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REVISTA EXTREMEÑA DE FOLKLORE

Número 30. Año 2011

MONOGRÁFICO

LA CASA ABOVEDADA
Evolución de los espacios domésticos tradicionales en la
Baja Extremadura
Juan Diego Carmona Barrero

PREMIO GARCÍA MATOS DE INVESTIGACIÓN 2009

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SABER POPULAR

REVISTA EXTREMEÑA DE FOLKLORE

Número 30

Año: 2011

Monográfico

LA CASA ABOVEDADA.

Evolución de los espacios domésticos tradicionales


en la Baja Extremadura

Juan Diego Carmona Barrero

Prólogo

Juan Agudo Torrico

PREMIO GARCÍA MATOS DE INVESTIGACIÓN


2009

Consejo Regional de Investigación y Divulgación.

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La casa abovedada. Evolución de los espacios domésticos de la Baja
Extremadura. / Prólogo de Juan Agudo Torrico// Badajoz, Federación Extremeña
de Folklore/, 2011.
301 p., 38 fig., 3 graf., 4 esq., 7 tablas y 6 lám. en el texto incluyendo un
anexo de planos 17x24 cm. (Col. Saber Popular. Revista Extremeña de Folklore.
Monográfico número 30.
D. L. BA-453-1987; I.S.S.N. 1139-7713
1. Bóveda - Construcciones - Alange 2. Arquitectura - Acabados - Alange 3. Ar-
quitectura popular - Alange. I. Título: casa abovedada, La. II. Agudo Torrico, Juan,
Pr. III. Federación Extremeña de Folklore, ed.
624.023.6 (462.22 Alange) 72.04 (462.22 Alange) 72.067.26 (462.22 Alange)

CONSEJO DE REDACCIÓN:

M.ª del Pilar Barrios Manzano, Rafael Caso Amador (secretario),


Goyi Delgado Naranjo, Raúl Merino Durán, Andrés Oyola Fabián,
Juan Rodríguez Pastor (director), Ismael Sánchez Expósito y Juan
Andrés Serrano Blanco.

SEDE SOCIAL:

c) Agustina de Aragón, 10
06004 Badajoz
e-mail: saberpopular@folkloredeextremadura.com
web: www.folkloredeextremadura.com

PORTADA:
Maestro José María Carmona Hidalgo ejecutando una bóveda (Foto autor)

FICHA BIBLIOGRÁFICA:
J. A. Calero Carretero

EDITA:

Federación Extremeña de Folklore


www.folkloredeextremadura.com

IMPRIME:
Gráficas Diputación de Badajoz

DEPÓSITO LEGAL: BA - 453 - 1987


I.S.S.N.: 1139 - 7713

Esta publicación no se hace responsable de las opiniones de sus colaboradores.

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A mi hija Gloria, para que mantenga
en su memoria el recuerdo y la esen-
cia de la vida en el pueblo.

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LA CASA ABOVEDADA.

Evolución de los espacios domésticos tradicionales


en la Baja Extremadura

Juan Diego Carmona Barrero

2011

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PRÓLOGO

La arquitectura vernácula tal vez sea de todas las manifestaciones que compo-
nen nuestro entorno patrimonial, el testimonio en mayor riesgo de desaparición.
Poco o nada queda de ella ya en las ciudades y en muchos otros grandes núcleos
urbanos, al tiempo que el proceso de destrucción se va expandiendo a los nú-
cleos rurales más diversos, sin que en este proceso importe mucho el aislamiento
o dimensiones de estas poblaciones. Y lo más lamentable es que, a decir verdad,
lo que nos va quedando no es tanto el resultado de una supuesta concienciación
colectiva en su favor, sino resultado de un tiempo de espera ante la carencia o
limitación de recursos de sus propietarios para poder modernizar o, preferente-
mente, derribar las viejas viviendas y reedificarlas en consonancia con las nuevas
modas arquitectónicas.
En sí mismo, a este proceso de renovación no habría que ponerle ninguna ob-
jeción, dado que es inherente a la propia evolución de cada núcleo poblacio-
nal, a las necesidades cambiantes y hábitos culturales de sus pobladores, y a la
caducidad natural de los propios edificios. Lo preocupante en nuestros días es
el por qué y el cómo se está produciendo, de manera acelerada desde los años
setenta-ochenta del pasado siglo, este proceso; contraviniendo en muchos casos
la lógica natural a la que acabamos de hacer referencia: ni su desaparición es el
resultado de perentorias necesidades urbanas en núcleos de población que no
han visto modificada sustancialmente su estructura urbana; ni su estado de de-
gradación obligaría a su derribo; ni sus espacios han quedado tan obsoletos que
como para no poder adaptarse a nuevas funciones y usos habitacionales.
El problema, en respuesta a la primera pregunta que nos planteamos, tiene mu-
cho más que ver con la desconsideración de sus propios habitantes hacia un tipo
de arquitectura que piensan y sienten como manifestación de un mundo rural
y campesino que no se adecua, antes bien, se contrapone, a las cuestionables

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imágenes de modernidad que se proyectan desde las culturas urbanas dominan-
tes. Antes y ahora las casas (e incluso otras tipologías arquitectónicas dedicadas
a diversas actividades productivas) además de cumplir su función primigenia de
cobijar las actividades domésticas de sus habitantes, son igualmente expresiones
simbólicas que manifiestan el estatus social de sus moradores; de ahí que con su
mantenimiento, ya sea por rememorar imágenes de prestigio consolidadas (gran-
des casas) o por incapacidad económica para sustituirlas, o en sentido contrario
con sus transformaciones o reedificaciones, están poniendo de manifiesto, para
bien o para mal, los cambios que se han producido en la familia que las habita.
La segunda cuestión, más preocupante, es el cómo se están produciendo estas
transformaciones. Si algo ha caracterizado, casi sin excepción, a los núcleos ur-
banos tradicionales que se fueron consolidando desde el s. XIX (y aún desde
siglos anteriores en algunos casos) fue la armonía de esta evolución, únicamente
matizable y en este sentido sí mejorada en el transcurso del s. XX, por el limitado
cuidado dedicado al viario público y, salvo excepciones, a los espacios colectivos
de plazas y plazuelas. Innovaciones en las técnicas arquitectónicas y transforma-
ción de los gustos estilísticos se fueron integrando en las costumbres de los usos
arquitectónicos tradicionales desde el siglo XVIII, dando respuesta a nuevas va-
riables socioeconómicas. Es el caso, de tener que poner algún ejemplo, de cómo
determinados elementos arquitectónicos como vanos y cierres de ventanas, or-
natos de fachadas, técnicas de construcción de techos abovedados, etc., e incluso
de nuevos estilos arquitectónicos (historicismos, regionalismos, modernismos)
se integraron y convivieron con las construcciones que iban quedando de siglos
precedentes, o que se seguían construyendo siguiendo viejos usos; ya sea por
parte de las grandes casas y edificios institucionales en cuanto a la adopción de
estos nuevos estilos como modernidades de entonces, o de continuidades de los
modelos de antaño en las casas más humildes.
Esta armonía hoy ha desaparecido en demasiados casos. Si antes los autores

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estaban mayoritariamente representados por arquitectos alarifes locales o co-
marcales que reproducían los viejos modelos consolidados por la tradición (no
por ello menos cambiante y adaptada a las innovaciones del momento, tal y
como hemos dicho), ahora las nuevas construcciones, impuestas por y desde la
arquitectura/arquitectos institucionalizados académicamente, tratan de aparen-
tar su originalidad/modernidad quebrando precisamente el contexto urbano en
el que insertan las nuevas edificaciones. Aunque la realidad dista mucho de estas
pretensiones, dando como resultado una creciente banalización estandarizadora
de una arquitectura anodina.
Y sin embargo, irónicamente, la arquitectura vernácula ha sido y es considerada
uno de los principales rasgos identificatorios de las diversas identidades colecti-
vas: desde la étnica a las diferencias regionales o locales.
La arquitectura tradicional siempre se ha caracterizado por la creación en cada
territorio de un modelo propio, diferenciado y diferenciador, adaptado a los
condicionantes y recursos ecológicos disponibles (materiales, orografía, clima-
tología) y estructuras socioeconómicas: grupos sociales, actividades productivas.
Condicionantes que, no obstante, nunca se convierten en determinantes. Este
último factor lo va a ser la historia, los intercambios culturales y los valores so-
ciales y simbólicos que comparten sus habitantes.
El trabajo de Juan Diego refleja paradigmáticamente lo que acabamos de decir.
En este caso no ya una determinada arquitectura, sino un elemento de la misma,
las bóvedas, han terminado por convertirse en uno de los referentes identitarios,
singularizadores, de Extremadura, como expresión de su diversidad cultural y
por la profusión con la que fueron construidas en las poblaciones diseminadas
en sus extensas comarcas centro-meridionales.
Las razones de su existencia, opinión que comparto con Juan Diego, no son,
como se ha pretendido justificar en diversas ocasiones, de carácter meramente
funcionales, ante la carencia de madera con la que conformar la estructura del

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entramado de las entreplantas de las viviendas (argumento válido para buena
parte de la Península Ibérica y que dista mucho de haber dado como resultado
las mismas respuestas culturales), sino a procesos culturales posiblemente de
muy diversas razones históricas; pero que hicieron que estas técnicas construc-
tivas se adoptaran y extendieran hasta hacerse común a muchas viviendas, sin
distinción de clases sociales.
En segundo lugar, Juan Diego refleja en su estudio un tema no menos signifi-
cativo a la hora de legitimar las culturas tradicionales, cuyas razones de existen-
cia y antigüedad no han de ser necesariamente muy remotas (ancestrales) en el
tiempo. Comparto su afirmación, extensible incluso, por lo que conozco, a otras
comarcas del norte de Andalucía colindantes con la Baja Extremadura donde las
construcciones abovedadas son igualmente abundantes, sobre la relativamente
tardía implantación de esta técnica en el transcurso del s. XIX. Aunque de nue-
vo, como no podría ser de otro modo, los patrones generales se particularizan
localmente, siendo no menos interesante, siguiendo las investigaciones y argu-
mentaciones dadas por Juan Diego, el papel que jugaron en Alange los alarifes de
origen portugués, y motivaciones para la implantación de las techumbres above-
dadas que en la economía local tuvieron las normativas sanitarias y condicionan-
tes urbanísticos influenciados por su famoso balneario.
Sea como fuere, y aunque no cabe duda que esta razón local debió de ser más
compleja a la hora de explicar su amplia difusión por la Baja Extremadura y nor-
te de las provincias andaluzas de Córdoba, Sevilla y Huelva, lo cierto es que, tal
y como hemos indicado, las bóvedas (tanto las técnicas de tabicado sin cimbra
que centralizan este estudio, como las de rosca) se transformaron en un referente
identificatorio, cultural, propio de estas arquitecturas tradicionales.
Lo que nos lleva a otra cuestión igualmente analizada por el autor: su adaptación
a viviendas de muy diversas clases sociales. Se ha tratado de un modelo cultural,
tradicional, aprendido y transmitido por hábiles alarifes locales. Unos alarifes

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que con demasiada frecuencia aún siguen sin ser reconocidos como arquitectos
populares, sin los que estas obras no hubieran podido realizarse, al ser capaces
de enfrentarse a soluciones constructivas que no dejan de sorprender a los ra-
zonamientos más formalistas de la arquitectura academicista; pero que supie-
ron responder a las necesidades más utilitaristas de la arquitectura tradicional
(reducción de costes, pericia para reaprovechar espacios ya construidos), como
fue y es su habilidad para construir estas bóvedas sin el apoyo de cimbras, o de
adaptarlas a las planta irregulares de las diferentes dependencias de las viviendas.
Afortunadamente en este trabajo si se reconoce y valora, hasta convertir su pre-
sencia en un eje central de la obra, la labor de estos alarifes en su quehacer y en
la identificación de los autores y aún de las sagas familiares de las que formaron
y forman parte. La arquitectura tradicional no es anónima, sino de autores no
reconocidos; pero cuya existencia, por fin, empieza a ser identificada y valorada.
Finalmente, resaltando y cuestionando igualmente algunos de las más añejas
consideraciones que limitaban la capacidad estética de las obras surgidas de es-
tos alarifes-arquitectos tradicionales, las valiosas fichas que complementan la
obras nos ofrecen un más que interesante cuadro de las variedad y calidad de las
formas que han adoptado estas bóvedas, así como de la diversidad de tipos de
viviendas que las acogen y distribución de los espacios en las que se encuentran.
La documentación y descripción aportada por ése estudio pone de manifiesto el
valor y reconocimiento que estas bóvedas, indisolublemente unidas a las vivien-
das que las acogen, debiera tener como parte destacada del patrimonio cultural
alangeño. En esta arquitectura tradicional se dan todos los valores que justifican
dicho patrimonio cultural, desde el histórico, al estético o arquitectónico; sin
olvidar el valor etnológico igualmente documentado en la obra al hablarnos del
uso y funciones de las viviendas que albergan esta bóvedas, así como de los signi-
ficados y razones de su distribución entre las diferentes dependencias de la casa.
Y sin embargo son razones y valores que no garantizan de por sí su preservación,

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y aún menos (por todas las razones expuestas al comienzo de esta presentación)
la continuidad y transmisión de los saberes de los alarifes que les dieron vida.
Más que su pérdida de funcionalidad como elemento arquitectónico estructural
es posible que sea su pérdida de significados lo que las están desterrando del
imaginario colectivo alangeño, y con ello abocando a su desaparición.
Esperemos que trabajos como el que tenemos delante nos sirvan para modificar
esta tendencia, que nos hace perder día a día parte de nuestro rico patrimonio,
tanto material como inmaterial (saberes). Para ello es fundamental, función que
creo desempeña significativamente esta obra, comenzar por su investigación y
difusión. Labor fundamental no sólo para dar a conocer su existencia entre pro-
fesionales dedicados de una u otra forma a los estudios de arquitectura o culturas
tradicionales, sino, sobre todo, para hacer llegar esta valoración positiva a quie-
nes conviven con este patrimonio (instituciones públicas, conjunto de la pobla-
ción alangeña) o más directamente forman parte del mismo como moradores de
las vividas que lo albergan. Sólo así se preservará.

Juan Agudo Torrico


Universidad de Sevilla.

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN .........................................................................................................................................................................19

JUSTIFICACIÓN DEL TRABAJO..............................................................................................................................................23

ESTUDIOS SOBRE LA ARQUITECTURA TRADICIONAL EN EXTREMADURA. ESTADO DE LA CUESTIÓN......35

LA BÓVEDA TABICADA: UN ELEMENTO DIFERENCIADOR EN LA CASA DE LA BAJA EXTREMADURA........43


APROXIMACIÓN HISTÓRICA A LA TÉCNICA............................................................................................................45

DESCRIPCIÓN DE LA TÉCNICA.......................................................................................................................................51

Criterios tradicionales de cálculo y diseño........................................................................................................................51

El trazado y replanteo de la bóveda...................................................................................................................................54

La construcción de los apoyos: las pechinas.....................................................................................................................56

La ejecución tradicional de la pechina de ladrillos............................................................................................................59

La construcción de apoyos: arcos formeros......................................................................................................................60

La ejecución de la fábrica: la traba......................................................................................................................................62

El revestimiento inferior: la creatividad del albañil..........................................................................................................65

FUNDAMENTOS Y CONDICIONANTES DE LA ARQUITECTURA POPULAR DOMÉSTICA ALANGEÑA......71


ENTORNO FÍSICO..................................................................................................................................................................74

ANTECEDENTES HISTÓRICO-URBANÍSTICOS DE LA POBLACIÓN...............................................................78

ESTRUCTURAS FAMILIARES DOMINANTES EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX..........................91

La familia nuclear..................................................................................................................................................................94

La familia troncal...................................................................................................................................................................96

BASES ECONÓMICAS LOCALES.....................................................................................................................................102

Un modelo económico: la casa del bracero.....................................................................................................................105

EL GREMIO DE LA CONSTRUCCIÓN: MAESTROS, PALETAS Y REPIONES................................................113

El aprendizaje del oficio.....................................................................................................................................................117

La transmisión de conocimientos.....................................................................................................................................120

CONFIGURACIÓN Y TRANSFORMACIÓN DE LOS ESPACIOS DOMÉSTICOS..................................................127


UNIDADES HABITACIONALES TIPO..........................................................................................................................127

LA CASA ABOVEDADA: PROPUESTA DE CLASIFICACIÓN Y DEPENDENCIAS DOMÉSTICAS...............132

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Dependencias de la primera crujía...................................................................................................................................136

Dependencias de las crujías intermedias..........................................................................................................................142

Dependencias de la crujía final.........................................................................................................................................143

Patio, corral y otras dependencias traseras......................................................................................................................147

EL PROCESO CONSTRUCTIVO DE LA CASA TRADICIONAL.....................................................................148

TRANSFORMACIONES DE LOS ESPACIOS DOMÉSTICOS..................................................................................152

AMPLIACIONES DE LOS ESPACIOS HABITABLES..................................................................................................157

El cambio de la fisonomía de la arquitectura popular....................................................................................................158

CONCLUSIONES.........................................................................................................................................................................164

ANEXO I. CATÁLOGO DE CASAS........................................................................................................................................169

ANEXO II. TIPOS DE BOVEDAS...........................................................................................................................................285

INDICE DE ILUSTRACIONES................................................................................................................................................289

BIBLIOGRAFÍA............................................................................................................................................................................295

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Juan Diego Carmona Barrero

INTRODUCCIÓN

La historia de las técnicas constructivas transcurre paralela al desarrollo de la historia


de la humanidad. Los momentos de apogeo de determinadas culturas han provocado
una expansión de múltiples aspectos culturales a su entorno mas inmediato. Dentro de
este proceso de aculturación y formando parte de la idiosincrasia del país originario, los
sistemas de construcción se han fijado en los países destino de estas culturas. Aunque
debemos decir que no siempre ha ocurrido esto fruto de una invasión o conquista, en
ocasiones ha sido como consecuencia de los flujos migratorios de individuos pertene-
cientes a una región y que por determinadas circunstancias se desplazan a otros lugares.
La movilidad geográfica de las técnicas constructivas conlleva un enriquecimiento de
las mismas debido a la adaptación al nuevo medio en el que se emplea, incluyendo
variaciones mas o menos sustanciales que evolucionaran el sistema. Así, como tendre-
mos ocasión de analizar mas detenidamente, nos encontramos con casos como el de la
bóveda tabicada extremeña de comienzos del s. XX. Este sistema de origen portugués,
que habitualmente se venia realizando con ladrillos y cal, se vera modificado durante el
transcurso de los años, sustituyéndose de forma progresiva el material ligante por una
mezcla de cal y yeso en un principio hasta evolucionar a un uso exclusivo del yeso.
El desarrollo de la evolución, además de por la inclusión de elementos de carácter
autóctono, viene modificado por las influencias estilísticas del momento o incluso por

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LA CASA ABOVEDADA

aspectos de tipo político-económicos como pueden ser los conflictos bélicos. Es el caso
del resurgir de la bóveda tabicada en Madrid, en el periodo de la Segunda Gran Guerra,
frente a los forjados con vigas metálicas. El acero se deja de emplear en construcción,
destinándose a usos armamentísticos. Esto trae un resurgir de técnicas tradicionales
constructivas que no precisan del acero, pero modificadas con procesos de elaboración
mas evolucionados.
Queda por tanto bien claro, ya sea de una forma u otra, que los sistemas constructivos
considerados como tradicionales no se mantienen puros sino que son fruto de un cons-
tante desarrollo evolutivo. A pesar de ello, si habrá siempre un interés y este será el de
economizar costes manteniendo las garantías de seguridad y estabilidad.
El desarrollo tecnológico y la rapidez en los procesos mecanizados de producción de
nuevos materiales han sido algunos de los causantes del abandono de ciertas técnicas
constructivas como puede ser el abandono del empleo de la cal a favor del cemento. De
esta manera el mercado anglosajón se introdujo en el mundo de la construcción de otros
países, debido sobre todo a que se ofrecía un material listo para usar, mientras que para
el empleo de la cal era necesario un proceso de apagado que aun se realizaba en obra
con el consecuente encarecimiento de las obras.
El uso del hormigón armado salto de las grandes obras públicas a la vivienda tradicional
al ofrecer un sistema constructivo relativamente sencillo en el que más que la habilidad
del maestro alarife lo que se necesitaba era maquinaria que acelerase el ritmo de cons-
trucción. Las técnicas tradicionales que no eran validas para obras de gran envergadura
pasaban a ser denostadas y tachadas de inseguras incluso para la más pequeña de las
viviendas. De esta forma el saber acumulado por siglos de experiencia se relegaba al
olvido sin que nadie se ocupara de adecuarlo a los nuevos tiempos.
En un último momento cuando parecía que no había vuelta atrás y que la sabiduría de
los viejos alarifes se iba a perder, surgen nuevas propuestas para revitalizar las técnicas
tradicionales. En esa línea se incardina este trabajo con el que se pretende revitalizar la
construcción de bóvedas tabicadas sin el uso de cimbras.

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Juan Diego Carmona Barrero

Corren tiempos en los que la figura del alarife-albañil tiende a desaparecer. Prueba de
ello es que este término no aparece en las clasificaciones profesionales de los oficios de
la construcción. Podremos encontrarnos con peones, oficiales, encargados, etc. cada
uno de ellos un nivel de competencias bien delimitado en cuanto a tareas a realizar, pero
se prescinde de la figura del albañil. Este era la persona que tenia la capacidad de trabajar
en todos los niveles y desarrollar correctamente sus cometidos, consecuencia de una
formación eminentemente práctica que había adquirido al pasar por todos y cada uno
de los niveles inferiores hasta alcanzar el grado superior de maestro albañil.
Hasta el momento se han realizado diversos estudios sobre la ejecución de bóvedas,
aunque no se ha investigado en el aspecto práctico de la ejecución de bóvedas sin cim-
bra. Si es verdad que se han ensalzado las habilidades de los maestros en el arte de
voltear bóvedas, pero siempre de una manera más anecdótica que descriptiva. Tan solo
en los últimos años han aparecido diversos trabajos en los que se han realizado clasifi-
caciones y aproximaciones a la técnica de ejecución.
Desde el punto de vista práctico como los artículos de José Sánchez Leal, o analizando
los comportamientos estructurales como el trabajo de Fortea y Lopez, la bóveda extre-
meña se ha revitalizado. En Cataluña los trabajos de Bassegoda Musté o Tarragó, en
Madrid los trabajos de Luis Moya y fuera de nuestro país los trabajos de Philippe Ara-
guas o Turpin Banister en Francia, Ricardo Gulli en Italia o Alfonso Ramírez en México,
convierten esta técnica constructiva en interesante elemento de estudio en cuanto al
análisis comparado de las distintas variantes regionales, campo que dejaremos para otra
ocasión. En esta publicación nos centraremos en el desarrollo de la técnica constructiva
en base a las experiencias de los maestros albañiles extremeños.
Llegados a este punto no podemos pasar sin mostrar nuestro agradecimiento a quienes
de una forma u otra han hecho posible esta publicación. A José Sánchez Leal, promotor
de los primeros estudios de las bóvedas extremeñas, compañero ya ausente con quien
tuvimos la ocasión de intercambiar experiencias. Al experto en arte medieval Philippe
Araguas, de la Université Michel de Montaigne, Bordeaux, por poner a nuestra disposi-

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LA CASA ABOVEDADA

ción su extensa e interesante bibliografía. A Alfonso Ramírez Ponce, de la Universidad


Nacional Autónoma de México, por la información proporcionada desde el otro lado
del Atlántico.
Agradecemos a la Federación Extremeña de Folklore y en ella a su presidenta Goyi
Delgado Naranjo así como al consejo de redacción de la revista “Saber Popular” por
el interés que desde un principio mostraron porque este trabajo viera la luz en forma
de publicación, especialmente a Juan Rodriguez Pastor por la corrección de las pruebas
finales. A Juan Agudo Torrico de la Universidad de Sevilla por su predisposición a pro-
logar la obra.
En la esfera local, nos sentimos enormemente agradecidos por la desinteresada cola-
boración de los vecinos de Alange, que abrieron sus puertas y haciendo gala de una
hospitalidad secular, nos permitieron hacer los levantamientos planimétricos de sus
casas invadiendo su privacidad. Sin su colaboración este trabajo no tendría razón de ser.
También agradecemos la buena disposición mostrada por parte las distintas corpora-
ciones del Excmo. Ayuntamiento de Alange que a lo largo de los años que ha durado la
investigación ha soportado mis continuas incursiones en el archivo municipal, especial-
mente a su secretario, Antonio Quevedo Ferrer que permitió disponer de libre acceso
estos archivos para el estudio de la documentación relativa los grupos familiares de la
primera mitad del siglo XX. A Ana Belén Belloso Trinidad, que generosamente puso a
nuestra disposición su colección de fotografías antiguas de Alange, de las cuales algunas
han servido para ilustrar este trabajo.
Finalmente, desde el ámbito de lo práctico y dentro de la dificultad que plantea separar
lo profesional de lo personal, agradecer todos los conocimientos a José María Carmona
Hidalgo, maestro albañil quien, además de darme la vida, tuvo la oportunidad de en-
señarme a construir algunos de esos cielos de barro que cubren las casas de la región
extremeña, razón de ser de este trabajo.

Alange, invierno 2011

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Juan Diego Carmona Barrero

JUSTIFICACIÓN DEL TRABAJO

“Las Bellas Artes que en el tiempo de su abatimiento llegaron a olvidarse, y


aun a despreciarse tanto, que apenas se dignaba de mirar sus producciones el
estudioso literato, ni el que se llamaba, o tenia por hombre de buen gusto; hoy
en día désterradas las tinieblas de la ignorancia que causaron su corrupción y
abandono, son como deben, el mayor embeleso de la gente instruida, y el más
grande atractivo de todas las personas de educación.”

Diccionario de las Nobles Artes. D.D.A.R.D.S. Segovia, 1788.

Las casas de pueblo son las raíces donde la memoria, de generaciones pasadas y
venideras, materializa sus necesidades, sus deseos y sus aspiraciones. En la casa se es-
cribe el diario de la familia. Desde el nacimiento hasta la muerte, el ciclo vital de sus ha-
bitantes se refleja en sus muros. Desde la fotografía de los abuelos que aun cuelga en la
pared de la sala hasta la primera “mano de cal” que se oculta bajo una infinidad de capas
de pintura acumuladas año tras año, podemos deshojar el libro del tiempo que encierran
sus paredes. Esas capas, conforman una estratigrafía en los ámbitos domésticos donde
se muestran las vicisitudes de diferentes etapas de habitación.

Tras el invierno y con la llegada del buen tiempo las estancias volvían a cubrirse con
una capa de cal que poco a poco iba suavizando ángulos y aristas. Pero a veces,
esta operación, también mostraba otros aspectos de la vida doméstica como era el en-
jalbegado de estancias por la presencia de personas enfermas o fallecimientos. En éste
caso la cal guarda un trasfondo profiláctico perteneciente a remotas tradiciones que se
han mantenido vigentes hasta nuestros tiempos.

De igual forma que la cal nos guía sobre determinados aspectos de la forma de vivir del
grupo que habita la casa, el resto de elementos que configuran la vivienda son testigos
de un modelo de vida que ha evolucionado a un ritmo muy diferente al que la sociedad
actual nos tiene acostumbrados. Todavía hoy, la contemplación de este patrimonio rural
que componen las casas de nuestros pueblos, evoca imágenes de tiempos pasados

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LA CASA ABOVEDADA

trayéndonos a nuestra memoria imágenes de una niñez transcurrida entre gruesos mu-
ros de alcobas frescas y siestas obligadas.

La disposición de la planta y la estructura de la casa, son influencia directa del clima, los
materiales y la estructura social de cada pueblo1. Estas pueden compararse a los seres
vivos, nacen cuando las construyen sobre un solar, crecen cuando son ampliadas, se
reproducen cuando se realizan segregaciones y mueren cuando se abandonan y entran
en ruina. Siendo como es nuestra intención analizar la casa en su etapa adulta y más
evolucionada, debemos centrarnos sobre aquellas viviendas que llegaron a una etapa he-
gemónica desde un punto de vista de las técnicas tradicionales constructivas empleadas
y anteriores al actual sistema constructivo viciado por normativas y materiales foráneos
que borran el marcado carácter local de las construcciones para convertirlas en modelos
repetidos en cualquier parte del planeta.

Ese punto de máxima evolución en la vivienda tradicional de la Baja Extremadura llega


con la difusión de la técnica de la bóveda tabicada, siendo éste también el punto de
partida de nuestro trabajo. Con este sistema se rehabilitaron viviendas ya existentes me-
jorando notablemente sus condiciones de habitabilidad y se construyeron otras nuevas
que fueron un referente de modernidad en una época en la que los techos de materia
vegetal eran todavía la pauta común.

En nuestra investigación analizaremos una arquitectura popular en la que, creemos, fue


su etapa de máximo esplendor. Vista la complejidad de sistemas constructivos utilizados
por los alarifes locales, haremos especial hincapié en la solución que planteó la bóveda
tabicada y su amplia casuística. Como hemos mencionado anteriormente, después ten-
dremos ocasión de analizar a fondo, con la llegada de nuevos sistemas constructivos se
dio un profundo giro al mundo de la construcción rural. Los antiguos profesionales se
adaptaron dando sus propias interpretaciones sobre los nuevos materiales y técnicas.
Aunque no siempre fueron las más acertadas, pues a veces, estas poco o nada tienen que
ver con el fin al que estaban destinadas.

A modo de ejemplo, podemos ilustrar esta última circunstancia volviendo al ejemplo


1
GARCIA MERCADAL, F. La casa popular en España. Ed. Espasa-Calpe. Madrid, 1930. Pág. 7.

24

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Fig. 1: Pasear por las calles de cualquier población bajoextremeña permite conocer como la apa-
rición de nuevos materiales ha transformado el aspecto exterior de nuestras casas. (Foto autor)

inicial de la cal. El encalado tradicional de la fachada y el pintado de cintas y zócalos


así como fajas decorativas dio paso a la sustitución del revestimiento pictórico por un
revestimiento cerámico. El proceso de fabricación industrial, más económico que los
anteriores por su fabricación manual, fue un aliciente para pasar del empleo tímido del
mismo en los primeros tiempos de su difusión al uso masivo e indiscriminado en las
últimas épocas. De esta forma nos encontramos con que elementos destinados a re-
vestimientos interiores de zonas húmedas se emplearon en el recubrimiento exterior de
la fachada de la casa2 (Fig. 1).

Nuestro trabajo pretende plantear una visión poliédrica de uno de los modelos de ar-
quitectura tradicional de nuestra región más consolidados, tanto temporal como geográ-
ficamente. Para ello proponemos analizarlo desde un punto de vista antropológico:
2
La solución, independientemente de lo fuera de tono que esté en cuanto a conservación y mantenimiento
de la arquitectura popular, no puede negársele la justificación practicista de la propiedad y el albañil, que
piensan que si es bueno para impermeabilizar paredes en zonas húmedas del interior, por qué no va a ser
bueno para impermeabilizar la fachada de la casa de las inclemencias del tiempo.

25

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LA CASA ABOVEDADA

introduciéndonos en la forma de vida de los habitantes de estas casas y de quienes las


construyeron, y desde un punto de vista arquitectónico desmenuzando aspectos téc-
nicos del sistema constructivo abovedado, estudiando las diferentes variantes y solucio-
nes desarrolladas y realizando una propuesta clasificatoria de los tipos registrados. Todo
ello centrado sobre una pequeña población de la provincia de Badajoz que bien puede
servir de modelo base para una buena parte de los pueblos de la Baja Extremadura.

Suscribe Rubio Masa3 como definición más completa de arquitectura popular, aquella
que el geógrafo George Pierre da, identificándola como un producto de la tierra que
se crea con los medios naturales que proporciona el entorno. Al tiempo, distingue entre
dos niveles o fases: una descriptiva y técnica, de la que resulta el tipo de construcción, la
elección de materiales y la adaptación del edificio a las formas de explotación local; otro
nivel o fase es el económico y social del que resulta la homogeneidad o heterogeneidad
de las casas, que son la expresión de la unidad o diversidad económica y social.

En esta ocasión, consideraremos arquitectura rural aquella que se ha realizado sin la eje-
cución de proyectos previos realizados por arquitectos o aparejadores. Esta arquitectura
surgía de un cliente, que era quien elaboraba la idea primigenia con arreglo a sus nece-
sidades, y de un maestro alarife, que con su experiencia ponía en pie lo que el cliente
deseaba4. Hoy éste concepto de elaboración de proyecto de una manera humanizada,
en el que cada hogar es único y diferente y cubre las necesidades del grupo familiar, se
va desplazando por el efecto de industrialización que llega al mundo de la construcción
y que aboga por la realización de grandes grupos de viviendas en serie, idénticas todas
ellas y diseñadas según los criterios personales del promotor de economía de costos en
proceso constructivo y máximo aprovechamiento del espacio habitable persiguiendo
casi siempre el fin del mayor beneficio económico posible.

Podemos asegurar que la arquitectura rural no carece, como pueda parecer en un prin-
cipio, de fundamentos que sienten una base sólida a la hora de construir. Al contrario,
3
RUBIO MASA, J. C. Arquitectura Popular en Extremadura. Cuadernos populares, nº8. E.R.E. Salamanca.
1985. Pág. 3.
4
GONZALEZ RODRIGUEZ, A. Extremadura popular. Casas y pueblos. Col. Arte/arqueología. Dip. de
Badajoz. Badajoz, 2005. Pág. 305.

26

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Juan Diego Carmona Barrero

nada se realiza sin que la experiencia garantice que lo que se construye es seguro -salvo
excepciones de avezados constructores que o bien anteponían el atrevimiento a la pru-
dencia, o bien alcanzaban su grado sin una formación práctica lo suficientemente sólida.

En el ámbito rural, y hasta hace relativamente poco tiempo, los conocimientos


constructivos del hombre se transmitieron a través del aprendizaje directo de sus pro-
genitores y de una lenta evolución que se producía por la experiencia acumulada. Se
sucedían en largos intervalos de tiempo pequeñas variaciones que tan solo se alteraban
de forma notable ante las incursiones que otras culturas foráneas realizaban en estas zo-
nas. Estas incursiones -que unas veces eran como consecuencia de invasiones de otros
pueblos y otras por modas que surgían al amparo de nuevos gobernantes- influían en la
construcción popular produciendo sobre ella un fenómeno de enculturación, mediante
el cual técnicas constructivas que hasta ese momento habían sido totalmente descono-
cidas por los alarifes ahora pasaban a formar parte indispensable del oficio. Esta
circunstancia se refleja en la arquitectura popular extremeña con la llegada de la técnica
de la bóveda tabicada de ladrillos.

Si bien conocemos de la existencia de bóvedas tabicadas con anterioridad en la región,


de manera muy puntual y casi siempre vinculada a edificios de carácter religioso5, no fué
hasta mediados del s. XIX cuando esta se extienda a la construcción doméstica de mano
de los maestros portugueses, herederos de técnicas constructivas mudéjares. Estos ala-
rifes se establecieron en la región como consecuencia de la necesidad de la mano de
obra especializada que demandó la llegada del ferrocarril y la dotación de infraestructura
en la zona.

Como se ha apuntado en algunos trabajos sobre bóvedas tabicadas en la Baja Extremadura6,


5
FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V. Bóvedas extremeñas. COADE. Badajoz, 1998. Pág. 21.
6
CARMONA BARRERO, J. D. “Influência das técnicas construtivas tradicionais portuguesas na estrema-
dura e a sua situaçao actual”. Actas 3º ENCORE. Lisboa, 2003. Págs. 867-874; CARMONA BARRERO, J.
D. “Normalización del proceso constructivo de la bóveda tabicada extremeña”. Actas I Jornadas de Investiga-
ción en la construcción. Instituto Eduardo Torroja. Madrid, 2005. Págs. 371-381; CARMONA BARRERO, J.
D. y CALERO CARRETERO, J. A. “Influencia de la construcción vernácula portuguesa en la arquitectura
tradicional extremeña.” Actas VIII Jornadas de historia de Llerena. Llerena, 2007. Págs. 271-284.

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LA CASA ABOVEDADA

Fig. 2: Tras el derribo y limpieza del solar donde se construirá una nueva vivienda, las últimas
huellas de una casa con bóvedas son el testimonio de un pasado que quedará oculto tras una es-
tructura de hormigón armado con cerramientos de ladrillo. (Foto autor)

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la mano de obra especializada portuguesa, tras la etapa constructora de la línea de


ferrocarril, se estableció de forma definitiva en las poblaciones de la cuenca media del
Guadiana. Allí desarrollaron su labor de alarifes ejecutando una importante cantidad
de bóvedas tabicadas en viviendas y formando nuevas generaciones de albañiles que
transmitieron sus fórmulas de ejecución hasta tiempos recientes.
Durante los últimos cien años, la aceleración que ha experimentado el desarrollo tec-
nológico e industrial ha arrastrado a la mayoría de profesiones a una evolución desmesu-
radamente rápida de sus técnicas y formas de trabajo, llegándose en muchos casos a
verse sustituidas por otras nuevas que se basan en conceptos totalmente distintos.

Como consecuencia de estos hechos y de la creencia popular de que todo lo viejo es


malo y lo moderno mejor, tanto los antiguos sistemas constructivos como el patrimonio
menor generado por ellos, se han visto desplazados e incluso en muchos casos abando-
nados y olvidados7 (Fig. 2). Todo esto sin tener en cuenta que las técnicas tradicionales
eran el fruto de una evolución de siglos, natural, no forzada; que se había configurado
a partir de fallos cometidos con anterioridad, perteneciendo además a un dominio
territorial y cultural exclusivo de una zona determinada.

Afortunadamente, todavía viven algunos maestros de estos oficios que aprendieron


aquellas técnicas tradicionales y aunque ya prácticamente no se pongan en funciona-
miento, permanecen vivas en sus mentes dispuestos a transmitirlas a sus discípulos.

La movilidad geográfica a la que están sometidas técnicas constructivas conlleva un en-


riquecimiento de las mismas debido a la adaptación al nuevo medio en el que se emplea,
incluyendo variaciones más o menos sustanciales que modificaron algunos aspectos del
sistema. Así, como tendremos ocasión de analizar más detenidamente, nos encontra-
mos con casos como el de la bóveda tabicada extremeña de comienzos del s. XX. Este
sistema de origen portugués, que habitualmente se venía realizando con ladrillos y cal,
se modificó durante el transcurso del tiempo, sustituyéndose de forma progresiva el
material ligante por una mezcla de cal y yeso en un principio hasta evolucionar a un uso
exclusivo del yeso.
7
AGUDO TORRICO, J. “Problemáticas en la interpretación y metodología de estudio de las arquitecturas
tradicionales”. Piedra con raíces 1ª Monografía de estudios de ARTE. Cáceres, 2003. Pág. 47.

29

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LA CASA ABOVEDADA

El desarrollo de esta evolución, además de por la inclusión de elementos de carácter


autóctono, vino modificado en otras zonas por las influencias estilísticas del momento
o incluso por aspectos de tipo político-económicos como fueron los conflictos bélicos.
Fue el caso del resurgir de la bóveda tabicada en Madrid, en el periodo de la postguerra
civil española8 y durante la Segunda Gran Guerra9, frente a los forjados realizados
con vigas metálicas. El acero se dejó de emplear en construcción, destinándose para
usos armamentísticos. Esto llevó implícito un renacimiento de técnicas tradicionales
constructivas que no precisaban del acero, adecuadas a procesos de elaboración más
evolucionados.

Queda por tanto bien claro, ya sea de una forma u otra, que los sistemas constructivos
considerados como tradicionales no se mantienen puros sino que son fruto de un constante
desarrollo evolutivo. A pesar de ello, habrá siempre un interés de economizar costes
manteniendo las garantías de seguridad y estabilidad.

El desarrollo tecnológico y la rapidez en los procesos mecanizados de producción de


nuevos materiales han sido algunos de los causantes de la pérdida de ciertas técnicas
constructivas como ocurrió con el abandono del empleo de la cal en favor del cemento.
La aparición de este último material presentaba además la particularidad de poder calcu-
lar las estructuras con exactitud desde un principio y la capacidad de moldearse in situ10.
De esta forma el mercado anglosajón se introdujo en el mundo de la construcción de
otros países, debido sobre todo a que se ofrecía un material listo para usar, mientras que
para el empleo de la cal era necesario un proceso de apagado que aun se realizaba de
forma manual en “el tajo” con el consecuente encarecimiento de las obras.

El uso del hormigón armado pasó de las grandes obras públicas a la vivienda tradicional
ofreciendo un sistema constructivo relativamente sencillo en el que más que la habili-
dad del maestro alarife lo que se necesitaba era maquinaria y medios auxiliares que
acelerasen el ritmo de construcción (Fig.3). Las técnicas tradicionales, que no eran váli-

8
ADELL ARGILES, J. Mª. y ROLANDO AYUSO, A. “Luis Moya y las bóvedas tabicadas en la posguerra
española.” Informes de la construcción. Vol. 57, nº 496, 2005. Págs.. 25-30.
9
STRIKE, J. De la construcción a los proyectos. La influencia de las nuevas técnicas en el diseño arquitectónico, 1700-2000.
Ed. Reverte. Barcelona, 2004. Pág. 158.
10
CASTRO VILLALBA, A. Historia de la construcción arquitectónica. 2ª Ed. UPC. Barcelona, 1999. Pág. 333.

30

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Fig. 3: Las ampliaciones y rehabilitaciones combinan los sistemas constructivos tradicionales con
las nuevas técnicas constructivas produciendo ensamblajes imposibles que escapan a razones
lógicas desde un punto de vista técnico, pero que la experiencia y el paso del tiempo se encarga
de validar . (Foto autor)

das para obras de gran envergadura, pasaron a ser denostadas y tachadas de inseguras
incluso para la más pequeña de las viviendas. Así el saber acumulado por siglos de expe-
riencia se relegó al olvido sin que nadie se ocupara de adecuarlo a los nuevos tiempos.

La evolución de la industria promete la desaparición de muchos oficios tradicionales,


entre ellos la figura del alarife-albañil que tiende a extinguirse11. Prueba de ello es que
este término no aparece en las clasificaciones profesionales de los oficios de la
construcción. Podemos encontrarnos con peones, oficiales, encargados, etc., cada uno
de ellos con un nivel de competencias bien delimitado en cuanto a tareas a realizar y
campos en los que intervenir, pero se prescinde de la figura del albañil. Esta era la per-
11
ALSINA, ANDRÉS y CONTRERA, CARLOS. Oficios del tiempo. Ed. Aguilar. Montevideo, 1998. Pág. 14.

31

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LA CASA ABOVEDADA

sona que tenía la capacidad de trabajar en todos los niveles y desarrollar correctamente
sus cometidos, consecuencia de una formación eminentemente práctica que había ad-
quirido al pasar por todos y cada uno de los niveles inferiores hasta alcanzar el grado
superior de maestro albañil.

Hasta el momento se han realizado diversos estudios teóricos sobre la ejecución de


bóvedas de ladrillo, en los que se han ensalzado las habilidades de los maestros en el
arte de voltear bóvedas, aunque siempre de una manera más anecdótica que descriptiva.
Tan solo en los últimos años han aparecido diversos trabajos en los que se han realizado
clasificaciones y aproximaciones a la técnica de ejecución12.

En el caso que nos ocupa, como en otros, se impone la necesidad de recoger esta
tradición que forma parte de la riqueza cultural de nuestra región y dejar constancia
escrita de ella para evitar que con la desaparición de los últimos maestros, esta se pierda
también. De esta forma, aunque no sea lo mismo que aprender a pie de obra con el
maestro, se podrán formar nuevos especialistas en un oficio abocado, si no se pone
solución a tiempo, a la más absoluta disolución entre las brumas de las profesiones u
oficios desaparecidos.

Deseamos pues que generaciones venideras conozcan la realidad de una época en la que
se construía de una determinada forma y de cómo con la llegada de los nuevos sistemas,
una técnica compleja, fruto de una evolución práctica a lo largo de varios siglos, quedó
relegada a un segundo plano. Este sistema llega a tacharse en ocasiones de retrógrado
y no correcto cuando en realidad planteaba una solución en la que se compaginaba
la belleza de la solución con la facilidad de su ejecución y su carácter resistente
cumpliéndose una máxima tan antigua como es la de las tres componentes vitruvianas13
que deben integrarse de forma equilibrada en el proceso arquitectónico14 (Fig. 4).

12
Véanse los trabajos de FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V.. Op. Cit. o CARMONA BARRE-
RO, J. D. La bóveda tabicada extremeña. Estudio del sistema en una población de la Baja Extremadura. El modelo alan-
geño. Proyecto Fin de Carrera (inédito). E. U. Politécnica de Cáceres. Cáceres, 1999.
13
Nos referimos a las tres condiciones básicas que según Vitrubio debía cumplir cualquier arquitectura que
se preciara de serlo: Venustas (Belleza), Firmitas (Firmeza) y Utilitas (Utilidad).
14
ALONSO PEREIRA, J. R. Introducción a la historia de la arquitectura. De los orígenes al siglo XXI. Ed. Reverte.
Barcelona, 2005. Pág. 71.

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Fig. 4: Lo práctico, definido por la utilidad y la firmeza, unido a la belleza convierten a este siste-
ma constructivo en arquitectura. (Foto autor)

En un último momento, cuando parecía que no había vuelta atrás y que la sabiduría de
los viejos alarifes se iba a perder, surgieron nuevas propuestas para revitalizar las técni-
cas tradicionales. En esa línea se incardina éste trabajo con el que se pretende recuperar
los principales aspectos teóricos de la construcción de bóvedas tabicadas sin el uso de
cimbras y su integración en las viviendas tradicionales de las poblaciones extremeñas.

Pretendemos, además de conocer algunos aspectos de nuestra arquitectura popular, for-


mas de vida tradicional, usos y costumbres, recuperar aquellos valores que quedaron
fuera con la llegada de la modernidad como son la habilidad y la belleza en la ejecución
de las técnicas tradicionales. La habilidad que nos narran las entrevistas con los últimos
maestros y la belleza que todavía podemos observar sobre nuestras cabezas en algunos
hogares de los pueblos extremeños.

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LA CASA ABOVEDADA

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Juan Diego Carmona Barrero

ESTUDIOS SOBRE LA ARQUITECTURA TRADICIONAL


EN EXTREMADURA. ESTADO DE LA CUESTIÓN

“Lo popular es sencillo, inmediato, intimo. Se basa en conceptos


estéticos no ampulosos ni complicados. La textura de un muro
cien veces enjalbegado sobre el que se destaca la policromía de
unos tiestos, puede encerrar todo el significado de la personali-
dad de un pueblo.”

Arquitectura Popular Extremeña

Actas de 1ª y 2ª Jornadas para la defensa de la Arquitectura


Popular Extremeña.

Badajoz. 1981

Resulta interesante observar cómo, a pesar de la existencia de una serie de movimientos


de carácter regionalista que propugnaban la recuperación de la cultura propia de nuestra
región a final del siglo XIX y comienzo del XX15, a excepción de artículos puntuales
como los de González de Linares16, Lampérez y Romea17 o Moreno Villa18 no se llega-
ron a acometer estudios sobre la arquitectura tradicional de forma monográfica hasta la
llegada del segundo tercio de este último siglo19 y siempre desde una perspectiva externa
y enclavado dentro de trabajos de carácter genérico. Nos llama la atención comprobar
que la arquitectura que surge del pueblo y es construida por el pueblo es ignorada quizás
por considerarla marginal frente a su hermana mayor, la arquitectura de autor. Los
primeros trabajos que hacen mención a la arquitectura popular extremeña, dejando a un
lado las citas que aparecen en los tratados clásicos del siglo XVII y XVIII referentes a

15
No debemos olvidar el interesante movimiento regionalista que surgió en la región durante esa época
dando lugar a la creación de sociedades como la del Folk-lore Frexnense o publicaciones como la Revista de
Extremadura donde se tratan temas y promueven valores que refuerzan un espíritu de extremeñidad.
16
GONZALEZ DE LINARES, G. “La tradición de la arquitectura rural”. Rev. Arquitectura, nº 12. Madrid,
1919. Págs. 90-92.
17
LAMPEREZ Y ROMEA, V. Arquitectura Civil Española de los siglos I al XVIII. Madrid, 1922.
18
MORENO VILLA, J. “Sobre arquitectura extremeña.” Rev. Arquitectura, nº 151. Madrid, 1931. Págs.
361-363.
19
CARO BAROJA, J. Los pueblos de España. Vol. 2. Madrid, 1976. Pág. 120.

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LA CASA ABOVEDADA

las bóvedas extremeñas y que analizaremos con posterioridad, aparecen en publicacio-


nes a nivel nacional. Son los de Torres Balbás20, García Mercadal21, Flores22 y Feduchi23.
Estos autores introdujeron, de forma más o menos acertada y con un mayor o menor
grado de profundización, menciones a la arquitectura popular extremeña en sus obras
corales.

El trabajo de García Mercadal/Torres Balbás24, revisaba la dicotomía del planteamiento


Extremadura alta – Extremadura baja, proponiendo una nueva división marcada por la
red fluvial que atraviesa la península obteniendo tres zonas diferenciables. Hacia el norte
un área de influencia castellana que tiene su límite en el río Tajo. En la zona centro,
marcada por los ríos Tajo y Guadiana una arquitectura propiamente extremeña. Y, final-
mente, hacia el sur del río Guadiana el espacio influenciado por la arquitectura andaluza.

Sobre esta propuesta coincidimos con la opinión de Flores del Manzano25 en cuanto
al carácter ambiguo y generalizador de los términos “castellano” y “andaluz”. Si bien
debemos recordar que el trabajo de García Mercadal se centra en las construcciones
“campestres” a las que da poquísima importancia en la región26. El mismo autor en la
descripción de las tres variantes de casas establecidas, pasa de largo de la que
correspondería a la zona sur, que califica de influencia andaluza y que abarcaría el área
de la provincia de Badajoz.

20
TORRES BALBÁS, L. “La vivienda popular en España”. Folklore y costumbres de España. Vol. III. F. Carre-
ras Candi, (dir.) Ed. Alberto Martín. Barcelona, 1934. Págs. 137-502.
21
GARCÍA MERCADAL, F. La casa popular en España. Madrid, 1930.
22
FLORES LÓPEZ, C. Arquitectura popular española. Vol. III. Madrid, 1973-1979. Págs. 482-553.
23
FEDUCHI, L. Itinerarios de arquitectura popular española. La meseta central. La mancha del Guadiana al mar.
Tomo V. Barcelona, 1982.
24
La mención conjunta de ambos autores la realizamos desde el conocimiento de que la obra de ambos par-
te de la base del trabajo del equipo de Torres Balbás que se presentó en 1923 para el premio Charro-Hidalgo
convocado por el Ateneo de Madrid bajo el título “La arquitectura popular en las distintas regiones de Es-
paña.” Dicha memoria, premiada, fue utilizada posteriormente por García Mercadal para la publicación de
su libro “La casa popular en España.” Finalmente Torres Balbás completaría dicho trabajo incluyéndolo en
la obra coral dirigida por Carreras y Candi, “Folklore y costumbres de España.” con el título de “La vivienda
popular en España.” TORRES BALBÁS, L. Op. Cit. Pág. 142.
25
FLORES DEL MANZANO, F. Características diferenciales entre la arquitectura de la Alta y Baja Extre-
madura y su relación con el medio. “Actas de las III Jornadas de estudio para la defensa de la Arquitectura
Popular Extremeña.” Mérida, 1982. Documentación mecanografiada sin paginar.
26
GARCIA MERCADAL, F. Op. Cit. Pág. 67.

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Como veremos más adelante, ambos autores –García Mercadal y Torres Balbás- hacen
referencias a las bóvedas extremeñas y a la peculiaridad de su ejecución sin cimbra, jus-
tificando su presencia habitual en la arquitectura popular extremeña como consecuencia
de la falta de madera de construcción y la dificultad que plantea traerla del norte por la
barrera del Tajo27.

El extensísimo trabajo de Carlos Flores sobre arquitectura popular española, recoge


en su tercer volumen el mismo planteamiento sobre la función fronteriza del rio Tajo
en cuanto a la distribución de tipologías28. Propone una división de la región en dos
grandes apartados teniendo en cuenta la abundancia o escasez de madera en de las
distintas comarcas. Así diferencia una zona norte, del Tajo hacia arriba, en la que la
abundancia forestal marca los patrones constructivos tradicionales, mientras que del
Tajo hacia abajo, la arquitectura se caracteriza por la aparición de la bóveda como con-
secuencia de la falta de materiales vegetales.

Por otra parte y siguiendo la pauta marcada por los trabajos anteriores de Torres Balbás
y García Mercadal, menciona la permeabilidad de la frontera andaluza y la proliferación
de modelos de esta región en el sur de Extremadura29, volviendo a insistir en la abun-
dancia de bóvedas de ladrillo de diferentes tipos30.

Aunque mencionado de pasada y sin entrar en conjeturas ni propuestas clasificatorias,


la visión de Flores sobre las tipologías del sur del Tajo, queda manifiestamente abierta
a la incorporación de variantes dentro del modelo básico y esencial de casa con pasillo
central y planta alta destinada a almacén.

En la escueta reseña que Caro Baroja hace sobre la casa extremeña no se olvida de men-
cionar algunos elementos característicos de la misma. Así dice: “Ostentan con mucha
frecuencia (…) arcos y bóvedas, así como chimeneas monumentales y desproporciona-
das a la vista.”31 Siguiendo sin duda los trabajos anteriormente mencionados.

27
TORRES BALBÁS, L. Op. Cit. Pág. 449 y GARCIA MERCADAL, F. Op. Cit. Pág. 68.
28
FLORES LÓPEZ, C. Op. Cit. Págs. 482-486.
29
Ibídem. Pág. 488.
30
Ibídem. Pág. 494.
31
CARO BAROJA, J. Op. Cit. Pág. 121.

37

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LA CASA ABOVEDADA

En todos estos trabajos, de carácter nacional, la arquitectura popular extremeña tiene


una breve reseña, más o menos acertada, dentro de la amplitud geográfica que requerían.
No debemos olvidar que son obras a veces de una gran magnitud que abarcan el estudio
de la vivienda popular en toda España y las limitaciones editoriales llevan a reducir en
ocasiones la extensión de algunos trabajos.

En Extremadura tuvo que llegar el estatuto de autonomía para que, dentro de la fiebre
regionalista que se desató a comienzo de la década de los años 80 del pasado siglo, se
acometieran los primeros estudios monográficos sobre aspectos de la arquitectura de
nuestra región. Las primeras reuniones que tomaron conciencia de conservación de
este patrimonio rural llegaron en forma de jornadas con la celebración de las Jornadas
de Estudio para la defensa de la Arquitectura Popular Extremeña32 donde intervinieron
especialistas tanto de carácter nacional33, como de carácter regional34, en cuanto sus
estudios acometidos.

La primera monografía dedicada exclusivamente a la arquitectura popular extremeña


en general, no llegó hasta el año 1985. La publicación de Rubio Masa35 propone un
recorrido por la arquitectura popular de toda la región, dejando atrás otros trabajos de
tipo local como los publicados por Chanes36 o Pizarro37, y centrándose en los aspectos
más generales y característicos de nuestra región. Para ello comienza rompiendo con los
esquemas planteados anteriormente en las grandes obras que hemos tenido ocasión de
analizar. Así propone una primera división en cuatro tipologías principales independiente-
mente de las comarcas o zonas donde se ubiquen. Surge entonces el grupo primero
formado por los chozos y otros módulos de habitación temporales. Continúa con el
segundo grupo en el que se ubican las llamadas casas de piedra. El tercer grupo viene
definido por las casas de entramado de madera. Y el cuarto y último grupo lo compone

32
De estas jornadas se celebraron en tres convocatorias, las actas de las dos primeras (1980-81) aparecieron
publicadas en un solo volumen, mientras que el contenido de las terceras (1982) no pasó de los textos me-
canografiados que entregaron con la documentación de las jornadas.
33
Procedente de fuera de nuestra región intervendría entre otros D. Fernando Chueca Goitia.
34
La aportación propia conocedora a fondo la situación real de nuestro patrimonio arquitectónico tradicio-
nal la representaron especialista como Alberto González Rodríguez, Fernando Flores del Manzano o José
Sánchez Leal entre otros.
35
RUBIO MASA, J. C. Op. Cit.
36
CHANES, R. y VICENTE, XIMENA. Arquitectura popular en la Vera de Cáceres. Madrid, 1973.
37
PIZARRO GOMEZ, F. J. Arquitectura popular y urbanismo en el Valle del Jerte. Badajoz, 1983.

38

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Juan Diego Carmona Barrero

el conjunto de las casas de llano38.

Realizadas las clasificaciones básicas, Rubio analiza las técnicas y los materiales pre-
sentando un completo y a la vez resumido catálogo de los sistemas constructivos de
uso habitual39. Posteriormente desarrolla aspectos sobre las actividades económicas
y las jerarquías sociales y su reflejo en la vivienda40. Finalmente un recorrido por la
región dividida en comarcas naturales desmenuza las variantes locales y, dentro de estas,
las subvariantes en función de los diferentes estratos sociales a los que pertenecen los
propietarios de las casas41.

Esta es, sin duda, la primera monografía sobre la arquitectura popular extremeña que
realizó un análisis exhaustivo de la edilicia tradicional sentando las bases de futuros
trabajos que profundizarían en unos u otros aspectos así como en el estudio de deter-
minadas comarcas o poblaciones.

La década de los 90 supuso el salto definitivo para los estudios sobre arquitectura popu-
lar extremeña. El trabajo de Masa se vio completado por las publicaciones de diferentes
autores entre los que destaca Alberto González Rodríguez, que aunque ya en la década
de los 80 había publicado diferentes trabajos sobre este tema en obras colectivas, su
primera monografía sobre arquitectura popular42 no salió a la luz hasta 1990.

La obra de González imprime el carácter científico del que se encontraba falta la arqui-
tectura popular de la región, si bien estos trabajos se centran en la baja Extremadura,
completan con su carácter ensayístico la realidad de un momento, válido para toda la
región, en el que la arquitectura tradicional se encuentra avocada a su desaparición. En
su trabajo sobre transformación urbanística y constructiva43, se hace eco del cambio que
se produce en la sociedad rural con la llegada de los nuevos sistemas constructivos y los
nuevos materiales. De igual manera describe como estas circunstancias afectan a la fi-
sonomía de nuestros pueblos. Del mismo año y autor es otra publicación imprescindible

38
RUBIO MASA, J. C. Op. Cit. Pág. 4.
39
Ibídem. Págs. 5-7.
40
Ibídem. Págs. 7-8.
41
Ibídem. Págs. 9-30.
42
GONZALEZ RODRIGUEZ, A. Extremadura popular. Casas...
43
GONZALEZ RODRIGUEZ, A. Transformación urbanística y constructiva de Extremadura. Badajoz, 1993.

39

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LA CASA ABOVEDADA

para el estudio de nuestros nucleos rurales44, recogiéndose en ella aspectos relacionados


con la configuración y la morfología del urbanismo de nuestras poblaciones.

Durante los siguientes años han surgido publicaciones monográficas que se centran
sobre la arquitectura de determinadas poblaciones45 o sobre técnicas constructivas tradi-
cionales46. En ellos se analizan de forma pormenorizada movimientos estilísticos dentro
de la arquitectura extremeña en ámbitos locales y técnicas constructivas en la región.
Siguiendo el carácter regional, otros estudios nos han dejado catálogos47 y tipologías de
estas construcciones así como sus influencias en zonas alejadas48

Con la llegada del nuevo siglo, la Asociación por la Arquitectura Rural de Extremadura
(ARTE) ha promovido la edición de varias obras colectivas en forma de monografías
sobre arquitectura vernácula extremeña49 además de una publicación periódica que bajo
el nombre de “Piedras con raíces”50 en las que se recogen una serie de artículos sobre
la conservación y puesta de valor de las construcciones tradicionales de la región ex-
tremeña.

Dentro de las últimas publicaciones cabe destacar el trabajo sobre la casa del llano en
la Serena de Saumell Lladó51 donde, además de analizarse las tipologías constructivas
de la zona, se establecen propuestas de continuidad con la adecuación de los espacios
existentes a usos actuales.

44
GONZALEZ RODRIGUEZ, A. Las poblaciones de la baja Extremadura. Salamanca, 1993.
45
Veanse trabajos como TORO FERNANDEZ, B. Urbanismo y arquitecturas aristocráticas y de renovación bur-
guesa en Zafra (1850-1940). Zafra, 1994; PEÑA GOMEZ, Mª Pilar de la. Arquitectura y urbanismo de Llerena.
Llerena, 1991.
46
FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V. Op. Cit.
47
MALDONADO ESCRIBANO, J. Cortijos en la tierra de Badajoz. Badajoz, 2008.
48
RUIZ MATEOS, Aurora. Arquitectura civil de la orden de Santiago en Extremadura: la casa de la Encomienda: su
proyección en Hispanoamérica. [Badajoz]: Diputación Provincial de Badajoz, 1985
49
ARTE, La arquitectura vernácula: Patrimonio de la Humanidad. Badajoz, 2006.
50
De la revista Piedras con raíces se han publicado 13 números entre los años 2002 y 2006, con posterioridad
aparecieron las monografías mencionadas.
51
SAUMELL LLADO, J. Habitaciones con historia. La casa de llano en la Baja Extremadura. Col. Raíces. Badajoz.
2008.

40

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Juan Diego Carmona Barrero

Una vez revisado el estado en el que se encuentran los estudios sobre arquitectura tradi-
cional en nuestra región, nos centramos en el estudio de las casas abovedadas como
tipología evolucionada de la arquitectura popular de la baja Extremadura partiendo de
un análisis previo de la técnica constructiva que las caracteriza: la bóveda tabicada ex-
tremeña.

41

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LA CASA ABOVEDADA

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Juan Diego Carmona Barrero

LA BÓVEDA TABICADA: UN ELEMENTO DIFERENCIADOR


EN LA CASA DE LA BAJA EXTREMADURA

Lo Rey. Merino, fem vos saber que nos havem començat de fer
obrar lo real de Valencia e havem trobada una obra de guix e de
rejola fort profitosa, fort espeegada e de pocha messio, per que us
manam que façats venir Farayg e un dels millors maestres que y
sien per tal que vegen aquesta obra com se fa e que semblant la
puscats fer aqui, e si vos voliets e podiets venir ab ells per regon-
exer la dita obra e veure la a ull, fariets nos en gran plaer e servey.
Dada en Algezira sots nostre segell secret a XX de Juny del any
MCCCLXXXII Rex Petrus.

Archivo de la Corona de Aragón (Barcelona), Reg. 1274, f° 87 v°


(Primera referencia escrita a la bóveda tabicada. 1382)52

A través del proceso de transformación de la vivienda desde su construcción como


edificio de nueva planta hasta su aspecto actual, esta pasa por diversas fases o estados
que suelen imponer las necesidades sociales o económicas de cada periodo. Destacamos
de entre estas fases, la que sustituye los elementos divisorios horizontales de tipo
vegetal por elementos abovedados. Se produce entonces un cambio radical en el con-
cepto de vivienda que ha perdurado hasta nuestros días. Aparece la denominación “casa
de bóveda” cuando toda ella se cubre con este sistema, o “habitaciones de bóveda”
cuando solo ocurre en determinados espacios de la vivienda.

El hecho de que una casa sea o no de bóveda, implica una subida en el escalafón social
por parte de sus propietarios. La pervivencia de este hecho aún queda patente cuando

52
Nuestro agradecimiento a Philippe Araguas de la Universidad Michel de Montaigne-Bordeaux III que nos hizo lle-
gar este texto, en el que se documenta la primera referencia escrita a una bóveda tabicada en España conocida hasta el
momento.

43

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LA CASA ABOVEDADA

en la actualidad a la obra de reforma que consiste en sustituir alguno de los entramados


horizontales de materia vegetal por algún forjado unidireccional formado por viguetas y
bovedillas se le sigue llamando “echar bóvedas a una casa” y, además, el propietario co-
menta la intervención en su casa lleno de orgullo por suponer una considerable mejora
y revalorización del inmueble.

Del levantamiento sistemático de plantas de casas abovedadas y del inventario y análisis


de las mismas se han obtenido varias conclusiones que ayudan a conocer con mayor
intensidad la personalidad de sus moradores y algunos patrones de comportamiento.
De entre ellos destacamos la rivalidad entre propietarios con el fin de conseguir la
vivienda con bóvedas más vistosas, algo que recuerda a las competiciones que surgían
entre nobles de una misma ciudad en la edad media, cuando la lucha se centraba en ver
quién conseguía la torre más alta para su casa palacio.

