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La Casa Abovedada Evolucion de Los Espac
La Casa Abovedada Evolucion de Los Espac
MONOGRÁFICO
LA CASA ABOVEDADA
Evolución de los espacios domésticos tradicionales en la
Baja Extremadura
Juan Diego Carmona Barrero
Número 30
Año: 2011
Monográfico
LA CASA ABOVEDADA.
Prólogo
CONSEJO DE REDACCIÓN:
SEDE SOCIAL:
c) Agustina de Aragón, 10
06004 Badajoz
e-mail: saberpopular@folkloredeextremadura.com
web: www.folkloredeextremadura.com
PORTADA:
Maestro José María Carmona Hidalgo ejecutando una bóveda (Foto autor)
FICHA BIBLIOGRÁFICA:
J. A. Calero Carretero
EDITA:
IMPRIME:
Gráficas Diputación de Badajoz
2011
La arquitectura vernácula tal vez sea de todas las manifestaciones que compo-
nen nuestro entorno patrimonial, el testimonio en mayor riesgo de desaparición.
Poco o nada queda de ella ya en las ciudades y en muchos otros grandes núcleos
urbanos, al tiempo que el proceso de destrucción se va expandiendo a los nú-
cleos rurales más diversos, sin que en este proceso importe mucho el aislamiento
o dimensiones de estas poblaciones. Y lo más lamentable es que, a decir verdad,
lo que nos va quedando no es tanto el resultado de una supuesta concienciación
colectiva en su favor, sino resultado de un tiempo de espera ante la carencia o
limitación de recursos de sus propietarios para poder modernizar o, preferente-
mente, derribar las viejas viviendas y reedificarlas en consonancia con las nuevas
modas arquitectónicas.
En sí mismo, a este proceso de renovación no habría que ponerle ninguna ob-
jeción, dado que es inherente a la propia evolución de cada núcleo poblacio-
nal, a las necesidades cambiantes y hábitos culturales de sus pobladores, y a la
caducidad natural de los propios edificios. Lo preocupante en nuestros días es
el por qué y el cómo se está produciendo, de manera acelerada desde los años
setenta-ochenta del pasado siglo, este proceso; contraviniendo en muchos casos
la lógica natural a la que acabamos de hacer referencia: ni su desaparición es el
resultado de perentorias necesidades urbanas en núcleos de población que no
han visto modificada sustancialmente su estructura urbana; ni su estado de de-
gradación obligaría a su derribo; ni sus espacios han quedado tan obsoletos que
como para no poder adaptarse a nuevas funciones y usos habitacionales.
El problema, en respuesta a la primera pregunta que nos planteamos, tiene mu-
cho más que ver con la desconsideración de sus propios habitantes hacia un tipo
de arquitectura que piensan y sienten como manifestación de un mundo rural
y campesino que no se adecua, antes bien, se contrapone, a las cuestionables
INTRODUCCIÓN .........................................................................................................................................................................19
DESCRIPCIÓN DE LA TÉCNICA.......................................................................................................................................51
La familia nuclear..................................................................................................................................................................94
La familia troncal...................................................................................................................................................................96
La transmisión de conocimientos.....................................................................................................................................120
CONCLUSIONES.........................................................................................................................................................................164
INDICE DE ILUSTRACIONES................................................................................................................................................289
BIBLIOGRAFÍA............................................................................................................................................................................295
INTRODUCCIÓN
19
aspectos de tipo político-económicos como pueden ser los conflictos bélicos. Es el caso
del resurgir de la bóveda tabicada en Madrid, en el periodo de la Segunda Gran Guerra,
frente a los forjados con vigas metálicas. El acero se deja de emplear en construcción,
destinándose a usos armamentísticos. Esto trae un resurgir de técnicas tradicionales
constructivas que no precisan del acero, pero modificadas con procesos de elaboración
mas evolucionados.
Queda por tanto bien claro, ya sea de una forma u otra, que los sistemas constructivos
considerados como tradicionales no se mantienen puros sino que son fruto de un cons-
tante desarrollo evolutivo. A pesar de ello, si habrá siempre un interés y este será el de
economizar costes manteniendo las garantías de seguridad y estabilidad.
El desarrollo tecnológico y la rapidez en los procesos mecanizados de producción de
nuevos materiales han sido algunos de los causantes del abandono de ciertas técnicas
constructivas como puede ser el abandono del empleo de la cal a favor del cemento. De
esta manera el mercado anglosajón se introdujo en el mundo de la construcción de otros
países, debido sobre todo a que se ofrecía un material listo para usar, mientras que para
el empleo de la cal era necesario un proceso de apagado que aun se realizaba en obra
con el consecuente encarecimiento de las obras.
El uso del hormigón armado salto de las grandes obras públicas a la vivienda tradicional
al ofrecer un sistema constructivo relativamente sencillo en el que más que la habilidad
del maestro alarife lo que se necesitaba era maquinaria que acelerase el ritmo de cons-
trucción. Las técnicas tradicionales que no eran validas para obras de gran envergadura
pasaban a ser denostadas y tachadas de inseguras incluso para la más pequeña de las
viviendas. De esta forma el saber acumulado por siglos de experiencia se relegaba al
olvido sin que nadie se ocupara de adecuarlo a los nuevos tiempos.
En un último momento cuando parecía que no había vuelta atrás y que la sabiduría de
los viejos alarifes se iba a perder, surgen nuevas propuestas para revitalizar las técnicas
tradicionales. En esa línea se incardina este trabajo con el que se pretende revitalizar la
construcción de bóvedas tabicadas sin el uso de cimbras.
20
Corren tiempos en los que la figura del alarife-albañil tiende a desaparecer. Prueba de
ello es que este término no aparece en las clasificaciones profesionales de los oficios de
la construcción. Podremos encontrarnos con peones, oficiales, encargados, etc. cada
uno de ellos un nivel de competencias bien delimitado en cuanto a tareas a realizar, pero
se prescinde de la figura del albañil. Este era la persona que tenia la capacidad de trabajar
en todos los niveles y desarrollar correctamente sus cometidos, consecuencia de una
formación eminentemente práctica que había adquirido al pasar por todos y cada uno
de los niveles inferiores hasta alcanzar el grado superior de maestro albañil.
Hasta el momento se han realizado diversos estudios sobre la ejecución de bóvedas,
aunque no se ha investigado en el aspecto práctico de la ejecución de bóvedas sin cim-
bra. Si es verdad que se han ensalzado las habilidades de los maestros en el arte de
voltear bóvedas, pero siempre de una manera más anecdótica que descriptiva. Tan solo
en los últimos años han aparecido diversos trabajos en los que se han realizado clasifi-
caciones y aproximaciones a la técnica de ejecución.
Desde el punto de vista práctico como los artículos de José Sánchez Leal, o analizando
los comportamientos estructurales como el trabajo de Fortea y Lopez, la bóveda extre-
meña se ha revitalizado. En Cataluña los trabajos de Bassegoda Musté o Tarragó, en
Madrid los trabajos de Luis Moya y fuera de nuestro país los trabajos de Philippe Ara-
guas o Turpin Banister en Francia, Ricardo Gulli en Italia o Alfonso Ramírez en México,
convierten esta técnica constructiva en interesante elemento de estudio en cuanto al
análisis comparado de las distintas variantes regionales, campo que dejaremos para otra
ocasión. En esta publicación nos centraremos en el desarrollo de la técnica constructiva
en base a las experiencias de los maestros albañiles extremeños.
Llegados a este punto no podemos pasar sin mostrar nuestro agradecimiento a quienes
de una forma u otra han hecho posible esta publicación. A José Sánchez Leal, promotor
de los primeros estudios de las bóvedas extremeñas, compañero ya ausente con quien
tuvimos la ocasión de intercambiar experiencias. Al experto en arte medieval Philippe
Araguas, de la Université Michel de Montaigne, Bordeaux, por poner a nuestra disposi-
21
22
Las casas de pueblo son las raíces donde la memoria, de generaciones pasadas y
venideras, materializa sus necesidades, sus deseos y sus aspiraciones. En la casa se es-
cribe el diario de la familia. Desde el nacimiento hasta la muerte, el ciclo vital de sus ha-
bitantes se refleja en sus muros. Desde la fotografía de los abuelos que aun cuelga en la
pared de la sala hasta la primera “mano de cal” que se oculta bajo una infinidad de capas
de pintura acumuladas año tras año, podemos deshojar el libro del tiempo que encierran
sus paredes. Esas capas, conforman una estratigrafía en los ámbitos domésticos donde
se muestran las vicisitudes de diferentes etapas de habitación.
Tras el invierno y con la llegada del buen tiempo las estancias volvían a cubrirse con
una capa de cal que poco a poco iba suavizando ángulos y aristas. Pero a veces,
esta operación, también mostraba otros aspectos de la vida doméstica como era el en-
jalbegado de estancias por la presencia de personas enfermas o fallecimientos. En éste
caso la cal guarda un trasfondo profiláctico perteneciente a remotas tradiciones que se
han mantenido vigentes hasta nuestros tiempos.
De igual forma que la cal nos guía sobre determinados aspectos de la forma de vivir del
grupo que habita la casa, el resto de elementos que configuran la vivienda son testigos
de un modelo de vida que ha evolucionado a un ritmo muy diferente al que la sociedad
actual nos tiene acostumbrados. Todavía hoy, la contemplación de este patrimonio rural
que componen las casas de nuestros pueblos, evoca imágenes de tiempos pasados
23
trayéndonos a nuestra memoria imágenes de una niñez transcurrida entre gruesos mu-
ros de alcobas frescas y siestas obligadas.
La disposición de la planta y la estructura de la casa, son influencia directa del clima, los
materiales y la estructura social de cada pueblo1. Estas pueden compararse a los seres
vivos, nacen cuando las construyen sobre un solar, crecen cuando son ampliadas, se
reproducen cuando se realizan segregaciones y mueren cuando se abandonan y entran
en ruina. Siendo como es nuestra intención analizar la casa en su etapa adulta y más
evolucionada, debemos centrarnos sobre aquellas viviendas que llegaron a una etapa he-
gemónica desde un punto de vista de las técnicas tradicionales constructivas empleadas
y anteriores al actual sistema constructivo viciado por normativas y materiales foráneos
que borran el marcado carácter local de las construcciones para convertirlas en modelos
repetidos en cualquier parte del planeta.
24
Fig. 1: Pasear por las calles de cualquier población bajoextremeña permite conocer como la apa-
rición de nuevos materiales ha transformado el aspecto exterior de nuestras casas. (Foto autor)
Nuestro trabajo pretende plantear una visión poliédrica de uno de los modelos de ar-
quitectura tradicional de nuestra región más consolidados, tanto temporal como geográ-
ficamente. Para ello proponemos analizarlo desde un punto de vista antropológico:
2
La solución, independientemente de lo fuera de tono que esté en cuanto a conservación y mantenimiento
de la arquitectura popular, no puede negársele la justificación practicista de la propiedad y el albañil, que
piensan que si es bueno para impermeabilizar paredes en zonas húmedas del interior, por qué no va a ser
bueno para impermeabilizar la fachada de la casa de las inclemencias del tiempo.
25
Suscribe Rubio Masa3 como definición más completa de arquitectura popular, aquella
que el geógrafo George Pierre da, identificándola como un producto de la tierra que
se crea con los medios naturales que proporciona el entorno. Al tiempo, distingue entre
dos niveles o fases: una descriptiva y técnica, de la que resulta el tipo de construcción, la
elección de materiales y la adaptación del edificio a las formas de explotación local; otro
nivel o fase es el económico y social del que resulta la homogeneidad o heterogeneidad
de las casas, que son la expresión de la unidad o diversidad económica y social.
En esta ocasión, consideraremos arquitectura rural aquella que se ha realizado sin la eje-
cución de proyectos previos realizados por arquitectos o aparejadores. Esta arquitectura
surgía de un cliente, que era quien elaboraba la idea primigenia con arreglo a sus nece-
sidades, y de un maestro alarife, que con su experiencia ponía en pie lo que el cliente
deseaba4. Hoy éste concepto de elaboración de proyecto de una manera humanizada,
en el que cada hogar es único y diferente y cubre las necesidades del grupo familiar, se
va desplazando por el efecto de industrialización que llega al mundo de la construcción
y que aboga por la realización de grandes grupos de viviendas en serie, idénticas todas
ellas y diseñadas según los criterios personales del promotor de economía de costos en
proceso constructivo y máximo aprovechamiento del espacio habitable persiguiendo
casi siempre el fin del mayor beneficio económico posible.
Podemos asegurar que la arquitectura rural no carece, como pueda parecer en un prin-
cipio, de fundamentos que sienten una base sólida a la hora de construir. Al contrario,
3
RUBIO MASA, J. C. Arquitectura Popular en Extremadura. Cuadernos populares, nº8. E.R.E. Salamanca.
1985. Pág. 3.
4
GONZALEZ RODRIGUEZ, A. Extremadura popular. Casas y pueblos. Col. Arte/arqueología. Dip. de
Badajoz. Badajoz, 2005. Pág. 305.
26
nada se realiza sin que la experiencia garantice que lo que se construye es seguro -salvo
excepciones de avezados constructores que o bien anteponían el atrevimiento a la pru-
dencia, o bien alcanzaban su grado sin una formación práctica lo suficientemente sólida.
27
Fig. 2: Tras el derribo y limpieza del solar donde se construirá una nueva vivienda, las últimas
huellas de una casa con bóvedas son el testimonio de un pasado que quedará oculto tras una es-
tructura de hormigón armado con cerramientos de ladrillo. (Foto autor)
28
29
Queda por tanto bien claro, ya sea de una forma u otra, que los sistemas constructivos
considerados como tradicionales no se mantienen puros sino que son fruto de un constante
desarrollo evolutivo. A pesar de ello, habrá siempre un interés de economizar costes
manteniendo las garantías de seguridad y estabilidad.
El uso del hormigón armado pasó de las grandes obras públicas a la vivienda tradicional
ofreciendo un sistema constructivo relativamente sencillo en el que más que la habili-
dad del maestro alarife lo que se necesitaba era maquinaria y medios auxiliares que
acelerasen el ritmo de construcción (Fig.3). Las técnicas tradicionales, que no eran váli-
8
ADELL ARGILES, J. Mª. y ROLANDO AYUSO, A. “Luis Moya y las bóvedas tabicadas en la posguerra
española.” Informes de la construcción. Vol. 57, nº 496, 2005. Págs.. 25-30.
9
STRIKE, J. De la construcción a los proyectos. La influencia de las nuevas técnicas en el diseño arquitectónico, 1700-2000.
Ed. Reverte. Barcelona, 2004. Pág. 158.
10
CASTRO VILLALBA, A. Historia de la construcción arquitectónica. 2ª Ed. UPC. Barcelona, 1999. Pág. 333.
30
Fig. 3: Las ampliaciones y rehabilitaciones combinan los sistemas constructivos tradicionales con
las nuevas técnicas constructivas produciendo ensamblajes imposibles que escapan a razones
lógicas desde un punto de vista técnico, pero que la experiencia y el paso del tiempo se encarga
de validar . (Foto autor)
das para obras de gran envergadura, pasaron a ser denostadas y tachadas de inseguras
incluso para la más pequeña de las viviendas. Así el saber acumulado por siglos de expe-
riencia se relegó al olvido sin que nadie se ocupara de adecuarlo a los nuevos tiempos.
31
sona que tenía la capacidad de trabajar en todos los niveles y desarrollar correctamente
sus cometidos, consecuencia de una formación eminentemente práctica que había ad-
quirido al pasar por todos y cada uno de los niveles inferiores hasta alcanzar el grado
superior de maestro albañil.
En el caso que nos ocupa, como en otros, se impone la necesidad de recoger esta
tradición que forma parte de la riqueza cultural de nuestra región y dejar constancia
escrita de ella para evitar que con la desaparición de los últimos maestros, esta se pierda
también. De esta forma, aunque no sea lo mismo que aprender a pie de obra con el
maestro, se podrán formar nuevos especialistas en un oficio abocado, si no se pone
solución a tiempo, a la más absoluta disolución entre las brumas de las profesiones u
oficios desaparecidos.
Deseamos pues que generaciones venideras conozcan la realidad de una época en la que
se construía de una determinada forma y de cómo con la llegada de los nuevos sistemas,
una técnica compleja, fruto de una evolución práctica a lo largo de varios siglos, quedó
relegada a un segundo plano. Este sistema llega a tacharse en ocasiones de retrógrado
y no correcto cuando en realidad planteaba una solución en la que se compaginaba
la belleza de la solución con la facilidad de su ejecución y su carácter resistente
cumpliéndose una máxima tan antigua como es la de las tres componentes vitruvianas13
que deben integrarse de forma equilibrada en el proceso arquitectónico14 (Fig. 4).
12
Véanse los trabajos de FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V.. Op. Cit. o CARMONA BARRE-
RO, J. D. La bóveda tabicada extremeña. Estudio del sistema en una población de la Baja Extremadura. El modelo alan-
geño. Proyecto Fin de Carrera (inédito). E. U. Politécnica de Cáceres. Cáceres, 1999.
13
Nos referimos a las tres condiciones básicas que según Vitrubio debía cumplir cualquier arquitectura que
se preciara de serlo: Venustas (Belleza), Firmitas (Firmeza) y Utilitas (Utilidad).
14
ALONSO PEREIRA, J. R. Introducción a la historia de la arquitectura. De los orígenes al siglo XXI. Ed. Reverte.
Barcelona, 2005. Pág. 71.
32
Fig. 4: Lo práctico, definido por la utilidad y la firmeza, unido a la belleza convierten a este siste-
ma constructivo en arquitectura. (Foto autor)
En un último momento, cuando parecía que no había vuelta atrás y que la sabiduría de
los viejos alarifes se iba a perder, surgieron nuevas propuestas para revitalizar las técni-
cas tradicionales. En esa línea se incardina éste trabajo con el que se pretende recuperar
los principales aspectos teóricos de la construcción de bóvedas tabicadas sin el uso de
cimbras y su integración en las viviendas tradicionales de las poblaciones extremeñas.
