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Clínica Psicológica Sistémica.

Magister Maria Laura Del Popolo.

Unidad 4

Documento de cátedra.

La Familia.

Familia disfuncional.

Crisis familiares.

Para comenzar se describe a la familia como sistema. Un revisión literaria remonta


a los estudios de Ludwin Von Bertalanfly, quien como opositor a modelos
reduccionistas, propone un enfoque y estilo holístico para encarar los problemas
de la ciencia.

En esta dirección es posible afirmar que la familia como sistema es abordada


tomando en cuenta las interacciones entre sus miembros, y fundamentalmente
considerándola en el contexto histórico, social y cultural en que se encuentra
inmersa.

Según Casas Fernández (2001), el concepto fundamental asociado a la familia


como sistema es el de “organización”, al ser considerada la familia como un todo
mayor que la suma de sus partes, dinámica en su funcionamiento, atravesada por
dos fuerzas, una asociada al cambio, al crecimiento y el desarrollo (morfogénesis),
y otra compuesta por mecanismos reguladores que intentan la estabilidad del
sistema, el orden, su control (morfoestasis):

Así, el concepto de sistema familiar se utiliza para hacer referencia a un grupo de


personas que interactúan como un todo funcional. Ni los problemas, ni las
personas existen en el vacío. Ambos están ligados a sistemas recíprocos más
amplios de los cuales el principal es la familia. Casas Fernández (2001, 3)

Una visión sistémica de la familia, para este autor implica el abordaje de varios
niveles, es decir los hechos que ocurren en las familias no se consideran al azar
sino que se los piensa y mira en forma circular, relacional e interactiva.

Los hechos se estudian dentro del contexto en el que ocurren, se focaliza la


atención en la interacción, es decir a las relaciones, a las conexiones, a los
patrones vinculares entre las partes. Ningún hecho aislado ocasiona otro “toda
conducta, incluso la sintomática, establece y mantiene esos patrones”.

En la misma dirección Espinal, I; Gimeno, A; y González, F (2006), consideran


que los trabajos iniciales del enfoque sistémico sobre la familia surgen en terapia
familiar, y son las Escuelas de Palo Alto y Milán las que basan en él sus
propuestas de intervención.

Según dichos autores, el mencionado enfoque define un nuevo paradigma


científico. Minuchin (en Espinal I, Gimeno, A y González, F, 2006,3), define a la
familia como “[…] un conjunto organizado e interdependiente de personas en
constante interacción, que se regula por unas reglas y por funciones dinámicas
que existen entre sí y con el exterior”

Desde esta perspectiva la familia es un grupo con identidad propia, escenario en


el que acontecen un entramado de relaciones.
Según este grupo de autores esta organización se construye a través de los
valores y creencias compartidos por sus miembros, y fundamentalmente por las
vivencias compartidas a lo largo de su ciclo de vida, así mismo está compuesta
por rituales y costumbres transmitidos de generación en generación por los
diversos medios culturales. Tales componentes que se comparten dan identidad al
sistema, siendo para sus individuos fuente de identificación y otorgando sentido de
pertenencia.

Para ellos, la familia incluye reglas y pautas de interacción que regulan las
relaciones entre los integrantes del sistema, tanto de modo explícito como
implícito. Las reglas suelen estar en conexión con los valores y el sistema de
creencias compartidos, y juntos regulan las diversas necesidades, la
comunicación, la comunicación, así como la determinación de conductas
esperables y de aquellas sancionables.

Consideran que la familia es un sistema propositivo, orientado a la consecución


de determinadas metas, que a su entender son socialmente asignadas, y
posteriormente interiorizadas por el sistema familiar, en general en el ideal de
familia dichas metas son la protección y educación de los hijos así como su
socialización y/o integración a la comunidad. Sin embargo más allá de estar
inserta en una cultura que asigna metas, la familia tiene la capacidad de
autoorganizarse, es decir, ser agente activo y dinámico en su propio desarrollo,
atraviesa sus propios cambios, genera su propio sistema de normas, recursos y
procesos psicosociales de cada uno de sus miembros.

Un rasgo fundamental de la familia, es para ellos, la circularidad en sus


interacciones. Es decir, los integrantes de dicho sistema mantienen una seria
continua de intercambios recíprocos, bidireccionales que los vinculan, suponen
una mutua influencia. En sentido además al ser dinámico, el sistema familiar es
considerado un sistema abierto, pues presenta límites permeables a la influencia
de otros sistemas, está en interacción inevitable con otros sistemas.

Para explicar esta última propiedad de los sistemas familiares estos autores, se
remiten a la teoría de Bronfenbrenner (1987, citado en Espinal, 2006,2). Para este
autor, el desarrollo humano, se enmarca en una serie de sistemas relacionados
unos con otros, escenarios de diversas interacciones con el ambiente:

MICROSISTEMA: Conjunto de interrelaciones que se producen dentro del entorno


inmediato. La familia es el microsistema más importante, ya que configura la vida
de una persona durante muchos años.

MESOSISTEMA: Conjunto de sistemas con los que la familia guarda relación y


con los que mantiene intercambios directos, es una dimensión importante en los
informes de valoración familiar.

MACROSISTEMA: Entendido como el conjunto de valores culturales, ideologías,


creencias y políticas, da forma a la organización de las instituciones sociales.

De esta teoría la conclusión más importante a fines de profundizar el


conocimiento y la comprensión de la familia desde la perspectiva sistémica, es que
cada grupo familiar se inserta en una red más amplia, y asimismo, conocer que el
mencionado microsistema integra energía- información- de los otros sistemas con
los que interactúa. Hay reciprocidad y comunicación entre los diversos sistemas,
bidireccionalidad, relaciones circulares: “La estructura familiar es compleja y la
dinámica general de la misma esta mediada por el funcionamiento particular de
cada subsistema, en los diferentes ciclos de la vida total del sistema”.

Orientado el panorama histórico y social de la familia, es posible retomar los


aportes de Fernández Moya (2010,257), para ofrecer una definición de familia:
“La familia es un sistema organizado cuyos miembros, unidos por relaciones de
alianza y/o consanguinidad, sustentan un modo peculiar y compartido de leer y
ordenar la realidad para lo cual utilizan información de adentro y de afuera del
sistema y la experiencia actual- histórica de cada uno de sus miembros”.