Para presumir de bóvedas profusamente decoradas era preciso un desembolso económi-


co notable, debido principalmente a la mano de obra necesaria; por ello el propietario
recurría a trucos que se repiten de manera frecuente en las casas del pueblo. Una de las
formulas que se empleaban para abaratar costes es la de decorar solo las bóvedas de la
primera crujía, que son las que, todavía hoy, se pueden ver desde la calle a través de las
ventanas y de la puerta principal. A veces se decoraban también todas las que cubrían el
pasillo, llegando incluso –si lo permitía el presupuesto- hasta la bóveda del salón.

Resulta difícil establecer la edad de una bóveda ayudándonos de la cronología que data
el edificio donde se encuentra, pues son muchas las reformas a las que se somete el
edificio a lo largo de su vida y no siempre estas son contemporáneas a la construcción
de la casa. La construcción tradicional que anteriormente al uso de las bóvedas se había
venido ejecutando en la localidad y por ende en toda la comarca, se adapta perfecta-
mente a las reformas que contemplan la inclusión de bóvedas en su estructura.

La construcción mediante muros de carga paralelos a la fachada creando espacios


rectangulares que posteriormente se compartimentaban por tabiques de ladrillos o tabi-
cones de ladrillo o adobe es válida tanto para servir de soporte a las estructuras horizon-

44

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Juan Diego Carmona Barrero

tales de madera que separan la planta alta de la planta baja como para construir bóvedas
de rosca o tabicadas que conformen una separación más duradera y resistente53. Sin
duda uno de los principales valores de este sistema constructivo es la resistencia al
fuego, aunque también se tiene en cuenta en estas zonas, la capacidad portante del
elemento constructivo y la utilización de las plantas altas como almacenes de grano, para
lo que se dotan de una sencilla compartimentación –trojes– que suele coincidir con las
divisiones de la planta inferior.

APROXIMACIÓN HISTÓRICA A LA TÉCNICA

La técnica de la bóveda tabicada surgió como consecuencia de la unión del sistema


constructivo de encofrado perdido de tradición romana y el sistema estructural de doble
curvatura y contrarresto de tradición bizantina. Tomando la técnica del mundo romano
y el funcionamiento estructural bizantino se creó un sistema constructivo que se
caracterizaba por un mínimo uso de medios auxiliares y como consecuencia de ello un
aumento en la economía de los costes de ejecución.

Guastavino ya tuvo ocasión de desarrollar en algunos trabajos suyos el hipotético


recorrido de la técnica hasta su llegada a la península54. El gran constructor de bóvedas
planteaba que la bóveda tabicada llegó a la península por la costa levantina, al tiempo
que se extendía por otros puntos del Mediterráneo como la costa napolitana o la región
de Volterra en Italia. En la península, los mudéjares se encargaran de extender en la
península dicha forma de trabajo quedando asentada durante un tiempo en aquellas
zonas donde el ladrillo era el principal material de construcción.

La primera referencia escrita de la que, hasta la fecha, se tiene constancia en la península,

53
SOTOMAYOR, J. de: Modo de hacer Incombustibles los Edificios, sin aumentar el coste de construcción: extracto de el
que escrivió en francés el Conde Espie: Ilustrado y añadido por Don Joachin de Sotomayor, y adornado de los diseños precisos
para su inteligencia. Madrid: Oficina de Pantaleón Aznar, 1776.
54
GUASTAVINO MORENO, R. La construcción cohesiva y su función en la arquitectura. CEHOPU. Madrid,
2006. Pág. 15.

45

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LA CASA ABOVEDADA

es la que aparece en un documento fechado en 1382 que se conserva en el Archivo de la


Corona de Aragón. En el documento, una carta firmada por el rey Pedro IV de Aragón,
se le hace saber al intendente de las obras reales del hallazgo de una forma de construir
muy provechosa, muy ligera y poco costosa.55

Tiempo después, tal vez como consecuencia de la expulsión de los moriscos y judíos de
España la técnica de la bóveda tabicada entra en total decadencia. Como más adelante
veremos, en el apartado dedicado a la profesión, pensamos que mientras en España se
pierde parte de las técnicas de los alarifes, en Portugal continúan desarrollándose, ya sea
porque los moriscos que pueblan la región opongan resistencia a abandonar tierras cono-
cidas y optar por un exilio no muy lejano, o ya sea porque al igual que en esta parte de
España existían albañiles mudéjares, al otro lado de la raya también los había. Sería in-
teresante estudiar los movimientos de los expulsados para comprobar realmente cuales
fueron estos desplazamientos y si han tenido o no alguna influencia en la pervivencia de
un sistema y la decadencia de otro.

Llegados a este punto debemos distinguir entre la bóveda tabicada extremeña y la bóve-
da de rosca o extremeña propiamente dicha. La primera se ejecuta con el ladrillo puesto
de panderete, con lo que se construye una lámina curva cuyo espesor es la medida del
canto del ladrillo. La bóveda de rosca o extremeña, a diferencia de la anterior se realiza
con el ladrillo puesto a sardinel, es decir la parte de contacto entre ladrillo y ladrillo es la
tabla. La variante tabicada aparece como una alternativa a la tradicional bóveda de rosca
que plantea una solución más económica y rápida en ejecución a la vez que supone la
reducción de las cargas estructurales por disminución del peso propio de la misma.

Volviendo al análisis histórico de la evolución de la bóveda tabicada, planteamos la


hipótesis de que los sistemas de bóveda tabicada y de rosca en Extremadura pertene-
cen a la herencia cultural que los alarifes mudéjares dejaron en la península, si bien por
algún motivo que no acertamos a descifrar el sistema tabicado sucumbe, en la región
extremeña, bajo la supremacía de la bóveda de rosca.

55
ARAGUAS, P. “A. C. A. Reg. 1274 fº 87 vº: Acte de naissance de la “bóveda tabicada” ou certificat de
naturalisation de la “voûte catalane”?” Bulletin monumental, t. 156-II. Paris, 1998. Págs. 129-136.

46

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Cabe destacar que tanto un sistema como el otro siempre han causado admiración por
parte de los estudiosos, pues para la construcción de estas bóvedas sin el uso de cimbras
era preciso tener una cierta habilidad en la ejecución de la misma. Ya hizo alguna
referencia sobre ello nuestro olvidado extremeño, el llerenense Joseph de Hermosilla.
En el apartado dedicado a bóvedas de su obra inédita escrita durante su estancia en
Roma, tenía un recuerdo para su tierra haciendo referencia a la pericia de los albañiles:

“Este repito, es el más seguro método de hacer las Bobedas; bien que aun
sin las cimbras se fabrican en algunos pueblos de España, con tanta exac-
titud y firmeza como con ellas. Pero siendo esta una de aquellas cosas, que
hechas merecen alabanza, pero no imitación, no me detengo a explicar el
modo de hacerse, aunque es tan fácil, que cualquiera mediano albañil en
Extremadura lo practica.”56

La solución se extendió desde construcciones singulares de carácter religioso –ermi-


tas, iglesias, etc.- en las que predominaba la técnica en los siglos XVII y XVIII hacia
construcciones de carácter doméstico a finales del siglo XIX. De la expansión de esta
técnica en la segunda mitad del s. XIX, que comienza a desplazar a la construcción de
bóvedas de rosca, se hace eco el arquitecto Vicente Paredes Guillén57. En su manuscrito
escribe:

(…) “se hacen en parte alguna y los sustituyan, con gran desventaja, por
las que, colocando los ladrillos pegados por sus cantos con yeso, se cons-
truyen en todas partes, no ofreciendo otra dificultad, ni más merito que el
saber templar el mortero viendo este sistema en peligro de que se olvide
sin dejar consignados sus principios en los anales de la construcción; nos
hemos decidido a emprender este trabajo, que otros muchos, pudieran
hacerle más perfecto; pues menos penoso nos sería dirigir la construcción
de otras tantas bóvedas cómo hemos ordenado, aunque son muchos, para

HERMOSILLA Y SANDOVAL, J. Tratado de Architectura Civil. (Manuscrito inédito) Roma. 1750.


56

PAREDES GUILLEN, V. Construccion sin cimbra de las bóvedas de ladrillo con toda clase de morteros. Manuscrito.
57

Caceres, 1883.

47

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LA CASA ABOVEDADA

que se viera cómo se hacen, que explicar cómo se han hecho.” 58

El nuevo sistema además de detractores tuvo sus defensores que justificaron su empleo
aun sin conocer las bases de cálculo del mismo. Así nos encontramos con ejemplos
como el del proyecto de la Casa Cuartel de la Guardia Civil de Almendralejo en cuya
memoria, el arquitecto Vaca argumentaba el empleo de bóvedas tabicadas de la siguiente
forma:

“Todo el piso bajo y parte del 1º. se cubrirá con bóvedas tabicadas de
ladrillos y enjutas rellenas de material poco pesado. La forma de estas bó-
vedas es la usual en la localidad, que aunque no son de generación geomé-
trica y sus características mecánicas no son conocidas exactamente el uso
y la costumbre permiten proyectarlas en la completa seguridad de solidez y
duración. Su forma viene dada por un principio de bóveda por arista, en la
que estas van perdiéndose hacia el centro sin clave, ni cierre estereotómico
alguno, viniendo a convertirse en bóveda esquilfada.”59

Otro tratado que tuvo gran difusión y que pregonó las virtudes de la bóveda tabicada
extremeña fue el de Ger y Lóbez60. La publicación del trabajo de este ingeniero se ex-
tendió hasta los ámbitos universitarios donde se consideró durante los últimos años del
siglo XIX y los primeros del XX como una obra imprescindible en la formación de los
futuros ingenieros. En el libro dedica un apartado a la bóveda de hojas comenzando tal
y como sigue:

“En Extremadura se construyen las bóvedas sin cimbra, empleando las


excelentes cales que el país proporciona.”61

Aunque el párrafo anterior hace referencia a las bóvedas de hoja, que es una variedad
de las bóvedas de rosca, entendemos que Ger y Lóbez se formó en la práctica y la ex-
periencia que obtuvo con su trabajo en la región, por lo tanto la descripción que hacía

58
Ibídem. Pág. 3.
59
VACA, F. Proyecto Casa Cuartel de la Guardia Civil. Archivo Municipal de Almendralejo. Almendralejo, 1925.
60
GER Y LÓBEZ, F. Tratado de construcción civil. 2 Tomos. Badajoz, 1898.
61
Ibídem. Pág. 258.

48

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Juan Diego Carmona Barrero

seguidamente de la bóveda tabicada procedía también los conocimientos adquiridos en


esta zona.

Independientemente de las causas por las que esta técnica constructiva se extiende a
través de la cuenca del Guadiana y en mayor magnitud hacia el sur de esta, lo que sí
es una realidad es que la bóveda es omnipresente en el sur de Extremadura, tanta
proliferación no puede ser ni caprichosa ni casual, es la expresión o resultado de haber
encontrado un artilugio eficaz y versátil, capaz de solventar multitud de situaciones con
los pocos recursos que se tienen a mano62.

Además de la versatilidad de la bóveda tabicada, el ingeniero Eduardo Torroja63, ponía


en valor la eficacia del sistema así como los pocos medios auxiliares que eran precisos
para su construcción.

“... eficaz invento constructivo que es la bóveda tabicada; porque, con


rasillas y yeso o cemento rápido, un albañil avezado es capaz de hacer, en
pocas horas, la más variadas formas resistentes, sin otro herramental que
gaveta y paleta. Ciertos pisos extremeños, son simples bóvedas rebajadas
en rincón de claustro, cubiertas de tierra hasta el nivel del piso, y estribadas
sobre gruesos muros...”

La mayoría de los estudios genéricos que sobre arquitectura popular se hicieron en la


península en el siglo XX, destacan como característica principal de las zonas centro y
sur de la región extremeñas la existencia de bóvedas de ladrillo, considerando que la
principal causa era la falta de madera y la dificultad para traerla de mas allá del rio Tajo64.

A pesar de lo que indican Torres Balbás y García Mercadal, afirmando que habían
detectado tiempo atrás que desde el Tajo al Guadiana apenas se encontraba un solo
entramado horizontal de madera, y que todas las divisiones de pisos eran en esta zona
de bóvedas, y a veces se aplicaba ésta hasta para los tejados. Y definió la bóveda como

62
FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V. Op. Cit. Pág. 13.
63
TORROJA MIRET, E. Razón y Ser de los tipos estructurales. CEHOPU. Madrid, 1998.
64
TORRES BALBÁS, L. Op. Cit. Pág. 449 y GARCIA MERCADAL, F. Op. Cit. Pág. 68.

49

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LA CASA ABOVEDADA

elemento esencial de la vivienda extremeña. Nosotros diferimos de ser tan extremistas


en esa conclusión, pues es bien conocido de todos la presencia en las casas de la Baja
Extremadura de la estructura horizontal de rollizos de madera sobre la que se coloca un
elaborado cañizo que recibe a su vez en la parte superior una capa de barro para formar
el elemento que sirve de techo a la planta baja y suelo a la planta alta o “doblao”.

Fortea y López, también entienden que hay un cierto desconocimiento de la realidad


constructiva de la región por parte de estos autores. Así pues, afirman que se podrían
citar muchos más autores, pero todos coinciden en la singular importancia de las bóve-
das en la Baja Extremadura, señalando como característica especial que se ejecutan sin
cimbra. Algunos la justifican por la supuesta falta de madera en la región, pero es un ar-
gumento de poca consistencia si tenemos en cuenta que de un lado, en la misma región,
al norte del Tajo, prolifera la arquitectura entramada, y de otro que las construcciones
abovedadas tienen sistemáticamente, salvo excepciones, las cubiertas de madera65.

Por otra parte si coincidimos con lo que Feduchi advierte, indicando la importancia
de la que goza la bóveda en Extremadura, llegando a calificarla como el elemento más
propiamente extremeño, “capaz por si solo de individualizar una arquitectura y calificar
muy positivamente la preparación de sus constructores, situando su origen en la con-
servación de las técnicas de las que los romanos fueron introductores y maestros y más
concretamente quizás de las desarrolladas durante el imperio bizantino”.66

A comienzos de la década de los 80, cuando ya parecía avocada a desaparecer del mun-
do de las técnicas constructivas en uso, José Sánchez Leal, planteó la recuperación de
esta técnica tradicional de la Baja Extremadura67, de la que con anterioridad habían
hecho mención otros autores -García Mercadal, Feduchi o Moya-. El trabajo de recu-
peración de este sistema constructivo se vuelve a retomar con mayor fuerza a finales de
los 90 cuando aparecen distintos trabajos como los publicados por Sánchez Leal68 o por

65
FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V. Op. Cit. Pág. 14.
66
Ibídem. Pág. 14.
67
SANCHEZ LEAL, J. “La bóveda tabicada Extremeña y su futuro.” III Jornadas de Estudio para la defensa de
la Arquitectura Popular Extremeña. Badajoz 1982. (Hojas sueltas mecanografiadas).
68
SANCHEZ LEAL,J. “Supervivencia de las bóvedas autosostenidas de rosca y tabicadas, extremeñas.”
Curso: Las grandes bóvedas hispanas. CEHOPU. Madrid, 1998. Págs. 107-113.

50

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Juan Diego Carmona Barrero

Fortea y López69.

En la comunicación sobre el futuro de la bóveda tabicada, Sánchez Leal sentaba las


bases de lo que después se convirtió en una carrera hacia atrás en el tiempo, en la que
varios investigadores compitieron y aún compiten contra el olvido por la recuperación
de las tradiciones y de los antiguos sistemas constructivos y sus técnicas de ejecución,
que otrora fueran la base de lo que hoy damos en llamar arquitectura popular.

Volviendo a la comunicación de Sánchez Leal, vemos que proponía como estudio in-
teresante la investigación sobre los orígenes y la causa del establecimiento en la región
del sistema abovedado conocido como bóveda tabicada al que posteriormente por su
exclusividad regional se le unió el apelativo de extremeña pese que se extendió con
posterioridad por otras regiones de la península (Tabla 1). Pasó a convertirse en un el-
emento característico en la cubrición de los espacios de la habitación rural de la Baja Ex-
tremadura del s. XIX y primera mitad del s. XX manteniéndose como solución idónea
en la mayoría de las poblaciones de esta provincia hasta que la llegada del hormigón
la desplazó convirtiéndola en un sistema constructivo anticuado, desfasado e incluso
menospreciado.

Nos encontramos en condiciones de asegurar que a mediados del siglo XIX los alarifes
que vienen de Portugal, plantean la solución de la bóveda tabicada como una alternativa
económica a la bóveda de rosca (fig. 5). Así ante esta ventajosa oferta, muchos individuos
pertenecientes a una clase media que poseían viviendas con techumbres de madera y no
tenían posibilidad de construir bóvedas de rosca, encontraban en la bóveda tabicada una
solución igual de práctica pero menos gravosa70. Lógicamente estas bóvedas tabicadas
se hacían para revestirse posteriormente con un revoco de cal, decorándose a veces
de una manera más o menos profusa con motivos geométricos o vegetales estilizados
cuyos diseños dependían de la pericia del maestro que la realizaba.

69
FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V. Op. Cit. Pág. 13
70
CARMONA BARRERO, J. D. y CALERO CARRETERO, J. A. “Art. Cit.” Pág. 275

51

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LA CASA ABOVEDADA

Fig. 5: Abobadilha alentejana en Reguengos de Monsaraz. (Foto autor).

DESCRIPCIÓN DE LA TÉCNICA

Criterios tradicionales de cálculo y diseño

Cuando comenzamos a investigar sobre esta técnica constructiva allá por el año 1999,
hacía más de veinte años que no se construía una bóveda en la población que se ha
cogido de modelo para este estudio. La suerte y también la insistencia por nuestra parte
en el deseo de ver cómo se ejecutaban jugaron a nuestro favor cuando conseguimos
que, en la rehabilitación de una vivienda71, uno de los maestros albañiles con más años
de experiencia decidiera levantar dos bóvedas de arista en dos espacios donde no

71
Véase la ficha del catálogo de casas correspondiente al epígrafe ALA-ENC-18.

52

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Juan Diego Carmona Barrero

existían. Durante dos fines de semana, seguimos el proceso de ejecución de las mismas
registrándolo mediante fotografías y video con el fin de que quedara registrado con la
mayor cantidad de datos posibles. Seguidamente haremos una descripción de cómo se
realizó dicho trabajo tal y como se nos mostró a nosotros. Por nuestra parte se añadirán
aquellas notas aclaratorias y citas con referencias a otros trabajos cuando la explicación
lo requiera.

Las bases de diseño geométrico para el replanteo de las bóvedas tabicadas, que se habían
de construir sin uso de cimbra, fueron hasta este momento fruto de la transmisión oral
de maestros a aprendices. La imposición de la técnica constructiva en la región extreme-
ña, debido principalmente a la economía de materiales, hizo que los que hasta entonces
construían toda suerte de bóvedas de rosca, también sin uso de cimbra, se adaptaran
al nuevo sistema manteniendo los criterios de diseño anteriores. Nos encontraremos
con que, no con pocos reparos, los constructores utilizaron como trazas para las nue-
vas bóvedas los arcos generatrices de medio punto o circunferencia empleados en las
bóvedas de rosca.72 Durante los primeros años en los que esta técnica se impuso como
sistema habitual de techo en viviendas, rara vez se rebajaba el arco generador de este
trazado. Solo cuando la experiencia producida por la repetición del proceso daba la su-
ficiente confianza al maestro constructor, este optaba por la disminución de la altura de
dicho arco. El uso del arco de medio punto en la construcción de las bóvedas tabicadas
se comparaba con el de las tradicionales bóvedas de rosca, creyéndose que cuanto más
vertical fuese el arranque del arco, más vertical sería la descarga de fuerzas, evitándose
de esta forma los empujes laterales.

Este concepto de la transmisión de esfuerzos en bóvedas llegó hasta el punto en el que


algunos estudiosos del tema se autoproclamaron inventores de técnicas abovedadas que
no transmitían empujes horizontales73, con lo que se ponía fin a un problema que había
ocasionado algunos derrumbes. La pervivencia de este concepto, sobre todo en aquellos
cuya formación correspondía más a una lógica no infundada que a un conocimiento

72
Véanse las fichas del catálogo de casas correspondientes a los epígrafes ALA-ENC-10 y ALA-ENC-20.
El arco generatriz de las bóvedas en estas viviendas, se acerca notablemente a la semicircunferencia siendo
estas casas de las más antiguas estudiadas.
73
SOTOMAYOR, J. de. Op. Cit. Pág. 3.

53

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LA CASA ABOVEDADA

profundo de las estructuras, se mantuvo durante muchos años, siendo estudiado


recientemente este tema por Fortea y Bernal74. Con el paso del tiempo se llegará a
entender que las bóvedas, con arcos generadores mas rebajados, también son estables.

Llegados a este punto debemos reseñar que el proceso evolutivo que describimos aquí
se refiere a grupos que carecían de una formación académica y sus conocimientos se
limitaban a la experiencia del día a día. Ya durante los siglos XVII y XVIII diversos
estudiosos se planteaban soluciones a la cubrición de espacios mediante bóvedas de pie-
dra completamente planas, pero los alarifes locales carecían de formación para asimilar
los conceptos de los tratados de arquitectura al uso en la época.

Volviendo a los aspectos de la arquitectura tradicional, a finales del s. XIX se impu-


sieron las bóvedas tabicadas de arista con arcos elípticos o rebajados. En ambos casos
los arcos generadores mantenían una relación flecha / luz de 1/5 aproximadamente. El
trazado de la elipse, que veremos a continuación, se realizaba por el método denomi-
nado del jardinero o de la cuerda. Referencias a este trazado aparecían ya en “El Arqui-
tecto Práctico” de A. Plo y Camín75 (fig. 6).

El trazado y replanteo de la bóveda

Para la ejecución de una bóveda que se realizaba para cubrir un espacio existente era
preciso marcar en primer lugar las alturas, tanto de arranque como de clave en todas
las paredes. Para ello, se señalaron en todo el perímetro de la habitación la línea de
arranque, a una altura de 2,50 mts. desde el suelo, indicando la altura a partir de la que
se levanta la bóveda al tiempo que es la línea donde se ubican los focos de la semielipse.
Unos 60 cms. por encima de dicha línea se trazaba otra que señalaba el punto de mayor
altura de la bóveda, es decir la clave de los arcos generadores. La distancia entre las dos
líneas, según el albañil, siempre oscilaba entre los 50 y 80 cms. Para espacios con una
luz de 3,00 a 3,50 mts. entre muros. La relación entre luz y altura de la bóveda queda
situada entre valores de un cuarto y un sexto de la luz, coincidiendo con los valores que

74
FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V. “Bóvedas tabicadas: Mitos.” Actas del Quinto Congreso Na-
cional de Historia de la Construcción. Burgos, 2007. Págs. 315-323.
75
PLO Y CAMIN, A. El arquitecto práctico. Madrid, 1767. Pág. 74.

54

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Juan Diego Carmona Barrero

Fig. 6: Para iniciar la ejecucion de la bóveda de arista, la primera operación es el trazado del arco
base, que suele ser media elipse. (Foto autor)

marca Fortea76.

Para el trazado de la elipse, se había de tener en cuenta la luz a cubrir entre los muros
donde se iba construir la bóveda y la altura que se iba a dar desde los arranques hasta
la clave del arco. Marcada la línea horizontal de arranque de la bóveda, se trazaba una
perpendicular en el punto medio de la línea horizontal y era prolongada hasta el punto
superior que se consideraba clave del arco. A continuación se cogía una cuerda de la
longitud de la luz del arco y con ella doblada a la mitad, se hacía centro en el punto de
la clave trazando un arco de radio ½ de la luz hasta que cortaba a la línea base por dos
puntos. Esos puntos eran los focos de la elipse; una vez colocados, ya solo quedaba cla-
var una punta en cada uno de los focos y atar a cada una de ellas a uno de los extremos
de la cuerda. Pasando un lápiz bajo la cuerda y manteniéndola tensa en todo su trazado,
la elipse se marcaba en la pared.

76
FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V. Op. Cit. Pág. 27

55

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LA CASA ABOVEDADA

Una vez trazados los arcos, por la parte superior de los mismos se dibujó otro arco para-
lelo con una equidistancia igual al grueso del ladrillo que se iba a emplear en el cierre de
la bóveda. Sobre las claves de estos últimos arcos se clavó una punta con la finalidad de
tender unas cuerdas entre arcos opuestos que marcasen las generatrices de la bóveda.
El punto donde estas cuerdas se cruzaban, que coincidía con el centro de la bóveda, es
donde se marca el “arrepio”. Este término se empleaba para señalar la elevación que se
da a la clave central de la bóveda con relación a las claves de los arcos trazados en los
muros del perímetro77.

No cabe duda de que la economía de costes era un factor fundamental a la hora


de construir estas bóvedas, y en ello influía también la rapidez en la ejecución y la
eliminación de operaciones accesorias tales como tener que subir y bajar de andamios
o cambiarlos de altura según en la parte de la bóveda que se estuviese trabajando. Para
optimizar estos tiempos, se construía un andamiaje que a modo de entarimado ocupaba
toda la superficie de la habitación y que era tan válido para la construcción de la bóveda
como para su posterior enfoscado. Para que esta tarima no se tuviera que mover durante
el tiempo que duraba la obra, se procuraba que tanto la altura del arranque de la bóveda
como el punto más alto en la clave central quedasen al alcance del albañil.

Durante los últimos años de pervivencia de la técnica en la población, la tendencia era


reducir al máximo la relación de la flecha en la bóveda, llegándose a construir techos
con una curvatura tan pequeña que una vez que se revestían se convertían en planos
horizontales.

La construcción de los apoyos: las pechinas

En la tradición constructiva extremeña, se denomina de forma genérica con la expre-


sión “perchina” a los puntos de apoyo de la bóveda. La utilización de este término que
en un primer momento designaría lo que en realidad son las pechinas, es decir los trián-
77
Sánchez Leal, recogió otras denominaciones locales además de “arrepio” tales como: “resubido”, “re-
tumbo” o “empinamiento”.

56

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Juan Diego Carmona Barrero

gulos esféricos que transforman el polígono base de la bóveda en la curva que sirve de
apoyo a la cúpula. La forma de triángulo esférico se mantiene en el caso de las bóvedas
vaídas o tapacoches aunque la curvatura no se diferencia de la del resto de las bóvedas.
La amplia variedad de estos cerramientos construidos por los alarifes extremeños y la
transmisión oral de los conocimientos de estos a sus oficiales fue tal vez la causa del uso
genérico del término en todas las estructuras abovedadas, con lo cual el uso del término
pechina –“perchina” en su variante local- se extendió como designación de elemento
de apoyo o arranque de la bóveda.

La bóveda tabicada se presentaba


como el sustituto de la bóveda de
rosca y no dejaba de tomar presta-
dos elementos y soluciones del
antiguo sistema. De esta forma
vemos como el trazado geomé-
trico y el replanteo permanece de
forma idéntica. La pechina en cam-
bio, elemento sustentante, se sigue
ejecutando con el ladrillo colocado
a sardinel pero variando el ángu-
lo que forma la línea de arranque
con el paramento y el retumbo se
sigue empleando como elemento
de contrarresto. Por lo tanto po-
dríamos asegurar que la bóveda
tabicada extremeña es un paso más
en la evolución natural de la técnica
de la bóveda extremeña, que hasta
cierto momento se construye con
el ladrillo colocado a la tabla y pos- Fig. 7: Tras el trazado, se proceden a marcar en las
esquinas los huecos que albergaran las pechinas de la
bóveda. (Foto autor)

57

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LA CASA ABOVEDADA

teriormente el mismo se coloca


de panderete. De igual forma,
a medida que las bóvedas iban
rebajando el arco generador, las
pechinas se iban reduciendo pues
era mayor el empuje lateral que el
vertical78.
Para la construcción de las
“perchinas”, se practican cuatro
agujeros en las esquinas donde
estaba el arranque de la bóveda.
Estas se realizaban con ladrillo
y mortero de cal, de 4 a 6 hila-
das horizontales y el “acuéste” o
cuña formando el ángulo entre la
horizontal y la tangente a la elipse
donde se apoyará la primera hila-
Fig. 8:Un vez abierto el hueco de la pechina los ladrillos, da de la bóveda. Podemos, pues,
habilmente “espatillados” se colocan para la formacion
definir la pechina en la bóveda
del apoyo de la bóveda. (Foto autor)
tabicada extremeña como los el-
ementos transmisores de esfuer-
zos de la bóveda a los muros, realizándose estos generalmente con el ladrillo colocado
a la tabla.

Cuando los espacios a cubrir no eran regulares, los descuadres provocados por las lindes
divisorias definían figuras caprichosas. La tendencia era la de que las aristas de la bóveda
formasen siempre ángulos de 45º con los muros.

Cuando esto no era posible se recurría al recurso de la “cola” con el que se reducía
a rectángulos regulares casi todas ellas. La cola de la bóveda era una prolongación de

78
A propósito de los empujes en las pechinas, véase GER Y LÓBEZ, F. Op. Cit. Pág. 248

58

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la pechina que se alargaba hasta conseguir cuadrar la planta. Ya fray Laurencio de San
Nicolás en su obra “Arte y uso de architectura”79 mencionaba la misma denominándola
prolongo. Este recurso era habitual cuando había que corregir descuadres presentes en la
planta.

En un principio la pechina de la bóveda de arista extremeña desempeñaba una función


idéntica a la pechina esférica. La pechina se presentaba como la solución a la transición
de la planta cuadrada a la cúpula. Dado que el tercio superior de la bóveda se planteaba
prácticamente como una cúpula podemos afirmar que la pechina marcaba la arista hasta
la mitad de la bóveda aproximadamente para luego desaparecer en la traba del ladrillo
ya fuera por hojas de rosca o tabicada. En ocasiones las aristas se marcaban hasta su
confluencia en la clave, pero estas solo eran falsas aristas que el constructor realizaba
con el enfoscado simulando la perfección geométrica de la bóveda de arista como con-
fluencia de dos bóvedas de cañón. Para la correcta ejecución del aristado de la bóveda,
tanto en la traba del ladrillo como en el enlucido, se recurría a la colocación de unas
cuerdas en las confluencias de las aristas. Estas cuerdas con un peso en el extremo in-
ferior servían de plomadas a través de las que se tomaba referencia de la rectitud de las
aristas, denominándose en la localidad “pendolón” y recibiendo en otros lugares de la
región también el nombre de “pesillo”.

La ejecución tradicional de la pechina de ladrillos

La construcción de la pechina en la bóveda tabicada de arista presentaba una disposición


de los ladrillos sensiblemente diferente a la pechina de la bóveda de rosca, mientras que
la primera solo precisaba de la colocación de cuatro a seis hiladas como máximo, espa-
cio suficiente para que el apoyo del primer arco de ladrillo fuese completo, la pechina
en la bóveda de rosca requería un número mayor de hiladas de forma que permitiera el
apoyo de las cuatro o cinco primeras roscas de ladrillo.

Tras el trazado de los arcos formeros de la bóveda en los muros perimetrales del espacio
a cubrir, se procedía al marcado de la pechina en cada uno de los puntos de arranque de

79
SAN NICOLAS, Fr. LORENZO DE. Arte y uso de architectura. Madrid, 1667.

59

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la bóveda. Sobre dicho trazado se abría un cajeado donde se alojaría el volumen de los
ladrillos que componen la pechina (Fig. 7), habitualmente la dimensión la daba la soga
del ladrillo menos el vuelo de este sobre el muro. La altura del hueco debía ser tal que
permitiese la colocación de todas las hiladas de ladrillo, pudiéndose macizar posterior-
mente la parte sobrante del hueco.

La construcción del apoyo comenzaba con la colocación de un ladrillo en posición hori-


zontal de forma que volaba la esquina exterior unos tres o cuatro centímetros. Sobre
este ladrillo se presentaba otro de manera tal que el plano de la tabla era perpendicular
al punto donde producía la intersección ficticia con uno de los arcos. Se observaba
entonces que en el arco contiguo, el plano simétrico respecto al eje que marca el plano
bisectriz de los dos arcos era interrumpido por el ladrillo que hemos colocado. Por lo
tanto todo lo que se sobresalía del ladrillo con respecto a este plano se cortaba para
permitir la realización del asiento del siguiente ladrillo. En este corte tenía su origen el
“espatillado” del ladrillo en la pechina (Fig. 8).

Obtenido el asiento con la colocación del ladrillo, se repite la operación con su simétri-
co, así de forma que en la parte de la arista las hiladas queden trabadas, proporcionando
esto una mayor rigidez a la fábrica. Esta forma de traba de fábrica en la ejecución de la
pechina por la que se tallan las piezas para generar los planos de apoyo de las inmediatas
superiores aparece ya en la antigüedad. En el teatro de Gerasha, en el norte de Africa80,
se pueden observar como los sillares que forman las aristas de algunas bóvedas, están
tallados de forma similar a la anteriormente expuesta para las pechinas de ladrillo. Sa-
bemos de la importancia de la influencia bizantina en esta región, con lo cual podemos
afirmar pues, que esta forma de ejecutar la pechina responde a las técnicas constructivas
bizantinas.

