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Boston University
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ANALES
GALDOSIANOS
A Ñ O S X X X V III Y X X X IX 2 0 0 3 Y 2004
Los manuscritos deben ser enviados preferentemente por correo electrónico, en Word.
También pueden enviarse por correo ordinario, impresos y con copia en disco. A nales
Galdosianos sigue las últimas normas de documentación del M LA Handbook.
Toni Dorca
Dept, o f Hispanic Studies
Macalester College
Saint Paul, MN 55105
dorca @macalester. edu
Individuos: U S $25
Instituciones: U S $30
INDICE
E ST U D IO S
DOCUM ENTOS
KARLO BU D O R . Una carta inédita de Pérez Galdós relativa a Electra .......................... 141
M ARÍA D E LOS ÁNGELES RODRÍGUEZ SÁNCHEZ. Presencia y evocación de
Galdós por Margarita N elken................................................................................................153
R E SE Ñ A S
Reanuda Anales Galdosianos su publicación regular con este número doble (vols.
38 y 39), correspondiente a los años 2003 y 2004. Publicaremos tres números dobles más
en los siguientes años, hasta el de los volúmenes 4 4 y 45 (2009 y 2010), que, al salir en 2010,
pondrá al corriente nuestra edición.
A l ser el primer número con nuestra dirección, gracias al nombramiento con que el
com ité ejecutivo d e la A sociación Internacional de G aldosistas m e ha honrado, y que
agradezco con profunda humildad, quiero tomar la oportunidad para declarar de nuevo los
principios editoriales que nos guían, y que han guiado esta revista desde su fundación, en
1965, por R odolfo Cardona, y su subsiguiente publicación bajo la dirección de nuestro
llorado colega John Kronik y de Peter Bly, cuyo cargo terminaba con el número XXXVII:
el acoger la mayor diversidad de perspectivas críticas, de conceptos sobre la naturaleza del
acto literario. D e esa manera queremos ser fieles a la visión abarcadora del maestro cuyo
nombre llevam os en nuestro título. Quisiera agradecer el duro esfuerzo de m is predecesores,
y reconocer el alto lugar al que aspiramos. Quisiera agradecer también a la Casa M useo
Pérez Galdós, y, en especial, a su directora, Rosa Ma. Quintana, la generosa ayuda
económ ica que han brindado a nuestra revista.
A l fundador de Anales Galdosianos, R odolfo Cardona, agradecem os el haber
accedido generosamente a nuestros ruegos, en este momento propicio, para acompañamos
con su sabia palabra, su conocim iento del pasado y su visión del futuro. Es justo que con
la suya em pecem os de nuevo nuestra voz.
NOTA SOBRE CERNUDA Y GALDÓS
CON MOTIVO DEL RELANZAMIENTO DE
ANALES GALDOSIANOS
Rodolfo Cardona
después de casi m edio siglo de crítica valiosa ya sabemos: “Todo lo que escribió, cuenta”
[...] (63), aunque no abarque en este criterio a su teatro.
Otro tema importante que toca Cemuda es que aun cuando Galdós “se apoya a veces en
creencias e ideas que han dejado de ser las nuestras [ ...] [e]ra en todo caso un error noble y
necesario, que no desvirtúa hoy la actualidad de su obra” 64), com o cualquier lector de los
artículos publicados en nuestra revista habrá podido corroborar. Y añade algo importantísimo
que refuerza nuestra creencia cuando fundamos Anales galdosianos: “En todo caso su obra no
ha envejecido, com o sí han envejecido la de Balzac y la de Dickens [ ...] Con Dostoiewsky,
acaso sea otro de los novelistas del siglo pasado cuya obra se conserve hoy enteramente viva”
(64).
Aun toca Cemuda otro nervio sensible que perduró durante muchos años y que hoy ya
vem os superado: “Se ha repetido que Galdós no sabe escribir, que no tiene ‘estilo’. N o sé qué
llamarán estilo quienes tal cosa dicen” (65). Es en la consideración de este falso juicio
(prejuicio, más bien), donde despliega el poeta su más acertada y fina perspicacia crítica al
examinar el uso que hace Galdós del diálogo y del m onólogo en sus novelas. Esta jugosa
sección de su texto termina dando com o ejemplo de lo que considera uno de los grandes aciertos
de la novela de Galdós, el m onólogo de Mauricia la Dura, borracha, cuando roba la custodia
para llevar a Cristo donde está su madre. Punto y seguido declara: “Hay una trascendencia en
Galdós, de realidad física a la metafísica, que sólo comparte con otro novelista [ ...]
Dostoiewsky” (67); y recuerda, a propósito, las palabras de Santa Teresa de que “D ios también
anda entre los pucheros” (67).
Termina Cemuda su ensayo considerando la larga utilización de la historia en los
Episodios nacionales, utilización que trasciende en sus novelas: “Cuántas veces resuena en
ellas el eco histórico y es en ocasiones elemento de la trama. Sin embargo, lejos en el pasado
aquella época, cambiada la sociedad, sus novelas siguen siendo vivas y actuales, com o si el
tiempo no se hubiera movido” (67).
El traer a colación este corto ensayo de Luis Cemuda en este auspicioso momento podría
parecer un vano esfuerzo para convertir a creyentes. D espués de todo, los galdosistas hoy
tenem os una opinión muy afin a la expresada por el poeta en 1954. Hay, sin embargo,
consideraciones útiles que podemos sacar de la lectura de este texto. En momentos en que auñ
no se había iniciado una valiosa y moderna crítica sobre la obra de Galdós - exceptuando el libro
de Casalduero que es más bien una introducción inteligente a la vida y obra de nuestro autor
— un importante poeta de la generación de 1927 se declara abiertamente admirador de ésta.
Según una anécdota que se cuenta, en los años treinta Cemuda y Lorca se habían confesado,
con mucho sigilo en un café madrileño, que a ambos les gustaba la obra de Galdós. Pero ahora,
en 1954, se declara en público y con sustanciosas razones.
E s posible que en el texto d e Cem uda no encontrem os nada que ya no se haya
discutido sobre la obra de Galdós. Sin embargo, m e ha parecido interesante recordarlo para
reafirmar la importancia de haber lanzado esta revista en 1965 con el afán de buscar los
“lectores verdaderos” que el poeta dudaba que se pudieran encontrar. A sí m ism o, nos vuelve
a dar el im pulso necesario para continuar con esta importante labor en e l futuro.
NOTA SOBRE CERNUDA Y GALDOS 13
OBRAS CITADAS
Casalduero, Joaquín. Vida y obra de Gullón, Ricardo. Galdós, novelista moderno.
Galdós. Buenos Aires: Losada, 1943. Madrid: Revista de Occidente, 1957.
Cem uda, Luis. “Galdós” (1954). Poesía y
literatura I y II. Barcelona: Seix Barrai,
1 9 7 1.62-8.
ESTUDIOS
¿UN PROLOGO DE GALDOS?
Peter Bly
matutina: un hombre solitario, em bozado en una manta, que, pegado a la pared del edificio
de la estación de Briviesca, mira el tren “con atenta e incom prensible mirada” (3), o los
labriegos, que van en sus m ulos, por los caminos del campo, “con las cabezas hundidas en
las mantas” (7). A sí, los hombres son muy identificables con la tierra: se funden con ella,
com o concluye Salaverría al abandonar la región: “La llanura se había cansado de parir
hombres de celo y presa; sólo quedaban ahora la m onotonía, el desaliento, un a m odo de
automático sonambulismo. La raza se había amodorrado, com o enfriado o com o encogido:
parecía un árbol seco” (181). Teniendo una extensión considerable, adem ás de un tono
poético, estos paisajes de la llanura castellana y sus habitantes parece que anticipan poem as
de la gran antología de Antonio Machado, Campos de Castilla, cuya com posición, se inicia,
según el título, precisamente en este m ism o año de 1907, pero que no se terminará antes de
1917.
Igualm ente machadiana es la razón por la cual se interesa tanto Salaverría en las
tierras, para él tan feas, de Castilla: quiere desentrañar el enigm a o el secreto de cóm o podían
producir una raza que, después de unificar y dominar la Península Ibérica, iba a conquistar,
com o “cuna del españolism o” (5), m edio mundo en A m érica y Europa y crear una gran
cultura, tanto artística com o literaria. D e esta manera se podrá justificar e l título del libro,
pues el subtitulo — “Impresión de Castilla”— da una mejor idea de su contenido.
Para contestar a esta pregunta tan inquietante, Salaverría acierta, al limitarse a un
solo s itio — la ciudad de Burgos — , y no carece de significación el que su catedral, con sus
torres gem elas, punto de referencia para el viajero de tren, aparezca o desaparezca ante sus
ojos bajo los rayos espléndidos de un sol saliente o poniente. Otro logro artístico que facilita
este experimento de psicología racial es que el autor se concentra con preferencia (aunque
hay alusiones a otros héroes y gobernantes de Castilla) en el Cid, Rodrigo D íaz de Vivar,
cuya patria era Burgos, y que, para Salaverría, representa la verdadera alma de Castilla y de
España (“Tú fuiste el alma guerrera de tu raza” [64]). Las calles de Burgos que él v e están
llenas de hombres viejos, lentos, y la ciudad parece que está aguardando a que volviera el
Cid para emprender nuevas empresas gloriosas (15). A sim ism o Salaverría no encuentra
difícil imaginar a lo s caballeros antiguos caminando por la llanura hacia la frontera de otras
regiones en búsqueda de victorias e imperios (29). Y al presenciar un desfile militar cierta
mañana de domingo en la plaza mayor de Burgos, Salaverría pronostica, con el tono propio
del regeneracionismo noventayochista, que “un espíritu militar, consecuente y arraigado,
salvaría a este pueblo de su anárquica e incoherente vida de hoy”( 80), aun creyendo que
“más que en ninguna época, ahora es cuando se ventilan los mayores conflictos, cuando se
ofrecen las mejores empresas. Pero toda empresa requiere un fondo de lucha: en toda acción
de predominio debe existir siempre un aliento marcial” (82)3. Pero Salaverría no precisa en
qué contiendas bélicas está pensando, sea dentro, sea fuera de España. Y éste es el gran
defecto de su libro: e l autor nunca ofrece datos concretos, precisos, acerca de sus grandes
héroes del pasado, aparte de, por ejem plo, algunas citas d el romancero cidiano.
L o que no se puede poner en tela de juicio es la intensidad del patriotismo del autor,
que, al contemplar lo s sitios históricos de la ciudad o la llanura circundante, no puede dejar
¿UN PRÓLOGO DE GALDÓS? 19
de soñar m uy em ocionado con un renacim iento de los tiempos gloriosos del pasado. Es
pura y sim plem ente un patriotismo romántico en que la “sucesión de hechos normales y
m onótonos” (11) no cuenta nada, solam ente importan las hazañas de los grandes héroes
épicos. En favor del autor se debería afirmar que, desde el principio, reconoce cóm o las
em ociones le distorsionan la realidad histórica:
Cuando pesa sobre nuestra imaginación la balumba de cien historias y leyendas; cuando las lecturas
de los primeros años han dispuesto de tal manera nuestra fantasía que las cosas adoptan un carácter
de sublimidad; cuando las empresas son tan considerables que rayan en lo extraordinario e ideal,
entonces nuestros sentidos parece como que quieren agrandarse también a la medida de las cosas, y
nuestra vida emocional se predispone de tal modo, que la misma realidad se transforma, se
engrandece y se hace fantástica. Entonces las piedras más humildes, al contacto de nuestra simpatía,
se espiritualizan y toman forma visionaria, y cada esquina, y cada vestigio del pasado, tienen para
nuestra alma unas palabras recónditas e inefables que ninguna pluma podría expresar. Entonces las
calles por donde transcurrieron aquellos sucesos extraordinarios, los rincones húmedos, los escudos
de piedra desportillados, los torreones y las grietas, todo tiene alma, todo adquiere virtud evocadora.
(10-11; la cursiva es nuestra)
si pinta bien el cielo, los horizontes, montañas, mares, valles y ríos, árboles y mieses, no es por especial vocación
[.,.] sino cuando el caso necesariamente lo pide [...] [A]sí en la novela de Galdós, las llanuras de Castilla [...]
acompañan a sus personajes, y por ellos salen a plaza, y a ellos se subordinan en el orden estético. (14-15)
20 PETER BLY
Ahora bien, el único pasaje del episodio en que el cam po castellano se pinta con cierta
extensión en v ez de m encionarse de paso, ocurre en el capitulo X , cuando uno d e los
personajes ficticios, Beramendi, vuelve en tren a Madrid, y, com o en Vieja España, se pinta
lo que se observa desde el vagón del tren:
Sobre Castilla y sus campos trasquilados y amarillos había caído la noche. El viajero [...], arrimado
a la ventanilla, de donde veía el despejado cielo, y la tierra que imitaba la llanura de un mar espeso,
se entregó a la vaga meditación. En su inmensidad yacente, también la vieja Castilla dormía,
descuidada de los graves afanes de la cosa pública, quizás ignorante de ellos o despreciándolos por
atender más intensamente a los afanes de la vida menuda y campestre. Echaba de menos el prócer
[Beramendi] a su amigo Confusio para filosofar juntos sobre aquella indiferencia de la tierra madre,
sobre aquel símbolo del olvido histórico... Corría el tren por el país de los Comuneros, ahora sin
aliento para la rebeldía, productor de trigo y paja más que de hombres duros, así en la guerra como
en la política. (3:688)
las locomotoras, como quien se siente filerà de su centro, o como quien tiene espanto de tanto silencio
y desolación, llegaban corriendo por el valle del río y huían vertiginosamente, escondiéndose en los
repliegues de los collados, huyendo, huyendo... Aquél no era el campo para los ruidos plebeyos de
la industria. (30)
D e sem ejante m odo abandona C astilla el otro tren al que sube Salaverría para
continuar su viaje a Madrid:
Corría el tren a toda marcha, con una como febril impaciencia, por llegar, por concluir... Trepidaba
la locomotora, rugía, daba al viento su alarmante silbido, y el silbido se extendía por lo ancho de la
llanura, semejante a un gran grito de llamada. Pero nadie respondía a la llamada, todo alrededor estaba
vacío. (180)
partió el tren [de la estación de Villahorrenda], que se iba escurriendo por la vía con la parsimoniosa
cachaza de un tren mixto. Sus pasos, retumbando cada vez más lejanos, producían ecos profundos
bajo tierra. Al entrar en el túnel del kilómetro 172, lanzó el vapor por el silbato, y un aullido estrepitoso
resonó en los aires. El túnel, echando por su negra boca un hálito blanquecino, clamoreaba como una
trompeta; al oír su enorme voz, despertaban aldeas, villas, ciudades, provincias. (71)
A caso sea la descripción del tren del escritor vasco un hom enaje m uy fino a esté
celebérrimo com ienzo de la novela m ás famosa de las “N ovelas de la Primera Época” del
joven canario. Si lo es, Galdós no deja de reciprocarle a Salaverría el detalle, al dedicar un
párrafo bastante extenso y de forma algo poética en La de los tristes destinos a este m ism o
tren que enlaza a España con Francia com o sím bolo del progreso:
¡Oh Ferrocarril del Norte, venturoso escape hacia el mundo europeo, divina brecha para la civilización!
[...] Por tu horrenda senda corre, un día y otro el mensajero incansable, cuyo resoplido causa espanto
a hombres y fieras [...] El lleva y trae la vida, el pensamiento, la materia pesada y la ilusión aérea [...]
comunica lo viejo con lo nuevo; transporta el afán artístico y la curiosidad arqueológica. (3:675)
tanto más extraña cuanto que lo s dos son oriundos de la periferia española donde la
vegetación se muestra mucho más exuberante. Y en último lugar, a los dos les apena ver que
el campo de Castilla se halla actualmente desnudo de esta grandeza del pasado y que está
ahora “mal poblado de españoles que trabajosamente se adaptan al vivir moderno” (79),
palabras que hacen eco de otras en el capítulo inicial del libro de Salaverría.
Luego Galdós parece apartarse— muy sutil, pero firmemente— de la técnica que había
practicado Salaverría, pues, de inmediato, com ienza a referirse en términos concretos a este
pasado histórico de Castilla, precisamente a sus reyes, especialm ente lo s R eyes Católicos,
y a sus grandes cortesanos de lo s siglos X IV y XV, cosa que casi nunca se v e en las páginas
de Vieja España. Pero más que un toque de atención muy, muy suave al jo v en discípulo, al
maestro le interesa demostrar d e qué manera las vidas de estos m agnates y gobernantes
están relacionadas con casi toda la topografía de la meseta castellana, porque la Corte de
aquel entonces no tenía sede fija. Este “esporadism o geográfico” (7 9 ) o “Historia [ ...]
tocada del frenesí de m ovilidad” (80) le obliga a Galdós a emplear sus nombres propios lo
m ism o que a distanciarse de un solo sitio de observación (Burgos) por el cual había optado
Salaverría. Pero no es un caso de historicism o arqueológico de parte de Galdós, pues, estos
reyes castellanos le fascinan por el alto concepto que tienen de sus deberes administrativos
com o líderes de la sociedad castellana. Si son monarcas nómadas, residiendo por unos m eses
o años en este convento/palacio u otro, es porque se preocupan por la administración d e la
justicia en su reino. Rechazando las comodidades de una Corte establecida y suntuosa, estos
“activos gobernantes [ ...] iban de aquí para allí, sin boato, en tren de mercaderes atareados,
ignorantes d e la confortación m ás elem ental, atentos sólo al fin espiritual que les hacía
insensibles al cansancio” (79-80; la cursiva es nuestra), de acuerdo con las costumbres
austeras del pueblo castellano. Son, en efecto, gobernantes m odélicos, “¡Grande, fuerte y
generosa raza de príncipes” (80). Pero, a diferencia del autor vasco, Galdós fundamenta su
patriotismo em ocionado en los hechos civiles, no militares, de los reyes castellanos.
Otra diferencia notable en que insiste Galdós es en la ampliación de la base de estudio:
para destacar la conexión entre la tierra y la historia de Castilla prefiere enfocarse en la región
entera, no exclusivamente en Burgos y su paisaje circundante. Si José María puede imaginar
la presencia del Cid resucitado, nada más caminar por las calles de la capital, a don Benito le
hace falta un panorama más grande para hacer revivir el pasado. Su perspectiva es más
totalizadora, y, en efecto, se da la impresión de que Galdós tiene ante los ojos un mapa de
Castilla a la hora de elaborar la extensa lista de pueblos y ríos que la configuran. Y llega más
lejos que Salaverría, al plasmar en un conjunto intemporal topografía, historia y literatura:
Poca imaginación ha menester el viajero para oír en el anso de este río [el Alianza] los dejos del alejandrino y
las cadencias radas del Romancero. A su paso hablan y cantan Silos, Salas, San Pedro de Arlanza, Covarrabias,
y vienen del otro mundo, encamadas en versos sonoros, las ánimas de los Infantes de Lata, de Mudarra y de
Fernán González. (80)
C om o buen prologuista, Galdós da una idea, breve pero clara, de lo que contiene el
¿UN PRÓLOGO DE GALDÓS? 23
libro de su compañero literario, y ofrece comentarios, tanto positivos com o negativos, sobre
él: no escatim a sus alabanzas de la pintura del paisaje castellano o de la visita algo graciosa
del joven vasco al “sepulcro” del Cid, pero tampoco se muerde la lengua para criticar la
exageración romántica, o “fiebre intuitiva” que distorsiona la pintura d e algunos aspectos
de la catedral y de las calles (81). N o está de acuerdo del todo con Salaverría cuando éste
declara que la catedral de Burgos es un sím bolo de la muerte, mientras que para don Benito,
“siempre despertó en m í ansias y goces de vida sana” (82).
Las “hermosas páginas” (82) de la visita al Ayuntamiento para ver los huesos del Cid
y de Jimena, casi barojianas o celaescas para lectores actuales, en su presentación cóm ica
de los ujieres, ignorantes de lo que custodian y señalan a los turistas, sirven de buen ejemplo
de cóm o Galdós ve en ellas la posibilidad de una mayor explotación literaria, que él realizará
en la segunda parte del prólogo. A sim ism o parece desarrollar las im plicaciones más lógicas
d e la gran indignación que siente Salaverría ante esta vergüenza nacional: ofrece una
solución práctica al problema. C on sorna pide al m unicipio de Burgos, fam oso por su
administración cívica, que entierre en la catedral de una v ez por todas los restos mortales
de la pareja. Y en el epitafio, en verso m uy jocoso, que le com pone para la losa, hace que
el m ism o Cid hable en directo para pedir que todo el mundo le deje en paz: no hace falta
que le guarden con cerrojos ni le afierren con cadenas (com o lo había implorado Joaquín
Costa), porque no va a salir del sepulcro: “las batallas que á España—han de dar prestancia
nueva— non se ganan con Tizonas,— ni Coladas ni Babiecas" (82-83). Lo cual no deja de
ser tampoco, claro, una crítica indirecta a las ilusiones y sueños im posibles acerca de la
resurrección del Cid que había abrigado Salaverría.
Tres asteriscos puestos a continuación en m edio del texto marcan el com ienzo de
una nueva trayectoria que seguirá Galdós en el resto de este llamado prólogo, en un intento
de mostrarle a Salaverría cóm o escribir un artículo de viajes. Primero, en términos temáticos,
prefiere apartarse del elem ento heroico de la historia castellana, para fijarse en lo dramático
de su desarrollo, que relaciona m uy estrechamente con su geografía física. D e m odo que le
gustan más los tiempos de grandes pasiones experimentadas por tales gobernantes com o
Pedro el Cruel o A lvaro de Luna, cuando “la selva pasional y ética se m ultiplica, se
especializa y ofrece a la Historia la com pleja variedad de formas m orales” (83). Com o
siempre en la obra galdosiana, de suma importancia es el comportamiento ético de lo s seres
humanos. Y de forma explícita, le anima a Salaverría y a sus colegas a explorar lo s viejos
lugares, ya abatidos y desmantelados, que presenciaron tales dramas históricos
para que desentrañen la existencia ideal y positiva del pueblo castellano. El escritor vasco que hoy nos
da tan hermosa y verídica impresión de la tierra burgalesa y del ciclo épico, bien podría emprender el
estudio de las tierras que llamaremos dramáticas por la violencia pasional de aquellas luchas y por el
personal mixto de pueblo y nobleza que en ellas intervino. (84)
mayor éxito — poblaciones más pequeñas, donde se descubriría el verdadero espíritu de los
castellanos, la intrahistoria de la raza, declaración que autorizan lo s frecuentes viajes en
tren y carricoche por la m eseta castellana que Galdós ha hecho durante su vida, uno de los
cuales va a relatar ahora, para mayor provecho de todos. C om o dice, “las posadas y la clase
tercera del ferrocarril son excelente posición para hablar directamente con la raza” (84),
cosa que no pasa en el libro del vasco, a excepción del episodio del veterano de la guerra
de Cuba.
Este género de escritos de viaje lo había cultivado Galdós desde sus primeros años
com o escritor (por ejem plo, “Las generaciones artísticas en la ciudad de Toledo” [1870] y
“Cuarenta leguas por Cantabria” [1876]), y aun en el período de su madurez artística
durante los ochenta, con los numerosos relatos de viajes veraniegos a países europeos, que
se publicaron en La Prensa de B uenos A ires. C asi todos estos estudios fueron
confeccionados según la m ism a fórmula: una m ezcla de referencias al viaje físico y sus
peripecias, de cuadros paisajísticos, y de descripciones extensas de lo s m ás significantes
sitios y obras m onum entales, toda una guía turística, en otras palabras. Pero era una
m etodología que le había dado bastantes quebraderos de cabeza inicialm ente, com o se
quejaba en una carta a Pereda, con m otivo de la salida d e “Cuarenta leguas por Cantabria”:
Al principio había pensado darle una forma novelesca, introduciendo pasajes y episodios que hicieran
hacedera esta literatura..., que es insoportable cuando es enteramente descriptiva, pero no pudiéndolo
conseguir, quité todo lo que había hecho en este sentido y he dejado la descripción pesada. Es del
género turista, género cursi, totalmente insulso. (Bravo Villasante 10)
Y es esta metodología literaria que, ya completada la tercera parte del prólogo, Galdós
vuelve a emplear aquí: com ienza con un sitio conocido de la topografía castellana: M edina
del Campo— donde, precisamente, subió al tren al final de Vieja España el veterano de la
guerra de Cuba. Se recopilan bastantes datos concretos de su historia m edieval com o gran
centro mercantil, que luego son cuestionados por Galdós, que aboga por el desarrollo de la
historia económ ica com o cam po de investigación intelectual. Com o inveterado turista, se
fija de inmediato en la única ciiriosidad histórica de la villa: el castillo d e la Mota. Aunque
es un conjunto de ruinas tristes y excelsas, Galdós lo presenta com o un monumento vivo,
al referirse a las cuatro caras y a lo s innumerables ojos que explora la inm ensa llanura
circundante. E s más: es “com o el gen io de C astilla fiotante siem pre en las oleadas del
tiempo” (85), es decir, las ruinas externas no significan nada en s í m ism as, pero debajo de
ellas late todavía viva la intrahistoria de la raza, com o parecen sugerir la muchedumbre de
diversos pájaros que tienen sus nidos en las murallas, lo m ism o que lo s chiquillos
vagabundos o desarrapados golfillos que juegan en lo s escondrijos d e las ruinas: quizás
hagan novillos estos habitantes de las ruinas, pero sirven de buenos guías a lo s turistas:
“E llos desertan de la e s c u e la . .. por patriotismo, ansiosos de saberse d e m em oria el primer
castillo de España para enseñarlo a lo s forasteros” (86). Están com o en su propia casa.
En contraste con la descripción paisajística de Salaverría, la de Galdós se pinta desde
¿UN PRÓLOGO DE GALDÓS? 25
un carricoche que va caminando por la llanura desde la M ota hasta Madrigal de las Altas
Torres. N o se halla en un tren desde cuyas ventanillas mira el campo que pasa ante los ojos,
sino dentro y rodeado de él, por lo cual puede palparlo en toda su singularidad, y, en efecto,
es, por ende, una experiencia m ucho más inolvidable, más real que la del viajero en tren:
“sentí la llanura con impresión hondísima” (86), en un cam bio de sensibilidad que ya habría
cogido de sorpresa al gran am igo Alas, y a muerto desde hace seis años. D on Benito fija los
ojos en cosas pequeñitas, com o las am apolas primaverales, que compara, con un tinte
poético, a gotas de sangre, pero es que la tierra entera le parece un mar petrificado en que
las torres de aldeas com o Rubí de Bracamonte o de Pozaldez se asemejan a velám enes de
barcos estancados, com o ya había escrito en el m ism o año de 1907 en La de los tristes
destinos. Y la impresión que le de la llanura, de una “perfecta planimetría sin accidentes”
(86), la refuerza el trazo totalmente derecho del camino que une La M ota con Madrigal,
que se ven a lo lejos com o lo s dos puntos polares del viaje. N i tampoco se deja d e apuntar
el paso de unos cuantos cam pesinos que le saludan, ni el canto de la abituila. Y ahora vem os
el porqué de esta descripción: llega más allá del mero detallism o realista con sus toques
poéticos. Este paisaje tiene una validez total para Galdós, que, absorto en su contemplación,
se ensim ism a, alcanzando el plano superior del esplritualismo interior:
El ti-ti-ti de la alubilla es la suma sencillez musical, como el campo, el camino y el suelo son la suma
sencillez topográfica. El alma del viajero se adormece en dulce pereza. Por un camino psicológico,
igualmente rectilíneo, se va al ascetismo y al desprecio de todos los goces [...] [L]a torre [de Madrigal]
siempre lejana. Es una pesadilla, un sermón largo y austero en que con un solo concepto de letanía se
nos dice que estamos llenos de culpas, y se nos manda que ayunemos y nos mortifiquemos [...] La
llanura absorbe el espíritu del viandante, lo hace suyo. El hombre se siente ciudadano del país intuitivo,
del mirar en sí. (86-87)
Llegado, por fin, al otro extremo del camino rectilíneo, se encamina el autor viajero
a los edificios históricos de “la población baja, donde alienta el alma histórica” de Madrigal.
Para Galdós, ésta se puede auscultar en una casa destartalada, casi arruinada, que no tiene
ninguna importancia arquitectónica actual, pero con la que está vinculada la leyenda popular
de un tal pastelero, Gabriel Espinosa, que le cuentan más chiquillos, “fieles órganos de la
tradición” (88), m ucho m ás sim páticos y confiables que un cicerone adulto y un joven
párroco, que recelan que Galdós ande a la busca de antigüedades para venderlas en la capital,
cuando lo único que le interesa son lo s recuerdos histórico-literarios, tales co m o e l del
fam oso El Tostado, un monstruo de erudición, o la posible invención del término literario,
“madrigal”, en las vegas tan placenteras de este pueblo. Pero falta lo más gordo: el recuerdo
histórico m ás importante de cuantos evocan lo s m onum entos d e M adrigal. D on Benito
solamente lo aborda cuando se encuentra de vuelta al castillo de la M ota, puesto que el
“plato fuerte” de la vida de la reina Isabel (que pasó su infancia en e l palacio-convento del
pueblo) es e l único que y a perm anece en sus pensam ientos. A q u í se v e lo m uy bien
estructurada que está esta segunda parte d el llam ado prólogo, pues ha quedado para lo
26 PETER BLY
hizo ciertamente grandes cosas; pero le faltó una, la principal y más importante para el porvenir de
sus súbditos. No vio, o no la dejaron ver, que si antes de morir hubiera desatado nuestras conciencias,
habría hecho más por nosotros que descubriendo cien Américas y conquistando doscientas Granadas.
(96)
Se podría objetar que esta opinión era de esperar de un escritor liberal fam oso por su
anticlericalismo. Pero aquí no habla la voz del sectarismo, sino la del historiador que se fía
del transcurso del tiempo, “ju ez y crítico infalible com o hermano de la verdad, [que] nos
pone en la mano las medidas que conviene aplicar a las cosas pasadas” (96). Sin embargo,
está dispuesto a creer que tal v ez todo se debiera a unos m alos consejeros, situación que era
mucho más comprobable y verdadera, en lo que se refiere a su tocaya y sucesora, Isabel II,
cuya caída del trono español Galdós acababa de historiar en La de los tristes destinos.
Ya hallándose m uy lejos del libro de Salaverría y del paisaje castellano por donde va
tranquilamente su carricoche, Galdós está volcado en pleno análisis histórico, lo que no
supone que se esté echando por los cerros de Ubeda. Nada de eso, pues se está acercando
paulatinamente al punto culminante de esta parte del “prólogo”: la recomendación de ciertas
reformas para el bien futuro del país que establecieron Isabel I y su consorte. Pero antes de
plantear finalmente este m odesto programa de reformas, se inserta una digresión que pudiera
parecer inoportuna, pero que no lo es realmente, ya que en ella se lim ita G aldós a excusar
el no poder incluir el apartado más sabroso de todos: una visita a Tordesillas, e l “pueblo más
interesante quizás de aquella región” (96), para narrar la historia de la reina Juana la Loca.
Con respecto a este personaje histórico, “cuya psicología es un profundo y tentador enigma”
(97), Galdós hace una declaración m uy atrevida que demuestra hasta qué punto se interesaba
por el destino de la mujer en general: “N o será fácil encontrar ni en fam ilias reales, ni en
las más hum ildes de la sociedad mujer más desgraciada” (97). D e ser así el caso, ¿por qué
Galdós se lo deja todo en e l tintero? S i fuera lo más excepcional, ¿por qué n o omitir lo de
M olina y de Madrigal y dedicar toda la segunda parte del llamado prólogo a doña Juana?
¿UN PRÓLOGO DE GALDÓS? 27
N o es que su perfil trágico se contraste abiertamente con la historia de los otros personajes
aquí tratados. N i tampoco se trata, exactamente, de las “dimensiones desproporcionadas”
que ha ido tomando el prólogo ni de la largura de la historia de la desgraciada reina.
Seguramente, aquí Galdós está haciendo gala de su gran generosidad literaria, dando un
ejem plo concreto del ideario programático que había sugerido en páginas anteriores: “Yo
espero del am igo Salaverría que tom e a su cargo esta faena, fácil y lucida para los jóvenes
que aman el estudio de las cosas antiguas” (97). ¿Es que el hecho de que Salaverría no
realizara este estudio en años posteriores íe obligara a Galdós a encargarse de él en su drama,
Santa Juana de Castilla (1918), la última obra literaria que firmó4? Y se justifica el
desarrollo de tal tema por la m isma razón que este prólogo galdosiano: lo s dos son “recreo
y enseñanza de nuestros contemporáneos” (97).
Y de acuerdo con esta consigna, pasa de inmediato a animar a la madre Castilla—
personificación que reaparecerá en otros episodios nacionales de lo s m eses y años
siguientes, hasta 1912, además de en El caballero encantado de 1909 — para “obligarla a
sacudir el pesim ism o perezoso y a escalar los altos escaños de la vida moderna” (97). D e
igual m odo terminó su libro Salaverría, pero con m enos optim ism o que Galdós en este
prólogo, porque aquél hacía demasiado hincapié en la recuperación de la gloria militar en
alguna empresa internacional muy vaga, casi imposible. Por otra parte, Galdós aboga, com o
siempre, por un renacimiento espiritual: “A las hegem onías determinadas por lo s hechos
de gesta, substituye hoy el imperio de la fuerza espiritual, y ésta la dan los éxitos del trabajo
y la riqueza” (97). A diferencia de Salaverría, no parece lamentar el paso de los tiem pos
heroicos. Su peregrinación por algunos vestigios históricos-literarios de la Vieja Castilla ha
sido el punto de arranque para redescubrir un espíritu nacional que se deba y pueda poner
en marcha cuanto antes, para el mayor bienestar de la España moderna. Curiosamente, su
propuesta específica y concreta es una sola y tiene que ver con las reformas agrícolas, tema
que había tratado unos p ocos años antes en un articulo breve, “Rura” (1901), publicado en
El Progreso Agrícola y Pecuario, pero que es casi un elo g io horaciano de las virtudes d e la
vida campestre en contra de la vida urbana. A quí Galdós se muestra m ucho más práctico
y razonable, lo m ism o que clarividente, en sus reivindicaciones en pro d e los labradores:
Hable y grite [Castilla] pidiendo al Estado las mejoras agrarias a que no alcanza la iniciativa regional;
reclame la irrigación, el auxilio de la ciencia agronómica; aspire a que sean vergeles los Campos
Goéticos, la cuenca del Duero desde Almazán a Zamora, las estepas de aquende y allende el Tajo, y
a que cese el oprobio de un Guadiana sumido en tierra. Verdad que de esta y otras afrentas de la
civilización es culpable el centralismo, que no da a los pueblos facultades ni medios para luchar
eficazmente con la Naturaleza. (97)5
Bastará un querer intenso para que el país de los Comuneros6 rescate su vigorosa personalidad, perdida
en los repliegues obscuros del feudalismo caciquil. Únanse los pueblos reclamando y ejerciendo el
28 PETER BLY
derecho de rehacer su existencia; constituyan una aleación homogénea, descartando las tendencias
regresivas, culpables de la atrofia y desmayo presentes; levántese Castilla y tome su sitio en el ruedo
de las regiones pronunciando un formidable Aquí estoy yo. (98)
En conclusión, Shoemaker tenía razón al declarar que “un prólogo del gran Galdós
era muy solicitado para lanzar obras nuevas de escritores noveles o no m uy conocidos o de
m enos estatura que la del prologuista m ism o” (13). N i que decir tiene que Salaverría estaba
encantado cuando el maestro se ofreció para hacérselo; creía que le había tocado la lotería
(Nuevos retratos 12). Y este prólogo s í que es un prólogo. S e conforma a las normas típicas
de esta catalogación literaria: presenta el libro a los lectores, dándoles una idea previa de su
contenido y expresando sus alabanzas y— , explícita e implícitamente— sus defectos. Pero
es más que un acto de “cariñosa generosidad” (Shoemaker 29): don Benito lleg a m ucho
m ás allá: imparte, de hecho, a todo el m undo una lección m odélica de cóm o escribir un
libro de viaje histórico-literario-espiritual. El m ism o Salaverría lo califica de un ejem plo
de “su género histórico descriptivo”, y en realidad, es “una de las m ejores piezas que han
brotado de su pluma” (Nuevos retratos 12-13). A sí se exp lica por qué tiene la m ayor
extensión de todos lo s prólogos que se antepusieron a obras ajenas. N o puede ser que
“Galdós no [ ...] estimara en m ucho sus prólogos” (Shoemaker 12).
A diferencia del joven vasco, Galdós no basa la tesis de su viaje histórico en busca
d el alma castellana— es decir, una v ez terminado el prolegómeno acostumbrado, que tiene
que ver con el contenido de Vieja España — en vaguedades patrióticas, sino en casos
concretos de la historia, la literatura y la leyenda castellanas, todo inextricablemente ligados
a sitios concretos de la toponimia del reino. Va adentrándose en su carricoche en este mundo
plural, multidimensional, en el que se confunden el presente y el pasado, únicamente para
encontrar el alma castellana que habían encam ado lo s grandes gobernantes del pasado
m edieval y renacentista, sobre todo, Isabel la Católica. N o se trata de un arqueologism o
rom ántico ni turístico, aunque, a decir la verdad, no tiene que ver tam poco con un
regeneracionismo personal e individual. S e v e muy poca gente en las visitas de Galdós a
estos pueblos castellanos. Aparte los ch icos traviesos que juegan entre las ruinas, y
representan un vínculo del presente con el pasado que es humano, lo s p ocos adultos que se
ven no valen com o prototipos regeneracionistas. Galdós no habla con la gente normal de los
pueblos para descubrir su m odo de pensar actual, a pesar de sus consejos a Salaverría al
respecto (véase la cita de arriba). M ás bien se trata de un despertar de la conciencia colectiva
del pasado histórico. A esto apuntaba Azorín, al comentar precisamente la visita de Galdós
a Madrigal de las Altas Torres en este prólogo, opinando que en esta com posición com o en
toda su obra el escritor canario “ha trabajado porque despierte y adquiera conciencia de sí
m ism a” la España que duerme su sueño (Galdós 212). Son casi las m ism as palabras que
em pleaba en otro estudio: “desde Galdós, un pueblo— con paisajes, sus costumbres, sus
tipos, sus viejas ciudades — ha podido com enzar a considerarse a s í m ism o, a tener
conciencia de s í m ism o” (El paisaje 188).
Pero com o l o demuestra la conclusión del llam ado prólogo de Galdós, todas las
¿UN PRÓLOGO DE GALDÓS? 29
meditaciones que expresa en él giran, de una manera u otra, en tom o del bienestar futuro
del antiguo reino, porque quiere que Castilla recupere su prestigio histórico, precisamente
a base de reformas prácticas en el presente, si bien se lim ita a una sola: la irrigación de las
tierras castellanas. A h í está el toque: al discutir el gobierno de los reyes castellanos del
pasado, Galdós siempre tiene en mente el de sus líderes políticos actuales. Y en este respecto,
este prólogo larguísimo debería relacionarse — aunque falta espacio en estas hojas para
hacerlo — con las ideas que simultáneamente iba desarrollando en los episodios y novelas
que escribía en lo s años 1907-10, asim ism o caracterizados por un m ayor com prom iso
político, cuando era miembro y lu ego líder de la Conjunción Republicana-Socialista.
Pero en últim o lugar, este “prólogo” — que se hubiera debido titular “ensayo
espiritual” — es otro ejem plo de lo que denominaba Stephen Gilman com o e l coloquio de
novelistas (aquí, de escritores de historias de viaje). El leer lo s artículos de Salaverría le
incitó a Galdós a pensar en otras posibilidades literarias; no se puede decir lo m ism o del
escritor vasco, que no parece haber participado en tal “coloqu io”. Por su parte, Galdós
aportaba mucho a este prólogo, y así lo reconocían lo s críticos. En una carta a G aldós del
19 de diciem bre d e 1907, Salaverría le informa que el crítico literario, Oliver, le había
encom iado el prólogo en La Vanguardia de Barcelona. En otra carta, del 3 de abril del año
siguiente, el autor vasco reconoce que Vieja España no se vende, y que ha sido “un negocio
ruinoso” para el editor. Y de acuerdo con una idea anteriormente expresada por Galdós,
echa la culpa de esto en parte a “m is am igos de plum a [que] no han querido o podido
empujar el libro nuestro” (carta del 25 de abril de 1908), que es casi una confesión de los
defectos del libro, no d el prólogo. En éste Galdós corrobora de nuevo la valid ez d e la
m áxim a de que para ser buen escritor hay que ser buen lector. Sí, don B enito le y ó los
artículos sueltos de Salaverría con m uchísim o provecho para el desarrollo de sus propias
ideas, y el resultado fue la com posición de un ensayo que es una verdadera jo y a en
miniatura.
Queen’s University
30 PETER BLY
NOTAS
1 Los otros dos títulos que prologó eran Los señores diputados, de El Bachiller Canta-
Claro (Cristóbal de Castro y Gutiérrez) y Tinieblas en las cumbres de Ramón Pérez de
Ayala.
2 En una carta a Galdós del 10 de junio de 1907, Salaverría, curiosamente, no alude
a tal encuentro, cuando le expresa su gratitud por el prólogo, cuyo anuncio público parece
cogerle de sorpresa: “M i ilustre querido amigo: Con em oción y sorpresa le í un suelto que
ayer publicaban algunos periódicos, dando cuenta de sus proyectos d e V., entre lo s que se
halla un prólogo para mi libro. N o m e queda más que remitirle m is gracias, m i gratitud más
sincera”.
Quisiera hacer constar m i agradecimiento más v ivo a la Directora de la Casa-M useo
P érez Galdós de Las Palmas, doña R osa María Quintana D om ínguez, por haberme
suministrado fotocopias de la correspondencia entre Galdós y Salaverría.
3A tales nociones de campañas militares en el extranjero se había opuesto una década
antes A ngel Ganivet en su Idearium español (1897): “D e lo dicho se infiere cuan disparatado
es pretender que nuestra nación recobre la salud perdida por m edio de la acción [militar]
exterior” (256).
4 Es algo difícil conjeturar por qué Estébanez Calderón (759) om ite la invitación a
Salaverría cuando com enta esta sección del prólogo.
