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LAURA ANGULO

¿Y qué pasa con el asbesto en México?


Fabiola Nieto Hernández
Revista Nuestra Salud
Correo
electrónico: fabiola@nuestra
salud.mx

Fabiola Nieto Hernández,


editora de la revista Nuestra
Salud, sostiene que si bien el
mesotelioma no es un
problema de salud pública
como la diabetes o la
obesidad, “es un tipo de
cáncer fulminante y costoso
que nace de la exposición al asbesto y que, a decir de los expertos, presenta, junto
con la asbestosis y el cáncer de pulmón asociado al asbesto, el comportamiento
inicial de una pandemia, toda vez que su incidencia ya se sale de la frecuencia
con la que se presentaba”.

La también reportera muestra su pesimismo al señalar que “México es uno de los


principales importadores de asbesto y las normas sobre su control sanitario no
son un tema que ocupe a las autoridades correspondientes ni a los legisladores”.
Esto, a pesar de la recurrencia de los casos.

Y como prueba de lo anterior recuerda cómo Genaro Borrego Estrada, presidente


de la Comisión de Salud y Seguridad Social de la Cámara de Senadores le
confesó en 2005 “no tener la menor idea” sobre los daños que ocasionaba el
asbesto en nuestro país. Lo decía cuando ya era un peligro latente y cuando el
índice del mesotelioma a causa del asbesto estaba en franco crecimiento.

Más no para los 29 legisladores entrevistados por Nieto Hernández y que hacen
parte de la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados que omitieron declarar
sobre el tema; pero uno de ellos, Janitzio Guzmán, secretario particular del
diputado Marco Antonio García Ayala, le restó importancia al asunto pues
“existen otros temas que tienen mayor impacto”.
Otra cara muestra la realidad: la tasa de crecimiento del mesotelioma ha
aumentado desde 1979 de 23 casos a 153 por año. Pero cabe señalar que existe
un subregistro del 70 por ciento, de donde podemos inferir que el promedio anual
es de 500 casos.

No es de extrañar porque, como le dijo la doctora Guadalupe Aguilar (de quien


en este suplemento ofrecemos un texto especial) a Fabiola Nieto, “México tiene
miles de trabajadores que no saben qué están manipulando, porque las
instrucciones y el contenido vienen en inglés. Aquí se está violando claramente la
norma sobre etiquetados. Tampoco se les capacita para manipular sus uniformes
donde quedan atrapadas miles de fibras. En el peor de los casos, es en sus
hogares donde se lava la ropa de trabajo y es la familia del trabajador quien
queda expuesta”.

Se prohíbe en otras partes, en México no

Las evidencias sobre los daños a la salud que causa el asbesto fueron suficientes
para que más de 50 países lo prohibieran. México no; en el último medio siglo ha
importado más de medio millón de toneladas de ese material. Y por si lo anterior
no fuera ya una desmedida, permite también la manufactura de
impermeabilizantes, sellos, balatas y empaques a más de 180 empresas, entre las
que se encuentran Techno Eterno Eureka SA de CV, Asbestos de México,
Mexalit y Asbestos de Guadalajara.

Por eso, la doctora Guadalupe Aguilar considera que nuestro país es el ideal para
que estas empresas operen gracias a “la flexibilidad regulatoria, ambiental y
ocupacional; a la escasa legislación en materia de seguridad e higiene y su nula
verificación; al desempleo y mano de obra barata; a los incentivos fiscales a estas
empresas y a la gran falta de profesionales de salud ambiental, ocupacional e
investigadores en esta área”.

Una voz discordante

El doctor Francisco Franco Trujillo, ex director del Instituto Mexicano de


Fibroindustrias AC, precisa que se ha demostrado “la baja toxicidad del crisotilo,
y esto es debido a la biopersistencia, es decir, el tiempo que persiste el crisotilo
en el tejido pulmonar, que es de máximo 12 días.

