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Andrés Gonzales

Andrés Bernal
David Sánchez
Ingrid Beltrán
Mónica Najar
Informe Exposición.
Cátedra de Estética del diseño
Unitec.
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OMINOSO

Ningún autor lo toma como una teoría fija, incluso como categoría estética, sólo FREUD, sin
embargo, es rastreable hasta PLATÓN, dado que lo ominoso, está inmerso en cualquier problema
de “forma” del objeto, cualquiera que haya querido darle atributos al objeto encuentra lo
ominoso, llámelo o no de esa forma, como una manera de –conceptualizar- la sensación que causa
un objeto, que me hace sentir MIEDO, AVERSIÓN, ASCO Y TEMOR.

Platón, quién lo dijo todo, considera que, en las bellas formas, también existen unas que siendo
horribles por su estructura y su propia composición, logran elevarse a la categoría de bellas
(Platón entiende la belleza, como algo superior, más bien como algo sublime). Y pone por ejemplo,
que a los espartanos, les parecía bello un muchacho de tez blanca, cabellos rubios y ojos celestes,
mientras que a un ateniense le parece mucho más bello un muchacho, moreno, de cabellos
marrones y crespos, y ojos oscuros: Porque los espartanos tenían negocios con los europeos del
norte, mientras que los atenienses habían tenido conflictos con ellos, Por lo tanto, el espartano
encuentra deleite en la forma física de quienes considera buenos, útiles y amigos, mientras que los
atenienses temerán y encontraran repulsiva la forma física de aquellos con quienes han tenido
pleitos.

Lo mismo sucede con el arte, e incluso los gustos corpóreos que tanto gozaban los griegos, para
los tebanos (una de las primeras ciudades griegas) el mino tauro (mito de Perseo) era un hit total,
era la imagen de fuerza y poderío militar, y como los atenienses tenían guerra con Tebas,
convierten al minotauro en un ser terrible que es la sumatoria de sus mayores miedos: es el
resultado del bestialismo (sexo entre personas y animales) canibalismo (para el griego ateniense
era algo terrible) y representaba así mismo un sistema tiránico, déspota y autoritario (recuerden
que Atenas era demócrata en el siglo de oro). Esto mismo pasará después con la imagen de Baal
(Belcebú) entre las civilizaciones hebreas y sumerias.

Terminando con Platón recordemos que él, por ejemplo, habla largo y tendido del gusto que tiene
el ateniense promedio por los -chicos guapos-, el “efebo” que era un tipo entre 16 y 20 años y era
algo así como apadrinado por un “polites“ (ciudadano mayor, hombre entre los 30 y 40, con
poder político y económico) para velar por su educación, incluyendo la educación sexual. Como
Patroclo, el amigo de Aquiles Y eso no era HOMOSEXUALIDAD. (la homosexualidad como tal
aparece con los romanos y se desarrolla totalmente con judios-cristianos). Para el griego era una
cosa normal que un tipo de edad adulta tuviera un “noviecito” de escasos 16 años. ¡Y HOY EN DIA
NOS REPUDE DE FORMA TERRIBLE! ¿Por qué? Porque tenemos el preconcepto que la
homosexualidad es contraria a la naturaleza, es pecaminosa y está fuertemente asociada con el
SIDA y las enfermedades venéreas; ¡TEMEMOS A LOS HOMOSEXUALES, LOS ENCONTRAMOS
AVERSIVOS, NOS DAN MIEDO Y ASCO! SON OMINOSOS. Ese es un ejemplo de cómo el concepto
de OMINOSO cambia atreves del desarrollo de la civilización, pero si logramos quitarnos el yugo
del velo de maya, que nos ciega, nos daremos cuenta que existe, incluso en la homosexualidad, un
objeto… como cualquier otro, no significa que uno se vuelva homosexual, sino que logra verlo
OBJETIVAMENTE, sin prejuicio.

Hablando del velo de maya, llegamos a Schopenhauer (en salto de más de mil años en la historia
del pensamiento), quien era un gran discípulo de Platón, y basa mucho de su pensamiento en la
teoría de Platón del “mundo de las ideas” y el alma, las ideas puras, las representaciones etc.
Schopenhauer, para nuestro interés, considera al igual que Platón que las palabras son una
exteriorización de la idea, y claro, que la idea es un constructo intelectivo de lo que las cosas son
(ahí es donde entra el alma, y que aprendemos en el -mundo de las ideas-, y que es el alma la que
recuerda lo que conocimos en ese mundo, cuando volvemos a percibir sensorialmente las cosas
del mundo físico.)

En el mito de la caverna, Platón habla de qué es el mundo físico, una mera apariencia y que para
conocer, hay que elevarnos al mundo METAFÍSICO, al mundo de las ideas, donde están las ideas de
verdad. Schopenhauer, parte de ahí, para decirnos que, no sólo el mundo físico es apariencia, sino
las ideas que tenemos del, es decir, que todo lo que conocemos en esta vida de prejuicios, no es
más que engaño. Así pues, no podemos conocer nada, porque tenemos prejuicios, y esos
prejuicios los hemos acomodado en categorías, sustantivos, adjetivos, gramáticas, idiomas; (ahí se
torna supremamente lingüístico, y de eso se nutre Nietzsche) para organizar jerárquicamente lo
que debemos pensar de la cosa, y ese pensamiento cumple una función dentro de un sistema al
cual le conviene un pensamiento único y COMUNITARIO, en ese momento habla del “rebaño.”

Y qué hacemos para salirnos del rebaño, pues pensar por nosotros mismos ¿cómo? Quitándonos
el velo de maya. El velo de maya, es una bellísima figura literaria que utiliza Schopenhauer, maya,
es una palabra que viene del sanscrito, (el idioma de los hindúes clásicos, de la cultura Védica en la
cual se educó Schopenhauer) y significa ILUSIÓN, también es una deidad del mundo real que
desvía del camino correcto y conduce al kali yuga (lo que no es). Entonces el velo de maya, es el
velo de la ilusión, que nos lleva a lo que no es, y ese velo, está en nuestros ojos, en nuestros
sentidos, en nuestra mente, ese velo es el misma preconcepción, el prejuicio, el orden jerárquico
de ideas y su sistematización. Pero, mediante la experiencia estética logramos quitarnos ese velo,
y ver el mundo objetivamente es decir, al objeto desconectado del orden jerárquico.
Pero… ¿por qué en la experiencia estética desaparece el velo de maya? Porque en esta
experiencia, desaparece el sujeto, desaparece el YO y –yo- es el cumulo de preconceptos, de
palabras, de ideas, que se poseen al ver el objeto: blanco, negro, feo, lindo, miedo, atracción,
repulsión… no están en otro lado que en YO, y cuando Yo, no está queda solo el objeto.
OMINOSO, es una categoría, una idea, una sensación, un preconcepto, cuando me quito el velo de
maya, el objeto calificado como ominoso deja de serlo y queda siendo eso, UN MERO OBJETO.

En el camino a la experiencia estética aparece Nietzsche, el tipo que mató a Dios y también poeta,
filólogo, filosofo, El más odiado y el más querido. Nietzsche, como Schopenhauer, se da cuenta
que las ideas de las cosas existen en un orden jerárquico sistemático, pero se pregunta ¿quién las
organizó? Nietzsche quien era filólogo (esos tipos que se dedican al estudio de las palabras y su
origen) se dio cuenta que las palabras, están organizadas de modo tal que sean correlativas a lo
que “el sistema” quiere que estas signifiquen. ¿Y quién es el sistema? pues la sociedad y su poder
máximo. Nietzsche haciendo un recuento entre sociedades, poderes y sistemas, descubre que el
cristianismo es, a sus ojos, el sistema que ha intervenido más en la generación de preconceptos
con un fin represivo, es decir, en generar un imaginario colectivo, determinado, autorreferente e
inamovible, que identifique de manera inmediata los objetos. En ese orden jerárquico hay un
máximo concepto, y es DIOS, dios es un sostén de este sistema y a su vez es la parte más alta de la
pirámide.

En base a Dios, aparece el pecado, y el pro del pecado aprendemos a temer aquello que nos hace
pecar, por ejemplo el sexo. En base a Dios, aprendemos también a identificar como bueno lo que
nos conduce a él, por ende, un cura o un hombre religioso, es amable y bueno. Lo ominoso seria
entonces, algo de temer, algo adverso a mí, algo pecaminoso, lascivo y malo, ALGO DEL DEMONIO.
Nietzsche quiere derrumbar ese sistema y que mejor manera que matar el concepto clave de
dicha organización: MATAR A DIOS, si el concepto de dios es eliminado, si dios muere, con el
muere la preconcepción del mundo, y se eleva la concepción del hombre, no del hombre
mundano, sino la de un SUPERHOMBRE, un hombre que ha aceptado dicha muerte, se ha alejado
del sistema organizacional del mundo, y puede ver la realidad sin el velo de maya. Lo ominoso no
existe, si no existe el miedo, el temor, el asco y el repudio, Dios es a lo máximo que debemos
temer, su –preconcepto- desprende de qué sentir asco, repudio y aversión. Lo Ominoso,
desaparece entonces, cuando dios muerte y con él su moral, y resurge una ÉTICA, es decir un
modo de actuar que resulta de concebir los objetos como OBJETOS, y no como preconceptos.

Freud, que aparece luego de todo este mierdero de orden meramente mental y filosófico, aterriza
lo ominoso, lo convierte en un problema ¡FÍSICO! El miedo, que es la sensación con la cual Freud
asocia más fuertemente a lo ominoso, es un problema de nuestra mente, de nuestro cerebro.
Freud, rastrea al miedo hasta nuestra niñez, porque en esa etapa es en la cual APRENDEMOS, el
miedo es resultado del aprendizaje. Cuando niños nos es enseñado a qué temer, qué es lo bueno,
qué es lo malo… y también lo vamos descubriendo como un problema sencillamente sensorial, nos
damos cuenta que debemos tener miedo, cuando nuestros sentidos no encuentran deleite. Por
ejemplo en la oscuridad, se pierde la concepción de orientación, clave para un niño, por eso, el
niño teme al miedo, porque SIENTE aversión a la falta de luz, al no sentirse orientado.
Lo ominoso, es aquí un problema psicológico. Freud era medico, por ende trata lo ominoso como
una especie de enfermedad, y como buen médico, busca su origen, da causa, e intenta curar o por
lo menos, que el paciente lleve una vida “vivible.”

Lo ominoso, lo que da miedo, aparece aquí como el resultado psicológico de la aprehensión, y por
lo tanto, es subjetivo, porque no todos aprendemos lo mismo, sin embargo, Freud se pregunta:
¿bueno, y entonces porqué toda la gente le teme a algo como la muerte? Pues resulta que no
todos le temen a la muerte, muchas culturas africanas, asiáticas y de la América precolonial,
consideraban la muerte como algo SUBLIME, atrayente e interesante, y al morir alguien le
celebraban una fiesta. También aprendemos en conjunto, lo que aprendemos también juega con
la conveniencia de la convivencia, actuamos igual que aquellos a los que vemos (eso es clarísimo
en los niños) entonces si toda mi cultura teme morirse, y encuentra “ominosa” la imagen de la
muerte, pues yo, aprendo y comprendo a la parca como propia de temer.

Dado su origen, Freud sigue como médico, ahora nos dice qué pasa en nuestro cuerpo con lo
“ominoso.” Lo ominoso repercute en nuestra mente, determinando nuestras acciones, siempre
evitamos lo ominoso, sobre todo cuando lo vemos o lo sentimos, de inmediato queremos dejar de
sentirlo. Pero qué pasa con gente que descubre en su concepto de “ominoso” un gusto, ¿se
quitaron el velo de maya? Según Freud, tal vez, pero es más probable que se haya roto su sistema
de aprendizaje, y hayan comprendido que aquello a lo cual se debe temer, no da tanto susto y
termina gustando. Un ejemplo claro son actividades que confunden a los sentidos y la mente;
tatuarse, saltar en paracaídas, ir muuuuy rápido en un carro, etc etc… hemos aprendido y
comprendido que hacer cualquier cosa de lo anterior es adverso, sobre todo por el peligro físico
que conlleva, y sin embargo son muchos los que encuentran de suma delicia hacerlo.

En los escritos y análisis “froidianos” está muy marcado el lado sexual, entendamos el sexo como
algo ominoso, porqué conlleva pecar (acuérdense de Nietzsche), también nos genera problemas
sociales (de pajera), y adelantándose a su tiempo Freud identifica que el mayor problema del sexo
es engendrar, por eso antes de perder la virginidad (y en algunos casos después) el sexo es
supremamente OMINOSO, especialmente en la mujer, por el dolor físico que hay en la ruptura del
himen en la defloración. Y sin embargo, luego de “tirar” con determinada regularidad, tanto
hombre como mujer pierden su miedo, el sexo deja de ser ominoso y se vuelve sublime, porque
aprendemos sensorialmente lo sabroso que es.

Ya sabemos que pasa en nuestro cuerpo respecto a lo ominoso, y ahora, Freud nos dice si esto
tiene cura o no, bueno dado que podría considerarse como un problema netamente psicológico,
su problema está en la psiquis: La psiquis si bien hace parte del cuerpo, no sabemos dónde está,
algunos creen que la psiquis es el alma y otros dicen que es el cerebro, Freud siendo muy honesto,
considera que es un problema que no tiene solución. Por ende la ominosidad no tiene cura, pero sí
tiene formas de ser conllevada, debemos utilizarla para seguir siendo humanos, sobre todo
cuando aquello a lo cual nos vemos enfrentados representa un peligro INMINENTE en nuestra
vida, y socialmente es bueno considerar como OMINOSO ciertas cosas, para convivir bajo algunos
parámetros comunes; así mismo, debemos violentar el sentido de ominosidad para divertirnos con
la vida y deleitar nuestros sentidos con sensaciones nuevas y que trastornen nuestra conciencia
del mundo.

Entonces qué es lo ominoso:

Pues lo que da miedo, y es adverso, y no nos gusta. Lo ominoso es sensación y sentimiento,


también es un precepto e incluso una prevención –mental- frente a aquello que hemos
considerado ajeno y perjudicial, sin embargo, lo ominoso lejos de ser un impedimento, hace parte
de nuestro constructo del mundo, dado que, para existir un negro tiene que haber un blanco, para
que haya sublimidad, debe existir por mera necesidad, la ominosidad.

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