5 H oy día, cuando la desertización am enaza la prosperidad de ciertas regiones
españolas (Andalucía, Extremadura, y C astilla La N ueva), debido al calentam iento del
planeta, y ya están enfrentados unos gobiernos autonómicos con otros por lo del trasvase de
aguas de la cuenca de sus ríos más importantes, las palabras de Galdós de hace cien años
sobre el papel que el gobierno central debiera hacer en la cuestión de la irrigación tan
necesitada de las tierras castellanas no pueden por m enos de tener un eco muy significante.
6 Esta frase ya se había em pleado en la cita sacada arriba de L a de los tristes
destinos.
¿UN PRÓLOGO DE GALDÓS? 31
OBRAS CITADAS
Alas, Leopoldo. “Clarín”. Galdós, novelista. Martinez Ruiz, José “Azorín”. “D on Benito
Ed. A dolfo S otelo Vázquez. Barcelona: Pérez G aldós”. El paisaje de España
PPU, 1991. visto p or los españoles. Madrid: Caro
Bravo Villasante, Carmen. “V eintiocho Raggio, 1 9 2 3 .1 8 1 -8 8 .
cartas de Galdós a Pereda”. Cuadernos Pérez G aldós, Benito. Doña Perfecta. Ed.
Hispanoamericanos 250-52 (octubre 1970- R odolfo Cardona. 2a ed. Madrid:
enero 1971): 9-51. Cátedra, 1984.
“Santa
Estébanez Calderón, D em etrio. -------------- . “G aldós”. Lecturas españolas.
Juana de Castilla en su contexto. Madrid: Caro Raggio, 192 0 .2 0 5 -1 2 .
Culm inación d el teatro de G aldós”. -------------- . La de los tristes destinos. Obras
Actas del VI Congreso Internacional completas. Ed. Federico Carlos Sainz de
Galdosiano (1997). Ed. Yolanda R obles. 9a ed. Madrid: Aguilar, 1968.
Arencibia, et al. Las Palmas: Ediciones 3 :6 5 5 -7 8 1 .
del Cabildo Insular de Gran Canaria, -------------- . “Rura”. Obras completas. Ed.
2000. D isco compacto. 757-71. Federico Carlos Sainz de Robles. 5a ed.
Ganivet, A ngel. Idearium español. Ed. Madrid: Aguilar, 1 9 6 8 .6 :1 4 9 7 -9 9 .
Fem ando García Lara. Granada: Salaverría, José María. Nuevos retratos.
D iputación de Granada y Fundación Madrid: Renacimiento, 1930.
Caja de Granada, 2003. -------------- . Vieja España. Madrid: Librería
Gilman, Stephen. Galdós and the Art o f the de los Sucesores de Hernando, 1907.
European Novel: 1867-1887. Princeton: Shoemaker, W illiam H. Los prólogos de
Princeton Univ. Press, 1981. Galdós. M éxico, D.F.: Univ. o f Illinois
Press & Andrea, 1962.
THE UPWARDLY-MOBILE M ALE “ANIMAL” IN
L A L O C A D E L A C A SA AND THE T O R Q U E M A D A TETRALOGY
Vernon Chamberlin
The aim o f the present study is to exam ine the m ain animal im agery system in La
loca de la casa and the Torquemada series to dem onstrate h o w G aldós u ses anim al-
human com parison to present and com m ent on the accelerated le v elin g 1o f social classes
in Spanish society. A dditionally, the b iological result o f interclass marriage, entered into
b y characters w ho have b een delineated b y differing anim al m etaphors, w ill b e shown
as an extension and ultim ate expression o f this m etaphorical matrix.
In her p ercep tive study, “The C onsum ption o f Natural R esources: G ald ós’s
Fortunata y Jacinta (1 8 8 6 -1 8 8 7 ),” Jo Labanyi has called attention to the fact that the
co lo n ial outlook and control m echanism s are already fu lly established and operative
back h om e in the M adrid am bience o f Fortunata y Jacinta , at a tim e w hen the
b ourgeoisie v iew ed th e lo w er cla sses as “savages lackin g in civ iliza tio n .” Thus, this
novel, Labanyi says,
can be read as an exercise in nation formation construed on colonial lines, since its vast
documentary canvas incorporates into the nation those inhabitants (the working classes and
women) whose position and allegiance are in doubt, both by compiling an archaeological archive
that makes them knowable and by incorporating Fortunata (a working class woman) into ‘society’
through her sexual liaisons with men o f the bourgeoisie and petty bourgeoisie. Contemporary
medical manuals [ . . . ] contained sections on demography and race, noting that the ‘inferior’ races
were best adapted to healthy reproduction, and recommending miscegenation in the colonies as a
way o f ‘improving the stock.’ Fortunata y Jacinta, in constructing Fortunata as a ‘savage’ and
superior breeder, takes the form o f a miscegenation narrative: that is, a colonially conceived
blueprint for the nation based on the ‘improvement o f the race’ through the white man’s
fertilization o f the ‘native’ female. This colonial concept o f miscegenation, being based on the
white man’s coupling with the native female, supposes that female ‘others’ can be incorporated into
the nation, but the reverse — the ‘ incorporation 'of the native male [ . . . ] is unthinkable [emphasis
added]. Thus Fortunata can be ‘improved’ (up to a point) while her uncle José Izquierdo has to
be ‘contained’ within the frame o f historical paintings for which he becomes and artist’s model.
The ultimate goal o f improving the male stock is achieved through the fruits o f miscegenation:
Fortunata’s child has to be a male, and he will be fully incorporated into ‘society’ while Fortunata,
having served her purpose, is denied full assimilation by being made to die. (192-93)
Torquemada en la hoguera
The undated manuscript entitled “El sacrificio (Diálogo dramático)” consists o f a dialogue between
two sisters, Victoria and Carlota, and their father don Augusto, divided into three scenes o f one act.
Certainly the genesis o f La loca can be seen to lie here, the theme o f sacrifice clearly being the crucial
link and the martyr—the heroine—being in each case a novitiate nun named Victoria. The other
character link is that o f a deceased Rafael, although in the case o f “El sacrificio” he was Victoria’s
sister’s husband, while in La loca, he was their brother. (285)
M ost importantly for the present study, in “El sacrificio” there is no focus on or
mention o f social leveling— and there is no animal imagery.5
However, as Galdós redeveloped this plot and these themes in La loca de la casa, he
turned again to animal imagery. This work has been considered a paraphrase o f the
traditional Beauty and the Beast fable.6 In this novel, Victoria de M oneada (Beauty),
daughter o f a bankrupt aristocrat, relinquishes her novitiate and offers h erself in sacrificial
marriage to José Maria Cruz (the Beast) in order to save the fam ily financially. The
bridegroom, even before going to the N ew World to amass h is fortune, had been forcefully
conditioned to think o f h im self in animalistic terms. A s a boy, he lived on the Moneada
estate as “poco m enos que un animal dom éstico” (I, ix): Victoria and her sister som etim es
hitched him up to a sm all cart and made him pull them about, as he w hinnied like a horse.
They called him “bestia,” “zángano,” and “borrico” and com m anded him by whipping,
pulling the reins, and shouting “arre.” On one occasion, they even made him eat barley like
a horse (II, vi, 1637). Moreover, Cruz’s ow n father treated him even w orse than the family
donkey:
Tratábame mi padre con rigor excesivo. Recuerdo que teníamos un burro, al cual yo quería como si
fuera mi hermano. Mi padre le trataba con más cariño que a mi, que me lastimaba. Los palos que al
animal correspondían, hubiéaralos yo recibido en mi cuerpo para aliviarlo a él. (V, 1626)
Thus it is understandable that Cruz’s one great desire becam e that o f acquiring a
fortune so that he could return to Spain and becom e owner o f the Moneada estate, “com o
rehabilitación gloriosa y triunfante de aquellas tristezas de m i niñez, donde fui criado, casi
igual a las bestias (I, ix, 1626). N o w back in Spain, Cruz appears to the local aristocrats as
“el gorila” (I, vii, 1625), “el gorila, porque moral y físicam ente nos ha parecido una
transición entre el bruto y el hom o sapiens” (I, ii, 1618). The generic words “bestia,” “fiera,”
“monstruo,” and “animal” are applied to Cruz by m any characters throughout the novel (at
least twenty-eight tim es). Although Cruz refers to h im self as a “bestia herida” (I, xi, 1628),
others see him more as a “res brava” (I, ii, 1618), “boa” 0 , iv, 1620),” “dragón” (III, iii,
1649), “lobo” (ΙΠ, vii, 1652), “tigre de malas pulgas” (IV, iii, 1663) and “feroz vestiglo” (III,
vi, 1651). Nevertheless, the aristocrats are attracted to him because he is also a much needed
36 VERNON CHAMBERLIN
“becerro de oro” (I, v, 1621), or to state it differently, they believe it can be advantageous
to be kind to such an “asno”— i f his saddlebags are loaded with gold (I, vii, 1623).
Cruz is w ell aware o f his distinction. H e speaks with pride o f how he am assed his
fortune: “con ruda conquista, brazo a brazo, a estilo de pueblos primitivos” (I, vii, 1625).
I f he w ere to lose his wealth, he is confident that he could quickly rebuild it, adding, “[Y]
con rugidos, dentelladas y zarpazos de fiera, andando a cuatro patas, la defendería de quien
intentara quitármela” (ΠΙ, xvii, 1658).
W ith both parties highly m otivated, the marriage o f Cruz and Victoria d oes take
place. The bride hopes to be one o f those rare w om en, “convirtiendo las bestias en seres
hum anos” (II, x v ii, 1644). Thus the suspense o f the n ovel is sustained b y the constant
question o f whether or not Victoria w ill b e able “humanizar la fiera” (HI, i, 1647). The task
is not easy, for w hen appropriate, Cruz has no compunctions about telling his n ew w ife,
“[S]i m is escamas o aletas de dragón infernal te pinchan y raspan y cortan, a m í .. .el plumaje
de tus alas de ángel también m e ...m e punza, m e roza, m e hiere” (IV, x v ii, 1672).
Nevertheless, Victoria confides to a friend that she is making progress— but it is like having
to u se “la pata de un elefante” for a pow derpuff (IH, v iii, 1653). In spite o f repeated
difficulties and a b rief separation, genuine lo v e does develop; markers along this path
include instances o f Victoria using affectionate m odifiers, as she refers to Cruz as “pobre
animal” (IV, v iii, 1665), “pobre monstruo” (IV, x i, 1669), and “m onstruo q u erid o...,
dragoncito m ío” (IV, x vi, 1675). L ove and marriage do change Cruz to the extent that he is
w illin g to endow a hospital and allow his w ife to engage in som e “nivelando, [ . . .si.],
nivelando” o f his w ealth as she helps “los que nada tienen” (HI, xvii, 1659). How ever, he
refuses to concede in the final scene o f the novel that he is “vencido y domado.” Rather, he
affirms that marital love and his ow n self-confidence make it possible for him to enjoy “los
latigazos de la domadora” (IV, xvii, 1677).
A lthough Galdós had said in “La sociedad presente com o material novelable,” his
inaugural speech to Real Academia Española (1889), that one could not predict the outcome
o f the levelin g process in Spanish society (222-23), he did ch oose to present a positive
outcom e in the n ovel La loca de la casa and then go on to demonstrate this thesis to the
theater-going public.
In m odifying the novelistic version o f La loca de la casa to the slightly shorter stage
adaptation, Galdós kept the on ly specific mention o f leveling to that o f wealth (HI, x , 129).
In spite o f the constraint o f space he retained nearly all the significant animal imagery,7but
som etim es in the shortening process certain animal imagery ended up in an earlier-numbered
scene. For exam ple, in A ct HI the reference to Cruz’s “dentellada'del tigre” is no longer in
scene tw elve but rather in scene seven (119), and his “rugidos, dentellados y zarpazos de
fiera” have m oved from scene seventeen to eleven (128). A more important change which
Galdós did make, however, concerns the designation “gorila” for the indiano protagonist.
THE UPWARDLY-MOBILE MALE “ANIMAL” 37
In the drama this metaphor does not occur a second time. Animal labels are acceptable when
talking about Cruz, but in a face-to-face conversation with him on the public stage, it is
politic to assure him that he is (only): “un diamante en bmto. Le faltan las facetas” (I, vii, 53).
The diamond metaphor, here used to soften and replace an animal designation8 w ill recur in
the Torquemada series w hen Galdós next explores the possibilities o f negative results in
social leveling.
Torquemada en la cruz
In the year follow ing La loca de la casa, Galdós returned to the Torquemada series
with Torquemada en la cruz. In Torquemada en la hoguera animal imagery— all low ly and
earth-bound— w as quite appropriate and concordant with Torquemada’s social status and
personal deficits. N ow , however, Galdós has Torquemada interact with people w ho are
characterized by animal imagery at a polar opposite: the Aguilas. Torquemada is w ell aware
o f the sym bolism in the patronym ic o f this formerly high-flying aristocratic family.
Moreover, both he and they had received a suggestion from the late D oña Lupe de Jáuregui
(“la de los pavos”) that a marriage o f the now -w idow ed Torquemada to one o f the poverty-
stricken A guila sisters could be beneficial to all concerned. In fact, Torquemada admits to
h im self that when Doña Lupe w as expiring, “[Para] aplacarle el delirio, y o le aseguraba, m e
casaría, no d igo y o con todas las señoras A guila mayores y m enores, sino con todas las
águilas y buitres del cielo y de la tierra” (I, ii, 941). Accordingly, he decides to pay a visit
to “el nido de las Aguilas” (I, iii, 943), w hich Galdós had changed in the galley proofs from
“la casa de las Aguilas” (D avies 53)9 in order to maintain his imagery chain. After this visit,
Torquemada evaluates h im self in animalistic terms: “H oy te has portado com o un cochino,
[ . . . com o] un puerco.” It is now necessary, he thinks, to change and “presentarse ante el
mundo, no y a com o el prestimista sanguijuelera que no va más que a chupar, a chupar”
(II, vii, 951). Torquemada’s perception o f a need for a change is also shared by the head o f
the A guila fam ily, Cruz. The latter feels that she w ill have no problem integrating
Torquemada into the family: “Ya m e encargaré de pulirle bien las escamas. D ebe de ser
docilote y m anso com o un pececillo” (II, iii, 981). Further, she feels that her future brother-
in-law w ill accept “todas las ideas que le v oy echando, com o se echa pan a los p ececillos
en un estanque” (I, iii, 981). H ow ever, her brother, Rafael, holds a contrary opinion.
Expressions o f his fierce opposition are facilitated by repeated use o f animal comparisons
as he aggressively refers to Torquemada as “monstruo” (II, iv, 982); “bestia” (I, iii, 994; II,
x i, 1001; II, xii, 1004); “animal” (H, v iii, 994); “cerdo” (H, v, 984 ); “jabalí” (II, viii, 984);
“sabandijo” (Π, ix, 995 ); “asquerosa sanguijuelera” (Π, viii, 994); and “salvaje y grotesca
alimaña” (Π, x i, 1004).
Even Torquemada’s ow n daughter, Rufina, perceives that her father is “una fiera para
la cobranza” (I, vi, 9 5 2 )10 arid the narrator tw ice refers to the m iser’s living quarters as
“huronera” (I, vii, 988) and on ce as “madriguera” (I, x i, 960). José D onoso (w ho becom es
a friend, encourages the proposed marriage, and aids in Torquemada’s social adaptation)
38 VERNON CHAMBERLIN
advises him: “La sociedad tiene sus derechos, a los cuales es locura querer oponer el gusto
individual. Tenemos derecho de ser puercos sórdidos [ . . . ] ; pero la sociedad puede y debe
im ponem os un coranvobis decoroso” (I, xii, 965). Further, he says, “U sted m e parece una
persona m uy sensata, de m uy buen sentido, sólo que demasiado en su concha. Es usted un
caracol siempre con la casa a cuestas. Hay que salir, vivir en el mundo” (I, xi, 993). H e also
warns Torquemada not to be a “buey suelto” (possibly an echo from Pereda’s novel El buey
suelto, where bachelorhood results in a lonely, unhappy old age).11 W hen the marriage is
finally about to take place, D o n oso on ce again has recourse to animal imagery, as he
congratulates himself: “Había cogido a la fiera con lazo, y de la fiera hacía, con sutil arte
de mundo, un hombre, un caballero, quién sabe si un personaje” (II, v iii, 993).
Torquemada, for his part, realizes where he fits into the schem e o f things. In a time
w hen even “la Monarquía [está] transigiendo con la Dem ocracia,” he perceives that
la aristocracia, árbol viejo y sin savia, no podía ya vivir si no lo abonaba (en el sentido de estercolar)
el pueblo enriquecido. ¡Y que no había hecho flojos milagros el sudor del pueblo en aquel tercio de
siglo! ¿No andaban por Madrid arrastrados en carreteles muchos a quienes él y todo el mundo
conocieran vendiendo alubias y bacalao, o prestando a rédito? ¿No eran ya senadores vitalicios y
consejeros del Banco muchos que allá en su nifiez andaban con los codos rotos, o que pasaron hambres
para juntar para unas alparagatas? Pues bien: a ese elemento pertenecía él, y era un nuevo ejemplo del
sudor del pueblofecundando. (I, xvi, 972)
Earlier Torquemada had thought that the marriage might not be possible:
Hay una barrera..., eso de las clases. Pronto se dice que no hay clases; pero, al decirlo, las dichosas
clases saltan a la vista. [----- ] La idea que me digan: “¡So! Vete de ahí populacho, que apestas,” me
subleva y me pone a morir. Y no es que yo huela mal. Bien ve usted que me lavo y me aseo. Y hasta
el aliento, que, según me decía Doña Lupe, tiraba un poco para atrás... se me ha corregido con la
limpieza de la boca. Y desde que me quité la perilla que parecía un rabo de conejo, tengo mejor ver.
Dice [ .. .una amiga] que me parezco algo a O’Donnell cuando volvía del Africa [ . . . ] Sin embargo
mi corteza es muy dura, áspera, y picona como lija.., No puede ser, no puede ser. (I, xiv, 968)
A nd w hen the marriage betw een Torquemada and Fidela del A guila does take place
near the end o f the novel, it is clearly ill-om ened. The bride becom es violen tly ill
immediately follow ing the v ow s and cannot accommodate her n ew husband in the wedding
bed. The groom, for his part, drinks too m uch, w hich causes all traces o f social veneer to
vanish, as he proclaims:
Nivelización siempre [----- ] Yo soy noble: mi abuelo castraba cerdos, que es, digan lo que quieran,
una profesión muy bien visto en los pueblos cultos. Mi tataratío, el inquisidor, tostaba herejes y tenía
un bodegón para vender chuletas de carne de persona. Mi abuela, una doña Coscojilla, echaba las
cartas y adivinaba los secretos. La nombraron bruja universal. (Π, xv, 1013)
confirms the importance o f social leveling in the novel. A lso his further statements reveal
once again his social origin and personal shortcomings. The continuous, variegated, and
vigorous animal metaphors leading up to this point also indicate that the subsequent volumes
o f the series w ill have hard-fought personal conflicts and forced adjustments.
Torquemada en el purgatorio
y por qué no rompería y o el ronzal cuando v i que tiraban para traerme!” (II, xiii, 1046).
The answer is that Cruz has been able to open n ew entrepreneurial vistas for Torquemada,
in part, because she w ants to “dorarle las rejas de su jaula” (II, x ii, 1076). On another
occasion when Cruz feels a bit o f empathy for Torquemada (as she recalls that he has, after
all, done much for the A guila fam ily), she nevertheless still thinks o f him in animal terms.
She wonders if, instead o f “llevándole a grandezas sociales que repugnaban a sus hábitos y
a su carácter [,] ¿N o era m ás humano y generoso dejarle cultivar su tacañería y en ella se
gozara, com o réptil en la humedad fangosa?” (II, vii, 1063). In spite o f this momentary
softening, Cruz is m otivated primarily toward “m ayores alturas, con m ajestuoso vuelo de
águilas, despreciando las m iserias de abajo” (II, ix, 1068).
Torquemada’s brother-in-law, Rafael, w ho had previously opposed the moneylender’s
entrance into the fam ily w ith the rhetorical attacks o f his animal metaphors, continues this
practice in Torquemada en el purgatorio. H e still b elieves that the wild-boar analogy is
appropriate, as he angrily observes to Morentín, “[NJuestro jabalí, cegado por la vanidad y
desvanecido por su barbarie, se desarrolla en la opulencia com o un cardo borriquero en
terreno cargado de basura” (I, x, 1039). In addition to referring to his sisters as “dos pobres
hormigas en un agujerito” (I, iv, 1025), he lashes out at Torquemada’s “orgullo de p a v o ...;
n o d igo de pavo real, sin o de pavo com ún, de ése por N avidad se engorda con nueces
enteras” (I, v, 1027). R afael’s aggressive anger is still apparent w hen h e later tells
Torquemada (with a repeat o f a La loca de la casa metaphor) that he w ill do w ell with his
upcom ing banquet speech. Just remind the audience, Rafael says, that he is their Biblical
“becerro de oro,” and that they should carry him through the streets for adulation, as he is
telling them:
Y mientras vosotros me aclamáis con delirio, yo mugiré, repito que soy becerro, y después de
felicitarme con vuestro servilísimo, viéndoos agrupados debajo de mí, me abriré de las cuatro patas
y os agraciaré con una evacuación copiosa en el buen entendido de que mi estiércol es efectivo
metálico. Yo depongo monedas de cinco duros a mis admiradores. Y vosotros os atropelláis para
cogerlo; vosotros recogeréis este maná precioso. (ΙΠ, v, 1093)
Apparently not at all offended, Torquemada praises R afael’s suggestion and says that
he w ould like to give such a speech, but he lacks the skill: “Verás com o el pobre becerro no
pronuncia más que un mu com o una casa” (ΠΙ, v, 1094). N evertheless, Torquemada does
subsequently deliver his speech w ith great success, during w hich Morentín feels com pelled
to exclaim: “Pues tiene un no sé qué de elocuencia este animal. Rebuzna oratoriamente” (III,
viii, 1101).
B efore Torquemada en el purgatorio closes w ith R afael’s suicide, there is a
considerable degree o f conciliation betw een the tw o m ale opponents. R afael, w ho had
previously considered h im self “e l m ayor enem igo del becerro” (III, v, 1094), n ow admits
to Torquemada that it w as a m istake for him to struggle w ith his sister Cruz (“luchando
com o dos leones” p i, xi, 1108]) concerning Torquemada’s adm ission to the family. In m ost
THE UPWARDLY-MOBILE MALE “ANIMAL” 41
respects, Rafael concedes, his brother-in-law has been a great success. Torquemada, in turn,
protests that he is indeed “un bruto,” but a “bruto sui generis, ” and says, “fuera de los
negocios, Rafaelito, convengamos en que soy un animal.” Rafael responds, “ ¡Oh! N o tanto:
usted sabe asimilarse las formas sociales; se va identificando con la nueva posición” (III,
xi, 1108).
W hen Rafael exits the Torquemada series, the d efective child b om o f the
Torquemada-Cruz marriage remains. Although Rafael had believed that “el matrimonio
absurdo, antinatural, entre ángel y bestia, no tendría sucesión” (III, iv, 1090), he w as wrong
and op en ly con fesses to h is brother-in-law, “[M ]e pareció que la Naturaleza n o querría
sancionar una unión absurda, ni dar vida a un ser híbrido” (III, x, 1107-08). The extent to
which this “criatura híbrida” (EU, x i, 1109) is animal-like w ill be one o f the major concerns
in the last n ovel o f the Torquemada tetralogy.
The first sustained use o f animal imagery in Torquemada y San Pedro concerns the
protagonist’s second son, also named Valentin. Repeatedly the narrator describes him as
more like an animal than a human being. H e is first seen
arrastrándose a cuatro patas sobre la alfombra. La niñera que era una mocetona serrana, guapa y
limpia, le sostenía con andadores de bridas, tirando de él cuando se esparrancaba demasiado y
guiándole si seguía ima dirección inconveniente. Berreaba el chico, movía sus cuatro remos con animal
deleite, echando babas por su boca y queriendo abrazarse al suelo y hocicar en él. (I, vii, 1126)
Agitaba ella los pies dentro de las sábanas para que él hocicara en el bulto con saltos y acometidas de
bestia cazadora, y ya se esparrancaba, ya husmeara el aire descansando sobre los cuartos traseros y
erguido sobre los delanteros, ya, en fin, sentábase para frotarse el hocico con movimientos de oso
cansado de divertir a la gente. Pero su principal diversión era asustar a las personas que rodeaban el
lecho, y a su mamá misma, ladrándolas, y embistiéndolas de mentirijillas, con la boca abierta en toda
su pavorosa longitud. Verdad que nunca se los comía, pero les hacía creer que sí a juzgar por las voces
de espanto con que acogían sus furores. (I, xiii, 1140)
A s Fidela’s condition w orsens and tim e nears for the viaticum to be brought, “le dió
[a Valentín] echarse com o un perro a los pies de su madre, y de amenazar con gruñidos a
cuantos al lecho se acercaban, enseñando los dientes, y preparándose para morder al que se
dejara, ya fuese su m ism o papá o su tia.” F idela’s response is “ ¡Qué bravo! ¡Cómo se
defiende a su madre! Esto se llama inteligencia, esto se llam a cariño” (I, x iii, 1141).
A fter Fidela’s death, Valentín declines markedly: “[D ]esde la primera hora de su
orfandad pareció querer asentar sus derechos de salvaje independencia berreando
ferozmente y arrastrándose por las alfombras. Parecía decir: ‘Ya no tengo interés ninguno
en dejar de ser bestia, y ahora muerdo y aúllo, y pataleo todo lo que m e da la gana”
(II, iii, 1152). A s did his w ife before him, Torquemada continues to lo v e their unfortunate
son: “[A]maba a su hijo, sentíale unido a sí por un afecto hondo, el cual n o se quebrantaría
aunque le viese revolcándose en un cúbil y com iendo trochas de berzas. L e quería y se
maravillaba de quererle, desconociendo u olvidando las leyes de eslabonam iento vital que
establecen aquel amor” (II, iii, 1152). Further, w hen for consolation Torquemada tries to
remember his first son, w ho w as charming, physically attractive, and intellectually brilliant,
h e can conjure up only the mental im age o f his second son. The latter seem s to speak to
Torquemada:
Pero, papá, no me atormentes más. ¡Si soy el mismo, si soy propiamente el uno y doble! ¿Qué culpa
tengo yo de que me hayan dado esta figura? Ni yo me conozco, ni nadie me conoce ni en este mundo
ni en el otro. Estoy aquí y allá ...Allá y aquí me toman por ima bestia, y lo soy, lo soy... Ya no me
acuerdo del talento que tuve. Ya no hay talento. Esto se acabó, y ahora padrecito, ponme en una
pesebrera de oro una buena ración de cebada y verás qué pronto me la como. (Π, iii, 1152)
Subsequently, the narrator reports: “En tanto iba creciendo el heredero, y su cabeza
parecía cada v ez más grande, sus patas más torcidas, sus dientes más afilados, sus hábitos
más groseros, y su genio m ás áspero, avieso y cruel. [ . . . ] salía m ás apegado a la tierra y la
animalidad” (III, vi, 1161). H e is, seem ingly, as accursed as w as the snake in the Garden o f
Eden (G enesis 3,14).
Understandably, Torquemada m ust now distance him se lf eniotionally from Valentin
(“aquel desdichoso engendro” [Π, vi, 1161]). The om niscient narrator tells us that “Aunque
le amaba también com o sangre de su sangre y hueso de sus huesos, veía en él una esperanza
THE UPWARDLY-MOBILE MALE “ANIMAL” 43
marriage o f the upwardly m obile m ale “animal.” In the first instance Galdós presents a
positive outlook as the marriage partners from different classes adjust to one another, find
marital happiness, and discover a positive future in their expected child. Subsequently, in
the Torquemada tetralogy, where members o f both social classes are characterized by animal
imagery, a m ating o f tw o different kinds o f animals— low ly earthbound and the w inged—
produces, in accord w ith D arw in’s theory o f “hybrids,” a subhuman monster. Darwin saw
the hybrid as usually a weakened, sterile creature, with scant prospects for longevity (199-
2 0 1 ,2 2 3 ). Thus, similarly, the animalistic offspring o f Torquemada and Fidela, “con [ . . . ]
aquel contraste irónico entre su monstruosidad y la opulencia de su cuna” (H, iii, 1153)
cannot be a positive sym bol concerning the future. Galdós seem s here to be communicating
the great risks o f la nivelización de clases sociales, which indeed m ay not be beneficial in
every instance for Spanish society.
In addition to their primary role as appropriate, vivid, and variegated adjuncts in the
presentation and developm ent o f the problematic relations between social classes, G aldos’s
animal imagery, sounds, and gestures also have other functions. A s Isabel Rom án has
pointed out (based on N im etz’s notion o f “com ic hyperbole” [117]), they achieve humor and
tend toward the grotesque (210-13). Additionally, they help to present and intensify the
m ain conflict o f the work and aid in revealing the intensity o f the antagonisms between
individual characters. Moreover, animal imagery helps in the differentiation o f individual
characters, as they m ay ch oose different animal metaphors to apply to the sam e given
character, thus revealing as m uch or more about the giver o f the animal label than its object.
The kind o f im agery chosen and bestow ed also allow s for a w id e range o f em otions
expressed toward the animal-labeled object, be it affection, admiration, or aggressive anger.
E specially interesting are those instances in w hich a character is aware o f the animal
imagery applied, thinks about it, and m ay even discuss it with the character w ho originated
it. U nique, am ong all the studies o f animal im agery in G aldós’s n ovels to date, is the
phenom enon o f tw o characters w ho incarnate the verbal labels applied to them and actually
procreate a subhuman, animalistic offspring. Because this creature is bom , ironically but
significantly, on 25 December, it is not inappropriate to consider a parodie Biblical reference
to that date: “In the beginning w as the word, [ . . . ] and the word w as made flesh, and dwelt
am ong us” (John: 1.1-9).
THE UPWARDLY-MOBILE MALE “ANIMAL” 45
NOTES
12 Galdós had earlier shown similar marital affection with playful animal imagery in
Lo prohibido (Chamberlin 62).
13 Galdós also engages in word play concerning animality when Morentin challenges
F idela for having labeled him “un m agniifico animal.” She insists on this designation,
because “Animal es lo que no tiene alma.” Thereupon Morentin quips, “Precisamente es lo
contrario,... A...ni...mal, con ànima, con alma” (I, x, 1036).
14 Earlier G aldós had Isidora in La desheredada produce a m acrocephalic child,
w hom many critics consider a reflection o f her overly ambitious fantasies. L ikew ise, here
m acrocephalism m ay ironically reflect Torquemada’s grandiose notion that he could
reincarnate his deceased son, w hich w as his only reason for remarrying.
15 Galdós w as w ell aware o f D arw in’s theories, and gave evidence o f an early
“costum brism o darwinista” in his 1860s contributions to La Revista D el Movmiento
Intelectual De Europa (Hoar 71). Subsequently, sp ecific m ention o f Darwin occurs in
Doña Perfecta , w hen D on Inocencio tries to lure Pepe R ey into a discussion o f
“darwinsismo,” but Pepò refuses to discuss “las doctrinas de Darwin” (IX , 114-15). In Lo
prohibido the narrator says, concerning Sánchez Botín: ‘[A ]quél nos v en ía a revelar el
discutido y no bien probado parentesco de la estirpe humana con anim ales. V iéndole y
tratándole, m e entusiasmaba con el transformismo y m e volvía darwinista” (H, iv, 1868). In
Miau, Mendizábal is perceived as “[E]l hombre gorila [ . . . ] , aquella transición zoológica,
en cuyo cráneo parecían verse demonstradas las audaces hipótesis de Darwin, [ . . . era]
digna de la vitrina de cualquier m useo antropológico” (XII, 587).
THE UPWARDLY-MOBILE MALE “ANIMAL” 47
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Madrid: Aguilar, 1960.
48 VERNON CHAMBERLIN
M ary L. Coffey
The historical scope and extensive details o f everyday life that characterize Benito
Pérez G aldós’s fiction are rich sources o f information about nineteenth-century Spanish
society. The author’s historical and realist narratives chronicle the establishm ent o f the
middle class early in the nineteenth century, its political fortunes from the reigns o f Charles
IV to A lfonso XIII, and its ultimate failure to solve vexing social and political problems
during the years o f the Restoration. The issues addressed at first glance seem to relate
exclusively to the m etropolis, to events within Spain’s peninsular borders. Indeed, Galdós
tends to avoid direct references to Spain’s colonial history, particularly in his early historical
novels. N onetheless, the century that Galdós so carefully chronicled in both the Episodios
nacionales and the novelas contemporáneas w as framed by significant historical moments
o f territorial loss for the Spanish colonial empire, first much o f the Am ericas in the early
decades o f the century, then the remaining Caribbean and Pacific colonies at century’s end.
With the events o f 1898, Galdós and the Spanish public w ere forced to accept that
Spain w as no longer a colonial pow er nor a significant force in w orld politics. Many
historians and writers have considered Spain’s defeat in the Spanish-American War as a
definitive m om ent o f national trauma. I w ould point out, however, that public attitudes
relative to colonial loss and the end o f empire took shape and developed throughout the
century, beginning w ith the initial imperial losses in the 1820s and culminating with 1898,
and that these attitudes played an important part in attempts to establish a shared sense o f
national identity. In fact much o f nineteenth-century Spanish literature offers evidence that
its producers and consumers were involved with a process o f com ing to terms, slow ly yet
steadily, with the nation’s colonial history even as they struggled to construct a definition
o f Spain as a nation.
G aldós’s n ovels in particular prove fertile ground for exam ining late-nineteenth-
century responses to Spam ’s colonial history. The author’s narratives evidence a trajectory
o f opinion that surely influenced his readers, even as it w as itself influenced b y historical
and biographical factors. Although his references to Spanish colonialism rarely rise to the
level o f main plots and central characters, the author fills out his fiction’s broad portrait o f
Spanish society by using subplots and secondary characters w ith imperial connections. To
date, only a few scholars have looked clo sely at G aldós’s representations o f colonial
experience (Bly, Martinez, D elgado). John Sinnigen’s Sexo y política: lecturas galdosianas
certainly constitutes an important step toward understanding the connections between class,
gender and em pire in G aldosian fiction. N onetheless, an in-depth analysis o f G aldós’s
attitudes toward Spanish colonialism , particularly before 1898, has not yet appeared, largely
because textual references are oblique and can easily be overlooked.
A paucity o f critical attention notwithstanding, G aldós’s fiction from the 1870s and
1880s reveals a com plicated process o f accepting Spanish colonialism as an essential part
50 MARY L. COFFEY
o f Spanish history. In the 1870s, the early years o f his literary career, the author demonstrates
a noticeable reticence regarding the inclusion o f colonial issues in the Episodios nacionales
that address the years o f American territorial loss. B y the 1880s, w hen Galdós writes novels
placed w ithin his ow n contemporary m ilieu, however, the references to colonial space and
to Spain’s colonial legacy becom e more frequent and pointed. This study does not focus on
G aldós’s work immediately before and after 1898, in part because so m any writers at the
tim e felt com pelled to com m ent on the events o f that year, but m ostly because G aldós’s
later work reveals changes in representational strategy rather than a significant reformulation
o f opinion, a topic I com m ent upon in m y conclusions but w hich is m ore appropriately the
focus o f a separate article. I have also chosen to analyze certain n ovels, without attempting
to include all that contain colonial references, in order to present exam ples that best illustrate
the essential parameters o f G aldós’s view s about Spanish colonialism and its relationship
to life in the m etropolis.
In addition to referencing sp ecific historical and biographical information, this
analysis em ploys the framework o f several theorists w hose work has profoundly influenced
the w ay w e currently understand metropolitan and colonial relations. In Culture and
Imperialism, Edward Said has made the argument, now alm ost universally accepted, that
“em pire functions for m uch o f the nineteenth century as a codified, i f on ly m arginally
v isib le, presence in fiction” (63). Equally relevant are B enedict A nderson’s theories
regarding the necessity o f an im agined community in the process o f creating the shared
concepts o f nation and nationalism. Both theorists focus on the importance o f print culture
and its often hegem onic strategies for supplying national narratives to a nascent reading
public, and as Sim on During has noted, “it is becom ing a com m onplace that the institution
o f literature works to nationalist ends” (138). A ccordingly, to note that G aldós’s fiction
participates in the cultural process o f nation building in nineteenth-century Spain is not in
itself new; but this study show s how he uses references to Spanish colonialism to explore
the perceived obstacles to a successful establishment o f national identity.
The plots, subplots and characters with a connection to Spanish colonialism tell us
m uch about how G aldós perceived his nation’s colonial legacy. B y including these
references in h is n ovels, G aldós clearly participated in the creation o f an im agined
com m unity o f Spaniards, w ho as readers o f his very popular fictions tacitly accepted the
author’s view s and internalized them in their ow n process o f defining the nation in a tim e
o f dim inished international standing. D iane U rey has convincingly demonstrated how
Galdós m olded his readership through his w idely read historical fiction, underscoring the
importance o f this bond between the author and public. U rey’s insights help highlight the
link betw een literature and the process o f nation building through the creation o f an
im agined community. Galdós’s historical and realist n ovels were not only a product o f print
capitalism , a phenom enon that Anderson identifies as a building block for national
consciousness (37), they w ere also narratives w hose very intent w as to present for public
consumption a palatable version o f national history.
Biographically speaking, Galdós had com pelling personal reasons to be aware o f the
UN CURSO DE FILOSOFÍA PRÁCTICA 51
practical realities o f colonialism and the transatlantic exchange o f good s and labor. A s a
child in the Canary Islands he w as certainly witness to the daily maritime traffic between
the A m ericas and Spain. E ven m ore important for purposes o f this argument, G aldós’s
immediate fam ily had extensive personal connections to Spain’s colonial empire. G aldós’s
maternal uncles, José Maria, Ignacio, Pedro and M anuel, all traveled to the Americas as
lawyers, soldiers and clerics. José Maria in particular had a long history as an administrator
in Cuba, never returning to Las Palmas (Ortiz Arm engol 50). Galdós saw m any o f his ow n
siblings emigrate to America, m ost notably his oldest brother, Dom ingo, w ho left the Canary
Islands in 1847 for a military post in Cuba. H e returned to Las Palmas a few years later
with a Cuban-born w ife and sufficient funds to build the fam ily home, now the Casa-Museo
Pérez Galdós (Ortíz-Armengol 90). D om ingo’s w ife, Magdalena Hurtado de Mendoza, gave
young B enito em otional and financial support, encouraging him to study in Madrid. Her
brother, also b om in Cuba, eventually married B en ito’s sister Carmen, and their child
became Benito’s principle caretaker in the author’s final years. In an interesting genealogical
wrinkle, B enito’s uncle José Maria had an illegitim ate daughter with M agdalena’s mother,
Adriana Tate, herself b om in South Carolina to a Scottish ship captain w hose parents had
emigrated to Florida in the late eighteenth century. In short, the links betw een the Galdós
fam ily, the Hurtado de M endozas and colonial Spain w ere com plex and stretched back
several generations.
G aldós’s decision in the 1870s to spend summers in Santander also increased his
awareness o f the m any connections betw een the m etropolis and its former colonies
(Madariaga 15). A t the tim e, Santander w as a significant port city for traffic betw een Spain
and the A m ericas, w ith ships frequently traveling to Havana, Valparaiso, M ontevideo,
Buenos A ires and R io de Janeiro. The m any announcements o f transatlantic traffic in local
papers kept the author inform ed o f the connections betw een peninsular Spain and the
American territories. A s a result, w e might expect to see quite a number o f references to
colonial matters in the author’s novels, but this is not the case in the first and second series
o f Episodios nacionales, works that address historical events during the very years in which
the independence m ovem ents in the Am ericas gained sufficient strength to prevail over
Spain.
The noted historian M ichael Costeloe, in his study o f peninsular Spain’s response to
colonial revolution, claim s that Galdós “m akes only passing and superficial reference to
the wars in America, and permits his characters almost no opinions on what Spaniards felt
about the loss o f empire” (2). I f w e accept this evaluation as true, w e m ust ask w hy the
writer avoided this aspect o f early nineteenth-century Spanish history and h ow such
avoidance affected h is fictional portrayal o f Spain in h is ow n period. For a n ovelist w ho
initially supported Spain’s liberal bourgeois ideology with fervor and w ho later becam e one
o f its staunchest critics, Galdós w as in a unique position to com m ent on what the colonies
meant for the nation’s urban m iddle class. The situation merits closer scrutiny and reveals
a com plicated picture o f Spanish response to colonial loss.
Galdós experienced h is earliest literary su ccess w ith the first series o f Episodios
52 MARY L. COFFEY
nacionales, ten historical n ovels written betw een 1873 and 1875. They narrate the
adventures o f a young Spaniard w ho participates in the 1805 battle o f Trafalgar against the
British and later w itnesses k ey events o f the 1808-1814 War o f Independence against
N apoleon. The second series o f Episodios, written soon after, narrates events occurring
betw een 1813, w hen the war ended and Fernando VII regained the throne, and 1833, the
year o f the king’s death. This span o f years, from 1804 to 1833, represents a crucial period
in terms o f the nation’s first and m ost significant historical loss o f colonial territory. A s one
historian has noted, “The loss o f America w as a stunning econom ic b low to Spain, leading
to continued national penury in the nineteenth century” (Anna 293). Yet the first series o f
Episodios rem ains surprisingly mute on the grow ing threat, and the second m akes only
oblique references to colonial loss, without exploring its effects o n the nation. On the
surface, C osteloe’s claims appear to be justified. Nevertheless, details in the Episodios reveal
that the author’s references were far from superficial.
