OREWA, en 1988 registró 26.700 habitantes y 112 comunidades; sin embargo.
en 1991 constataron estas cifras y arrojó un nuevo total de 21.041 habitantes y 204
comunidades.

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CUADRO Nº 10
RESGUARDOS lNDIGENAS CONSTITUIDOS

Cod. Nombre Cod. Nombre Cod. Nombre


mapa comunidad mapa comunidad mapa comunidad

1 Tanela 21 El Doce o Que- 42 Río Curicha


2 Juradó brada Bordellón 43 Río Orpúa
3 Cutí 22 Río Pangüí 44 Caimanero de
4 Arquía 23 El Veinte. Playalta Jampapa
5 Tiosilidio y El Noventa 45 Guayabal del
6 Cabeceras o 24 Río Torreidó Partadó
Pto. Pizarro Chimaní 46 Motoldó
7 Salaquí Pavarandó 25 Río Quiparadó 47 Ríos Pató y
8 Beté, Alto Beté 26 Río Mumbú Jengadó
y Alto del Buey 27 Chapién 48 Puerto Alegre y
9 Río Dom1ngod6 28 Unión Chocó San La Divina
lO Tahamí del Andá- Cristóbal 49 Río Bebaramá
gueda 29 Bellavista y 50 Tarena
l l Río Uva y Pogue Unión Pitalito 51 Mondó Mondonci to
12 Río Lanas o Capá 30 Río lchó y Que- 52 Togoromá
J3 Papayo brada Baratudo Togoromacito
14 Ríos Valle y Bo- 3l Río Neguá 53 Aguaclara y
roboro 32 Río Taparal Bella Luz del
15 Jagual Río Chin 33 Río Pichimá Río Amporá
tadó 34 A lto Río Tagachí 54 Santa Cecilia de
16 Togoromá 35 Alto Río Buey la Quebrada Oro
17 Docordó Balsa) ito 36 Puadó, Nataré, Chocó
18 Río Nuquí La Lerma y Terdó 55 Puerto Libre del
19 Ríos Catrú y 37 Alto Río Bojayá Río Pepé
Dubasa 38 Alto Río Cuia 56 Trapiche del Río
20 Ríos Jurubidá, 39 Napipí Pepé
Chorí y Alto 40 Opogadó jiguam.
Baudó 41 Sta. María de Pángala

FUENTE: JNCORA, Subgerencia Jurídica, Sección Resguardos Indígenas, Bogotá, 1992.


Nota: I nformación correspondiente n 1989.

Los tres grandes modelos culturales han tenido un contacto di-


ferencial pero prolongado por centurias y marcado por la presencia
hegemónica de los blanco-mestizos como patrón ideal de compor-
tamiento y de supremacía sociopolítica. Los largos años de contacto

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han traído influencias recíprocas, además de lazos sociales y sim-
bólicos. La organización familiar, las formas simbólicas de paren-
tesco, los intercambios económicos y curativos, son algunos
aspectos donde se reconocen los contactos históricos (ver por ejem-
plo, Arocha, J. , 1993 a y b).
El examen de los tres grandes modelos culturales chocoanos no
debe restringirse a los elementos c ulturales internos y típicos de
cada grupo, sino también a las formas y medios de distinción em-
pleados para diferenciarse unos de otros, a las marcas reconocibles
de separación simbólica y, por supuesto, a todo lo que a pesar de
esas marcas culturales, pasa de unos a otros y se vuelve común
para la sociedad local. Es decir, los procesos de diferenciación
intercultural son simultáneamente procesos de intercambio cultural.
En este trabajo se pretende apenas enunciar ciertos rasgos para
otros estudios que profundicen en la complejidad de los tejidos
interétnicos y nos ofrezcan visiones n1enos estereotipadas y rígidas
de s u s relaciones.
Se puede plantear con Peter Wade que l as diferencias étnicas
se n1anifiestan de muy diversas formas, entre las cuales vale la
pena mencionar la división del trabajo regional. En estudio sobre
el Urabá chocoano (Wade, 1986), divide la pobJación entre grupos
n egros y no negros. Estos últimos son básicamente los colonos de
Antioquia y la Costa Atlántica. De acuerdo con el estudio, la po-
blación negra predomina en l a minería, el empleo público y en
menor g rado en la pequeña agricultura; los antioqueños en el co-
mercio y ganadería y los costeños en la pequeña agricultura.
Esta división del trabajo se asemeja a la de todo el Chocó. El
trabajo se encuentra como una de las principales marcas de dife-
renciac ión étnica; en rasgos generales, los blanco-mestizos tradi-
cionales no se ocuparon de actividade~ agrícolas, no fueron
propietarios rurales y se ubicaron en los cascos urbanos , como
comerciantes, o funcionarios en los cargos públicos. Las olas co-
lonizadoras trajeron campesinos colonos hacia el suroriente del
departamento (San José del Palmar, El Carmen de Atrato y el norte
(Urabá chocoano), han matizado esta distinción que, sin embargo,

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se mantiene para el grueso de la población. No hubo hasta fechas
recientes, minero blanco.
La población negra se dedica a labores agrícolas, a la minería,
y desde hace tres décadas ingresó a los empleos públicos, antes
bajo predominio casi exclusivo blanco. Las mujeres negras venden
frutas, hacen panadería, lavan ropas, actividades impropias de las
blanco-mestizas.
La gran minería estuvo, no obstante, en manos de blancos ex-
tranjeros, quienes ocuparon a los negros y blancos locales en escalas
de labores diferentes. Desde la década pasada mineros blanco-mes-
tizos de la región antioqueña se dedicaron a Ja mediana extracción
de oro, compitiendo con la minería artesanal negra y con lo pe-
queños empresarios negros.
Lo5 indígenas, por su parte, se dedican casi exclusivamente a
las labores de su chagra y venden esporádicamente artesanías, ces-
tería en especial. Otro tipo de trabajo, el mágico curativo, es propio
de los especiaJ is tas indígenas, los jaibaná. Sin embargo, se sabe
de un .. interca111hio de procedinzientos etnornedicinales" entre em-
berá y afrocolombianos (Losonczy, 1993; Arocha, 1993 a y b) y
en otra proporción, con los blanco-mestizo.
Entre los rasgos de diferenciación se contó hasta hace algunos
años con la comida como niarcador de diferencias étnicas; la de
los blancos elude los cocidos y prefiere los fritos, en contraposición
a la de los negros e indios. Para los dos últinios y especialmente
para los negros, son de importancia las carnes deshidratadas, saladas,
con variedad de preparaciones, que los blancos poco aprecian. Pero
unos y otros comen plátano y queso en su dieta diaria.
Otro campo, son las celebraciones y rituales, de gran complejidad
para las culturas cuna, wanana y emberá (Hernández, C., 1993;
Pardo, 1987; Pineda Giraldo R. y V. de Pineda, 1950; citados en
Hernández, 1993; Isacsson, 1994), asociadas a sistemas filosóficos
de interpretación sobre la vida humana.
De la cultura negra, P. Wade dice que los ritos colectivos de
celebración, que cuentan con la presencia central de la música y
eJ canto y el baile, según la ocasión, hacen parte de un viejo foco

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de resistencia proveniente de la época esclavista (Wade, P., 1990:
135-136). Estos ritos de celebración van desde las celebraciones
religiosas , hasta las seculares fiestas patronales (/bid). En estas no
han participado los blancos y hoy en día se limitan a dar sus
aportes económicos. La distinción que existió en Quibdó hasta el
incendio de 1966, entre las carreras (primera, segunda y tercera)
y los barrios, los unos sitio de habitación de blancos y los otros
de negros, estaba presente en las patronales de San Pacho, fiesta
por excelencia de los barrios. Pero el baile de la chirimía y e n
general el gusto por bailar, cubre negros y blancos.
La música, por su parte, ha tenido según Wade (/bid), un im-
portante papel en la definición étnica de la identidad negra, aún
adaptando modelos musicales europeos; pero a diferencia de las
apreciaciones de Wade, en e l e s tudio se observó que el papel de
la música negra, la chirimía, traspasa las fronteras étnicas y es
s ímbolo de identidad regional, parte del ser chocoano de tradición .
Los blancos chocoanos de la vieja élite, experimentan una gran
carga emocional con esa mús ica, aun cuando la escuchan desde
Bogotá o Medellín. Es decir, a diferencia de otro campos, donde
lo típico de un grupo, en este caso el negro, tiene connotaciones
negativas para los otros, l a música tiene una valoración positiva
para los blancos tradicionales y es asumida como señal de un ser
chocoano, que además les distingue de los paisas, vistos como
recién llegados, como no chocoanos.
Desde el punto de vista de la ocupación territorial, las principales
áreas actuales de intervención humana son la subregión de Urabá,
el medio Atrato y la subregión central, especialmente los alrededores
de Quibdó y parte del eje vial Quibdó-Carmen de Atrato; en la
subregión del San Juan, especialmente los municipios de San José
del Palmar, Tadó, Istmina, Condoto y Nóvita ; en la subregión de
la Costa Pacífica una estrecha zona de los municipios de Bahía
Solano, Nuquí y Pizarro (ver Mapa Nº 3). La zona d e ocupación
humana más densa se encuentra en los alrededores de Quibdó.
Allí, la zona de la carretera Quibdó-Medellín, fue ocupada en la
década del 30, a raíz de la construcción vial.

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I
"---../\
PANAMA
\

A NT IOQUIA
CONVENCIONES

- -· - - Limite Departamental

LÍmlte Municipal

------ Rioa

Impacto por actividad


pe aquera
Impacto por ••plotoclón
made rera

3
Departamento del Chocó
Zonas de Mayor Impacto Humano o 2e
FlJENTE . IGAC, Atlaa Bósico de Colombia,1989 ESCALA
Estudio Etnoeducaclón en el CHOCO, 1992

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La colonización blanca, a partir de esa década, se dirigió a tierras
por encima de los 500 metros sobre el nivel del mar, mientras las
tierras bajas fueron ocupadas por nativos negros. Los migrantes
procedían en buena parte de los asentamientos de población an-
tioqueña localizados desde el siglo pasado en El Carmen de Atrato
(Valencia E. y W. Villa, 1991) y de los trabajadores de la vía,
antioqueños en su mayoría.
En los alrededores de Quibdó, en las cuencas de los ríos aledaños,
se encuentra una población negra con largo tiempo de asentamiento,
sustentada alrededor de una economía que integra la minería y la
agricultura de rotación. Igual ocurrió en el medio Atrato que fue
tempranamente ocupado por la población proveniente de la dis-
persión de la sociedad esclavista que se orientó a los recursos del
río y la agricultura ribereña (/bid).
Quibdó es centro de atracción de población rural de la subre-
gión, del resto del departamento y de algunos comerciantes del
occíden te del país. Es lugar de paso para migrantes, hacia otras
ciudades del país.
La subregión del San Juan, a lo largo de su valle medio, fue
ocupada por esclavos sometidos a la explotación minera colonial,
mientras los indios sobrevivientes fueron replegados hac ia otras
áreas o reducidos a pequeños enclaves. Esta zona atrajo en los
años veinte de este siglo algunos comerciantes de origen árabe.
También allí, hasta mediados de los años ochenta, el patrón de
poblamiento y explotación fue ribereño, pues la minería del oro,
en el Chocó, es de aluvión. Desde mediados de los años ochenta,
un nuevo repunte de la minería atrajo migrantes mineros y comer-
cjantes, especialmente de Antioquia y Caldas, como ya se dijo.
El Urabá chocoano comenzó a recibir migrantes colonos blanco
mestizo , principalmente cordobeses y antioqueños, desde la segunda
mitad d e los años 50, hecho que continúa.
Desde inicios de los años 60 se ocupó la franja oriental baja
del río Atrato por madereros y colonos provenientes del interior
del país y la Costa Atlántica. Se trata de una colonización sabanera
de can1pesinos cordobeses que se ubicaron en la parte baja oriental

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del río A trato, donde se encuentran relativamente establecidos como
economía campesina. Su límite inferior de expansión, según Va-
lencia y Villa, se detuvo en la transición entre el bajo y medio
Atrato, pues en este último se encuentra el campesino nativo cho-
coano en forma estable (Valencia y Villa, 1991).
Como patrone distintivos de asentamiento, varios estudios men-
cionan la vivienda rural ribereña tanto para nativos negros como
indígenas, que incluso se reproduce en la ocupación del litoral
Pacífico (ver~Aprile, J., 199 l ). Este patrón sólo se modifica con
una densidad de población superior a 100 casas, cuando el poblado,
con necesidades crecientes de servicios, cambia de modelo, tanto
de diseño como de funcionamiento. El patrón rural básico para
negros e indios, parte de la "vía acuática como elemento estruc-
turador e integrador del hábitat" (/bid: 270). El río facilita el
establecimiento de viviendas aisladas y la conformación de aldea
de distinto grado de desarroJlo; en e llas ''está integrado a la vida
cotidiana y a los tnúltiples quehaceres don1ésticos" (lbid; ver tam-
bién Torres, T., 1985).
Jacques Aprile distingue varios tipos y fa es de vivienda y con-
formación de aldeas rurales negras. desde el cultivador solitario.
En l as primeras fases y tipos el diseño e lineal, sobre el río, con
una integración entre vivienda y río y el bosque detrás. El río es
eje de las relaciones sociales. Las casas tienen acceso frontal al
río o al mar y se tocan por el huerto posterior, que termina en la
selva; se conectan también por senderos paralelos al río . Posteriormente,
se construye un hábitat residencial, un pueblo, con algunos servicios
y reconocimiento institucional (status político administrativo, escuela,
capilla, inspección de policía). Algunos de estos (Diagramas 1 y 2),
se convierten en centros veredales de una población dispersa alrededor.
El comercio cobra auge, así como construcciones institucionales. Fi-
nalmente, al modelo lineal se sobreponen en hilera vías paralelas
y se da un trazado rectangular, organizado en manzanas. La actividad
productiva se diversifica y la población se estratifica (Aprile, J., 1991).
El poblamiento en el Chocó, dice Aprile con base en lo ocurrido
e n el Atrato. no se sustenta en una red urbana regional extensiva ,

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(DVIVIENDA
DISPERSA

r;;;:"\ CENTRO
VIVIENDA DISPERSA \.::V COMARCAL
Platanales y Arrozales
~

@
ALDEA EN HILERA

VIVIENDA
.------....
DISPERSA

"-
~VIVIENDA~URA)
VEREDAL DISCONTINUA

DIAGRAMA 1
Sistema Comarcal Típico del Hábitat Fluvia1

FUENTE : Jocques Aprtle - Gniset, 1991

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. ' ..
R/0 DIQ UE BASIN COLINA ALUVIAL
Vía de Comunicacion Viviendo Arroz Frutales
Pesca Caseríos Materiales Construccion Cace ria
1

Abasto de Aguo Plótano Recolecc1on Recolección . Hierbas


Ase o Caño 8eJUCOS
Transporte Modero Yuca Lona Balso
Frutales Domaguo
Moiz Materiales Construcción
DIAGRAMA 2
Esquema Perfil Aprovecham iento - Afluente Medio Atrato
FUENTE: Emperatriz Valencia y W. Villa, 1991
tal como la surgida en el eje cafetero. El poblamiento chocoano
se ubica en las orillas fluviales, donde uproliferan aldeas y caseríos
de reducido tamaño físico y demográfico que conforman un sistema
articulado a nivel regional, con Quibdó como polo urbano" (/bid:
274). Son excepciones a este patrón los cascos urbanos de influencia
caldense y antioqueña. Pero aún los pueblos litorales tienen un
patrón semejante.
La población indígena presenta otras características: las viviendas
palafíticas, llamadas tambos, se ubican aisladas, preferencialmente
en los cauces altos de los ríos y son habitadas por grupos de
familiares, las parentelas.
A partir de los procesos históricos descritos, desde la colonia y
luego con la liberación de esclavos, la presión sobre las riberas
determinó el desplazamiento de las comunidades indígenas a las
cabeceras de los ríos, mientras en las zonas medias y bajas se
ubicó preferencialmente población blanca, mestiza y negra.
En áreas de colonización más reciente, a partir de los años ochenta,
especialmente en Acandí, Unguía, El Carmen de Atrato, San José
del Palmar y La Y, el patrón de asentamiento para todos los grupos
étnico-culturales difiere del ribereño, especialmente como efecto
de la ocupación agropecuaria. Allí se ha dado una ocupación hacia
el interior selvático, basada en caminos y carreteables de penetra-
ción, cuyo impacto sobre el bosque es mayor.
En las últimas décadas, el poblamiento rural disperso, tanto in-
dígena como afrocolombiano, tiende a agruparse en núcleos urbanos.
Sin embargo, los poblados y caseríos rurales y la mayoría de los
urbanos siguen una urbanización lineal, a lo largo del río y con
viviendas palafíticas. En el caso de Quibdó, el centro de la ciudad
se ubica a lo largo del río Atrato y el proceso de ruptura de la
urbanización lineal es reciente. Adicionalmente, los cascos urbanos
y los caseríos continúan conectados a través de los ríos, activas
vías de comunicación.
Este patrón de asentamiento ribereño está asociado a una eco-
nomía rural basada en una agricultura de rotación, que implica
dispersión de cultivos, desplazamientos durante los períodos de

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labor y la utilización estacional de recursos mineros, de pesca y
del bosque. Este modelo cultural adaptado a las limitaciones de
tierras aprovechables y orientado a la combinación de actividades
productivas (Aprile, cit.), presenta numerosos elementos comunes
entre indios y negros. La mayoría de los estudios asignan este
modelo a uno u otro grupo étnico, en desmedro de las numerosas
similitudes entre ellos.
A diferencia de J . Aprile, en el trabajo se observó que esta pre-
sencia central del río se convierte en un elemento común a los
distintos pobladores tradicionales incluyendo los blancos y se mo-
difica y atenúa, pero no desaparece, en los centros urbanos mayores
como Quibdó e Istmina. Istmina serpentea sobre el río San Juan
y Quibdó se orienta al Atrato y trata de ~eguir los cauces secos
de sus afluentes, hoy convertidos en extensos basureros.
El universo mítico emberá está integrado por una red fluvial
que comunica diferentes mundos. realidades alternas; el río es trama
y es serpiente ; y la gran serpiente generó el territorio emberá (Her-
nández, C., 1993).
Del Chocó puede decirse con Lygia Sigaud sobre una región
del Brasil, que el río constituye la principal referencia de tiempo
y espacio; s us movimientos se utilizan para señalar las épocas del
año, las diferencias entre años, los momentos oportunos para las
conmemoraciones religiosas, las jerarquías en el interior del espacio
y en ese sentido su importancia contamina toda la vida social
regional (Sigaud, L., 1992: 21 y también Torres, T., cit., sobre la
importancia del río en Neguá).
El lenguaje y la gesticulación han sido otras marcas de diferen-
ciación étnica; no sólo por el uso entre los indígenas de lenguas
diferentes al español, sino por los hábitos del habla española misma
y la gesticulación. Está presente, aunque con menos vigor que
antaño, el esmerado esfuerzo de las madres blancas para que sus
hijos, especialmente sus hijas, no utilicen ciertas entonaciones, cierta
pronunciación y expresiones de negros o de cholos (indios) o ges-
ticulen en determinada forma como ponerse la mano en la cadera,
torcer la boca en ademán de desdén, o caminar descalzos. Pero

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no es del todo raro que las expresiones reprimidas afloren de tanto
en tanto y según la ocasión.
A comienzos del siglo, dice Wade ( 1990), el Chocó era una
sociedad muy estratificada, con la élite blanca en la cúspide; pero
no todos los blancos pertenecían a la aris tocracia y muchos ocupaban
una posición mediana. Adicionalmente, algunas familias negras ha-
bían logrado éxito económico y se dio el mestizaje y la presencia
de migrantes s irio- libaneses y de otras partes de Colombia (cit.: 124).
Sin embargo, esta estratificación aludida por Wade parece mucho
más matizada de lo que él sugiere.
En primer lugar, la élite blanca que logró acumulación signifi-
cativa a comienzos del siglo y en las primeras décadas, excepcio-
nalmente vivió con sus familias en el Chocó. Muchos venían del
Cauca o el Valle, donde permanecieron, s i bien unos pocos vivieron
allí, como algunos Chaux, Angel y Ferrer. En el Chocó residieron
en cambio, lo que Wade denomina capas blancas medias, comer-
ciantes y empleados públicos, lo que si bien conformaban una
estructura local estratificada, no alcanzaron, salvo pocos casos como
el de don Félix M e luk, Antonio Bechara y Salomón Ganem, una
acumulación apreciable.
De cierta manera, blancos y negros hacían parte de una vida
local modesta, carente del esplendor de una sociedad aristocrática.
Con el tiempo, especialmente en los años cuarenta con la afluencia
de comerciantes más exitosos de otras partes, esas capas medias
blancas perdieron preeminencia y poco a poco abandonaron casi
por completo el Chocó. Distintos factores contribuyeron a su emi-
gración: su relativa declinación económica, el ascenso de negros
educados a la vida política y a la administración, la distancia cada
día 1nayor entre los recursos y servicios de los centros urbanos
del Chocó, Quibdó e Istmina, frente a ciudades como Medellín,
Cali o Bogotá. Estas ciudades, junto con Cartagena, se volvieron
polos de atracción para los blancos chocoanos, que buscaron edu-
cación para sus hijos y mejores oportunidades económicas. El in-
cendio de Quibdó en 1966 marcó un hito en el éxodo de las élites
blancas, pues fueron los principales afectados.

