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Jesús Emilio González Urquijo

Juan José Ibáñez Estévez

Metodología
de análisis funcional
de instrumentos tallados en sílex

Universidad de Deusto

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Metodología
de análisis funcional
de instrumentos tallados en sílex
Jesús Emilio González Urquijo
Juan José Ibáñez Estévez

Metodología
de análisis funcional
de instrumentos tallados en sílex

1994
Universidad de Deusto
Bilbao
Cuadernos de Arqueología, n.º 14

Portada: Enmangamientos de las puntas de dorso


© Universidad de Deusto - Apartado 1 - 48080 Bilbao
I.S.B.N.: 978-84-9830-864-8
Agradecimientos

Agradecemos al Dr. Juan María Apellániz Castroviejo el interés que


ha mostrado por el presente trabajo, tanto durante su desarrollo desde
1986 como en el momento de su publicación. Este reconocimiento es ex-
tensible a la Universidad de Deusto que toma a su cargo la publicación
de una parte sustancial de los resultados de nuestras investigaciones, que
han constituido sendas tesis doctorales presentadas en dicha Universidad.
El trabajo de estos años se ha llevado a cabo fundamentalmente en el
Museo Arqueológico, Etnográfico e Histórico Vasco de Bilbao a cuyo
personal queremos manifestar nuestra gratitud. En este tiempo hemos
sido beneficiarios de la beca de Arqueología de la Diputación Foral de
Vizcaya y de la beca predoctoral de Formación de Personal Investigador
del Gobierno Vasco. Además el trabajo ha sido parcialmente financiado
por la Dirección General de Investigación Científica y Técnica del Minis-
terio de Educación y Ciencia, en el apartado de dotación de infraestructu-
ra de investigación y en el de proyectos de investigación (PB87-0186).

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INDICE

INTRODUCCION .............................................................................................. 11

1. PLANTEAMIENTO DEL PROGRAMA EXPERIMENTAL ...................... 15


1.1. El método ............................................................................................... 15
1.2. Las variables independientes ................................................................. 19
1.2.1. La actividad ................................................................................. 20
1.2.2. La materia trabajada .................................................................... 28
1.2.3. El tiempo de trabajo .................................................................... 31
1.2.4. La sujeción del útil ...................................................................... 31
1.2.5. Otras variables experimentales.................................................... 35
1.3. Las variables dependientes y atributos................................................... 36
1.3.1. Desconchados.............................................................................. 36
1.3.2. Pulido........................................................................................... 42
1.3.3. Estrías y huellas lineales.............................................................. 58
1.3.4. Embotamiento ............................................................................. 60
1.4. Programas experimentales complementarios......................................... 61
1.4.1. Programa experimental de huellas de talla.................................. 62
1.4.2. Programa experimentalde alteraciones postdeposicionales ........ 63
1.4.3. Programa experimental de alteraciones arqueológicas ............... 63

2. RESULTADOS DEL PROGRAMA EXPERIMENTAL .............................. 65


2.1. Desconchados......................................................................................... 69
2.1.1. Morfología................................................................................... 69
2.1.2. Cantidad....................................................................................... 72
2.1.3. Longitud y anchura...................................................................... 76
2.1.4. Terminación................................................................................. 83
2.1.5. Disposición.................................................................................. 91
2.1.6. Posición ....................................................................................... 97

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2.2. Pulido ..................................................................................................... 108
2.2.1. Disposición en las caras activas .................................................. 108
2.2.2. Distribución del pulido................................................................ 113
2.2.3. Extensión transversal del pulido.................................................. 115
2.2.4. Relación desconchados/pulido .................................................... 117
2.2.5. Superficie del pulido ................................................................... 119
2.3. Redondeamiento..................................................................................... 135
2.4. Estrías y componentes lineales .............................................................. 137

3. EL PROCESO DE INFERENCIA FUNCIONAL ......................................... 141


3.1. Los elementos del proceso de inferencia ............................................... 141
3.2. Las huellas de uso .................................................................................. 143
3.2.1. Fenómenos de alteración diferentes al uso.................................. 143
3.2.2. Confianza de los criterios funcionales......................................... 145
3.2.3. Acciones que no producen huellas .............................................. 147
3.3. El sistema de decisiones......................................................................... 147
3.3.1. Zonas activas lineales.................................................................. 150
3.3.2. Zonas activas puntuales............................................................... 158
3.3.3. Zonas activas en bisel.................................................................. 164
3.4. Aplicación del proceso de inferencia ..................................................... 165

4. APENDICES .................................................................................................. 169


1. Fotografías de huellas en piezas experimentales ....................................... 171
2. Lista de experimentos ................................................................................ 201
3. Planos de zonas activas en piezas experimentales..................................... 211

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Introducción

La preocupación por el conocimiento de la funcionalidad del utillaje


lítico prehistórico ha acompañado al desarrollo de la disciplina arqueoló-
gica desde los primeros momentos de su creación.
Si bien es cierto que hasta finales del pasado siglo el interés de los
investigadores estuvo orientado principalmente a demostrar la génesis
humana y la antigüedad de los artefactos líticos, podemos detectar en es-
tos precursores inquietudes sobre el significado funcional de las herra-
mientas. La propia denominación de los útiles con morfologías concretas
como raspadores, puntas o cuchillos refleja el intento de aportar datos
sobre el sentido funcional de las piezas.
Sin embargo, estas consideraciones funcionales, basadas en compara-
ciones etnográficas o deducciones a partir de la morfología del útil, pron-
to cayeron en desuso. Se hizo evidente que no existía ningún método de
contrastación de este tipo de hipótesis, por lo que los esfuerzos de los in-
vestigadores se dirigieron al análisis de la forma de los útiles, que fueron
categorizados en diversas listas tipológicas.
A partir de los años 30, el soviético S. Semenov llevó a cabo una se-
rie de investigaciones sobre la funcionalidad de las herramientas prehis-
tóricas mediante el análisis de las alteraciones en las zonas activas de los
útiles producidas por el uso. Las investigaciones de este autor apenas
fueron conocidas en Occidente hasta la publicación en inglés de los re-
sultados (Semenov, 1957/1981).
Tal publicación tuvo una fuerte repercusión en la investigación euro-
pea y americana, potenciando una serie de trabajos que pretendían desa-
rrollar los hallazgos de Semenov. En buena parte, el papel revulsivo de la
obra de este investigador se debió a la coincidencia de su aparición con

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el desarrollo de nuevos planteamientos metodológicos e interpretativos
que afectaban a toda la disciplina arqueológica.
Los años 60 fueron los momentos de desarrollo de la «Nueva Arqueo-
logía», que supuso una cierta ruptura con las tendencias anteriores. Esta
corriente pretendía reconocer las claves de interpretación del registro ar-
queológico como resultado de un comportamiento humano. Los estudios
de huellas de uso incidían directamente en este intento.
Paralelamente, se generalizó la aplicación de las técnicas de fechación
absoluta a los conjuntos arqueológicos, lo que debilitó la importancia del
aporte de los estudios tipológicos como definidores de una cronología re-
lativa. Ello puso de manifiesto el agotamiento de la práctica exclusiva
del análisis morfológico del utillaje y abrió la posibilidad de nuevos en-
foques en el estudio del material lítico.
Sin embargo, los resultados de los primeros estudios funcionales fue-
ron poco satisfactorios. La obra de S. Semenov incide fundamentalmente
en el conocimiento de la funcionalidad de ciertos tipos de útiles, pero
presenta claras lagunas en el plano metodológico. Así, no se especifican
los criterios de interpretación funcional que permitan aplicar su técnica
de análisis a otros conjuntos arqueológicos.
En Occidente, hasta finales de los años 70, los estudios funcionales
fueron limitados, ante la carencia de un sistema de análisis fiable. Los
trabajos de R. Tringham et al. (1974) y G.H. Odell (1977), por una parte,
y los de L.H. Keeley (Keeley, 1974; Keeley y Newcomer, 1977; Keeley,
1980), por otra, abrieron nuevas posibilidades. A partir de programas ex-
perimentales establecieron las características de las huellas de uso obser-
vables en las herramientas líticas que permitían la identificación de las
formas de empleo y las materias trabajadas por los útiles.
Durante algún tiempo estos enfoques se presentaron como antagóni-
cos debido a que el sistema de Tringham et al. basaba las atribuciones
fundamentalmente en los desconchados presentes en el filo después del
uso, mientras el método Keeley se centraba en las apariencias de las su-
perficies pulidas por el contacto con la materia trabajada.
El método Keeley, llamado de «altos aumentos» por el tipo de ele-
mentos ópticos empleados, ha sido el más extendido a lo largo de la dé-
cada de los 80. Las razones de este dominio se basan en dos factores. Por
una parte, la observación de los pulidos permite determinar materias tra-
bajadas específicas —«madera», «piel», «hueso»—, mientras los descon-
chados sólo reflejan la dureza relativa del material de contacto. Por otra
parte, se ha señalado la dificultad de distinguir los desconchados causa-
dos por uso de los originados por otros fenómenos.
En la actualidad, la integración de los dos métodos ha potenciado los
estudios funcionales. A pesar de ello, el sistema de análisis de las huellas

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de uso no deja de presentar limitaciones. En términos generales se cono-
cen los criterios que permiten reconocer la actividad y la materia trabaja-
da a partir de las huellas. Sin embargo, tales criterios no se han especifi-
cado de forma precisa, por lo que la capacidad de interpretación se basa
en la propia experiencia del analista, que ha sido educada previamente a
partir del desarrollo de un programa experimental de uso.
De esta forma, la credibilidad de las interpretaciones desarrolladas
por un investigador se basan más en su prestigio personal que en el cono-
cimiento crítico de los medios de análisis. Este hecho dificulta enor-
memente el desarrollo de la disciplina, ya que ralentiza la fase de aprendi-
zaje de la técnica e imposibilita la depuración y perfeccionamiento
paulatino del sistema de interpretación.
Por tanto, se echa de menos, en primer lugar, el establecimiento de
unos criterios precisos de interpretación funcional. Además, es necesario
que estos criterios queden integrados coherentemente dentro de un siste-
ma de análisis, en el que se plantee de forma ordenada el mecanismo de
argumentación que debe seguir el analista hasta llegar a la inferencia de la
actividad y la materia trabajada.
En los últimos 10 años el método de análisis funcional ha sido apli-
cado a numerosas cuestiones planteadas sobre el material arqueológico.
Las posibilidades del método no se restringen a conocer las formas de
utilización de ciertas herramientas sino que puede responder a problemá-
ticas más generales sobre los modos de vida prehistóricos (González Ur-
quijo, 1993; González e Ibáñez, 1991).
Así, mediante el análisis funcional se han aportado valiosos datos so-
bre el comienzo de la agricultura en Próximo Oriente (Anderson-Ger-
faud, 1982; 1983; Unger-Hamilton, 1988), las causas de la variabililidad
de las «facies» musterienses (Anderson-Gerfaud, 1981; Beyries, 1987),
la organización espacial de los campamentos magdalenienses (Plisson,
1985; Moss, 1983; Keeley, en Cahen et al., 1980) o la funcionalidad de
los asentamientos (Donahue, 1988; Ibáñez et al., 1993; González e Ibá-
ñez, 1993).
El amplio número de trabajos llevados a cabo desde principios de los
años 80 muestra que el estado actual de desarrollo teórico y metodológi-
co permite aportar valiosos datos sobre la economía prehistórica. Sin em-
bargo, al mismo tiempo, consideramos que el avance en el método de
análisis funcional, que conlleva la fijación de los criterios de interpreta-
ción y la especificación del sistema de inferencia, contribuirá a la obten-
ción de resultados más precisos y a la generalización del sistema de aná-
lisis.

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Capítulo 1

Planteamiento del programa experimental

1.1. El método

El acercamiento a la función de las herramientas se puede intentar


desde diversas perspectivas. Una de las más comunes ha sido la analogía
formal entre los útiles que se quiere estudiar y otros de función conocida.
También se ha pretendido identificar la función analizando la potenciali-
dad de la herramienta para realizar una actividad o transformar una mate-
ria concreta.
El inconveniente principal de ambos métodos reside en que si bien
permiten plantear hipótesis de uso, éstas no pueden ser contrastadas.
En algunos casos el contexto en el que se encuentra la herramienta es
tan evidente que es posible realizar una identificación funcional. Este es el
caso, por ejemplo, de las puntas de flecha incrustadas en huesos de ani-
males. Sin embargo las circunstancias en que se pueden realizar estas
identificaciones son excepcionales.
Las huellas de uso de las herramientas ofrecen una nueva vía de
acercamiento. Durante el trabajo de cualquier materia con un útil de sílex
se producen alteraciones en la zona de la herramienta en contacto con la
materia trabajada. La observación microscópica de estas alteraciones o
huellas de uso puede reportar informaciones sobre el trabajo que llevó a
cabo la pieza.
Para que esta identificación sea posible es necesario conocer cuáles son
las características de las alteraciones que cada uno de los trabajos genera.
Tal objetivo puede ser alcanzado mediante el método experimental.
En la experimentación, se reproducen diferentes labores, se controlan las
alteraciones que se crean en cada una de ellas y a partir de ahí se estable-
cen las huellas que son propias de cada labor.

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Posteriormente se analiza el material arqueológico, utilizando los
patrones de huellas significativos como criterio en la identificación fun-
cional.
Se establece así un sistema inductivo-deductivo con una primera fase
en la que se construyen las claves de interpretación a partir de la realidad
experimental observada, y una segunda en la que el reconocimiento de
las mismas alteraciones en piezas prehistóricas permite una equiparación
de causas por la analogía de consecuencias.
Para que la experimentación cumpla estos objetivos debe organizar-
se como programa experimental. Esto supone cumplir una serie de re-
quisitos.
En primer lugar, se debe definir de la forma más precisa posible el
marco experimental, es decir, las características de las actividades
prehistóricas que se estudian. En esta definición participan:
1. Las informaciones conocidas sobre el paleoambiente referidas a
las materias primas disponibles.
2. Los restos de actividades conservados en el registro arqueológico.
3. Las referencias etnográficas de pueblos con un nivel similar de
desarrollo tecnológico.
4. Los resultados de estudios funcionales ya realizados y otras de-
ducciones llevadas a cabo a partir del material arqueológico.
5. Los conocimientos sobre el comportamiento humano en general:
racionalidad, efectividad, capacidades motoras...
En segundo lugar, los experimentos deben formar un conjunto orga-
nizado, sistemático y coherente. Esto quiere decir que la experimenta-
ción de uso incluirá labores sobre todas las materias que es posible que
se hayan realizado en el contexto estudiado. Esta condición asegura que
las relaciones que se establecen entre las huellas y las características del
uso son pertinentes y que no hay otra utilización distinta que cause las
mismas huellas. En otro nivel, la realización de un programa experimental
permite más tarde construir un sistema de interpretación más completo.
Por último, en los experimentos deben controlarse las variables que
intervienen durante el uso y, más tarde, las alteraciones que se producen.
Para ello, es preciso llevar a cabo una definición previa de las labores que
se van a realizar y también de los atributos de las huellas resultantes
que se van a tener en cuenta.
La plasmación práctica del método experimental en los estudios de
huellas de uso ha seguido dos caminos diferentes, que denominamos re-
plicativo y analítico (Gutiérrez, 1990).
En el primer sistema se definen los diferentes trabajos que se lleva-
ron a cabo en época prehistórica, se reproducen experimentalmente y se

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observan los resultados. De esta forma las acciones practicadas son del
tipo de adelgazar una piel, apuntar una madera, crear un surco en un asta,
etc. El investigador conocería las huellas que produce cada uno de los
trabajos experimentados, de forma que cuando observará las trazas en un
útil arqueológico podría asociarlas a uno de los tipos de trabajos realiza-
dos.
En el sistema analítico el objeto de conocimiento no es el conjunto
del trabajo, sino cada una de las variables que lo componen. La finalidad
es establecer relaciones entre estas variables y las huellas formadas por
el uso.
En la experimentación replicativa se pretende reproducir los trabajos
llevados a cabo por el hombre prehistórico de la forma más fiel posible.
En la experimentación analítica, la necesidad de mantener un estricto
control de las variables conduce al desarrollo de experimentos mecánicos.
Los problemas de la experimentación replicativa parten de la misma
elección de las labores que se van a reproducir. En este sentido, ya se han
señalado los límites de las referencias etnográficas y los peligros de las
utilizaciones supuestas (Kamminga, 1982: 82; Unrath et al., 1986: 170;
Unger-Hamilton, 1988: 29).
A ello se añade que el sistema replicativo presenta el inconveniente
de que no permite reconocer más trabajos que los planteados en el pro-
grama experimental. Esto es debido a que el patrón de huellas produci-
do en la experimentación se asocia a una labor concreta. El reconoci-
miento del uso en un útil prehistórico se basa en la analogía entre las
huellas que presenta y las que se han observado en una pieza experi-
mental.
El hecho de que en las piezas arqueológicas no se encuentren huellas
exactamente idénticas a las experimentales produce tres tipos de proble-
mas. En primer lugar, fijar en qué aspectos y hasta qué punto pueden di-
ferir las huellas sin afectar a la interpretación. En segundo lugar, cómo
establecer niveles de interpretación parciales. Por último, cómo elaborar
una hipótesis de uso alternativa cuando las huellas son diferentes de las
conocidas por la experimentación, dado que no se ha controlado la in-
fluencia de cada variable.
El sistema analítico ofrece una respuesta más adecuada a esta proble-
mática. Ante un conjunto de huellas desconocido, el traceólogo puede es-
tablecer hipótesis sobre la labor que las originó a partir del conocimiento
que tiene sobre el comportamiento de cada variable de uso.
Además, la experimentación analítica permite crear una herramienta
de interpretación funcional más sistemática y flexible. Como veremos
más adelante, el número de variables que determinan las características
de las huellas es muy amplio, por lo que el sistema de deducción es com-

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plejo. Este se debe realizar en diferentes fases, desde las deducciones
más sencillas a las más complejas. En este proceso, las huellas que se ob-
servan en algunas piezas permiten desarrollar la inferencia hasta el nivel
de conocimiento más profundo y detallado, mientras en otros casos la de-
ducción debe quedar en un nivel más general. Este tipo de análisis, siste-
mático a la vez que flexible, sólo se puede practicar partiendo de una de-
finición detallada de las variables que intervienen en el trabajo y de los
tipos de huellas que generan.
Sin embargo, existen una serie de dificultades para llevar a cabo un
sistema de estudio estrictamente analítico. Por una parte, la cantidad de va-
riables que influyen en las huellas es amplia, por lo que el número de ex-
perimentos que resultaría de la combinación de todas ellas sería tan alto
que no se podrían llevar a cabo.
Una combinación exhaustiva de la variables funcionales llevaría a la
realización de actividades poco efectivas, que con toda seguridad no se
dieron en las épocas estudiadas (Keeley, 1980: 7; Grace, 1989: 12).
Además, el tipo de experimentación mecánica, justificado en el con-
trol estricto de las variables, no es adecuado para los estudios funciona-
les. El hecho de que pretendamos reconstruir un comportamiento humano
implica que dentro de cada gesto técnico existe un cierto grado de varia-
bilidad inherente al trabajo. Por tanto, los patrones de huellas que resul-
ten de una actividad humana van a resultar menos definidos que los obte-
nidos en la experimentación mecánica.
Ante estos condicionantes se ha optado por una experimentación
mixta, procurando evitar los inconvenientes de cada sistema. Hemos
partido de una definición analítica de las variables que intervienen en el
trabajo, planteando los experimentos a partir de la combinación de va-
riables. Sin embargo, se han desechado las combinaciones de variables
que producen trabajos poco efectivos. Los experimentos se han realiza-
do directamente por nosotros, pero manteniendo constantes las varia-
bles que definen la actividad a lo largo del tiempo en que se desarrolló
la labor. Este tipo de experimentación es similar a la practicada por
Tringham et al. (1974), Olausson (1983), Vaughan (1985) o Unger-Ha-
milton (1988).
El programa experimental nos ha permitido disponer de un conoci-
miento relativamente detallado sobre el modo en que las variables expe-
rimentales influyen en las huellas de uso. Además, hemos intentado que
los patrones de huellas significativos queden definidos de la forma más
precisa posible, mediante la cuantificación de los atributos, hasta donde
lo permite la naturaleza del estudio.
Sin embargo, el esfuerzo que ha de dedicarse a la experimentación
no termina con el establecimiento de los patrones significativos de las

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huellas de uso. El utillaje lítico se ve sometido a muy diversos procesos
de alteración desde el momento en que es fabricado por el artesano
prehistórico hasta que es observado a través del microscopio. Por ello el
analista de huellas de uso debe conocer la repercusión de otros agentes
naturales o antrópicos diferentes al uso, ya que pueden dificultar o tergi-
versar la interpretación funcional.
Estas alteraciones se producen en tres momentos principales: la fa-
bricación del instrumento, el tiempo en que la pieza se encuentra en de-
posición arqueológica y el momento en que es recuperada, estudiada y
almacenada por el arqueólogo. Por tanto, hemos completado el programa
experimental de huellas de uso con otros sobre las huellas generadas por
la talla y retoque, las alteraciones postdeposicionales y las creadas por el
tratamiento arqueológico.
En la exposición del programa experimental de uso comenzaremos
estableciendo las variables independientes consideradas. Posteriormente
señalaremos los tipos de huellas y los atributos que se han tenido en
cuenta. En una tercera parte plantearemos la relación entre las variables
independientes y las huellas de uso. Una vez que se complementen estos
datos con los que proporcionan los programas de huellas tecnológicas,
alteraciones postdeposicionales y modificaciones causadas por el estudio
arqueológico, estableceremos las características y las diferentes fases del
proceso de análisis funcional.

1.2. Las variables independientes

Consideramos como variables independientes aquellos factores que


influyen de forma significativa en las huellas resultantes del trabajo. Las
variables independientes se pueden dividir en dos grupos en relación con
el estudio de las huellas de uso. El primero incluye aquellas cuyo recono-
cimiento es el objeto del análisis funcional (actividad, materia trabajada,
tiempo de uso y forma de sujeción de la herramienta). En el segundo gru-
po se integran las variables que influyen significativamente en las hue-
llas de uso (ángulo y delineación del filo, naturaleza de la zona activa y
tipo de sílex en el que se elaboró la pieza) pero que son evidentes a partir
de la observación del útil.
Cada opción posible dentro de una variable es una categoría. Así, la
variable «forma de aplicación de la fuerza» se divide en las categorías
«presión» y «percusión», o el «movimiento del filo» en «longitudinal» o
«transversal».
En nuestro programa, no se han registrado otras como la experien-
cia del trabajador (Moss, 1983: 80; Plisson, 1985: 26), la longitud del

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movimiento (Odell, 1975: 227), la velocidad del trabajo (Odell, 1975;
Keeley, 1980) o la posición relativa del trabajador respecto al útil
(Tringham et al., 1974: 188; Keeley, 1980) por considerarlas poco rele-
vantes en la formación de las huellas o por ser dificilmente controla-
bles.

1.2.1. La actividad

La actividad es la forma en que el útil ha transformado la materia,


la cinemática del trabajo. El reconocimiento de la actividad, junto al
de la materia trabajada son los objetivos principales del análisis fun-
cional.
En términos de análisis funcional, ésta es una variable compleja que
puede ser dividida en otras subvariables menores: la morfología del filo
activo, la forma de aplicación de la fuerza, la posición del filo respecto al
movimiento y el ángulo de trabajo.
El tratamiento que esta variable ha tenido en los diversos progra-
mas experimentales publicados es dispar, siendo poco numerosos aque-
llos en los que se han descrito las actividades de una forma sistemática
y coherente (ver, sin embargo, Mansur-Franchomme, 1983a; Gutiérrez,
1990 y 1993).
Esta variable contempla el tipo de relación que se establece entre el
útil y la materia trabajada. Sin embargo, son comunes los casos en los
que en la descripción de la actividad se incluyen factores tales como las
consecuencias del trabajo sobre la materia trabajada o el tipo de materia
que se transforma.
Según Grace (1989: 112-113), las diferencias entre «boring» y «pier-
cing» se encuentran parcialmente en la dureza de la materia trabajada,
mientras que dentro de la última actividad incluye actuaciones realizadas
con movimientos giratorios y movimientos de empuje. Para Anderson-
Gerfaud (1981: 8-10), la diferencia entre «racler» —raer— y «gratter»
—raspar— es la resistencia del material al que se aplican.
Por nuestra parte consideramos que la definición precisa de las acti-
vidades permite un mejor conocimiento de las relaciones existentes entre
las variables independientes y las huellas de uso, como veremos más
adelante, además de facilitar el intercambio de información entre dife-
rentes investigadores.
Para el control y registro de las actividades experimentadas se han
utilizado unos elementos descriptores, similares a los establecidos por
otros investigadores (Unrath et al., 1986: 123; Mazo, 1991: 63) como se
ve en la ilustración 1.1.

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A. Cara conductora y de menor contacto.
B. Cara conducida y de mayor contacto.
α. Angulo de la zona activa.
γ. Angulo de trabajo.
δ. Angulo de contacto.

Ilustración 1.1.
Elementos de descripción de la actividad

— Angulo de la zona activa (α): El formado por las dos caras que
definen el filo activo o las aristas activas del útil.
—Angulo de contacto (δ): El formado por la superficie de la mate-
ria trabajada y la cara del útil que queda más cercana a esta materia
durante el trabajo.
—Cara de mayor contacto (A) y de menor contacto (B): Describen
la posición de las caras del filo activo en relación con la materia
trabajada. Esta distinción es válida para los trabajos en los que el
ángulo de ataque es menor a 90º, ya que si este ángulo es perpen-
dicular ambas caras presentan un grado de contacto similar con la
materia trabajada.
—Cara conductora (A) y cara conducida (B): Por cara conductora
entendemos aquella que va delante durante el movimiento, siendo
la opuesta la cara conducida. Tales conceptos son aplicables a los
trabajos en los que el filo o arista activa se mueve transversalmen-
te con respecto a la materia trabajada, no siendo válidos para los
movimientos longitudinales.

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1.2.1.1. La morfología de la zona activa
Las posibilidades que ofrece un útil concreto de transformar una ma-
teria se relacionan en primer lugar con la morfología de la zona con la
que se va actuar. Esta puede presentar cuatro morfologías principales:
—Puntual: cuando las aristas activas confluyen en un punto.
—Bisel de buril: cuando la zona activa es un bisel de tipo buril, sea
natural o creado por retoque.
—Lineal: cuando la zona activa es un filo.
—Masiva: cuando la zona activa es una superficie.
En los tres primeros grupos se podrían englobar la mayoría de las ac-
tividades desarrolladas con útiles de sílex. Los trabajos con zonas activas
masivas, como podrían ser los de abrasionado o machacado, se realizan
generalmente con otro tipo de rocas mejor adaptadas que el sílex. Por
tanto, nuestro trabajo se va a centrar en la utilización de zonas activas
puntuales, lineales o de bisel de buril.
La subvariable morfología de la zona activa es denominada por Man-
sur-Franchomme (1983a, tabla I: 59) «contact du tranchant», considerando
las variantes de línea y punto. Gutiérrez (1990: 104) la incluye como «con-
formación de la zona activa» que puede ser lineal o poliédrica. Por su par-
te, Kamminga (1982: 4) señala la geometría de las superficies de contacto
del útil como una variable relevante en la características de las huellas.

1.2.1.2. El ángulo de trabajo


Es el ángulo formado por el eje central de la zona activa y la materia
trabajada (ilustración 1.1,γ). Se ha elegido el eje de la zona activa y no el
de la pieza porque define de forma más apropiada tanto la naturaleza del
trabajo como la génesis de las huellas. Aunque ésta es una variable conti-
nua, por economía y por la dificultad de un control más estricto durante
la experimentación, se han establecido dos categorías: ángulos de trabajo
oblicuos, alrededor de los 45 grados, y rectos, los cercanos a 90 grados.
El ángulo de trabajo, junto al ángulo del filo, es determinante del án-
gulo de contacto.

1.2.1.3. La forma de aplicación de la fuerza


La forma en que se transmite la fuerza muscular a la materia trabaja-
da a través del útil es uno de los elementos más característicos de la ac-
ción. A grandes rasgos se divide en dos grupos: presión y percusión. En
la presión, la fuerza se aplica de una forma continuada y el útil se apoya

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en la materia trabajada mientras se desarrolla la actividad. En la percu-
sión, la fuerza se aplica de forma instantánea, generándose un contacto
traumático con la materia trabajada. Tanto la presión como la percusión
pueden llevarse a cabo con zonas activas de morfologías puntuales, en
bisel de buril o lineales.
A su vez, las actividades de percusión pueden clasificarse en tres ca-
tegorías dependiendo del tipo de relación que se establece entre el origen
de la fuerza y la materia trabajada:
—Percusión directa: cuando el útil con el que se ejerce la fuerza es el
mismo que el que transforma la materia (ilustración 1.2, figura 1).
—Percusión indirecta: cuando el útil con el que se ejerce la fuerza es
diferente al que transforma la materia trabajada. En este caso el ins-
trumento de sílex actúa como un elemento intermediario, ejercién-
dose la fuerza sobre él con un percutor (ilustración 1.2, figura 2).
—Percusión lanzada: cuando existe un espacio que es recorrido por
el útil entre el punto donde se aplica la fuerza y el punto donde se
realiza el trabajo.

Ilustración 1.2.
Actividades de percusión.
Figura 1: percusión directa. Figura 2: percusión indirecta

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M.E.Mansur-Franchomme (1983a, tabla I: 59) llama a esta subvaria-
ble «modo de acción» y considera en sus experimentos la presión y la
percusión indirecta. C. Gutiérrez (1990: 104) incluye presión, percusión
directa e indirecta y las define según la continuidad del contacto y de la
fuerza aplicados.

Movimientos ejercidos mediante presión


Dentro de los movimientos ejercidos mediante presión se consideran
dos nuevas variables: la posición de la zona activa respecto al movimien-
to del útil y el número de sentidos del movimiento.
La morfología de la zona activa va a condicionar el tipo de trabajos
que se pueden practicar presionando con el útil. Cuando la zona activa es
un filo, éste puede moverse sobre la materia trabajada de forma longitu-
dinal (ilustración 1.3, figuras 1 y 2) —si la dirección del movimiento es
paralela al filo—, o transversal (ilustración 1.3, figuras 3 y 4), cuando la
dirección del movimiento es perpendicular al filo activo. En el primer
grupo quedarían englobadas las actividades que se han denominado cor-
tado y serrado, mientras que en el segundo se integrarían las de raspado,
cepillado, alisado, afilado, etc. (Gutiérrez, 1990).
Esta variable no puede definir los movimientos de percusión ya que
en éstos el filo actúa en un plano perpendicular o tangente al de la mate-
ria trabajada, ni tampoco los trabajos realizados con zonas activas pun-
tuales ya que en éstas no hay un filo que pueda determinar la longitudi-
nalidad o transversalidad de la acción.
Esta misma clasificación de los movimientos desarrollados con filos
ha sido utilizada por otros investigadores (Tringham et al., 1974; Keeley,
1980; Mansur-Franchomme, 1983a). Sin embargo, en algunos casos se
pueden observar utilizaciones inadecuadas de tales categorías. Así sucede
cuando se clasifican las actividades según el tipo de huellas que produ-
cen. Vaughan (1985) y Grace (1989) diferencian los trabajos longitudina-
les de los transversales según las estrías que generen sean paralelas o
perpendiculares. Esto les lleva a considerar las acciones de perforación y
percusión como transversales, a pesar de que este concepto sólo tiene
sentido cuando existe desplazamiento de un filo sobre un plano.
En otros casos se utiliza en la definición del tipo de movimiento fac-
tores escasamente significativos, como la morfología y posición de la
materia trabajada con respecto al filo (Anderson-Gerfaud, 1981).
Como última variable dentro de las actividades de presión con filo
consideramos el sentido del trabajo, que puede ser de un sólo sentido
(ilustración 1.3, figuras 2 y 3) o de dos (lámina 1.3, figuras 1 y 4), según
si el movimiento que se practica es de ida o de ida y vuelta. Esta categoría

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Ilustración 1.3.
Actividades de presión con zonas activas lineales

es similar a las que se han definido como uni o bidireccional y que ha


servido para distinguir las acciones de cortar de las de serrar en los mo-
vimientos longitudinales (Tringham et al., 1974: 181) y para definir al-
gunas de las acciones transversales. Aquí se elige la palabra sentido en
vez de dirección por ser la que, en castellano, expresa correctamente el
concepto señalado.
Cuando la zona activa es puntual interviene una nueva variable, el tipo
de desplazamiento del útil. Este puede ser de traslación, si el útil cambia su
posición en el plano, o de rotación, si la herramienta gira sobre su propio
eje. En el primer apartado se integrarían los trabajos de grabado y en el se-

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gundo los de perforación. Estas actividades puntuales, tanto de grabar como
de perforar, también pueden ser realizadas en un solo sentido o en dos.
Las clasificaciones señaladas para las zonas activas puntuales también
son válidas para las que presentan morfologías en bisel de buril. Con estas
zonas activas se pueden practicar acciones de perforación (ilustración 1.5,
figura 2) o de grabado. El grabado se puede realizar de cuatro maneras di-
ferentes: empleando el ángulo diedro con movimiento longitudinal (tipo A;
ilustración 1.4, figura 1) o transversal (tipo B; ilustración 1.4, figura 2) y
empleando un triedro con una arista (tipo C; ilustración 1.4, figura 3) o
una cara como zona conductora (tipo D; ilustración 1.5, figura 1).

Ilustración 1.5.
Actividades desarrolladas con bisel de buril.
Figura 1: grabar tipo D. Figura 2: perforar

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Ilustración 1.4.
Actividades desarrolladas con bisel de buril.
Figura 1: grabar tipo A. Figura 2: grabar tipo B. Figura 3: grabar tipo C

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Movimientos ejercidos mediante percusión
Los trabajos en los que la percusión directa es la forma de aplicación
de la fuerza pueden ser realizados con útiles que presenten zonas activas
de cualquiera de las morfologías señaladas (puntual, lineal, en bisel de
buril) y con las dos variantes de ángulo de trabajo (recto u oblicuo).
Cuando el ángulo de trabajo es oblicuo, la actividad puede tener una o
dos direcciones, correspondiendo este último caso a los trabajos en los
que la cara de mayor contacto varía alternativamente.
El conjunto de actividades realizadas mediante percusión directa co-
rresponden a las que se han denominado como «golpear con hacha»
(zona activa lineal, ángulo de trabajo oblicuo, dos direcciones de traba-
jo), percusión con azuela, tajar, pinchar o punzar, etc. En los programas
experimentales publicados suelen incluirse experimentos con zonas acti-
vas lineales pero raramente con zonas activas puntuales, excepto los usos
como proyectil.
Las variantes que se pueden practicar en la percusión indirecta se re-
fieren al ángulo de trabajo, además de la posibilidad de que varíe el tipo
de percutor con el que se golpea sobre la pieza intermediaria —piedra,
asta, madera—. Esta forma de percusión ha sido poco experimentada
(cf. Keeley, 1980; Gutiérrez, 1990).
En cuanto a la percusión lanzada, ofrece variedades dependiendo del
tipo de propulsión del útil. Una primera clasificación se puede establecer
entre los lanzamientos efectuados con arco, los realizados con propulsor
o los llevados a cabo directamente con la mano. La experimentación re-
ferida a este tipo de acción es bastante extensa debido al interés que des-
pierta la forma de uso de las puntas (Ahler, 1971; Bergman y Newcomer,
1983; Moss, 1983; Fischer et al., 1984; Odell y Cowan, 1986; Jardón et
al., 1990).

1.2.2. La materia trabajada


Las características de la materia con la que entra en contacto el útil
influyen considerablemente en el tipo de huellas que se generan duran-
te el trabajo. Esto ha llevado a que el control de esta variable sea el
más atendido en la mayoría de los programas experimentales. A este
interés hay que añadir el hecho de que el conocimiento de la materia
trabajada es una de las informaciones más relevantes sobre la economía
de los grupos humanos estudiados y se convierte en la base para la re-
construcción de las estrategias de aprovechamiento del medio, sobre la
funcionalidad del yacimiento o sobre las grandes etapas de desarrollo
tecnológico.

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La cualidad de la materia trabajada que más se relaciona con las hue-
llas de uso es la dureza, aunque se ha señalado también la influencia de
factores como la ductilidad, flexibilidad, deformabilidad, viscosidad o
elasticidad (Holley y del Bene, 1981: 342; Dumont, 1982: 211-2; Kam-
minga, 1982; Yamada, 1993).
El grado de humedad de la materia resulta un aspecto relevante a te-
ner en cuenta, ya que influye sensiblemente en las características de las
huellas de uso (Dumont, 1982: 210; Gysels y Cahen, 1982: 222; Mansur-
Franchomme, 1983b: 226; Plisson, 1985: 59; Unger-Hamilton, 1983 y
1988: 39).
Otros autores han considerado también la textura o rugosidad de la
superficie de la materia trabajada (Kamminga, 1982: 4; Yamada, 1993) y
la estructura interna, sobre todo en aquellos materiales que son anisotró-
picos (Anderson-Gerfaud, 1981; Vaughan, 1985; Plisson, 1985). Por últi-
mo, P. Anderson-Gerfaud (1980: 190 y 1981: 102), dentro de la teoría de
la formación de pulido por disolución y deposición de gel de sílice, ha
remarcado el contenido de sílice y la presencia de pH extremos como
factores que influyen en la creación de los pulidos.
La carne y el pescado, la piel, los vegetales, la madera, el asta, el
hueso, las conchas y la piedra están presentes en casi todas las series ex-
perimentales publicadas. Otras materias como los dientes (Van Gijn,
1989), el cuerno (Pawlick, 1993) y el marfil aparecen menos a menudo,
y son extraños los experimentos sobre tierra (Shea, 1988; Gutiérrez, 1990),
ámbar (Plisson, 1985), pluma (Sussman, 1985), pelo (Shea, 1988), cor-
teza (Kamminga, 1982; Grace, 1989) o lana (Unger-Hamilton, 1988).
También se ha experimentado, aunque ya para otros contextos, sobre me-
tales y cerámica (Shea, 1988; Unger-Hamilton, 1988; Van Gijn, 1989;
Gassin, 1993).
Las materias experimentadas en este programa son:
Madera: Hemos trabajado sobre maderas de pino, roble, avellano y
boj. La mayoría de las experiencias se han practicado sobre madera fres-
ca y seca, aunque también se han realizado trabajos sobre madera que-
mada y madera seca humedecida, remojando la madera a medida que se
desarrollaba el trabajo.
Hueso: Se ha actuado sobre diferentes tipos de huesos de vaca y ca-
bra —escápulas, tibias, costillas...—, en estado fresco, seco, remojado y
cocinado, ya sea mediante asado o cocido.
Asta: El asta trabajada ha sido de ciervo, que fue transformada en es-
tado seco o remojado.
Carne: Se han realizado actividades de descuartizado de varios tipos
de animales (conejos y cabras de diferentes edades), además de haberse
cortado carne fresca, seca y cocinada de vaca, cerdo y cabra.