The lack o f direct references in the first series, and in particular the n ovel Cádiz,
w hich sets forth the events surrounding the writing o f the Constitution o f 1812, constitutes
an attempt, I w ould argue, to forget colonial history. It is a strategy w ith a purpose, a
rewriting o f the past that “shapes its vision o f the future out o f the silences and ellipses o f
historical amnesia” (Gandhi 7). Unquestionably, Galdós saw the m ove to a constitutional
monarchy as the first step toward establishing a viable m iddle class. In Los A postólicos, the
penultim ate volum e o f the second series, the highly sym pathetic character o f B enigno
Cordero offers the follow ing assessm ent o f that historical moment:
La formidable clase media, que hoy es el poder omnímodo que todo lo hace y deshace,
llamándose política, magistratura, administración, ciencia, ejército, nació en Cádiz entre el estruendo
de las bombas francesas y las peroratas de un congreso híbrido, inocente, extranjerizado si se quiere,
pero que brotado había como un sentimiento, o como un instinto ciego, incontrastable, del espíritu
nacional. (Episodios Π, 881)
Because Galdós identifies Cádiz in 1812 as the tim e and place in w hich a n ew Spain
is bom , his representation o f that moment needs to be understood as an attempt to define the
m odem nation’s parameters. The vision Galdós presents to h is readers in the n ovel is
uniquely postcoíonial. I u se the term here to indicate not only an im age o f Spain without its
American territories but also the process o f com ing to terms with that loss. H is presentation
clearly reflects an 1870s perspective since the doceañistas could scarcely have predicted
the astounding lo ss o f empire that w ould occur within the next decade or its impact on their
political agenda. A s José Á lvarez Junco has noted, “el Estado español pasó a lo largo de los
tres primeros cuartos del siglo X IX , por im a fase crítica, casi fundamental: ‘de imperio a
nación ’” (534). Without reference to colonial concerns in the political debates over the
Constitution o f 1812 and the war against France, Cádiz encourages readers to jettison this
part o f Spam ’s historical past from any formulations o f contemporary identity.
To show that G aldós’s representation o f the period evidences notable gaps, w e have
UN CURSO DE FILOSOFÍA PRÁCTICA 53
only to look at the Constitution o f 1812 itself. Drafted by an assem bly o f clergymen, jurists,
noblem en, professors, businessm en, high-ranking m em bers o f the governm ent and
representatives from both the Am ericas and the Philippines, the Constitution w as the first
Spanish political m odel for a constitutional monarchy. Political liberals considered it an
essential legislative step toward bringing Spain into line w ith other m odem European
nations. Worth noting within the document itself are the very definitions o f the nation and
its citizens. Article One o f the Constitución Política de la Monarquía Española, Promulgada
en Cádiz a 19 de marzo de 1812 states, “La N ación española es la reunión de todos los
españoles de ambos hem isferios.” Article F ive defines a Spaniard as ‘T o d o s los hombres
libres nacidos y avecindados en lo s dom inios de las Españas, y los hijos de éstos.” These
definitions, notably o f residents o f the m etropolis as w ell as the A m erican and P acific
colonies, demonstrate a conscious awareness o f the importance o f empire. The document
consistently defines the physical geography o f nation as “Las Españas,” thus em phasizing
the desire o f the A ssem b ly o f 1812 to unify the various territories o f the nation and
strengthen their political bonds at a tim e o f national crisis. That the term “Las Españas”
w ould later b e used p ost-1898 to refer to the political division s w ithin the m etropolis
indicates a failure, perhaps even as refusal, to remember the nation’s colonial past.
In his representation o f C ádiz in 1812, Galdós never m entions the Am ericas, the
Philippines or Spain’s colonial em pire b y name. D espite the n o v el’s largely faithful
rendering o f the oratorical moments that determined the political tenor o f the constitutional
assembly, the furious debates occurring in the various tertulias in the city, and the growing
concerns o f conservative royalists, there are no colonial representatives in G aldós’s
narrative. It is as i f the Spanish colonjal empire did not exist. H ow ever there are tw o
references to colonialism that help clarify w hy direct references to Spanish colonial history
are ab sen t Their inclusion in the plot structure o f the novel points toward a desire to avoid
direct representation o f Spanish empire.
One o f the more charismatic figures portrayed in Cádiz is an English nobleman, Lord
Gray, a romantic adventurer w ho has rejected English society and w ishes to fight w ith the
guerrilleros against the French. W hen asked w hy he hates his countrymen, Lord Gray
responds with a sharp condemnation o f British imperial aspirations:
Aborrezco el comercio; aborrezco a Londres, mostrador nauseabundo de las drogas de todo e! mundo;
y cuando oigo decir que todas las altas instituciones de la vieja Inglaterra, el régimen colonial y nuestra
gran marina tienen por objeto el sostenimiento del tráfico y la protección de la sórdida avaricia de los
negociantes que bañan sus cabezas redondas como quesos con el agua negra del Támesis, siento un
crispamiento de nervios insoportable y me avergüenzo de ser inglés. (Episodios 1 ,849)
losses o f the past and, in terms o f econom ic realities o f 1874, anticipating colonial losses
to com e. Inevitably, in writing about his ow n contemporary bourgeois society, Galdós came
to recognize the indelible effects o f Spam’s colonial legacy on metropolitan society.
In reference to the 1808-1813 war with France, Álvarez Junco writes, “Era difícil
pedir un com ienzo mejor al proceso de nacionalización contemporáneo” (129). For Galdós,
however, the process experienced a serious setback during the reign o f Fernando VII from
1814 to 1833, the years that constitute the historical focus o f the second series o f Episodios
nacionales. In these novels, Galdós finally addresses the loss o f the Am ericas, but he does
so in such b rief fashion and w ith such m inim al impact that h e erases its historical
complexity. The single textual reference to colonial lo ss appears in the second volum e o f
the series, M emorias de un cortesano de 1815, and it is presented from the perspective o f
Juan Bragas de Pipaón, an unsympathetic character w ho, the narrator tell us, “carecía por
com pleto de im aginación y de sensibilidad fina” (Episodios II, 151). Bragas’s utter lack o f
moral compass and sensitivity help him rise up the ranks o f bureaucrats to becom e a member
o f Fem ando V II’s inner circle. That Bragas should narrate the m om ent w hen the king
recognizes the historical reality o f colonial loss heightens the negativity o f the experience
for the metropolis. D espite the effects that w ould be felt by so m any Spaniards, the loss o f
empire and the diminishment o f the nation are described as neither the fault o f society in
general nor the result o f a particular imperialist ideology. They are due to the stupidity o f
specific individuals.
Galdós demonstrates this view by means o f a conversation between Femando VII and
the members o f his camarilla. W hen told that the royal coffers are em pty and that only the
riches o f the Americas w ill allow Spain to com pete w ith other nations o f Europe, Femando
VII com m ents gloom ily, in a sin gle sentence, “Hay que despedirse de las A m ericas”
(M emorias 122). H is sycophantic follow ers, nearly all o f w hom are authentic historical
figures, im m ediately reassure the king that “toda la insurrección americana se reduce a
cuatro perdidos que gritan en las plazuelas” (122), reassurance that from the contemporary
perspective o f Galdós’s readers is clearly ill advised and patently unirne. The conversation
quickly turns to other issues, and the matter does not reappear in the novel.
This moment o f recognition merits attention for a number o f reasons. First o f all, the
king’s phrasing reveals an attitude o f resignation relative to colonial loss. Secondly, the
statement allow s the king to avoid a discussion o f culpability. The response o f his advisors
demonstrates their failure to understand the situation. Bragas blam es “unos cuantos
presidiarios con cuatro docenas de ingleses y norteamericanos echados por tramposos de sus
respectivos países” (122), but the reader has learned not to trust the narrator’s notably poor
judgment. B y focusing on the king’s remark and the poor advice that he receives, Galdós
places blame for this imperial loss on Spain’s leaders and their incom petent management,
a v iew supported by historians (Anna 151-152). The m oment unequivocally portrays the
historical short-sightedness o f the femandino administration, but it does more than that from
the perspective o f G aldós’s literary goal o f narrating the nation’s history. It serves to
exculpate the Spanish people from colonial failures, an important step toward the goal o f
56 MARY L. COFFEY
de otras naciones. ¿Qué país tiene una Jauja tal, una isla de Cuba para remediar los desastres
de sus hijos?” (307). In short, the colonies, and Cuba in particular, provide quick and
effortless fortune, even as they represent “una válvula de escape,” a space where one can
escape responsibility for actions at hom e (Sinnigen Sexo y política 80).
This stereotypical view o f the colonies as a source o f w ealth is repeated in 1882 with
the publication o f El am igo Manso, but this tim e Galdós im bues the idea o f colonial society
w ith a moral value o f its ow n. The n ovel is also perhaps G aldós’s clo sest fictional
approximation to his ow n fam ily’s colonial connections in its depiction o f M áxim o M anso’s
brother, José Maria, w ho returns to Madrid a wealthy indiano with his Cuban-born w ife,
L ica and members o f her family. M áxim o’s description o f his brother’s w ife and her sister,
just arrived by train from Santander, is the beginning o f a noticeable articulation o f cultural
difference:
The description is essentially positive and initiates a trajectory in M áxim o’s educa
tion relative to Spanish colonialism . A t first, M áxim o’s im agining o f natural beauty as an
essential quality o f Cuba and the Americas results from his response to the visual im age o f
his n ew ly arrived family, m ost notably the colorful fashions o f the wom en. The initial focus
on physicality holds true for the entire family, w hich evidences its colonial experience
through appearance. For exam ple, José Maria’s face is described as “de color de tabaco”
(60), setting him apart from his brother, and b y extension, other Spaniards. Curiously, the
differences that M áxim o notes in his brother and w ife are not the same. W hile the response
to his creole sister-in-law leans toward the positive, his v iew o f his brother grows more neg
ative. This difference, exacerbated b y the plot structure, show s M áxim o favoring the colo
nial other over the returning Spaniard.
The fam ily’s first task is to change its im age to fit Madrid society b y purchasing the
latest in available fashion, a physical transformation representing the first step toward so
cial integration. José Maria turns h is attention to Spanish politics, uses his w ealth to be
com e a diputado representing Cuba, and turns his hom e into a liv ely salon. Lica, however,
struggles to fit into Madrid society, and M áxim o attributes this to her Cuban upbringing.
El origen humildísimo, la educación mala y la permanencia de Lica en un pueblo agreste del interior
de la isla no eran circunstancias favorables para hacer de ella una dama europea. Y no obstante estos
perversos antecedentes, la excelente esposa de mi hermano, con el delicado instinto que completaba
sus virtudes, iba entrando poco a poco en el Nuevo sendero y adquiría los disimulos, las delicadezas,
las practicas sutiles y mañosas de la buena sociedad. (76)
M áxim o reveals h is admiration for his sister-in-law in this description, view ing her
disadvantages to b e not o f her ow n making. She rapidly becom es a sympathetic character,
UN CURSO DE FILOSOFÍA PRÁCTICA 59
one w ho is more honorable than her husband. In addition, M áxim o sees Madrid society as
fundam entally hypocritical. A s M áxim o understands the situation, part o f L ica’s social
education in the Spanish capital requires her to overcom e her natural goodness in order to
acquire the manipulative talents o f the society w om en with whom she is expected to interact.
That L ica eventually withdraws from her husband’s social life on ly serves to heighten
M áxim o’s regard for her, even as it sends the m essage that the m etropolis is a corrupting
influence. A t several points in El am igo M anso, Lica, her sister and her m other profess a
deep nostalgia for their former life in Cuba, as a place fundamentally different from Madrid.
Lica complains o f this new life “en que todo es forzarse una, fingir y ponerse en tormento
para hacer todo a la m oda de acá, y tener que olvidar las palabras cubanas para saber otras,
y aprender a saludar, a recibir, a m il tontadas y b o b ería s...” (142). W ithout including
descriptions o f life in Cuba, Galdós represents it as fundamentally foreign to the metropolis,
but, ironically, more positive.
U nlike his w ife, José Maria, has no difficulty adjusting to Madrid society. H is wealth
paves the w ay for him. In this curious portrayal o f the indiano, José Marfa is negatively
compared to Lica. B y attempting to seduce Irene, his children’s governess, José María
demonstrates his disregard for the m ost fundamental o f social values, a w om an’s honor.
M áxim o has to threaten his brother with scandal in order to force him to end his pursuit o f
Irene, even as Lica remains a loyal w ife. With this, Galdós does not im ply that colonial
experience itself has led to José Maria’s immorality; instead, b y implicating other members
o f Madrid society in the plot to com prom ise Irene’s virtue, Galdós indicates that the
corruption o f values is part o f the metropolis itself. The seeds o f José Maria’s immorality
lie in the fact that he is truly a metropolitan subject.
The story o f Lica and José Marfa remains secondary, but it does more than provide
support for the n ovel’s central plot. It also presents a m odel o f how colonial experience
relates to peninsular Spanish society. José Maria, having been bom in Spain, adapts with
greater ease to the corrupt and hypocritical social sphere o f the nation’s capital. The Cuban-
born Lica is a different kind o f Spanish citizen, one w ho must learn to abandon her social
innocence. In other words, not all citizens o f the empire are alike.
El am igo M anso represents an early attempt by Galdós to conceptualize the
connections betw een peninsular society and colonial citizens. M áxim o M anso’s ow n
problems integrating into Spanish society indicate that the author w as still ambivalent about
the nature o f these connections’ effects. N onetheless, whereas the binary o f s e lf and other,
metropolis and colony, has not been transcended, the author has managed to confuse the
traditional moral values assigned to them. N o longer does the m etropolis exercise a
civilizing influence on the colonial subject. Although Galdós em ploys a stereotype o f the
indiano, he com plicates it w ith a positive representation o f the colonial other. In this sense,
El am igo M anso does not legitim ize the discourse o f nation as empire but rather em ploys a
variety o f representational strategies to question sharply its validity.
In 1884, w ith the publication o f Tormento, Galdós places the issu e o f Spanish
colonialism on center stage. For the first tim e Galdós presents a protagonist w hose life has
60 MARYL. COFFEY
largely been spent outside o f Spain. Curiously, Agustín Caballero’s thirty years away from
the metropolis have been spent in M exico and Texas, thus expanding the colonial references
beyond Cuba. Agustín is often described in the novel as “salvaje” (41, 61), and it is clear
that he, like José Maria Manso, displays physical signs o f colonialism:
El color de su rostro era malismo: color de América, tinte de fiebre y fatiga en las ardientes
humedades del golfo mejicano, la insignia o marca del apostolado colonizador que, con la vida y la
salud de tantos nobles obreros, está labrando las potentes civilizaciones futuras del mundo
hispanoamericano. (40)
Again, true to the stereotype o f the indiano, Agustín appears to have returned to Spain
with considerable wealth. H e is, as his servant says, “capitalista” (9), but he is more than a
financier. Agustín actually feels the need to participate in the daily life o f his society. H e is
clearly uncomfortable in the role o f idle gentleman, and when he discovers the disorganized
state o f a friend’s business, h e throws h im self into the physical work o f arranging the
stockroom. H is concern with practical order mirrors his b elie f in the need for a similar social
order.
Like Lica, but unlike José María, Agustín experiences difficulty in reintegrating into
Spanish society. H is years in America have forever changed him physically and emotionally.
Again, this inability to reconnect is described in terms that cast Agustín in a positive light,
allow ing Galdós to criticize the political and social expectations o f the period. D espite the
negative description o f his life as a speculator in M exico and Texas, w hich included selling
arms and supplies to the Confederate Army, A gustín is still described as having had a
positive role in the econom ic developm ent o f the Americas and thus stands in sharp contrast
to what happens in Madrid:
En verdad, aquel hombre, que había prestado a la civilización de América servicios positivos, si no
brillantes, era tosco y desmañado, y parecía muy fuera de lugar en una capital burocrática donde hay
personas que han hecho brillantes carreras por saberse hacer el lazo de la corbata. (40)
U nlike the M anso family, Agustín does not attempt to change him self. A t one point
he claim s, “Ya estoy viejo para reformas” (39), and h e admits that life, and not the
circumstances o f his birth, has made him w ho he is:
A mí me han hecho como soy el trabajo, la soledad, la fiebre, la constancia, los descalabros,
el miedo y el arrojo, el caballo y el libro mayor, la sierra de Monterrey, el río del Norte y la pútrida
costa de Matamoros... ¡Ay! Cuando se ha endurecido el carácter, como los huesos, cuando a uno se
le ha pintado su historia en la cara, es imposible volver atrás. Yo soy asi; la verdad, no tengo maldita
gana de ser de otra manera. (43)
G aldós’s m essage is clear: A gustín represents a role m odel, albeit imperfect, and as
UN CURSO DE FILOSOFÍA PRÁCTICA 61
such can be a possible catalyst for change and progress, i f society can accept him as he is.
Agustín is undeniably a sympathetic character, but he is not the only one in Tormento
with a connection to the colonies. H is rival, Pedro Polo, the fallen cleric w hose seduction
o f Amparo threatens to derail her marriage to Agustín, is also linked to Spanish colonialism.
P olo is a character o f extremes, incapable o f self-control, but capable o f dominating others.
H e v iew s h im self as som eone w h o “había nacido para domar salvajes, para mandar
aventureros; quizás, quizás para conquistar un imperio, com o su paisano Cortés” (112). His
family, acknowledging that he is not fit for Madrid society, arranges for him to leave Spain
and serve the church in the Philippines. In Pedro Polo, Galdós presents a character w ho
evok es Spain’s imperial past, a character w h ose extrem e temperament cannot thrive in
contemporary society but is better suited to dominate other civilizations. A t one point in
the novel, Amparo im agines Polo in this very role, reflecting a romantic notion o f an exotic
other:
Veía un hombre bárbaro navegando en veloz canoa con otros salvajes por un río de lejanas e
inexploradas tierras, como las que traía en sus estampas el libro de La vuelta al mundo. Era un
misionero que había ido a cristianizar cafres en aquellas tierras que están a la otra parte del mundo,
redondo como una naranja, allá donde es de noche cuando aquí es de día. (194)
Significantly, given that Tormento parodies the sentimental plots and character
stereotypes o f the popular folletín and consistently depicts Amparo as less than worldly,
this im age o f a conquest w hose goal is to civilize that exotic other can be read as a critique
o f imperialist m otives (Sieburth 105). But as important, Amparo’s visio n sets forth an
imaginary construct that perceives colonialism as a form o f direct engagem ent that
ultimately threatens the European subject with absorption into the im agined other.
B y the end o f the novel, A gustín discovers that he, like Polo, is unsuited for life in
Spain, but his inability to integrate is quite different from that o f his rival. The revelation
o f Amparo’s seduction has made marriage to her im possible, and A gustín finds that he
cannot live up to his professed commitment to the three pillars o f Spanish society: “familia,
estado, religion” (288). H e leaves Spain for Bordeaux, then a haven for Spanish indianos,
taking Amparo with him as his unmarried partner. H e rejects traditional social rules in favor
o f circumstance and reality, telling him self: “Sal ahora por el ancho cam ino de tu instinto,
y encom iéndate al D ios libre y grande de las circunstancias. N o te fíes de la m ajestad
convencional de lo s principios, y arrodíllate delante del resplandeciente altar de los
hechos. . ( 3 0 0 ) . H e has learned that practical concerns trump ideology, especially when
personal happiness is at stake.
W hile Tormento is a biting criticism o f Isabelline society, the novel is also a turning
point in Galdós’s representation o f colonial experience and its place in Spanish society. N o
longer sim ply destinations for profligate sons in need o f easy fortune, the former and present
colonies are clearly described as places that are truly other, distinct from Spain. The novel
im plies that returnees from the colonies cannot successfully reintegrate into Spanish society
62 MARY L. COFFEY
because the metropolis is corrupt and impervious to change. T hose w ith colonial experience
are forced to construct a world for them selves, where behavior depends on individual needs,
and moral judgm ents are more carefully m eted out. A s one critic has noted, “The n ovel
invites us to im agine a better world and a better ending [...] in w hich the burden o f the past
[...] does not w eigh upon the future, in which an ideal society can be sketched on a blank
slate” (Amann 475-76).
One o f the m ost telling references to colonial experience in G aldós’s n ovelas
contemporáneas is in Fortunata y Jacinta, published in 1886-87. Instead o f depicting the
individual with colonial experience as unable to integrate, in this n ovel Galdós presents a
character w ith the ability to carve out a niche for h im self within Madrid society. Evaristo
G onzález Feijoo, a retired m ilitary m an w ith m any years o f service in Cuba and the
Philippines, em bodies the p ossib ility o f co-existen ce through h is tolerance and
understanding.
Su facha denunciaba su profesión militar y su natural hidalgo; tenía bigote blanco y marcial arrogancia,
continente reposado, ojos vivos, sonrisa entre picaresca y bondadosa; vestía con mucho esmero y
limpieza, y su palabra era sumamente instructiva, porque había viajado y servido en Cuba y en
Filipinas; había tenido muchas aventuras y visto muchas y muy extrañas cosas. No se alteraba cuando
oía expresar las ideas más exageradas y disolventes. (Π, 16)
Through this generous and tolerant individual and his “curso de filosofìa práctica”
(II, 89), Fortunata discovers a n ew w ay o f seeing herself and participating in society. She
is encouraged by Feijoo to question the social rules o f the time, to choose a path for herself
that allow s her a m easure o f stability and happiness. Yet the lesson s that Feijoo offers
Fortunata still stress the importance o f social appearances. The n ovel presents his advice as
practical and justified but not hypocritical, and consequently his role in the novel is positive
and supportive. B y m eans o f this sympathetic representation, the reader can conclude that
Feijoo’s lessons constitute a valid pedagogy.
Feijoo and his “curso de filosofia práctica” mirror Agustín Caballero and his common
sense recognition o f circum stance and facts, but without the adherence to M adrid’s
bourgeois morality. The aging gentlem an teaches Fortunata that her obsession with being
“honrada” is inappropriate in her circumstances and, more importantly, irrelevant from a
moral perspective. A s h e h im self states, “no predico y o la hipocresiá,” adding , “sé que decir
humanidad es lo m ism o que decir debilidad” (Π 103). H e presents h im self to Fortunata as
an alternative lover, one w ho w ill in fact support her financially, allow her a degree o f liberty
and self-determination, a m odest but comfortable life and a chance to recover her physical
and mental health after her break-up with Juanito Santa Cruz.
This period o f Fortunata’s life is relatively short, but im m ensely important. She
discovers in herself, as she listens to this discourse o f practical w isdom , the possibilities for
redemption and acceptance. F eijoo’s ability to circumvent social expectations, know ing
w hen rules can b e bent and w hen they m ust b e follow ed , com es from a lifetim e o f
U N C U R S O D E F ILO SO F ÍA P R Á C T IC A 63
original phrase. In short, this textual change encourages readers to participate actively in the
process o f letting go o f the past, consistent with what both Agustín Caballero and Fortunata
must learn to do.
Notably, the perspective developed in the author’s novels by the end o f the 1880s
remains consistent with subsequent Galdosian references to colonialism , particularly after
1898. For instance, in the fourth series o f Episodios written from 1902 to 1907, in particular
A ita Tettauen, Carlos V I en la Rápita and La vuelta al mundo en la Numancia, Galdós again
stresses the imperative to rethink Spam ’s imperial past, the n eed to com e to terms with a
failed liberal revolution and the problems that result from imperialist projects incapable o f
sustaining a sense o f national identity (Martín-Márquez 9 , C offey 363). T hese later
Episodios no longer evidence the patriotic utopianism o f the first series; instead, they serve
as “antiépicas” that question the nation’s very ability to maintain its unrealistic perception
o f itself (Álvarez Junco 572). Indeed, these novels and others, including the fifth series o f
Episodios and El caballero encantado, place in doubt the very adequacy o f realism as a
m ode o f representation.
A s his v ie w o f Spanish colonialism d evelops in the nineteenth century, Galdós
becom es less sanguine about the possibility for progress on a national scale, and when Spain
experiences the colonial losses o f 1898, the author’s perspective grow s increasingly
pessim istic. Overall, G aldós’s fiction from the 1870s, 1880s and beyond continues to insist
that Spaniards re-imagine the nation as an entity without pretensions to empire, but over time
the author’s approach to this project shifts from denial to acceptance. B y not addressing
colonial history in the first series o f Episodios, Galdós sends his readers the clear message:
“Hay que despedirse de las A m éricas.” Soon after, w ith his subsequent novelas
contemporáneas, Galdós begins to acknow ledge the inability to repress Spain’s colonial
legacy and eventually signals that the m etropolis must com e to terms with colonialism by
m eans o f a “curso de filosofía práctica.” Accordingly, G aldos’s fiction mirrors the process
that the nation underwent as it experienced the inevitable transition toward a postcolonial
state. That the colonial references in these novels and others have begun to attract attention
should com e as no surprise, considering the current interest in postcolonial studies. But
what w e find, in a careful reading o f even the sm allest o f them, is that Galdós w as very
m uch aware o f the importance o f colonialism in determining Spam ’s present and future,
and aware o f Spam ’s unique challenges in re-im agining itse lf as a nation rather than an
empire.
Pomona College
66 MARY L. COFFEY
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U N C U R S O D E F ILO SO F ÍA P R Á C T IC A 67
Beginning w ith the fam ous review published b y Em ilia Pardo Bazán, critics have
tended to see in G aldós’s Tristona (1892) a potentially great n ovel that fails to deliver on
the apparent expectations raised by its first chapters. Since the present study subscribes in
part to this view point and offers a w ay to justify the very things that earlier critics had
attacked, it is necessary to rehearse at the outset the principal faults that these readers have
found. Such a procedure m ay eventually allow us to turn the alleged defects into merits and
to show that G aldós’s achievem ent and vision were radically different from what many
readers up till now have assumed.
For Pardo Bazán and m any additional evaluators, Tristano's defect is that it soon
turns away from the them e o f a w om an’s quest for independence to concentrate on a trivial
love affair and ultimately derails on a deus ex machina in w hich the sudden amputation o f
a leg drives o f f both the goal o f independence and the m o tif o f self-discovery (Pardo Bazán
49-53). Leopoldo A las, writing as “Clarín,” disagreed, faulting the novel for what he termed
the uninteresting, dreamy nature o f its heroine, w ho lacked sufficient w ill to realize her
am bitions (Engler 95-96). Casalduero objected to G aldós’s m anipulation o f the plot,
especially the leg infection that suddenly befalls Tristana (106). There w ould appear to be
a sound theoretical basis for such an opinion, since Galdós originally meant the decrepit and
increasingly dysfunctional D on Lope to be the victim o f the amputation (Sinnigen 55-56),
w hich m akes far m ore sense g iven the obvious castration sym bolism o f the act (57).
Berkow itz (Pérez Galdós 314), like Pardo Bazán, finds the m o tif o f freedom truncated,
w hile Sánchez (121-22) finds it largely illusory, given the lim ited psychological focus that
Galdós actually bestow s upon Tristana. Indeed, a recent study b y Andrés Zamora exhumes
countless other statements b y more than forty o f Tristana1s critics to demonstrate the almost
unanimous b e lie f that, via the amputation o f Tristana’s leg, either Galdós or h is im plied
author or both interfere with her growing achievem ent o f self-reliance (191-213). Writing
against all o f these criticisms— alm ost by h im self for a long w hile— is Ricardo Gullón (8-
17), w ho m aintains— rather unconvincingly, I think— that the protagonist o f the n ovel
changes due to an eight-step process o f personality evolution that w ould be natural to her
and w om en in her position. Germán Gullón (81) suggests that such a startling evolution,
punctuated w ith several sudden changes, might have been intended to g iv e a hint o f the
“eternally fem inine” in an otherwise depressed character. This is an idea that w e w ill revisit
in our concluding section. Since the statements by the Gullóns, a m odest but grow ing body
o f critics has highlighted the w ays in w hich G aldós uses the n o v el’s inconsistencies to
underline both the near insanity to w hich the absence o f rights drove nineteenth-century
Spanish w om en and the jum ble o f inconsistent roles m en assumed in order both to oppress
and seduce those o f the opposite sex. The thrust o f this criticism — presented in earlier
studies b y Bieder, Jagoe, Gold, and Aldaraca— is included in the guidebook to the novel,
70 THOMAS FRANZ
Pérez Galdós, Tristana (2 0 0 0 ), written by Condé (2 4 -3 5 ), and it m akes overw helm ing
collective sense.
These varied and at tim es contradictory critical responses m ay be profitably seen in
the light o f Tristana’s particularly rich and conflictive intertextuality. Ricardo Gullón him self
admits in h is vitally important diagnosis a certain “contradicción en la intertextualidad”
(19). It is, indeed, G ullón’s contention o f a “contradiction” that gives rise to the present
study, w hich w ill extend G ullón’s list o f contradictory D on Quijote and D on Juan intertexts
(applied to D on Lope) to include others that are equally or even m ore prominent.
Throughout the novel, one also finds a continual reference to Dante that is m entioned by
m any critics; but there are also— and more prominently— a large number o f allusions to
works by R ossini, Verdi, Dum as fils and Juan Valera, including strong allusions to several
o f their creators. The im pact o f all o f these latter com posers/writers on other works o f
Galdós has been thoroughly documented in the critical literature.1 The structure, themes,
and characterizations in these works additionally affect the characterization “m essages” and
coherency o f Tristana. The references to these works and creators may, in other words,
provide another explanation o f w hy Tristana fails to satisfy so m any readers: a plethora o f
contradictory allusive and intertextual material. W hile this material m ay be seen to rob the
n ovel o f direction and consistency, it could also— conversely— provide a considerable
degree o f indeterminacy that results in characters and motivations that seem more “human”
than they w ould i f all were harmonious. Let us look for a moment at the w eb o f references
that Tristana extends to these persons and artifacts and try to decide whether or not they
contribute positively to the verisimilitude o f its characters. B y eventually turning the novel’s
contradictions and unfulfilled expectations on their head, through making contradiction and
unfulfillment them selves the focus o f the text, w e m ay achieve our aim o f rescuing Tristana
from the clutches o f its worst doubters. In this light, let us consider a representative selection
o f the m ost frequently recurring intertexts.
R ossin i
It is apparent from THstana’s first few chapters that the aging D on Lope Garrido has
com plete dominion, including sexual control, over his orphaned ward, Tristana Reluz. After
the failure o f her romantic interlude w ith the idealistic young painter Horacio D iaz and the
amputation o f her leg, Tristana ends up marrying D on Lope despite the latter’s, by now,
conjugal incapacity, bringing closure to D on L ope’s life o f incontinence. In R ossin i’s 11
Barbiere di Siviglia (1775), possibly the best-known opera in Spain during the age o f literary
realism (Pérez "Sfidai 74), the aged Dr. Bartolo leers at his orphaned ward Rosina and secretly
dreams o f steering her toward an incongruous marriage w ith him. W hen Bartolo produces
a letter allegedly written b y a m istress to her w ould-be lover, the young Count A lm aviva,
Ròsina momentarily promises to w ed Dr. Bartolo. In similar fashion, in Verdi’s La Traviata,
to which Galdós alludes repeatedly in his novelistic and didactic prose (for example in Doña
OBEDIENCE, SUBVERSION AND AUTONOMY IN TRISDtNA’S INTERTEXTS 71
Perfecta [1876], M iau [1888], and Torquemada en la hoguera [1889]), the heroine Violetta
is orphaned early in life and becom es a courtesan maintained by the aged Baron Duphol,
whereupon, like Tristana and Rosina, she m eets a much younger man, Alfredo Germont,
with w hom she tragically falls in love. Because som e o f this characterization and plotting
is similar to those o f II Barbiere, w e initially mention them here, but they w ill also be taken
up more folly in the follow in g section.
In chapter 10, the narrator informs us concerning the increasingly liberation-minded
Tristana (“la esclava”) and the oppressive, controlling D on L ope (“el tirano”) that “La
desavenencia entre cautiva y tirano se acrecentaba de día en día” (1561). From this point
on until the illness and amputation o f her leg, the text consists o f a series o f increasingly
em otional confrontations, a structure m uch like that o f the Pepe R ey /orbajosenses shouting
matches o f Doña Perfecta that can only b e termed a crescendo, a term uniquely associated
w ith the m usical style o f R ossini, m ost notably in his m any overtures and in the aria “La
colunnia è un venticello” that Dr. Bartolo sings in act I o f II Barbiere. The narrator’s term
“el tirano” referring to D on Lope is identical to the expression “il m io tiranno” used by
Rosina in reference to Dr. Bartolo in act I, scene 3 o f II Barbiere di Siviglia (The Opera 438).
W hen Tristana turns tw enty-tw o, a n ew sense o f s e lf com es over her, and she
determines to find a w ay to obtain freedom in her life. A s she says to the servant Saturna:
— Y o. . . te lo confieso, aunque me riñas, creo como él [i.e., Don Lope] que eso de encadenarse a otra
persona por toda la vida es invención del diablo.. . ¿No lo crees tú? Te reirás cuando te diga que no
quisiera casarme nunca, que me gustaría vivir siempre libre (OC, V.1549; ch. 5; emphasis ours).
She later characterizes h erself as “una mujer deshonrada pero libre” (V, 1564; ch.
11). In act I o f Verdi’s La Traviata, in her aria “Sempre libera,” V ioletta greets A lfredo’s
ingenuous profession o f love w ith words that are almost identical: “Sempre libera d egg’io
/ follegiare di gioja in gioja. / V o’ che socorra il viver m io / pei sentieri del piacere?” ( I l i )
W hen Tristana surm ises that the still innocent H oracio m ay entertain hopes o f
marrying her, she warns him:
Según las reglas de la sociedad, estoy imposibilitada de casarme. No podría hacerlo, ni aun contigo
con la frente alzada, pues por muy bueno que conmigo fueras, siempre tendría ante ti cierto resquemor
de haberte dado menos de lo que mereces [ . . . ] (V, 1570; ch. 13).
This is Violetta’s great problem in La Traviata (as w ell as that o f her counterpart,
Marguerite Gauthier, in Dum as fils's play La Dame aux Camélias, 1852), for when Alfredo
attempts to save her (or Armand triés to save Marguerite), via a respectable relationship,
from a debilitating series o f liaisons w ith older, m onied men, she m ust point out to him that
society w ill not sanction such a match betw een a fallen w om an and a man o f good family,
72 THOMAS FRANZ
a point in w hich she only h a lf believes until A lfredo’s father Giorgio (or Armand’s father
M onsieur D uval) appears at the end o f act II (in La Dame in act III) and informs her that
his old est daughter w ill be unable to marry her fiancé i f she persists in her scandalous
relationship with Alfredo (in La Dame, with Armand).2
In chapter 14 w e learn that Tristana is a spendthrift, totally unable to liv e within her
m eans, a defect paralleling that o f V ioletta (and M arguerite), w h ose lover A lfredo (or
Armand) m ust eventually separate from from her (or from Marguerite) in order to sell
possessions so as to redeem her debts. Like the fem ale heroines o f Verdi and Dum as fils in
their som etim es unrealistic amorous transports, she now dreams o f spending the rest o f her
life in the arms o f Horacio w ith “independencia” and “Libertad honrada” (1572), forgetting
that there is no freedom or honor without the linked prerequisites o f m oney and
respectability. A ll o f these idyllic daydreams com e to an end w hen Horacio is called away
to a protracted stay in rural V illajoyosa to care for an ailing aunt (ch. 15).
The intertexuality o f Tristana with the other works w e have been describing becom es
here particularly pronounced. Horacio’s trip to V illajoyosa and the long series o f letters
dispatched b y the tw o lovers from the countryside and from Madrid recalls both the act II
idyll in La Traviata and the act II interlude o f La Dame aux camélias, where Alfredo and
Violetta (Armand and Marguerite) have gone o f f to the Versailles countryside both to enjoy
the raptures o f their lo v e and alleviate V ioletta’s (Marguerite’s) w orsening health. (The
ultimately fatal malady o f the tw o heroines that destroys the lo v e o f their lives parallels the
le g in fection o f Tristana that ends in amputation and lo ss o f beauty and succeeds in
banishing H oracio’s lo v e forever.) In one o f her letters to H oracio, Tristana quotes
Alexandre Dum as fills, author o f La Dame aux camélias, to the effect that Shakespeare w as
the greatest creator after G od (ch. 18). Shakespeare, o f course, w as also the great fixation
o f La Traviata’s creator, Giuseppe Verdi, having written three o f his best operas based on
the bard’s plays and having contemplated a fourth (Franz, “G aldós’s Tristana” 48).
The Dumas/Verdi intertext continues in short order, for in the next letter Tristana
quotes from an unidentified Italian text that “E se non piangi, de che panger suoli” (1584).
The text— w hich also relates to the next section o f our exposition— in fact is from canto
XXXIH , line 4 2 o f the Inferno that has a sinner asking Dante whether h is story does not
inspire com passion, an allusion that in Tristana refers sarcastically to D o n L op e’s
manipulative attempts to inspire compassion for his growing decrepitude. We also, however,
need to recall a point previously discussed, nam ely that in act II o f La Traviata and act HI
o f La Dame aux Camélias the father o f Alfredo/Armand arrives at the lovers’ countryside
hideaway and begs Violetta/Marguerite to abandon her lo v e so that A lfredo’s /Armand’s
sister can marry without scandal. (This is a situation that Tristana duplicates by having
D on L ope’s sanctim onious relatives im plore the mutilated Tristana to consent to marry the
dying D on L ope in order to save his soul [ch. 29].) W hen A lfredo’s father sees h ow great
a sacrifice he is asking o f Violetta, he says som ething linguistically sim ilar to the Dante
verse quoted by Tristana:
OBEDIENCE, SUBVERSION AND AUTONOMY IN TRISTANA’S INTERTEXTS 73
There is no similar line in La Dame a ta camélias, but in her next letter Tristana says
that she w ill not com plain about the pain in her leg the w ay Dum as’s Marguerite cried about
her tuberculosis: “¿Pensarás que estoy tísica pasada, com o la Dama de las camelias? N o,
hijo m ío“ (V, 1585; ch. 19). The intertext is thus reestablished. Tristana then decides that
she m ust b ecom e an actress, a self-conscious allusion to the sam e French romantic play
that is guiding both G aldós’s pen and her ow n literaturized behavior, and she goes on to
prefigure her anticipated actress’s life in terms o f Violetta and Marguerite: “— Sí, sí, ¿por
qué no he de ser actriz? Si no, seré lo que q u iera . . . Viviré con holgura decorosa, sin
ligarme eternamente a nadie, ni al hombre que amo y amaré siempre. L e querré más cuanto
más libre sea” (V, 1590; ch. 21).
04). It also recalls Verdi’s father, Carlo (Southwell 72, Weaver 217), w ho tried to exert his
w ill in every facet o f the young com poser’s career. W hen Horacio informs Tristana o f his
earlier life, he adds: “del primer tirón m e planté en Italia” (V, 1559; ch. 9). The statement
curiously also applies to G aldós’s contemporary and som etim e adversary, Juan Valera, w ho
began his lon g diplomatic career w ith a carefuly-arranged appointment to the D uque de
R ivas, when the latter served as the Spanish minister in N aples.
V alera
This is not the only possible allusion to Valera, for Tristana contains material that
seem s to be intertextual with both the Andalusian’s fiction and his life. The literary and
biographical intertexts are not, however, separate. The m ost obvious and w ell developed
m o tif in Tristana is the very problematic conjugal relationship betw een lovers o f vastly
differing age. In 1867, Valera, age fifiy-three, married D olores Delavat, thirty-three years
his junior. It w as not a happy marriage, a fact that Valera broadcast w idely over the ensuing
years. H e already had been intimate with m any w om en over the first two-thirds o f his life,
and he brooded over the risks he w ould run in indulging, within marriage, his preference for
younger w om en. This preoccupation w as visible in a series o f novels that Galdós clearly
knew prior to his writing o f Tristana. They constituted a pattern that w ould becom e even
more pronounced after the writing o f Tristana, as Valera definitively settled into old age.
Pepita Jiménez (1874), w hich Galdós parodies in Doña Perfecta (1876), has Pepita, like
D olores D elavat on ly tw enty years old, obliged to marry her octogenarian uncle D on
Gumersindo and to endure h is im potence. In Las ilusiones del doctor Faustino (1875)
Faustino, age forty-five and mired in a dead-end job, recom m ences an affair with the much
younger Maria and eventually marries her. W hen he becom es bored with married life and
enters into a second affair, h is w ife d ies o f grief, whereupon Faustino com m its suicide
prompted b y his inability to hold tim e and disillusionm ent at bay. In El comendador
Mendoza (1876-1877) D oña Blanca tries unsuccessfully to marry her illegitim ate daughter
Clara to the m other’s aged and infirm cousin Casim iro. To avoid such an odious and
unworkable marriage, Clara tem porarily enters a convent but finally gets to marry a
handsome man o f her ow n age. Casimiro meanwhile marries a m uch younger w om an and
inconveniently dies after she g ives birth to three boys. In the n ovel’s conclusion, the past-
fifty D on Fadrique (the Comendador) marries his young niece Lucia, and they seem destined
for happiness. However, in h is review o f the novel, Clarín attacked Valera’s forced plotting
in this matter o f age (DeCoster 115), and it is likely that his friend Galdós heartily agreed.
Valera’s next novel, Pasarse de listo (1877-1878), finds forty-five-year-old D on Braulio
married to Beatriz, only h a lf his age. When som eone erroneously informs him that his w ife
is carrying on an affair w ith a rakish nobleman, the despairing Braulio com m its suicide.
A fter one more novel, Valera gave up writing fiction for seventeen years. Although Juanita
la Larga (1895) appeared three years after Tristana, it demonstrated Valera’s continued
obsession w ith the sam e theme. In Juanita, the fifty-three-year-old w idow er— the sam e
OBEDIENCE, SUBVERSION AND AUTONOMY IN T R im N A ’S INTERTEXTS 75
reasonable, therefore, that Galdós, too, w ould take note o f Valera’s use o f the old man/young
woman m otif and that he w ould not only associate it with Valera’s ow n life but with a pattern
created in four o f the latter’s novels that were published before the writing o f Tristana.
Galdós obviously did not initiate the old m an/young wom an dim ension o f Tristana
w ith h is m ind on Valera’s fiction. The work o f Cervantes and Moratin provided m uch
clearer m odels, and Lope de Vega, w hose first name Galdós’s antagonist posesses, provided
som e biographical patterns. What w ould have m ade Galdós associate his idea— whatever
its origins— with Valera were probably the well-know n details o f Valera’s ow n “private” life
and the fact that the sophisticated, formerly rakish, largely unbelieving, and now doddering
novelist w as constantly paraded before the public, clearly an anachronism and a travesty o f
his former self. Galdós w ould see him w eekly at the work sessions o f the Real Academ ia,
w hile friends w ould be invited to the tertulias at Valera’s hom e and report what they had
seen and heard.