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En segundo lugar, desde las primeras décadas y hasta mediados
de los setenta, la minería de gran escala pasó a manos de una
compañía multinacional que desplazó los capitales mineros nacio-
nales. La extracción de recursos forestales ha sido empresa de
grandes compañías sin asidero en élites locales. Es decir, el Chocó
ha carecido de acumulación local de grandes capitales. Los auges
extractivos, como ya se dijo, se generan fuera y dejan fuera sus
riquezas, de manera que no se generó una sociedad local con grandes
abismos económicos. El principal intento de acumulación fue el
liderado por Félix Meluk, quien quebró a raíz de la gran depresión
mundial del año 29.
El repunte de la minería y de un comercio asociado a ella, es
fuente de generación de nuevos capitales en manos de los llamados
paisas, denominación aplicada en general a todo forastero blanco.
Pero su producto no es una marcada e tralificación local, pues
hoy como ayer una vez generada cierta acumulación, se produce
la emigración y otros recomienzan el ciclo. En cierto sentido, en
el Chocó la estratificación socinrracial ha sido un hecho histórico,
pero matizado por la ausencia de acumulación local, que ha sido
supeditada y englobada dentro de un sistema mayor de estratifi-
cación socio-espacial nacional. La región como conjunto ha per-
manecido deprimida frente a otras del país.
Los diferentes grupos étnico-culturales han vivido diferentes con-
flictos. Algunos han tenido como eje el predominio sociocultural
blanco. las tensiones sociorraciales. Otros más recientes, se generan
en la disputa por tierras y recursos forestales y mineros.
En l a actualidad, un foco de tensión se presenta entre las co-
munidades indígenas que hoy representan un bajo porcentaje de
la población total y los campesinos negros y algunos colonizadores
de otras regiones, en tomo a la creación de nuevos resguardos y el
sanearrúento de los existentes. Los conflictos entre los colonos y los
indígenas, entre éstos y los nativos negros, han llevado a Ia violencia
en algunas zonas como el alto Andágueda, Tanela, Cutí~ Arquía y Juradó.
Los conflictos territoriales están al orden del día y tienden a
aumentar por la lenta respuesta institucional, sobre todo en las

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disputas entre indígenas y negros. Los procesos migratorios de
colonos y mineros desde la Costa Atlántica y el interior del país
aumentan las tensiones interétnicas actuales. La misma ley 70 de
1993 ha suscitado roces por liderazgo entre los activistas de las
negritudes y entre éstos y comunidades indígenas.
Por otra parte, como plantea P. Wade ( 1986), las relaciones de
conflicto social se presentan tanto entre los distintos grupos cul-
turales, como dentro de la misma población de éstos. Existen pre-
iones contradictorias que, por un lado, los inducen a incorporarse
a la cultura sin distinciones étnicas y, por otro, subrayan el sentido
positivo de mantenerlas. Wade concluye en su estudio, que el camino
que escoge cada uno entre las fuerzas contradictorias está en alguna
n1edida determinado por las mismas estructuras culturales.
Pero las interacciones no se limitan a los conflictos , a los en-
frentamientos~ entre los campesinos afrochocoanos y los indígenas
emberá y wanana se estableció un c ircuito de intercambios y de
alianzas. a lgunos de cuyos ejemplo ya se mencionaron. Incluso
todo parece indicar que aprendieron unos de otros formas de manejo
del ambiente húmedo que los rodea, hasta conformar un complejo
de prácticas. conocimientos e interpretaciones. Entre los afrocho-
coano de lo cascos urbanos y los blancos de las élites tradicionales
urbanas y posiblemente también con los actuales, se creó otro cir-
cuito de intercambios. Círculos más débiles se establecieron entre
los blancos y los indígenas en este siglo; apenas algunas leyendas
e imaginarios. Algunas nos hablan d e l enorme mero que un día
surgió en e l Atrato para devorar a la población, tal como el sábalo
monstruo de los emberá; otros cuentan del mohán de Ichó, fiera
entre tigre y león que podía devorar los niños y aún adultos del
río Ichó, otra figura familiar a los emberá.
Las diferencias étnico-culturales son un juego permanente de
rasgos atribuidos de unos a otros y rasgos distintivos que, sin
embargo, suelen atravesar estas barreras; algunos vínculos son vistos
como transgresiones como en el caso de los matrimonios interra-
ciales y en menor grado, en las uniones informales; otros son flujos
inconscientes de elementos, como circuitos invisibles que conectan

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unos con otros a pesar de ellos mismos. Así, los rasgos atraviesan
las barreras étnico-culturales y crean campos comunes o cobran
por el contrario significados opuestos para cada grupo. En ese
flujo interétnico, los grupos culturales dibujan círculos de aproxi-
mación entre ellos, que como las ondas sonoras se alejan según
condiciones específicas.
En el detenido y hermoso artículo, '-La Canción del río, el sonido
sagrado del paisaje y los hombres emberá", dice Sven-Erik lsacsson,
que para los emberá el río conecta los pueblos tanto como sus
ideas y es el marco de su identidad cultural.
El río cósmico es el agente uterino que trae el principio de la
vida. Cuando Karagabí corta las raíces ofídicas del jenené, el árbol
de la vida, emana el río, metamorfosis de la gigantesca CL1lebra
del agua. La partícula ne es en emberá la palabra para describir
la esencia de todo concepto, que expresa una naturaleza binaria.
E l árbol jenené tiene la misma esencia doble de la culebra mítica
je. como el hombre mismo. La estructura cósmica en tres planos,
el mundo del cielo, el hum:ino y el del río, se encuentra representada
en la casa y en la canoa.
El concepto del río como un ser transformable está ampliamente
descrito en los mitos; en sus manifestaciones y apariencias múltiples,
amenaza o influye la vida y acciones de los humanos. Variedad
de seres amistosos o fatales residen en el río y sólo el shamán, el
jaibaná, puede manejarlos con su conocimiento y habilidad para
comunicarse con el mundo espiritual. Pero el conocimiento no
exi s te, dice lsacsson, aparte de la rutina diaria, el conocimiento
se expresa en acciones, de manera que la vida de un hombre es
una lección práctica de cosmología.
Las metáforas sobre el río y el cuerpo humano, el río como
la boca, sugieren para Isacsson que el río no sólo come y defeca,
también habla. El río como ser viviente tiene su propio lenguaje.
El río es la apertura uterina y una metamorfosis del huevo cós-
mico que habla su mensaje. El habla del río es visible porque
sus palabras son la gente que vive en sus orillas. Los hombres
son su habla. El emberá representa la naturaleza binaria del cosmos

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en su cuerpo, como cosmos mismo. El cosmos del cielo y el
mundo de abajo que rodean al emberá, al parecer pueden hablar
también. El río donde habitan los emberá es su propia boca.
En el pensamiento emberá la creación es cobrar existencia como
sonido, corno palabras. El shamán, Karagabí el creador, y el
río, comparten la misma canción de creación, la canción del
río donde la melodía es la sociedad humana y el mundo mismo,
una canción compartida entre el hombre y s u entorno (Isacsson,
1994: 1-10).
El río hace parte de referencias muy propias de cada modelo
cultural, pero al mismo tiempo los trasciende y es parte profunda
de la vida social y la identidad genérica regional, con significaciones
múltiples. Seguramente para todos los modelos culturales chocoa-
nos, así como para los emberá, "separar el río del hombre es
separar a l hablante del habla, silenci::ir la existencia" humana
(Isacsson, !bid).

Los modelos indígenas y el medio natural

Tierra y lengua son para el antropólogo Sven-Erik lsacsson,


en su pormenorizado estudio, los pilares de la identidad emberá.
Tierra y lengua que estrechamente interrelacionadas dan lugar a
la existencia del hombre y del universo (Isacsson, S., 1994 ). Pero
la existencia social, la creación del hombre y la sociedad, dice,
no son actos del pasado ocurridos en tiempos pretéritos. La creación
ocurre una y otra vez, activada por el hombre mismo cuando formula
en palabras el mito de la creación~ el mito no contiene así una
verdad histórica inmutable. Cuando se participa, aún como escucha,
en un mito, se participa en la formación de un evento que es más
veraz que cualquier pasado histórico (/bid: 9-1 O).
Estas nociones nos llevan a resaltar el carácter esencialmente
dinámico del conocimiento emberá, extensible a los wanana y cuna,
sobre ellos mismos y lo que los rodea. Dinámica que se puede
reconocer en actos rituales sagrados pero quizás también en la

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política indígena actual, donde se han colocado como activos in-
terlocutores de la sociedad chocoana y nacional.
Cuando los españoles llegaron al Chocó estaba habitado por una
veintena de grupos indígenas que los conquistadores llamaron cho-
coes. En primera instancia se refirieron con esa denominación a
los grupos Emberá que habitaban la parte superior de los ríos
Atrato y San Juan y luego el término se amplió para designar
también a todos los demás grupos de habla wanana del bajo San
Juan. Por tanto, el término Chocó ha sido usado para designar
tanto el grupo étnico como al grupo lingüístico integrado por los
idiomas Emberá y Wanana (Pardo, 1987: 252). En la actualidad,
en el departamento del Chocó se encuentran tres grupos diferen-
ciados: cuna, emberá y wanana.
En la zona norte, en el Urabá, habitan los cuna con estrechas
relaciones con Panamá. Emberá y Wanana, aunque diferentes en
lengua, comparten una cultura similar; según ellos los wanana tenían
como su territorio ancestral la parte media del río San Juan hasta
s u desembocadura y los emberá, los ríos Atrato, Baudó y la Costa
Pacífica desde el río Sabirú y Juradó.
Los emberá, grandes migrantes , son designados de distintas ma-
neras según la región: cholos en la Costa Pacífica; chamí en Ri-
aralda; meme en algunas zonas de la cordillera; catío en Antioquia
y Córdoba y se estiman en cerca de 50.000 en el país. Los wanana
ocupan principalmente la cuenca media y baja del río San Juan.
Los tres grupos hablan idiomas distintos y en el pasado no tenían
contacto matrimonial e incluso hoy en día lo evitan. Reconocen
que en un pasado no muy lejano se miraban con desconfianza y
tenían enfrentamientos entre sí, a pesar de las similitudes culturales.
La población actual de los tres grupos en el departamento es
de 21.041 habitantes que equivalen aproximadamente a 4.005 fa-
milias y al 8% de la población del departamento.
En el caso emberá y wanana antes de la constitución de los
resguardos y de la conformación de cabildos y caseríos, hace algo
menos de 20 años, el sistema de asentamiento indígena era disperso
a la orilla de ríos y quebradas; como máximo se reunían dos o

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tres casas que cobijaban una misma parentela. La unidad básica
social coincidía con una microcuenca, pero con lazos con un grupo
más amplio, por la vecindad en el río o quebrada. Hoy en día esto
sigue vigente.
El arquitecto Roberto Cañete (Entrevista, Quibdó, 1992 y ma-
teriales inéditos), enfatiza que el eje de la identidad de emberá y
wanana no es la cuenca de los grandes ríos, sino las rnicrocuencas
de afluentes y quebradas y a partir de allí se teje todo el sistema
de relaciones sociales, políticas y económicas y se recrea cultu-
ralmente la población. La imagen, segú n R. Cañete, es la de una
atarraya. Este sistema, dice, es extensivo a comunidades negras
que de una u otra forma aprendieron de los indios a vivir en este
ecosistema.
E l asentamiento disperso y de fácil movilidad no fue así en
épocas tempranas, al menos para a lgunos de los habitantes pre-
hispánicos. Reichel-Dolmatoff con base en excavaciones de asen-
tamientos humanos a orillas del río San Juan que datan de Jos
siglos X y XI rle C., deduce por la acumulación de basuras de más
de un metro Je espesor, que e ta región soportaba un número de
habitantes uperior a cualquier asentamiento clel momento de la
excavación ( 1960). Así mismo, colige que la adaptación al medio
había logrado niveles altos que permitían la nucleación y seden-
tarización sin ir en detrimento de su reproducción social (Reichel-
Dolmatoff, G., 1962).
Se ha planteado que una de las formas adaptativas al ecosistema
f rági1 del Chocó es precisamente el seminomadismo y la dispersión
de la población. Sin embargo, la excavación de Reichel-Dolmatoff
hace pensar que este modelo, disperso e intermitente, es producto
histórico, basado en estrategias políticas de resistencia ante los
españoles y quizás tomado después poi- los negros, una vez obtu-
vieron la libertad.
Documentos de archivo del siglo XVII dan cuenta así mismo de
poblaciones nucleadas hasta de 5.000 y 10.000 habitantes; espe-
cíficamente se refieren a grupos cunas a orillas del río A trato (Vargas,
Patricia, 1984). Sería necesario investigar a través de la arqueología

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y documentos históricos las tecnologías y la organización social
que permitió este tipo de poblamiento nucleado y sedentario.
Desde hace alrededor de 25 años se vienen constituyendo res-
guardos de indios para los tres grupos (ver Cuadro N. 11). Los
resguardos son territorios delimitados, otorgados legalmente como
unidades territoriales comunitarias. Este proceso indujo a la con-
formación de cabildos como forma de autoridad y representación
reconocida desde fuera, organización social sin tradición entre los
indígenas del Chocó. Los cabildos son, sin embargo, adoptados
como coyuntura positiva para reproducirse como sociedad y como
cultura.

CUADRO N º 11
DlS TRIB UClON GEN E RAL DE LOS INDIGENAS POR MUNICIPIOS

Habitantes con Habitantes sin


Municipios resguardo resguardo

Quibdó 1. 189 311


Bajo Baudó 2 .203 861
Alto Baudó 2 .682 602
llag adó 1.054
B ojayá 1.451 172
Juradó 573 30
Rios uc io 1.145 641
Unguía J .451 172
l s tmina 707 562
Sipí 85
Tadó 411
Bahía Solano 258
Nuquí 288
San José del Palmar 147
El Carmen 110 401
Lloró 255 373
Acandí 81

TOTAL 16.775 4.266

FUENTE: INCORA. Quibdó. 1992

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Como es sabido, este tipo de organización se originó en estructuras
coloniales españolas e implicó una relativa centralización de la
autoridad. En forma simultánea, el contacto con la sociedad nacional
ha fomentado la constitución de caseríos. Pero quizás lo más im-
portante, es la delimitación precisa de un territorio, que cobra fuerza
frente a invasores. Esta nueva territorialidad se constituye en pa-
trimonio precioso para la reproducción cultural. Así, la política de
la organización indígena emberá y wanana, ha sido impulsar cabildos
y asentamientos en caseríos.
Al modificar éstos las pautas de asentamientos y pasar de vivienda
dispersa a caseríos, se hacen necesarias ciertas instituciones como
la educación formal y los servicios de salud y se crean vínculos
y dependencias nuevos.
Los grupos indígenas practican la agricultura itinerante; utilizan
parcelas no mayores de un cuarto de hectárea por cultivo, ubicadas
en las zonas ribereñas. Según el cultivo, realizan máximo hasta
tres cosechas y cambian de parcela. Una parcela puede durar hasta
siete años en descanso.
Utilizan el sistema de tala y descomposición: primero se socola.
es decir, se quita la vegetación menuda y luego se derriban los
árboles. El hacha, el machete y la azuela son las herramientas por
excelencia.
Mauricio Pardo comenta para los emberá que una parcela se
usa una sola vez para maíz, aunque inmediatamente después puede
sembrarse plátano en el mismo sitio. Una siembra de plátano pro-
duce unos tres años y después se deja descansar la tierra. La
siembra de banano sí puede durar varios años y la caña de azúcar
es prácticamente perenne ... (Pardo, 1987: 253).
Los cultivos más antiguos son el plátano, el maíz y la caña de
azúcar; luego incorporaron el arroz y en las zonas cordilleranas
la yuca y el fríjol y más recientemente el cacao y el café (/bid:
252). Complementan esta dieta con la recolección, la caza y la
pesca.
En principio la alimentación es suficiente y balanceada; sin em-
bargo, parece que la caza y la pesca no se llevan a cabo sino en

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determinadas épocas del año y se presenta deficiencia en proteína
animal. Por otra parte, el grado de parasitismo es muy elevado,
lo que contribuye a la desnutrición, especialmente entre los niños.
Los ha afectado la tala de bosques y en mucho menor grado la
minería.
Entre wanana y emberá es frecuente que los trabajos se lleven
a cabo a partir del intercambio de servicios mediante dos moda-
Jidades, el de persona a persona o mano cambiada y el de la minga
o convites, donde el dueño del trabajo ofrece comida y bebida a
un grupo (Zuluaga, y otros, 1987: 65; Pardo, 1987: 254).
Los productos que se llevan al mercado son pocos y su producto
s e destina a mercancías básicas tales como ropa, sal, pólvora, etc.
En los últimos años se han vinculado indígenas de los diferentes
grupo a la tala de bosques a diferentes niveles; por una parte,
individuos indígenas trabajan por contrato para empresas madereras,
c on motosierras; detrás de ellos pasa un tractor que baja los árboles
has ta el río para que un remolcador los lleve hasta los aserríos
(Cardona, 1985). Otra forma es la venta de trozas a los intermediarios
o directamente a las empresas y los aserríos. Por lo general los
pos ibles compradores utilizan el sistema de endeude para adelantar
pagos y a ninguno les interesa si la madera extraída está dentro
o fuera de los límites de una concesión legal (Zuluaga y otros,
1987: 67).
Otra forma de vinculación es de grupo; un comerciante o inter-
mediario contrata con toda la comunidad un determinado número
de trozas o rastras de madera (Cardona, cit.). Por lo general, son
engañados en estos negocios pues no tienen una idea clara de la
competencia, de los precios, del valor de su mano de obra y del
mismo dinero.
Las formas de vinculación a la tala se han prestado para en-
frentamientos intracomunitarios, e incluso para el abuso de algunos
individuos sobre los recursos del bosque. Tienen como modelo a
otros pobladores quienes a través de ese medio obtienen dinero .
Afortunadamente la mayoría conoce que el aprovechamiento de
los bosques es beneficioso, siempre y cuando se tengan amarrados

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los hilos de su proceso económico. Conocen sus limitaciones y
plantean estrategias que permitan controlar las concesiones y pre-
servar las zonas de resguardo.

Jaibaná y naturaleza

El jaibaná es la figura de mayor prestigio entre los emberá, con


símiles en los nele cuna y el benkun entre los wanana. Como
e pecialistas de la vida espiritual, s u papel no se reduce a prácticas
rituales sino que se extiende a la filosofía general de la vida, al
bie nestar individual y de la comunidad. En su cotidianidad n o
experimentan privilegios.
El Jaibaná cumple un papel de primer orden en el proceso de
adaptación hombre-naturaleza. Según Vasco (1985), la concepción
antigua del Jaibaná es aquel que cura con el canto, pero la per-
. ecución que han sufrido desde épocas coloniales ha hecho que
e to personajes e hayan mimetizado como yerbateros. Son famo os
los especializados en mordedura de culebras. Esta nueva concepción.
el que cura a través de yerbas, es un complemento al verdadero
entido del Jaibaná, aquel que busca la causa de la enfermedad a
través del sueño y cura con el canto, pidiendo ayuda a los diferente
Jai o espíritus de todas las cosas que Jo rodean: animales, arco
iris, plantas, personas muertas, objetos inanimados, etc.
Para curar utiliza la chicha y el pildé, ingredientes que le ayudan
a tener mejor contacto con los Jai y dentro del canto ritual le
permiten interpretar la causa del mal y tener mayor fuerza de cu-
ración. La parafernalia y el altar son complejos y el Jaibaná debe
elaborarlos, organizarlos y manejarlos de forma ritual para que
conserven s u verdadera eficacia.
El jaibaná es algo más que un curandero u hombre de medicina~
la capacidad de curar va unida a la capacidad de enfermar, hechjzar
o hacer maleficio. Pero además, tiene un total dominio de la na-
turaleza (Vasco, 1985: 47 y siguientes). El Jaibaná sintetiza los
puntos que relacionan e l cosmos, la naturaleza y los seres humanos.

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Por ello el Jaibaná es capaz de manejar un sinnúmero de situaciones;
predice el futuro y conoce las cosas ocultas por medio del sueño.
Cura la tierra y propicia así la buena agricultura. Tiene poder y
comunicación directa sobre los animales de caza y pesca, insectos
y plagas y animales peligrosos para el hombre como las culebras.
Domestica el territorio o humaniza el espacio para hacerlo territorio.
Puede robar a otros el poder. quitándole los espíritus y la capacidad
de tener alucinaciones. Tiene un conocimiento extenso de plantas
curativas que a s u vez utiliza. El jaibaná es hombre de este mundo
y hombre del mundo de abajo, en ello reside la razón de su eficacia
(Pardo, 1989: 254).
Por tanto el jaibaná es quien sintetiza el sentido de la vida, la
esencia~ su legitimidad está dada mitológicamente. El debe buscar
la esencia y accede a ella mientras que los demás viven el mundo
de la experiencia empírica. La esencia es la causa y explicación
de cada hec ho y faceta fundamental de lo real (Vasco. 1985: 52).
Los jaibaná pueden ser hombres o mujeres y en los mitos antiguos
eslán asociados a la mujer. Hoy en día es trabajo especialmente
masculino. Cada grupo fan1.iliar tiene o desea tener un Jaibaná
para que cure al grupo. Este complementa y ratifica la organización
social de los indígenas donde el grupo familiar y la parentela es
la base de la organización y el principio de la estrategia de seg-
mentación.
No es claro cómo se escogen, hoy en día, los nuevos jaibaná
pero éstos deben empezar como aprendices y como mínimo deben
tener cuatro maestros. El servicio del jaibaná se paga y se compran
los bancos, la parafernalia y la loza que se utiliza en los rituales.
Quizás lo más importante de este personaje es que concentra el co-
nocinúento que tienen los indígenas sobre el entorno. Es conocimiento
estructurado, que da cuenta de la conducta adaptativa como diría
Reichel-Dolmatoff, en el sentido que incrementa la posibilidad de
sobrevivencia individual o del grupo (Reichel-Dolmatoff, 1977: 7).
Territorio, parentela y organización política, son tres elementos
interrelacionados estrechamente en la organización social emberá.
La parentela es una familia ampliada, y según Mauricio Pardo, se

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reconocen hasta cuatro grados de consanguinidad tanto por línea
materna como paterna. Cada vivienda es ocupada por una familia
que atraviesa algún momento del ciclo de existencia de la familia
extensa: una pareja construye una casa y con el tiempo los hijos
e hijas mayores se unen en matrimonio y siguen residiendo allí
con los hijos que van naciendo hasta que la casa se hace estrecha
y alguna de las jóvenes parejas decide construir una nueva para
reiniciar el ciclo (Pardo, 1987: 256).
El jefe es el dueño de la casa. Se legitima por ser la cabeza de
referencia en la descendencia, goza de gran respeto y es la base
estructural de la autoridad.
Algunas parejas nuevas pueden buscar otros territorios pero tratan
de hacerlo cerca de sus padres, en la misma microcuenca, que es
su territorio . Participan en actividades laborales, fiestas y otros
eventos comunes. No se puede, sin embargo, dar límites precisos
a estos territorios.
Se reconoce la utilización individual de las parcelas pero la norma
implícita es defender determinado territorio y evitar que se esta-
blezcan extraños a las parentelas que habitan la microcuenca.
El sistema sociopolítico es flexible y permite, entre otras cosas,
una gran movilidad territorial. Las migraciones son frecuentes entre
los indígenas chocoanos; los emberá van a Panamá, Antioquia,
Risaralda, Córdoba, Valle del Cauca y al interior del mismo de-
partamento y la cuenca. Como se dijo, la mayoría de la población cuna
emigró a Panamá y se los conoce como habilidosos navegantes.
Según documentos coloniales existió al parecer una autoridad
central en las unidades sociales pequeñas y uniones socio-políticas
mayores, coyunturales. Dice Pardo que algunos documentos men-
cionan que los chocó se organizaban en Provincias y éstas se dividían
en parc ialidades lideradas por caciques guerreros que se unían co-
yuntura/mente para pelear contra un enemigo común (/bid: 257).
Esta organización política fue rota por el contacto con los españoles.
Las guerras que suscitaron obligaron a una estrategia basada, como
ya se dijo, en la dispersión, que tal vez les permitió a todos los
grupos, pese al drástico descenso demográfico, la s upervivencia.

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Vasco opina, sin embargo, que la característica básica de la
organización socio-política de los indígenas de esta región es la
segmentación (Vasco, L. G., 1985). Pero hay que considerar, como
Zuluaga y otros comentan refiriéndose a los wanana, que los in-
dígenas tienen una gran conciencia sobre el momento histórico en
que viven y desarrollan una gran capacidad para asumir cambios
(Zuluaga y otros, 1987).
En la actualidad, la defensa del territorio bajo la forma de res-
guardos, tiende a favorecer la nucleación en vez de la segmentación,
lo que implicará en el futuro cambios en la organización socio-
política. La creación de los resguardos tiene, por lo demás, efec-
tos sobre la protección de determinadas áreas como reservas de
recursos naturale s y del subsuelo, como ya es explícito en la
leg is lación.
En cada resguardo habitan varias comunidades compuestas por
dos o más parentelas asentadas sobre quebradas. Tienden ahora a
fundar caseríos, cada uno con un cabildo cuyo jefe es denominado
gobernado r. Desde hace pocos años los miembros del cabildo son
elegidos al comienzo de cada año y se posesionan ante el alcalde
del municipio donde está el caserío, en forma similar a lo acos-
tumbrado en el suroccidente colombiano. Los cabildos se unen a
nivel s ubregional en cabildos mayores siguiendo las cuencas de
los ríos principales: medio San Juan, bajo San Juan, bajo Atrato,
etc. En total hay 18 zonas y se estiman en 204 las comunidades
en el departamento.
En la adopción de los cabildos como forma política de organi-
zación se reconoce la influencia de los movimientos indígenas del
país conformados desde los años setenta con clara preponderancia
de las formas organizativas del suroccidente del país, y las presiones
de las instituciones oficiales que los han adoptado como patrón
deseable.
El primer cabildo se formó hace casi 20 años en La Lerma (río
San Juan), entre un grupo wanana. Posteriormente surgieron or-
ganizaciones indígenas como la OREWA, Organización Regional
Emberá-Wanana, que se constituyó legalmente en 1979.