De las diferentes propuestas acerca de lo que es una familia puede decirse a


modo de descripción que profundice el panorama, que las familias son
consideradas una unidad social, grupos domésticos, naturales, sistemas multi-
individuales, núcleos… en los cuales sus miembros unidos en relación significativa
y cotidiana, puedan ser capaces de desarrollarse en sus capacidades y
habilidades. El sistema familiar a partir de un juego de nudos y lazos, es fuente de
identificación para sus miembros, en el cual hay pautas de interacción que
constituyen la estructura familiar, y diferencian su modo de funcionar.

En relación a este último aspecto, para describir la funcionalidad de los sistemas


familiares, parece prioritario aclarar que desde la perspectiva sistémica, al ser ésta
una visión circular y desde la complejidad del fenómeno en cuestión, es decir la
familia, se descarta la idea de “normalidad” (idea creada y divulgada desde
enfoques reduccionistas y tradicionales de la ciencia), desde el enfoque sistémico,
parece oportuno, correcto y pertinente hablar de “funcionalidad familiar”.

La funcionalidad familiar se evalúa en relación a si el sistema familiar, se ajusta o


no a ciertos parámetros y pautas de interacción, que de modo flexible y adaptativo
les permitan a los integrantes de la familia resolver las dificultades que pudieran
atravesar (interrogantes, conflictos, crisis, entre otros) al transitar por las diversas
etapas del ciclo vital.

Los conceptos que se estudian para considerar si una familia es funcional o no,
son aquellos que se han abordado previamente en relación a la descripción de las
familias como sistemas abiertos, a continuación se mencionan algunos:
 Complejidad

 Estructura

 Funcionamiento

 Termodinámica

 Cibernética

 Cultura y contexto

Es posible considerar a una familia como funcional, si cumple con parámetros


que la investigación ha definido como necesarios para identificar la dinámica de la
familia dentro de lo considerado como “esperable o aceptable”. Las diferencias es
posible visualizarlas en función de:

 La capacidad de la familia para resolver problemas

 El clima emocional de la familia

 La capacidad para cambiar, en el curso del ciclo vital de la familia

 La capacidad para regular la proximidad y la distancia en las relaciones


intrafamiliares

 La formación de fronteras generacionales funcionales.

(Simon, Stierlin y Wynne, 1988 ).

Existe una gran variedad de autores que abordan la temática la funcionalidad. Se


realiza un recorte de aquellos que resultan de mayor interés para la presente
investigación.

Virginia Satir, considera que las familias que funcionan bien resuelven los
problemas de modo “exitoso” (si se permite este término), evitan paralizar o fijar
procesos de interacción, y los conflictos para dichas familias pueden tener un
efecto positivo pues estimulan los cambios necesarios para su evolución. La
autora considera a la comunicación como un aspecto fundamental en la temática
que se está abordando, en este sentido la comunicación estará asociada a la
funcionalidad en la medida que la familia se relacione con mensajes claros, tengan
conciencia de sí mismos y de cómo son percibidos por los otros integrantes de la
familia, puedan expresar opiniones, sentimientos y pensamientos, y asimismo,
puedan respetar entre sí la diversidad. En las familias funcionales la hostilidad y
los conflictos son reconocidos, y abordados, no se niegan o evaden. Respecto a lo
conductual, en estas familias las actitudes y conductas son coherentes con los
mensajes que se envían, son capaces de visualizar diversas conductas en las
situaciones que se les plantean, son capaces de aprender de la experiencia, se
rechaza lo caduco, obsoleto o ineficaz, y las transacciones que se inician son
terminadas.

De lo trabajado hasta el momento en relación a las familias funcionales puede


sintetizarse que tales sistemas, poseen una organización jerárquica clara,
democrática, y se hace posible interactuar desde la individualidad de cada
integrante pero en interacciones que permitan regular su proximidad y distancia en
equilibrio. Son capaces de superar los problemas, son aceptables la variedad de
sentimientos que puedan surgir en el abordaje de los conflictos, como el miedo, la
ternura, la alegría, el enojo, entre otros. En las familias funcionales existe la
voluntad de confiar, la oportunidad de dialogar. Los límites existen, son claros, y
son marcados en el establecimiento de pautas y normas democráticas, flexibles y
adaptables.

Cabe preguntarse ¿Cuándo una familia no “funciona”?, es más oportuno


describir el concepto de familia disfuncional, como aquellas familias que tienen
dificultades para resolver problemas. Los procesos interactivos están paralizados,
son rígidos o fijos. En general los conflictos se focalizan, desplazan y expresan en
un integrante , el cual con sus síntomas expresa la disfuncionalidad del sistema
familiar. Los conflictos, se niegan o en todo caso se evade la resolución
coordinada de los mismos. Se repiten antiguas formas de abordaje, se culpa a los
demás, en estas familias los conflictos no son oportunidades, sino más bien son
fuente de sufrimiento, malestar, violencia, rigidez… Existen en estas familias
desdibujamiento de las fronteras generacionales, desorganización en su
estructura, existencia de alianzas patológicas (formas de asociación entre sus
miembros que promueven el desequilibrio, el desajuste y modos de interacción
que ocasionan sufrimiento a la familia).

En estas familias el eje proximidad- distancia, está alterado, bien existen apegos
excesivos, en los cuales prima la confusión relacional, dificultad para diferenciar
roles y funciones, incapacidad para estructurar las relaciones; o bien desapego
familiar, aislamiento, distancia en la cual los límites están marcados rígidamente.

De los diferentes teóricos sobre funcionalidad se toman los aportes de Murray


Bowen (quien entre 1955 y 1975,) define la enfermedad como desorden del
sistema emocional. Considera conceptos esenciales para el abordaje de la
temática planteada:

1) Diferenciación del self: definido por el grado de fusión o diferenciación


entre el funcionamiento emocional e intelectual. La fusión implicaría que la
conducta es dominada por el sistema emocional, es impulsiva e instintiva.
En la diferenciación la conducta está determinada por lo intelectual.

2) Triángulos: Configuración emocional de tres personas que impacta en las


interacciones, en general se generan por la existencia previa de tensión
entre dos personas, luego pueden adquirir mayor estabilidad e incluso
incluir más personas, resultando así un sistema emocional que perpetúa lo
patológico.
3) El sistema emocional de la familia nuclear: En los sistemas patológicos
pueden primar las fusiones excesivas en el sistema marital, la
indiferenciación, emergencia de la enfermedad en uno de los cónyuges, y
una tendencia a proyectar los problemas maritales en los hijos,
conduciendo así al deterioro del sistema.

4) El proceso de proyección familiar: El mecanismo por el cual el sistema


emocional de la familia potencialmente crea deterioro en un hijo.

5) El corte emocional: La relación entre los individuos en un matrimonio y


sus familias de origen, también juegan aquí la fusión y la diferenciación, la
medida en que los cónyuges está diferenciada de la generación anterior.

6) El proceso de trasmisión multigeneracional: Refiere a la emergencia de


patología grave en un miembro de una generación en especial. Según
Bowen es el resultado de un proceso que viene de generaciones atrás,
donde las interacciones están predeterminadas y son autoperpetuantes.

Salvador Minuchin, en sus desarrollos acerca de la teoría familiar estructural,


refiere supuestos básicos teóricos que luego sostienen el modelo terapéutico
propuesto.

Afirma que el ser humano no es amo de su destino, sino que opera dentro de
un contexto social, y es ese contexto el que define las restricciones de su
repertorio de conductas. Además sostiene que la vida psíquica , no es
enteramente un proceso interno, hay una interacción sin fin entre el individuo y
su contexto, que se afectan mutuamente. Este contexto posee una estructura,
que pueden ser flexibles o rígidas, y en la estructura misma puede encontrarse
la patología estructural.

La estructura de la familia se advierte en sus características organizacionales,


de acuerdo al trazado de límites y fronteras entre subsistemas. A través de
Tiempo las familias modelan transacciones específicas, Minuchin se refiere a
las entroncadas interrelaciones entre los contextos ambientales y la conducta
individual.

El modelo estructural trabaja en el aquí y ahora, en las pautas transaccionales


entre los miembros de la familia, y la patología la entiende como un déficit en la
negociación entre los mismos. El grado de patología de un sistema se
observara en el nivel de rigidez con el que la familia afronta el estrés. Es decir
que las pautas de transacción, las fronteras entre subsistemas, se rigidizan y
no pueden explorar alterativas de funcionamiento más adaptativas.

Si una familia logra adaptarse a las demandas y presiones de la vida misma, y


pueden reestructurar sus fronteras a lo largo del ciclo vital, nos encontramos
frente a una familia funcional, sin embargo si reacciona produciendo rigidez,
aparece la disfuncionalidad.

Los estructuralistas describen cuatro categorías de patología familiar.

Según Umbarger, existen las patologías de fronteras, de alianza, de triangulo y


de jerarquías.

Patología de fronteras: las perturbaciones aparecen cuando las fronteras


entre subsistemas se vuelven rígidas o débiles,

Salvador Miuchin advierte la patología de fronteras en una dimensión que va


desde lo desacoplado hasta lo enmarañado.

En un sistema enmarañado hay extrema susceptibilidad de respuesta entre los


miembros, la distancia interpersonal es escasa hay confusión entre fronteras
subsistemicas.

En las familias desacopladas hay excesiva distancia interpersonal las fronteras


entre subsistemas son rígidas y es bajo el nivel de susceptibilidad.
Patología de las alianzas, Puede definirse las alianzas como la desviación de
conflictos, designación de chivo emisario y coaliciones intergeneracionales
inadecuadas.

Patología de triángulos: en los trabajos de familias psicosomáticas, Minuchin,


Rossman y Baker, presentaron una tipología de triadas rígidas. La hipótesis
inicial fue que los hijos podían ser utilizados para ocultar, refractar un conflicto
parental, y esto hace probable la aparición de una conducta sintomática en un
hijo. Entonces describen la triangulación como una situación en que los padres
en conflicto manifiesto intentan ganar contra el otro la simpatía o el apoyo del
hijo. Esto conlleva a un conflicto de lealtades.

La coalición progenitor hijo es una expresión del conflicto parental , se trata de


una intensa proximidad entre un progenitor y un hijo, y un progenitor queda
excluido. El progenitor excluido es quien presenta sintomatología.

En las triadas desviadoras, los padres toman al hijo como chivo emisario, este
presenta una conducta perturbada y entonces los padres se unen para
gobernarlo, la otra configuración es que los padres se unan enmascarando sus
conflictos para sobreproteger a un hijo designado como enfermo, estas
configuraciones se advierten en las familias psicosomáticas.

Patología de Jerarquías, la inversión de jerarquías de poder es considerada


una de las configuraciones más disfuncionales, en este sentido un hijo puede
tomar el poder de la familia. Un hijo gobierna las decisiones familiares.
Epstein, Bishop y Baldwin, en Fernández Moya 2010, esbozan dimensiones de
funcionamiento familiar, que se diferencian e incluso en parte se superponen, en
tres esferas de tareas:

 Esfera de las tareas básicas: Se ocupa de satisfacer las necesidades


materiales de la familia.

 Esfera de las tareas de desarrollo: relacionadas con el ciclo vital.

 Esfera de las tareas arriesgadas: en la que se pone de manifiesto la


capacidad de la familia para resolver crisis imprevistas.

Del grupo mencionado de autores, Epstein y Bishop (Citados en Fernández Moya,


2010) además hacen hincapié en que los problemas familiares pueden clasificarse
en instrumentales (dinero, comida, transporte), y en afectivos. Consideran que si
los problemas instrumentales no están efectivamente abordados por el sistema
familiar, es más difícil luchar con problemas afectivos, por ejemplo ocasionados
por una crisis, emergencia de angustia, depresión, etcétera.