This naturally brings u s to the intertext that G aldós’s n ovel seem s to create with
Valera’s ow n life. The first chapters o f Tristana make repeated reference to D on Lope’s eye
for w om en, his m any love affairs, and his disregard for church teachings about the sanctity
o f matrimony. In chapter 3 the narrator inform s us that Lope had an uncle w ho had
emigrated with the Duque de Rivas (the sam e nobleman w ho, in N aples, had initiated the
young Valera into the pleasures o f wayward w ives and international courtesans) and A lcalá
Galiano (Valera’s uncle) and w ho “detestaba las modernas tendencias realistas; adoraba el
ideal y la frase noble y decorosa. Creía firm em ente que en el gusto hay aristocracia y
pueblo” (V, 1545-46). The first statement could allude to Valera’s w ell-know n idealism,
w hile the second describes the unusual combination o f aristocratic tastes and rural action that
characterizes som e o f Valera’s best-known novels. There are also repeated descriptions o f
Lope’s silver-tongued art o f seduction and mention o f the fact that the “maduro galán” could
easily teach a young w om an to “idealizar las cosas, para verlo todo com o no es” and to do
this from a vantage point o f far greater astuteness and age, an age w hich, in the case o f
Tristana’s seduction, “casi triplicaba la suya” (V, 1548; ch. 4). This phrase m ay constitute
an allusion to the celebrated case o f Katherine Lee Bayard, daughter o f the Am erican
Secretary o f State during Valera’s stint as Spanish minister in Washington, a young wom an
w hom Valera captivated and possibly seduced and w ho, finally, com m itted suicide after
Valera (at his ow n instigation) w as transferred to another diplomatic post (Bravo-Villasante
184-91 and especially Trimble 130-43). In 1885 Katherine Lee Bayard w as twenty years
o f age and Valera sixty-one, thus paralleling the tripled age o f D on Lope in comparison to
that o f Tristana. The narrator refers to Lope as a “D on Juan caduco” and “el don Juan en
decadencia” (V, 1562,1565; chs. 1 0 ,1 2 ).
Valera w as b om in Cabra and maintained ancestral property there during the rest o f
his life. It is the setting o f m ost o f his n ovels, though the place names are changed. Galdós
plays m asterfully w ith the name Cabra in chapter 18, where, in a letter to Tristana, Horacio
says: “S e m e olvidó decirte que tengo tres cabras con cada ubre com o e l bom bo grande de
la lotería. N o m e compares esta leche con la que venden en la cabrería de tu casa, con
OBEDIENCE, SUBVERSION AND AUTONOMY IN TM SDINA’S INTERTEXTS 77
aquellos lácteos virgíneos candores que tanto asco nos daban. Las cabritas te esperan [ . .
.] “ (V, 1582; ch.18; emphasis ours except for Latin phrase). H oracio’s father, like Valera,
had been a diplomat and, also like Valera, had been stationed in m any countries, including
the U nited States (1556; ch. 5). It is also suggestive that Tristana’s fam ily lives in Andalusia
(V, 1593; ch. 22), where Valera’s Cabra is located.
It cou ld b e argued that the foregoing suggestion o f an intertextual relationship
betw een Valera’s life and works, on the one hand, and Tristona, on the other, associates
Valera’s style, characters, and personal habits w ith far too m any different personages in
G aldós’s novel. The answer to such an objection is that authors frequently do establish
intertexts in this way. The bovarismo o f La Regenta does not rest only on Ana, but also on
Vetusta and on all o f Ana’s would-be seducers. In Unamuno’s Amor y pedagogía (1902), not
ju st one but several characters— A vito, F ulgencio Entrambosmares, Marina— reflect
different facets o f Unam uno’s ow n personality so that the reader m ay appreciate them— a
technique facetiously criticized in the n o v el’s prologue. In G aldós’s m any n ovels, the
intertexts with the Quijote affect not one, but m any o f the characters, la Miau, for example,
not only Villaam il, but also Pantoja and Luisito are quixotic. The idea is not that there are
alw ays one-to-one correspondences betw een Valera, R ossini, Verdi, D um as fils, Italian
literature, and som ething in Tristona, but that G aldós’s novel is absorbed into and created
according to a greater or lesser paradigm suggested b y one or all o f these remembered
contexts.
G a ld ó s’s U se o f In tertexts
W hy w ould G aldós forge intertexts in his w riting o f Tristona, and what do the
intertexts with II Barbiere, La Traviata, La Dame aux camélias and Pepita Jiménez and its
author have in com m on or in conflict? The answer to the first part o f this question is that it
is im possible for an author to write without reflecting other textual material. A s Unamuno
demonstrated in h is essay “C osas de libros,” m odem humans cannot think or ev en be
w ithout visualizing them selves in terms o f the com m on treasury o f textualizings that
preceded and surround them (437-40). Barthes’s S/Z continues U nam uno’s existentialist
argument about shared language, but the Basque’s ideas on writing achieve their ultimate
literary developm ent in Kristeva’s Semiotikè: Every text “takes shape as a m osaic o f
citations, every text is the absorption and transformation o f other texts” (Culler 139). For
A lan Smith, the entire genre o f realist narrative is a “conjunto de anécdotas” (Galdós y la
imaginación 13). This com bining o f sem i-distinct linguistic sets creates an advantageous
situation in w hich “each m ind m ay transcend its ow n lim its and share the minds o f others”
(Valdés 6). G aldós alw ays thought w ith and then freely (creatively) rhapsodized
configurations o f other texts. B eginning w ith La sombra (1 8 6 7 ) he alluded to and
reconfigured the classical myths (A . Smith 15,34-36), suffusing his m odem characters with
both so ciety’s and h is ow n art’s rem aking o f the past’s figures and m otivations. Doña
Perfecta adopted the terminology and form o f a classical tragedy (Gilman, “Las referencias
78 THOMAS FRANZ
Alexandre Dum as fils and, like Tristana, a later vicina o f poor health and the product o f a
single-parent hom e (Clark 10-12). For her part, D um ás’s Marguerite alludes to the D uke’s
declining attractiveness and sexual prowess (La Dame 76; I.vii), thus paralleling the effects
o f age on D on Lope in Tristana. The reflection o f the real-life Marie D uplessis in the
fictional Marguerite is a relationship that Galdós knew and m entioned prominently in the
late-discovered novel Rosalia (ca. 1872) (Servén D iez 86) that A lan Smith offered to the
public in 1983. In Rosalia, the young woman Charo is drawn into a liaison with Mariano
Gibralfaro through her quixotic response to the reading o f a great deal o f romantic literature,
including La Dame aux camélias. A s in the case o f Horacio’s abandonment o f Tristana,
M ariano gradually withdraws from Charo, but for a w h ile she m istakenly and quite
parodically expects her lover’s angry father to object to her corruption o f his son in the w ay
that Armand’s father does in La Dame. M eanwhile, R osalia has entered into a sentimental
relationship with Horacio Reynolds, w hose com plete name, alluding to a Latin poet and an
English painter, m ay be the origin for that o f the Italy-loving painter Horacio D iaz, w ho
falls in love with Tristana. It is clear, therefore, that Tristana enjoys a strong intertextual
relationship w ith Rosalia as w ell as with its French and Italian predecessors, especially
w hen one recalls how Tristana’s readings spur on her romantic im agination. In both La
Traviata and La Dame, a younger lover—respectively, Alfredo and Armand— com es along,
and in each work the liaison with the young man is tragically shortened by a life-threatening
condition. A lso in both o f these works, the heroine repeatedly em phasizes the importance
o f freedom in her life, her w illingn ess to flout so ciety ’s conventions (i.e ., Tristana’s
denigration o f marriage, an attitude assimilated from D on Lope), and her refusal to promise
life-lon g fidelity even outside marriage. N either o f these situations relates to those o f
Rosalia, w hich uses the Dumas-Verdi story in a m uch more Cervantine way.
B y 1892 the aging Juan Valera, w hose dated elegance and seductive manner Galdós
had already parodied in Fortunata y Jacinta, Miau, and La incógnita (Franz, Valera in
Dialogue 23-35, 53-54, 110) w as ripe for a serious, even pathetic treatment in Tristana.
Valera now incarnated an aged and dilapidated D on Juan w ho, with plenty o f foresight, had
envisioned h is ow n sad future in a series o f his ow n novels. Valera and his work therefore
provided fitting m odels for aspects o f D on Lope. I f an author wanted to And copious
material for the creation o f an older character w ho, throughout his entire life, sought liaisons
with vulnerable younger w om en, he could scarcely choose a better or m ore w ell-know n
m odel or m odeler than Valera. Moreover, not only had Valera repeatedly reflected his ow n
libidinous nature and aging process within his literary creations, but h e had years earlier
m odeled important aspects o f h is m ost fam ous novel, Pepita Jiménez— i.e., D on
Gumersindo and Pepita’s first marriage, her rejection o f D on Pedro de Vargas’s proposal,
the predisposition o f Pepita and D on Luis to create amorous ideals, the jealou sy o f the
Conde de Genazahar, the useless advice dispensed by the Padre Vicario, the gambling scene,
the duel betw een D on Luis aind the. Count— on La Dame aux camélias and possibly on La
Traviata (Franz, “Pepita Jiménez” y “La Dame aux camélias”). Both o f these works, in
addition, have a dual set o f older rakes o f the type represented by D on Lope. Moreover,
80 THOMAS FRANZ
Galdós h im self had m entioned Verdi’s opera in other places, such as chapter 9 o f Doña
Perfecta and chapter 7 o f Torquemada en la hoguera.
We need to appreciate from the above recital o f previous uses o f similar material
from the life and art o f Rossini/M ozart, D um as fils, Verdi, and Valera that the allusions,
parallels, and intertexts present in Tristona involve resources firmly entrenched in G aldós’s
repertory o f associations. W henever a certain type o f seducer-aristocrat, golden-tongued
D on Juan, w ould-be-fem inist victim , b ucolic interlude, duel, salon/so/rée setting, or
crescendo effect w as required, Galdós could— in the absence o f more contemporaneous
observations from Madrid life— sim ply adapt details from this repertory. Indeed, even a
careful and unhurried commentator o f Tristona like Sánchez speaks o f “the allusions made
throughout the novel [ . . . ] to stock literary situations and formulas” (115). Every writer does
this type o f recycling, and, even taking into account the vastness o f his novelistic production,
Galdós probably does it less than m ost writers, ow in g to the m im etic nature o f m uch o f his
work, w hich does not depend so much as that o f a less m im etic writer— Valera, Unamuno,
Valle-Inclán— upon definable roles, classic situations, and particular types o f dramatic
encounters. The degree to w hich Galdós recycled certain characterizations and situations
is not, how ever the major point, but rather that he did so and that the origin o f the reused
material frequently w as literary, proceeding from both other authors and his ow n previous
work.
Gilman theorizes that, in such situations, Galdós m ost frequently relied, not just on
the recollection o f a particular characterization or situation, but on an entire “colloquium o f
precursors assem bled in the Parnassus o f his m em ory [ . . . ] ” (iGaldós and the Art 188). But,
as Gilman argues, Galdós did not only assem ble a storehouse o f stock situations but, like
other n ovelists such as Balzac, Zola, and A las, passed these on to subsequent writers and
their reading public alike. Galdós did not only need to eat Balzac for breakfast, as D on
Benito once said, but, in Gilman’s words, allow h im self to be “eaten for breakfast, lunch,
and dinner b y his compatriots” (200). Just as Galdós could never again read the social
dim ension o f the Quijote in the sam e w ay after ingesting A la s’s intense expansion o f its
irony and treatment o f character in La Regenta, he needed to have his ow n readers do the
sam e w ith the even more intensified cervantismo o f Fortunata y Jacinta (160-61). This
continual bequeathing and re-use o f earlier narrative achievem ents produced a situation that
G ilm an refers to as “novelistic consciousness,” in w hich select m em bers o f the literary
community were able both to detect— often cued by the more recent work itself— the origins
o f the reused material and to sense that the new er work w as utilizing the older material in
a m ore m odem and inclusive way. B y locating the parameters o f h is ow n narrative and
expository world within preexistent texts, Galdós thereby taught his readers to “comprehend
experience from their reading and in terms o f their reading” (194-95). Galdós’s talent w as
not, however, m erely his ability to use and recycle others’ material but his unique ability to
intensify this recycling in such a w ay that the new er words and world thus created were—
for the contemporary reader— truer and fuller than the words and world o f the original work
(1 9 7 ,2 2 4 ). “The result w as a (new] collective dream of, or conviction about, reality w hich
OBEDIENCE, SUBVERSION AND AUTONOMY IN IRISEiNA’S INTERTEXTS 81
morality (Emerson 251-53; H em ingway 257; Fuller 263-65)— or he could be seen to create
a character that is not rectilinear in her developm ent. Rather than rectilinear she is
dialogical: articulating an assertive and resolute personality but still conserving definitive
parts o f the old s e lf that did not dare to embrace things that are n ew and different
For his part, D on Lope is nowhere so p ossessive as R ossini’s Dr. Bartolo. Though
doing everything possible to hold on to Tristana, h e not only exhibits no jealousy toward
H oracio but encourages Tristana in her affair, know ing through experience that m ost young
m en cannot deliver a reality commensurate with the illusions they rhetorically spin. This
is another exam ple o f the w ay Galdós had abandoned m uch o f both romantic superficiality
and m ost o f its parody. It is highly significant that in the A (earliest known) manuscript o f
Tristana Galdós has Lope forbid Tristana to leave die house upon intuiting another man in
her life (García Dom ínguez 88). Had the B manuscript not prevailed, this prohibition w ould
have m ade the novel adhere much m ore closely to the Bartolo/Rosina m odel o f II Barbiere,
w here the “esclava” truly is im prisoned at home. Indeed, Galdós appears to do everything
necessary to destroy this intertext after having done so m uch to create it. H e seem s to do
this out o f a n ew desire to explore seriously what he had only derided on earlier occasions.
In this sam e vein, Dumas fils' s D uc de Garay and C om te de M om ay are mere nam es in
other p eople’s conversation and thus exhibit no psychology that could be judged the w ay
L op e’s so clearly is. The A manuscript o f the novel actually has Horacio m aking decisions
to seek out the possibility o f a relationship with Tristana— thus paralleling the active and
clearly stereotypical m asculine roles o f the enthralled A lfredo and Armand in Verdi and
D um ás fils — but then, once m ore Galdós changes strategies in B and has Tristana seek out
Horacio (García D om ínguez 85-86), though other bits apparently culled from the opera and
play remain intact. Here Galdós is allow ing his heroine to freely reflect the type o f societal
change that, in his 1897 R oyal A cadem y address, he insisted m ust create an entirely new
type o f character free from the rigid romantic costumbrismo o f the past. D on Lope is, in
earlier life, every bit as promiscuous as Valera, but he is far too ungroomed, sloppy, poor,
and cursi (he brings the crippled Tristana a collection o f tasteless street art to com pensate
for the loss o f her artist lover) to suggest a Valera w ho remained an elegant connoisseur
until his death. H e is, however, far too intelligent, dapper, and young to be compared in any
m eaningful w ay to Pepita Jim énez’s eighty-year-old, verbally lim ited, and appearance-
disdaining husband D on Gumersindo. H e is hard to classify. Marguerite’s later lover and
self-im agined rival to Armand, Varville, is young, uxorious, and dreamy-eyed, everything
that D on Lope is not. Horacio is disoriented, intellectually and artistically mediocre, and
o f short memory. H e is nothing like R ossini’s ardent but bungling Alm aviva, nor like the
idealistic, sincere, and self-sacrificing A lfredo and Armand. H e has nothing o f the self-
deception, verbal skill, and purity o f Pepita Jim énez’s b eloved D on Luis. (In fact, he both
admits to cavorting with whores in V enice and, in his letters, gives no evidence o f having
read w idely. In contrast to D on Luis, w ho studies to b e a priest, D on Lope b elieves religion
to b e a superstition and priests to b e manipulators.) O ne alm ost wants to characterize this
disorganized assem blage o f intertexts as a jum bled collection o f topoi, stock literary
OBEDIENCE, SUBVERSION AND AUTONOMY IN IRISTiNA’S INTERTEXTS 83
referents (like those o f Dumas and Verdi) that could be found in almost any European novel,
opera, or zarzuela o f the seventies, eighties, or nineties. Such a recognition momentarily
makes G aldós look even less in control, dependent on pre-existing visions. But w e need to
remember our previous demonstrations o f how Galdós has radically m odified m any o f these
recycled materials for the filling out o f his characterizations
Sánchez m aintains that w henever Galdós establishes an intertext in Tristana
(Sánchez’s intertexts are Dante’s evocations o f Beatrice and her spiritualizing effects, the
Novelas ejemplares and entremeses o f Cervantes, M olière’s L ’École des Femmes, Moratin’s
El s í de las niñas) he ultimately subverts its expectations (116-20). This is true on a minor
scale. For exam ple, the heroine o f Moratin’s play is saved from marrying her aged suitor,
w hile the disfigured Tristana is powerless to refuse the relatives’ pressure to unite her with
D on Lope; Tristana, unlike Dante’s Beatrice, does not spiritualize D on Lope but inflames
him until im potency turns him into a philosopher like M ontaigne. But such a v ie w m isses
many o f the other glaring intertexts and allusions that do not defraud the reader (e.g., the
relationship o f D on Lope to Dum as’s Baron Duphol and the once-rem oved relationship o f
the country-loving Horacio to his namesake, the Latin poet Horace— the friend and disciple
o f Vergil, author o f the Georgies, a volum e that is intertextual w ith H oracio’s praises o f the
countryside). A t the sam e time, this view also fails to note that in many cases the terms o f
the im plied sim ile are not at all alike despite a few superficial sim ilarities, even at the
beginning o f the comparison. For example, although Tristana suggests that D on Lope is like
Dr. Bartolo, D on Gumersindo, Juan Valera, and the various old rakes in particular works o f
Rossini, Dumas fils and Verdi, the initial comparisons soon trail o ff into a series o f divergent
or extraneous associations that neither support nor subvert the intertexual relationship. To
illustrate, the aged D on Lope requires his w ife’s care but not nearly to the extent that D on
Gumersindo does. H e takes advantage o f a young wom an but with neither the nonchalance
nor the com m ercialism o f Dum as’s Baron Duphol. H e realizes that Tristana m ust have a
relationship w ith a younger man, but he never arrives at the ultimate stage o f letting go like
Dr. Bartolo. This situation leads to the conclusion either that the n ovel’s narrator knows his
literature and psychology far less coherently than Tristana or that Galdós w as not sure w ho
his characters were to be before he fell into the practice o f developing them b y analogy to
contradictory and radically altered m odels, as a postm odern writer w ith n o b e lie f in a
subtending reality m ight do. A s Cahoone (17) has made clear, a postmodernist argues that
•the contemporaneous world— the contemporaneous world o f any period as envisaged from
a post-1917 perspective— is unique, untied to preceding states or m odels. B ecause o f its
uniqueness, it is im possible to establish foundations for and a confirmation o f alleged truths
or realities in a “realist” sense. A n ovel’s internal, fictional needs must, therefore, constitute
the entire pragmatic cause o f its reality. Indeed, Zamora at tim es m oves confidently in this
direction b y underlining Tristana’s “procedim ientos form ales post o antirealistas,” its
“recurso a una fábula metanarrativa,” its condition as a narrative “en la que el receptor toma
un papel activo,“ and its “discurso m uy diferente al prescrito por la ortodoxia realista”
84 THOMAS FRANZ
(206).
The problem with com pletely opting for this postmodern scenario is that the careful
description o f D on Lope; the minute attention to the neologism s o f Tristana’s and Horacio’s
speech (Sobejano 86); the specific referents in the lovers’ letters; the detailed psychologizing
o f Lope, Tristana, and Horacio; and (as Zamora relishes in h is dramatic use o f attention-
grabbing italics) the gory details o f Tristana’s amputation present formidable obstacles.
Zam ora points out that these h ighly realistic details can be read as “im a contundente
advertencia a aquéllos que desobedezcan e intenten rebelarse contra lo s sacrosantos
principios teóricos de[l] [ . . . ] realismo decim onónico” (196). Tristana, however, w hile still
adhering in m any w ays to a realist m odel w ithout clear ambientation and defining
descriptions for m any o f the characters (Condé 36-37), has one o f the least developed, m ost
amorphous narrators in all o f G aldós’s fiction. Tristona's narrator has nothing , for example,
o f the biased historian w e find in Doña Perfecta, the immoral braggart w ho speaks in L a de
Bringas, or the self-conscious novelizer w ho obscures the “truth” in Fortunata y Jacinta.
A t the end o f his story he is not even sure whether D on Lope and Tristana’s dreary marriage
might constitute som e sort o f rare statement about the degree o f happiness achievable in this
w orldly vale o f tears. Anderson (61-76) goes so far as to state that the very organizing
principle o f the n ovel m ay b e the absence o f necessary details. The vagueness o f the
narrator’s accounts and judgments, w hen coupled with his absence o f linguistic quirks and
prejudicial standpoints, m akes one question whether— very rare in Galdós— the narrator
does not stand uncomfortably near the real author’s indecision about m any particulars.
It therefore m ay be that one o f the reasons w hy, despite its arresting beginning,
Tristana does not com pletely satisfy is not only that G aldós diverges from what m any (but
not all) critics believe to be the n ovel’s central fem inist m o tif or that he cannot figure out
h ow to resolve the love triangle w ith w hich he has fettered his story, but that he does not
clearly have his personalities in m ind before he encumbers them w ith the centrifugal pull
o f overly developed analogies pulled from various types o f literature. However, although
h is intertexts in m any instances create characters and motivations sufficiently hybridized to
create som ew hat unique entities, they are never so defamiliarized to the extent that they
cease to be recognizable simulacra o f their antecedents. It is perhaps for these reasons that
the n ovel’s narrator, as Ricardo G ullón points out, seem s to us unsure o f his attitude toward
the details h e wants to pass along (18). The categorically unanswerable question is, o f
course, whether this lack o f realist w holeness o f vision matters in the uncharted waters o f
invention and spirituality that Galdós w as exploring in the nineties, whether, in other words,
the disparity o f focus is a problem o f a hurried or insufficiently focused G aldós or o f a
reader still holding to a Restoration standard o f order.
T he fact that no other o f G aldós’s n ovels o f this sam e period exhibits such a
contradictory u se o f referents and that no other n ovel possesses manuscripts in w hich the
author js sim ultaneously revising both the A and B variants instead o f sm oothly passing
from one stage to the other (Garcia D om inguez 82-83) momentarily inclines us in favor o f
an uncharacteristically “unfocused” author or o f an author in w hom notions o f antecedence
OBEDIENCE, SUBVERSION AND AUTONOMY IN IRISEiNA’S INTERTEXTS 85
and succession or character consistency in the face o f crisis no longer mattered for the
sim ple reason that he h im self could no longer believe in a consistency that w as increasingly
difficult to pull out o f the threadbare realist-naturalist hat. We are encouraged in these
beliefs by Zamora’s recent study, which arrives at a diagnosis o f “un instante de confusion
poética, fruto de las tensiones intemas de la novela realista” and o f “inseguridades y tal vez
lo s nuevos derroteros que había de seguir el género” (2 0 9 ) v ia m etacritical and
narratological methods totally distinct from the intertextual focus that w e apply here. We
are also given encouragement by Chamberlin’s very recent analysis o f the m uch-criticized
conclusions to Tristona and Fortunata y Jacinta (“The So-C alled Problem” 12-19). In this
study, after positing the loose structuring o f Tristona according to the principles o f sonata
form, the critic points out that the A or “m asculine” m o tif (represented by the controlling
w ish es o f D on Lope) and the B or “fem inine” m o tif (represented b y the inconsistent
assertion o f a desire for freedom on the part o f both Tristana and Horacio) ends w ith an
inconclusive reassertion o f the A theme. Quoting the m usicologist Leonard G. Ratner,
Chamberlin first show s that the A them e itse lf “ ’g oes far afield harmonically, creating a
great deal o f instability ( . . . ] ’” (15). However, in the novel, the B theme also is “undermined
by a number o f factors” including a certain “am bivalence” and a series o f “m ood sw ings”
on the part o f Tristana (16). A t the end o f Galdós’s prose “coda,” the B theme is permanently
“weaker than the A them e [ . . , ] , ” but “the A theme itself, because o f its constant contention
and interplay with the B theme, has now ended up being considerably changed also.” These
symptoms o f uncertainty as G aldós’s art entered the decade o f the nineties are not b y any
m eans the only signs o f a paradigm shift during his long career. A lan Smith’s suggestion
(112-18) that both the much maligned original ending and the definitive conclusion to Doña
Perfecta m ake sense, depending on w hether one understands the n ovel to b e based on
m ythic figures or on the intertext with classical tragedy laid out by Gilman, m ay also mark
such a shift. In this earlier hesitation w e m ay see traces o f the shift from Galdós’s adherence
to the novela de folletín, with its shocking revelations (often o f a parodie treatment o f earlier
m odels), to his embracing o f the novela realista and its insistence on verisimilitude.
I f w e are right about the simultaneous sociological and esthetic origins o f Galdós’s
hesitations, incom plete subversions, or outright contradictions, the definitive Tristana text
can be seen to react against the hackneyed topoi habitually re-used in so m any nineteenth-
century narratives. This reaction appears to respond to a suspicion that the fossilized
predispositions governing m uch o f the previous decades’ obedience to agreed-upon icons
could no longer remain uncontested. In Gilman’s view , Galdós w as m aking the previous
“novelistic con sciousness” fuller, m ore flexible, undetermined, and— ultim ately— even
autonomous from its rather standardized collection o f origins. W e are encouraged in this
b e lie f both b y the supporting statements contained in G aldós’s R oyal A cadem y address o f
1897 (“La sociedad presente com o materia novelable”) and by the judgments o f those critics
(G old 16-17, Condé 1 2 ,15-23) w ho find Galdós’s greatest discursive restlessness and formal
experimentation in those self-conscious and playful narratives he penned w ell after his name
86 THOMAS FRANZ
Galdós appears to have unavoidably recorded his narrator’s and, arguably, his ow n
confusion at this historic m om ent.5 The individual reader enjoys the daunting critical
privilege o f deciding whether the presentation o f such w holesale confusion is a satisfying
literary experience or whether the novelist has the further responsibility to provide a clearer
context that accounts for what he, his characters, and his narrator have failed to see more
critically. Our ow n b elie f is that Galdós, intuiting the social and psychological realities
m ade m anifest b y h is narrative art, could not justify— at the writing o f Tristona— the
presentation o f a clear context that neither his society nor his corollary theorizings could
provide.
Ohio University
OBEDIENCE, SUBVERSION AND AUTONOMY IN TRISJANA ’S INTERTEXTS 87
NOTES
sources and opportunities to learn the details o f Valera’s life. Regarding Valera’s disastrous
marital relations, letters exist from Valera to his sister stating frankly that his w ife despised
him and that their conjugal relations were long over (Chamberlin, “Juan Valera” 160). It is
doubtful that Valera kept these agonizing details from his closest friends and that they did
not allude to them in trying to excu se aspects o f their friend’s behavior. Thus Galdós
eventually could have becom e privy to a great quantity o f personal information.
4 One place— and not the only one— where Valera clearly overuses the term “cursi”
is in the descriptions o f w om en and diplomatic receptions in the m assive series o f letters he
wrote from Russia to his friend Leopoldo Augusto de Cueto during the years 1856-1857 and
later published as Cartas desde Rusia. In 1961, w hen Enrique Tierno Galván published his
book on changing tastes in nineteenth-century Spain— Del espectáculo a la trivialización—
he based the pages (79-106) o f his discussion o f the word “cursi” on Valera’s em ployment
in chapter 5 o f his 1875 n ovel Las ilusiones del doctor Faustino (M ainer 164).
5 A yo has recently stated that the opinions expressed b y G aldós in h is A cadem y
address inevitably have their “correlato en la representación artísica.” H is novelistic and,
later, m em orialistic w orks evidence “la influencia de esta inestabilidad en la identidad
individual, esto es, en el individuo com o ser social [ . . . ] ” (3).
OBEDIENCE, SUBVERSION AND AUTONOMY IN TRISTANÂ’S INTERTEXTS 89
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POESÍA E HISTORIA EN E L D O C T O R C E N T E N O
Pedro Granados
Más importante es que el historiador [...] se remonte ahora a los orígenes de aquella propiedad y
escudriñe de dónde proceden las bellotas, de dónde el fiero garrote, los higos, el pan y demás
provisiones, con lo cual, si sale airoso de su empresa y lo descubre todito, se acreditará de sabio
averiguante, que es lo mejor para tener crédito y laureles sin fin. (1296)
Crítica im plícita e irónica, pues, a esta forma de hacer la Historia que, asim ism o,
más adelante el narrador motejará com o “la chism osa C lío” (1313).
Sin embargo, también en aquellas páginas iniciales, encontramos el primer intenso
m omento imaginativo— fanopoético o fantástico— de esta obra. En relación al “puro” que
carga Centeno, nos dice el m ism o narrador omnisciente:
Un papelillo entero de mixto se consume en la empresa incendiaria; pero al fin el héroe tiene el gusto
de ver quemada y humeante la cola del monstruo. Este se defiende con ferocidad de las quijadas, que
remedan los fuelles de Vulcano [...] Durísima vena negra se defiende de la combustión y asoma fiera
por entre tantas cenizas y lavas.. .Pero el intrépido fumador no se acobarda y sus quijadas sudan, pero
no se rinden. ¡Plafl (1296)
Son estos los m om entos de singular empatia, en este caso a través del u so del estilo
indirecto libre, donde coinciden el narrador y el personaje principal, Felipe Centeno; no así
otros pasajes en que, aunque mirado éste siempre con simpatía, el narrador m ás bien toma
distancia del protagonista. La poesía, entonces, literalmente los funde: los hace imo; “los
chism es de C lío”, en cam bio, lo s alejan o separan9.
Felipe viene a Madrid, com o ya lo habíamos m encionado, a “desaprender” o, com o
lo dice el m ism o candoroso personaje, “para destruirme” (1 3 0 0 ). Sin embargo, recién
llegado, su sabiduría es m ás bien análoga a la risa y a la tontería; “-¡C óm o se ríe!... Vaya,
que es U sted tonto de veras, señor Centeno”, com o le dice M iquis de forma cariñosa (1301).
És más, retomando el h ilo evangélico al que nos invita la novela, su ingenuidad o tim idez
es socorrida— no solam ente esta v ez — por un ángel:
N o sabia cóm o ponerse n i para dónde mirar. S i miraba al comedor, creería que pedía; si no
POESÍA E HISTORIA EN E L D O C T O R C E N T E N O 95
miraba, le olvidarían otra vez... Cortó estas angustiosas dudas un niño gracioso y rubio que
apareció... casi puede decirse de entre nubes, desnudillo y con rosadas alas. (1303)
En la soledad y hastio de su espíritu, Felipe no hallaba mejor entretenimiento que observar la diversa
tesitura y acento de cada uno de aquellos ruidos [los de las puertas]. Tal puerta imitaba el mugido de
un buey; tal otra, el llanto de un niño; alguna sonaba con voz gangosa que pronunciara el principio
de un padrenuestro; la de más allá parecía la matraca de Viernes Santo, y la otra decía siempre: Mira
que te cojo. (1325)
Este estar “lelo”, de paso, nos recuerda aquel silencio del que hablaba Litvak y que
a nosotros nos está permitiendo percibir la poesía en esta novela.
Tanta es la importancia de la fanopoeia en El doctor Centeno que en algún momento
lo s objetos n o sólo toman vida propia, sin o incluso se burlan de lo s seres humanos:
96 PEDRO GRANADOS
“Antojábasele [a Felipe] comparar la casa [de Polo] con un cuerpo humano al que se hacían
cosquillas [con e l paso de lo s coches por la calle], y con las cosquillas se disparaba en
convulsivas risotadas” (1326). Podem os hablar, entonces, de una sabiduría o lucidez de los
objetos en esta novela; pero siempre y cuando sean descubiertos por el asombro10. Es decir,
observados con el espíritu de Centeno, no integrados com o meros datos de una ciencia aquí
muerta: la Historia.
Ahora, en otro paralelo con Pedro Polo, el diseño de nuestro héroe tiende a mostrarlo
m ás bien — aunque “en todo se fijaba” (1337) — com o un ser contemplativo o que no se
jacta de su capacidad de acción, en contraste con el “espíritu activo” del sacerdote (1333).
Este contraste, obviam ente, favorece a Felipe; y, en este sentido, sus observaciones las
podem os relacionar con visiones, su logopoeia con epifanía, su espíritu observador con la
m ística. N o de otro m odo podem os describir el m agnífico pasaje en que, encaramado en
un farol, nuestro héroe observa un cortejo funebre:
¡Qué bien se veía todo desde aquella altura! ‘Ya..., entierrito tenemos’ [...] Vio Felipe el carro
mortuorio, tirado por caballos negros y flacos, con penachos que parecían haber servido para limpiar
el polvo de los cementerios; vio el armatoste donde el difunto venia; balanceándose como tuia lancha
negra en medio de las olas de un mar de sombreros de copa; vio los asilados, los lacayos fúnebres, la
malísima catadura, y el lucido acompañamiento, ejército sin fin de personas diversas, elevadas y
humildes, todo oscuro, triste y hosco. (1347)
Probablemente sea este episodio, a pesar de la distancia que se nos quiere imponer
com o lectores y auto-imponerse el narrador (“Ya..., entierrito tenemos”) 11, más típicamente
fanopoético, y el m ás revelador de toda la novela. Felipe experimenta aquí una auténtica
epifanía; en un instante, adquiere un conocim iento esencial de la condición humana, aquél
de la fugacidad o precariedad de la existencia; “aquella altura” tiene, pues, una connotación
sagrada, además del significado literal: sitio privilegiado para captar aquella tan ilustrativa
simultaneidad. En otro lugar, justo al com ienzo de la Segunda parte de esta novela— aunque
m ás bien desde una m elopoeia que evoca las Coplas de Jorge Manrique— el narrador
retomará estos conceptos:
Acuérdate, lectorcillo, de cuando tú y yo y otras personas de cuenta vivíamos en casa de doña Virginia,
y considera cómo el rodar de los tiempos, aquellos otros señores de diversa condición que allí vimos
entrar, permanecer y salir, en un período de dos años, ¿qué se hicieron? ¿Qué fue de tanto bullicioso
estudiante, qué de tan variada gente? (1366)
Repite, memoria, la persona y hermosura de la gallarda Virginia, ama de tal cotarro; ayúdate, si es
posible, de algún histórico papel para que puedas decir ahora qué casta de pájaro era tal [...] No olvides
al buen señor, marido suyo o cosa asi, pintor de heráldica, holgazán de profesión todos los dias, y los
más de ellos consumado borracho, a quien llamábamos Alberique, sin más nombre de pila; ten presente
aquel perro humilde que nunca ladraba y que a la hora de comer iba de cuarto en cuarto avisando a
los huéspedes; animal comedido, modesto y meditabundo, a quien llamaban, no sé por qué, Julián de
Capadocia. (1367)
del Sagrano. Com o respuesta al ofrecim iento inocente del primero: “todo lo que nos ha
pasado a m í y a m i am o, y conform e y o se lo vaya contando, usted lo va poniendo en
escritura”, el suficiente Ido responde: “Las cosas comunes y que están pasando todos los días
no tienen el gustoso saborete que es propio de las inventadas, extraídas de la imaginación.
La pluma del poeta ha de mojar en la ambrosía de la mentira hermosa, y no en e l caldo de
la horrible verdad” (1452).
En estas palabras de Ido del Sagrario tendríamos resumida, pues, la estética literaria
com ún de la época; y asim ism o, aunque por antítesis, la posición del narrador. Para éste,
sin duda, la poesía más valiosa es la que estaría vinculada a “las cosas com unes y que estén
pasando todos los días”; correlato de su postura antiidealista y apuesta por la “verdad” antes
que por la “mentira”; indicadora, finalmente, de su rechazo “a los epígonos del zorrillismo
romántico, todavía en plena vigencia en su tiem po” (N u ez 123). Opción galdosiana, en
suma, que la estam os palpando en esta m ism a novela: no busca la moraleja— el explícito
gesto didáctico — , sino que se entretiene, m ás bien, en la contem plación de las cosas;
cobrando éstas, por eso m ism o, eco s inéditos. Galdós ironiza, se solaza con la poesía de
Jorge Manrique y refleja una personalísima lectura de los Evangelios.
M as, otra consecuencia m etapoética de primer orden, es el im plícito rechazo por
parte de Ido del Sagrario d el habla popular. D esde este punto de vista, “horrible verdad”
y a no está relacionada a un “significado” que se evita, sino, digamos, a un “significante” que
se desea eludir; es decir, lo que cuenta y, sobre todo, la forma com o lo cuenta Aristo. Y esto,
tal com o por ejem plo lo ha establecido Sebastián de la N uez en “Galdós y la poesía”, está
en las antípodas de la sensibilidad de autor de El doctor Centeno, y a que el habla popular
es im a de sus aficiones más tempranas. Recordem os, sino, su colección de voces populares
canarias; su interés, ya en Madrid, por los autores que intentaron reflejar el costumbrismo
de la capital. Y, tal com o figura en su prólogo al libro de versos de A ntonio Casero, La
musa de los Madriles (1914), porque el decir plebeyo es para el autor canario: “el sentir
penetrante de las clases hum ildes, cuya donosura alegra la triste existencia de esta heroica
Villa” (N u ez 129).
Por últim o, y com o consecuencia de esta lectura que ha girado alrededor de Felipe
Centeno y el narrador om nisciente— su mutua empatia y fusión privilegiada en la p o esía —
, y gracias al sabio uso del estilo indirecto libre por parte del narrador, curiosamente no
observamos m ayor complejidad en el punto de vista de la novela; m enos aún, en la unidad
estructural de la obra. Som os testigos, mas bien, del paulatino “desaprendizaje” de Celipe.
D onde éste, a fin de cuentas, tal com o Jesús adolescente ante los doctores, gana la partida.
Salva a M iquis, Centeno es su auténtico prójimo, brindándole la experiencia de un amor
recíproco y, a su vez, desalienándolo de su arte periclitado. Lo últim o que querrá hacer
M iquis es destruir su El grande Osuna, en aras de otro arte mejor que intuye en su lecho de
muerte. M as, lo maravilloso de todo esto es que Felipe no sabe que es Cristo. Incluso hacia
e l final de la novela, en el diálogo con Ido del Sagrario, el lector queda a la expectativa
respecto a lo que ocurrirá lu ego de esta sim biosis, después de este contacto.
POESÍA E HISTORIA EN E L D O C T O R C E N TE N O 99
C onclusión
NOTAS
4 Las otras maneras de “cargar el lenguaje con sentido al grado m áxim o” son la
logop oeia (donde predom ina el concepto) y la m elopoeia (donde predomina la música)
(Pound 50).
5 Stephen Gilman, por ejem plo, sólo v e el abandono del naturalismo— no antes— en
Fortunata y Jacinta (132).
6 Dr. Centeno, Felipe, Celipe, Aristóteles, etc. son los diferentes nombres que adopta
el protagonista en esta novela que, nos advierte ya la “Nota preliminar”: “A Celipín Centeno
le conocem os de otra novela de Galdós: Marianela” (Perez G aldós 1292).
7 D esde el punto de vista de A lan Smith quizá sea pertinente hacerlo: Galdós poseía
las obras de Poe, en traducciones de Baudelaire, desde 1865, año en que también se pueden
em pezar a rastrear sus propios cuentos fantásticos publicados en revista y periódicos.
Aunque este m ism o crítico precisa poco después que recién es en la última década del siglo
X IX cuando “Galdós adopta en su novela el m odo fantástico” (27).
8 N o es gratuito, pensam os, que “Centeno” aluda al pan bíblico; que “Celipe” derive
de la palabra cielo; y que, ya en la órbita pagana, nuestro héroe sea de “Socartes” (Sócrates,
mártir semejante a Cristo).
9 Aunque los “chism es de C lio” nos hagan pensar, en un primer m omento, en un tipo
de historia (término polisém ico) más bien tradicional— aquélla avocada fundamentalmente
a destacar hazañas individuales y enumerar efemérides— , creem os que este aspecto de la
Historia es sólo uno de lo s que sutilmente critica Galdós en esta novela. Su otra polém ica
con aquélla, sin duda más importante en cuanto a su evolución com o novelista, creemos
estriba en lo siguiente: “el interés que reviste el discurso histórico no só lo reside en su
utilización com o m em oria artificial, sino en que, al m ism o tiem po, se convierte en una
explicación convincente, justificadora, ‘tranquilizadora’, portadora de inteligibilidad,
‘comprensiva’ del presente” (Contursi y Ferro 61). Es decir, G aldós estaría cuestionando a
la Historia su rol aparentemente m ás privativo, su status m ism o com o “portadora de
inteligibilidad”.
10 R ecordem os, según Martin H eidegger, requisito previo y fundamental para el
pensar filosófico.
11A decir de A lan Smith Soto, en com unicación personal, la frase “Ya entierrito
tenem os” se inscribiría dentro de la técnica de los “rebajamientos de temperatura” o “auto
desautorizaciones” del narrador a punto de hablar poesía.
12 N o s referimos a uno de sus trabajos escolares, “U n viaje redondo por el bachiller
Sansón Carrasco” (N u ez 120)
13M uy significativamente, para describir aquella época y no m enos la nuestra, leem os
en El doctor Centeno: “M al terrible es ser hombre-poema en esta edad prosaica. El mundo
elimina y echa de sí a los que no le sirven. Nada es tan funesto com o la vocación de ruiseñor
en una fam ilia de castores” (1448).