La construcción de apoyos: arcos formeros

Cuando las circunstancias del espacio a cubrir se volvían complejas, bien por ser un
espacio de dimensiones excesivamente desiguales en la que un lateral predomina sobre
otro, o bien por la falta de uno de estos laterales, se precisaba recurrir al uso de cimbras

80
CHOISY, A. El arte de construir en Bizancio. Instituto Juan de Herrera. Madrid, 1997. Págs. 26-27.

60

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Fig. 9: Partiendo de los apoyos realizados en las esquinas y de su replanteo en los muros perime-
trales existentes se comienza el cierre de la bóveda. (Foto autor)

para crear arcos formeros que hacían las veces de apoyo en esa parte de la bóveda donde
no existía muro.

Para el caso particular de estancias alargadas, la bóveda podía modularse en varios tra-
mos, quedando la unión entre esta y la siguiente marcada por un arco formero. La
cimbra se fabricaba colocando dos rollizos de madera bajo los puntos de arranque del
arco apuntalados con otros maderos. Sobre los dos maderos horizontales se creaba
una superficie plana donde se levantaba con ladrillos sin mortero un muro con el fin
de poder desmontarlos después y recuperar el material empleado. El muro se remataba
en su parte superior con la forma del intradós de la bóveda, finalizándose con una fina

61

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capa de cal sobre la que una vez fraguada se tendía arena seca. Esta arena permitía que
al descimbrar el arco no se quedaran pegados los elementos que se empleaban como
molde. Sobre la cimbra se construía el arco que serviría de apoyo a las dos bóvedas
adyacentes. El arco se doblaba hasta tres veces, es decir se podían construir con varias
hiladas superpuestas.

Cuando el arco era muy rebajado, la cimbra podía quedar formando parte del mismo.
En ese caso no se extendía arena entre cimbra y arco. Esta operación solo podía hac-
erse cuando el ladrillo inferior iba a ser revestido y se empleaba yeso o cemento en el
mortero o, como decía Ger y Lóbez “una cal excelente, como la de Extremadura, donde
es empleado este sistema.”81

Estos arcos se “hombreaban” para dar estabilidad a los mismos y evitar que colapsaran
por la delgadez después del descimbrado. El hombreado era una operación que con-
sistía en rellenar los puntos extremos de los arcos en su parte superior mediante una
fábrica de ladrillos colocados en hiladas horizontales que llegaban hasta la altura de la
clave. Este hombreado proporcionaba una mayor superficie de contacto del arco con
los muros laterales, consiguiéndose así una mayor rigidez del mismo.

El punto de unión de las bóvedas es crítico en cuanto a los esfuerzos que recibe, por lo
que resultaba habitual situar sobre el arco formero una tiranta que arriostrara los muros
sobre los que apoyaba. Las tirantas, formadas por unas barras de hierro de unos 16 mm.
de diámetro o cuadradas de 2 x 2 cms., 82 perforaban las paredes saliendo hasta el exte-
rior del edificio donde se colocaban unas placas de acero con la finalidad de anclarse a
los muros y evitar que estos volcaran por el empuje de la bóveda.

81
GER Y LÓBEZ, F. Op. Cit. Pág. 250.
82
FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V. Op. Cit. Pág. 30.

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Fig. 10: Tan solo con la ayuda que proporcionan las cuerdas, el albañil coloca el ladrillo untado
de yeso mediante un golpe seco dado con la paleta. Solo la experiencia y la habilidad logran que
la pieza no caiga al suelo. (Foto autor)

63

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LA CASA ABOVEDADA

La ejecución de la fá-
brica: la traba

Una vez preparados los


arranques de la bóveda,
se abría una roza del an-
cho del canto del ladrillo
y con una profundidad
igual al grueso del lucido
de la pared (1 o 2 cms.)
entre las dos líneas de ar-
cos que correspondían al
intradós y extradós de la
bóveda, en todo el perí-
metro de la dependen-
cia a cubrir83. Esta roza
al tiempo que servía de
guía para la ejecución de
la primera hilada, daba
una mayor estabilidad
a la misma al generarse
un pequeño apoyo en el
muro (Fig. 9).

Fig. 11: Colocando de forma alternativa una hilada en cada late- El proceso de cerrado
de la bóveda consistía en
ral, se consigue llegar al centro donde se efectura el cierre de la
bóveda. (Foto autor)
levantar arcos de forma
sucesiva y concéntrica en
todo el perímetro de la habitación cerrándose como si de una espiral se tratara. Para
ello se untaba el canto84 del ladrillo con yeso, se colocaba de forma horizontal con la in-
83
GER Y LÓBEZ, F. Op. Cit. Pág. 25.
84
El canto es el lateral más largo y estrecho del ladrillo, el más corto se denomina testa y la de mayor longi-
tud en sus dos dimensiones es la tabla.

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clinación que marcaba el trazado del arco. Una vez colocado se daba un pequeño golpe
seco de paleta que permitía asentarlo, recogiéndose a continuación el yeso sobrante que
rebosaba por la cara de abajo, dejándose el material sobrante de la cara de arriba pues
proporcionaba una mayor resistencia una vez fraguado (Fig. 10).

En el encuentro de un arco con el inmediato lateral se iba generando la arista. Cuando


la bóveda avanzaba varias hiladas en su cierre se colocaba en el extradós un ladrillo en
el sentido longitudinal de la arista produciéndose un refuerzo de la misma. Por la parte
inferior de la arista el encuentro de los ladrillos generaba una serie de salientes que per-
manecían hasta el cierre de la bóveda. Una vez se había terminado la bóveda se cortaban
con un golpe sesgado del badilejo, apareciendo la arista limpia (Fig. 11).

Como indican Fortea y López, “hace falta una gran destreza para esta ejecución, pues
no se dispone de medios auxiliares para la correcta colocación mas que el ojo y la mano.
Obviamente estas hiladas van tomadas con yeso, y se debe sostener cada ladrillo con la
mano hasta que la acción del yeso haga que se sostenga.”85

Al igual que ocurría con los arcos formeros, a la bóveda también había que hombrear-
la, rellenando los senos con tierra y cascotes para que tuviera una mayor resistencia.
Además del hombreado el extradós se reforzaba con una lechada de yeso que cubría
toda la bóveda dándole todavía más resistencia. Si se precisaba una superficie horizon-
tal en la planta superior, se procedía a rellenar toda la parte del extradós hasta alcanzar
la horizontalidad sobre la clave central de la bóveda. El relleno más adecuado era el pro-
cedente de demoliciones: tejones y cascotes de ladrillo, aunque en determinadas épocas
también se empleó la carbonilla procedente del ferrocarril.

El revestimiento inferior: la creatividad del albañil

Las bóvedas se revestían por su parte inferior siempre que cubriesen espacios destina-
dos a la vivienda, tan solo cuando aparecen cubriendo pasajes de carros86 o sótanos se
85
FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V. Op. Cit. Pág. 30.
86
Véase la ficha con referencia ALA-ENC-33 del catálogo de casas estudiadas. En este caso las que corres-

65

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LA CASA ABOVEDADA

Fig. 12: Tras el cierre de la bóveda se procede al enfoscado mediante mortero de cal, sacandose en
primer lugar las aristas para despues revestir los plementos. (Foto autor)

dejan sin enfoscar. El revestimiento se realiza básicamente por una cuestión de higiene
a la que acompañan ciertas intenciones estéticas. Este revestimiento se realizaba
mediante una mezcla de cinco partes de cal tamizada a la que se añade una de cemento.
Es frecuente encontrar bóvedas con “saltones” en su revestimiento, ello se debe a que la
cal no estaba del todo correctamente apagada. El “saltón” se producía por la presencia
de caliches que quedan en el interior de la capa de revestimiento y que ante una subida
del nivel de la humedad aumenta de tamaño produciendo una pequeña fractura carac-
terística en el enfoscado.

Al comenzar el enfoscado, se realizaba en primer lugar el aristado, recubriendo con el


mortero de cal todas las aristas de la bóveda y perfilándola con ayuda de los “pendo-
lones”. Una vez “sacadas las aristas” se procedía a revestir los plementos de la bóveda
quedando totalmente enfoscada (Fig. 12). Para la creación de los ornamentos centrales
que tan frecuentemente se realizaban en determinadas estancias de la casa se recurría a
distintos recursos que iban desde el sencillo pegado de un aplique de cal o cemento en

ponden a la carrera lateral, se encuentran sin revestir.

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Fig. 13: Los acabados de las bóvedas forman un amplio catálogo, tanto por su forma como por su
ornamentación pictórica. (Foto autor)

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LA CASA ABOVEDADA

VARIEDADES
Origen Extremadura Alentejo (Portugal)
Tipología
CILÍNDRICAS DE CAÑÓN DE CANUDO
DE TUMBA
RINCÓN DE DE ARTESA
DE BERÇO
CLAUSTRO
BARRETE DE CLERIGO
DE PERCHINA DE PERCINAS
DE ARISTA
DE LUNETO DE LUNETA
VAIDA TAPACOCHE PLANA
CHATA
REVOLTON ABOBADILHA DE CAIXOTOES
MATERIALES
Extremadura Alentejo (Portugal)
LADRILLO BOVEDÍN TIJOLO BURRO PANDEIRETE BUMBUM (VILA
(MOURA) VIÇOSA)
DIMENSIONES 30x15x3.5 22x10x3.5 22x10x3.5
TERMINOLOGÍA
Extremadura Alentejo (Portugal)
RETUMBO RESUBIDO
ARREPÍO
TRASDOSADO CALDEAR CALDEAMENTO
PLOMADA PENDOLÓN
PESILLO

Tabla 1: Cuadro comparativo entre bóveda tabicada extremeña y abobadilha alentejana.

la parte central87 de la misma hasta el trazado de complejos dibujos geométricos88 que


después se materializaban con el enfoscado, al que se añadía la dificultad de hacerlo en
la cara inferior de una superficie horizontal.

Los motivos representados ocupan la parte central de la bóveda. A veces se extienden

87
Véanse como ejemplos las fichas con referencias ALA-BAÑ-20, ALA-BAÑ-22 o ALA-BAÑ-37 del ca-
tálogo de casas estudiadas.
88
Véanse como ejemplos las fichas con referencias ALA-BAÑ-30 o ALA-NUE-10 del catálogo de casas
estudiadas.

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a las aristas89 adquiriendo perfiles que recuerdan las secciones de los nervios de las
grandes bóvedas del gótico. Las formas más recurrentes son los motivos vegetales es-
tilizados90 y las formas geométricas estrelladas en plantas cuadradas91 y compuestas en
plantas rectangulares92.

Los modelos de bóvedas que con mayor frecuencia cubren los espacios domésticos son
las bóvedas de aristas, seguidas de las aristas compuestas con lunetos, menos frecuentes
son las vaídas o tapacoches y las bóvedas de artesa, recayendo la singularidad en las
bóvedas de paraguas por su poca proliferación93 (Fig.13).

89
Véanse como ejemplos las fichas con referencias ALA-ALM-05, ALA-BAÑ-26 o ALA-BAÑ-29 del ca-
tálogo de casas estudiadas.
90
Véanse como ejemplos las fichas con referencias ALA-BAÑ-40 o ALA-BAÑ-67 del catálogo de casas
estudiadas.
91
Véanse como ejemplos las fichas con referencias ALA-ALM-05 o ALA-BAÑ-26 del catálogo de casas
estudiadas.
92
Véanse como ejemplos las fichas con referencias ALA-ALM-50 o ALA-ENC-21 del catálogo de casas
estudiadas.
93
De la sabiduría local nace una forma de distinguir si las bóvedas de paraguas fueron construidas por un
maestro local o un maestro portugués. Nuestro amigo Antonio Molino, copropietario con su hermana Inés
de un interesante edificio construido en los primeros años del siglo XX y que alberga el Hostal Juan Dios,
nos comentaba bajo una de sus bóvedas que las de paraguas deben tener el mismo numero de aristas que
varillas un paraguas real, por tanto si la bóveda tiene seis aristas, se identifica con un paraguas español y por
tanto su constructor era de esta nacionalidad. Si en cambio si la bóveda tiene ocho aristas como el paraguas
portugués, la nacionalidad del constructor es lusa.

69

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LA CASA ABOVEDADA

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Juan Diego Carmona Barrero

FUNDAMENTOS Y CONDICIONANTES DE LA
ARQUITECTURA POPULAR DOMÉSTICA ALANGEÑA

La pequeña población de Alange, sobre cuyas casas acometemos el presente estudio,


se sitúa en el centro de la comunidad extremeña, a unos 18 kms. al sur de su capital,
Mérida. Con poco más de dos mil habitantes constituye un típico núcleo rural en ladera
de montaña caracterizada por la presencia de calles con fuertes pendientes y construc-
ciones tradicionales de llano adaptadas a la topografía del terreno, que surge al amparo
de un castillo y cercana a fuentes y manantiales.

El pueblo de Alange, con una fuerte tradición agrícola y ganadera, se vio sometido en
las últimas décadas del siglo XX a un profundo cambio impuesto por circunstancias
externas que obligaron a sus habitantes a replantearse una forma de vida que había
permanecido prácticamente inalterada desde varios siglos atrás. Podemos considerar
tres puntos claves como artífices de este cambio de actividad, puntos que se desarrollan
todos a partir de la década de los ochenta94.

En primer lugar el hecho de que Mérida adquiriera la capitalidad de la comunidad


autónoma. Esta circunstancia revirtió en la aparición de demanda de empleo del sector
servicios en dicha ciudad, y Alange como otros pueblos de los alrededores de la ciudad,
aportó grupos físicos que desarrollan sus actividades en ese entorno.

94
TALLER DE ESTUDIOS SOCIALES Y TERRITORIALES. (1994). Alange Villa Termal. Un Proyecto de
Futuros. Badajoz. 1994.

71

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LA CASA ABOVEDADA

Fig. 14: Cancho de la pata del buey, característica formación rocosa del entorno de la población.
(Tarjeta postal hacia 1920).

Como segundo punto motivador de ese cambio de actividades, tenemos el auge que
cobraron los balnearios y el resurgir de las curas de tipo naturista. En las décadas de los
60 y 70 el termalismo, tiene sus hora más bajas, debido al rechazo que ciertos grupos
científicos, más partidarios en una elaboración basada en productos de laboratorios
farmacológicos que en curas de tipo alternativo.

A mediados de la década de los setenta comenzó a reconsiderarse la utilidad de estos


establecimientos y en el año 1975, España, proponiéndose durante el congreso de la
Sociedad Internacional Hidrotermal celebrado en los balnearios de la Toja y de Cuntis,
la firma de una carta en la que se recogía el derecho del hombre a la cura termal como
derecho natural. Por otra parte la OMS reconocía ese mismo derecho de los enfermos a
elegir con eficacia y economía, los establecimientos termales independientemente de la
ubicación y con cargo a la Seguridad Social.

72

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Juan Diego Carmona Barrero

La nueva conciencia popular del termalismo y los conciertos alcanzados con el


INSERSO (1989) influyeron en el desarrollo de las actividades repercutiendo en el
turismo termal. Recordemos que la estancia de un bañista en el balneario es de una me-
dia de 12 días y que este no suele venir solo, sino acompañado por su cónyuge cuando
lo tiene, o en su caso por uno o varios miembros de la familia.

También la ampliación de la temporada de baños tuvo su repercusión en aquellas activi-


dades que dependían directamente de los bañistas y que pasaron de tener un periodo de
actividad de 3 meses/año a 9 meses/año. Esta circunstancia motivó en los últimos años
un aumento tanto en aspectos cuantitativos como cualitativos de la capacidad hotelera
en la población, que ya en 2009 superaba las 450 plazas. Si se relaciona esta cantidad con
la del número de habitantes en ese año (2.019) el porcentaje resultante es de 2,2 plazas
hoteleras por cada 10 habitantes.

El tercer y definitivo condicionante fue la construcción del embalse que supuso un duro
revés para la población vinculada directamente con los sectores agrícola y ganadero,
pues el abandono de estas actividades tradicionales no se hizo de forma voluntaria. La
inundación de las tierras obligó a muchas personas a cambiar de actividad al quedar-
se sin tierras. Los afectados, tanto propietarios como aparceros y jornaleros buscaron
otros medios que proporcionasen sustento al grupo familiar.

El embalse de Alange con una capacidad de 851,7 Hm3 en su cota máxima supuso la
aparición de un nuevo espacio alrededor del cual se abre un amplio abanico de posibi-
lidades, que naturalmente necesita de una gran infraestructura todavía sin realizar. La
superficie ocupada por el embalse es de 5.144,2 Has. lo que hace que haya una longitud
de perímetro de costa de 180 kms. siendo la cota máxima de inundación de 275,56 mts.
sobre el nivel del mar95.

Según indica la Confederación Hidrográfica del Guadiana: “La Presa de Alange, sobre
el rio Matachel, constituye un importante elemento en la regulación lateral de la cuenca
del Guadiana, que permitirá, aumentando los recursos hidráulicos disponibles, laminar
95
C. H. G. Embalse de Alange. Folleto informativo editado con motivo de la finalización de las obras de la
Presa de Alange.

73

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las avenidas que producen daños en las poblaciones y vegas situadas aguas abajo de su
emplazamiento (Merida, Badajoz, etc.). Su puesta en servicio, además de un aprove-
chamiento hidroeléctrico, permitirá resolver o mejorar los abastecimientos de Alange,
Zarza, Oliva, Almendralejo, Calamonte y Mérida.

Las posibilidades de esta obra no se agotan en las citadas, ya que el embalse de Alange,
previa oportuna ordenación territorial, permitirá su aprovechamiento para usos recre-
ativos y potenciará el atractivo turístico de Alange, abriendo la posibilidad del estableci-
miento en zonas adecuadas (islas y penínsulas) de reservas para la fauna.”

ENTORNO FÍSICO

Es este sin duda el aspecto determinante que con mayor incidencia determina la con-
figuración del pueblo, debido principalmente a que la singular orografía del terreno
contribuye como base o sustento principal a todo lo que el hombre ha creado so-
bre él. Imaginando el lugar que ocupa el actual casco urbano sin construcciones tal y
como pudo se antes de que la intervención humana modificara el paisaje, llegaría hasta
nosotros la imagen de la parte final de una cordillera que en sus últimas estribaciones
corresponde a la Sierra de Peñas Blancas que se une a un promontorio rocoso –Cerro
del Castillo– adoptando la forma de una silla de montar.

Sobre esta silla y de forma esporádica afloran crestones de cuarcitas y areniscas ferru-
ginosas que dan lugar a formaciones rocosas denominadas “canchos” por los locales.
Estos se distribuyen en el paisaje urbano integrándose totalmente en él y recibiendo
sugestivos nombres que evocan a tiempos remotos en los que se identificaron con
sucesos ya perdidos en la memoria colectiva. “Canchos de los Toros”, “Cancho de la
Picota”, “Cancho de la Piedra Loba” o “Cancho de los enamorados” salpican evocado-
res el entorno de la villa (Fig. 14 y 15).

La dureza de las cuarcitas y la casi total ausencia de estratos en las mismas –su carácter
masivo– hacen que sean difícilmente eliminables. Tan solo cuando aparecen algunas

74

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Fig. 15: Cancho de la picota, formación rocosa integrada en la trama urbana. (Tarjeta postal
hacia 1920).

afloraciones tableadas, se permite el uso de ellas como material constructivo. Esta cir-
cunstancia nos permite obtener fragmentos que van desde los pocos centímetros de
grueso hasta un metro96.

Por otra parte las areniscas ferruginosas, que configuran la base sobre la que se asienta la
mayor parte del pueblo, constituyen la principal cantera para las construcciones locales.
Su color característico es el crema o el marrón y se localiza en alineamientos suaves,
siendo posible observar en las zonas de fracturas manchas de óxido procedentes del
hierro y del manganeso97.

Constituyen estos tipos de rocas los únicos materiales líticos empleados en la arqui-
tectura popular de la población, salvo la intrusión de algún elemento foráneo como el

96
PINUAGA ESPEGEL, J. A. Reseña geológica e hidrológica de las aguas minerales del Balneario de
Alange (Badajoz). Estudios sobre el Balneario de Alange. Memoria nº. 16. Instituto de España. Real Academia
de Farmacia. Madrid, 1990. Pág. 76.
97
Íbidem. Pág. 76.

75

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mármol o el granito. Estos últimos pueden aparecer como consecuencia del aprovecha-
miento de alguna pieza de carácter arqueológico98.

Tan solo en la parte suréste, en las zonas de menor cota, la población pierde esta
condición rocosa (Fig. 16). Aquí aparecen unos materiales de carácter serítico con
tonalidades que van del gris al verde; es lo que los locales denominan “tierras greas” y
que en determinadas áreas, dado su fuerte potencial estratigráfico, se ha explotado para
la fabricación de ladrillos en las décadas de los años 60 y 70 del pasado siglo. Es el caso
de la zona conocida como “Tierroblanquero” situado al este de la población en la salida
hacia la vecina población de Palomas.

Las cuarcitas y areniscas de Sierra de Peñas Blancas, constituyen el acuífero por donde
transcurre el circuito hídrico que da lugar al manantial del Balneario de Alange99. El
punto donde confluyen estas rocas con los esquistos sericíticos marcan el punto de
fractura y por tanto el lugar de emergencia de las aguas hasta niveles superficiales. En
la vertiente norte, otra falla permite la afloración del acuífero en el lugar que se conoce
como “Fuente de la Jarilla”. Estos dos grandes manantiales actúan como elementos
focalizadores en el desarrollo urbanístico de la población. Así lo prueba la existencia de
sendas calles denominadas “del Baño” y “de la Jarilla” que partiendo desde el centro
de la población llegan hasta estos manantiales. Además de estos manantiales, se abren
en el casco urbano pozos de carácter privado, que por su poca profundidad deducimos
que solo recogen aguas procedentes de filtraciones del terreno durante época de lluvias.

Fuera del casco urbano y en el entorno próximo a la población el sistema hidrológico


ha recibido un notable cambio con la construcción de la presa que embalsa el agua pro-
cedente de los ríos Palomillas-San Juan, Valdemedel y Bonhaval. La presa se construyó
en el punto de confluencia de estos ríos con el Matachel junto al cerro del castillo. Con
anterioridad a la construcción de la presa y la consecuente anegación de las tierras situa-

98
Merece hacer mención entre otras de dos piezas singulares. Una de ellas, un cancel de mármol blanco con
la talla de un crismón visigodo, que hasta hace pocos años estuvo colocado en el suelo de la entrada de una
vivienda sita en la calle Mesón. La otra, una pilastra de mármol azul que hizo de umbral en una casa sita en
la calle Fragua. Ambas piezas se conservan en colecciones particulares.
99
PINUAGA ESPEGEL, J. A. Op. cit. Pág. 79

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Fig. 16: Vista de Alange desde las huertas del Balneario (Tarjeta postal de comienzos del siglo XX).

das bajo en nivel máximo de inundación, los dos ríos más cercanos a la población, el
Palomillas-San Juan y el Matachel mostraban unas extensas vegas que a modo de terra-
zas fluviales flanqueaban los márgenes de ambos ríos. Los ríos Bonhaval y Valdemedel,
presentan en cambio unos cauces encajados entre cerros, limitados en ocasiones por
formaciones petreas que estrechan su cauce.

En la actualidad, el agua embalsada por la presa de Alange se extendiénde en una su-


perficie que afecta a los términos de: Alange, La Zarza, Villagonzalo, Palomas y Ribera
del Fresno.

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ANTECEDENTES HISTÓRICO-URBANÍSTICOS DE LA POBLACIÓN

Los orígenes de los núcleos urbanos del área central de la provincia de Badajoz son
muy diversos, aunque podemos indicar que muchos de ellos tienen su origen en asenta-
mientos de época romana. Las mansio que jalonaban el trazado de la Vía de la Plata y
los establecimientos rurales –villae– que surgían en la comarca como consecuencia de la
romanización y sobre todo a raíz de la centuriación de Augusto100.

Estos asentamientos rurales –de aspecto similar a nuestros actuales cortijos– resistieron
el paso de los siglos como núcleos agropecuarios que se autoabastecían y que comer-
ciaban con poblaciones de mayor entidad, abasteciéndolas de productos de primera
necesidad. Aquellos asentamientos que se sitúan lejos de itinerarios a poblaciones de
mayor entidad no resistieron el paso del tiempo produciéndose el abandono de la con-
secuente migración de sus habitantes a otros mejor situados. Los que gozaron de una
situación privilegiada experimentaron un crecimiento llegándose a convertir en aldeas.
La consolidación de estos núcleos rurales vino tras la Reconquista, cuando se realice
la repoblación de las tierras extremeñas, será entonces cuando se sentaron las bases de
nuestro urbanismo y nuestra arquitectura tradicional.

Como hemos comentado con anterioridad, la arquitectura popular de Alange, pese a es-
tar ubicada en zonas de pendiente, podemos enclavarla en lo que Rubio Masa denomina
arquitectura de llano101, siendo estas construcciones que se caracterizan por sus claros
perfiles geométricos, predomina su extensión en superficie sobre la altura. Pese a que los
modelos básicos de esta arquitectura pertenezcan a las poblaciones situadas en llano, no
debemos olvidar la existencia de pueblos que, como Feria, Burguillos, Hornachos o el
propio Alange, se sitúan al abrigo de fortaleza y surgen en laderas de fuertes pendientes,
generando un modelo singular y característico de estos espacios102.

En estos casos aparece una interesante variación de la arquitectura del llano adaptada a

100
SILLIERES, P. “Centuriation et voie romaine au sud de Mérida: Contribution á la delimitation de la
Bétique et de la Lusitanie”, en MCV, 18, 1982. Págs. 437 ss.
101
RUBIO MASA, J.C. Op. Cit. Pág. 4.
102
GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A. Las poblaciones de la... Pág. 135

78

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zonas de pendiente. Tomamos aquí la propuesta de Flores del Manzano103 que establece
una división de la casa extremeña en casa de la sierra y casa del llano. Referente a la casa
de la sierra, formula dos subtipos, la casa de entramado y la casa de piedra; en ninguno
de estos podemos ubicar las tipologías de las poblaciones anteriormente mencionadas.
Entendemos que la clasificación propuesta puede servir para zonas situadas al norte
de la región, pero al hacerlo extensivo al área centro-sur pueden plantease ciertas in-
concurrencias como la comentada con anterioridad. Por ello, y tal como expone en su
trabajo añadimos un nuevo subtipo a las construcciones de sierra que sería el de casa de
llano adaptada a montaña, y que contendría a poblaciones que se sitúan en laderas de
pequeñas serranías con una fuerte influencia de la arquitectura del llano en su entorno.

La diferencia entre la población de llano y la de sierra en la Baja Extremadura afecta


básicamente a la configuración de la trama urbana. De esta forma podemos encontrar
en el llano poblaciones como Fuente del Maestre, Zafra o el mismo Almendralejo, que
adoptan una planta, en lo que a su núcleo primitivo se refiere, con forma de almendra
o de caparazón de tortuga104. Tipología de marcado carácter defensivo, algunas de las
poblaciones citadas son excelentes ejemplos de recintos amurallados, en el que predomi-
nan manzanas alargadas que se estrechan en los extremos y que se encuentran dividas
longitudinalmente por callejas o callejones105. El trazado de las calles principales suele
coincidir con el de caminos que conducen a poblaciones de cierta entidad mientras que
otras calles menores se articulan paralelas a la vía principal y toda una serie de pasos
perpendiculares de trazado perpendicular las conectan.

En ocasiones, sobre todo en el caso de localidades que han experimentado varias etapas
de auge demográfico, la planta primigenia de la población nos llega algo transformada
ya que se camufla en posteriores ampliaciones del casco urbano, llegando incluso a
perder el trazado de algunas calles o callejas que son absorbidas por las construcciones

103
FLORES DEL MANZANO, F. Op. Cit.
104
GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A. Extremadura popular. Casas... Pág. 28.
105
Ibídem. Pág. 20.

79

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colindantes106.

En las poblaciones de sierra, el trazado de las calles principales de la población se adapta


a las curvas de nivel del terreno, mientras que toda una serie de callejas o travesías cor-
tan en sentido transversal las manzanas de casas. Las calles, debido a lo accidentado
del terreno y a las afloraciones rocosas no poseen un trazado regular. Este se ajusta
a lo que el terreno permite, proporcionando una nueva visión de la calle en la que el
elemento sorpresa esta presente de forma habitual. En cualquier tramo puede aparecer
una plazoleta, un quiebro o un espacio irregular que confiere cierto encanto a este tipo
de poblaciones.
La rapidez con la que la mayoría de nuestros pueblos están sufriendo la transformación
de sus construcciones, fruto de la conjunción de una serie de peculiaridades, en algunos
casos de carácter secular, se encuentra en un punto sin retorno de cuyo final venimos
siendo testigos en estas últimas décadas.

Analizaremos a continuación las formas que la edilicia popular ha mantenido de mane-


ra casi invariable a lo largo de siglos, pero que se ha visto sometida a una evolución en
muchos casos acelerada y por lo tanto no con toda la naturalidad que el proceso evo-
lutivo de la tradición conlleva.

Este acelerado proceso hace que el abandono y olvido de las técnicas constructivas
tradicionales también caigan en desuso con su consecuente pérdida. Sería pues inte-
resante la recuperación y fijación documental de todo aquello que contribuya al cono-
cimiento de oficios y labores ya desaparecidas así como a la elaboración de un completo
inventario de carácter regional que junto con las muestras materiales conservadas sirvan
como referencias a estudios más complejos en épocas futuras.

En Alange, el casco urbano presenta una clara distribución axial en dirección este-oeste,
con una curiosa forma de campana. El eje queda dividido en dos por su parte central,
lugar donde se encuentra la Plaza y la Iglesia Parroquial. El tramo más antiguo del eje
106
Tanto en poblaciones de llano como de montaña, se constata la pérdida de algunas callejas que cortan
manzanas excesivamente largas y que se han terminado introduciendo en alguna de las propiedades colin-
dantes pasando a formar parte de la vivienda casi siempre con la creación de un paso para animales de carga
o carros hasta la zona del corral.

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es el que va desde la ladera del Cerro del Castillo hasta la Iglesia. Con este, coincide
el trazado de la calle Encomienda. Esta parte del pueblo data de los siglos XIV y XV,
época en la que se traslada la sede de la Encomienda de la Orden de Santiago desde el
Castillo a mencionada calle 107.

La segunda mitad comprende la zona situada entre la Iglesia y el Balneario. Aquí el


trazado del eje coincide con el de la calle Baños, que se dibuja a partir del siglo XIX,
cuando el auge del termalismo hace resurgir la utilización del Balneario.

La mayoría de los núcleos poblacionales de la región tienen su origen en los asentamien-


tos rurales que se producen en época medieval. En muchos casos estos asentamientos
se realizan, como es el caso de Alange, en emplazamientos agrestes por razones defen-
sivas y estratégicas, con lo que el trazado de las calles, así como la ubicación de las casas,
debe adaptarse a los cambios topográficos.

Resulta algo normal en el desarrollo de la trama urbana que aparezcan calles de trazado
tortuoso y anchuras variables, se debe en muchas ocasiones a la adaptación de las mis-
mas a la orografía. Sin embargo, no es siempre esta la causa de tales irregularidades, las
afloraciones naturales de rocas, los cauces de antiguos regatos o trazados de caminos
pueden influir en la formación de las calles.

Las agrupaciones de casas o manzanas, vienen determinadas por los trazados de las
calles, en el caso de Alange, al seguir estas una alineación casi coincidente con las curvas
de nivel del cerro, generan manzanas de formas alargadas, que se ensanchan en el centro
para estrecharse a medida que llegan a los extremos.

Es característico de poblaciones situadas en zona de montaña, que aparezca esta man-


zana de estructura alargada y estrecha. En un principio las manzanas, se componen de
una sola hilera de casas con fachada a un lado y trasera al otro, siendo habitual que la
parte de la fachada sea la que se orienta hacia el centro del pueblo, quedando como

MANUEL GARRIDO SANTIAGO, Arquitectura militar de la Orden de Santiago en Extremadura. Editora


107

Regional de Extremadura. Merida, 1989. Págs. 122-123.

81

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trasera la que mira al ejido.

