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CULTURA Y ESPECTÁCULOS

02 de agosto de 2018
Mentes poderosas, de Jennifer Yuh

Fugas y romances
Por Ezequiel Boetti
Es cierto que el cine escribe su suerte en la pantalla, pero da la sensación que de todas las películas que
podrían haberse desarrollado sobre la base de Mentes poderosas, las cabezas creativas eligieron la menos
interesante y riesgosa, la más segura y trillada. El de la surcoreana radicada en Estados Unidos Jennifer Yuh
Nelson –directora de las últimas dos Kung Fu Panda– es uno de esos films que quiere abarcar mucho pero
termina apretando poco, síntoma inequívoco de su carácter introductorio a un universo que, en caso de los
números de taquilla respondan, podría expandirse por un buen rato. Esto porque se trata de la adaptación del
primer libro de la saga Darkest Minds, escrita por Alexandra Bracken y que hace un par de días sumó su
¡sexto! título al hemisferio norte. Ese origen literario es indisimulable por varios motivos… y ninguno bueno. 
El primero es que tropieza con la misma piedra que nueve de cada diez adaptaciones de libros pensados
para lo que los norteamericanos llaman Young Adult (jóvenes adultos): incluir una historia romántica a como
dé lugar, incluso en un contexto donde todos los agonistas son buscados por el gobierno para exterminarlos.
Sin padres, sin casa, sin futuro, sin saber cómo ni por qué pasó lo que pasó y con medio ejército detrás, Ruby
(Amandla Stenberg) y Liam (Harris Dickinson) pasan unas horas juntos, se salvan mutuamente y por
supuesto se enamoran. Antes hay una larga secuencia introductoria que plantea las coordenadas de este
relato en particular y de la saga en general. Seis años atrás, algo ocurrió y mató de muerte súbita al 98 por
ciento de los chicos del mundo. Que no se sepa muy bien qué pasó es un enigma que la película mantiene
irresuelto porque a) los guionistas se olvidaron ese pequeño detalle o b) porque se develará en alguna(s)
próxima(s) entrega(s). La cuestión es que los pocos que sobrevivieron lo hicieron gracias a las virtudes
mentales del título.
Reclutados con violencia por el gobierno (un fusilamiento de chicos de espaldas es la única incorrección
política que se permite el film), los sobrevivientes son aislados en campos de concentración y divididos según
el alcance de sus poderes. Los más “débiles” son los verdes, que son muy inteligentes pero no representan
peligro. El problema son los rojos y naranjas, a quienes hay que eliminar porque, por lo que se ve, pueden
hacer cualquier cosa, desde mover objetos con la mente hasta manipular pensamientos ajenos. A este último
grupo pertenece Ruby, que escapa y vuelve a escapar. Y las cosas se complican todavía más. Escapes y
complicaciones: a eso se reduce Mentes poderosas, una película que prefiere la peripecia antes que el
desarrollo, el movimiento gratuito en lugar del desplazamiento articulado y coherente de los personajes.
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Crítica de "Mentes poderosas": Una de
jóvenes vs. adultos
La conjunción de elementos presumiblemente preferidos de los adolescentes no funcionó.

Amandla Stenberg (tercera desde la izquierda) ya había trabajado en "Los juegos del hambre". Y aquí es la protagonista. FOTO: FOX

En esta película se nota, más que en otras, el hilado de la trama. Y también la intención, sana, de que confluyan distintos
elementos que han tenido éxito probado, pero por separado.

Por un lado está la novela The Darkest Minds, la más exitosa de Alexandra Bracken, con el público adolescente en la
mira. Uno de los productores es Shawn Levy, de Stranger Things, la serie de Netflix que arrasa en ese mismo target.
Sumemos que la protagonista es Amandla Stenberg, o Rue, la niña afroamericana del Distrito 11 de la adaptación
cinematográfica de Los juegos del hambre.
El asunto es que algo no terminó de cuajar, y Mentes poderosas es un híbrido. Porque no emociona cuando debería, no
siempre entretiene ni mantiene el interés por la suerte de estos niños con poderes a-lo X-Men.
Veamos. En un futuro no muy lejano, una terrible enfermedad termina con la vida del 98% de los niños. Ciertos
adolescentes han desarrollado capacidades cognitivas (y de otro tipo) de manera misteriosa. Por ello el Gobierno –al
mejor estilo Los juegos del hambre- decide intervenir. ¿Cómo? Encarcelándolos y confinándolos en suerte de campos de
-eufemismo- rehabilitación. A Ruby, la protagonista, no le dan el color que simboliza la máxima peligrosidad -no
adelantaremos cómo ni por qué-, logra escapar y se une a otro grupo de fugitivos. Los perseguirá La Liga, y también lo
harán cazarrecompensas.

Lo que se busca aquí es un refugio. Eso, primero. Luego, cuando adviertan que los adultos son más que una amenaza, los
jóvenes querrán alterar ese orden establecido y tomar el control.
¿Cómo no iba a triunfar una idea sosteniéndola sobre estos pilares, con los adolescentes superando a sus mayores?
La directora Jennifer Yuh Nelson, que hasta ahora había trabajado realizando largometrajes animados como las dos
últimas deKung-Fu Panda, no le encuentra la vuelta. Aquí se necesita narrar acción, crear empatía con los chicos y no
hay demasiado espacio para el humor. Una mala decisión en la toma de direcciones resulta en detrimento para la película.
Tampoco ayuda que Gwendoline Christie, Brienne en Game of Thrones y malvada en los dos nuevos episodios de la
saga de Star Wars deambule por los escenarios. Esta vez, la fórmula no funcionó.

"Mentes poderosas"
Regular
Ciencia ficción. EE.UU., 2018. 103’, SAM 13. De: Jennifer Yuh Nelson. Con: Amandla Stenberg, Harris Dickinson.
Salas: Hoyts Abasto, Cinemark Palermo, Showcase Belgrano.

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