102 PEDRO GRANADOS
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FETISHISM OF THE COMMODITY: GALDÓS’S INTERPRETA
TION OF THE CAPITALIST DISCOURSE OF THE BOUR
GEOISIE IN F O R T U N A T A Y JA C IN T A
Sarah Sierra
In Fortunata y Jacinta, one o f the seem ingly infinite strands o f narrative development
explores the role o f capitalism as the authoritative and defining principle o f the ruling class’s
social dominance. The celebrated bourgeois couple— Baldom ero Santa Cruz and Barbarità
A m áiz— rules over M adrid’s society as i f their status w ere an inherent right, w ith this
presumption especially characterizing Bárbara’s social interactions. The presence o f this
power has not gone unrecognized. Julio Rodríguez Puértolas claim s that Bárbara arrogates
to h erself an infallibility on a par with papal pow er (117). James W histon attributes to her
a striving for absolute authority, w hile Harriet Turner notes that this dominance takes the
form o f tyrannical rule over Jacinta.1 It is apparent that Bárbara reigns over the lives o f
other characters with much power; however, this sense o f inalienable right is not guaranteed
by her class background. The fragility o f social hegem ony is clearly observed b y Galdós
as he depicts the rise and fall o f fam ilies caused b y the vicissitudes o f the com m ercial
market— those w ho were once the Morenos ricos had descended to the status o f Morenos
pobres (243).
In spite o f the obvious function o f econom ic factors in determining social supremacy,
w e m ust wonder how, in light o f the unpredictability o f capitalist cycles, the n ew ly rich
cam e to b elieve in their superiority as a natural phenomenon. Galdós explores the roots o f
the bourgeoisie’s social behavior in the infam ously long chapter II, aptly titled Santa Cruz
y Amáiz, Vistazo histórico sobre el comercio matritense, w hich brings to light the origins
o f the n ew ly em powered class. W histon explains that the attitude o f social superiority
characterizes the “lon gest episode in Volume I” in w hich predom inates a “tendency o f
characters to see human relationships in a commercial [way]” ( Struggle 80). A n analysis o f
the upbringing o f Barbarità A m áiz exposes the flaw s im plicit in a socialization process
within this transition from a religiously organized w orld to one governed b y the demands
o f a market culture, in w hich social relations were defined in terms o f commercial value that
reduced individuals to social com m odities.
To speak o f the com m odity as a nineteenth-century phenom enon is, o f course, to
speak o f Karl M arx’s critique o f the exchange process inherent in the capitalist so cio
econom ic structure. In Marx’s work Capital (1867), he defines the com m odity as “an object
outside o f us, a thing that b y its properties satisfies human wants o f som e sort or another”
(303). A s the material elem ent o f capitalist society, the com m odity m akes concrete the
abstract identification o f social status. Marx attempted to dem ystify the pow er o f the
com m odity by exposing the phenom enon that converts this material object into a social
substance. The exchangeable product links producers and consumers through a mediated
union b y defining social identity in terms o f the product’s value; in other words, through a
m etonym ic transfer the individual becom es an integrated com ponent o f the commodity.
104 SARAH SIERRA
Marx identified tw o elem ents that shape the com position o f the com m odity. The
first distinguishes the utility o f an object and its tangible worth, which he called ‘use-value’:
“This property o f a commodity is independent o f the labour required to appropriate its useful
qualities. With use-value, w e alw ays assume to be dealing w ith definite quantities, such as
dozens o f watches, yards o f linen, or tons o f iron. [ ...] U se-values becom e a reality only
by u se or consum ption . .. . ” (Capital 303). This, according to Marx, is the preliminary
com ponent required to stimulate the creation o f the com m odity; however, its exchange-
value, w hich is contingent on the use-value and lacks the sam e material measurement o f
worth, com pletes its status and value as a commodity. A s Marx stated, the use-value can be
determined in specific quantities; however, the exchange-value “appears to be som ething
accidental and purely relative [ ...] ” (Capital 304). This market phenomenon is activated
w hen an item is exchanged, thus creating a com m odity w hose value is intrinsically tied to
the labor involved. H owever, it is possible to attribute a use-value to an object without
creating a commodity:
A thing can be a use-value, without having value. This is the case whenever its utility to man is not
due to labour. [...] A thing can be useful, and the product o f human labour, without being a commodity.
Whoever directly satisfies his wants with the produce o f his own labour, creates, indeed use-values,
but no commodities. [...] To become a commodity a product must be transferred to another whom it
will serve as a use-value, by means o f an exchange. (Capital 307-08)
decried the bourgeois social process that conferred on the individual a constrictive identity
in terms o f a market value. A s Puértolas points out, the new configuration o f the social
hierarchy replaced “el amor y la libertad naturales” with “la naturalidad burguesa, social, y
sus normas” (“Fortunata y Jacinta” 193). The n ew ly em powered class m ystified the
com m odity as the unifying principle o f the social matrix that qualified self-worth based on
the value generated b y the exchange process rather than through traditionally conceived
personal ties. John Sinnigen adds that “La expansión del m odo de producción capitalista
conllevaba la generalización del mercado anónimo y la sustitución de relaciones económicas
entre personas por relaciones entre cosas, lo que Marx describió com o el fetichism o de la
mercancía” (190). The pernicious effect o f this transformation lim ited social identities to
those expressed in terms o f the market discourse in w hich the com m odity determined
individual value.
W hy, however, is this relevant to the overall interpretation o f the novel? W e must
first question w hy Galdós includes the temporally out-of-sync chapter II in the n ovel at all.
The insidious impact o f the bourgeois socialization process is fundamental to understanding
the creation o f the individual consciousness o f the members o f the privileged class; it is a
defining principle that dictates social interactions and the education process o f succeeding
generations.2 This narrative space dedicated to the formation o f the new class’s identity
through its formative years contextualizes the ensuing social interactions informed by the
interpretation o f human value as social com m odities.
In chapter II, part H, the focus o f the narrative turns to Barbarita’s childhood.
Immediately after com m enting on her birthplace, the narrator leads the reader away from
the confines o f the hom e b y denigrating both the spatial and em otional im ages typically
associated w ith this intimate space. The im agery o f the hom e ceases to be the setting o f
fam ilial lo v e and warmth, portraying instead a h ostile environment that oppresses the
physical and em otional maturation o f its inhabitants. The narrative presents a densely
populated neighborhood teem ing with “oprimidos edificios que parecen estuches o casas de
m uñecas” (1 2 6 ), hinting at the notion o f overproduction as w ell as dehumanization.
L ikew ise, the dubious structural integrity o f the buildings o f the A m áiz’s neighborhood
conveys a sense o f unreliability: “ ...s e veían m ezquinos arcos de fábrica para sostener el
entramado de las escaleras, y abundaba tanto el y eso en la construcción com o escaseaban
el hierro y la madera”(126). If, as Eric Hobsbawm comments in The Age o f Revolution, the
econom ic strength o f the n ew ly formed western bouigeois capitalist society w as measured
by its ability to produce and sustain a substantial iron and steel industry (42), the flim sy
building materials that form the foundation o f the Spanish bourgeoisie’s habitat m ay be
seen as a fitting sym bol o f essential lim itations in the infrastructure o f the rising class itself.
The degeneration w as already apparent in the general failure to maintain, in working order,
“[los] cerrojos im posibles de manejar y las vidrieras em plom adas...” (126). Moreover, the
narrator’s attitude toward this environment calls attention to the negative influence on the
individual, o f these living conditions, in w hich “las habitaciones parecían destinadas a la
prem editación de algún crimen”(126).3 This process that sees the pañolería replace the
106 SARAH SIERRA
sacándolos de las perfumadas cajas y abriéndolos com o saben abrirlos los que comercian
en este artículo...” (129). Within this context o f com m odity exchange, the human body
ceases to contribute anything o f worth beyond the lim its o f production or acquisition. The
hand, specifically, attracts full attention as the human com ponent o f market relations; it
produces, it displays, and it realizes the enactm ent o f exchange through paym ent and
delivery. The young A m áiz girl reacts em otionally to the contact between the com m odity
and the hand; however, the link to other individuals is alw ays mediated by objects.
Bárbara, as a child w ithin the pañolería, lacks the econom ic pow er to establish a
m eaningful and worthy identity as consumer; nor is she capable o f identifying with the
producer, or in this case the vendor. Her mother, A sunción Trujillo, had also contributed to
her devalued status b y on ly allow ing access to the item s o f lesser significance in the store:
“Lo más que se le permitía era poner sobre el tablero de ajedrez que estaba en la vitrina de
la ventana enrejada [ ...] todas las piezas de un juego, no de los más fin o s ...” (129-30). B y
internalizing her low er status in relation to the material objects, Bárbara com es to understand
her worth in this socio-econom ic environment as that equated to a com m odity, the only
p ossib le role available to a non-producer or consumer. This becom es readily apparent
through the depiction o f the relationship betw een Bárbara and her mother. The narrative
representation o f Asunción lim its the information to activities focused on the products in the
shop, restricting the only physical contact betw een mother and daughter to an interaction
im bued with com m ercial significance: “Barbarità abría cada ojo com o los de un ternero
cuando su mamá, sentándola sobre el mostrador, le enseñaba abanicos sin dejárselos
to car...” (emphasis m ine) (129). A sunción Trujillo situates her daughter among the item s
on the counter, converting her into an object on display as w ell. A s Marx had explained, the
exchange-value o f the com m odity w as measured by its relativity discernible through the
comparison o f tw o different products; Bárbara’s placement on the counter established her
social worth in terms o f the other item s exhibited. This m etonym ic characterization as a
com m odity in relation to the other item s reveals the only portrayal o f tenderness the mother
extends to her child, d isclosin g the w ays in w hich the market value conditioned social
identity.
Human interaction lim ited to a com m ercialized context leaves young Bárbara
privileging the inanimate object as she attempts to establish social relations. In tw o specific
exam ples, the narrator alludes to a sense o f great fam ilial lo v e and cherished m em ories
w hile recalling figures from Barbarita’s childhood, that, although they do not belong to the
im mediate family, appear to m ove w ithin the inner circle o f the fam ily unit: “C om o se
recuerda a las personas m ás queridas de la familia, así vivieron y viven siempre con dulce
memoria en la m en te...” (126). U ntil this m oment, it is understood that these individuals
have formed part o f Bárbara’s childhood experiences and continue to live in her memory
w ith equal importance; how ever, as the narrator continues, the horrifying reality o f the
identity o f these endearing figures is exposed: “así vivieron y viven siempre con dulce
m em oria en la m ente lo s dos maniquis del tamaño natural vestidos de mandarín que había
en la tienda y en lo s cuales sus ojos aprendieron a ver” (127). Through the focalized
108 SARAH SIERRA
narrative, these tw o lifelike yet inanimate figures appear to displace the relation expected
betw een parents and children. The life-size mannequins serve as tw o im itation parents
occupying the m em ories o f Barbarita’s first em otional relationship: “La primera cosa que
excitó la atención naciente de la niña, cuando estaba en brazos de su niñera, fueron estos dos
pasmarotes de semblante lelo y desabrido, y sus m agníficos trajes morados” (127). The
inanimate objects that are dressed in the v e iy cloth that gave her fam ily social supremacy
as merchants o f dry goods evince more em otional response from the child than the real
individuals present. A s she maneuvers her ow n social position in this commercial world,
Bàrbara claim s superiority in the hierarchical system as she gazes on these lifeless
mannequins with their frozen look o f fear and stupidity. In essence, she com es to understand
that social dominance depends on the conquest, later to take shape as acquisition, o f the
inanimate object that transfers its worth to that o f the consumer.
Bárbara’s second fond m em ory o f a childhood relationship exposes the grotesque
nature o f her confusion between the inanimate object and human worth: ‘Tam bién había por
allí una persona a quien la niña miraba m ucho, y que la miraba a ella con ojos dulces y
cuajados de candoroso chino. Era el retrato de Ayún, de cuerpo entero y tamaño natural,
dibujado y pintado con dureza, pero con gran expresión” (127). The narrator exposes, once
again, Bárbara’s m isguided social filter that animates the inanimate object. She fetishizes
the representative im age o f Ayún by im agining a shared experience o f gazing upon one
another. L ikew ise, her fusion o f the representation o f Ayún w ith that o f a fully realized
social being is evident in the use o f “persona” to identify the status o f this replica o f life.
The portrait o f Ayún represents a tw o-fold process o f the impact o f the fetishism o f
the commodity. On the one hand, the im age is an imitation o f life infused with value due
to its material substance; on the other hand, Ayún sym bolizes the power o f the producer. The
mantón de manila, created b y Ayún, as w ell as contributing to the com m ercial success o f
the A m áiz family, extends to the portrait an increased social value based on the econom ic
worth associated with the im age o f producer. These experiences are at the root o f Bárbara’s
inverted value system that has taught her to recognize in the inanimate object the means
through w hich she m ust construct her ow n social worth.
T he potent stim ulus provoked by the com m odity suggests an analogy w ith the
m ystical realm o f the religious experience. A s a child, Barbarità w as deeply m oved by the
rituals o f social behavior attributed to the com m odity. H er mother substantiated this
interpretation o f the value o f the commodity as a transcendental object through her reverence
in handling the products in the store: “Por el respeto con que su m amá los cogía y los
guardaba, creía Bárbarita que contenían algo así com o el Viático para los enfermos, o lo que
se da a las personas cuando comulgan” (129). In a sense, Barbarità experiences a m ystical
fever desiring union, not w ith God, but rather w ith the substituting icon em bodied in the
com m odity: “M uchas noches se acostaba con fiebre porque n o le habían dejado satisfacer
su anhelo de coger para sí aquellas m onerías” (129). In order to achieve “spiritual”
fulfillm ent, Bárbara aligns her social activities to appease her desire for unity w ith this
coveted object. U nlike the harmony implicit in the relationship between the divinity and the
FETISHISM OF THE COMMODITY 109
believer, the commercial idol degrades by supplanting spiritual values w ith material ones.
James W histon com m ents that, “Although religious sentiment pervades the n ovel it makes
no impact and is indistinguishable from materialistic or social concerns since characters
use it for their ow n ends” (“Materialism” 71). This replacement system is devoid o f any
transcendental significance for the individual w ho is consequently reduced to either
producer, consumer, or as w e have seen, human commodity.
A s Bárbara m oves from the sheltered space o f the pañolería to the social environment
o f her school years, the inculcated values o f com m ercialization continue to inform the
behavior o f the young wom an, expressing itse lf in a com petitive relationship betw een her
and her classm ates. The com plexity o f relations increases as the young A m áiz girl is now
required to compare her worth to that o f other merchants’ daughters, Eulalia M uñoz and
Castità Moreno. The social supremacy established in these new relationships depends on
w hich o f their fathers’ respective shops possesses the material item with the highest value.
Each o f the three girls— socialized w ithin the context o f this com m ercial world—
understands the social position and worth o f the individual through the value o f the objects
exhibited. In a contest o f supremacy, the three girls display their objects according to the
tenets o f their class. Eulalia, Castità and Barbarità understand that a higher social value is
attributed to the girl w ho proffers the m ost spectacular item. A comparison o f the crucial
m om ents o f the girls’ demonstrations o f their social superiority expresses the underlying
com m ercial values o f the bourgeoisie. Eulalia presents her m ost revered item: “Pero lo que
tenía en m ás estim a, y por esto n o lo sacaba sino en ciertos días, era su co leció n de
etiquetas...” (131). The next girl, Castità, follow s suit, presenting an item m ore intriguing
than that o f Eulalia: “La chiquilla de M oreno fundaba su vanidad en llevar papelejos con
figuritas y letras de colores [ ...] . Los mostraba uno por im o, dejando para el final el gran
efecto, que consistía en sacar de súbito el pañuelo y ponerlo en las narices de sus amigas,
diciéndoles: goled!” (131). Barbarità concludes the com petition by triumphantly showing
im pressive and exotically scented pieces o f paper from her father’s store:
Al día siguiente, Barbarità, que no quería dar su brazo a torcer, llevaba unos papelitos muy
raros de pasta, todos llenos de garabatos chinescos. Despúes de darles mucha importancia, haciendo
que lo enseñaba y volviéndolo a guardar, con lo cual la curiosidad de las otras llegaba al punto de la
desazón nerviosa, de repente ponía el papel en las narices de sus amigas diciendo en tono triunfal: “¿Y
eso?” Quedábanse Castità y Eulalia atontadas con el aroma asiático, vacilando entre la admiración y
la envidia; pero al fin no tenían más remedio que humillar su soberbia ante el olorcillo aquel de la niña
deAm aiz.... (132)
The social hierarchy is established through the ability to display the m ost valued and
coveted item; Bárbara’s su ccess consolidates her superior position am ong the three girls by
m eans o f the object. The k ey unifying link between these item s that the young girls display
is the possession o f a rare, unattainable product that leaves the possible consumer, in this
case, the friends, w ith a desire for more; each child comprehends that the underlying
110 SARAH SIERRA
m echanism s o f market demands function b y stimulating the need for acquisition o f the
valued product. The transaction between the girls thus parodies the market principles that
underlie their class.
It is true that Barbara’s infatuation with the object is, at tim es, attributed to her
youthful innocence; the narrator describes the reaction to the com m odity as possibly limited
to childhood: “Ocuparon m ás adelante el primer lugar en el tierno corazón de la hija de D .
B onafacio A m aiz y en sus sueños inocentes, otras preciocidades que la mamá solía
m ostrarle.. . ” (em phasis m ine) (129). However, the highly focalized narrative reveals that
the reverence for the object did not disappear with adulthood; as the narrator states, “así
vivieron y viven siempre con dulce m em oria...” (126). In fact, Bárbara’s affection for the
coveted objects from the pañolería never diminishes. A t a point w hen the narrator mentions
Bárbara’s need to confront the realities o f adulthood w hile facing the difficulties follow ing
her father’s death, she continues to treat the object w ith an unrestrained enthusiasm:
Entonces pasaron por las manos de Barbarità todas las preciosidades que en su niñez le parecían
juguetes y que le habían producido fiebre. A pesar de la edad y del juicio adquirido con ella, no vio
nunca con indiferencia tales chucherías, y hoy mismo declara que cuando cae en sus manos alguno
de aquellos delicados campanarios de marfil, le dan ganas de guardárselo en el seno y echar a correr.
(136)
highly valued com m odity that had been placed in the public arena for acquisition.
Jacinta form ed part o f a household o f m any girls that seem ed a burden to the
fam ily’s financial health due to the social dem ands o f presenting the young w om en as
attractive and worthy mates for sons o f w ell-to-do fam ilies. The girls’ mother, Isabel
Cordero, prepares them to be exam ined by the public, displaying her daughters as objects
to be sold:
Doña Isabel estaba siempre con cada ojo como un farol, y no las perdía de vista un momento. A esta
fatiga ruda del espionaje materno uníase el trabajo de exhibir y airear el muestrario, por ver si caía
algún parroquiano o por otro nombre, marido. Era forzoso hacer el articulo, y aquella gran mujer,
negociante en hijas, no tenía más remedio que vestirse y concurrir con su género a tal o cual tertulia
de amigas... (emphasis mine) (159-60).
Isabel Cordero designs the show window , and Bárbara goes shopping, considering
Jacinta in the rhetorical terms o f the market: “Barbarità, que la había criado, conocía bien
sus notables prendas morales, los tesoros de su corazón amante, que pagaba siempre con
creces el cariño que se le tenía y por todo esto se enorgullecía de su elección” (196). The
focalized expression o f Bárbara here describes Jacinta in terms o f a material product. Once
again Bárbara has acquired the m ost exotic object, w hich w ill soon be described as la mona
del cielo am ong madrileños o f all classes.
Harriet Turner explains the previous transaction as symptomatic o f an underlying
incestuous relationship between Bárbara and Juanito: “So it is D oña Bárbara, not Juanito nor
the prospective daughter-in-law, w ho designs the role o f w ife, cutting out o f w hole cloth the
pattern o f “calza” and shaping her pretty porcelain doll to fit in” (9). In order to maintain
the perversion, Bárbara strips the role o f w ife from Jacinta in subtle dehumanizing manners.
Turner calls attention to the transformation o f Jacinta into a doll-like creature, although, w e
must insist that this is not solely a result o f Bárbara’s disturbing role with her son, but also
a manifestation o f her entire life history, and o f her class’s values.
Soon after Jacinta enters Bárbara’s world, a disturbing parallel arises that links Jacinta
to her m other-in-law’s beloved Chinese mannequins from the latter’s childhood: “Por su
talle delicado y su figura y cara porcelanescas, revelaba ser una de esas hermosas a quienes
la Naturaleza concede poco tiem po de esplend or...” (195). Her porcelain figure and face
appear very m uch to conform to the dolls and Chinese figures o f Barbarita’s childhood that
she “em bebecía contemplando aquellas figuras tan monas, que no le parecían personas, sino
chinos, con las caras redondas y tersas com o hojitas de rosa...” (129). In both cases, there
is a reference to inanimate faces; the porcelain face o f Jacinta is similar to the tight round
faces o f the figurines. There is also a reference to the ephemeral beauty suggested b y the
im ages o f the figurines; however, it is to Jacinta that the short-lived beauty o f the rose is
metaphorically appropriate. In one instance, it is quite literal that Jacinta w ill age quickly
and lo se her youthful looks; on the other hand, it is a frightening foreshadow ing o f
Barbarita’s w ill over Jacinta’s, w hich w ill transform the latter from a living, productive
112 SARAH SIERRA
human into an inanimate replica o f one o f Bárbara’s childhood fetishes. It is also relevant
to recognize the adjective assigned to both the figurines and Jacinta as mona. In Barbarita’s
language the distance between her daughter-in-law and her childhood fascination for life
like dolls is overcome; the “figuras monas en los abanicos " becom es the “mona del cielo.”
Barbarita’s project to marry her son to the figura mona holds w ithin it the thrill o f
recapturing her childhood fetish.
Bárbara’s formative years serve as the paradigm o f the degraded social relations
produced b y the all-consum ing capitalist system . Through the exam ination o f Bárbara
A m áiz’s upbringing, w e witness a confusion o f natural human relations w ith the imitation
o f life derived from the socialization process in the com m ercial environm ent o f the
pañolería. The object takes on a higher value in the market-based world, sim ultaneously
dictating the social worth o f the producer and buyer. Outside this matrix o f com m odity
exchange social worth is non-existent, a them e w hich is m anifest throughout the novel in
the attempted silencing o f those m embers w ho do not— and w ill not— participate in the
market relations.
NOTES
WORKS CITED
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M IS E R IC O R D IA EN EL CELULOIDE1
John H. Sinnigen
los empresarios para “corregir” los “excesos” del cardenismo, y declaró que era creyente,
“y los empresarios suspiraron con alivio” (Agustín 1: 16). En el contexto internacional de
la Segunda Guerra Mundial, com enzó una campaña de industrialización basada en el apoyo
del estado a la sustitución de im portaciones, la que con llevó un continuo crecim iento
económ ico, la urbanización, grandes b en eficios para los em presarios, mejoras para las
crecientes clases obreras y m edias urbanas y una continua alza de precios. M éxico apoyó a
Estados U nidos en el conflicto bélico, y, en 1942, después de que los alemanes hundieron
el buque m exicano, Potrero del Llano, M éxico le declaró la guerra al Eje. Fue e l com ienzo
del “m ilagro m exicano” basado en la expansión económ ica y la estabilidad política. Para
sellar el rumbo conservador en la política de la “fam ilia revolucionaria”, en 1946 Á vila
Cam acho y su sucesor, M iguel A lem án, el primer presidente civ il, transformaron el
cardenista Partido de la R evolu ción M exican (PR M ) en e l Partido de la R evolución
Institucional (PRI), con un debilitado sector obrero (Agustín 1 :6 0 ).
La época de oro del cine m exicano se in ició durante e l cardenismo con e l gran éxito
internacional de la com edia ranchera Allá en el rancho grande de Fem ando de Fuentes en
1936, y duró más o m enos hasta finales de lo s años cincuenta, según las estim aciones m ás
generosas4. A quella época de oro supuso ima extensa producción cinematográfica en la que
el gobierno, com o un com ponente de su p olítica económ ica de la sustitución de
im portaciones, contribuyó a la form ación de una industria cinematográfica que im itó el
m odelo hollywoodiano —star system, grandes estudios y estructuras melodramáticas —y
experim entó un auge a través del m undo hispanoparlante, constituyendo así el m ito de
origen del cine m exicano al m ism o tiem po que la Ciudad de M éxico se convirtió en un
H ollyw ood en español5. Según Carlos M onsiváis, este cine busca reflejar el prisma
popular— unas costumbres, unos valores, unas esperanzas— en una búsqueda de esa siempre
evasiva identidad nacional m exicana en un período de transición entre un M éxico
“tradicional” y otro “m oderno” (139-46). Por tanto, vem os repetidamente las
representaciones de unas idiosincrasias nacionales en dos géneros fundam entales, la
com edia ranchera y el melodrama fam iliar6.
Misericordia en su sexenio
el sexenio (1952-1958) más nefasto para el cine mexicano. Es el sexenio que consolida la burguesía
M IS E R IC O R D IA EN EL CELULOIDE 117
años de edad y con una peluca blanca— , se consagró com o la emblemática madre y abuela
del cine m exicano, caracterizada por su “m asoquism o glorioso” (Ayala Blanco 50). Por
ejem plo, es la madre abnegada en Cuando los hijos se van (Juan B ustillo Oro, 1941) y la
abuela irascible y protectora en Los tres García (Ismael Rodríguez, 1946) y hasta la madre
grosera en Mecánica nacional (Luis A lcoriza, 1971). Fue ima de las primeras actrices de
cine en hacer televisión. En Misericordia hace el papel de una sacrifícadísim a madre y
abuela sin hijos, ya que todos los miembros de la fam ilia dependen de ella. Falleció en la
Ciudad de M éxico en 1980.
Carmen M ontejo (Juliana) nació María Teresa Sánchez G onzález en Cuba en 1925.
L legó a M éxico en 1942 y se nacionalizó mexicana. D ebutó en el cine m exicano en 1943
en Resurrección de Gilberto M artínez e h izo su primer estelar en No matarás de Chano
Urueta (1943). H izo estudios en N ueva York y ha trabajado también extensam ente en la
televisión y en el teatro (“Semblanza”). Ultimamente apareció en dos episodios del popular
programa televisivo, Mujer, casos de la vida real, en 2 002-2003 (imdb.com).
Á ngel Garasa (Carchito P once) nació en M adrid en 1905 y cursó estudios en
Barcelona. V ino a M éxico al finalizar la Guerra C ivil Española en 1939 y debutó en el cine
m exicano en 1940 en Cinco minutos de amor (A lfredo Patiño G óm ez, 1940). H izo 50
películas y m ás de 4 00 programas de televisión; fue el director del programa “Teatro A ngel
Garasa”, el cual duró más de un año en la televisión. También actuó en el teatro. Falleció
en la ciudad de M éxico en 1976 (El Heraldo 27/8/88).
M anuel D ondé (Yuco) nació en Campeche en 1906 y debutó en el cine en 1933 en
La llorona (Ramón Peón): “Su rostro adusto y esquivo le valió interpretar papeles de villano
o de cobarde traid or. . . . C om o actor de soporte lleg ó a ser im prescindible para film es
ubicados en la provincia mexicana” (Ortega Torres). Su film ografia en imdb.com tiene 258
títulos, siendo el último de ellos Alucarda, la hija de las tinieblas (Juan López Moctezuma,
1958). En Misericordia, com o un ciego y harapiento yaqui, sólo aparenta feroz en algunas
escenas y es de procedencia rural, aunque actúa en un ambiente urbano. E s otro m estizo que
hace el papel de un indígena.
Anita Blanch (doña Paca) nació A na María Blanch en Valencia, España en 1910. Su
primera película importante en M éxico fue ¡Ay, qué tiempos señor don Simón! (Julio Bracho,
1941). A dem ás de trabajar en el cine, tuvo una larga carrera en la televisión donde trabajó
en por lo m enos 35 telenovelas entre 1960 y 1982. En esta cinta representa una Dña. Paca
relativamente joven y atractiva. Falleció en M éxico en 1983. Misericordia fue pasada por
el canal 4 , el 21 de abril de 2003 com o parte de un recordatorio de su aniversario luctuoso
(La Jomada 2 4 A ).
m áxima creación”, y se señala que está “Basada en la N ovela de D . B enito Pérez Galdós”,
Se expone junto con La Heredera Cubana con Warren Douglas y Estelita Rodríguez en los
cines Teresa y Encanto. El 16/3/1953 aparece la foto de “Un M endigo Generoso” con un pie
de foto:
En el mundo inclemente de los desheredados, surgen también historias de infinita caridad y amor al
prójimo; ahí donde todo es negado, donde la vida se tiene casi de milagro, se mantiene viva, más que
en otros ambientes, la llama del amor cristiano. Manuel Dondé, el extraordinario actor de carácter, es
uno de los personajes principales de la película MISERICORDIA, que están exhibiendo los cines
Teresa y Encanto y que está basada en la conocida obra de don Benito Pérez Galdós.
Sara García se anota un nuevo triunfo en el papel de la admirable mujer, que sin ser madre, se sacrifica
por una familia a la que entrega su corazón, su vida y su esfuerzo, para recibir al final la más negra
ingratitud. (24-A)
El amigo Zacarías Gómez Urquiza cuya carrera como director cinematográfico va por una senda
zigzagueante con éxitos y fracasos, no lo ha hecho tan mal, pero tampoco bien, con “Misericordia”
. . . basada en una novela de Benito Pérez Galdós. Don Benito es una gloria de la literatura española
y al escribir “Misericordia” seguramente estaba impresionado por las Bienaventuranzas, porque en su
novela teje una trama para hacer objetiva de la sentencia de “Bienaventurados los pobres, porque de
ellos será el Reino de los Cielos”. También aprovechó la obra para hacer una condenación enérgica
en contra del dinero y de los ricos, a quienes pinta con los peores colores.
Basada sobre la impresionante novela de Galdós, que lleva ese mismo título, esta producción mexicana
tiene dos defectos fundamentales: un diálogo excesivo y reiterado, y una lentitud, desesperante a
veces. Lo mejor de ella es la actuación de Sara García y Carmen Montejo. Estrenada con una
publicidad raquítica, Misericordia ha pasado por sus pantallas de estreno sin que el público se enterara,
apenas, de su existencia, no obstante que tiene muchos aspectos positivos y estimables.
preocuparse por advertir las diferencias entre la España de finales del siglo X IX y el M éxico
actual. A sí logró que ni uno solo de los personajes pareciera verosím il” (1953. 236).
Inspirada en “la gran n ovela de don B enito Pérez Galdós”, tal com o rezan los
primeros créditos, la Misericordia de G óm ez Urquiza es una adaptación del argumento
galdosiano a la época contemporánea m exicana de lo s 1950s. M ientras continúan los
créditos con un fondo de m úsica sombría, índice del patetismo que predomina a lo largo del
film , en ima toma de ángulo bajo se v e la im agen apacible de un árbol junto a una iglesia,
índices del cobijo que ofrecen la Naturaleza y la religión a los seres humanos. Se continúa
con otra toma de ángulo bajo a la torre de una iglesia seguida por un tilt de arriba-abajo que
termina en una plana sobre im a cadena de m endigos que están esperando la salida de los
feligreses de la m isa, entre ellos Yuco y Benina. Esta lleva un extraño vestido oscuro que
se parece a un hábito m onjil con una esp ecie de rebozo grande alrededor de la cabeza.
Aparece D . Carlos Moreno, pregunta por Benina y la cita para el próxim o día en su casa a
las 8:30 en punto de la mañana. D e ahí se desenvuelven los m últiples quehaceres de esta
Benina.
En su m ayor parte, con las obligadas condensaciones de cualquier adaptación de una
n ovela al cine, el argumento sigu e el de la obra galdosiana y m uchas de las frases son
tomadas directamente del texto literario. Se destaca el protagonismo de Benina, la activa y
caritativa sirvienta/mendiga/proveedora que representa e l vínculo fundamental entre los
demás personajes y las capas sociales que representan. Para esta Benina, la caridad tampoco
con oce clases, ni razas n i géneros. El argumento de la película gira alrededor de la
realización del principio de la caridad de la protagonista y del ingrato trato que recibe de la
fam ilia a la que tanto ha aportado. Igual que en la novela, la principal antagonista de la
sacrificada madre/abuela es la desalmada— y aquí guapa— nuera, Juliana. En los dos textos
lo s personajes fem eninos y populares son los activos mientras los personajes masculinos
están siempre en un papel pasivo y subordinado, dependiente de los fem eninos.
Las diferencias com ienzan con la adaptación a una actualidad m exicana de los años
cincuenta, un conservador período de relativa estabilidad que contrasta con la creciente
crisis d e la España finisecular de la novela. La nostalgia de lo s tiem pos de “antes de la
revolución” se traslada de los años del Emperador N apoleón III y su esposa andaluza, la
Emperatriz Eugenia (antes de la Revolución de 1868), en la España de la novela al porfiriato
m exicano. Evidentemente tal traslación dism inuye el sentido majestuoso del pasado; por
ejem plo, el supuesto amor entre Frasquito Ponte y la emperatriz en la novela se convierte
en un coqueteo entre el decaído galán porfiriano C ardato Ponce y una jo v en marquesa, la
hija del Embajador español en el M éxico de 1910, el año de la celebración del centenario
de la independencia de M éxico y del derrumbe del largo reino de Porfirio Díaz. La distinción
entre una emperatriz y la hija de un embajador es emblemática de la diferencia entre los
sueños dél pasado imperial en España y la nostalgia de una dictadura finisecular en M éxico.
M ISE R IC O R D IA EN EL CELULOIDE 121
University o f Maryland,
Baltimore County
M IS E R IC O R D IA EN EL CELULOIDE 123
NOTAS
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M IS E R IC O R D IA EN EL CELULOIDE 125
James Whiston
A t a d ecisive moment in the developm ent o f Tristona, m ost likely w hen Galdós had
finished what w ould becom e the last paragraph o f Chapter X V I ( o f the novel’s 2 9 chapters),
and w as a little over tw o hundred manuscript pages into the novel, the novelist crossed out
that last page number, replaced it w ith the number “ 1” and began what becam e a very short
draft (fifteen pages) o f the rest o f the novel. I have called this version Alpha/Beta (A B )
because it w as begun in the m iddle o f what Galdós had already written o f Tristona, w hich
latter w ould therefore qualify as the “Alpha”(“A ”) version (although not a “draft” as such)
and before its Beta version, that he com posed using as a basis the few pages that he w as
about to write. These were separately numbered from 1 to 15, and w e m ay call them the A B
version, to distinguish them from what had been written before, and what were to be written
after, w hen G aldós picked up again the page num bering from the A version. I have
suggested that the top paragraph o f the n ew page 1 corresponded to the old page numbering,
and that G aldós began this n ew page 1 at the equivalent point o f what w ould becom e
Chapter X V II in the printed version, because there is a brief introduction here by the narrator
to Tristana’s extrem es o f character (see the text o f both quotations in the follow in g
paragraph), and it w ould have been an appropriate m oment for Galdós to have reconsidered
this decisive juncture in what had been the plot developm ent heretofore.
The fifteen pages o f A B m ay be divided broadly into three parts, 1 to 1 0 ,1 1 to 14,
and then page 15 itself. The first part continues the correspondence between Tristana and
Horacio, m uch along the lines o f the printed version, but with an important structural change
in the disposition o f the correspondence, to be noted below. The second part o f the draft, 11
to 14, brings us back to D on Lope and develops the triangular relationship, positing various
scenarios, follow ing on from the return o f Horacio to Madrid on A B 12. The last page A B
15 turns on its head m uch o fw h a t had gone before, from A B 12 to 14, b y radically altering
the condition o f the relationships betw een the three characters involved.
Chapter XVII is a significant turning point in the novel, in which Galdós w ill show
through their correspondence the gap in sensibility that becom es manifest between Tristana
and H oracio, in part due to the influence o f the environm ent on H oracio, liv in g by the
Mediterranean, and being able, or forced, to paint out o f doors and also correspond with the
practical as w ell as the aesthetic side o f nature that surrounds him on his aunt’s farm where
he is staying. In A B the correspondence between the lovers accounts for ten o f the fifteen
pages o f the draft. A s is com m on in G aldós’s m ethod o f com position, he used a fair amount
o f the A B material for the final draft, and even the briefest perusal o f the printed text w ill
show that Galdós had the relevant A B page in front o f him w hen he w as com posing the
final manuscript version. And, as in m any o f his other manuscripts, he used the back pages
o f h is A B draft to continue initially w ith this final version o f h is story. A fairly typical
exam ple that m ay serve to illustrate the w ay he cop ied from the A B draft is in the first
paragraph o f Chapter XVII:
128 JAMES WHISTON
AB: Tristona era ton impresionable que pasaba facilmente de una alegría desenfrenada y epiléptica á
ima desesperación negra. [All quotations from the MS use the original orthography.]
First Edition: Tan voluble y extremosa era en sus impresiones la señorito de Reluz, que fácilmente
pasaba del júbilo desenfrenado y epiléptico a una desesperación lúgubre. (139)
A lthough he reused the draft material, as the exam ple show s, i f one remembers that
Galdós w rote only ten manuscript pages for the drafts o f the letters and takes into account
that these letters use up three chapters in the printed edition it w ill be evident that the novelist
greatly expanded their content in the later version. In this way, the A B draft is very similar
to drafts o f other Galdós n ovels, in w hich the prototype narrative is cut dow n to general
descriptions o f what the n ovelist w ill later turn into a m uch more detailed presentation o f
the narrator’s description and commentary, and o f the thoughts and actions o f the characters.
In the draft, sentences are shorter, more staccato and repetitious in style, and more often than
not lim ited to sim ple clauses. Here, for exam ple, in A B is how Lope attempts to u se a
strategy o f inciting Tristana in order to w in her over to him, in the face o f what he perceives
as com petition from Horacio:
Si, hija, tú has nacido para algo grande. Perdóname el abandono en que te he tenido.
Reconozco mi error. Tienes libros para que apacientes el hambre de tu espiritu. No, no te ligues á ese
mequetrefe. Desprecia el matrimonio. Tú has nacido para mas, para mas, si. (AB 11)
The D on Lope o f the final version is too w ily at the later stage o f the n ovel to resort
to using disparaging names such as “mequetrefe” when referring to Horacio. It is a long way,
too, from that usage to the one em ployed by Lope in his last reference to h is rival in the
printed edition, “Nuestro D . Horacio” (243), in which the latter is no longer conceived as a
rival but is “nuestro D . Horacio,” part o f a shared past now far removed from both Lope and
Tristana b y the distancing “D on.”
A ccepting that Galdós used the draft as a guide for the later version, an important
structural change made by him in the arrangement o f the letters from earlier to later version
w as that in the earlier one, w here Tristana’s letters outnumber Horacio’s, as they do later as
w ell, H oracio does keep up the correspondence until the equivalent o f the end o f Chapter
X IX . W hat Galdós did in the final version w as to m ove Horacio’s last letter, on A B 9, to
make it becom e his first letter in the printed version in Chapter X V I (138), using the perra
chica and zapato viejo im ages in both:
De él a ella
Tú si que vales: me asustas con lo que te vas creciendo. A donde llegaras? Todos los tesoros del
mundo son una perra chica comparados con tu valer; y toda la gloria del mundo es un zapato viejo
comparada con la gloria de poseerte. (AB 9)
In the sam e letter in the draft Horacio pleads with Tristana to join him in Villajoyosa,
THE ALPHA® ETA VERSION OF THE SECOND HALF OF TR1STANA 129
and “que m e des un hijo, que vivam os felices.” One further short letter from Tristana ends
the exchange, in which she sends Horacio a paper doll as a child, and tells him that she is
unfit for domestic life. The simple change in the positioning o f Horacio’s letter has important
consequences for the structure o f the exchange o f letters in the final version, because the
latter does not end with a mutual exchange but with long m issives from Tristana, and no
reply from Horacio, one o f the implications being that the new s from Tristana o f the medical
problems with her leg is becom ing another distancing factor in Horacio’s attitude to her. The
early draft o f the exchange o f letters contains no such new s. This is h ow Galdós com posed
the finishing stages o f the correspondence from Tristana on A B 10:
De ella á él
Quieres un hijo? Tómalo. Ahí te mando ese munequito de papel que dice [Seño Juan te adoro.
Underlined in the text and then crossed out.] Tengo que darte una mala noticia. Cada dia estoy mas
torpe para las cosas pequeñas. No sé hacer nada. Saturna me da lecciones, y no aprendo nada. No
sirvo mas que para quererte cada día mas.
Betw een this and Tristana’s last letter in A B the narrator intervenes:
Poco á poco se iba forjando a un ser ideal. Amaba á Horacio; pero el Horacio se iba borrando
de su mente, sustituido por otro hombre. Amaba á un hombre grande. (A B 10)
The nearest that w e get to these sentim ents in the printed version is in the letter o f
the first paragraph in Chapter X IX when Tristana reveals to Horacio that “se m e ha borrado
tu im agen [ ...] que te borras com pletam ente [ ...] Te m e vu elves espíritu puro, un ser
intangible” (157), and also at the end o f Tristana’s Monday letter (161).
The last letter on A B 10 reads:
¡Ay querido mío! No me hagas sufrir. Yo te infundiré mis ideas, y seras un hombre grande. Ven: tu
arte te espera. No te entristescas[sic], ¿Pero cuando acaba esta ausencia?
W hile w e can see from the letters in the printed edition (and the A B draft: see note
2) that Tristana wanted Horacio to paint a subject that w ould bring him fam e and glory, the
notion o f Tristana “infusing” Horacio with her ideas w as evidently a step too far for Galdós,
and this w as dropped in the final version.
With Tristana’s cry o f “¿cuándo se acaba esta ausencia?” com es the end o f the
correspondence in A B . O f course, the k ey om ission from these letters in the draft version
is any m ention o f the problem w ith Tristana’s leg. The first reference to this in the printed
version is in the letter dated “Lunes” in Chapter X IX , where Tristana describes to Horacio
how she becam e aware o f the problem on the previous Saturday (159).* One could perhaps
see in the draft letters o f Tristana a reference such as “Tengo que darte una m ala noticia”
(A B 10) that m ight be possible to link in a subliminal w ay w ith Tristana’s serious illness yet
to com e, and it is in any event bad n ew s for H oracio i f Tristana is proving to be more
130 JAMES WHISTON
incom petent with regard to dom estic affairs, and he is becom ing more involved in practical
matters o f day-to-day living.