Avanzada en esta categorización entre familias funcionales y disfuncionales, es


oportuno hacer una descripción de otras propuestas de tipificación de la familia.
Se desarrollan algunas de ellas a continuación.

Respecto a la clasificación de familias, define la tipología como un método por el


cual se identifican modelos, grupos o tipos característicos. Las variedades de
clasificación de familias, permiten además distinguir cuestiones en relación a la ya
descripta funcionalidad de los sistemas familiares.
Tomando en consideración dichas clasificaciones, el autor aborda diversos
teóricos entre ellos Fischer, Keeney, Werrtheim, Kantor y Leer, Fleck, Don
Jackson, Minuchin y Olson. Se desarrollan éstas dos últimas teorías mencionadas,
de acuerdo a las necesidades de la presente investigación.

 El modelo circumplejo de Olson (1988)

Tres dimensiones de la conducta familiar:

Cohesión: Variable que pone de manifiesto el equilibrio entre el eje proximidad


distancia entre los miembros de una familia. Así como también modelos
centrífugos o centrífugos durante el ciclo vital familiar. En un extremo es apego
excesivo, en el opuesto desapego. Aspectos a tomar en cuenta: lazos
emocionales, independencia, límites, tiempo, entre otros.

Adaptabilidad: Grado de flexibilidad y cambio del sistema familiar en relación a la


estructura de poder, los roles y las reglas frente a tensiones situacionales o del
desarrollo. Se tienen en cuenta además los estilos de negociación, la
retroalimentación positiva y negativa. Un extremo puede mostrarnos estructuras
rígidas y el otro extremo familias con características caóticas.

Comunicación: Dimensión facilitadora, decisiva para el movimiento de las


mencionadas dimensiones, permite a la familia compartir sus necesidades y
preferencias al relacionarse con la cohesión y la adaptabilidad.

 Salvador Minuchin (1984, ): Realiza una tipología tomando en consideración


la composición y la estructura familiar. Además menciona dos tipos más
(descontroladas y psicosomáticas). La información se obtiene a partir de la
exploración de las familias en la coparticipación con ellos, a través de las
entrevistas.
Para continuar describiendo a la familia como unidad de abordaje y siguiendo la
revisión de Fernández Moya (2010), respecto a dicho sistema, se procede a
analizar algunas de las etapas de su proceso de desarrollo, los diversos períodos
del ciclo vital familiar. Haley (1980,), describe los siguientes períodos:

Período de galanteo: Etapa en que los jóvenes novios comienzan a realizar sus
aprestos para la selección de pareja. Problemas que pueden suscitarse en esta
etapa:

 La relación simultánea que los miembros de la pareja deben mantener con


los miembros de ambas familias, y además con sus pares.

 El destete padres e hijos.

Matrimonio y sus consecuencias: Inicia con un ritual que cada vez los jóvenes
realizan menos, el casamiento civil y/o religioso. Mito cultural que colabora en la
construcción de nuevas pautas relacionales. Dicha ceremonia modifica de forma
impredecible la naturaleza personal y relacional de cada uno. Será importante el
modo de encarar los desacuerdos. Será típico de esta etapa la evitación de las
discusiones y la intención de perpetuar un clima amoroso ideal. Sin embargo con
el tiempo los desacuerdos, las controversias se generan, se intensifican y el clima
se tensiona. Existe una gran influencia de las perspectivas de las familias de cada
cónyuge. Será un desafío mantener cierta autonomía, independencia respecto a la
influencia parental. A pesar de ello, diversas razones mantienen ciertos lazos
difusos con las familias de origen y serán esperables e inevitables los conflictos en
la búsqueda del equilibrio entre la autonomía de la joven pareja y las familias de
los mismos.

El nacimiento de los hijos y el trato con ellos: Etapa en la que se generan


nuevas situaciones que desestabilizan el funcionamiento del sistema íntimo. Los
hijos tejen las funciones de papá, mamá, abuelos, tíos, sobrinos… y son tejidos
por los mismos hilos. Todos los roles son mutuamente influyentes. Este hito en la
vida de la familia, genera una mayor separación de la familia de origen, y un
mayor apego entre los miembros del propio sistema familiar. Se modifican los
vínculos, las formas de interactuar. Surge la necesidad de atención, las demandas
complejas y específicas de los nuevos integrantes. Puede el matrimonio entrar en
conflicto, y surgir la insatisfacción en alguno o ambos miembros de la pareja. Una
crisis común surge cuando los hijos comienzan la escolaridad. Es una prueba
social sumamente importante para la familia, específicamente para los padres.

Las dificultades matrimoniales del período intermedio: El adulto necesita


adaptarse a los cambios de los hijos. Las relaciones se van complejizando, los
vínculos paterno- filiales se modifican permanentemente, y el conyugal también se
somete una revisión- actualización- constante. Los hijos están crecidos, las
interacciones se profundizan y amplían.

Debido al paso del tiempo, y haber transitado diversas situaciones de conflicto,


se han elaborado modos relaciones rígidos, repetitivos, y justamente en ello reside
lo interesante de analizar las transiciones a través del ciclo vital familiar, ya que a
medida que se avanza y complejizan los vínculos, resulta necesario reactualizar,
modificar los vínculos, sus pautas, e inclusive en ocasión la distribución de roles,
según las necesidades y situaciones que atraviesan a la familia.

En esta época sacude la turbulenta adolescencia, que demanda del sistema


acomodaciones, modificaciones, provocando una tensión en el sistema familiar en
la lucha por mantener el orden que primaba hasta el momento. Esto trae la
posibilidad de ruptura conyugal, una amenaza al vínculo de pareja, y además la
crisis cuando los hijos parten se independizan.

El destete de los padres: La emancipación de los hijos implica una crisis familiar
de vital importancia. Se debe sobrevivir al encontrar el nido vacío. Implica un
fuerte desafío para la pareja que deberá re- encontrarse frente a frente, volver a
ser dos, como antes del nacimiento de los hijos, con la complejidad de todas las
vivencias que transitaron como familia. Puede que descubran que hay poco por
decirse, que dejaron mucho de lado con la llegada de los hijos.