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Piel: Para esta materia se han elegido pieles de cabra de varias edades
y de conejo. Dada la complejidad y variedad de los procesos de trata-
miento de la piel que se pueden observar etnográficamente, hemos bus-
cado realizar un amplio número de experimentos abarcando la gama de
estados de la piel y la presencia de aditivos usados en su tratamiento. He-
mos trabajado la piel fresca, seca, seca humedecida, añadiendo agua du-
rante el trabajo, y seca remojada, introduciendo la piel en agua 24 horas
antes de ser trabajada. Además, hemos experimentado el trabajo de piel
con sebo y ocre. De ello han resultado las siguientes combinaciones:
piel seca ensebada, seca con ocre, remojada con ocre, remojada enseba-
da, y remojada con ocre y ensebada.
Las pieles no sólo se han trabajado por la cara interna, sino que,
para comprobar si la presencia de pelo puede afectar a las caracterís-
ticas de las huellas, hemos raspado las caras exteriores, estando la piel
tanto en estado seco como remojado. Además se cortó el pelo con un
filo agudo.
También se trabajó con cuero, obtenido tras un proceso industrial, ya
que los experimentos de curtido intentados no dieron resultados satisfac-
torios.
Vegetales: Los vegetales elegidos para el trabajo han sido gramíneas
frescas, helechos frescos y secos y mimbres.
Piedra: Se han elegido piedras de diferentes durezas, que son comu-
nes en el ámbito que estudiamos. Las variedades de piedra sobre las que
se ha actuado han sido caliza, arenisca y pizarra.
Tierra: Aunque el trabajo de tierra con instrumentos de piedra no pa-
rezca muy probable en estas etapas, hemos incluido tal materia ante la
posibilidad de que se utilizaran este tipo de útiles para la recogida de raí-
ces o actividades similares. Se cavó en un terreno arcilloso y seco que in-
cluía piedras de pequeño tamaño.
Pescado: Sobre esta materia se ha experimentado el desescamado y
troceado. Las especies elegidas eran de mediano tamaño (20-30 cms.).
Conchas: Se han perforado ejemplares de «monodonta lineata» y
«cardium».
Tendones: Raspamos tendones de cabra con el fin de obtener ligadu-
ras para el enmangue. Durante el raspado el tendón quedaba apoyado so-
bre madera.
Comúnmente se han dividido las materias según su dureza en blan-
das —carne, piel, tendones, ciertos vegetales—, media —madera princi-
palmente— y duras —asta, hueso, piedra, concha— (Tringham et al.,
1974). Sin embargo, nosotros no asumimos esta clasificación apriorísti-
ca, sino que agruparemos las materias según dureza en función de los re-
sultados del programa experimental.

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1.2.3. Tiempo de trabajo
Como veremos más adelante, el tiempo de uso es un factor fundamen-
tal en el desarrollo y características de las huellas. R. Grace (1989: 44)
considera que es, junto a la materia trabajada, la principal variable que
influye en la formación del pulimento.
El control de la duración del trabajo se ha hecho en minutos y no en
número de golpes/movimientos. La diferencia de precisión entre ambos
sistemas puede considerarse desechable.
El programa experimental comenzó por la realización de un primer
programa de base, que fue complementado posteriormente por otros ex-
perimentos.
El principal objetivo del programa experimental de base estaba en
reconocer los atributos que resultan significativos para el diagnóstico
de la acción y la materia trabajada por el útil. Por esta razón optamos
por realizar los experimentos durante un tiempo constante —como se
proponía en Unrath et al. (1986: 171)—, y prolongado —una hora—,
de forma que nos permitiera aislar la influencia del factor tiempo y ob-
tener unos patrones de huellas claros relacionados con las otras varia-
bles de uso.
Para conocer las características de las huellas en otros momentos del
proceso de formación y en trabajos de duración más restringida, hemos
desarrollado otro conjunto de experimentos en tiempos más cortos. La
duración de estos experimentos depende de la acción, de la materia tra-
bajada y de la efectividad demostrada por el útil.
Por último, hemos llevado a cabo un programa experimental espe-
cífico para conocer el proceso de formación de las huellas a lo largo
del tiempo de uso. Para ello hemos practicado cuatro tipos de trabajo
—serrar, raspar, perforar y grabar— sobre diversas materias —madera
fresca y seca, asta y hueso remojados y piel seca remojada—. Cada
una de las piezas fue limpiada y observada después de 1, 2, 4, 7, 10,
15, 20, 25... minutos de trabajo, finalizando la actividad cuando la pie-
za presentara huellas bien desarrolladas. Una organización similar de
los experimentos puede encontrarse en Vaughan (1985) y Gutiérrez
(1990) .

1.2.4. Sujeción del útil


En el programa experimental, la mayor parte de las herramientas em-
pleadas —las que forman el programa de base y el de desarrollo de tiem-
pos— fueron tenidas en la propia mano durante el trabajo, unas veces
desnuda y otras protegida por hojas o cuero. Sin embargo, otro conjunto

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de piezas fue utilizado después de ser enmangadas, para lo cual se utili-
zaron mangos de madera, a los que se fijaron los útiles con resina de
pino, cera natural, tendones y tiras de cuero.
Un primer grupo de piezas enmangadas corresponde a un conjunto
de raspadores empleados en el trabajo de la piel. Utilizamos dos tipos
de inserción de la pieza en el mango de madera. En el primero practica-
mos una incisión central en el extremo del mango, donde fue insertado
el raspador, de forma que la zona distal de la pieza quedaba sujeta tanto
en la cara ventral como en la dorsal por dos lenguetas de la madera. En
el segundo caso seccionamos el mango por la zona central en toda su
longitud, introduciendo el útil entre las dos mitades en el extremo del
mango. En los dos casos el conjunto fue asegurado atándolo con tiras
de cuero. Además, en uno de los raspadores en el que se empleó el pri-
mer tipo de inserción, se utilizó también almáciga como aglutinante.
Esta se consiguió mezclando tres partes de resina de pino y una de cera
natural de abeja, añadiendo además ocre molido para fortalecer el con-
junto.
También se enmangaron dos grandes lascas usadas como hachas para
descuartizar una cabra. El sistema de enmangue fue similar al de los ras-
padores.
Los enmangues de las puntas experimentales merecen una descrip-
ción más detallada. Para esta experimentación empleamos dos tipo de
puntas, un conjunto de puntas grandes, elaboradas por retoque simple y
otro de puntas de dorso. El primero fue enmangado mediante el sistema
de pinza, ya descrito. La punta se aseguró a la incisión del vástago me-
diante almáciga y un atado de tiras de cuero o tendón. El cuero y el ten-
dón se aplicaron remojados, de forma que se ciñeran al conjunto una vez
secos. De esta manera, dos tercios de la punta quedaban exentos, mien-
tras que el tercio distal quedaba insertado (ilustración 1.6).
Las puntas de dorso se ajustaron al vástago mediante dos sistemas di-
ferentes: un enmangamiento profundo y otro superficial. El enmangue
superficial consistía en la inserción del tercio basal de la punta en el vás-
tago, añadiendo mastique y liado con tendones o tiras de cuero (ilustra-
ción 1.7, figura 2). En el profundo, la mayor parte de la pieza quedaba
engastada, quedando expuesta la punta y el filo longitudinal no retocado.
En este caso se añadió almáciga, pero no atado de ningún tipo (ilustra-
ción 1.7, figura 1).

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Ilustración 1.6.
Enmangamiento de las puntas de retoque simple

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Ilustración 1.7.
Enmangamientos de las puntas de dorso.
Figura 1: enmangue profundo. Figura 2: enmangue superficial

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1.2.5. Otras variables experimentales
Se incluyen en este apartado una serie de variables cuyo conocimien-
to no es el objetivo del estudio funcional , pero cuyo control es necesario
dado que influyen en la formación de las huellas.

1.2.5.1. Tipo de sílex


A lo largo del proceso de desarrollo de los estudios funcionales se ha
discutido sobre la influencia de la materia prima en la que se fabrican los
útiles sobre las características de las huella de uso resultantes (Tringham
et al., 1974: 178; Keeley, 1980: 168; Odell, 1981: Moss, 1983; Plisson,
1985; Vaughan, 1985; Bradley y Clayton, 1987; Shea, 1988: 71; Gutié-
rrez, 1990; Rodríguez, 1993). En lo que respecta a la variabilidad de las
huellas dependiendo del tipo de sílex en el que se elabora el útil, se ha
constatado que este factor condiciona la rapidez del desarrollo del pulido
(Gutiérrez et al, en prensa).
Con el fin de evitar la variabilidad que introduce este factor, se ha
tendido a elegir para los programas experimentales tipos de materia pri-
ma lítica procedentes de los mismos afloramientos o con características
similares a los usados por los grupos prehistóricos que iban a ser estudia-
dos en la fase de análisis arqueológico.
Por esta razón, en la confección de las piezas del programa experi-
mental se han empleado tres variedades de sílex. La primera es un sílex
de color negro y grano fino, procedente de los afloramientos de Barrika
(Vizcaya). Existen afloramientos de un sílex similar a este en diversos
puntos de la costa vizcaína y guipuzcoana, como en Sukarrieta —Peder-
nales—, Bermeo o Mutriku. La apariencia visual del sílex de Barrika,
tanto macroscópica como microscópicamente es muy similar al encontra-
do en el yacimiento de Santa Catalina (Lekeitio).
La segunda variedad de sílex proviene de Albardón (Alava). Es un
sílex marrón, que en alguno de sus nódulos presenta estructuras de ani-
llos Lesengang. Es de grano fino y de buena calidad para la talla. Sus ca-
racterísticas coinciden con las del sílex en que se elaboró la mayoría del
utillaje de Berniollo.
El tercer tipo de sílex, de color negro, aparece en afloramientos cer-
canos a Cucho (Treviño, Burgos). El grano de este material es más grue-
so que el anterior y es similar al que hemos denominado sílex 1 en el ya-
cimiento de Berniollo.
Para el programa experimental de base se ha recurrido exclusivamen-
te al sílex de Barrika, mientras que en el resto de los experimentos se ha
recurrido también al de Albardón y Cucho. En el programa de control de

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la variable «tiempo de trabajo» hemos empleado sílex de Kurtzia y de
Albardón, con el objeto de observar el proceso de formación de las hue-
llas de uso en ambos tipos de material lítico.

1.2.5.2. Angulo del filo


El ángulo del filo actúa como variable independiente y tiene una fuer-
te influencia en la formación de las huellas, como se verá más adelante.
Este dato se ha registrado como variable continua, aunque en muchos
análisis hemos agrupado la medida de los ángulos en intervalos para ob-
tener un número de casos suficiente. Se ha trabajado con filos que pre-
sentan ángulos entre 20 y 110 grados.

1.2.5.3. Naturaleza de la zona activa


La parte del útil con la que se actúa puede ser un filo natural aunque
también puede estar conformada mediante retoque o bien tratarse de una
fractura. Además de las piezas no retocadas, han sido empleados raspa-
dores, buriles, perforadores, láminas y lascas retocadas, puntas de dorso
y de retoque simple y laminillas de dorso.
También se ha tenido en cuenta la delineación de la zona activa. Se
ha registrado la forma del perfil del filo visto en planta considerándose
los tipos recto, cóncavo, convexo e irregular.

1.3. Variables dependientes y atributos

Las variables dependientes y los atributos que se exponen son las al-
teraciones que provoca el uso sobre los instrumentos líticos. Estas hue-
llas son susceptibles de ser organizadas en patrones que permitan recono-
cer la funcionalidad de los útiles analizados.
El cuidado que merece su control y registro se debe a que la validez
del sistema de inferencia funcional que se construya depende, en buena
medida, del rigor con que se tomen los datos. Los tipos de huellas que se
han registrado son los desconchados, las estrías, el pulido y el redondea-
miento.

1.3.1. Desconchados
La fuerza ejercida por el trabajador con la herramienta de sílex sobre
la materia trabajada genera el desconchamiento de la zona activa. La gé-
nesis de esta huella deriva de las propiedades físico-mecánicas del sílex,

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entre las que se incluye la isotropía, que favorece la fractura concoidea
(Tsirk, 1979). La resistencia que ofrece la materia que se transforma a
los esfuerzos de tracción, compresión, cortadura y torsión crea una serie
de tensiones en la materia silícea que, en determinadas condiciones, pue-
den llegar a esquirlar el filo (Prost, 1988).
Los elementos principales que van a condicionar la naturaleza del es-
quirlamiento son la dureza de la materia trabajada, la fuerza desarrollada
por el trabajador, la posición y el movimiento del útil durante el trabajo y
la resistencia de la zona activa a la fractura.
La relación entre las características de la materia trabajada y de la
acción llevada a cabo con respecto a la formación de desconchados en
los filos activos ha llevado a un cierto número de investigadores a consi-
derar que se puede realizar el diagnóstico funcional a partir, casi exclusi-
vamente, de la información que proporcionan los desconchados (Tringham
et al., 1974; Odell, 1977; Odell y Odell-Vereecken, 1980; Roy, 1983;
Shea, 1988).
Otro grupo de investigadores (Keeley, 1980; Anderson-Gerfaud,
1981; Mansur-Franchomme, 1983a; Moss, 1983; Plisson, 1985 y, so-
bre todo, cf. Vaughan, 1985: 11-23) ha puesto en cuestión esta posibi-
lidad basándose en tres razones principales. En primer lugar, por no
haber documentado en sus programas experimentales relaciones claras
entre las variables independientes más interesantes —acción y materia
trabajada— y los patrones de desconchados observados. En segundo
lugar, a causa de la convergencia en formas y disposiciones entre los
desconchados causados por el uso y los producidos por otros fenóme-
nos; por ejemplo durante la fabricación, el transporte de las piezas o
por alteraciones postdeposicionales. Y en tercer lugar, por la dificul-
tad de reconocer los desconchados de uso en filos previamente reto-
cados.
En el programa experimental de base se ha realizado un control deta-
llado de los desconchados producidos por el uso. Se han registrado los
atributos que se consideraban a priori significativos en los más de 4.000
desconchados producidos en los experimentos. Los criterios de interpre-
tación que se han derivado del análisis se han contrastado en el conjunto
del programa experimental a fin de comprobar su fiabilidad. En toda la
observación sólo se han considerado los desconchados que tuvieran algu-
na de sus medidas —longitud o anchura— superior a una décima de mi-
límetro.
Los desconchados se han registrado uno a uno y no por secciones
(Odell, 1977: 231) o por piezas (Unger-Hamilton, 1988: 35; Vaughan,
1985; Gutiérrez, 1990) para aumentar la precisión del análisis y apurar la
relación con las variables independientes. La observación comenzaba

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con la realización de un plano a 10X sobre papel milimetrado de todas
las caras de la zona activa. Sobre él se dibujaban los desconchados, que
se observaban posteriormente a 25X para registrar las terminaciones. La
observación era repetida en el microscopio petrográfico a 100X y 200X
para resolver las dudas de las primeras observaciones.
Los atributos considerados en los desconchados han sido los siguientes:
—Número de desconchados: Hemos contabilizado el número de es-
quirlamientos en todas las caras de la pieza afectadas por el uso. Se ha
obtenido un índice de cantidad relativa dividiendo el número total de
desconchados entre la longitud en milímetros de la zona activa. Tal lon-
gitud se ha medido considerando la parte del filo o arista activa en la que
aparecen huellas de utilización. Este índice permite la comparación entre
piezas que han realizado actividades diferentes.
La principal hipótesis a comprobar en lo referente a esta variable
dependiente es que el número de desconchados aumenta de forma direc-
ta en relación a la dureza de la materia trabajada (Tringham et al., 1974;
Anderson-Gerfaud, 1981; Odell y OdellVereecken, 1980; Unger-Hamil-
ton, 1988; Grace, 1989; Gutiérrez, 1990). Se ha señalado también la
relación entre el número de desconchados y el ángulo del filo —más
desconchados en ángulos agudos— (Keeley, 1977, 1980; Grace, 1989;
aunque en contra Kamminga, 1982: 10), el tiempo de uso (Odell y Odell
Vereecken, 1980; Unger-Hamilton, 1988), el tipo de movimiento del útil
—más abundantes en las acciones transversales que en las longitudina-
les— (Akoshima, 1987; aunque en contra, Van Gijn, en prensa) y el tipo
de sílex —más desconchados en los sílex de grano fino— (Unger-Ha-
milton, 1988).
—Posicion: El registro permite conocer el número y las caracterís-
ticas de los desconchados producidos en cada cara de la zona activa.
La posición de los desconchados se ha relacionado con el tipo de mo-
vimiento que desarrolló la herramienta. Su utilización se ha centrado en
la distinción entre movimientos longitudinales y transversales, en zonas
activas lineales. R. Tringham et al. (1974: 188-189) sostienen que en los
movimientos transversales los desconchados aparecen predominante-
mente en la cara conductora. Sin embargo, L.H. Keeley (1980: 36) afir-
ma que en los movimientos transversales también se crean desconchados
en la cara de contacto.
En términos generales, la disposición unifacial de los desconchados
quedaría asociada a los movimientos transversales, mientras que los mo-
vimientos de corte generarían desconchados en las dos caras de la zona
activa (Odell y Odell-Vereecken, 1980: 98).
Sin embargo, han sido varios los autores que han señalado sus dudas
sobre la existencia de una relación tan directa entre la posición de los

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desconchados y el tipo de movimiento del filo (Vaughan, 1985: 20; Bin-
der y Gassin, 1988: 103; Akoshima, 1987).
Por nuestra parte, consideramos que este atributo puede ser de utili-
dad para reconstruir la cinemática de la herramienta, especialmente el
ángulo de trabajo, ya que la posición de los desconchados permitirá infe-
rir la dirección de la fuerza durante el momento de trabajo. Esta conside-
ración es válida para todo tipo de zonas activas, no sólo para las lineales.
Se observará también la influencia del ángulo del filo activo y del movi-
miento en uno o dos sentidos.
—Distribución: Se refiere a la continuidad o discontinuidad de las
zonas de filo afectadas por los desconchados. Para reconocerlo hemos
contabilizado el número de desconchados aislados y el número de agru-
paciones en cada una de las zonas activas, considerando además la canti-
dad de desconchados que aparecen en cada grupo.
R. Tringham et al. (1974: 192) piensan que una distribución regular
es característica de los desconchados debidos al uso, frente a la aleatoria,
que sería propia de los originados por alteraciones naturales, aunque esta
consideración ha sido discutida (Grace, 1989: 84-85).
Por otra parte, R. Tringham et al. (1974: 188-189) consideran que los
movimientos transversales producen desconchados con una distribución
más continua que los longitudinales, sin embargo P.C. Vaughan (1985:
141) estima lo contrario. También se ha relacionado este atributo con la
materia trabajada, de forma que a medida que ésta aumenta en dureza, la
distribución de los desconchados es más continua (Shea, 1988: 68).
—Disposicion: En este apartado tenemos en cuenta la colocación de
cada desconchado en relación a los demás. Estos pueden quedar: 1) aisla-
dos, 2) alineados, cuando hay desconchados adyacentes en sus laterales,
y 3) superpuestos, cuando la base conservada del desconchado no está
sobre el filo sino sobre otros desconchados, formados probablemente con
posterioridad (ilustración 1.8).

Aislado Alineado Superpuesto

Ilustración 1.8.
Disposición de los desconchados

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—Morfología: Se refiere a la forma definida por los bordes del des-
conchado. Hemos utilizado la clasificación propuesta por Tringham et al.
(1974), que ha sido seguida por muchos investigadores (Odell, 1975:
232; Kamminga, 1982; Gutiérrez, 1990: 162) (ilustración 1.9).

A. Semicircular B. Cuadrangular C. Trapezoidal

D. Triangular E. Media luna F. Irregular

Ilustración 1.9.
Morfología de los desconchados

Es necesario señalar que en algunos casos existen dificultades a la


hora de clasificar la morfología de los desconchados, por presentar algu-
nos de ellos formas intermedias a las categorizadas (Kamminga, 1982).
La morfología de los desconchados se ha relacionado con el movi-
miento de la pieza y la materia trabajada. Por ejemplo, se cree que en los
movimientos transversales los desconchados presentan menor variedad
de formas, son muy escasos los triangulares o los trapezoidales y pre-
dominan los semicirculares (Tringham et al., 1974: 189). Sin embargo,
K. Akoshima (1987: 71) considera que las acciones transversales produ-
cen mayor proporción de rectangulares y trapezoidales. P. Anderson-Ger-
faud (1981: 51) relaciona los desconchados escamosos y los de media
luna con la actividad de serrar.
R. Grace (1989: 95) opina que la aparición de desconchados en me-
dia luna indica que se ha realizado una tarea de corte o longitudinal; la
misma observación hace P. Anderson-Gerfaud (1981: 51). Sin embargo,
L.H. Keeley (1980: 36) sugirió que estas formas están relacionadas con
los ángulos de filo agudo y no con el tipo de movimiento del útil.
El trabajo de materias blandas se ha asociado con la presencia de
desconchados semicirculares, mientras que en las materias de dureza
media aparecerían también formas triangulares y trapezoidales, siendo

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estas últimas exclusivas de este tipo de materias (Tringham et al., 1974:
188-189). Para Akoshima (1987: 71) a medida que aumenta la dureza de
la materia, los desconchados rectangulares y trapezoidales son más co-
munes.
—Terminación: Este apartado recoge la sección que presenta el des-
conchado en su zona distal. Según la clasificación del HoHo Comitee
(Hayden ed., 1979), hemos considerado las terminaciones afinadas, refle-
jadas, en escalón y las transversas (ilustración 1.10).
De nuevo la terminación se ha relacionado tanto con la actividad
desarrollada por el útil como con la materia trabajada. Por lo que res-
pecta a las actividades, las terminaciones reflejadas y en escalón se
asocian a acciones de percusión (Odell y Odell Vereecken, 1980: 98;
Grace, 1989: 95 y 139). Las terminaciones afinadas serían propias del
trabajo de materias blandas y las terminaciones reflejadas y en escalón
de las duras (Unger-Hamilton, 1988: 37; Tringham et al., 1974: 189-
191; Shea, 1988: 38; Odell y Odell-Vereecken, 1980: 101; Keeley,
1980: 45).

Afinada Reflejada

En escalón Transversa

Ilustración 1.10.
Terminación de los desconchados

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Hay que precisar que en la observación tanto con estereomicroscopio
como con microscopio de luz incidente la distinción entre los desconcha-
dos de terminación reflejada o en escalón a veces no es posible, como ya
ha señalado Unger-Hamilton (1988: 37). En los análisis que siguen se
apreciará que no se ha atribuido significatividad al comportamiento de
una sola de estas dos modalidades y que, en general, se han estudiado
juntas como «terminaciones abruptas».
—Longitud y anchura: Para obtener mayor precisión, ambas se han
tratado como variables continuas. Se ha considerado como longitud la
distancia entre los dos laterales del desconchado, una medida aproxima-
damente paralela al filo; como anchura, la distancia entre el comienzo
del desconchado que se conserva y su extremo distal, en sentido aproxi-
madamente perpendicular al filo. Las dos han sido registradas con preci-
sión de media décima de milímetro.
El tamaño de los desconchados se ha puesto en relación principal-
mente con la dureza de la materia trabajada. Los desconchados pequeños
se asocian a las materias blandas y los grandes a las duras (Tringham,
1974: 188-189; Anderson-Gerfaud, 1981: 60; Odell y Odell-Vereecken,
1980: 101; Shea, 1988: 68; Unger-Hamilton, 1988: 137; Grace, 1989: 96
y 121; Akoshima, 1987: 73).
Por otra parte, es probable que actividades de mayor violencia, como
es la percusión frente a la presión, generen desconchados de mayor tama-
ño (Keeley, 1980: 38; Gutiérrez, 1990).

1.3.2. Pulido
La fricción de la superficie del sílex contra otra materia crea una al-
teración conocida como micropulido. El proceso de pulido provoca una
regularización de la superficie silícea y un aumento de la reflectividad de
las zonas alteradas.
El conocimiento de esta huella es de especial importancia, ya que se
ha podido relacionar rasgos de la superficie del pulido con el tipo de ma-
teria con la que el sílex estuvo en contacto. Sin embargo, su estudio ofre-
ce dificultades en cuanto a 1) la explicación del mecanismo de formación
del pulido y la naturaleza del mismo y 2) la descripción objetiva y la
cuantificación de sus características.

1.3.2.1. Los mecanismos de formación del pulido


Para el analista de huellas de uso el pulido es el aspecto de una su-
perficie observada a través del microscopio metalográfico. Por la experi-
mentación, se ha llegado a constatar de una forma empírica que existe

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cierta relación entre las características del pulido y el tipo de materia con
la que fricciona la herramienta. Sin embargo, el mecanismo de formación
y la naturaleza de esta huella no son directamente evidentes, y se han rea-
lizado numerosos esfuerzos para su comprensión.
Las diferentes líneas de explicación que se han planteado se pueden
agrupar en dos tendencias principales1.
La primera propone un origen abrasivo del pulido (Diamond, 1979;
Kamminga, 1979; Masson et al., 1981; Meeks et al., 1982; Levi-Sala,
1988; Yamada, 1993). Este se formaría por una pérdida progresiva de
materia y la consecuente regularización de la zona alterada. Los agentes
abrasivos consistirían en pequeñas partículas de arena, esquirlitas de sí-
lex, etc., que se introducirían entre la superficie del útil y la materia tra-
bajada mientras se desarrolla la actividad.
En la segunda hipótesis se plantea la disolución de la sílice como cau-
sa de la aparición del pulido. Esta disolución quedaría posibilitada por el
calor generado en la fricción, la abrasión creada por partículas intrusivas,
la estructura y dureza del material trabajado, la presencia de agua, condi-
ciones extremas de ph y, en su caso, ciertos ácidos y componentes silíceos
de los vegetales (Anderson-Gerfaud, 1981: 33). A raíz de la disolución se
formaría una capa de gel de sílice amorfo, que, junto a restos de la mate-
ria trabajada, constituiría el pulido. Durante el uso se daría un proceso
continuado de disolución/deposición, siendo el gel no estabilizado modi-
ficado por efectos mecánicos (Mansur-Franchomme, 1983a).
En otra línea, J. Witthoft (1967) supuso que el calor producido por la
fricción fundiría la sílice. Esta explicación ha quedado marginada por
las otras dos, ya que se duda que el calor producido por el frotamiento
llegue a ser suficiente como para fundir la sílice (Anderson-Gerfaud,
1981: 105; Del Bene, 1979: 174).
En algunos casos se ha visto un origen diferente a los pulidos según el
material de contacto. Esta explicación mixta supone dos tipos de pulido,
uno aditivo cuando la materia trabajada por el útil es rica en sílice y otro
abrasivo en el resto de materias (Del Bene, 1979; Mazo, 1991: 48-49).
Una nueva variante ha sido sugerida recientemente por Christensen
et al. (1991), para quienes los pulidos serían depósitos de la materia tra-
bajada incrustados en las irregularidades de la superficie del útil. Estos
autores no descartan que a este fenómeno se añada otro de pérdida de
materia del útil por abrasión.

1 Aquí sólo se señala brevemente la hipótesis central de cada corriente. Discusiones más

documentadas pueden encontrarse en Anderson-Gerfaud, 1981; Masson et al., 1981; Meeks


et al., 1982; Mansur-Franchomme, 1983a; Unger-Hamilton 1984; Gutiérrez, 1990 y Yama-
da, 1993.

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A pesar de los esfuerzos realizados, no se ha podido llegar a una ex-
plicación totalmente convincente sobre el origen del pulido, siendo un
tema aún en discusión. Esta indefinición genera ciertas dificultades en el
desarrollo del método de análisis funcional de huellas de uso.
Desde los trabajos de L.H. Keeley, los análisis sobre el pulido se han
basado únicamente en criterios de apariencia de la superficie alterada,
desarrollados a partir de generalizaciones empíricas, sin que la diversi-
dad de apariencias de los diferentes pulidos queden convenientemente
justificadas. Por tanto, los análisis funcionales se ha desarrollado más de
una década a pesar de carecer de una teoría cobertora, lo que supone un
problema desde el punto de vista de la coherencia interna de la disciplina.
Sin embargo, es probablemente más grave la limitación que impone
el desconocimiento del mecanismo de formación para el desarrollo de
sistemas de diagnóstico más fiables y para la consolidación o reforma
de los actuales.
En este contexto, las investigaciones sobre el origen y formación del pu-
lido han adquirido nuevo vigor en los últimos tiempos, especialmente como
un intento de responder a las dudas que se han presentado sobre la fiabilidad
del método funcional (Christensen et al., 1991; Gutiérrez et al., en prensa).

1.3.2.2. Descripción y cuantificación de rasgos del pulido


La superficie pulida presenta una serie de características que varían
en función de los factores de uso que definen el trabajo. Sin embargo, la
observación y la descripción de estas características ha generado nume-
rosos problemas. Una parte importante de ellos se deriva del sistema de
observación, basado en los microscopios metalográficos. Por sus caracte-
rísticas técnicas, estos microscopios están mal adaptados para el examen
de superficies irregulares como las que presentan las rocas silíceas. Así,
la profundidad de campo es pequeña y el campo de observación reducido.
Ello repercute en las posibilidades de reproducir fotográficamente las
huellas, que es el medio habitual de documentar los datos en los que se
basa la interpretación.
Pero otra parte de los problemas procede de la propia naturaleza del
análisis que se practica. Este se basa en la observación microscópica de
las superficies, por lo que el pulido ha de ser descrito en términos de su
apariencia visual (Vaughan, 1985: 29; Mansur-Franchomme, 1983b: 223).
De esta forma, las características de la superficie alterada no pueden ser
medidas como variables continuas, sino que han de ser consideradas
como meros atributos. Ello debilita la precisión del análisis y dificulta la
transmisión de conocimientos adquiridos, ya que las descripciones pre-
sentan cierta carga de subjetividad.

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En algunos casos este hecho queda agravado al utilizarse en las des-
cripciones atributos que representan más ilusiones ópticas que auténticas
realidades físicas. Así, se han descrito pulidos de acuerdo a su volumen
(Vaughan, 1985: 17), cuando el único elemento del que disponemos para
conocer esta huellas es la apariencia de una superficie y no el espesor de
un posible lecho de sílice.
La elección de atributos inadecuados ha ido acompañada del empleo
de categorías de atributos poco rigurosas. En la bibliografía especializa-
da se pueden encontrar términos de descripción de pulido tales como
«grasiento» (Keeley, 1980: 49; Anderson-Gerfaud, 1981: 55) o «aparien-
cia líquida» (Unger-Hamilton, 1988: 69), categorías que evidentemente
no son elementos de descripción precisa. En este sentido ha quedado
acuñada la imagen creada por Keeley (1980: 56) para caracterizar el pu-
lido generado por la fricción con asta, que comparó con nieve fundida
(«melted snow»).
Estos problemas son consecuencia de haber diseñado el programa ex-
perimental más como un sistema de aprendizaje basado en la memoria
visual del analista que como un medio de comprobación de la significati-
vidad de los atributos.
Pero por otra parte, también ha habido diversos intentos por objetivi-
zar y cuantificar los rasgos del pulido.
Ya L.H. Keeley, en la publicación de su tesis doctoral (1980: 62-63)
intenta cuantificar el brillo del pulido a través del medidor de intensidad
de luz del sistema de fotografía. Sin embargo, la superficie medida era
demasiado amplia y abarcaba tanto zonas pulidas como no pulidas.
Otro intento se ha realizado mediante la aplicación de la técnica de la
interferometría, empleada para constatar variaciones en la microtopogra-
fía de superficies (Dumont, 1982). Sin embargo, el método presenta unas
limitaciones técnicas (Dumont, 1988: 31-32) que han dificultado su apli-
cación al problema que nos ocupa.
También se ha utilizado la profilometría (Akoshima, 1981 y Knutsson,
citados en Grace, 1989: 46; Levi-Sala, 1989: 646-7). La escasa precisión
del profilómetro impidió reconocer las variaciones en la topografía de la
zona pulida. Un intento similar llevado a cabo por S.Beyries et al (1988),
con un rugosímetro tridimensional, ha permitido reconocer diferencias
entre diversas zonas pulidas, pero este sistema de análisis ha quedado a
falta de un desarrollo posterior.
Las experiencias de R. Grace sobre tratamiento artificial de imagen
(Grace et al., 1985; Grace, 1989) pueden enmarcarse en este intento de
cuantificación. Este autor estudia las frecuencias y distribuciones de gri-
ses a partir de imágenes fotográficas de superficies pulidas, sin que el
sistema le permita, según sus interpretaciones, apreciar diferencias sig-

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nificativas entre pulidos creados por el trabajo de diferentes materias.
A. Vila (Vila y Gallart, 1991) ha iniciado con más éxito un estudio simi-
lar a partir del análisis de los tonos de gris.
Por último, a raíz de la teoría del gel de sílice sobre formación de pu-
lidos, se han buscado en las zonas pulidas restos de las materias trabaja-
das por medio de análisis de componentes químicos con microsonda.
F. D’Errico (1987) y S. Beyries et al. (1988: 131) localizaron compo-
nentes químicos atribuidos a la materia trabajada en las zonas activas de
útiles prehistóricos. P. Anderson-Gerfaud (Anderson, 1980; Anderson-
Gerfaud, 1981) y M.E. Mansur (Mansur-Franchomme, 1983a) encontra-
ron residuos en zonas pulidas de útiles experimentales y prehistóricos.
M. Christensen et al. (1991) han utilizado varias técnicas de análisis
basadas en el microscopio electrónico —IBA, RBS, NRA y PIXE— gra-
cias a las cuales han detectado elementos químicos diferentes en tipos de
pulido causados por el trabajo sobre materias distintas.
En una serie de análisis que llevamos a cabo, junto a C. Gutiérrez, en
la Universidad de Clermont-Ferrand II, los resultados fueron negativos,
ya que en las superficies pulidas sólo se detectó la presencia de silicio.
En una de las muestras, que no había sido tratada con ácidos y bases des-
pués del uso, se detectaron calcio y fósforo, procedentes, sin duda algu-
na, de los restos de materia ósea que habían quedado adheridos en la su-
perficie del útil durante el trabajo (Gutiérrez, 1990: 136-138).
Los análisis de pulido en que se detectaron componentes químicos
diferentes al silicio se realizaron en piezas que no habían sido lavadas
con ácidos y bases. Por ello consideramos, en coincidencia con A.L. van
Gijn (1989: 5-6), que en esos casos se han analizado restos de la materia
trabajada adheridos al filo activo más que el propio pulimento.
En lo que respecta a la cuantificación del pulido, nos hemos plantea-
do a medio plazo la aplicación del sistema de análisis de imagen para la
caracterización de superficies pulidas. Sin embargo, en el estado actual
de nuestra investigación, sólo podemos recurrir a la caracterización del
pulido a partir de su apariencia visual, a pesar de las dificultades ya des-
critas. Intentando disminuir al máximo estos inconvenientes, hemos pre-
tendido eliminar la subjetividad de las descripciones, atendiendo a los
atributos directamente observables en la superficie y precisando los con-
ceptos que manejamos.

1.3.2.3. Los atributos registrados


Los atributos de pulido que se consideran en las descripciones se han
elegido teniendo en cuenta la naturaleza del fenómeno estudiado. A tra-
vés de un microscopio óptico, el pulido se observa como una regulariza-

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ción de la microtopografía original del sílex. La superficie alterada se
dispone generalmente a partir de un filo o una arista. Estas superficies
pulidas están limitadas por zonas no alteradas.

El aspecto de la superficie del pulido


LA TRAMA
Con este atributo se registra el grado de encadenamiento entre diferen-
tes zonas pulidas, a la vez que la proporción de área pulida por unidad de
superficie. Teóricamente ambos rasgos son diferentes, pudiendo aparecer
pulidos no encadenados que cubran la mayor parte de la zona de fricción y
viceversa. En la práctica, ambos evolucionan paralelamente ya que a medi-
da que la proporción de área pulida es mayor también aumenta el encadena-
miento (ilustración 1.11, p. 48). La trama puede ser (ilustración 1.12, p. 49):
Compacta: Cuando la práctica totalidad de la superficie considerada
queda pulida (ilustración 1.12, figura 4).
Cerrada: Las zonas pulidas están enlazadas entre sí y ocupan más de
un 50% de la superficie considerada (ilustración 1.12, figura 3).
Semicerrada: Las zonas pulidas comienzan a ligarse y ocupan menos
del 50% (ilustración 1.12, figura 2).
Abierta: Cuando hay puntos aislados de pulido no relacionados entre
sí (ilustración 1.12, figura 1).
El concepto de trama es muy parecido al que emplea H. Plisson
(1985: 17), considerando la relación entre zona pulidas y no pulidas, y
similar a los de «desarrollo» de R. Grace (1989: 60-61 y 70), «grado de
encadenamiento» (Vaughan, 1985: 17) o «distribución» de P. Anderson-
Gerfaud (1981: 32).
Este atributo se ha relacionado con la naturaleza de la materia traba-
jada, las características de la microtopografía de la zona activa y el tiem-
po de uso.
R. Unger-Hamilton (1988: 52) considera que en el trabajo de materias
duras quedarán pulidas las zonas altas de la microtopografía, generando
tramas abiertas, las de dureza media producirán tramas reticulares, mien-
tras que las blandas pulirán toda la superficie, resultando tramas cerradas.
La relación más repetida entre un tipo de trama concreto y una mate-
ria trabajada ha sido la vinculación de la madera con pulidos reticulares,
es decir, de tramas intermedias (Anderson-Gerfaud, 1981: 47; Unger-
Hamilton, 1988: 69). Sin embargo, esta vinculación no es exclusiva, ya
que han resultado tramas reticulares del trabajo de vegetales (Anderson,
1981: 47) y asta (Unger-Hamilton, 1988: 72).

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Ilustración 1.11.
Proceso de pulido de un filo por trabajo de madera.
Figura 1, tres minutos. Figura 2, siete minutos. Figura 3, quince minutos

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Ilustración 1.12.
Tramas de pulido. Los tres primeros casos son pulidos de trabajo de madera
y el cuarto, de hueso (200X).
Figura 1, abierta. Figura 2, semicerrada. Figura 3, cerrada. Figura 4, compacta.

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R. Grace considera que no se puede establecer una relación de trama y
la materia trabajada, ya que, dependiendo del tiempo de trabajo, la fricción
de cualquier materia puede producir todos los tipos de tramas (Grace,
1989: 70). Esta relación entre el tiempo de trabajo y el grado de encadena-
miento de las zona pulidas ya había sido señalada por Vaughan, quien ob-
serva la existencia de procesos paulatinos de encadenamiento para el puli-
do creado por el trabajo sobre asta y sobre madera (Vaughan, 1985: 33).
En cada pieza experimental se han considerado indicativos dos as-
pectos de la trama.
En primer lugar se ha estimado la trama máxima que aparece en las
zonas pulidas, es decir, la más cerrada.
También se ha considerado la asociación de tramas. Durante el traba-
jo hay partes de la zona activa que entran en contacto con la materia tra-
bajada más a menudo y con mayor intensidad que otras. Esto ocurre con
las partes más salientes de los filos, las zonas elevadas de la microtopo-
grafía del sílex, las aristas o los bordes de los negativos del retoque. Por
ello, en un mismo filo aparecen zonas pulidas que muestran diferentes ti-
pos de tramas (ver fotos 1, 11, 12, 13 y 15).
En la asociación de tramas consideramos la sucesión de zonas con
diversos grados de encadenamiento del pulido. Este atributo no ha sido
considerado explícita y sistemáticamente por otros investigadores, aun-
que se ha señalado que la alteración por trabajo de madera está caracteri-
zada por la presencia de pulido en diversos estados de encadenamiento
(Vaughan, 1985: 33). Este atributo se encuentra recogido, en parte, en la
consideración de los contornos de pulido, establecido por H. Plisson
(1985: 20), que registra el tipo de contacto que se produce entre el final
de la superficie pulida y las zonas no alteradas.

RETICULACIÓN
Como hemos señalado, las superficies alteradas por el uso presentan
zonas pulidas más o menos encadenadas. La medida de la reticulación
registra la anchura de las zonas pulidas cuando la trama es cerrada o se-
micerrada. En una misma zona activa la anchura de las zonas pulidas no
es uniforme, por lo que consideraremos la medida que sea dominante.
Para el control de este atributo hemos establecido cuatro categorías
principales (ver fotos 2 y 3):
Ancha: Cuando las zonas pulidas del área alterada por la fricción
presentan una anchura mayor a 15 micras.
Media: Con anchura entre 10 y 15 micras.
Estrecha: Anchura entre 5 y 10 micras.
Muy estrecha: Anchura inferior a 5 micras

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Este rasgo, según creemos, ha sido recogido a menudo describiendo
el pulido que nosotros denominamos de reticulación estrecha y muy es-
trecha como «picado» o con abundantes microagujeros.
Los pulidos «picados» o con abundantes microagujeros han sido re-
lacionados con el trabajo de hueso (Keeley, 1980: 43; Unger-Hamilton,
1988: 70; Plisson, 1985: 52), aunque P. Vaughan especifica que ello se da
especialmente cuando se desarrollan movimientos longitudinales (Vaug-
han, 1985: 31). Al practicar esta misma actividad sobre asta también apa-
recen abundantes microagujeros (Anderson-Gerfaud, 1981: 61; Vaughan,
1985: 32; Unger-Hamilton, 1988: 70), como en cualquier tipo de trabajos
sobre piel seca (Anderson-Gerfaud, 1981: 55; Moss, 1983: 86; Unger-
Hamilton, 1988: 71; Vaughan, 1985: 38). En esta clasificación, se consi-
dera que este tipo de trabajos generan reticulaciones estrechas.