A nd what o f the last four to five pages o f the A B draft? We have seen from the
quotation above that on A B 11 Lope (or “Lepe” as the narrator calls him ) decides to use
adulation in order to keep Tristana for him self. In A B , as John Sinnigen first discovered,2
it is Lope w ho is confined to bed w ith a serious leg problem that w ill result in amputation.
So Lope can also make a claim on Tristana’s generosity o f spirit, pleading with her not to
abandon him in what he calls “m i decadencia” (A B U ), “ahora que estoy rendido en esta
cam a,” (Sinnigen reads “m etido”) and claim ing that because he has no m oney he faces
spending his last days in the poorhouse. A B 12 gives us Tristana’s reaction to D on L ope’s
pleading, describing her as “conm ovidísim a,” with a promise that she w ill not abandon him.
A t A B 12-13 Horacio returns from the Mediterranean, “in love” with Tristana but not seeing
her as a marriage partner: “sus seducciones le atraen. N o puede refrenar el d eseo de
satisfacer con ella sus apetitos locos” (A B 13). In order to satisfy his physical desire for
Tristana, Horacio “incurre en el delirio de decirle m e casaré contigo ó m e muero.” Tristana
refuses marriage, opting for the life o f the stage, telling Horacio in rather improbable terms
that “La am bición de gloria m e invade” (A B 13). This picture o f Horacio’s desires and how
they lead him to lie to Tristana, are follow ed, still on A B 13, by another scene in w hich he
gets in touch with her again, and a tearful Tristana rejects him a second tim e, giving as a
reason on this occasion that she cannot “alejarme de D . Lepe.” Thus, the follow ing scenario
w as form ing in Galdós’s m ind at this point: Tristana decides to stay with Lope because h e
is encouraging her fantasies o f glory on the stage and because she feels obliged to care for
him in his serious illness. There immediately follow “Celos horribles de Horacio, q le escribe
insultandola,” and Tristana “Contest[a] insultandole también.” She does, however, renew
the physical relationship with him, “y se vuelven á juntar.” The narrative schem e considered
here by G aldós w as the conflict (or com petition) betw een H oracio’s physical desire for
Tristana and Lope’s claim s for com passion, the latter used as a probable front for L ope’s
supposed patriarchal rights over Tristana. Once the decision w as taken to amputate Tristana’s
le g such a conflict becam e irrelevant. But as Aitor Bikandi-M ejias (55) has noted, it took
the Buñuel film to make the opposite suggestion: that “el im pulso sexual de [Tristana] sigue
v iv o después de la operación.”
One can readily see from these few rapidly penned notes on A B 13 that there still
rem ained plenty o f fluidity in the author’s m ind w ith regard to the p lot o f Tristana.
Presumably Galdós w as thinking o f a plot line in w hich neither Tristana nor Horacio end
up wanting marriage to each other, for very different reasons, and a sexual liaison follow s,
after som e tem pestuous exchanges o f mutual insults between them. There still remained
the issue o f D on L ope’s influence over Tristana, and in what ensues, H oracio com es to
L ope’s house one night, and from a hiding place sees D on Lope, the narrator telling us that
Horacio “se v a también a admirar al hombre que ha vencido tantas mujeres.” H oracio’s
reaction is described as, “Suplicio de H oracio que la llama. Ella no quiere ir. [N ew
paragraph] A m a á un ideal. Á un hombre extraordinario, de grandes ideas” (A B 12-13).
THE ALPHA/BETA VERSION OFTHE SECOND HALF OF TRISTANA 131
Tristona writes to this “ghostly lover” (see Engler for the importance given to this idea by
Galdós in the printed version), then tears up the letters, but Lope finds them and uses the
ideas in them to encourage Tristona to continue w ith that search and get rid o f Horacio
(“desprecia á ese mequetrefe” [AB 14]). The potential for conflict here is that Horacio is
look in g for sex, w h ile Tristona is searching for “un hombre extraordinario, de grandes
ideas,” w ith Lope w aiting in the w in gs, urging her on. W hat Galdós did in the printed
version w as to rem ove this erotic-platonic opposition, relegate Horacio to the “domestic”
sphere, as som eone seeking a conventional bourgeois marriage, and bring Lope centre stage,
as both principal actor in, and manager of, Tristana’s final precarious existence.
In a bizarre twist on A B 14, Lope considers murdering Tristona before the operation
to amputate his leg, just to make certain o f his victory over Horacio: “H e vencido, dice
Lope para sí. Quisiera llevárm ela conm igo. N o , pobrecita, que viva” (A B 14). L ope’s
operation follo w s— “le cortan la pierna”— described b y the narrator as an “Escena
lastim osa.” Tristona remains by D on L ope’s side, w ho for his part continues to be, or at
least to speak, “en un todo de acuerdo con las ideas de Tristona.” Such a scenario w ould at
least have given Tristona the satisfaction o f having subdued her old conqueror, although at
the cost o f having to care for him for the rest o f his days. To som e extent this becom es the
denoument o f the printed version o f the novel, with Horacio defeated in som e form or other,
but with hugely important differences as w ell, because the duty o f care becom es shared
between the other tw o, through the amputation o f Tristana’s leg, not D on L ope’s, and then-
subsequent marriage.
There w as one other scenario on A B 14 that appears to have edged Galdós towards
the denoument o f the printed version. Immediately after the last quotation dealing with Don
L ope’s conform ity in everything with Tristana’s ideas, the next paragraph begins: “D . Lope
se salva, y Tristona muere” (A B 14). Twice on the sam e page, therefore, Galdós pondered
the idea o f the death o f Tristona, and w e can perhaps assum e that from that idea to a less
final, but still hugely restrictive, outcom e for the heroine w as not a big step to take. A s
regards the death envisaged for Tristona at the end o f A B 14, it w as to happen in the
follow ing way: Lope is still wary o f Horacio and is sure that he w ill return to the house. “D.
Lope prepara su revolver, y dice: si ese m equetrefe entra aquí te pego un tiro. Eres mía,
mía. Y mueren lo s dos” (A B 14). A s I have argued in another place (W histon 203-04), the
“los dos” here have to be Tristona and Horacio, because o f the phrase “te pego un tiro,” and
the narrator’s com m ent “D . Lope se salva, y Tristona muere” in the previous sentence. The
im plications that w e can draw from the earlier descriptions are that Horacio cannot resist
returning to the house, because o f his double obsession w ith Lope and with Tristona, and
that Lope in true Calderonian style kills both the m ale lover and the now innocent Tristona,
w ho is at the sam e time caring for Lope in his grave illness and has given up Horacio for
an imaginary “hombre extraordinario, de grandes ideas” (A B 14). The pervasive, not to say
cynical, irony o f such an ending w ould have been unusual for Galdós, because Lope w ould
have killed a man w ho w as no longer his rival, since he has finally been rejected by Tristona,
and he w ould also have killed the wom an w ho w as prepared to devote her life to caring for
132 JAMES WHISTON
him. In the printed version, the only relationship at this stage between Tristana and Horacio
is that o f a considerate visitor doing his best to console a former lover, now a stricken patient.
In other w ords, all o f the misunderstandings betw een Tristana and Horacio, betw een
Tristana’s search for the ideal man, and Horacio’s need to satisfy his “apetitos locos” becom e
diffused in the final version, in H oracio’s concerned but inadequate response to Tristana’s
illness.
N one, or nearly none, o f all that Galdós wrote in A B 11 to 14 w as to com e to pass in
the final version, however, because as w e turn the page to A B 15, which number Galdós
com pleted with one o f those special artistic flourishes (the top h alf o f the figure “5” imitates
a staff and w aving flag), as i f to underline the importance o f the page, w e first see the word
“D efinitivo” as a species o f title for i t “D efinitivo” appears to relate to the huge change from
the amputation o f D on L ope’s leg to that o f Tristana’s, because, like A B 11 to 14, the rest
o f A B 15 does not follow too closely the denoument o f the printed version either; indeed it
is lik ely that at this stage Galdós w as h im self not certain as to how he w ould finish the
novel. One scenario that he definitely rejected at this final draft stage are the deaths o f either
Horacio or Tristana. Here is the filli text o f A B 15:
15 Definitivo
I f the page seem s at first sight inconsistent w ith regard to Tristana’s operation w e
should remember that in his drafts G aldós on occasion juggled his ideas, without worrying
about consistency at this stage. Thus, for exam ple, paragraph three (“Durante su cruel
enfermedad”) is m eant to represent the stage o f Tristana’s illness prior to the operation,
even though the operation has been m entioned already in the previous paragraph. In the
sam e way, w e can detect that o f the eight paragraphs, numbers 3 ,4 and 5 represent the pre
operation stage, w hile numbers 1 , 2 ,6 and 7 represent the operation itself and its im mediate
aftermath; the last paragraph is self-explanatory.
Paragraph five o f A B 15 must give the reader o f Tristana som e pause for thought The
orthography is exactly as it is in the M S, w hich m eans that the comment on Horacio being
THE ALPHA/BETA VERSION OFTHE SECOND HALF OF TRISTANA 133
“loco” is made by the narrator, not by Tristana. In one sense this returns us to the narrator’s
picture o f Horacio on A B 13 and the reference to his “apetitos locos.” The phrase “El está
loco” is, o f course, tantalizingly ambiguous. Is Horacio “lo co ” in the sense o f his earlier
“apetitos locos”? Or does he becom e “loco” w hen he suspects, or hears from Tristana, that
she does not love him? In any event what Galdós did w as to shift the scene in paragraph 5
o f A B 15 to after Tristana’s operation in the final version. Given the denoument with regard
to Tristana’s fate in this final version, the picture that w e get o f Horacio in it is anything but
“loco.” The conflict in Tristana in the A B version between Tristana’s lo v e for an ideal man
and the inadequate alternative that Horacio has to offer with his “apetitos locos” is greatly
played dow n in the final version, where the form er lovers do not m eet until after the
operation, in Chapter X X V I, as I have noted, w hen Tristana hardly recognizes Horacio, and
there is very little talk o f love o f any kind, platonic or erotic. I f anything is left for Tristana,
the narrator com m ents in Chapter X X V III, “El ser herm oso y perfecto que amó,
construyéndolo ella m ism a con materiales tom ados de la realidad, se había desvanecido
[ ...] Si antes era un hombre, luego fue D ios, el principio y fin de cuanto existe” (247).
The narrator’s description o f Tristana’s last lo v e as “el principio y fin de cuanto
existe” does raise the question as to how such a love transpires in the n o v el’s final pages. It
certainly does not square with a view that Tristana becom es a “beata” at the end. Her tw o
imagined endings on A B 15 may offer som e insight into this. Firstly she sees herself begging
at a church door (a form o f work, as in Misericordia). Secondly she recognizes that she w ill
need help to continue existing. A nd w hy did Galdós change the verb “acoger” to “recoger”
on A B 15? We m ust assum e that there w as sufficient difference o f m eaning to have
prompted the author to make the change. In Fortunata y Jacinta, the work o f active nuns,
as distinct from their contem plative counterparts, is described as follow s: “consiste en
recoger ancianos, asistir enfermos, o educar niños” (1 ,591 ), and the narrator calls the female
inm ates o f Las M icaelas such as Fortunata, “las recogidas” (I, 604). A m ong the m any
differences o f nuance betw een the tw o verbs, one seem s relevant here: “acoger,” in its
m eaning o f “giving w elcom e”, and “recoger,” meaning “to give shelter to,” point to the
second verb as giving a stronger emphasis to prolonged seclusion from the world, but in
Tristana’s case not in a convent. The implication in G aldós’s change o f verb is that in the
author’s m ind Tristana accepts that she w ill have to depend on D on Lope, which rendered
“acoger” redundant. These tw o ideas, that o f work, and that o f a life dependent on Lope,
com e together in the marriage solution, in w hich they marry in order to secure Tristana’s
future after her operation, and Lope’s lik ely predeceasing her. (We m ay notice, too, that
Tristana’s operation, unlike D on L op e’s on A B 14, is not described as an “escena
lastimosa,”, but w ith emphasis on D on Lope as “valiente.”) Their collaboration in the patio
and kitchen o f their n ew hom e m ay be seen in the n o v el’s last paragraph. So, Tristana’s
lo v e o f “el principio y el fin de cuánto existe” is her acceptance o f partnership with Lope,
her love o f life, in order to continue existing.
The marriage solution evidently did not occur to Galdós when h e w as writing A B 15,
although he had left the issue open for decision in paragraph 7 with the questions as to how
134 JAMES WHISTON
Tristona w ill manage to survive after the amputation o f her leg. There is also D on Lope’s
prom ise to equip Tristona w ith “un estudio precioso,” when he had told her at A B 11 that
he w ould have to end his days in the poorhouse. This large gap betw een D on L op e’s
circumstances and his plans for Tristona made it necessary for Galdós to com e up w ith som e
financial arrangement, which in the final version involves considerable sacrifice o f principle
on D on Lope’s part. Therefore the last word in A B 15 used to describe D on Lope, “valiente,”
is a u seful pointer to the important and generally positive role in the n ovel that Galdós
reserved for him after Tristona’s operation, although his satisfaction at being successful in
keeping Tristona w ithin h is dom ain m akes for an interesting point o f debate. Yet his
egotistical attitude is also em phasized in A B 15 w hen D on Lope repeats after Tristona’s
operation: “es m ía, es m ía.” I f w e look at the phraseology o f the second sentence o f that
page w e can see that the narrator’s phrase and its subsequent clause that present Tristana’s
situation sympathetically (“en aquel trance terrible, al quedar mutilada la que soñaba con
ser actriz”) are im m ediately follow ed by D on L op e’s dubious expressions o f self-
satisfaction. A t least in this sentence structure the A B version manages to capture the m ixed
m otives o f the decadent D on Lope. W hen w e exam ine the equivalent in the printed edition
w e can see that the bare, repetitious phrases, “es m ía, es mía” are given the g lo ss o f the
master novelist, in w hich the earlier caricature o f the decadent patriarch takes on som ething
o f the ripeness o f character which he acquires towards the end o f the novel:
The last-minute decision to amputate Tristana’s leg also had the effect o f helping towards
the rehabilitation o f Don Lope in the narrative, because it has come as a result o f the uncertainties
o f life rather than from any malign influence o f Lope on Tristona, even though she is inclined to
blame Lope for spreading his leg illness to her.3
The news o f Horacio’s marriage ends A B 15, and in the printed edition it is given similar
prominence by being placed at the end o f Chapter XXVII. Mention in the latter, o f the date when
the new s arrives, “Una mañana de Noviembre” (242), the month o f the dead, is sufficient to
suggest the death o f Tristana’s hopes where Horacio is concerned, and what the narrator in the
following paragraph calls the “acabamiento definitivo de sus locos amores” (243), linking her
to som e extent with the “loco” Horacio o f AB.
This A B manuscript is unusual in that it represented a break in the middle o f Galdós’s
composition o f Tristona, rather than an early Alpha version that was then revised, or involving
the drafting o f a smaller portion o f the novel, as in other Galdós manuscripts. M uch o f the
emphasis in the fifteen pages o f the A B version is placed on the continuation o f the letters
THE ALPHA/BETA VERSION OF THE SECOND HALF OF TRISTANA 135
between the lovers, already begun in Chapter X V I, but at the top o f A B 11 the focus shifts to
D on Lope. On A B 12 Horacio returns from the Mediterranean with his erotic desires at full
charge, and comes up against a Tristona who is enamoured o f a different ideal, and who is being
both manipulated by D on Lope to stay with him and later being pleaded with by him when Lope
has to have his leg amputated. The scenario o f the murder o f Horacio and Tristona by Lope is
rehearsed, but abandoned in favour o f the “definitive” version o f Tristana’s operation, Lope’s
exultant “es mía, es mia” (AB 15) and Horacio’s marriage. The “definitivo” A B 15 represented
to som e degree a call to order by Galdós to make the story line more in consonance with his
practice o f realism, getting rid o f extravagant and at times outlandish scenarios, laced with
Calderonian overtones (Goldin),4 and a flirtation with melodramatic outcomes, as analysed by
Sinnigen. It is therefore altogether fitting that both the A B version and the printed edition end
with marriages, a solution that can then give rise to the half-reply to the question posed at the end
o f that final version: “¿Eran felices imo y otro?... Tal vez.” Strictly speaking, the phrase “uno
y otro” is unnecessary for the understanding o f the question being asked, since it is obvious who
is being referred to here; but the apparently redundant phrase serves to suggest, in its bipartite
structure linked by the copulative, the solution o f mutual aid presented by Galdós as the
denoument to Tristona, in which the couple work together as best they know how: “¡que la vida
es corto y hay que gozar de él!” (161), as Tristona had written to Horacio. This is not to lose sight
o f the limitations involved in the arrangement; as Engler (103) has suggested in relation to the
couple at the beginning o f the novel, pointing to “the limits on the ego (The Other exists).” In
the last Chapter, XXIX, the shortest in the novel, Galdós w ill deal succinctly with the economics
o f the marriage arrangement, thereby providing an answer to Tristana’s final question in A B, and
posing one o f his ow n for his readers, with the last seven words o f the printed version.
NOTES
‘Tristona writes another letter on the follow ing day, Tuesday, referring to one from
Horacio in w hich he mentions her illness (161), w hich is plainly im possible.
2 It is a pleasure to acknowledge the excellent pioneering work o f John H. Sinnigen
on the manuscript o f Tristona. Som e rectification is needed o f his emphasis on Tristana’s
desire to be a fam ous artist (“se entrega a su am bición de ser artista y a su amor” [55]), as
it is based on a truncated reading o f A B 9. A fter “Ven p ron to...” (Sinnigen’s ellipses) and
before ‘T ú vales más de lo que crees [sic]” on that page, w ith which Sinnigen finishes his
quotation, Tristona had continued to Horacio (that is, w ithin Sinnigen’s ellipses): “Cultiva
tu arte, haz un gran cuadro de historia, y te v e el numero I.° entre lo s pintores. Pinto aquel
asunto de que tanto hem os hablado: A lejandro... N iño, no seas holgazán, no seas cursi, no
seas gallinero. Tú vales mas de lo que creas.” The emphasis at this point in the draft (and
the n ovel) is on her view o f H oracio’s great potential as a painter, not her ow n. For
differences o f interpretation over Sinnigen’s reading o f his A 14 (m y A B 14), and a copy o f
the relevant page, see W histon, 203-04. (It has to be borne in m ind that som e o f Galdós’s
handwriting at the draft stage o f his novels is very difficult to decipher with certainty.)
3Sinnigen writes: “En Tristona, don Lope envejece, coge un reuma, y luego Tristona
se contagia. E s absurdo; el reuma no es una enfermedad contagiosa” (57). This is to accept
the situation at Tristana’s estimate, w hen she accuses Lope o f com municating to her b y a
“m al de ojo la endiablada enfermedad que padece” (159). In a later letter Galdós has
Tristona point out that the cause centres “alrededor del lunarcito, una dureza... y si m e toco,
v eo las estrellas, lo m ism o que si ando” (164). This suggests that for Galdós the cause o f
Tristona’s illn ess existed in the m ole (“junto a la rodilla, do existe aquel lunar” [159]),
thereby probably pre-dating her living with Lope.
4Goldin m akes the interesting point that Tristona is driven by “its Cervantine-inspired
ironic distortion o f Calderonian chivalric formulas and codes” (104). In the draft version
Galdós considered using the Calderonian “ethos” in a more literal way, having Lope assert
h is patriarchal rights by killing both Horacio and Tristona (A B 14).
THE ALPHA/BETA VERSION OF THE SECOND HALF OF TR1STANA 137
WORKS CITED
Bikandi-Mejías, Aitor. “El deseo en Tristana ------------------. Tristana Manuscript, M S.
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31-32 (1996-1997): 53-63. ------------------. Tristana. Madrid: Imprenta de
Engler, Kay. “The G hostly Lover: The Por “La Guirnalda,” 1892.
trayal o f the A nim us in Tristana.” Sinnigen, John. “ Tristana. La tentación del
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Ed. Francisco Caudet. 2 vols. Madrid: Chapter VII, “ Tristana y La Prensa de
Cátedra, 2000. B uenos Aires.”
DOCUMENTOS
UNA CARTA INÈDITA DE PÉREZ GALDÓS RELATIVA A
ELECTRA
Karlo Budor
[Carta autógrafa de Benito Pérez Galdós dirigida a José A lcalá Galiano, conde de
Torrijos. Fechada en Madrid el 7 de m ayo de 1901. Consta de dos páginas en ima m ism a
hoja. Escrita con tinta, de puño y letra de Benito Pérez Galdós (firma: B. Pérez Galdós). En
el ángulo superior izquierdo del papel (tamaño 21 x 27 cm ) con membrete, está la efigie de
una m usa alada y cam peada sobre la cabeza de león; en e l borde circular figuran las
palabras: A R S - N A T U R A - V E R IT A S. A la derecha se lee: O B R A S D E P É R E Z
G A L D Ó S - H O R T A L E Z A , 132. M ás abajo, a la izquierda, pone: E P IS O D IO S
N A C IO N A L E S - N O V E L A S D E L A P R IM E R A É P O C A - O B R A S D R A M Á T IC A S
-D I S C U R S O S A C A D É M IC O S -N O V E L A S E SPA Ñ O LA S C O N T E M P O R Á N E A S.]
terrible y m ortífero desarrollo. Ya esto no tiene rem edio. N o s devoran, nos com en, nos
acaban. El prolifico bacillus ha invadido ya todo el organismo social.
¡Ay qué ganas tengo de irme al extranjero a respirar otros aires! Veremos si puedo
hacerlo este año.
Venga pronto ese tomo de poem as en francés, inglés e italiano.
M is homenajes m ás rendidos a Mary, que es el Napoleón de la alabarda.
Te mando Electra.
Ya la han representado aquí en ciento cincuenta teatros. [Sic] Contra todas m is
previsiones, la han hecho bandera revolucionaria, y por dondequiera que va salen los obispos
echando excom uniones y el pueblo gritando.
En fin, no m ás por hoy.
Sabes cuánto te quiere tu invariable
am igo
B . Pérez Galdós
¿Quién es el destinatario de esta carta escrita por Galdós? Aunque Galdós m ism o no
indica explícitam ente ni el nombre ni las señas del destinatario, es posible identificar al
destinatario con certeza absoluta. El corresponsal a quien Galdós trata con tan cariñosa
familiaridad (“m i querido Pepe”) es don José A lcalá Galiano y Fernández de las Peñas,
conde de Torrijos (Madrid, 1-5-1839 - San Sebastián, 31-10-1919). Pero, en efecto, ¿qué
se sabe de este personaje?
La existencia entera de José A lcalá Galiano transcurrió aparentemente m edio
anodina, por decir así: en casi total anonimidad. Escasísim os son los datos que se pueden
hallar sobre este excelente am igo del autor canario. La mejor prueba de ello se encontrará
en la entrada “A lcalá Galiano” de la Enciclopedia Esposa. A llí se le dedican hasta dos
entradas distintas e insertadas ima detrás de otra, sin que los redactores se enterasen siquiera
de que am bos textos en realidad se referían a un solo y m ism o personaje. Lo que sigue son
estas dos referencias enciclopédicas resumidas en una sola cita, tal y com o probablemente
debería rezar el texto de la entrada unificada:
A lcalá G aliano (José, Conde de Torrijos), funcionario de la carrera consular, escritor y poeta español;
ha colaborado en los periódicos Escenas contemporáneas (1863), La época (1870), Blanco y Negro
(1891 ), El Gato Negro (1898), Revista Cristiana (1898), El Imparcial (1903), y la Ilustración Española
y Americana·, es autor de varias obras, entre ellas: Estereoscopio social (1872), colección de poesías
humorísticas; El aire de una mujer (zarzuela), La cabeza y el corazón, comedia, en colaboración con
Fernández Grilo, y de unas traducciones, de los poemas dramáticos, de Byron, Caín, Sardanápalo y
Manfredo, en las que, según Menéndez y Pelayo, interpreta magistralmente al poeta ingléá. (218-20)
Lo que también cabe hacer constar es el hecho de que ese corresponsal de Galdós
procedía de una fam ilia m uy ilustre y harto representativa de España, sobre todo en los
siglos X V n i y X IX . M uchos miembros de la familia A lcalá Galiano lograron la celebridad
UNA CARTA INÉDITA DE PÉREZ GALDÓS RELATIVA A E L E C T R A 143
abrazando la tradicional carrera de las armas; algunos buscaron la fama dedicándose a las
letras, a actividades artísticas, académicas e intelectuales o al periodismo; otros prefirieron
entrar en servicios administrativos y diplomáticos del Estado.
Entre los ancestros de don José basta con m encionar sólo a unos cuantos personajes,
todos procedentes de este gran clan familiar. El bisabuelo, D ionisio A lcalá Galiano (Cabra,
1760 - Trafalgar, 1805), caído en la batalla naval, fue insigne marino y autor de tratados
teóricos sobre astronomía y ciencias de navegación. Vicente A lcalá Galiano (1758 -1 8 1 0 ),
hermano d el almirante, fue teniente del real cuerpo de artillería, com isario de guerra,
profesor de matemáticas y renombrado hacendista. El abuelo, Antonio María Alcalá Galiano
de V illavicencio (Cádiz, 1789 - Madrid, 1865), fue fogoso orador político y portavoz del
liberalism o com bativo, hombre de letras, crítico erudito, catedrático universitario,
académ ico, diplom ático, cosm opolita, traductor y tratadista. E l padre, D io n isio A lcalá
Galiano y Aguilar (Cádiz, 1811 - ¿?), fue funcionario de Estado, hacendista, periodista,
poeta y traductor. Otros m iem bros del clan de lo s A lcalá Galiano, parientes lejanos o
colaterales de don José, también descollaron en algún sector de la vida pública. Entre ellos
sobresale de m odo particular Juan Valera y A lcalá Galiano ( 1 8 2 4 -1 9 0 5 ), sobrino del gran
orador A ntonio, diplomático él también y uno de los m ás fam osos novelistas españoles de
su época.
El título nobiliario de conde de Torrijos fue creado el 11 de diciembre de 1837, al
conmemorarse el sexto aniversario del fusilamiento de un conspirador liberal: el general
José María Torrijos y Uriarte (Madrid, 20-3-1791 - Málaga, 11-12-1831)1. Este título de
nobleza luego quedó vacante por desaparecer herederos masculinos. Lo solicitó José Alcalá
Galiano que, por relaciones de consanguinidad, el 28 de noviem bre de 1899 conseguiría
legalm ente el título de conde de Torrijos -c o m o tercero de este lin aje- ya que su madre,
Isabel Fernández de las Peñas y Torrijos, era sobrina del general2.
A sí fueron unidos los apellidos de esas dos fam ilias nobiliarias, es decir: los Alcalá
Galiano y lo s Torrijos. A lgunos de sus portadores llegan a sim bolizar m uchos
acontecim ientos más trascendentales que marcaron la m ayor parte de la historia española
en la primera mitad del siglo X IX . Esos individuos y acontecimientos le pudieron haber
sugerido ciertos temas a Galdós. Los hechos y hazañas de aquellos protagonistas históricos
efectivamente debieron de inspirar al autor de los Episodios Nacionales, en particular sendos
m otivos de sus propias novelas, por ejemplo: Trafalgar, La Fontana de Oro y algunas más.
En fin, también lo reconocía m uy acertadamente doña Emilia Pardo Bazán: “L leva V. [es
decir: José A lcalá Galiano] un nombre glorioso que bastaría a recomendarlo, aun sin mediar
la tarjeta de m i am igo Galdós”3.
Ahora bien, no cabe la m enor duda de que a lo largo de varios decenios entre Galdós
y José A lcalá Galiano existían intensas relaciones am istosas - y a epistolares, y a personales-
que también se extenderían a la familia del diplomático-literato4. Durante unos diez años
-e s t o es, desde julio de 1882 hasta abril de 1893 - José Alcalá Galiano estuvo destacado en
Gran Bretaña com o cónsul en la ciudad de New castle-on-Tyne. Harto y a de permanecer
tanto tiempo “anclado en carbones y nieblas” - según la descripción del propio Pepe Galiano - ,
144 KARLO BUDOR
él m ism o hizo gestiones para librarse de aquel ingrato destino consular. Galdós también,
desde Madrid, secundaba esas tentativas de su compañero literario. En el año 1887 Galdós
tuvo la oportunidad de visitar a su gran amigo y pudo conocer allí a su familia. D e este viaje
y del que en aquel entonces los dos hicieron juntos por los P aíses Bajos, A lem ania y
Escandinavia, algunas im presiones quedarían consignadas en unos apuntes del propio
G aldós, en los que é l habla d e este su “inolvidable compañero de viaje y am igo
queridísimo”. A llí, entre otras cosas, se dice:
Es mi amigo José Alcalá Galiano, poeta eminentísimo, que hace años vive fuera de España, expatriado
por la carrera consular a que pertenece. Actualmente está en Newcastle. Los servicios que mi amigo
presta a su pais, representándolo en esta o la otra ciudad extranjera, no debemos agradecerlos, porque
con ellos Alcalá Galiano vive alejado del terreno de las letras, que es el suyo, y los beneficios de tener
un buen cónsul no compensan la desventaja de tener ausente años y años a uno de los más peregrinos
ingenios de la generación presente. (Shoemaker 277)
matrimonio A lcalá Galiano. Por supuesto que el visitante jugó con el niño, pues - al decir
de su papá José - su hijo “a cada paso nombra a Galdós”. En suma, Galdós hizo la conquista
de toda la familia. U nos trece años m ás tarde, a este “joven Femando” Galdós lo supone
“hecho ya un m ocetón com o un roble”. Fem ando A lcalá Galiano y Smith, cuarto conde de
Torrijos (Newcastle-on-Tyne, 9-3-1883 - Zagreb, 4-4-1958), era diplomático de carrera y
los últim os decenios de su vida los pasó exilado en Croacia, que por entonces aún formaba
parte del Estado de Yugoslavia9. Igual que su padre, Fem ando también tuvo gran afición
por la literatura. A dem ás de varias traducciones, algunas muestras de sus propias
com p osiciones poéticas se conservan en un curioso manual de idiom a castellano de su
hechura10.
M uchos años después de la muerte de don Femando, en m anos del que ahora suscribe
estas líneas pararía intacta apenas una pequeña cantidad de papeles pertenecientes al
desaparecido embajador y poeta. Entre esos papeles - salvados por puro m ilagro - se
hallaron recortes de prensa, algunos documentos, una parte de la correspondencia del propio
don Fem ando y también del legado epistolar que él m ism o había heredado de sus padres.
A lgunos de esos escritos son autógrafos de autores célebres (Benito Pérez Galdós, Vicente
B lasco Ibáñez, M arcelino M enéndez Pelayo, Em ilia Pardo Bazán, etcétera), por no
m encionar a otros destacados personajes, aunque m enos ilustres acaso. A sí quedan
explicados e l origen y la procedencia del texto epistolar reproducido más arriba.
M uy lóg ico parece e l que G aldós haya querido tener a su am igo A lcalá Galiano
informado sobre Electro, su novísim a obra teatral que acababa de estrenarse en Madrid
unos p ocos m eses antes, esto es: el 3 0 de enero de 1901n . En esa temporada la obra
galdosiana se mantuvo durante m ucho tiem po en la cartelera del teatro madrileño, batiendo
el récord con un centenar de funciones, y se representó asimismo en provincias12. A l público
se le brindaba también la oportunidad de poder leer la m ism a obra13. Este libro suscitó
inmediatamente gran interés y en unos seis m eses se vendieron varias tiradas con más de
20 .0 00 ejem plares14. Lo m ás verosím il es que el anuncio o la prom esa de Galdós (“Te
mando Electro”) se refiere precisamente a un ejemplar de esta primeriza edición. Es de
suponer que el autor se lo remitiera dedicado al destinatario José A lcalá Galiano.
A l hacer mención de Electro, Galdós apostilla: “Ya la han representado aquí en ciento
cincuenta teatros.” La verdad es que tal alegato, por exagerado que fuera, sugeriría que
Galdós se hubiera referido con sarcasmo al sonadísimo exitazo de su drama. A l lector actual
tal v ez le sorprenderá un tanto el hecho de que Galdós no se hubiera explayado con más
detalles al comentar los acontecimientos frenéticos relacionados con la recepción de su obra
que, com o bien se sabe, había provocado escándalos y polém icas inmediatamente. U nos
pretendían que Electro era “una obra de arte, carente de intención política”; otros, al
contrario, afirmaban que Galdós hacia propaganda política en teatrols. D e todos m odos las
resonancias de Electro provocaron un encrispam iento de pasiones políticas, llegando a
degenerar en fenóm eno de histeria colectiva, lo que resultaría en la electrización general
causada por la obra, cosa que se refleja también en m uchos comentarios literarios16.
Todo ese tinglado político-literario debió de sorprender bastante al autor. Éste, por
146 KARLO BUDOR
cierto, lo acogería p oco preparado. Por lo dem ás, Galdós no era persona ajena a las
tentaciones de la fama y de la popularidad. Pero ¿estaba él m ism o dispuesto a pagar tan
alto precio com o el que suponía ese tributo a su prom oción personal? Eso se puede poner
en duda. L os clam orosos incidentes desencadenados por Electro no le sentarían bien a
Galdós, harto ya de las secuelas desagradables de un éxito halagador, aunque demasiado
ruidoso a su gusto. E s lo que se deja intuir leyéndose su carta entre lineas. A sí al m enos
parece sugerir aquella invocación con la que Galdós añora una actuación más enérgica, tal
y com o -p ó n g a se por ejem plo - la podría concebir doña Mary, aquella “coronela de
alabarderos, que si hubiera estado por acá en los pasados días habría tenido m il ocasiones
de lucir su pericia en el difícil manejo de las m asas teatrales, llevándolas a la victoria”.
Pero en su carta Galdós apenas si m enciona y aún m enos concretiza lo s ecos
polém icos surgidos a raíz de ese evento a la v ez literario, social y político. Es posible que
este relativo silen cio por su parte se debiera m ás que nada a la brevedad del tiem po
transcurrido entre el estreno teatral y la publicación del texto por un lado, y la fecha de la
carta por otro. Se diría que, en este caso, tampoco existía así llamada distancia histórica que
al autor le permitiese formular unos ju icios más objetivos. Es obvio que a Galdós aún le
faltaba el tiem po necesario para poder aquilatar y analizar con m ayor precisión lo s ecos
provocados por su obra y por sus propias actuaciones en todo ese asunto. A esa posición
ambigua, nada envidiable, aludía Galdós sin dejar de expresar su extrañeza ante la incorrecta
interpretación del drama y fíente a las inmerecidas condenas de él m ism o por ser su autor:
“Contra todas m is previsiones, la han hecho [es decir: Electro] bandera revolucionaria, y por
dondequiera que va salen los obispos echando excom uniones y el pueblo gritando”.
Galdós era un librepensador y no tenía ninguna simpatía ni por el caciquism o ni por
el reaccionarism o en general. U n escritor de sem ejante estampa ideológica n o pudo
abstenerse de elevar, de v e z en cuando, su v o z también contra el clericalism o y lo que él
m ism o llamaba la petrificación teocrática. En el fondo, en sus propias actuaciones políticas,
Galdós n o era m ás que un burgués liberal que, en cierto m om ento de su vida, abrazaría
algunas ideas progresistas, republicanas y hasta socialistas. Pero sería totalm ente
descaminado identificar a Galdós con el radicalismo de cualquier tipo o , incluso, tacharlo
de revolucionario17. D e ahí la justa indignación de Galdós ante sus detractores más feroces.
Ciertas reacciones de G aldós causan la im presión de que el autor m ism o haya
preferido guardar la relativa serenidad, sin dejarse llevar demasiado por el tono acalorado
que iba cobrando toda aquella campaña de los reaccionarios dirigida contra su obra y, de
rechazo, también contra él personalm ente. En com paración con cuanto se pudo leer por
aquellas fechas sobre G aldós en general y contra su Electro en particular, sus propias
palabras - si se ha de juzgar por esta carta - a primera vista no parecen desmesuradas. A l
contrario, parecen bastante conm edidas y com o si reflejasen cierto fatalismo m ezclado con
indiferencia y hartazgo lleno de desdén. Es obvio que, en efecto, lo s términos empleados por
Galdós n o son nada blandos, aunque tam poco parecen excesivam ente cáusticos. Pura y
sim plem ente, reflejan su asco. G aldós, desde lu ego, no da muestras de éstar totalm ente
cegado por el odio, ni mucho m enos. Por tanto, su apostilla m ás bien suena com o una sim ple
UNA CARTA INÉDITA DE PÉREZ GALDÓS RELATIVA A E L E C TR A 147
constatación formulada tal v ez - hay que reconocerlo - sin tener pelos en la lengua:
Aquí seguimos infestados de clérigos, y padeciendo la epidemia clerical en su más terrible y mortífero
desarrollo. Ya esto no tiene remedio. Nos devoran, nos comen, nos acaban. El prolifico bacillus ha
invadido ya todo el organismo social.
Sin embargo, es sabido que Galdós no era persona insensible a los pareceres ajenos,
en especial de ciertas personas de su estima. A l respecto, he aquí un testim onio inequívoco
que corrobora tal alegato18:
Por referencia de periódicos americanos he sabido que escribió usted [es decir: Ricardo Palma] un
juicio sobre Elecíra. No poseo su artículo, y quiero a todo trance poseerlo, por mucho que sea tal vez
severo con esa obra que ha metido tanto ruido y sobre la que tantísimo se ha escrito. Yo colecciono
el pro y el contra.
N o se sabe hasta qué punto José A lcalá Galiano compartía el ideario galdosiano y si
los dos literatos fueran del todo correligionarios id eológicos y políticos. La frase con la que
Galdós quizá debió finalizar la carta - aunque no es precisamente tal su caso - se encuentra
formulada ya un poco antes. Es cuando G aldós exclam a a lo s cuatro vientos su propia
añoranza: “ ¡Ay qué ganas tengo de irme al extranjero a respirar otros aires! Veremos si
puedo hacerlo este año”. Esta llamada aparentemente no tiene otra fruición sino la de buscar
cierta connivencia o com plicidad. Lo m ás normal sería acaso creer que se trata de una
sugerencia o invitación insinuada. Pues este su “invariable am igo” apunta subrepticiamente
com o para incitar a quien - tantas veces antes - había sido ya un perfecto compañero de
viaje. A sí las cosas, el resto queda en suspense.
NOTAS
1 La actuación de Torrijos fue estudiada por I. Castells.
2 A rchivo del M inisterio de Justicia de España, Madrid - S ección de Títulos
N obiliarios, Expediente: Conde de Torrijos (Legajo 179-1, Núm . 1561).
3 A sí lo pone Emilia Pardo Bazán en su propia taq'eta de visita (s.l., s.a.), enviada a
José A lcalá Galiano y que ahora obra en poder del autor, Karlo Budor.
4 Las relaciones de Galdós con A lcalá Galiano se comentan en P. Ortiz Armengol
(1Vida 3 5 6 -3 6 7 ,3 7 3 -3 7 6 ,3 8 5 -3 8 6 ,4 2 0 -4 2 3 ).
5 Esta correspondencia -ju n to con algunas fotos y retratos- ahora se guarda en la
Casa-M useo Pérez Galdós en Las Palmas de Gran Canaria (caja 1 - carp. 4: leg. 3; carp. 5:
leg. 1 ,2 ,3 ; carp. 6: leg. 1). La constituyen 66 cartas de José A lcalá Galiano y otras 32 de
su esposa Mary. Unas cuantas cartas autógrafas -in éd itas aún y dirigidas por Galdós a los
A lcalá G aliano- obran en poder de Karlo Budor, el autor que suscribe estas líneas.
6 Este detalle lo reveló P. Ortiz Arm engol (De cómo).
7 Estereoscopio social. Colección de cuadros contemporáneos, fotografías,
acuarelas, dibujos, estampas, caricaturas, grupos, bustos, agua-fuertes, bocetos, vistas,
paisages, bodegones, camafeos, etc., etc. tomados del natural y puestos en verso satírico-
humorístico p o r Don José Alcalá Galiano. Madrid, 1872. Imprenta de José Noguera,
Bordadores, núm. 7. X X X I + 1 7 9 pp. in-8°. (Al lector, introducción del autor, pp. VII-XV;
Prólogo de Benito Pérez G aldós, pp. X V II-X X V I). V éase al respecto también: W. H.
Shoemaker (Prólogos).
8 Facettes. Chants de l ’exil par José de A lcalá Galiano Comte de Torrijos, Biarritz,
Imprimerie Lamaignère, Rue de Château, 1901; 191 pp.
9 Sobre Fernando Alcalá Galiano, véase K . Budor (España y Croacia).
10 F[emando] Alcalá Galiano de Torrijos, Spanjolska rije □ za Jugoslavene (Uvod u
spanjolskijezik i knjiQevnost)-El españolpara los yugoeslavos (Introducción a la lengua
y literatura españolas). (C om puesto por F[em ando] A lcalá Galiano de Torrijos en
colaboración con Lj[ubica] Wickerhauser). Edición e imprenta: “Univerzum” (Manuales
de la U niversidad de Zagreb), Zagreb, ju lio de 1957. Tirada de 6 0 0 ejemplares en
multicopista; 222 pp.
11 Sobre e l estreno de Electra rem ito a: Ortiz A rm engol (Vida 571-80); Baraja;
Blanquat; Elizal; Escobar Bonilla.
12 F. Hidalgo Fernández y B . Madariaga de la Campa dan cuenta de la recepción de
Electra en provincias.
13 ELECTRA / Drama en C inco A ctos / por / B . Pérez Galdós / Representóse en el
Teatro Español la noche del / 30 de Enero de 1901 / Madrid / Obras de Pérez Galdós /1 3 9 ,
H o r ta le z a /1901.
14 G. Lenormand citado por E. Inman F ox (132).
15 D e esas controversias trata Berenguer (206).
16 El im pacto literario de Electra fue analizado por Casado Marcos de León.
UNA CARTA INÉDITA DE PÉREZ GALDÓS RELATIVA A E L E C TR A 149
OBRAS CITADAS
“A lcalá Galiano”, Enciclopedia universal C astells, Irene. La utopía insurreccional del
ilustrada europeo-americana liberalismo. Torrijos y las
(Enciclopedia Esposa). Voi. 4. Madrid: conspiraciones liberales de la década
Espasa-Calpe, 1908 y sgtes. 218-20. ominosa. Barcelona: Editorial Crítica,
Andreu, Alicia G. “Cartas entre Benito Pérez 1989.
