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1.- Introducción
En la aplicación de los conceptos podemos evidencia la distinción notable entre lo que viene a
ser pacífico y pacifista en la historia del cristianismo.
Lo interesante de este estudio es conocer la cosmovisión cristiana en sus principios con las
posiciones contrarias de la guerra por considerarla opuesta al evangelio de Jesucristo.
Dios se revela se manifiesta al mundo a través de los hombres y mujeres, de tal manera que
somo usados por Él para su propósito redentor.
Para los romanos los cristianos eran culpables de diversos crímenes y delitos porque
confrontaron profundamente toda la base social, cultural, económica y religiosa de su
sociedad. Los relatos históricos recogen el testimonio de la iglesia primitiva martirizada,
algunos ejemplos:
En el 35 d.C el Senado romano los llamó “strana et illicita”, lo que significa “gente extraña e
ilicita”.
Fueron tratados de incestuosos por referir a sus cónyuges e hijos con términos de “hermanos”
y “hermanas”.
Considerados como “sediciosos” ante los emperadores por el amor genuino que tenían por
toda la humanidad.
El libro de los mártires de Fore recopiló escritos de la iglesia primitiva acerca del brutal
tratamiento que recibían los cristianos de parte de varios emperadores (Nerón 54-68,
Diocleciano 284-304).
Este periodo culminó con la participación del cristiano creyente en diversos ejércitos.
Hasta finales del siglo II d.C. la percepción de la iglesia se centró en el regreso inminente de
Jesucristo.
El Salvador legó un Evangelio que promovía la transformación del hombre, su obra no dejaba
lugar a la promoción de la guerra.
Líderes religiosos como Justino Mártir e Ireneo creían que el concepto de guerra era antiético
para la vida cristiana. Ahora el cristiano debe ser un guerrero, pero de la paz.
Para Justino, el prestar juramento a un comandante militar o país era más que una violación
a las Escrituras, también era de poco juicio. ¿Qué puede ofrecer el país o el emperador al
soldado a cambio de su voto y su lealtad? Nada de significación eterna.
Para Ireneo, un pastor de Lyons, que escribió poco después que Justino, se inspiró en las
parábolas bíblicas que había predicado Justino. También citando a Isaías, Ireneo prosigue
con la analogía de espadas y arados.
Justino e Ireneo, creían que la venida de Cristo no sólo traía redención sino un nuevo enfoque
geopolítico: ama a tus enemigos y busca la paz. Concebían que la preparación para la guerra
era una contradicción con el propósito mismo de la Encarnación.
Entonces, en esta época el pacifismo de la iglesia estaba relacionado con la pronta segunda
venida de Jesucristo y con ello la inauguración de su reino milenario por lo que resultaba
contraproducente sostener posiciones a favor de la guerra, sobre todo si el mensaje del
Evangelio es de paz y sinsentido cuando lo que ofrece la ciudadanía celestial es la vida eterna
en comparación con lo temporal que podría ofrecer lo terrenal.
Cuando la iglesia entró al siglo III, la posición del pacifismo cristiano permaneció intacta; sin
embargo, el razonamiento de la posición cambió en forma gradual.
Transcurrieron muchos años y Jesucristo no retornaba, fue entonces que los obispos y
teólogos comenzaron enseñar un pacifismo ético.
El pacifismo ético sostenía que la guerra y el asesinato eran incoherentes con el llamado del
cristianismo al amor incondicional de todos los pueblos.
En esta época, Orígenes (230) contribuyó al argumento a favor del pacifismo cristiano al
sostener que mediante la oración los cristianos participan en un objetivo más elevado de
victoria por encima de la guerra.
Esta arma de la oración, que ha sido diseñada por el Padre, hará que los hombres depongan
las armas, lo que es una victoria mucho más estimada que el asesinato.