MICROTOPOGRAFÍA
En este apartado se toma en cuenta la regularidad de las superficies
pulidas. La microtopografía del sílex es irregular antes de ser alterada
por el uso. A medida que la zona activa fricciona con la materia trabaja-
da, la microtopografía del sílex comienza a regularizarse, en función de
las diversas variables que definen el trabajo.
Este atributo sólo se puede clasificar con seguridad en pulidos con
trama compacta o cerrada, ya que en los otros casos la superficie pulida
no es lo suficientemente extensa como para apreciarlo. Puede ser:
Lisa: cuando la superficie ya pulida apenas presenta irregularidades
(ver fotos. 4, 8, 13 y 15).
Ondulada: cuando la superficie pulida forma elevaciones y depresio-
nes suaves (ver fotos 2 y 5).
Irregular: la superficie original queda escasamente alterada y la apa-
riencia de la zona pulida es aún bastante rugosa (ver fotos 6, 13, 17 y 18).

Este atributo ha sido denominado de diferentes formas según los in-


vestigadores, como «textura» (Vaughan, 1985: 17) o «penetración» (Du-
mont, 1982: 209). Grace lo denomina «microtopografía», estableciendo
unas categorías similares a las nuestras (Grace, 1989: 70).
H. Plisson utiliza el concepto de «coalescencia», parcialmente identi-
ficable con el de microtopografía usado por nosotros, que, según su defi-
nición, «está determinada por la modificación del microrrelieve original»
(Plisson, 1985: 15).
Este atributo ha sido relacionado con el tipo de materia trabajada, re-
flejando su deformabilidad, según Dumont (1982: 209). Las microtopo-
grafías planas serían propias de los pulidos por fricción con piedra (Un-
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ger-Hamilton, 1988: 75) y hueso (Vaughan, 1985: 31-32; Unger-Hamil-
ton, 1988: 125). Es común la descripción del pulido por trabajo de made-
ra como ondulado (Anderson-Gerfaud, 1981: 47; Vaughan, 1985: 33;
Unger-Hamilton, 1988: 142; Van Gijn, 1989: 31), caracterización que
también se ha destinado al pulido por trabajo de vegetales (Vaughan,
1985: 37; Unger-Hamilton, 1988: 78; Van Gijn, 1989: 40) y de asta re-
mojada (Unger-Hamilton, 1988: 142). Para Vaughan (1985: 32), el gra-
bado y raspado de asta crean pulidos ligeramente ondulados. Como
ejemplo de topografía irregular, L.H. Keeley (1980: 53) señala que en el
trabajo de la carne apenas se altera la microtopografía del sílex.
Sin embargo, R. Grace (1989) duda del valor de este atributo como
indicio para identificar la materia trabajada, ya que, en su opinión, de-
pende sustancialmente de las características de la microtopografía origi-
nal del sílex.

Accidentes en la superficie pulida


Se registran elementos que acompañan esporádicamente a los puli-
dos: craquelados, agujeros cometa y macroagujeros. Los primeros fueron
atribuidos exclusivamente al pulido por trabajo de hueso (Moss, 1983:
91), sin embargo también se han localizado en el pulido resultante de la
fricción con asta.
Los agujeros cometa se han relacionado con la alteración producida
por la actuación sobre materias óseas (Vaughan, 1985; Sussman, 1985:
108; Van Gijn, 1986: 17) y también gramíneas (Anderson-Gerfaud, 1981:
45). R. Grace (1989: 43) no ve consistente su asociación con una materia
trabajada aunque sí los considera indicadores.
Es común la presencia de macroagujeros en el pulido por trabajo de
piel seca (Van Gijn, 1989: 30), especialmente cuando se añaden abrasi-
vos (Vaughan, 1985: 37; Gutiérrez, 1990: 343).

Desarrollo del pulido


A partir del conocimiento de la trama máxima y del mayor grado de
regularización de la microtopografía que produce cada tipo de materia
hemos establecido tres grados de desarrollo del pulido. Esta clasificación
es relativa a cada materia y así existe un pulido muy desarrollado en el
caso del trabajo de piel seca que no es equivalente al pulido muy desa-
rrollado causado por el trabajo del hueso.
Consideramos pulido muy desarrollado el que aparece en las zonas
pulidas donde la trama y la microtopografía son las máximas que hemos
observado en el trabajo del tipo de materia que se trate.

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Las otras dos categorías son pulido bastante desarrollado y pulido
poco desarrollado. Con ellas se califica las zonas pulidas que presenten
superficies menos alteradas.
Esta clasificación es útil para analizar la extensión de las zonas puli-
das y su distribución por las caras de la zona activa. En el análisis ar-
queológico se empleará también en la determinación de la intensidad de
uso del utillaje.

Brillo de la superficie pulida


El brillo es consecuencia de la cantidad de luz reflejada por la super-
ficie pulida.
Se ha relacionado sobre todo con la materia trabajada. Así, se han
caracterizado como pulidos brillantes los producidos por el trabajo de
la piedra (Unger-Hamilton, 1988: 75), hueso (Moss, 1983: 81; Unger-
Hamilton, 1988: 125; Vaughan, 1985: 31; Van Gijn, 1989: 32), el asta
(Anderson-Gerfaud, 1981: 61; Moss, 1983: 87), la madera (Moss,
1983: 81; Vaughan, 1985: 33; Van Gijn, 1989: 31) y los vegetales
(Vaughan, 1985: 37; Unger-Hamilton, 1988: 78). Por contra, se han
descrito como mates los producidos por piel seca (Keeley, 1980: 49-50;
Anderson-Gerfaud, 1981: 55; Vaughan, 1985: 37; Unger-Hamilton,
1988: 71), carne (Vaughan, 1985: 38) y el pulido indiferenciado (Vaug-
han, 1985: 28).
También se ha puesto en relación con el grado de humedad de la ma-
teria trabajada (Anderson-Gerfaud, 1981: 66; Plisson, 1985: 73; Unger-
Hamilton, 1988: 69-73 y 78).
Probablemente, este rasgo es consecuencia del tipo de trama y de la
microtopografía, de forma que cuanto más cerrada es la trama y más re-
gular es la microtopografía mayor cantidad de luz reflejará la superficie
(cf. Plisson, 1985: 20). Dado que tanto la microtopografía como la trama
de la superficie pulida ya son controladas hemos estimado que el brillo
era una medida redundante y se ha abandonado su registro.

Extensión longitudinal del pulido


Medimos la cantidad de filo que presenta pulido en relación a la lon-
gitud del filo usado. H. Plisson diferencia la extensión del pulido causa-
do en los trabajos de madera, que aparece repartido uniformemente a lo
largo del filo activo, del generado por las materias óseas, que presentan
una disposición intermitente (Plisson, 1985: 72).
Por su parte, R. Grace relaciona este atributo con el tipo de actividad,
ya que los movimientos longitudinales generarían bandas de pulido a lo

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largo de todo el filo, mientras que en los transversales aparecerían dispo-
siciones intermitentes (Grace, 1989: 98).

Extensión transversal
La extensión del pulido se mide perpendicularmente al filo activo en
cada una de las caras.
Se ha preferido tomar la extensión transversal como variable conti-
nua con el fin de precisar su significado. Se puede considerar que es la
misma medida que consideran Anderson-Gerfaud (1981: 32) como «ex-
tensión total», Plisson (1985: 17) como «extensión» o Grace (1989: 70)
como «invasividad».
Este atributo indica qué zonas del útil estuvieron en contacto con la
materia trabajada (Grace, 1989: 101). La extensión transversal se ha
puesto en relación con la dureza de la materia trabajada, quedando más
restringidos los micropulidos producidos por las materias duras que los
causados por blandas.
Sin embargo, también son importantes otros factores, como el ángulo
de trabajo o la morfología de la zona activa. Considerando este último
factor, podemos suponer que cualquier protuberancia en la zona activa
va a condicionar un pulido preferencial de esa zona, de forma que un as-
pecto coyuntural, exclusivo de la pieza, va a determinar el resultado de
la variable. Para controlar esta posibilidad hemos medido la distancia
máxima en cada cara que se ha apreciado entre zonas pulidas situadas
en aristas de desconchados, en otras aristas de la pieza, en zonas aisla-
das en el interior de la cara del útil, o en las partes del filo activo no
afectadas por desconchados. Esta medición reflejará con mayor fideli-
dad el ángulo de trabajo y la rigidez de la materia trabajada. Todas las
mediciones se han realizado para los tres grados de desarrollo que he-
mos distinguido.
En la relación de la extensión del pulido con la materia trabajada se
ha considerado que la madera produce pulidos más invasores que las ma-
terias óseas (Anderson-Gerfaud, 1981: 61; Vaughan, 1985: 33), aunque
Moss (1983: 91) afirma que la madera y el asta generan pulidos igual de
extensivos.

Posición del pulido


Se considera en este apartado la relación entre las extensiones del
pulido en las caras que forman la zona activa.
Este atributo permite conocer el ángulo de trabajo y el tipo de movi-
miento desarrollado por la herramienta (Vaughan, 1985: 40).

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1.3.2.4. La discusión sobre el valor diagnóstico del pulido

Las características del pulido permiten realizar ciertas deducciones


sobre el tipo de movimiento en el que intervino el útil. Sin embargo, la
importancia de esta huella reside en la capacidad que se le ha atribuido
para identificar la materia trabajada específica. Es evidente que este dato
potencia enormemente la información que el análisis de huellas de uso
puede aportar para la comprensión de la economía prehistórica.
El pulido, huella que ya había sido detectada por otros investigadores
(Bordes, 1950; Semenov, 1957/1981), cobra capital importancia como
elemento de inferencia funcional con los trabajos de L.H. Keeley (1980).
Este autor plantea la existencia de una relación directa entre la apariencia
de la zona pulida y la naturaleza de la materia con la que entró en con-
tacto el útil. En su tesis doctoral describe cada uno de los pulidos que ge-
nerar las diversas materias trabajadas. Así, considera que la relación en-
tre el tipo de pulido y la materia trabajada es tan estrecha que se puede
hablar de «pulido de asta», «pulido de madera», etc., aunque acepta la
existencia de pulidos atípicos que pueden inducir a confusión.
El test ciego a que fue sometido este autor por M. Newcomer, en el
que obtuvo un alto nivel de aciertos (Keeley y Newcomer, 1977), dio a
conocer las posibilidades del método y favoreció el que un amplio núme-
ro de prehistoriadores comenzara diversas investigaciones intentando re-
producir los resultados de Keeley (Anderson-Gerfaud, 1981; Mansur-
Franchomme, 1983a; Moss, 1983; Vaughan, 1985; «i.a.»).
Estos autores obtuvieron resultados similares a los señalados por el
investigador norteamericano. Así confirmaron la importancia del pulido
en el análisis funcional, a la vez que aumentaron el número de materias
trabajadas experimentadas y de pulidos conocidos.
Sin embargo, estos autores comenzaron a reflejar las limitaciones
que presentaban los pulidos como elemento diagnóstico del material tra-
bajado. Señalaron cómo en los primeros estadios de formación de pulido,
este no presenta características diferenciables. El tiempo en el que el pu-
lido permanece en esta fase depende del tipo de materia trabajada. A esta
clase de pulido se ha denominado «genérico» (Vaughan, 1985: 28) o «in-
diferenciado» (Mansur-Franchomme, 1983a: 94-99).
Además, las nuevas observaciones pusieron de manifiesto que los lí-
mites entre los diversos tipos de pulidos eran más difusos que lo que se
había considerado en un principio. En este sentido, se han expresado las
dificultades de diferenciación que presentan en algunos casos los pulidos
generados por el trabajo de asta y el de la madera (Keeley y Newcomer,
1977: 55; Keeley, 1980: 56; Anderson-Gerfaud, 1981: 61; Moss, 1983:
87; Vaughan 1985: 32; Unger-Hamilton, 1988: 73; Unrath et al., 1986;

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Grace, 1989: 36-37). Algo similar ocurre con el pulido por el trabajo de
hueso frente al asta (Gendel y Pirnay, 1982; Moss, 1983: 87; Vaughan,
1985; Driskell, 1986: 65; Unrath et al., 1986: 171; Binder y Gassin,
1988: 104; Unger-Hamilton, 1988: 70; ver, sin embargo, Newcomer et
al., 1988: 28 y Van Gijn, 1989: 33), la piel fresca frente a la piel seca
(Unrath et al., 1986: 171) o la madera con los vegetales no leñosos (Kee-
ley, 1980: 61; Anderson-Gerfaud, 1981: 47; Plisson, 1985: 67; Unger-
Hamilton, 1988: 78).
Estos problemas de significatividad de los diferentes tipos de pulidos
han sido representados gráficamente por Vaughan (1985: 46, ilustración
1.13.), quien, afirmando la existencia de características diferenciadoras
entre ellos, plantea la presencia de cierto nivel de solapamiento.
Según este autor, el pulido pasaría en su desarrollo por tres fases suce-
sivas, una primera en que aún no ha desarrollado los rasgos que caracteri-
zan a cada materia, una fase intermedia en el que presenta una apariencia
«suave y picada» y la fase final de desarrollo, en la que el pulido queda
plenamente encadenado (Vaughan, 1985: 28). Por tanto, a partir de cierto
tiempo de trabajo, se crearían superficies pulidas características de cada
materia trabajada (ilustración 1.13).

BUTCHER-
MEAT &
ING GRIT/ DRY
FRESH BONE ANTLER WOOD
SOIL HIDE
HIDE

REEDS

SOFT
PLANTS

Ilustración 1.13.
Esquema propuesto por P. Vaughan (1985) sobre el solapamiento
de la apariencia del pulido

R. Grace ha señalado que el nivel de solapamiento de los diferentes


tipos de pulido es mayor de lo que se había supuesto (Grace, 1989).
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Para tal consideración se basa en los resultados obtenidos en el test
ciego del Instituto de Arqueología de Londres (Newcomer et al., 1986;
ver, sin embargo, Moss, 1987; Bamforth, 1988; Hurcombe, 1988;
Newcomer et al., 1988) y en sus propias investigaciones sobre superfi-
cies de pulido, llevadas a cabo mediante digitalización de imagen
(Grace et al., 1985; Grace, 1989).
Según este autor, los bajos resultados en cuanto a identificación de la
materia trabajada que se consiguieron en los test ciegos realizados se ha-
bían debido a la excesiva confianza de los analistas en la relación directa
entre el tipo de pulido y la materia trabajada. Esta confianza hizo que no
se tuvieran en cuenta otros indicios para identificación de la materia que
se había transformado con el útil. Al ser muy alto el nivel de solapamien-
to entre los pulidos generados por el trabajo de las diferentes materias,
las identificaciones fueron incorrectas.
Para comprobar este extremo, realizó un estudio de las superfi-
cies pulidas mediante tratamiento de imagen. A partir de fotografías
de diferentes pulidos y tras haber digitalizado la imagen, analizó los
diversos niveles y distribuciones de tonos de gris en extensiones de
50 × 50 micras. En los resultados se producían claras agrupaciones de
las texturas de los sílex no usados. Sin embargo, las superficies puli-
das no se agrupaban entre sí de acuerdo al tipo de materia con la que
había sido creado el pulido. Esta prueba le ha llevado a concluir que
no existe una relación directa entre un tipo de pulido y una materia
trabajada.
Como alternativa al modelo que considera que a partir de un umbral
de tiempo de uso los pulidos son diferenciables, explicitado por Vaughan,
Grace propone un modelo en el que el desarrollo del pulido se considera
un continuo, que depende del tiempo de trabajo y la materia trabajada.
Así, diversas materias podrían generar el mismo tipo de pulido con dife-
rentes tiempos de trabajo. De esta forma, plantea que un trabajo sobre
hueso durante 5 minutos, otro sobre asta durante 10, madera durante 14 y
piel durante 27 formarían pulidos de las mismas características (ilustra-
ción 1.14). De ello se deduciría que, como en piezas no experimentales
no podemos controlar el factor tiempo, no podemos conocer la materia
sobre la que se actuó a través del análisis de la apariencia del pulido
(Grace, 1989: 59-61).
Por tanto, ha quedado planteada una polémica sobre la significativi-
dad del pulido como huella que permite identificar la materia trabajada
(cf. también Yamada, 1993; Yamada y Sawada, 1993). Al ser este un pro-
blema central en el análisis de las huellas de uso, va a ser necesario abor-
dar la discusión desde los datos que aporta nuestro propio programa ex-
perimental.

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Ilustración 1.14.
Modelo de desarrollo del pulido según el tiempo propuesto por R. Grace (1989)

1.3.3. Estrías y huellas lineales


Los rasgos de uso cuyo estudio proponemos en este apartado son las
estrías, el pulido en disposición lineal y los componentes lineales del pu-
lido. Consideramos como estría cualquier depresión lineal que no forma
parte del mismo sílex (Moss, 1983a: 74) y que tenga límites netos. Por
pulido en disposición lineal entendemos bandas de pulido que aparecen
en la superficie del sílex marcando una clara direccionalidad (Grace,
1989: 90) (ver foto 7). En ocasiones, las zonas pulidas aparecen surcadas
por abundantes depresiones lineales que por su superficialidad o por la
escasa definición de los márgenes no pueden ser calificadas de estrías. A
este tipo de huellas las denominamos componentes lineales del pulido
(ver foto 8).
Dentro de estos tres elementos han sido las estrías las huellas que
han centrado el interés de los analistas. Su formación se debería a un
arrastre de materia ocasionada por un agente abrasivo. Este pudiera estar
constituido por partículas de arena o polvo adheridas a la materia traba-
jada o que se encuentran en el entorno de ésta cuando se realiza la tarea,
o por las esquirlas que se desprenden del filo activo (Semenov,
1957/1981; Hayden y Kamminga, 1973: 7; Kamminga, 1982: 11; Plis-
son, 1985: 74).

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Las estrías permitirían la reconstrucción de la cinemática del útil, al
indicar la dirección en que este fue movido. Además, algunos investiga-
dores han señalado que existe cierta relación entre el tipo de estría y la
materia trabajada (Keeley, 1980: 35; Anderson-Gerfaud, 1981: 54-62;
Kamminga, 1982: 10; Plisson, 1985: 52 y 57; Unger-Hamilton, 1988: 70-
71). Sin embargo, estas asociaciones se reconocen como tendencias, sin
que se considere que son lo suficientemente específicas como para ser
carácter de determinación de la materia trabajada (Plisson, 1985: 73).
El inconveniente principal que presentan las estrías reside en el hecho
de que no aparecen en gran parte de las piezas utilizadas (Vaughan, 1985:
12), al menos con los medios convencionales de observación. P. Ander-
son-Gerfaud (1981: 49) señala que estas huellas sólo se aprecian en un
tercio de sus instrumentos experimentales, mientras que L.H. Keeley
ofrece un índice de presencia de estrías cercano 50% (Keeley, 1980: 35).
Por otra parte, es necesario ser especialmente crítico a la hora de
considerar estas huellas ya que la escasa profundidad de campo que ofre-
ce la observación microscópica puede hacer aparecer como estrías lo que
en realidad son ilusiones ópticas (Del Bene, 1979; Yamada, 1993).
Cada una de las estrías observadas ha sido descrita individualmente.
Los atributos que hemos tenido en cuenta son:
—Longitud. Medida en micras.
—Anchura. Idem.
—Orientación. Hemos considerado tres categorías: paralelas, obli-
cuas o perpendiculares en relación a la dirección del trabajo.
—Tipo. Diversos investigadores han propuesto clasificaciones de es-
trías (Keeley, 1980: 23; Vaughan, 1985: 12; Mansur-Franchomme,
1983b). Por nuestra parte, hemos tomado como base la clasifica-
ción de M.E. Mansur, simplificando algunos elementos. A pesar
de las evidentes dificultades de distinción de los diferentes tipos
de estrías (Grace, 1989: 102), consideramos que los siguientes ti-
pos pueden ser distinguidos razonablemente:
—De fondo oscuro: Aparece como una línea estrecha y oscura a
través del microscopio (ver foto 9).
—De fondo liso: Aparece como una línea brillante (ver foto 9).
—Con fondo en surcos. Observadas a 500X se observa que su fon-
do está formado por una serie de surcos paralelos entre sí y per-
pendiculares a la orientación de la estría (Ibáñez et al., 1987)
(ver foto 10).
—Distancia al filo. Se mide la distancia desde la situación de la es-
tría hasta el filo activo. Sobre este atributo se ha señalado que en
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algunas circunstancias las estrías que se producen a distancia del
filo: pueden ser generadas por acciones de percusión (Keeley,
1980: 38) o raspar madera (Yacobaccio, 1988: 8).
—Cantidad. El registro de las estrías en cada cara activa permite co-
nocer la cantidad de estrías producidas. En las comparaciones en-
tre distintas piezas se emplea el número de estrías por centímetro
de filo o arista activa.
Para el pulido en disposición lineal se tienen en cuenta los mismos
atributos que para las estrías, salvo el tipo.
De los componentes lineales, cuya presencia ha sido relacionada con el
trabajo de materias duras, tenemos en cuenta su presencia y su dirección.

1.3.4. Embotamiento
Definimos como embotamiento al redondeamiento del filo y de las
aristas de la zona activa por pérdida de materia durante el trabajo (ver
fotos 4, 6, 13, 14 y 15). En casos particulares puede ser detectado a sim-
ple vista.
El grado de embotamiento que presenta un útil se ha relacionado con
diversos factores. En primer lugar con el tipo de materia trabajada. Diver-
sas materias como la piedra, la piel seca, el asta y el hueso producen re-
dondeamiento del filo en distintos grados (Keeley, 1980; Anderson-Ger-
faud, 1981: 55 y 62; Plisson, 1985: 49; Sussman, 1985: 103; Vaughan,
1985). Aunque no se puede establecer una relación directa entre redondea-
miento y materia trabajada (Anderson, 1981: 25; Grace, 1989: 43) puede
ser un elemento indicativo de esta última, en asociación con otras huellas.
Otras variables influyen también en el grado de desarrollo del embo-
tamiento. Entre ellas la magnitud de la fuerza aplicada (Plisson, 1985:
49), la duración del trabajo (Vaughan, 1985: 26) y la adición de abrasi-
vos (Mansur-Franchomme, 1983b: 224; Plisson, 1985: 49).
En el filo activo, la pérdida de materia siempre es más intensa en la
cara que soporta una mayor fricción. Por tanto, se ha señalado que la dis-
posición de este tipo de huella permite reconstruir la actividad (Ander-
son-Gerfaud, 1981: 25; Beyries, 1987: 20; Grace, 1989: 96; Gutiérrez,
1990: 199) y el ángulo de trabajo (Vaughan, 1985: 26).
Por tanto, los atributos del embotamiento que han sido tenidos en
cuenta son:
—Grado. Es una medida relativa de la intensidad del redondeamien-
to: alto, medio, bajo.
—Disposición: Se puede deducir del atributo anterior, dado que el
grado se toma en todas las caras activas.

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1.3.5. Relación entre las huellas
En este apartado hemos controlado la relación topográfica entre las
diferentes huellas con el fin de detectar si alguna de las variables de uso
se asociaba con disposiciones de huellas particulares.
Para ello, el registro de las huellas de uso en las piezas experimenta-
les ha sido completado con la elaboración de planos de distribución de
las huellas. Esto se ha llevado a cabo en el centenar de piezas que forman
el programa experimental de base.
Hemos partido de la representación gráfica de la zona activa y de la
colocación de los desconchados. Para ello hemos utilizado una lupa bi-
nocular Olympus SZH dotada de cámara clara. De esta forma consegui-
mos dibujos aumentados diez veces, que fueron elaborados en hojas de
papel milimetrado para facilitar la colocación posterior del pulido.
En un segundo paso, la observación a través de microscopio metalo-
gráfico permitió la localización de las zonas pulidas. Estas fueron medi-
das mediante un micrómetro adaptado al ocular y situadas en el lugar co-
rrespondiente dentro del plano que había sido dibujado previamente. En
la representación se distinguieron los tres grados de desarrollo de pulido
ya descritos.
Para comparar la posición de las huellas en las diferentes facetas que
forman la zona activa realizamos un dibujo individual para cada faceta, pro-
yectándolas de acuerdo a la situación real de cada una de ellas en la pieza.
Mediante este sistema de representación hemos pretendido disponer
de una imagen global del tipo de huellas que aparecen en un filo activo y
la relación entre ellas.
Además, hemos registrado la relación entre desconchados y zonas
pulidas, categorizando tres posibilidades y sus combinaciones:
1. Que el pulido se sitúe en los laterales del desconchado.
2. Que se sitúe en la parte superior del desconchado.
3. Que aparezca pulido en el interior del desconchado.
Estas posibilidades son combinables. Un desconchado que presente
pulido en todo su perímetro así como en su interior será denominado
como de relación «123». Si el pulido aparece en los laterales y el interior
la relación se denominará «12».

1.4. Programas experimentales complementarios

Los útiles líticos están expuestos a buen número alteraciones entre la


fabricación del instrumento y el estudio de las piezas. Además de las al-
teraciones generadas por la utilización, el utensilio ha podido sufrir alte-

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raciones de su superficie en el momento de fabricación, reavivado, alma-
cenamiento o transporte. Una vez que el útil es abandonado comienza a
ser atacado por un conjunto de agentes naturales que suponen agresiones
tanto mecánicas como químicas; éstas son las alteraciones postdeposicio-
nales. Los últimos daños son los que se ocasionan en los procesos de ex-
cavación, limpieza, siglado, almacenado y estudio de los útiles (Gutié-
rrez et al., 1988).
El analista necesita conocer las formas que presentan estas alteracio-
nes sobre la superficie del sílex por dos razones. En primer lugar para
evitar la confusión de las alteraciones provocadas por el uso con las de
otro origen en el momento del diagnóstico. En segundo, para observar
de qué forma afectan a las huellas de uso. Esta información también es
necesaria para prevenir daños a los conjuntos líticos que el arqueólogo
pueda generar, a la vez que es útil en el diseño de las estrategias de inves-
tigación, para elegir los conjuntos que tengan huellas bien preservadas.

1.4.1. Programa experimental de huellas de talla


Hemos buscado establecer relaciones entre las huellas microscópicas
que quedan impresas en una pieza de sílex tras su talla o retoque por una
parte, y el percutor, el tipo de sílex y la técnica de talla por otra (Ibáñez
et al., 1987).
A fin de discernir el primer punto, se utilizó un conjunto de cuatro
percutores. Como percutores duros se emplearon cantos de cuarcita y de
sílex; como percutores blandos bastones de madera de boj y asta de cier-
vo. Para el retoque por presión empleamos herramientas puntiagudas de
las mismas materias, además de hueso.
Para comprobar la dependencia de los rasgos observables respecto al
tipo de sílex trabajado, la serie experimental abarcó tres tipos de sílex de
procedencia y características distintas. Estas rocas procedían de los aflo-
ramientos de Barrika (Vizcaya), terrazas del Manzanares (Madrid) y Mu-
cientes (Valladolid). Este apartado de la experimentación llevó a la ob-
servación de 47 piezas.
Las técnicas de talla aplicadas fueron:
1. Percusión directa; lascado y retoque.
2. Percusión por contragolpe (Merino, 1980); lascado y retoque.
3. Percusión aplastada (Bordes, 1947); sólo retoque.
4. Presión; retoque. En tres formas distintas según el compresor:
—con un guijarro de cuarcita,
—con el filo de una lasca de sílex,
—con compresores puntuales blandos (hueso y asta).

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Esta primera serie experimental fue complementada por otra realiza-
da por un tallador experimentado. La talla la llevó a cabo Mikel Aguirre,
a quien se pidió que reprodujera las mismas técnicas según sus criterios
personales. En esta segunda actuación se examinaron veinte piezas expe-
rimentales.

1.4.2. Programa experimental de alteraciones postdeposicionales


La influencia de las alteraciones postdeposicionales ha sido abordada
por diversos investigadores de una forma muy precisa (Keeley, 1980;
Plisson, 1985; Plisson y Mauger, 1988).
Por nuestra parte hemos desarrollado una serie de experimentos con
la finalidad de conocer hasta qué punto las huellas resultantes de estos
procesos pueden enmascarar las huellas de uso, imposibilitando el análi-
sis o provocando identificaciones erróneas.
En los experimentos se han reproducido procesos mecánicos y quí-
micos. Entre los primeros se encuentran las acciones de pisoteo y de re-
moción de piezas líticas dentro de un recipiente junto con otras piedras.
Además, una serie de piezas fueron abandonadas en un arroyo y recogi-
das 8 meses después.
En cuanto a las alteraciones químicas, hemos comprobado el efecto
de los agente básicos y ácidos sobre la piezas de sílex y las huellas de
uso recurriendo a sumergir las piezas en soluciones de ácidos (ClH y
CH3-COOH) y bases (KOH), durante diferentes lapsos de tiempo.

1.4.3. Programa experimental de alteraciones arqueológicas


Una serie de piezas fue sometida a los procesos que tienen lugar en
el tratamiento convencional del material arqueológico, es decir, la exca-
vación, el cribado junto al resto del sedimento, la limpieza y el almace-
naje de las piezas sin elementos de protección (cf. Gutiérrez et al., 1988).
También intentamos reconocer la repercusión de los sucesivos estu-
dios a que es sometido el material arqueológico. Así reprodujimos la ma-
nipulación de las cajas de útiles y los efectos del calibre de metal y del
grafito del lápiz, por la costumbre de remarcar los retoques con un lápiz
para facilitar el dibujo de la pieza.
En este programa, 25 lascas y láminas fueron sometidas a las accio-
nes que hemos especificado.

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Capítulo 2

Resultados del programa experimental

El objetivo de este apartado es determinar cómo varían las huellas en


relación con el tipo de uso de la pieza. Nuestro interés reside en estable-
cer cuáles son los rasgos característicos en las huellas que provoca cada
variable independiente. A partir de ello se pretende construir un sistema
de inferencia funcional.
Sin embargo, es conocido que las diferencias que se observan en las
huellas se deben a la actuación de numerosos factores que actúan de for-
ma compleja. Para resolver este problema se han tenido en cuenta tres
aspectos.
El primero procede de la definición del marco experimental. En la
experimentación no se han incluido aquellas labores ineficaces o imposi-
bles en el contexto estudiado. Con ello se establece un primer límite en
cuanto al número de variables que actúan en cada trabajo. Así, no se ha
encontrado sentido funcional a percutir con un filo sobre materias blan-
das como piel y carne. Por tanto, no se pretende establecer las diferen-
cias que separan en general a las acciones de percusión de las acciones
de presión sino que sólo se buscan estas diferencias para los trabajos so-
bre materias duras, en los que ambas acciones tienen sentido.
En segundo lugar, en el momento de comprobar si se produce una aso-
ciación significativa entre un atributo y una variable de uso, mantenemos
estables las demás variables que creemos que influyen en el atributo. Por
ejemplo, la posición de los desconchados en las caras de la zona activa de-
pende del ángulo de trabajo y del ángulo del filo. Si queremos establecer
alguna asociación que permita reconocer el ángulo de trabajo deberemos
aislar primero la influencia del ángulo del filo. Por ello, en el estudio se
comprueba la posición de los desconchados en relación con ángulos de
trabajo altos o bajos para cada tramo de ángulo de filo por separado.

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Por último, en el análisis por atributos las relaciones que establece-
mos no son del tipo «si y sólo si» ya que no ocurren en la práctica. En la
mayor parte de los casos las asociaciones entre atributos y variables tie-
nen un carácter probabilístico y cada asociación se maneja con diferente
grado de confianza.
A partir de estas consideraciones explicaremos el procedimiento de
comprobación que hemos seguido.
En primer lugar, se trata de comprobar si hay una asociación signifi-
cativa entre el atributo y la variable independiente. Para ello hemos em-
pleado un test de significatividad, el Chi2.
Una vez que se comprueba la relación atributo-variable es preciso es-
tablecer un criterio de interpretación funcional, es decir, a partir de qué
límite es posible determinar que un resultado concreto es atribuible a una
categoría u otra.
Para encontrar este límite se recurre a los resultados de las piezas ex-
perimentales. Se comprueba en ellas cuál de los posibles límites es el que
ofrece unas proporciones de acierto y error más favorables.
A lo largo del estudio hemos comprobado que existen claros solapa-
mientos en las características de las huellas debidas a las diversas varia-
bles. Sólo ha sido posible establecer límites significativos en los casos en
que el grado de solapamiento de los resultados es pequeño. Por ello, sólo
hemos considerado como significativas aquellas diferencias que se esta-
blecen con un grado de fiabilidad superior a 0,001. Cuando el test de
Chi2 ha aportado estos resultados, hemos pasado a la fase de establecer
un límite entre las categorías.
Estos límites pueden ser de diferente naturaleza, dependiendo del
tipo de solapamiento que presentan los resultados de las subvariables.
En el primer tipo se exploran los datos hasta encontrar un límite que
discrimine la mayor cantidad posible de casos. Las piezas que cumplen
una determinada condición se asocian a una de las categorías de la varia-
ble, mientras las piezas en las que no se da la misma condición se asocian
a la otra categoría. Con este sistema, el criterio se forma a partir de un sólo
límite. En un ejemplo hipotético, podemos afirmar que un porcentaje supe-
rior al 40% de terminaciones abruptas en los desconchados es característi-
co de las acciones de percusión; el criterio complementario es que un por-
centaje inferior a este 40% indica acciones de presión. Esta fórmula se
utiliza en las variables en las que cada término produce resultados más di-
ferenciados y por tanto el solapamiento es menor.(tipo 1; ilustración 2.1).
La confianza que se puede tener en la interpretación se calcula inde-
pendientemente para cada criterio. Si se trata de distinguir entre acciones
de percusión y de presión, por ejemplo, contamos en primer lugar cuán-
tas acciones de entre todas las llevadas a cabo en percusión se hubieran

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CRITERIO

CATEGORIA A CATEGORIA B

ACIERTO

ERROR

Ilustración 2.1.
Solapamiento de resultados experimentales. Criterio de interpretación tipo 1

reconocido con el criterio que se refiere a las acciones de percutir. El por-


centaje de respuestas correctas es la «capacidad de acierto» del criterio. A
continuación contamos cuántas acciones de presión se hubieran diagnosti-
cado como acción de percusión al aplicar el criterio; al porcentaje de
equivocaciones lo llamamos «posibilidad de error». La diferencia entre la
capacidad de acierto y la posibilidad de error determina la confianza que
merece este criterio. Con la otra categoría se procede del mismo modo.
En el segundo tipo se establecen dos límites distintos sobre los resul-
tados del mismo atributo. Uno de los dos límites marca la condición que
deben cumplir las piezas para ser asociadas a una de las categorías de la
variable, mientras el otro señala una condición distinta para las piezas que
se relacionen con la otra categoría. Entre estos dos límites se encuentran
los casos sobre los que no es posible decidir. En otro ejemplo hipotético,
podríamos decir que son acciones de percusión las que presentan más de
un 40% de terminaciones abruptas en los desconchados y que son

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Ilustración 2.2.
Solapamiento de resultados experimentales. Figura 1: criterio
de interpretación tipo 2. Figura 2: criterio de interpretación tipo 3

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acciones de presión las que tienen menos de un 20% de terminaciones del
mismo tipo. En este ejemplo, no se intentaría un diagnóstico sobre las
piezas que tuvieran entre un 20 y un 40% de terminaciones abruptas.
Este sistema se emplea cuando el solapamiento es mayor que en el
primer caso, lo que haría ineficaz establecer un sólo límite (tipo 2; ilus-
tración 2.2, figura 1). En este caso, la confianza se calcula respecto al
conjunto de piezas sobre el que se intenta la determinación. Se señala
también el «grado de indefinición», el porcentaje de piezas a las que no
se puede aplicar el criterio.
En el tercer tipo fijamos un límite y sólo un criterio. Se señala qué con-
dición deben cumplir las piezas para asociarlas a una de las categorías de la
variable, pero no se establece ningún otro criterio para las que no cumplen
la primera condición. Retomando el ejemplo, podemos decir que son accio-
nes de percusión las que producen más de un 40% de desconchados con ter-
minación abrupta. Sin embargo, no establecemos ningún criterio para las
que tienen un porcentaje de terminaciones abruptas menor del 40%.
Esta estrategia es útil en los casos de un alto solapamiento pero en
los que una de las categorías de la variable produce alguna huella carac-
terística (tipo 3; ilustración 2.2, figura 1).
En esta circunstancia la «capacidad de acierto» no es un dato signifi-
cativo, ya que al tratarse de un criterio que sólo afirma algo sobre una de
las categorías de la variable la capacidad de acierto es siempre del 100%.
La utilidad del criterio quedará referida a la «posibilidad de error», la
proporción de piezas que cumplen el criterio y que no forman parte de la
categoría, y el «grado de indefinición», la proporción de piezas que for-
man parte de la categoría y sobre las que no se afirma nada.
Por último, es necesario señalar que los criterios de interpretación
funcional que se aportan a continuación sólo son extrapolables a colec-
ciones de útiles elaborados en materias primas con características simila-
res a los sílex de Kurtzia y Albardón. Por tanto, los criterios no se pue-
den aplicar de una forma indiscriminada a cualquier colección de útiles
de piedra, sino que habrá de mediar una contrastación adecuada al con-
junto de herramientas que se vaya a estudiar.

2.1. Desconchados

2.1.1. Morfología
La morfología de los desconchados está influida por el ángulo del
filo activo (tabla 2.1). Esto obliga a tener en cuenta el ángulo del filo en
todas las demás comparaciones. En general, los filos más agudos presen-

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tan mayor proporción de desconchados en media luna y menores propor-
ciones de cuadrangulares, triangulares, trapezoidales e irregulares; el
caso de los filos espesos es justamente el contrario (gráfica 2.1).

Tabla 2.1.
Morfología de desconchados en relación al ángulo del filo. Todo tipo de labores

<30° 30–>45° 45–>60° 60–>75° >75° Total

Semicircular 271 686 379 221 506 2.603


Cuadrangular 50 111 77 54 114 406
Triangular 20 60 59 51 108 298
Trapezoidal 33 91 47 38 60 269
Media luna 135 179 74 32 58 478
Irregular 47 172 112 68 121 520

Total 556 1.299 748 464 967 4.034

100
% irregular
media luna
trapezoidal

triangular

cuadrangular
50
%

semicircular

0
<30° 30 – 45° 45 – 60° >60°
ángulo del filo

Gráfica 2.1.
Morfología de desconchados según el ángulo de la zona activa.
Todo tipo de labores

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La comparación de los resultados entre la presión y la percusión per-
mite apreciar diferencias significativas (tabla 2.2). Las diferencias se re-
fieren a una mayor presencia de las morfologías menos concoideas (cua-
drangulares, triangulares, trapezoidales, irregulares) en los trabajos de
percusión.

Tabla 2.2.
Morfología de desconchados. Zonas activas lineales en materias duras
(madera, hueso y asta)

Presión Percusión

Semicircular 521 55,7% 195 45,1%


Cuadrangular 072 7,7% 039 9,0%
Triangular 060 6,4% 035 8,1%
Trapezoidal 066 7,1% 024 5,6%
Media luna 099 10,6% 047 10,9%
Irregular 118 12,2% 092 21,3%

Total 936 100,0% 493 100,0%

Las diferencias entre la morfología de los desconchados según el tipo


de acción —longitudinal o transversal— son también significativas (ta-
bla 2.3). Las acciones longitudinales son las que mayor proporción de
desconchados en media luna producen, mientras que en las transversales
se observa una mayor importancia de los tipos irregulares.

Tabla 2.3.
Morfología de desconchados. Zonas activas lineales en todas las materias

Longitudinal Transversal

Semicircular 539 56,0% 0.822 51,0%


Cuadrangular 076 7,9% 0.169 10,5%
Triangular 044 4,6% 0.139 8,6%
Trapezoidal 069 7,2% 0.105 6,5%
Media luna 166 17,2% 0.177 11,0%
Irregular 069 7,2% 0.201 12,5%

Total 963 100,0% 1.613 100,0%

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Por lo que respecta a la dureza de la materia trabajada, podemos ob-
servar diferencias entre los resultados de las materias duras y las blan-
das (tabla 2.4). Las blandas generan menos desconchados irregulares y
más en media luna.