Galdós y Ricardo Palma”. Anales E lizalde, Ignacio. “A zorín y el estreno de
Galdosianos año 20.2 (1985): 157-62. Electra, de Pérez G aldós”. Letras de
Baraja, Pío. “El estreno de Electro”. Obras Deusto 3 .6 (1973): 67-79.
completas. Voi. 7. Madrid: Biblioteca Escobar Bonilla, María del Prado. “A nálisis
Nueva, 1949.741-42. de algunos aspectos de Electra:
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Sección estudios 26), 2004. m agisterio de G aldós”. Anales
Casado Marcos de León, Á ngel. “Electra: Galdosianos 8 (1973): 89-94.
Un episodio significativo y Madariaga de la Campa, Benito. “La crítica
circunstancial de la relación entre el 98 de Electra en la prensa de Cantabria”.
y Galdós”. Nuevos estudios sobre Galdós: Centenario de “Fortunata y
Historia del Pensamiento Español. Jacinta" (1887-1987). Madrid:
Actas de las V. Jomadas de Hispanismo Universidad Complutense, 1989. 325-
Filosófico (Santander, 2001), coord. 35.
A ntonio Jim énez García, X avier
A genjo B u llón y R afael V. Orden
Jim énez. Madrid: Fundación Ignacio
Larramendi, A sociación de Hispanismo
F ilosófico, 2005. 321-38.
UNA CARTA INÉDITA DE PÉREZ GALDÓS RELATIVA A E LE C TR A 151
Introducción
desplegó una gran actividad pública, siendo elegida Diputada durante las tres legislaturas
republicanas. Su actividad política se desarrolló primero com o m ilitante del Partido
Socialista; posteriormente pasaría al Partido Comunista, del que sería expulsada en 1942,
por mantener posturas críticas a la dirección del Partido. Durante la Guerra C ivil española
ocupó diversos cargos, luchando siempre a favor de la causa republicana. Cuando finalizó
la contienda pasó, con su fam ilia a Francia y, desde allí, se trasladaría a M éxico, donde
residiría hasta su muerte en 1968.
Esta mujer, adelantada a su época, de gran formación y fuerte personalidad, siempre
estuvo preocupada por los más débiles, sobre todo por las mujeres y los niños, com o se
puede comprobar en sus escritos y en sus diversas actividades. C om o ejem plo de su interés
por los más desfavorecidos, puede servir su libro La condición social de la mujer en España
(1921), texto reivindicativo sobre el papel que la mujer debía ejercer en la sociedad de la
época. Esta publicación fue m uy polém ica y causó un gran escándalo, siendo prohibida por
el Obispo de Lérida, aunque, a pesar de ello, su autora obtuvo ima gran popularidad, que la
haría ser solicitada en numerosas ocasiones com o conferenciante sobre fem inism o y los
derechos fem eninos. Su preocupación por los niños se hace patente en el pequeño orfanato
que fundó en Madrid en 1918, “Las Casa de los N iños de España”, establecim iento que
acogía a niños ilegítim os y que, a la vez, servía de guardería para madres trabajadoras.
Según Preston, “[f]ue la primera guardería no religiosa de Madrid”, aunque Margarita se vio
obligada a cerrarla en 1920 (269).
Estas son, tan sólo, algunas breves pinceladas que ponen de m anifiesto la
personalidad de Margarita Nelken, así com o la diversidad de sus ocupaciones e intereses,
detalles que ayudan a comprender cóm o esta jo v en culta y vanguardista, ideológica y
estéticam ente, se integró en el entorno de G aldós en lo s últim os años de su vida,
participando en su tertulia y visitando al escritor tanto en Madrid com o en Santander. Esta
relación am istosa está avalada por varios docum entos que la confirm an, com o algunas
cartas de Margarita a D on Benito, que se conservan en La Casa-M useo de Las Palmas, en
las que se m anifiesta la admiración de la joven autora por el gran escritor; consideración
respetuosa y afectiva que será aún m ás patente en el texto que, tiem po después, escribiría
Margarita evocando la figura de Galdós en su faceta más personal. En él podem os observar
com o la admiración inicial se había convertido en profunda amistad, y cóm o esta mujer
jo v en , sugestiva y excepcional, formaba parte del círculo de am igos del escritor, al que
visitaba con asiduidad, hecho que le permitía conocer la cotidianeidad del hogar familiar
de D on Benito.
Es com prensible que un hombre com o Galdós, que siempre estuvo atraído, literaria
y personalmente, por mujeres inteligentes y cultas, que se diferenciaban del m odelo social
vigente y que buscaban su propio espacio en la sociedad de su tiem po, se sintiera interesado
por una joven que reunía esas cualidades y características, y que ésta formara parte de sus
amistades. E l aliento mostrado por el autor consagrado hacia una jo v en que com ienza en la
literatura será recordado con gratitud por Margarita N elk en en el ensayo biográfico que
PRESENCIA Y EVOCACIÓN DE GALDÓS POR MARGARITA NELKEN 155
en cuenta que está escrito en los años cuarenta, período en el que en España, país que ella
había tenido que abandonar, escaseaban valores com o la comprensión y el respeto al que
pensaba de forma diferente, mientras que prevalecían la intolerancia y la intransigencia más
absolutas.
En resumen, Margarita Nelken, con un estilo rápido, conciso y ameno, que podríamos
definir com o periodístico, ofrece en su evocación una imagen viva y a la v ez cercana del
autor canario, una instantánea casi fotográfica de don Benito, que hace que los lectores se
aproximen a él y a la significación de su figura com o deseaba su autora. El relato de N elken
permite que casi podamos estar en compañía de Galdós, e incluso verle, com o alguna de sus
visitas, en su dom icilio madrileño o en su finca santanderina, y, por lo tanto, imaginar cóm o
era su cotidianeidad en los últimos años, época dura y difícil, porque a la ceguera y a los
achaques, debidos a la edad, se sumaba una difícil situación económ ica. Esta etapa, de la
que el autor nada com enta en sus m em orias, es la que conoció Margarita N elken, que,
partiendo de la admiración, el respeto y la am istad, nos cuenta algunos de aquellos
m om entos entrañables o divertidos, insignificantes o trascendentes, pero siempre vivos y
plenos de vitalidad y fuerza, por m ediación de lo s cuales nos aproximaremos al hombre,
origen del creador de tantos obras extraordinarias que perviven en el tiempo.
Este texto inédito, que se conserva en el A rchivo Histórico Nacional de Madrid3, está
com puesto por ocho holandesas de papel de copia, mecanografiadas, aunque numeradas a
mano desde la página 6 a la 13. El papel, dada su fragilidad, se encuentra deteriorado, sobre
todo en los bordes laterales, debido a lo cual algunas palabras, m uy pocas, son de difícil
lectura. El texto que publicam os aquí es literal, ya que no se han introducido cam bios
salvo la actualización de la acentuación y la corrección de alguna errata.
D e D on Benito Pérez Galdós nos gustaría decir solam ente que, para cuantos tuvimos
la dicha — dicha inmensamente acrecentada en el recuerdo — de haber sido admitidos en
su intimidad, e incluso para todos los españoles, para todos lo que, por el mundo, de habla
española, saben de las letras y del espíritu de España, el autor de lo s Episodios Nacionales
fue, y quedará por siempre, “D on Benito”.
Sin M ás.
N o es nuestro propósito aquí el analizar, n i siquiera el glosar cumplidamente, la obra,
gigantesca por todos los conceptos, hasta por el de su fecundidad, de quien supo sentir y
expresar las reacciones em ocionales, desde las m ás heroicas del D os de M ayo, hasta las más
cotidianas de Fortunata y Jacinta o El amigo Manso, de un pueblo que por él cobró nuevas
grandezas. N ada es nim io en lo que sobrepasa la m edida com ún y todo contribuye: por ello,
deshilvanadamente, al correr de la evocación, vam os a ceñir nuestro pensamiento a algunos
de los aspectos, no de la obra, sino de la vida que a com pás suyo se fue deslizando. Y, al
PRESENCIA Y EVOCACIÓN DE GALDÓS POR MARGARITA NELKEN 157
hacerlo, seguros estam os de que estas aparentes nim iedades, de que estas pequeñas
anécdotas, servirán para aproximar mejor al lector a la significación de quien supo encerrar
en sus páginas buena parte del alma de su patria. Buena parte del alma de su tiempo.
La vida de D on Benito, cuando él y a llegó a ser “don Benito”, presentaba, año tras
año, dos fases netam ente distintas: la madrileña, de los m eses de invierno y la de “San
Quintín”, la finca de Santander, o sea, el veraneo.
San Quintín llevaba este nombre porque la instalación en ella había coincidido con
la salida al mundo de la famosa obra del m ism o titulo. P oco a poco, y cada año más, la casa
de Madrid, “la casa de los Hurtado”, com o familiarmente se la llamaba, en donde don Benito
habitaba en el hogar de su sobrino, fue perdiendo importancia: la verdadera existencia de
don Benito, su existencia de meditación, acopio de datos y creación, transcurría en la quinta
de orillas del Cantábrico.
En Madrid, recibíanse m ás visitas. La calle, también, ocupaba m ás tiem po. Las
jom adas, casi invariablemente, eran así: don B enito se hacía llamar entre siete y m edia y
ocho; leía — o, en lo s últimos años, se hacía leer — la prensa, (la de todos los m atices y
colores); a las diez y m edia u once m enos cuarto pedía el coche — su berlina, tirada por
un caballo— y regresaba puntualmente a las dos para el almuerzo. Por la tarde, trabajaba
algo, sin gran em peño. Recibía algunas visitas, o volvía a pedir el coche a eso de las cuatro
y media, para regresar, también m uy puntualmente, antes de las ocho. D e su madre, mujer
extremadamente rígida en sus principios — (gustaba él de contam os, com o al enterarse de
que a “Benitín”, cual le llamó siempre, le habían dado un banquete con ocasión de su primer
triunfo: el de La Fontana de Oro había exclam ado con disgusto: “¿Qué es eso de un
banquete? Benitín, lo que tiene que hacer es trabajar. Y dejarse de frivolidades”) — de su
madre, pues, había adquirido, y n o lo perdió jam ás, un gran respeto para “la casa” y, m uy
principalmente, para “las señoras”, es decir las señoras de la familia, a cuyo caigo estuviere
el orden de la casa y el mantenimiento y renombre de esta familia. En tanto vivieron sus
hermanas — él era el menor de nueve hijos — , habitó con ellas, más tarde, cual ya queda
apuntado, con su sobrino, y nunca se permitió faltar, ni siquiera retrasarse, a la hora de las
com idas.
Sin em baigo, en los últim os años, la cena la tomaba en la cama. Siempre lo mismo:
una sopa de ajo, dos huevos duros y un té con leche.
Su verdadera vida era en San Quintín, y era San Quintín.
Por laigo tiem po había estado madurando los planos: uno de sus álbums de dibujo
nos muestra, entre recuerdos de viajes, apuntes de paisajes diversos y de figuras, una y otra
fachada primitivamente ideada para la que había de ser realmente “su casa”.
Le gustaba dibujar, y lo m ism o agarraba el lápiz para hacerle un retrato a un am igo,
reproducir, de m em oria, el Partenón o una catedral española o italiana, que un objeto
cualquiera, el m ás corriente, que de m om ento entretuviera m ecánicam ente su atención,
mientras la im aginación vagaba en tom o a lo s protagonistas de una novela o de un drama.
A si nos ha quedado constancia de la prolongada “maduración” de San Quintín.
Aquí, la existencia de trabajo era intensísima. Despertar: a las cinco y media. S e le
158 Ma DE LOS ÁNGELES RODRÍGUEZ SÁNCHEZ
subía a la alcoba el desayuno (un jarro grande de café y otro de leche; primero, llenaba la
taza de café negro, y, a medida que la iba apurando, a sorbos, la iba llenando con la leche);
hojeaba la prensa, y bajaba al despacho, de donde no salía hasta las dos, para el almuerzo.
Este prolongábase en una pequeña sobrem esa con lo s familiares. D espués, otro rato al
despacho, a corregir las cuartillas escritas en la mañana y a despachar la correspondencia.
Por fin, a eso de las cinco, don Benito salía a la huerta hasta la hora de la cen a — en verano,
las nueve o nueve y m ed ia— que tomaba en el comedor; tras lo cual, de inmediato, subía
a acostarse.
La huerta era, con el despacho, el centro medular de San Quintín. D on B enito ni
siquiera llevábase a ella un libro: paseaba, cuidaba personalm ente de sus ñutos; los
contemplaba em belesado, amorosamente pudiérase decir. S e le interrumpía únicamente a
m edia tarde, para llevarle un gran jarro de leche, de eso s jarros de cocina, de peltre con
tapa, del cual bebía a chorro, sin emplear vaso. Y lo s ñ u to s eran su orgullo. A cerca de
cualquiera de sus obras aceptaba la discusión: nunca se dio autor m enos pagado de si m ismo.
Pero lo s tom ates o repollos que él cultivaba eran inmejorables. ¡Cuantas v eces, en los
últim os años, en que las cataratas no le permitían advertir lo s gestos de los circunstantes,
éstos, para no apenarle, hubieron de asentir a sus ingenuas exclam aciones sobre la dulzura
de unas ñutas a las que era preciso colmar de azúcar para poderlas hincar e l diente!
Su amor infinito, un amor realmente panteístico por todo lo creado, le impulsaba a
descubrir bellezas incógnitas en la flor más hum ilde — siempre tenía, en toda estación, que
haber flores en la casa — y en cualquier bichejo. Tuvo siempre herm osos perros; en
particular recordamos un mastín al que, por ser toledano, le puso por nombre: “Tajo”, y del
cual d ecía que llevaba dentro el alm a de San Francisco de A sís. Pero no tuvo m enos
cuidados para un ratoncito que, en uno de los silencios de ima tertulia vespertina de San
Quintín, cruzó tranquilamente por en m edio del despacho. A la noche siguiente, hacia la
m ism a hora, don Benito impuso silencio: “A ver si pasa nuestro huésped”. En efecto, el
huésped tom ó a pasar. Y, desde entonces, don Benito, por espacio de semanas, preocupóse
de dejar unas m iguitas de pan y un platillo de leche para e l ratoncito, y, llegada la hora de
la aparición de éste, todos debían callar y evitar el menor ruido, a fin de n o asustarle.
También tuvo dos patos, que andaban sueltos por la huerta, y a lo s que llamaba
“Rinconete” y “Cortadillo”.
Ejemplarmente sobrio — bebía sólo agua y café puro; mucho café, y, después de las
com idas su taza de hierba-luisa— nada inclinado a los placeres de la m esa, si bien gustaba
extraordinariamente del dulce llamado “Glorias de Portugal” (unas yem as bañadas en
azúcar, que en Madrid imbricábanse únicamente en la confitería de Martinho, en la calle del
Arenal, y de las cuales sus am igos le obsequiaban grandes bandejas, el día de su santo),
sentía, en cam bio, una predilección, en cierto m odo, casi sensual por la m úsica — Bach y
B eethoven eran sus d io se s— y, con ñecuencia, los inteipretaba él m ism o, en un armonio,
de esos que se llam an “portátiles”. A Rafaelita, la hija de Machaquito, a la que tuvo consigo
desde antes que anduviera sola, com o si fuera su propia hija, apenas levantó unos palm os,
la aficionó a B ach y al Q uijote— las dos bases de la Cultura, d ecíale— y él m ism o le guió
PRESENCIA Y EVOCACIÓN DE GALDÓS POR MARGARITA NELKEN 159
lo s prim eros intentos p ianísticos, haciéndole tocar, con un dedo, “La M arsellesa” .
Y e s que, republicano, lo era hasta e l tuétano. R epublicano y lib eral, en em igo
acérrim o d e todos lo s fanatism os y tolerante para con todas las con viccion es, con tal de que
fuesen sinceras y generosas.
N unca quiso saber nada d e lo se entiende por vida de sociedad; pero recibía con
agrado la s v isita s, y é l, por lo general reservado, p oco com unicativo, se entusiasm aba
haciendo hablar a las g en tes sen cilla s, a lo s jó v en es, a lo s n iñ os. C uando se ed ificó , en
M adrid, la casa vecin a a la de lo s Hurtado, a m enudo pedia le trajeran a lo s hijos d el guarda
de la obra: una niña y un n iño, dicharacheros y v iv o s, dos p illu elos en lo s que v eía com o
una representación espontánea de la esencia d el pueblo m adrileño. E l niño se llam aba Julián,
y don B enito gustaba de esta broma: tan pronto entraba el rapaz, le espetaba: “Julián ¡que
TIÉS madre!” A lo cual e l ch iq uillo, ignorante d e “La Verbena de la Palom a”, respondía,
m uy serio: “S i señor; está en casa.” R espuesta que a don B enito le inundaba de jú b ilo.
R ecuerdo tam bién de un verano en Santander, en que cada tarde recibía la v isita de
una señora extranjera con sus dos n iños. La señora era pedantuela si jam ás las hubo, y se
creía en la ob ligación de hacer gala, ante el escritor ilustre, de sus conocim ientos literarios.
A don B en ito, su charla rem ilgada e in su lsa le sacaba de q u icio. Y un d ía en que su
petulancia de “bas-bleu” había resultado m ás enfadosa aún que de costum bre, al preguntarle
y o después a don B enito com o tenía p aciencia bastante para aguantarla tan d e seguido y si
era que la tom aba de m odelo para algún personaje de una obra en curso, m e exp licó: “E s
que, sí ella no vien e, no vienen lo s n iños.”
(Y tam poco m e resisto a recordar este lan ce, em otivo sobre todo para m í: m e p idió
don B enito una foto m ía para tenerla en su despacho de San Q uintín, entre las de aquellos
a quienes m ás quería.“Pero, que sea con la niña, n o se le olvid e”, esp ecificó. M i hija tenía
entonces d os años. En la fo to , en m is brazos, salió enfurruñada, y esa carita m alhum orada
d e [la] niña a don B en ito le entusiasm ó. La fo to n o abandonó ya nunca la repisa de la
b iblioteca cercana a su m esa).
L os n iñ os, la gen te d el p ueblo, lo s jó v en es, cuantos dejan flu ir sin trabas
convencionales sus sentim ientos en palabras, servíanle de m anantial, para renovar o acuciar
su inspiración. É l fue joven , y hasta, por m uchas facetas, niño hasta lo s últim os cinco m eses,
en que la d olencia le privó de serlo. D espués de la v isita — en M adrid— de una periodista
francesa, una m uchacha que había creído, sin duda, representar ante don B enito un papel
interesante m ostrándose en la conversación escéptica e indiferente a todo y para con todos,
m e dijo: “Esa señorita, de espíritu tan viejo, ¿qué hace ya en este m undo? S i nada la apasiona
¡que se m uera de una vezP ’É l, por entonces, pasaba y a de lo s setenta y estaba casi cieg o .
F ue una d e la s m uy contadas v ec es en que le v i a punto — só lo a punto — de
encolerizarse. Porque su com prensión le im pulsaba a encontrar siem pre disculpas para lo s
yerros ajenos; m ás exacto: a no detenerse en ello s. Jamás nadie, verbigracia, n i aún la tertulia
m ás íntim a, le o y ó la m ás le v e critica a uno d e su s intérpretes: por e l contrario, siem pre
exteriorizaba su gratitud hacia cuantos representaban sus obras. Por cierto que, in clu so en
la cúspide de su gloria, cuando cualquier reestreno de G aldós era un acontecim iento de
160 M“ DE LOS ÁNGELES RODRIGUEZ SÁNCHEZ
antem ano en salzado, sin d iscu sión p o sib le, la com unicación con el p ú b lico segu ía
produciéndole la m ism a ingenua alegría de lo s prim eros tiem pos. M e v eo jun to a é l, en
aquel clá sico “salon cillo” d el Teatro Español con sus paredes cubiertas por lo s retratos de
las “glorias” que a lo largo de lo s lustros habían dado esplendor al antiguo “Corral de la
Pacheca”. D on B en ito, que y a apenas v eía , sobresaltándose en su silló n y agarrándom e
trém ulam ente el brazo cada v e z que hasta nosotros llegaba el rumor, atenuado por la lejanía
de la sala, de una ovación que irreprim iblem ente interrum pía o term inaba una escena, se
incorporaba a m edias y preguntaba: “¿Ya?... ¿Ya?...” en espera feb ril d el final d el acto, en
que habíam os de bajar hasta e l escenario, en e l cual su altísim a silu eta, presentada con
reverencia por lo s dos principales intérpretes, sería acogida por las aclam aciones delirantes
de un público que no se cansaría de vitorearle.
M uchos de su s estren os, por la valentía de las op in ion es exp u estas y por las
circunstancias en que tuvieron lugar, provocaron la exasperación de las pasiones.
Tal, en particular, e l estreno de Electro. C oincidió con una de esas “affaires” cuyo
escándalo, desde la prensa salp ica, en m as o en m enos, al m undo o ficia l, al régim en que
n ecesita de determinadas fantasm agorías para ocultar la m iseria de su realidad, y a la “gente
bien” que provee al m undo o ficia l y sostiene al régim en. Era todavía la regencia de D oña
M aría C ristina, cuyas virtudes personales, p ese al rem oquete que la caricaturizaba (se la
llam aba “D oña Virtudes”) eran innegables, pero cuya autoridad, para España, no podía ser
m ás calam itosa. L os desastres de la pérdida de las C olonias, con lo s lam entables regresos
de lo s supervivientes convertidos en ex-hom bres, sangraban aún, con su actualidad reciente,
en todas las m em orias... La influencia vaticana, dem asiado presente y dem asiado p atente...
Y, com o flor del ramo que pretendía ocultar tanta desdicha y tanta lacra, ese escándalo del
“rapto” — la prensa liberal decía: secuestro — de una señorita, hija de fam ilia conocida,
encerrada a fuerza en un convento en una disputa feroz de intereses, convento d el cual había
escapado de m ilagro... Las prim eras planas de lo s diarios de izquierda n o hablaban de otra
cosa.
L a noch e d el estreno d e Electro fu e, a un tiem po, ap oteosis y batalla cam pal. El
caballo del coche de don B en ito fue desenganchado y el carruaje arrastrado, llevado casi en
volandas, por una m uchedum bre que convertía un triunfo dram ático en válvu la de escape
de su indignación. Y, por esp acio de sem anas, la frase con que e l protagonista d e Electro,
en e l colm o de la desesperación en que le han sum ido ciertas m aquinaciones clericales,
habla de prenderle friego a un convento, v eía de inm ediato el escenario llenarse de cajas de
cerillas arrojadas por e l p úblico d el “gallinero” enardecido, que prom etía su ayuda y alentaba
a actuar sin dem ora.
Y, sin em bargo, e l anticlericalism o de don B enito, por firm e y consecuente que friese,
m antúvose siem pre distante d e cuanto o liese a dem agogias antirreligiosas. N ada tenía de
creyente, desde lu ego, pero y a hem os dicho que las con viccion es sinceras, las que fueren,
le inspiraban profundo respeto: prueba de ello , su larga am istad con e l obispo d e Jaca, que
n o faltaba nunca a visitarle cada v ez que ven ía a M adrid. Por cierto que e l autor de Doña
Perfecta le llam aba donosam ente — y a él m ism o por supuesto — “M achaquito”, porque
PRESENCIA Y EVOCACIÓN DE GALDÓS POR MARGARITA NELKEN 161
decía que llevaba el m anteo en form a “m uy torera”, lo cual al prelado antes parecía halagarle
que disgustarle.
Y, a propósito de “M achaquito”, la estrecha am istad con éste (tan estrecha que don
B en ito se h izo cargo de la hija d el torero) tuvo su in icio en un ep isod io que p one al
descubierto la exquisita sensibilidad d e P érez G aldós. E l que había de llegar a ser uno de
lo s m ás renom brados toreros d e su época, por entonces era todavía un oscuro n ovillero.
A quel dom ingo, en la plaza de Santander, e l santo se le había vuelto de espaldas, y el fracaso
d e la tarde prolongábase inm isericordiosam ente, por una m uchedum bre que le segu ía
insultando, a boca llena, frente a lo s balcones d e su m odestísim a casa de huéspedes.
D on B en ito y Hurtado acertaron a pasar por a llí en e l m om ento álgid o d e lo s
im properios. “ ¡Pobre chico! — dijo don B enito — vam os a intentar consolarle.” Y am bos
sin pensarlo m ás, abriéronse paso entre el gentío vociferante y subieron la em pinada escalera
de la pensión, en donde perm anecieron un rato, dirigiéndole, al n ovillerito de la m ala tarde,
unas frases de buen augurio para e l porvenir. N i siquiera se dieron a conocer. “M achaquito”;
o , m ejor dicho, e l futuro “M achaquito”, hallábase dem asiado acongojado para pensar en
preguntar quiénes eran eso s d os señores.
A la vu elta de unos años — “M achaquito” era ya “M achaquito” — e l torero se
encontró un día, en Madrid, en la calle, con Hurtado: “¿U sted es uno de aquellos dos señores
que aquel m al día, en Santander, subieron a m i cuarto, a darme ánim os? ¡Poco que m e alegro
de poder darle a usted las gracias! Pero quisiera ir a dárselas tam bién al que iba con usted”.
Y a sí em pezó una am istad que había de durar toda la vida de don B enito, y que tuvo p erfiles
tan d elicados com o el de las cartas que “M achaquito”, de joven , le escribía a don B enito, y
que don B enito le d evolvía corregidas de su puño y letra, para que el torero, que no había
podido instruirse fuera aprendiendo a escribir con sintaxis y con ortografía.
F ue, don B en ito, por antonom asia, am igo d ilecto de todos su s am igos, y supo
m antener e l sentido hum ano de la cordialidad por encim a de las m ás estridentes diferencias
de criterio. A m igo de Pablo Ig lesia s, e l creador d el m ovim iento obrero español, fundador
de la U nión G eneral de Trabajadores y d el Partido Socialista, y am igo, por igu al, de don
A ntonio M aura, el p olítico conservador; de D ato, el estadista que había de atraerse lo s od ios
populares hasta e l asesinato, y d e don G um ersindo A zcárate, el político liberal. Sus íntim os:
Pereda, con quien cruzó, durante añ os, una correspondencia que es jo y a inestim able, y
M enéndez P elayo; e l doctor M anuel T olosa Latour, que com paginaba e l ejercicio de la
m edicina con clientela “de moda” con un diletantism o literario que le tenía al tanto de cuanto
se publicaba en M adrid y en París, y don F rancisco G iner de lo s R ío s, cuya sincera
austeridad repugnaba tam bién d e lo s sectarism os, por lo general disfraz de actitudes
con d ón ales y convencieras, y en quien el autor d e lo s Episodios Nacionales admiraba el
sentir hondam ente español. Porque él, que había hecho largos viajes por Francia, B élg ica y
A lem ania, y que tenía su casa de Santander convertida en m useo d e todos lo s p aíses, con
lo s ob seq u ios que le llegaban de todos lo s ám bitos d e la tierra (ofrendas hasta de
adm iradores del Japón y de Filipinas: únicam ente en Iasnaia Polaina, la casa de T olstoi, nos
fu e dado ver ta l cantidad d e regalos procedentes d e lo s m ás diversos lugares); é l había
162 Ma DE LOS ÁNGELES RODRIGUEZ SÁNCHEZ
recorrido España palm o a p alm o. A unque nacido en C anarias, se sentía, m ás aún que
español, m adrileño, y com entaba, a m enudo con enojo, la costum bre que iba im perando, de
ponerles a lo s com ercios letreros en francés.
D on B enito, antes que com o escritor gen ial, antes que com o a uno de lo s nom bres
señeros de nuestras Letras, al que siem pre tom a el lector an sioso de buena prosa castellana
y de contacto con las palpitaciones d el pueblo español expresado en su m édula, sus am igos
le recordarem os siem pre, y en esta hora crucial de exacerbación de fanatism os y egoísm os
con m ás fuerza todavía, com o a l hom bre que supo hacer de la com prensión y de la efusión
cordial preceptos fundam entales de conducta. R epublicano inveterado, le quedaba
agradecido a Isabel H, que le había recibido con esp ecial deferencia cuando, por tres v eces,
y presentado por C anovas, la había visitad o, en su destierro d e París, para recabar d e ella
ciertos datos y precisiones n ecesarios a lo s Episodios. A jeno en absoluto a toda práctica
religiosa, jam ás perm itió que en su casa, en donde algunos de sus fam iliares eran creyentes,
se rozara el tem a de la religión . Y, en fin , ¿cóm o olvidar que él, habituado com o a cosa
natural, a las m ás rendidas m uestras de respeto de las m ás altas personalidades, tuvo, para
nuestros prim eros p asos ju v en iles en la literatura, e l aliento incom parable d e su
benevolencia?
Entre la s escasas pérdidas m ateriales a cuya desaparición jam ás habrem os de
resignam os, están aquellas cartas, de letra incierta, tem blorosa, en que don B en ito, ya casi
totalm ente cieg o , cuando dejábam os transcurrir varios días sin visitarle, se n os quejaba por
ello , y preguntaba si su s M argaritas (la otra era M argarita X irgu, con quien m uchos días
íbam os a la casa m adrileña de la ca lle H ilarión E slava, y, algunos veranos, a San Quintín),
s i su s M argaritas ya le habían olvidado.
PRESENCIA Y EVOCACIÓN DE GALDÓS POR MARGARITA NELKEN 163
NOTAS
OBRAS CITADAS
N elk en , M argarita. Presencias y O rtiz A rm engol, Pedro. Vida de G aldós.
evocaciones. M anuscrito. M éxico, Barcelona: C rítica, 2000.
abril, 1947. Preston, Paul. Palomas de guerra.
------------------ . L a trampa del arenal. Ed. Barcelona: Plaza y Janés, 2001.
Á n gela Ena Bordonada. M adrid:
C astalia, 2000.
RESEÑAS
RESEÑAS 167
M ary L . C offey
R ecent years have w itnessed a revival o f Spanish literary history, m ost notably in
the latest volum es on X IX -C entuiy Spanish literature w ritten b y J.L. A lborg (1996) and di
rected b y V. García de la C oncha and L. Rom ero Tobar (1998). Such renew ed interest in this
particular period o f Spanish literature should n ot com e as a surprise, considering the liter
ary value o f the w orks them selves and the relationship they evidence in regard to p rocesses
o f nation-building, transatlantic relations and the advent o f m odernity. Professor R ubio Cre-
m ades’s detailed m onograph is an important addition to these areas o f study, one that focuses
sp ecifica lly on the realist-naturalist n ovel in Spain. A s a m ore sp ecialized volum e, it in
clud es detailed inform ation for scholars o f Spanish narrative. N on eth eless, m any young
scholars m ay fin d it a d ifficu lt introduction to late X IX -C entury and early X X -C entury
Spanish prose.
In this lengthy w ork, Professor R ubio Crem ades has attem pted to syn th esize a w ide
range o f critical m aterials relative to the realist-naturalist n ovel in Spain, but he avoids es
tablishing a hierarchy o f valu e. In addition to inform ation about the n o v els th em selves,
m ainly w ritten in the last h a lf o f the X IX century, h e a lso sum m arizes critical analyses o f
the texts. T his is an am bitious task, and there is m uch about this book that deserves praise.
To begin, the volum e offers inform ation on letters w ritten to , from and betw een im portant
n ovelists o f the period. The epistolary research is an invaluable tool for any sp ecialist o f the
Spanish n o v el. In addition, the bibliographic sectio n s relative to individual authors and
those at the end o f each chapter are generally excellen t, providing a sin g le source for in
form ation regarding the various editions o f the n o v els, letters, co llectiv e critical w orks and
other critical studies. There are, how ever, a few shortcom ings to this book, not the least o f
w hich is its occasion al refusal to provide a clear focu s relative to its ow n approach to liter
ary history.
The w riting o f historical surveys o f literature has alw ays been a tricky b usiness, com
plicated b y changing perspectives about history and in fluenced by contem porary theoreti
ca l approaches and aesthetic preferences. In h is book, Is Literary History Possible? (1992),
D avid Perkins explores the theoretical issu es in volved in any attem pt to represent the past
and explain it, and cites W alter Benjam in, “A s flow ers turn their heads to the sun, the past
turns to the sun that is rising in the heaven o f history” (1 4 ). T his questioning o f historical
perspective is relevant to an analysis o f P rofessor R ubio C rem ades’s book in that it points
to the n eed to id en tify the assum ptions underlying any approach to organizing and pre
senting the past.
B y ch oosin g an encyclopedic form o f literary history, Professor R ubio Crem ades has
opted for a structure that attem pts to avoid distorting the past or m isrepresenting facts. Y et
at the sam e tim e it becom es d ifficu lt to place on e noted fact in relation to another. In this
168 RESEÑAS
sen se the Panorama crítico is a text directed to those scholars already w ell versed in n ine
teenth-century Spanish literature. It allow s researchers to check dates, titles and critical
w orks w ith relative ease. But this is not the b est volum e for the n ovice. There is sim ply too
m uch inform ation and little guidance on how to process it.
A s a critical overview , this book w ould have benefited from a section exploring in
greater detail the com plex nature o f the very definition o f the realist-naturalist n ovel and its
rather idiosyncratic m anifestations in Spain. Such a section m ight have provided a critical
introduction in order to fram e the study itself. The section detailing the theoretical m odel
for naturalism w ritten by Yvan L issorgues and included in Rom ero Tobar and G arcía d e la
C oncha’s volum e, Historia de la Literatura Española Siglo XIX (II) (1 9 9 6 ), is a case in
point. C onsidering Professor R ubio Crem ades’s exten sive know ledge o f the period, such a
section w ould have no doubt been insightful, h elping to explain the volu m e’s focu s on the
n ovel. Y et the introductory chapter offers little m ore than bibliographic inform ation about
early an alyses (beginning w ith Pardo B azán’s La cuestión palpitante in 1883 and Juan
Valera’s Crítica literaria in 1887), important general studies by W ellek, Lázaro Carreter, L is
sorgues am ong others, and ending w ith references to both A lborg’s and R om ero Tobar’s re
cen t literary h istories. A s the author n otes, the plethora o f n ew stud ies on the
realist-naturalist n ovel “es im a prueba evid en te de la v igen cia y actualidad d el periodo
histórico-literario al que hacem os alusión”(1 5 ). W hat is not addressed, how ever, is the fact
that m uch o f this interest stem s from the unresolved academ ic struggle to define and explain
the various m anifestations o f naturalism .
W hat the volum e does do is provide an overview o f recent studies dealing w ith the
evolution o f European and sp ecifica lly Spanish naturalism and critical analyses o f “e l pe
culiar naturalism o que subyace en la gran n ovela española de la segunda m itad del sig lo X X ”
(1 7 ). B y lo o sely id entifying naturalism as a literary sub-current evident in the b est know n
exam ples o f the XLX-Century Spanish n ovel, R ubio Crem ades ju stifies h is inclu sion o f cer
tain authors not generally id en tified w ith naturalism . In this sense the volum e a lso reflects
a generally accepted approach to the nineteenth-century Spanish n ovel. Chapters 2 through
8 focu s on canonical authors (Fernán C aballero, A larcón, Valera, Pereda, G aldós, C larín,
Pardo B azán), and chapters 9 and 10 address several other late nineteenth-century natural
ist n ovelists Jacinto O ctavio P icón, Luis C olom a, José Ortega M unilla and lesser-know n fig
ures Eduardo L ópez B ago and A lejandro Saw a. Chapter 11 concludes w ith an analysis o f
the n o v els o f P alacio V aldés and B lasco Ibáñez as clear exam ples o f naturalist narrative.
C anonical authors m erit individual chapters w h ile less-know n writers are grouped, and the
order o f chapters is generally determ ined by chronology, beginning w ith Fernán C aballero
and ending w ith B lasco Ibáñez. The historical ordering im plies a chronological developm ent
in the realist-naturalist n o v el, but the study itse lf d oes not present such an argum ent. Bach
author’s connection w ith naturalism is presented as individual, w ithout exten sive com par
ison s or in-depth critical analysis.
A m ong the h ighlights o f th is study are the chapters on A larcón, Valera and Pereda.
T hese section s provide a thorough analysis o f the resp ective authors’ w orks, their letters
RESEÑAS 169
and the various critical approaches to their n o v els. In the chapter on A larcón, P rofessor
R ubio Crem ades explores in som e detail the rationale for the p lacing A larcón m ore firm ly
w ithin the ranks o f realist authors as opposed to rom antics. In addition, the chapter con
cludes that A larcón deserves to b e considered a m ore im portant w riter o f the period than has
been the case up to now. The chapter on Valera offers valuable inform ation regarding the
publication o f h is n ovels and a lso includes a thorough section detailing the m any contribu
tion s to Valera scholarship published outside Spain. The chapter on Pereda b egin s w ith a
thoughtful analysis o f w hy the n o v elist has lo st a good deal o f h is literary prestige sin ce the
nineteenth century and also offers interesting in sigh t into Pereda’s ow n o b sessive concern
w ith the reception o f h is work during h is lifetim e.
W hile the lack o f an organizing introductory essa y is not overly problem atic, the
footnotes constitute a distinct shortcom ing to the volum e. There are no identifiable guide
lin es for w hat inform ation m ight lo g ica lly b e p laced in notes and w hat should appear in the
m ain body o f the text. N otes are o f such a routinely exten sive length and depth that on nu
m erous occasion s there is little room on the page for regular text. In addition, there are in
stances in w hich inform ation appears in a n ote o n ly to b e repeated w ith nearly identical
w ording on a subsequent page in the regular text (6 0 8 ,6 1 1 ). The notes appear at tim es to
constitute a separate but equal narrative, w ith little attention paid to their m ore appropriately
subordinate role. T his is an error o f editing that m ight have b een avoided. The result is that
the notes assum e as m uch im portance as the m ain text, m aking the already challenging task
o f sorting through inform ation even m ore so.
There are a num ber o f typographical errors in the volum e. The m ajority are either
w ith individual nam es o f scholars (Tsuchiya, Brow nlow , Schm idt) or the titles o f critical
studies published in E nglish. C onsidering the critical approbation the author affords the ex
cellen t scholarly w ork o f Brian D endle, it is ironic that h is nam e should be m issp elled con
sisten tly throughout the volum e. Som e titles are m isplaced in the various bibliographical
section s (for exam ple H azel G old’s book on G aldós, The Reframing o f Realism, ought not
to b e placed under “volúm enes colectivos”), w h ile others are m issin g altogether (for ex
am ple, A lison S inclair’s Dislocations o f Desire: Gender, Identity and Strategy in ‘L a Re
genta % Y et these are m inor problem s that do not com prom ise the text’s overall u sefulness.
In short, w h ile the Panorama crítico epistolary review constitutes an original contribution,
the volum e assum es a largely traditional approach to the study o f the realist-naturalist n ovel.
N oneth eless, the fact that so m uch inform ation has been collected into one volum e m akes
the Panorama crítico a valuable tool for established scholars o f nineteenth-century Span
ish literature.
PETER A N TH O N Y BLY. The Wisdom o f Eccentric Old Men. A Study o f Type and Sec
ondary Character in Galdós’s Social Novels, 1870-1897. M ontreal & K ingston: M cG ill-
Q ueen’s UP, 2 0 0 4 .2 3 7 pp.
T oni D orca
A m edida que se suceden las n ovelas, e l tipo se va afianzando gradualm ente a m edida que
adquiere un papel m ás relevante en el desenlace de la trama. D icha evolución com porta no
só lo el paso de un personaje plano a otro de m ás redondo, sino tam bién el engrandecim iento
artístico de una figura concebida originalm ente com o cóm ica. La individualización del viejo
excéntrico se encuadra en el propósito realista que guía la construcción de lo s personajes
galdosianos, al par que pone de m anifiesto la cuidadosa elaboración d el m aterial n ovelístico
por parte del autor canario. En este sentido, la superación d e las técnicas de caracterización
propias de Fernán C aballero y dem ás n ovelistas costum bristas configura uno d e lo s logros
suprem os d el realism o m oderno en España, que com o sabem os tiene en G aldós a su m áxim o
exponente. L os v iejo s excén tricos se inscriben, p ues, dentro de la categoría híbrida que
B alzac denom inaba “types in d ivid u alisés”, en la cu al se agrupan unos rasgos com unes
alrededor de un tipo para conferir luego a éste unas características propias que n o com parte
con lo s de su esp ecie.
Tal com o el profesor B ly advierte en el prefacio de su libro, alguien podría cuestionar
la relevancia de un estudio centrado en un grupo de personajes secundarios en la narrativa
galdosiana cuando este tipo de aproxim aciones narratológicas ha perdido hoy en día buena
parte d e su vigen cia. B ien haríam os, sin em bargo, en valorar esta m onografía por lo m ucho
que aporta al conocim iento de la obra de G aldós m ás que por su presunta falta de adecuación
a lo s parám etros críticos d el presente. Todo am ante d el realism o d ecim on ónico sabe
perfectam ente que lo s personajes, tanto lo s principales com o lo s secundarios, tienen una
fun ción d ecisiv a a la hora de dotar d e coherencia y tupidez al relato. ¿Q uién n o ha
experim entado en m ás d e una ocasión la fascin ación e id en tificación con alguna de las
extraordinarias criaturas que pueblan el universo literario de un B alzac, un D ickens o un
G aldós? L as con tradicciones e intrincada p sico lo g ía d e lo s personajes con stituyen un
elem ento esen cial al que no puede renunciar una n ovela realista que se precie de tal, así
com o tam poco un crítico d e n ovela realista que se p recie de tal. En caso d e que lo
hubiéram os puesto en o lv id o , e l profesor B ly se encarga en fin de dem ostram os que lo s
personajes d e G aldós sigu en estando m ás v iv o s que nunca en nuestra im aginación de
lectores del sig lo X X I. Lo hace adem ás sirvién d ose d e una erudición tan in gente com o
m odesta, de un espíritu crítico infatigab le y de una voluntad d e estilo que aúna
arm oniosam ente la elegancia, la claridad y la p recisión d el lenguaje.
M acalester C ollege
172 RESEÑAS
L os capítulos cuatro y cin co ofrecen un breve recorrido por la tercera y cuarta series.