Orígenes considera a aquellos que exigen lealtad militar de los cristianos como “enemigos de
nuestra fe”. Ofrece dos explicaciones. Primero, advierte que incluso los sacerdotes de los
templos paganos son liberados del servicio militar. Segundo, razona que la guerra que los
cristianos están librando es mucho más peligrosa y dañina, porque está luchando contra el
reino de los demonios.
En los dos primeros siglos de historia de la iglesia el que más realizó una defensa contra la
participación cristiana en cualquier guerra fue Tertuliano, el predecesor de Cipriano en
Cartago.
Todo el tema giraba alrededor de la siguiente pregunta: ¿Podía un hombre que ya era un
creyente alistarse en la milicia, aún cuando su tarea específica allí no involucrara
específicamente la muerte de otra persona? Tertuliano ve esto como un tema de idolatría.
Para servir en la milicia, el creyente debe jurar lealtad al César (el comandante), lo que es
imposible porque los cristianos han jurado lealtad a Jesucristo. Esta “ciudadanía doble” no es
permitida en la posición de Tertuliano, y hablaría de una negación de cualquier fe personal.
Para Tertuliano el servicio militar por parte del cristiano era un tema de idolatría, pues debía
jurar lealtad al César, resultando imposible dado que el creyente ha jurado previamente
lealtad Jesucristo. Era la cuestión de la “ciudadanía doble”.
El problema con esta doble ciudadanía es intrínseco a la naturaleza del verdadero cristiano,
puesto que Cristo ha desarmado a todos los hombres. Tertuliano concluye: “ porque si bien
los soldados han venido a Juan, y han recibido la fórmula de su gobierno, no obstante, del
mismo modo, el Señor aún después , al desarmar a Pedro (desarmó) a todos los soldados.
Ninguna vestimenta es lícita entre nosotros, si es asignada por una acción ilícita.”
Tertuliano, de hecho, enumera trece motivos por los cuales a los soldados no se les podía
admitir en las iglesias; además de trece preguntas al cristiano para hacerle ver que un cristiano
de buena conciencia no se involucra en el servicio militar.
Sin embargo, parece ser que Tertuliano no estaba dispuesto a prohibir por completo el
servicio cristiano en la milicia. En cambio, lo deja librado a la conciencia de comunidades de
personas y cristianos.
Hacia el siglo III los cristianos servían en la milicia, sin embargo, los primeros pastores y
ministros de las iglesias líderes seguían manteniendo una posición en contra de la guerra bien
entrado el siglo IV.
Líderes cristianos como Arnobio (300) negaban toda forma de violencia pública como el
homicidio, “Puesto que cuando Dios prohíbe matar, no solo nos prohíbe la violencia abierta,
sino que nos advierte contra la acción de aquellas que se consideran licitas entre los hombres.”
Arnobio (300), escribiendo desde el Norte de África, convoca a los cristianos para ofrecerse a
sí mismos a la muerte, en lugar de ocasionar la muerte de otro ser humano.
El apologista cristiano Lactancio adopta la posición más fuerte del pacifismo entre los líderes
de la iglesia primitiva.
Para Lactancio, inclusive el testimonio de un cristiano en un juicio que culmina con la muerte
del acusado es pecaminoso, puesto que su participación en el proceso de la muerte debe
quedar en manos de Dios.
Inclusive en medio del conflicto armado, la principal arma del cristiano se consideró que es la
oración activa y el trabajo por la paz. Era el servicio más eficaz del cristiano.
Los cristianos, en una forma profunda y visceral tenían sincera empatía con las víctimas
derrotadas. Ellos comprendían bien lo que significaba estar en el extremo de las consecuencias
de la guerra.
En esta etapa, todo lo que los cristianos querían hacer era adorar a su Salvador y compartir su
amor.
El libro de los mártires de John Foxe dedica el segundo capítulo a historias que pudo recopilar
de los horrores de la persecución de los primeros cristianos. En su sección final del capítulo, él
ilumina la tortura de nuestros hermanos creyentes en los diez períodos más intensos de la
persecución de la iglesia primitiva: