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Melo oltre] a= MU ATOM AM Mo MoU Melee Ke(="e( TUR oU eoMolel OMe ocurre en la Plaza Caicedo. Muchas personas llaman su atencién pero hay Mens ected Ream miect CM ean Cn: ee eae cen st llas, quien misteriosamente escoge a sus compradores y en el momento Pence emul cuclea tke Menten tecai) TRCN inca RSMeNecnr iC eRe cee tari eos Pee eet acceler bec kee hace: rigged [peta] ok (0M org SoHo Albeiro Echavarria. Colombiano, periodista y escritor de literatura infantil NA eRe melee Rested tera ee oreo stereos] Sette eee Ret Un eM Te Neen coe Secters Premios de Literatura Infantil y Juvenil, Su libro El manuscrito de Fermat o El Ceres eRe eRe acne t keoke Nel mene Re} Perot ers Ree ess Ree R UN aod seek saeTg SO NA enn Sealer oMet now mae eome tN een RNa en Mae Reel et stoic er als sin olvidar la realidad, Pero lo que busca con sus obras es que sus lectores Solel an el oak saucer KGEOR > Ki >. El vendedor de sombrillas Albeiro Echavarria UES ee ellel alae kde) Albeiro Echavarria llustraciones Jenny Moreno A Gladys Echavarria, una mujer valiente y luchadora, Debajo de la palma mas alta de la plaza de Caicedo se instalaba todas las tardes Maximiliano Cortez. Lo que al joven le faltaba en gracia —a excepcién del lunar coqueto que tena cerca de la nariz— le sobraba en simpatia. Era de gran corazon y duefio de una imaginaci6n que superaba con creces el tamafio de su larguirucho y escudlido cuerpo. A juzgar por su extrema delgadez, debia soportar penurias. Aunque por su cara —teflexiva y a veces picarona— podria uno pensar que se trataba de un comediante. El caso es que Maximiliano Cortez era un vendedor de sombrillas. Y fuera que cayeran torrenciales aguaceros. 0 se derritiera el pavimento de tanto calor, Maximiliano siempre tenia una excusa para vender sus sombrillas. —Cémprame esta sombrilla y no te faltaré una sonrisa —decfa al paso de un sefor malencaraco. —Cémprame esta sombrilla y seras duefia de tu propia villa —auguraba cuando vefa cerca a una sefiora con aspecto de no tener ni para el desayuno. Algunas personas a las que él ofrecia sus sombrillas no parecian hecerle caso, pero antes de salir de la plaza lo pensaban dos veces y terminaban por devolverse —como el sefior mal. encarado— 0 regresaban més tarde con los cinco mil pesos que costaba la sombrilla, para el caso de la sefiora desplatada. En una esquina de la plaza Caicedo vivia Juana Corrales, en un edificio tan estrecho que habia que caminar de lado para pasar de la cocina a la alcoba y de la alcoba al bafio. Después de hacer sus tareas en completa soledad porque su madre permanecia pocas veces en casa, Juana se instalaba en la ventana y lo observaba todo mientras Vampiro —un gato que odiaba salir a la calle—ronroneaba a su lado. ©) Casi nada escapaba al escrutinio que hacia Juana Corrales de lo que acontecia en la plaza Caicedo: la nifia que lloraba porque el viento le habia robado. una bomba; la sefiora que vendia agua bendita; las dos sefioras que discutian —siempre los martes— en presencia de un policia de bolillo fosforescente; la misteriosa sefiora vestida de negro que pasaba todos los dias en tacones altos y con guantes hasta los codos arrastrando un costal en cuyo interior algo se movia, 0 la pareja de enamorados que se vefan a las cuatro al pie de una fuente sin agua para darse un beso que duraba exactamente cinco minutos. Juana habia visto de todo en la plaza, desde nifios que robaban carteras hasta ancianos que repartian bendiciones. Pero lo que mantenia su mente ocupada era la extraia actitud del vendedor de sombrillas, en el cual repar6 desde el mismo dia en que lo vio aparecer en la plaza. Lo que mas llamé su atencién fue que ninguna de las personas a las que Maximiliano se dirigia dejaba de comprar la sombrilla, y que cuando pagaban Maximiliano les hablaba al oido ¢Qué les decia? Vaya uno a saberlo! Un dia Juana no soporté tanto misterio. Bajé a la plaza y se escondi6 detras de un arbol, cerca de la palma donde estaba Maximiliano. A esa hora ya el joven habia vendido una sombrilla. Al paso de un sefior barrig6n, Maximiliano dijo: —Comprame esta sombrilla y tendras una mujer de maravilla. (ae 10 oe Al rato, cuando tropezé con éluna sefiora que se limpiaba las lagrimas con una servilleta, Maximiliano exclam6: —Cémprame esta sombrilla y nadie te moverd de la silla. Por més esfuerzo que hizo, Juana no pudo escuchar lo que Maximiliano le dijo a esas personas al oido después de que compraban las sombrillas, pero ella se imagin6 que era algun formula secreta para que funcionara el conjuro. » ALotro dia volvié a espiar detras del arbol y hasta se aproximé a la palma, parando el odo cuando Maximiliano le vendia la sombrilla a una monja de habito amarillo Nada pudo escuchar! Entonces, Juana esper6 hasta que vendiera la Ultima sombrilla y decidié seguir a Maximiliano hasta su Casa para ver si descubria algo. Al llegar a la calle de La Escopeta, el vendedor de sombrillas desaparecié como por arte de magia. A Juana le dio miedo y corrid para su casa. Ese dia Juana Corrales le pidid a su madre que le diera cinco mil pesos para comprarle una sombrilla al muchacho que se hacia