33
34
Badajoz. 1981
15
No debemos olvidar el interesante movimiento regionalista que surgió en la región durante esa época
dando lugar a la creación de sociedades como la del Folk-lore Frexnense o publicaciones como la Revista de
Extremadura donde se tratan temas y promueven valores que refuerzan un espíritu de extremeñidad.
16
GONZALEZ DE LINARES, G. “La tradición de la arquitectura rural”. Rev. Arquitectura, nº 12. Madrid,
1919. Págs. 90-92.
17
LAMPEREZ Y ROMEA, V. Arquitectura Civil Española de los siglos I al XVIII. Madrid, 1922.
18
MORENO VILLA, J. “Sobre arquitectura extremeña.” Rev. Arquitectura, nº 151. Madrid, 1931. Págs.
361-363.
19
CARO BAROJA, J. Los pueblos de España. Vol. 2. Madrid, 1976. Pág. 120.
35
Sobre esta propuesta coincidimos con la opinión de Flores del Manzano25 en cuanto
al carácter ambiguo y generalizador de los términos “castellano” y “andaluz”. Si bien
debemos recordar que el trabajo de García Mercadal se centra en las construcciones
“campestres” a las que da poquísima importancia en la región26. El mismo autor en la
descripción de las tres variantes de casas establecidas, pasa de largo de la que
correspondería a la zona sur, que califica de influencia andaluza y que abarcaría el área
de la provincia de Badajoz.
20
TORRES BALBÁS, L. “La vivienda popular en España”. Folklore y costumbres de España. Vol. III. F. Carre-
ras Candi, (dir.) Ed. Alberto Martín. Barcelona, 1934. Págs. 137-502.
21
GARCÍA MERCADAL, F. La casa popular en España. Madrid, 1930.
22
FLORES LÓPEZ, C. Arquitectura popular española. Vol. III. Madrid, 1973-1979. Págs. 482-553.
23
FEDUCHI, L. Itinerarios de arquitectura popular española. La meseta central. La mancha del Guadiana al mar.
Tomo V. Barcelona, 1982.
24
La mención conjunta de ambos autores la realizamos desde el conocimiento de que la obra de ambos par-
te de la base del trabajo del equipo de Torres Balbás que se presentó en 1923 para el premio Charro-Hidalgo
convocado por el Ateneo de Madrid bajo el título “La arquitectura popular en las distintas regiones de Es-
paña.” Dicha memoria, premiada, fue utilizada posteriormente por García Mercadal para la publicación de
su libro “La casa popular en España.” Finalmente Torres Balbás completaría dicho trabajo incluyéndolo en
la obra coral dirigida por Carreras y Candi, “Folklore y costumbres de España.” con el título de “La vivienda
popular en España.” TORRES BALBÁS, L. Op. Cit. Pág. 142.
25
FLORES DEL MANZANO, F. Características diferenciales entre la arquitectura de la Alta y Baja Extre-
madura y su relación con el medio. “Actas de las III Jornadas de estudio para la defensa de la Arquitectura
Popular Extremeña.” Mérida, 1982. Documentación mecanografiada sin paginar.
26
GARCIA MERCADAL, F. Op. Cit. Pág. 67.
36
Como veremos más adelante, ambos autores –García Mercadal y Torres Balbás- hacen
referencias a las bóvedas extremeñas y a la peculiaridad de su ejecución sin cimbra, jus-
tificando su presencia habitual en la arquitectura popular extremeña como consecuencia
de la falta de madera de construcción y la dificultad que plantea traerla del norte por la
barrera del Tajo27.
Por otra parte y siguiendo la pauta marcada por los trabajos anteriores de Torres Balbás
y García Mercadal, menciona la permeabilidad de la frontera andaluza y la proliferación
de modelos de esta región en el sur de Extremadura29, volviendo a insistir en la abun-
dancia de bóvedas de ladrillo de diferentes tipos30.
En la escueta reseña que Caro Baroja hace sobre la casa extremeña no se olvida de men-
cionar algunos elementos característicos de la misma. Así dice: “Ostentan con mucha
frecuencia (…) arcos y bóvedas, así como chimeneas monumentales y desproporciona-
das a la vista.”31 Siguiendo sin duda los trabajos anteriormente mencionados.
27
TORRES BALBÁS, L. Op. Cit. Pág. 449 y GARCIA MERCADAL, F. Op. Cit. Pág. 68.
28
FLORES LÓPEZ, C. Op. Cit. Págs. 482-486.
29
Ibídem. Pág. 488.
30
Ibídem. Pág. 494.
31
CARO BAROJA, J. Op. Cit. Pág. 121.
37
En Extremadura tuvo que llegar el estatuto de autonomía para que, dentro de la fiebre
regionalista que se desató a comienzo de la década de los años 80 del pasado siglo, se
acometieran los primeros estudios monográficos sobre aspectos de la arquitectura de
nuestra región. Las primeras reuniones que tomaron conciencia de conservación de
este patrimonio rural llegaron en forma de jornadas con la celebración de las Jornadas
de Estudio para la defensa de la Arquitectura Popular Extremeña32 donde intervinieron
especialistas tanto de carácter nacional33, como de carácter regional34, en cuanto sus
estudios acometidos.
32
De estas jornadas se celebraron en tres convocatorias, las actas de las dos primeras (1980-81) aparecieron
publicadas en un solo volumen, mientras que el contenido de las terceras (1982) no pasó de los textos me-
canografiados que entregaron con la documentación de las jornadas.
33
Procedente de fuera de nuestra región intervendría entre otros D. Fernando Chueca Goitia.
34
La aportación propia conocedora a fondo la situación real de nuestro patrimonio arquitectónico tradicio-
nal la representaron especialista como Alberto González Rodríguez, Fernando Flores del Manzano o José
Sánchez Leal entre otros.
35
RUBIO MASA, J. C. Op. Cit.
36
CHANES, R. y VICENTE, XIMENA. Arquitectura popular en la Vera de Cáceres. Madrid, 1973.
37
PIZARRO GOMEZ, F. J. Arquitectura popular y urbanismo en el Valle del Jerte. Badajoz, 1983.
38
Realizadas las clasificaciones básicas, Rubio analiza las técnicas y los materiales pre-
sentando un completo y a la vez resumido catálogo de los sistemas constructivos de
uso habitual39. Posteriormente desarrolla aspectos sobre las actividades económicas
y las jerarquías sociales y su reflejo en la vivienda40. Finalmente un recorrido por la
región dividida en comarcas naturales desmenuza las variantes locales y, dentro de estas,
las subvariantes en función de los diferentes estratos sociales a los que pertenecen los
propietarios de las casas41.
Esta es, sin duda, la primera monografía sobre la arquitectura popular extremeña que
realizó un análisis exhaustivo de la edilicia tradicional sentando las bases de futuros
trabajos que profundizarían en unos u otros aspectos así como en el estudio de deter-
minadas comarcas o poblaciones.
La década de los 90 supuso el salto definitivo para los estudios sobre arquitectura popu-
lar extremeña. El trabajo de Masa se vio completado por las publicaciones de diferentes
autores entre los que destaca Alberto González Rodríguez, que aunque ya en la década
de los 80 había publicado diferentes trabajos sobre este tema en obras colectivas, su
primera monografía sobre arquitectura popular42 no salió a la luz hasta 1990.
La obra de González imprime el carácter científico del que se encontraba falta la arqui-
tectura popular de la región, si bien estos trabajos se centran en la baja Extremadura,
completan con su carácter ensayístico la realidad de un momento, válido para toda la
región, en el que la arquitectura tradicional se encuentra avocada a su desaparición. En
su trabajo sobre transformación urbanística y constructiva43, se hace eco del cambio que
se produce en la sociedad rural con la llegada de los nuevos sistemas constructivos y los
nuevos materiales. De igual manera describe como estas circunstancias afectan a la fi-
sonomía de nuestros pueblos. Del mismo año y autor es otra publicación imprescindible
38
RUBIO MASA, J. C. Op. Cit. Pág. 4.
39
Ibídem. Págs. 5-7.
40
Ibídem. Págs. 7-8.
41
Ibídem. Págs. 9-30.
42
GONZALEZ RODRIGUEZ, A. Extremadura popular. Casas...
43
GONZALEZ RODRIGUEZ, A. Transformación urbanística y constructiva de Extremadura. Badajoz, 1993.
39
Durante los siguientes años han surgido publicaciones monográficas que se centran
sobre la arquitectura de determinadas poblaciones45 o sobre técnicas constructivas tradi-
cionales46. En ellos se analizan de forma pormenorizada movimientos estilísticos dentro
de la arquitectura extremeña en ámbitos locales y técnicas constructivas en la región.
Siguiendo el carácter regional, otros estudios nos han dejado catálogos47 y tipologías de
estas construcciones así como sus influencias en zonas alejadas48
Con la llegada del nuevo siglo, la Asociación por la Arquitectura Rural de Extremadura
(ARTE) ha promovido la edición de varias obras colectivas en forma de monografías
sobre arquitectura vernácula extremeña49 además de una publicación periódica que bajo
el nombre de “Piedras con raíces”50 en las que se recogen una serie de artículos sobre
la conservación y puesta de valor de las construcciones tradicionales de la región ex-
tremeña.
Dentro de las últimas publicaciones cabe destacar el trabajo sobre la casa del llano en
la Serena de Saumell Lladó51 donde, además de analizarse las tipologías constructivas
de la zona, se establecen propuestas de continuidad con la adecuación de los espacios
existentes a usos actuales.
44
GONZALEZ RODRIGUEZ, A. Las poblaciones de la baja Extremadura. Salamanca, 1993.
45
Veanse trabajos como TORO FERNANDEZ, B. Urbanismo y arquitecturas aristocráticas y de renovación bur-
guesa en Zafra (1850-1940). Zafra, 1994; PEÑA GOMEZ, Mª Pilar de la. Arquitectura y urbanismo de Llerena.
Llerena, 1991.
46
FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V. Op. Cit.
47
MALDONADO ESCRIBANO, J. Cortijos en la tierra de Badajoz. Badajoz, 2008.
48
RUIZ MATEOS, Aurora. Arquitectura civil de la orden de Santiago en Extremadura: la casa de la Encomienda: su
proyección en Hispanoamérica. [Badajoz]: Diputación Provincial de Badajoz, 1985
49
ARTE, La arquitectura vernácula: Patrimonio de la Humanidad. Badajoz, 2006.
50
De la revista Piedras con raíces se han publicado 13 números entre los años 2002 y 2006, con posterioridad
aparecieron las monografías mencionadas.
51
SAUMELL LLADO, J. Habitaciones con historia. La casa de llano en la Baja Extremadura. Col. Raíces. Badajoz.
2008.
40
Una vez revisado el estado en el que se encuentran los estudios sobre arquitectura tradi-
cional en nuestra región, nos centramos en el estudio de las casas abovedadas como
tipología evolucionada de la arquitectura popular de la baja Extremadura partiendo de
un análisis previo de la técnica constructiva que las caracteriza: la bóveda tabicada ex-
tremeña.
41
42
Lo Rey. Merino, fem vos saber que nos havem començat de fer
obrar lo real de Valencia e havem trobada una obra de guix e de
rejola fort profitosa, fort espeegada e de pocha messio, per que us
manam que façats venir Farayg e un dels millors maestres que y
sien per tal que vegen aquesta obra com se fa e que semblant la
puscats fer aqui, e si vos voliets e podiets venir ab ells per regon-
exer la dita obra e veure la a ull, fariets nos en gran plaer e servey.
Dada en Algezira sots nostre segell secret a XX de Juny del any
MCCCLXXXII Rex Petrus.
El hecho de que una casa sea o no de bóveda, implica una subida en el escalafón social
por parte de sus propietarios. La pervivencia de este hecho aún queda patente cuando
52
Nuestro agradecimiento a Philippe Araguas de la Universidad Michel de Montaigne-Bordeaux III que nos hizo lle-
gar este texto, en el que se documenta la primera referencia escrita a una bóveda tabicada en España conocida hasta el
momento.
43
Resulta difícil establecer la edad de una bóveda ayudándonos de la cronología que data
el edificio donde se encuentra, pues son muchas las reformas a las que se somete el
edificio a lo largo de su vida y no siempre estas son contemporáneas a la construcción
de la casa. La construcción tradicional que anteriormente al uso de las bóvedas se había
venido ejecutando en la localidad y por ende en toda la comarca, se adapta perfecta-
mente a las reformas que contemplan la inclusión de bóvedas en su estructura.
44
tales de madera que separan la planta alta de la planta baja como para construir bóvedas
de rosca o tabicadas que conformen una separación más duradera y resistente53. Sin
duda uno de los principales valores de este sistema constructivo es la resistencia al
fuego, aunque también se tiene en cuenta en estas zonas, la capacidad portante del
elemento constructivo y la utilización de las plantas altas como almacenes de grano, para
lo que se dotan de una sencilla compartimentación –trojes– que suele coincidir con las
divisiones de la planta inferior.
53
SOTOMAYOR, J. de: Modo de hacer Incombustibles los Edificios, sin aumentar el coste de construcción: extracto de el
que escrivió en francés el Conde Espie: Ilustrado y añadido por Don Joachin de Sotomayor, y adornado de los diseños precisos
para su inteligencia. Madrid: Oficina de Pantaleón Aznar, 1776.
54
GUASTAVINO MORENO, R. La construcción cohesiva y su función en la arquitectura. CEHOPU. Madrid,
2006. Pág. 15.
45
Tiempo después, tal vez como consecuencia de la expulsión de los moriscos y judíos de
España la técnica de la bóveda tabicada entra en total decadencia. Como más adelante
veremos, en el apartado dedicado a la profesión, pensamos que mientras en España se
pierde parte de las técnicas de los alarifes, en Portugal continúan desarrollándose, ya sea
porque los moriscos que pueblan la región opongan resistencia a abandonar tierras cono-
cidas y optar por un exilio no muy lejano, o ya sea porque al igual que en esta parte de
España existían albañiles mudéjares, al otro lado de la raya también los había. Sería in-
teresante estudiar los movimientos de los expulsados para comprobar realmente cuales
fueron estos desplazamientos y si han tenido o no alguna influencia en la pervivencia de
un sistema y la decadencia de otro.
Llegados a este punto debemos distinguir entre la bóveda tabicada extremeña y la bóve-
da de rosca o extremeña propiamente dicha. La primera se ejecuta con el ladrillo puesto
de panderete, con lo que se construye una lámina curva cuyo espesor es la medida del
canto del ladrillo. La bóveda de rosca o extremeña, a diferencia de la anterior se realiza
con el ladrillo puesto a sardinel, es decir la parte de contacto entre ladrillo y ladrillo es la
tabla. La variante tabicada aparece como una alternativa a la tradicional bóveda de rosca
que plantea una solución más económica y rápida en ejecución a la vez que supone la
reducción de las cargas estructurales por disminución del peso propio de la misma.
55
ARAGUAS, P. “A. C. A. Reg. 1274 fº 87 vº: Acte de naissance de la “bóveda tabicada” ou certificat de
naturalisation de la “voûte catalane”?” Bulletin monumental, t. 156-II. Paris, 1998. Págs. 129-136.
46
Cabe destacar que tanto un sistema como el otro siempre han causado admiración por
parte de los estudiosos, pues para la construcción de estas bóvedas sin el uso de cimbras
era preciso tener una cierta habilidad en la ejecución de la misma. Ya hizo alguna
referencia sobre ello nuestro olvidado extremeño, el llerenense Joseph de Hermosilla.
En el apartado dedicado a bóvedas de su obra inédita escrita durante su estancia en
Roma, tenía un recuerdo para su tierra haciendo referencia a la pericia de los albañiles:
“Este repito, es el más seguro método de hacer las Bobedas; bien que aun
sin las cimbras se fabrican en algunos pueblos de España, con tanta exac-
titud y firmeza como con ellas. Pero siendo esta una de aquellas cosas, que
hechas merecen alabanza, pero no imitación, no me detengo a explicar el
modo de hacerse, aunque es tan fácil, que cualquiera mediano albañil en
Extremadura lo practica.”56
(…) “se hacen en parte alguna y los sustituyan, con gran desventaja, por
las que, colocando los ladrillos pegados por sus cantos con yeso, se cons-
truyen en todas partes, no ofreciendo otra dificultad, ni más merito que el
saber templar el mortero viendo este sistema en peligro de que se olvide
sin dejar consignados sus principios en los anales de la construcción; nos
hemos decidido a emprender este trabajo, que otros muchos, pudieran
hacerle más perfecto; pues menos penoso nos sería dirigir la construcción
de otras tantas bóvedas cómo hemos ordenado, aunque son muchos, para
PAREDES GUILLEN, V. Construccion sin cimbra de las bóvedas de ladrillo con toda clase de morteros. Manuscrito.
57
Caceres, 1883.
47
El nuevo sistema además de detractores tuvo sus defensores que justificaron su empleo
aun sin conocer las bases de cálculo del mismo. Así nos encontramos con ejemplos
como el del proyecto de la Casa Cuartel de la Guardia Civil de Almendralejo en cuya
memoria, el arquitecto Vaca argumentaba el empleo de bóvedas tabicadas de la siguiente
forma:
“Todo el piso bajo y parte del 1º. se cubrirá con bóvedas tabicadas de
ladrillos y enjutas rellenas de material poco pesado. La forma de estas bó-
vedas es la usual en la localidad, que aunque no son de generación geomé-
trica y sus características mecánicas no son conocidas exactamente el uso
y la costumbre permiten proyectarlas en la completa seguridad de solidez y
duración. Su forma viene dada por un principio de bóveda por arista, en la
que estas van perdiéndose hacia el centro sin clave, ni cierre estereotómico
alguno, viniendo a convertirse en bóveda esquilfada.”59
Otro tratado que tuvo gran difusión y que pregonó las virtudes de la bóveda tabicada
extremeña fue el de Ger y Lóbez60. La publicación del trabajo de este ingeniero se ex-
tendió hasta los ámbitos universitarios donde se consideró durante los últimos años del
siglo XIX y los primeros del XX como una obra imprescindible en la formación de los
futuros ingenieros. En el libro dedica un apartado a la bóveda de hojas comenzando tal
y como sigue:
Aunque el párrafo anterior hace referencia a las bóvedas de hoja, que es una variedad
de las bóvedas de rosca, entendemos que Ger y Lóbez se formó en la práctica y la ex-
periencia que obtuvo con su trabajo en la región, por lo tanto la descripción que hacía
58
Ibídem. Pág. 3.