“Mientras que los otros tipos de asbesto, los anfíboles, persisten más de 400 días.
Por razón natural, el permanecer mayor tiempo un cuerpo extraño en el
organismo produce mayor daño, a diferencia del que sólo permanece 12 días.
Esto es debido a su estructura química diferente a la de los anfíboles. Esa
diferenciación no la han
querido aceptar los
detractores del asbesto, por
motivos que desconozco”,
señala Trujillo.

En este sentido, Aguilar


Madrid aclara que el crisotilo
no puede ser de baja
toxicidad ya que “la Agencia
Internacional de Investigación
del Cáncer (IARC, por sus
siglas en inglés), que depende
de la Organización Mundial de la Salud, ha consignado con toda claridad que
cualquier tipo de asbesto está en la clasificación 1A, es decir, en la de materiales
cancerígenos en humanos”.

Trujillo opina que estas declaraciones son un engaño; invita a revisar el libro
escrito por Christopher Booker y Richard North, Scared to Death: From BSE to
Global Warming, donde se desmenuzan los grandes “fraudes” que se han llevado
cabo en la historia de la humanidad a partir de la explotación del miedo. Uno de
los capítulos es ocupado por el asbesto. No obstante, cabe destacar que ninguno
de los autores es médico o investigador clínico que tengan respaldo de alguna
institución sanitaria que avale lo que se afirman en dicho documento.

Las declaraciones en defensa del asbesto “son falacias que no se pueden sostener
científicamente. En cambio, todos los datos sobre muertes por mesotelioma,
incidencia y comportamiento de la enfermedad se han sustentado en datos de la
IARC”, dice Aguilar Madrid.

Y agrega que: “Detrás de su postura (a favor del asbesto), hay una defensa a
ultranza de los intereses económicos de las industrias mineras canadienses, del
asbesto y de los industriales del asbesto en México, a costa de la salud y la vida
de miles de mexicanos expuestos a esta fibra cancerígena”.

No está de más señalar que la industria del asbesto ha invertido más de 100
millones de dólares en cabildeo y en relaciones públicas que refuercen el
comercio del asbesto. Ese comercio y el uso de tan peligroso material
incrementará la incidencia del cáncer del pulmón y el mesotelioma por muchas
décadas”.
Avanza la enfermedad pero no la intervención de las autoridades: Los vecinos de
la delegación Iztapalapa están envueltos desde hace 12 años en una controversia
contra la fábrica de balatas American Roll SA de CV, presunta responsable de la
muerte de cuatro personas a causa del asbesto. Las autoridades federales han
desechado todas las demandas contra esa empresa que tiene una producción anual
de decenas de miles de balatas hechas con este material.

Costos, tratamientos y efectos finales para los pacientes

Según recopilación de Fabiola Nieto Hernández:

 El costo por tratamiento a un paciente con mesotelioma es de 200 mil


pesos.
 Son sólo paliativos porque no hay cura para este mal.
 De acuerdo a datos del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias,
INER, se vuelve una enfermedad cada vez más común.
 El mayor riesgo es el laboral.
 Otros cánceres asociados al asbesto son el peritoneal, pericardio y de
ovario.
 La sobrevida por mesotelioma es de un año con tratamiento, y de cuatro a
seis meses sin él.

Asbestos, bomba de tiempo

Ninguna dependencia gubernamental en México sabe exactamente cuántos


obreros están expuestos al polvo de asbesto y por lo tanto, a sus graves
consecuencias en la salud. Se estima en miles los trabajadores afectados si
tomamos en cuenta al sector informal. Según la OMS, los efectos del asbesto son
una bomba de tiempo que en poco menos de 20 años arrojará miles de enfermos
de un tipo de cáncer grave llamado mesotelioma.

