Está en la página 1de 2

Camino hacia el éxito

Para lograr que nuestra vida mejore,


debemos arriesgarnos. La única manera en que podemos crecer, es corriendo
riesgos.
En realidad conocemos muy poco acerca del acto de
arriesgarnos. Nos inhibe el temor, es lo que no nos deja actuar. Cuando
tenemos un contratiempo dudamos de nosotros mismos, vacilamos, y creyendo
que la situación está por desmoronarse, nos retiramos sin probar fuerzas,
convencidos de que no podemos hacer más.
Lo que no comprendemos es que
arriesgarse implica exceder los límites propios usuales para alcanzar un
objetivo determinado, y que la inseguridad y el peligro siempre forman parte del
proceso.
El coraje surge de la convicción; ningún curso,
técnica o estudio nos permitirá por sí solo arriesgarnos, a menos que
reconozcamos la necesidad de cambiar y creamos en nuestros objetivos.
Cuando hay un objetivo por el cual vale la pena arriesgarse, nuestras
acciones tienen un fin y nuestra vida un sentido, y entonces ningún riesgo
puede detenernos.

¡Arriesgarse! Nada más pronunciar esta palabra para detenernos a


reflexionar. Arriesgar es desprenderse de lo conocido y seguro y aspirar a
algo que creemos que es mejor que lo que poseemos en la actualidad, o por
lo menos, necesario para sobrevivir.
Quien no arriesga no encuentra el
verdadero amor, no tiene poder y no gana prestigio. Es imposible crecer
sin arriesgarse, sin aventurarse. En cada etapa nos hacemos un poco más fuertes,
confiamos más en nosotros mismos.
Arriesgarnos inspira mucho
dolor y temor. Debemos dar un salto para renunciar a lo que es falso, al
darnos cuenta que fuimos deshonestos con nosotros mismos esto hace que
cambiemos. Crecer implica arriesgarse, renunciar a falsas convicciones,
vínculos superficiales y hábitos destructivos. Cuando perdemos la fe nos
sentimos vacíos y necesitamos algo nuevo en que creer. Los vínculos
fundados en el temor no nos sirven. Nos quedamos enganchados en los malos
hábitos porque no nos esforzamos por crecer, y necesitamos una excusa para
justificar nuestros fracasos. Cuando conservamos nuestros malos hábitos es
en realidad porque no nos queremos.
Cuando nos aferramos a una
convicción falsa, ésta nos impide crecer. Cuando seguimos pensando que en
realidad nuestra madre tenía buenas intenciones al hacernos daño, nos llena de enojo
y la culpa que éste produce nos impide desahogarnos. A
nadie le gusta reconocer que el problema es uno mismo. Cuando un temor nos
toma por sorpresa, comenzamos a dudar de nuestro juicio y planes.

Algunas personas se aterrorizan ante la posibilidad de cualquier


pérdida y tratan de esquivar todo riesgo. Se aferran a relaciones que
parecen seguras, toman trabajos que parecen estables. Esquivan todo riesgo
que pueda desenmascararlos.
Lamentablemente, a menos que se arriesguen
a ser rechazados, nunca encontrarán un amor en quien confiar. Si no ponen
a prueba su poder, no encontrarán sensación alguna de seguridad personal,
ni tampoco estarán seguras sus fuerzas, y se pasarán sus vidas poniendo a
prueba sus defensas.
No arriesgarse es la manera más segura de
perder.
Si nos negamos a enfrentar el riesgo, a la larga éste viene a
nosotros. El solo hecho de estar vivo hace que la persona esté en contacto
con oportunidades para crecer a cualquier nivel. Nuestro mundo se achica y
nos convertimos en seres rígidos. Quien no se atreve a correr riesgos por
sus propios medios no es fiel a sí mismo. Su mayor problema radica en sí mismo.

"Si no arriesgas, no
creces.
Si no creces no te superas.
Si no te superas no serás
feliz.
Si no eres feliz, ¿qué otra cosa importa?"

Para crecer debemos superarnos. Aceptemos la vida como un


obsequio. Aceptemos las responsabilidades de actuar según nuestros mejores
y propios intereses. Si somos buenas personas lo que buscamos para
nosotros también será bueno, siempre y cuando seamos honestos con lo que
necesitamos. Nadie nos dará satisfacción, salvo nosotros mismos.
¿Cómo
lograrlo? ¡Arriesgándote!
Una vida dinámica está relacionada con el
riesgo, no de cosas peligrosas, sino de situaciones con sentido común;
ante todo somos del modo que queremos ser. Si no estamos felices con
nuestra vida, somos nosotros los que tenemos que hacer algo para que ello
cambie.
Nuestra única esperanza es ser felices viviendo nuestra propia
vida y siendo lo mejor que podemos ser, sin competir con los demás y
alcanzando el máximo de nuestro potencial. La vida que creamos para
nosotros se convierte en nuestra realidad y nuestro mundo no tiene límites.
Detrás de todo riesgo debe haber una vida por la cual valga la
pena ARRIESGARSE.

Asterina*

También podría gustarte