59
VACA, F. Proyecto Casa Cuartel de la Guardia Civil. Archivo Municipal de Almendralejo. Almendralejo, 1925.
60
GER Y LÓBEZ, F. Tratado de construcción civil. 2 Tomos. Badajoz, 1898.
61
Ibídem. Pág. 258.
48
Independientemente de las causas por las que esta técnica constructiva se extiende a
través de la cuenca del Guadiana y en mayor magnitud hacia el sur de esta, lo que sí
es una realidad es que la bóveda es omnipresente en el sur de Extremadura, tanta
proliferación no puede ser ni caprichosa ni casual, es la expresión o resultado de haber
encontrado un artilugio eficaz y versátil, capaz de solventar multitud de situaciones con
los pocos recursos que se tienen a mano62.
A pesar de lo que indican Torres Balbás y García Mercadal, afirmando que habían
detectado tiempo atrás que desde el Tajo al Guadiana apenas se encontraba un solo
entramado horizontal de madera, y que todas las divisiones de pisos eran en esta zona
de bóvedas, y a veces se aplicaba ésta hasta para los tejados. Y definió la bóveda como
62
FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V. Op. Cit. Pág. 13.
63
TORROJA MIRET, E. Razón y Ser de los tipos estructurales. CEHOPU. Madrid, 1998.
64
TORRES BALBÁS, L. Op. Cit. Pág. 449 y GARCIA MERCADAL, F. Op. Cit. Pág. 68.
49
Por otra parte si coincidimos con lo que Feduchi advierte, indicando la importancia
de la que goza la bóveda en Extremadura, llegando a calificarla como el elemento más
propiamente extremeño, “capaz por si solo de individualizar una arquitectura y calificar
muy positivamente la preparación de sus constructores, situando su origen en la con-
servación de las técnicas de las que los romanos fueron introductores y maestros y más
concretamente quizás de las desarrolladas durante el imperio bizantino”.66
A comienzos de la década de los 80, cuando ya parecía avocada a desaparecer del mun-
do de las técnicas constructivas en uso, José Sánchez Leal, planteó la recuperación de
esta técnica tradicional de la Baja Extremadura67, de la que con anterioridad habían
hecho mención otros autores -García Mercadal, Feduchi o Moya-. El trabajo de recu-
peración de este sistema constructivo se vuelve a retomar con mayor fuerza a finales de
los 90 cuando aparecen distintos trabajos como los publicados por Sánchez Leal68 o por
65
FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V. Op. Cit. Pág. 14.
66
Ibídem. Pág. 14.
67
SANCHEZ LEAL, J. “La bóveda tabicada Extremeña y su futuro.” III Jornadas de Estudio para la defensa de
la Arquitectura Popular Extremeña. Badajoz 1982. (Hojas sueltas mecanografiadas).
68
SANCHEZ LEAL,J. “Supervivencia de las bóvedas autosostenidas de rosca y tabicadas, extremeñas.”
Curso: Las grandes bóvedas hispanas. CEHOPU. Madrid, 1998. Págs. 107-113.
50
Fortea y López69.
Volviendo a la comunicación de Sánchez Leal, vemos que proponía como estudio in-
teresante la investigación sobre los orígenes y la causa del establecimiento en la región
del sistema abovedado conocido como bóveda tabicada al que posteriormente por su
exclusividad regional se le unió el apelativo de extremeña pese que se extendió con
posterioridad por otras regiones de la península (Tabla 1). Pasó a convertirse en un el-
emento característico en la cubrición de los espacios de la habitación rural de la Baja Ex-
tremadura del s. XIX y primera mitad del s. XX manteniéndose como solución idónea
en la mayoría de las poblaciones de esta provincia hasta que la llegada del hormigón
la desplazó convirtiéndola en un sistema constructivo anticuado, desfasado e incluso
menospreciado.
Nos encontramos en condiciones de asegurar que a mediados del siglo XIX los alarifes
que vienen de Portugal, plantean la solución de la bóveda tabicada como una alternativa
económica a la bóveda de rosca (fig. 5). Así ante esta ventajosa oferta, muchos individuos
pertenecientes a una clase media que poseían viviendas con techumbres de madera y no
tenían posibilidad de construir bóvedas de rosca, encontraban en la bóveda tabicada una
solución igual de práctica pero menos gravosa70. Lógicamente estas bóvedas tabicadas
se hacían para revestirse posteriormente con un revoco de cal, decorándose a veces
de una manera más o menos profusa con motivos geométricos o vegetales estilizados
cuyos diseños dependían de la pericia del maestro que la realizaba.
69
FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V. Op. Cit. Pág. 13
70
CARMONA BARRERO, J. D. y CALERO CARRETERO, J. A. “Art. Cit.” Pág. 275
51
DESCRIPCIÓN DE LA TÉCNICA
Cuando comenzamos a investigar sobre esta técnica constructiva allá por el año 1999,
hacía más de veinte años que no se construía una bóveda en la población que se ha
cogido de modelo para este estudio. La suerte y también la insistencia por nuestra parte
en el deseo de ver cómo se ejecutaban jugaron a nuestro favor cuando conseguimos
que, en la rehabilitación de una vivienda71, uno de los maestros albañiles con más años
de experiencia decidiera levantar dos bóvedas de arista en dos espacios donde no
71
Véase la ficha del catálogo de casas correspondiente al epígrafe ALA-ENC-18.
52
existían. Durante dos fines de semana, seguimos el proceso de ejecución de las mismas
registrándolo mediante fotografías y video con el fin de que quedara registrado con la
mayor cantidad de datos posibles. Seguidamente haremos una descripción de cómo se
realizó dicho trabajo tal y como se nos mostró a nosotros. Por nuestra parte se añadirán
aquellas notas aclaratorias y citas con referencias a otros trabajos cuando la explicación
lo requiera.
Las bases de diseño geométrico para el replanteo de las bóvedas tabicadas, que se habían
de construir sin uso de cimbra, fueron hasta este momento fruto de la transmisión oral
de maestros a aprendices. La imposición de la técnica constructiva en la región extreme-
ña, debido principalmente a la economía de materiales, hizo que los que hasta entonces
construían toda suerte de bóvedas de rosca, también sin uso de cimbra, se adaptaran
al nuevo sistema manteniendo los criterios de diseño anteriores. Nos encontraremos
con que, no con pocos reparos, los constructores utilizaron como trazas para las nue-
vas bóvedas los arcos generatrices de medio punto o circunferencia empleados en las
bóvedas de rosca.72 Durante los primeros años en los que esta técnica se impuso como
sistema habitual de techo en viviendas, rara vez se rebajaba el arco generador de este
trazado. Solo cuando la experiencia producida por la repetición del proceso daba la su-
ficiente confianza al maestro constructor, este optaba por la disminución de la altura de
dicho arco. El uso del arco de medio punto en la construcción de las bóvedas tabicadas
se comparaba con el de las tradicionales bóvedas de rosca, creyéndose que cuanto más
vertical fuese el arranque del arco, más vertical sería la descarga de fuerzas, evitándose
de esta forma los empujes laterales.
72
Véanse las fichas del catálogo de casas correspondientes a los epígrafes ALA-ENC-10 y ALA-ENC-20.
El arco generatriz de las bóvedas en estas viviendas, se acerca notablemente a la semicircunferencia siendo
estas casas de las más antiguas estudiadas.
73
SOTOMAYOR, J. de. Op. Cit. Pág. 3.
53
Llegados a este punto debemos reseñar que el proceso evolutivo que describimos aquí
se refiere a grupos que carecían de una formación académica y sus conocimientos se
limitaban a la experiencia del día a día. Ya durante los siglos XVII y XVIII diversos
estudiosos se planteaban soluciones a la cubrición de espacios mediante bóvedas de pie-
dra completamente planas, pero los alarifes locales carecían de formación para asimilar
los conceptos de los tratados de arquitectura al uso en la época.
Para la ejecución de una bóveda que se realizaba para cubrir un espacio existente era
preciso marcar en primer lugar las alturas, tanto de arranque como de clave en todas
las paredes. Para ello, se señalaron en todo el perímetro de la habitación la línea de
arranque, a una altura de 2,50 mts. desde el suelo, indicando la altura a partir de la que
se levanta la bóveda al tiempo que es la línea donde se ubican los focos de la semielipse.
Unos 60 cms. por encima de dicha línea se trazaba otra que señalaba el punto de mayor
altura de la bóveda, es decir la clave de los arcos generadores. La distancia entre las dos
líneas, según el albañil, siempre oscilaba entre los 50 y 80 cms. Para espacios con una
luz de 3,00 a 3,50 mts. entre muros. La relación entre luz y altura de la bóveda queda
situada entre valores de un cuarto y un sexto de la luz, coincidiendo con los valores que
74
FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V. “Bóvedas tabicadas: Mitos.” Actas del Quinto Congreso Na-
cional de Historia de la Construcción. Burgos, 2007. Págs. 315-323.
75
PLO Y CAMIN, A. El arquitecto práctico. Madrid, 1767. Pág. 74.
54
Fig. 6: Para iniciar la ejecucion de la bóveda de arista, la primera operación es el trazado del arco
base, que suele ser media elipse. (Foto autor)
marca Fortea76.
Para el trazado de la elipse, se había de tener en cuenta la luz a cubrir entre los muros
donde se iba construir la bóveda y la altura que se iba a dar desde los arranques hasta
la clave del arco. Marcada la línea horizontal de arranque de la bóveda, se trazaba una
perpendicular en el punto medio de la línea horizontal y era prolongada hasta el punto
superior que se consideraba clave del arco. A continuación se cogía una cuerda de la
longitud de la luz del arco y con ella doblada a la mitad, se hacía centro en el punto de
la clave trazando un arco de radio ½ de la luz hasta que cortaba a la línea base por dos
puntos. Esos puntos eran los focos de la elipse; una vez colocados, ya solo quedaba cla-
var una punta en cada uno de los focos y atar a cada una de ellas a uno de los extremos
de la cuerda. Pasando un lápiz bajo la cuerda y manteniéndola tensa en todo su trazado,
la elipse se marcaba en la pared.
76
FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V. Op. Cit. Pág. 27
55
Una vez trazados los arcos, por la parte superior de los mismos se dibujó otro arco para-
lelo con una equidistancia igual al grueso del ladrillo que se iba a emplear en el cierre de
la bóveda. Sobre las claves de estos últimos arcos se clavó una punta con la finalidad de
tender unas cuerdas entre arcos opuestos que marcasen las generatrices de la bóveda.
El punto donde estas cuerdas se cruzaban, que coincidía con el centro de la bóveda, es
donde se marca el “arrepio”. Este término se empleaba para señalar la elevación que se
da a la clave central de la bóveda con relación a las claves de los arcos trazados en los
muros del perímetro77.
56
gulos esféricos que transforman el polígono base de la bóveda en la curva que sirve de
apoyo a la cúpula. La forma de triángulo esférico se mantiene en el caso de las bóvedas
vaídas o tapacoches aunque la curvatura no se diferencia de la del resto de las bóvedas.
La amplia variedad de estos cerramientos construidos por los alarifes extremeños y la
transmisión oral de los conocimientos de estos a sus oficiales fue tal vez la causa del uso
genérico del término en todas las estructuras abovedadas, con lo cual el uso del término
pechina –“perchina” en su variante local- se extendió como designación de elemento
de apoyo o arranque de la bóveda.
57
Cuando los espacios a cubrir no eran regulares, los descuadres provocados por las lindes
divisorias definían figuras caprichosas. La tendencia era la de que las aristas de la bóveda
formasen siempre ángulos de 45º con los muros.
Cuando esto no era posible se recurría al recurso de la “cola” con el que se reducía
a rectángulos regulares casi todas ellas. La cola de la bóveda era una prolongación de
78
A propósito de los empujes en las pechinas, véase GER Y LÓBEZ, F. Op. Cit. Pág. 248
58
la pechina que se alargaba hasta conseguir cuadrar la planta. Ya fray Laurencio de San
Nicolás en su obra “Arte y uso de architectura”79 mencionaba la misma denominándola
prolongo. Este recurso era habitual cuando había que corregir descuadres presentes en la
planta.
Tras el trazado de los arcos formeros de la bóveda en los muros perimetrales del espacio
a cubrir, se procedía al marcado de la pechina en cada uno de los puntos de arranque de
79
SAN NICOLAS, Fr. LORENZO DE. Arte y uso de architectura. Madrid, 1667.
59
la bóveda. Sobre dicho trazado se abría un cajeado donde se alojaría el volumen de los
ladrillos que componen la pechina (Fig. 7), habitualmente la dimensión la daba la soga
del ladrillo menos el vuelo de este sobre el muro. La altura del hueco debía ser tal que
permitiese la colocación de todas las hiladas de ladrillo, pudiéndose macizar posterior-
mente la parte sobrante del hueco.
Obtenido el asiento con la colocación del ladrillo, se repite la operación con su simétri-
co, así de forma que en la parte de la arista las hiladas queden trabadas, proporcionando
esto una mayor rigidez a la fábrica. Esta forma de traba de fábrica en la ejecución de la
pechina por la que se tallan las piezas para generar los planos de apoyo de las inmediatas
superiores aparece ya en la antigüedad. En el teatro de Gerasha, en el norte de Africa80,
se pueden observar como los sillares que forman las aristas de algunas bóvedas, están
tallados de forma similar a la anteriormente expuesta para las pechinas de ladrillo. Sa-
bemos de la importancia de la influencia bizantina en esta región, con lo cual podemos
afirmar pues, que esta forma de ejecutar la pechina responde a las técnicas constructivas
bizantinas.
Cuando las circunstancias del espacio a cubrir se volvían complejas, bien por ser un
espacio de dimensiones excesivamente desiguales en la que un lateral predomina sobre
otro, o bien por la falta de uno de estos laterales, se precisaba recurrir al uso de cimbras
80
CHOISY, A. El arte de construir en Bizancio. Instituto Juan de Herrera. Madrid, 1997. Págs. 26-27.
60
Fig. 9: Partiendo de los apoyos realizados en las esquinas y de su replanteo en los muros perime-
trales existentes se comienza el cierre de la bóveda. (Foto autor)
para crear arcos formeros que hacían las veces de apoyo en esa parte de la bóveda donde
no existía muro.
Para el caso particular de estancias alargadas, la bóveda podía modularse en varios tra-
mos, quedando la unión entre esta y la siguiente marcada por un arco formero. La
cimbra se fabricaba colocando dos rollizos de madera bajo los puntos de arranque del
arco apuntalados con otros maderos. Sobre los dos maderos horizontales se creaba
una superficie plana donde se levantaba con ladrillos sin mortero un muro con el fin
de poder desmontarlos después y recuperar el material empleado. El muro se remataba
en su parte superior con la forma del intradós de la bóveda, finalizándose con una fina
61
capa de cal sobre la que una vez fraguada se tendía arena seca. Esta arena permitía que
al descimbrar el arco no se quedaran pegados los elementos que se empleaban como
molde. Sobre la cimbra se construía el arco que serviría de apoyo a las dos bóvedas
adyacentes. El arco se doblaba hasta tres veces, es decir se podían construir con varias
hiladas superpuestas.
Cuando el arco era muy rebajado, la cimbra podía quedar formando parte del mismo.
En ese caso no se extendía arena entre cimbra y arco. Esta operación solo podía hac-
erse cuando el ladrillo inferior iba a ser revestido y se empleaba yeso o cemento en el
mortero o, como decía Ger y Lóbez “una cal excelente, como la de Extremadura, donde
es empleado este sistema.”81
Estos arcos se “hombreaban” para dar estabilidad a los mismos y evitar que colapsaran
por la delgadez después del descimbrado. El hombreado era una operación que con-
sistía en rellenar los puntos extremos de los arcos en su parte superior mediante una
fábrica de ladrillos colocados en hiladas horizontales que llegaban hasta la altura de la
clave. Este hombreado proporcionaba una mayor superficie de contacto del arco con
los muros laterales, consiguiéndose así una mayor rigidez del mismo.
El punto de unión de las bóvedas es crítico en cuanto a los esfuerzos que recibe, por lo
que resultaba habitual situar sobre el arco formero una tiranta que arriostrara los muros
sobre los que apoyaba. Las tirantas, formadas por unas barras de hierro de unos 16 mm.
de diámetro o cuadradas de 2 x 2 cms., 82 perforaban las paredes saliendo hasta el exte-
rior del edificio donde se colocaban unas placas de acero con la finalidad de anclarse a
los muros y evitar que estos volcaran por el empuje de la bóveda.
81
GER Y LÓBEZ, F. Op. Cit. Pág. 250.
82
FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V. Op. Cit. Pág. 30.
62
Fig. 10: Tan solo con la ayuda que proporcionan las cuerdas, el albañil coloca el ladrillo untado
de yeso mediante un golpe seco dado con la paleta. Solo la experiencia y la habilidad logran que
la pieza no caiga al suelo. (Foto autor)
63
La ejecución de la fá-
brica: la traba
Fig. 11: Colocando de forma alternativa una hilada en cada late- El proceso de cerrado
de la bóveda consistía en
ral, se consigue llegar al centro donde se efectura el cierre de la
bóveda. (Foto autor)
levantar arcos de forma
sucesiva y concéntrica en
todo el perímetro de la habitación cerrándose como si de una espiral se tratara. Para
ello se untaba el canto84 del ladrillo con yeso, se colocaba de forma horizontal con la in-
83
GER Y LÓBEZ, F. Op. Cit. Pág. 25.
