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“El otro día subí a una colina y oteé un campo ondulante más allá de un soto en

dirección a un río y mientras lo miraba un faisán se removió a mis pies. Usted, como
persona de paso, habría presumido sin duda que la dama naturaleza se ocupaba de
su eterno negocio. Yo sabía algo más. La colina era un túmulo funerario de la Edad de
Hierro, el terreno ondulado un vestigio de la agricultura sajona, el soto era sólo un soto
porque habían talado mil árboles, el río era un canal y el faisán había sido
domesticado por un guardabosques. Lo cambiamos todos, los árboles, los cultivos, los
animales. Y ahora, sígame otro trecho. Ese lago que vislumbra en el horizonte es un
embalse, pero cuando ya ocupa ese sitio varios años, cuando tiene peces dentro y las
aves migratorias lo utilizan para hacer una escala, cuando la línea de árboles se ha
adaptado al paisaje y barquitas pintorescas lo surcan de un lado al otro, cuando esas
cosas ocurren se convierte, triunfalmente, en un lago, ¿lo ve? Se convierte en la cosa
misma”. Inglaterra, Inglaterra Julian Barnes.

Solemos concebir como parte de la historia todos aquellos objetos y realidades materiales
realizadas por los seres humanos perceptibles a simple vista, pero no es preciso olvidar
que una cultura o civilización vive e interactúa con un paisaje al que se adapta y
transforma a la vez, a pesar de que en una primera instancia esto último nos parezca
imperceptible. Por tanto, la historia no es tan solo aquello que un grupo humano deja
como testimonio de su presencia en una zona determinada, sino también todo aquello que
modifica o altera para sus propios intereses.

“Nunca he entendido como alguien puede estar convencido de una opinión y sin
embargo permanecer imparcial en una discusión sobre la misma”. Cuando los
médicos están de acuerdo, G. K. Chesterton.

Cuando se plantea un debate sobre un determinado tema, a veces nos atemoriza el dar
nuestra opinión sobre el mismo por miedo a no tener la razón o a estar equivocados sobre
algo, pero lo cierto es que mientras esa opinión este cimentada sobre una evidencia o
conjunto de datos comprobables siempre será defendible y se podrá emplear para
confrontar opiniones contrarias a esta.

“El pasado legitima. Cuando el presente tiene poco que celebrar, el pasado
proporciona un trasfondo más glorioso (…) Antes pensaba que la historia, a diferencia
de otras disciplinas como, por ejemplo, la física nuclear, al menos no hacía daño a
nadie. Ahora sé que puede hacerlo y que existe la posibilidad de que nuestros
estudios se conviertan en fábricas clandestinas de bombas (…) Los intentos de
sustituir la historia por el mito y la invención no son simples bromas pesadas de tipo
intelectual. Después de todo, tienen el poder de decidir lo que se incluye o no en los
libros de texto (…) La historia no es una memoria atávica ni una tradición colectiva. Es
lo que la gente aprendió de los curas, los maestros, los autores de libros de historia y
los editores de artículos de revista y programas de televisión. Es muy importante que
los historiadores recuerden la responsabilidad que tienen”. Sobre la Historia E.
Hobsbawm (Barcelona, 1998, 17).

La historia siempre se ha empleado como instrumento o arma para justificar ciertas


actitudes o pensamientos políticos a lo largo de la misma, que incluso llegan ejercen un
papel decisivo a la hora de decidir qué se puede o no considerar como “historia”. Es por
ello que en reiteradas ocasiones se suele subrayar el papel del historiador a la hora de
discernir lo verdadero de lo falso o mítico dentro de este campo de estudio, si bien
alcanzar tal objetivo es en muchos casos una labor ardua y complicada.

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