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Este proceso de conformación de organización nucleada regio-
nalmente no ha sido fácil, por cuanto contradice una vivencia de
muchos años. Sin embargo, la mayoría, con espíritu pragmático y
sentido de cambio, observa los beneficios que les reporta. Algunos
aluden a disputas, chismes y envidias entre familias. Aducen que
el cabildo les asigna trabajos comunales contra su voluntad y con-
sideran que les toma demasiado tiempo y pierden autonomía en
sus trabajos individuales. Sin embargo, se puede estimar que la
gran mayoría reconoce en mayor o menor medida sus cabildos.
Los dirigentes indígenas cuentan que el origen de la OREWA fue
un grupo de estudiantes indígenas del internado del Vicariato Apos-
tólico en Istmina. Allí, los emberá y wanana se debían entender
entre sí en español; comenzaron por criticar los reglamentos y el
maltrato del Vicario, quien los obligaba a trabajar en fincas del Vicariato.
Decidieron partir para Quibdó pero como no tenían recursos para
seguir estudiando, decidieron pedir ayuda para fundar una casa estu-
diantil, con el objeto de apoyar a indígenas en sus estudios.
Es de anotar que la creación de organizaciones indígenas rei-
vindicativas venía ocurriendo en distintas zonas desde inicios de
los años setenta. Algunas de ellas, especialmente las del Cauca,
e timularon la creación de otras en el país. En 1977 se llevó a
cabo el primer Congreso Indígena Regional. La organización dejó
entonces de tener carácter estudiantil y se convirtió en una orga-
nización de vocería de los intereses de los indígenas del Chocó.
Pronto consiguieron personería jurídica y constituyeron una junta
directiva.
En 1982, con ocasión del segundo congreso regional, estuvieron
presentes 73 comunidades del Chocó y 753 indígenas representantes
de otras organizaciones del país.
Ya en 1980 habían asistido a Lomas de Hilarco, en el Tolima,
convocados por el Consejo Regional Indígena del Tolima, CRIT,
quienes habían padecido el desalojo, por parte de la policía, de
terrenos que reclamaban. Allí nació una coordinación nacional in-
dígena que poco después desembocó en la Organización Nacional
Indígena de Colombia, ONIC.

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Por su parte los cuna, quienes por tradición manejan un consejo
comunitario deliberante, entraron a formar parte de la ONIC y la
presiden en la actualidad.
La OREWA en este momento y según palabras de su Junta Di-
rectiva, desarrolla programas en todas las comunidades. El primero
de ellos es elevar el nivel organizativo de las comunidades a través
de cabildos y la constitución de resguardos y el segundo, mejorar
el nivel de vida a través de acciones en salud, educación y pro-
ducción.
La OREWA misma ha desarrollado un programa llamado Expe-
riencia Educativa, que trata de llevar un programa de educación
bilingüe a largo plazo. Su objetivo es una combinación entre et-
noeducación y escuela nueva, en el que los primeros años escolares
afianzan lo propio y toman conocimientos externos. Se proponen
recuperar Jos conocimientos tradicionales. por ejemplo la botánica,
cuyo conocimiento tienen los jaibaná. Todavía no están resueltas
las diferencia con los jaibaná, para quienes éste es un conocimiento
sagrado, e pecializado y ritualizado.
Respecto a la relación con el ambiente natural, este no es para
lo indígenas únicamente el medio que les proporciona lo necesario
para la sobrevivencia; es la confluencia cultural de múltiples ele-
mentos animados e inanimados, es un todo interrelacionado.
La acumulación de los conocimientos indígenas en los distintos
planos de la naturaJeza es vasta y compleja; sobre los animales,
por ejemplo, no se limitan a observarlos; los animales enseñan a
los hombres a usar ciertos recursos. Se constituyen en modelos
de adaptación (Reichel-Dolmatoff, 1990).
Dentro de la concepción de ambiente se encuentra el hombre
mismo, que debe guardar interdependencia con la naturaleza y
buscar su justo equilibrio. Plantas, animales y hombres se unen
en múltiples interrelaciones a través de relatos míticos que dan
una perspectiva temporal. Este conjunto estructurado es el eje al-
rededor del cual se entiende la explotación económica, las estrategias
adaptativas, la copservación del medio ambiente, la concepción
de vida y muerte.

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La relación con el ambiente implica entonces no sólo conoci-
mientos, sino control a partir de reglas sobre lo permitido y lo
prohibido, un sistema de castigos y consecuencias de las trasgre-
siones, a través de conceptos de enfermedad y muerte.
Es preciso enfatizar las funciones del shamán, el especialista de
la vida espiritual, en la relación con la naturaleza; de especial
importancia es su papel frente a la llamada humanización del espacio
para hacerlo territorio.
Así, entre los diferentes grupos indígenas, no se encuentran tan
sólo descripciones y conocimientos sobre la naturaleza, sino la
naturaleza insertada en la cultura a través de los mitos, las tradiciones
e innumerables espíritus. Es una naturaleza plena de significados,
tratada ritualmente.
Edgardo Cayón y Silvio Aristizábal, al investigar sobre los em-
berá-chamí de Risaralda, concluyen que: el sistema de creencias
indígenas dentro del cual incluimos sus conocimientos botánicos
y sus modelos de acción, constituyen sobre todo respuestas de tipo
adaptativo (y por tanto con valor de sobrevivencia) a la interacción
hombre-naturaleza-cultura a través de procesos históricos durante
los cuales ella transforma el sistema y es transformada por él
(Cayón, E. y Aristizábal, 1980: 7).
Yes que el conocimiento mítico no existe separado de las prácticas
cotidianas y es a través de la práctica rutinaria misma, del cono-
cimiento de la práctica, como dice lsacsson ( 1994), como se llega
al conocimiento del significado.

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IV
LOS PROC ESOS ECON OMIC OS PRIN CIPA LES

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EN LA ECONOMlA chocoana predominan los procesos productivos
primarios. la nlinerfa de oro y platino, la agricultura, la pesca, Ja
explotación de madera y en algunas zonas la ganadería. El comercio
es ahora una actividad concentrada en agentes de origen no cho-
coano. quienes remplazaron a los comerciantes que vivieron el
auge minero con el establecimiento de la Chocó Pacífico en 1920.
Ciertas caracterí ticas del departamento, tales como la precariedad
de las vías de acceso y la inexistencia de un mercado interno
regional. inciden en los proces os económicos. Los mercados se
fragmentan en una serie de circuitos relativamente aislados, orien-
tados alrededor de las cabeceras urbanas, tanto por la ineficiente
integración física intrarregional, como por l a mayor influencia de
otras regiones sobre ciertos sectores del departamento. El Chocó
asume así la forma de subregiones articuladas a otros polos de
desarrollo, alrededor de algunos productos con destino extradepar-
tamen tal y débiles lazos entre sí.
Así por ejemplo, el Bajo Baudó y Nuquí tienen mayor interre-
laci ón con Buenaventura; San José del Palmar con el Valle del
Cauca; El Carmen de Atrato con Medellín; Acandí, Riosucio y
U nguía con el Urabá antioqueño. En resumen, puede ser más im-
portante el vínculo económico hacia fuera que hacia dentro del
departamento.
Las actividades relacionadas con la explotación de recursos na-
turales renovables y no renovables, carecen de una estructura de
transformación de bienes que permita canalizar los excedentes ge-

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nerados de las actividades de explotación minera o maderera para
reinvertidos en la región. El Chocó es entonces un generador de
riquezas hacia otras zonas del país y aún del exterior, pues los
recursos que se explotan se transforman y se convierten en mer-
cancías fuera. Esto ha convertido al departamento en importador
de la mayoría de los bienes de consumo y aún de bienes procesados
que de allí se extraen, como cierto tipo de maderas.
Los altos costos de inversión, la carencia de servicios básicos,
sobre todo viales, son algunas de las trabas que impiden la creación
de industrias capaces de ofrecer empleo y beneficio a la población
departamental y servir como punto de expansión de las actividades
tradicionales .
Debido a la debilidad de " la economía departamental, se vuelve
más notable la dependencia que tiene la población del sector público,
como fuente de empleo más estable,, (CIDER-SIP, 1991: 29).
Esta característica refuerza la debilidad de infraestructura eco-
nómica, pues buena parte de los recursos departamentales los ab-
sorbe la nómina oficial. No es tampoco un secreto l a existencia
de corrupción en el manejo de los dineros públicos y la ardua y
constante lucha por el control institucional por parte de los distintos
ectores políticos locales.

La producción agrícola y pecuaria

Si bien existe poca información actualizada, la información dis-


ponible plantea que el área total dedicada a las actividades agro-
pecuarias es reducida, ya que se estima que casi el 60% del territorio
en explotación se dedica a las actividades de minería y explotación
forestal.
"t El Departamento Nacional de Planeación calculaba que hace
diez años cerca del 42% de la tierra se dedicaba a la agricultura.
Desde entonces la frontera agrícola se ha expandido especialmente
al norte y nororiente, pero aún predominan la minería y la explo-
tación forestal.

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Los productos agrícolas principales son el plátano, el arroz, la
caña, el maíz y el banano. Otros productos menores son frutales
como el borojó y el chontaduro. Desde el punto de vista del volumen
de la produccción, el plátano ocupa el primer lugar. Le siguen la
yuca, el arroz secano y la caña panelera. Por superficie sembrada
el maíz tradicional es el producto más importante.
Quibdó sirve como centro de acopio y exportación de productos
agrícolas hacia fuera del departamento y hacia otros municipios
de la región. Este papel está dado tanto por ser puerto fluvial,
como por su conexión con las principales vías terrestres del de-
partamento: Quibdó-Medellín; Quibdó-Tadó-Pereira; Quibdó-Istmi-
na-Condoto•
Aunque Quibdó es el centro comercial más importante del de-
partamento, cabe destacar a los municipios de Istmina y Tadó como
centros ubregionales .
..,.Es indudable que el producto con mayor circulación dentro del
departamento es el plátano, alimento básico en la dieta diaria y a
la vez es el qu~ más se exporta; le sig ue el arroz que se produce
en el medio Atrato y especialmente en el alto y bajo Baudó, con
linütadas condiciones técnicas.tt
Los n1unicipio de Riosucio. Acandí, U nguía y San José del
Palmar muestran una tendencia mayor a la exportación, en vez de
abastecer mercados internos. Ello refleja tanto las limitaciones de
la conexión vial, especialmente con San José del Palmar, como la
importancia que tiene la actividad agrícola en la zona del Urabá
chocoano. En contraste, los municipios de Alto Baudó, Istmina y
Bojayá tienen mayores niveles de comercio con otros municipios
del Chocó.
En San José del Palmar y El Carmen de Atrato tienen relativa
importancia las hortalizas y el café. Aunque no hay datos
precisos para estos dos municipios , se considera que El Car-
men comercia básicamente con Bolívar (Antioquia) y Quibdó y
San José del Palmar con Cartago (Valle). San José no tiene ninguna
vía que lo conecte con el resto del departamento, como ya se ha
dicho .

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La ganadería en el departamento se limita básicamente a satisfacer
el consumo local. Las zonas más ganaderas son los municipios de
influencia colonizadora, como Acandí, Unguía, Riosucio, El Carmen
de Atrato y San José del Palmar. La ganadería se ubica básicamente
en la región del Urabá chocoano y en el sur-oriente del departamento.
En el Urabá, los colonos iniciales fueron reemplazados por grandes
ganaderos, por lo general propietarios ausentistas; los pastos rodean
los resguardos indígenas y desplazaron a los campesinos negros.
Durante años los indígenas y la población negra utilizaron la
caza tradicional para el consumo familiar; el venado, la guagua,
el perico, el saíno, hoy agotados en las selvas chocoanas, proveían
de proteína animal a las familias asentadas en el sector rural. La
explotación intensiva, la introducción de nuevas tecnologías y la
falta de políticas sobre manejo y conservación de estos recursos,
llevaron al ecocidio f aunístico de especies propias y la dependencia
de la ganadería.
De ·de el punto de vista jurídico, la mayor parte de las tierra
cultivadas están cubiertas por la reserva forestal del Pacífico, Jo
cual implica lim = )nes para su titulación. Este hecho fue manejado
mediante canale!) adicionales de reconocimiento y legitimación
.1

de la apropiación y de la propiedad territorial entre las familias


negras y entre los indígenas y no estuvo exento de conflictos y
roce ·, especialmente en áreas colindantes.
Paulatinamente se presentaron presiones para levantar áreas de
reserva, bien con destino a nuevas zonas de colonización (Urabá
chocoano especialmente y alrededores de poblados costeros), bien
para los indígenas, bajo la forma de resguardos o reservas especiales.
Los campesinos negros presenciaron la conformación de nuevos
derechos, unos individuales, otros colectivos, que modificaron los
acuerdos de la tradición y no los tomaban en cuenta.
. .
Al gunas organ1zac1ones popu 1ares, ACIA 1 y OBAPO 2 , y otros ac-
tivistas negros, intentaron que la Asamblea Nacional Constituyente

l. A sociación Campesina del Medio Atrato.


2. Organización de Barrios Populares.

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de 1991 considerara la necesidad de reglamentar los derechos te-
rritoriales de los campesinos negros y los tomaran como grupo
étnico cultural. Después de numerosas discusiones obtuvieron el
artículo transitorio 55. El artículo consideró la necesidad de re-
glamentar dichos derechos para los habitantes rurales ribereños de
los ríos de la cuenca del Pacífico~ para ello se creó una Comisión
E pecial, con participación de entidades del gobierno, delegados
de las con1unidades negras del Pacífico, algunos políticos y expertos
en el tema. Esta comisión, después de un arduo trabajo, propuso
la ley que reglamentó el artículo transitorio, la ley 70 de 1993.
Nuevas comisiones deberán dar forma a los derechos territoriales
y a las garantías de respeto étnico cultural y el acceso a mecanismos
de fomento social y económico.
Es claro, sin embargo, que el desarrollo agropecuario del Chocó,
por su biodi ver idad y por I a fragilidad del suelo, debe estar su-
peditado a determinadas áreas. El Chocó no tiene definitivamente
una vocación agropecuaria y la expan ión de esta frontera va en
detrimento del equilibrio ecológico y fundamentalmente de las cul-
turas rurales afro y amerindias.
Está vigente la pregunta sobre cómo puede llegarse a un nuevo
balance dados los cambio · en las formas de apropiación territorial,
en los equilibrios interétnicos de distribución territorial, en los
modelos de explotación agrícola y frente al uso no de tructivo de
la biodiversidad.

La pesca artesanal

El Chocó, por su posición geográfica y su biodi versidad en el


ecosistema, tiene tanto en sus ríos como en las costas, un enorme
recurso pesquero. El litoral Pacífico chocoano es la zona de gran
potencialidad para la captura, comercialización y procesamiento
de productos marinos .
La Costa Pacífica chocoana, según Takahisa Mituhasi, tiene una
extensión aproximada de 650 kilómetros sobre el mar y se divide

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en dos partes: la parte sur, desde el límite con el departamento
del Valle hasta el Cabo Corrientes y la parte norte, desde éste
hasta la frontera con Panamá.
La parte sur se caracteriza por la selva del mangle y los esteros;
Ja plataforma continental es estrecha y los pueblos está:1 asentados
en las bocas del río y de los esteros.
En la parte norte, el fondo marino presenta un declive abrupto
y Ja montaña se aproxima a la orilla del mar; las comunidades se
asientan principalmente en las playas (Takahisa, 1992).
A lo largo de la zona costera del Pacífico chocoano hay unas
sesenta comunidades con aproximadamente 900 pescadores profe-
sionales de pequeña escala, según Takahisa: "la forma de pesca
es principalmente individual, existen muy pocos grupos y asocia-
ciones de pescadores. Los aparejos utilizados son también en pe-
queña escala,, (/bid: 10).
Los aparejos y métodos de pesca se clasifican en tres categorías:
pesca con anzuelo, pesca con red y pesca con otros instrumentos.
Cada uno tiene s u s técnicas y objetivos propios. La introducción
de materiales pesqueros como el nylon o el paño de red, si bien
están difundidos, son caros para los pescadores artesanales.
Dice Takahisa que "La n-zayor[a de los pescadores se dedican
a sus actividades de pesca en lugares cercanos al pueblo. Una
parre de e llos salen a pescar lejos, en g rupo, y realizan su actividad
,nientras se encuentran hospedados en pueblos cercanos al sitio
de pesca. El esfuerzo pesquero está con centrado en los peces ben-
tónicos de carne blanca. La capacidad de las embarcaciones uti-
lizadas está haciendo muy limitados los sitios para las faenas
destinadas a La captura de los peces bentónicos" (Takahisa, 1992:
15-17). Dicha tendencia hace que los pescadores en la actualidad
se alejen más y más de las comunidades para realizar su faena,
elevando los costos del transporte y de la actividad.
Los buques arrastraderos de la pesca comercial hacen su faena
en alta mar y a veces cerca de la costa; botan al mar los peces
no aprovechados y causan el agotamiento de recursos pesqueros
en la zona. Por ello y por la falta de recursos tecnológicos para

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la conservación y manejo del pescado y demás productos marinos,
la actividad pesquera es de consumo familiar y los excedentes son
para la comercialización local y eventualmente se llevan a Bue-
naventura y Quibdó.
Para la conservación del producto utilizan la técnica del secado
al sol y el ahumado; en unos pocos sitios existen cuartos fríos y
cavas de hielo donde se almacena el pescado para comercializar.
En general, el proceso de conservación es un cuello de botella
para el pescador artesanal que no puede utilizar la técnica de con-
gelación del producto fresco, pues carece de los recursos financieros
y tecnológicos que se lo permitan.
, La comercialización se realiza por vía aérea hacia Bahía Solano
y Nuquí o por el mar hacia Buenaventura.
En general, tanto para el norte como para el sur, los intermediarios
s on quienes se encargan de la comercialización del pescado, sobre
todo el de carne blanca, y el de los camarones. Los precios de
compra son muy bajos. Los intermediarios suelen hacer el negocio
al fiado con los pescadores artesanales y les proporcionan facilidad
para los aparejo de pesca, combustible. hielo y medios de sub-
s istencia.
En varias comunidade se produce pescado seco salado y ahumado
para autocons umo o la venta en los mercados locales. Lo pe cados
-.;alados y ahumados son parte de las comidas típicas, con variedad
de preparaciones locales.
Desde hace algunos años se intenta, aún débilmente, la producción
de enlatados (Nuquí) y precocidos con destino al interior.
Las comunidades asentadas en los ríos Atrato y Baudó y en el
San Juan, utilizan las viejas técnicas de salado, ahumado y secado
al sol y buena parte de la producción se consume localmente. La
hoya del río Atrato en la parte media y baja es la más rica y
abundante en especies tales como bocachico, sabaletas, bagre, den-
tón, sábalo, barbudo. El río Baudó también tiene recursos pesqueros
considerables.
Para eJ río San Juan es interesante resaltar los estudios que indican
que el río no tiene los nutrientes necesarios para albergar una

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abundante fauna acuática que sirva de alimento a los peces del
sistema hídrico. Es probable que la alta concentración de sólidos
en suspensión, como consecuencia de la actividad minera, sea un
factor que aleje los peces de la zona. Otro factor que puede afectar
la abundancia de la ictiofauna, es la introducción del tucunare
(cichla ocellaris), pez carnívoro de la cuenca amazónica traído
hace aproximadamente 20 años; este pez pudo depredar a las es-
pecies del río San Juan, muchas de ellas endémicas (SER, 1991).
El estudio del Instituto SER sobre impacto de la minería plantea
que "las acciones desarrolladas por la minería industrial que pro-
ducen impactos adversos de magnitud alta y de alta importancia
en la actividad pesquera en el San Juan son las disposiciones de
lodos, el draf?ado y la separac ión de mercurios. Los vertünientos
y la disposición de aceites de la minería se,niindustrial afectan
la fauna acuática" (/bid: 113).
El SER resalta el impacto sobre la ictiofauna pues en "las co-
rnunidades de organismos acuáticos se destruyen los nichos donde
estas cornunidades se asientan. Los peces, por el incremento de
los niveles de sólidos en el agua, así conzo por la escasez de
alin1ento.,. son alejados de las zonas de actividad de esta ,ninería,
ocasionando una disn1inució11 de la oferta alimentaria a los po-
hladores del lugar" (/bid).
El uso del mercurio en la actividad minera constituye otro efecto
negativo para la fauna acuática. Según el estudio ya mencionado,
las concentraciones de mercurio en los peces son altamente
preocupantes; por ejemplo, a dos ejemplares de sábalo se les
realizó un análisis y se encontraron concentraciones alarmantes
de mercurio en el tejido muscular y en el visceral (entre 1.4 y
2.4 Mg/kg).
En legislaciones de "países como E. U. y Suecia, el límite per-
ntitido de mercurio en tejido de peces es de 0.5 Mg/kg., lo que
revela la enorme rnagnitud de este impacto adverso en la fauna
acuática del río San Juan" (]bid: 12).
El mercurio analizado se encuentra acumulado en los teji d os,
lo que indica q ue los peces vienen recibiendo este contaminante

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en dosis pequeñas, pero en un tiempo largo, dado el tamaño de
los ejemplares analizados.
En los ríos Atrato, Baudó y afluentes como el Capá, Andágueda
y Tumutumbudó, el uso del taco de dinamita tiene un impacto
adverso sobre la fauna acuática. Igualmente, el barbasco y los
fungicidas utilizados para el tratamiento de las maderas, inciden
e normente en el deterioro de la fauna acuática.

Deforestación y otras actividades forestales

Ya se destacó cómo el territorio chocoano contiene la proporción


más e levada de endemismo específico de todo el continente (Gentry,
1990: 41 ). Sin embargo, s ufre hoy día, la tala inten s iva e indis-
c rimin ada de los bosq ues. En un proceso que se refuerza interna-
mente, las escasas oportunidades de ingresos adicionales a la
agricultura inducen a los campesinos a partic ipar en las talas para
l as grandes compañías madereras, o a formar s u s pequeños aserrío~.
Pero e l empobrecimi e nto del bosque y del ecosi5tema. aumentan
e l empobrecimiento de l as comunidades rurales (ver OJAR. 1987:
40 y DNP, 1988).
La sobre-explo taci ó n de los bosques trae con s igo el desequilibrio
del ecosistema: erosión, pérdida de nacimientos de agua y desa-
parición de fauna y flora.
Pero, por otra parte, estos mi s mos bosques han sido s ubutilizados
por cuanto se explotan sólo las especies que tiene n interés como
madera. pero no se aprovecha la diversidad existente.
La explotación de maderas se concentra en el Urabá (Riosucio,
Acandí y Unguía), en la zona del Atrato medio (Bojayá y Quibdó),
en el bajo San Juan ( Istmina) y en el litoral Pacífico.
Sobresalen como especies de madera, típicas del norte chocoano,
la asociación pancanal 3 , la asociación catival, la que comprende
las especies de cedro, quino, tanjeras, caoba, roble y ceiba toluá~

3. Formación boscosa típica de la región chocoana.

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la asociación entre sande, guaseo, caimo, nuánamo y la del abarco.
En el centro, el pino, abarco, anime, sande, aserrín, carrá, cedro,
la asociación manglar y nato.
Numerosas discusiones han surgido en los últimos años sobre
los permisos de aprovechamiento forestal, discusiones que han re-
corrido las instituciones regionales y nacionales y dividen en oca-
siones a las propias comunidades en bloques antagónicos. Si bien
se ha ampliado la conciencia general sobre la importancia de mo-
dificar las forma rapaces de aprovechamiento, los intereses que
giran sobre la explotación maderera son fuertes y numerosos y se
enraízan localmente.
Los problemas se inician con el otorgamiento y continúan con
el control y la vigilancia sobre volúmenes, áreas, especie y sitios
de explotación. Las deficiencias son ampliamente conocidas, es-
pecialmente en la delimitación de áreas y especies. En estos años
se han pre entado conflictos, por la sobreposición de permisos de
explotación con lo resguardos indígenas y territorios de otros po-
bladores locales . Ciertas zonas de Juradó, alto Andágueda y Tanela
o Rios ucio, son ejemplos de lo anterior. Los mayores volúmenes
de madera movilizados en 1990 y 1991 , provinieron de Riosucio.
En los Anexos Nos. 1, 2, 3 y 4 se describen los permisos otorgados
en esos años.
A raíz de las discusiones promovidas en 1 992 y 1993 por los
delegados comunitarios de la Conusión Especial de Comunidades
Negra sobre el permiso de explotación denominado Balsa II (Atrato
medio). se evidenció una vez más la precariedad en la toma de
decis iones para el otorgamiento de los permisos. Los permisos
adolecen de una delimitación precisa y se otorgan principalmente
a grandes co1npañías madereras. Por ello es de la mayor importancia
incorporar las comunidades en la toma de decisiones y en la vi-
gilancia del cumplimiento de las condiciones de extracción para
evitar que se exploten especies no autorizadas y mayores volúmenes
de los permitidos.
Si analizamos los volúmenes por especie movilizados en 1990-91
encontramos que el cativo (204.488.78 m 3 para 1990 y 110.303.62

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m 3 en 1991 ) representa e l 74.57% de las especies movilizadas.
Como ya se dijo, e l cati val es importante para mantener estable
e l cauce de los ríos y regular los nutrientes y frutos de las aguas
que contribuyen al soporte de comunidades animales acuáticas (Du-
rán y otros, 1989; ver Cuadro N º 12).

CUADRO Nº 12
VOLUMEN DE MADERA MOVILIZADO POR ESPECIES.1992

Especies Volumen (m3 ) Porcentaje (%)

cativo 204.488,73 74,57


cedro 15 .343,74 5,59
c h a nú J 2.573,8 l 4 ,56
abarco l 0.327,60 3,76
güino 11 .940.20 4,35
otras l 0.578,88 7, 14

TOTAL 274.293.01 100,00

FUEN1 E CODLCHOCO, D1v1sión de Recursos Naturalt:s, 1992.

En las regiones donde predomina e l fenómeno de colonización


( Urabá c h ocoano y zona de influ encia de Ja carretera al océano
Pacífico), la t ala deJ bosque ha ocasionado ya irreparables daños
ecológicos. Est o contribuye a la progresiva pauperización de las
c ulturas c h ocoan as y hace urgente establecer proyectos alternativos
de reposición n atural . Es necesario estudiar la gama de posibilidades
económi cas de los productos menores (res inas, gomas, aceites, látex,
e tc.). Apenas se inicia eJ conocimiento del papel del bosque en
las comunidades rura les y s u formas de uso , el empleo de tecnologías
tradicionales eficientes e n su explotación y el papel de la familia
como unidad básica de producción, manejo y conservación del
a mbiente.
Los permisos pequeños , denon1inados pers istentes de explotación
forestal, corresponden a la clase D (200 m 3 de madera en bruto) ,
inciden tambié n de manera adversa en la degradación del ambiente
por s u concentración en los ríos y quebradas.

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Los precarios recaudos por aprovechamiento forestal reflejan la
falta de eficiencia estatal (ver Anexo Nº 5). La ausencia de proyectos
de uso , manejo y conservación ambiental que aprovechen de manera
no destructiva los recursos es también evidente.
La presión hacia la explotación rápida de maderas y la falta de
una estructura institucional eficiente que permita enfrentar la des-
trucción de los bosques, hacen temer que en corto tiempo el Chocó
habrá perdido buena parte de su cubierta vegetal. Todavía no pros-
peran los proyectos de conservación y manejo sostenido del recurso
bosque en interacción con los modelos culturales existentes.

La minería, presencia renovada

La minería ha sido el hilo histórico de unión del Chocó con el


país y el exterior, su marca como zona de frontera, como al comienzo
se señaló. Impregna la vida social regional, plena de múltiples
significados culturales.
En el Chocó la actividad minera se puede clasificar, según la
técnica de explotación. en minería artesanal, sen1iindustrial y mi-
nería indu strial (ver Anexos Nos. 6. 7. 8 y 9).
Las principales zonas mineras se encuentran en la c uenca del
río San Juan, en especial en Istmina, Condoto y Tadó.
La explotación del oro aluvial se realizaba y aún se practica
marginalmente, a través del llamado barequeo. Las técnicas del
barequeo. según el tipo de mina, son el hoyadero, la manga y el
zambullidero, en la denominación local. La población afrochocoana
ha utilizado como instrumentos tradicionales bateas, almocafres,
barretones, mates, canaletes.
La minería artesanal se practica por grupos de l O a 12 personas
denominados cuadrillas . Cada cuadrilla tiene un jefe y básicamente
están conformadas por familiares, aunque incorporan también, oca-
sionalmente, compadres o amigos.
La actividad minera varía según las condiciones estacionales y
las de la mina misma. Se trabaja cada yacimiento a lo largo de

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ríos y quebradas con técnicas apropiadas a sus características. En
el curso del año, la explotación se ajusta al caudal de las fuentes;
en las épocas con mayor caudal (mayo, noviembre) se buscan nuevas
minas o se detiene la actividad; en el verano, (diciembre, enero,
febrero) se modifica el acceso a las minas, lo que obliga a la
suspensión de actividades. La técnica de zambulleo, por ejemplo,
se utiliza más en esta época. Cuando no se puede practicar la
minería, los hombres aprovechan para trabajar en las distintas par-
celas (ver Torres, T., 1989).
Las redes de los troncos familiares determinan Jos derechos sobre
los terrenos y cauces mineros y sobre el reparto de las utilidades.
Quienes tienen un derecho sobre una mina pueden ceder a otros
su usufructo y reciben por elJo utilidades preestablecidas. También
pueden conforrnar una conzpañía con tres tipos de participantes:
el dueño de la mina. los asociados por utilidades y los obreros.
quienes trabajan por jorna1.
En la mayoría de los casos. la minería artesanal se complementa
con la agricultura, la pesca y la caza. pero la minería es el eje
social y cultural de la mayoría de la población negra . .. La ,nineria
y su producto final, el oro, nos dictan qué hacer y qué no hacer
todo 111onzento". dice Tomás Torres (/bid: 30), refiriéndose a Neguá.
Como innovaciones tecnológicas de la minería artesanal, se in-
trodujeron hace unos años los motores estacionarios de gasolina
(entre 9 y 15 H.P.), las motobombas y la draguetas. Su utilización
fue aprendida de las zonas mineras de Antioquia, en especial en
Nechí, Zaragoza. El Bagre y Machuca, donde emigraron mineros
negros por algunos años; de allí muchos volvieron con ahorros,
que dedicaron a la maquinaria.
Los pequeños motores impulsan la succión de agua, que se aplica
a una peña 4 ~ el material pasa a un canalón, donde se clasifica.
Las motobombas pueden emplearse también dentro del río donde
se trabaja con buzos, hasta 5 y 6 mts. de profundidad.

4. En el habla local se denomina peña a los montículos de tierra o a la banca de los


ríos.

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Los costos de una motobomba (alrededor de un millón de pesos)
y e l capital de trabajo necesario para comestibles, campamento y
combustible, llevan a la búsqueda de apoyo financiero. Algunos
comerciantes financian entonces las compañías, compuestas al me-
nos por tres mineros y un maquinista.
Desde mediados de los años 80 se han extendido las motobombas
y draguetas; su número es difícil de precisar,. pues no operan con
licencia, pero se encuentran en toda el área minera del San Juan,
con mayor concentración en Lloró, Bebará, Bebaramá, Condoto,
Andágueda y los ríos Zuruco e Iró.
Para el trabajo con motobombas se realiza un acuerdo con quien
tiene el derecho sobre el terreno; este recibe un puesto dentro del
negocio, que equivale a un porcentaje de las ganancias. El dueño
de la motobomba quien suele ser el jefe del grupo, recibe otro
porcentaje y los otros socios, uno menor. Los comerciantes que
fían los equipos o los víveres, suelen comprar parte del producto
formando una cadena de dependencias característica de las zonas
mineras, pero que al parecer no es tan importante en el Chocó
como en otras regiones.
El empleo de motobomba y draguetas eleva los ingresos de los
asociados y modifica la organización minera artesanal en varios
sentidos. La compañía son casi exclusivamente masculinas, se
tienden a convertir en actividad permanente y toman características
de pequeña empresa.
También se presentan disputas y enfrentamientos sobre los de-
rechos de explotación de ciertas minas. Algunos dirigentes plan-
tearon que "'en los núcleos familiares que pertenecen a un tronco
compuesto por cinco, siete o hasta quince familias, una vez que
la mina entra en producción co,nienzan los problemas, pues ya
no se tiene la mis,na estructura organizativa para la explotación.
Ya no están ligadas a la posesión familiar sobre una determinada
extensión de tierra para los diferentes ramajes".
La explotación con motobombas y draguetas causa impactos ad-
versos en quebradas, ríos y zona selvática; contribuye al deterioro
de la fauna acuática por el efecto de desechos y el uso del mercurio

108

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y deja hoyos en las áreas intervenidas, que se convierten en zoo-
criaderos de mosquitos y zancudos (ver Anexo Nº 6).
Numerosas creencias sobre el oro alimentan prácticas rituales,
algunas secretas. EJ minero recela y desconfía. Debe protegerse
continuamente de otros. El oro, dicen, está vivo, camina, corre.
Si la persona "es ambiciosa y tiene ansia, se vuelve agua". Si no
reparte las ganancias de la mina con sus parientes, el oro huye.
Es preciso dar ganancias a los familiares que tienen derechos sobre
el terreno y en general, es necesario compartir las bonanzas con
la parentela5 .
Por su parte, el barequeo, principalmente llevado a cabo por
mujeres, se ha reubicado alrededor del trabajo minero semiindus-
trial. Los pozos abiertos por las retroexcavadoras son trabajados
por enjambres de barequeros, mujeres, niños y algunos hombres,
que s iguen paso a paso el trabajo de las máquinas.
Se entiende por minería semiindustrial la realizada por empre-
sarios con equipos de retroexcavadoras y motores estacionarios de
80 H.P. de potencia. Como equipo de apoyo usan clasificadoras
del material, volquetas, canalones. Cada retroexcavadora tiene un
costo entre 150 y 200 millones de pesos y el motor alrededor de
20 millones de pesos, lo que implica inversiones alta .
Genera excedentes apreciables para los propietarios, en su gran
mayoría paisas y cambios importan tes en las estructuras sociocul-
turales de Ja población nativa y en el ambiente natural.
Esta minería inició su auge alrededor de 1985, con la afluencia
de empresarios de la zona minera antioqueña, atraídos por el precio
del oro y la tranquilidad de la región.
El número de retroexcavadoras en el San Juan, típicas de la
minería semiindustrial, para 1992 era aproximadamente la si-
guiente :

5. L a parentela es una red extensa de familiares. afines y consanguíneos, por línea


tanto materna como paterna y sus límites cobijan varias generaciones. A la parentela
con sanguínea y afín se asocian los compad res que se convierten en parientes una vez
estab lecido el vínculo.

109

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Condoto: 45 retroexcavadoras
Istmina: 1O retroexcavadoras
Tadó: 13 retroexcavadoras

Los impuestos que se han logrado recaudar en los diferentes mu-


nicipios no se compadecen con el deterioro ambiental que producen.
Adicionalmente, el oro extraído se vende y registra fundamental -
mente en Antioquia y Risaralda, pues allí lo declaran los comer-
ciantes, de manera que se evaden las regalías locales.
Efectos inmediatos son la afluencia de inmigrantes como traba-
jadores de la minería o comerciantes, con un aumento del costo
de vida en la región. La demanda por vivienda, por ejemplo, elevó
notablemente el valor de los arrendamientos. Los cascos urbanos
de la región han recibido un flujo de población foránea, alrededor
de la cual se intensifican la prostitución y el consumo de alcohol.
Otra de las modificaciones es Ja generalización del arrendamiento
de terreno , que rompen los derechos de la red f amiJiar más amplia
y generan tensiones dentro de ella.
La extracción del mineral por las retroexcavadoras ocasiona un
in1pacto de gran magnitud sobre la vegetación de vega. Se destruye
no sólo la capa vegetal sino las geoformas, hecho que hace difícil
y n1uy lenta la recuperación de la cobertura vegetal (SER CONSUL-
TORES, 1991). Hasta el presente no se ha logrado el relleno de
los pozos que dejan, que in1plican una inversión adicional para
los empresarios.
Al disminuir la vegetación con sus diferentes estratos se elimina
el hábitat de muchas especies de vertebrados, que aunque no de-
saparecen, disminuyen su capacidad de adaptación y supervi vencía
en el nuevo hábitat invadido (/bid: 92).
Este tipo de minería no contempla normas mínin1as de manejo
ambiental y puede considerarse como depredadora en cuanto a lo
físico-espacial.
La minería industrial en el Chocó se limita a los trabajos realizados
en la subregión del San Juan por la compañía conocida en la ac-
tualidad como Mineros del Chocó. El trabajo se realiza mediante

11 O

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dragas estacionadas en distintos lechos (ver Anexo Nº 9). Hoy en
día sólo se encuentran en servicio tres dragas ubicadas en la zona
de Condoto, con unos 300 trabajadores.
Héctor Melo en su investigación sobre la inversión foránea en
el oro señala que los capitales británicos estuvieron asociados al
inicio de las operaciones mineras mecanizadas en el Chocó (Melo,
H., 1985).
En l 907, el presidente Rafael Reyes otorgó al general Cicerón
Castillo una concesión para realizar operaciones mineras en el río
Condoto. Castillo formó una compañía en Bogotá~ realizó trabajos
de prospección e inició luego modestas operaciones hidráulicas.
Las dificultades que enfrentó Castillo, lo llevaron a ofrecer su
concesión en venta a la compañía inglesa Consolidated Gold FieJds,
que realizó negociaciones con el oferente y forn1ó la Anglo-Co-
lombian Development Co., para conducir sus operaciones en el
río Condoto. Esta compañía inició la compra de otra serie de propie-
dades adyacentes pertenecientes a antiguos adjudicatarios (/bid).
En 1912 la Anglo-Colombian e tableció un campamento en An-
dagoya y con una draga de vapor traída de Inglaterra, inició ope-
raciones en julio de 1915. Operó esta draga en el Chocó algo más
de 40 años, hasta su traslado al departamento del Nariño, río Telembí
(Melo, H., 1985).
En estos años se produjeron intensas disputas sobre títulos de
propiedad y litigios con quienes reclamaban derechos de posesión
sobre los yacimientos del río Condoto. Una de las disputas más
importantes fue interpuesta por Henry Granger, un norteamericano
que había estado en Colombia desde 1889 realizando exploraciones
en los lechos de los ríos Atrato y San Juan. Granger había obtenido
adjudicación de títulos sobre extensas áreas que él consideraba
dragables. Una de estas áreas era el río Condoto, desde su desem-
bocadura hasta la isla llamada Bazan.
Héctor Melo dice que Henry Granger formó la compañía Pacific
Metal Co. y después de varias disputas legales, logró un acuerdo
con la Anglo-Colombian Development Co. Se formó así la compañía
South American Gold and Platinum Company, como compañía hol-

111

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ding donde estaban representadas las dos anteriores. En 1916, como
s ubsidiaria de la nueva compañía, hizo su aparición la Chocó Pacífico
con un capital declarado de cien mil pesos (Melo, 1985: 42).
El holding anglo-norteamericano importó dragas y grúas, am-
pliando la infraestructura existente en Andagoya convertido en cen-
tro administrativo minero. Se elevaron allí dos pueblos separados
por el río Condoto: el de los obreros negros, Andagoyita y el de
los administradores anglo-norteamericanos, Andagoya. Los del pri-
mero no podían deambular por el segundo, contruido este como
campamento de ultramar, segregado del entorno social.
Auspiciada por la South American Gold and Platinum Company,
nació la International Mining Corporation que controló la Compañía
Chocó Pacífico S.A., la Compañía Minera de Nariño S.A., la Fron-
tino Gold Mines Limited y la Consolidated Gold Dredging Limited.
Entre 1948 y 1972, la Chocó Pacífico extrajo metales por valor
superior a los 196 millones de dólares . El salario de los obreros,
iempre fue el decretado por el gobierno, mientras los técnicos extranjeros.
gerentes, pilotos de dragas (wincheros). jefes de secciones ( mecánica,
electricidad, bodegas, etc.) devengaban altas remuneraciones.
Durante 1964, una sola drag& remitió a New York 90.000 onzas
de platino. En ese mismo año. las regalías para los municipios
sanjuaneños de Bagadó, Tadó, Condoto, Istmina y Nóvita sumados,
escasamente sobrepasaron los ciento cuarenta mil pesos (SER CON-
SULTORES, cit.).
Se dice que la Compañía Minera Chocó Pacífico con el producto
de la explotación de los recursos naturales del Chocó. aportó el
Yankee Stadium a Nueva York.
Posteriormente, después de casi sesenta años de explotación in-
tensiva, en los años 70. se introdujo el régimen de empresa mixta
con la participación del capital privado y público colombiano
en l a Chocó Pacífico, en lo que se conoce como la colombia -
nización.
En 1974, Mineros Colombianos S. A., en negociación hasta
ahora poco clara, adquirió la Chocó Pacífico por $42 '000.000. La
nueva razón social de la empresa fue Mineros del Chocó S.A.

112

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Pero, dice SER CONSULTORES, "en 1987, entró en crisis la em-
presa, no canceló salarios a los obreros durante dos años. Las
condiciones socio-económicas fueron desastrosas para la pobla-
c ión, los niños se desmayaban de hambre en las escuelas, muchos
estudiantes abandonaron las escuelas y las gentes beneficiarias
de la empresa comían una vez al día cuando conseguían" ([bid:
93, Testimonio de Felipe Ibarguen , Vicepresidente del Sindicato
de Trabajadores).
El gobierno, por ley 13 de enero de 1986, constituyó la empresa
Metales Preciosos del Chocó S. A. y liquidó la anterior empresa.
A los obreros y pensionados se les entregaron bonos o acciones
de la nueva entidad como pago de dos años sin salario. El congreso
a utorizó al gobierno para garantizar una refinanciación hasta el año
2000, norma que luego fue modificada, con grandes sobresaltos
para s u s ya ancianos pensionados (600 jubilados, 328 trabajadores
en 1991 ).
La historia de la Chocó Pacífico es la historia de la debilidad
nacional en las negociaciones con empresas extractivas y de la
explo tación sin beneficios para el desarrollo regional.
El deterioro ambiental de la llanura del río San Juan es una
mue tra fehaciente del impacto humano sobre el ecosistema. El
San Juan sigue bajo el peso de la carencia en servicios y en bienestar.
La época de esplendor de oro y platino pertenece al recuerdo.
En la actualidad, el 95% de la actividad minera en el depar-
tamento del Chocó se realiza en forma ilegal. En buena parte
es to obedece a la excesiva centralización de los trámites para la
so licitud de títulos mineros en las oficinas del Ministerio de Minas
en Bogotá y al desinterés de algunas administraciones municipales
para hacer cumplir las normas establecidas en el Código de Minas.
Es probable que estos procesos cambien con las nuevas dispo-
siciones sobre tenencia de tierra comunitaria y los nuevos controles
so bre los recursos n atu rales q u e impl ican mayores responsabil idades
de los entes regionales y locales.
La producción de oro en el departamento fue de 99 .416 onzas
troy y 41.053 onzas de platino para 1990 (ver Cuadro Nº 13 y

113

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Anexo Nº 10). Toda la transformación de este metal se hace por
fuera del país.

CUADRO N º 13
PRODUCCION DE PLATINO POR DEPARTAMENTOS
ONZAS TROY, l 989- 1990

% variación
Departamentos 1989 1990 89/90

Antioquia 552.47 667.1 l 22.56


Nariño 84.37 110.42 30.88
Chocó 30.281,20 41.053 ,0 35.57
Cauca 316.38 279.10 - ll.78

FUENTE: Banco de la República. 1991.

EJ departamento del Chocó fue el segundo productor de oro en


Colombia hasta 1989. En 1990 aparece en tercer lugar, antecedido
por Antioquia y Bolívar. Sin embargo, este período ha s ido el de
mayor intens ific ación de la actividad minera, lo que sugiere cambios
en el s itio de venta del metal, mas no descenso en la producción.
La nación, a través del Banco de la República, da regalías a los
municipios productores de metales preciosos. Sin embargo las cifras
de los desembol sos no constituyen un indicativo real de la cantidad
de minerales que se explotan en las localidades, pues con frecuencia
no se registran en éstos.
El Banco de la República, con sedes en Quibdó y Condoto,
recibe el oro y platino limpio, es decir, sin impurezas, como los
vestigios de mercurio, pues no disponen en estos lugares de la
tecnología apropiada para separar metal precioso e impurezas. Esto
hace que buena parte del oro salga para la sucursal del Banco en
Medellín, donde la información sobre regalías y sobre el sitio donde
se explota se modifica, pues los comerciantes lo registran como
proceden te de fu era del Chocó.
Por otra parte, los intermediarios y comerciantes que compran
oro de distintas zonas, no llevan un registro municipal.

114

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
La actividad m1nera ha sido central en la historia del Chocó,
de s u poblamiento contemporáneo y sigue siendo eje socio-eco-
nómico. Las modificaciones que ha traído la extracción aurífera
con la proliferación de motobombas, draguetas y retroexcavadoras,
tienen un efecto creciente sobre el medio natural, en particular
s obre la cubierta vegetal ribereña, e l cauce de los ríos y la sedi-
mentación y contaminación de los mismos. La organización negra,
en especial las formas de dominio territorial y organización social
para la producción, también se ven afectadas y a menudo despro-
vistas de medios para sobrellevar nuevos conflictos.

115

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
V
LAS SUBREGIONES CHOCOANAS

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
.")
)
PAN AMA / CORDO BA
/ / ·-
( /
lv --.----.. /
·\,-/

ANT IOOUIA

CONVENCIONES

j I Subreo lón de U robÓ

........ 1111111 Subreg i ón Cen tral

~ Subreoíón del Son Juan

!I 111 IJ Sub reoión del Pacífico

.--·
DEL
CAUCA

4
O e por to mento del Chocó
Subreoiones o 215 l50k
FUENTE . IGAC Atlas Básico de Colombia, 1989.
Pion 'Regional para el Chocó.t9e9-1968 DANE·CIDER / 88. ESCALA

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
EN EL CHOCO se pueden distinguir unidades sociogeográficas
diferenciadas; algunos ensayos de subregionalización 1 , distinguen
cuatro unidades físico-territoriales (CIDER-SIP, 1991: 120-122; ver
Mapa Nº 4) que pueden resumirse así:
- Hacia el noreste, en l a cuenca baja del Atrato, la subregión
de Urabá; está influida por la colonización antioqueño-cordobesa
y se vincula con la Costa Pacífica por lazos naturales y sociales.
Comprende los municipios de Acandí, Unguía y Riosucio.
- Hacia el centroeste, la cuenca alta del Atrato se puede denominar
subregión centrat las actividades económicas más dinámicas se con-
centran en Quibdó y se ha generado un corredor con los municipio
de la vertiente occidental de la cordillera andina. Sus municipios son
Quibdó, Bojayá, Lloró, Bagadó y El Carmen de Atrato.
- En el sur, la cuenca del río San Juan o subregión del San
Juan, ligada a la cuenca marina del Pacífico, hacia donde drena
e te río; su población h a estado más dedicada a la expl otación del
oro. Comprende l os municipios de Istmina, Tadó, Condoto, Nóvita,
Sipí y San José del Palmar.
- En el litoral Pacífico, l a subregión del Pacífico está separada
del resto por la serranía del Baudó; con menor poblamiento, está
más vinculada a la dinámica general de la costa occidental de

1. Ver Plan de Desarrollo deJ Chocó para los años 1958-59 y Plan de Acción Chocó
1988-92. CIDER-SIP. 1991 , trabajos que con varias décadas de diferencia sugieren similares
s ub- unidades regionales.