Tabla 2.4.
Zonas activas lineales en todas las materias1

Materias duras Materias blandas

Semicircular 1.213 50,6% 269 55,2%


Cuadrangular 0.221 9,2% 049 10,1%
Triangular 0.182 7,6% 026 5,3%
Trapezoidal 0.160 6,7% 027 5,5%
Media luna 0.285 11,9% 094 19,3%
Irregular 0.335 14,0% 022 4,5%

Total 2.396 100,0% 487 100,0%

En general, se observa que las formas de uso más violentas, el traba-


jo de las materias más duras, el uso de filos más espesos y la orientación
de filo transversal a la materia trabajada producen más desconchados con
formas irregulares y no concoideas.
A pesar de estas constataciones, la utilidad de la morfología de los
desconchados como criterio de inferencia funcional es escasa. Esto se
debe a que las diferencias entre los resultados de las categorías de cada
variable se encuentran muy repartidas entre las seis categorías que con-
forman el atributo. De esta forma, al no haber diferencias sustanciales
concentradas en una de la categorías o en un grupo de categorías cohe-
rente, no hemos podido establecer un criterio que permita un grado acep-
table de confianza, ni para la forma de aplicación de la fuerza, ni para el
tipo de movimiento, ni para la dureza de la materia trabajada.

2.1.2. Cantidad
Este atributo se considera como cantidad relativa, es decir el número
de desconchados en cada centímetro de filo activo.
Las variables que influyen fundamentalmente en el número de des-
conchados que se forman en un útil son el tipo de actividad desarrollada,

1 Materias duras: hueso, asta y madera. Materias blandas: piel, carne, vegetales.

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la dureza de la materia trabajada, el ángulo del filo, la fuerza ejercida
por el trabajador y el tiempo de trabajo. Este último factor es de suma
importancia, ya que se parte de filos intactos, en los que el número de
desconchados va aumentando a medida que progresa el trabajo, hasta un
tiempo de trabajo, momento en que el filo queda relativamente estabili-
zado. Es a partir de ese momento cuando el criterio de la cantidad de
desconchados puede tener alguna utilidad. El hecho de si la pieza a ana-
lizar trabajó durante un tiempo suficiente como para llegar a la citada
estabilización del filo puede ser conocido por el grado de desarrollo de
las otras huellas de uso.
Comenzaremos por analizar los trabajos realizados en zonas activas
lineales.
Como se puede observar en la tabla 2.5, el criterio de la cantidad de
desconchados no es útil para establecer una diferenciación entre las acti-
vidades de presión y las de percusión, ya que la media de desconchados
por centímetro que produce esta actividad es similar a la que se generan
en las distintas acciones de presión.

Tabla 2.5.
Número de desconchados por centímetro de filo en zonas activas lineales

Presión

Percusión Transversal
Longitud
<55 >55

Madera 15 15 14 15
Hueso 22 20 28 30
Asta 21 19 24 36
Piel — 07 — —
Carne — 11 — —
Carnicería — 18 — —
Tierra 15 — — —
Vegetales — 13 — —

La relación con la materia trabajada es más apreciable, aunque de-


pende del tipo de actividad.
En las labores longitudinales, la diferencia entre materiales duros o
medios respecto a blandos se sitúa en torno a densidades de 10 desconcha-
dos por centímetro. Consideraremos como resultado del trabajo de mate-
rias blandas (carne, piel y pelo) aquellas piezas con menos de 10 desc./cm.

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y de materias duras (hueso, asta, madera y descuartizado) las que superan
ese nivel. Las piezas con 10 desc./cm. quedarán como indeterminadas. El
corte de vegetales produce densidades de desconchados similares a los de
la madera fresca (entre 13 y 15 desc./cm.), por lo que para esta medida
consideraremos al vegetal como materia dura.
El nivel de confianza de este criterio es el siguiente:

Capacidad acierto Posible error Confianza

Duras o vegetal 13/15 87% 1/14 7% 80


Blandas 21/22 95% 2/23 9% 86

Con este criterio el acierto alcanzaría a 34 de las 37 piezas considera-


das. En 2 de 39 (5%) no se ha determinado.
Entre las materias óseas y la madera se produce un claro solapamien-
to. A la vez, las acciones de descuartizado presentan densidades que en
algunos casos son similares a las de madera y en otras a las del hueso. A
pesar de ello se puede afirmar que la mayor parte de las piezas que supe-
ran los 20 desc./cm. trabajaron materias óseas.
Utilizando este dato como criterio obtenemos el siguiente resultado:

Capacidad acierto Posible error Confianza

Materias óseas 5/5 100% 1/6 17% 83

Con este criterio el acierto alcanzaría a 5 de las 9 piezas considera-


das. En 4 de 9 (44%) no se intenta la determinación. En este caso no se
afirma nada sobre las piezas que presentan ratios inferiores a este límite.
Los movimientos transversales con ángulos de filo menores a 55 gra-
dos ofrecen resultados similares. Con este tipo de filos sólo se trabajaron
materias duras. Se ha observado que una densidad de 20 desconchados
por centímetro caracteriza una buena parte de los trabajos sobre materias
óseas.
De nuevo este criterio sólo sirve para determinar a las piezas que su-
peran el límite establecido, sin que se afirme nada sobre aquellas que no
lo superan:

Capacidad acierto Posible error Confianza

Materias óseas 5/5 100% 1/6 17% 83

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Con este criterio el acierto alcanzaría a 5 de las 8 piezas que trabaja-
ron materias óseas. En 3 de 8 (37%) no se intenta la determinación.
Para filos mayores de 55 grados, se establece un primer límite de 10
desconchados por centímetro, que diferencia las actividades sobre mate-
rias duras, con resultados mayores a este índice, de las de piel, con re-
sultados inferiores. Existe un segundo límite que diferencia los trabajos
sobre asta y hueso de las actividades sobre madera. En el trabajo de ma-
terias óseas se producen densidades de 20 desconchados por centímetro o
más, mientras que la madera tiende a presentar índices menores.

Capacidad acierto Posible error Confianza

Materias óseas 7/90 78% 00/7 00% 78


Madera 7/90 78% 3/10 30% 48
Piel 8/10 80% 3/11 27% 53

Con este criterio el acierto alcanzaría a 22 de las 28 piezas conside-


radas.
En las actividades de perforar también se observa la influencia de la
materia trabajada en la densidad de los desconchados. La diferencia más
clara es la que se establece entre las labores sobre materias óseas y el
resto de las materias. Las piezas que han perforado asta y hueso son las
únicas que producen más de 10 desconchados por cada centímetro de
arista activa.

Capacidad acierto Posible error Confianza

Materias óseas 6/6 100% 0/6 0 100

Con este criterio se reconoce el uso sobre materias óseas en todos los
perforadores experimentales.
El comportamiento del resto de las materias trabajadas es menos cla-
ro ya que se solapan materias de diferente dureza. El trabajo sobre made-
ra seca, sobre concha y sobre piel seca causa entre 8 y 10 desconchados
por centímetro; el de madera fresca en torno a 5 y la perforación de piel
fresca, alrededor de 3.
De cualquier forma, la cantidad de desconchados sólo orienta sobre
la naturaleza de la materia trabajada, ya que la variación en la cantidad
de fuerza ejercida por cada trabajador puede variar los índices señalados.

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2.1.3. Longitud y anchura
El tamaño de los desconchados se ha puesto en relación con el modo
de aplicación de la fuerza y la dureza de la materia trabajada. Se entiende
que los desconchados serán más grandes cuanto más violenta sea la fuer-
za aplicada y mayor sea la dureza de la materia trabajada.
La capacidad del tamaño de los desconchados como elemento dis-
criminante entre presion y percusión va a aplicarse a las zonas activas
lineales. Para diferenciar la forma de aplicación de la fuerza en las zonas
activas puntuales vamos a basarnos más en la posición de los desconcha-
dos que en su tamaño.
En los trabajos con filo la diferencia se hace evidente al considerar la
longitud y la anchura media de los desconchados. Para las actividades de
percusión la longitud media de los desconchados es de 1,6 mm. y la an-
chura de 0,9. En la presión disminuyen a 0,9 y 0,43 mm. respectivamen-
te. En ambos casos se emplean solamente los resultados del trabajo en
materias duras.
Intentando encontrar un criterio que permita diferenciar ambas formas
de aplicación de la fuerza, hemos elegido los desconchados de 4,4 mm. de
longitud y 2 mm. de anchura como límite entre los tamaños producidos
por las actividades de presión y las de percusión.
Para comprobar la fiabilidad del criterio, contrastamos las piezas
con las que se percutió y las que se usaron en acciones de presión sobre
materias duras. Además sólo se han tenido en cuenta las piezas de pre-
sión con ángulo de filo menor a 70 grados, ya que difícilmente se pue-
den realizar acciones efectivas de percusión con ángulos de filo más
espesos.
El nivel de acierto sería el siguiente:

Capacidad acierto Posible error Confianza

Percusión 11/14 79% 2/13 15% 64


Presión 42/44 95% 3/45 7% 88

Con este criterio el acierto alcanzaría a 53 de las 58 piezas conside-


radas.
Las tres piezas de percusión con huellas equívocas actuaron sobre
maderas frescas, mientras las dos de presión entraron en contacto con
materias óseas, una de ellas en una acción de descuartizado.
Como hemos podido comprobar, el criterio basado en el tamaño de
desconchados concretos presenta un nivel de fiabilidad aceptable. Sin

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embargo, conlleva el riesgo de que al basarse en desconchados concre-
tos y no en un conjunto amplio aumenta el riesgo de que desconchados
creados por causas diferentes al uso sean considerados como elementos
de identificación. Por esta razón, estimamos necesario complementarlo
con otro criterio que se fundamente en la presencia de un patrón más
consistente.
En la comparación entre las actividades de presión y las de percusión
se observa que en las segundas el porcentaje de desconchados con longi-
tud mayor de 2 mm. (gráfica 2.2) y anchura mayor de 1,2 (gráfica 2.3) es
claramente mayor. Tal diferencia es significativa tanto para la longitud
(tabla 2.6) como para la anchura (tabla 2.7).

Tabla 2.6.
Número de desconchados según su longitud. Zonas activas lineales entre 30
y 70 grados de ángulo de filo usadas en materias duras (asta, hueso, madera)

<2 mm. 2-3 mm. >3 mm.

Presión 928 93,1% 52 05,2% 17 01,7%


Percusión 310 72,2% 58 13,4% 64 14,8%

Tabla 2.7.
Número de desconchados según su anchura. Zonas activas lineales entre 30
y 70 grados de ángulo de filo usadas en materias duras (asta, hueso, madera)

<1,2 mm. 1,2-1,8 mm. >1,8 mm.

Presión 933 93,6% 39 03,9% 25 02,5%


Percusión 330 72,2% 48 11,1% 54 12,5%

Tomaremos como criterio para identificar las acciones de percusión


la presencia de más de un 20% de desconchados con longitud superior a
2 mm., además de más de un 20% de desconchados con anchura superior
a 1,2 mm. Serán consideradas como de presión las piezas que presenten
porcentajes inferiores al 20% tanto en desconchados con longitud supe-
rior a 2 mm. como de anchura superior a 1,2 mm. Si alguna pieza cumple
el criterio para alguna de las medidas pero no para la otra, no se determi-
nará la forma de aplicación de la fuerza.

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Percusión

Presión

décimas de milímetro

Gráfica 2.2.
Longitud de desconchados. Zonas activas lineales, entre 30 y 70 grados
de ángulo de filo, usadas sobre asta, hueso y madera

Percusión

Presión

décimas de milímetro

Gráfica 2.3.
Anchura de desconchados. Zonas activas lineales, entre 30 y 70 grados
de ángulo de filo, usadas sobre asta, hueso y madera

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El nivel de confianza del criterio es el siguiente:

Capacidad acierto Posible error Confianza

Percusión 05/60 83% 0/50 0% 83


Presión 24/24 100% 1/25 4% 96

Con este criterio el acierto alcanzaría a 29 de las 30 piezas considera-


das. 2 de 32 (6%) no se han determinado.
El tamaño de los desconchados también ofrece resultados significativos
en lo referente a la materia trabajada. Los desconchados producto del tra-
bajo de materias duras (madera, asta y hueso) tienen una longitud media de
0,85 mm. y una anchura de 0,48 mm., por 0,45 y 0,24 mm. en las piezas
que trabajaron materias blandas (piel, carne, pelo y vegetales). En las tablas
siguientes se puede observar la distribución de los desconchados según ta-
maños, que confirma la apreciación que realizamos. Tanto las diferencias
en longitud (tabla 2.8) como en anchura (tabla 2.9) son significativas.

Tabla 2.8.
Número de desconchados según su longitud. Zonas activas lineales entre 30
y 70 grados de ángulo de filo usadas en acciones de presión2

<1 mm. 1-2 mm. >2 mm.

Blandas 0.514 92,3% 039 07,0% 004 0,7%


Duras 1.454 72,0% 443 21,9% 122 6,0%

Tabla 2.9.
Número de desconchados según su anchura.
Zonas activas lineales entre 30 y 70 grados de ángulo
de filo usados en acciones de presión

<0,6 mm. >0,6 mm.

Blandas 0.526 94,4% 031 5,6%


Duras 1.569 77,7% 450 22,3%

2 Materias duras: madera, asta y hueso. Materias blandas: piel, carne, pelo y vegetales.

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En las gráficas queda reflejada la tendencia a que las materias duras
creen desconchados de mayor tamaño, tanto en longitud (gráfica 2.4)
como en anchura (gráfica 2.5). Sin embargo, en esta variable dependiente
también influyen el ángulo del filo —los desconchados son menores en
los ángulos de filo más espesos— y la morfología de la zona activa. Por
tanto hemos tenido en cuenta estas dos variables a la hora de establecer
criterios de interpretación.
Consideramos en primer lugar la distinción de la dureza de la mate-
ria trabajada para zonas activas lineales. Con ángulos de filo menores a
55 grados, podemos apreciar que las materias duras (asta, hueso, made-
ra) crean más de un 15% de desconchados con longitud superior a 1 mm..
Este criterio presenta el siguiente grado de confianza:

Capacidad acierto Posible error Confianza

Duras 19/22 86% 2/24 08% 78


Blandas 09/11 82% 3/12 25% 57

Con este criterio el acierto alcanzaría a 28 de las 33 piezas conside-


radas.
Para ángulos mayores de 55 grados establecemos el límite en la
presencia de más de un 15% de desconchados con longitud superior a
0,7 mm. El grado de confianza del criterio es el siguiente:

Capacidad acierto Posibible error Confianza

Duras 8/11 073% 0/80 00 73


Blandas 8/80 100% 3/11 27% 73

Con este criterio el acierto alcanzaría a 16 de las 19 piezas conside-


radas.
El intento por encontrar criterios métricos que permitan definir con
mayor precisión las materias duras, distinguiendo la madera de las ma-
terias óseas, ha dado resultados negativos, ya que la repartición de los
tamaños de desconchados entre estos dos grupos de materias es muy si-
milar.
Para las zonas activas puntuales la diferenciación en el tamaño de
desconchados entre las herramientas que modificaron materias duras y

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Materias duras

Materias blandas

décimas de milímetro

Gráfica 2.4.
Longitud de desconchados. Zonas activas lineales, entre 30 y 70 grados
de ángulo de filo, usadas en acciones de presión

Materias duras

Materias blandas

décimas de milímetro

Gráfica 2.5.
Anchura de desconchados. Zonas activas lineales, entre 30 y 70 grados
de ángulo de filo, usadas en acciones de presión

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blandas sigue siendo clara. En realidad, en este apartado, sólo conside-
ramos como materia blanda a la piel en diferentes estados, ya que no
sería razonable que este tipo de trabajos se realizaran sobre carne o ve-
getales.
A fin de conseguir un límite que pueda separar las materias en los
dos grupos la dureza, vamos a diferenciar las actividades de perforación
de las de grabado.
Para las actividades de perforar, la presencia de más de un 15% de
desconchados de más de 2 mm. de longitud es un límite de cierta utilidad
para diferenciar las piezas que perforaron piel de las que lo hicieron so-
bre madera, hueso, asta o concha.

Capacidad acierto Posible error Confianza

Duras 15/15 100% 1/16 0 94


Blandas 4/5 080% 0/40 0 80

Con este criterio el acierto alcanzaría a 19 de las 20 piezas conside-


radas.
La pieza que no cumple el criterio se empleó para perforar piel en
estado seco. En realidad, en todas las mediciones que vamos realizan-
do, el tamaño de los desconchamientos de las piezas que trabajaron
esta materia se acercan mucho a los que trabajaron madera fresca. En
este caso el patrón de desconchamiento que refleja el plano 67 (piel
seca), es difícilmente diferenciable de los generados por la perfora-
ción de maderas en estado fresco (planos 10 y 23). Por lo tanto, habrá
que tener en cuenta la posibilidad de un trabajo sobre piel seca en
aquellas materias que superan escasamente el límite asociado a las
materias duras.
Para la acción de grabado sólo hemos llevado a cabo un experimen-
to sobre una materia blanda: la piel. Esta pieza puede ser distinguida de
las que actuaron sobre materias duras (madera, asta, hueso) porque no
presenta desconchados de longitud mayor a 0,5 mm., mientras que en
las 10 piezas restantes este tipo de desconchados representa más de un
20% del total.
Hay que hacer la salvedad de que en algunas piezas que trabajaron
piedra apenas se han producido desconchados, a pesar de la dureza de
esta materia. Ello es debido a su carácter abrasivo. La pérdida progresiva
de materia en la zona activa del útil ha eliminado los desconchados que

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se formaron durante los primeros instantes de contacto. En estos casos el
redondeamiento de la zona activa es tan característico que hace difícil un
error de interpretación.
Como resumen, podemos afirmar que el tamaño de los desconchados
presenta cierta utilidad para distinguir entre el trabajo de materias duras
y blandas. Sin embargo, en todas las actividades consideradas el tamaño
de los desconchados se ha mostrado ineficaz como criterio para realizar
un diagnóstico más detallado de las materias, discriminando por ejemplo
el trabajo de madera del de materias óseas.

2.1.4. Terminación

El criterio de la terminación de los desconchados ofrece resultados


diferentes dependiendo de la morfología de la zona activa.

Zonas activas lineales


El análisis de los resultados sobre terminación de desconchados nos
ha permitido comprobar que la forma de aplicación de la fuerza —pre-
sión o percusión—, la dureza de la materia trabajada, el tipo de movi-
miento —longitudinal o transversal— y el ángulo del filo son variables
que influyen en este atributo.
Para las actividades de presión (tabla 2.10) podemos observar que
aparece una mayor proporción de terminaciones abruptas en los descon-
chados a medida que el ángulo del filo es más espeso (gráfica 2.6). Por el
contrario, las terminaciones transversas son más frecuentes de lo normal
en el trabajo con los filos agudos (gráfica 2.7).

Tabla 2.10.
Terminaciones de los desconchados según el ángulo del filo.
Acciones de presión con zonas activas lineales en materias duras
(madera, hueso y asta)

<30° 30->45° 45->60° 60->75°

Afinada 153 356 178 21


Abrupta 100 168 100 51
Transversa 086 046 014 00

Total 339 570 294 72

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Presión

Percusión

ángulo del filo

Gráfica 2.6.
Proporción de desconchados con terminaciones abruptas según
el ángulo del filo

Presión

Percusión
%

ángulo del filo

Gráfica 2.7.
Proporción de desconchados con terminaciones transversas
según el ángulo del filo

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Presión

Percusión

ángulo del filo

Gráfica 2.8.
Proporción de desconchados con terminaciones afinadas
según el ángulo del filo

Sin embargo, las actividades de percusión (tabla 2.11) muestran un


patrón diferente, ya que a medida que aumenta el ángulo del filo, al me-
nos hasta los 75 grados, disminuyen la terminaciones abruptas (gráfica
2.6). Además, aparece una menor proporción de terminaciones transver-
sas, especialmente en ángulos de filo menores de 30 grados (gráfica 2.7).

Tabla 2.11.
Terminación de los desconchados según el ángulo del filo.
Acciones de presión con zonas activas lineales en materias duras
(madera, hueso y asta)

<30 30->45 45->60 >60

Afinada 091 098 082 51


Abrupta 048 227 073 28
Transversa 08 008 017 01

Total 147 333 172 80

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La explicación del diferente comportamiento de la terminación de los
desconchados con respecto a las dos formas de aplicación de la fuerza se
debe a que en la percusión se introduce un nuevo factor que no afecta a
los procesos mecánicos generados por la acciones de presión: la absor-
ción de energía producto del impacto.
Este diferente comportamiento de las actividades de presión y las de
percusión permite cierta diferenciación entre las dos formas de aplicación
de la fuerza a partir del atributo que tratamos. Para conseguir criterios fia-
bles hemos comparado exclusivamente los resultados en los trabajos so-
bre materias duras ya que no se han llevado a cabo experimentos de per-
cusión con filo en materias blandas.
Así, en filos activos menores de 30 grados puede esperarse que las ac-
tividades de percusión apenas produzcan terminaciones transversas, que
serán más comunes en las actividades de presión. La menor proporción de
terminaciones transversas en la percusión puede ser debida al predominio
de los esfuerzos de corte, generados por el impacto, sobre los de flexión.
Si establecemos el límite en un 10% de desconchados con termina-
ciones transversas, atribuyendo las piezas que presenten proporciones
menores a las actividades de percusión y las que presenten proporcio-
nes mayores a las de presión (gráfica 2.7), el grado de confianza del cri-
terio será el siguiente:

Capacidad acierto Posible error Confianza

Presión materias duras 10/11 91% 1/11 09% 82


Percusión 5/6 83% 1/60 17% 66

Con este criterio el acierto alcanzaría a 15 de las 17 piezas consideradas.


El trabajo que realizó la pieza de presión que no cumple el criterio
establecido fue cortar madera de pino fresca, la materia más blanda den-
tro de las consideradas en esta comparación. Como veremos más adelan-
te, tanto las acciones longitudinales como los trabajos sobre materias
blandas tienden a producir menos desconchados de terminaciones trans-
versas. En el caso de la pieza que no cumple el criterio se han unido am-
bos factores, evitando la creación de desconchados con terminación
transversa en la proporción esperada para las actividades de presión con
filos de ángulo menor a 30 grados.
En los filos que cuentan con un ángulo entre 30 y 45 grados las ac-
ciones de percusión causan una mayor proporción de desconchados con
terminaciones abruptas. La diferencia puede establecerse en torno al 45%
de desconchados con este tipo de terminaciones (gráfica 2.6).

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Capacidad acierto Posible error Confianza

Percusión 6/7 86% 1/70 14% 72


Presión materia dura 11/12 92% 1/12 08% 84

Con este criterio el acierto alcanza a 17 de las 19 piezas consideradas.


La pieza de percusión que no cumple el patrón esperado fue empleada
sobre madera de roble fresca con percusión indirecta. La unión de un im-
pacto menos traumático —percusión indirecta— y la actuación sobre una
materia relativamente blanda —madera fresca— lleva a que los descon-
chados de esta pieza se asemejen a los resultantes de acciones de presión.
La pieza de presión que no cumple el criterio actuó sobre hueso seco.
Ello indica que el solapamiento entre presión y percusión, en lo que se
refiere a este criterio, se establece entre las labores de percusión sobre
las materia más blandas y las de presión sobre las más duras.
En las zonas activas en las que el ángulo se encuentra entre 45 y 60 gra-
dos las diferencias en la terminación de los desconchados entre las acti-
vidades de presión y percusión no superan el nivel de significatividad es-
tablecido. (gráficas 2.6, 2.7 y 2.8).
Sin embargo, para ángulos de filo superiores a 60 grados el criterio
es en parte inverso al que hemos establecido entre 30 y 45 grados. En las
piezas de ángulos más espesos se puede esperar que los trabajos de pre-
sión producirán proporciones de terminaciones abruptas superiores al
30%. Por el contrario, los trabajos de percusión causarán una proporción
menor (gráfica 2.7).

Capacidad acierto Posible error Confianza

Presión materia dura 8/8 100% 2/10 20% 80


Percusión 3/5 060% 0/30 00 60

Con este criterio el acierto alcanzaría a 11 de las 13 piezas consideradas.


La pieza de percusión que no cumple el criterio actuó sobre hueso
seco. La dureza de la materia trabajada ha favorecido la aparición de un
mayor porcentaje de terminaciones abruptas que las esperadas para este
tipo de actividad.
Ya señalamos anteriormente que se había hecho uso del atributo que
venimos tratando como criterio de diferenciación entre las actividades
longitudinales y las transversales. Las terminaciones transversas se habían

87

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asociado al primer tipo de movimientos. Sin embargo, hemos podido
comprobar que la presencia de terminaciones abruptas queda claramente
condicionada por el ángulo del filo activo, ya que estas terminaciones
aparecen en los ángulos más agudos (gráfica 2.7). Si consideramos los
ángulos menores de 30 grados, comprobamos que, de hecho, la termina-
ciones transversas son más corrientes en las acciones transversales que
en las longitudinales (tabla 2.12).

Tabla 2.12.
Acciones de presión con zonas activas lineales de ángulo
de filo inferior a 30 grados

Longitudinal Transversal

Afinada 117 59,1% 99 41,1%


Abrupta 055 27,8% 69 28,6%
Transversa 026 13,1% 73 30,3%

Ello es debido a que en las acciones transversales los esfuerzos de


flexión actúan con mayor intensidad que en los movimientos longitudi-
nales. En estas acciones, los esfuerzos cortantes son mayores, fruto de la
penetración del útil en la materia trabajada.
Suponemos que si se ha llegado a asociar los movimientos longitudina-
les con las terminaciones transversas ha sido debido a una confusión de las
variables experimentales. En general, para las acciones longitudinales se eli-
gen ángulos de filo agudos, por lo que se ha asociado el atributo con la pri-
mera variable, cuando en realidad la relación se establece con la segunda.
El criterio de interpretación que se puede obtener a partir de la aso-
ciación de las acciones transversales con las terminaciones transversas
permite cierta distinción en lo que se refiere al tipo de actividad. Si con-
sideramos el límite del 25% de desconchados con terminación transversa
por pieza, atribuyendo las que presenten proporciones mayores a las ac-
ciones transversales y menores a las longitudinales, el grado de confian-
za del criterio es el siguiente:

Capacidad acierto Posible error Confianza

Longitudinales 6/6 100% 1/7 14% 86


Transversales 5/6 083% 0/5 00 83

88

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Con este criterio el acierto alcanzaría a 11 de las 12 piezas consideradas.
Es necesario señalar que los experimentos de cortado se han realizado
sobre pescado, carne y madera. No hemos usado piezas de ángulo de filo
menor a 30 para el corte de materias óseas. Las 5 actividades transversa-
les que entran en la comparación se han llevado a cabo sobre madera.
Las acciones con ángulos de filo entre 30 y 45 grados no producen
diferencias significativas (tabla 2.13).

Tabla 2.13.
Acciones de presión con zonas activas lineales de ángulo
de filo entre 30 y 45 grados

Longitudinal Transversal

Afinada 350 62,4% 172 59,1%


Abrupta 128 22,8% 092 31,6%
Transversa 083 14,8% 027 09,3%

La dureza de la materia trabajada influye en cierta medida en la ter-


minación de los desconchados. En general, las materias de mayor dureza
provocan mayores proporciones de terminaciones abruptas. Sin embargo,
esta diferencia no es tan clara en el caso de los filos activos más agudos.

Tabla 2.14.
Terminación de los desconchados según el ángulo del filo. Acciones de presión
con zonas activas lineales en materias duras (madera, hueso y asta)

Afinada Abrupta Transversa

<30° 153 018,8% 100 011,9% 086 058,9%


30-45° 356 043,6% 168 020,0% 046 031,5%
45-60° 178 021,8% 102 012,2% 014 009,6%
60-75° 021 002,6% 051 006,1% 000
>75° 108 013,2% 417 049,8% 000

Total 816 100,0% 838 100,0% 146 100,0%

Hasta los 30 grados de ángulo de filo no detectamos diferencias sig-


nificativas. Entre 30 y 45 grados las diferencias son apreciables, debido a
la mayor proporción de terminaciones transversas en el trabajo de las
materias blandas.

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Tabla 2.15.
Terminación de los desconchados según el ángulo del filo. Acciones de presión
con zonas activas lineales en materias blandas (carne, piel y vegetales)

Afinada Abrupta Transversa

<30° 024 008,4% 013 010,6% 12 015,4%


30-45° 166 058,0% 052 042,3% 64 082,1%
45-60° 000 — 000 — 00 —
60-75° 041 014,3% 014 011,4% 01 001,3%
>75° 055 019,2% 044 035,8% 01 001,3%

Total 286 100,0% 123 100,0% 78 100,0%

Entre las piezas con ángulo de filo de 30 a 45 grados observamos que


todas las que trabajaron materias óseas presentan menos de un 10% de
desconchados con terminaciones transversas. Las que actuaron sobre ma-
terias blandas (carne, piel y vegetales) tienden a presentar proporciones
superiores a este índice, mientras las que trabajaron madera muestran re-
sultados más ambiguos.
Si utilizamos este límite del 10% de terminaciones transversas, con-
siderando las proporciones inferiores como indicadoras del trabajo sobre
materias óseas o maderas en estado seco y las proporciones superiores
como producto del trabajo sobre materias blandas (vegetales, carne, piel)
o madera en estado fresco, el nivel de acierto sería el siguiente:

Capacidad acierto Posible error Confianza

Duras 9/11 082% 0/90 00% 82


Blandas y madera fresca 9/90 100% 2/11 18% 82

Con este criterio el acierto alcanzaría a 18 de las 20 piezas consideradas.


Las dos piezas que se atribuyen erróneamente al grupo de materias
más blandas realizaron labores sobre las siguientes materias: una sobre
madera de pino seca y humedecida durante el trabajo y la otra sobre ma-
dera de avellano seca. La escasa dureza de ambas materias justifica el he-
cho de que ofrezcan resultados propios del grupo que trabajó sobre mate-
rias más blandas, a pesar de que el estado de estas maderas fuera seco.
A partir de los 60 grados de filo aparece una dicotomía significativa:
en los trabajos sobre las materias blandas predominan todavía las termi-

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naciones afinadas, mientras que los trabajos sobre materias duras causan
una mayor proporción de terminaciones abruptas.
Para este tipo de ángulos, el límite del 60% de desconchados con ter-
minaciones abruptas nos permite un nivel de diagnóstico aceptable sobre
la dureza de la materia trabajada. Con porcentajes inferiores se sitúan las
materias más blandas, como la piel y la madera fresca, mientras con re-
sultados superiores aparecen la madera seca, el asta y el hueso. Este cri-
terio permite el siguiente nivel de confianza:

Capacidad acierto Posible error Confianza

Duras 7/8 88% 1/8 12% 76


Blandas y madera fresca 7/8 88% 1/8 12% 76

Con este criterio el acierto alcanzaría a 14 de las 16 piezas consideradas.

Zonas puntuales y en bisel de buril


En las terminaciones de los desconchados producidos en acciones de
perforación y grabado se observan las mismas tendencias que veíamos
para las acciones desarrolladas por filos, aumentando la proporción de ter-
minaciones abruptas en relación directa a la dureza de la materia trabajada.
Sin embargo, al presentar cada una de las aristas que conforma la zona ac-
tiva un ángulo diferente, la lectura de los resultados es complicada. Esto
nos ha llevado a desechar el atributo en este tipo de zonas activas.

2.1.5. Disposición
Por lo que respecta a la disposición de los desconchados hemos obser-
vado una clara asociación con la dureza de la materia trabajada. A medida
que aumenta la dureza tienden a aparecer menor proporción de desconcha-
dos aislados, mientras que los superpuestos se hacen más comunes. El gra-
do de significatividad de este criterio varía según la actividad practicada.
Como ocurría con la cantidad de desconchados, la influencia del tiempo
de trabajo en este atributo es importante, ya que a medida que se generan
desconchados aumenta la proporción de disposiciones superpuestas y alinea-
das. Para las materias más duras se llega a una estabilización en la propor-
ción de disposiciones en un tiempo de trabajo breve. Por lo tanto, es posible
la comparación entre las características del trabajo de las materias más du-
ras y las restantes obviando el desconocimiento del tiempo de trabajo.

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Para comprobar la relación entre la disposición de los desconchados
y la dureza de la materia trabajada vamos a presentar una serie de gráfi-
cos en las que se representa el porcentaje de desconchados aislados en el
eje de las abscisas y de desconchados superpuestos en el de las ordena-
das. Además se representa el tipo de materia trabajada por cada pieza
mediante la primera letra de cada una de las materias.
En las acciones longitudinales (gráfica 2.9) observamos que las ma-
terias óseas y los trabajos de descuartizado tienden a presentar menos de
un 8% de desconchados aislados, y más de un 8% de desconchados su-
perpuestos. Sin embargo, el experimento sobre asta remojada presenta
resultados diferentes, propios de una materia más blanda que la ósea.
Una serie de materias semiduras presentan entre un 5% y un 23% de
desconchados aislados y entre un 8% y un 20% de desconchados montados.
En este grupo se encuentran los trabajos sobre madera, pescado y vegetales.
Por último, las materias blandas como la piel y la carne tienden a
crear menos de un 5% de desconchados superpuestos o más de un 25%
de desconchados aislados. Una actividad sobre piel seca es la que pre-
senta resultados más similares a los de las materias semiduras. También
debe señalarse para el caso de los vegetales que el corte de helechos pro-
duce huellas similares a las materias semiduras mientras el de gramíneas
las causa semejantes a las de materias blandas.
Esta serie de criterios tiene el siguiente grado de fiabilidad:

Capacidad acierto Posible error Confianza

Materias duras3 14/15 093% 0/19 093


Materias medias 6/6 100% 1/27 4% 096
Materias blandas 13/13 100% 0/21 100

En las acciones transversales (gráfica 2.10) se aprecia que el trabajo


sobre las materias óseas produce a menudo más de un 20% de descon-
chados montados y menos de un 10% de aislados. Empleando este límite
como criterio de interpretación, el resultado es:

Capacidad acierto Posible error Confianza

Materias óseas 8/8 100% 1/9 11% 89

3 Materias duras: asta, hueso y descuartizado. Materias medias: madera, corte de pescado

y de helechos. Materias blandas: piel, carne y gramíneas.

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Proporción de desconchados aislados

Proporción de desconchados superpuestos

A: asta M: madera V: vegetales Y: pescado


H: hueso C: carnicería X: carne P: piel

Gráfica 2.9.
Disposición de los desconchados en las acciones longitudinales

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Proporción de desconchados aislados

Proporción de desconchados superpuestos

A: asta M: madera P: piel


H: hueso Y pescado

Gráfica 2.10.
Disposición de los desconchados en las acciones transversales

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Con este criterio no se intenta la determinación en 6 de los 14 (43%)
trabajos realizados en materias óseas.
Para las acciones de grabar, en todas sus modalidades, la disposición
de desconchados no aporta resultados significativos sobre la dureza de la
materia trabajada.
En las acciones de perforación (gráfica 2.11), las materias más duras
(concha, asta y hueso) muestran menos de un 5% de desconchados aisla-
dos y más de un 25% de superpuestos. El criterio aporta esta confianza:

Capacidad acierto Posible error Confianza

Duras 8/8 100% 2/10 20% 80


Madera y piel 7/9 078% 0/70 00% 78
Proporción de desconchados aislados

Proporción de desconchados superpuestos

A: asta M: madera C: concha


H: hueso P: piel

Gráfica 2.11.
Disposición de los desconchados en las acciones de perforación

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Proporción de desconchados aislados

Proporción de desconchados superpuestos

A: asta M: madera
H: hueso P: tierra

Gráfica 2.12.
Disposición de los desconchados en las acciones de percusión

Con este criterio el acierto alcanzaría a 15 de las 17 piezas consideradas.


Una pieza que perforó piel seca y otra que trabajó madera producen
huellas similares a las de trabajo de las materias más duras. Aunque éstas
últimas se podrían discriminar completamente estableciendo el límite en
menos del 3% de desconchados aislados, se ha preferido no forzar el criterio.
En la percusión, los trabajos en materias óseas se distinguen de los
llevados a cabo en madera por la ausencia casi total de desconchados ais-
lados. El límite lo establecemos en el 5% (gráfica 2.12).

Capacidad acierto Posible error Confianza

Materias óseas 9/9 100% 0/9 0 100


Madera y tierra 7/7 100% 0/7 0 100

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Con este criterio se interpretan correctamente todas las piezas.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que dos de las piezas que per-
cutieron sobre madera presentan resultados cercanos a los que trabajaron
materias óseas.

2.1.6. Posición
Este atributo contempla la repartición de los desconchados en las di-
versas caras que conforman la zona activa, por lo que es necesario dife-
renciar los resultados en cada uno de los tipos de zonas activas.

2.1.6.1. Filos
Cuando un filo se mueve transversalmente a la materia trabajada ac-
túan sobre la zona activa dos fuerzas de resistencia, una tangencial y otra
normal a la superficie tratada (ilustración 2.3). En principio, de ello se
esperaría que se desconcharan tanto la cara de mayor contacto como la
de menor contacto, ya que sobre la primera se ejercen esfuerzos de fle-
xión y sobre la segunda de cortadura. El grado en que una cara o la otra
sufra desconchamientos dependerá principalmente del ángulo del filo ac-
tivo, de si el movimiento es en uno o dos sentidos, del ángulo de trabajo
y, en menor medida, de la dureza de la materia trabajada.

Ilustración 2.3.
Esfuerzos tangencial y normal en los movimientos transversales

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En la gráfica 2.13 se refleja la proporción en que aparecen descon-
chados en la cara de mayor contacto y de menor contacto según el ángu-
lo del filo. En ella se han considerado los movimientos unidireccionales.
La materia trabajada se señala con su letra inicial.
Observamos que hasta ángulos de filo de 30-35 grados los descon-
chados aparecen preferentemente en la cara de menor contacto, mientras
que en ángulos superiores lo hacen en la cara de mayor contacto. Cuando
el filo es frágil los efectos de las fuerzas de flexión dominan a las de cor-
te, mientras que los filos robustos ofrecen una resistencia eficaz a las
fuerzas tangenciales a la materia trabajada, siendo vulnerables a las nor-
males.
La posición de los desconchados en los movimientos transversales
con dos sentidos (ida y vuelta) es diferente (gráfica 2.14). Los descon-
chamientos se producen preferentemente en la cara de menor contacto
cualquiera que sea el ángulo del filo. La mayor parte de los desconcha-
dos se generará, con toda probabilidad, en el movimiento de vuelta que
realiza el útil.
En los movimientos longitudinales (gráfica 2.15) se observa una
clara tendencia a que se desconchen de forma similar ambas caras del
filo.
Trataremos en primer lugar la fiabilidad de la posición de desconcha-
dos en las diferentes caras como medio de reconocer movimientos longi-
tudinales frente a los transversales. Esperamos que los longitudinales
muestren una distribución de desconchados equilibrada entre ambas ca-
ras, por una desequilibrada de los movimientos transversales (Ibáñez y
González, en prensa)
Para realizar este cálculo no consideramos las piezas con ángulo de
filo superior a 70 grados, ya que en el programa experimental no se han
incluido acciones longitudinales con ángulos tan espesos.
Como viene siendo habitual, hemos intentado encontrar un límite
que nos permita caracterizar el mayor número de casos de cada uno
de los dos grupos, a la vez que discrimine los del grupo opuesto. Así,
los movimientos longitudinales quedarían caracterizados por presen-
tar una distribución equilibrada de desconchados entre las dos caras,
con un margen de desigualdad del 10%; ello implica que la propor-
ción de desconchados entre caras debe ser de 60%-40% o más cercana.
Los transversales se reconocerían por presentar en una de sus caras
menos de una cuarta parte del total de desconchados del filo. No se
intentará ningún diagnóstico en los casos en los que una de las caras
del filo tuviera entre el 25% y el 40% del total de desconchados de la
pieza.