El uso de las traseras como lugar de entrada de los animales de labor así como área de
servicios para el hombre del campo, pues allí es donde repara los útiles de labranza,
hierra bestias, engorda cochinos, etc. hace de estos espacios lugares propicios para la
creación de ciertas industrias en algunos corrales (fraguas, herrerías, etc.).

Con el paso del tiempo frente al camino o vereda de acceso a las traseras, se repartirán
más solares con el fin de que se construyan viviendas y estas generan una nueva man-
zana que de forma alargada recubre como una piel de cebolla a la anterior. Las antiguas
traseras que ahora se ven inmersas en una nueva calle, se revalorizan y en ellas se co-
mienzan a construir nuevas viviendas (Fig.17).

De esta forma las manzanas primitivas que se formaban por una hilera de casas, se
conforman ahora con dos series de edificaciones adosadas directamente por sus partes
posteriores. Este adosamiento se complica en ocasiones por el desnivel del terreno,
resultando de ello manzanas con fachadas a distintas alturas, lo que en las partes más
estrechas de la manzana, sus extremos, se convierte en grupos de viviendas de gran
irregularidad en su planta y en su distribución de niveles, con proporciones muy reduci-
das y muchas veces sin corral ni patio.

El siglo XIX fue la centuria donde comenzó a gestarse el cambio que la pequeña po-
blación de Alange precisaba para convertirse en el principal exponente en lo que a
villas termales se refiere en Extremadura, salvando siempre las notables diferencias con
respecto a los grandes centros termales de Europa. Durante el siglo XIX se amplió el
Balneario hasta adquirir la actual configuración. El desarrollo que experimentó el edi-
ficio termal en la primera mitad del XIX no repercutió en la población hasta pasada la
primera mitad de la centuria. De mediados del siglo XIX es la interesante imagen de la
población que nos dejó Pascual Madoz:

“Villa con ayuntamiento en la provincia y Capitanía General de Badajoz


(11 leguas), partido judicial y administración de rentas de Mérida (3 le-
guas), audiencia territorial de Cáceres (14 leguas), diócesis de San Marcos

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Fig. 17: Vista de Alange desde la falda del castillo (Tarjeta postal de comienzos del siglo XX).

de León y dependiente del Provisorato de Mérida.

Situada en la cordillera de la sierra que nace del castillo del mismo nombre
a la parte del sur, excepto la calle llamada de la Jarilla que se prolonga y
desciende por el lado opuesto; le rodean muchos riscos de antiguos nom-
bres cuales son: los de la sala del cura, pata del buey, castillejos, picota,
coso, mesilla y piedras de la encomienda, razón por la que tiene el pueblo
forma muy irregular.

El clima es sano, pero aumentándose la concurrencia a los baños mine-


rales establecidos en aquel punto, abandonan los vecinos en lo general
sus mejores habitaciones para arrendarlas a los bañistas, y se reducen a
los pasadizos y zaguanes, a los que se atribuyen las intermitentes que les
molestan en extremo.

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Cuenta la población con 241 casas, de siete varas de altura las que más y
cuatro las que menos; las calles aunque sin alineación son anchas, de bue-
nas aceras y empedradas, excepto dos tan llenas de riscos, que no ha sido
posible demolerlo; la plaza es pequeña y cuadrada, en la fachada que mira
a poniente se halla la casa del ayuntamiento, archivo, cárcel y panera. Hay
escuela de instrucción pagada en parte por los fondos públicos, y además
por la retribución de los 44 niños que concurren. Y últimamente la Iglesia
Parroquial dedicada a Santa Maria de los Milagros, de curato perpetuo de
oposición.

Muchos son los puntos notables que en las afueras se encuentran: a 220
pasos del pueblo está la fuente de la Jarilla y a 80 la titulada del Baño, de
las que se surten los vecinos, tan abundantes, que aun podrían bastar a una
población más numerosa. A 80 pasos al oeste, la ermita de San Gregorio,
y a su inmediación la laguna del mismo nombre para abrevadero de los
ganados; esparcidas por las inmediaciones, las fuentes del moral, de la
mira, del cañuelo de la arguijuela y cerro moro, muchos huertos de frutales
y naranjos. Las ruinas del fuerte y la plaza de toro, situadas sobre el cerro
llamado coso. Otro gran castillo, también arruinado sobre el cerro que do-
mina la población, del que todavía se conserva una garita de 56 palmos de
altura, y una pieza de bóveda; se surtía de aguas este castillo en dos aljibes
fabricados al norte y al este, defendidos por otro fuerte construido en su
intermedio, cuya entrada, conocida por la puerta del sol, subsiste todavía.
El cementerio a 110 pasos al norte bien ventilado y susceptible de muchas
mejora. Y últimamente el establecimiento de los baños, de los cuales nos
ocuparemos por separado por ser dignos de la atención de nuestros lec-
tores. (...)”.

Esta rica descripción del Alange de 1849 nos acerca la retrato de un pequeño pueblo de
poco mas de 950 habitantes que ocupaba bastante menos de la mitad de la superficie
de lo que hoy el casco urbano de la población. Ya a finales del siglo XIX el callejero, lo
componen las siguientes vías: Calle Encomienda, Calle Mesón, Calle Coso, Calle Jarilla,

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Fig. 18: Calle Cuesta, conocida tradicionalmente como “cachaculos” (Tarjeta postal
hacia 1940).

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Calle Almendros, Calle Fragua, Casas de Belén, Calleja del Perdón, Iglesia, Calle Cuesta
(Fig. 18), Calle Sartén, Calle Posada, Calle Águila, Plaza, Calle Baños (Fig. 19), Calle
Castillejos, Callejuela, Calle Nueva, Calle Mesilla.

Es a partir de la compra del Balneario, en pública subasta, por D. Abdón Berbén Blanco
y su consiguiente relanzamiento, cuando la población se da cuenta del aprovechamiento
que podía sacarse de los bañistas que acuden al lugar, aunque en un principio esto no
parecía repercutir en las condiciones higiénicas de las casas de la población. Por este
motivo el medico director en la memoria anual que presenta sobre lo ocurrido en la
temporada de 1876 añade:

“De escasa importancia serian todas esas mejoras, lo mismo que las que
existen en proyecto, si los vecinos de Alange, su Municipio y el Gobierno
no configuran en la esfera de sus atribuciones a que sea una verdad prác-
tica lo que ordena la higiene privada y pública en toda la localidad donde
se busca salud.

Preciso es, que los vecinos de Alange, se persuadan que sus casas carecen
de las comodidades que una buena higiene reclama y mucho más cuando
se encuentra enfermo el que la va a ocupar. El municipio debe ejercer gran
vigilancia sobre la calidad de los alimentos y bebidas, no olvidar que haya
aseo en sus calles, un regular empedrado y que las entradas del pueblo se
hallen accesibles a los medios de transportes, no con esos malos pasos que
son un constante peligro para el viajero.”108

En 1879 el estado de las casas del pueblo todavía dejaba mucho que desear, quedando
patente el malestar que esto producía en el entonces médico-director del balneario Edu-
ardo Moreno Zancudo. En ese año dirigió un informe sobre la situación del estableci-
miento termal al Director General de Beneficencia y Sanidad exponiendo su visión con
respecto a los alojamientos que se ofrecían a los bañistas:

108
BERBÉN Y BLANCO, A. Memoria presentada a la Dirección de Sanidad del Reino de cuanto ha ocurrido en la
temporada balnearia de 1876 en el establecimiento de aguas y baños minerales de Alange. 1876. Manuscrito sin paginar.

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(Al margen) “Estado higiénico de los departamentos que se conceden a


los enfermos.”

“Alójanse los bañistas en algunas casas del pueblo que dejan muchísimo
que desear bajo el punto de vista de la higiene y la comodidad, habiendo
algunos que por su pequeñez, malas condiciones y estar situados junto
a las huertas son causa de varias enfermedades especialmente las fiebres
intermitentes.”109

Hacia el cambio de siglo, parece que surgieron efecto las demandas realizadas por los
médicos, el propio Abdón Berbén, escribió ya al final del siglo XIX:

“el casco de la población está distribuido en tres plazas, quince calles y


trescientas casas, que la mayor parte de los vecinos las utilizan en la tem-
porada de baños para hospedar enfermos, ya sea arrendando las habita-
ciones con los enseres mas principales, o ya proporcionando cuanto sea
necesario para estar bien instalados, por precios moderados, atendiendo
que ocupan espaciosos departamentos, buena y escogida alimentación,
limpieza esmerada y un gran deseo en los dueños de complacer a la más
leve indicación.”110

En la misma memoria aparecen otras referencias hacia el uso de las viviendas como
casas de huéspedes. Por nuestra parte pasamos a transcribirlas pues no debemos olvidar
que estos usos fueron los que propiciaron la proliferación de la construcción de bóve-
das en la población. En el apartado de Hospedajes dice lo siguiente:

“Ya se ha manifestado que el balneario de Alange carece de fonda; existen


varias casas de huéspedes cómodas y bien ventiladas, especialmente las

109
MORENO ZANCUDO, E. Informe sobre el estado y reformas necesarias en el establecimiento hidro-mineral de
Alange. 1879. Manuscrito sin paginar.
110
BERBÉN Y BLANCO, A. Aguas bicarbonatadas cálcicas de Alange (Provincia de Badajoz, partido judicial de
Mérida): ligera reseña del balneario de Alange e indicaciones terapéuticas de sus aguas minerales. Madrid, 1895. Pág. 7.

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que están situadas en la parte alta de la población al precio de 3 a 6 pesetas,


según sean las exigencias del bañista.

Algunas familias arriendan habitaciones amuebladas y se alimentan por su


cuenta, lo que les resulta más económico por no sufrir alteración de los
precios de los alimentos que son los mismos que rigen fuera de tempo-
rada, pero mejores y más abundantes.”111

Durante los primeros años del siglo XX, la afluencia de bañistas repercutió en el
desarrollo del casco urbano, hasta el punto que las corporaciones municipales en los
plenos, alentaron a los vecinos a que construyeran nuevas casas ante la necesidad de las
mismas que había, proporcionándoles todo tipo de facilidades. La calle Baños, experi-
mentó un crecimiento en dirección al establecimiento termal hasta dejar a este inmerso
dentro del casco urbano. En el comienzo del siglo XX anidó en el colectivo local aquel
concepto de limpieza, higiene y salubridad que con tanto ahínco solicitaron los diferen-
tes médicos directores que pasaron por el balneario durante la segunda mitad del siglo
XIX. Esta circunstancia determinó una parte de la imagen de las casas de la localidad
que todavía hoy podemos contemplar.

111
Ibídem. Pág. 128.

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Fig. 19:Calle Baños (Tarjeta postal de comienzos de la segunda mitad del siglo XX).

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Fig. 20 a, b, c y d: Modelos familiares alangeños de final del siglo XIX.

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ESTRUCTURAS FAMILIARES DOMINANTES EN LA PRIMERA


MITAD DEL SIGLO XX

Para una mejor comprensión de la ordenación de los espacios domésticos, se hace


necesario profundizar en las necesidades del grupo familiar que lo ocupaba. Cómo
estaban configuradas, cuáles eran los modelos de familias más frecuentes o cómo se
formaban estas, nos ayudan a entender el porqué de los espacios que conformaban la
vivienda. Las bases económicas de estos grupos regían el rumbo de sus casas, depen-
diendo de una economía en cierto modo saneada, añadían nuevos elementos o trans-
formaban aquellos ya existentes en espacios con nuevos usos o mejores condiciones de
habitabilidad.

La familia modelaba la casa a su antojo, aunque quizás es mejor decir a sus necesidades,
pues los antojos en hogares de una solvencia económica limitada eran considerados ca-
prichos que no entran en el ámbito de lo necesario. Por otra parte, debemos establecer
un paralelismo entre el continuum tipológico de las viviendas y el continuum estratifi-
cacional de la población. En otras palabras, a individuos pertenecientes a clases sociales
similares, las viviendas presentan esquemas similares. Esto era una realidad hasta que
factores sociales y movimientos migratorios de ida y retorno han ocasionado un desfase
en dicho continuum. El emigrante que regresa con determinada solvencia, se permite
no solo reformar su casa y darle un aspecto parecido al de clases sociales superiores,
sino que trae materiales o formas nunca vistas en su pueblo de origen y que llamaron su
atención cuando emigró a aquel lugar que durante un tiempo se convirtió en su hogar.

En un intento de comprobar de manera cuantitativa aquello que en el trabajo se ha


reflejado de manera cualitativa, se ha procedido a analizar las estructuras familiares de
las casas abovedadas que se han estudiado, siguiendo los datos recogidos en el censo de
los años 1930, 1965 y 2000. A partir de dichos censos se ha elaborado una base de datos
en la que es posible analizar calle por calle las familias o grupos familiares que habitan
las casas. Con este análisis se pretende localizar la existencia de determinados patrones
familiares asociados tanto a las calles como a las profesiones de los cabezas de familia y
que en un trabajo futuro se analicen las estructuras de las casas desde un punto de vista
morfogenético.

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LA CASA ABOVEDADA

Antes de profundizar en los aspectos morfológicos de la casa y sus transformaciones,


se hace preciso desgranar algunos aspectos sociales del núcleo familiar que vivían en
estas. Tal y como dice González Rodríguez, “la casa forma parte de la familia secu-
larmente, como patrimonio consustancial de la misma que se transmite de generación
en generación”.112 Por lo tanto los cambios en la familia suponen en la mayoría de las
ocasiones cambios en la configuración de la vivienda. La casa es aquello que sus habi-
tantes quieren que sea y se moldea de acuerdo a las necesidades de la familia. Por ello si
entendemos a la familia, encontraremos sentido a la casa.

Alange ha sido una población donde la ubicación social de las diferentes clases se man-
tuvo fuertemente diferenciada hasta las últimas décadas del siglo XX. Es más, no
erraríamos al afirmar que aún prevalece cierto carácter clasista en ciertos grupos
familiares, acentuándose esta característica en las personas de mayor edad del grupo.

Las diferentes posiciones sociales que adquirieron los individuos en la población du-
rante la primera mitad del siglo XX fueron en su mayor parte por adscripción, mientras
que en la segunda mitad, los ascensos a niveles superiores corresponden a logros que
algunos individuos consiguieron. En esta época, el fuerte incremento de la emigración
hace que se reduzca el número de habitantes casi a la mitad, este cambio repercute en
las estadísticas en cuanto a estratificación social se refiere, pues la mayor parte de la po-
blación que se marchó pertenecía a los niveles sociales más desfavorecidos.

En cuanto a aspectos metodológicos se refiere, al intentar analizar la realidad sociológica


y familiar de la población de Alange durante el primer tercio del siglo XX, nos topamos
con varios obstáculos que nos impedían hacer un análisis exhaustivo en cuanto a los
aspectos relacionados con la casa. El primer problema fue de tipo documental: el primer
censo completo que pudimos localizar en los archivos municipales perteneciente al siglo
XX es el que corresponde a 1930 y solo de una sección113, por lo tanto acometemos el
estudio a partir de este año. Otro de los problemas es la forma de abordar el análisis para
ponerlo en relación con las casas que se iban a estudiar. Las numeraciones de las calles
112
GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A. Extremadura popular. Casa… Pág. 124.
113
El listado de la primera sección que se conserva comprende las siguientes calles: Almendros, Almendra-
lejo, Baños, Castillejo, Castillo, Coso, Nueva, Plaza, San Gregorio y Secretario Miguel Gómez.

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Juan Diego Carmona Barrero

cambian a menudo como consecuencia de las segregaciones y creación de nuevas casas


en fincas intermedias. Ello nos llevó a buscar relaciones entre propietarios antiguos y
actuales para colegir distintas numeraciones y unificar datos de una vivienda en distintas
épocas. No siempre se pudo lograr, pero en aquellos en los que se hizo se consiguió una
cronología continua desde el primer tercio del siglo XX.

La aplicación de un modelo matemático para establecer una clasificación que abarque


la totalidad de la comunidad plantea una tarea imposible. De ello se hace eco Sanmartín
Arce para el caso concreto de los matrimonios cuando dice: “Sobre los análisis matemáti-
cos de los sistemas matrimoniales, basados en reglas, Buchler y Selby señalan que los
modelos resultantes fallan en cuanto a la toma de consideración de problemas
antropológicos. Tiene un valor relativamente bajo para la antropología social.”114 La in-
gente cantidad de variantes que pueden surgir en la formación de un núcleo familiar, a la
que debemos añadir toda la casuística que proporcionan las vicisitudes de cada familia
en su configuración nos inducen a abandonar esta idea y sustituirla por la aplicación de
una serie de modelos basados en fundamentos estadísticos ya corroborados por otros
autores en casos similares115.

Dice este mismo autor que: “la casa, como categoría cultura, comprende no solo a los
integrantes de la familia, sino también a sus antepasados, los campos y ganado que for-
man su patrimonio y todas sus pertenencias. Es la casa la que da nombre a sus mora-
dores y la que se constituye como unidad básica desde la que se accede a la vecindad, a
la condición de miembros de la comunidad. La casa, en esa amplia acepción, es, además,
el foco central de la atención de un sinnúmero de rituales tendentes a defenderla de los
peligros externos, purificando sus límites y vías de entrada y salida de la misma.” 116

El grupo familiar se ha constituido tradicionalmente, en nuestra región, por el lazo


conyugal. El padre, la madre y los hijos conforman el esquema básico. Este diseño se

114
SANMARTÍN ARCE, R. “Simulación por computador de un modelo para el análisis de la estrategia
matrimonial y hereditaria en una comunidad mediterránea”. Rev. REIS nº 12, 1980. Pág. 103.
115
HERNÁNDEZ BERMEJO, Mª de los Angeles. La familia en los tiempos modernos. Badajoz, 1990.
116
SANMARTÍN ARCE, R. “Familia, herencia y cultura.” Antropología cultural en Extremadura. Ed. Asamblea
de Extremadura. Mérida, 1989. Pág. 38.

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LA CASA ABOVEDADA

ampliaba con la introducción de nuevas parejas. En ese caso se daba la convivencia de


varias parejas casadas, entre las que siempre existían unos lazos de filiación. La perma-
nencia de la hija en la casa venía impuesta por una tradición según la cual esta debía
cuidar de los padres cuando estos fueran ancianos, el hijo en cambio cambiaría de hogar
cuando encontrase pareja, pues su vida giraba en torno al campo y desde cualquier otro
lugar podía seguir desplazándose a desarrollar sus labores. Esto se cumplía cuando, en
la nueva pareja que se creaba, ambos pertenecían a una misma clase social o el nivel
económico-social de la familia del varón se encontraba por debajo del nivel de la familia
de ella. En el caso de que la familia de la mujer perteneciera a un estamento inferior,
sería esta la que se desplazara al hogar del varón. De una forma o de otra siempre la
nueva pareja buscaba la manera de establecerse en aquel lugar que les proporcionara un
nivel social más elevado (Fig. 20a, b, c y d).

Como podemos observar a partir del análisis del censo del año 1930 el esquema funda-
mental de la familia alangeña se corresponde con dos tipos familiares.

La familia nuclear

La familia nuclear, es el modelo más repetido (73,63%), formada por nuevos matrimo-
nios. En ella la creación de nuevas familias por parejas que se construyen una nueva casa
también tiene su representación. Este modelo es el que Lisón Tolosana en su trabajo117
propone como característico de los núcleos urbanos de Extremadura. La familia nuclear
se caracteriza por una regla de establecimiento neolocal resultante de un régimen de
transmisión patrimonial bilateral en el que los bienes se dividen en partes iguales entre
los hijos e hijas118 (Fig. 21 y 22).

117
LISÓN TOLOSANA, “Estructura antropológica de la familia en España”. La familia dialogo recuperable.
Madrid, 1976.
118
MIKELARENA PEÑA, F. “Las estructuras familiares en la España tradicional a partir del censo de
1860”. Rev. Demografía Histórica. Vol. 10. Nº. 3. 1992. Pág. 29.

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Juan Diego Carmona Barrero

Fig. 21: Modelo de familia nuclear alangeña de la primera mitad del s. XX.

Fig. 22: Modelo familia nuclear alangeña de la segunda mitad del s. XX.

95

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LA CASA ABOVEDADA

“Dentro de cada casa el individuo supedita a ella su identidad. Por su


pertenencia a ella cada cual es quien es en la comunidad. Los individuos
pasan y la casa permanece. Su dependencia de la casa afecta a todos sus
componentes. Los padres dependen de la contribución laboral de sus hi-
jos y de las atenciones del heredero y su mujer al envejecer. El heredero o
mejorado y su esposa, los casados en casa, ven retrasada su madurez social
al depender de los padres a todos los efectos hasta el fallecimiento de los
mismos, y sus hermanos ven reducidas sus posibilidades al sumarse su
dependencia paterna a la subordinación a su hermano.”119

La familia troncal

Por otro lado el modelo troncal, representado en un 26,37%, en la que está marcada la
pertenencia al grupo por una filiación bilineal, es decir cuando surgen nuevas parejas
que se casan, pueden integrarse tanto en la comunidad doméstica del padre del novio
como del padre de la novia. También cuando un miembro de un matrimonio queda en
estado de viudez y vive solo, puede ser acogido en el hogar de sus descendientes (Fig.
23 y 24).

La forma en la que la familia ocupa la vivienda refleja la existencia de una jerarquía


consolidada que sitúa a cada miembro en un lugar en función de sus status dentro del
grupo. Hasta hace unos años ciertas reglas no escritas, pero asumidas por casi todos se
encargaban de establecer un orden que regulaba los aspectos más variados de la vida
doméstica: desde las tareas del hogar y el cuidado de otros miembros del grupo hasta la
asignación de la herencia y gestión del patrimonio, toda una colección de normas trans-
mitidas de generación en generación que se preocupaba de organizar la vida doméstica.
Todo ello sin tener en cuenta la individualidad de cada miembro y su libertad de elección
frente a la posición asignada.
119
SANMARTÍN ARCE, R. “Familia, herencia y…”. Pág. 39.

96

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Juan Diego Carmona Barrero

Fig. 23: Modelo de familia troncal alangeña en los inicios del s. XX.

Fig. 24: Modelo de familia trocal alangeña en el segundo tercio del s. XX.

97

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LA CASA ABOVEDADA

Para Sanmartín Arce la situación se resume en el siguiente párrafo: “Esa jerarquización


interna en la convivencia y en el trabajo del grupo doméstico no enfatiza la igualdad
entre sus componentes. Por el contrario, demanda una renuncia a su autonomía e
idiosincrasia a favor de la continuidad de la institución casal. Los sacrificios que com-
porta se legitiman por la sanción moral de la desigualdad que hace así viable un estilo
de vida”120. Hoy este sistema se ha sustituido por modelos mucho menos jerarquizados
y más flexibles.

Las diferentes tipologías registradas en la casa tradicional de la provincia de Badajoz,


conviven en el espacio y el tiempo. Lo que consideramos tipologías básicas y primitivas
no tienen por qué ser anteriores a otros modelos más complejos, por el contrario, los
modelos primarios pueden incluso ser posteriores en su fecha de construcción a otros
más evolucionados. Nos encontramos con dos planteamientos evolutivos de la casa. En
el primero, la transformación de la vivienda tradicional, transcurre de forma paralela al
desarrollo económico de sus ocupantes.

En el caso de que las circunstancias les permitieran evolucionar hacia una economía
saneada, estas repercutían en la configuración doméstica ampliando la superficie
construida de la vivienda y por ende sus dependencias. En el segundo caso, la casa se
construía de nueva planta, y dependiendo del nivel adquisitivo de su propietario con-
seguía configurarse desde un principio en cualquiera de las variables registradas, desde
los esquemas más básicos hasta los más complejos. Esta vivienda, podía construirse
sobre un solar virgen o sobre el derribo de otra casa anterior, aprovechando parte de los
materiales procedentes de la demolición para la construcción del nuevo edificio.

Sea de una forma u otra, la casa se transformaba a lo largo de su existencia sufriendo


demoliciones, reconstrucciones y ampliaciones que modificaban su concepción original.
En ocasiones es posible seguir el proceso siguiendo determinadas pistas que nos dejan
las intervenciones de los albañiles y que salen a la luz en la realización de obras de reha-
bilitación de estas casas121.
120
Ibídem. Pág. 39.
121
Durante las obras de rehabilitación de la casa que se registra en la ficha ALA-ENC-18, tuvimos ocasión de
realizar un registro exhaustivo de los elementos pertenecientes a la casa que con anterioridad ocupó el solar.

98

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Juan Diego Carmona Barrero

Gráfico 1: Tamaño de las familias por calles en Alange (1924).

La transformación que sufrían los hogares venía dada, en la mayoría de las ocasiones,
por cambios en la propiedad ya fuese por la compra de vivienda o por la llegada a ella
a través de una herencia o de un matrimonio. En el caso de las unidades habitacionales
mínimas, un acontecimiento que planteaba la necesidad de ampliación de la vivienda
surgía por diferentes circunstancias, tales como el crecimiento de los hijos o el aumento
de la unidad familiar (Gráfico 1 y 2 y tabla 2).

La primera cuestión ocurría si se daba la convivencia de hermanos en un mismo dormi-


torio. Cuando estos eran del mismo sexo, podían compartir dormitorio hasta el aban-
dono del hogar de uno de ellos, sea cual fuera su edad. Ante el caso de sexos diferentes,
los hermanos compartían cuarto hasta que uno de los jóvenes llegaba a edad fértil.
Entonces surgía la necesidad de habilitar una nueva dependencia donde se ubicaba a
uno de ellos. En el caso de que esa dependencia no existiera, se planteaba la necesidad
de crearla.

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LA CASA ABOVEDADA

AÑO 1930 FAMILIA NUCLEAR FAMILIA TRONCAL TOTAL FAMILIAS

ALMENDRO 29 8 37

78,38% 21,62%  

ALMENDRALEJO 4 0 4

100,00% 0,00%  

BAÑOS 48 18 66

72,73% 27,27%  

CASTILLEJO 45 29 74

60,81% 39,19%  

CASTILLO 5 0 5

100,00% 0,00%  

COSO 13 2 15

86,67% 13,33%  

NUEVA 24 2 26

92,31% 7,69%  

PLAZA 16 3 19

84,21% 15,79%  

SAN GREGORIO 2 0 2

100,00% 0,00%  

S. MIGUEL GOMEZ 15 10 25

60,00% 40,00%  

TOTAL 201 72 273

73,63% 26,37%  

Tabla 2: Modelos de familias dominantes al final del primer tercio del siglo XX.

Gráfico 2: Porcentaje de familias por calle en la primera mitad del siglo XX.

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Juan Diego Carmona Barrero

AÑO 1930 PATRILOCAL MATRILOCAL OTROS FAMILIA TRONCAL

ALMENDRO 4 4 0 8

50,00% 50,00% 0,00%  

ALMENDRALEJO 0 0 0 0

       

BAÑOS 6 5 7 18

33,33% 27,78% 38,89%  

CASTILLEJO 9 16 4 29

31,03% 55,17% 13,79%  

CASTILLO 0 0 0 0

       

COSO 0 2 0 2

0,00% 100,00% 0,00%  

NUEVA 0 0 2 2

0,00% 0,00% 100,00%  

PLAZA 1 1 1 3

33,33% 33,33% 33,33%  

SAN GREGORIO 0 0 0 0

       

S. MIGUEL GOMEZ 1 3 6 10

10,00% 30,00% 60,00%  

TOTAL 21 31 20 72

29,17% 43,06% 27,78%  

Tabla 3: Filiación troncal de las familas por calles en Alange (1924).

También podía suceder que el núcleo familiar que habitaba este espacio se viera aumen-
tado por la llegada de un nuevo miembro a la familia procedente de una unidad familiar
externa. Es el caso de la llegada del individuo varón que se desposaba con una hija y que
establecía su hogar conyugal en la casa de los padres de ella. Ante tal situación, se lle-
gaba a crear una doble célula familiar en el mismo hogar, con la consecuente necesidad
del desdoblamiento de algunos espacios. Principalmente aquellos que proporcionaban
un carácter más intimo a la pareja. La viudedad era otro elemento configurador de
la familia, dependiendo de quien quedase viudo, el hombre o la mujer, se concebia un
caracter matrilocal o patrilocal otorgado por la propiedad de la vivienda (Tabla 3).

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LA CASA ABOVEDADA

Independientemente de los cambios que ocurrían en los núcleos familiares, otro de los
factores con una mayor incidencia en la configuración de la casa lo aportaba la base
económica del grupo. La economía ha sido, es y será el motor de desarrollo que activa
o desactiva los procesos transformadores de la vivienda.

BASES ECONÓMICAS LOCALES

Un exhaustivo análisis de la población desde la perspectiva de los diferentes grupos que


conforman los núcleos familiares en función de sus actividades nos facilita la compren-
sión de ciertos aspectos de las transformaciones de los espacios domésticos, esta-
bleciéndose así una relación causa-efecto en función de los distintos modelos económi-
cos y los modelos de casas. De igual forma que las condiciones económicas influyen en
la vida de la familia desde que esta surge y durante los años que se alarga la convivencia,
la economía es también un elemento a tener en cuenta en la configuración del hogar
como pieza fundamental para el transcurso de la vida de la familia122.

A través del análisis de los oficios desempeñados por los cabezas de familia que registra
el padrón de Alange de 1930, obtenemos algunas conclusiones que ya suponíamos a la
vista de las profesiones más habituales en la sociedad local de la época. También apa-
recen, por otra parte, ciertos datos que nos muestran aspectos menos conocidos, y que
solo con un tratamiento estadístico (Tabla 4) nos aportan singularidades de la población
alangeña.

El 75% de los cabezas de familia del total de la población, reparten sus funciones labo-
rales en seis oficios. De estos, encabeza la lista el trabajo de bracero agrícola con un total
de 92 personas (29.58%). El siguiente trabajo en número de miembros pertenece exclu-
sivamente al sexo femenino, y es que en 54 hogares (17.36%), las mujeres desempeñan
el cargo de jefe o cabeza de familia. Continúan configurando la lista el grupo de los

122
HERNÁNDEZ BERMEJO, Mª. ÁNGELES. Op. Cit. Pág. 235.

102

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Juan Diego Carmona Barrero

  % % % % % % % % % %

ALMENDRALEJO

SAN GREGORIO
ENCOMIENDA
CASTILLEJO
ALMENDRO

CASTILLO
BAÑOS

NUEVA

PLAZA

TOTAL
ABACERO                 1                   1
ADMINISTRADOR                     1               1
ALBAÑIL 1       1                           2
ALBAÑIL OFICIAL                 1                   1
BAÑERO         1                           1
BARBERO         1                   1       2
BRACERO AGRICOLA 4   3   23   4   42   2   11   3       92
CABRERO         1                           1
CARPINTERO 2                                   2
CARTERO 1                                   1
CASTRADOR                         1           1
CESTERO 1                                   1
COCHERO 1                                   1
CHOFER                             1       1
DESCONOCIDO         5       4                   9
DULCERO                 1           1       2
EBANISTA 1                                   1
ELECTRICISTA                     1               1
EMPLEADO         1                           1
ESTANQUERO                     1               1
FARMACEUTICO 1                                   1
GANADERO                 1                   1
GAÑAN                 1                   1
GUARDA         1       2                   3
GUARDIA CIVIL                     5               5
GUARDIA MUNICIPAL                         1           1
HERRERO         1                           1
HOJALATERO         1       1                   2
HORTELANO         1       3                   4
IMPEDIDO                                 1   1
INDUSTRIAL 2       8           3       3       16
JORNALERO         1                           1
LABRADOR 13       14       12   1   8   2       50
MAESTRO 1                                   1
MEDICO 1                           1       2
OFICIAL SECRETARIO 1                   1               2
PANADERO 2               1                   3
PASTOR     1           7                   8
PEON LABRADOR         1                           1
PESCADOR                 3                   3
PORQUERO                 2                   2
PROPIETARIO 2       6       1   3   1   3       16
SACERDOTE                             1       1
SACRISTAN                     1               1
SECRETARIO AYTO.                     1               1
SUS LABORES 8       13   1   18   6   5   2   1   54
TABERNERO                 1                   1
TABLAJERO                     1               1
VAQUERO                 1                   1
ZAPATERO 1       1       1                   3

Tabla 4: Oficios por calles en Alange (1930).

labradores con un total de 50 miembros (16.08%). Estos van seguidos de industriales y


propietarios que se igualan en número con un total de 16 miembros cada uno (5.14%).
Finalmente, dentro del grupo de profesiones destacadas incluimos a los pastores, que
con 8 personas arrojan un porcentaje del 2.57% (Tabla 5). El resto de profesiones con
una representación menor queda extractado en la tabla 4.