119

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S ubregión Pacíf i co
( 16 % )

SubregiÓn Son Juan ~

(27%)

Subregi ón Urabá
mrr ( 16%)

..
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SubregiÓn C en trol --- ~
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( 41 %)

GRAFICO 1
Poblaci ón de cada Subre9iÓ-n del Total Depor t o men t ol

S ubregi Ón Pocif, co
( 21 %)
- ~

s ubreg i ó n
(28%)
UrobÓ

- j

Subreg1Ón Son Juan I



~ I
(25%) I

' I

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I
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~
~
- S u br e g ión Centra l
( 2 6 %)

GRAFICO 2
Are o de codo SubregiÓn del Total De por to mentol

F UENTE . CIDER-SI P,1989,Dot oacolcul odoacon b o a ee n C enao1 9 8 5 e IGAC , 19 87 .

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Colombia. Pertenecen a ella los municipios de Juradó, Bahía Solano,
Nuquí, Alto Baudó y Bajo Baudó.
Entre las cuatro subregiones identificadas existe una débil inte-
gración económica y político-administrativa. Las comunicaciones
entre ellas son precarias y lentas. Pero si bien cada una presenta
formas culturales propias, comparten numerosos rasgos que se pue-
den identificar como típicos de adaptaciones socio-culturales de
la región en su conjunto.
En los gráficos 1 y 2 se observa el área ocupada por cada subregión
dentro del territorio departamental y la distribución de población
en elJas, con base en el censo de 1985.

Subregión de Urabá,
de economía tradicional a ganadera

La zona del Urabá chocoano fue ocupada tradicionalmente por


población cuna, parte de la cual hoy en día se encuentra agrupada
en resguardos, mientras la mayoría emigró hacia Panamá.
Al final del siglo pasado, la explotación del caucho, de la tagua
y la raicilla y la apertura de las minas del río Tigre, atrajeron
migrantes de la Costa Atlántica y del interior del Chocó. Una vez
pasado el auge extracti vo, parte de esta población emigró de nuevo
( ver Valencia y Villa, 1991).
En los años 20, Félix Meluk, próspero comerciante que había
llegado al Chocó en la primera década del siglo proveniente de Siria,
estableció allí un ingenio azucarero y plantaciones de banano (infor-
mación recogida en Quibdó, 1992). Ambos ocuparon cientos de obreros
en forma permanente y se convirtieron en factores de atraccion de
colonos2 , e pecialmente de trabajadores negros del interior del Chocó.
Sin embargo, la población cuna fue la mayoritaria hasta la década de
los cuarenta.

2. Valencia y Villa, con base en un informe de la Contraloría de la República, mencionan


700 obreros permanentes en el ingenio de Sautatá y 400 en las plantaciones bananeras.

121

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La gran depresión de la década del año 29, trajo la quiebra de Félix
Meluk y el posterior fracaso del ingenio, que había llegado a tener
ferrocarril propio. Sus inversiones en platino en la bolsa de New
York sufrieron una mengua considerable, y se unieron al estan-
camiento del comercio de oro, dirigido también al exterior. El
ingenio y su infraestructura, compleja para la época, cayeron en
el abandono.
Hacia 1960, la zona recibió un nuevo auge colonizador centrado
en las plantaciones de banano y en la extracción maderera. La
apertura de la vía Medellín-Turbo facilitó el proceso. Para entonces
la población indígena ya se encontraba disminuida y fue colocada
como minoría demográfica y socio-cu ltural. Valencia y Villa (cit.)
mencionan que los cuna pasaron de 5.000 registrados en el censo
de 1912 , a 500 en los años ochenta, reducidos principalmente a
los resguardos de Unguía y Cutí. Un pequeña población emberá
y wanana se aprieta en el resguardo de Tanela. La información
reciente del INCORA en Quibdó registra una población indígena
total en la zona de 387 habitantes.
Las plantaciones bananeras se concentraron en la zona antioqueña
de U rabá, mientras el área chocoana quedó como retaguardia, poco
a poco apropiada por exten os hatos ganaderos, propiedad princi-
palmente de antioqueños. La economía campesina de la población
negra fue paulatinamente desplazada por la ganadería, que hoy
domina e l paisaje de manera abrumadora.
El ambiente ge~gráfico está ligado a las condiciones del Golfo
y a la cuenca baja del río Atrato, en cuya planicie de desborde se
forma una amplia zona pantanosa, con varias ciénagas.
Hasta 1985 se encontraba el municipio con el más alto índice
de crecimiento poblacional, Riosucio ( 4.38% anual); aún recibe la
afluencia de población extradepartamental (Antioquia y Córdoba)
atraídos por la extracción de madera de pequeños y grandes em-
pre arios y de colonos ganaderos.
La subregión de Urabá tiene la mayor porción del territorio de-
partamental, 28%, seguida de la subregión central (26%). Pero en
términos de población, la primera tenía en J 985 el 16%, mientras

122

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• 1

la central albergaba el 41 %. En 1985 un total de 38.386 personas


2
habitaban los 13.410 km del Urabá chocoano, mientras en 1993,
ascendió a 48.003 habitantes, pero la proporción continúa igual
con respecto a la subregión central.

CUADRO Nº 14
POBLACION SUBREGION DE URABA, 1993

Area mpal.
Municipios Total Cabecera Resto Km 2

Acandí 9.555 4.446 5 . 109 1.858


Ri os uc io 27.666 4.554 23. 1 12 10.373
Unguía 10.782 3.464 7.318 1. 179

TOTAL 48.003 J 2.464 35.539 13.410

FUENTE: DANE. Censo de 1993.

Ri os u c io representaba en 1993 más de la mitad de la población


de la s ubregión, pero al mismo tiempo ocupa más de las tres cuartas
2
partes de s u área ( 10.000 km ).
Para 1985 se ob ervó que apenas el 47 .4% de la población de
la s ubregión de Urabá nació en el municipio y el 59.4% en e]
departamento, lo cual hace evidente el origen extrarregional de la
mayoría de la población; no se puede establecer la procedencia precisa
de estos flujos migracionales con los datos disponib\es. Pero se observa
que Rio ucio es el polo receptor de población, mientras que Acandí
e un expulsor neto con tasa de crecimiento negativa, especialmente
para el sexo femenino; Riosucio tiene aún tasas de crecimiento su-
periores a las medias nacionales (CIDER, cit.: 131).
La actividad dominante en la subregión es la explotación de
madera de Riosucio y en menor medida, la producción de ganado
en Acandí y Unguía. Según los datos de la Caja Agraria, el área
cultivada en Riosucio es ya considerable. Si esta actividad se con-
s olida, la expansión poblacional de la subregión se tiende a frenar,
co mo ya se observa en el pasado censo.

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Es interesante anotar que el CIDER encontró en esta subregión
la mayor y más estable proporción de relación salarial dentro del
departamento, mientras que la subregión del Pacífico presenta el
índice más bajo (CIDER, cit.), reflejo del cambio en las relaciones
sociales que desplaza a los nativos indios y negros y sus modelos
tradicionales. Incluso la subregión del San Juan aparece con empleo
más estable y consolidado que la Subregión Central, pero ambas
en una condición inferior a la de Urabá. En pocas palabras, allí
se encuentra el mayor motor de la expansión de las relaciones
salariales, bien en torno a la ganadería, bien a los aserríos. Los
enclaves antiguos, El Carmen y San José del Palmar no tienen ya,
al parecer, la dinámica del Urabá chocoano.
No obstante lo anterior, en términos de estabilidad laboral es la
Subregión Central la que tiene casi el doble de empleados ocupados
más de nueve meses cada año, explicable por el predominio del
sector servicios en ésta, lo que seguramente está relacionado con
un mayor nivel de ingresos para la población ocupada.
En el Urabá chocoano la ausencia de títulos de propiedad de la
tierra contribuyó para que el nativo paulatinamente se quedara sin
ella; aquellos que permanecen, trabajan como obreros en las fincas ,
como aserradores independientes, o como braceros en las empresas
madereras y en los entables mineros.
Pese a la dinámica demográfica y ocupacional que muestran las
estadísticas, el Urabá chocoano sobre ale por tener el índice de-
partamental más alto de necesidades básicas insatisfechas, 87 .1 %.
Sobresale precisamente Riosucio, polo de desarrollo, con 97 .5%
de NBI, que lo colocan en el segundo lugar departamental, después
de Sipí.
Según el DANE en esta subregión apenas el 0.8% de las viviendas
cuentan con los servicios de acueducto, alcantarillado y energía.
De hecho el 57 .7% de las viviendas carece de todos los servicios
públicos; de las viviendas localizadas en la cabecera, apenas el
1.3% cuenta con los servicios básicos. La mayoría de las viviendas
no tiene ningún servicio público, al tiempo que el 0.8% los tiene
todos (DANE, 1985).

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La dispersión de los asentamientos, la concentración del re-
curso docente en las cabeceras municipales, la falta de infraes-
tructura física y la falta de programas de seguimiento y
evaluación marcan la problemática educativa. Los niveles de anal-
fabetismo en población adulta y la deserción escolar en niños son
altos.
Si bien el deterioro de ciertos ecosistemas es uno de los principales
problemas debido al incumplimiento de las normas mínimas de
protección ambiental en los aserríos y por la deforestación que
abre el paso a la ganadería, los contenidos educativos sobre el
a pecto ambiental son superficiales.
Pero, sobre todo, los responsables institucionales otorgan poca
importancia a los procesos de daño ecológico en la subregión,
ocasionados por las compañías explotadoras de madera y la tala
cotidiana del pequeño aserrador.
La minería intensiva es menos frecuente en la zona, pero cuenta
con Ias nuevas tecnologías (draguetas, motobombas) que ocasionan
deterioro de ríos, quebradas y caños.
Ya se observan efecto ambjentales nocivos del turismo en áreas
como Capurganá y Sapzurro. En las palabras de indígenas de la
región "en el pasado hubo abundante comida; mucha guagua,
mucho venao y tatabro, y las ciénagas y ríos tenían buen bocachico
3
y buen pescado,· hoy día ya no se consigue de qué vivir" •
En el Urabá Chocoano 72.000 km2 pertenecen a los parques naturales
de los Catíos y las Teresitas, que podrían servir de base para proyectos
de ecoturismo y etnoeducación con las comunidades locales.
El Urabá está más relacionado en términos de flujos comerciales
y de población con la Costa Atlántica y el Urabá antioqueño, mien-
tras está pobremente articulado con la Subregión Central. Pero si
bien el efecto de su dinámica sobre los mercados departamentales
es débil, el efecto ecológico, social y político sobre el conjunto
departamental es amplio. El proceso de colonización, con sus conse-

3 . Comentarios de Josecito, Cacique Cuna de Arqllfa y Eloy Sanapí. Gobernador de


Jagual.

125

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cuencias sobre la población nativa, sobre los sistemas naturales y
sus recursos de fauna y flora, está acompañado de conflictos que
se extienden y se unen con los provocados alrededor de actividades
ilícitas varias, que erosionan al Chocó en su conjunto, donde las
diferencias socio-raciales se resolvían por medios no violentos.
El paisaje ganadero, que implica potreros limpios, ha devorado
ya miles de hectáreas del otrora temible tapón del Darién. La punta
colonizadora que avanza desde Córdoba se une con los aserríos y
las talas de las empresas madereras; el Urabá chocoano se asemeja
cada vez más a su vecino, con su carga de conflictos sociales y
deterioro ambiental.

La Subregión Central, epicentro departamental

En términos históricos esta subregión ha sido el centro político,


administrativo y comercial, papel que cobró fuerza desde el fin
de la era colonial.
La actividad comercial que se generó en torno al abastecimiento
de las minas del sur, y po teriormente en relación con la explotación
maderera, contribuyó a la consolidación de un núcleo de pobla-
miento donde se organizaron las actividades político- administrativas
más importantes.
Las cuencas alta y media del río Atrato le dan a esta subregión
una configuración ambiental específica, en la que se destaca una
vastísima área de bosque intervenido por agricultura migratoria,
e pecialmente en la vega de los ríos.
Hacia el occidente predomina la formación de bosques hetero-
géneos, sobre la estribación oriental de la Serranía del Baudó (Cor-
tés, Abdón, citado en: CIDER-SIP, 1991 ). El relieve de esta zona
varía desde el rango del ondulado hasta lo muy quebrado. Esto
limita sus posibilidades de aprovechamiento, aunado al clima y a
la superficialidad y pobreza del suelo.
El reordenamiento de la población que se produjo una vez finalizó
la minería basada en esclavos, implicó la dispersión de la población

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negra y la ocupac1on de las riberas de las cuencas alta y media
del río Atrato, eje geográfico y social de la zona. Significó también
conflictos con los indígenas, si bien estos se habían visto obligados
por la presión colonial a remontarse a las cabeceras de los ríos y
afluentes del Atrato como el Neguá, Munguidó, Paimadó, Tanguí,
Beté, Amé, Capá, Bebará, Buey, Buchadó, Domingodó, Chintadó,
Truandó, Salaquí, Tanela y afluentes del río Quito (ver Pardo, M.,
1981: 81).
La población negra desarrolló como patrón de asentamiento, las
viviendas y caseríos ribereños dispersos, de baja densidad demo-
gráfica, comunes también al resto del Chocó como se ha mencio-
nado. La producción se dirigió a la agricultura itinerante y la minería
artesanal, ambas articuladas entre sí en un ciclo de aprovechamiento
anual. Los recursos de ríos, ciénagas y de la selva vecina, sirvieron
de . oporte a la economía rural.
La rotación de pequeños cultivos de plátano, maíz, caña de azúcar,
di tantes entre s í. trabajados con apoyo de una densa red familiar
y de lazo de con1padrazgo, guarda marcadas similitudes con los
modelos emberá y wanana. Los diferencia, sin embargo, la com-
po ición del grupo de parientes y la minería del oro que los
indígenas no practican, mientras, dice Tomás Torres, "La minería
ha estado presente en toda la vida de mi pueblo" (Torres, T.,
1989: 30).
En los cascos urbanos, sobre todo en Quibdó, se concentró la
pob]ación blanca, siempre minoritaria. A Quibdó llegaron a finales
del s iglo pasado refugiados de las guerras civiles, provenientes
especialmente de la Costa Atlántica. Los lazos político-admi-
nistrativos con el Cauca también atrajeron familias de ese origen.
En las primeras décadas del siglo Quibdó recibió inmigrantes
de procedencia siria y libanesa; la mayoría llegaron directamente
de sus países de origen, pero otros vinieron de la Costa Atlántica.
Con el auge del oro y el platino en los años 20, algunos como el
ya mencionado Félix Meluk, logran conformar poderosas empresas
comerciales que importaban bienes por mar desde Jamaica y Pa-
namá, a través de una flotilla de buques que remontaban el Atrato.

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Participaron activamente en el comercio internacional de oro y
platino, con vínculos en New York y Londres.
Así, entre los años 20 y los 50 de este siglo, la región mantuvo
vínculos comerciales más fuertes hacia el exterior que con el interior
del país. Con éste, los lazos principales eran de orden administrativo
y político y débiles en lo económico.
Las comunicaciones con el interior eran en extremo precarias.
La carretera Quibdó-Medellín, c onstruida en los años 30, es todavía
hoy una vía precaria, casi una trocha.
Precisamente la construcción de esa carretera atrajo inmigrantes
principalmente de Antioquia, quienes se asentaron en inmediaciones
de la vía. No se generaron, sin embargo, corrientes colonizadoras
de envergadura, ni vínculos económicos importantes. El río Atrato
continuó siendo la arteria de comunicaciones orientadas hacia la Costa
Atlántica. La importancia del Atrato sólo d ecayó en las últimas décadas,
con el fortalecimiento relativo de la red vial terrestre y aérea.
La población blanca de la región se concentró en Quibdó alrededor
de la administración pública y el comercio. Mantuvieron el mo-
nopolio de la administración has ta los años 60. En 1966 s e produjo,
con gran revuelo , el nombramiento del primer gobernador negro
del Chocó, en la presidencia de Carlos Lleras . Los comerciantes
por su parte han estado sujetos a los ciclos de repunte y depresión
en la explotación aurífera y maderera.
Para cuando se designó al gobernador Mosq u era, ya las familias
blancas habían iniciado su traslado hacia la Costa Atlántica (Ba-
rranquilla y Cartagena) y al interior (Bogotá y Medellín). El control
blanco sobre la administración cedió el paso a los dirigentes locales
negros. La administración pública, sin embargo, ha mantenido una
desafortunada dependencia del ejercicio partidista local, que puede
comprenderse a la luz de la forma como se entienden las solida-
ridades locales y las alternativas de subsistencia, pero no ha con-
tribuido a la calidad de la vida de la mayoría.
Vale la pena destacar que los blancos en la región no sumaban
más de 14 grandes familias a mediados de los años 50. De éstas,
sólo permanecen tres. Unas pocas lograron acumulación significativa

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de capital, que no se reinvirtió en la zona. El ideal social desde ·f inales
de los años cincuenta fue emigrar a una ciudad mayor, que ofreciera
mejores servicios y oportunidades. Así, la presencia de una élite tradi-
cional blanca se debilitó y fue parcialmente sustituida por migrantes
prósperos, especialmente paisas, vinculados al comercio.
Estos cambios han repercutido en el funcionamiento del aparato
institucional local en las últimas décadas, visto como una de las
pocas fuentes de empleo y aun de acumulación personal. La lucha
por cada empleo es ardua, y es controlada por jefes políticos en
un circuito de favores y protecciones. Las decisiones sobre inversión
pública pasan también por consideraciones de conveniencia política
y sin duda han tenido su parte en la carencia de servicios púbJicos.
La precariedad institucional estatal en la subregión, por su carácter
como sede de la cabecera departamental, influye en el conjunto y
si bien la estrechez de los presupuestos locales hace parte de su
debilidad, no lo es menos el circuito de reproducción de liderazgos
poi íticos basados en el control de la administración pública.
Estos son persistentes, pues se fundan y activan a través de
lazos tradicionales de solidaridad familiar y de compadrazgo. Cada
jefe político es también líder de un tronco familiar y de compadres
comprometidos con él. Este debe retribuírles su apoyo con los
empleos que pueda obtener. Los jefes principales cuentan con ca-
pitanes que suelen ser sus parientes, quienes a s u vez mueven su
propia red familiar. El capitán, cuentan algunos en Quibdó, era la
denominación del jefe de las cuadrillas de esclavos.
La población blanca de Quibdó, si bien desarrolló y mantuvo
hasta casi los años sesenta mecanismos de segregación racial en
la vida diaria, en el acceso a la educación, en las actividades festivas
y aun en el uso de ciertos espacios públicos 4 , adoptó, probablemente

4 . En el colegio femenino de La Presentación no recibían niñ as negras hasta entrados


los años 50. En las fiestas no se aceptaba la presencia de jóvenes negros. hombres o
mujeres. En alguna ocasión una orquesta paró de tocar cuando una joven blanca bailó
con el entonces Senador negro Diego Luis Córdoba. Hasta 1976, cuando un incendio
destruyó la parte antigua de Quibdó, las tres primeras carreras contra el río eran sólo
para vivienda blanca.

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sin darse cuenta, elementos culturales de los nativos negros, como
se hizo referencia en el capítulo tercero.
Si bien no se dio en este siglo un mestizaje biológico ínter-racial
apreciable, múltiples rasgos de las sociedades negras modelaron
a los pobladores blancos con larga permanencia en ]a zona. La
organización familiar, el papel central de la mujer y la abuela
materna en ella, los lazos de compadrazgo, las concepciones del
cuerpo y de la sexualidad, son algunos.
Dentro de la Subregión Central, Quibdó tiene una de las densidades
2
de población más altas de todo el departamento (12.3 hab/km ). Hacia
2
el norte y el sureste, las densidades varían desde 1.7 hab/krn hasta
6.6 hab/knl (Bojayá y Lloró respectivamente) (CIDER-SIP, cit.: 143).

CUADRO Nº 15
POBLACION SUBREGJON CENTRAL, 1993

Area mpal.
Municipios Total Cabecera Resto Km 2

Quibdó 105. 172 67.649 37.523 6.164


BoJayá 7.904 690 7.214 3.693
Lloró 9.622 1.666 7.956 905
Bagadó 13.938 3.654 10.284 979
E l Carmen 6. 169 1. 743 4.426 1.017

TOTAL 132.805 75.402 67.403 12.758

FUENTE: DANE. Censo 1993.