84
El canto es el lateral más largo y estrecho del ladrillo, el más corto se denomina testa y la de mayor longi-
tud en sus dos dimensiones es la tabla.
64
clinación que marcaba el trazado del arco. Una vez colocado se daba un pequeño golpe
seco de paleta que permitía asentarlo, recogiéndose a continuación el yeso sobrante que
rebosaba por la cara de abajo, dejándose el material sobrante de la cara de arriba pues
proporcionaba una mayor resistencia una vez fraguado (Fig. 10).
Como indican Fortea y López, “hace falta una gran destreza para esta ejecución, pues
no se dispone de medios auxiliares para la correcta colocación mas que el ojo y la mano.
Obviamente estas hiladas van tomadas con yeso, y se debe sostener cada ladrillo con la
mano hasta que la acción del yeso haga que se sostenga.”85
Al igual que ocurría con los arcos formeros, a la bóveda también había que hombrear-
la, rellenando los senos con tierra y cascotes para que tuviera una mayor resistencia.
Además del hombreado el extradós se reforzaba con una lechada de yeso que cubría
toda la bóveda dándole todavía más resistencia. Si se precisaba una superficie horizon-
tal en la planta superior, se procedía a rellenar toda la parte del extradós hasta alcanzar
la horizontalidad sobre la clave central de la bóveda. El relleno más adecuado era el pro-
cedente de demoliciones: tejones y cascotes de ladrillo, aunque en determinadas épocas
también se empleó la carbonilla procedente del ferrocarril.
Las bóvedas se revestían por su parte inferior siempre que cubriesen espacios destina-
dos a la vivienda, tan solo cuando aparecen cubriendo pasajes de carros86 o sótanos se
85
FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V. Op. Cit. Pág. 30.
86
Véase la ficha con referencia ALA-ENC-33 del catálogo de casas estudiadas. En este caso las que corres-
65
Fig. 12: Tras el cierre de la bóveda se procede al enfoscado mediante mortero de cal, sacandose en
primer lugar las aristas para despues revestir los plementos. (Foto autor)
dejan sin enfoscar. El revestimiento se realiza básicamente por una cuestión de higiene
a la que acompañan ciertas intenciones estéticas. Este revestimiento se realizaba
mediante una mezcla de cinco partes de cal tamizada a la que se añade una de cemento.
Es frecuente encontrar bóvedas con “saltones” en su revestimiento, ello se debe a que la
cal no estaba del todo correctamente apagada. El “saltón” se producía por la presencia
de caliches que quedan en el interior de la capa de revestimiento y que ante una subida
del nivel de la humedad aumenta de tamaño produciendo una pequeña fractura carac-
terística en el enfoscado.
66
Fig. 13: Los acabados de las bóvedas forman un amplio catálogo, tanto por su forma como por su
ornamentación pictórica. (Foto autor)
67
VARIEDADES
Origen Extremadura Alentejo (Portugal)
Tipología
CILÍNDRICAS DE CAÑÓN DE CANUDO
DE TUMBA
RINCÓN DE DE ARTESA
DE BERÇO
CLAUSTRO
BARRETE DE CLERIGO
DE PERCHINA DE PERCINAS
DE ARISTA
DE LUNETO DE LUNETA
VAIDA TAPACOCHE PLANA
CHATA
REVOLTON ABOBADILHA DE CAIXOTOES
MATERIALES
Extremadura Alentejo (Portugal)
LADRILLO BOVEDÍN TIJOLO BURRO PANDEIRETE BUMBUM (VILA
(MOURA) VIÇOSA)
DIMENSIONES 30x15x3.5 22x10x3.5 22x10x3.5
TERMINOLOGÍA
Extremadura Alentejo (Portugal)
RETUMBO RESUBIDO
ARREPÍO
TRASDOSADO CALDEAR CALDEAMENTO
PLOMADA PENDOLÓN
PESILLO
87
Véanse como ejemplos las fichas con referencias ALA-BAÑ-20, ALA-BAÑ-22 o ALA-BAÑ-37 del ca-
tálogo de casas estudiadas.
88
Véanse como ejemplos las fichas con referencias ALA-BAÑ-30 o ALA-NUE-10 del catálogo de casas
estudiadas.
68
a las aristas89 adquiriendo perfiles que recuerdan las secciones de los nervios de las
grandes bóvedas del gótico. Las formas más recurrentes son los motivos vegetales es-
tilizados90 y las formas geométricas estrelladas en plantas cuadradas91 y compuestas en
plantas rectangulares92.
Los modelos de bóvedas que con mayor frecuencia cubren los espacios domésticos son
las bóvedas de aristas, seguidas de las aristas compuestas con lunetos, menos frecuentes
son las vaídas o tapacoches y las bóvedas de artesa, recayendo la singularidad en las
bóvedas de paraguas por su poca proliferación93 (Fig.13).
89
Véanse como ejemplos las fichas con referencias ALA-ALM-05, ALA-BAÑ-26 o ALA-BAÑ-29 del ca-
tálogo de casas estudiadas.
90
Véanse como ejemplos las fichas con referencias ALA-BAÑ-40 o ALA-BAÑ-67 del catálogo de casas
estudiadas.
91
Véanse como ejemplos las fichas con referencias ALA-ALM-05 o ALA-BAÑ-26 del catálogo de casas
estudiadas.
92
Véanse como ejemplos las fichas con referencias ALA-ALM-50 o ALA-ENC-21 del catálogo de casas
estudiadas.
93
De la sabiduría local nace una forma de distinguir si las bóvedas de paraguas fueron construidas por un
maestro local o un maestro portugués. Nuestro amigo Antonio Molino, copropietario con su hermana Inés
de un interesante edificio construido en los primeros años del siglo XX y que alberga el Hostal Juan Dios,
nos comentaba bajo una de sus bóvedas que las de paraguas deben tener el mismo numero de aristas que
varillas un paraguas real, por tanto si la bóveda tiene seis aristas, se identifica con un paraguas español y por
tanto su constructor era de esta nacionalidad. Si en cambio si la bóveda tiene ocho aristas como el paraguas
portugués, la nacionalidad del constructor es lusa.
69
70
FUNDAMENTOS Y CONDICIONANTES DE LA
ARQUITECTURA POPULAR DOMÉSTICA ALANGEÑA
El pueblo de Alange, con una fuerte tradición agrícola y ganadera, se vio sometido en
las últimas décadas del siglo XX a un profundo cambio impuesto por circunstancias
externas que obligaron a sus habitantes a replantearse una forma de vida que había
permanecido prácticamente inalterada desde varios siglos atrás. Podemos considerar
tres puntos claves como artífices de este cambio de actividad, puntos que se desarrollan
todos a partir de la década de los ochenta94.
94
TALLER DE ESTUDIOS SOCIALES Y TERRITORIALES. (1994). Alange Villa Termal. Un Proyecto de
Futuros. Badajoz. 1994.
71
Fig. 14: Cancho de la pata del buey, característica formación rocosa del entorno de la población.
(Tarjeta postal hacia 1920).
Como segundo punto motivador de ese cambio de actividades, tenemos el auge que
cobraron los balnearios y el resurgir de las curas de tipo naturista. En las décadas de los
60 y 70 el termalismo, tiene sus hora más bajas, debido al rechazo que ciertos grupos
científicos, más partidarios en una elaboración basada en productos de laboratorios
farmacológicos que en curas de tipo alternativo.
72
El tercer y definitivo condicionante fue la construcción del embalse que supuso un duro
revés para la población vinculada directamente con los sectores agrícola y ganadero,
pues el abandono de estas actividades tradicionales no se hizo de forma voluntaria. La
inundación de las tierras obligó a muchas personas a cambiar de actividad al quedar-
se sin tierras. Los afectados, tanto propietarios como aparceros y jornaleros buscaron
otros medios que proporcionasen sustento al grupo familiar.
El embalse de Alange con una capacidad de 851,7 Hm3 en su cota máxima supuso la
aparición de un nuevo espacio alrededor del cual se abre un amplio abanico de posibi-
lidades, que naturalmente necesita de una gran infraestructura todavía sin realizar. La
superficie ocupada por el embalse es de 5.144,2 Has. lo que hace que haya una longitud
de perímetro de costa de 180 kms. siendo la cota máxima de inundación de 275,56 mts.
sobre el nivel del mar95.
Según indica la Confederación Hidrográfica del Guadiana: “La Presa de Alange, sobre
el rio Matachel, constituye un importante elemento en la regulación lateral de la cuenca
del Guadiana, que permitirá, aumentando los recursos hidráulicos disponibles, laminar
95
C. H. G. Embalse de Alange. Folleto informativo editado con motivo de la finalización de las obras de la
Presa de Alange.
73
las avenidas que producen daños en las poblaciones y vegas situadas aguas abajo de su
emplazamiento (Merida, Badajoz, etc.). Su puesta en servicio, además de un aprove-
chamiento hidroeléctrico, permitirá resolver o mejorar los abastecimientos de Alange,
Zarza, Oliva, Almendralejo, Calamonte y Mérida.
Las posibilidades de esta obra no se agotan en las citadas, ya que el embalse de Alange,
previa oportuna ordenación territorial, permitirá su aprovechamiento para usos recre-
ativos y potenciará el atractivo turístico de Alange, abriendo la posibilidad del estableci-
miento en zonas adecuadas (islas y penínsulas) de reservas para la fauna.”
ENTORNO FÍSICO
Es este sin duda el aspecto determinante que con mayor incidencia determina la con-
figuración del pueblo, debido principalmente a que la singular orografía del terreno
contribuye como base o sustento principal a todo lo que el hombre ha creado so-
bre él. Imaginando el lugar que ocupa el actual casco urbano sin construcciones tal y
como pudo se antes de que la intervención humana modificara el paisaje, llegaría hasta
nosotros la imagen de la parte final de una cordillera que en sus últimas estribaciones
corresponde a la Sierra de Peñas Blancas que se une a un promontorio rocoso –Cerro
del Castillo– adoptando la forma de una silla de montar.
Sobre esta silla y de forma esporádica afloran crestones de cuarcitas y areniscas ferru-
ginosas que dan lugar a formaciones rocosas denominadas “canchos” por los locales.
Estos se distribuyen en el paisaje urbano integrándose totalmente en él y recibiendo
sugestivos nombres que evocan a tiempos remotos en los que se identificaron con
sucesos ya perdidos en la memoria colectiva. “Canchos de los Toros”, “Cancho de la
Picota”, “Cancho de la Piedra Loba” o “Cancho de los enamorados” salpican evocado-
res el entorno de la villa (Fig. 14 y 15).
La dureza de las cuarcitas y la casi total ausencia de estratos en las mismas –su carácter
masivo– hacen que sean difícilmente eliminables. Tan solo cuando aparecen algunas
74
Fig. 15: Cancho de la picota, formación rocosa integrada en la trama urbana. (Tarjeta postal
hacia 1920).
afloraciones tableadas, se permite el uso de ellas como material constructivo. Esta cir-
cunstancia nos permite obtener fragmentos que van desde los pocos centímetros de
grueso hasta un metro96.
Por otra parte las areniscas ferruginosas, que configuran la base sobre la que se asienta la
mayor parte del pueblo, constituyen la principal cantera para las construcciones locales.
Su color característico es el crema o el marrón y se localiza en alineamientos suaves,
siendo posible observar en las zonas de fracturas manchas de óxido procedentes del
hierro y del manganeso97.
Constituyen estos tipos de rocas los únicos materiales líticos empleados en la arqui-
tectura popular de la población, salvo la intrusión de algún elemento foráneo como el
96
PINUAGA ESPEGEL, J. A. Reseña geológica e hidrológica de las aguas minerales del Balneario de
Alange (Badajoz). Estudios sobre el Balneario de Alange. Memoria nº. 16. Instituto de España. Real Academia
de Farmacia. Madrid, 1990. Pág. 76.
97
Íbidem. Pág. 76.
75
mármol o el granito. Estos últimos pueden aparecer como consecuencia del aprovecha-
miento de alguna pieza de carácter arqueológico98.
Tan solo en la parte suréste, en las zonas de menor cota, la población pierde esta
condición rocosa (Fig. 16). Aquí aparecen unos materiales de carácter serítico con
tonalidades que van del gris al verde; es lo que los locales denominan “tierras greas” y
que en determinadas áreas, dado su fuerte potencial estratigráfico, se ha explotado para
la fabricación de ladrillos en las décadas de los años 60 y 70 del pasado siglo. Es el caso
de la zona conocida como “Tierroblanquero” situado al este de la población en la salida
hacia la vecina población de Palomas.
Las cuarcitas y areniscas de Sierra de Peñas Blancas, constituyen el acuífero por donde
transcurre el circuito hídrico que da lugar al manantial del Balneario de Alange99. El
punto donde confluyen estas rocas con los esquistos sericíticos marcan el punto de
fractura y por tanto el lugar de emergencia de las aguas hasta niveles superficiales. En
la vertiente norte, otra falla permite la afloración del acuífero en el lugar que se conoce
como “Fuente de la Jarilla”. Estos dos grandes manantiales actúan como elementos
focalizadores en el desarrollo urbanístico de la población. Así lo prueba la existencia de
sendas calles denominadas “del Baño” y “de la Jarilla” que partiendo desde el centro
de la población llegan hasta estos manantiales. Además de estos manantiales, se abren
en el casco urbano pozos de carácter privado, que por su poca profundidad deducimos
que solo recogen aguas procedentes de filtraciones del terreno durante época de lluvias.
98
Merece hacer mención entre otras de dos piezas singulares. Una de ellas, un cancel de mármol blanco con
la talla de un crismón visigodo, que hasta hace pocos años estuvo colocado en el suelo de la entrada de una
vivienda sita en la calle Mesón. La otra, una pilastra de mármol azul que hizo de umbral en una casa sita en
la calle Fragua. Ambas piezas se conservan en colecciones particulares.
99
PINUAGA ESPEGEL, J. A. Op. cit. Pág. 79
76
Fig. 16: Vista de Alange desde las huertas del Balneario (Tarjeta postal de comienzos del siglo XX).
das bajo en nivel máximo de inundación, los dos ríos más cercanos a la población, el
Palomillas-San Juan y el Matachel mostraban unas extensas vegas que a modo de terra-
zas fluviales flanqueaban los márgenes de ambos ríos. Los ríos Bonhaval y Valdemedel,
presentan en cambio unos cauces encajados entre cerros, limitados en ocasiones por
formaciones petreas que estrechan su cauce.
77
Los orígenes de los núcleos urbanos del área central de la provincia de Badajoz son
muy diversos, aunque podemos indicar que muchos de ellos tienen su origen en asenta-
mientos de época romana. Las mansio que jalonaban el trazado de la Vía de la Plata y
los establecimientos rurales –villae– que surgían en la comarca como consecuencia de la
romanización y sobre todo a raíz de la centuriación de Augusto100.
Estos asentamientos rurales –de aspecto similar a nuestros actuales cortijos– resistieron
el paso de los siglos como núcleos agropecuarios que se autoabastecían y que comer-
ciaban con poblaciones de mayor entidad, abasteciéndolas de productos de primera
necesidad. Aquellos asentamientos que se sitúan lejos de itinerarios a poblaciones de
mayor entidad no resistieron el paso del tiempo produciéndose el abandono de la con-
secuente migración de sus habitantes a otros mejor situados. Los que gozaron de una
situación privilegiada experimentaron un crecimiento llegándose a convertir en aldeas.
La consolidación de estos núcleos rurales vino tras la Reconquista, cuando se realice
la repoblación de las tierras extremeñas, será entonces cuando se sentaron las bases de
nuestro urbanismo y nuestra arquitectura tradicional.
Como hemos comentado con anterioridad, la arquitectura popular de Alange, pese a es-
tar ubicada en zonas de pendiente, podemos enclavarla en lo que Rubio Masa denomina
arquitectura de llano101, siendo estas construcciones que se caracterizan por sus claros
perfiles geométricos, predomina su extensión en superficie sobre la altura. Pese a que los
modelos básicos de esta arquitectura pertenezcan a las poblaciones situadas en llano, no
debemos olvidar la existencia de pueblos que, como Feria, Burguillos, Hornachos o el
propio Alange, se sitúan al abrigo de fortaleza y surgen en laderas de fuertes pendientes,
generando un modelo singular y característico de estos espacios102.
En estos casos aparece una interesante variación de la arquitectura del llano adaptada a
100
SILLIERES, P. “Centuriation et voie romaine au sud de Mérida: Contribution á la delimitation de la
Bétique et de la Lusitanie”, en MCV, 18, 1982. Págs. 437 ss.
101
RUBIO MASA, J.C. Op. Cit. Pág. 4.
102
GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A. Las poblaciones de la... Pág. 135
78
zonas de pendiente. Tomamos aquí la propuesta de Flores del Manzano103 que establece
una división de la casa extremeña en casa de la sierra y casa del llano. Referente a la casa
de la sierra, formula dos subtipos, la casa de entramado y la casa de piedra; en ninguno
de estos podemos ubicar las tipologías de las poblaciones anteriormente mencionadas.
Entendemos que la clasificación propuesta puede servir para zonas situadas al norte
de la región, pero al hacerlo extensivo al área centro-sur pueden plantease ciertas in-
concurrencias como la comentada con anterioridad. Por ello, y tal como expone en su
trabajo añadimos un nuevo subtipo a las construcciones de sierra que sería el de casa de
llano adaptada a montaña, y que contendría a poblaciones que se sitúan en laderas de
pequeñas serranías con una fuerte influencia de la arquitectura del llano en su entorno.