103

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LA CASA ABOVEDADA

C/CASTILLEJO 42 PERSONAS 45.65%

C/BAÑOS 23 PERSONAS 25.00%

BRACERO C/NUEVA 11 PERSONAS 11.96%

C/CASTILLO 4 PERSONAS 4.35%


AGRÍCOLA
C/ALMENDRO 4 PERSONAS 4.35%
(29,58%) PLAZA 3 PERSONAS 3.26%

C/ALMENDRALEJO 3 PERSONAS 3.26%

C/ENCOMIENDA 2 PERSONAS 2.17%

C/CASTILLEJO 18 PERSONAS 33.33%

C/BAÑOS 13 PERSONAS 24.07%

C/ALMENDRO 8 PERSONAS 14.81%


SUS LABORES C/ENCOMIENDA 6 PERSONAS 11.11%

(17.36%) C/NUEVA 5 PERSONAS 9.26%

PLAZA 2 PERSONAS 3.70%

C/SAN GREGORIO 1 PERSONA 1.85%

C/CASTILLO 1 PERSONA 1.85%

C/BAÑOS 14 PERSONAS 28.00%

C/ALMENDRO 13 PERSONAS 26.00%


LABRADOR C/CASTILLEJO 12 PERSONAS 24.00%

(16.08%) C/NUEVA 8 PERSONAS 16.00%

PLAZA 2 PERSONAS 4.00%

C/ENCOMIENDA 1 PERSONAS 2.00%

C/BAÑOS 8 PERSONAS 50.00%


INDUSTRIAL C/ENCOMIENDA 3 PERSONAS 18.75%

(5.14%) PLAZA 3 PERSONAS 18.75%

C/ALMENDRO 2 PERSONAS 12.50%

C/BAÑOS 6 PERSONAS 37.50%

C/ENCOMIENDA 3 PERSONAS 18.75%


PROPIETARIO PLAZA 3 PERSONAS 18.75%

(5.14%) C/ALMENDRO 2 PERSONAS 12.50%

C/CASTILLEJO 1 PERSONA 6.25%

C/NUEVA 1 PERSONA 6.25%

PASTOR C/CASTILLEJO 7 PERSONAS 87.50%

(2.57%) C/ALMENDRALEJO 1 PERSONA 12.50%

Tabla 5: Principales ocupaciones locales ordenadas por calles en Alange (1924).

104

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Juan Diego Carmona Barrero

Para un mejor comprensión de la distribución de oficios en la población, comprobamos


en qué calles de Alange tenían su lugar de residencia quienes los desempeñaban.

El porcentaje mayor de braceros agrícolas se da en la calle Castillejo, siguiendo a esta las


calles Baños y Nueva. Entendemos que estas concentraciones vienen condicionadas por
ser dichas calles, incluso desde tiempos anteriores a su consolidación urbana, la salida
natural de la población hacia las tierras más fértiles así como a las grandes fincas donde
se llevaban a cabo arrendamientos y aparcerías.

La singularidad de la abundancia de mujeres cabeza de familia nos plantea analizar el


grupo en función del estado de las mismas, diferenciando viudas y solteras ya que no
hay ninguna casada que ejerza el cargo de jefe. También hay que reseñar que en las fa-
milias troncales donde el matrimonio vive con alguna de las ascendientes, materna o
paterna, viudas, a estas se las considera cabeza de familia independientemente de que
dicho cargo lo ostente también el hijo o yerno.

Un modelo económico: la casa del bracero

El bracero o jornalero es el individuo que careciendo de tierras de su propiedad, realiza


un aporte económico, para el sustento del grupo familiar al que pertenece, procedente
del trabajo remunerado de los propietarios que contratan su mano de obra. Su salario
suele ser temporal, coincidiendo con las temporadas de recolección de uva y aceituna
principalmente. El resto del año, la familia subsiste con una economía precaria basada
en un gasto mínimo e indispensable y la recogida de productos que el entorno provee.
La existencia de productos vegetales, como el espárrago o el cardo, y de caza –a veces
saltando la delgada línea del furtivismo– con conejos, liebres, ranas y caracoles, pro-
ducen una interesante muestra gastronómica que no por la economía de sus costes de
elaboración deja de ser menos deliciosa. Un papel muy importante en el sustento del
grupo familiar del jornalero se encuentra en el corral de la casa. Este espacio será lugar
de producción de materias primas tanto vegetales –lechuga, tomate o pimiento– como
animales – las gallinas que proporcionan carne y fundamentalmente huevos o el cerdo

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con cuyos productos procedentes de su matanza surte de alimentos durante todo el año.

La situación de la vivienda del jornalero no es consecuencia de la elección de un lugar


donde ubicarla. En la mayoría de las ocasiones la elección del lugar se condicionan a
los espacios libres que dejan otros grupos sociales de un nivel económico superior.
Las mejores zonas, aquellas más salubres y mejor ventiladas se ocupan por casas de
propietarios o terratenientes, mientras que las áreas que están expuestas a malos aires o
de difícil configuración orogénica son dejadas por estos en detrimento de una ocupa-
ción urbanística precaria y carente de condiciones mínimas de salubridad. Se agrupan
estas viviendas en calles sin empedrar y sin canalizaciones de aguas sucias, con lo que
estos espacios se tornan a veces –sobre todo en temporada de lluvias– en intransitables.
En verano el centro de la calle sirve de canalización de las aguas fecales procedentes
de viviendas y corrales, convirtiéndose en focos infecciosos de primer orden. Están
comprobados que los índices de mayor mortalidad infantil corresponden a estas zonas,
donde eran habituales la fiebres tercianas y otras enfermedades originadas por la falta
de higiene. En algunos meses, la mortalidad infantil representaba algo mas del 50% con
respecto al total. Ya indica Bohoyo Velásquez123 que “estas enfermedades encontraban
fácil cobijo en una población que se encontraba sumida en la miseria cuando la cose-
cha era desfavorable o cuando, por excesiva, los precios bajaban de manera alarmante,
en una población que no prestaba la mínima atención a las condiciones higiénicas de
salubridad.”

La casa del bracero es una vivienda de reducidas dimensiones que se corresponde con
la denominada “media casa” o casa a una mano. El informe de 1884 de la Comisión
provincial de Reformas Sociales, dice124:

123
BOHOYO VELÁSQUEZ. I.F. Situación socio-económica y condiciones de vida en la provincia de Badajoz. (1880-
1902). Biblioteca Popular Extremeña. Universitas Editorial. Salamanca. 1984. Págs. 22-23.
124
Ibídem. Págs. 68-69.

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Juan Diego Carmona Barrero

VENTA DE TRABAJO POR CUENTA


EXCENDENTES AJENA

(Genera ingresos) (Genera ingresos)


CASA

FAMILIA
AUTOABASTE-
CIMIENTO

RESTOS DE
COMIDA

CORRAL

CABALLERÍA

(Herramienta
GALLINAS CERDOS de trabajo)

Huevos y Matanza y ALMACÉN

carne derivados

ESTERCOLERO

CAMPO
CAZA

(Conejo, liebre,
peces, pájaros)

RECOLECCION

cardillo,
(Espárrago,
caracol)

CULTIVO Y
LABOREO

(Cereales,
hortalizas)

 
Esquema 1: Estructura tipo de la base económica de la casa del bracero. (Elaboración propia).

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LA CASA ABOVEDADA

“Las habitaciones son reducidísimas, sin las necesarias separaciones entre


las diferentes oficinas que constituyen la casa, y de tan escasa elevación
que puede alcanzarse con la mano el techo (...).

Carecen de las condiciones higiénicas más elementales (...).”

El contenido mueble de una casa de estas características se cernía a lo estrictamente


útil y necesario sin lugar para elementos accesorios que no prestasen algún servicio
(Fig. 25-29). Para una mejor comprensión del contenido de la vivienda, transcribimos el
contenido de un inventario de bienes relictos dejados por el fallecimiento de un vecino
del pueblo en 1932.125
Inventario de los bienes relictos quedados por óbito del vecino de este pueblo J. C. M.
Mobiliario 6 sillas blancas de medio uso tamaño regular
3 sillas blancas más pequeñas de medio uso
1 silla blanca más chica
1 cama de hierro de cuatro barrotes
1 colchón de lana
1 espejo pequeño
2 cuadros con estampas ya viejos
1 percha con cuatro ganchos
1 arca pequeña
2 mesas una grande y otra pequeña
1 tarima
Ropa de cama 1 manta de paño
1 cobertor de tiras
3 sábanas blancas

125
A. M. A. Caja 26 – Carpeta 9

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1 almohada rayada
Vestimenta 2 pantalones viejos y otro de pana
1 camisa casi sin usarla
2 calzoncillos blancos
1 sombrero viejo nuevo
Utillaje cocina 1 badil
1 tortillo
1 estrevedes
1 llares
1 tenazas de cocina
1 anafre
Menaje 1 tinaja de agua
2 cantaros de agua
1 cántaro de lata con un poco de aceite
5 jarras
3 copas de barro
1 baño
15 platos viejos
5 tazones
1 platera de madera
1 copera de madera
3 botellas de cristal
3 sartenes
2 ollas grandes

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Productos perecederos 6 fanegas de cebada


10 fanegas de avena
½ cuartilla de garbanzos
2 ½ fanegas de trigo
5 cargas de paja
Útiles de labranza 1 palos de saca
4 costales viejos
1 alforjas viejas
1 podadera
1 serrucho de mano
1 albardón con cincha
1 aguaderas
2 capachos
1 jerga
1 arado completo
1 canga
1 hacha pequeña
1 soga de esparto
1 burra

Como se puede comprobar en el listado todos los elementos, desde el mobiliario hasta
los aperos, cumplen una función. Nada es accesorio, y cada elemento ocupa un lugar
determinado en la casa. El modelo económico de la casa del bracero se basa en tres
espacios principales, de los que dos de ellos son productivos –el corral y el campo– y
uno funcional –la casa–. En el esquema 1 representamos de forma sucinta como
interaccionan unos con otros.

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Fig. 25: Casa de bracero, fachada.

Fig. 26: Casa de bracero, cocina.

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Fig. 27: Casa de bracero, pasillo. Fig. 28: Casa de bracero, cocina.

Fig. 29: Casa de bracero, techo de cañizo.

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Juan Diego Carmona Barrero

EL GREMIO DE LA CONSTRUCCIÓN: MAESTROS, PALETAS Y REPIONES

El albañil de pueblo, independientemente de que fuera heredero o no de la tradición de


antiguos alarifes, realizaba su trabajo totalmente influenciado por el entorno. Algunos
albañiles formaban parte de un grupo que se introducía en el mundo de la construcción
de una forma espontánea, sin estar vinculados al oficio por un aprendizaje del mismo
que se hubiera realizado desde la más tierna juventud. Estos carecían de la experiencia
que podían tener aquellos que aprendían de maestros y adquirían la misma en ocasiones
a costa de sus propios errores. Esta circunstancia ha hecho que nos encontremos en
ocasiones con testimonios de personas que nos contaban cómo la casa comenzaba a
construirla un albañil, llegado el momento de levantar las bóvedas surgían problemas
que en ocasiones veían su finalización con el derribo o hundimiento por colapso de las
mismas y posteriormente era otro albañil, en este caso con mayor experiencia el que
finalizaba y remataba dicha obra.

Por otra parte, todavía hoy es posible encontrarse con alguna de estas personas. Existe
un cierto recelo generalizado a que técnicos que gozan de una formación exclusiva-
mente teórica se encarguen del control de la obra. El conjunto de personas que for-
man el colectivo rural, confía más en los maestros albañiles y en su experiencia que
en la formación teórica de los facultativos. También el alarife apoya la reacción de los
vecinos, ya que piensa que la aparición de la figura de un técnico director de obra que
ha recibido una formación en un periodo de tiempo relativamente corto y basada en
conocimientos teóricos no es suficiente como para desplazarle de su puesto de director
de la obra. Llevaríamos este rechazo al límite si comprobamos que el mismo también se
produce porque la inclusión de un técnico supone unos gastos elevados sin que exista
una participación total en la obra, así pues el propietario siempre pedirá consejo antes al
maestro albañil que al aparejador o arquitecto.

Comentaba don Fernando Chueca Goitia a colación de los viejos oficios que “existe
una comunidad viva de individuos que, desde los siglos en que convivían con los árabes,
persiste, continuándose a sí misma, y que resulta ser en éste país donde muy pocas tradi-
ciones persisten al cabo de los años, una verdadera e insigne reliquia histórica.” Aunque

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LA CASA ABOVEDADA

Fig. 30: José Carrillo y su cuadrilla al finalizar unas obras en el balneario (final de s.XIX).

el comentario en esta ocasión se aplicaba al oficio de rejero en la ciudad de Toledo, en


vías de extinción. De igual modo ocurre en otras tantas profesiones artesanales que
sufren los envites de la industrialización y producción masiva y mecanizada. Sacándolo
de su contexto y sin cambiar ni una sola palabra, es posible aplicar este comentario al ya
prácticamente extinto oficio de la albañilería.
Muchas profesiones ya desaparecidas han sido objeto de estudios y análisis pormeno-
rizados. Profundizándose más en sus técnicas tradicionales cuanto menos continuidad
existía en la producción del género. Así, oficios como eminentemente artesanales como
la cestería, la forja, etc. son objeto de estudios en sus distintas variantes comarcales o
regionales. En el caso de la albañilería decimos que la profesión ha desaparecido, y lo
decimos con el conocimiento de que la transición de la técnica tradicional a la actual
regentada por el mundo del hormigón armado y del prefabricado se ha realizado de una
forma precipitada e indiferente.

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Fig. 31: Construyendo vivienda en la calle Baños (Primeros años del s. XX).

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LA CASA ABOVEDADA

Fig. 32: Obras en la calle Nueva (años 50).

Precipitada, porque en cuestión de una década se pasó de técnicas constructivas que


se empleaban en la zona desde tiempos protohistóricos, como ocurría con la técnica
del tapial, a técnicas cuyos elementos principales se basaban en las “bondades del hor-
migón” sin tener juicios de valor de las ventajas e inconvenientes que estas técnicas
podían presentar como solución constructiva en la ejecución de la vivienda tradicional.

Por otra parte indiferente, porque el grado de especialización que va adquiriendo la


construcción erradica la figura del albañil como individuo conocedor de todas las téc-
nicas constructivas que intervienen en la construcción de la casa tradicional. De hecho
al observar las listas de oficios que intervienen en la construcción, véanse convenios
laborales, en ninguna de ellas aparece la figura del albañil. Afortunadamente con el
transcurrir de los años parece que nos hemos dado cuenta de este hecho y comienza
una carrera por evitar la desaparición de un oficio que se ha nutrido a lo largo de los
tiempos de los conocimientos edilicios de las más dispares culturas.

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Juan Diego Carmona Barrero

El aprendizaje del oficio

Como sucedía en otros gremios, ya en los siglos XVI-XVIII, la llegada de los apren-
dices al oficio se producía a muy temprana edad, muchas veces antes de los diez años.
Se presentaba a este ante el maestro, que, si lo aceptaba, adquiría tutela directa sobre
el mismo, quedando esto reflejado en ocasiones en los contratos. Se transcriben a
continuación a modo de ejemplo los títulos de dos contratos publicados por Tejada
Vizuete126.

“7-V-1615: Concierto entre Gutierre de Herrera, maestro de obra vecino


de la villa de Valencia de Alcantara, y Antonio Carrero Gamonales: se
obliga a este ultimo a servirle por tres años en el oficio de canteria y alba-
ñilería que habrá de enseñarle primero.”127

“11-VI-1617: Recibe por cuatro años a Manuel Gonzalez para que le sirva
en su arte, comprometiéndose a enseñárselo.”128

El maestro se comprometía a enseñar la profesión sin omitir ni reservar cosa alguna y


con el compromiso de que si finalizado el tiempo de instrucción escriturado, no pose-
yera el aprendiz la capacitación de un oficial, encargaría a otro maestro que le comple-
tara el adiestramiento.129

El aprendiz no gozaba siempre del deseo de recibir las enseñanzas del maestro, con lo
que mostraba su rebeldía mediante la ausencia en ocasiones o la falta de atención. Ante
tal postura el maestro se veía obligado a eludir cualquier inculpación o acusación por
parte del aprendiz o de sus progenitores, por ello acudía el maestro a formalizar ante el
escribano distracto del concierto.

En tiempos más recientes, a final del siglo XIX y comienzo del siglo XX, la inclusión del

126
TEJADA VIZUETE, F. Fuentes documentales para el estudio de la arquitectura de los siglos XVII y XVIII en
Mérida y su entorno. Consejería de Cultura. Junta de Extremadura. Badajoz, 2004.
127
Ibídem. Pág. 66.
128
Ibídem. Pág. 93.
129
MARCOS ALVAREZ, F. Los gremios en Badajoz: Catálogo de maestros y aprendices. S. XVIII. ERE. Mérida.
1998.

117

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aprendiz en el oficio era similar. En estos casos se carecía de un contrato escrito y tan
solo la palabra servía para sellar el convenio. En el caso de aprendices, dada la juventud
de estos –8 o 10 años– los padres se encargaban de fijar las condiciones con el maestro.
En el caso de personas adultas, eran ellas las que negociaban directamente.

La duración del periodo de aprendizaje dependería sobre todo de las aptitudes del as-
pirante y de su capacidad para demostrar al maestro el conocimiento del oficio. De esta
forma podemos encontrarnos con maestros jóvenes que en un plazo de diez o quince
años han conseguido superar los distintos niveles profesionales hasta lograr una total
independencia, o bien podemos encontrarnos con oficiales o incluso peones que han
llegado a alcanzar la edad de la jubilación sin pasar de ese nivel. Esta última circunstan-
cia no implica que fuesen malos profesionales en la ejecución de sus trabajos, por el
contrario, la veteranía en ciertos conocimientos del oficio los convertía en unos excelen-
tes peones u oficiales.

En la población y el entorno, al peón tradicionalmente se le conocía en la jerga propia


del gremio como “repión”, probablemente porque su cometido era dar vueltas en tor-
no al maestro para proporcionarle materiales y todo aquello que precisara con el fin de
que el superior no tuviera que moverse del tajo o “corte”. La similitud del movimiento de
rotación y traslación que describe la peonza, localmente llamada “repión”, daba nombre
al nivel inferior de la rama de los alarifes. En ocasiones, los “repiones” eran jornaleros,
ante la falta de trabajo en las épocas del año en las que no se encontraba en marcha
alguna campaña recolectora.

Una vez demostrados ciertos conocimientos ante el maestro, y cuando este lo estimaba
oportuno, pasaba a considerar al aprendiz o peón como oficial. A partir de este mo-
mento pasa a desarrollar las labores propias de estos, trabajando a jornal o a destajo,
en la cuadrilla de un maestro, de sol a sol, una hora después y otra antes. El rango de
oficial de primera se conocía en la localidad como “paleta” por ser esa herramienta la
de mayor uso por parte de este individuo, siendo sus tareas las propias de un oficial de
albañil en la actualidad.

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Fig. 33: El maestro Diego Carmona Seguro (años 60).

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La transmisión de conocimientos

Sin embargo estos maestros albañiles reciben una serie de conocimientos mediante
la transmisión oral que aunque se desconoce su origen, suelen tener un fundamento
teórico probado y publicado en diferentes tratados de construcción. Debemos pensar
también que a veces los antiguos tratados de construcción no hacían otra cosa que refle-
jar de forma escrita los conocimientos que se transmitían mediante la tradición oral de
maestros a aprendices.
Para Fortea y López, “los habitantes de Extremadura somos mayoritariamente descen-
dientes de los repobladores que ocuparon estas tierras después de la Reconquista, a
los que se sumaron aquellos colectivos que se negaron a abandonarlas, como moriscos
y judíos. Una confluencia de culturas que se sintetiza en una idiosincrasia propia,
moldeada por el crisol donde cristaliza, es decir, las condiciones locales, incluyendo en
ellas desde las climatológicas hasta los cultos ancestrales.”130

La fuerza que los movimientos migratorios tienen en los procesos de aculturación de


distintas comunidades se escapa a todo intento de predicción mediante análisis estadísti-
co. A veces resulta difícil creer que el movimiento de un determinado grupo de perso-
nas, mínimo en ocasiones, pueda influir con tanta fuerza en comunidades que aparecen
como grandes colectivos consolidados.

Aunque ya se había constatado anteriormente la presencia de alarifes portugueses en


la población no será hasta el último cuarto del siglo XIX cuando se denote una amplia
representación de estos. Sí debemos dejar claro que esta circunstancia se documenta a
partir de los libros de defunciones del Juzgado Municipal de Alange, con lo que sabe-
mos la fecha de su fallecimiento, pero no la de su llegada. En ocasiones, la defunción
de algún pariente de ellos sí nos da alguna pista de la presencia de ellos en la localidad.

Todavía hoy se asocia en el pueblo la expresión “el portugués” a un albañil que llegó en
la segunda mitad del siglo XIX y que construyó algunas de las mejores casas del pueblo.
Ante tales comentarios por parte de los vecinos, se dispuso revisar los libros de defun-

130
FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V. Op. Cit. Pág. 13.

120

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Fig. 34: Jose Mª. y Miguel, hijos y discipulos de Diego Carmona en la Calle Castillejo.

121

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ciones del Juzgado Municipal y buscar a un albañil cuyo lugar de nacimiento fuese una
población del vecino país. Los datos obtenidos resultaron sorprendentes, pues apare-
cieron referencias de siete alarifes de origen portugués131.

La presencia de estos maestros en Alange coincide con el final de las obras del ferro-
carril en la zona en las últimas décadas del siglo XIX y con la mejora sustancial de las
condiciones de habitabilidad que habían promulgado los médicos directores del bal-
neario en sus informes. Probablemente la llegada de estos maestros de obras abrió un
nuevo horizonte en el concepto de construcción que hasta entonces había permanecido
anquilosado en la población. Bastó la construcción de una sola casa, para que los alange-
ños entendieran las mejoras que aportaban estos albañiles. El aumento de una mano
de obra especializada debió repercutir en una mayor competencia y obviamente en una
bajada de los costes.

Por otra parte los bañistas que acudían al establecimiento termal comprobaron las me-
joras introducidas en las viviendas y mostraron sus preferencias por estas. El propietario
de casas de huéspedes en el pueblo se dio cuenta de que era necesario establecer mejoras
en su casa y reformarla para adaptarla a los nuevos tiempos. Todo esto repercutió en un
aumento de las obras de reforma, siendo la principal de estas la sustitución del cañizo
por las bóvedas. Entendemos que esta es la circunstancia por la que la mayoría de las
casas abovedas se encuentren en las calles Baños, Encomienda y Almendros que son
en las que tradicionalmente ha tenido más incidencia el negocio del alquiler de habita-
ciones.

Volviendo al oficio de albañil, los conocimientos se transmitieron a los oficiales y


aprendices. La transmisión intergeneracional del conocimiento tenía un fuerte com-
ponente familiar. No resultaba raro encontrar a distintos parientes del maestro, tanto
colaterales como afines, que trabajaban para él. Todo esto revierte en la aparición de di-
versas sagas familiares que han estado relacionadas con la construcción en la localidad.

131
CARMONA BARRERO, J. D. y CALERO CARRETERO, J. A. “Art. Cit.” Pág. 278.

122

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Esquema 2: Cuadro familiar de albañiles alangeños.

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Esquema 3: Cuadro familiar de albañiles alangeños.

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Esquema 4: Cuadro familiar de albañiles alangeños.

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LA CASA ABOVEDADA

Fig. 35: Familia Trinidad en la puerta de su casa en Calle Almendros.

Fig. 36: “Quilino” albañil local.

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CONFIGURACIÓN Y TRANSFORMACIÓN DE LOS ESPACIOS


DOMÉSTICOS

Si todos los seres vivos se generan a partir de una célula ¿Cómo puede haber
tal variedad de formas en la naturaleza? ¿Cómo “decide” una célula qué ór-
gano va a formar?

Shahen Hacyan

Creemos que resulta necesario hacer un repaso sobre la evolución de los espacios do-
mésticos, no implicando esto un encasillamiento de las diferentes variantes en deter-
minadas etapas históricas. Estos espacios aparecen en toda su casuística, en todas las
épocas, al menos desde el siglo XVII en adelante. Las variantes que se plantean con
unos esquemas básicos y primarios a partir de las que se desarrollan el resto de plantas
más complejas, aparecen en cualquier tiempo desde el siglo XVI hasta la segunda mitad
del siglo XX. Los modelos tipo de plantas evolucionadas aparecen con posterioridad,
haciéndose presente hasta nuestros días. En todos los modelos se absorben las nuevas
técnicas que surgen en cada época, multiplicándose de forma exponencial la posibilidad
de variantes posibles.

UNIDADES HABITACIONALES TIPO

En la casa popular de Alange podemos diferenciar tres tipos, de los cuales uno de ellos
es el principal y los dos restantes son variantes. Este modelo común es la casa de pasillo
o corredor central. En ella la vivienda se articula a lo largo de un eje perpendicular a
la fachada, abriéndose a ambos lados pequeños espacios que se emplean para distintos

127

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LA CASA ABOVEDADA

usos, siendo el más corriente el de dormitorio.

Pero este esquema parte de un modelo mucho más simple y primigenio en el que se
deben distinguir dos espacios básicos, uno destinado al resguardo del hombre y otro
destinado a la protección del animal. De este principio surgió la creación de la casa y el
corral. En nuestro caso, el corral se situaba siempre en la zona trasera, lo que denotaba
una función protectora del individuo con respecto a sus propiedades –los animales–.

Al espacio privado, ya sea casa o corral, se accedía siempre desde la casa –aunque a veces
existiera una puerta trasera secundaria en el corral–. La necesidad de que los animales
pasaran hacia el espacio interior –corral– cuando eran recogidos al final de la jornada
atravesando el hogar, llevó a la generación espontánea de un paso o corredor que con el
tiempo sentaría las bases del pasillo central de la casa.

El corral es un espacio al aire libre que se sitúa en la parte trasera del solar que ocupa la
vivienda y en la mayoría de las ocasiones contiene un espacio reservado para animales,
en forma de zahúrdas o de establos.

A veces la casa puede tener una planta superior que se denomina doblado. Cuando el
doblado tiene altura suficiente como para ser habitable, suele estar separado de la planta
baja mediante bóvedas tabicadas de ladrillo. En los casos en los que este espacio no es
habitable, la cámara resultante se separa de la planta baja mediante un cielorraso
–elemento similar a los actuales falsos techos, pero con mayor resistencia– formado
por rollizos de madera sobre los que se trama un cañizo. A su vez, el cañizo, se cubre
con una lechada de barro, que además de reforzar al cielorraso, reserva de los rigurosos
calores del verano.

Las otras dos formas que evolucionan de este tipo de casa son la media casa y la casa
con colada o corredor lateral.

La media casa surgía por la necesidad de dividir el tipo de vivienda anteriormente


descrito en dos. En ocasiones, la partición de bienes por la defunción del dueño de la

128

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casa derivaba en la división de la misma a lo largo del eje central del pasillo de la vivi-
enda de la que era propietario. Ocurría a veces, que en lugar de dividir levantando un
tabique medianero, si la construcción era vieja y se encontraba en mal estado, o bien
cuando la división reducía las condiciones de habitabilidad de ambas partes, la vivienda
era derribada. En el solar que antes ocupaba una casa, se construian dos, siempre con
la configuración de la media casa dividida en sentido longitudinal a lo largo del pasillo.

Esta solución comentada anteriormente se producía con frecuencia en familias de clase


humilde que no disponían de una economía saneada que permitiera la adquisición de
nuevos solares para construirse una casa completa.

El último tipo de vivienda es la casa de colada. La colada es un pasillo paralelo al corre-


dor central que se sitúa junto a una de las medianeras de la vivienda. La función de este
pasillo es la de servir de entrada al corral a las caballerías, que en los casos de las casas
vistas anteriormente se debía de hacer por el corredor central. Estas coladas laterales
suelen encontrarse cubiertas, sirviendo como espacio donde se recogían los aperos de
labranza. Es frecuente que este tipo de construcciones perteneciera a miembros de
grupos sociales solventes.

Para González Rodríguez132, “el esquema básico mas elemental de la unidad construc-
tiva propia de esta región, se trata de un prisma de base cuadrada, con dos lados
rectangulares mas anchos que altos al frente y al fondo, por donde normalmente se abre
la puerta de entrada, y otros dos trapeciales formando los costados. Un plano superior
inclinado forma la cubierta, siempre resuelta mediante teja árabe.” Este esquema básico,
junto con el del chozo –unidad habitacional aislada y exenta del casco urbano– presenta
con toda seguridad el modelo de vivienda que con posterioridad evolucionara hacia lo
que conocemos como casa popular extremeña.

La distribución de los espacios interiores aunque se realiza de forma aleatoria, responde


a unos esquemas prefijados que se repiten de manera habitual. Así encontramos cómo
en el interior del chozo –de planta circular– se dispone una pequeña cocina con fogón

132
GONZALEZ RODRIGUEZ, A. Op. Cit.. Pág. 111.

129

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LA CASA ABOVEDADA

o campana, rodeado de un banco corrido de piedra y en la parte opuesta y separado por


un elemento divisorio de carácter vegetal se delimita un espacio destinado al descanso,
donde se sitúan los jergones de paja, bien sobre en suelo, o bien sobre una sencilla es-
tructura de madera que aísla de la humedad del suelo.

El esquema básico de vivienda ordena sus espacios interiores de forma aleatoria di-
vidiéndose habitualmente en dos espacios, siguiendo con el esquema del chozo, una
zona a la que se accede directamente desde la calle y que se destina a cocina-hogar y
punto de reunión familiar; desde este espacio se accede al segundo que se destina a dor-
mitorio. Este segundo espacio recibe luz indirecta a través del primero y se encuentra
completamente aislado del exterior.

Dicho esquema básico se corresponde con la formación de manzanas abiertas donde


varias casas de este tipo delimitan un espacio abierto que sirve como lugar para recoger
el ganado o como zona de huertos. Los propietarios de las pocas casas que rodean la
manzana disponen con cierta tranquilidad de grandes espacios libres donde poder de-
sarrollar sus actividades

Con la construcción de casas adosadas por sus muros laterales y la configuración de


nuevas calles, se produce un aumento de la densidad de población de la manzana, lo que
lleva a la reducción de la superficie de espacios abiertos por propietarios. Tal hecho de-
riva en la parcelación de los espacios interiores con la consecuente creación de corrales.
La dificultad para acceder a dichos corrales por parte de algunos propietarios llevará a
los mismos a plantearse la necesidad de abrir pasos a través de la vivienda para acceder
a ellos.

En los siglos XVI y XVII nos encontramos con casas que presentan un atisbo de
corredor, adquiriendo cada vez mayor importancia como eje distribuidor de la casa. La
creación de pasos o coladas en las viviendas implica construir un paso independiente

130

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Juan Diego Carmona Barrero

desde el hogar o cocina hasta el corral, manteniéndose así el carácter aislado del dormi-
torio. Ya en construcciones del siglo XVIII el corredor se consolida como área de paso
desde la zona de estancia o cocina hasta la parte trasera de la vivienda.

Los espacios del esquema básico tradicional sufrirán una importante remodelación,
abriéndose sobre un lado del solar el eje calle-corral que posteriormente derivará en el
pasillo-colada de la casa. La planta de esta vivienda se asemeja a la media casa que pre-
senta la estancia-hogar en la segunda o tercera crujía, aunque este otro tipo de distribu-
ción tan parecido al anteriormente descrito correspondería con una etapa posterior en
la que ya se encuentra muy extendida y consolidada la conocida planta de casa-corredor.

La casa-corredor surge como consecuencia de las necesidades de una sociedad emi-


nentemente agrícola. La idea de un espacio-vivienda junto a un espacio-establo lleva a
plantear el siguiente esquema básico, en el que ante todo se impone el sentido común:
La importancia que el ganado estabulado y los animales de corral tienen para la subsis-
tencia del hombre, hacen que destine un área, de dimensiones variables según la zona133,
a corral. Ante él y protegiendo el espacio se construye la vivienda con un paso central
–las dimensiones de este paso son marcadas en ocasiones por la anchura de la caballería
con carga incluida– en torno a la cual se articulan una serie de espacios destinados a dor-
mitorio o a estancia del grupo familiar, generalmente alrededor de una chimenea-hogar
o cocina. En la planta superior se sitúa el doblado, espacio protegido de la humedad del
terreno y de los roedores donde se almacena el grano procedente de la cosecha.

Como variante de la casa-corredor con dependencias a ambos lados o casa a dos manos
aparece la media casa o casa a una mano, de características similares a la casa con atisbo
de corredor que se comentó con anterioridad. En este tipo de vivienda el pasillo se sitúa

133
En zonas de llano el corral puede tener unas dimensiones iguales o superiores a la de la propia vivienda,
mientras que en zona de montaña estas se reducen notablemente, llegando los establos a formar parte de
la misma vivienda.