El retiro de la vida activa y la vejez: Aparece en la pareja la oportunidad de estar


todo el tiempo juntos, la jubilación laboral es un ingrediente en esta etapa.

Luego de la descripción de las diversas etapas del ciclo vital familiar, resulta
fundamental, en consonancia con uno de los objetivos de esta investigación,
conocer las diversas crisis que pueden transitar las familias a lo largo de su ciclo
vital.

Para conocer qué son las crisis, cuáles son sus características, y adentrarse en
una posible clasificación de las mismas, se realiza un abordaje de las crisis
familiares desde diversos autores, que pueden considerarse parte de un mismo
enfoque en la temática: la crisis como oportunidad para el cambio.

Pittman, F (1990), le otorga al término crisis una doble caracterización, por un


lado como oportunidad, pero también crisis es peligro. Llega a afirmar que no es
posible lograr ningún cambio sin crisis.

Su definición de crisis expresa: “Se produce una crisis cuando una tensión afecta
a un sistema y requiere un cambio que se aparta del repertorio usual del sistema.
Ese estado de crisis es señalado por cambios no específicos en el sistema”.
Pittman, F (1990, 25).

Profundiza su caracterización de las crisis y refiere que en dichos períodos reglas


y roles se confunden, expectativas y prohibiciones se relajan, metas y valores
pierden importancia, y hasta inclusive podrían desaparecer. Es esperable que se
revivan conflictos irresueltos y solicitan más atención. Por tanto aumenta la tensión
en la familia.
Respecto a la mencionada tensión, es definida como una fuerza que tiene a la
distorsión. Son específicas de cada sistema, en función de su propio sistema de
valores, expectativas, naturaleza de sus interacciones. El impacto que tenga la
tensión depende de si se encuentra manifiesta u oculta, si es un suceso aislado o
habitual en dicha familia, si es temporaria o permanente. Si las causas de la
tensión se pueden localizar en el interior de la familia o si fueron provocadas
desde el exterior.

De lo expuesto es posible afirmar que el abordaje de la tensión es más óptimo


cuando se define con claridad, pues no actúa como un enemigo oculto, se torna
tangible, específica no difusa, es posible buscar el camino hacia el cambio. Tanto
la identificación como la definición de la tensión son fundamentales para resolver
las crisis familiares.

El autor realiza una clasificación de las crisis en cuatro tipos. Considera


importante aclarar que si bien es posible conocer características específicas de las
crisis según la tipificación que se expone a continuación, lo más usual es que la
mayoría posee características de los cuatro tipos de crisis. Tal distinción está
basada en la naturaleza de la tensión:

a) Desgracias inesperadas: La tensión es manifiesta, aislada, real,


específica y extrínseca. La tensión es evidente, surge por causas
externas a la familia. No puede preverse, generalmente no tienen
sentados precedentes en la historia de la familia, son sucesos nuevos.
Es labor de la familia dirigir su atención- sus recursos- a lograr el
reagrupamiento, la reacomodación necesaria para mantener su
funcionamiento.

El peligro de las desgracias inesperadas está en que se busca un culpable, un


esfuerzo por encontrar algo que alguien podría haber hecho para evitar la crisis.
Este intento, develará deficiencias estructurales, anteriores a la crisis, falencias
personales y familiares, a las cuales se tiende a adjudicar las responsabilidades
de la crisis.

Es fundamental conocer si se trata de familias funcionales, en las cuales todos se


unen con la intención de resolver la crisis. Hay en estas familias una necesidad de
uno por el otro, esto deja en un lugar secundario las diferencias anteriores, no
desaparecen, pero acaso las minimiza. Las viejas heridas vuelven a abrirse,
cuando la familia no puede distraerse debido a la situación que están atravesando,
la estructura familiar se halla en una situación difícil, pues una desgracia
inesperada es una crisis por entero diferente a todo lo que hayan transitado hasta
el momento. Son tan intensas estas crisis que ofrecen la oportunidad para
abordar, reconocer o incluso resolver los problemas estructurales más resistentes
de la familia: “Hay una oportunidad de curación si las emociones que suscita la
crisis en curso adquieren prioridad sobre las emociones vinculadas a cosas del
pasado”. Pittman, F (1990, 31).

Ejemplos de estas crisis: muertes, se prende fuego una casa, secuestros.

Fernández Moya (2010), respecto a este tipo de crisis refiere además:


enfermedades prolongadas, accidentes graves, pérdida de trabajo, infidelidad,
mudanzas, migraciones, discapacidad (también vinculada a la crisis de cuidado
por el mencionado autor).

Dicho autor, considera que lo que caracteriza a estas crisis es que son causadas
por sucesos inesperados que generan crisis imprevisibles o accidentales. Los
miembros de la familia quedan expuestos, por el hecho de vivir, de ser un grupo
enlazado por el afecto, y por tener disponibilidad personal y familiar para resolver
problemas que se presenten y de realizarlo en una comunidad que nos incluye a
todos y a los cambios que atravesamos.
b) Crisis de desarrollo: Son universales, previsibles. Debido a que están
vinculadas con el ciclo vital familiar deberían ser manifiestas, pero en
ocasiones pueden haber algunos aspectos ocultos. Según el impacto
que tengan en el sistema familiar, y su funcionamiento pueden
representar verdaderos cambios al status y rol de los miembros de la
familia (a la posición o lugar que ocupan y las tareas que se espera que
ellos cumplan en el sistema).

En cada etapa de la vida familiar hay crisis inevitables, la familia tendrá el trabajo
de adaptarse a su capacidad funcional y de respuesta a las situaciones y
demandas que cada estadio de su desarrollo requiera.

Los problemas más habituales en este tipo de crisis surgen cuando algunos
miembros aceptan la crisis y otros la niegan o evaden su responsabilidad en
afrontarla. También puede ocurrir que alguno de los miembros tenga la necesidad
de precipitar el devenir del cambio, generando presiones para los que el resto aún
no está preparado.

Las grandes crisis de desarrollo son cuando la estructura familiar encuentra


resistencias o parece incapaz de incorporar los desafíos del período nuevo en el
que se encuentran. Algunos de los cambios son sutiles y graduales; otros son
abruptos y dramáticos… de causa biológica y otros por condicionamiento
sociocultural.