En ocasiones, sobre todo en el caso de localidades que han experimentado varias etapas
de auge demográfico, la planta primigenia de la población nos llega algo transformada
ya que se camufla en posteriores ampliaciones del casco urbano, llegando incluso a
perder el trazado de algunas calles o callejas que son absorbidas por las construcciones
103
FLORES DEL MANZANO, F. Op. Cit.
104
GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A. Extremadura popular. Casas... Pág. 28.
105
Ibídem. Pág. 20.
79
colindantes106.
Este acelerado proceso hace que el abandono y olvido de las técnicas constructivas
tradicionales también caigan en desuso con su consecuente pérdida. Sería pues inte-
resante la recuperación y fijación documental de todo aquello que contribuya al cono-
cimiento de oficios y labores ya desaparecidas así como a la elaboración de un completo
inventario de carácter regional que junto con las muestras materiales conservadas sirvan
como referencias a estudios más complejos en épocas futuras.
En Alange, el casco urbano presenta una clara distribución axial en dirección este-oeste,
con una curiosa forma de campana. El eje queda dividido en dos por su parte central,
lugar donde se encuentra la Plaza y la Iglesia Parroquial. El tramo más antiguo del eje
106
Tanto en poblaciones de llano como de montaña, se constata la pérdida de algunas callejas que cortan
manzanas excesivamente largas y que se han terminado introduciendo en alguna de las propiedades colin-
dantes pasando a formar parte de la vivienda casi siempre con la creación de un paso para animales de carga
o carros hasta la zona del corral.
80
es el que va desde la ladera del Cerro del Castillo hasta la Iglesia. Con este, coincide
el trazado de la calle Encomienda. Esta parte del pueblo data de los siglos XIV y XV,
época en la que se traslada la sede de la Encomienda de la Orden de Santiago desde el
Castillo a mencionada calle 107.
Resulta algo normal en el desarrollo de la trama urbana que aparezcan calles de trazado
tortuoso y anchuras variables, se debe en muchas ocasiones a la adaptación de las mis-
mas a la orografía. Sin embargo, no es siempre esta la causa de tales irregularidades, las
afloraciones naturales de rocas, los cauces de antiguos regatos o trazados de caminos
pueden influir en la formación de las calles.
Las agrupaciones de casas o manzanas, vienen determinadas por los trazados de las
calles, en el caso de Alange, al seguir estas una alineación casi coincidente con las curvas
de nivel del cerro, generan manzanas de formas alargadas, que se ensanchan en el centro
para estrecharse a medida que llegan a los extremos.
81
El uso de las traseras como lugar de entrada de los animales de labor así como área de
servicios para el hombre del campo, pues allí es donde repara los útiles de labranza,
hierra bestias, engorda cochinos, etc. hace de estos espacios lugares propicios para la
creación de ciertas industrias en algunos corrales (fraguas, herrerías, etc.).
Con el paso del tiempo frente al camino o vereda de acceso a las traseras, se repartirán
más solares con el fin de que se construyan viviendas y estas generan una nueva man-
zana que de forma alargada recubre como una piel de cebolla a la anterior. Las antiguas
traseras que ahora se ven inmersas en una nueva calle, se revalorizan y en ellas se co-
mienzan a construir nuevas viviendas (Fig.17).
De esta forma las manzanas primitivas que se formaban por una hilera de casas, se
conforman ahora con dos series de edificaciones adosadas directamente por sus partes
posteriores. Este adosamiento se complica en ocasiones por el desnivel del terreno,
resultando de ello manzanas con fachadas a distintas alturas, lo que en las partes más
estrechas de la manzana, sus extremos, se convierte en grupos de viviendas de gran
irregularidad en su planta y en su distribución de niveles, con proporciones muy reduci-
das y muchas veces sin corral ni patio.
El siglo XIX fue la centuria donde comenzó a gestarse el cambio que la pequeña po-
blación de Alange precisaba para convertirse en el principal exponente en lo que a
villas termales se refiere en Extremadura, salvando siempre las notables diferencias con
respecto a los grandes centros termales de Europa. Durante el siglo XIX se amplió el
Balneario hasta adquirir la actual configuración. El desarrollo que experimentó el edi-
ficio termal en la primera mitad del XIX no repercutió en la población hasta pasada la
primera mitad de la centuria. De mediados del siglo XIX es la interesante imagen de la
población que nos dejó Pascual Madoz:
82
Fig. 17: Vista de Alange desde la falda del castillo (Tarjeta postal de comienzos del siglo XX).
Situada en la cordillera de la sierra que nace del castillo del mismo nombre
a la parte del sur, excepto la calle llamada de la Jarilla que se prolonga y
desciende por el lado opuesto; le rodean muchos riscos de antiguos nom-
bres cuales son: los de la sala del cura, pata del buey, castillejos, picota,
coso, mesilla y piedras de la encomienda, razón por la que tiene el pueblo
forma muy irregular.
83
Cuenta la población con 241 casas, de siete varas de altura las que más y
cuatro las que menos; las calles aunque sin alineación son anchas, de bue-
nas aceras y empedradas, excepto dos tan llenas de riscos, que no ha sido
posible demolerlo; la plaza es pequeña y cuadrada, en la fachada que mira
a poniente se halla la casa del ayuntamiento, archivo, cárcel y panera. Hay
escuela de instrucción pagada en parte por los fondos públicos, y además
por la retribución de los 44 niños que concurren. Y últimamente la Iglesia
Parroquial dedicada a Santa Maria de los Milagros, de curato perpetuo de
oposición.
Muchos son los puntos notables que en las afueras se encuentran: a 220
pasos del pueblo está la fuente de la Jarilla y a 80 la titulada del Baño, de
las que se surten los vecinos, tan abundantes, que aun podrían bastar a una
población más numerosa. A 80 pasos al oeste, la ermita de San Gregorio,
y a su inmediación la laguna del mismo nombre para abrevadero de los
ganados; esparcidas por las inmediaciones, las fuentes del moral, de la
mira, del cañuelo de la arguijuela y cerro moro, muchos huertos de frutales
y naranjos. Las ruinas del fuerte y la plaza de toro, situadas sobre el cerro
llamado coso. Otro gran castillo, también arruinado sobre el cerro que do-
mina la población, del que todavía se conserva una garita de 56 palmos de
altura, y una pieza de bóveda; se surtía de aguas este castillo en dos aljibes
fabricados al norte y al este, defendidos por otro fuerte construido en su
intermedio, cuya entrada, conocida por la puerta del sol, subsiste todavía.
El cementerio a 110 pasos al norte bien ventilado y susceptible de muchas
mejora. Y últimamente el establecimiento de los baños, de los cuales nos
ocuparemos por separado por ser dignos de la atención de nuestros lec-
tores. (...)”.
Esta rica descripción del Alange de 1849 nos acerca la retrato de un pequeño pueblo de
poco mas de 950 habitantes que ocupaba bastante menos de la mitad de la superficie
de lo que hoy el casco urbano de la población. Ya a finales del siglo XIX el callejero, lo
componen las siguientes vías: Calle Encomienda, Calle Mesón, Calle Coso, Calle Jarilla,
84
Fig. 18: Calle Cuesta, conocida tradicionalmente como “cachaculos” (Tarjeta postal
hacia 1940).
85
Calle Almendros, Calle Fragua, Casas de Belén, Calleja del Perdón, Iglesia, Calle Cuesta
(Fig. 18), Calle Sartén, Calle Posada, Calle Águila, Plaza, Calle Baños (Fig. 19), Calle
Castillejos, Callejuela, Calle Nueva, Calle Mesilla.
Es a partir de la compra del Balneario, en pública subasta, por D. Abdón Berbén Blanco
y su consiguiente relanzamiento, cuando la población se da cuenta del aprovechamiento
que podía sacarse de los bañistas que acuden al lugar, aunque en un principio esto no
parecía repercutir en las condiciones higiénicas de las casas de la población. Por este
motivo el medico director en la memoria anual que presenta sobre lo ocurrido en la
temporada de 1876 añade:
“De escasa importancia serian todas esas mejoras, lo mismo que las que
existen en proyecto, si los vecinos de Alange, su Municipio y el Gobierno
no configuran en la esfera de sus atribuciones a que sea una verdad prác-
tica lo que ordena la higiene privada y pública en toda la localidad donde
se busca salud.
Preciso es, que los vecinos de Alange, se persuadan que sus casas carecen
de las comodidades que una buena higiene reclama y mucho más cuando
se encuentra enfermo el que la va a ocupar. El municipio debe ejercer gran
vigilancia sobre la calidad de los alimentos y bebidas, no olvidar que haya
aseo en sus calles, un regular empedrado y que las entradas del pueblo se
hallen accesibles a los medios de transportes, no con esos malos pasos que
son un constante peligro para el viajero.”108
En 1879 el estado de las casas del pueblo todavía dejaba mucho que desear, quedando
patente el malestar que esto producía en el entonces médico-director del balneario Edu-
ardo Moreno Zancudo. En ese año dirigió un informe sobre la situación del estableci-
miento termal al Director General de Beneficencia y Sanidad exponiendo su visión con
respecto a los alojamientos que se ofrecían a los bañistas:
108
BERBÉN Y BLANCO, A. Memoria presentada a la Dirección de Sanidad del Reino de cuanto ha ocurrido en la
temporada balnearia de 1876 en el establecimiento de aguas y baños minerales de Alange. 1876. Manuscrito sin paginar.
86
“Alójanse los bañistas en algunas casas del pueblo que dejan muchísimo
que desear bajo el punto de vista de la higiene y la comodidad, habiendo
algunos que por su pequeñez, malas condiciones y estar situados junto
a las huertas son causa de varias enfermedades especialmente las fiebres
intermitentes.”109
Hacia el cambio de siglo, parece que surgieron efecto las demandas realizadas por los
médicos, el propio Abdón Berbén, escribió ya al final del siglo XIX:
En la misma memoria aparecen otras referencias hacia el uso de las viviendas como
casas de huéspedes. Por nuestra parte pasamos a transcribirlas pues no debemos olvidar
que estos usos fueron los que propiciaron la proliferación de la construcción de bóve-
das en la población. En el apartado de Hospedajes dice lo siguiente:
109
MORENO ZANCUDO, E. Informe sobre el estado y reformas necesarias en el establecimiento hidro-mineral de
Alange. 1879. Manuscrito sin paginar.
110
BERBÉN Y BLANCO, A. Aguas bicarbonatadas cálcicas de Alange (Provincia de Badajoz, partido judicial de
Mérida): ligera reseña del balneario de Alange e indicaciones terapéuticas de sus aguas minerales. Madrid, 1895. Pág. 7.
87
Durante los primeros años del siglo XX, la afluencia de bañistas repercutió en el
desarrollo del casco urbano, hasta el punto que las corporaciones municipales en los
plenos, alentaron a los vecinos a que construyeran nuevas casas ante la necesidad de las
mismas que había, proporcionándoles todo tipo de facilidades. La calle Baños, experi-
mentó un crecimiento en dirección al establecimiento termal hasta dejar a este inmerso
dentro del casco urbano. En el comienzo del siglo XX anidó en el colectivo local aquel
concepto de limpieza, higiene y salubridad que con tanto ahínco solicitaron los diferen-
tes médicos directores que pasaron por el balneario durante la segunda mitad del siglo
XIX. Esta circunstancia determinó una parte de la imagen de las casas de la localidad
que todavía hoy podemos contemplar.
111
Ibídem. Pág. 128.
88
Fig. 19:Calle Baños (Tarjeta postal de comienzos de la segunda mitad del siglo XX).
89
90
La familia modelaba la casa a su antojo, aunque quizás es mejor decir a sus necesidades,
pues los antojos en hogares de una solvencia económica limitada eran considerados ca-
prichos que no entran en el ámbito de lo necesario. Por otra parte, debemos establecer
un paralelismo entre el continuum tipológico de las viviendas y el continuum estratifi-
cacional de la población. En otras palabras, a individuos pertenecientes a clases sociales
similares, las viviendas presentan esquemas similares. Esto era una realidad hasta que
factores sociales y movimientos migratorios de ida y retorno han ocasionado un desfase
en dicho continuum. El emigrante que regresa con determinada solvencia, se permite
no solo reformar su casa y darle un aspecto parecido al de clases sociales superiores,
sino que trae materiales o formas nunca vistas en su pueblo de origen y que llamaron su
atención cuando emigró a aquel lugar que durante un tiempo se convirtió en su hogar.
91
Alange ha sido una población donde la ubicación social de las diferentes clases se man-
tuvo fuertemente diferenciada hasta las últimas décadas del siglo XX. Es más, no
erraríamos al afirmar que aún prevalece cierto carácter clasista en ciertos grupos
familiares, acentuándose esta característica en las personas de mayor edad del grupo.
Las diferentes posiciones sociales que adquirieron los individuos en la población du-
rante la primera mitad del siglo XX fueron en su mayor parte por adscripción, mientras
que en la segunda mitad, los ascensos a niveles superiores corresponden a logros que
algunos individuos consiguieron. En esta época, el fuerte incremento de la emigración
hace que se reduzca el número de habitantes casi a la mitad, este cambio repercute en
las estadísticas en cuanto a estratificación social se refiere, pues la mayor parte de la po-
blación que se marchó pertenecía a los niveles sociales más desfavorecidos.
92
Dice este mismo autor que: “la casa, como categoría cultura, comprende no solo a los
integrantes de la familia, sino también a sus antepasados, los campos y ganado que for-
man su patrimonio y todas sus pertenencias. Es la casa la que da nombre a sus mora-
dores y la que se constituye como unidad básica desde la que se accede a la vecindad, a
la condición de miembros de la comunidad. La casa, en esa amplia acepción, es, además,
el foco central de la atención de un sinnúmero de rituales tendentes a defenderla de los
peligros externos, purificando sus límites y vías de entrada y salida de la misma.” 116
114
SANMARTÍN ARCE, R. “Simulación por computador de un modelo para el análisis de la estrategia
matrimonial y hereditaria en una comunidad mediterránea”. Rev. REIS nº 12, 1980. Pág. 103.
115
HERNÁNDEZ BERMEJO, Mª de los Angeles. La familia en los tiempos modernos. Badajoz, 1990.
116
SANMARTÍN ARCE, R. “Familia, herencia y cultura.” Antropología cultural en Extremadura. Ed. Asamblea
de Extremadura. Mérida, 1989. Pág. 38.
93
Como podemos observar a partir del análisis del censo del año 1930 el esquema funda-
mental de la familia alangeña se corresponde con dos tipos familiares.
La familia nuclear
La familia nuclear, es el modelo más repetido (73,63%), formada por nuevos matrimo-
nios. En ella la creación de nuevas familias por parejas que se construyen una nueva casa
también tiene su representación. Este modelo es el que Lisón Tolosana en su trabajo117
propone como característico de los núcleos urbanos de Extremadura. La familia nuclear
se caracteriza por una regla de establecimiento neolocal resultante de un régimen de
transmisión patrimonial bilateral en el que los bienes se dividen en partes iguales entre
los hijos e hijas118 (Fig. 21 y 22).
117
LISÓN TOLOSANA, “Estructura antropológica de la familia en España”. La familia dialogo recuperable.
Madrid, 1976.
118
MIKELARENA PEÑA, F. “Las estructuras familiares en la España tradicional a partir del censo de
1860”. Rev. Demografía Histórica. Vol. 10. Nº. 3. 1992. Pág. 29.
94
Fig. 21: Modelo de familia nuclear alangeña de la primera mitad del s. XX.
Fig. 22: Modelo familia nuclear alangeña de la segunda mitad del s. XX.
95
La familia troncal
Por otro lado el modelo troncal, representado en un 26,37%, en la que está marcada la
pertenencia al grupo por una filiación bilineal, es decir cuando surgen nuevas parejas
que se casan, pueden integrarse tanto en la comunidad doméstica del padre del novio
como del padre de la novia. También cuando un miembro de un matrimonio queda en
estado de viudez y vive solo, puede ser acogido en el hogar de sus descendientes (Fig.
23 y 24).
96
Fig. 23: Modelo de familia troncal alangeña en los inicios del s. XX.
Fig. 24: Modelo de familia trocal alangeña en el segundo tercio del s. XX.
97
En el caso de que las circunstancias les permitieran evolucionar hacia una economía
saneada, estas repercutían en la configuración doméstica ampliando la superficie
construida de la vivienda y por ende sus dependencias. En el segundo caso, la casa se
construía de nueva planta, y dependiendo del nivel adquisitivo de su propietario con-
seguía configurarse desde un principio en cualquiera de las variables registradas, desde
los esquemas más básicos hasta los más complejos. Esta vivienda, podía construirse
sobre un solar virgen o sobre el derribo de otra casa anterior, aprovechando parte de los
materiales procedentes de la demolición para la construcción del nuevo edificio.
98
La transformación que sufrían los hogares venía dada, en la mayoría de las ocasiones,
por cambios en la propiedad ya fuese por la compra de vivienda o por la llegada a ella
a través de una herencia o de un matrimonio. En el caso de las unidades habitacionales
mínimas, un acontecimiento que planteaba la necesidad de ampliación de la vivienda
surgía por diferentes circunstancias, tales como el crecimiento de los hijos o el aumento
de la unidad familiar (Gráfico 1 y 2 y tabla 2).
99
ALMENDRO 29 8 37
78,38% 21,62%
ALMENDRALEJO 4 0 4
100,00% 0,00%
BAÑOS 48 18 66
72,73% 27,27%
CASTILLEJO 45 29 74
60,81% 39,19%
CASTILLO 5 0 5
100,00% 0,00%
COSO 13 2 15
86,67% 13,33%
NUEVA 24 2 26
92,31% 7,69%
PLAZA 16 3 19
84,21% 15,79%
SAN GREGORIO 2 0 2
100,00% 0,00%
S. MIGUEL GOMEZ 15 10 25
60,00% 40,00%
73,63% 26,37%
Tabla 2: Modelos de familias dominantes al final del primer tercio del siglo XX.