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Proporción de desconchados
en cara de mayor contacto

ángulo del filo


Proporción de desconchados
en cara de menor contacto

Gráfica 2.13.
Posición de los desconchados en las acciones transversales en un sentido

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Proporción de desconchados
en cara de mayor contacto

ángulo del filo


Proporción de desconchados
en cara de menor contacto

Gráfica 2.14.
Posición de los desconchados en las actividades transversales en dos sentidos

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Proporción de desconchados
en cara B

ángulo del filo


Proporción de desconchados
en cara A

Gráfica 2.15.
Posición de los desconchados en las actividades longitudinales

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El nivel de fiabilidad de este criterio es el siguiente:

Capacidad acierto Posible error Confianza

Longitudinales 19/23 83% 3/22 14% 69


Transversales 14/17 82% 4/18 22% 60

Con este criterio el acierto alcanzaría a 33 de las 40 piezas considera-


das. 19 de 58 (33%) no se han determinado.
Como se puede comprobar en los datos anteriores, la utilidad de este
criterio es relativa, ya que el número de piezas no determinables es ele-
vado4.
La relativa ambigüedad de las huellas es debida, en lo que se refiere
a los movimientos longitudinales, a la influencia del ángulo de trabajo.
En algunas piezas, la bisectriz del ángulo del filo activo queda desviada
en relación al eje transversal de la pieza, por lo que el filo activo no for-
ma un ángulo estrictamente recto con la materia trabajada (Mazo, 1991).
También es posible mantener intencionalmente un ángulo de trabajo obli-
cuo en algunos trabajos longitudinales. A ello se añade que en un trabajo
prolongado es fácil que el trabajador modifique el ángulo de ataque sin
reparar en ello. La consecuencia es una distribución de huellas equívoca.
Tanto el grado de ambigüedad y de error que presentan los criterios,
como la posibilidad de que se corte con ángulos de trabajo oblicuos nos
llevan a considerar que la distribución de desconchados no es suficiente
por sí misma para determinar la longitudinalidad o transversalidad de un
movimiento, aunque sí puede ser útil en combinación con otras indica-
ciones.

2.1.6.2. Puntuales
A diferencia de las zonas activas lineales, estas son partes activas
con una morfología compleja. La punta más sencilla presenta al menos
tres caras definidas por aristas.

4 Para actividades longitudinales que producen posiciones equilibradas de desconchados;

ver planos 1, 12, 21, 40, 44, 55, 75 y 76. Para actividades transversales con ángulos de filo
agudos que producen posiciones desequilibradas de desconchados; ver planos 2, 3, 13, 20, 22,
25, 31, 45 y 46.
Sin embargo, aparecen casos de labores longitudinales con posiciones desequilibradas de
desconchados (planos 16, 30 y 63) o de trabajos transversales con posiciones equilibradas
(planos 26, 32 y 41).

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Cuando se graba con una punta manteniendo como parte conductora
una de las caras que forman la punta (Grabar tipo D, ilustración 1.5, fi-
gura 1, pág. 27) se produce la siguiente distribución de huellas (tabla
2.16; ilustración 2.4, figura 2).

Tabla 2.16.
Distribución de desconchados.
Actividad de grabar tipo D

Arista Desconchados

A1 03 0(3%)
A2 02 0(2%)
B1 36 (36%)
B2 12 (12%)
C1 38 (38%)
C2 09 0(9%)

—En la cara conductora (A1 y A2) apenas se producen desconchados.


—En las caras conducidas aparecen desconchados en las aristas que
limitan con la cara conductora —B1 y C1— (planos 7 y 50).
—En la arista que une las caras conducidas (B2 y C2) la presencia de
desconchados varía, depende de la combinación del ángulo de tra-
bajo y del ángulo formado entre la cara conductora y la arista.
Cuanto mayor sea cualquiera de estos dos ángulos, mayores serán
las posibilidades de que aparezcan desconchados en la arista (pla-
no 34). Si el ángulo que forman la cara conductora y la arista es
muy agudo, puede aparecer un desconchado de tipo buril, siguien-
do la línea de la arista (plano 7).

Este patrón de huellas deriva de la dirección de las fuerzas presentes


en el trabajo. La fricción de la zona activa con las paredes del surco que
se crea en la materia trabajada favorece el desconchamiento de las caras
conducidas a partir de la arista de contacto con la cara conductora.
En algunos casos, una de las caras conducidas puede recibir más des-
conchados por la morfología irregular de la pieza o por variaciones en la
orientación durante el trabajo.
La ordenación de desconchados con predominio de los esquirlamien-
tos en las aristas C1 y B1 permitiría reconocer 4 de las 6 piezas experi-
mentales; en otros dos casos el bajo número de desconchados no permite
hacer inferencias sobre la actividad a partir de esta huella.
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Ilustración 2.4
Esquema de posición de desconchados en las actividades
de grabar tipo C (figura 1) y grabar tipo D (figura 2)

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Cuando se graba con una punta pero manteniendo una de las aristas por
delante durante el movimiento (Grabar C; ilustración 1.4, figura 3, pág.
26), el patrón producido es diferente del anterior (ilustración 2.4, figura 1).
La mayor parte de los desconchados se disponen a partir del mismo
vértice activo hacia la cara conducida (C) (planos 29 y 60).
También pueden aparecer desconchados a lo largo de las dos aristas
que definen la cara conducida (C1 y C2).
Las actividades de perforación aportan patrones de desconchados di-
ferentes. En los movimientos giratorios en un sentido los desconchados
se sitúan en las caras conducidas (A2, B2 y C2) a partir de las aristas en
contacto con las caras conductoras (tablas 2.17 y 2.18).

Tabla 2.17.
Actividades de perforación, posición de desconchados

Arista 1 sentido 2 sentidos

A1 06 0(3,7%) 122 (18,6%)


A2 61 (37,7%) 157 (24,0%)
C1 01 0(0,6%) 088 (13,4%)
C2 35 (21,6%) 079 (12,0%)
B1 03 0(1,9%) 093 (14,2%)
B2 56 (34,6%) 096 (14,7%)

Tabla 2.18.
Actividades de perforación.
Posición de desconchados en aristas alternas

Aristas 1 sentido 2 sentidos

Pares 152 (93,8%) 332 (52,3%)


Impares 010 0(6,2%) 303 (47,7%)

Si la sección de la punta es regular —en triángulo acutángulo—, los


desconchados aparecerán en las tres aristas pasivas (planos 53 y 81;
ilustración 2.5, figura 1). Si es irregular —en forma de triángulo obtu-
sángulo—, los desconchados se dispondrán en los ángulos más agudos
(ilustración 2.5, figura 2). Esta circunstancia es debida tanto a la mayor
fragilidad de los filos como al hecho de que son estas aristas las que tie-
ne mayor contacto con los bordes del orificio.

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Ilustración 2.5.
Posición de desconchados en movimientos giratorios de un sentido.
Figura 1: con punta de sección acutángula. Figura 2: con punta
de sección obtusángula

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En los movimientos giratorios en dos sentidos los desconchados se
distribuyen regularmente en todas las aristas (tablas 2.17 y 2.18).
De nuevo, el ángulo que presente cada una de las aristas del perfora-
dor condiciona el desconchamiento de esa zona. Las aristas de ángulos
más agudos se desconchan con más facilidad.
La diferencia entre actividades con uno o dos sentidos se aprecia en
la distribución por caras. En las labores en un sólo sentido, más del 90%
del total de desconchados se sitúan en caras alternas; en las acciones en
dos sentidos, menos del 80% de los desconchados están en caras alternas.
El número de sentidos del movimiento giratorio puede ser identificado
según el criterio que hemos establecido con el siguiente margen de confianza:

Capacidad acierto Posible error Confianza

1 sentido 5/5 100% 0/5 0 100


2 sentidos 14/14 100% 0/14 0 100

Con este criterio el acierto alcanzaría a las 19 piezas consideradas.

2.1.6.3. Diedro de buril


El diedro de buril, como zona activa, puede ser usado en dos formas.
En la primera, el diedro actúa longitudinalmente por lo que el surco presen-
ta una sección en V (Grabar A; ilustración 1.4, figura 1, pág. 26). En la se-
gunda, se mantiene el diedro transversal a la materia trabajada —creando
un surco en forma de U— (Grabar B, ilustración 1.4, figura 2, pág. 26); este
tipo de actividad se ha experimentado con movimientos en un sólo sentido.
Cuando el diedro actúa longitudinalmente, los desconchados tienden
a situarse más equilibradamente a ambos lados de la arista del diedro
(planos 27 y 36), mientras que para los movimientos transversales la dis-
tribución de desconchados es asimétrica (planos 35 y 51). Si dividimos
la zona activa del buril en dos partes, mediante un plano bisectriz al án-
gulo de buril, podemos comprobar este extremo (tabla 2.19).

Tabla 2.19.
Actividades de grabado, zonas activas en bisel de buril.
Distribución de desconchados

Longitudinal Transversal

Mitad izquierda 71 (51%) 14 (19%)


Mitad derecha 68 (49%) 58 (81%)

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Si consideramos que la distribución de desconchados equilibrada
(hasta 60%-40% en cada mitad del buril) indica movimiento longitudinal
y que la disposición asimétrica (70%-30% o más desequilibrada) revela
movimientos transversales, obtenemos el siguiente resultado:

Capacidad acierto Posible error Confianza

Longitudinal 3/3 100 0/3 100 100


Transversal 4/4 100 0/4 100 100

Con este criterio el acierto alcanzaría a 7 de las 7 piezas considera-


das. 7 de 14 (50%) no se han determinado, debido a la ausencia o escasez
de desconchado en la arista del bisel.
Las limitaciones de este criterio proceden del escaso número de ex-
perimentos comparados y del fuerte porcentaje de piezas que no se pue-
den determinar a causa del bajo número de desconchados en el diedro ac-
tivo. En concreto, en ninguna de las tres piezas que trabajaron sobre
piedra es posible la atribución. El fuerte redondeamiento que provoca el
trabajo de piedra limita la utilidad de los desconchados en el diagnóstico
(planos 77, 78, 79 y 80).

2.2. El pulido

2.2.1. Disposición en las caras activas


El pulido generado por el uso se sitúa en las caras del útil que forman
la zona activa. La disposición del pulido en estas caras permite reconocer la
parte usada de la pieza.
En principio, la disposición del pulido, es decir la extensión y el gra-
do de desarrollo en cada una de las caras, depende de la participación
de las caras en el trabajo. Esta participación está determinada por el tipo de
actividad, esto es, por las características del movimiento y de la posición
del útil durante el trabajo. Como se verá, la disposición del pulido puede
estar alterada por el desconchamiento del filo.
En las zonas activas lineales, el hecho de que aparezca una cantidad
de pulido similar en las dos caras indicará que el tiempo e intensidad de
contacto con la materia trabajada de las dos zonas fue similar. Esto se
produce en diversas actividades:
—En movimientos longitudinales y transversales en los que el ángu-
lo de ataque es de 90 grados.

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—En acciones de percusión con ángulo de ataque de 90 grados, o
también de 45 grados con un movimiento alternante, en el que la
cara de mayor contacto en uno de los impactos se convierta en la de
menor contacto en el siguiente; este movimiento es común, por
ejemplo, en las actividades de talar.

Por contra, el predominio del pulido en una de las caras indicará:


—Movimientos longitudinales o transversales con ángulo de trabajo
oblicuo,
—Acciones de percusión con ángulo de trabajo oblicuo en las que no
se varíe la dirección del trabajo. Estas son labores del tipo de las
que se desarrollan con azuelas.
Para comprobarlo hemos examinado las anchuras máximas de las
áreas pulidas y la distancia hasta el filo de los pulidos desarrollados en
las caras que forman el filo activo. Se ha tenido en cuenta el ángulo del
filo y la dureza de la materia trabajada.
En el caso de los trabajos de presión con ángulo de filo agudo y en
materias duras, se asume que todas las acciones con ángulo de trabajo
recto realizan un movimiento longitudinal, ya que no es eficaz trabajar
con movimientos transversales y ángulo de ataque recto utilizando herra-
mientas de ángulo de filo agudo.
Los trabajos con ángulo de ataque oblicuo pueden ser tanto transver-
sales como longitudinales. Sin embargo, consideramos que las acciones
de corte con ángulo de trabajo oblicuo serían trabajos poco corrientes, ya
que sólo podrían tener sentido en procesos técnicos muy concretos, como
la elaboración de dientes de arpón. Por tanto, para piezas con ángulo de
filo agudo asociaremos los ángulos de trabajo recto con las acciones lon-
gitudinales y los oblicuos con los transversales, salvo en el caso en que
la dirección de las estrías o componentes lineales indique lo contrario.
La comparación de las extensiones del pulido en las gráficas 2.16 y
2.17, en las que se incluyen filos con ángulo menor a 60 grados, permite
apreciar que las acciones longitudinales tienen una disposición de pulido
más equilibrada que las transversales.
Así, ninguna acción transversal produce disposiciones entre caras en
las que la relación sea más cercana que de 60% a 40%, mientras que esto
ocurre en 7/11 de los trabajos longitudinales (cf. planos 1, 12, 21, 30, 63,
75 y 76). Por el contrario, ninguna de estos trabajos longitudinales origi-
na diferencias en la relación entre caras mayores de 70% a 30% frente a
9/14 en el caso de las acciones transversales (cf. planos 13, 41 y 46).
Si consideramos las piezas que presentan una relación en la exten-
sión de pulido entre caras de 60% a 40% o más equilibrada como longi-

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CARA A CARA B

Gráfica 2.16.
Extensión relativa del pulido en las dos caras del filo activo,
en las acciones longitudinales

CARA CONTACTO CARA CONDUCTORA

Gráfica 2.17.
Extensión relativa del pulido en las dos caras del filo activo,
en las acciones transversales

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tudinales y, por el contrario, las que presenten una relación 30%-70% o
más desequilibrada como transversales, el grado de acierto del criterio
será el siguiente:

Capacidad acierto Posible error Confianza

Longitudinales 7/7 100% 0/7 0 100


Angulo bajo 9/9 100% 0/9 0 100

Con este criterio se reconoce el uso de las 16 piezas determinadas.


Sin embargo, en 9 de las 25 totales (36%) no se hace ninguna atribución.
Las acciones realizadas con filos de ángulo superior a 60-70 grados
se asocian a movimientos transversales, ya que los trabajos de corte con
este tipo de filos son poco eficaces. Estas labores transversales pueden
desarrollarse con ángulos de trabajo rectos u oblicuos.
En dichas labores, la extensión del pulido no es útil para reconocer el
ángulo de trabajo. En los trabajos con materias duras, sólo 2 de los 4 ex-
perimentos realizados con ángulo de trabajo recto y 2 sobre 6 con ángulo
de trabajo oblicuo se comportan como se esperaba. En los otros casos, la
abundancia de desconchados en la cara conducida ha modificado la ex-
tensión esperada del pulido y por tanto la relación entre las dos caras
(por ejemplo, plano 49). Debido a este fenómeno, puede ocurrir que la
cara con mayor extensión de pulido bien desarrollado sea la de menor
contacto (planos 46 y 56).
Sin embargo, los trabajos sobre piel sí producen distribuciones de
pulido claramente relacionables con el ángulo de trabajo. Ello se debe a
que en estas acciones se producen menos desconchados, por lo que no se
altera el patrón de distribución del pulido. En los trabajos transversales
con ángulo alto, 3 piezas de 3 muestran una relación de 60º a 40º o más
equilibrada (planos 64 y 71) mientras 5 de las 6 piezas que trabajaron
con un ángulo bajo tienen relaciones de 70% a 30%, o aún más desequi-
libradas (planos 65, 66 y 68).

Capacidad acierto Posible error Confianza

Angulo alto 3/3 100% 1/4 25% 75


Angulo bajo 5/6 83% 0/5 0% 83

Con un 0% de no determinadas.

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El único experimento con ángulo de trabajo oblicuo que induce a error
fue llevado a cabo con un ángulo de filo muy espeso (84 grados) por lo
que la cara conductora entró en mayor contacto con la materia trabajada.
En los trabajos lineales de percusión tanto directa como indirecta,
con ángulo de ataque de 90° se producen distribuciones bastante equili-
bradas de pulido. En todos los experimentos, la relación es de 70% a
30% o más equilibrada.
En las zonas activas de buril, la disposición del pulido varía de
acuerdo al tipo de grabado que se haya llevado a cabo. (Ibáñez y Gonzá-
lez, en prensa).
Cuando la zona empleada es la arista del bisel, la disposición de puli-
do en las caras que forman el bisel es equiparable a la que observamos
en los filos lineales.
El buril usado con el bisel en forma longitudinal —que produce sur-
cos de sección en V (ilustración 1.4, figura 1, p. 26)— causa un patrón
de distribución de pulido equilibrado en las dos facetas que conforman el
bisel activo (planos 27, 52 y 77).
En las labores con el bisel de buril transversal, creando surcos en U
(ilustración 1.4, figura 2, p. 26), el pulido se sitúa principalmente en las
dos caras que forman el bisel. Dependiendo del ángulo de trabajo y de la
dureza de la materia trabajada, será más extenso en la faceta conductora o
en la conducida; en las materias más duras suele ser más extenso en la cara
conductora por el desconchamiento de la cara conducida (cf. planos 8 y
35). Cuando los desconchados no alteran el patrón de distribución, el pu-
lido aparecerá más desarrollado en la cara de mayor contacto —si el án-
gulo de ataque es oblicuo— o habrá un equilibrio entre ambas caras —si
el ángulo de trabajo es recto.
En el resto de las caras la extensión y grado de desarrollo del pulido
será menor. Su intensidad en estas zonas dependerá de la morfología de
la zona activa.
El patrón de disposición de pulido es diferente en los casos en lo que
se ha utilizado una zona activa en bisel de buril para perforar (ilustración
1.5, figura 2, p. 27). El pulido, cuando no ha sido eliminado por los des-
conchados, se dispone sobre las aristas de las facetas mientras que no
está presente en el bisel del buril (planos 43 y 59).
La distribución es también compleja cuando se trata de una zona ac-
tiva puntual. En el grabado con triedro y arista conductora (ilustración
1.4, figura 3, p. 26), el pulido se dispone en las caras que forman la arista
conductora, a partir del vértice activo. También aparecen zonas de pulido
en la cara conducida, en la zona del vértice (planos 29 y 60).
En el grabado con triedro y una cara conductora (ilustración 1.5, fi-
gura 1, p. 27) se espera que sean las aristas de la cara conductora las que

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presenten mayor desarrollo y extensión del pulido. Esta expectativa se
cumple en todos los casos para el pulido muy desarrollado, que prácti-
camente sólo se encuentra en el vértice de la cara conductora. Depen-
diendo del ángulo de las aristas que forman el triedro y del ángulo de
trabajo, puede aparecer pulido también en las otras caras, aunque gene-
ralmente menos desarrollado (planos 7 y 74). En todas las aristas, el de-
sarrollo y extensión del pulido es menor a medida que nos alejamos del
vértice.
El patrón de distribución de pulido en los trabajos de perforar con
una zona activa puntual es muy irregular y depende más de la morfología
de la zona activa que del tipo de movimiento realizado. En efecto, tanto en
las perforaciones en uno como en dos sentidos, el pulido se concentra
en las aristas más agudas.
La causa de esta distribución es la diferente participación en el traba-
jo de cada arista. Las aristas más agudas son las más lejanas del eje de la
pieza y son las que determinan la anchura del orificio; las más obtusas
son menos activas o no participan en el trabajo.
Esto se manifiesta en las huellas creadas. En general, en las piezas de
sección más regular —cuando los ángulos de las aristas son similares—
el pulido se reparte de forma equilibrada en todas las caras mientras que
a medida que alguna de las aristas es más obtusa la distribución comien-
za a ser diferencial. Cuando una arista presenta en torno a 80 grados,
apenas presenta pulido en comparación con las más agudas (planos 23,
53, 67 y 73).
Por otra parte, en la perforación de materias duras (asta, hueso, con-
cha) se crean numerosos desconchados, que eliminan las zonas de pulido,
con lo que se desvirtúa el valor del atributo que tratamos como medio de
reconocer el tipo de movimiento ejercido (planos 37, 38, 42, 53 y 82).

2.2.2. Distribución del pulido


En términos generales, el pulido se dispone a partir de la arista acti-
va. Los pulidos más desarrollados se sitúan en la arista que ha entrado en
contacto con la materia trabajada, mientras que a medida que nos aleja-
mos de ella va perdiendo intensidad. Esto es debido a que las partes que
soportan una mayor fricción son las propias aristas activas; las zonas in-
teriores entran en contacto con la materia trabajada menos tiempo y con
menor intensidad.
Sin embargo, en algunas labores, estas zonas interiores de la pieza
sufren una fricción más intensa con la materia trabajada que otras más
cercanas al filo. Por esta razón, zonas alejadas del filo activo presentan
un mayor desarrollo del pulido que otras más cercanas. En estos casos, la

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distribución no está ordenada como hemos descrito sino que se observan
sucesiones de zonas más o menos pulidas. Esto ocurre en dos tipos de ac-
tividades.
Un caso son las actividades que crean un surco en la materia trabaja-
da. Al moverse la herramienta en el interior del surco, las paredes fric-
cionan las caras activas de la pieza en una amplia superficie, puliendo di-
ferencialmente las zonas más expuestas.
Este fenómeno sólo ocurre en el trabajo de materias duras. En estas
acciones, la cohesión del material ofrece resistencia al desplazamiento
lateral que se genera durante el trabajo de corte. Por ello, se crean surcos
estrechos, que friccionan las caras del útil. Por el contrario, en el trabajo
de materias blandas aparecen surcos más anchos, y, por tanto, el efecto
es menos apreciable.
Los trabajos en que hemos detectado estas distribuciones de pulido
corresponden al cortado de maderas secas (plano 25) y secas humedeci-
das (plano 16), asta y hueso humedecidos (planos 40 y 44) —en estado
seco la penetración del filo en la materia fue escasa— y grabar piedra
(plano 80). Es significativa la comparación de estas piezas con las que
cortaron materias más blandas (planos 1, 63, 75 ó 76).
La distribución de pulido en piezas que cortaron materias duras po-
dría ser calificada de «caótica», en contraposición con las distribuciones
claramente jerarquizadas a partir del filo o arista activa.
Las áreas con mayor desarrollo de pulido pueden presentar una mor-
fología alargada o ahusada. Es necesario señalar que esta morfología no
es consecuencia de la dirección del movimiento, sino que se debe a las
características de la microtopografía de la zona activa. Así, en la pieza
n.º 32 (plano 16) observamos que la orientación de las zonas con pulido
más intenso siguen en realidad la dirección de las lancetas de la pieza,
que es diferente para la cara dorsal y la ventral.
El contacto entre la materia trabajada y zonas amplias de la superfi-
cie del útil también se produce en el raspado de materias blandas cuando
el ángulo entre la cara de mayor contacto y la materia trabajada es pe-
queño. Esta situación se genera a menudo cuando se emplea un ángulo
de filo espeso en una labor de ángulo de trabajo bajo. En estos casos que-
dan pulidas diferencialmente las zonas abultadas de la superficie de con-
tacto, y, en algunos casos, también el filo opuesto a la zona activa (pla-
nos 65 y 69). Esta última circunstancia debe ser tenida en cuenta, ya que
distribuciones similares de pulido en piezas arqueológicas podrían ser in-
terpretadas como resultado de dos zonas independientes de uso, siendo
en realidad producto de un solo uso.
Un caso particular en la disposición del pulido se produce en movi-
mientos transversales en los que una cara dorsal actúa como cara de ma-

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yor contacto. Si el ángulo de ataque es bajo, la arista o aristas de la cara
dorsal frotan contra la materia trabajada. Si el tiempo de trabajo es pro-
longado, la arista queda intensamente pulida. En el trabajo de materias
duras, la presencia de estrías y componentes lineales en orienta la inter-
pretación, pero en el caso del trabajo de materiales más blandos, como la
madera fresca, el pulido de la arista puede ser interpretado erróneamente
como fruto de un sistema de enmangamiento.

2.2.3. Extensión transversal del pulido


La extensión que alcanza el pulido hacia el interior de la pieza de-
pende del ángulo de contacto y de la dureza de la materia trabajada. El
ángulo del filo interviene en la medida en que favorece o dificulta la for-
mación de desconchados que eliminen zonas pulidas. Si embargo, en tér-
minos generales, podemos afirmar que cuanto más bajo es el ángulo de
contacto y menor dureza presenta la materia trabajada, mayor extensión
va a alcanzar el pulido.
Otro factor que influye en cierta medida en la extensión transversal
del pulido es el tiempo de trabajo, dado que se parte de una zona activa
no alterada en la que comienza a aparecer el pulido a medida que se desa-
rrolla el trabajo. La extensión de este va aumentando hasta un nivel de
estabilización. En dicho punto del trabajo, esta medida puede ser indica-
tiva de la dureza de la materia trabajada. Para evitar la consideración de
pulidos que aún no han llegado a su extensión máxima, sólo tenemos en
cuenta las extensiones de pulido en las piezas y zonas del filo donde apa-
rezcan tramas cerradas o compactas.
Para los movimientos longitudinales no se puede realizar una compa-
ración sobre la extensión del pulido según la materia trabajada, ya que el
grado de penetración del útil en la materia va a ser determinante en la ex-
tensión transversal de la zona pulida. Este grado de penetración depende
del grosor de la materia que se pretende cortar.
Sin embargo, la extensión del pulido en los movimientos transversa-
les ofrece datos más relevantes.
En la gráfica 2.18 se refleja la tendencia a que el pulido de hueso
quede más restringido que el de asta, éste que el de madera, que a su vez
tiende a mostrarse más restringido que el de piel. Ello indica que cuanto
más dura es una materia más restringido aparece el pulido.
El pulido es menos extenso en las materias más duras por dos ra-
zones. La primera porque la dureza de la materia restringe el contacto
con el útil; la segunda porque esta misma dureza produce mayor nú-
mero de desconchados en la cara de contacto y elimina superficies pu-
lidas.

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centésimas de milímetro

Gráfica 2.18.
Extensión del pulido desarrollado según materias trabajadas.
P: piel; M: madera; A: asta; H: hueso

A pesar de que la relación entre la dureza de materia trabajada y la


extensión del pulido es evidente, existen cierto solapamiento entre unas
materias y otras. Con todo ello podemos establecer las siguiente conside-
raciones para los movimientos transversales. La medida se toma en zo-
nas del filo donde se observa pulido de trama cerrada o compacta, en la
cara de mayor extensión:
—El pulido producto del raspado de hueso difícilmente alcanza más
de 0,1 mm. de extensión (planos 31, 33 y 35). Sin embargo, el
hueso remojado alcanza extensiones de hasta 0,15 mm (plano 41)
(fotos 13, 14 y 28).
—El pulido compacto o cerrado de asta se extendería entre 0,1 y
0,3 mm. (planos 45, 49 y 51) (fotos 15, 16, 24 y 25).

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—El pulido de madera no presenta extensiones inferiores a 0,15 mm.
(planos 3, 4 y 5), excepto para el caso del raspado de madera dura
seca (plano 26).
—El de piel, en sus diferentes estados, no presenta extensiones infe-
riores a 0,3 mm. (planos 64, 65 y 66) Las extensiones más restrin-
gidas se producen en el raspado de piel seca humedecida (planos
71 y 72) (fotos 19, 20, 21 y 22).

Si consideramos estos límites como criterios, nos permiten excluir


un cierto número de posibilidades a la hora de inferir la materia tra-
bajada.
En las actividades de grabado, perforación y en las diferentes ac-
ciones de percusión es más difícil obtener patrones generales, ya que
la mayor presencia de desconchados oscurece la lectura de los datos.
Por otra parte, como ocurría en el caso de las actividades longitudina-
les, la extensión transversal del pulido va a depender en gran medida
del grado de penetración de la zona activa en la materia trabajada.
Esto depende más de la voluntad del trabajador que de la naturaleza de
la materia.

2.2.4. Relación desconchados/pulido


En la hipótesis de partida referente a este atributo hemos planteado la
posibilidad de que fuera un buen indicador de la dureza de la materia tra-
bajada.
Efectivamente, la dureza de la materia trabajada determina los dos
factores que más influyen en esta relación: el número o densidad de des-
conchados por cara y la extensión del pulido. Cuanto menor sea el núme-
ro de desconchados y mayor la extensión del pulido se encontrará mayor
proporción de desconchados relacionados con el pulido.
Así, en las materias duras abundarán los desconchados sin rela-
ción alguna con el pulido y serán escasos en los trabajos de materias
blandas.
Como vamos a ver, a pesar de que estas tendencias se cumplen, la lec-
tura de este atributo es compleja, ya que, además de la dureza de la mate-
ria trabajada, un amplio número de variables influyen en el resultado final.
En las actividades longitudinales sólo el trabajo de vegetales ofrece
resultados claramente diferenciables del resto de materias. La proporción
de desconchados sin relación con el pulido es menor al 10%, mientras
que más del 80% presenta pulido en la arista superior del desconchado.
También es de destacar la alta proporción de desconchados con pulido en
su interior (tabla 2.20).

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Tabla 2.20.
Acciones longitudinales. Relación desconocido-pulido

Sin pulido P. en lados P. encima P. interior

Madera 69 (30%) 134 (59%) 120 (51%) 26 (11%)


Hueso 38 (34%) 053 (47%) 044 (39%) 03 0(3%)
Asta 49 (49%) 045 (45%) 031 (31%) 10 (10%)
Piel 35 (31%) 078 (67%) 046 (40%) 19 (17%)
Carne 26 (35%) 046 (61%) 039 (52%) 10 (13%)
Vegetales 06 0(4%) 129 (96%) 114 (85%) 47 (35%)
Pescado 18 (35%) 032 (63%) 013 (26%) 11 (22%)

Las acciones transversales con ángulos menores de 55 grados refle-


jan las tendencias esperadas de forma más clara que las longitudinales,
ya que la relación entre la dureza de la materia y el número de descon-
chados sin pulido es directa, a la vez que es inversa para desconchados
con pulido en el lateral o encima (tabla 2.21). Sin embargo, el análisis de
los resultados en cada pieza muestra una alta variabilidad. En parte ello
es debido al estado de la materia trabajada, de forma que el trabajo sobre
hueso o asta remojada muestran características muy cercanas a las de la-
bores sobre madera. También influye sensiblemente, en las piezas con
ángulo de filo agudo, el número de sentidos del movimiento. En los tra-
bajos de ida y vuelta se originan más desconchados sin relación con el
pulido que en los de un sentido.

Tabla 2.21.
Acciones transversales, ángulo de filo mayor de 55 grados.
Relación desconchado-pulido

Sin pulido P. en lados P. encima P. interior

Madera 193 (49%)0, 173 (43,9%) 101 (25,6%) 55 (13,9%)


Asta 064 (62,7%) 037 (36,2%) 024 0(9,5%) 15 (14,7%)
Hueso 184 (72,7%) 057 (22,5%) 023 0(9,1%) 31 (12,2%)

Algo similar sucede con las actividades de raspado con ángulos de


filo más espesos, aunque en este caso el grado de significatividad del
atributo es mayor. Las actividades sobre materias óseas pueden recono-
cerse con cierto margen de fiabilidad a partir de una proporción superior
al 50% de desconchados sin relación con el pulido (tabla 2.22).

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Tabla 2.22.
Acciones transversales, ángulo de filo mayor de 55 grados.
Relación desconchado-pulido

Sin pulido P. en lados P. encima P.interior

Madera 025 (32,1%) 050 (64,1%) 25 (32%)0, 05 0(6,4%)


Hueso 093 (66%)0, 040 (28,3%) 10 0(7,1%) 15 (10,6%)
Asta 218 (57,7%) 130 (34,4%) 60 (15,8%) 68 (18%)0,
Piel 052 (33,3%) 103 (66%)0, 75 (48%)0, 12 0(7,7%)

Capacidad de acierto Posibilidad de error Confianza

Materias óseas 5/7 71 1/60 17 53


Otras materias 11/12 92 2/13 15 72

El criterio se puede aplicar en todas las piezas.


De todo ello podemos concluir que este atributo es orientativo de la
naturaleza de la materia trabajada, especialmente en casos concretos
como la distinción entre trabajos sobre madera y vegetales o el reconoci-
miento de materias óseas en las actividades transversales con ángulo de
filo espeso. Sin embargo, su importancia como elemento de diagnóstico
es limitada.

2.2.5. Superficie del pulido


2.2.5.1. Topografía
El registro de la microtopografía que resulta del uso de las piezas nos
ha permitido comprobar que este rasgo de la superficie del pulido depende
de la dureza de la materia trabajada, del tipo de acción y del tiempo de
trabajo.
El tiempo de trabajo influye decisivamente en la topografía de las zo-
nas pulidas. En los primeros momentos, todas las materias y trabajos
producen alteraciones ligeras, similares entre sí y poco diferenciables de
la superficie original del sílex, que es rugosa. A medida que avanza el
trabajo, la topografía de la zona afectada va regularizándose.
El pulido, que presenta una topografía irregular en los primeros mo-
mentos de formación, adquiere una topografía lisa después de cierto
tiempo de trabajo sobre las materias más duras como la piedra, el hueso
y, en algunos casos, el asta . El máximo grado de regularidad de la super-

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ficie que se alcanza es diferente para las tres materias. El trabajo de la
piedra produce superficies alteradas completamente lisas (foto 4), éstas
son algo menos lisas en los trabajos de hueso (fotos 8 y 13) y entre lisas
y onduladas en las labores sobre asta (fotos 15 y 16).
En el caso de las materias de dureza media o baja, la microtopografía
que resulta es ondulada. Esto se observa en las actividades sobre madera y
vegetales (fotos 2 y 5). En las variedades de piedra más blandas, como la
pizarra, el pulido que se crea es también ondulado. En estas materias, en
casos de gran desarrollo, la topografía puede llegar a ser lisa en algún lugar.
En las materias más blandas, como la piel, la topografía permanece
irregular. La piel seca (fotos 6 y 17) produce una alteración mayor que la
piel fresca (foto 18), llegando a crear pulidos con topografías interme-
dias entre irregulares y onduladas. La alteración producida en la topogra-
fía por los trabajos en carne es muy ligera.
Los resultados expuestos en la gráfica 2.19 muestran que existe una
fuerte correlación entre la dureza de la materia trabajada y el grado de
regularización de la superficie que se produce durante el uso. Así, las
materias más duras generan las topografías más regularizadas mientras
las más blandas apenas modifican la superficie original.

Irregular Ondulada Lisa

Piedra dura ***


Hueso ***
Asta ***
Madera ***
Vegetales ***
Piedra blanca ***
Piel seca ***
Tierra ***
Piel fresca ***
Carne ***

Gráfica 2.19.
Grado máximo de regularización de la topografía según dureza
de la materia trabajada después de una hora de uso

Es probable que en este atributo influyan más factores que la dureza


de la materia trabajada, ya que materias relativamente blandas como los
vegetales tienden a producir regularizaciones mayores que otras más du-
ras, como la piedra blanda o la piel seca.

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Por otra parte, hemos observado que el proceso de alteración de la
topografía original del sílex no sigue la misma secuencia en todas las
materias. En las materias más duras (piedra, hueso y asta) se va pasando
de topografías irregulares a lisas a medida que aumenta el tiempo de
contacto, sin que el pulido presente topografías onduladas en ningún mo-
mento de su desarrollo (gráfica 2.20).

Irregular Lisa

Piedra dura >


Hueso >
Asta >

Gráfica 2.20.
Secuencias de regularización de la micotopografía del sílex
en materias trabajadas duras

Las materias más blandas llevan una secuencia de regularización de


la topografía algo diferente. A partir de una topografía irregular, la alte-
ración de la superficie va creando topografías onduladas. Dependiendo
de las características de la materia trabajada y del tiempo de uso, la on-
dulación es más o menos marcada. En algunos casos, la regularización
alcanza puntos donde la topografía es lisa-ondulada (gráfica 2.21).

Irregular Ondulada (Lisa)

Madera >
Vegetales >
Piedra blanda >
Piel seca >
Tierra >
Piel seca >
Carne >

Gráfica 2.21.
Secuencias de regularización de la microtopografía del sílex
en materias trabajadas blandas

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Por otra parte, la velocidad con la que la topografía de la zona altera-
da se regulariza es diferente. En general las materias más duras tienden a
producir las alteraciones con mayor rapidez, con lo que el tiempo que el
pulido permanece en la fase de topografía irregular es menor.
El grado de humedad de la materia trabajada también influye signifi-
cativamente en la velocidad de regularización de la microtopografía. En
este sentido, la presencia de humedad, en materias frescas o remojadas,
acelera el proceso de alteración de la superficie silícea.
Otro factor que influye en la topografía del pulido es el tipo de activi-
dad llevada a cabo con el útil. Para cada actividad es diferente la extensión
de la superficie del útil que entra en contacto con la materia trabajada. Por
ello, la intensidad de fricción por unidad de superficie (cf. Dumont, 1988)
varía según el tipo de trabajo. Cuanto más restringido es el contacto, más
intensa es la alteración. Como consecuencia, los trabajos transversales re-
gularizan más rápidamente la topografía que los longitudinales. En éstos
últimos, la superficie del útil que entra en contacto con la materia trabaja-
da es mayor, ya que ambas caras frotan con el surco que se crea en la ma-
teria trabajada. La intensidad del contacto es entonces más reducida.
Las características de la topografía del pulido se explotan en el reco-
nocimiento funcional a partir de los dos conceptos que hemos esbozado:
1) el grado máximo de regularización y 2) la asociación de topografías
en el pulido de la zona activa.
Respecto al primero, hemos visto que cada materia presenta un límite
máximo en la regularidad de la topografía del pulido, dependiendo de su
dureza y que, además, algunas materias no producen topografías ondula-
das. Esto nos permite excluir el contacto con piel, carne o tierra en las
zonas pulidas con topografía lisa o el de piedra y hueso cuando la topo-
grafía es ondulada.
El segundo concepto deriva de las diferentes secuencias de regulari-
zación que hemos ilustrado en las gráficas 2.20 y 2.21. La topografía del
pulido se alcanza gradualmente a través de procesos de regularización de
la superficie original. En las piezas usadas, cada punto de la zona activa
está expuesto de forma diferente al contacto con la materia trabajada, en
tiempo e intensidad de fricción. Por ello, en la misma zona activa existen
áreas pulidas que muestran topografías con diferentes grados de regulari-
zación, que se encuentran en momentos más o menos avanzados del pro-
ceso de alteración de la superficie. Esto nos permite hablar de «aso-
ciación de topografías», es decir, del conjunto de topografías diferentes
que aparecen en una misma zona activa.
La utilidad para el reconocimiento de la materia trabajada proviene
de que esta «asociación de topografías» refleja la secuencia de regulari-
zación de la superficie que se ha producido en el área alterada. Los pun-

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tos donde la fricción fue menos intensa mostrarán un pulido que se en-
cuentra en las primeras fases de regularización topográfica, mientras que
los que sufrieron la mayor fricción reflejarán las fase de alteración más
intensa a la que se ha llegado en ese tiempo de trabajo determinado.
Al variar el proceso de regularización de una materia a otra y quedar
este proceso impreso en la «asociación de topografías», vamos a poder
utilizar este atributo para la identificación de la materia trabajada. Así,
sabemos que una asociación de topografías «muy lisa-irregular» (foto 4)
aparece tanto en el trabajo de piedras duras, como la caliza, o que una
asociación «ondulada-irregular» (foto 2) es propia del trabajo de madera,
vegetales o piedra blanda tipo pizarra. Las posibles asociaciones de topo-
grafías según materias se aprecian en la gráficas 2.22 y 2.23.
En la parte de arriba representamos la primera fase de transforma-
ción de la topografía, en la que la superficie pulida aparece irregular,
fase que coincide para todas las materias. A partir de ella y hacia abajo
se representan las siguientes fases que se generan a medida que aumenta
el tiempo de trabajo. En estas fases comienza a observarse una asociación
de topografías. En la zona cercana al filo, la más expuesta a la fricción, se
dispone el pulido con una modificación topográfica más intensa, que va
disminuyendo hacia el interior de la pieza.
A pesar de las claras posibilidades que ofrece, el uso de la topografía
en el diagnóstico funcional presenta algunas dificultades.
Las más importantes están causadas por el hecho de que todas las
materias trabajadas producen topografías irregulares muy similares entre
sí al comienzo del uso. Esto tiene dos consecuencias. En primer lugar, la
materia trabajada no es diagnosticable a partir de la topografía del pulido
en trabajos cortos o muy poco intensos5. En segundo lugar, esta topogra-
fía del pulido es similar a la que produce el trabajo de la carne y de la
piel fresca incluso en tiempos prolongados.
El solapamiento entre las topografías producidas por el trabajo de ma-
terias diferentes no se produce tan sólo en los pulidos poco desarrollados.
La topografía máxima y la asociación de topografías son similares entre
los pulidos formados en trabajos de hueso y algunos de los de asta (com-
parar fotos 13 y 15). En otras ocasiones, el asta forma topografías simila-
res a las que aparecen en el trabajo de la madera, los vegetales o algunas
clases de piedra (comparar fotos 5 y 16). El trabajo de madera seca y
dura, el de tierra y el de piel con aditivos pueden formar topografías on-
duladas irregulares y asociaciones de topografías muy parecidas (foto 23).