Algunos ejemplos son: El casamiento, los nacimientos, el ingreso a la escolaridad,


la adolescencia, la emancipación de los hijos.

Según Fernández Moya (2010), cuando el período de desarrollo se supera, es


porque se ha realizado un cambio de normas o reglas, la tensión ocasionada ha
encontrado una forma adecuada de canalización. Son casos de crisis evolutiva
normal. Respecto a las reglas, es posible decir que están relacionadas con la
historia de la familia, de las cuales se deriva su sistema de creencias. Se trata de
acuerdos en los que se pone en juego la organización del sistema familiar.
Durante el proceso de desarrollo se realiza una negociación respecto al sistema
de creencias, valores y normas.

c) Crisis estructurales:

Son aquellas crisis concurrentes en las que se exacerban de manera regular


determinadas fuerzas dentro de la familia. Son familias que repiten antiguas crisis.
Son las crisis que tienen peor pronóstico, pues son muy difíciles de tratar, ya que
dicha situación no es un intento por cambiar la situación, pues por lo contrario son
fuerzas estresoras que nada tienen que ver con el intento de cambiar, sino más
bien en las que sencillamente la familia funciona de este modo. Se invierte toda la
energía en evitar el cambio. Hay resistencia a la evolución o al desarrollo, lo más
misterioso pero esperable en estas familias es que lo que parece ser el problema
es el propósito o el modo de ser y hacer de estas familias.

Algunos ejemplos son: las familias que tienen un miembro alcohólico, violento o
adúltero.

d) Crisis de desvalimiento:

En estas familias uno o más de sus miembros son disfuncionales y dependientes.


El integrante dependiente mantiene a la familia amarrada a sus exigencias de
cuidado y atención. Cuando la familia ve agotados sus recursos, acaso sea
necesario recurrir a ayuda externa para que los ayude, estando así sujetos a
tensionen inevitables e imprevisibles, pues surgen de cuestiones que escapan a
su dominio. La crisis por desvalimiento se complejiza cuando al necesitar a alguien
externo, dicha ayuda sea muy especializada, difícil de reemplazar tal vez. Este tipo
de situación incluye a aquellas familias que dependen de la obra social, pensiones
o la solidaridad ajena.
Son ejemplos: familias que dependen del terapeuta, o con enfermos crónicos. La
familia pierde el control e inclusive puede ser pasiva a conductas hostiles por parte
de quienes la controlan, así sea de los modos más sutiles. En este tipo de crisis
resulta fundamental que la familia entienda la naturaleza de la dependencia, y las
reglas de la relación. La tensión puede aparecer, si la persona o institución de la
que dependen cambiar las reglas, o hace aparecer algún “detalle” que no fue
aclarado desde el comienzo, y la familia por su condición no tiene más remedio
que aceptarlo.

Pittman (1990, 42) afirma: “La crisis por desvalimiento más típica y obvia se
origina en el trato con personas cuya incapacidad física o mental es reciente y aún
no ha sido del todo aceptada”

Fernández Moya (2010), plantea que se desarrolla una relación especial entre el
cuidador y el paciente, por lo que para el primero surge una obligación- presión-
por la cual pierde toda esperanza de llevar a cabo proyectos personales
postergados.

El criterio para determinar el grado de dependencia del paciente, se evalúa toma


en consideración su capacidad de autoabastecerse en cuanto a alimentarse,
higienizarse y vestirse. Plantea tres categorías de situaciones posibles, según el
nivel de dependencia del paciente:

1- Necesidad de asistencia completa;

2- Necesidad de supervisión completa;

3- Necesidad de supervisión esporádica.

La crisis de “cuidado” (como le llama el mencionado autor en su obra), representa


mayor nivel de complicación cuando los miembros de la familia que asisten al
paciente desvalido, perciben que su apoyo no es voluntario, pasa a ser una
obligación de la que no puede librarse.

Celia Falicov (1991 , desarrolla el concepto de estrés acumulativo. El mismo se da


en múltiples circunstancias de la familia en las que existen varias crisis que
plantean la necesidad de un cambio, pueden ser en forma simultánea o sucesivas,
son las situaciones en que popularmente diríamos “me pasan todas juntas” o bien
“no se sale de una para caer en otra”. Estas situaciones constituyen el verdadero
estado de caos para esas familias.

Antes de pasar a otros autores que trabajan las crisis, se esbozan algunas
consideraciones más respecto a la temática, continuando con la obra de Pittman
(1990). Para dicho autor definir la tensión es acaso sencillo, evidente. Expresa que
para que se desate una crisis debe haber un nivel de tensión tal que requiera un
cambio y cierta inflexibilidad que lo impida u obstaculice. Establece algunos puntos
de tropiezo posibles:

1- Obstáculos en la comunicación;

2- Obstáculos para la intimidad;

3- Obstáculos para los roles;

4- Obstáculos para las reglas

5- Obstáculos sobre la historia familiar;

6- Obstáculos en las metas;

7- Obstáculos en los valores;

Son tan variados los puntos de tensión que resulta difícil determinar qué
elementos forman parte de la crisis actual, y cuáles de una pauta familiar, producto
de interacciones propias de la familia. Lo crucial es determinar cuáles
inflexibilidades son las que impiden la solución o acaso la aceptación y posterior
abordaje de la crisis actual. Dichos impedimentos se adquieren por lo general de
la familia de origen, la gente recibe mandatos, adopta metas, normas, creencias…
valores y difícil resulta que los cuestionen. Además la cultura familiar está formada
por influencias de su etnia, religión, clase social, entre otros.

Las influencias culturales son fundamentales debido al impacto que tienen sobre
los modos de ser y de hacer de las familias, y fundamentalmente debido a que
actúan de modo subyacente, y la familia no es del todo consciente del modo en
que los influye, o acaso condicione. “Hay personas que no cuestionan nunca sus
razones para creer en lo que creen”, afirma Pittman (1990, 52).