Gráfico 2: Porcentaje de familias por calle en la primera mitad del siglo XX.
100
ALMENDRO 4 4 0 8
ALMENDRALEJO 0 0 0 0
BAÑOS 6 5 7 18
CASTILLEJO 9 16 4 29
CASTILLO 0 0 0 0
COSO 0 2 0 2
NUEVA 0 0 2 2
PLAZA 1 1 1 3
SAN GREGORIO 0 0 0 0
S. MIGUEL GOMEZ 1 3 6 10
TOTAL 21 31 20 72
También podía suceder que el núcleo familiar que habitaba este espacio se viera aumen-
tado por la llegada de un nuevo miembro a la familia procedente de una unidad familiar
externa. Es el caso de la llegada del individuo varón que se desposaba con una hija y que
establecía su hogar conyugal en la casa de los padres de ella. Ante tal situación, se lle-
gaba a crear una doble célula familiar en el mismo hogar, con la consecuente necesidad
del desdoblamiento de algunos espacios. Principalmente aquellos que proporcionaban
un carácter más intimo a la pareja. La viudedad era otro elemento configurador de
la familia, dependiendo de quien quedase viudo, el hombre o la mujer, se concebia un
caracter matrilocal o patrilocal otorgado por la propiedad de la vivienda (Tabla 3).
101
Independientemente de los cambios que ocurrían en los núcleos familiares, otro de los
factores con una mayor incidencia en la configuración de la casa lo aportaba la base
económica del grupo. La economía ha sido, es y será el motor de desarrollo que activa
o desactiva los procesos transformadores de la vivienda.
A través del análisis de los oficios desempeñados por los cabezas de familia que registra
el padrón de Alange de 1930, obtenemos algunas conclusiones que ya suponíamos a la
vista de las profesiones más habituales en la sociedad local de la época. También apa-
recen, por otra parte, ciertos datos que nos muestran aspectos menos conocidos, y que
solo con un tratamiento estadístico (Tabla 4) nos aportan singularidades de la población
alangeña.
El 75% de los cabezas de familia del total de la población, reparten sus funciones labo-
rales en seis oficios. De estos, encabeza la lista el trabajo de bracero agrícola con un total
de 92 personas (29.58%). El siguiente trabajo en número de miembros pertenece exclu-
sivamente al sexo femenino, y es que en 54 hogares (17.36%), las mujeres desempeñan
el cargo de jefe o cabeza de familia. Continúan configurando la lista el grupo de los
122
HERNÁNDEZ BERMEJO, Mª. ÁNGELES. Op. Cit. Pág. 235.
102
% % % % % % % % % %
ALMENDRALEJO
SAN GREGORIO
ENCOMIENDA
CASTILLEJO
ALMENDRO
CASTILLO
BAÑOS
NUEVA
PLAZA
TOTAL
ABACERO 1 1
ADMINISTRADOR 1 1
ALBAÑIL 1 1 2
ALBAÑIL OFICIAL 1 1
BAÑERO 1 1
BARBERO 1 1 2
BRACERO AGRICOLA 4 3 23 4 42 2 11 3 92
CABRERO 1 1
CARPINTERO 2 2
CARTERO 1 1
CASTRADOR 1 1
CESTERO 1 1
COCHERO 1 1
CHOFER 1 1
DESCONOCIDO 5 4 9
DULCERO 1 1 2
EBANISTA 1 1
ELECTRICISTA 1 1
EMPLEADO 1 1
ESTANQUERO 1 1
FARMACEUTICO 1 1
GANADERO 1 1
GAÑAN 1 1
GUARDA 1 2 3
GUARDIA CIVIL 5 5
GUARDIA MUNICIPAL 1 1
HERRERO 1 1
HOJALATERO 1 1 2
HORTELANO 1 3 4
IMPEDIDO 1 1
INDUSTRIAL 2 8 3 3 16
JORNALERO 1 1
LABRADOR 13 14 12 1 8 2 50
MAESTRO 1 1
MEDICO 1 1 2
OFICIAL SECRETARIO 1 1 2
PANADERO 2 1 3
PASTOR 1 7 8
PEON LABRADOR 1 1
PESCADOR 3 3
PORQUERO 2 2
PROPIETARIO 2 6 1 3 1 3 16
SACERDOTE 1 1
SACRISTAN 1 1
SECRETARIO AYTO. 1 1
SUS LABORES 8 13 1 18 6 5 2 1 54
TABERNERO 1 1
TABLAJERO 1 1
VAQUERO 1 1
ZAPATERO 1 1 1 3
103
104
105
con cuyos productos procedentes de su matanza surte de alimentos durante todo el año.
La casa del bracero es una vivienda de reducidas dimensiones que se corresponde con
la denominada “media casa” o casa a una mano. El informe de 1884 de la Comisión
provincial de Reformas Sociales, dice124:
123
BOHOYO VELÁSQUEZ. I.F. Situación socio-económica y condiciones de vida en la provincia de Badajoz. (1880-
1902). Biblioteca Popular Extremeña. Universitas Editorial. Salamanca. 1984. Págs. 22-23.
124
Ibídem. Págs. 68-69.
106
FAMILIA
AUTOABASTE-
CIMIENTO
RESTOS DE
COMIDA
CORRAL
CABALLERÍA
(Herramienta
GALLINAS CERDOS de trabajo)
carne derivados
ESTERCOLERO
CAMPO
CAZA
(Conejo, liebre,
peces, pájaros)
RECOLECCION
cardillo,
(Espárrago,
caracol)
CULTIVO Y
LABOREO
(Cereales,
hortalizas)
Esquema 1: Estructura tipo de la base económica de la casa del bracero. (Elaboración propia).
107
125
A. M. A. Caja 26 – Carpeta 9
108
1 almohada rayada
Vestimenta 2 pantalones viejos y otro de pana
1 camisa casi sin usarla
2 calzoncillos blancos
1 sombrero viejo nuevo
Utillaje cocina 1 badil
1 tortillo
1 estrevedes
1 llares
1 tenazas de cocina
1 anafre
Menaje 1 tinaja de agua
2 cantaros de agua
1 cántaro de lata con un poco de aceite
5 jarras
3 copas de barro
1 baño
15 platos viejos
5 tazones
1 platera de madera
1 copera de madera
3 botellas de cristal
3 sartenes
2 ollas grandes
109
Como se puede comprobar en el listado todos los elementos, desde el mobiliario hasta
los aperos, cumplen una función. Nada es accesorio, y cada elemento ocupa un lugar
determinado en la casa. El modelo económico de la casa del bracero se basa en tres
espacios principales, de los que dos de ellos son productivos –el corral y el campo– y
uno funcional –la casa–. En el esquema 1 representamos de forma sucinta como
interaccionan unos con otros.
110
111
Fig. 27: Casa de bracero, pasillo. Fig. 28: Casa de bracero, cocina.
112
Por otra parte, todavía hoy es posible encontrarse con alguna de estas personas. Existe
un cierto recelo generalizado a que técnicos que gozan de una formación exclusiva-
mente teórica se encarguen del control de la obra. El conjunto de personas que for-
man el colectivo rural, confía más en los maestros albañiles y en su experiencia que
en la formación teórica de los facultativos. También el alarife apoya la reacción de los
vecinos, ya que piensa que la aparición de la figura de un técnico director de obra que
ha recibido una formación en un periodo de tiempo relativamente corto y basada en
conocimientos teóricos no es suficiente como para desplazarle de su puesto de director
de la obra. Llevaríamos este rechazo al límite si comprobamos que el mismo también se
produce porque la inclusión de un técnico supone unos gastos elevados sin que exista
una participación total en la obra, así pues el propietario siempre pedirá consejo antes al
maestro albañil que al aparejador o arquitecto.
Comentaba don Fernando Chueca Goitia a colación de los viejos oficios que “existe
una comunidad viva de individuos que, desde los siglos en que convivían con los árabes,
persiste, continuándose a sí misma, y que resulta ser en éste país donde muy pocas tradi-
ciones persisten al cabo de los años, una verdadera e insigne reliquia histórica.” Aunque
113
Fig. 30: José Carrillo y su cuadrilla al finalizar unas obras en el balneario (final de s.XIX).
114
Fig. 31: Construyendo vivienda en la calle Baños (Primeros años del s. XX).
115
116
Como sucedía en otros gremios, ya en los siglos XVI-XVIII, la llegada de los apren-
dices al oficio se producía a muy temprana edad, muchas veces antes de los diez años.
Se presentaba a este ante el maestro, que, si lo aceptaba, adquiría tutela directa sobre
el mismo, quedando esto reflejado en ocasiones en los contratos. Se transcriben a
continuación a modo de ejemplo los títulos de dos contratos publicados por Tejada
Vizuete126.
“11-VI-1617: Recibe por cuatro años a Manuel Gonzalez para que le sirva
en su arte, comprometiéndose a enseñárselo.”128
El aprendiz no gozaba siempre del deseo de recibir las enseñanzas del maestro, con lo
que mostraba su rebeldía mediante la ausencia en ocasiones o la falta de atención. Ante
tal postura el maestro se veía obligado a eludir cualquier inculpación o acusación por
parte del aprendiz o de sus progenitores, por ello acudía el maestro a formalizar ante el
escribano distracto del concierto.
En tiempos más recientes, a final del siglo XIX y comienzo del siglo XX, la inclusión del
126
TEJADA VIZUETE, F. Fuentes documentales para el estudio de la arquitectura de los siglos XVII y XVIII en
Mérida y su entorno. Consejería de Cultura. Junta de Extremadura. Badajoz, 2004.
127
Ibídem. Pág. 66.
128
Ibídem. Pág. 93.
129
MARCOS ALVAREZ, F. Los gremios en Badajoz: Catálogo de maestros y aprendices. S. XVIII. ERE. Mérida.
1998.
117
aprendiz en el oficio era similar. En estos casos se carecía de un contrato escrito y tan
solo la palabra servía para sellar el convenio. En el caso de aprendices, dada la juventud
de estos –8 o 10 años– los padres se encargaban de fijar las condiciones con el maestro.
En el caso de personas adultas, eran ellas las que negociaban directamente.
La duración del periodo de aprendizaje dependería sobre todo de las aptitudes del as-
pirante y de su capacidad para demostrar al maestro el conocimiento del oficio. De esta
forma podemos encontrarnos con maestros jóvenes que en un plazo de diez o quince
años han conseguido superar los distintos niveles profesionales hasta lograr una total
independencia, o bien podemos encontrarnos con oficiales o incluso peones que han
llegado a alcanzar la edad de la jubilación sin pasar de ese nivel. Esta última circunstan-
cia no implica que fuesen malos profesionales en la ejecución de sus trabajos, por el
contrario, la veteranía en ciertos conocimientos del oficio los convertía en unos excelen-
tes peones u oficiales.
Una vez demostrados ciertos conocimientos ante el maestro, y cuando este lo estimaba
oportuno, pasaba a considerar al aprendiz o peón como oficial. A partir de este mo-
mento pasa a desarrollar las labores propias de estos, trabajando a jornal o a destajo,
en la cuadrilla de un maestro, de sol a sol, una hora después y otra antes. El rango de
oficial de primera se conocía en la localidad como “paleta” por ser esa herramienta la
de mayor uso por parte de este individuo, siendo sus tareas las propias de un oficial de
albañil en la actualidad.
118
119
La transmisión de conocimientos
Sin embargo estos maestros albañiles reciben una serie de conocimientos mediante
la transmisión oral que aunque se desconoce su origen, suelen tener un fundamento
teórico probado y publicado en diferentes tratados de construcción. Debemos pensar
también que a veces los antiguos tratados de construcción no hacían otra cosa que refle-
jar de forma escrita los conocimientos que se transmitían mediante la tradición oral de
maestros a aprendices.
Para Fortea y López, “los habitantes de Extremadura somos mayoritariamente descen-
dientes de los repobladores que ocuparon estas tierras después de la Reconquista, a
los que se sumaron aquellos colectivos que se negaron a abandonarlas, como moriscos
y judíos. Una confluencia de culturas que se sintetiza en una idiosincrasia propia,
moldeada por el crisol donde cristaliza, es decir, las condiciones locales, incluyendo en
ellas desde las climatológicas hasta los cultos ancestrales.”130
Todavía hoy se asocia en el pueblo la expresión “el portugués” a un albañil que llegó en
la segunda mitad del siglo XIX y que construyó algunas de las mejores casas del pueblo.
Ante tales comentarios por parte de los vecinos, se dispuso revisar los libros de defun-
130
FORTEA LUNA, M. y LÓPEZ BERNAL, V. Op. Cit. Pág. 13.
120
Fig. 34: Jose Mª. y Miguel, hijos y discipulos de Diego Carmona en la Calle Castillejo.
121
ciones del Juzgado Municipal y buscar a un albañil cuyo lugar de nacimiento fuese una
población del vecino país. Los datos obtenidos resultaron sorprendentes, pues apare-
cieron referencias de siete alarifes de origen portugués131.
La presencia de estos maestros en Alange coincide con el final de las obras del ferro-
carril en la zona en las últimas décadas del siglo XIX y con la mejora sustancial de las
condiciones de habitabilidad que habían promulgado los médicos directores del bal-
neario en sus informes. Probablemente la llegada de estos maestros de obras abrió un
nuevo horizonte en el concepto de construcción que hasta entonces había permanecido
anquilosado en la población. Bastó la construcción de una sola casa, para que los alange-
ños entendieran las mejoras que aportaban estos albañiles. El aumento de una mano
de obra especializada debió repercutir en una mayor competencia y obviamente en una
bajada de los costes.
Por otra parte los bañistas que acudían al establecimiento termal comprobaron las me-
joras introducidas en las viviendas y mostraron sus preferencias por estas. El propietario
de casas de huéspedes en el pueblo se dio cuenta de que era necesario establecer mejoras
en su casa y reformarla para adaptarla a los nuevos tiempos. Todo esto repercutió en un
aumento de las obras de reforma, siendo la principal de estas la sustitución del cañizo
por las bóvedas. Entendemos que esta es la circunstancia por la que la mayoría de las
casas abovedas se encuentren en las calles Baños, Encomienda y Almendros que son
en las que tradicionalmente ha tenido más incidencia el negocio del alquiler de habita-
ciones.
131
CARMONA BARRERO, J. D. y CALERO CARRETERO, J. A. “Art. Cit.” Pág. 278.
122
123
124
125
126
Si todos los seres vivos se generan a partir de una célula ¿Cómo puede haber
tal variedad de formas en la naturaleza? ¿Cómo “decide” una célula qué ór-
gano va a formar?
Shahen Hacyan
Creemos que resulta necesario hacer un repaso sobre la evolución de los espacios do-
mésticos, no implicando esto un encasillamiento de las diferentes variantes en deter-
minadas etapas históricas. Estos espacios aparecen en toda su casuística, en todas las
épocas, al menos desde el siglo XVII en adelante. Las variantes que se plantean con
unos esquemas básicos y primarios a partir de las que se desarrollan el resto de plantas
más complejas, aparecen en cualquier tiempo desde el siglo XVI hasta la segunda mitad
del siglo XX. Los modelos tipo de plantas evolucionadas aparecen con posterioridad,
haciéndose presente hasta nuestros días. En todos los modelos se absorben las nuevas
técnicas que surgen en cada época, multiplicándose de forma exponencial la posibilidad
de variantes posibles.
En la casa popular de Alange podemos diferenciar tres tipos, de los cuales uno de ellos
es el principal y los dos restantes son variantes. Este modelo común es la casa de pasillo
o corredor central. En ella la vivienda se articula a lo largo de un eje perpendicular a
la fachada, abriéndose a ambos lados pequeños espacios que se emplean para distintos
127
Pero este esquema parte de un modelo mucho más simple y primigenio en el que se
deben distinguir dos espacios básicos, uno destinado al resguardo del hombre y otro
destinado a la protección del animal. De este principio surgió la creación de la casa y el
corral. En nuestro caso, el corral se situaba siempre en la zona trasera, lo que denotaba
una función protectora del individuo con respecto a sus propiedades –los animales–.
Al espacio privado, ya sea casa o corral, se accedía siempre desde la casa –aunque a veces
existiera una puerta trasera secundaria en el corral–. La necesidad de que los animales
pasaran hacia el espacio interior –corral– cuando eran recogidos al final de la jornada
atravesando el hogar, llevó a la generación espontánea de un paso o corredor que con el
tiempo sentaría las bases del pasillo central de la casa.
El corral es un espacio al aire libre que se sitúa en la parte trasera del solar que ocupa la
vivienda y en la mayoría de las ocasiones contiene un espacio reservado para animales,
en forma de zahúrdas o de establos.
A veces la casa puede tener una planta superior que se denomina doblado. Cuando el
doblado tiene altura suficiente como para ser habitable, suele estar separado de la planta
baja mediante bóvedas tabicadas de ladrillo. En los casos en los que este espacio no es
habitable, la cámara resultante se separa de la planta baja mediante un cielorraso
–elemento similar a los actuales falsos techos, pero con mayor resistencia– formado
por rollizos de madera sobre los que se trama un cañizo. A su vez, el cañizo, se cubre
con una lechada de barro, que además de reforzar al cielorraso, reserva de los rigurosos
calores del verano.
Las otras dos formas que evolucionan de este tipo de casa son la media casa y la casa
con colada o corredor lateral.
128
casa derivaba en la división de la misma a lo largo del eje central del pasillo de la vivi-
enda de la que era propietario. Ocurría a veces, que en lugar de dividir levantando un
tabique medianero, si la construcción era vieja y se encontraba en mal estado, o bien
cuando la división reducía las condiciones de habitabilidad de ambas partes, la vivienda
era derribada. En el solar que antes ocupaba una casa, se construian dos, siempre con
la configuración de la media casa dividida en sentido longitudinal a lo largo del pasillo.
