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“Ama y haz lo que quieras.

Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si


corriges, corregirás con amor, si perdonas, perdonarás con amor”. San Agustín (354-
430) Obispo y filósofo.

Teodicea:

Acerca de la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal

Es necesario dejar aclarado que la "Teodicea" es un término empleado actualmente como


sinónimo de "teología natural". Fue creado en el s. XVIII por Leibniz, como título de una
de sus obras: "Ensayo de Teodicea. Acerca de la bondad de Dios, la libertad del hombre y
el origen del mal", si bien Leibniz se refería con teodicea a cualquier investigación cuyo fin
fuera explicar la existencia del mal y justificar la bondad de Dios.

"Filosofía Teológica", que intenta avanzar en el desarrollo del pensamiento humano en


busca de una verdad que se oculta a la visión humana

El problema filosófico de Dios


l tema de Dios ha sido, en la historia de la filosofía, un problema
por cuanto no se ha podido aportar ninguna prueba racional de su
existencia o de su ausencia que no haya sido razonablemente refutada.
Además, lo más apropiado para nuestra época actual parece ser la
evitación de este problema a pesar de ser el de mayor trascendencia
para cualquier ser humano.
Se elude hablar de esta cuestión, acorde al pragmatismo y
funcionalismo de nuestra era tecnológica, o bien porque se le
considera irresoluble; o bien por nuestra asunción del certificado
nietzscheano de defunción de la idea de Dios ; o bien porque, a la
manera budista, no creemos imprescindible su resolución para
procurarnos la felicidad.
A lo largo de la historia de la cultura ha habido muchos intentos
racionales de demostrar la existencia de Dios. Kant los catalogó,
sintetizó y clasificó magistralmente para, luego, mostrar que ninguno
de ellos es susceptible de decisión lógica. En efecto, todas las pruebas
racionales aducidas para la existencia de un Ser supremo se
reducen, de un modo u otro, a tres tipos de argumentos.
1.El argumento ontológico, que afirma que un Ser cuya grandeza
sea de tal magnitud que no pueda pensarse ningún otro ser por
encima de él debe, necesariamente, existir, pues de no existir podría
pensarse en otro Ser superior a él por cuanto ese otro Ser, además de
ser pensado, tendría una propiedad más: la existencia.
Empero, gracias a Kant sabemos que este argumento tiene una falla
lógica fundamental. En efecto, si Dios existe debe ser, ciertamente, el
creador de la realidad (su causa primera; no necesariamente como
antecedente temporal, pero sí como causa eficiente). En consecuencia,
debe ser omnisciente y omnipotente. Pero, esta necesidad (que la
causa primera debe ser omnisapiente, omnipotente, suprema) no
implica su existencia; de la definición del ser necesario no se puede
deducir la existencia de un ser necesario. La existencia no es un
predicado lógico (aunque sí gramatical). Si decimos que Dios, además
de omnipotente, omnisciente y bondadoso, es existente no estamos
añadiendo un nuevo atributo (la existencia) a la noción de Dios, pues
la existencia (o inexistencia) del objeto de una idea no es una cualidad
de esa idea.

2.El argumento cosmológico, que enuncia la existencia de Dios


por el hecho de que la contingencia (no necesidad) de todos los demás
seres del mundo prueba la existencia de un Ser necesario. De nuevo,
estamos infiriendo la existencia extramental de un concepto de la
propia necesidad de tal concepto. De la imposibilidad de una serie
infinita de causas hacia atrás queremos deducir la existencia de una
causa primera; pero la imposibilidad de la regresión infinita es un
principio del pensar, un axioma lógico necesario para poder
argumentar; no una característica de lo real.
3. La prueba físico-teológica, que quiere deducir la existencia de
un ordenador y diseñador inteligente para el mundo en virtud del
orden y regularidad que la ciencia descubre en éste. Nuevamente, ello
puede legitimarnos a pensar que, en caso de que existiera un Creador,
éste sería, ciertamente, sabio y ordenado pero no nos prueba su
existencia.
En suma, la noción de la necesidad solo reside en el pensamiento; es
una condición formal de nuestro pensar. Todas las pruebas de la
existencia de Dios incurren en la ilusión dialéctica de extrapolar el
concepto y la noción de necesidad e hipostasiarla como una condición
material del mundo real.

¿Cuál puede ser, entonces, una solución al problema de


Dios? Es verdad que las referidas pruebas filosóficas han demostrado
que la idea de un ser supremo, de una causa primera o de la unidad de
los fenómenos en un único Todo es una idea que se nos revela lógica y
racionalmente necesaria, inexorable; pero de la necesidad de una idea
no se puede deducir la existencia de su referente fuera del
pensamiento. Empero sí podemos y debemos postular esa existencia
del siguiente modo: Karl Popper  y otros han demostrado que todo
nuestro conocimiento científico descansa, entre otras cosas, sobre el
principio de razón suficiente (a saber, todo lo que ocurre tiene, al
menos, una explicación suficiente, aunque la desconozcamos). Y bien,
sólo cabe un único tipo de razón suficiente para la referida necesidad
racional de la idea de Dios; esa razón suficiente es que postulemos la
existencia de Dios también fuera de nuestro pensamiento. En otras
palabras, el hecho de que, en virtud de los argumentos de arriba,
nuestra razón no pueda, desde el punto de vista lógico, sustraerse de
la idea de un Ser supremo nos obliga a aceptar el axioma de que ese
Ser existe. Tal idea es un principio regulativo de nuestra racionalidad,
es decir, aquello que nos permite mirar las cosas como si procedieran
de una causa necesaria, algo imprescindible para nuestra experiencia
epistemológica y moral.
Arash Arjomandi es filósofo y profesor de la EUSS (UAB)

Problemas de la existencia de Dios en la historia de la Filosofía

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