Tomando en consideración otros autores, respecto a las crisis familiares, se


revisa el trabajo de González Benítez (2000), para quien las familias durante las
etapas de su desarrollo enfrentan momentos críticos del ciclo evolutivo, con
cambios tanto para cada uno de los integrantes del sistema familiar como para la
familia en su conjunto, a estos procesos los considera períodos de crisis.

La autora considera que la palabra crisis ha acarreado un significado negativo.


La autora realiza una revisión etimológica del término, refiere que es un vocablo
griego “separación y elección”, sería entonces un proceso dinámico, un período
en el que deben producirse una separación, antes de que pueda hacerse una
elección, como expresión de madurez, y entre ambas etapas un tiempo. Sería
desde esta visión la crisis un fenómeno evolutivo, resultado de la interrelación
entre etapas.

En la mencionada investigación se realiza un recorrido por diversos autores


respecto a la conceptualización de crisis:

 Hamilton, Mc Cubbin y Flegey (1983, citados en González Benítez, 2000, 2)


conceptualizan la crisis como “un aumento de disrupción, desorganización o
incapacidad del sistema familiar para funcionar. La familia en crisis se
caracteriza por la inhabilidad a retornar a la estabilidad, y a la constante
presión a hacer cambios en la estructura familiar y en los modelos de
interacción”.

 Patterson, J (1994, citado en González Benítez, 2000, 2), plantea que la


crisis familiar se caracteriza por una desorganización familiar, donde los
viejos modelos y las capacidades no son adecuados por largo tiempo y se
requiere un cambio.

 Cohen y Ahearn (1989, citados en González Benítez, 2000, 2), definen la


crisis como una situación vital que incluye cambios, amenazas o
dificultades, que originan desequilibrio personal.

La autora realiza una clasificación de las crisis:

1. Crisis normativas: Crisis evolutivas, vinculadas a cambios biológicos,


psicológicos y sociales de la familia. También llamadas transitorias, en
función de si posibilitan el paso de una etapa a otra del ciclo vital familiar.
Traen cambios en las pautas de interacción. Hay indefinición de roles, pues
están en transición, son esperables las fluctuaciones, inestabilidades,
transformaciones, y se expresan en cierta desorganización en el sistema
familiar.

Se vincula estas crisis con las mencionadas tareas de desarrollo, pues son
aquellas que la familia tiene que atravesar para crecer y madurar. La transición por
este tipo de crisis depende de la flexibilidad de los integrantes de la familia para
reorganizar sus funciones e incluso su propia estructura.
2. Crisis paranormativas: Son la expresión de que la dinámica familiar como
todo proceso no es lineal. Más bien las familias se ven afectadas por
situaciones que introducen cambios intempestivos, pues no están
relacionadas con los períodos del ciclo vital familiar, sino con hechos
situaciones o accidentales.

Los eventos que desencadenan estas crisis son:

 Eventos de desmembramiento: Eventos vitales que constituyen


separación de algún integrante de la familia (hospitalización,
separación, divorcio, muerte).

 Eventos de incremento: Aquellos que provocan crisis a causa de la


incorporación de miembros en la familia (adopciones, llegadas de
familiares).

 Eventos de desmoralización: Los que ocasionan ruptura con las


normas y valores de la familia (alcoholismo, infidelidad,
farmacodependencia, delincuencia, encarcelamiento), en fin actos
deshonrosos, según las creencias y reglas de ese sistema familiar.

En relación a una descripción de las crisis familiares, sintetizando lo expuesto


hasta aquí, es posible decir que tanto los eventos propios del desarrollo como los
accidentales o inesperados, dan lugar a la aparición de crisis en la familia. Desde
el enfoque sistémico, crisis es entonces cambio, no necesariamente tiene que
estar asociada de manera ineludible a implicaciones negativas, crisis puede ser
también oportunidad y crecimiento.

Es fundamental, no sólo conocer las causas de la ocurrencia de la crisis, sino la


vivencia que tiene la familia de dicho suceso, pues un hecho aislado no genera de
por sí una crisis familiar, sino que es un proceso por el cual se implican tanto la
significación que la familia otorga a ese suceso, como los recursos con que cuenta
el sistema para hacer frente a las exigencias de la crisis que atraviesa.

Teniendo en cuenta el significado atribuido a la crisis, es posible afirmar que


dicha asignación al evento va a depender de cómo sea percibido por la familia. La
repercusión varía en relación a la atribución que le otorgue ese sistema familiar.
Esto es así debido a que cada familia ha atravesado una historia particular,
experiencias transmitidas de generación en generación, que le han permitido
desarrollar ciertas características que la hacen única, es decir en su idiosincrasia
tanto estructural como funcional:

El evento familiar, por sí solo, no genera crisis, depende siempre del significado
que le otorga la familia, y su repercusión va a estar relacionada, tanto con la
capacidad adaptativa de la familia, como con el resto de los recursos con que
cuenta la misma. Las acciones de prevención estarían orientadas
fundamentalmente a fomentar la capacidad adaptativa de la familia”. González
Benítez (2000, 4)

En relación a los recursos familiares la autora menciona:

 Cohesión: nivel de apoyo mutuo, afecto y confianza en el otro. Capacidad


de decisión conjunta.

 Flexibilidad: organización de la familia que permite adoptar nuevos roles y


reglas, así como de adaptarse al cambio que pudiese afectar las
regularidades de esa familia.

 Permeabilidad: capacidad de la familia de abrirse hacia otros sistemas de


la sociedad, por ejemplo instituciones, permitiendo la relación prudente de
sus miembros con otras organizaciones. Se expresa en la capacidad de
solicitar y aceptar ayuda desde sistemas externos a la familia, facilitando el
apoyo de otras familias, amigos, compañeros de trabajo, y de otras
instituciones sociales, como pudiera ser la escuela, la iglesia, entre otras.

Respecto a la intervención en crisis, es necesaria una evaluación de la situación


familiar, su grado de organización y la conducta de esa familia ante el suceso que
ocurre:

 El tipo de evento ocurrido;

 La forma en que afecta a la familia;

 Los mecanismos de resolución, recursos de los que dispone la familia;

 La historia de otras crisis familiares: cómo la han vivenciado, recursos con


que contaron, recursos que pudieron haber desarrollado a partir de esos
sucesos;

 Habilidad para adaptarse a las demandas de la crisis que atraviesan,


flexibilidad para visualizar e instrumentar respuestas o soluciones a los
problemas que pudiera plantear el suceso;

 Apoyo social disponible;

 Capacidad de aceptación del apoyo social del que pudiesen disponer


(habilidad para solicitarlo y/o disposición a aceptarlo).

En síntesis, la resolución- por así llamarla- de la crisis está dirigida a la adaptación


y recuperación del equilibrio familiar, dentro de lo cual aparecen algunos aspectos
a tener en cuenta

 Poder identificar la fuente del estrés o causas de la crisis;

 Analizar la situación como un problema que afecta al sistema familiar en su


conjunto;
 Buscar alternativas de solución conjunta;

 Reforzar aquellas opciones positivas, en función de los recursos de la


familia;

 Intentar que la familia pueda integrar los nuevos sucesos- aceptar- a su


historia familiar, y como consecuencia a una nueva forma de ser y hacer en
familia, tanto en sus aspectos estructurales como funcionales, readaptando
sus propias normas, reglas y formas de actuar;

El rol de quiénes apoyan a estas familias estará asociado a poder orientarlos a


recuperar el equilibrio, enfrentar emociones asociadas a la aparición de crisis,
tales como enojo o temor, impotencia, sensación de carencia o vulnerabilidad, que
pudiesen obstaculizar su posibilidad de afrontar la crisis. En fin se intenta guiar y
regular los esfuerzos del sistema familiar para poder adaptarse a las demandas
que las crisis presentan.

Las crisis familiares no siempre son sucesos negativos, ni traumáticas o


desagradables, pueden estar vinculadas a acontecimientos esperables del
desarrollo familiar, o si son eventos inesperados, que pudiesen ser percibidos
como impactantes, sorpresivos, traer la posibilidad de aprendizaje e integración de
las habilidades que dicho suceso les ha posibilitado implementar:

“La familia en crisis no es siempre una familia disfuncional, son situaciones de


cambio, que implican transformaciones en el sistema familiar, pero si la familia es
capaz de asimilar estas reestructuraciones, pueden ser fuente de crecimiento y
desarrollo familiar”. González Benítez (2000, 4).

Teniendo en cuenta otro grupo de autoras, Pérez Sánchez, Mercado Rivas y


Espinosa Parra (2009, 67):
“La familia tiene la tarea de preparar a los miembros para enfrentar cambios
(crisis) que son producidos tanto desde el exterior como desde el interior y que
pueden conllevar a modificaciones estructurales y funcionales, e inciden en el
bienestar de la Salud Familiar”

Para las mencionadas autoras- en consonancia con lo planteado anteriormente-


crisis no es sinónimo de evento negativo, crisis es situación de cambio que
requiere modificaciones e implica contradicciones. Plantean, también, las posibles
relaciones entre ciclo vital familiar y crisis familiares. Brindan el ejemplo de las
llamadas crisis normativas, aquellas derivadas del enfrentamiento con los eventos
de la vida, por ejemplo el matrimonio.

Otras crisis que describen son las para- normativas, las que advienen con
sucesos accidentales, generando desorganización. Se caracterizan por impactar
de modo desagradable en el sistema familiar, en su dinámica.

Los sistemas familiares asumen estilos para afrontar sus conflictos. Cada
familia podrá enfrentar dichas crisis según sus propios recursos. Algunas con
mayor éxito que otras. Las mencionadas autoras, consideran que el
Funcionamiento Familiar, es la forma en que esa determinada familia enfrenta la
crisis. Puede evaluarse según la implementación de diversos mecanismos
estabilizadores, la forma en que se expresan los afectos, el crecimiento personal
de cada miembro, así como sus interacciones, el respeto entre ellos y el espacio
otorgado o no al otro. Además dicho funcionamiento puede evaluarse por la
comunicación, la distribución y desempeño de roles, el área afectiva (respuesta
afectiva, expresión afectiva, involucramiento afectivo), el área conductual, su
flexibilidad para adaptarse a los cambios, la estructura de autoridad.

El mismo grupo de autoras refieren otro enfoque del Funcionamiento Familiar, el


cual plantea la respuesta de la familia en relación a su funcionalidad o
disfuncionalidad al momento de enfrentar una crisis. Lo disfuncional podría
producir síntomas, cualquier miembro con una enfermedad puede desencadenar
la disfunción familiar: “Este miembro enfermo es el portavoz de lo que ocurre en la
dinámica familiar, y es, a través de este individuo, que se sintetiza la crisis que
atraviesa la familia” (Pérez Sánchez et al, 2009, 68).

De este último enfoque es posible destacar el hecho que algunas familias en que
alguno de sus miembros padece una enfermedad, puede dicha familia perder su
capacidad para funcionar, por tanto se afectan sus interacciones, es decir el
sistema como un todo:

“Desde que el individuo nace hasta que muere, desde que enferma hasta que se
recupera requiere del apoyo de este grupo primario; y de éste depende una
evolución mejor y más rápida. En el seno familiar se valora la enfermedad, se
toman decisiones y se coopera en el tratamiento”. (Pérez Sánchez et al 2009, 68).

Las mencionadas autoras consideran que la vivencia de la enfermedad va estar


cargada de los siguientes elementos:

1. Invalidez, porque bloquea al individuo.

2. Molestias; dolor físico y psíquico.

3. Amenaza… Aislamiento; la enfermedad como tal, solamente la vive el


enfermo que la padece, pero tiene resonancia en su contexto próximo y por
lo tanto se vuelve un padecimiento relacional.

4. Anomalía: porque no soy igual que los demás y no puedo realizar lo que los
demás.

5. Temor al dolor, es uno de los aspectos más importantes del ser humano.

6. Ruptura del proyecto existencial.


Consideran fundamental valorar los recursos de la familia, los de la comunidad, la
relación entre la familia y los profesionales de la salud, identificar necesidades de
la familia, áreas de prevención y estilos saludables.

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