Para González Rodríguez132, “el esquema básico mas elemental de la unidad construc-
tiva propia de esta región, se trata de un prisma de base cuadrada, con dos lados
rectangulares mas anchos que altos al frente y al fondo, por donde normalmente se abre
la puerta de entrada, y otros dos trapeciales formando los costados. Un plano superior
inclinado forma la cubierta, siempre resuelta mediante teja árabe.” Este esquema básico,
junto con el del chozo –unidad habitacional aislada y exenta del casco urbano– presenta
con toda seguridad el modelo de vivienda que con posterioridad evolucionara hacia lo
que conocemos como casa popular extremeña.
132
GONZALEZ RODRIGUEZ, A. Op. Cit.. Pág. 111.
129
El esquema básico de vivienda ordena sus espacios interiores de forma aleatoria di-
vidiéndose habitualmente en dos espacios, siguiendo con el esquema del chozo, una
zona a la que se accede directamente desde la calle y que se destina a cocina-hogar y
punto de reunión familiar; desde este espacio se accede al segundo que se destina a dor-
mitorio. Este segundo espacio recibe luz indirecta a través del primero y se encuentra
completamente aislado del exterior.
En los siglos XVI y XVII nos encontramos con casas que presentan un atisbo de
corredor, adquiriendo cada vez mayor importancia como eje distribuidor de la casa. La
creación de pasos o coladas en las viviendas implica construir un paso independiente
130
desde el hogar o cocina hasta el corral, manteniéndose así el carácter aislado del dormi-
torio. Ya en construcciones del siglo XVIII el corredor se consolida como área de paso
desde la zona de estancia o cocina hasta la parte trasera de la vivienda.
Los espacios del esquema básico tradicional sufrirán una importante remodelación,
abriéndose sobre un lado del solar el eje calle-corral que posteriormente derivará en el
pasillo-colada de la casa. La planta de esta vivienda se asemeja a la media casa que pre-
senta la estancia-hogar en la segunda o tercera crujía, aunque este otro tipo de distribu-
ción tan parecido al anteriormente descrito correspondería con una etapa posterior en
la que ya se encuentra muy extendida y consolidada la conocida planta de casa-corredor.
Como variante de la casa-corredor con dependencias a ambos lados o casa a dos manos
aparece la media casa o casa a una mano, de características similares a la casa con atisbo
de corredor que se comentó con anterioridad. En este tipo de vivienda el pasillo se sitúa
133
En zonas de llano el corral puede tener unas dimensiones iguales o superiores a la de la propia vivienda,
mientras que en zona de montaña estas se reducen notablemente, llegando los establos a formar parte de
la misma vivienda.
131
en un lateral, articulándose todos los espacios a un mismo lado. La media casa aparece
en ocasiones como consecuencia de la división de la casa entera o casa a dos manos.
134
Llegados a este punto no podemos pasar por el sin agradecer a los vecinos de Alange que nos abrieran
las puertas de sus casas y nos mostraran hasta el último rincón de ellas permitiéndonos, con la hospitalidad
que siempre les ha caracterizado, llegar hasta lo más recóndito de sus hogares. A todos ellos se debe gran
parte de este trabajo.
132
del modelo básico se añadirán nuevos huecos. En el modelo de casa a dos manos que
presenta en la fachada una composición de ventana-puerta-ventana la denominaremos
2M (dos manos). Este tipo puede aparecer con la composición puerta-ventana-ventana,
aunque no es lo normal, lo englobaríamos en la misma tipología. Para la composición
de fachada ventana-ventana-puerta-ventana aplicaremos la designación 3M, siendo 4M
en el caso de que existiera una ventana más. Si en lugar de ventana lateral, aparece una
puerta secundaria para entrada de animales o carros, a la formula añadiremos +C (mas
carrera). La designación del fondo construido de la vivienda se toma del número de
módulos naturales constructivos –crujías– y se parte con la denominación mínima 1C
(una crujía) separándola de la denominación de la fachada mediante una “/”. De esta
forma por cada crujía que aumente la vivienda aumentamos en un número la clave. Para
finalizar con esta aclaración mostramos dos ejemplos indicando la descripción a la que
corresponden: 1M/3C (vivienda a una mano con tres crujías de fondo), 3M+C/4C
(vivienda a tres manos con carrera y cuatro crujías de fondo). Los modelos principales
se han representado de forma esquemática en una tabla para una mejor identificación
(Tabla 6).
Según indican los resultados estadísticos (gráfico 3), el modelo que más se repite es la
casa de dos manos y tres crujías (2M/3C) con una representación de un 52%; a gran
distancia les siguen las casas de tres manos y tres crujías (3M/3C) con un 10%, y las de
una mano y tres crujías (1M/3C) con un 9%. En cuanto a la clasificación por manos
(gráfico 4) la casa de dos manos es la más representada con un 28%, seguida de la casa
133
1M 2M 3M nM+C
UNA CRUJIA 1C 1M/1C
TRES CRUJIAS
10/02/2011 10:56:14
Juan Diego Carmona Barrero
135
a tres manos con un 20%, y la casa a una mano con un 15%. Si optamos por una clasifi-
cación según el fondo de la vivienda (gráfico 5), el modelo que de forma abrumadora
predomina es el de la casa de tres naves o crujías (76%), estando en igualdad de condi-
ciones las de dos y cuatro crujías (11%). De todo esto podemos sacar la conclusión que
el modelo dominante es una casa de dos manos o casa entera, con tres naves de fondo.
Será sobre este modelo sobre el que, con posterioridad, procedamos a analizar las trans-
formaciones de la vivienda en el transcurso del último siglo.
De entre las referencias de los propietarios de las vivienda sobre quienes las construyeron,
algunas no dejan de ser curiosas como aquella que comentaba que “el portugués que
hizo las bóvedas, las hizo de noche para que los otros albañiles del pueblo no vieran
cómo las hacía.”135
Una vez realizado el trabajo de campo que sirve de base para la elaboración del cata-
logo de casas que se analizan en este estudio y conocida la amplia variedad de espacios
domésticos, pensamos que existía información suficiente para realizar un estudio por-
menorizado de las diferentes dependencias así como de los aspectos más tradicionales
de las costumbres y formas de vida de una sociedad rural como la alangeña, donde se
abre una pequeña muestra de los estamentos sociales que conforman el panorama rural
de la Baja Extremadura.
El acceso a la vivienda se realiza a través del zaguán que se sitúa tras la puerta de
entrada. Este espacio, en las casas que pertenecían a familias que tenían cierta solven-
cia económica, se encontraba completamente aislado del resto de las dependencias,
separándose del resto de las dependencias mediante un portón que interrumpía el
acceso al pasillo. El portón, que podía ser de hierro, madera, o ambos materiales com-
binados, estaba compuesto por un montante fijo que se adaptaba al arco de transición
entre la primera y segunda crujía. Bajo este arco, una o dos hojas abatibles cerraban el
espacio y permitían controlar el acceso al interior de la vivienda.
135
Testimonio aportado por la propietaria de la casa nº. 5 de la Calle Teatro.
136
Podemos comprobar que los zaguanes de viviendas de mayor antigüedad tienen una
planta prácticamente cuadrada, ocupando la primera crujía del pasillo principal de la
casa (Lám. 37a). Este zaguán es una reminiscencia de los zaguanes abiertos al exterior
que aparecen en las grandes casas de los siglos XVII y XVIII. La última muestra de esa
arquitectura en Alange se mantiene aún en la estructura más antigua de la Casa de la
Encomienda. Hacia el final del siglo XIX, dicho espacio se estrecha, proporcionando así
mayor amplitud a las habitaciones laterales (Lám. 37b), llegando incluso a desaparecer el
portón o cancela que separa del resto del pasillo. Entendemos que esta modificación en
la planta del zaguán responde a un cambio de uso de dicho espacio.
Debemos dejar claro que estos grandes zaguanes de planta cuadrada pertenecen a
viviendas cuyos propietarios pertenecían a una clase social alta de tipo aristocrático. El
propietario de la casa solía tener caballos como medio de transporte; así, cuando llegaba
a su casa el animal, quedaba atado a la puerta, habitualmente en alguna de las argollas
que colgaban de la fachada, mientras que los atalajes del mismo se depositaban en el
zaguán para preservarlos de las inclemencias del tiempo. Entonces el espacio de la en-
trada se destinaba para este uso, e interesaba que sus dimensiones fueran considerables
para poder albergar los “enjarmos”136 tanto de la caballería del propietario como de los
posibles visitantes.
136
“Enjarmo”: Voz local utilizada para describir todos los atalajes que lleva una caballería.
137
BÓVEDAS EN ZAGUÁN 47
SIN DECORAR 3
PLAFON CENTRAL 3
SENCILLA GRAN MOTIVO 9
SIN CRUZAR
NERVIOS DECORADOS Y 1
PLAFON CENTRAL
PECHINA DOBLE 2
SIN DECORAR 6
ARISTA
SENCILLA NERVIOS DECORADOS 7
CRUZADA
GRAN MOTIVO 8
DOBLE CRUCE 4
LISA 1
FALSOS NERVIOS 1
FALSA PECHINA
NERVIOS DECORADOS Y 1
PLAFON CENTRAL
ARTESA 1
Cuando esta aristocracia, cuyas riquezas procedían de las rentas del latifundio, se ve
sustituida en la población por una clase alta conformada por una nueva burguesía que
surge a partir de los nuevos establecimientos comerciales y hoteleros que se crean en la
población, cambia el modelo rural por otro que pretende ser más refinado y urbanita.
Deja entonces de ubicarse la montura en la entrada de la casa para sustituirse por el
mobiliario de moda. No podemos dejar de señalar, que todavía hoy se puede observar
en estos espacios la presencia de elementos decorativos que recuerdan cuál fue su fun-
ción primigenia. La colocación de jamugas en la entrada de la vivienda está presente
en varias de las viviendas que tuvimos ocasión de visitar y en las que curiosamente los
propietarios desconocían el uso de dicha silla137.
137
Según definición del diccionario de la R.A.E. una jamuga es una silla de tijera, con patas curvas y co-
rreones para apoyar espalda y brazos, que se coloca sobre el aparejo de las caballerías para montar cómo-
damente a mujeriegas.
138
En el siglo XX, en las viviendas de clases sociales medias y bajas, y sobre todos en
aquellas cuyos propietarios tienen que entrar la caballería por el pasillo de la casa porque
esta carece de entrada trasera o lateral para dicho fin, el zaguán mantiene su antigua fun-
ción. Cuando el vecino llega a su casa, entra y quita en la primera nave los atavíos al ani-
mal, dejándolos en el suelo, y manteniéndole solo la jáquima. Seguidamente atravesaba
con él la casa y saliendo primero al patio y después al corral, lo llevaba hasta la cuadra.
Allí se le sustituía la jáquima por el “cabezón”138, atándose junto al pesebre o bien si este
no existe, poniéndole al animal el “morral” con la ración de comida correspondiente.
Las bóvedas que cubren este espacio suelen ser en su mayoría de arista, predominando
las variantes de aristas sencillas con gran motivo central realizado en el enfoscado; tan
solo dos de los zaguanes de los estudiados presentan una división interna en dos debido
a que el portón se sitúa en la parte intermedia de este espacio con bóvedas indepen-
dientes. Lógicamente no todas las casas estudiadas conservaban el zaguán abovedado.
En varias ocasiones las bóvedas de la primera crujía se han demolido, coincidiendo el
motivo casi siempre con obras de reforma en la planta alta (Tabla 7).
138
Según el diccionario de la R.A.E. se denomina “cabezón” al correaje que ciñe y sujeta la cabeza de una
caballería, al que está unido el ramal.
139
Las dependencias laterales de la primera crujía, habitualmente son utilizadas como dor-
mitorios, aunque también, y dependiendo de las necesidades de habitación de la familia
que ocupa la casa, se puede prescindir de uno de estos dormitorios y adecuar uno de
estos espacios a “salita”139, casi siempre en invierno. Las razones entendemos que
responden a la facilidad de calentar un espacio pequeño frente a las dificultades que
plantea calentar un espacio abierto como es la sala que se comunica sin interrupción
alguna con todo el pasillo de la casa y con las puertas traseras y delanteras.
Volviendo a la primera crujía, comprobamos que en las viviendas a dos manos, los usos
dominantes de las dependencias laterales son el de “salita”, y enfrente, al otro lado del
zaguán, el dormitorio principal de la vivienda, que suele coincidir con el de los
propietarios de la casa.
Se denomina “salita” a la habitación pequeña mientras que la “sala” es el espacio abierto que existe
139
habitualmente al final de pasillo y que ocupa una de las alas de la casa junto con la parte de pasillo corres-
pondiente a esa crujía.
140
La estancia completa su mobiliario con una mesa camilla bajo la que se pone en invierno
el brasero de picón, varias sillas y alguna butaca. La pared del fondo suele tener algún
aparador donde se recoge la loza que se destina a ocasiones especiales. Las paredes
generalmente están encaladas, aunque diversas modas han ido dejando su rastro bajo
las capas de cal blanca. En la primera mitad del siglo XX varios estucadores realizaron
trabajos en algunas casas del pueblo dejando los muros de las estancias principales
cubiertos con una fina y brillante capa de estuco, decoradas con paneles marmorizados
enmarcando motivos eclécticos. Este fue otro elemento de distinción social que no
todo el mundo pudo tener. En otras viviendas se simularon estos acabados mediante
pinturas. Es por lo tanto frecuente encontrar bajo las capas de cal de algunas de estas
“salitas”, zócalos y cenefas que daban prestancia al espacio.
141
142
tas. Una simple cortina servía para preservar la intimidad del espacio. Estos ámbitos, al
estar su uso restringido a la familia que ocupaba la casa, no presentaban decoración en
sus bóvedas.
No resulta raro encontrar en estas naves intermedias restos de una chimenea u hogar
en la parte central, abriéndose hacia el pasillo, aunque en muchas ocasiones esta ya ha
desaparecido, encontrándose las bóvedas de estos espacios recrecidas con el fin de ocul-
tar la zona de salida de humos. Se caracteriza en estos casos por la ausencia de simetría
en el diseño de la bóveda. Esta misma circunstancia se da cuando en la crujía interme-
dia y junto al pasillo ha existido una escalera de acceso al “doblao” y se ha demolido
para resituarla en la primera crujía como consecuencia de una división horizontal de la
propiedad por la que la planta alta se convierte en una unidad habitacional indepen-
diente de la planta baja.
La escalera de acceso al “doblao” tiene su entrada, bien desde el pasillo en la crujía inter-
media o bien desde la nave trasera, atravesando el muro de carga que la separa del paso
intermedio y adentrándose en dicha nave, según la altura que sea preciso salvar para
subir a la planta alta. Esta situación de la escalera la condiciona el perfil topográfico de
la vivienda. En ambos casos la escalera se traza con una fuerte pendiente condicionada
por la mucha altura a salvar –hasta 4 mts. de altura– y la poca distancia entre los muros
que delimitan las crujías –entre 3.25 y 3.50 mts.–.
Las piezas centrales del pasillo, al igual que las del zaguán conservan una profusa
decoración en las bóvedas, como consecuencia de ser zonas a las que las personas ajenas
a la vivienda accedían con cierta facilidad.
En la crujía final, en el espacio del pasillo, se abre a un salón que ocupaba una de las alas
laterales. Esta dependencia presenta variantes que van desde una adecuación del pasillo
a zona de cocina hasta una gran estancia de unos 25 m2, donde se situaba el hogar de la
casa al amparo de una amplia chimenea de “topetón” que ocupa el fondo del salón. Se
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144
puede encontrar a veces, oculto tras la chimenea, un espacio reservado cuya finalidad
es la de almacenar los productos perecederos que forman parte de la alimentación
básica de la familia. Las dimensiones de este espacio, denominado “despensa”,
guardan una estrecha relación con la solvencia económica de los que promovieron la
construcción de la vivienda. Otro de los elementos habituales en dicho espacio es la
“alacena”, consistente en un hueco realizado en uno de los muros de carga, que suele
coincidir con algún paso secundario entre la crujía final y la nave intermedia que se
cierra en su parte trasera con un tabique. En la “alacena” se guarda el menaje que se
emplea en la elaboración de los alimentos y la vajilla de mesa. En uno de los laterales de
la chimenea se situaba un “pollo” de fabrica que servía como espacio de trabajo para
cocinar y fregar la loza. La preparación de los alimentos se realizaba en el fuego de la
chimenea colgando el caldero de unas “llares” o colocando la sartén sobre unas estrébe-
des. Cuando la cantidad a cocinar era menor, el “pollo” anteriormente descrito cumplía
la función de cocina. En su frente, un pequeño orificio por el que se introducían brasas
del fuego de la chimenea; otra perforación en la parte superior permitía colocar una
placa o elemento metálico que transmitía el calor al recipiente en el que se cocinaba.
El salón de la última crujía suele cubrirse con bóvedas ricamente decoradas que, al igual
que ocurre en las crujías intermedias, se modifican por la eliminación de algún elemento
existente –escalera, chimenea, etc.– o por la subdivisión en varios espacios –la creación
de un nuevo dormitorio por necesidades de habitabilidad–.
145
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bóvedas dañadas y sustituirlas por forjados. Entre otros motivos, el derribo de bóvedas
es fruto de la aparición de patologías en las mismas que no garantizan la estabilidad.
Durante la elaboración del catalogo de casas abovedadas en Alange, encontramos al-
gún caso que por sus connotaciones etnográficas no dejamos de describir. En una de
las viviendas el causante de la demolición fue el “tocino” procedente de la tradicional
matanza. Todos los años, llegado el invierno, en la planta alta de la ultima crujía se situa-
ban las “camas” para salar la corteza del cerdo. El agua procedente de la sal se introdujo
en la bóveda produciendo eflorescencias salinas que poco a poco fueron disgregando
los ladrillos. Tras varios años repitiendo la operación, las bóvedas se vieron tan afectadas
que fue precisa su demolición y la sustitución de las mismas por un forjado de viguetas
de hormigón y bovedillas.