5 El pulido en esta primera fase ha sido denominado «generic weak polish» (Vaughan,

1985) o «micropoli indifferencié» (Mansur-Franchomme, 1983a).

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Hueso Asta

irregular irregular

lisa lisa/ondulada
irregular irregular

(fotos 8, 13 y 14) (foto 15)

Piel seca Piel fresca, tierra y carne

irregular

irregular

(foto 18)

ondulada/irregular
irregular
(fotos 6 y 17)

Gráfica 2.22.
Evolución de la asociación de topografías según el tiempo en hueso,
asta, piel seca y fresca, tierra y carne

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Madera, vegetales y Piedra dura
piedra blanda

irregular

irregular

ondulada
irregular
(foto 2)

muy lisa
irregular
(foto 4)
(lisa)
ondulada/irregular
(foto 5)

Gráfica 2.23.
Evolución de la asociación de topografía según el tiempo de trabajo
en madera, vegetales, piedra blanda y dura

Por último, es preciso insistir en la dificultad que añade la ambigüe-


dad de los elementos de descripción ya que están basados en percepciones
y no en medidas objetivas. Al tratarse de la descripción de un fenómeno
gradual los límites entre las categorías son forzosamente imprecisos.

2.2.5.2. Trama
Este rasgo de la superficie pulida está determinado por la dureza y
flexibilidad de la materia trabajada, el tiempo de uso y, en menor medi-
da, por el tipo de actividad.
El proceso de formación de la trama es continuado a lo largo del tra-
bajo. En las primeras fases, la trama aparece comparativamente más
abierta y se va cerrando de forma progresiva hasta ser compacta en el pu-
lido que causa el trabajo de algunos tipos de materias. Esta evolución es

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paralela a la alteración de la topografía de la superficie y, así, suelen al-
canzarse las tramas más cerradas cuando la alteración de la topografía es
la máxima que puede provocar la materia trabajada.
Dependiendo de sus características de deformabilidad, cada materia
tiene unos límites en el tipo de trama que puede provocar. El trabajo so-
bre las materias más flexibles (piel en diferentes estados y carne) no crea
pulidos compactos, llegando sólo a una trama cerrada en los casos de uso
más prolongado.
Por otra parte, en los procesos de tramado de los pulidos de las ma-
terias más rígidas (piedra, hueso y asta) no aparecen las formas de tra-
ma más abiertas. Así, en el pulido creado por el trabajo de las piedras
más duras (arenisca y caliza), ya en las primeras fases de desarrollo
presenta tramas cerradas que evolucionan a compactas a medida que el
trabajo progresa. Algo similar ocurre con el hueso o la concha. El puli-
do generado por el trabajo de asta evolucionaría desde una trama semi-
cerrada a otra cerrada y de aquí a una compacta. En el caso de la made-
ra y vegetales, la actuación sobre estas materias crearía unas primeras
fases de pulido de trama abierta, que seguirían todo el proceso de enca-
denamiento hasta llegar a una trama compacta (gráfica 2.24).

Abierta Semicerrada Cerrada Compacta

Piedra dura >


Hueso >
Asta >
Madera >
Vegetales >
Piel seca >
Piel fresca >
Carne >

Gráfica 2.24.
Evolución de la trama del pulido durante el uso

A partir de estas consideraciones se puede extraer una serie de crite-


rios que relacionan la trama con la materia trabajada. Se descarta el tra-
bajo de materias animales blandas en las piezas que presentan una trama
compacta. De la misma forma, la aparición de tramas abiertas o semice-
rradas será indicativo de que no se ha trabajado sobre las materias más
duras, como la piedra o el hueso.

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A pesar de ello, el nivel de coincidencia entre diferentes tipos de tra-
mas es lo bastante alto como para reducir el valor diagnóstico de este
atributo a un papel muy limitado. En efecto, una trama cerrada puede co-
rresponder a cualquier materia trabajada, mientras que, por ejemplo, otra
semicerrada se puede asociar al trabajo sobre asta, madera, vegetales,
piel o carne.
Sin embargo, el análisis global de un filo activo permite reconocer la
variedad de tramas que se ha producido en un trabajo concreto a lo largo
de su desarrollo. Como ocurre en el caso de la topografía, la diversidad
de tramas de pulido en un mismo filo se debe al hecho de que, cuando
una zona activa entra en contacto con la materia trabajada, el frotamiento
que se genera sobre los diferentes puntos de la zona activa no es unifor-
me en todos ellos. Los puntos más activos quedan cubiertos por el pulido
en el estadio más avanzado de trama que se ha alcanzado. Mientras, en
las zonas donde el contacto ha sido esporádico o menos intenso el pulido
presenta una trama más abierta. La superficie cercana al propio filo o
arista activa queda más expuesta al frotamiento, mientras que a medida
que nos adentramos en la cara de la pieza la fricción es paulatinamente
menor.
Por tanto, la observación de un filo activo en un momento concreto
de utilización permite reconstruir las diferentes fases de encadenamiento
de la trama por las que ha pasado el pulido. Si tenemos en cuenta que no
todas la materias forman todos los tipos de tramas, comprenderemos que
las asociaciones de tramas que se producen en el trabajo de diferentes
materias son diversas para cada una de ellas.
En los esquemas que siguen se presentan las diversas asociaciones de
tramas que pueden reflejar los pulidos resultado del trabajo de diferentes
materias (gráficas 2.25 y 2.26). La asociación de arriba es la primera que
se produce en el tiempo, evolucionando paulatinamente hacia las aso-
ciaciones señaladas más abajo.
Existen algunas excepciones al desarrollo de tramas propuesto. En
el caso de la madera, algunos de los trabajos que causan mayor fric-
ción por unidad de superficie —como son los transversales en dos sen-
tidos— no han producido tramas abiertas. Para el hueso, la excepción
es la labor de corte en hueso remojado; el ablandamiento de la materia
ha llevado a la aparición de tramas semicerradas (foto 3) y a una aso-
ciación de tramas similar a la que es característica de los trabajos so-
bre asta.
Este fenómeno, que definimos como «asociación de tramas», ya ha
sido abordado en cierta medida por otros investigadores. Así, H.Plisson
(1985: 20) considera la terminación de la zona pulida —«contour»— se-
gún la materia trabajada.

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Asta y piedra blanda Hueso y piedra dura

semicerrada

cerrada

cerrada
semicerrada

compacta
cerrada
(fotos 8, 13 y 14)
compacta
cerrada
semicerrada
(foto 15)

Gráfica 2.25.
Evolución de la asociación de tramas según el tiempo de trabajo en asta,
hueso, piedra blanda dura

La terminación neta regular del pulido característica del trabajo de


hueso corresponde a la creada por una trama cerrada en contacto con la
zona no pulida. La terminación desflecada, propia del pulido por frota-
miento contra madera, correspondería al contacto de una trama abierta o
semicerrada con la zona no pulida. Sin embargo, la categoría «terminación
difusa», aplicada al pulido generado por la actuación sobre la piel, creemos
que refleja la dificultad de establecer límites netos entre un pulido de topo-
grafía irregular y trama abierta con respecto a una zona no pulida.
En conjunto, hemos apreciado que la trama máxima, la trama mínima
y la asociación de tramas del pulido permiten una buena aproximación a
las características de la materia trabajada. A partir de esta aproximación,
es posible establecer relaciones entre los rasgos de la trama del pulido y
materias trabajadas específicas.

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Madera y vegetales Piel y carne

abierta

abierta

semicerrada
abierta

semicerrada
abierta
(foto 18)
cerrada
semicerrada
abierta
(foto 12)

cerrada
semicerrada
compacta abierta
cerrada (fotos 6 y 17)
semicerrada
abierta
(fotos 1 y 11)

Gráfica 2.26.
Evolución de la asociación de tramas según el tiempo de trabajo en madera,
vegetales, piel y carne.

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Sin embargo, estas relaciones no son completamente unívocas por-
que las variaciones en el estado de la materia, en el tipo de acción o en
el tiempo de trabajo modifican en cierto grado las características de la
trama. A estas limitaciones se debe sumar, como en el caso de la topo-
grafía, la inexactitud propia de los medios empleados en el registro del
atributo.

2.2.5.3. Reticulación
La reticulación depende de la materia trabajada y en menor medida
del estado de la materia y del tipo de trabajo realizado.
Dentro de una misma zona pulida se pueden observar reticulaciones
de diversos tamaños, por lo que hemos intentado considerar la anchura
media de la reticulación. En la observación se han registrado las reticula-
ciones que son más comunes en las zonas donde la superficie pulida pre-
senta una trama cerrada o semicerrada.
La madera y los vegetales son las materias que producen reticulacio-
nes de mayor tamaño, superiores a 15 micras (foto 2). El asta en una po-
sición intermedia, con reticulaciones entre 10 y 15 micras.
El resto de las materias (hueso, piel, piedra y tierra) tienen reticula-
ciones más finas. Las más finas, por debajo incluso de 5 micras, corres-
ponden a trabajos sobre hueso (foto 3) y sobre piel seca (fotos 17, 19, 20,
21 y 22).
El contenido en humedad de cada materia puede influir en la reticu-
lación. En general, cuando la materia está fresca o remojada la reticula-
ción se hace más ancha. Esto es evidente en madera, asta, hueso y piel.
Como ejemplos de este hecho, hemos detectado que, en la madera, el
roble en estado seco presenta las reticulaciones más finas. En el caso de
la piel, la diferente reticulación permite diferenciar hasta cierto punto en-
tre piel seca y piel seca humedecida; cuando la piel seca se remoja du-
rante el trabajo, la reticulación tiende a ensancharse alcanzando valores
cercanos a 10 micras. Para el hueso, la influencia de la humedad se apre-
cia en el hecho de que el hueso remojado produce reticulaciones más an-
chas que el hueso seco, cercanas a las de asta.
El tipo de accion modifica ligeramente la reticulación de la superficie
pulida. En general, las acciones transversales provocan reticulaciones más
anchas que las longitudinales. Esto es observable en todas las materias.
En los resultados expuestos se aprecia con claridad que la reticula-
ción no es, por sí misma, un criterio suficiente para reconocer ninguna de
las variables implicadas en el uso. La utilidad de este dato se apreciará
en el siguiente apartado, en el que pondremos en relación los diferentes
rasgos que definen la superficie pulida.

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2.2.5.4. Integración de los caracteres de la superficie del pulido

Como hemos visto, los tres atributos que definen una superficie puli-
da —topografía, trama y reticulación— dependen, en buena parte, de las
características de la materia trabajada. Por tanto, tales atributos son de
utilidad para deducir esta variable.
Sin embargo tal utilidad se ve limitada por dos circunstancias. En
primer lugar, en el aspecto que adopta la superficie del pulido también
son relevantes variables tales como el tiempo de trabajo, el tipo de acti-
vidad o el estado de la materia trabajada. Como consecuencia, el trabajo
de una misma materia forma topografías, tramas o reticulaciones distin-
tas en función de otros elementos que intervienen en la actividad. A me-
nudo, alguno de estos rasgos de la superficie del pulido son similares a
los que provoca una materia trabajada diferente.
Se añade el hecho de que los atributos no puedan ser medidos, sino
que son caracterizados mediante su observación, lo que introduce un gra-
do de imprecisión en el análisis.
Ante estas dos limitaciones, es difícil mantener que cualquiera de es-
tos atributos, tomados aisladamente, permite un conocimiento fiable de
la materia trabajada. Si queremos potenciar las posibilidades que ofrece la
apariencia superficial del pulido como elemento diagnóstico, es preciso
interrelacionar los tres atributos y explicitar las asociaciones que pueden
ser debidas a las diferentes materias trabajadas.
Por estas razones se ha estudiado la convergencia de los tres aspectos
de la superficie pulida y su utilidad para reconocer las materias trabajadas
en su conjunto. En primer lugar, en la tabla se presentan las asociaciones
de topografía y de trama que pueden ser generadas por las diferentes ma-
terias. Estos son los dos elementos cuya relación es más evidente, ya que
hemos podido observar que las mismas materias que generan pulidos de
tramas más cerradas producen las topografías más lisas; esto sucede con
la piedra, el hueso o el asta. En sentido contrario, la piel o la carne, pro-
ducen las menores alteraciones de la topografía y las tramas más abiertas.
Como se observa en la gráfica 2.27 (página 132), el trabajo de una
misma materia produce varias tramas y topografías distintas, dependien-
do del estado, el tipo de acción y el tiempo de trabajo fundamentalmente.
Aunque algunas asociaciones de topografía y trama sí son exclusivas del
trabajo de ciertas materias, esto no sucede en la mayoría de los tipos de
asociaciones, y, así, una topografía y una trama determinadas pueden ha-
ber sido causadas por materias diversas. En estos casos, la asociación de
topografías, la asociación de las tramas y la reticulación nos permitirán
distinguir materias trabajadas que presenten topografías y tramas máxi-
mas similares.

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Abierta Semicerrada Cerrada Compacta

Muy lisa Piedra dura Piedra dura

Hueso Hueso
Lisa
Asta

Asta Asta
Lisa-ondulada Madera
Piedra blanda

Madera Madera Madera


Ondulada
Vegetal Vegetal Vegetal

Vegetal Piel seca Piel seca


Ondulada- Vegetal Madera
irregular Madera Asta
Asta Piedra blanda

Piel fresca Piel fresca Piel fresca


Piel seca Piel seca Madera seca
Vegetal Vegetal Hueso
Irregular Madera fresca Madera Asta
Carne Asta Piedra dura
Carne Piedra blanda
Piedra blanda

Gráfica 2.27.
Posibilidades de asociación trama/topografía en los pulidos
de las diferentes materias

Las superficies muy lisas con trama compacta o cerrada sólo son pro-
ducidas por el trabajo de las piedras duras y su atribución puede conside-
rarse segura. Las zonas pulidas de trama cerrada presentarán una reticu-
lación media (5 a 10 micras), la asociación de topografías será del tipo
«muy lisa-irregular» y la asociación de tramas será muy corta («compac-
ta-cerrada») ya que no se forman tramas semicerradas o abiertas (foto 4).

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Las asociaciones de topografía lisa y trama compacta pueden presen-
tarse en el trabajo de hueso (fotos 8, 13 y 14) y del asta (foto 15). La po-
sibilidad de diferenciación de ambas materias se basa en la presencia de
otras zonas de pulido, características de cada una de ellas.
Las superficies lisas en zonas de trama cerrada, con reticulaciones
estrechas, son características del trabajo longitudinal de hueso (foto 3).
Una zona pulida de trama compacta y topografía lisa-ondulada puede
ser resultado de trabajos sobre asta (foto 16) o piedra blanda. El trabajo
sobre maderas blandas secas también puede llegar a crear esta apariencia
de pulido (foto. 11). La piedra blanda podría ser distinguida del asta por
presentar una reticulación más fina, mientras que la madera seca se dife-
renciará del asta por la reticulación más ancha y las asociaciones de tra-
mas más diversas. Las asociaciaciones de topografías son similares en
todos los casos.
Las topografías lisas-onduladas en tramas cerradas se producen en
trabajos de asta (foto 15). La presencia de estos pulidos permite diferen-
ciar los trabajos de asta de los de hueso (comparar fotos 13 y 15).
Una topografía ondulada es característica de las labores sobre made-
ra o vegetales. Este tipo de superficie aparece tanto en tramas compactas
como cerradas y semicerradas (fotos 2, 5, 26 y 27).
Las superficies con trama cerrada y topografía ondulada-irregular
aparecen en los trabajos de piel seca (fotos 6 y 17), en piedra blanda, en
asta seca y en madera dura seca. La piel seca se distingue de las demás
por una reticulación mucho más fina y por una asociación de tramas más
larga. Sin embargo, en los otros tres casos, la distinción a partir de las
características de la superficie del pulido es difícil debido a que la reticu-
lación y las asociaciones de topografías y tramas son similares.
Esta misma topografía («ondulada-irregular») en zonas de trama se-
micerrada puede estar causada por trabajos sobre piel seca, sobre asta
remojada, madera fresca o vegetal. En general, los trabajos sobre piel
seca se reconocerán por la finura de la reticulación, los realizados sobre
asta debido a la ausencia de tramas abiertas, mientras que las superficies
pulidas por el trabajo de madera y vegetales serán semejantes entre sí,
pero distinguibles de las otras dos materias por las reticulaciones anchas
y las asociaciones de tramas con las cuatro fases de encadenamiento del
pulido.
La topografía irregular y la trama cerrada pueden ser causadas por el
trabajo de la piel fresca (foto 18), el hueso (fotos 3, 13 y 14), el asta seca
y la piedra dura o blanda. La piel fresca se distinguirá por presentar tra-
mas abiertas y semicerradas, que no aparecen en los trabajos sobre hueso
y piedra dura. En estos casos no es posible distinguir entre asta seca y
piedra blanda a partir del aspecto del pulido.

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Una trama semicerrada con topografía irregular puede estar causada
por trabajos sobre una gran variedad de materias: madera, asta, piel
(foto 6), piedra blanda, vegetales o carne, todas ellas en diferentes esta-
dos. En estas fases de formación del pulido los atributos de reticulación
y asociación de tramas no quedan claramente definidos, por lo que no es
posible llegar a una identificación de la materia trabajada a través de la
apariencia superficial del pulido.
En tramas abiertas, estas topografías irregulares se relacionan con el
trabajo de piel en cualquier estado (fotos 6, 17 y 18), la carne, los vege-
tales o la madera fresca. En estas condiciones, ni el criterio de aso-
ciación de topografías o tramas ni el de reticulación son utilizables por
lo que estas superficies pulidas no pueden ser asociadas a ninguna mate-
ria concreta.
En la gráfica 2.27 no sólo hemos establecido las diferentes combina-
ciones de trama y topografía que aparecen en los pulidos de uso, sino
que también hemos intentado reflejar la evolución de las características
de los pulidos creados por cada una de las diferentes materias a lo largo
del desarrollo del trabajo. Dentro de los estados de pulido que produce
una misma materia, las fases iniciales quedan representadas hacia la zona
inferior y hacia la izquierda. El pulido va evolucionando hacia las casi-
llas superiores y hacia la derecha a medida que aumenta la fricción con
la materia transformada.
Dentro del proceso de desarrollo del pulido aparecen ciertos solapa-
mientos entre diferentes materias. El mayor nivel de solapamiento se
produce en las primeras fases, en las superficies con topografías más
irregulares y tramas más abiertas. A la menor especificidad de la apa-
riencias del pulido se suma que se aprecian con menor claridad los crite-
rios que empleamos como complemento en el reconocimiento —la reti-
culación y las asociaciones de tramas y topografías—. En las labores en
las que la dureza de la materia trabajada o el tiempo de uso produce ma-
yor alteración, el pulido toma apariencias más fácilmente relacionables
con la materia específica que lo produjo.
Otros solapamientos se hacen patentes entre materias de caracterís-
ticas físicas parecidas. El pulido formado por el hueso remojado en ac-
ciones longitudinales suele formar tramas relativamente más abiertas y
reticulaciones más anchas, por lo que presenta un aspecto similar a puli-
dos causados por el trabajo de asta. El pulido de asta y el provocado por
los trabajos sobre piedra blanda sólo difiere en la reticulación y puede
ser semejante en los trabajos de madera seca. La superficie pulida por
trabajo de la madera fresca y de los vegetales es prácticamente idéntica
(comparar fotos 5 y 27). El pulido causado por el trabajo de piel seca hu-
medecida o ensebada es igual que el de la piel en estado fresco durante

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los primeros minutos de trabajo; sin embargo, la piel seca tratada puede
causar topografías onduladas-irregulares que no aparecen en piel fresca
en, al menos, una hora de trabajo.

2.3. Redondeamiento

La presencia, el grado de desarrollo y la distribución de esta huella


en las caras activas son atributos influidos por una gran cantidad de fac-
tores. Destacan entre ellos el tipo de actividad, la materia trabajada y el
tiempo de uso.
El tiempo de uso es determinante tanto de la presencia como del gra-
do de desarrollo de esta huella. En los primeros momentos de cualquier
trabajo sobre cualquier clase de materia, el redondeamiento es inexisten-
te, apareciendo a medida que progresa la labor.
Dentro del tipo de actividad, son el modo de acción —es decir, pre-
sión o percusión— el ángulo de trabajo, la utilización de la pieza en 1 o
en 2 sentidos y el ángulo del filo activo las variables que aparecen más
determinantes.
En las acciones de presión, el contacto continuado entre el útil y la
materia trabajada favorece el desgaste del útil, a diferencia de lo que
ocurre en la percusión, donde apenas hay fricción. La observación del re-
dondeamiento de los filos permite discriminar hasta cierto punto los dos
modos de acción, ya que en los casos de percusión este rasgo no aparece.
Si consideramos las piezas que han trabajado una hora, el criterio de la
presencia de redondeamiento para identificar la forma de aplicación de
la fuerza ofrece el siguiente índice de confianza:

Capacidad acierto Posible error Confianza

Percusión 6/6 100% 1/70 14% 86


Presión 17/18 095% 0/18 00% 95

Con un 0% de no determinadas.
Este indicio es útil en los trabajos prolongados pero en tiempos de
acción más cortos se puede esperar que tampoco aparezca redondeamien-
to en los trabajos de presión. Sin embargo, es posible emplear la presen-
cia de redondeamiento como criterio excluyente para las acciones de per-
cusión sobre materias duras.
En los trabajos de presión transversales, el movimiento en uno o en
dos sentidos de la pieza sobre la materia trabajada provoca diferentes

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grados de redondeamiento. El redondeamiento es más acusado en las ac-
ciones en dos sentidos por la mayor continuidad de la fricción.
El ángulo del filo activo es también importante en la aparición de
esta huella. En general, en los ángulos más finos el redondeamiento está
menos desarrollado, ya que aparece un mayor número de desconchados
que eliminan las zonas embotadas. Por ello, los grados más fuertes de re-
dondeamiento se dan en las labores en las que se emplean ángulos de filo
más espesos.
En el grado de redondeamiento del filo influye también la capacidad
abrasiva de la materia trabajada. Los tipos de piedra más duros, la piel
seca y el hueso son los materiales que provocan mayor alteración, lle-
gando en el caso de trabajos prolongados a causar redondeamientos ma-
croscópicos. Al menos con tiempos de uso inferiores a una hora ninguna
otra materia alcanza un redondeamiento similar.
La capacidad abrasiva de la materia trabajada queda aumentada en
caso de que se añada durante el trabajo polvo de ocre o cualquier otro
elemento mineral, aspecto de especial interés para el conocimiento del
trabajo de la piel (fotos 20 y 21).
Los trabajos prolongados sobre vegetales, asta, madera y piedras
blandas producen redondeamientos medios. Sin embargo, durante el
trabajo de la piel fresca o de la carne sólo aparecen redondeamientos
bajos.
La influencia del tiempo en el desarrollo del redondeamiento hace
que este criterio sea relativo. Su valor aumenta cuando el resto de las
huellas permite reconocer un uso prolongado. En estos casos es posible
excluir el trabajo de piel fresca y carne cuando el redondeamiento es me-
dio o alto, y también los trabajos sobre madera, asta, vegetales y piedra
blanda cuando es alto. El mayor grado de redondeamiento se relacionará
con los trabajos de piedra dura, hueso y piel seca.
La distribución del redondeamiento en las caras activas con zonas
activas lineales depende del ángulo de trabajo. En general, cuando el án-
gulo de trabajo es alto el redondeamiento es equilibrado entre las dos ca-
ras y, por el contrario, es mayor en una cara del filo que en otra cuando
se actúa con ángulo bajo.
Sin embargo, cuando el ángulo del filo es espeso este criterio es poco
fiable:

Capacidad acierto Posible error Confianza

Angulo alto 5/70 71% 3/8 37% 33


Angulo bajo 7/10 70% 2/9 22% 48

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Ello es debido sobre todo a que en los trabajos sobre piel no se da
una diferencia clara en el grado de redondeamiento de ambas caras cuan-
do se trabaja con ángulos bajos.
La confianza en el criterio es bastante mayor cuando se trata de las
acciones llevadas a cabo con ángulos de filo inferiores a 55 grados.

Capacidad acierto Posible error Confianza

Angulo alto 10/12 83% 1/11 09% 74


Angulo bajo 13/14 93% 2/15 13% 80

Todas las piezas determinadas.


Si tenemos en cuenta que para las piezas de ángulo de filo menor a
55 grados asociamos el ángulo de ataque alto con los movimientos
longitudinales y el bajo con los transversales, podremos utilizar este
criterio para reconocer el tipo de movimiento de un filo sobre el plano.
En piezas con ángulo de filo menor a 55 grados, cuando el redondea-
miento sea equilibrado entre ambas caras, identificaremos el movi-
miento como longitudinal, y cuando sea desequilibrado como trans-
versal.

2.4. Estrías y componentes lineales

El mayor inconveniente para el uso de esta huella reside en que no


aparece en todas las piezas utilizadas, como ya se había señalado. Sin in-
cluir las piezas que trabajaron piedra, tan sólo han aparecido estrías en el
42% de los experimentos. En los trabajos sobre piedra, las 5 piezas
muestran una gran abundancia de estrías —en algún caso, más de 100—.
La presencia y la cantidad de estrías dependen de la materia que se
trabaja y del tipo de actividad. En general, se producen estrías más a me-
nudo y en mayor cantidad en las acciones de presión que en las de percu-
sión. Dentro de las acciones de presión, en el trabajo de materias óseas
aparecen más estrías en las acciones longitudinales que en las transversa-
les mientras ocurre lo contrario en el trabajo de madera o de otras mate-
rias más blandas.
La influencia de la materia trabajada en la aparición de esta huella es
notoria y proporciona algunos criterios de interpretación. Por ejemplo, en
las acciones longitudinales, puede esperarse que no aparezcan estrías
en acciones sobre madera y vegetales por una parte, y sobre tejidos ani-

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males blandos (carne, piel fresca, piel humedecida) por otra, mientras es-
tarán presentes en las labores sobre las materias óseas y sobre piel seca.

Capacidad acierto Posible error Confianza

Madera, vegetal, piel fresca, carne... 14/15 093 0/14 00 93


Materias óseas, piel seca 5/5 100 1/60 17 83

Todas las piezas determinadas.


También se observa esta tendencia en las acciones transversales pero
aquí no proporciona un criterio tan fiable.

Capacidad acierto Posible error Confianza

Madera, vegetal, piel fresca, carne... 13/19 67 3/16 18 49


Materias óseas, piel seca 10/13 77 6/16 37 40

Todas las piezas determinadas.


La cantidad de estrías por centímetro de filo activo proporciona un
buen indicio para reconocer los trabajos transversales en piel seca. En
efecto, las 4 piezas que se utilizaron en estas labores presentan frecuen-
cias superiores a 5 estrías por centímetro. Incluyendo las piezas que no
cuentan con estrías, el criterio ofrece la siguiente confianza:

Capacidad acierto Posible error Confianza

Piel seca 4/4 100 1/50 20 80


Otras materias 28/29 093 0/28 00 93

Todas las piezas determinadas.


Sin embargo, la principal relación entre una característica de las es-
trías y una variable de uso es la que se establece entre la dirección de las
estrías y la dirección del movimiento de la pieza.
En los movimientos de presión en los que se emplea un filo, en 20 de
las 22 piezas en que se apreciaron estrías la dirección predominante es la
misma que la del movimiento de trabajo. Las estrías son paralelas al filo
en las acciones longitudinales y perpendiculares en las acciones transver-

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sales. En otras dos piezas se registraron estrías oblicuas al filo por lo que
no es posible ninguna atribución.

Capacidad acierto Posible error Confianza

Longitudinal 6/6 100 0/0 0 100


Transversal 14/16 087 0/0 0 087

En 2 de las 22 piezas con estrías (9%) no se habría determinado el


tipo de actividad.
A pesar de esta precisión, el límite al valor diagnóstico del atributo
se deriva del hecho de que no todas las piezas presentan estrías. En este
caso, el criterio se habría aplicado al 39% de las piezas usadas en presión
con filo pero en 34 de las 56 piezas no se hubiera podido utilizar, al no
presentar ninguna de ellas estrías.
En los experimentos de percusión con filo, todas las piezas con estrías
presentan un dominio de las perpendiculares al filo, como se esperaba.
Pero en esta acción tampoco han aparecido estrías en todas las piezas.
Por ello, en 3 de los 8 experimentos (37%), la dirección del movimiento
de la pieza no se hubiera reconocido con este criterio.
En las acciones de grabar, han aparecido estrías en 6 de las 11 piezas
(55%) y en todas ellas la dirección dominante de las estrías indica la di-
rección del uso.
Sin embargo, no se cumple el patrón supuesto en las acciones de per-
forar. Cerca del 40% de las estrías son oblicuas o paralelas al eje de la
punta y no perpendiculares a las aristas como se esperaba. Sumado a la es-
casez de estrías reconocidas (6/18 piezas) hace que tan sólo 2 de los 18
experimentos presenten estrías dominantes en la misma dirección del tra-
bajo. La explicación de la abundancia de estrías paralelas al eje de la
punta está en que el movimiento de perforación tiene un componente de
incisión añadido al giratorio; este movimiento de presión hacia el interior
de la materia trabajada es el que provoca las estrías de direcciones para-
lelas y oblicuas a las aristas.
El tamaño de las estrías se relaciona fundamentalmente con el tipo
de materia trabajada y el tipo de acción.
En general, dentro de las acciones de presión, las actividades longitu-
dinales producen estrías de mayor longitud que las transversales.
También, entre las acciones en las que aparecen estrías perpendicula-
res al filo, se observa que las acciones de percusión producen estrías de
mayor tamaño que las de presión transversales. Sin embargo esta diferen-
cia no es lo bastante marcada como para establecer algún criterio útil.

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En las acciones transversales, las labores sobre materias blandas pro-
ducen estrías más largas que sobre materias duras. La diferencia forma
un patrón consistente.
En estos experimentos, para distinguir los trabajos sobre materias
blandas (piel y madera fresca) de los llevados a cabo en las materias más
duras (madera seca y materias óseas), si tomamos como criterio que
más del 30% de las estrías presentes tengan una longitud superior a 50 mi-
cras, obtenemos el siguiente resultado:

Capacidad acierto Posible error Confianza

Blandas 7/8 88% 1/8 12% 76


Otras materias 7/8 88% 1/8 12% 76

Este criterio sólo es válido para las piezas que han desarrollado estrías
en número suficiente, es decir 16 de las 34 empleadas.
La morfología de las estrías se puede explicar en función de alguna de
las variables de uso controladas en el programa experimental como la ma-
teria trabajada, el modo de acción, la posición del filo durante el trabajo o
el ángulo de contacto. Sin embargo, ninguna de estas relaciones es lo bas-
tante marcada como para establecer criterios útiles de interpretación.
La aparición de estrías en forma de helecho se ha explicado por el
contacto del sílex con otra piedra, por ejemplo en las labores de talla. En
los trabajos de grabado sobre piedra estas estrías son abundantes. Tam-
bién aparecen en las labores de corte sobre materias duras posiblemente
por el contacto con trozos de sílex desprendidos del mismo filo que han
quedado en el interior del surco creado por el trabajo (Mansur, 1982;
Ibáñez et al., 1987).
La presencia de estrías aditivas se ha observado más a menudo en las
caras en contacto con la materia trabajada en un ángulo muy bajo o en
los trabajos longitudinales, es decir, en condiciones donde ocurre un con-
tacto entre la materia trabajada y alguna de las caras activas a cierta dis-
tancia del filo.
Sin embargo, la morfología de las estrías no puede considerarse, se-
gún nuestros datos, un atributo útil en el análisis funcional.
Los componentes lineales presentan un comportamiento muy similar
al de las estrías. Tienden a aparecer más a menudo en el trabajo de mate-
rias duras (madera seca, asta, hueso y piedra) y en los movimientos lon-
gitudinales. Su direccionalidad resulta un buen criterio para identificar el
tipo de movimiento realizado.

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Capítulo 3

El proceso de inferencia funcional

La observación de las huellas que producen los diferentes trabajos


experimentales estaba destinada a comprobar la validez de los atributos.
En el capítulo anterior se han establecido las circunstancias en las que
cada atributo es válido y se han hecho explícitos los límites que presenta
en el análisis funcional.
Sin embargo, los criterios que se han obtenido no son aún operativos.
Para el estudio de piezas arqueológicas es preciso organizar un sistema
de inferencia que lleve desde el registro de las huellas que presenta la
pieza hasta la determinación del uso.
Esta organización debe permitir que el análisis avance a través de ni-
veles de información progresivos sobre la actividad y la materia trabaja-
da, desde los más generales a los más específicos.

3.1. Los elementos del proceso de inferencia

El desarrollo del sistema de decisiones que conduce a la interpretación


funcional no se basa exclusivamente en los criterios que proporcionan las
huellas, sino que el analista emplea también otras referencias, como son el
contexto arqueológico, la morfología general del útil y las características de
la zona activa. Estas referencias participan en todos los niveles del proceso
de inferencia. Ya desde el primer momento permiten desechar con un alto
grado de confianza algunos tipos de usos como ineficaces. Estos mismos ti-
pos de informaciones orientan la interpretación funcional sugiriendo hipóte-
sis de uso que han de ser contrastadas mediante la observación de las huellas.
Las informaciones disponibles sobre el contexto arqueológico estu-
diado sirven para establecer un primer marco de las labores posibles. Es

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evidente que la gama de trabajos que se realizan en un contexto arqueo-
lógico dado varía en función del período y del lugar en el que las activi-
dades se llevaron a cabo. El tipo de economía del grupo estudiado y el
medio en el que se desenvuelve indican qué trabajos pudieron realizarse
y cuáles no. Por ejemplo, en el análisis de conjuntos paleolíticos dese-
chamos la posibilidad de que los útiles líticos participaran en labores
agrícolas o en trabajos sobre cerámica y metales.
Los conjuntos de piezas que se estudian están acompañados por otras
evidencias de actividades humanas. La conservación de evidencias sobre
el desarrollo de ciertos trabajos, como los restos tecnológicos en asta y
hueso, los grabados parietales, las huellas de carnicería en los restos de
fauna o el polen y residuos vegetales proporcionan orientaciones intere-
santes para el análisis.
La morfología general del útil también ofrece un marco a las posibi-
lidades funcionales de la pieza. Los comportamientos observados por los
etnógrafos, los resultados de los análisis funcionales llevados a cabo y la
racionalidad mínima de los actos técnicos llevan a establecer este marco.
Como ejemplo, no consideramos probable que la zona retocada de las la-
minillas de dorso sea la zona activa, ni que sea razonable su empleo
como cuña en materiales duros.
La morfología del útil también participa en otros niveles del sistema
de inferencia, como veremos. Así, la estandarización de formas y tama-
ños es un buen indicio añadido para reconocer los útiles enmangados,
mientras que el tamaño de la pieza es un criterio que es útil para la dis-
tinción entre percusión directa e indirecta.
Las características de la zona activa del útil imponen unos límites a
los usos posibles o eficaces. Es evidente que los ángulos más espesos no
son convenientes para el corte de materias, especialmente de las blandas.
La perforación con zonas activas lineales es tan ineficaz que difícilmente
pudo realizarse en situaciones de trabajo real.
Como ocurre con la morfología del útil, las características del filo
también orientan en otros pasos del análisis funcional. Así, las acciones
transversales sobre piel con filos cóncavos o muy agudos, que cortarían
la materia, son poco verosímiles; lo mismo ocurre con el uso de los fren-
tes de raspador en acciones de corte.
El último elemento que apoya al análisis de las huellas de uso en la
determinación funcional es la evaluación sobre el sentido que tiene cada
uso. Para ello, es necesario tener información sobre las cadenas operati-
vas que son posibles en cada materia. Por ejemplo, desechamos la posi-
bilidad de que se produzcan labores de perforación, grabado o raspado
sobre materias tales como gramíneas o carne ya que estas labores no tie-
nen ningún sentido técnico.

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Los peligros que acompañan al uso de estas referencias son eviden-
tes. Por ejemplo, el concepto de la eficacia de un filo o de la adecuación
de un útil para una labor son bastante relativos como demuestra la obser-
vación etnográfica. Del mismo modo, la extrapolación de las informacio-
nes obtenidas en otros contextos son problemáticas si no se manejan con
cautela y para aplicaciones limitadas.
También suponen un problema metodológico. Como se observa en
los test-ciegos (cf. Unrath et al., 1986), la consideración de estas referen-
cias lleva a una exigencia menos rigurosa en los criterios basados en las
huellas. Por ello, se aceptan con mayor facilidad los indicios que van en
favor del uso que se estima más probable, y no se valoran los que van
en contra. A esto le acompaña que existe una menor necesidad de de-
mostración cuando se ha detectado un uso que se considera aceptable.
Sin embargo, con las precauciones necesarias, la información que
aportan estas referencias puede ser muy útil en el análisis funcional.

3.2. Las huellas de uso

Los resultados del programa experimental demuestran que los des-


conchados, el pulido, las estrías y el redondeamiento aportan datos sobre
las características de la utilización de las piezas líticas.
Sin embargo, el análisis de las huellas de uso presenta limitaciones
que es preciso tener en cuenta. Tales limitaciones surgen fundamentalmen-
te de 1) la existencia de fenómenos diferentes al uso que crean diversas
alteraciones en las piezas líticas, 2) el solapamiento entre las caracterís-
ticas de las huellas creadas por diferentes labores, y 3) la existencia de
trabajos que provocan pocas huellas en los útiles.

3.2.1. Fenómenos de alteración diferentes al uso


Los útiles de piedra se ven afectados por diferentes procesos de alte-
ración, además de los originados por su empleo. Algunos de estos proce-
sos tienen relación con la fabricación (Ibáñez et al., 1987), transporte o
enmangamiento de las piezas en época prehistórica. Otros suceden con
posterioridad a que el útil es abandonado, producto del pisoteo de hom-
bres y animales, o de agentes naturales que transforman el sedimento ar-
queológico, como la solifluxión, etc. Por último, son de señalar los daños
que el arqueólogo produce mediante la excavación, limpieza, estudio y
almacenamiento de las piezas (Gutiérrez et al., 1988; Wylie, 1975).
Todos estos agentes afectan a la interpretación de las huellas de uso
en dos sentidos: pueden generar alteraciones que sean confundidas con

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las funcionales o que, aun siendo diferenciables, enmascaren a aquellas,
dificultando o imposibilitando la interpretación.
En lo que respecta a las huellas tecnológicas es de señalar la dificul-
tad de distinguir los desconchados creados por el uso de los auténticos
retoques (Brezillon, 1983: 131; Tixier et al., 1980: 60; Bordes, 1970:
200; Roche y Tixier, 1982; Prost, 1988). En este contexto, es imposible
distinguir los desconchados de uso en los filos retocados, ya que no pue-
den ser discriminados de los componentes más pequeños del retoque
(Vaughan, 1985). Ello implica que los desconchados no pueden ser utili-
zados como criterio para la interpretación funcional en filos conformados
por retoque continuo.
La interferencia entre huellas tecnológicas y de uso en lo que respecta
al pulido y estrías también ha de ser tenida en cuenta. Cuando entra en
contacto el percutor con la superficie silícea se crean bandas de pulido y
estrías que marcan la dirección del impacto. En el caso de filos retocados
las huellas tecnológicas pueden quedar integradas con las de posterior uti-
lización. La interpretación de las estrías tecnológicas como de uso puede
llevar a una identificación errónea del movimiento ejercido por la pieza.
En los núcleos, la abrasión de la plataforma crea zonas pulidas que
pueden ser interpretadas como originadas por el uso. Esto obliga a ser
crítico con las huellas que aparecen en las aristas que forman plataformas
y caras de lacado, y a evaluar cuál de las dos explicaciones —abrasión o
uso— es más consistente.
El retoque sobre yunque, de piezas apoyadas sobre piedra mientras
son conformadas, genera pulido y estrías en las aristas dorsales de las
piezas. Estas huellas toman una distribución muy similar a la que se es-
pera de un enmangamiento, por lo que pueden llevar a errores de inter-
pretación.
Los diversos agentes que motivan el choque o la fricción de los útiles
con elementos duros (transporte con otras piezas, pisoteo, movimientos
postdeposicionales, almacenajes descuidados en los museos...) generan
desconchados de tamaños y disposición aleatoria a lo largo de los filos
de la pieza (Gutiérrez et al., 1988; Prost, 1988).
Se ha comparado esta disposición caótica y naturaleza diversa de los
desconchados accidentales con los patrones definidos, propios de las acti-
vidades de utilización. De esta diferencia se ha querido obtener el criterio
de diferenciación de los desconchados de uso de los de diferente origen
(Tringham et al., 1974; Odell, 1977; Odell y Odell-Vereecken, 1980).
Es cierto que los trabajos sobre materias duras generan patrones de
desconchamiento definidos, que pueden ser diferenciados de los de géne-
sis no intencional. Sin embargo, tal distinción es difícil cuando la dureza
de la materia trabajada es media o baja.