131

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LA CASA ABOVEDADA

en un lateral, articulándose todos los espacios a un mismo lado. La media casa aparece
en ocasiones como consecuencia de la división de la casa entera o casa a dos manos.

LA CASA ABOVEDADA: PROPUESTA DE CLASIFICACIÓN

El estudio acometido sobre viviendas abovedadas en la población de Alange, com-


prende todas aquellas casas que conservan, en al menos una de sus dependencias, alguna
bóveda. Se han podido documentar un total de 56 viviendas con esta peculiaridad de
las que se ha levantado un plano completo de cada una de ellas, indicándose en él qué
dependencia conserva la bóveda y cuáles son sus características. De cada vivienda se ha
elaborado una ficha donde se indica su ubicación, propiedad, fotografía de la fachada,
además de aquellos datos que hemos considerado oportunos reflejar por su relación con
quienes construyeron la vivienda. Sabemos que no están todas las que son, pero por
diversas circunstancias, no se ha podido acceder a las demás134. A pesar de ello, creemos
que la muestra es suficiente para conocer la realidad de esta población e incluso extrapo-
larla a otras de características similares.

La nomenclatura propuesta para un intento de clasificación de las viviendas estudia-


das se realiza con la intención de que pueda aplicarse de forma genérica en toda la
comunidad extremeña, para ello se ha atendido a dos parámetros básicos que son la
fachada y el fondo construido. En la fachada se han considerado tres modelos iniciales
susceptibles de ampliar a otros y un elemento adicional que se puede aplicar de forma
indistinta a cada uno de los anteriores. Estos parámetros se han establecido en función
de los huecos de fachada. Comenzando por las construcciones de menor dimensión en
la fachada, tenemos el modelo de media casa o casa a una mano en la que los huecos
son dos, uno para la puerta de acceso y otro para una ventana. A las casas que adap-
tan su fachada principal a este esquema las denominaremos 1M (una mano). A partir

134
Llegados a este punto no podemos pasar por el sin agradecer a los vecinos de Alange que nos abrieran
las puertas de sus casas y nos mostraran hasta el último rincón de ellas permitiéndonos, con la hospitalidad
que siempre les ha caracterizado, llegar hasta lo más recóndito de sus hogares. A todos ellos se debe gran
parte de este trabajo.

132

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Juan Diego Carmona Barrero

del modelo básico se añadirán nuevos huecos. En el modelo de casa a dos manos que
presenta en la fachada una composición de ventana-puerta-ventana la denominaremos
2M (dos manos). Este tipo puede aparecer con la composición puerta-ventana-ventana,
aunque no es lo normal, lo englobaríamos en la misma tipología. Para la composición
de fachada ventana-ventana-puerta-ventana aplicaremos la designación 3M, siendo 4M
en el caso de que existiera una ventana más. Si en lugar de ventana lateral, aparece una
puerta secundaria para entrada de animales o carros, a la formula añadiremos +C (mas
carrera). La designación del fondo construido de la vivienda se toma del número de
módulos naturales constructivos –crujías– y se parte con la denominación mínima 1C
(una crujía) separándola de la denominación de la fachada mediante una “/”. De esta
forma por cada crujía que aumente la vivienda aumentamos en un número la clave. Para
finalizar con esta aclaración mostramos dos ejemplos indicando la descripción a la que
corresponden: 1M/3C (vivienda a una mano con tres crujías de fondo), 3M+C/4C
(vivienda a tres manos con carrera y cuatro crujías de fondo). Los modelos principales
se han representado de forma esquemática en una tabla para una mejor identificación
(Tabla 6).

Realizadas las necesarias aclaraciones sobre la forma en la que pasaremos a denominar


las viviendas en cuanto a su tipología, se procede al análisis estadístico de los modelos
más repetidos. Para ello se ha procedido a calcular los porcentajes de viviendas que cor-
responden a cada uno de los tipos anteriormente definidos. La frecuencia con la que se
repiten los tipos en las diferentes calles del pueblo donde se conservan casas aboveda-
das, a partir de los valores recogidos se ha representado gráficamente en diagramas
circulares la frecuencia con la que se repiten los modelos (gráfico 3), los porcentajes
según numero de manos (gráfico 4), y los porcentajes según las crujías existentes (grá-
fico 5).

Según indican los resultados estadísticos (gráfico 3), el modelo que más se repite es la
casa de dos manos y tres crujías (2M/3C) con una representación de un 52%; a gran
distancia les siguen las casas de tres manos y tres crujías (3M/3C) con un 10%, y las de
una mano y tres crujías (1M/3C) con un 9%. En cuanto a la clasificación por manos
(gráfico 4) la casa de dos manos es la más representada con un 28%, seguida de la casa

133

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134
VIVIENDA A UNA MANO VIVIENDA A DOS MANOS VIVIENDA A TRES MANOS
(Pasillo + dependencias (Dependencia + Pasillo + (Dependencia + Pasillo + Dependencia + VIVIENDA CON CARRERA
laterales) Dependencia) Dependencia) (Dependencia + Pasillo + Dependencia + Carrera)

1M 2M 3M nM+C
UNA CRUJIA 1C 1M/1C

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DOS CRUJIAS 2C 1M/2C 2M/2C 3M/2C

3C 1M/3C 2M/3C 3M/3C 3M+C/3C

TRES CRUJIAS

CUATRO 4C 1M/4C 2M/4C 3M/4C 3M+C/4C


CRUJIAS

Tabla 6.- Cuadro clasificatorio de la casa tradicional alangeña.


LA CASA ABOVEDADA

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Gráficos 3-5.- Distribución de los principales tipos de casas.

135

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LA CASA ABOVEDADA

a tres manos con un 20%, y la casa a una mano con un 15%. Si optamos por una clasifi-
cación según el fondo de la vivienda (gráfico 5), el modelo que de forma abrumadora
predomina es el de la casa de tres naves o crujías (76%), estando en igualdad de condi-
ciones las de dos y cuatro crujías (11%). De todo esto podemos sacar la conclusión que
el modelo dominante es una casa de dos manos o casa entera, con tres naves de fondo.
Será sobre este modelo sobre el que, con posterioridad, procedamos a analizar las trans-
formaciones de la vivienda en el transcurso del último siglo.

De entre las referencias de los propietarios de las vivienda sobre quienes las construyeron,
algunas no dejan de ser curiosas como aquella que comentaba que “el portugués que
hizo las bóvedas, las hizo de noche para que los otros albañiles del pueblo no vieran
cómo las hacía.”135
Una vez realizado el trabajo de campo que sirve de base para la elaboración del cata-
logo de casas que se analizan en este estudio y conocida la amplia variedad de espacios
domésticos, pensamos que existía información suficiente para realizar un estudio por-
menorizado de las diferentes dependencias así como de los aspectos más tradicionales
de las costumbres y formas de vida de una sociedad rural como la alangeña, donde se
abre una pequeña muestra de los estamentos sociales que conforman el panorama rural
de la Baja Extremadura.

Dependencias de la primera crujía

El acceso a la vivienda se realiza a través del zaguán que se sitúa tras la puerta de
entrada. Este espacio, en las casas que pertenecían a familias que tenían cierta solven-
cia económica, se encontraba completamente aislado del resto de las dependencias,
separándose del resto de las dependencias mediante un portón que interrumpía el
acceso al pasillo. El portón, que podía ser de hierro, madera, o ambos materiales com-
binados, estaba compuesto por un montante fijo que se adaptaba al arco de transición
entre la primera y segunda crujía. Bajo este arco, una o dos hojas abatibles cerraban el
espacio y permitían controlar el acceso al interior de la vivienda.

135
Testimonio aportado por la propietaria de la casa nº. 5 de la Calle Teatro.

136

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Juan Diego Carmona Barrero

Fig. 37a, b y c: Evolución del zaguán.

Podemos comprobar que los zaguanes de viviendas de mayor antigüedad tienen una
planta prácticamente cuadrada, ocupando la primera crujía del pasillo principal de la
casa (Lám. 37a). Este zaguán es una reminiscencia de los zaguanes abiertos al exterior
que aparecen en las grandes casas de los siglos XVII y XVIII. La última muestra de esa
arquitectura en Alange se mantiene aún en la estructura más antigua de la Casa de la
Encomienda. Hacia el final del siglo XIX, dicho espacio se estrecha, proporcionando así
mayor amplitud a las habitaciones laterales (Lám. 37b), llegando incluso a desaparecer el
portón o cancela que separa del resto del pasillo. Entendemos que esta modificación en
la planta del zaguán responde a un cambio de uso de dicho espacio.

Debemos dejar claro que estos grandes zaguanes de planta cuadrada pertenecen a
viviendas cuyos propietarios pertenecían a una clase social alta de tipo aristocrático. El
propietario de la casa solía tener caballos como medio de transporte; así, cuando llegaba
a su casa el animal, quedaba atado a la puerta, habitualmente en alguna de las argollas
que colgaban de la fachada, mientras que los atalajes del mismo se depositaban en el
zaguán para preservarlos de las inclemencias del tiempo. Entonces el espacio de la en-
trada se destinaba para este uso, e interesaba que sus dimensiones fueran considerables
para poder albergar los “enjarmos”136 tanto de la caballería del propietario como de los
posibles visitantes.

136
“Enjarmo”: Voz local utilizada para describir todos los atalajes que lleva una caballería.

137

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LA CASA ABOVEDADA

BÓVEDAS EN ZAGUÁN 47

TIPO COMPOSICION DE ARISTAS VARIANTE ORNAMENTOS Nº BOVEDAS

SIN DECORAR 3

PLAFON CENTRAL 3
SENCILLA GRAN MOTIVO 9
SIN CRUZAR
NERVIOS DECORADOS Y 1
PLAFON CENTRAL

PECHINA DOBLE 2

SIN DECORAR 6
ARISTA
SENCILLA NERVIOS DECORADOS 7
CRUZADA
GRAN MOTIVO 8

DOBLE CRUCE 4

LISA 1

FALSOS NERVIOS 1
FALSA PECHINA
NERVIOS DECORADOS Y 1
PLAFON CENTRAL

ARTESA 1

Tabla 7.- Cuadro clasificatorio de las bóvedas del zaguán.

Cuando esta aristocracia, cuyas riquezas procedían de las rentas del latifundio, se ve
sustituida en la población por una clase alta conformada por una nueva burguesía que
surge a partir de los nuevos establecimientos comerciales y hoteleros que se crean en la
población, cambia el modelo rural por otro que pretende ser más refinado y urbanita.
Deja entonces de ubicarse la montura en la entrada de la casa para sustituirse por el
mobiliario de moda. No podemos dejar de señalar, que todavía hoy se puede observar
en estos espacios la presencia de elementos decorativos que recuerdan cuál fue su fun-
ción primigenia. La colocación de jamugas en la entrada de la vivienda está presente
en varias de las viviendas que tuvimos ocasión de visitar y en las que curiosamente los
propietarios desconocían el uso de dicha silla137.

137
Según definición del diccionario de la R.A.E. una jamuga es una silla de tijera, con patas curvas y co-
rreones para apoyar espalda y brazos, que se coloca sobre el aparejo de las caballerías para montar cómo-
damente a mujeriegas.

138

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Juan Diego Carmona Barrero

Con posterioridad, ya entrados en el siglo XX, este espacio vuelve a transformarse


añadiéndose un portón de madera o hierro. Es habitual encontrarse con que el espacio
destinado a zaguán se ha reducido al mínimo posible con el fin de que las puertas de los
espacios laterales de la primera crujía, queden integradas en el pasillo y fuera del acceso
directo desde la calle (fig. 37c). En estos casos es fácil identificar si el diseño del mismo
estaba proyectado cuando se hizo la bóveda o es posterior.

Esta inclusión de una cancela en la primera crujía de la vivienda contribuye, a entender


de los vecinos de la población, a aumentar la categoría de la vivienda. Se considera que
el enriquecimiento visual que produce el portón en la entrada mejora la calidad de la
vivienda y por lo tanto sube el nivel social de quienes la habitan. Por otra parte sí es
cierto que se produce una mejora en cuanto a condiciones de habitabilidad, ya que fun-
cionando a modo de exclusa permite conservar la temperatura interior de la vivienda.

En el siglo XX, en las viviendas de clases sociales medias y bajas, y sobre todos en
aquellas cuyos propietarios tienen que entrar la caballería por el pasillo de la casa porque
esta carece de entrada trasera o lateral para dicho fin, el zaguán mantiene su antigua fun-
ción. Cuando el vecino llega a su casa, entra y quita en la primera nave los atavíos al ani-
mal, dejándolos en el suelo, y manteniéndole solo la jáquima. Seguidamente atravesaba
con él la casa y saliendo primero al patio y después al corral, lo llevaba hasta la cuadra.
Allí se le sustituía la jáquima por el “cabezón”138, atándose junto al pesebre o bien si este
no existe, poniéndole al animal el “morral” con la ración de comida correspondiente.

Las bóvedas que cubren este espacio suelen ser en su mayoría de arista, predominando
las variantes de aristas sencillas con gran motivo central realizado en el enfoscado; tan
solo dos de los zaguanes de los estudiados presentan una división interna en dos debido
a que el portón se sitúa en la parte intermedia de este espacio con bóvedas indepen-
dientes. Lógicamente no todas las casas estudiadas conservaban el zaguán abovedado.
En varias ocasiones las bóvedas de la primera crujía se han demolido, coincidiendo el
motivo casi siempre con obras de reforma en la planta alta (Tabla 7).

138
Según el diccionario de la R.A.E. se denomina “cabezón” al correaje que ciñe y sujeta la cabeza de una
caballería, al que está unido el ramal.

139

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LA CASA ABOVEDADA

Las dependencias laterales de la primera crujía, habitualmente son utilizadas como dor-
mitorios, aunque también, y dependiendo de las necesidades de habitación de la familia
que ocupa la casa, se puede prescindir de uno de estos dormitorios y adecuar uno de
estos espacios a “salita”139, casi siempre en invierno. Las razones entendemos que
responden a la facilidad de calentar un espacio pequeño frente a las dificultades que
plantea calentar un espacio abierto como es la sala que se comunica sin interrupción
alguna con todo el pasillo de la casa y con las puertas traseras y delanteras.

La salita es en invierno el punto de recogimiento de la familia tras la jornada de trabajo.


También en ella se recibe a las visitas. En las primeras décadas de la segunda mitad del
siglo XX es un espacio que se amueblaba con un sofá, sillones y mesa, pero por un ex-
cesivo celo y escrúpulo de la propietaria, no se utilizaba, quedando tan solo como una
muestra intocable, y casi inutilizable, de que en la casa se disponía de una dependencia
con mobiliario que era el reflejo de un estatus social alto.

Esta mentalidad de mostrar en las dependencias de la entrada aquellos muebles o


enseres de mejor calidad, independientemente de que después se usaran o no, nos ayuda
a entender ciertos aspectos de los diseños decorativos de las bóvedas que cubren estos
espacios. Así podemos comprobar que los espacios cuyas bóvedas presentan una mayor
profusión de ornamentos y elementos decorativos son aquellos que ocupan la primera
crujía. Todos ellos son visibles desde el exterior a través de las ventanas. Además de es-
tas, y como tendremos ocasión de ver después, las bóvedas del pasillo de la casa y las del
salón principal también son objeto de una decoración y ornamentación más elaborada
que el resto de dependencias.

Volviendo a la primera crujía, comprobamos que en las viviendas a dos manos, los usos
dominantes de las dependencias laterales son el de “salita”, y enfrente, al otro lado del
zaguán, el dormitorio principal de la vivienda, que suele coincidir con el de los
propietarios de la casa.

Se denomina “salita” a la habitación pequeña mientras que la “sala” es el espacio abierto que existe
139

habitualmente al final de pasillo y que ocupa una de las alas de la casa junto con la parte de pasillo corres-
pondiente a esa crujía.

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Juan Diego Carmona Barrero

En la “salita” transcurría la tarde de la propietaria donde, después de una mañana dedi-


cada a tareas domésticas –barrer, fregar, cocinar– , se afana, casi siempre en una posición
cercana a la ventana, aprovechando al máximo la luz natural, tanto en la costura como
para estar al día de los trajines de la calle, oculta casi siempre tras un socorrido visillo
que permitía ver sin ser vista. Con la llegada de la época estival, la estancia se reconvertía
en dormitorio, pues los rigores del verano invitaban a pasar la jornada en un espacio
más fresco. Entonces la sala que se abría al final del pasillo cumplía su función principal.

La estancia completa su mobiliario con una mesa camilla bajo la que se pone en invierno
el brasero de picón, varias sillas y alguna butaca. La pared del fondo suele tener algún
aparador donde se recoge la loza que se destina a ocasiones especiales. Las paredes
generalmente están encaladas, aunque diversas modas han ido dejando su rastro bajo
las capas de cal blanca. En la primera mitad del siglo XX varios estucadores realizaron
trabajos en algunas casas del pueblo dejando los muros de las estancias principales
cubiertos con una fina y brillante capa de estuco, decoradas con paneles marmorizados
enmarcando motivos eclécticos. Este fue otro elemento de distinción social que no
todo el mundo pudo tener. En otras viviendas se simularon estos acabados mediante
pinturas. Es por lo tanto frecuente encontrar bajo las capas de cal de algunas de estas
“salitas”, zócalos y cenefas que daban prestancia al espacio.

Desde estas dependencias se tiene un acceso único a pequeñas habitaciones de la se-


gunda crujía, que se denominan “alcobas”, y que suelen albergar un pequeño dor-
mitorio amueblado con un catre, un armario, una silla y un palanganero. Ciertamente
resulta peculiar el uso de dicho dormitorio. Así, cuando se encuentra tras el dormitorio
de matrimonio, son los hijos de este quienes lo ocupan, proporcionando cierto sentido
protector, ya que para acceder a la habitación de los hijos hay que pasar antes por la de
los padres. En cambio cuando el uso de la primera estancia era de sala, el dormitorio
estaba ocupado por miembros de la familia que no pertenecían al grupo nuclear –her-
manos del matrimonio, padres, cuñados, etc.–.

141

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LA CASA ABOVEDADA

Fig. 38.- Dependencias de primera y segunda crujía.

Dependencias de las crujías intermedias

Es habitual encontrar en las crujías intermedias un desdoblamiento de los espacios. Es


decir, el ala que en la primera nave se ocupa por un solo espacio destinado a dormito-
rio o salita, en los pasos intermedios se divide en dos. Uno de ellos, el más alejado del
pasillo, es el mencionado anteriormente como “alcoba”. La otra habitación, a la que se
accede desde el pasillo de la casa, se denomina “habitación de en medio” (fig. 38).

Estas dependencias tienen siempre una función de dormitorio, manteniéndose en ve-


rano más frescas y en invierno más calientes, al estar reservadas de las corrientes de
aire. Su carácter interior hace que sean espacios poco ventilados por lo que muchas
ocasiones y sobre todo en aquellas que denominamos “alcobas” no se colocaban puer-

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tas. Una simple cortina servía para preservar la intimidad del espacio. Estos ámbitos, al
estar su uso restringido a la familia que ocupaba la casa, no presentaban decoración en
sus bóvedas.

No resulta raro encontrar en estas naves intermedias restos de una chimenea u hogar
en la parte central, abriéndose hacia el pasillo, aunque en muchas ocasiones esta ya ha
desaparecido, encontrándose las bóvedas de estos espacios recrecidas con el fin de ocul-
tar la zona de salida de humos. Se caracteriza en estos casos por la ausencia de simetría
en el diseño de la bóveda. Esta misma circunstancia se da cuando en la crujía interme-
dia y junto al pasillo ha existido una escalera de acceso al “doblao” y se ha demolido
para resituarla en la primera crujía como consecuencia de una división horizontal de la
propiedad por la que la planta alta se convierte en una unidad habitacional indepen-
diente de la planta baja.

La escalera de acceso al “doblao” tiene su entrada, bien desde el pasillo en la crujía inter-
media o bien desde la nave trasera, atravesando el muro de carga que la separa del paso
intermedio y adentrándose en dicha nave, según la altura que sea preciso salvar para
subir a la planta alta. Esta situación de la escalera la condiciona el perfil topográfico de
la vivienda. En ambos casos la escalera se traza con una fuerte pendiente condicionada
por la mucha altura a salvar –hasta 4 mts. de altura– y la poca distancia entre los muros
que delimitan las crujías –entre 3.25 y 3.50 mts.–.

Las piezas centrales del pasillo, al igual que las del zaguán conservan una profusa
decoración en las bóvedas, como consecuencia de ser zonas a las que las personas ajenas
a la vivienda accedían con cierta facilidad.

Dependencias de la crujía final

En la crujía final, en el espacio del pasillo, se abre a un salón que ocupaba una de las alas
laterales. Esta dependencia presenta variantes que van desde una adecuación del pasillo
a zona de cocina hasta una gran estancia de unos 25 m2, donde se situaba el hogar de la
casa al amparo de una amplia chimenea de “topetón” que ocupa el fondo del salón. Se

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LA CASA ABOVEDADA

Lám. 1: Casa entera o a dos manos.

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puede encontrar a veces, oculto tras la chimenea, un espacio reservado cuya finalidad
es la de almacenar los productos perecederos que forman parte de la alimentación
básica de la familia. Las dimensiones de este espacio, denominado “despensa”,
guardan una estrecha relación con la solvencia económica de los que promovieron la
construcción de la vivienda. Otro de los elementos habituales en dicho espacio es la
“alacena”, consistente en un hueco realizado en uno de los muros de carga, que suele
coincidir con algún paso secundario entre la crujía final y la nave intermedia que se
cierra en su parte trasera con un tabique. En la “alacena” se guarda el menaje que se
emplea en la elaboración de los alimentos y la vajilla de mesa. En uno de los laterales de
la chimenea se situaba un “pollo” de fabrica que servía como espacio de trabajo para
cocinar y fregar la loza. La preparación de los alimentos se realizaba en el fuego de la
chimenea colgando el caldero de unas “llares” o colocando la sartén sobre unas estrébe-
des. Cuando la cantidad a cocinar era menor, el “pollo” anteriormente descrito cumplía
la función de cocina. En su frente, un pequeño orificio por el que se introducían brasas
del fuego de la chimenea; otra perforación en la parte superior permitía colocar una
placa o elemento metálico que transmitía el calor al recipiente en el que se cocinaba.

El salón de la última crujía suele cubrirse con bóvedas ricamente decoradas que, al igual
que ocurre en las crujías intermedias, se modifican por la eliminación de algún elemento
existente –escalera, chimenea, etc.– o por la subdivisión en varios espacios –la creación
de un nuevo dormitorio por necesidades de habitabilidad–.

Muchas de estas casas no siempre estuvieron cubiertas con bóvedas. La mayoría de


ellas, en un principio, se cubrían con una estructura de madera que separaba la vivienda
del “doblao”. Algunas de ellas se adaptaron por sus buenas condiciones de la fábrica
existente y tan solo fue necesario eliminar los elementos vegetales y sustituirlos por
las bóvedas. Otras, en cambio, fue preciso derribar la vivienda existente para volver a
levantarlas.

Cuando se rehabilitaba una vivienda y se “echaban” las bóvedas, no necesariamente se


hacía a todas las dependencias. Dependiendo del presupuesto disponible se realizaban
una o varias crujías. Con posterioridad, las reformas también han consistido en eliminar

145

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LA CASA ABOVEDADA

Lám. 2: Casa media o a una mano.

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bóvedas dañadas y sustituirlas por forjados. Entre otros motivos, el derribo de bóvedas
es fruto de la aparición de patologías en las mismas que no garantizan la estabilidad.
Durante la elaboración del catalogo de casas abovedadas en Alange, encontramos al-
gún caso que por sus connotaciones etnográficas no dejamos de describir. En una de
las viviendas el causante de la demolición fue el “tocino” procedente de la tradicional
matanza. Todos los años, llegado el invierno, en la planta alta de la ultima crujía se situa-
ban las “camas” para salar la corteza del cerdo. El agua procedente de la sal se introdujo
en la bóveda produciendo eflorescencias salinas que poco a poco fueron disgregando
los ladrillos. Tras varios años repitiendo la operación, las bóvedas se vieron tan afectadas
que fue precisa su demolición y la sustitución de las mismas por un forjado de viguetas
de hormigón y bovedillas.

Patio, corral y otras dependencias traseras

Mientras que lo que denominamos crujías vivideras conforman un espacio en el que


domina el mundo femenino, ya que es este quien acomete todas las tareas y trabajos pro-
pios de limpieza, cocina y demás trabajos domésticos, que tradicionalmente se agrupan
bajo el nombre de “tareas o faenas de la casa”, en la parte trasera de la vivienda y tras el
patio, que sigue bajo ese dominio femenino, aparece el corral.

El corral es un espacio controlado por el hombre, aunque permite filtraciones de las


tareas femeninas, hecho que no se produce en sentido inverso. La mujer puede, o en
ocasiones “debe”, encargarse de dar de comer a las gallinas, coger los huevos e incluso
limpiar el gallinero. Para el hombre quedan las funciones de alimentar a los cerdos,
habitualmente con hierbas recolectadas y frutos secos, aunque también con “desper-
dicios” –restos de las comidas diarias de los habitantes de la casa–. La limpieza de las
zahúrdas, “tinaos” y cuadras, la recogida y mantenimiento de los “atalajes” de los ani-
males de carga, aperos y otros útiles de labor son también tareas masculinas.

El corral ha sido el contenedor de una pieza fundamental de la casa, la “estarquera” o


estercolero. Este es el punto de almacenamiento de todos los desechos orgánicos, ya
sean procedentes de los animales que desarrollan su vida en el corral, ya sean proceden-

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LA CASA ABOVEDADA

tes de los habitantes de la casa. Este espacio suele encontrarse en el punto más alejado
de la vivienda, con el fin de liberar a esta de las emanaciones que se producen por la
descomposición de la materia orgánica.

La “estarquera” suele acotarse mediante un pequeño murete de poco más de medio


metro de altura, realizado con medio pie de ladrillo macizo que evita la dispersión del
estiércol por todo el corral. El desagüe de los purines acumulados se realizaba por el
punto de menor cota donde se practicaba un orificio que permitía que el líquido llegara
hasta el saneamiento general formado por una atarjea que atravesaba la parte trasera de
los corrales. En los modelos más elementales, la separación con el corral está marcada
simplemente por la ausencia de empedrado en la zona destinada a este fin.

La llegada de la época de abonado de los campos era aprovechada para retirar los
residuos acumulados a lo largo del año, repartiéndose mediante cargas realizadas en
serones de esparto que se colocaban a ambos lados del animal –burro, mula o caballo–,
de aquí también la importancia de tener un pasillo ancho en la casa cuando se carecía
de puerta trasera o “falsa”.

Este momento era aprovechado también por las amas de casa, que empleaban las capas
inferiores de la materia orgánica descompuesta para seleccionar el estiércol de mejor
calidad para el abono de las macetas que adornan la casa o el patio.

EL PROCESO CONSTRUCTIVO DE LA CASA TRADICIONAL

Hasta llegar a la construcción de la bóveda, cuestión que analizamos en el primer capí-


tulo, el proceso constructivo de la vivienda pasaba por una serie de etapas previas que
eran comunes tanto para la casa de entreplantas con estructuras de maderas como para
la casa abovedada. De este trabajo previo ha dado buena cuenta González Rodríguez
en sus trabajos sobre arquitectura tradicional de la Baja Extremadura. Extractamos a

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Juan Diego Carmona Barrero

continuación varios apartados de su obra con la finalidad de establecer los parámetros


básicos constructivos sobre los que después evolucionará la casa abovedada.

El planteamiento de la construcción de la casa tradicional surgía siempre bajo el condi-


cionante económico. La vivienda tradicional era encargada a un albañil o maestro de
obras, que ejecutaba la obra. En el proceso de construcción el propietario jugaba un
importante papel, pues se encargaba del acarreo y acopio de los materiales necesarios.
Estos materiales en su mayor parte resultaban gratuitos. La piedra para el cimiento, la
tierra para la tapia o el adobe o las cañas y maderos para la cubierta son materiales que
no tenían coste de adquisición alguno y era fácilmente acopiable por parte de la propie-
dad, lo cual no quiere decir no fuese laboriosa la tarea de extracción y acarreo.

Por otra parte, cuando el propietario tenía que desembolsar una cantidad por la
adquisición de materiales como la cal, el ladrillo o la teja, estos materiales, eran susti-
tuidos por el barro, el adobe o la cubierta vegetal respectivamente, llegándose incluso a
prescindir en estos casos de la figura del maestro albañil. La vivienda que surgía de estas
limitaciones económicas podemos denominarla vivienda autoconstruida, ya que en su
construcción participaban el propietario y otros miembros pertenecientes al entorno
familiar.140

El proceso constructivo comienza por la adquisición del solar, que en muchas ocasiones
es cedido por el ayuntamiento. Este impone la condición de que en un plazo de tiempo
determinado se construya la vivienda. En el caso de que dicho plazo transcurriese sin
que la propiedad construyera, el solar volvería a ser propiedad del ayuntamiento. Tam-
bién se obligaba a la propiedad a realizar el empedrado del tramo de calle que ocupara
la fachada de la casa. Con esta medida el ayuntamiento se garantizaba la urbanización de
los nuevos tramos de vía pública que se producían con el crecimiento de la población.

Una vez adquirido el solar, la propiedad encargaba al maestro la realización del replan-
teo de la cimentación que dependiendo de la posibilidad económica de la propiedad,
sería ejecutada por ella misma o por los peones del maestro.

140
GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A. Extremadura popular. Casas... Pág. 185.

149

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La cimentación de la casa se realizaba a base de zapatas corridas rellenas con cordeladas


de piedra y ladrillo. Las cordeladas eran hiladas de unos 30 cms. de altura que realizaban
con piedra y barro, igualándose con ladrillos al llegar a la altura determinada de la hi-
lada. Dependiendo del tipo de suelo sobre el que se realizase la construcción variaría el
número de cordeladas, siendo frecuente la realización de tres, de unos 90 cms.

Cuando en las construcciones pequeñas o viviendas ordinarias se emplea la mampos-


tería, suele ser formando aparejos desconcertados donde se mezclan piedras con
cascotes, cascajo, ladrillos, etc., constituyendo estructuras irregulares en las que el
elemento pétreo es solo un componente más en un conjunto de materias heterogé-
neas. No son extraordinarios los casos de pequeñas edificaciones en las que los muros
constituyen verdaderos muestrarios de técnicas y materiales, donde se mezclan piedras,
ladrillos, tapial, adobes, cascotes, etc.

Sobre la cimentación, y antes de construir los muros de tapia era habitual realizar un
muro mampostería que servía como base a la tapia y al tiempo que la preservaba de la
humedad del terreno. Una vez levantado el muro en todo el perímetro de la construcción
así como en los muros de carga que habitualmente se construían paralelos a la fachada
de la vivienda, se procedía al levantamiento de las tapias; para ello se empleaban los
tapiales –un conjunto de piezas que correctamente ensambladas forman un encofrado
modular que se desplaza sobre el muro permitiendo la realización de bloques de tierra
compactada–141.

La ejecución de la primera tapia debía ser en una esquina, construyéndose para ello una
“rafa” de piedra o ladrillo con cal. Las “rafas” eran refuerzos estructurales que se levan-
tan en las esquinas de la construcción o en el punto medio de muros que por ser de gran
altura pueden presentar deficiencias de estabilidad. La construcción de estos elementos
se podía hacer al tiempo que se rellenaba el tapial de tierra, levantándose la “rafa” en
uno de los extremos al tiempo que se añadía la tierra.

Con el fin de trabar toda la estructura, las “rafas” se cambiaban de sentido en cada
141
El equipo completo para la realización de la tapia se compone de: 2 tapiales que tienen ombligo y
barrones, 3 agujas, 6 costeros, 3 sogas, 1 compuerta, 2 espuertas y 2 pisones.

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hilada. A consecuencia de esto es fácil ver un efecto de dentado en la vista frontal de


los paramentos de tapia. En casos de falta de medios económicos se prescindía de las
“rafas” y se trababa el tapial sin más.

“La estructura de la vivienda se construía levantando sucesivamente


perímetros completos, y no lienzos, disponiendo siempre los módulos a
«matajunta», es decir, sin hacer coincidir dos uniones verticales, a fin de
dar mayor solidez y estabilidad a los muros. Para ello, cuando era necesa-
rio, era preciso utilizar «medias tapias», en esquina, etc.