El total de población de la subregión para 1985, era de 99.447


habitantes sobre un área de 12.758 km; para 1993, fue de 132.805.
Representa el 26% del territorio y cerca de la mitad de la población
departamental (ver Gráficos 1 y 2).
Quibdó tiene el sesenta por ciento de la población urbana de-
partamental y el 32% de la totalidad.
En el lapso entre 1973 y 1985, Bagadó experimentó una tasa
negativa de crecimiento; pero en el último período intercensal a u -
mentó de manera apreciable la población en la zona rural, en parte

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debido a la influencia de la carretera Bagadó-Cértegui-vía Pana-
mericana.
Las actividades comerciales en la subregión son más intensas que
en cualquier otra, pero en cambio sus relaciones con otras, son débiles.
Esta subregión es, sin embargo, la que presenta los niveles más altos
de articulación interna. Con la del San Juan mantiene vínculos muy
estrechos, geográficos, viales, administrativos y comerciales.
La población de esta subregión es en su mayoría afrochocoana,
con excepción de El Carmen de Atrato fundamentalmente de origen
antioqueño y de pequeños enclaves emberá.
La dinámica de la población en la subregión, según los datos
del DANE, gira en torno a l a urbanización de Quibdó, que es un
receptor de importantes flujos intrarregionales. uPuede pensarse
que Quibdó ocupa una doble función, co,no receptor de población
rural y de otras cabeceras de la misma subregión y como estación
de paso de la ,nigración de fuera del Departamento." (CIDER-SIP,
cit.: 45). Un dato que puede ser significativo para la subregión es
que, mientras en el período intercensal 73-85, cuatro de los cinco
municipios de la subregión perdieron población, en e l anterior todos
aumentaron, aunque con tasas diferenciales. Este aumento, aunque
poco apreciable en términos relativos, en datos absolutos de po-
blación es importante y puede actuar como presión desestabilizadora
de la relación sociedad-ambiente natural.
En el período intercensal 1973-1985 el municipio de Quibdó aumentó
su población a una tasa de crecimiento de 3.47%, la más alta del
departamento, con una concentración creciente en su cabecera. En el
último período continuó el acelerado crecimiento del casco urbano
de Quibdó. La subregión en su conjunto creció a un ritino más
lento que el de la población agregada del país en el período 1973-85;
pero el municipio de Quibdó creció a un ritmo superior.
Estos procesos de recomposición espacial de la población del de-
partamento pueden acentuarse si se mantienen las tendencias actuales.
Según el estudio del CIDER (ver Cuadro Nº 2), es notable el
hecho de que en esta subregión casi el 40% de la población urbana,
concentrada en Quibdó, no nació en el municipio donde fue censado

131

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en 1985, aunque sí en el departamento; un porcentaje mayor de
mujeres que de hombres está en esta situación, lo que parece mostrar
mayor afluencia femenina desde la zona rural. De hecho, se observa
el traslado a Quibdó de 1nujeres en busca de educación para sus
hijos, mientras los hombres se suelen quedar en el campo.
Un 20% de la población rural no nació en el municipio donde
reside, cifra que indica movilidad inter-rural en la subregión. En
conjunto, esta subregión es receptora de población.
La región central tiene también índices muy elevados de nece-
sidades básicas insatisfechas, que sobrepasan el 90% en los mu-
nicipios de Lloró y Bagadó , alcanzan el 80% en Quibdó, y
descienden al 60% en El Carmen de Atrato.
Esta región cuenta con el mayor número de viviendas y de estas
apenas el 9% tiene todos los servicios públicos y ei 45% carece
de todos ellos.
La educación y la salud presentan, no obstante, una mayor oferta
de servicios en la Subregión Central, con respecto al resto del De-
partamento. Quibdó cuenta con una Unidad Regional de Salud y El
Carmen de Atrato con hospital local. Como en el resto del Chocó,
la comunidar-1 ·1de a un sistema tradicional de salud, con agentes
especializadL, partera, el tonguero, e l yerbatero, el curandero, quie-
nes suplen la falta de los servicios de salud institucionales.
En el aspecto educativo, en la Subregión Central se encuentra la
sede de la Universidad Tecnológica del Chocó, así como estableci-
mientos de educación secundaria y primaria. En general, los docentes
se concentran en las cabeceras municipales, a pesar de algunos pro-
gramas encaminados al estímulo de los maestros rurales. Las condi-
ciones de vida en estas zonas influyen en la inestabilidad de los docentes
rurales, pero en Lloró y Bagadó por su cercanía a Quibdó, los docentes
permanecen en sus cargos mayor tiempo que en otras zonas.
Desde el punto de vista del empleo, Quibdó concentra la oferta
de empleo permanente, ligado especialmente a los servicios, donde
pesa el papel del sector público; mientras en la capital el 22%
tiene algún empleo permanente, en los demás municipios escasa-
mente llega al 1 %. Pero en Quibdó se observa como fenómeno

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social creciente el subempleo; por ejemplo, crecen las ventas de
chance, las rifas, las ventas callejeras de frutas, comestibles y ropa.
La minería es una actividad que contribuye de manera importante
a la generación de ingresos familiares. El barequeo, el mazamorreo,
el hoyadero, los entables con motobombas, draguetas y retroexca-
vadoras constituyen fuentes de empleo tanto para hombres como
para mujeres. En El Carmen de Atrato 150 familias dependen de
la mina de cobre colombo-japonesa El Roble Explotación.
El arroz y el plátano generan los principales excedentes agrícolas,
s obre todo en el municipio de Bojayá.
Quibdó, como epicentro regional, condensa los problemas que
llegan con los cambios sociale ; en Quibdó ya es apreciable el
deterioro ambiental urbano, como el caso de las viviendas asentadas
~n las quebradas La Yesca, Las Consentidas, Las Margaritas y
La Cascorva; allí la discusión sobre recuperación ambiental y arqui-
tectónica apenas se inicia, con no pocos conflictos con la población
a11í a . entada, que no ve garantizados . u derechos en las propuestas
urbaní ticas. Otros sitios con impactos ambientales adversos, son
e l río Cabí. donde se encuentra la bocatoma para el acueducto de Quibdó
y el mi mo río Atrato, o el basurero uperficial de la ciudad.
La ciudad ha sido completamente de bordada por los inmigrantes
rurales, pue no sólo se agotaron sus limitados servicios públicos,
s ino también la planificación urbana. El paisaje urbano de otras décadas
apena se deja adivinar en unas cuantas casonas de madera, poco
valorada localmente, amenazadas de ruina, y uno que otro edificio
público de arquitectura republicana. La arquitectura estrecha y gris
del interior se ha acoplado a la construcción por etapas de los nuevos
habitantes.
En cierto sentido, Quibdó es un laboratorio de la adaptación del
hombre campesino a un hábitat urbano. En Quibdó se reconoce
aún el asentamiento ribereño en fuentes casi secas que lo recorren
parcialmente. Numerosas creencias y costumbres rurales se incorporan
al modo de vida urbano. Pero, sobre todo, una buena parte de las
familia de los estratos más pobres, vive de ingresos de origen rural,
agrícola, minero y pesquero. Hombres y mujeres viajan periódicamente

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a sus cultivos y minas y es posible observar grupos que regresan
al atardecer a Quibdó después de minear durante el día. Más aún,
tratan de aprovechar en la ciudad misma los recursos ya conocidos
del campo. Por eso buscan el río: el Atrato, La Yesca, La Yesquita,
el Caraño, el Cabí. Pero el río sin la selva, sobrepoblado, no puede
con los desechos de la nueva vida, se convierte en basurero, apocado
y empobrecido.

Entre la selva y el mar, la Subregión del Pacífico

La Serranía del Baudó delimita buena parte la subregión con su


relieve muy quebrado. de afloramientos rocosos en las partes altas y
menos escarpado hacia el norte (Abdón Cortés, en CIDER, 1991 ).
En general los suelos son muy pobres, con una vocación de uso
exclusivamente forestal. Los bosques son heterogéneos en especies,
Jo que hace muy difícil y costoso su aprovechamiento. Pero en
algunos sitios favorables, ya se han establecido aserríos.
Las condiciones de pluviosidad son extremas en la Serranía,
especialmente en la estribación occidental, con registros de hasta
l 0.000 mm al año. Estas características dependen del régimen cli-
n1ático que le in1pone la cuenca del Pacífico a todo el Andén, pero
son más rigurosas hacia el norte. Hacia el occidente de la Serranía
e de ·pliega la franja costera.
Juradó, Bahía Solano, Alto Baudó y Bajo Baudó, son las unidades
municipales de esta región 5 .
Para la región costera, J acques Aprile distingue tres corrientes his-
tóricas en su poblamiento. Una primera aborigen; una segunda, a
comienzo de este siglo, emberá y negra, que aún prosigue y una
tercera impulsada entre los años veinte y cuarenta de este siglo.
Durante la colonia, el litoral al parecer sirvió de refugio para con-
trabandistas y cimarrones. Luego, a comienzos de este siglo, llegaron

5. La información disponible se concentra en la franja costera, en desmedro de la


Serranía del Baudó.

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inmigrantes del alto San Juan, de los ríos Atrato, Condoto e Iró,
que recorrieron las playas y conformaron aldeas playeras . Sembraron
cocales, plátano y arroz. Aprile ha encontrado casos de asociación
entre emberás y negros, con cruce matrimonial y de rasgos culturales.
Una tercera corriente de colonos mestizos del interior fue im-
pulsada entre 1925 y 1940 por el gobierno de Abadía Méndez y
terminó en el fracaso colonizador (Aprile, J ., 1991 ). Como parte
de ella en 1935 se instaló entre Cupica y Utría una colonia agrícola
denominada Ciudad Mutis, que atrajo colonos del interior del país,
pero su éxito pronto decayó .
En la segunda mitad de los años 60 se consolidó Bahía Solano
como centro administrativo subregional y Juradó, Nuquí, Puerto Pizarro
(Bajo Baudó), como núcleos urbanos de menor importancia, creando
una demanda local por productos agropecuarios. Aparte de estos centros
urbanos, ninguno de los cuales llegaba a 2.000 habitantes para el
cen so de 1985, se encuentran pequeñas aldeas playeras ( 100 a 200
personas) que siguen el patrón de asentamiento y utilización territorial
de las a ldeas lineales ribereñas, características del Chocó.
Según el censo de 1993, los municipios de esta subregió n aumentan
su población dentro de las mismas tendencias anteriores, con dos
fenómenos dignos de destacar. El municipio de Alto Baudó duplicó
su población rural entre 1985 y la fecha, e n parte tal vez debido a
la influencia de la carretera Panamericana, asociada a procesos de
tala de madera y deforestación. En ese lapso la población de ese
municipio pasó de 9.634 en 1985, a 17.019 en el año noventa y tres.
A s u vez el Bajo Baudó es el único municipio que presentó
disminución de su población en el último período intercensal dentro
de un proceso de concentración en la cabecera, pues ésta casi se
quintuplicó, mientras se disminuyó la población rural. En contraste,
la tendencia entre 1973 y 1985 era de paulatino y lento crecimiento
6
absoluto, tanto en la cabecera como en la zona rural.

6 . La cabecera tuvo en el censo de 1973, 639 habitantes; en 1985 , 1.382 y en 1993


ascendió a 5.229. En la zona rural, en s u orden. fue de 13.777: 15.68 1 y 10.701 respec- .
tivamente.

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Entre 1973 y 1985, Bahía Solano y Nuquí tuvieron tasas de
crecimiento ligeramente superiores al 2%; mientras Juradó (1.2%)
y Alto Baudó (0.4%) las tuvieron inferiores a las vegetativas.
Existe un flujo de emigración permanente hacia Panamá, Quibdó
y Buenaventura y en general, el crecimiento poblacional es lento.

CUADRO Nº 16
POBLACION SUBREGION DEL PACIFICO, 1993

Area mpal.
Municipios Total Cabecera Resto Km 2

Juradó 4.038 1.753 2.285 992


Bahía Solano 6.894 2.665 4.229 1.150
Nuquí 5.252 2.842 2.610 956
Alto Baudó 17 .019 1.569 15.450 2.195
Bajo Baudó 15.930 5.229 l 0.70 l 4.840

TOTAL 49. 133 14.058 35.275 l O. l 33

r-LENTE: DANE.. Censo 1993

El hábitat, dice Aprile, sigue las pautas tradicionales que los


colonos conocían en las regiones fluviales de origen: el trazado
lineal sobre la playa, arteria de relaciones y comunicaciones. En
la parte posterior de las viviendas un huerto limita con la selva. Se
practica una agricultura itinerante, con rotación continua de cultivos
de plátano. batata, yuca, ñame. En el caserío se ignora la propiedad
amojonada, basta con la tradición oral (April, J., 1991: 256).
La mayoría de la población en la Subregión Pacífico es de ha-
bitantes negros y se estiman en 15% los emberá y 5% blancos.
Estos últimos se concentran en las cabeceras municipales y tuvieron
corno origen los colonos de Boyacá, Cundinamarca, Huila, Valle,
Caldas y Antioquia de los años 30 y 40. Según el censo de 1985,
en la región se encontraban 1.500 emberaes.
La economía primaria predomina en la región; son importantes
la pesca, el cultivo de arroz, el plátano y la explotación de
maderas. La población local no indígena realiza la pesca en

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forma artesanal, básicamente de peces de carne blanca, camarones,
jaibas,piangua y langostinos. En los municipios de Juradó, Nuquí,
Bahía Solano y Bajo Baudó ésta es la actividad económica principal,
asociada a cultivos de reducida comercialización. En Alto Baudó
sobresalen la explotación de maderas, la agricultura de pequeña
escala y en menor grado la pesca. Como en otras subregiones, las
unidades domésticas se basan en una asociación de prácticas pro-
ductivas: pesca, agricultura, ingresos adicionales por explotación oca-
sional de madera. Salen de este patrón los empresarios madereros y de
pesca.
La producción agrícola genera algunos limitados excedentes co-
merciales, especialmente de plátano en el Bajo Baudó. El mercado
de la subregión está ligado al municipio de Buenaventura (Valle
del Cauca), al puerto de Jaqué (Panamá) y algunas zonas del interior.
La tecnología de cavas de frío ha incentivado la pesca artesanal
y su comercio hacia Medellín y Buenaventura (ver aparte sobre
los Procesos Económicos Principales y la Pesca Artesanal).
La Subregión hace parte de la reserva forestal del Pacífico, de
1nanera que los derecho territoriales se transmiten por reglas de
pose ión familiar tradicionales. Sin embargo, el decreto de creación
de la colonia agrícola en 1935 dio algunos títulos a colonos del
interior. pese a las protestas de los nativos, indígenas y negros,
pues tomaron como baldíos tierras de uso tradicional. La creación
de la reserva forestal detuvo la titulación, pero en los último!: años
e han sustraído miles de hectáreas, de las cuales la población
negra e indígena ha sido desplazada. Por lo general, empresarios,
comerciantes o individuos en busca de fincas de recreo, compran
las mejoras cercanas a las playas por poco precio e inician luego
el proceso de titulación, sin mayores trabas jurídicas.
En la misma medida en que crece la afluencia externa, el nativo
ha perdido la tierra. Es fácil observar en las playas y en toda la
zona costera en tierras de vocación agrícola, a nuevos propietarios,
sobre todo antioqueños y caldenses. La presión colonizadora de
este tipo ha aumentado desde la apertura de la carretera Puerto
Rico-Santa Cecilia-Tadó-Las Animas-Nuquí. Igualmente, la explo-

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tación de maderas y sus efectos sobre el bosque se han acrecentado, ,
como se puede observar en el tramo carreteable Cértegui-La Y y
en zonas del Alto Baudó, parte del Bajo Baudó y Juradó.
En la zona del litoral, la actividad pesquera artesanal se ve afec-
tada por el barrido de los barcos de la empresa Vikingos y los de
otros empresarios de Japón y Estados Unidos. La faena pesquera
artesanal se realiza en sitios cercanos a los poblados (ver Pesca
Artesanal), pero las explotaciones intensivas de la pesca comercial
y los costos de combustibles, aparejos y motores fuera de borda,
tienden a dificultar esta actividad. Los pescadores deben salir cada
día más lejos, con mayores riesgos.
En el litoral, los dueños de cavas, cuartos fríos y máquinas pro-
ductoras de hielo son los intermediarios del pescado, quienes im-
ponen precios bajos al pescador artesanal. Los intentos tanto de
CODECHOCO, como de los mismos pescadores para adelantar pro-
gramas de apoyo a la pesca artesanal todavía no se consolidan.
Allí el turismo constituye una actividad que podría producir
excedentes financiero s a la población, pero se encuentra en manos
de empresarios de fuera, qu ienes en épocas de alta temporada
atraen turistas especialmente del Valle del Cauca, Antioquia y
el eje cafetero. La afluencia de turistas ha traído un aumento
en los costos de alimentación, servicios y transportes que crean
una compleja situación para la población nativa de Bahía Solano
y Nuquí.
La mejor expresión de la calidad de vida de la población se
pone de presente en los índices de necesidades básicas insatisfechas.
Los índices municipales de Juradó, Alto y Bajo Baudó se sitúan
por encima del 70% de NBI, y ligeramente por debajo, Nuquí y
Bahía Solano. Estas últimas concentran la oferta de servicios pú-
blicos pero en conjunto, la subregión presenta precarias condiciones
de nivel de servicios básicos.
En términos de la estructura ocupacional, la situación de Juradó,
Bahía Solano y Nuquí es diferente a la de Alto y Bajo Baudó. La
importancia del turismo y de los puertos alternos que se proyecta
construir en Bahía Solano y Nuquí, se manifiesta en un índice

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más alto de empleos estables. En Juradó las actividades productivas
primarias parecen más importantes, pues se encuentra una mayor
contratación de obreros permanentes.
Sin embargo, hay pocos obreros estables en los municipios de
la subregión y los que se consideran patronos no representan ni
e l 0.5% de la población. No es exagerado afirmar que la actividad
económica de la subregión es de pequeños productores.
La situación educativa en la subregión presenta índices desfa-
vorables; como en las demás, se concentran los docentes en las
zonas urbanas, mientras en las zonas rurales con mayor número
de alunmos, los docentes disminuyen. A esta situación contribuyen
las condiciones habitacionales, el acceso difícil de algunos sitios,
los elevados costos de transporte, la falta de cumphmiento en el
pago del personal docente y la infraestructura física inadecuada.
A nivel de educación secundaria y media vocacional, en la su-
brcgión encontramos que de los ocho establecimientos existentes,
sei e ubican en l a zona urbana.
En general, la infraestructura locativa y la dotación de planteles
e deficiente en la zona. Otro factor condicionante de la problemática
ed ucativa es la municipalización de la educación, pues por una
parte, los municipios carecen de los recursos financieros suficientes
para el pago del funcionamiento del sector educativo y por otra,
intervienen intereses de los políticos para el nombramiento y manejo
de los docentes, independiente de su capacidad. Así, no es raro
que año tras año se cambien los maestros, sin tener en cuenta la
capacitación recibida o la idoneidad en el desempeño docente.
En materia de servicios de salud, la subregión cuenta con un
ho pital local en Bahía Solano y centros de salud en Nuquí, Juradó,
Bajo y Alto Baudó. Su precariedad se suple con los agentes tra-
dicionales. El tonguero, el curandero, la partera y el jaibaná, son
los oficiantes del ritual de vida que invocan a diario los pescadores,
agricultores y aserradores del litoral Pacífico chocoano.
La actividad de explotación de maderas en gran escala, en la
subregión, se realiza mediante permisos que se encuentran a veces
u perpuestos a los resguardos indígenas, como en el municipio de

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Juradó, con los conflictos consiguientes. Los aserríos de los pe-
queños y medianos madereros tienen también una significativa im-
portancia y se realizan sin permisos o controles institucionales.
La subregión está desarticulada geográfica, comercial y admi-
nistrativamente, de manera que el litoral y el Baudó, sus grandes
zonas, se comunican con dificultad.
La zona costera tiene una mayor presión de población foránea,
en especial en busca de fincas de recreo y aserríos. Desde el mar
los grandes pesqueros compiten desigualmente con la pesca arte-
sanal y los puertos previstos sobre varias bahías, pueden desplazar
aún más la población nativa. El Parque Natural Utría puede tener
un papel de importancia en la contención del movimiento que se
extiende por las playas y las privatiza, en desmedro de toda norma
o consideración social.
El agotamiento del bosque por la explotación de maderas genera
desequilibrios ecológicos y ociales; la contraposición de intereses.
por una parte, entre los grandes, medianos y los pequeños madereros
y entre é tos y lo indígena y negros can1pe ín os, hacen de e ta
regjón un potencial de rnayores conflictos.

El oro y la Subregión del San Juan

"Condoto es un pueblo de calles retorcidas con enor-


mes casas de madera en Las que hace veinte años se
comía en vajillas importadas directamente de China
y hoy parecen restos de un naufragio."

Gabriel García Márquez


Cróni cas y reportajes, 1954

La región del San Juan, l strnina, Tadó, Condoto, Nóvita, Sipí


sintetiza el hilo central de· la historia del Chocó: la extracción
aurífera. En Condoto y en el San Juan , no sólo se ven los "restos
de un naufragio", se sienten los efectos de la explotación intensiva
de la minería sobre el ecosistema y sobre las descendencias indígenas

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y negras, que un día usaron el metal en los rituales de la vida y
la muerte (ver Los Procesos Económicos Principales, La Minería).
Los recursos mineros del Chocó fueron mencionados por los
primeros cronistas; ya Balboa habló de la riqueza del río Opogodó
(municipio de Condoto) desde la provincia nativa de Abanumaqui,
en carta dirigida al Rey en el año de 1513. Cieza de León escribió:
-
"Son muy riquísimos los indios del San Juan y los ríos llevan
abundancia de oro" (citado en Echavarría, J., 1986: 22).
Desde el siglo XVI, dicen Arocha y Friedemann, se establecieron
'· campamentos rústicos, sin mayor planificación, todos a lo largo
de los ríos", campamentos que sufrieron numerosos contratiempos
por la resistencia indígena al sometimiento. Nóvita y Tadó sobre
el río San Juan, y Citará (Quibdó) y Lloró sobre el Atrato, fueron
los principales centros mineros del Chocó durante la colonia (Frie-
den1ann, N., y Arocha, J., 1982: 191 ). Pero, "Resultaron vanos
los esfuerzos de los españoles para concentrar a los indios en
poblados y forzarlos a trabajar en minería. En 1586 Nóvita fue
arrasado y aunque se reconstruyó, varias veces más sufrió ataques
de los indios... (!bid).
Desde 1511 los españoles abundaron en la búsqueda del oro en
el Chocó y en 1536 los expedicionarios españoles al mando de
Pascual de Andagoya llegaron al río San Juan, pero la resistencia
y el clima aunados, los llevaron al fracaso (ver Arocha y Friedemann,
cit., y Colmenares, 1975).
Desde 1624, se encomendó a órdenes misioneras la reducción
de los indios, denominados chocó. Algunos jesuitas entraron al río
San Juan, y posteriormente lo hicieron los franciscanos, quienes
se establecieron en el río Atrato. Pero sólo décadas más tarde,
hacia 1666, se consolidó en forma estable la extracción del oro
con base en mano de obra esclava.
En 1688 se dio ya la primera rebelión de esclavos. En junio de
1729 se promulgó la Real Cédula, por la cual se exoneró a los indios
del régimen de mita o cuotas para el sector de la minería, hecho que
coincidió con la segunda sublevación de mineros esclavos. Según R.
Velásq uez, se estableció así el primer grupo de negros confederados

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en rebeldía contra el gobierno de la Corona, quienes se apropiaron
de la zona minera más rica del Chocó, el hoy municipio de Tadó,
en el San Juan. Esta aldea fue fundada en marzo de 1583 y alli
vivían los esclavos de la mina de Monte Carmelo. Las minas del
conflicto fueron Santa Lucía, San Francisco, Santa Rosa y Real
de Minas de Monte Carmelo. (Echavarría, J. , 1986).
"La tercera sublevación del denominado Cantón del San Juan",
dice J. Echavarría, fue ya "durante la nueva República, contra el
Dec reto Ejecutivo Nº 30 de marzo de 1825 promulgado por Fran-
c isco de Paula Santander, Vicepresidente de la Nueva Granada.
El movimiento se extendió a Nóvita y a las parroquias de San
Agustín, Noanamá, Baudó, Tadó." (Echavarría, J, cit.: 16).
El derrumbe demográfico indígena, pues se pasó de 60.000 in-
dígenas a comienzos del s iglo XVII, a 15.000 a finales del siglo
XVIII, fue solucionado con los esclavos. En 1704 el Chocó contaba
con 600 esclavos importados y en 1782 ya representaban casi el
75% de la población de un total aproximado de 35.000 habitantes.
Como se mencionó en el primer capítulo, los blancos eran dueños
o supervisores de las minas, oficiales de la corona, curas o co-
merciantes, pero no fueron colonos (ver Arocha y Friedemann,
cit.: 191 - 192 y Wade, P. , 1989).
Desde el punto de vista físico-natural, el valle del río San Juan
se encuentra encerrado por la Serranía del Baudó, la Cordillera
Occidental, el Macizo de los Farallones de Cali y el Océano Pacífico.
Es una zona de transición de alta lluviosidad y quietud; su mor-
fología es bien distinta a ambos lados del río. Posee una vegetación
selvática casi cerrada pero muy variable en sí. típica de los bosques
tropicales lluviosos (Guhl, E., 1974) . .
La llanura del río San Juan, cuya longitud es de 190 km, forma
suelos aluviales que contienen ricos yacimientos de minerales muy
variados, metálicos y no metálicos. Sin embargo, la minería se ha
dedicado prioritariamente a la explotación del oro y platino y re-
cientemente al cobre, carbón y calizas.
Los bosques son ricos en maderas de muy buena calidad, porque
su intervención no es tan marcada como en otras áreas del depar-

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tamento. Pero en las riberas del río San Juan, donde el objetivo
no ha sido primordialmente la explotación forestal sino la minería,
se aprecia en los últimos años el descuaje del bosque, tanto para
uso comercial como doméstico.
La población en esta subregión, en el censo de 1985, era de
72.494 habitantes, localizados en un área de 12.093 km, que re-
pre enta el 26% del territorio y el 26. 9% de la poblacion del de-
partamento (ver Gráficos 1 y 2).

CUADRO N º 1 7
POBLACION SUBREGlON SAN JUAN. 1993

Area mpal.
Municipio Total Cabecera Resto Km 2

Istmina 32.667 11.344 21.323 6.814


Tadó 19.056 6.932 12. 124 878
Condoto 13.952 8.307 5.645 890
N6vita 6.486 1.466 5.020 J . 184
Sipí 2.831 229 2.602 1.561
San José del
Palmar 6.258 2.009 4 .249 776

TOTAL 80.251 30.287 63.087 12.093

FUENTE: OANE, Censo 1993 .