Las enfermedades respiratorias profesionales constituyen el 30 por ciento


de todos los padecimientos relacionados con el trabajo, según el informe de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT). De todas estas enfermedades, el
mesotelioma maligno es un tipo de cáncer de la pleura causado por las fibras del
asbesto, es una de las más graves, y su tratamiento de los más costosos.

Asbesto, en donde menos imagina

En México, el asbesto es utilizado para manufacturar más de tres mil productos,


según la Coordinación de Minería de la Secretaría de Economía. Desde la
fabricación de balatas, láminas y tinacos, textiles, guantes, impermeabilizantes,
elaboración de las cubiertas para
cables eléctricos y sellos para la
industria manufacturera, así como en
la industria refinadora de azúcar, en
las cubiertas de las calderas de miles
de fábricas, aeropuertos, hasta en
talleres de carpintería, utilizan este
material.

Aunque la Secretaría de Economía


asegura que por cuestiones
ambientales, más que laborales, no
se explota en nuestro país el asbesto,
sí se importa de otros países para
que sea maquilado por obreros
mexicanos. Según cifras oficiales,
México importa asbesto en fibra y en
roca de Brasil, Canadá, Zimbawe y
Sudáfrica. De estos cuatro países se trajeron casi 11 mil toneladas tan sólo entre
2003 y 2004. Después, los productos hechos se exportan principalmente a
Estados Unidos.

La Organización Mundial de la Salud tiene identificado el asbesto como un


elemento cancerígeno desde 1986. En Estados Unidos está prohibido desde
entonces. Sin embargo, México continúa su maquila sin que se tengan programas
de prevención ni información para los trabajadores que están expuestos a este
mineral fibroso. Mucho menos existe una regulación en las empresas que eviten
el contacto directo de los obreros con el material que maquilan.

En los países en desarrollo no se tiene cuantificado el daño de la exposición a las


fibras de asbesto, según el informe de la OIT, por la ineficiencia o la inexistencia
de mecanismos en materia de registro y notificación de los accidentes y las
enfermedades del trabajo. Y porque la gran mayoría de los trabajadores se
encuentran en el sector informal, sobre el cual, debido a su naturaleza, se dispone
de muy pocos datos.

En muchos de estos países, las tecnologías y los procesos utilizados suelen ser
obsoletos e intrínsecamente peligrosos, las medidas de control del polvo
inadecuadas y, por lo general, las concentraciones de polvo respirable son más
altas que los límites de exposición aceptables.
Según la OIT, tan sólo en los países industrializados, como Japón y Australia, y
en los que se encuentran en Europa occidental y América del Norte, se estima
que cada año hay 20 mil casos de cáncer de pulmón ocasionados por el asbesto y
10 mil de mesotelioma.

En los países en desarrollo y en los francamente pobres, el problema es mucho


más grave que en los industrializados, pues son decenas de millones los
trabajadores que se desempeñan en las industrias primarias corrientes, tales como
la construcción y la minería. Según la OIT se teme que entre los próximos 20 a
30 años el asbesto se convierta, en estos países, en una “bomba de tiempo” para
la salud.

En México, estudios como el del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP)


dados a conocer en el año 2000, aseguran que 80 por ciento de los casos de
mesiotelioma que se sometieron a revisión por parte del organismo no arrojaron
“ninguna relación directa de estos con la exposición al asbesto de 1991 a 1998”.
Sin embargo, en el sexto informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS)
2004, sobre “Cancerígenos ocupacionales” y la carga que estos representan a las
naciones, informa que el mesiotelioma maligno está directamente relacionado
con la exposición al asbesto.

La maestra Guadalupe Aguilar Madrid, jefa del Área de Calificación y


Evaluación de las Enfermedades del Trabajo del IMSS, opina que estudios como
los del Instituto Nacional de Salud Pública se realizan “para justificar la
presencia en nuestro país de las grandes transnacionales de la industria del
asbesto al decir que esta fibra en los trabajadores y en población mexicana no
produce cáncer”.

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