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Además, la presencia de desconchados de origen accidental en filos
usados puede introducir factores de distorsión que deformen la interpre-
tación funcional.
Los otros tipos de huellas, pulido, estrías y redondeamiento no que-
dan libres de los efectos de los diversos procesos que venimos señalando.
El desconchamiento del filo activo posterior al uso produce la desapari-
ción de huellas que pudieran haber aportado elementos fundamentales
para la interpretación.
La superficie de sílex y las huellas que porta son especialmente sen-
sibles a los medios básicos o ácidos (Plisson, 1986; Levi-Sala, 1986;
Plisson y Mauger, 1988) o a las alteraciones por fuego (Clemente, en
prensa), que patinan la pieza y llegan a destruir la superficie pulida.

3.2.2. Confianza de los criterios funcionales


En el programa experimental hemos comprobado que la terminación
y el tamaño de los desconchados proporcionan criterios útiles para iden-
tificar la forma de aplicación de la fuerza, que la disposición en las caras
de la zona activa informa sobre el tipo de movimiento realizado o que la
terminación, el tamaño, la cantidad y la distribución señalan al menos
la dureza de la materia trabajada.
El pulido de uso ofrece unas claras potencialidades para la deducción
funcional. Su disposición en la zona activa permite localizar la parte usa-
da y, hasta cierto punto, reconocer el movimiento ejercido. Su extensión
transversal y las características de la superficie alterada (topografía, tra-
ma y reticulación) hacen posible la identificación de la materia trabajada.
Las estrías son buenas indicadoras del tipo de movimiento del útil
mientras el redondeamiento está relacionado con la materia trabajada.
Sin embargo, ninguno de los criterios establecidos para cada una de
las huellas presenta una fiabilidad del 100%, sino simplemente una pro-
babilidad razonable de acierto, a la vez que son frecuentes los criterios
que no pueden aplicarse a la totalidad de los casos en estudio.
La ambigüedad de las huellas se debe a que en la formación de estas
alteraciones influyen un alto número de variables que actúan de una for-
ma compleja e interdependiente (Collin y Jardón, 1993). El solapamiento
entre las características de las huellas lleva a que el diagnóstico sobre el
uso no sea completamente específico y detallado en una parte importante
de los estudios de útiles arqueológicos.
Como vemos, la capacidad para deducir las características del uso a
partir de las huellas observadas es relativa. Esta circunstancia ha generado
una de las más fuertes polémicas internas en la disciplina ya que nume-
rosos autores divergen sobre el grado en que cada huella refleja la labor

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realizada. El reconocimiento de la materia trabajada, el aspecto central
de los análisis funcionales, es el que supone mayores dificultades.
Para el caso del pulido, R. Grace (1989) afirma que cualquier tipo de
materia produce prácticamente cualquier tipo de pulido, dependiendo del
tiempo de trabajo.
Por nuestra parte, consideramos que tal afirmación es inexacta. Las
materias más blandas no producen ni topografías lisas ni tramas compac-
tas. Paralelamente, las materias duras no generan tramas abiertas. Por
tanto, la afirmación de Grace no es válida, ni siquiera estudiando exclu-
sivamente zonas aisladas de pulido.
Ahora bien, es cierto que si analizamos zonas concretas de superficie
alterada, existe un amplio nivel de solapamiento entre los pulidos crea-
dos por las diferentes materias (ver gráfica 2.27, p. 132). Sin embargo, el
reconocimiento de una materia concreta no se produce por el análisis de
zonas aisladas, sino a través del estudio de toda la zona activa.
Ello permite observar el pulido creado por una misma materia en sus
diferentes fases de desarrollo, ya que los diversos puntos de la microto-
pografía de la zona activa han estado en contacto con la materia trabaja-
da con diferente intensidad y tiempo. Así se puede tener en cuenta la
asociación de topografías y de tramas ya que son atributos que se han
mostrado significativos (Yamada y Sawada, 1993).
A pesar de ello, en sentido contrario, no se deben sobrevalorar las
posibilidades que nos ofrece el pulido, ya que esto puede llevar a una
confianza injustificada en este tipo de huella como elemento exclusivo
para la inferencia funcional.
Se ha puesto en evidencia que los límites que separan los pulidos de
ciertas materias son bastante difusos. Así sucede entre el asta y el hueso,
el asta y la madera, la madera y los vegetales, etc. El tiempo de trabajo, el
estado de la materia trabajada (fresca, seca) o el empleo de aditivos
(agua, grasa, abrasivos...) también condiciona la apariencia de las huellas.
Este solapamiento parcial entre los pulidos creados por diferentes
materias se produce en todas las fases de desarrollo, sin embargo, es es-
pecialmente intenso en las primeras etapas del trabajo, cuando las tramas
aparecen más abiertas y las topografías más irregulares.
En cuanto a los desconchados, el problema de la confianza que mere-
cen es el que subyace en la polémica entre los métodos de «altos aumen-
tos» y de «bajos aumentos». En el programa experimental hemos com-
probado que no existen patrones claros que relacionen este tipo de
alteración con una materia trabajada específica.
Los criterios válidos sólo permiten reconocer diferencias genéricas
entre materias blandas y duras o, en algunos casos, tres categorías de du-
reza, blandas, medias y duras. Esto conlleva unos claros límites en la in-

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terpretación de los resultados, ya que sin conocer en cierto detalle la ma-
teria trabajada es difícil obtener conclusiones sobre el comportamiento
económico de los grupos prehistóricos.

3.2.3. Acciones que no producen huellas


La zona activa de la herramienta que es empleada tarda un cierto
tiempo en quedar modificada, dependiendo de la materia prima del útil,
de la actividad y de la materia trabajada.
Hemos observado diferencias entre las materias primas incluidas en
el programa experimental. El sílex de Kurtzia muestra pulidos bien desa-
rrollados en apenas un minuto de trabajo sobre materias duras; sin em-
bargo, en los sílex de Albardón y Cucho son necesarios de 5 a 7 minutos
para alcanzar el mismo grado de desarrollo. Las diferencias son menos
marcadas cuando las materias trabajadas son frescas o humedecidas.
En las acciones de corte sobre materias animales blandas, carne o
piel fresca, apenas aparecen desconchados. Además, el pulido que se for-
ma es poco distinguible de la superficie original del sílex, especialmente
en los sílex —como el de Kurtzia— que son brillantes en observación
microscópica.
En una proporción apreciable de puntas y barbas de proyectil que
han sido lanzadas no aparecen huellas de impacto reconocibles. Así, una
parte de las posibles acciones llevadas a cabo con instrumentos líticos,
serían difícilmente detectables en los análisis de huellas de uso.
Algunas labores violentas o sobre materias muy duras pueden des-
conchar el filo de tal manera que eliminen o no formen zonas pulidas. En
estos casos, como son la percusión sobre materiales óseos o la perfora-
ción de concha, el reconocimiento de la materia trabajada es complicado.
Las estrías y el redondeamiento del filo no aparecen en todos los
usos, sino que dependen del tipo de actividad y de la materia trabajada.

3.3. El sistema de decisiones

Según hemos visto, uno de los factores principales que afectan a las
huellas de uso se trata de las alteraciones provocadas por agentes natura-
les durante el tiempo que la pieza forma parte del paquete sedimentario y
de aquellas otras generadas por los trabajos del arqueólogo.
Estos factores afectan a todos los tipos de huellas, pudiendo defor-
marlas, enmascararlas o destruirlas. Es por ello necesario elegir cuidado-
samente el conjunto arqueológico que va a ser sometido a estudio, dese-
chando aquellos yacimientos en los que las piezas muestran alteraciones

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sustanciales, tanto químicas como mecánicas, y que hayan sido exhuma-
das y almacenadas en condiciones poco adecuadas para la preservación
del material lítico.
Por otra parte, es necesario valorar la importancia de cada uno de los
tipos de huellas en el análisis funcional.
Hemos constatado que los desconchados ofrecen criterios útiles
para reconocer tanto la actividad como la dureza relativa de la materia
trabajada.
Sin embargo, este tipo de huellas presenta ciertas limitaciones. Por
una parte, no se pueden distinguir los retoques de uso en los filos con-
formados mediante retoque continuo. Además, existe el problema de la
diferenciación de los desconchados de uso y los creados por circunstan-
cias no intencionales (pisoteo, movimientos postdeposicionales...), aun-
que hay que tener en cuenta que este problema queda considerablemente
minimizado por la elección de conjuntos arqueológicos escasamente al-
terados.
Mayor inconveniente que este último supone el tipo de información
funcional que se puede conseguir del análisis de desconchados. Con res-
pecto a la actividad, los desconchados permiten reconstruirla con relativa
confianza en el caso en que se trabajen materias duras, siendo más difícil
cuando se transforman materias como la madera o de dureza inferior.
Los desconchados ofrecen, además, orientaciones sobre la dureza de la
materia trabajada, aunque hay que tener en cuenta que la escasez de me-
lladuras que caracteriza el trabajo de materias blandas puede conducir a
no localizar zonas activas.
El análisis funcional está principalmente encaminado a reconstruir las
estrategias económicas de los grupos prehistóricos, para lo cual es im-
portante disponer de datos sobre las materias que se transformaron. Sin
embargo este tipo de información es difícilmente obtenible del análisis
exclusivo de los desconchados, puesto que habría que identificar la mate-
ria trabajada específica a partir del conocimiento de su dureza relativa.
Si tenemos en cuenta que una acción como el descuartizado genera
desconchados que pueden ser similares a los de corte de madera o corte
de materias óseas, comprendemos la dificultad de tales labores de identi-
ficación.
La problemática inherente al estudio de los esquirlamientos de uso
nos lleva a afirmar la necesidad de complementar los datos que aportan
estas huellas con aquellas provenientes de los análisis de pulidos, redon-
deamiento y estrías, mediante utilización de microscopio metalográfico.
Así se pueden identificar los filos de retoque continuo utilizados, confir-
mar los indicios sobre la actividad aportados por los desconchados y lle-
gar a una identificación más precisa de la materia trabajada.

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Esta consideración no nos lleva a desatender los problemas que pre-
senta la identificación e interpretación de los pulidos de uso. El relativo
pero evidente grado de solapamiento que presentan los pulidos creados
por las diferentes materias, especialmente en las primeras fases de desa-
rrollo, junto a la inexistencia de un método de cuantificación de los atri-
butos del pulido limitan la capacidad interpretativa de esta huella.
El hecho de que todas las huellas sean válidas al menos en alguna
circunstancia y la constatación de estas limitaciones obliga a considerar
todas las huellas de forma conjunta. La coherencia entre ellas aumenta la
confianza en el diagnóstico de uso.
Entendemos que la superación de la discusión planteada entre los
partidarios del análisis de «altos aumentos» y de «bajos aumentos» pasa
por integrar las posibilidades que ambos métodos de análisis ofrecen. Tal
integración es necesaria, teniendo en cuenta las limitaciones de los estu-
dios funcionales mediante el estudio exclusivo de un solo tipo de huella.
De esta manera, la deducción funcional se muestra como un análisis
en el que se han de considerar múltiples elementos de forma coordinada.
Entre ellas, las características de las huellas de uso constituyen una parte
fundamental, pero no única. Se ha de tener en cuenta, además, el contex-
to arqueológico estudiado, las características morfológicas del útil y las
capacidades funcionales de la zona activa.
Respecto a las huellas de uso, es necesario remarcar que se han de
considerar todas a un tiempo, siendo la coincidencia de una amplia gama
de criterios la que da consistencia a la inferencia funcional.
A partir de estas constataciones, una de las dificultades principales se
concreta en la ordenación y jerarquización del cúmulo de criterios fun-
cionales pertinentes. En este sentido, hemos pretendido establecer un
proceso continuo de inferencia, superando diferentes niveles de informa-
ción. En los primeros pasos se abordan las deducciones más sencillas,
como la localización de la zona activa, para terminar por el paso más
complejo y específico: la determinación de la materia trabajada.
El esquema lógico se establece en forma de árbol, de manera que en
cada nivel se plantea una pregunta sencilla, a la que se ofrecen dos o tres
opciones de respuesta. En cada uno de estos pasos se especifica los criterios
que se consideran válidos para realizar la elección. Una vez que se elige
una de las opciones, se pasa a considerar los criterios que son útiles en el si-
guiente nivel de información, en un plano de conocimiento más detallado.
La operación se repite hasta reconocer eventualmente la materia trabajada.
El primer paso consiste en la localización de la zona activa, mediante
la detección de huellas en un área concreta de una pieza. Por «zona acti-
va» entendemos la parte del útil que está en contacto con la materia tra-
bajada en una actividad concreta. En una misma pieza, la diferencia entre

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dos zonas activas se establece a partir de discontinuidades en las huellas
y en cambios marcados en la delineación o en el ángulo del filo.
Según la disposición de las huellas, la zona activa será reconocida
como lineal, puntual o en bisel. El tipo de actividades que se desarrollan
con cada uno de estos tipos de zonas activas es diferente y permite orga-
nizar la interpretación a partir de este punto.

3.3.1. Zonas activas lineales


Dentro de las zonas activas lineales, en el primer nivel de informa-
ción, nos preguntamos sobre la forma en que se aplicó la fuerza, que
puede ser por presión o percusión.
a) Percusión. Esta posibilidad se plantea sobre todo para ángulos de
filo entre 25 y 70 grados.
Las labores de percusión se caracterizan por el tamaño de los descon-
chados que producen: más del 20% tienen más de 2 mm. de longitud y
más de 1,2 mm. de anchura. La terminación de los desconchados propor-
ciona otros criterios. Cuando el ángulo del filo es inferior a 30 grados las
acciones de percusión producen menos de un 10% de terminaciones
transversas; para los ángulos de 30 a 45 grados las acciones de percusión
se reconocen porque producen más de un 45% de terminaciones abrup-
tas; en los filos de más de 60 grados, sin embargo, menos del 30% de las
terminaciones serán abruptas.
Por otra parte, la presencia de redondeamiento en la zona activa des-
carta un uso en percusión.
Estos criterios se basan en acciones de percusión directa e indirecta.
La percusión lanzada con zona activa lineal sólo puede realizarse con
microlitos geométricos en los contextos que estudiamos. No hemos reali-
zado estos experimentos por lo que nuestros criterios de interpretación se
basan en los trabajos de Fischer et al. (1984).
b) Presión. Se interpretan como labores de presión las que cumplen
los criterios opuestos a los señalados para percusión.

3.3.1.1. Acciones de percusión


Una vez reconocida la acción como de percusión, es necesario identi-
ficar el tipo de percusión realizada.
a) Indirecta. Piezas de pequeño tamaño, con plataforma o arista en
la zona opuesta al filo activo, donde golpear. Las piezas de gran tamaño
o alargadas no son eficaces o corren mayor riesgo de fractura.
Aunque no es un criterio excluyente, en esta actividad se producen
distribuciones equilibradas de huellas en las dos caras de la zona activa.

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b) Directa. Piezas de mayor tamaño, sin huellas de golpeo en la zona
opuesta a la activa.
El ángulo de trabajo, que permite distinguir entre acciones tipo
azuela y labores tipo hacha, puede deducirse de la distribución de los
desconchados y del pulido. En los trabajos con ángulo bajo —tipo
azuela—, la mayor extensión y desarrollo del pulido aparecerá en la
cara de mayor contacto mientras los desconchados se situarán en la cara
opuesta.
Con respecto a la materia trabajada, se espera que sean duras, ya
que no tiene sentido técnico percutir con un filo sobre materias blandas,
como piel o carne. La distinción de materias específicas resulta difícil ya
que las zonas pulidas no quedan muy desarrolladas por la naturaleza del
contacto entre el útil y la superficie transformada. La distribución de des-
conchados permite distinguir el trabajo de materias óseas del resto ya
que en este caso no aparecen desconchados aislados.

3.3.1.2. Acciones de presión


En las acciones de presión interesa reconocer el tipo de movimiento
del útil sobre la materia, sea longitudinal o transversal.
Un primer indicio es el ángulo del filo activo. Se pueden llevar a
cabo acciones transversales con cualquier ángulo de filo pero los trabajos
longitudinales requieren filos agudos. Por ejemplo, el corte de materias
blandas es poco eficaz con ángulos superiores a 60 grados.
Entre las características de las huellas de uso, el criterio que más
confianza ofrece es la dirección de las estrías y componentes lineales.
Sin embargo, este rasgo no siempre está presente en las piezas usadas.
Cuando la disposición de los desconchados es equilibrada entre am-
bas caras (en una relación 60 a 40 o más cercana), la actividad desarro-
llada fue probablemente longitudinal.
De la misma forma, en las acciones longitudinales la disposición de
pulido tenderá a ser equilibrada en ambas caras, mientras que en los
transversales la zona pulida será más extensa en una de las caras.
Con ángulos de filo inferiores a 55 grados, la distribución del redon-
deamiento en las caras resulta útil. Las acciones transversales muestran
mayor redondeamiento en la cara de mayor contacto mientras en las lon-
gitudinales es equilibrado.
En los ángulos de filo más agudos, menores de 30 grados, las accio-
nes transversales producen una mayor proporción de desconchados de
terminación transversa, en contra de lo que se considera habitualmente.
Las acciones transversales con este ángulo muestran más de un 25% de
desconchados con esta terminación.

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En las materias más duras (asta, hueso y maderas muy secas), los
movimientos longitudinales generan distribuciones de pulido caóticas,
aspecto que puede servir para identificar esta actividad.
En los casos de actividades longitudinales pero con ángulo de trabajo
bajo, la disposición de desconchados, pulido y redondeamiento en las ca-
ras sería propio de una acción transversal, mientras estrías y componen-
tes lineales indicarían longitudinalidad. Si no aparecen estas huellas es
difícil distinguir esta actividad de una transversal.
Otro caso problemático son las acciones transversales en un sólo sen-
tido con filos de 30 a 40 grados ya que producen disposiciones de des-
conchados y pulido bastante equilibradas.
En esta fase, la morfología de la pieza y los resultados de los estu-
dios funcionales proporcionan indicios interesantes, sobre todo cuando
las huellas no ofrecen criterios evidentes. Así, sabemos que en contextos
similares a los que estudiamos los frentes de raspador rara vez se usan en
acciones que no sean de presión transversal. Por ello, en los casos en los
que se aprecie que un frente se ha usado en presión interpretaremos que
la acción ha sido posiblemente transversal siempre que no se cumplan
los criterios que indican movimiento longitudinal.
En lo referente a la materia trabajada por acciones longitudinales,
una primera aproximación permite distinguir las materias duras de las
blandas.
Las materias duras (hueso, asta y ciertas maderas) presentan distribu-
ciones caóticas de pulido, más de un 50% de desconchados sin relación
con el pulido —sobre todo, las materias óseas—, una densidad superior a
10 desconchados por centímetro de filo activo y más de un 15% de des-
conchados con longitud superior a 1 mm. Para los filos con ángulos entre
30 y 45 grados, las materias duras se reconocen porque presentan menos
de un 10% de terminaciones transversas en los desconchados.
Este conjunto de criterios ofrece una buena indicación sobre la dure-
za de la materia. A partir de aquí es posible aproximarse más, gracias al
estudio de otros rasgos del pulido.
Entre las materias duras, el trabajo de hueso, asta seca y madera muy
seca ofrece reticulaciones de pulido estrechas.
En el hueso aparecen topografías lisas, con tramas compactas y/o ce-
rradas; en el trabajo de hueso remojado pueden aparecer también zonas
con trama semicerrada. En el asta la topografía será más ondulada y apa-
recerán zonas más extensas de trama semicerrada.
En el trabajo de maderas muy secas, se crean pulidos muy parecidos
a los de piel seca, con una topografía irregular/ondulada y reticulación
muy estrecha. La diferencia con la piel es evidente a partir de varios ras-
gos de los desconchados.

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El corte de maderas frescas o no muy secas forma pulidos con reticu-
laciones anchas, de topografía ondulada y, virtualmente, con toda la
gama de tramas, desde la abierta a la compacta.
El redondeamiento del filo, ligero, aparece en los trabajos sobre hue-
so seco.
En el descuartizado de animales se crean desconchados similares a
los creados por el corte de maderas duras o materias óseas. Es significa-
tiva la presencia de un pulido de topografía irregular y trama abierta o
semicerrada, producto del corte de materias animales blandas, junto a zo-
nas aisladas de pulido de topografía lisa y trama cerrada/compacta. Este
pulido, resultado del contacto con materias óseas, queda ceñido a las
aristas de los desconchados o a los puntos más salientes del filo.
Las huellas de corte de pescado, que afectan tanto a la carne como a
las espinas del pez son similares a las de carnicería, aunque menos inten-
sas. Por lo tanto, la presencia de esta actividad debe ser deducida de da-
tos provenientes del contexto arqueológico, como son los restos de estos
animales hallados en el sedimento.
Entre las materias blandas, los vegetales producen un pulido muy si-
milar al de madera fresca aunque las características de los desconchados
pueden servir para distinguir las dos materias. Sin embargo, las diferen-
cias entre los desconchados creados por el corte de maderas blandas,
como el pino, y de vegetales consistentes, como los tallos de helecho
seco, son muy escasas. Otro dato que puede facilitar la distinción se rela-
ciona con el área de la zona pulida, mayor en el caso de los vegetales.
Además, en el corte de vegetales la proporción de desconchados sin rela-
ción con el pulido es menor al 10% y más del 80% de los desconchados
presentan pulido tanto en su zona superior como en sus laterales.
La piel genera un pulido de reticulación estrecha con tramas que va-
rían entre abiertas y cerradas. Con el pulido bien desarrollado, la topo-
grafía diferencia la piel fresca, con topografía irregular, de la piel seca,
que forma topografías irregulares/onduladas. La presencia de abundantes
microagujeros caracteriza el trabajo de la piel seca.
El trabajo de la piel seca humedecida ofrece resultados intermedios a
la fresca y la seca. El reconocimiento del estado de la piel ofrece diver-
sos problemas que serán tratados en el apartado de movimientos trans-
versales, actividad sobre la que se ha experimentado más específicamen-
te en el trabajo de esta materia.
El corte de carne apenas causa huellas significativas después de una
hora de trabajo. Las alteraciones visibles —desconchados muy peque-
ños, pulido difuso y ligero redondeamiento— pueden sugerir el desarro-
llo de esta actividad, pero no son suficientes para establecer un diagnós-
tico fiable.

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Es posible que esta circunstancia se deba parcialmente a que el sílex
de Barrika presenta una superficie con abundantes brillos, que hayan en-
mascarado el pulido. De cualquier forma, la debilidad de las huellas que
crea hace probable que una buena parte de este tipo de trabajos no pue-
dan ser detectados en el registro arqueológico. Solamente el recurso a
otros datos complementarios como la morfología de la pieza y los estu-
dios funcionales de contextos similares pueden dar cierto apoyo a la infe-
rencia de este tipo de trabajos.
Un primer acercamiento a la materia trabajada con movimientos
transversales es posible a través de los desconchados . Hemos podido es-
tablecer un conjunto de criterios para distinguir la dureza de la materia
trabajada.
La transformación de materias duras (hueso, asta, madera) produce
desconchados de mayor tamaño, más de un 15% superan 0,7 mm. de lon-
gitud, y en mayor cantidad: las materias blandas (carne, piel, vegetales)
provocan menos de 10 desconchados por centímetro de filo activo.
La terminación de los desconchados proporciona un criterio más
complejo. En los filos usados con un ángulo entre 30 y 45 grados, las
materias blandas causan más de un 10% de desconchados con termina-
ción transversa. En los filos superiores a 60 grados, las materias duras
son reconocibles porque provocan más de un 60% de terminaciones
abruptas.
La distribución del pulido en la cara de mayor contacto es distinta se-
gún la dureza de la materia. Cuando el ángulo de contacto es bajo, el pu-
lido que forman las materias blandas se distribuye de una forma más de-
sordenada, por las zonas más salientes de la cara de la pieza, mientras en
las materias duras aparece una franja pulida junto al filo activo, de exten-
sión más regular.
En la distinción de materias más específicas participan la extensión
y el aspecto de la superficie del pulido, la relación entre desconchados y
pulido, el número de estrías, el grado de redondeamiento y la cantidad
y distribución de los desconchados.
Las materias óseas —asta y hueso— presentan ciertos rasgos comu-
nes, especialmente en el desconchamiento del filo. Hemos comprobado
que el trabajo sobre asta y hueso es el único que produce más de 20 des-
conchados por centímetro de filo en las labores prolongadas. En los filos
espesos, entre 60 y 90 grados, se observa que la proporción de descon-
chados sin relación al pulido es superior al 70%.
Entre las materias duras, el asta y el hueso se pueden reconocer por
la presencia de estrías, aunque éste no es un criterio de mucha confianza.
La presencia de craquelado en el pulido es también indicativa de trabajo
sobre materias óseas.

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Sin embargo, cada materia ósea presenta otros rasgos específicos en
las zonas pulidas que, en ciertos casos, permiten su identificación.
En los trabajos sobre hueso, la extensión transversal de pulido, medi-
do en la zona de mayor desarrollo de la topografía, raramente alcanza
más de 0,2 mm. La topografía del pulido es prácticamente plana y la aso-
ciación de topografías es muy corta ya que después de poco tiempo de
trabajo casi toda la zona pulida presenta una topografía plana con una
franja de pulido irregular muy estrecha o inexistente. En las tramas pre-
dominan las compactas con zonas donde pueden ser cerradas; la aso-
ciación de tramas suele ser muy corta. En las zonas de trama cerrada la
reticulación del pulido es estrecha con hueso seco pero llega a media
cuando el hueso se remoja durante el trabajo.
En las labores sobre asta, la extensión transversal máxima no es su-
perior a los 0,3 mm.. La topografía es menos lisa que en el caso del hue-
so. Las tramas muestran mayor variación ya que la aparecen zonas de
trama semicerrada; por esta razón, la asociación de tramas suele ser más
larga. A diferencia de los trabajos sobre hueso, la reticulación es media
o ancha.
El trabajo sobre madera se caracteriza, en los ángulos de filo superio-
res a 55 grados, por formar densidades de desconchados entre 10 y 22
unidades por cm. de filo en las labores prolongadas. Las zonas pulidas en
estos trabajos presentan extensiones transversales de pulido superiores a
0,15 mm. en las zonas con tramas cerradas o compactas. La topografía
del pulido es ondulada y la trama muestra todas las variaciones entre
abierta y compacta, siempre que el tiempo de trabajo haya sido suficiente
para que el pulido llegue a un desarrollo alto.
La distinción genérica del trabajo sobre materias blandas se realiza a
partir de los criterios opuestos a los que hemos señalado más arriba para
reconocer materias duras. Recordamos que hemos empleado el tamaño y
terminación de los desconchados y la distribución del pulido en la cara
de mayor contacto.
Las labores sobre vegetales producen resultados similares a los ya
señalados para los movimientos longitudinales, salvo los aspectos re-
ferentes a la asociación desconchado/pulido, que no quedan comproba-
dos para las actividades transversales.
En el final del paleolítico superior y en el epipaleolítico la principal
materia blanda trabajada con movimientos transversales es la piel.
A partir de las imposiciones técnicas del trabajo de esta materia, se-
ñalamos qué tipos de zonas activas no son eficaces. Por ejemplo, el uso
de filos agudos en el raspado de pieles no es probable debido al riesgo
que presentan de cortar accidentalmente la materia. De la misma forma,
no tiene ningún sentido técnico el empleo de filos de delineación cónca-

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va en el trabajo de la piel fresca. En la piel ya seca o tratada, un filo cón-
cavo se podría emplear para el raspado de tiras, lo que se reconocería por
la disposición particular de las huellas.
Las huellas que produce el trabajo de la piel en cualquiera de sus es-
tados presentan rasgos comunes en los siguientes aspectos: 1) las densi-
dades de desconchados son menores a 10 por cm. incluso en trabajos
prolongados; 2) la proporción de desconchados de uso sin relación algu-
na con el pulido es cercana a 0%, y 3) las zonas pulidas de trama cerrada
presentan una extensión transversal de al menos 0,3 mm. en la cara de
mayor contacto.
Sin embargo, en otros aspectos, las huellas que provoca cada tipo de
piel son diferentes.
En el trabajo sobre piel fresca la topografía del pulido no deja de ser
irregular en tiempos de trabajo prolongado mientras en piel seca puede
alcanzar un aspecto ondulado/irregular después de 7 a 10 minutos de tra-
bajo, según el tipo de sílex.
La topografía presenta características diferentes según los aditivos
empleados en el trabajo de la piel seca; así, es más ondulada si se utiliza
ceniza y presenta zona lisas si se trata de ocre o arena.
Si la piel seca está remojada o ensebada previamente al raspado, el
aspecto de la zona pulida es más parecido al que se produce en el trabajo
de la piel fresca; las diferencias se manifiestan en trabajos prolongados.
La reticulación de las zonas pulidas es diferente según el estado de la
piel. En la piel seca la reticulación es muy estrecha mientras es entre es-
trecha y media para la piel fresca. Nuevamente, la dificultad aparece para
distinguir la piel seca remojada de la piel fresca ya que la reticulación es
similar.
Otros dos elementos ajenos a las características del pulido también
son útiles para la distinción del estado de la piel trabajada.
En la piel en estado seco, con cualquier aditivo, aparece un fuerte re-
dondeamiento. En la piel fresca el redondeamiento no supera un grado
medio incluso en trabajos de una hora de duración.
Por último, la abundancia de estrías es característica de las labores
sobre la piel seca. El criterio extraído de la serie experimental es que
aparecen más de 5 estrías por centímetro de filo en los trabajos prolonga-
dos cuando la piel trabajada está seca. En las acciones sobre piel fresca
aparecen pocas estrías.
Las huellas que se crean en las labores sobre piel plantean dos cues-
tiones que es necesario recoger aquí: 1) la distinción entre el trabajo de
piel fresca y los trabajos cortos en otras materias y 2) la distinción entre
el trabajo de piel fresca y los trabajos sobre piel seca remojada, humede-
cida o ensebada.

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Según exponemos, el pulido generado en el trabajo de piel fresca
presenta una topografía irregular, que no es diferente de la topografía de
los pulidos que se forman en el trabajo sobre cualquier materia al princi-
pio de la labor. Es evidente que la topografía del pulido no se puede em-
plear como elemento único en el diagnóstico de la materia trabajada.
Además de las referencias que nos aportan las otras huellas, la extensión
y la trama del pulido proporcionan indicios interesantes ya que tienen un
desarrollo paralelo a la topografía. Por ello, es posible afirmar que una
superficie pulida en un filo con topografía irregular, trama cerrada o se-
micerrada y más de 0,3 mm. de extensión transversal sólo aparece en la-
bores sobre piel. Frente a este patrón, las superficies pulidas que forman
el resto de las materias en los primeros momentos presentan bien tramas
más abiertas bien extensiones más restringidas.
La distinción de las huellas que producen el raspado de piel fresca y
el de piel seca remojada, humedecida y/o ensebada es complicada.
Cuando el tiempo de trabajo es suficientemente largo, la presencia de
microagujeros y la aparición de topografías onduladas/irregulares permi-
ten reconocer el trabajo sobre piel seca tratada. Sin embargo, hasta unos
10 minutos de trabajo —el tiempo depende del tipo de sílex—, el aspecto
de la superficie pulida es muy similar al que producen las labores sobre
piel fresca. Las diferencias que establecemos se basan en matices sutiles.
Así, una reticulación algo más estrecha, un mayor grado de ondulación
en las zonas donde la trama está ya cerrada o una extensión más restrin-
gida son características de la piel seca tratada.
A partir de esta discusión, entendemos que es posible reconocer el es-
tado de la piel trabajada en dos grandes apartados, piel seca y piel fresca.

—El que denominamos «piel seca», que produce unas huellas caracte-
rizadas por la presencia de redondeamientos del filo medios o altos,
abundantes microagujeros y topografías del pulido onduladas/irre-
gulares. En este grupo incluimos las labores sobre piel seca y piel
seca con aditivos vegetales o minerales; cuando se añaden los
abrasivos, la diferencia entre el trabajo de piel seca y de piel fres-
ca son más evidentes. Sin embargo, si la piel seca está ensebada,
humedecida o remojada el reconocimiento del estado de la materia
es inseguro.
—El estado «piel fresca». Las huellas características son un redondea-
miento de filo bajo o ausente, escasez de microagujeros, y topo-
grafía irregular en zonas de trama cerrada y amplia extensión.
Existe una posibilidad de confundir el trabajo sobre piel seca re-
mojada, humedecida o ensebada con el llevado a cabo sobre piel
fresca.

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Por último, indicaremos «piel», de forma genérica, en los casos en
los que no sea posible precisar el estado. Entre ellos se encuentran aque-
llos trabajos sobre piel en los que la escasa extensión transversal del pu-
lido indique que el tiempo de trabajo fue corto. Ello evitará confundir el
trabajo sobre piel fresca con el de piel seca tratada, cuando éste se ha de-
sarrollado durante escaso tiempo.

3.3.2. Zonas activas puntuales


La localización de huellas en una zona activa puntual puede ser inter-
pretada como producto de una actividad de percusión directa/indirecta,
percusión lanzada o presión.
Las actividades de percusión con zonas activas puntuales se reco-
nocen por la aparición de desconchados de mayor tamaño, superiores a
3 mm. que siguen el eje de la punta, la aparición de estría o bandas de
pulido con esta misma dirección y la ausencia de pulidos desarrollados
en las aristas que forman el ápice.
Las acciones de presión se reconocerán por las características con-
trarias.

3.3.2.1. Acciones de percusión


La diferencia en el tipo de percusión —directa, indirecta o lanzada—
se manifiesta tanto en las huellas de uso como en la morfología de la pie-
za. Como veíamos en las zonas activas lineales, la percusión indirecta se
caracteriza por presentar alteraciones en la zona opuesta al filo activo,
donde se golpea con el percutor.
La percusión lanzada con elementos puntuales tiene sentido en acti-
vidades de caza o guerra. En estos casos, las piezas usadas tienen unas
características de morfología y tamaño derivadas de los imperativos del
lanzamiento y del enmangue. Serán piezas relativamente simétricas y de
tamaño mediano o pequeño.
Son significativos de esta actividad los desconchados aburilados o
las agrupaciones de esquirlamientos en las puntas, que sigan el eje de la
pieza. Además son comunes estas mismas asociaciones de desconchados
en las fracturas de las piezas productos del impacto (ilustraciones 3.1,
3.2, 3.3 y 3.4). También sirve de criterio de interpretación la presencia de
estrías paralelas al eje de la pieza (foto 9).
La percusión directa se puede emplear sobre diversas materias pero
también en caza, a modo de pica o puñal. Cuando se dedica a esta última
función, la diferencia con la percusión lanzada no es evidente.

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Ilustración 3.1.
Alteraciones producidas por el impacto en una punta de proyectil

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Ilustración 3.2.
Alteraciones producidas por el impacto en una punta de proyectil

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Ilustración 3.3.
Alteraciones producidas por el impacto en una punta de proyectil

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Ilustración 3.4.
Alteraciones producidas por el impacto en una punta de proyectil

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El reconocimiento de la materia trabajada en las actividades de per-
cusión con zonas activas puntuales es complicado, puesto que, en gene-
ral, las áreas pulidas que presentan características reconocibles de trama,
topografía y reticulación son pequeñas.
Podemos deducir, por las características del trabajo, que las labores
de percusión indirecta, a modo de cincel, sólo tienen sentido sobre ma-
terias duras y las acciones de percusión lanzada sólo se explican en
contextos de caza o guerra. Los trabajos con percusión directa son úti-
les en materias duras pero no se puede descartar su uso en materias
blandas.

3.3.2.2. Acciones de presión


Las actividades de presión con zonas activas puntuales pueden ser de
grabado o perforación.
Las características de la zona activa ayudan a establecer si la activi-
dad realizada fue la de perforación o grabado, ya que en la perforación se
han de utilizar puntas despejadas, que permitan la continuidad del traba-
jo. Esto no es necesario para grabar.
Las diferencias entre las dos actividades se reflejan en la disposición
de desconchados y zonas pulidas y en la dirección de las estrías. Debido
a que se forman patrones de huellas diferentes según el tipo de grabado o
el sentido de las perforaciones, resulta más útil pasar directamente al re-
conocimiento de la actividad particular.
En las acciones de perforar en un solo sentido los desconchados se
disponen en las caras pasivas y el pulido en las caras activas. En las ac-
ciones en dos sentidos, tanto desconchados como pulido se disponen en
todas las caras de la pieza.
Como hemos detallado en su lugar (ver ilustración 2.5, pág. 106), la
morfología de la pieza introduce modificaciones en este patrón. Cuando
la sección de la punta no es regular, en triángulo obtusángulo, son los fi-
los de ángulos más agudos los que realizan un mayor trabajo, y, por tan-
to, quedan más afectados por las huellas. En estos casos, los criterios
para reconocer las acciones de perforar en dos sentidos que se emplean
son la aparición de desconchado o pulido en los dos lados de una misma
arista o en las dos aristas de una misma faceta.
Las acciones de perforar tienen en común la presencia de estrías de
dirección variable, tanto perpendiculares como paralelas a las aristas.
Las acciones de grabar con una zona activa puntual son de dos tipos:
con una arista o con una faceta por delante.
Si la cara activa es una faceta, el pulido se dispone en ella y es más
desarrollado e invasivo hacia la punta. Por su parte, los desconchados

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aparecen en las caras pasivas. Si la cara activa y la arista trasera forman
un ángulo agudo, se puede crear en esta arista un desconchado aburilado.
En los casos en los que es la arista la que va delante, los desconcha-
dos y el pulido se sitúan sobre todo en el vértice de la cara pasiva.
La materia trabajada se reconoce a partir de los criterios señalados en
las zonas activas lineales excepto en las estimaciones de dureza a partir
de los desconchados. A causa de la diversidad de ángulos de filo y de di-
recciones de trabajo, los criterios basados en los atributos de los descon-
chados son de lectura compleja y finalmente se han abandonado.
En las acciones de perforación sobre materias duras, la alteración del
filo por desconchamiento es muy intensa. Esto causa en ocasiones que no
se produzcan zonas pulidas extensas en las piezas usadas por lo que el
reconocimiento de la materia trabajada específica es difícil. Los trabajos
sobre hueso, asta seca, madera seca y concha son los que provocan más a
menudo este fenómeno.

