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Biografía[editar]

Kevin Lynch nació en Chicago en 1918. Era el menor de tres hijos y sus padres, a pesar
de ser de la segunda generación de inmigrantes, disfrutaban de una buena situación
económica en el momento en que nació Kevin.
En su formación académica fueron muy importantes los estudios en una escuela
progresista, que se caracterizaba por métodos innovadores y el aprendizaje a través de la
acción. Este ambiente académico fue muy estimulante y formativo, despertando así su
interés en la arquitectura a partir de un curso de historia de Egipto en el séptimo grado.
Después de graduarse en la escuela secundaria, Lynch decidió ir a estudiar arquitectura
a Yale con la recomendación del único arquitecto que conocía. Lamentablemente, Yale era
en esa época una de las escuelas más conservadoras y con tradición en Beaux Arts.
Lynch chocó pronto con esa tradición y empezó a buscar nuevos lugares para seguir con
sus estudios.
En esa época Lynch conoció al célebre arquitecto Frank Lloyd Wright y decidió solicitar su
admisión en Taliesin, su escuela de arquitectura emergente. Empezó a estudiar en 1937 y
durante su año y medio en Taliesin, Lynch encontró mucho de lo que no pudo encontrar en
Yale.
Particularmente sintió atracción por el enfoque práctico de Taliesin, muy parecido a sus
estudios de juventud en la escuela progresista. Asimismo, la escuela tenía una
metodología que priorizaba el aprendizaje de la filosofía de la arquitectura, para luego
remitirse al aspecto técnico. Esto beneficiaba sobre todo a los estudiantes que no tenían
conocimientos previos de las técnicas arquitectónicas.
Sin embargo, después de solo un año y medio el joven Lynch empezó a sentirse sofocado
por la escuela: expresó en una ocasión que si uno se queda en Taliesin se transforma en
un “pequeño Sr. Wright” (Banerjee y Southworth, 18). Como consecuencia, decidió irse de
la escuela y estudiar ingeniería.
En 1941 Lynch se casó y tres meses más tarde fue reclutado para luchar en la II Guerra
Mundial. Sirvió en el Cuerpo del Ejército de Ingenieros en Filipinas y Japón. Al regreso
volvió a estudiar, pero esta vez decidió dedicarse a la planificación urbana en el MIT.
Después de graduarse empezó a trabajar para la Comisión de Planeamiento
de Greensboro (Carolina del Norte). Sin embargo, poco después recibió una oferta para
ser docente en el MIT. Lynch estaba contento con su trabajo en la comisión, y solo aceptó
el puesto de docente tras la presión de su esposa.
Al empezar en el MIT, Lynch se caracterizó como una persona muy capaz, pero sin
dirección. Esto cambió cuando tuvo la oportunidad de viajar a Europa, principalmente a
Florencia. Banerjee y Southworth caracterizan este tiempo como un momento de
observación, cuestionamiento y debate. El tiempo resultó muy productivo, produciendo un
“fuego” de inspiración que guiaría todas las investigaciones que iban a venir.
Durante los siguientes treinta años, Lynch produciría algunos de los trabajos más
importantes en la disciplina del planeamiento, incluyendo su trabajo más conocido en
Diseño urbano, The Image of the City (1960). Además, atrajo alumnos de todo el mundo al
MIT para estudiar; frecuentemente mencionó que sus mejores profesores fueron sus
alumnos.

Contexto socio-paradigmático[editar]
Cuando Lynch volvió de la Segunda Guerra Mundial encontró una crisis en la ciudad
norteamericana: había una gran escasez de vivienda debido al deterioro producido durante
la época de la Gran Depresión. La abundancia de barrios en estado crítico produjo una
ciudad que poco tenía que ver con los ideales de un país moderno y emergente, triunfador
en la segunda guerra mundial.
Los reformadores: En este momento la planificación urbana en los Estados Unidos tenía
sus raíces en las tradiciones de Burnham, Howard y Olmstead. Según esa paradigma, se
puede diseñar la ciudad para producir orden y el bienestar de su habitantes. Como dicen
Banerjee y Southworth, en los ojos de antiurbanistas reformadores, “se creía que una
ciudad buena y bonita reflejaba – de hecho, determinaba – una sociedad buena”. Como
consecuencia, había una línea de pensamiento que sugirió que los problemas sociales
tenían sus raíces en la ciudad y que la única solución era hacer una ciudad nueva y
distinta.
Arquitectura moderna: Como en otros lugares en el mundo, los arquitectos modernos
(CIAM) tenían una fuerte influencia en la ciudad. Como ya se mencionó, la metrópolis
norteamericana de la posguerra enfrentó un gran problema de escasez de vivienda. Con el
uso de nuevos materiales como hormigón armado y la eliminación de detalles
innecesarios, la arquitectura moderna ofreció una solución a esto. El resultado favoreció la
eficacia de la reconstrucción y la producción de nuevos viviendas con mayor número de
departamentos y a una inversión mínima. En breve, mientras las ciudades europeas
destruidas por la guerra se reconstruyeron según sus esquemas tradicionales, la búsqueda
de modernidad en los Estados Unidos permitió la ejecución de algunos de los conceptos
más teóricos de la arquitectura moderna (Laurence, 145-155).
Una reacción: Desde los años 1950 comenzó a reconocerse que había una insuficiencia
de conocimiento sobre la ciudad, lo que ocasionó algunas catástrofes de planeamiento.
Muchas críticas tomaron como punto de partida los proyectos de arquitectura moderna que
fueron construidos en las décadas de 1940 y 1950. Una consecuencia de ese
reconocimiento fue la creación de la Fundación Rockefeller que no solo iba a apoyar a
Lynch, sino a muchos de los grandes pensadores de la ciudad entre los años 1955 y 1965.
En diez años la fundación subvencionó el famoso Death and Life of Great American
Cities de Jane Jacobs y varios trabajos realizados por Edmund Bacon y Christopher
Alexander, entre otros.
Hacia un nuevo paradigma: Se puede caracterizar el paradigma de la Fundación
Rockefeller como la creencia de que “los nuevos modelos de urbanismo fueron
fundamentalmente anti-ciudad, en desacuerdo con la carácter multi-capa y multi-modal de
la ciudad” (Laurence, 158-9) y, por lo tanto, había una necesidad de desarrollar un mejor
conocimiento de la ciudad moderna. En Kevin Lynch y George Kepes la fundación
encontró dos personas que personificaron este paradigma. Se les dio la primera beca de la
Fundación en 1954.

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