La d ecisión d e G aldós de vo lv er a la narrativa histórica en 1898, no se debe tanto a la
necesidad económ ica com o a la fuerte d esilusión que seguram ente siente ante lo s m alos
resultados de la R estauración. La desastrosa guerra con lo s Estados U nidos só lo aumenta
su frustración: com o demuestran lo s textos citados, el autor parece canalizar este sentim iento
en la tercera serie insertando un m ensaje p acifista y enardeciendo su critica d el sistem a
capitalista, uno d e lo s p ocos logros de la R estauración. En su s com entarios sobre la cuarta
serie, se apunta a la m ultiplicación de v o ces narrativas que caracterizan estas n ovelas, para
in sistir en que ninguna d e ella s refleja “n i e l talante n i las opiniones d el escritor” (4 9 ). S olo
es al final de la serie, en La de los triste destinos, m om ento en que reaparece Juan Santiuste
en e l papel de historiador para redactar la H istoria de España com o debió ser en lugar de
cóm o fue, cuando asom a por com pleto e l pesim ism o que Cardona atribuye a G aldós.
En el estudio de la quinta serie, que ocupa lo s dos ú ltim os capítulos, se em pieza por
señalar las cu estion es que ha sugerido la crítica con respeto a la posibilidad de que G aldós
la dejara inconclusa, y a su aparente falta de unidad. A la lu z de la acertada opinión de
D ian e U rey de que esta serie “desorienta al lector que trata de encontrar con exion es
sign ificativas”, Cardona propone que e l desorden narrativo n o es otra cosa que un disfraz
para encubrir e l pesim ism o (4 9 ). D e m anera desproporcionada, la m ayor parte d el capitulo
está dedicado a Cánovas. C ierto que a llí yace la m ayor evidencia para apoyar su tesis, pero
cabe preguntar quién en 1912, o en 1906 cuando in icia la serie, n o veía con pesim ism o la
R estauración y no m iraba con cierto desaliento la trayectoria p olítica y social recorrida en
la segunda m itad del sig lo X IX .
Del heroísmo a la caquexia pretende ser una introducción a un problem a histórico-
estético en un espacio reducido y de manera condensada, y en este sentido el libro cum ple
una función interesante dentro de la critica de lo s episodios. N o obstante, se podría decir
m ucho m ás sobre un tem a tan im portante y tan p oco explorado com o es la v isión de G aldós
d el sistem a p o lítico -so cia l en el que produce su vasta obra. La carencia de profundidad, a
m i ver, no se debe tanto al form ato y el propósito d e la co lecció n de E diciones d el Orto,
com o a la m anera en que está planteada la tesis y estructurado el an álisis. La lectura de los
episodios parece estar hecha com o si G aldós, al in iciarlos, y a hubiera escrito Cánovas y
supiera lo que iba a pasar a principios d el nuevo sig lo . Las n ovelas que no se adhieren al
gran esquem a que Cardona traza, se tachan de interludios o sim plem ente no se m encionan.
Llam a la atención que n o se detenga m ás en exam inar lo s episodios escritos en lo s años
form ativos d e la R estauración para com probar s i G aldós tenia o no en m ente la obra p olítica
d e C ánovas o , por e l contrario, e l reciente fracaso d el liberalism o español en la R evolución
G loriosa, por ejem plo. A l echar m ano a la m ism a táctica de “retrovisión” usada en Cánovas,
se pierde una oportunidad interesante para volver sobre un periodo clave para el escritor y
para España, y para esclarecer con m ás precisión la relación tripartita entre este cuerpo de
n ovelas tan popular entre lo s lectores, G aldós y la R estauración.
B ates C ollege
174 RESENAS
J o sé M an u el G on zález H errán
E s lugar com únm ente aceptado entre historiadores y estu d iosos de la s letras
españolas d el sig lo X IX la fundam ental relevancia d e la prensa periódica en e l ejercicio
profesional de su s autores; m uchos de ello s vieron im presos sus prim eros escritos en las
colum nas de lo s diarios y revistas de su entorno m ás inm ediato, de m odo que, antes d e ser
p oetas, dram aturgos o n ovelistas apreciados en todo e l reino, habían sid o colaboradores
habituales en la prensa lo ca l y regional, donde con su firm a (o sus siglas, o sus diversos
seudónim os) alcanzaron el reconocim iento que le s anim aría a buscar m ás am plio público y
prestigio. Cam bio de aires que frecuentem ente le s lle v ó tam bién al cu ltivo de m odalidades
literarias m ás am biciosas: quien se había dedicado a la crítica teatral, a la crónica de salones
o al costum brism o em inentem ente lo ca l, se convertía en com ediógrafo, poeta o n ovelista;
algunos (Pardo B azán, A la s...) nunca abandonaron la dedicación periodística, que sigu ió
siend o abundante y sim ultánea a sus en sayos, n ovelas o cuentos; otros (G ald ós, Valera,
Pereda) la m antuvieron de m odo ocasional o esporádico, volcados m ás en otros cam pos de
su creación.
A unque estem os persuadidos d e que fu e en la narrativa donde lo s autores recién
citados n os dieron sus m ejores obras, desde hace algunos años se vien e dedicando esp ecial
atención a la parcela p eriodística de su producción; y no só lo com o dim ensión secundaria
o ancilar, que ayuda a entender y valorar su s relatos, sin o por e l valor intrínseco de tales
textos, com o aportaciones fundam entales en el periodism o español d el X IX .
C om o saben bien quienes alguna v ez se han acercado a estas cuestiones, la dificultad
principal a que ha de enfrentarse el investigador es e l carácter disperso de esa producción;
cu yo inventario, por otra parte, n o siem pre con ocem os en su totalidad. Por e llo son
especialm ente m eritorias la s aportaciones d e cierto s estu d iosos, a quienes debem os la
recuperación de la ingente producción periodística d e, por ejem plo, L eopoldo A las o E m ilia
Pardo B azán (por citar lo s dos nom bres que últim am ente están siendo objeto de tal rescate).
En esa lin ea cabe situar la tarea em prendida por Salvador G arcía C astañeda en
relación con la obra p eriodística d e José M aría de Pereda; tarea cu yo prim er fruto es la
fundam ental m onografía que nos ocupa, dedicada a estudiar la ingente producción que aquel
autor d io a conocer, preferentem ente en la prensa santanderina, en unos años que só lo
relativam ente podem os considerar com o “ju v en iles”, pues abarcan desde lo s 21 a lo s 45 de
su biografia. N o he dudado en escribir “ingente producción”, hasta ahora casi desconocida
u olvidada, porque conozco lo s m ateriales-recuperados tam bién por G arcía Castañeda— eq
se que basa este libro y que constituirán e l volum en IX (en prensa cuando redacto esta,
reseña) d e las Obras Completas peredianas.
Cuando A . H . Clarke y y o com enzam os lo s preparativos d e la ed ición de esas OC
(que desde 1989 vienen publicando las E diciones Tantín, de Santander), no tuvim os ninguna
RESEÑAS 175
duda respecto a quién habría d e estudiar, editar y anotar lo s cuatro lib ros ( Escenas
montañesas, Tipos y paisajes, 7ipos trashumantes, Esbozos y rasguños) que se recogen en
lo s volúm enes I y Π: textos tan com plejos com o escasam ente estudiados —y nunca bien
ed itad os-h asta entonces. E l riguroso trabajo de García Castañeda le confirm ó com o uno de
lo s m ás cualificados peredistas; dedicación que desde entonces ha continuado cultivando
con aportaciones ineludibles.
C om o ló g ic a con secu en cia d el ex celen te cum plim iento que d io a aquel prim er
encargo, le propusim os asum iese la m ás d ifícil tarea pendiente en esas Obras completas·, la
recopilación, ordenación, ed ición , anotación y estudio de la abundante “obra dispersa” de
Pereda, hasta ahora olvidada o desconocida en su m ayor parte. Lo que ninguno de lo s tres
sabíam os— n i sospechábam os— era la cantidad, calidad e interés de eso s m ateriales, que
vienen entreteniendo a nuestro co leg a desde hace varios años. A la espera de que, al fin ,
podam os verlos reunidos, editados y anotados, G arcía C astañeda n os adelanta en esta
m onografía una su gestiva aproxim ación a ese territorio de la producción perediana.
P ese a lo s años transcurridos desde la m uerte d el autor de Sotileza (cien se cum plieron
en 2 006), todavía desconocem os una buena p a rte-n o lo m ejor, claro, pero sí m ucho—de lo
que escribió y publicó en su dilatada carrera literaria, iniciada en 1854 y clausurada en lo s
prim eros años d el sig lo X X . A dem ás d e lo s d iez y sie te lib ros que d io a con ocer entre
Escenas montañesas (1864) y Pachin González (1896), todos ello s bien conocidos, editados
y estudiados, hay otros m uchos textos d el escritor polanquino que aún duerm en en e l olvid o
de las hem erotecas y lo s archivos: para que el lector pueda hacerse una idea aproxim ada d el
alcance de esta in vestigación baste señalar que e l inventario con feccion ado por G arcía
Castañeda para ese volum en de obra dispersa sobrepasa am pliam ente lo s seiscien tos textos,
d e m uy diversa extensión: d esde breves gacetillas o m ínim as notas d e prensa hasta p iezas
teatrales, discursos, ensayos y relatos n o pequeños; todo lo cual ocupará dos nutridos tom os,
que superarán la s m il cuatrocientas páginas.
A lo largo de lo s capítulos d el libro que ahora reseño, se describe, estudia y com enta
lo m ás sign ificativo de esa am plísim a producción: a sí, tras e l capítulo in icial (titulado com o
e l libro, pues plantea cuestiones de carácter general), pasa revista a “La vocación teatral”
(II), “La critica teatral” (III), “L a obra en verso” (V I), “Las p olém icas” (V II). C on todo
ello —y, m ás aún, con la esperada recopilación de lo s textos aquí estudiados— se exp lica,
adem ás, uno d e lo s m ás cu riosos aspectos d e la carrera literaria de Pereda: su m uy tardío
in icio (cuando contaba m ás de treinta años) com o autor de libros. A hora podem os conocer
y a lo m ucho que escrib ió y p u b licó en lo s d iez años transcurridos d esd e su regreso de
M adrid en 1854 y la aparición d e su prim er lib ro, Escenas montañesas·, pero tam bién
alcanzam os a entender que su aparente abandono de las letras entre 1864 y 1878 (1 4 años
en lo s que so lo publica tres libros) se com pensa con una intensísim a labor periodística, que
en su m ayor parte d escon ocíam os. Todo lo cual ayuda tam bién a entender la notable
acogida— preferentem ente, pero n o só lo santanderina— que obtuvo aquel su prim er libro;
cu yo autor n o era un desconocido, sin o una d e las firm as m ás atendidas y discutidas en la
prensa local.
176 RESEÑAS
Una prensa local, por cierto, a la que el libro de García Castañeda dedica una atención
m ayor de la que su titulo anuncia. En efecto, casi un tercio d e su contenido (lo s capítulos
IV, “Las revistas literarias d el tiem po” y V, “U n periódico p o lítico , El Tío Cayetano”) se
ocupa del m arco en el que se producen esas prim eras incursiones periodísticas d el prim er
Pereda; quien no só lo fue colaborador en tales pub licacion es (El Almanaque de las dos
Asturias, La Tertulia, la Revista Cántabro-Asturiana), sin o uno d e su s principales
im pulsores (esp ecialm en te en E l Tío Cayetano, e l p eriódico contrarrevolucionario que
m antuvo prácticam ente con su so lo esfuerzo). Con ello , la m onografía que hoy presentam os
am plía su cam po d e interés, pues n o só lo im porta a lo s lectores y estu diosos d el autor de
Pedro Sánchez, sino tam bién a q uienes quieran conocer m ejor esta interesantísim a etapa de
la historia de Santander y de Cantabria.
N o es exagerado, p u es, considerar com o un verdadero acon tecim ien to en la
b ibliografía perediana la p u b licación d e este libro. Por im portantes que hayan sid o las
aportaciones histórico-críticas aparecidas en lo s últim os treinta y cinco años, le corresponde
a esta de García Castañeda e l m érito de haber increm entado sustancialm ente el objeto m ism o
de la dedicación d e lo s peredistas. En consecuencia, n o m e parece exagerado afirm ar que
todo lo hasta h oy escrito sobre aquel autor habrá de revisarse (acaso en nada fundam ental,
pero sí en m últiples aspectos y dim ensiones), en la m edida en que desconocíam os m uchos
de lo s escritos dispersos aquí considerados. Pero tam bién porque buena parte d el Pereda
maduro (el d e Pedro Sánchez, Sotileza, La puchera, Peñas arriba) está ya esbozado en la
abundante producción periodística que p ublicó entre 1854-1878, hasta ahora casi totalm ente
ignorada. E s ob ligad o, p u es, felicita r a l autor de este espléndido libro; pero tam bién a
quienes hem os tenido alguna m ínim a intervención en que abordase tan d ifícil, com pleja y
seductora in vestigación. H e aquí algunos d e sus prim eros resultados, pero n o todos: con ser
m ucha su v a lía , aún lo será m ás la que esta m onografía anuncia y prom ete: esa Obra
dispersa de José M aría d e P ereda, que -com o aquí se m uestra- nadie m ejor que G arcía
Castañeda podría editar, anotar y estudiar.
LIN D A M .W ILLEM . Ed. Dona Perfecta. B y B enito P érez G aldós. 2nd edition. C ervantes
& C o. Spanish C lassics 12. N ew ark, DE: LinguaText, 2 0 0 5 .2 7 6 pp.
Joan M . H offm an
W ith Lincia M . W illem ’s ed ition o f B enito Pérez G aldós’s Doña Perfecta, C ervantes
& C o. continues its tradition o f providing fin e volum es o f Spanish literary cla ssics prepared
b y experts in the field w ith the sp ecific goal o f m aking d ifficu lt w orks accessib le for non
native student readers. To th is end, the 25 volum es currently available are presented in af
fordable q uality paperback ed itio n s, a ll currently under $ 3 0 .0 0 , w ith the v ast m ajority
RESEÑAS 177
in g in a truly student-centered text fit for the cultural diversity o f the tw enty-first century
classroom . It is w orthy o f n ote, as w ell, that W illem took the tim e to thank, b y nam e, each
o f the students w ho helped in the preparation o f this text.
Furthermore, as w ith a ll C ervantes & C o. ed itions, W illem ’s Doña Perfecta includes
both lin gu istic and explanatory footnotes. T he first type contains definition s that are too
lengthy to fit in the m argin g lo sses. The second typ e explains concepts presented in the
text— such as m ythological, h istorical, or literary references or ecclesia stica l or m onetary
vocabulary— w ith w hich students m ay b e unfam iliar. H erein lie s the great advantage o f the
C ervantes & C o. editions in m y v iew , speaking as som eone w ho has used other student edi
tion s o f Spanish cla ssics in m y ow n teaching. T hese explanatory footnotes are ju st that and
nothing m ore. That is, they in n o w ay enter into the territory o f literary analysis; the foot
n otes, then, on ly aid and do n ot im pede classroom discu ssion in a frustrating effort (at least
for the professor) to answ er every question or analyze every concept before the students
have the opportunity to do so on their ow n.
A perusal o f a ll o f the p edagogical features provided b y W illem — the introduction,
the appendix, the vocabulary g lo sses and footnotes— confirm s that the editor d oes a good
jo b o f offering necessary inform ation to uninitiated undergraduates w ithout defeating the
satisfyin g challenge o f reading a d ifficu lt cla ssic o f w orld literature in its original language;
the second edition also corrects a num ber o f errors found in the first. The result is a version
o f Doña Perfecta that is extrem ely accessib le, necessary, and highly recom m endable; that
is not w atered dow n and fills the inevitable gap betw een critical editions prepared for na
tiv e speakers or graduate students and student editions that do not challenge undergraduates
to think enough for them selves.
m ás que sobrada para acom odar su s dictados en un núm ero que revisa sus contribuciones
literarias y eruditas. P ocas v eces tendrá el lector un prontuario m ás exacto d el latido últim o
de las in vestigaciones generadas en tom o a la trayectoria de am bos hom bres de letras.
E sa savia vivifican te -q u e la palabra d e lo s hom enajeados evidencia tam bién- nutre
cada página d el Boletín y establece cadenas d e trabazón interna al poner d e m anifiesto el
estrecho y recíproco vín cu lo que unió a M enéndez P elayo y a Pereda, com o bien señala en
su Presentación el D irector de la revista, José M anuel G onzález Herrán. M ás frecuentado
e l predio perediano, que se abre con la transcripción d el D iscurso que su m entor y am igo
pronunció e l 23 de enero de 1911, con m otivo de la erección pòstum a d el m onum ento a
Pereda en Santander. En é l se erige asim ism o una form a de leer al autor d e Sotileza, que
después se retom ará cerrando la secció n , com o vid en te d e la realidad, in gen io le g o ,
depositario de la s reliquias de la tradición y de la sabrosa em anación de la lengua viva,
sím bolo d e la región y de la raza...
Y, sin em bargo, las páginas su cesiv a s m atizarán categorías tan abruptas. Porque
Pereda es capaz de sugerir, por ejem plo, una lectura en d iálogo con F. B ret Harte, com o
dem uestra Laureano B on et en audaz experim ento crítico basándose, en la senda de H .
Lynch, en algunas su tiles afinidades estilística s y en escrutinios d iversos, com o e l que,
plausiblem ente, reúne en un haz inventivo a M elissa, la protagonista de uno de lo s Bocetos
califomianos, “M liss”, y a S ilda, la heroína d e la n ovela que don M arcelino siem pre prefirió
y tal v e z inspiró, Sotileza.
U n Pereda que entabla con M anzoni, en e l artículo que firm a A nthony H . Clarke,
otro coloqu io abierto y apasionante en virtud de “esa m irada distintiva” (4 1 ) que singulariza
una capacidad inusitada: la de n ovela m eteorológica. I Promessi sposi y Peñas arriba
aparecen así emparentadas: la torm enta, la exaltación y purificación de R enzo por la crecida
d el río A dda, y la concom itante conversión de M arcelo a orillas d el N ansa y su estertor, son
otras tantas poderosas im ágenes sim bólicas que m etaforizan la eficacia estructural del factor
m eteorológico dando pábulo a la tesis de su autor.
Pero tam bién lo s lím ites de la inven ción pueden verse subsum idos en el cañam azo
h istórico e individual com o se echa de ver en el trabajo d e Toni D orca, en su concepción de
Pedro Sánchez en tanto que cruce de ep isod io nacional y ep isod io personal: sin “las fobias
revolucionarias” (7 2 ) de títu los com o Don Gonzalo González de la Gonzalera o in clu so
Peñas arriba (espléndidam ente editada, por cierto, por otro colaborador d el núm ero, e ilustre
peredista, Laureano B onet), y ya con un caso individual a cuestas.
D em etrio E stébanez C alderón recuerda la referencia d e la Septem brina com o eje
fundacional d e un cam ino hacia la regeneración p olítica y n ovelística. Incluso para Pereda,
antiliberal feroz, supuso “una verdadera conm oción personal” (8 4 ) que hubo de incidir en
su escritura, que se tom a critica y caricaturesca con e l S exen io ya en El Tío Cayetano y en
la creación de P atricio R igü elta, figura que se prodigará después en la s n ovelas.
P ublicaciones posteriores patentizarán la parodia burlesca de la práctica parlam entaria, la
antipatía hacia “lo s ch icos de la prensa” (que Pereda com parte con don M arcelino, detractor
d e la baja ralea periodística), y la n ecesidad d e proyectar una evasión consoladora hacia un
180 RESEÑAS
O leza), cuáles fueron “sus lecturas, gustos y opiniones literarias” (183), m anifestados en sus
lib ros y artículos su elto s. C ostum bristas com o A ntonio de Trueba, M esonero y F lores,
adem ás de B alzac, al que prestó “esp ecial interés” (p. 186), el teatro de su tiem po, de cuyo
catálogo da cuenta en Pedro Sánchez, donde tam bién se da laudatorio repaso a la narrativa
de N avarro V illoslad a a Fernán C aballero en España, lo s adocenados fo lletin ista s
fra n ceses... son otras tantas calas d el autor ficcion alizad o. El registro de lo s escritores del
pasado, espigado en referencias dispersas, facilita una nóm ina m ucho m ás num erosa, no en
vano e s Pereda irredento adm irador d el m undo antiguo y d e lo s valores tradicionales y
p iadosos. En e l capítulo de las antipatías y anim adversiones, de la alteridad, están críticos,
eruditos, ensayistas y filó so fo s.
En “E l costum brism o com o m otivo d e desprecio”, F rancisco P érez G utiérrez
exam ina este tópico - o dardo envenenado- tantas veces esgrim ido contra Pereda. A sum iendo
e l capítulo de Juan Luis A lb oig, aparecido en e l volum en V de la Historia de la literatura
española (M adrid: G redos, 1996) com o “e l trabajo m ejor docum entado y razonado, sobre
nuestro escritor” (2 1 0 ), se avien e a aseverar que no hay n ovela d el sig lo X IX sin
costum brism o y a reflexionar acerca d e cóm o definir conceptualm ente e l costum brism o
decim onónico y cóm o entender que pasara a ser “e l fondo d el cuadro, por así decirlo; o ,
com o dijo gráficam ente Pereda en e l p rólogo de Sotileza, ‘el jugo y la pim ienta d el guisado’”
(2 1 7 ) y convertido después en una dim ensión de la n ovela que perm itía situar a lo s
personajes en su am biente. S i la n ovela va a devenir crítica sin p aliativos de la sociedad
burguesa rehuyendo el lastre individualista, habría de recurrir a é l ya n o com o fondo sino
com o determ inante de la acción. N unca sabrem os cuánto ley ó a lo s naturalistas Pereda, tan
am ante com o fue d e la espesa realidad concreta, pero tan con scien te tam bién de la rebeldía
d el individuo.
La secció n m onográfica n o podía tener m ejor co lo fó n que e l estudio de B o ija
R odríguez G utiérrez, em inente transición tam bién hacia la segunda y m enéndez-pelagiana
o m enéndezpelayina parte d el núm ero, a la v e z que m eticu loso an álisis d el discu rso -
transcrito al com ienzo d el bloque perediano- pronunciado por don M arcelino el 23 de enero
d e 1911 ante e l recién inaugurado m onum ento de Santander. La lú cid a v ejez de don
M arcelino form ula no ya un ju icio sobre Pereda, “sino de cóm o quería que fuese el novelista
Pereda” (2 3 1 ). Funda el calculado m ito d e Pereda, a quien quiere y admira, pero ¿no es eso
in m ovilizarlo, acaso destruirlo? A poyarse en circunstancias com o su presunta falta de
cultura literaria, su ausencia d e preparación, su carencia de estudios, dista de ofrecer otra
im agen d el polanquino que n o sea la d el gen io inspirado, prim itivo y sincero, inconsciente
de su arte y extático ante la revelación p rofètica cuasi m esiánica de un potente exterior. La
lectura entre lin eas d e este singular discurso n o tien e secretos para B o ija R odríguez: su
am igo hace de é l e l prototipo d el gen io rom ántico y extrae d e su inspiración ossiànica su
m ayor talen to, pero tam bién experim enta p osiblem en te la frustración de n o poder crear
com o él. M itificar y m istificar a Pereda, crear a su im agen y sem ejanza a su Pereda, eso h izo
don M arcelino.
E l artículo-reseña que, con m otivo de la pub licación d e las Obras Completas de
182 RESEÑAS
la técnica literaria que, a su ju icio , dom inaba a M enéndez P elayo y le condujo a elaborar
“una estructura narrativa de la heterodoxia” (3 5 5 ). D eterm inar la etio lo g ía d e esa
heterodoxia es fiuto d el dom inio om nisciente de las m otivaciones y lo s pensam ientos de sus
figuras-personajes. E l m alévolo desbordam iento calificativo que teje M enéndez Pelayo en
las etopeyas de lo s autores aislados reconstruye datos íntim os que no pudo manejar, v icio s
o flaquezas que, sostien e, inducen a la heterodoxia. S ólo así puede explicar la heterodoxia.
E l m odo b iográfico a lo Sainte-B euve razona un autom atism o fa lso , sien d o para é l la
heterodoxia una “incapacidad para la grandeza d el pensam iento”. La prueba: la hipertrofiada
biografía de B lanco W hite, narrativam ente dispuesta a partir de su supuesta debilidad de
carácter. Otras veces serán la lujuria o la cod icia e l m ejor asiento para e l extravio heterodoxo
y la conspiración. C oncluye e l estudio evidenciando su p atologización de la heterodoxia.
M uy singularm ente esclareced or e s e l trabajo de X oán G onzález M illán que el
Boletín acoge a título pòstum o, “M enéndez P elayo y su proyecto historiográfico de una
‘N acionalidad literaria’ española p lurilingüe”. M uchas d e las cla v es que d ifirieron la
redacción de la siem pre proyectada Historia de la literatura española son aquí som etidas
a riguroso exam en gracias al rastreo epistolar (Laverde y Valera) y a otros testim onios, así
com o a la existen cia de algu nos trabajos p revios. Libro de texto universitario, libro de
cátedra, la Historia vendría a colm ar un clam oroso vacío. C oncebida com o sín tesis, hubiera
cuajado en lo s años ju v en iles; vigen tes lo s m étodos an alíticos de la escu ela alem ana, la
labor se presentaba ardua in clu so para e l p olígrafo santanderino. M áxim e si acariciaba la
id ea d e registrar e l perím etro todo de la historiografía de las literaturas hispánicas, “con la
in clu sió n de las lengu as de la P enínsula y la representación de la s n acientes literaturas
hispanoam ericanas” (409). Sin poder dar cim a a tan ciclóp eo proyecto, obras com o Horacio
en España no vendrían a ser sin o pequeños anticipos de algo inm enso. Transacciones com o
la de com enzar en el sig lo X V I o continuar la labor de Am ador de lo s R íos aligeraron la
carga, pero lo s senderos seguían bifurcándose. E s lástim a que no llegara a articular un plan
que le d iese la pauta para su fallid a Historia panhispánica, com o la llam a X oán G onzález
M illán.
Calderón com o icono de la identidad nacional, otra de las apropiaciones de M enéndez
P ela y o , e s el objeto d el trabajo d e M arta M anrique-G óm ez y Jesús P érez-M agallón.
V inculado a lo s sectores conservadores d iecio ch esco s en su v isió n d e C alderón, el
santanderino acuñará definitivam ente, m ediante una labor de reelaboración, el m ito nacional
ca tó lico y m onárquico por antonom asia. A m bas adscripciones son epítom e de la
nacionalidad española en virtud d e una capciosa m anipulación id eológica que hace d el sig lo
X V I y d e lo s A ustrias e l genuino com pendio d e la s señas de identidad españolas. E l fam oso
B rindis d el R etiro, de m ayo d e 1881, h ace v isib le la postergación d el catolicism o
calderoniano y, consecuentem ente, e l desapego de la Iglesia y de don M arcelino (“no m e
adhiero al centenario en lo que tien e de fiesta sem ipagana.. . ”, 444 ).
Finalm ente, e l estudio d e Kurt Spang acerca d el discurso pronunciado por M enéndez
P elayo al ingresar en la R eal A cadem ia d e la H istoria en 1883, “La H istoria com o arte
bella”, va desgranando porm enorizadam ente lo s com ponentes de la literatura: conceptuales
184 RESEÑAS
(tem a y fondo), form ales (substrato, m odalidad y genericidad) y funcionales (com unicación
y ficcion alización ) y com parándolos con la percepción de M enéndez P elayo y su n oción
(discu tib le a todas lu ces) de la literariedad de la historiografía.
A tenor de lo exp u esto, d ifíc il sería im aginar que este núm ero d el Boletín de la
Biblioteca de Menéndez Pelayo haya podido dejar flanco por cubrir en el estudio crítico de
la obra de dos autores herm anados por la am istad y la mutua adm iración y, a partir d e ahora,
tam bién por ser protagonistas de tan cuidado y bien vertebrado volum en.
Joh n H . S in n igen
M y w ork on this review w as interrupted b y the new s o f L isa 's death, n ew s that left
m e num bed and deep ly saddened. I knew L isa from her outstanding w ork, esp ecially its
strong contribution to fem inist analysis in G aldós studies, and from personal encounters at
several conferences. O f course, I did not know L isa as w ell as N ich olas Round, and I can
add little to the eloquent testim ony to her life and w ork that he w rote for the Boletín de la
A sociación Internacional de G aldosistas (2 0 0 2 , v o l. X X III, N um bers 1 & 2 ,1 9 -2 0 ). A s h e
states, w e galdosistas w ill m iss L isa’s perspicacity, the depth o f her know ledge, her w it,
and her productive and pleasant interactions w ith colleagu es. P ersonally I w ill also m iss
the debates she and I sustained, and w hich are part o f this review . In fact, as I w as w riting
the review , I w as looking forward to discussing our disagreem ents at som e conference in the
near future.
L isa C ondé’s Tristona is the seventh o f the Grant & Cutler C ritical G uides to Spanish
Texts dedicated to G aldós’s n o v els, and it is the first sin ce Peter B ly ’s excellen t Nazarin
(1 9 9 1 ). It is based on a careful an alysis o f the n o v el — narrative structure, characters,
problem s treated, sty le and im agery— , and it in clu d es an explanation o f sou rces and
influences, a b rief history o f the period o f its publication as w e ll as o f current interest in it,
a review o f the relevant criticism , and an annotated bibliography.
C ondé d efines her m ajor concern early: an explanation o f the role o f Tristona in fem
in ist studies and the p olem ics related to the n ovel and to B uñuel’s 1970 film , and she p oints
out rightly that “The w om an question is a h igh ly pertinent on e in G aldós stud ies” (1 1 ).
C ondé b elieves that the n ovel is “d istin ctly pro-fem inist” (8 5 ) and that it “does subtly seed
and p otentially serve to change ideas about w om en and their p osition in society” (8 6 ). This
focus is the unifying thread o f her analysis o f the n ovel, o f the B uñuel 1970 film , and o f Tris
tona criticism .
C ondé situtes the publication o f the 1892 n ovel in the contexts o f the im portance o f
the w om an question and the “new wom an” in Europe and North A m erica at the tim e, as w ell
RESEÑAS 185
as in the w ell-docum ented links betw een the text and G aldós’s relation w ith Concha Ruth
M orell. She then ties the period o f publication in the 1890s to the b eginning o f current crit
ica l interest, w ith its roots in the early 1970s w hen the release o f the B uñuel film coincided
w ith the heady beginnings o f the second w ave o f fem inism . C ondé’s fem inist focu s also in
form s her analysis o f the n o v el’s im agery, arguing that it is “highly provocative, particularly
in fem inist term s” w h ile focusing on im ages o f m asculine objectification o f w om en, fem ale
rebirth and fligh t, and im ages o f m utilation. In term s o f the relations am ong the characters,
she stresses H oracio and D on L ope’s need for control over the fem ale object and the pro
tagonist’s search for an identity, her am bitions, her rebellion and her defeat. In her analysis
o f B uñuel’s film , she focu ses on the w ays in w hich the w om an question is represented: “A l
though the result w as a w ork w hich dealt le ss directly w ith fem inist issu es, it is one w hich
m ight be view ed as m ore satisfyin g b y som e fem inist spectators” (7 1 ) because o f the pow er
and control asserted b y Tristana in the m elodram atic ending. C ondé dedicates the conclu
sion to the argum ent that the n ovel is a pro-fem inist text.
I f fem inist concerns are the unifying thread o f this b ook, the ex clu siv e focu s on gen
der, at the exp en se o f other social issu es, is its m ajor flaw , and C ondé is at her w eakest in
her critique o f C atherine Jagoe's 1994 Ambiguous Angels, a book firm ly grounded in fem
in ist scholarship in w hich links betw een gender and other social issu es, such as so cia l class,
are con sisten tly established. In her critique, C ondé does not do ju stice to Jagoe's analysis
o f the w ays in w hich such various social issu es are interw oven in h istorical and textual tap
estries. C ondé’s in sisten ce on m atters o f gender in Tristana is appropriate and perceptive,
but one w ish es she had not lim ited her analysis to the representation o f that m ajor social con
cern at the exp en se o f others.
U niversity o f M aryland
A lan E . S m ith
A v ec es, una determ inada perspectiva n os puede brindar toda una organización de tal
escala y productividad que se hace indispensab le para la aprehensión d e un fenóm eno
am plio y variado. Tal es el caso d el libro de Toni D orca que aquí reseñam os: e l cronotopo
id ílico que e l autor define y aplica ayuda al estudioso a ver de manera congruente la dilatada
y cam biante trayectoria d e la n ovela española d el sig lo X IX . La naturaleza y p osición d el
realism o se evidencian bajo esta lu z, así com o m uchos aspectos particulares d e gran interés
en cada uno d e lo s se is autores estudiados en este libro.
O rganizado en una introducción, se is capítulos sobre determ inados autores, y im a
con clusión, e l tom o tien e, adem ás, un ín dice onom ástico y de obras que es de gran utilidad.
186 RESEÑAS
L os tres prim eros capítulos, sobre Fernán C aballero, Valera y Pereda, form an una “Primera
Parte” titulada “La novela id ilio ”. La “Segunda Parte”, con e l título de “La destrucción del
id ilio ”, con tien e tres capítulos restantes, dedicados a G aldós, N arcís O iler, y Pardo Bazán.
La am plitud d e m iras de esta obra se m anifiesta en esta inclusión de d os autoras y d e un
autor que escribe en catalán.
La introducción d efin e lo s térm inos teóricos y críticos que se han d e usar com o
verdaderos ejes de la obra, y otea el cam po a cubrir en cuanto a lo s autores y obras
esp ecíficas que serán analizados. La base teórica de este libro, com o se habrá podido colegir,
es B ajtin, específicam ente su ensayo “Las form as d el tiem po y el cronotopo en la novela:
E nsayos de poética histórica”. E l concepto de cronotopo, interrelación de espacio y tiem po
en una narración, aplicado al género o m odo llam ado id ilio , da la categoría teórica en que
se basa este libro: el cronotopo id ílico , que a su v ez se divid e en cin co tipos, entre ello s,
según B ajtin, la n ovela regional. Según la tesis de V irgil N em oianu, aducida por D orca,
haría falta discernir la literatura pastoril d el id ilio . En cuanto a la historia d e la n ovela, la
prim era ced e al segundo, y sufre im portantes cam bios: la n ovela pastoril, señala D orca,
“presenta un esp acio im aginario poblado d e fa lso s pastores, con tien e elem en tos d e lo
fantástico y se sustenta en una concepción neoplatónica d el amor. La n ovela id ilio , por su
parte, e s una respuesta artística a la industrialización y el auge d el capitalism o com puesta
de 1750 en adelante con un propósito em inentem ente realista: lo s escenarios son reales, así
com o lo s cam pesinos y pastores que lo s habitan, el folclore sustituye a la fantasía y la trama
am orosa com parte, en ocasiones, protagonism o con la ardua labor de las faenas agrícolas”
(1 7 ).
U n aspecto quizás sorprendente d el concepto del n ovelista id ílico que D orca señala,
haciendo suyas las definicion es d e N em oianu, es su adm isión de elem entos que am enazan
la arm onía: “ [...] Fernán C aballero, Juan Valera o Pereda [...] no se retraen a la hora de
exponer la crudeza de la vida cotidiana. Sus n ovelas están repletas de ep isod ios cargados
d e ex ceso s de com ida y bebida, parasitism o, v io len cia , robo, adulterio, m endicidad o
corrupción” (1 9 ). Sin em bargo, según este libro exp lica, la novela id ilio acaba d e manera
fe liz , aunque a v eces no sin am bigüedad, m ientras que las n ovelas “realistas” o “de
destrucción d el id ilio ” (2 5 ) acaban con infelicid ad, y hasta m uerte. Podríam os pensar que
la n ovela-id ilio está emparentada con la com edia clásica, y la novela realista, con la tragedia.
R ecordem os que D orca n os in dica que “[a] m edida que e l capitalism o hace im posible la
fusión d el individuo en la naturaleza, el cronotopo id ílico cede su p osición de p rivilegio a
la confrontación d el protagonista con su entorno”. In siste este autor en la presen cia de
elem entos foráneos en la n ovela-id ilio: “[...] en ella la sublim ación de un m undo fe liz se
com bina con una descripción de la sociedad contem poránea teñida d e m atices críticos. Se
trata [...] n o tanto de una despreocupada evasión de una realidad h ostil cuanto de una abierta
confrontación con la m ism a” (2 4 -2 5 ). D e hecho, la figura d el hijo de la región que vu elve
a ella , que inform a e l título d el libro y su contenido, e s fundam ental para la creación del
cronotopo estudiado, pues es la que trae la con flictiva m odernidad capitalista al lugar aún
m ejido en brazos d e un vaivén cíclico natural. C om o n os indica el autor, “con e l desarrollo
RESENAS 187
d el realism o m oderno, se em pieza a cuestionar [...] la vigencia del ideal arm ónico” (3 1 ) y
las obras de Fernán Caballero, Valera y Pereda (aunque hay que tomar en cuenta la condición
anacrónica de Peñas arriba y de Juanita la larga, am bas de 1895) ceden la v o z a las de
G aldós, O iler y Pardo Bazán.
En la prim era parte d el libro (capítulos 1-3) se estudian, principalm ente, Un verano
en Bomos 1853) de Fernán C aballero, El comendador Mendoza (1876), Juanita la larga
(1895) y Pepita Jiménez (1874) de Valera, y D on Gonzalo González de la Gonzalera (1879)
y Peñas arriba (1 8 9 5 ) de Pereda. Q uisiera destacar de esta parte, entre m uchas valiosas
ob servacion es, la s que e l autor o frece resp ecto a la n ovela n o tan con ocida de Fernán
C aballero. Por una parte, señala la innovación form al, que se m anifiesta en su ju eg o
m etaficticio, y por otra, el hecho, quizás m ás sorprendente aún, de que “lo revolucionario
de la form a se engarza en un discurso sobre la tolerancia y la libertad individual que sotierra
la im agen autoritaria que tenem os de la escritora” (4 3 ). Tam bién es de especial interés la
relación que e l autor destaca entre las dos n ovelas d e Pereda, separadas por d ieciséis años,
en la que la segunda recoge el final am biguo de la prim era, y lo resuelve definitivam ente,
para concluir: “En Peñas arriba, [...] las con ven ciones de la novela de tesis alcanzan su
plenitud”. E fectivam ente, este estudio nos m uestra que la n ovela-id ilio com o género entra
en el sig lo X IX en una constante relación con d os otras form as: la novela d el retom o al
cam po y la novela de tesis.
En la segunda parte d el libro (cap ítu los 4 -6 ), se consideran principalm ente las
sigu ientes novelas: Doña Perfecta (1 8 7 6 ) de G aldós, Vüaniu (1885) de 011er y La madre
naturaleza (1 8 8 7 ) de Pardo Bazán. Q uisiera destaca las observaciones que hace el autor
sobre la n ovela de G aldós, especialm ente e l d esvelar una m uy p lausible m otivación
p sico ló g ica en el antagonism o de P erfecta ante su sobrino: su propia experiencia
m atrim onial amarga, e l “infierno que doña P erfecta debió de pasar en M adrid aguantando
las in fid elid ad es d e un esp oso m anirroto y m ujeriego” (1 0 4 ). C oncluye D orca: “A l dar
m ayor p eso a las m otivaciones de carácter económ ico, sentim ental, p sico ló g ico que a las
m eram ente id eológicas añade G aldós verosim ilitud a la obra” (1 0 5 ). Con este com entario
D orca in cid e en la con sid eración d e un asp ecto fundam ental de la buena n ovela
decim onónica, la relación entre sus dos propósitos principales: el m im ètico y el sim bólico.
E l estudio de la n ovela de O iler es de agradecer dentro de la relativa escasez de crítica sobre
este autor, n ovela que parece com partir con Los Pazos de Ulloa la naturaleza nerviosa y
atribulada d e sus protagonistas m asculinos (A lbert y G abriel), que al ir a buscar e l bálsam o
de una vida rural idealizada encuentran cizaña y hasta veneno; no es p osib le el id ilio dentro
de una n ovela realista que parece oponerse, desde lo m ás profundo de su form a, al final
fe liz , según deja ver este libro de Toni D orca, llen o de finas y ú tiles observaciones, que nos
ayudan a organizar nuestra mirada a l vasto cam po de la n ovela española decim onónica, y,
así, percibirla con m ayor sentido.
B oston U niversity
188 RESEÑAS
L ind a M . W illem
Two essays in this volum e are dedicated to the reception o f G aldós’s n ovels in Rus
sia, another interest for w hich Cham berlin is w ell know n. In them he docum ents the trans
lation o f G aldós’s w ork into R ussian and m inority languages o f the S oviet U nion, and he
d iscu sses how particular n o v els ch osen for translation w ere connected to the so cia l, p oliti
cal, or m ilitary situation o f the S oviet U nion at different tim e periods. For exam ple, in the
19 7 0 ’s the Torquemada series and El amigo manso w ere translated, the first for its portrayal
o f cap italistic greed, and the second for its exp osé o f Spam ’s p olitical corruption and b e
trayal o f Cuban interests. B ut in the 19 8 0 ’s the translations o f Misericordia and Nazarin be
cam e part o f the S oviet “C om passion M ovem ent” and the celebration o f the m illennium o f
C hristianity in R ussia, respectively. O verall, these reception studies provide a fascinating
glim p se at how one country can u se the foreign literature o f another for its ow n purposes.
Each essa y in this volu m e is w ell argued, clearly w ritten, and m eticulously docu
m ented. Particularly striking is the breadth o f Cham berlin’s research sources, w hich draw
from not on ly the H um anities but also from the S cien ces (both natural and social), and the
F ine A rts. T hese articles represent over forty years o f scholarship based on solid investiga
tiv e research com bined w ith a thorough know ledge o f prim ary texts. Cham berlin’s w ork is
not grounded in literary theory— as he h im self adm its— but this can be view ed as an ad
vantage because the in sights and w ealth o f inform ation contained in these studies can be
profitably adapted to the needs o f other G aldosistas regardless o f their ow n theoretical ori
entation, both now and in the years to com e.
B utler U niversity