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Concepto de evaluación del adulto mayor

El envejecimiento es un proceso natural de la vida desde la fecundación hasta la

muerte. Sin embargo, se presentan factores biológicos, psicológicos, sociales que

aceleran o retardan este proceso. El término “adulto mayor” ha sustituido a términos

como vejez, tercera edad, ancianos que se han considerado términos peyorativos,

humillantes y ofensivos para esta población. (Morales, 2008)

Se considera adulto mayor a mujeres y hombres a partir de los 60 años de edad

en adelante. Se debe recalcar que esta edad no es usada en todos los países. Otros países

desarrollados sostienen que a partir de los 65 años de edad en adelante se los debe

catalogar como adulto mayor.

La OMS indica que la situación socio demográfica del adulto mayor ha ido

aumentando rápidamente a comparación de otras edades en la mayoría de países durante

los últimos años. Este aumento de la población del adulto mayor es considerado un

éxito de las políticas de salud pública y el desarrollo socioeconómico, pero también

constituye un reto para la sociedad, que debe adaptarse a ello para mejorar al máximo la

salud y la capacidad funcional de las personas mayores, así como su participación social

y su seguridad. No obstante, se debe considerar que la situación entre los países en vías

de desarrollo y los países desarrollados (cultura, etnia, sexo, economía, etc.) van a

fomentar o disminuir la taza de índice de la población geriátrica. Es por ello, que se ha

enfatizado en el empleo de formas de intervención en la población del adulto mayor

para garantizar su calidad de vida. (Morales, 2008) (Cortés, 2011)

Para abarcar a esta población que va en aumento se requiere la necesidad de

desarrollar planes de acción que permitan una atención apropiada a las demandas que

presenta el adulto mayor. Por esa razón, se han ejecutado métodos de evaluación que
identifiquen y cuantifiquen los problemas físicos, funcionales, psíquicos y sociales que

inducen a alteraciones que con frecuencia llevan al adulto mayor a la incapacidad de

hacer uso de su propia autonomía. Estas alteraciones como deterioro cognitivo,

demencia, trastornos de ánimo, depresión, trastornos de sueño, perdida de equilibrio,

deprivación sensorial, uso de sistema de apoyos y entre otros son factores que con el

paso de los años se van intensificando y requieren de una forma de intervención que se

acople y permita la aproximación hacia el adulto mayor desde cualquier nivel de

atención. (Buccella, 2016)

La evaluación puede conceptualizarse como un proceso dinámico, continuo y

sistemático ligada al desarrollo de exámenes, test y pruebas, su razón de ser se ha

definido en función de instrumentos o técnicas que se puedan utilizar. (Cortés N, 2011)

Existen distintas maneras de la evaluación geriátrica; estas pueden ser abarcadas de

manera holística o indistintamente acorde al parámetro a evaluar (funcional,

psicológico, clínico y social).

La evaluación funcional es llevada a cabo mediante distintas pruebas que

determinen la capacidad física para realizar actividades de la vida diaria. Estas pruebas

miden los niveles de función física como: comer, caminar, asearse, contener esfínteres,

valorar la capacidad autónoma de la persona para valerse por sí misma. (Galvez, 2016)

El realizar la tarea más sencilla que nos podamos imaginar va a exigir un mínimo de

capacidad física (fuerza, capacidad aeróbica, elasticidad), de capacidad cognitiva

(conveniencia, organización, planificación y ejecución) y de capacidad emotiva (deseo),

así como un entorno y unos recursos sociales que lo permitan. Cuando cualquiera de

estos componentes falla, el realizar la tarea se convertirá en algo difícil o imposible: se


habrá alterado la capacidad funcional. Por función se entiende la capacidad de ejecutar,

de manera autónoma, aquellas acciones más o menos complejas, que componen nuestro

quehacer cotidiano de una manera deseada a nivel individual y social. (Cortés N, 2011)

También, nos encontramos con la evaluación psicológica o mental que engloba

la valoración cognitiva y afectiva. A nivel cognitivo se evalúa la capacidad de realizar

funciones intelectuales del adulto mayor. Por ejemplo, recordar, memorizar, orientarse

en tiempo y espacio o calcular distancias. Estos pueden deberse a trastornos como

olvido benigno, hasta cuadros clínicos graves como demencia o Alzheimer. (Galvez,

2016). En caso de que existan indicios de deterioro cognitivo, las herramientas de

tamizaje que se recomiendan, sabiendo que generalmente tienen una buena

especificidad, a expensas de la sensibilidad, (por debajo del 50%) son el test de Folstein

y el test de Pfeffer. (Cortés N, 2011)

El nivel afectivo generalmente es evaluado por la presencia de un estado de ansiedad o

depresión, estos parámetros habitualmente no son considerados normales o inevitables

en el adulto mayor. Sin embargo, deben ser valorados para determinar sus orígenes, el

estado en el que se encuentra y la intervención necesaria que requiere. (Galvez, 2016)

La evaluación clínica es de suma importancia para la valoración del adulto

mayor porque es un indicador de como la presencia de una enfermedad acarrea daños

orgánicos y estos a su vez envejecen de manera rápida al individuo. En este caso, al

adulto mayor que es propenso a distintas enfermedades que lo incapacitan para realizar

actividades de la vida diaria. Para ello se hace uso de la historia clínica del individuo,
pruebas de apoyo al diagnóstico como pruebas analíticas, de imágenes, el uso de

fármacos, y una valoración nutricional. (Galvez, 2016)

Por último, la evaluación social o socio familiar es considerada una de las

evaluaciones de mera importancia para determinar la salud del paciente debido a que

son calificados como factores externos que conducen a distintos cuadros de problemas

sean físicos o psicológicos en el adulto mayor. (Galvez, 2016)

No obstante, con una evaluación completa o integral es posible la identificación

íntegra del estado de salud de la persona mayor, usualmente compleja y en ocasiones no

fácil de determinar, con el fin de conocer el deterioro de la salud y sus causas, para

brindarle una atención diferenciada, según lo que el paciente requiera y desee, pero

también identificando los aspectos positivos que pueda tener o contar la persona o su

familia para superar o manejar las adversidades y enfermedades y así poder enfrentar las

dificultades y adaptarse a las condiciones limitantes que se presenten. Para ello, se toma

como referencia la EVALUACIÓN GERIÁTRICA INTEGRAL (EVG), que de forma

totalitaria permite el enfoque, la dirección y la realización de acciones en todos los

aspectos de evaluación antes mencionados en beneficio de la población geriátrica.

(Cortés, 2011)

Bibliografía

 Buccella, S. &. (28 de Diciembre de 2016). Evaluación geriátrica integral:

propuesta de un modelo de autonotificación del estado de salud. Valencia,

España.
 Cortés N, A. R. (2011). Evaluación geriátrica transversal de personas mayores

mexicanas. Revista médica de Chile, 725-726.

 Morales, V. (Octubre de 2008). INEC Población del adulto mayor en la ciudad

de Quito. Obtenido de http://www.ecuadorencifras.gob.ec

 Gálvez-Cano, M., & Chávez-Jimeno, H., & Aliaga-Diaz, E. (2016). Utilidad de

la valoración geriátrica integral en la evaluación de la salud del adulto

mayor. Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública, 33 (2),

321-327. 

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