147
tes de los habitantes de la casa. Este espacio suele encontrarse en el punto más alejado
de la vivienda, con el fin de liberar a esta de las emanaciones que se producen por la
descomposición de la materia orgánica.
La llegada de la época de abonado de los campos era aprovechada para retirar los
residuos acumulados a lo largo del año, repartiéndose mediante cargas realizadas en
serones de esparto que se colocaban a ambos lados del animal –burro, mula o caballo–,
de aquí también la importancia de tener un pasillo ancho en la casa cuando se carecía
de puerta trasera o “falsa”.
Este momento era aprovechado también por las amas de casa, que empleaban las capas
inferiores de la materia orgánica descompuesta para seleccionar el estiércol de mejor
calidad para el abono de las macetas que adornan la casa o el patio.
148
Por otra parte, cuando el propietario tenía que desembolsar una cantidad por la
adquisición de materiales como la cal, el ladrillo o la teja, estos materiales, eran susti-
tuidos por el barro, el adobe o la cubierta vegetal respectivamente, llegándose incluso a
prescindir en estos casos de la figura del maestro albañil. La vivienda que surgía de estas
limitaciones económicas podemos denominarla vivienda autoconstruida, ya que en su
construcción participaban el propietario y otros miembros pertenecientes al entorno
familiar.140
El proceso constructivo comienza por la adquisición del solar, que en muchas ocasiones
es cedido por el ayuntamiento. Este impone la condición de que en un plazo de tiempo
determinado se construya la vivienda. En el caso de que dicho plazo transcurriese sin
que la propiedad construyera, el solar volvería a ser propiedad del ayuntamiento. Tam-
bién se obligaba a la propiedad a realizar el empedrado del tramo de calle que ocupara
la fachada de la casa. Con esta medida el ayuntamiento se garantizaba la urbanización de
los nuevos tramos de vía pública que se producían con el crecimiento de la población.
Una vez adquirido el solar, la propiedad encargaba al maestro la realización del replan-
teo de la cimentación que dependiendo de la posibilidad económica de la propiedad,
sería ejecutada por ella misma o por los peones del maestro.
140
GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A. Extremadura popular. Casas... Pág. 185.
149
Sobre la cimentación, y antes de construir los muros de tapia era habitual realizar un
muro mampostería que servía como base a la tapia y al tiempo que la preservaba de la
humedad del terreno. Una vez levantado el muro en todo el perímetro de la construcción
así como en los muros de carga que habitualmente se construían paralelos a la fachada
de la vivienda, se procedía al levantamiento de las tapias; para ello se empleaban los
tapiales –un conjunto de piezas que correctamente ensambladas forman un encofrado
modular que se desplaza sobre el muro permitiendo la realización de bloques de tierra
compactada–141.
La ejecución de la primera tapia debía ser en una esquina, construyéndose para ello una
“rafa” de piedra o ladrillo con cal. Las “rafas” eran refuerzos estructurales que se levan-
tan en las esquinas de la construcción o en el punto medio de muros que por ser de gran
altura pueden presentar deficiencias de estabilidad. La construcción de estos elementos
se podía hacer al tiempo que se rellenaba el tapial de tierra, levantándose la “rafa” en
uno de los extremos al tiempo que se añadía la tierra.
Con el fin de trabar toda la estructura, las “rafas” se cambiaban de sentido en cada
141
El equipo completo para la realización de la tapia se compone de: 2 tapiales que tienen ombligo y
barrones, 3 agujas, 6 costeros, 3 sogas, 1 compuerta, 2 espuertas y 2 pisones.
150
151
En definitiva, podemos afirmar que cada casa sufrió una transformación en función de
las características de quienes las ocupaban, hasta el punto que, partiendo de un esquema
inicial común para todos, la vivienda se transformó creando una interesante riqueza
tipológica.
FLORES DEL MANZANO, “Dependencias agropecuarias en la casa extremeña: bodega, cuadra, alma-
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Dentro del mobiliario propio de la vivienda y una vez desaparecido el paso de rollos
que marcaba el centro del pasillo en pro de los nuevos suelos de baldosas hidráulicas
en una primera etapa y de los suelos de terrazo con posterioridad, apareció el uso de la
“estera”. Esta pieza, realizada con fibras vegetales entrelazadas se colocaba en el lugar
del antiguo paso de rollos con el fin de que los animales que pasaban hasta el corral de
la casa no resbalasen sobre el nuevo pavimento.
Uno de los principales factores que influye en la posible ampliación de una vivienda es
la facilidad o complejidad de la ejecución de las obras de ampliación. Las viviendas en
subida tienen limitado su crecimiento en planta baja, que se condiciona a la posibilidad
de vaciar el patio y el corral rebajando la cota natural del terreno. Para el caso contrario
de vivienda en bajada –la cota de la puerta de la calle es superior a la de la puerta del
patio– presenta un mayor facilidad para ampliar la vivienda con el aliciente de que la
146
Resulta difícil, al no quedar documentado en licencias o permisos de obras, constatar cuándo se hacen
ampliaciones y reformas que afectan a las dimensiones de las viviendas. Los datos obtenidos son fruto de
las entrevistas realizadas a los propietarios de las viviendas y a los albañiles de la localidad.
157
En las últimas tres décadas hemos sido testigos de la desaparición de la hermana pobre
de nuestro rico patrimonio cultural. La dificultad que ha supuesto y supone inculcar una
visión protectora por parte de las instituciones a los propietarios de aquellos inmuebles
que se integran dentro de nuestra arquitectura vernácula junto con la fiebre destructiva-
constructiva que se ha desatado en estos últimos años, nos ha llevado a cambiar la
fisonomía tanto interna como externa de nuestras casas. El concepto de que todo lo
viejo es malo, y por tanto debe ser sustituido por lo nuevo, que es mejor, nos ha llevado
a la introducción de nuevos materiales que si bien son ideales para ciertos tipos de
construcciones, no son los más adecuados para las nuestras.
El desarrollo que tuvieron algunos materiales allá por el s. XIX en sociedades más
industrializadas coparon el mercado de los materiales de construcción desplazando a
otros que siendo tradicionales en la región eran más costosos por su elaboración me-
diante procedimientos artesanales. Este es el caso que ocurrió con la cal y el cemento.
Tras siglos empleando la cal como aglomerante en la construcción, mediante el proceso
de apagado a pie de obra, se vio desplazada y sustituida por el cemento que se imponía
como material obligatorio gracias al desarrollo de un proceso normalizado e indus-
trializado de su producción.
La desvalorización del mundo rural en las últimas décadas ha dado lugar a un impor-
tante abandono y desprecio de los lugares, casas y pueblos en los que se ha vivido tradi-
cionalmente. El abandono de los núcleos rurales por parte de sus habitantes hacia otras
zonas más desarrolladas e industrializadas conlleva la venta o abandono de las casas del
pueblo, que tras permanecer cerradas durante largos espacios de tiempo, llegan a tan
alto nivel de deterioro que se imposibilita su rehabilitación, haciéndose necesaria la de-
molición para construir una nueva vivienda de acuerdo con los cánones que se imponen
en el momento.
158
Las nuevas construcciones suelen estar condicionadas a las modas o estereotipos forá-
neos que llegan al mundo rural con el retorno de los emigrantes. Estas modas son unos
de los factores que más daño han producido en la imagen de nuestros pueblos. Así
podemos ver como proliferan viviendas que presentan un aspecto nada común al resto
de su entorno, caracterizándose por la inclusión de elementos ornamentales, volúmenes
o materiales que copian modelos de otras regiones.
Por otra parte las campañas que promueven instituciones y órganos oficiales autonómicos
cometen el error de promover estereotipos como tipologías únicas, cuando en realidad
estas solo corresponden a un periodo y estatus social determinado. Es por ello que se
cae en errores que llegan incluso a traspasar las fronteras autonómicas, así ocurre con el
caso de los pueblos blancos. Una tipología característica de ciertas áreas de Andalucía, y
no de toda la región, que salta los límites de la comunidad extremeña afectando a gran
parte de la provincia de Badajoz. Ante un análisis pormenorizado del aspecto cromático
de nuestros pueblos, podemos afirmar que la mayor parte de los pueblos de la Baja
Extremadura no eran blancos, sino del color de la tierra, con una riquísima profusión
de ocres que variaban según las tierras empleadas para la construcción de las tapias o
los adobes o incluso los enjalbegados de cal morena. En ocasiones sí era característico
calafatear las jambas de los huecos de fachada con cal blanca, costumbre cargada de una
finalidad claramente profiláctica y que tiene mucho que ver con las supersticiones y las
creencias de un mundo mágico rural.
Otras modas afectaron a los colores de nuestras calles, como la que se extendió a finales
del s. XIX y comienzos del s. XX en los que era frecuente ver fachadas en tonos azules,
corintos, ocres, etc., de influencias portuguesas e indianas. La superficie blanqueada de
la vivienda dependía de la capacidad adquisitiva de los propietarios, siendo esta mayor y
más blanca a medida que subía el nivel social del grupo familiar que habitaba en la casa.
Es cierto que el albañil mantenía una tradición y una forma de hacer su trabajo que
permaneció inalterable durante décadas o siglos en ocasiones. Pero también debemos
aceptar como un hecho reconocido una evolución en su técnica, aceptando las modas
que se imponían como consecuencia de la aparición de nuevos materiales o bien como
159
consecuencia de la venta de materiales ya conocidos, pero antes muy caros, a unos pre-
cios módicos que permitían a cualquier vecino, fuera cual fuere su nivel económico, la
adquisición de los mismos. En el uso de estos materiales primaría la funcionalidad frente
a la estética.
En las décadas de los años 60 y 70 del pasado siglo, con el desarrollo de la elaboración
industrial de los materiales cerámicos de revestimiento que anteriormente se fabricaban
de forma artesanal, se dispararon los diseños de azulejos y su oferta en el mercado se
rebajó a unos precios populares. Esto supondría uno de los cambios radicales en la fi-
sonomía de nuestros pueblos. Apareció entonces la moda de los alicatados de azulejos
en las fachadas. Alabados principalmente por su funcionalidad, admitía un manten-
imiento de la fachada más agradecido que el blanqueo anual, fueron cubriendo muchas
de aquellas fachadas inmaculadas que antes era pintadas con cal desde su encuentro con
el suelo hasta el alero de tejas.
La parte más sufrida de las fachadas eran el zócalo a nivel de calle y los recercados de los
huecos. Estos tradicionalmente se habían pintado de un color más oscuro que el resto
de la fachada. En el nivel del suelo el zócalo –cuando alcanzaba una altura cercana a un
metro– o cinta –cuando no medía más de 15 o 20 cms.– se alicataban con la finalidad
de ocultar las posibles salpicaduras en la base de la fachada o las manchas que producía
la humedad por capilaridad. En los huecos, los recercados se revestían creando una
faja perimetral, reminiscencias de los antiguos enmarcados de piedra o simulados con
pintura.
Cuando el revestimiento de azulejos en las fachadas es parcial, las piezas cerámicas sus-
tituían a los elementos que con anterioridad daban un carácter ornamental a la fachada,
así nos encontramos con elementos lineales de trazado horizontal que a modo de corni-
sa separan los diferentes niveles de la vivienda. Por otra parte, elementos verticales a
160
Estos elementos que con anterioridad eran decorados con diversos tipos de motivos
geométricos, esgrafiados, imitación de sillares, elementos vegetales estilizados, etc.,
realizados con mortero de cal se sustituirían por combinaciones inverosímiles de azule-
jos, donde se jugaba con diferentes tonalidades, con variaciones en la forma de colo-
cación, con la introducción de nuevas formas geométricas, o incluso repitiendo motivos
clásicos de la arquitectura popular que se trasladaban a las piezas cerámicas realizándose
cortes imposibles.
Un claro ejemplo se nos presenta en las construcciones realizadas con piedra, en las
que tras una rehabilitación no importa que la piedra de la fabrica continúe a la vista,
mientras que en el caso del tapial o el adobe se opta por aplicarle un revestimiento. Ese
revestimiento, que puede ser un simple encalado, es de correcta aplicación, pues cumple
una función impermeabilizadora y alarga la vida de la estructura. Pero, en ocasiones, en
el caso de rehabilitaciones de estructuras realizadas con fábricas de tierra, se pide por
parte de la propiedad que se inserten algunas lajas de piedra de forma aleatoria en el
enfoscado, simulando un desconchado en el revestimiento que deja a la vista dichas
piedras.
Se convierte entonces al muro en un falso decorado donde bajo una simulada fábrica de
piedra realmente se encuentra un muro de de tierra apisonada o de adobes. ¿Qué tienen
las fábricas de tierra que se ocultan o se pretenden disfrazar de obras de piedra? Quizás
el concepto de material resistente que posee la piedra la impregna de una nobleza que
se le niega al tapial. Pero también existe una falta de conocimiento sobre estas fábricas
de tierra, a las que se considera obra de poca resistencia.
161
Al respecto y abriendo un pequeño paréntesis para romper una lanza a favor de las
obras de tierra, debemos señalar que todavía hoy se nos conservan en nuestra región
ejemplos de esta técnica constructiva por los que han pasado en ocasiones miles de
años, en ocasiones siglos. Sirvan de ejemplos los muros del santuario de Cancho Roano en
Zalamea de la Serena, de época tartésica, o las murallas de algunas fortalezas de época
musulmana como el castillo de Hornachos o el de Reina.
Partiendo de una fase inicial (Fase 1) en la que consideramos que la casa posee un perfil
en bajada, el pasillo se adapta a la pendiente natural del terrero, estando a veces
interrumpido por varios peldaños que permiten salvar las cotas de nivel más pronun-
ciadas, las bóvedas al igual que el pasillo descienden de cota en cada crujía. La cocina-
estar se sitúa en la última nave y el doblado cumple la función de almacén y granero.
Volviendo al pasillo, la parte central se pavimenta con cantos rodados y forma un paso
central abierto hasta el patio. Las dependencias laterales del pasillo se destinan a dormi-
torios, mientras que los espacios de estabulación se sitúan en el corral. El patio antesala
del corral tiene un pavimento de baldosas de barro en la mejor de las circunstancias,
o un simple empedrado en la peor. El corral está empedrado o no tiene pavimento y
queda en tierra.
162
163
CONCLUSIONES
Al igual que hemos hecho con la técnica de la bóveda tabicada, todavía estamos a tiem-
po de recoger y dejar registrados a través de los testimonios de los últimos maestros
alarifes que, ajenos al acelerado progreso técnico que experimenta el mundo de la
construcción, resisten empleando sus técnicas tradicionales –cuando ello es posible– en
la ejecución de las obras. De no ser así, en el transcurso de pocos años, las generaciones
venideras que contemplen nuestro patrimonio rural –lo poco que, afortunadamente,
haya logrado conservarse– lo harán ajenos a los aspectos humanos de una profesión
que tiende a desaparecer.
Podemos asegurar que la casa abovedada generó las señas de identidad que situaba a
sus propietarios cerca de los niveles sociales altos de la población. En él tenían cabida
propietarios, agricultores y ganaderos en su mayor parte. También queda patente el uso
de estas casas como alojamientos en la temporada estival para los bañistas que acudían
al balneario. Con la casa abovedada se introduce el concepto de confort y una habitabi-
lidad digna y propia de una sociedad del siglo XX.
Por otra parte, la casa abovedada se puede considerar como el punto máximo evolutivo
de la arquitectura tradicional. Esta fue la última gran técnica desarrollada en el ámbito
de la arquitectura sin arquitectos. Solo la irrupción de los nuevos materiales, basados en
164
Hemos pretendido con este trabajo realizar un recorrido por las necesidades
inmobiliarias de las familias, las formas en las que se agrupaban estos individuos bajo
un mismo techo, las bases económicas que sustentaban al grupo y las modificaciones
y ampliaciones que se hacían necesarias por las más diversas circunstancias de la vida.
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ANEXOS
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Bajo el cuadro de características, otro cuadro nos acerca a los datos más relevantes de la
casa como propietario, fecha de construcción, nombre del constructor e incidencias o
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Para una mejor comprensión de la ocupación de la vivienda a lo largo del siglo XX, se
añaden tres cuadros en la parte inferior donde se representan de forma esquemática
las estructuras familiares que ocupaban la vivienda en los años 1930, 1965 y 2000, indi-
cando con relleno en la figura geometríca quien ostentaba el cargo de cabeza de familia.
Sobre el esquema aparece también la profesión que dicho cabeza de familia desempe-
ñaba. En la parte inferior se indica el número de personas que habitaban la casa con
diferenciación de hombres y mujeres.
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CALLE ALMENDROS
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CALLE BAÑOS
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CALLE BELÉN
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CALLE CONSTITUCIÓN
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CALLE COSO
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CALLE ENCOMIENDA
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252
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CALLE ERMITA
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260
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CALLE MESÓN
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CALLE NUEVA
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PLAZA DE ESPAÑA
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286
287
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INDICE DE ILUSTRACIONES
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INDICE DE ILUSTRACIONES
FIGURAS
Fig. 21.- Modelo de familia nuclear alangeña de la primera mitad del s. XX……………………………………95
Fig. 22.- Modelo de familia nuclear alangeña de la segunda mitad del s. XX…………………………………..95
291
Fig. 24.- Modelo de familia troncal alangeña en el segundo tercio del s. XX…………………..…………………97
GRÁFICOS
Gráfico 2.- Porcentaje de familias por calle en Alange en la primera mitad del s.XX……….………..……100
ESQUEMAS
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TABLAS
Tabla 2.- Modelos de familias dominantes al final del primer tercio del s. XX…………………………………100
Tabla 3.- Filiación troncal de las familias por calles en Alange (1924)………….…………….….………………..101
LÁMINAS
293
294
BIBLIOGRAFÍA
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296
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