Los municipios de Istmina, Tadó y Condoto representan más


de las tres cuartas partes de la población de la subregión. En
1985 la mayoría de la población se localizó en las áreas rurales.
Condoto decrecía en 1985 a tasas elevadas de -1.2%, mientras
que Istmina, Tadó y San José del Palmar no crecían en absoluto
o decrecían a tasas moderadas (CIDER, 1991: 37). Para 1993, Nóvita
acentuó su decrecimiento de población y perdió más de la mitad
de su población en la cabecera. Condoto, en cambio, aumentó
mucho en su cabecera e Istmina lo hizo en forma moderada. De
seguir esta tendencia, Condoto puede reemplazar a Istmina como
centro regional.

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La comparación de los censos de 1973 y 1985 revela los bajos
índices de crecimiento, incluso decrecimiento de todos los muni-
cipios de la subregión, y la expulsión de población. Pero en la
década del ochenta al noventa afluye población en torno a la minería,
desde el viejo Caldas, Antioquia y otras zonas, manteniendo una
nueva población, alguna flotante. Esta es más significativa por su
actividad económica, que por su valor numérico. El crecimiento
de las cabeceras según censo de 1993, excepto Nóvita, y el de-
crecimiento de las áreas rurales es otra constante para todos los
municipios de la subregión.
La población de esta subregión en su mayoría es de origen afroa-
mericano, pero se encuentra población wanana y de inmigrantes
blancos dedicados a la explotación minera semi-industrial.
En la snbregión, el único municipio donde prevalecen los blan-
co-mestizos es en San José del Palmar, cuya actividad económica
principal es la agropecuaria: café, cacao, maíz y frutales, son cultivos
que generan excedentes para el campesino de la zona. San José
del Palmar tiene acceso vial a los departamentos del Valle del
Cauca y Risaralda; de allí la marcada influencia económica, política
y cultural de éstos en la vida de dicho municipio.
De conformidad con el Mapa de Pobreza del DANE, el porcentaje
de necesidades básicas insatisfechas en la subregión oscila entre
93% de NBI en Nóvita y 70% en Condoto; en San José del Palmar
desciende al 65%.
Como quedó ya dicho, la minería es la principal actividad eco-
nón1ica de la subregión: artesanal, industrial y semi-industrial, des-
critas en lo referente a minería.
La organización del trabajo minero tradicional en el Chocó está
determinada por el sistema amplio de parentesco denominado de
troncos o ramaje, ya descrito.
Es de importancia insistir en los impactos causados por la ac-
tividad minera en el San Juan, con base en estudio realizado por
SER Consultores, para CODECHOCO.
La minería artesanal afecta adversamente la categoría biótica,
en particular la fauna acuática y la flora terrestre, y en menor

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grado la fauna terrestre, por la disposición de lodos, el lavado de
costales, la disposición de materiales estériles y el desmonte del
terreno (SER Consultores, 1991: 112). Aún así, la minería artesanal
no tiene un efecto sobre el medio tan grave como las otras, dada
su magnitud limitada.
Sin embargo, el auge del trabajo con motobomba modifica sus-
tancialmente las condiciones técnicas y la organización del trabajo,
y aumenta la capacidad de impacto de la pequeña minería, que
deja de ser artesanal para seguir un patrón de miniempresa. La
tecnificación de este tipo de minería ha beneficiado marginalmente
la estructura del ingreso familiar.
En la minería semiindustrial e industrial, los efectos ambientales
y sociales son más profundos y duraderos.
En la primera, desde el desmonte y la limpieza, hasta los
vertimientos, la disposición de aceites, la disposición de mate-
riales gruesos y estériles afectan de manera drástica la flora y
la fauna terrestres y acuáticas. Los carreteables y campamentos
s on también fuente de perturbación y destrucción de la flora y
fauna terrestres.
La minería industrial durante un largo período (ver La Minería),
funcionó como una economía de enclave, con las características
de baja reinversión local y gran impacto ambiental. Desde la
nacionalización, la empresa Metales Preciosos del Chocó se en-
cuentra en una semiparálisis, con efectos depresivos especial-
mente sobre la población de Andagoya. El dragado, la disposición
de lodos y la separación del mercurio han ocasionado ya efectos
devastadores.
Este tipo de explotación no ha generado cambios en la estructura
poblacional ni en las tasas de migración, por cuanto la mayoría
de los trabajadores hao sido nativos de la región. En cambio la
minería semiindustrial tiene también repercusiones en la compo-
sición de la población. No sólo atrae inmigrantes temporales y
desestabiliza la pirámide poblacional, sino que también comienza
a generar presiones sobre la economía y la estru ctura social locales,
y expulsa población nativa.

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El empleo que genera esta actividad es limitado y se dirige a
las labores menos calificadas, pues los empresarios acostumbran
traer Jos trabajadores más calificados de su región de origen, por
lo general de la zona minera de Antioquia. En cambio, el aumento
general en el costo de vida afecta a los nativos.
Otro campo de conflictos gira alrededor de la tierra, en la medida
en que es frecuente que los nativos se vean expropiados por la
carencia de títulos de propiedad. Adicionalmente, el daño causado
a las tierras explotadas en arriendo obliga a una dispendiosa ade-
cuación.
En el campo de la salud han aumentado algunas enfermedades
infectocontagiosas; la malaria crece por los focos de zancudos en
las lagunas dejadas por Jas excavaciones.
La estructura ocupacional documentada por el censo de 1985,
ha cambiado. Hoy día los obreros con más de 9 meses en Tadó y
Condoto son casi el 4% de las categorías, mientras en 1985 no
alcanzaban el 0.25%. En 1985 sólo se alcanzaba esa cifra en San
José del Palmar, con un 6.4%. Otra categoría que se ha incrementado,
es la de patrono con más de 9 meses en la zona.
En general, en la subregión del San Juan, de las 14.213 viviendas
registradas en 1990, apenas el 5.5% tenía todos los servicios (acue-
ducto, alcantarillado y energía). En esta subregión se encuentra el
municipio de Sipí, que tiene uno de los índices más altos del país
en necesidades básicas insatisfechas, 97 .8%.
En lstmina funciona la sede de la universidad a distancia de la
Universidad Tecnológica del Chocó, principalmente ofrece licen-
ciatura en Ciencia de la Educación. A nivel de primaria y por la
concentración de la población escolar en el sector rural, la subregión
sufre los efectos de dispersión, mala calidad y deterioro de la
infraestructura física.
Se sienten también en la región los efectos de la municipalización
de la educación, al punto que en el municipio de Istmina no hubo
año e colar durante 1991 para básica primaria, por dificultades en
la contratación y pago de los docentes.

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Lo más destacado de la subregión del San Juan es el vasto
impacto de la minería sobre los bosques de las riberas, sobre los
cauces, la flora, la fauna y la vida cultural asociada a ellos. Se
requieren con prioridad proyectos de desarrollo sostenido que no
multipliquen más, "los restos de un naufragio".

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VI
LA DIVERSIDAD CULTURAL Y LA CONSTRUCCION
DE LA REGION DEL CHOCO

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AL INICIO del libro se pJanteó cómo las regiones son ante todo
construcciones socio-históricas sobre fundamentos físico naturales.
La significación del entorno natural que realiza la cultura es in-
teractiva e implica ajustes y adaptación, pero también intervención
y modificación, a veces reñidas con ese entorno. La formas es-
pecíficas de éstos dependen de balances relativos a las condiciones
históricas. tanto de la región misma, como de su relación con
conjuntos mayores. Se sabe que las condiciones regionales no pue-
den explicarse sólo con referencia a sus características internas,
~ino también en relación con su articulación externa, que se modifica
históricamente.
La región, adicionalmente, juega un papel cambiante en la cons-
trucción de representaciones sociales globales. En Colombia la con-
formación de ideologías nacionales, en la ideología de identidad
nacional contemporánea, las regiones, la relación centro-región,
centro-periferia, ocupan un lugar central. También su valoración
cultural desigual, atravesada por nociones de raza y desarrollo. El
Chocó ha tenido el significado dentro del conjunto nacional, de
periferia, de marginalidad, con valoración racial. Incluso estas con-
dicione se atribuyen con frecuencia a su condición racial.
¿ Qué papel puede cumplir la diversidad cultural en esa cons-
trucc1on imbólica y material del Chocó corno región?
Pueden e bezar e al menos dos grandes líneas de dinámica his-
tórica, distinciones necesarias en el proceso continuo de reinvención
cultural y de construcción de representaciones nacionales.

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Por una parte, desde fechas tempranas, la zona se relaciona como
periferia de otros centros. Periferia que, sin embargo, alimenta de
oro la sociedad colonial, esencial para la econonúa de la época.
Se signa así una primera gran línea. Las culturas locales, las nativas
y las hechas a la fuerza n a tivas, se ven sometidas a alimentar l a
relación extractivista. Pero florecen a su sombra modelos nuevos,
reacomodos lentos de las culturas amerindias y afroamericanas.
Las minorías blancas son poco estables en el largo plazo, sin acu-
mulación significativa y con lazos de s ubordinación con quienes
logran el gran lucro de la extracción, sean estos la Chocó Pacífico
o Maderas del Darién. Sin embargo, durante Ja mitad de este s iglo,
quienes permanecieron recibieron la influencia múltiple de los mo-
delos afro y amerindio, aun a pesar de la presencia de formas
abiertas y veladas de discriminación o segregación racial y cultural.
Los intercambios entre población y medio natural produjeron com-
plejos culturales con los cuales desarrollaron, cada uno a su manera
y muchas veces en forma sim ilar o asimilada, un manejo ambiental
con equilibrio específico . Es decir, la diversidad c ultural logró
des arroll a r alternativas d e adaptación y utilización de la selva hú-
meda que permitieron s u existencia hasta el presente, selva que
la economía extractiva intervino de manera focalizada. Pero la
diversidad cultural construida y recons truida, fue ignorada y aun
devaluada dentro de la imagen regional.
En esta dinámica, el Chocó existe dentro del conjunto nacional
como zona marginada, fundamentalmente negra, con riqueza mi-
nera, s upeditada al centro político y económico. La contraposición
ideológica región versus nación, aquí oculta y silencia la diversidad
cultural dentro de la región genérica denominada Chocó. Se ignoran
o desprecian las culturas indias y negras y su relación con las
selvas húmedas, en favor de una noción genérica de regionalidad
chocoana. Y esa forma de concebir la región no es sólo central;
tiene arraigo local estable. Atrasada frente al modelo deseable es
espejo sin luz del desarrollo.
Una segunda dinámica puede encontrarse a partir de la deses-
tabilización de las relaciones internas y externas. En las internas,

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porque los modelos nativos han sufrido modificaciones drásticas
e n sus condiciones de existencia. Emigraron sus minorías blancas,
emigraron los campesinos negros a los centros locales y a las ciu-
dades cercanas. Llegaron campesinos colonos de la vecindad y
detrás de ellos los ganaderos y algunos otros negocios menos lícitos.
Abundaron las concesiones forestales y proliferaron los aserríos;
el monopolio minero dejó de existir en manos de extranjeros y
surgieron mil cabezas de medianos y pequeños mineros nacionales.
Llegaron quienes creen tener en sus manos armadas el remedio
para toda injusticia y se sienten autorizados para intervenir en la
vida de unos y otros. Pero también surgieron organizaciones y
movimientos que reivindicaron primero la etnicidad y las culturas
indias, luego las de negritudes. Pronto saltaron como actores activos
al plano nacional, donde se han encontrado con el reajuste del
papel político e ideológico de las regiones.
En el plano global ya no se trata del centralismo contrapuesto
a lo regional, sino de lo regional como espacio necesario de acciones
y discursos nacionales, de lo regional como esencia de la nacio-
nalidad. Allí e abren espacios nuevos para las reivindicaciones
locales, para la diversidad silenciada. Existe además un interés
que rebasa las fronteras nacionales en aquellas zonas donde se
conservan recursos bióticos importantes y el Chocó es lugar pri-
vilegiado en ese campo. La diversidad cultural reclama entonces,
de manera académica o reivindicativa, su estrecha relación con la
existencia de la biodiversidad en general. Se plantea así una ironía.
Quienes localmente permanecen apegados al esquema de la región
como conjunto homogéneo contrapuesto al centro y podrían disfrutar
del auge descentralista, se han visto con sorpresa y disgusto des-
plazados por desconocidos actores locales, que tiene recibo en sec-
tores nacionales y del exterior, y para quienes la región misma
está internamente diversificada, con grupos étnico-culturales dife-
renciados que desean vocería propia. Estos últimos han encontrado
un punto de confluencia con el replanteamiento nacional del papel
simbólico de la región, el interés en la protección ambiental y sus
reclamos específicos de reconocimiento para sus culturas.

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Así, en la segunda línea de dinámica, la diversidad interna tiene
recibo dentro de ciertas tendencias generales e incluso se le asigna
un papel protector no pocas veces exagerado e idealizado. De manera
simultánea, empero, avanzan los procesos que erosionan los funda-
mentos de la reproducción de los modelos culturales diversificados.
La diversidad cultural tiene un espacio inicial en la reconstrucción
simbólica de la regionalidad y dentro de la ideología de identidad
nacional. Pero es aún incierto si este espacio de representaciones
logrará detener los procesos materiales que socavan las bases que
les dan existencia y desplazar a quienes en el centro, y desde la
misma región, auspician un modelo homogeneizante.

Conflictos, modelos culturales y tenencia de la tierra

Sobre la tenencia de las casi cinco millones de hectáreas del


Chocó, y pese a la ley que declara buena parte de ella~ como
reserva forestal, existe una polémica que ha venido cobrando fuerza.
El resultado de la misma tendrá un impacto cierto sobre lo recur o
bióticos del Chocó y su actuales pobladorc .
La polémica tiene como fuentes por una parte, la Ley Segunda
de 1959 y por la otra, los usos y formas tradicionales de tenencia
de la tierra. Se le suman otros frentes de conflicto territorial en
zonas diversas del departamento.
La región parece extensa en relación con su población por lo
cual no se percibió por mucho tiempo la urgencia de solución del
problema de tierras. La forma de utilización cíclica y estacional
del territorio, tanto de indígena como de negros, no hizo necesaria
otra legislación por largo tiempo.
Sin embargo, las sustracciones de exten iones relativamente con-
siderables de la Ley Segunda de 1959 han sido un factor de de-
sestabilización, en la medida en que rompen las formas tradicionales
en favor de la titulación individual. Quienes han permanecido con
las formas tradicionales, principalmente los afrochocoanos (rurales
y urbanos), se encuentran desprotegidos frente al avance de la

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apropiac1on legalizada mediante títulos de propiedad individuales
y aún colectivos (resguardos indígenas).
Las presiones surgidas de los núcleos colonizadores desde los
años sesenta hasta el presente han motivado la sustracción de un
total de 129.103 hectáreas de la reserva, que adoptan la forma de
propiedad privada.
Hasta 1992, las s u stracciones eran las siguientes:
l. Zona Bajirá (Urabá). Area: 61.000 ha Acuerdo 038/74.
2. Zona Dabeiba (Antioquia). Area: 204.375 ha.
3. Zona de Andí y Unguía (Urabá). Acuerdo 169/68. No se de-
terminó el área sustraída.
4 . Bahía Solano, Nuquí y Alto Baudó (Costa Pacífica). Area:
185.000 ha. Acuerdo 033/76.
5. Zona de Condoto, Istmina, Tadó. Nóvita, Lloró, Bagadó y
Quibdó. Area: 346.000 ha Resolución 222/84.
6. Juradó. Area: 85.000 ha de las cuales 25.000 ha ~on resguardos
indígenas. Re olución 110/65
En todas estas áreas <;ustraídas (Mapa Nº 5), se han otorgado
en todo el departamento 4.613 títulos de propiedad sobre 129 .103
ha (Según información de INCORA, Quibdó, 1992). Además de
e~tas ustracciones se han adjudicado cerca de 60 resguardos in-
dígenas, especialmente a partir de la década de los 80, que cubrían,
hasta 1992, 922.000 ha (ver Cuadros Nos. 10 y 11 y Mapa Nº 6).
La tendencia a s ustraer áreas de la reserva se ha aminorado en
los últimos años ante s u s resultados sobre las condiciones ecológicas
y de los suelos (Hernández, Humberto, 1986a) y por la presión de
Ias organizaciones de pobladores. Pero si al área total del Chocó,
aproximadamente 4'700.000 ha, le restamos las tierras otorgadas como
resguardos, la adjudicación de baldíos y los parques naturales. quedan
aproximadamente 3'500.000 ha. De éstas el 75% son selvas, cuyo
potencial económico es el maderable. Y dadas las limitaciones agro-
lóg icas y climáticas la s upervivencia del ecosistema del Chocó reside
en el modelo de explotación fluvio-forestal, de nativos indios y negros.
Los indígenas han logrado , gracias a la fuerza de sus organiza-
ciones, el reconocimiento de amplias zonas de resguardo. Tienen

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\
'--\MUNICIPIOS :
\ 1 QUIBDO
· 2 Acondi
( 3 Alto Boudó (Pié de Potó)

PAN AMA / 4 Bogodó


I 5 Bohío Solano (Ciudad Mutis)
6 Bojo BoudÓ (Pizorró)
/ 7 Bojoyó (Bellov1sto)
1 8 Condoto
El Carmen
\ 9
-✓ · -10 lstmino
1 1 JurodÓ
12 Lloró
13 NÓvito
14 NuquÍ
15 Ríosucio
16 Son José del Palmar
17 Sipí
18 TodÓ
19 Unguio

ANTIOQUIA

Sustracolonea a lo
Reservo Forestal
Reservo y Resguardos
Indígena•

Parques Nocionales

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MAPA 5
Departamento del Chocó
Areos Sustraídos de lo Reservo Forestal o
1
FUENTE: IGAC, Atlas Bási co de Colombia, 1989. INCORA,QuibdÓ, 1992 . ESCALA

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PANAMA ./ COR O O BA \
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ANTIOQUIA

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Deporto::;,~: d~I Chocó /
Resguardos lndioenos Constituidos
o 2'5 '50k
=-uENTE : IGA C ,Atloa Bóaico de Colombia, 1989 . INCORA, Subgerenclo Jurídico,
ESCALA
Reser v as y Resguardo• lndlgenoa de Colombia, 1991 .

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922.000 ha en resguardos, que equivalen aproximadamente al 19.6%
del total del departamento. Según INCORA, 16.775 indígenas (3 .224
familias), residen en resguardos, mientras 4.266 (781 familias),
carecían de delimitación territorial. La conformación de nuevos
resguardos avanza, lo que parece suponer el cubrimiento total de
la población en los próximos años.
La adjudicación de resguardos indígenas data principalmente de
la década de los años 80 (ver Mapa Nº 6). Es posible discutir esta
política como una estrategia de congelamiento de áreas de interés
para el Estado, por razones geopolíticas y de conservación de las
selvas húmedas tropicales por su irracional explotación (ver Triana,
A., 1991).
De hecho esta circunstancia, provechosa para las etnias indígenas,
ha desencadenado numerosos enfrentamientos con nativos negros.
Una de las razones principales de los choques ha sido la política
de ignorar en la constitución de resguardos, la población negra
que ha vivido dentro de estos territorios por varias generacione .
En Juradó , por ejemplo, se constituyeron tre resguardos en 1982
y en 1 987. Previo al resguardo vivían allí pobladores indios, negros
y colonos procedentes de Antioquia y Caldas que explotaban la
madera. Los indígenas obtuvieron la con titución del resguardo.
Pero los negros quedaron excluidos y a través de la ANUC, exigen
derechos sobre el territorio. Se niegan a dejarlo y ya se han pre-
1
sentado algunas n1uertes • Ante la situación se creó una comisión
conformada por representantes de distintas entidades oficiales que
busca soluciones.
La solución general que ha dado el INCORA, es sanear los res-
guardos, lo que consiste en pagarles las mejoras a los nativos negros
para que se ubiquen en otro sitio. Este proceso, sin embargo, ha
ido lento y dispendioso, además de costoso. Algunos están dis-
puestos a dejar los terrenos a cambio del pago de sus mejoras,
pero otros aducen una larga permanencia, respaldada por pólizas
y piden otras soluciones territoriales.

1. información funcionarios JNC ORA . Quibdó.

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La Asociación Campesina Integral del Chocó (ÁCIA), agrupación
de pequeños cultivadores del medioAtrato ha desarrollado campañas
para llamar la atención estatal. Plantean que durante muchos años
negros e indios han convivido y sin embargo, la política oficial
fomenta la división entre estos grupos sociales. Están de acuerdo
con la adjudicación de los resguardos indígenas, siempre y cuando
se cuente con la opinión de los pobladores locales negros para
acordar criterios conjuntos. Consideran que no necesariamente los
negros deben salir de los resguardos, cuando éstos llevan toda la
vida allí. Se podrían establecer, plantean, convenios en los cuales
e estipule el respeto a la reglamentación sobre resguardos, lo que
implica limitaciones en la venta de tierras. Sin embargo, restan
aspectos de difícil acuerdo, como el son1etimiento a una autoridad
indígena, elemento central de los resguardos.
La actual población blanco-mestiza proviene de distintos orígenes
y ha llegado a la región en diferentes épocas; si bien es minoritaria
desde el punto de vista demográfico, los inmigrantes de las últimas
tres décadas juegan un nuevo papel en la zona. Los blancos locales
tradicionales, hasta los años sesenta, no tuvieron como propósito
la expJotacjón agrícola, si bien en algunos casos se dio apropiación
privada de baldíos cercanos a los cascos urbanos, sobre todo en
Quibdó. Se dedicaron al comercio y la administración pública,
salvo casos excepcionales mencionados.
Pero los colonos blanco-mestizos son agricultores pobres en busca
de tierra y compiten con los habitantes nativos, negros e indios.
Desconocen las reglas de apropiación territorial tradicionales y
buscan la titulación de su parcela, que les permita acceso al crédito.
En ciertas zonas, siguiendo una tendencia general de la colonización,
se ha conformado ya un nuevo proceso de concentración territorial.
Un gran número de pequeños colonos proviene del departamento
de Córdoba. Se les denomina chilapos. En menor cantidad se en-
cuentran antioqueños, risaraldenses y vallunos, migración que ha
aumentado desde que se abrió la carretera Quibdó-Risaralda.
En este momento INCORA se propone reubicar parte de éstos a
través de la compra de mejoras.