debajo de la palma. A su madre le parecié que era un capricho y le respondié que tal vez —si es que entonces tenia dinero— se la regalaria en el cumpleafios. Como para ese dia faltaban once meses, Juana empezo a ahorrar de sus mesadas hasta que complet los cinco mil pesos. Un dia de Abril Juana esperé a que Maximiliano vendiera una sombrilla a un joven que tenia cara de anciano y mirada de preocupacion. —Céomprame esta sombrilla y pronto viajards a Sevilla— habia dicho Maximiliano. Juana esperé un buen rato y después se acercé al vendedor. Este permanecié quieto como la estatua de Joaquin Caicedo en mitad de la plaza. Juana se alejé y volvié a pasar en frente de él como hacian las demas personas jNada! jMaximiliano no le ofrecia sus sombrillas! Entonces Juana se acerco enojada y le pidi6 que le vendiera una sombrilla. Maximiliano la miré con dulzura pero no dijo ni mu. Ofendida, Juana se fue para su casa y se puso a llorar. Un tiempo después —como a los quince dias— cay6 un aguacero que inund6 muchas calles. Su madre, que siempre llegaba alrededor de las seis, tardé mucho en aparecer. Juana pensé que algo malo le habia ocurrido. Muerta de la angustia, se sent6 en la cama a esperar. Cuando dejé de llover, a la una de la madrugada, sintié que se abria la puerta. Magdalena llegé tiritando, mojada de pies a cabeza, con un tinte verde que le cubria toda la cara, y con unos alambres en la mano. De inmediato Juana se dio cuenta de que algo extrafio le habia ocurrido. Su madre se secé el cuerpo, se cambi6 de ropa y puso a calentar una buena porci6n de café. Cuando ya estuvo comoda y le volvid. el calor a todo el cuerpo, Magdalena se senté a su lado y le dijo: —Vas a creer que estoy loca. Ayer, después del almuerzo, se me hizo tarde para ir al trabajo. Atravesé la plaza para alcanzar un taxi al otro lado de la calle. De pronto escuché que ese muchacho, el que vende las sombrillas, se dirigia a mi. Lo miré y me dijo: —Cémprame esta sombrilla y hards feliz a tu nifia. Lo dijo de una manera tan especial, tan convincente, que no sé cémo explicar. El caso es que, a pesar del afan que llevaba, me dio el impulso de comprarla para traértela de sorpresa. Saqué los cinco mil pesos que él me dijo que costaba y entonces me dijo al ofdo: —Debes abrirla en el proximo aguacero; pase lo que pase debes caminar con la sombrilla abierta hasta que pase el chaparron. Camina y no te detengas; entonces se cumplira mi promesa. &) Yo cogi la sombrilla y me la Llevé para la oficina. @Viste que hoy empez6 a llover como a las tres? Pues apenas cayeron las primeras gotas le pedi permiso a mi jefe y sali a la calle. Abri la sombrilla y éSabes lo que ocurri6? La sombrilla empez6 a derretirse jEra de papel! Recordé entonces lo que me habia dicho ese muchacho: “pase lo que pase debes caminar con la sombrilla abierta hasta que pase el chaparrén”. Entonces segui caminando.Y eso es lo que he hecho toda la tarde y toda la noche. He caminado por la ciudad como una loca, sosteniendo estos alambres hasta hace poco que escampo. —2Y eso fue todo? —pregunté Juana —No, eso no es todo. ¢Sabes una cosa? No habia caminado bajo la lluvia desde que era una nifia. 8} Hi C Fue muy extrafio sentir el agua corriendoa borbotones por mis mejillas y ver como mi ropa se iba haciendo més pesada a medida que pasaban las horas. Me miré en una vitrina y vi que mi rostro estaba cubierto de ese tinte verde. ¢Ves que todavia no se me quita del todo? No me sentia cansada; no tenia rabia, tampoco me parecia que estuviera haciendo una locura: jEstaba feliz! {Sime hubieras visto saltando sobre los charcos! jSi me hubieras visto arrimandome a un bajante de agua para mojarme mas de lo que estaba! ¢Sabes qué pensé mientras daba vueltas y vueltas por ahi? Que tengo que ser muy boba para creer que una lluvia pueda matarme de una pulmonia jDe lo que me he perdido todo este tiempo por achacosa! Ahi se quedaron las dos hablando un buen rato. Riendo y contaéndose cosas como nunca lo habfan hecho. A la semana siguiente Magdalena cambié de trabajo. Encontré uno de medio: tiempo jY hasta le pagaban mejor! De esa manera le quedaron las tardes libres para dedicarselas por completo a su hija Juana. La nifia fue un dia a darle las gracias a Maximiliano pero cuando llego a la plaza, éste ya se iba. Corrié detras de él pero no pudo darle alcance. Al llegar a la calle de La Escopeta, pudo observar que Maximiliano desaparecia por un hueco abierto en la base de una pared de bahareque. Juana decidié seguirle los pasos a Maximiliano. PNG Lime aI Toole -laTecol lace McA Me LAC gM ALON 2 oscuro que desembocaba en un callején maloliente, (leno de pordioseros. Juana vio a Maximiliano cuando éste se acercaba a una fogata y se ponia a conversar con una sefiora de gorro azul y vestido color mugre. Juana corrid hacia él y lo abraz6. —{Qué haces aqui, muchacha? —pregunt6 Maximiliano, sorprendido de ver a la niha— Este no MULAN Uta oLeleom am Cclanesmm cca on- UU Rec 1-]} Los dos salieron a la calle de La Escopeta, Suni altel aS) plaza, Juana le pregunté: pe AC Cio Me(U MUNA CEM ella nar- Lacie Cpr sore eel UE CER S STURN IO Lola) Cok —

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