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18 

de marzo del 2020

“[...] << a veces me pregunto hasta qué punto somos nosotros y qué significa serlo >>. Me refiero, a partir y en qué punto de
nuestro eje universal y cartesiano, el hombre es pura ciencia explícitamente biológica y se lo puede explicar como tal, base
nitrogenada por base nitrogenada. O se lo puede examinar, levantarle el brazo y que salgan ansias y sentimientos por allá, y hasta
qué límite (¿por qué límite?) el ser humano es pura fachada científica y esconde un mundo maleable, totalmente metafísico,
inexplicable, e impredecible.
Comprendo: el hombre es porque es y ya, ¿Por qué darle tanta vuelta?... y a su vez, ¿Por qué no darla? Si este mecanismo de
refutabilidad constante, el verdadero push&pull diría Cortázar, de cuestionarse hasta el último pelo, es el que nos mantiene vivos:
el famoso “¿y por qué?” de los niños.
Hay un poema de Mario Benedetti que canta “[…]No vayas a creer lo que te cuentan del mundo […] ya te dije que el Mundo es
incontable”. Y a eso voy. Hay verdades y hay verdades. También hay verdades que son totalmente parcial. ¿y eso las convierte en
mentiras?, ¿o en una verdad a medias? ¿descalza?... “ya te dije que el Mundo es incontable”. Creo que refutar, es la fotosíntesis
del humano. Una autoalimentación.
Esas ansias de saber y crear, no una nueva realidad para el Mundo, sino una nueva realidad personal, en donde y cuando, un
bichito nos pique y algo nos haga ruido, uno corra enseguida a su auxilio, y pueda atender a esa picadura… 
Entonces somos dueños de nuestra piel. Necesito equivocarme para evolucionar. Pensar en voz alta. Pensar en birome.
Explorar, no quedarse quieto: Uno vuelve al centro porque detesta la geometría de las cosas, la sistematización. La estructura.
Uno quiere el laberinto de Borges. Pero “el mejor es el que no tiene salida” (Benedetti), la búsqueda infinita. ¿Un libro de arena?
(Borges, de nuevo).
No niego la ciencia, ni con ella a la Física, la Química, o la Biología, sin contar, todas sus ramitas y ramificaciones posibles
como la electrólisis o el intercambio de gases, el por qué una variable es siempre constante. Me pone nerviosa. Son recursos que
ayudan a explicar. No los rechazo ni un poco, es más, los admiro: El número de oro, la secuencia de Fibonacci, una sociedad
planificada que avanza y avanza. Pero me quedo corta.
¿Cómo limitarme a creer, que el ser humano es algo compacto, sistemático… si le cuento un chiste y expresa unos sonidos
armoniosos que llamamos risa?; ¿si le rompen el corazón y escribe poesía? Si le brillan los ojitos hablando de historia. Si grita
tan fuerte el gol como si quisiera aturdir al televisor. Si crea arte, o explora la alquimia. Si se queda horas admirando un
atardecer. Si inventa marcapasos que desafían el curso natural de las cosas. Si sobrevive terremotos, inundaciones. Si se pone
nervioso con exámenes. Si se enamora. Si sueña. Si llora. Si siente. Si un montón de conjuntos de células tan solo extrañan. Si
éstas mismas ayudan a generar movimiento en las piernas y brazos del humano y lo llaman baile. Si puede ver, oler, oír, palpar,
sentir. Sentir en todo sentido: calor, invierno, amor, rabia, culpa, esperanza y frío. Si puede ver, ver colores. Soñar en blanco y
negro. Ver cinco películas en un día. Envolver al otro con sus brazos y llamarlo abrazo. Viajar.
Si plantamos árboles, y creamos Vida.
Si somos todo eso… ¿Cómo creer que el Mundo es explicable…?
Si claro, ya entendí: que el Mundo es incontable.”

  - Ine

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