Una vez secado el barro, se retiraban los tapiales y la frontera, quedando


las agujas o travesaños embutidos en el muro. Estas piezas eran extraídas
del cuerpo de la tapia, excepto la situada en el extremo por el que debía
continuarse la construcción, que se mantenía en su lugar como sujeción
de los primeros costeros del módulo siguiente. Los mechinales o huecos
resultantes se rellenaban con barro, yeso, o cal, siendo fácil distinguirlos
en las tapias por su diferente textura o por haber quedado vacíos con el
tiempo, sobre todo en los casos en que no se aplicaba un revoco exterior
de refuerzo cubriendo todo el paramento”142.

Como ventajas más destacadas del tapial, y evidencia de su virtualidad en un dominio


como el bajo extremeño, donde abundan las buenas tierras como materia prima, escasea
la madera y predominan las altas temperaturas y baja pluviosidad, pueden señalarse las
siguientes143:
- Abundancia y economía de materiales y disponibilidad de los mismos a pie de obra.
- Simplicidad y sencillez del utillaje y herramientas necesarias para su fabricación.
- Innecesariedad de especialización o conocimientos particulares para su construcción.
- Independencia de técnicas ajenas aI propio grupo vernáculo.
- Homogeneidad en los muros conseguidos.
- Realización de un gran espesor de muro en una sola operación.
142
GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A. Extremadura popular. Casas... Pág. 185.
143
Ibídem. Pág. 201.

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- Rapidez del método.


- Resistencia. Eliminación de parásitos en los paramentos.
- Ausencia de pudrimientos.
- Posibilidad de construcción con poca o ninguna madera.
- Resistencia al fuego e incendios en un ámbito muy reseco.
- Magnífico aislamiento térmico

La utilización de piezas de adobe en lugar de tapial depende, fundamentalmente, de las


posibilidades económicas y también de los tipos de tierra disponibles, el tiempo de eje-
cución previsto, las características de la obra a levantar, los operarios, etc.

TRANSFORMACIONES DE LOS ESPACIOS DOMÉSTICOS

Tal y como señala García Mercadal, la habitación rural es un hecho de la economía


agrícola144, aunque esta aseveración sea solo cierta para las casas de los agricultores. En
nuestro caso podemos ampliar a otros ámbitos económicos. Así la casa de huéspedes
es fruto de una economía basada en el alquiler de habitaciones, la casa del ganadero
es fruto de las necesidades del ganadero y así continuaríamos de forma sucesiva. Por
este motivo nos encontramos con tantas variantes y adecuaciones específicas en las
casas como profesiones desarrollan sus propietarios. En este punto coincidimos con P.
George, quien establece unas relaciones de homogeneidad y heterogeneidad en función
de la diversidad social y económica de sus respectivos moradores145.

En definitiva, podemos afirmar que cada casa sufrió una transformación en función de
las características de quienes las ocupaban, hasta el punto que, partiendo de un esquema
inicial común para todos, la vivienda se transformó creando una interesante riqueza
tipológica.

GARCIA MERCADAL, F. Op. Cit. Pág. 8.


144

FLORES DEL MANZANO, “Dependencias agropecuarias en la casa extremeña: bodega, cuadra, alma-
145

cén y secadero.” Revista Demófilo, nº. 6. Sevilla, 1991. Pág. 147.

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Lám.3: Evolución de la casa alangeña. Fase 1.

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Lám.4: Evolución de la casa alangeña. Fase 2.

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Lám.5: Evolución de la casa alangeña. Fase 3.

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Lám.6: Evolución de la casa alangeña. Fase 4.

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Juan Diego Carmona Barrero

Dentro del mobiliario propio de la vivienda y una vez desaparecido el paso de rollos
que marcaba el centro del pasillo en pro de los nuevos suelos de baldosas hidráulicas
en una primera etapa y de los suelos de terrazo con posterioridad, apareció el uso de la
“estera”. Esta pieza, realizada con fibras vegetales entrelazadas se colocaba en el lugar
del antiguo paso de rollos con el fin de que los animales que pasaban hasta el corral de
la casa no resbalasen sobre el nuevo pavimento.

AMPLIACIONES DE LOS ESPACIOS HABITABLES

En el esquema de vivienda básica encontramos características de la llamada arquitectura


mediterránea. El G.A.T.E.P.A.C.146 se refería a ciertos valores de ella que pueden ser
extrapolados a nuestras construcciones más humildes. La construcción de elementos a
una permanente escala humana, cuerpos y volúmenes simples que permiten una yux-
taposición de los mismos, elementos ornamentales mínimos en superficies y colores
claros. En definitiva formas puras y primarias que tienen la capacidad de ensamblarse
sin alterar la concepción espacial.

Las complicaciones topográficas generan configuraciones en las plantas de las vivien-


das que se salen de cualquier tipología establecida. En el caso de viviendas en
subida –aquellas que la puerta de la calle se encuentra a un nivel inferior con respecto
a la puerta del patio– nos encontramos con el caso límite de viviendas de una sola crujía
en planta baja donde se sitúa la escalera que permite el acceso a la planta superior. En
esa cota ya resulta fácil ganar superficie y ampliar la vivienda dos o tres crujías más.

Uno de los principales factores que influye en la posible ampliación de una vivienda es
la facilidad o complejidad de la ejecución de las obras de ampliación. Las viviendas en
subida tienen limitado su crecimiento en planta baja, que se condiciona a la posibilidad
de vaciar el patio y el corral rebajando la cota natural del terreno. Para el caso contrario
de vivienda en bajada –la cota de la puerta de la calle es superior a la de la puerta del
patio– presenta un mayor facilidad para ampliar la vivienda con el aliciente de que la
146
Resulta difícil, al no quedar documentado en licencias o permisos de obras, constatar cuándo se hacen
ampliaciones y reformas que afectan a las dimensiones de las viviendas. Los datos obtenidos son fruto de
las entrevistas realizadas a los propietarios de las viviendas y a los albañiles de la localidad.

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superficie ampliada se duplica con la aparición de sótanos.

En las últimas tres décadas hemos sido testigos de la desaparición de la hermana pobre
de nuestro rico patrimonio cultural. La dificultad que ha supuesto y supone inculcar una
visión protectora por parte de las instituciones a los propietarios de aquellos inmuebles
que se integran dentro de nuestra arquitectura vernácula junto con la fiebre destructiva-
constructiva que se ha desatado en estos últimos años, nos ha llevado a cambiar la
fisonomía tanto interna como externa de nuestras casas. El concepto de que todo lo
viejo es malo, y por tanto debe ser sustituido por lo nuevo, que es mejor, nos ha llevado
a la introducción de nuevos materiales que si bien son ideales para ciertos tipos de
construcciones, no son los más adecuados para las nuestras.

El desarrollo que tuvieron algunos materiales allá por el s. XIX en sociedades más
industrializadas coparon el mercado de los materiales de construcción desplazando a
otros que siendo tradicionales en la región eran más costosos por su elaboración me-
diante procedimientos artesanales. Este es el caso que ocurrió con la cal y el cemento.
Tras siglos empleando la cal como aglomerante en la construcción, mediante el proceso
de apagado a pie de obra, se vio desplazada y sustituida por el cemento que se imponía
como material obligatorio gracias al desarrollo de un proceso normalizado e indus-
trializado de su producción.

El cambio de la fisonomía de la arquitectura popular

La desvalorización del mundo rural en las últimas décadas ha dado lugar a un impor-
tante abandono y desprecio de los lugares, casas y pueblos en los que se ha vivido tradi-
cionalmente. El abandono de los núcleos rurales por parte de sus habitantes hacia otras
zonas más desarrolladas e industrializadas conlleva la venta o abandono de las casas del
pueblo, que tras permanecer cerradas durante largos espacios de tiempo, llegan a tan
alto nivel de deterioro que se imposibilita su rehabilitación, haciéndose necesaria la de-
molición para construir una nueva vivienda de acuerdo con los cánones que se imponen
en el momento.

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Las nuevas construcciones suelen estar condicionadas a las modas o estereotipos forá-
neos que llegan al mundo rural con el retorno de los emigrantes. Estas modas son unos
de los factores que más daño han producido en la imagen de nuestros pueblos. Así
podemos ver como proliferan viviendas que presentan un aspecto nada común al resto
de su entorno, caracterizándose por la inclusión de elementos ornamentales, volúmenes
o materiales que copian modelos de otras regiones.

Por otra parte las campañas que promueven instituciones y órganos oficiales autonómicos
cometen el error de promover estereotipos como tipologías únicas, cuando en realidad
estas solo corresponden a un periodo y estatus social determinado. Es por ello que se
cae en errores que llegan incluso a traspasar las fronteras autonómicas, así ocurre con el
caso de los pueblos blancos. Una tipología característica de ciertas áreas de Andalucía, y
no de toda la región, que salta los límites de la comunidad extremeña afectando a gran
parte de la provincia de Badajoz. Ante un análisis pormenorizado del aspecto cromático
de nuestros pueblos, podemos afirmar que la mayor parte de los pueblos de la Baja
Extremadura no eran blancos, sino del color de la tierra, con una riquísima profusión
de ocres que variaban según las tierras empleadas para la construcción de las tapias o
los adobes o incluso los enjalbegados de cal morena. En ocasiones sí era característico
calafatear las jambas de los huecos de fachada con cal blanca, costumbre cargada de una
finalidad claramente profiláctica y que tiene mucho que ver con las supersticiones y las
creencias de un mundo mágico rural.

Otras modas afectaron a los colores de nuestras calles, como la que se extendió a finales
del s. XIX y comienzos del s. XX en los que era frecuente ver fachadas en tonos azules,
corintos, ocres, etc., de influencias portuguesas e indianas. La superficie blanqueada de
la vivienda dependía de la capacidad adquisitiva de los propietarios, siendo esta mayor y
más blanca a medida que subía el nivel social del grupo familiar que habitaba en la casa.

Es cierto que el albañil mantenía una tradición y una forma de hacer su trabajo que
permaneció inalterable durante décadas o siglos en ocasiones. Pero también debemos
aceptar como un hecho reconocido una evolución en su técnica, aceptando las modas
que se imponían como consecuencia de la aparición de nuevos materiales o bien como

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consecuencia de la venta de materiales ya conocidos, pero antes muy caros, a unos pre-
cios módicos que permitían a cualquier vecino, fuera cual fuere su nivel económico, la
adquisición de los mismos. En el uso de estos materiales primaría la funcionalidad frente
a la estética.

En las décadas de los años 60 y 70 del pasado siglo, con el desarrollo de la elaboración
industrial de los materiales cerámicos de revestimiento que anteriormente se fabricaban
de forma artesanal, se dispararon los diseños de azulejos y su oferta en el mercado se
rebajó a unos precios populares. Esto supondría uno de los cambios radicales en la fi-
sonomía de nuestros pueblos. Apareció entonces la moda de los alicatados de azulejos
en las fachadas. Alabados principalmente por su funcionalidad, admitía un manten-
imiento de la fachada más agradecido que el blanqueo anual, fueron cubriendo muchas
de aquellas fachadas inmaculadas que antes era pintadas con cal desde su encuentro con
el suelo hasta el alero de tejas.

Si anteriormente el mantenimiento de las fachadas consistía en el pintado anual, coin-


cidiendo con la llegada del buen tiempo y casi siempre en días anteriores a la festividad
del Corpus, con los alicatados solo había que pintar una parte de la fachada, el resto
–alicatado– solo precisaba de un ligero fregado para que “luciese” como el primer día.

La parte más sufrida de las fachadas eran el zócalo a nivel de calle y los recercados de los
huecos. Estos tradicionalmente se habían pintado de un color más oscuro que el resto
de la fachada. En el nivel del suelo el zócalo –cuando alcanzaba una altura cercana a un
metro– o cinta –cuando no medía más de 15 o 20 cms.– se alicataban con la finalidad
de ocultar las posibles salpicaduras en la base de la fachada o las manchas que producía
la humedad por capilaridad. En los huecos, los recercados se revestían creando una
faja perimetral, reminiscencias de los antiguos enmarcados de piedra o simulados con
pintura.

Cuando el revestimiento de azulejos en las fachadas es parcial, las piezas cerámicas sus-
tituían a los elementos que con anterioridad daban un carácter ornamental a la fachada,
así nos encontramos con elementos lineales de trazado horizontal que a modo de corni-
sa separan los diferentes niveles de la vivienda. Por otra parte, elementos verticales a

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modo de pilastras delimitan en toda su altura los extremos de la fachada.

Estos elementos que con anterioridad eran decorados con diversos tipos de motivos
geométricos, esgrafiados, imitación de sillares, elementos vegetales estilizados, etc.,
realizados con mortero de cal se sustituirían por combinaciones inverosímiles de azule-
jos, donde se jugaba con diferentes tonalidades, con variaciones en la forma de colo-
cación, con la introducción de nuevas formas geométricas, o incluso repitiendo motivos
clásicos de la arquitectura popular que se trasladaban a las piezas cerámicas realizándose
cortes imposibles.

Resulta interesante destacar cómo, mientras ciertos modelos de arquitectura popular se


han aceptado en la actualidad sin apenas ser modificados en cuanto a su fisonomía se
refiere, en otros se ha optado por ocultar su imagen original, aun perteneciendo ambos
a tipologías que pueden identificarse dentro de una misma clase social de carácter hu-
milde.

Un claro ejemplo se nos presenta en las construcciones realizadas con piedra, en las
que tras una rehabilitación no importa que la piedra de la fabrica continúe a la vista,
mientras que en el caso del tapial o el adobe se opta por aplicarle un revestimiento. Ese
revestimiento, que puede ser un simple encalado, es de correcta aplicación, pues cumple
una función impermeabilizadora y alarga la vida de la estructura. Pero, en ocasiones, en
el caso de rehabilitaciones de estructuras realizadas con fábricas de tierra, se pide por
parte de la propiedad que se inserten algunas lajas de piedra de forma aleatoria en el
enfoscado, simulando un desconchado en el revestimiento que deja a la vista dichas
piedras.

Se convierte entonces al muro en un falso decorado donde bajo una simulada fábrica de
piedra realmente se encuentra un muro de de tierra apisonada o de adobes. ¿Qué tienen
las fábricas de tierra que se ocultan o se pretenden disfrazar de obras de piedra? Quizás
el concepto de material resistente que posee la piedra la impregna de una nobleza que
se le niega al tapial. Pero también existe una falta de conocimiento sobre estas fábricas
de tierra, a las que se considera obra de poca resistencia.

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Al respecto y abriendo un pequeño paréntesis para romper una lanza a favor de las
obras de tierra, debemos señalar que todavía hoy se nos conservan en nuestra región
ejemplos de esta técnica constructiva por los que han pasado en ocasiones miles de
años, en ocasiones siglos. Sirvan de ejemplos los muros del santuario de Cancho Roano en
Zalamea de la Serena, de época tartésica, o las murallas de algunas fortalezas de época
musulmana como el castillo de Hornachos o el de Reina.

Es habitual encontrar en estos últimos tiempos nuevas construcciones cuyas fachadas


se revisten de piedra en su totalidad con el fin de dar a la nueva obra un aspecto más
“rustico”. A pesar de que para ello se empleen de forma equivocada tipos de piedra
que nada tienen que ver con el entorno geológico de la región. La fachada de la casa
es su vestido, y cuando la vestimos con ropas nuevas puede darse el caso de que la en-
galanemos con el traje “regional” de otra comunidad para celebrar la festividad de la
nuestra.
Para una mejor comprensión del proceso evolutivo de la vivienda planteamos un
recorrido diacrónico a partir de un modelo tipo. Para ello hemos tomado el más
generalizado (76%) en las casas abovedadas de la localidad y que denominamos en la
propuesta de clasificación como 2M/3C.

Partiendo de una fase inicial (Fase 1) en la que consideramos que la casa posee un perfil
en bajada, el pasillo se adapta a la pendiente natural del terrero, estando a veces
interrumpido por varios peldaños que permiten salvar las cotas de nivel más pronun-
ciadas, las bóvedas al igual que el pasillo descienden de cota en cada crujía. La cocina-
estar se sitúa en la última nave y el doblado cumple la función de almacén y granero.
Volviendo al pasillo, la parte central se pavimenta con cantos rodados y forma un paso
central abierto hasta el patio. Las dependencias laterales del pasillo se destinan a dormi-
torios, mientras que los espacios de estabulación se sitúan en el corral. El patio antesala
del corral tiene un pavimento de baldosas de barro en la mejor de las circunstancias,
o un simple empedrado en la peor. El corral está empedrado o no tiene pavimento y
queda en tierra.

En una segunda fase, la principal transformación es de carácter higiénico, man-

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teniéndose la configuración del perfil de la casa con la salvedad de un pequeño


volumen añadido en la parte trasera de corral junto al estercolero destinado a aseo.
Dentro de la casa desaparece la cocina chimenea y se crea la cocina como espacio
independiente bien en el lugar donde antes estaba la chimenea.

En la fase tercera, se modifica la cubierta, elevándose la misma y dando la altura de


vivienda a la planta de doblado, dejándolo a teja vana o creando un cielorraso. Se
nivela el pasillo de la casa y la diferencia de nivel con el patio se solventa con la
construcción de un forjado de viguetas que transforma el espacio en terraza. Desde
esta es preciso bajar mediante unas nuevas escaleras al corral, que cuenta con un
nuevo espacio cubierto en la zona que antes fue el patio. Estas modificaciones nos
señalan la ausencia de animales de carga que accedan al corral y por lo tanto un vacío
en la zona de cuadras y establos. Tan solo se mantienen en la fauna de corral las
gallinas y el cerdo, imprescindible este ultimo para la matanza anual. El área del cor-
ral precisa de menos superficie y por tanto se traslada en patio perdido a esta zona.

En la cuarta fase, se sustituyen algunas bóvedas por forjados de viguetas y bovedil-


las, ya que con la nivelación del pasillo, estas dejaban las dependencias traseras con
poca altura. Al tiempo los forjados servían para nivelar la planta superior quedando
lista para tabicar y hacerla habitable. El forjado se alargaba cubriendo la zona de
la terraza, la cocina se desplazaba a la dependencia lateral de la terraza en la que
se construía un cuarto de baño. Se construían unas nuevas escaleras para bajar a la
zona del corral, pero esta vez pasando a través del sótano.

Con el paso del tiempo la terraza se acristalaba, convirtiéndose en un salón al que no


pocas veces se le añadía una nueva terraza que ampliaba a su vez la zona de sótanos.

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LA CASA ABOVEDADA

CONCLUSIONES

Independientemente del análisis de las tipologías arquitectónicas desde los puntos de


vista formales y estilísticos, es obligado hacer un estudio de las técnicas constructi-
vas que de forma tan injusta han sido sustituidas por los modernos sistemas
de construcción. La técnica tradicional, producto de una mezcla de culturas como la
romana, la bizantina o la islámica, presenta un amplio repertorio de soluciones suscep-
tibles de ser aplicados en nuestros días. El mero hecho del empleo de estas técnicas en
épocas en las que el hombre se encontraba con limitaciones tecnológicas que hoy no
tenemos es suficiente como para que sean denostadas por antiguas. Esta circunstancia
conduce al olvido e irremediable perdida de aquellos sistemas constructivos que se
había perfeccionado con la experiencia que proporcionaba el paso del tiempo.

Al igual que hemos hecho con la técnica de la bóveda tabicada, todavía estamos a tiem-
po de recoger y dejar registrados a través de los testimonios de los últimos maestros
alarifes que, ajenos al acelerado progreso técnico que experimenta el mundo de la
construcción, resisten empleando sus técnicas tradicionales –cuando ello es posible– en
la ejecución de las obras. De no ser así, en el transcurso de pocos años, las generaciones
venideras que contemplen nuestro patrimonio rural –lo poco que, afortunadamente,
haya logrado conservarse– lo harán ajenos a los aspectos humanos de una profesión
que tiende a desaparecer.

Podemos asegurar que la casa abovedada generó las señas de identidad que situaba a
sus propietarios cerca de los niveles sociales altos de la población. En él tenían cabida
propietarios, agricultores y ganaderos en su mayor parte. También queda patente el uso
de estas casas como alojamientos en la temporada estival para los bañistas que acudían
al balneario. Con la casa abovedada se introduce el concepto de confort y una habitabi-
lidad digna y propia de una sociedad del siglo XX.

Por otra parte, la casa abovedada se puede considerar como el punto máximo evolutivo
de la arquitectura tradicional. Esta fue la última gran técnica desarrollada en el ámbito
de la arquitectura sin arquitectos. Solo la irrupción de los nuevos materiales, basados en

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una arquitectura arquitrabada y en los elementos prefabricados de hormigón, a prin-


cipios de la segunda mitad del siglo XX, consiguió erradicar esta técnica.

Hemos pretendido con este trabajo realizar un recorrido por las necesidades
inmobiliarias de las familias, las formas en las que se agrupaban estos individuos bajo
un mismo techo, las bases económicas que sustentaban al grupo y las modificaciones
y ampliaciones que se hacían necesarias por las más diversas circunstancias de la vida.

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LA CASA ABOVEDADA

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ANEXOS

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LA CASA ABOVEDADA

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ANEXO I. CATÁLOGO DE CASAS


El trabajo de campo que realizamos en la población de Alange dio como resultado el
levantamiento planimétrico de algo más de medio centenar de casas. Tanto los pla-
nos de las viviendas como los datos obtenidos por las entrevistas con sus amables
propietarios, que nos abrieron sus puertas y nos permitieron entrar hasta lo más íntimo
de sus hogares, se volcaron a un modelo de ficha, dando como fruto el conjunto de ellas
el siguiente catalogo.

En cada ficha se ha dividido en dos zonas principales. En la derecha se ha situado


un croquis de la vivienda centrándonos en la representación de todas las bóvedas que
cubren las diferentes dependencias. En el croquis se indica el acceso de la vivienda,
siempre situado en la parte inferior, independientemente de la orientación real que esta
tenga. En el cajetín inferior se indica a la izquierda la dirección completa del inmueble
y a la derecha en tres pequeños recuadros superpuestos se ha creado una signatura para
una identificación más rápida de la ficha. En el recuadro superior aparecen las tres letras
“ALA”, que identifican la localidad (Alange); en el recuadro intermedio, otras tres letras
indican el nombre de la calle, utilizándose habitualmente las tres primera de la denomi-
nación; así “BAN” corresponde a Baños, “ALM” a Almendros, “ENC” a Encomienda,
etc. En la casilla inferior se ha indicado el número de policía de cada casa en particular.

En la parte izquierda de la ficha aparecen diversos datos de la vivienda. En la parte su-


perior una fotografía de la fachada y el plano catastral de la totalidad de la parcela que
ocupa la casa con indicaciones de la zona estudiada, situación del patio, corral y otras
dependencias cubiertas. Bajo la fotografía de la fachada un cuadro descriptivo de las dis-
tintas características de las bóvedas donde se indica la tipología a la que pertenece cada
bóveda, la superficie aproximada que ocupa, el uso del área que cubre y si presenta algún
tipo de decoración ya mediante el propio enfoscado o de tipo pictórico. Finalmente se
indica si la bóveda se encuentra afectada por algún tipo de patología.

Bajo el cuadro de características, otro cuadro nos acerca a los datos más relevantes de la
casa como propietario, fecha de construcción, nombre del constructor e incidencias o

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LA CASA ABOVEDADA

singularidades dignas de reseñar.

Para una mejor comprensión de la ocupación de la vivienda a lo largo del siglo XX, se
añaden tres cuadros en la parte inferior donde se representan de forma esquemática
las estructuras familiares que ocupaban la vivienda en los años 1930, 1965 y 2000, indi-
cando con relleno en la figura geometríca quien ostentaba el cargo de cabeza de familia.
Sobre el esquema aparece también la profesión que dicho cabeza de familia desempe-
ñaba. En la parte inferior se indica el número de personas que habitaban la casa con
diferenciación de hombres y mujeres.

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Juan Diego Carmona Barrero

Lám.7: Plano de Alange. En negro casas estudiadas para este trabajo.

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LA CASA ABOVEDADA

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CALLE ALMENDROS

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CALLE BAÑOS

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LA CASA ABOVEDADA

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CALLE BELÉN

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LA CASA ABOVEDADA

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LA CASA ABOVEDADA

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CALLE CONSTITUCIÓN

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LA CASA ABOVEDADA

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Juan Diego Carmona Barrero

CALLE COSO

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LA CASA ABOVEDADA

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CALLE ENCOMIENDA

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LA CASA ABOVEDADA

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LA CASA ABOVEDADA

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LA CASA ABOVEDADA

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LA CASA ABOVEDADA

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LA CASA ABOVEDADA

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LA CASA ABOVEDADA

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LA CASA ABOVEDADA

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LA CASA ABOVEDADA

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LA CASA ABOVEDADA

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LA CASA ABOVEDADA

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Juan Diego Carmona Barrero

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LA CASA ABOVEDADA

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Juan Diego Carmona Barrero

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LA CASA ABOVEDADA

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Juan Diego Carmona Barrero

CALLE ERMITA

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Juan Diego Carmona Barrero

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LA CASA ABOVEDADA

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Juan Diego Carmona Barrero

AVDA. JUAN CARLOS I

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LA CASA ABOVEDADA

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Juan Diego Carmona Barrero

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LA CASA ABOVEDADA

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Juan Diego Carmona Barrero

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LA CASA ABOVEDADA

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Juan Diego Carmona Barrero

CALLE MESÓN

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LA CASA ABOVEDADA

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LA CASA ABOVEDADA

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LA CASA ABOVEDADA

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CALLE NUEVA

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LA CASA ABOVEDADA

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Juan Diego Carmona Barrero

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LA CASA ABOVEDADA

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Juan Diego Carmona Barrero

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LA CASA ABOVEDADA

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Juan Diego Carmona Barrero

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LA CASA ABOVEDADA

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PLAZA DE ESPAÑA

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LA CASA ABOVEDADA

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Juan Diego Carmona Barrero

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LA CASA ABOVEDADA

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Juan Diego Carmona Barrero

ANEXO II. TIPOS DE BOVEDAS


En cada una de las casas estudiadas no hemos encontrado ni una sola de ellas en la que
una bóveda decorada repita su motivo ornamental cuando este se ha realizado in situ. La
variedad de motivos es inmensa. Pueden aparecer modelos similares en las fichas, pero
cuando se observan en la realidad se aprecia la diferencia de unos y otros. Enfoscados
rehundidos, en relieve, regruesados de nervios, y un sinfín más permiten al albañil
generar múltiples modelos sin que lleguen a repetirse.

Para un mejor entendimiento de la función de los espacios en la vivienda hemos optado


por agrupar las diferentes bóvedas según las crujías que ocupan, y dentro de éstas el
espacio al que corresponden.

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LA CASA ABOVEDADA

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Juan Diego Carmona Barrero

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LA CASA ABOVEDADA

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INDICE DE ILUSTRACIONES

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LA CASA ABOVEDADA

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Juan Diego Carmona Barrero

INDICE DE ILUSTRACIONES

FIGURAS

Fig. 1.- Calle Jarilla (Alange)………………………………………………………………………………………………………………25

Fig. 2.- Restos de vivienda demolida (Almendralejo)………………………………………………………………………..28

Fig. 3.- Ampliación de vivienda (Alange)……………………………………………………………………………………………31

Fig. 4.- Sección de bóveda y cubierta (Alange)………………………………………………………………………………….33

Fig. 5.- Abobadilha alentejana (Reguengos de Monsaraz, Portugal)………………………………………………….52

Fig. 6.- Trazado de bóveda…………………………………………………………………………………………………………………55

Fig. 7.- Marcado de la pechina…………………………………………………………………………………………………………..57

Fig. 8.- Construcción de la pechina………………………………………………………………….……………………………….58

Fig. 9.- Inicio de bóveda…………………………………………………………………………………….……………………………..61

Fig. 10.- Ejecución de bóveda……………………………………………………………………………….………………………….63

Fig. 11.- Cierre de bóveda………………………………………………………………………………………………………………..64

Fig. 12.- Enfoscado de bóveda………………………………………………………………………………………………………….66

Fig. 13.- Acabados de bóvedas (Alange)……………………………………………………………………………………………67

Fig. 14.- Cancho de la Pata del buey…………………………………………………………..…………………………………….72

Fig. 15.- Cancho de la picota…………………………………………………………………………………………………………….75

Fig. 16.- Vista de Alange desde las huertas del balneario………………………………………………………………….77

Fig. 17.- Vista de Alange desde la falda del castillo……………………………………………………………………………83

Fig. 18.- Calle Cuesta………………………………………………………………………………………………………………………..85

Fig. 19.- Calle Baños………………………………………………………………………………………………………………………….89

Fig. 20.- Modelos familiares alangeños al final del s. XIX…………………..……………………………………………..91

Fig. 21.- Modelo de familia nuclear alangeña de la primera mitad del s. XX……………………………………95

Fig. 22.- Modelo de familia nuclear alangeña de la segunda mitad del s. XX…………………………………..95

Fig. 23.- Modelo de familia troncal alangeña de inicios del s. XX…………………………………………………….97

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LA CASA ABOVEDADA

Fig. 24.- Modelo de familia troncal alangeña en el segundo tercio del s. XX…………………..…………………97

Fig. 25.- Casa del bracero, fachada (Alange)……………………………………………………………………………………111

Fig. 26.- Casa del bracero, cocina (Alange)………………………………………………………………………………………111

Fig. 27.- Casa del bracero, pasillo (Alange)………………………………………………………………………………………112

Fig. 28.- Casa del bracero, cocina (Alange)…………………………………………………………………………………..….112

Fig. 29.- Casa del bracero, techo de cañizo (Alange)………………………………………………………………………..112

Fig. 30.- José Carrillo y su cuadrilla (final de s. XIX)……………………………………………………………………..….114

Fig. 31.- Construcción de vivienda en la calle Baños (comienzos del s. XX)……………………………..………115

Fig. 32.- Obras en la calle Nueva (años 50)…....………………………………………………………………………………116

Fig. 33.- Maestro Diego Carmona Seguro (años 60)………………………….………………………….…………………119

Fig. 34.- José Mª y Miguel Carmona en la calle Castillejo…………………………………………….….………………121

Fig. 35.- Familia Trinidad en la puerta de su casa en la calle Almendros………………………………………….126

Fig. 36.- Quilino, albañil local…………………………………………………………………………………………………………..126

Fig. 37a, b y c.- Evolución del zaguán…………………………………………………………………………….……………….137

Fig. 38.- Dependencias de primera y segunda crujías…………………………………………………………………….142

GRÁFICOS

Gráfico 1.- Tamaño de las familias por calles en Alange (1924)………………………………………………………..99

Gráfico 2.- Porcentaje de familias por calle en Alange en la primera mitad del s.XX……….………..……100

Gráfico 3.- Distribución de principales tipos de casas……………………………………………………………………..135

Gráfico 4.- Distribución de principales tipos de casas……………………………………………………………………..135

Gráfico 5.- Distribución de principales tipos de casas……………………………………………………………………..135

ESQUEMAS

Esquema 1.- Estructura tipo de la base económica en la casa del bracero………………………………………107

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Esquema 2.- Cuadro familiar de albañiles alangeños………………………………………………...……………………123

Esquema 3.- Cuadro familiar de albañiles alangeños………………………………………………………………………124

Esquema 4.- Cuadro familiar de albañiles alangeños……………………………………………………………………...125

TABLAS

Tabla 1.- Comparativa entre bóveda tabicada extremeña y abobadilha alentejana…………………………..68

Tabla 2.- Modelos de familias dominantes al final del primer tercio del s. XX…………………………………100

Tabla 3.- Filiación troncal de las familias por calles en Alange (1924)………….…………….….………………..101

Tabla 4.- Oficios por calles en Alange (1924)………………………………..…………………………….………………….103

Tabla 5.- Principales ocupaciones locales por calles en Alange (1924)………..…………….….………………..104

Tabla 6.- Cuadro clasificatorio de la casa tradicional alangeña…………………………….…………………….……134

Tabla 7.- Cuadro clasificatorio de bóvedas del zaguán…………………………………………….………….…………..138

LÁMINAS

Lám. 1.- Casa entera……………………………………………………………………………………………………………………….144

Lám. 2.- Media casa……………………………………………………………………………………………………………….………146

Lám. 3.- Evolución de la casa tradicional. Fase 1………………..…………………………………………………………..153

Lám. 4.- Evolución de la casa tradicional. Fase 2……………………..……………………………………………………..154

Lám. 5.- Evolución de la casa tradicional. Fase 3…………………………………………………………………………....155

Lám. 6.- Evolución de la casa tradicional. Fase 4……………………………………………………………………..……..156

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BIBLIOGRAFÍA

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