3.3.3. Zonas activas en bisel


La experimentación con este tipo de zonas activas se ha llevado a
cabo sólo en acciones de presión. Aunque existen referencias sobre el
uso de biseles como zona activa en percusión lanzada (Tixier, 1966) esto
ocurre en contextos distintos de los que estudiamos.
Entre las acciones de presión que realiza un buril se encuentran las
de perforar y grabar. Como ocurre en el caso de las zonas activas puntua-
les, resulta más cómodo exponer las características de las huellas de cada
tipo de acción de grabar o perforar.
La perforación con bisel exige el uso de buriles con facetas estrechas
y despejadas, de lo contrario, la perforación no sería eficaz.
En esta actividad la zona activa penetra en la materia trabajada, por
lo que se ven alteradas tanto las caras como las facetas en una distancia a
partir del bisel similar a la profundidad del agujero realizado en la mate-
ria trabajada.
Si el movimiento de giro es unidireccional se observará una clara
disposición diferencial de las superficies pulidas y de los desconchados
en las aristas del ápice. Los desconchados se situarán en una de las aris-
tas que delimitan cada una de las caras y facetas, mientras que en la otra
arista se dispondrá el pulido. Por ello, en las aristas observamos una dis-
posición alternante de desconchados y pulido.
En caso de movimientos bidireccionales todas las aristas tenderán a
quedar afectadas, tanto por los desconchados como por el pulido. Ade-
más de las aristas laterales, el propio bisel del buril también mostrará
desconchados y pulido en las dos facetas.

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En el caso de las acciones de grabado, existen dos variantes ya que el
bisel del buril puede ser movido longitudinal o transversalmente a la ma-
teria trabajada. En el movimiento longitudinal los desconchados y el pu-
lido aparecen en ambas facetas del buril, y, marginalmente, en la cara
ventral y dorsal de la pieza.
Si el movimiento ejercido con el buril es transversal, los descon-
chados se disponen en una de las facetas, en la no activa. Cuando el án-
gulo de ataque es recto, la extensión del pulido es parecida en las dos
facetas del buril, mientras que si es oblicuo, la zona pulida es más ex-
tensa en una de ellas. Esta será la faceta conductora en caso de trabajo
de materias duras y la conducida en caso de trabajo de materias de du-
reza media.
La dirección de las estrías, cuando se producen, ofrece un buen crite-
rio para reconocer movimientos longitudinales o transversales en el gra-
bado. En la mayor parte de los casos se orientan en el mismo sentido en
el que se movió el útil.
Los criterios para distinguir la materia trabajada son similares a las
expuestos para las acciones con zonas activas lineales.

3.4. Aplicación del proceso de inferencia

El reconocimiento del uso de piezas arqueológicas se basa en crite-


rios explícitos que permiten un conocimiento paulatino de la actividad y
la materia trabajada.
Los criterios que se emplean en el diagnóstico dependen en buena
medida del desarrollo de las huellas y del estado de conservación del ma-
terial lítico. Algunas actividades apenas dejan huellas, como el corte de
carne, por lo que quedarían infrarrepresentadas en los estudios de con-
juntos arqueológicos (van Gijn, en prensa).
El método de análisis funcional también presenta limitaciones en el
reconocimiento de las labores con un tiempo corto de desarrollo. Acep-
tando este inconveniente, es necesario señalar que dichos trabajos corres-
ponderían a labores esporádicas y poco planificadas, por lo que la impor-
tancia dentro de la economía del grupo sería secundaria.
En el análisis funcional de piezas arqueológicas se puede llegar a di-
versos niveles de interpretación, según el grado de definición de las hue-
llas de uso que presente la pieza:
1. El reconocimiento de las piezas usadas. La localización de un área
de la pieza con huellas atribuibles al uso permite señalar que una pieza
fue empleada. Si no existen criterios para avanzar en la deducción, se in-
dicará que la actividad realizada y la materia trabajada son desconocidas.

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Este nivel de deducción no es muy habitual ya que es difícil que un
conjunto de huellas se atribuyan al uso si no es posible relacionarlas con
alguna labor.
2. El tipo de movimiento desarrollado por el útil. En los resultados
arqueológicos no se emplean las descripciones analíticas diseñadas para
la experimentación, sino, con el fin de simplificar la transmisión de in-
formaciones, denominaciones de uso corriente:
—Cortar: actividad con zona activa lineal y movimiento del filo lon-
gitudinal.
—Raspar: actividad con zona activa lineal y movimiento del filo
transversal. No se consideran diferencias según ángulos por lo que
se recogen aquí también actividades que se han llamado en otros
lugares «alisar», «raer», «rebajar», etc.
—Grabar: actividad realizada con zona activa puntual o en bisel de
buril y con movimiento de traslación. En las actividades de grabar
se especifica el tipo de grabado cuando es posible.
—Perforar: actividad con zona activa puntual o en bisel de buril y
movimiento giratorio.
—En las actividades de percusión se mantienen las denominaciones
de percusión directa y percusión indirecta. En los casos de percu-
sión lanzada, hablamos de uso como punta de proyectil.
3. El reconocimiento de la materia trabajada. En primer lugar di-
ferenciaremos las materias blandas de las duras, sin que en alguno casos
podamos avanzar más en la identificación. Cuando sea posible se hará
referencia a la materia específica. Sin embargo, en algunos casos no dis-
ponemos de datos para decidir entre dos materias. Cuando ello suceda
señalaremos la doble posibilidad, por ejemplo, asta/hueso o piel/carne.
Para el caso de la piel, como ya hemos señalado anteriormente, distingui-
remos, cuando sea posible, el estado de la piel, diferenciando entre piel
fresca y piel seca.
No sólo se pueden contemplar diferencias en el nivel de precisión de
la inferencia sino también en su grado de fiabilidad. Por ello hemos esta-
blecido dos posibilidades.
Una inferencia es «probable» cuando alguno de los criterios no es
completamente coherente con la deducción propuesta pero existen otros
válidos, o cuando el número o la confianza de los criterios que se emplean
no es suficientemente alto. Las inferencias «probables» se representan
con un signo de interrogación («cortar?», «piel?»).
Si los criterios son abundantes, coherentes y con un alto grado de
confianza consideramos que la determinación es «segura» por lo que se
eliminará el signo de interrogación.

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4. La intensidad de uso. Este dato será abordado, en primer lugar, a
partir del grado de desarrollo del pulido, que como ha sucedido en las
piezas experimentales puede considerarse alto, medio o bajo.
La comparación del grado de desarrollo del pulido sólo se puede lle-
var a cabo entre piezas con las que se transforma la misma materia, ya
que la velocidad de desarrollo y grado de alteración de la superficie que-
da en relación estrecha con el tipo de materia trabajada.
Además del desarrollo del pulido, consideramos el número de zonas
activas por pieza, que será mayor cuanto más intenso sea el aprovecha-
miento de los útiles.
5. Reavivado y reutilización. El reavivado de útiles de piedra queda
constatado en numerosos contextos etnográficos (Osgood, 1940; Gallag-
her, 1977; Casamiquela, 1978; Brink, 1978; Bienenfeld, 1988).
Consideramos como indicios de reavivado la existencia de cortes
bruscos en la extensión del pulido a lo largo del filo retocado, resultado
de la eliminación de una parte de la zona activa original (Moss, 1983:41).
El análisis funcional permite, además, detectar usos de la misma
herramienta sobre diferentes materias, siempre que éstos no se hayan
desarrollado sobre la misma zona activa. En este último caso se pueden
producir diferentes circunstancias: si la materia trabajada en primer
lugar desarrolla huellas menos intensas que la segunda, las primeras
huellas quedarán prácticamente eliminadas. Si las dos materias crean hue-
llas en similar grado, o se actúa en segundo lugar sobre la materia que
genera huellas menos marcadas, el resultado será un pulido de inter-
pretación confusa, en el que será muy difícil identificar la doble utili-
zación.
De cualquier manera, los estudios funcionales desarrollados hasta la
fecha parecen indicar que en el final del Paleolítico Superior no es co-
rriente la reutilización del instrumental para modificar diferentes mate-
rias (Celerier y Moss, 1983: 99; Coqueugniot, 1983: 167; Keeley, disc.
Moss, 1983: 62), hecho que sí es más común a partir del Neolítico (Per-
les y Vaughan, 1983: 216-218).
6. Enmangamiento. Cuando el útil se emplea engastado en un mango
se crean fricciones entre ambos elementos que pueden llegar a alterar la
superficie silícea. Diversos autores han considerado que estas huellas
permiten reconstruir el enmangamiento (Cahen et al., 1979: 681; Wi-
niarska-Kabacinska, 1988; Symens, 1986: 219-220).
En nuestros experimentos con útiles enmangados hemos observado
que las huellas de enmangue son muy leves, por lo que pueden ser fácil-
mente confundibles con huellas tecnológicas o con las creadas por altera-
ciones postdeposicionales (Unger-Hamilton et al., 1987: 278-282; Juel-
Jensen, 1982: 325).

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Por tanto, hemos considerado como indicios que señalan la práctica
del enmangamiento la ausencia de huellas de uso en la zona supuesta-
mente protegida por el mango, el tamaño y regularidad de la pieza, la po-
sición del retoque o la estandarización de las formas.

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Apéndices

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Apéndice 1

Fotografías de huellas
en piezas experimentales

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Foto 1.
Serrar madera, 100X. Asociación de tramas: 1, abierta; 2, semicerrada;
3, cerrada; 4, compacta

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Foto 2.
Reticulación ancha. Pulido causado por el trabajo de madera de pino fresca,
a 200X. Topografías y tramas: 1, ondulada-cerrada; 2, ondulada semicerrada

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Foto 3.
Reticulación estrecha. Pulido causado por el trabajo de hueso remojado,
a 200X. Topografías y tramas: 1, lisa cerrada; 2, irregular cerrada

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Foto 4.
Topografía lisa. Pulido causado por el trabajo de piedra caliza, a 200X.
Topografías y tramas: 1, muy lisa compacta; 2, irregular cerrada

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Foto 5.
Topografía ondulada. Pulido causado por el trabajo de madera, a 200X.
Topografías y tramas: 1, ondulada compacta; 2, ondulada cerrada;
3, ondulada semicerrada

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Foto 6.
Topografía irregular, pulido causado por el trabajo de piel seca.
200X Topografías y tramas: 1, ondulada/irregular cerrada;
2, irregular semicerrada; 3, irregular abierta

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Foto 7.
Pulido en disposición lineal, producido por el raspado de madera, a 200X

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Foto 8.
Componentes lineales en zonas pulidas producidas por el serrado de hueso,
a 100X. Topografías y tramas: 1, lisa compacta; 2, irregular cerrada

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Foto 9.
Conjunto de estrías de fondo liso y de fondo oscuro producidas en el impacto
de una punta de proyectil. 100X

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Foto 10.
Estría con fondo en surcos generada al retocar
con percutor de piedra, a 400X

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Foto 11.
Pulido producido por el serrado de madera, a 100X. Topografías y tramas:
1, (lisa) ondulada compacta; 2, ondulada cerrada; 3, ondulada semicerrada

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Foto 12.
Pulido producido por el serrado de madera, a 100X. Topografías y tramas:
1, ondulada cerrada; 2, ondulada semicerrada; 3, ondulada abierta

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Foto 13.
Pulido aparecido en el raspado de hueso, a 200X. Topografías y tramas:
1, lisa compacta; 2, irregular cerrada

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Foto 14.
Pulido creado al raspar hueso, a 200X. Topografías y tramas:
1, lisa compacta; 2, irregular cerrada

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Foto 15.
Pulido producido por el raspado de asta remojada, a 200X.
Topografías y tramas: 1, lisa compacta; 2, lisa/ondulada cerrada

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Foto 16.
Pulido generado por raspar asta, 200X. Trama y topografía:
1, compacta lisa/ondulada; 2, cerrada lisa/ondulada; 3, semicerrada irregular

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Foto 17.
Pulido producido por raspado de piel seca, a 200X. Topografías y tramas:
1, ondulada/irregular cerrada; 2, irregular semicerrada; 3, irregular abierta

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Foto 18.
Pulido producido por el raspado de piel fresca, a 200X. Topografías y tramas:
1, irregular cerrada; 2, irregular semicerrada

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Foto 19.
Pulido producido por raspado de piel seca humedecida con añadido
de ocre, 100X. 1, zona pulida; obsérvese la abundancia de estrías

190

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Foto 20.
Pulido por raspado de piel seca humedecida con añadido de ocre, 100X.
Trama y topografía: 1, cerrada irregular; 2, semicerrada irregular

191

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Foto 21.
Pulido generado por el raspado de piel seca humedecida y ensebada
con añadido de ocre, 100X. Trama y topografía: 1, cerrada irregular;
2, semicerrada irregular; 3, abierta irregular

192

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Foto 22.
Pulido creado por raspado de piel seca humedecida y ensebada, 100X.
Trama y topografía: 1, cerrada irregular; 2, semicerrada irregular;
3, abierta irregular

193

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Foto 23.
Pulido creado por el raspado de piel seca con añadido de ocre. Trama y
topografía: 1, ondulada/irregular cerrada; 2, irregular semicerrada. 200X

194

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Foto 24.
Pulido creado por el raspado de asta humedecida, 200X. Trama y topografía:
1, compacta lisa/ondulada; 2, cerrada compacta; 3, semicerrada irregular

195

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Foto 25.
Pulido por raspado de asta humedecida localizado entre dos desconchados
de uso, 200X. Trama y topografía: 1, compacta lisa/ondulada;
2, cerrada ondulada; 3, irregular semicerrada

196

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Foto 26.
Pulido creado por el cortado de hierba verde, 200X. Trama y topografía:
1, ondulada cerrada; 2, ondulada semicerrada; 3, irregular abierta

197

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Foto 27.
Pulido creado por el corte de helechos, 200X. Trama y topografía:
1, cerrada ondulada; 2, semicerrada ondulada/irregular

198

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Foto 28.
Pulido creado por el raspado de hueso, 200X. Trama y topografía:
1, compacta lisa; cerrada irregular

199

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0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm

0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm

0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm

0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm 0,1 mm

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Apéndice 2

Lista de experimentos

Zonas activas lineales. Movimientos longitudinales

N.º Materia Estado Sílex Ang. filo Sent. Minutos Observaciones

001 Asta Humedecido Albardón 34 2 1 ... 10


002 Asta Humedecido Kurtzia 45 2 60
003 Asta Humedecido Albardón 27 2 05
004 Asta Natural Kurtzia 50 2 60
005 Cabra Albardón 43 1 20
006 Cabra Kurtzia 33 1 13
007 Cabra Kurtzia 35 1 30
008 Cabra Kurtzia 39 1 18
009 Cabra Kurtzia 55 1 10
010 Cabra Kurtzia 60 1 07
011 Cabra Kurtzia 66 1 05
012 Cabra Cocido Kurtzia 37 1 35
013 Cabra Cocido Kurtzia 51 1 24
014 Cabra Cocido Kurtzia 59 1 20
015 Carne Asado Kurtzia 36 1 60
016 Carne Fresco Kurtzia 24 1 60
017 Carne Fresco Kurtzia 28 1 60
018 Carne Seco Kurtzia 34 1 60
019 Gramíneas Fresco Kurtzia 35 1 60
020 Helechos Kurtzia 36 1 60
021 Hueso Humedecido Kurtzia 44 2 60
022 Hueso Natural Kurtzia 37 2 60
023 Hueso Remojado Albardón 43 2 1 ... 7
024 Hueso Remojado Albardón 54 2 1 ... 7
025 Mad. avellano Seco Kurtzia 40 2 1 ... 2

201

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(Continuación)

N.º Materia Estado Sílex Ang. filo Sent. Minutos Observaciones

026 Madera pino Fresco Kurtzia 65 2 1 ... 15


027 Madera pino Seco Kurtzia 42 2 60
028 Madera pino Fresco Kurtzia 29 2 60
029 Madera roble Fresco Kurtzia 30 2 60
030 Madera roble Seco Kurtzia 26 2 60
031 Madera roble Seco Albardón 24 2 03
032 Madera roble Humedecido Kurtzia 34 2 60
033 Mimbres Kurtzia 33 1 60
034 Pelo Kurtzia 37 1 60
035 Pescado Fresco Kurtzia 22 1 60
036 Piel Seco humed. Kurtzia 40 1 60
037 Piel Curtido Kurtzia 35 1 60
038 Piel Fresco Kurtzia 28 1 05
039 Piel Fresco Kurtzia 38 1 60
040 Piel Seco Kurtzia 33 1 02
041 Piel Seco Kurtzia 33 1 60
042 Piel Seco Kurtzia 57 1 03
043 Piel Seco humed. Albardón 31 1 1 ... 25
044 Piel Seco humed. Kurtzia 38 1 60

202

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Zonas activas lineales. Movimientos transversales

N.º Materia Estado Sílex Ang. filo Sent. Minutos Observaciones

045 Asta Humedecido Albardón 66 1 1 ... 10 Retocada


046 Asta Humedecido Kurtzia 31 2 60
047 Asta Humedecido Kurtzia 35 1 60
048 Asta Humedecido Kurtzia 76 1 1 ... 11 Retocada
049 Asta Humedecido Kurtzia 76 2 60
050 Asta Humedecido Kurtzia 82 1 60
051 Asta Humedecido Kurtzia 30 1 04
052 Asta Humedecido Albardón 26 1 03
053 Asta Natural Kurtzia 1000 1 60
054 Asta Natural Kurtzia 64 1 03
055 Asta Natural Kurtzia 82 1 05
056 Hueso Humedecido Kurtzia 50 2 60
057 Hueso Humedecido Kurtzia 42 2 03
058 Hueso Humedecido Kurtzia 41 2 05
059 Hueso Natural Kurtzia 29 2 60
060 Hueso Natural Kurtzia 48 1 60
061 Hueso Natural Kurtzia 64 1 17 Retocada
062 Hueso Natural Kurtzia 80 1 24 Retocada
063 Hueso Natural Kurtzia 90 1 60
064 Hueso Natural Kurtzia 98 2 60
065 Hueso Remojado Kurtzia 66 1 1 ... 10 Retocada
066 Mad. avellano Seco Albardón 74 1 10
067 Mad. avellano Seco Albardón 80 1 1 ... 35 Retocada
068 Mad. avellano Seco Kurtzia 39 1 03 Retocada
069 Madera boj Fresco Kurtzia 64 1 03 Retocada
070 Madera boj Fresco Kurtzia 58 1 04
071 Madera pino Fresco Albardón 84 1 1 ... 30 Retocada
072 Madera boj Fresco Kurtzia 82 1 04
073 Madera pino Fresco Kurtzia 22 1 60
074 Madera pino Fresco Kurtzia 82 1 1 ... 14 Retocada
075 Madera pino Quemado Kurtzia 40 2 60
076 Madera pino Seco Kurtzia 27 1 60
077 Madera roble Fresco Kurtzia 18 1 60
078 Madera roble Fresco Kurtzia 22 2 60
079 Madera roble Fresco Kurtzia 50 1 60
080 Madera roble Fresco Kurtzia 76 2 60
081 Madera roble Fresco Kurtzia 23 1 06
082 Madera roble Seco Kurtzia 52 2 60
083 Madera roble Seco humed. Kurtzia 35 1 60
084 Madera roble Seco humed. Kurtzia 38 2 60
085 Pescado Fresco Kurtzia 95 1 60 Descamar
086 Piel Kurtzia 1050 1 60

203

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(Continuación)

N.º Materia Estado Sílex Ang. filo Sent. Minutos Observaciones

087 Piel Fresco Kurtzia 66 1 25 Ret., enmangada


088 Piel Fresco Kurtzia 74 1 25 Ret., enmangada
089 Piel Fresco Kurtzia 75 1 60
090 Piel Fresco Kurtzia 91 2 60
091 Piel Humed. ensebada Kurtzia 83 1 23 Ret., enmangada
092 Piel Humed. ensebada Kurtzia 75 1 24 Ret., enman., ocre
093 Piel Humedecida Albardon 74 1 25 Ret., enmangada
094 Piel Seco Kurtzia 80 1 15 Ret., enman., ocre
095 Piel Seco Albardón 72 1 22 Ret., enmangada
096 Piel Seco Kurtzia 76 1 60
097 Piel Seco Kurtzia 94 2 60
098 Piel Seco humed. Albardón 79 1 20 Ret., enmangada
099 Piel Seco humed. Kurtzia 76 1 60
100 Piel Seco ensebado Kurtzia 88 1 16 Ret., enmangada
101 Piel Seco humed. Kurtzia 80 1 1 ... 24 Retocada
102 Piel Seco humed. Kurtzia 84 2 60
103 Piel Seco humed. Kurtzia 78 1 06 Ret., enman., pelo
104 Piel Seco Kurtzia 70 1 13 Retocada. Pelo
105 Piel Seco Kurtzia 79 1 25 Retocada. Pelo
106 Tendón Fresco Kurtzia 80 1 15 Retocada
107 Tendon Fresco Kurtzia 84 1 10 Retocada

Zonas activas lineales. Movimientos transversales. Ang. Ataque recto

N.º Materia Estado Sílex Ang. filo Sent. Minutos Observaciones

108 Asta Humedecido Kurtzia 77 2 60


109 Hueso Natural Kurtzia 90 2 60
110 Madera pino Seco humed. Kurtzia 75 2 60
111 Madera roble Fresco Kurtzia 67 2 60
112 Piel Fresco Kurtzia 94 2 60
113 Piel Seco Kurtzia 75 2 60
114 Piel Seco humed. Kurtzia 82 2 60

204

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Zonas activas lineales. Percusión

N.º Materia Estado Sílex Ang. filo Percu. Minutos Observaciones

115 Asta Natural Cucho 44 Direc. 10 seg.


116 Asta Natural Kurtzia 36 Indir. 60
117 Asta Humedecido Albardón 28 Direc. 05 Enmangada
118 Cabra Kurtzia 43 Direc. 20 Enmangada
119 Cabra Kurtzia 50 Direc. 10 Enmangada
120 Hueso Natural Kurtzia 27 Indir. 06
121 Hueso Natural Kurtzia 41 Indir. 05
122 Hueso Natural Kurtzia 42 Indir. 03
123 Hueso Natural Kurtzia 67 Indir. 03
124 Hueso Natural Kurtzia 70 Indir. 09
125 Hueso Natural Kurtzia 38 Indir. 13
126 Hueso Natural Kurtzia 25 Indir. 07
127 Hueso Natural Kurtzia 38 Indir. 06
128 Hueso Natural Kurtzia 40 Indir. 60
129 Hueso Remojado Albardón 67 Direc. 05 Enmangada
130 Mad. ciruelo Fresco Cucho 38 Direc. 30 seg.
131 Madera pino Fresco Kurtzia 50 Direc. 60
132 Madera roble Fresco Kurtzia 55 Direc. 60
133 Madera roble Fresco Kurtzia 29 Indir. 06
134 Madera roble Fresco Kurtzia 38-75 Direc. 60
135 Madera roble Fresco Kurtzia 58 Direc. 60
136 Madera roble Fresco Kurtzia 70 Indir. 07
137 Madera roble Seco Kurtzia 53 Direc. 60
138 Madera roble Seco Albardón 24 Direc. 03 Enmangada
139 Madera roble Seco humed. Kurtzia 52 Direc. 60
140 Madera haya Seco Albardón 63 Direc. 05 Enmangada
141 Tierra Kurtzia 21 Direc. 60

205

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Grabado

N.º Materia Estado Sílex Tipo grabado Minutos Observaciones

142 Arenisca Kurtzia A 60


143 Asta Humedecido Kurtzia D 60
144 Asta Humedecido Kurtzia D 1 ... 7 Retocada
145 Asta Humedecido Kurtzia B 60
146 Asta Humedecido Kurtzia A 60
147 Asta Humedecido Kurtzia A 45
148 Caliza Kurtzia D 60
149 Hueso Natural Kurtzia D 60
150 Hueso Natural Kurtzia D 08 Retocada
151 Hueso Natural Kurtzia B 60
152 Hueso Natural Kurtzia A 60
153 Hueso Remojado Kurtzia D 1 ... 20 Retocada
154 Hueso Remojado Kurtzia B 30
155 Mad. avellano Seco Albardón C 1 ... 25 Retocada
156 Madera pino Fresco Albardón D 1 ... 30 Retocada
157 Madera pino Seco Kurtzia B 60
158 Madera roble Fresco Kurtzia D 60
159 Madera roble Fresco Kurtzia B 60
160 Madera roble Fresco Kurtzia A 60
161 Madera roble Seco humed. Kurtzia B 10
162 Madera roble Seco humed. Kurtzia A 20
163 Piel Curtido Kurtzia D 60
164 Pizarra Kurtzia C 60
165 Pizarra Kurtzia B 60
166 Pizarra Kurtzia A 60

206

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Perforación

N.º Materia Estado Sílex Sent. Minutos Observaciones

167 Asta Humedecido Kurtzia 1 60


168 Asta Humedecido Kurtzia 2 1 ... 15 Retocada
169 Asta Humedecido Kurtzia 2 60
170 Asta Natural Kurtzia 2 60
171 Concha Kurtzia 2 60
172 Concha Kurtzia 2 60
173 Hueso Humedecido Kurtzia 2 60
174 Hueso Natural Kurtzia 1 60
175 Hueso Natural Kurtzia 2 60
176 Hueso Remojado Albardón 2 1 ... 25 Retocada
177 Mad. avellano Seco Kurtzia 2 1 ... 10 Retocada
178 Madera pino Fresco Kurtzia 2 60
179 Madera pino Fresco Kurtzia 2 1 ... 7 Retocada
180 Madera pino Seco Kurtzia 2 60
181 Madera roble Fresco Kurtzia 1 60
182 Madera roble Fresco Kurtzia 2 60
183 Madera roble Seco Kurtzia 2 60
184 Madera roble Seco humed. Kurtzia 2 60
185 Piel Seco humed. Kurtzia 2 60
186 Piel Curtido Kurtzia 2 60
187 Piel Curtido Albardón 1 08
188 Piel Curtido Albardón 1 15
189 Piel Fresco Kurtzia 2 60
190 Piel Seco Kurtzia 2 60
191 Piel Seco humed. Albardón 2 1 ... 25 Retocada
192 Piel Seco humed. Kurtzia 2 60

207

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N.º Tipo punta Tipo arma Enmangue Tipo Sílex N.º tiros

193 Lam. apuntada Pica 1 Kurtzia 9


194 Lam. apuntada Pica 1 Kurtzia 9
195 Lam. apuntada Pica 1 Kurtzia 7
196 Lam. apuntada Pica 1 Kurtzia 8
197 Lam. apuntada Pica 1 Kurtzia 3
198 Lam. apuntada Jabalina 1 Kurtzia 5
199 Lam. apuntada Jabalina 1 Kurtzia 6
200 Lam. apuntada Jabalina 1 Kurtzia 2
201 Lam. apuntada Jabalina 1 Kurtzia 8
202 Lam. apuntada Jabalina 1 Kurtzia 2
203 De dorso Flecha 1 Kurtzia 3
204 De dorso Flecha 1 Kurtzia 3
205 De dorso Flecha 1 Kurtzia 1
206 De dorso Flecha 1 Kurtzia 1
207 De dorso Flecha 1 Kurtzia 1
208 De dorso Flecha 1 Kurtzia 2
209 De dorso Flecha 1 Kurtzia 2
210 De dorso Flecha 1 Kurtzia 2
211 De dorso Flecha 1 Kurtzia 1
212 De dorso Flecha 1 Kurtzia 2
213 De dorso Flecha 2 Kurtzia 2
214 De dorso Flecha 2 Kurtzia 2
215 De dorso Flecha 2 Kurtzia 3
216 De dorso Flecha 2 Kurtzia 3
217 De dorso Flecha 2 Kurtzia 3
218 De dorso Flecha 2 Kurtzia 2
219 De dorso Flecha 2 Kurtzia 1
220 De dorso Flecha 2 Kurtzia 3
221 De dorso Flecha 2 Kurtzia 2
222 De dorso Flecha 2 Kurtzia 1
223 De dorso Pica 1 Kurtzia 2
224 De dorso Pica 1 Kurtzia 1
225 De dorso Pica 1 Albardón 3
226 De dorso Pica 1 Kurtzia 1
227 De dorso Pica 1 Kurtzia 1
228 De dorso Jabalina 1 Kurtzia 2
229 De dorso Jabalina 1 Kurtzia 1
230 De dorso Jabalina 1 Kurtzia 1
231 De dorso Jabalina 1 Albardón 1
232 De dorso Jabalina 1 Kurtzia 2
233 De dorso Pica 2 Kurtzia 3
234 De dorso Pica 2 Kurtzia 3
235 De dorso Pica 2 Kurtzia 3

208

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(Continuación)

N.º Tipo punta Tipo arma Enmangue Tipo Sílex N.º tiros

236 De dorso Pica 2 Kurtzia 3


237 De dorso Pica 2 Albardón 3
238 De dorso Jabalina 2 Kurtzia 1
239 De dorso Jabalina 2 Kurtzia 3
240 De dorso Jabalina 2 Kurtzia 3
241 De dorso Jabalina 2 Kurtzia 1
242 De dorso Jabalina 2 Kurtzia 3
243 Lam. de dorso Barba 3 Kurtzia 3
244 Lam. de dorso Barba 3 Kurtzia 3

209

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Apéndice 3

Planos de zonas activas


en piezas experimentales

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212
Materia: Madera de roble
Estado: Fresco
Angulo del filo: 30°

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Plano 1
CARA A

Materia: Madera de roble


Estado: Fresco
Angulo del filo: 18°
CARA B

Cara A, de menor contacto

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Cara B, de mayor contacto

213
Plano 2
214
CARA A
Materia: Madera de roble
Estado: Fresco
Angulo del filo: 22°
CARA B

Cara A, de menor contacto

Cara B, de mayor contacto

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Plano 3
Materia: Madera de roble
Estado: Fresco
Angulo del filo: 67°

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215
Plano 4
216
CARA A

Materia: Madera de roble


Estado: Fresco
Angulo del filo: 50°
CARA B

Cara A, de menor contacto

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Cara B, de mayor contacto

Plano 5
CARA A

Materia: Madera de roble


Estado: Fresco
Angulo del filo: 76°
CARA B

Cara A, de menor contacto

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Cara B, de mayor contacto

217
Plano 6
218
CARA A

Materia: Madera de roble


Estado: Fresco

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Cara A

Plano 7
FACETA A

Materia: Madera de roble


Estado: Fresco

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Faceta A

219
Plano 8
220
CARA A

Materia: Madera de roble


Estado: Fresco

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Cara A

Plano 9
Materia: Madera de roble
Estado: Fresco

Plano 10

221

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222
Materia: Madera de roble
Estado: Fresco
Angulo del filo: 58°

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Plano 11
Materia: Madera de roble
Estado: Fresco
Angulo del filo: 25°

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223
Plano 12
224
CARA A

Materia: Madera de roble


Estado: Fresco
CARA B Angulo del filo: 52°

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Plano 13
Materia: Madera de roble
Estado: Seco

Plano 14

225

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226
Materia: Madera de roble
Estado: Seco
Angulo del filo: 53°

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Plano 15
Materia: Madera de roble
Estado: Seco humedecido
Angulo del filo: 34°

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227
Plano 16
228
CARA A

Materia: Madera de roble


CARA B Estado: Seco humedecido
Angulo del filo: 38°

Cara A, de menor contacto

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Cara B, de mayor contacto

Plano 17
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Materia: Madera de roble
Estado: Seco humedecido

229
Plano 18
230
Materia: Madera de roble
Estado: Seco
Angulo del filo: 52°

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Plano 19
CARA A

Materia: Madera de roble


Estado: Seco humedecido
CARA B Angulo del filo: 35°

Cara A, de menor contacto

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Cara B, de mayor contacto

231
Plano 20
232
Materia: Madera de pino
Estado: Fresco
Angulo del filo: 29°

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Plano 21
CARA A

Materia: Madera de pino


Estado: Fresco
Angulo del filo: 22°

CARA B

Cara A, de menor contacto

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Cara B, de mayor contacto

233
Plano 22
Materia: Madera de pino
Estado: Fresco

Plano 23

234

© Universidad de Deusto - ISBN 978-84-9830-864-8


Materia: Madera de pino
Estado: Fresco
Angulo del filo: 50°

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235
Plano 24
236
Materia: Madera de pino
Estado: Fresco
Angulo del filo: 42°

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Plano 25
CARA A

Materia: Madera de pino


Estado: Seco
CARA B Angulo del filo: 27°

Cara A, de menor contacto

© Universidad de Deusto - ISBN 978-84-9830-864-8


Cara B, de mayor contacto

237
Plano 26
238
CARA A

Materia: Madera de pino


Estado: Seco

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Cara A

Plano 27
CARA A

Materia: Madera de pino


Estado: Quemado
Angulo del filo: 40°
CARA B

Cara A, de menor contacto

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Cara B, de mayor contacto

239
Plano 28
240
FACETA A

Faceta A

Materia: Madera de boj


Estado: Remojado

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Plano 29
Materia: Hueso
Estado: Fresco
Angulo del filo: 37°

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241
Plano 30
242
CARA A

Materia: Hueso
Estado: Fresco
Angulo del filo: 48°
CARA B

Cara A, de menor contacto

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Cara B, de mayor contacto

Plano 31
CARA A

Materia: Hueso
Estado: Fresco
Angulo del filo: 29°
CARA B

Cara A, de menor contacto

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Cara B, de mayor contacto

243
Plano 32
244
Materia: Hueso
Estado: Fresco
Angulo del filo: 90°

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Plano 33
Materia: Hueso
Estado: Fresco
CARA A

Plano 34
Cara A

245

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246
FACETA A

Materia: Hueso
Estado: Fresco

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Faceta A

Plano 35
Materia: Hueso
Estado: Fresco
CARA A

Plano 36
Cara A

247

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Materia: Hueso
Estado: Fresco

Plano 37

248

© Universidad de Deusto - ISBN 978-84-9830-864-8


Materia: Hueso
Estado: Fresco

Plano 38

249

© Universidad de Deusto - ISBN 978-84-9830-864-8


250
Materia: Hueso
Estado: Fresco
Angulo del filo: 40°

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Plano 39
Materia: Hueso
Estado: Humedecido
Angulo del filo: 44°

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251
Plano 40
252
CARA A

Materia: Hueso
Estado: Humedecido
Angulo del filo: 50°

CARA B

Cara A, de menor contacto

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Cara B, de mayor contacto

Plano 41
Estado: Remojado
Materia: Hueso

Plano 42

253

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Estado: Remojado
Materia: Hueso

Plano 43

254

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Materia: Asta
Estado: Humedecido
Angulo del filo: 45°

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255
Plano 44
256
CARA A

Materia: Asta
Estado: Humedecido
Angulo del filo: 35°

CARA B

Cara A, de menor contacto

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Cara B, de mayor contacto

Plano 45
CARA A

Materia: Asta
Estado: Humedecido
Angulo del filo: 31°
CARA B

Cara A, de menor contacto

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Cara B, de mayor contacto

257
Plano 46
258
Materia: Asta
Estado: Humedecido
Angulo del filo: 77°

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Plano 47
CARA A

Materia: Asta
Estado: Humedecido
Angulo del filo: 82°

CARA B

Cara A, de menor contacto

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Cara B, de mayor contacto

259
Plano 48
260
CARA A

Materia: Asta
Estado: Humedecido
Angulo del filo: 76°
CARA B

Cara A, de menor contacto

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Cara B, de mayor contacto

Plano 49
Estado: Remojado
Materia: Asta
CARA A

Plano 50
Cara A

261

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262
FACETA A

Materia: Asta
Estado: Remojado

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Faceta A

Plano 51
Estado: Remojado
Materia: Asta
CARA A

Plano 52
Cara A

263

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Estado: Remojado
Materia: Asta

Plano 53

264

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Estado: Remojado
Materia: Asta

Plano 54

265

© Universidad de Deusto - ISBN 978-84-9830-864-8


266
Materia: Asta
Estado: Seco
Angulo del filo: 50°

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Plano 55
CARA A

Materia: Asta
Estado: Seco
Angulo del filo: 100°
CARA B

Cara A, de menor contacto

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Cara B, de mayor contacto

267
Plano 56
Materia: Asta
Estado: Seco

Plano 57

268

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Materia: Asta
Estado: Seco
Angulo del filo: 36°

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269
Plano 58
Estado: Remojado
Materia: Asta

Plano 59

270

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FACETA A

Faceta A

Materia: Asta

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Estado: Remojado

271
Plano 60
272
Materia: Piel
Estado: Fresco
Angulo del filo: 94°

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Plano 61
Estado: Fresco
Materia: Piel

Plano 62

273

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274
Materia: Piel
Estado: Seco
Angulo del filo: 33°

© Universidad de Deusto - ISBN 978-84-9830-864-8


Plano 63
Materia: Piel
Estado: Seco
Angulo del filo: 90°

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275
Plano 64
276
Cara A, de menor contacto

CARA A

CARA B

Materia: Piel
Estado: Seco
Angulo del filo: 76°

© Universidad de Deusto - ISBN 978-84-9830-864-8


Cara B, de mayor contacto

Plano 65
Materia: Piel
Estado: Seco
Angulo del filo: 94°
CARA A

CARA B

Cara A, de menor contacto

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Cara B, de mayor contacto

277
Plano 66
Estado: Seco
Materia: Piel

Plano 67

278

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Materia: Piel
Estado: Seco humedecido
Angulo del filo: 40°

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279
Plano 68
280
Materia: Piel
Estado: Seco humedecido
CARA A Angulo del filo: 105°

CARA B

Cara A, de menor contacto

Cara B, de mayor contacto

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Plano 69
Estado: Seco humedecido
Materia: Piel

Plano 70

281

© Universidad de Deusto - ISBN 978-84-9830-864-8


282
Materia: Piel
Estado: Seco humedecido
Angulo del filo: 82°

© Universidad de Deusto - ISBN 978-84-9830-864-8


Plano 71
Materia: Piel
Estado: Seco humedecido
CARA A Angulo del filo: 76°

CARA B

Cara A, de menor contacto

© Universidad de Deusto - ISBN 978-84-9830-864-8


Cara B, de mayor contacto

283
Plano 72
284
Materia: Piel
CARA A
Estado: Seco humedecido
Angulo del filo: 84°

CARA B

Cara A, de menor contacto

© Universidad de Deusto - ISBN 978-84-9830-864-8


Cara B, de mayor contacto

Plano 73
CARA A

Materia: Piel curada

© Universidad de Deusto - ISBN 978-84-9830-864-8


Estado: Seco

Cara A

285
Plano 74
286
Materia: Gramíneas
Estado: Fresco
Angulo del filo: 35°

© Universidad de Deusto - ISBN 978-84-9830-864-8


Plano 75
Materia: Helechos
Estado: Fresco
Angulo del filo: 36°

© Universidad de Deusto - ISBN 978-84-9830-864-8


287
Plano 76
288
CARA A

Materia: Piedra arenisca


Estado: Seco

© Universidad de Deusto - ISBN 978-84-9830-864-8


Cara A

Plano 77
FACETA A
Faceta A

© Universidad de Deusto - ISBN 978-84-9830-864-8


Materia: Piedra pizarra
Estado: Seco

289
Plano 78
Materia: Piedra pizarra
Estado: Seco
FACETA A

Plano 79

290

© Universidad de Deusto - ISBN 978-84-9830-864-8


CARA A

Materia: Piedra pizarra


Estado: Seco

© Universidad de Deusto - ISBN 978-84-9830-864-8


Cara A

291
Plano 80
Materia: Concha
Estado: Seco

Plano 81

292

© Universidad de Deusto - ISBN 978-84-9830-864-8


Materia: Concha
Estado: Seco

Plano 82

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Jesús Emilio González Urquijo / Juan José Ibáñez Estévez
Metodología de análisis
funcional de instrumentos tallados en silex
En este libro se recoge una metodología para el análisis de la función
de las herramientas prehistóricas talladas en sílex. Después de realizar
una valoración de las aportaciones sobre el tema desarrolladas hasta la
fecha, se elabora un programa de experimentación en el que se
reproducen los diversos trabajos que se pudieron llevar a cabo con
utensilios de piedra en época prehistórica. A partir de las piezas
experimentales se describen las huellas de uso sobre los filos activos
que resultan de cada una de las labores. Los atributos considerados
significativos, una vez especificados, son agrupados dentro de un
sistema de decisiones que permite abordar de forma sistemática y
coherente el análisis funcional de los útiles prehistóricos.

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