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ACIA y otras organizaciones comunitarias negras, partJ.c1paron
activamente en la reglamentación del artículo 55, transitorio de la
Constitución de 1991, con el fin de abordar de manera integral el
problema territorial en el Pacífico. Como resultado surgió la ley
70 de 1993, que reglamentó la titulación de terrenos de los moradores
de las riberas de ríos de la cuenca del Pacífico y otros derechos
fundamentales. Por esa ley "el Estado adjudicará a las comunidades
negras ( 'que han venido ocupando tierras baldías en zonas rurales
ribereñas de los ríos de la Cuenca del Pacífico', Artículo 1 o.) la
propiedad colectiva sobre las áreas(. .. ) que vienen ocupando de acuer-
do con sus prácticas tradicionales de producción "(Artículo 40.).
El territorio colectivo debe ser plenamente delimitado y dentro
de su plan de desarrollo se debe contemplar la forn1a particular
de producción. Las mismas comunidades deben asumir la admi-
nistración interna de sus territorios mediante un Consejo comuni-
tario. Su propiedad es inembargable, inalienable e imprescriptible.
Sin embargo, a nivel de reglamentos se pueden definir zonas de
propiedad individual, colectiva. de reserva, ajustando la distribución
de la propiedad de acuerdo con sus usos y costumbres (Triana,
1991 ).
Dado que los suelos aptos para cultivar se suelen encontrar en
una franja de 30 metros desde la orilla del río hacia el fondo y
detrás se encuentran ciénagas y sitios anegables aptos para caza,
pesca y recursos madereros, ACIA propone una propiedad familiar
a las orillas; esta tendría 30 metros de profundidad y derechos
colectivos hacia el interior (Ver Diagrama 2). E ta iniciativa está
respaldada por otras organizaciones locales, tales como OBAPO (Or-
ganización de Barrios Populares), OREWA (Organización Regional
Waunana-Emberá) y ACADESAN (Asociación de Agricultores del
San Juan).
Frente a los conflictos con comunidades negras, la OREWA plantea
que las entidades estatales apoyen acuerdos, convenios, contratos,
entre las distintas partes, para llegar a una solución justa. Para
ellos es importante continuar con la titulación de resguardos y el
saneamiento de los mismos y apoyan la titulación comunitaria para

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las comunidades negras. Sin embargo, el punto de discrepancia
son los asentamientos negros y de otros pobladores dentro de los
resguardos.
En torno a la tenencia territorial se observa en la actualidad una
gran dinámica de organización comunitaria. Distintas organizacio-
nes, tanto indígenas como negras, formulan propuestas de desarrollo
con la idea de administrar territorios que consideran propios. Este
aspecto se ha convertido en elemento aglutinador de población
indígena, de pobladores rurales negros y aún de la población urbana,
especialmente en Quibdó y Nuquí.
El problema de titulación de tierras en el sector urbano difiere
por su propia naturaleza del de las zonas rurales y vale la pena
detenerse en él.
En 1941, el Ministerio de la Economía Nacional adjudicó al
municipio de Quibdó los terrenos baldíos ubicados dentro del área
de esta población, que cubren 5 kilómetros a la redonda. El mu-
nicipio de Quibdó debía administrarlos y adjudicarlos directamente 2 •
Ante de esta fecha, el mismo Ministerio de la Economía había
otorgado terrenos en propiedad, a pobladores blancos como los
Meluk, los Wilches y de La Torre. La mayoría abandonó luego
la · tierras urbanas , que fueron invadidas y adecuadas mediante
rellenos, por población proveniente del campo. El municipio no
puede vender estos terrenos pues ya no se encuentran dentro del
régimen de baldíos: sin embargo ha otorgado títulos sobre e llos y
representantes de las familias antiguas se han opuesto legalmente.
Esta situación ha traído problemas sociales de difícil resolución.
Por otra parte, desde que el municipio se encargó de los baldíos
urbanos, muchas personas, especialmente políticos, compraron ex-
tensiones de tierra en el casco urbano, a precios muy bajos. En
1985, por Acuerdo Nº 10 de 1985, se regularon los precios de los
ejidos municipales, se establecieron los valores del metro cuadrado
según su ubicación dentro del casco urbano, se dictaminó también

2 . Decreto 026 de Junio de 1944. que se protoco lizó medianle escritura número l 1
de 1944.

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que no se podrían vender predios mayores a 300 m y se prohibió
la venta de lotes de esa extensión a quienes los posean. Sin embargo,
la puesta en práctica de la reglamentación se ha dificultado, por
carencia de información y distintas presiones.
En la actualidad, el municipio no posee un inventario de lo que
tiene, lo que ha motivado la venta de terrenos que no le pertenecen
o ha adjudicado un mismo predio dos y tres veces a distintas
personas. De esta manera~ cerca de las dos terceras partes de la
población de Quibdó vive en forma de invasión y la mitad ha
construido sin licencia.
Este desorden en la titulación territorial se ha unido a los escasos
y deficientes servicios, con malestar entre los habitantes. Quibdó
no cubre con servicio de agua sino el 7.8% de la población, la
luz 38.4% y el alcantarillado 4.7%.
A raíz de los anteriores problemas, especialmente alrededor de
la tenencia de tierra, se creó en 1988 la Organización de Barrios
Populares (OBAPO) que asocia más de 5.000 familias en los cascos
urbano de Quibdó y Nuquí (cuya situación no es muy diferente).
Sus afiliados son principalmente vendedores ambulantes y según
OBAPO ascienden a 5.000 familias en Quibdó y 2.000 en Nuquí.
Esta organización plantea la necesidad de acuerdos para solu-
cionar los problemas prediales. Algunos se niegan a comprar los
lotes pues los han recibido en herencia de sus antepasados y tienen
sus pólizas tradicionales que los respaldan. Otros los adecuaron
dificultosamente. Este conflicto aún no tiene solución a la vista y es
manipulado con frecuencia alrededor de las campañas electorales.
Por otro lado, desde los años ochenta han llegado mineros, em-
presarios pequeños y medianos que buscan el buen precio del oro
y la calma de la zona. Los derechos sobre las minas de las familias
negras campesinas, basados en la ubicación de las rrusmas dentro
de un terreno familiar, son ignorados y se convierten en centro de
abusos y disputas . En el caso indígena, fue especial mente divulgado
hace algunos años el desalojo sangriento de familias emberá-catío
en el alto Andágueda, por antioqueños que pretendieron apoderarse
de una mina de oro.

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En los últimos diez años han llegado a las playas paisas3 (de
Antioquia, Risaralda y el Valle del Cauca) con un interés turístico
o de comercie del turismo. Estos nuevos habitantes han traído
innumerables problemas, se han adueñado de lotes baldíos; de mo-
rros de uso público~ han destruido manglares para liberar playas
para el turismo, entre otros, rompiendo así el entramado bio-cultural
del nativo negro (Informe de campo de Patricia Vargas y Germán
Ferro, 1993: 29).
Las comunidades rurales negras o afrocolombianas, expresan la
importancia para ellos de "las comunidades de fuerte interca1nbio
y solidaridad en una continua interacción cotidiana"; el apoyo
de '' una a,nplia red de parientes ( ... ) arraigada en una tradición
de oralidad, en un contexto musical dominante, una religiosidad
pagana, y unas prácticas de salud que cuentan con especialistas
que les han pern1itido una relativa autonomía. ( ... ) y el ,nanejo
de los árnbitos rural, urbano como un continuo .. (Taller de OBAPO,
citado por Vargas y Ferro, cit.: 2). Ellos han legitimado la posesión
territorial n1ediante la tradición oral. Los terrenos pertenecen a
grupos familiares extensos, que cobijan los grupos de padres y
hermanos y su descendencia.
El estudio de CORPOS para el medio Atrato muestra cómo,
para las comunidades rurales negras, la propiedad se orienta a
bu~car el espacio para desarrollar las actividades agrícolas de
rotación, la minería, la pesca y el uso del bosque. El conocimiento
de la tradición de propiedad descansa en los mayores y se re-
conoce en los cultivos. Cada familia tiene una propiedad ribereña
delimitada, que cubre terrenos en reserva para los descendientes.
Posee lotes en distintas riberas, en distintas fases del ciclo pro-
ductivo. Cada joven recibe su derecho de herencia al independizarse
y puede también abrir nuevos terrenos, en general cerca a otros
parientes. El cabeza de familia ostenta el título grande (CORPOS,
1991 ).

3. Todo aquel que no es negro ni cholo; definición dada por los nativos negros e
ind,os de la región.

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Una gran movilidad de la población y la emigración mantienen
un equilibrio entre la poblacjón y los recursos territoriales. La
compra y venta de terrenos permite ampliar la propiedad familiar,
que se registra en documentos privados denominados pólizas. De
manera siinilar se registra también el arriendo de terrenos. El derecho
sobre las minas, por su parte, supone el derecho del dueño a recibir
parte del rendimiento de la explotación.
Además de los lotes de cultivo, el uso del bosque (maderas,
bejucos, etc.) y de las ciénagas. es abierto para los miembros de
la con1unidad local a través de norn1as consuetudinarias. Como lo
plantea CORPOS, si bien estas zonas no tienen apropiación privada,
no pueden considerarse baldíos y permiten el mantenimiento y
reproducción del bosque, con utilización humana ([bid).
Este patrón de subsistencia permite la reproducción de los re-
cursos a través de su utilización estacional, siguiendo un ciclo
anual. En el verano se preparan tierras, se aprovecha la subienda
de peces y se va a la mina; durante las lluvias, se siembra. La
di persión de lotes de cultivos y minas hace parte de ese patrón.
La. fan1ilias se de~plazan continuamente a sus Jugares de trabajo,
con una división sexual del trabajo no estricta: el hombre trabaja
más la agricultura y la mujer la minería de barequeo. En promedio,
la~ distintas parcela no sobrepasan las 5 hectáreas (ver CORPOS,
1991 y Torres, T., 1989).
A C el núcleo social es el denominado tronco fatniliar, compuesto
por una red de parientes consanguíneos y afines. Por la pertenencia
a un tronco familiar se hereda un derecho de explotación territorial.
Un individuo hereda derechos sobre una orilla, en sus propias
palabras, tanto de la familia de la madre como del padre. Estos
derechos, por lo general, están esparcidos por las riberas y se hacen
efectivos cuando el individuo preci a cultivar o explotar una mina.
Los derechos no se pierden y después de varios años es posible
reclan1arlos a los otros parientes que en eJ entretanto l os han usu-
fructuado.
Por su parte los emberá, dicen Arocha y Friedemann, "viven de
us huertos sobre riberas de los ríos (. . .) donde cultivan plátano,

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bananos, caña de azúcar, frutales y hierbas medicinales, que crecen
en canastos colocados sobre plataformas cerca de los tambos.
Complementan su alimentación con caza y pesca. La agricultura
de los negros es similar, ambos usan el sistema de tumba y des-
composición." Este patrón permite adecuar el número de habitantes
que vive en cada río a l a intensidad de sus cultivos y a las posesiones
territoriales. "Cuando la producción disminuye a causa del ago-
tamiento del suelo, las gentes se marchan" (Arocha y Friedemann,
1982: 202).
La titulación individual por la cual presionan los colonos, tras-
trueca este sistema reproductivo y con él la supervivencia de los
recursos bióticos.
Los modelos culturales rurales nativos arrojan una apropiación
discontinua espacio-temporal del territorio que entra en conflicto
con otras forn1as de apropiación, por ejemplo, con la delimitación de
áreas de colonización con títulos de propiedad, la minería de empre-
sarios de fuera y aun con la delimitación de reservas indígena .
Es posible plantear que los modelos tradicionales de tenencia y
uso territorial, tanto de blanco-mestizos como de nativos indios y
negros, entraron progresivamente en crisis a partir de la colonización
agrícola de Urabá y otros sitios desde los años sesenta, de la in -
migración de medianos empresarios mineros y madereros. de la
apropiación de las playas por los paisas y de la delimitación de
zonas de resguardo para los indígenas desde Ja midad de los años
setenta.
Así, la tenencia de tierras en el Chocó, se ha convertido en los
últimos años en área de conflicto entre las distintas etnias e incluso
cobija y contrapone entre sí a los nativos.
En la medida en que la economía del Chocó se ha orientado
hacia una economía extractiva de enclave, con núcleos rurales re-
lativamente cerrados, la legi s lación colombiana ha estado más preo-
cupada por legislar sobre las reservas forestales y las concesiones
para explotaciones extractivas (mineras, forestales), que en resolver
los problemas de tenencia de tierras de una población relativamente
pequeña. La ley 70 de 1993 que legitiina la propiedad de las co-

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munidades negras rurales, abre para el Chocó otra etapa del proceso
adaptativo de sus gentes.
Al recobrar la región un papel nuevo en el replanteamiento de
la relación con el centro y de su rol dentro del conjunto nacional ,
se han cambiado el interés y la forma de caracterizar la región.
Se ha modificado la imagen construida de la región, lo que ella
r epresenta y se arroja luz sobre campos y relaciones antes en pe-
numbra. Uno de los efectos de este replanteamiento deja relativa-
mente sin piso y desconcertadas a las élites locales que los ignoraban.
Si bien no es propiamente una inversión simbólica, sí es un des-
plazamiento simbólico de la esencia construida de la región, de
los aspectos de contraste, de las relaciones ideales esperadas, aunque
posiblemente no alcance a modificar la naturaleza del vínculo mismo
con el centro, es decir, el vínculo de subordinación. En ese sentido,
es posible que se mantenga la jeraquía socio-espacial de la cual
habJa Wade en sus trabajos sobre el Chocó.
Ahora, e l interés se dirige a lo que aún se conserva de diversidad
biótica y cultural que valorizan de forma nueva al Chocó. Pero
sobre esa revalorización no existe un interpretación única, sino
varias paralelas y contrastadas, pues para algunos actores locales
y nacionales s ignifica la recuperación simultánea de la etnicidad
ligada a la diversidad cultural; pero para otros actores locales y
nacionales , es la oportunidad para aprovechar los recursos en un
esquen1a de · arrollista, es la oportunidad para salir del atraso. Cada
interpretación es, a s u vez, internamente polivalente; desarrollo y
conservación, diversidad y homogeneización, centro y periferia las
atraviesan y producen oscilaciones entre unas y otras y también
ten siones y enfrentamientos entre ellas. Cada una puede dar con-
tenidos específicos y contrastados a la revalorización del Chocó,
a su paso de espejo sin luz a espejo de futuro.

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ANEXOS

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ANEXO Nº 1
PERMISOS DE EXPLOTACION DE MADERAS EN EL CHOCO. 1986

Area total
Permiso en la hoya (ha) Municipio

Sector: Hoya Río Atrato

MADURABA 16.875 Riosucio


MADERAS DEL ATRATO 5.793 Riosucio
PTZANO S. A. 16.000 Riosucio
ASERRADERO COVADONGA 19.475 Riosucio
TRIPLEX PIZANO 19.910 Riosucio
MADERAS RIOSUCIO 16.964 Riosucio
MADURABA 68.777 Bojayá

Sector: Hoya Río San Juan

PULPAPEL 59.741 Nóvita, Istmina


y Sipí
PULPAPEL 63 .500 Istmina-Sipí
cuc 10.125 I s tmina
CODEMACO 15.579 Istmina
CODEMACO 1.350 ltsmina

Sector:Hoya Costa Pacífica


Bajo Baudó

cuc 76.815 Istrnina-Baudó


CODEMACO 25.542 Istmina-Baudó

FUENTE: INCORA H e rnández Humbcrto: Arcas Colonizadas o en proceso de


Colonización en e l Departamento del Chocó. Bogolá, 1986.

181

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ANEXO Nº 2
RELACJON TOTAL DE PERMISOS FORESTALES OTORGADOS
POR CODECHOCO

Clase de Volumen
Año Permiso Cantidad (m3) Hectáreas

1990 A 4 2 .741.380 47 .941


B 1 10.000 500
e 5 10.000 400
D 133 26.600 2 .000

TOTAL 143 2.787.980 51.501

FUENTE: C0DECH0C0, División de Recursos Naturales, 1992.

182

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ANEXO N º 3
PERMISOS MAYORES OTORGADOS POR CODECHOCO. 1992

PERMISO CLASE "A". LA BALSA


Resolución Nº 1224/80 ( lNDEREN A)
Hectáreas 19. 900
Vol umen Otorgado 1 '716.430 m 3
Volumen Aprovechado 198 1- 1990: 786.280.48 m 3
Fech a de Vencimiento: Noviembre 3 de 1992
Interesado: PIZANO S .A.
Localización: Río La Balsa. Ri os ucio-Chocó

PERMISO CLASE "A". MANCILLA


Resolución Nº 922/87 CODECHOCO
Hectáreas 9.961
Volumen Otorgado 330.000 m 3
Vo lumen Movilizado Segund o período /87-90: 33.669.56 m 3
Fecha de Vencimiento: Vigencia p o r 1 O años
Interesado: MADERAS URABA S .A .
Localizació n : Quebrada Mancilla, Riosucio-Chocó

PERMISO CLASE .. A ... TRUANDO


Resolución Nº J 3 14/79
Hectáreas 16.964
Volu men Otorgado 627.78 1. m 3 Bruto
Volumen Aprovechado: l l 0.741.99 m 3
Fecha de Vencimiento: Vigencia por 20 años
Interesado: MADERAS DEL R IOSUCIO LTDA .
Localización: Río Truandó, Riosuc io-Ch ocó

PERMISO CLASE ..A ... CACARICA


Resolución Nº 1445/8 l INDERENA
Hectáreas 19.485
Volumen Otorgado 2'276.601 m 3
Volumen Movilizado 1984-Junio 1988: 70.011.16 m 3
Fecha de Ve ncimiento: Inicial por 10 años
Inte r esado: ASERRADERO COVADONGA
Localización: Río Cacarica-Perancho, Rios uc io-Chocó
M od ificado en área y volumen (Colonización)
R esolución Nº 828/88 CODECHOCO
H ectáreas: 1 . 1 24
Volumen Otorgado 67 . 169 m 3
Volumen Aprovechado hasta 1990: 38.322.60 m 3
Venc imiento: 1992

FUENTE: CODECHOCO. División de Recursos Naturales, 1992.

183

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ANEXO Nº 4
ASERRlOS EN 1984

Para l 984, la URPA-Chocó identificó un total de 51 aserríos en el Departamento,


distribuidos así:

Río Atraco (14) : Ubicados así: Yuto (1 ). Quibdó ( 4 ), Puerto Martínez ( l ),


Vigía del Fuerte -Antioquia- ( 1 ). Vigía de Curbaradó
(2), Domingodó (2) y Riosucio (3).

Río San Juan (23): Ubicados así: Bocas de Sipí (1), Sipí (] ), Noanamá (1),
Potedó (2), Cuanrrupí (1). Copomá (1), Tadó (1) , Mun-
guidó (1). Taporal (1), Palestina (2), Brazo Cabecera (1).
Docordó 92). Pichimá ( 1), Togoromá (2), Burujón (1 ).
Isla García (1). Quebrada el Mudo ( 1) y Charambirá (1).

Río Baudó ( 15): Ubicados así: Belén Docampadó (2), Si viré (l ), Río Uso-
ragá ( l ), Quebrada Caimanera (1 ), Quebrada Pesquera
( 1 ), Quebrada Juliana (1 ), Bocas de Pepé (1 ), Quebrada
Cárdenas (1 ), Boca de Pil izá ( l ), Boca de Purrichá (l ),
Catripe (1 ), Virudó (1 ), Río Ijúa ( l ), Río Orpúa (1 ).

ANEXO Nº 5
RECAUDOS POR APROVECHAMIENTO FORESTAL

MES 1988 1989 1990 1991

I 6.746.975 .79 12.354.096.62


II 12.981 .570.73 2 1.699.089.17
III 21.287 .080.87 24.471.889.97
IV 15.313.63 l.75 20.408.936.76
V 17 .981.463.50 19.097 .989.56
VI 51.157.579.7 87.706.400.19 25.504.734.87 23.244.528.13
VII 11 .200.541.84 16.171.695.35 17.460.796.43 22.736.569.47
VIII 8.864.169.61 15 .550.242.64 22.386.465.75 18.803.637 .37
IX 9.832.264.47 11 .727 .859.22 20.368.741.18 25.158.123.57
X 13.764.388.56 17.432.999.39 17 .078.274.48 19.478.677 .96
XI 11.711.752.37 13.746.201. 19 21.669.964.30 24.216.024.13
Xll 12.520.080.50 19.510.260.50 25.345.467 .71 Sin informac.

TOTAL 119.050.777.10 181 .545.653.68 224.124.867.40

FUENTE: CODECHOCO, División de Recursos Naturales, 1992.

184

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ANEXO Nº 6
ACTIVIDADES DE LA MINERIA ARTESANAL POR BOMBEO
CA"raO

ESCOGENClA
DEL LOTE

DESMONTE
CLIMPTEZA} QUEBRADA.

INSTALACION RIO
BOMB A.GUA
LIVIANA
POZO
AGUA.
SUBTB-
RRANBA
ENTIERRA

CONSTRUCCJON MADERA
CANALON

MSTAUCO

CHORRO AGUA
OESPRENDIMIEm'O
DE P~A
BARRETON

SEPARACION
MANUAL OS PlEDRAS

CAPTU'RA DE
- PARTICULAS DE ORO
BN CRISTALES

LAVADO DE 1 1 AMALGAMAClON
1 ARB.NA CANALON 1

VERTIMIENTO
- AGUA CON
SEDIMENTOS

""LAVADA" DE
COSTALES

BAREQUEO

S6PARACION VENTA ORO


ORO MERCURIO AZOGADO
CON SOPLETE

VENTA DE
ORO PURO

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ANEXO Nº 7
ACTIVIDADES DE LA MINERIA ARTESANAL CON DRAGUETA
POZOS DEJADOS
POR LAS RETROEX-
CAVA DORAS
INSTALACION
DRAGUETAS
RIOS DB AGUAS
TRAN UILAS

S UCCION DE MATBR(AL LECHO RIO


C ON LAS MANGUERAS.
RETIRO MANUAL DE PIB- 1--- ~
ORAS Y OBSTACUl..0S
QUE IMPIDAN EL ASCEN- TALUD SUMBRGJDO
SO DB LOS LODOS.

LAVADO DE LOS LODOS


EN EL CANALON INSTA- i - - - - - - - l l AMALOAMAClON 1
LA DO SOBRE LA ORA-
OUETA.

VERTIMIENTO DE
AGUAS CON
SEDIMENTOS

" LAVADA" DB
COSTALES

BAREQUEO

SEPARACION ORO VENTA VENTA


MERCURIO CON DE ORO DE ORO
SOPLETE AZOGADO PURO

FUENTE : S ER C ons uhores-Cod ech ocó , 199 1.

186

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ANEXO Nº 8
ACTIVIDADES DE LA MINERIA SEMIINDUSTRIAL CON RETROEXCAVADORAS

EXPLORAClON

DESMONTE

PRELIMINAR

CARRETEABLE CAMPAMBNTO

TRANSPOIUB
YALMAC.
COMBUSTIBLE

DISPOSICION
BXCAVACJON
DE ESTERO-ES

TRANSPORTE
A BENEFICIO

PLACIAOC> RETR. POR V0LQUETA

BOMBEO

DISPOSICION
DE GRUESOS

LAVADO DE
MATERIAL

BENEFICIO

SEDIMENTAOON BARBQUE0 AZOGUE

VENTA OH
MATERIALES

FUENTE: S ER Cons ultores-Codechocó, 1991.

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ANEXO Nº 9
ACTIVIDADES DE LA MINERIA INDUSTRIAL CON DRAGA

C-.ATEOS CON
TALADRO DB
MANO

OBSCRIPC'JON
Pl!RFIL

DBSMONTS

PROFUNDIDAD
DA.A.CADA

MBTROS1
CORTE DRAOADOS

KECTAJU!AS
DA.AOADAS

JI BALDEIMJN.

O PIES 08
DIV\OAOO l'ltOFUNDIDI\D
MO Y DIV\GA

CLASD'lCAOO
EN TAMBOR

TAMl2AOO Y I\PUCACION
LAVl\00 AOUA PIWSlON

IUlCOU!CCJON
LODOS BN
CANI\U!"[I\SUJ.

TRANSPORTE
DB SOBltETAM.

1OEPOm/1.ClON
OS CASCAJO 1

Vliln1M. 06 S6PARAC10N
LODOS OltO Ml!RCURJO
EN LABOIV,T.

FUENTE: SER Consultores - Codechocó, 1991.

18 8

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ANEXO Nº 10
PRODUCCJON NACIONAL DE ORO Y PLATA POR DEPARTAMENTOS 1989- 1990

Departa- Producción oro % Var. Producción plata % Var.


mentos 1989 1990 89/90 1989 1990 89/90

Antioquia 627.600.2 588.225.2 -6.3 145.836.2 132.218.3 -9.34


Bolívar 27.257.4 101.174.6 271.2 6.332.8 23.058.9 264.12
Chocó 98.549.8 99.416.8 0.9

FUENTE: Banco de la República, División de M_inas, Sección de Regaifas e Impuestos, Oficina de


Planeación, 1991 .

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2 9004 00394486 4

Este libro
se terminó de imprimir en
los talleres de
Tercer Mundo Editores
en el mes de abril de 1995

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