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GÉNERO Y EDUCACIÓN
1ª
UNIDAD
Universidad de Chile
Fono: 29787707
e-mail: cieg@uchile.cl
www.cieg.cl
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ÍNDICE
4 PRESENTACIÓN
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CUARTA UNIDAD: APROXIMACIONES PRÁCTICAS PARA LA EQUIDAD DE GÉNERO EN EL
AULA
IV.1. LA TRANSVERSALIDAD DEL GÉNERO EN LA EDUCACIÓN
1ª
250 IV.1.1 EN EL CURRICULUM UNIDAD
253 IV.1.2 TRANSVERSALIDAD EN LAS ÁREAS CURRICULARES
255 IV.1.3 ORIENTACIONES DIDÁCTICAS
256 LECTURA DE ANA MAÑERU MÉNDEZ, CONCEPCIÓN JARAMILLO GUIJARO Y MARÍA C LOBETA
GARCÍA.
281 IV.3 TRANSVERSALIZACIÓN DE GÉNERO EN LAS ÁREAS CURRICULARES
281 IV.3.1 LA DISTINCIÓN ENTRE MATERIAS SIMBÓLICAMENTE MASCULINAS Y
FEMENINAS
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PRESENTACIÓN
La Educación se presenta como un ámbito de gran incidencia en las políticas de desarrollo que una
sociedad tiene, planifica y ejecuta. En los últimos años el sistema educativo se encuentra en
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revisión para asegurar mayores y mejores resultados tanto en su calidad como en la equidad del
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mismo. Si miramos indicadores como rendimiento, cobertura, y posibilidades de movilidad social
utilizando los recursos del sistema educativo queda claro que existen grupos con más problemas:
las personas de bajos ingresos, las mujeres y los indígenas. La preocupación estatal y de los
movimientos de mujeres por la equidad de género en el sistema educativo se relaciona con la
• La I Unidad aborda cómo las definiciones de las identidades de género y de roles femeninos y
masculinos tienen un impacto diferenciado en la producción y distribución de conocimientos
formales que tienen las personas.
• La II Unidad analiza por qué el acceso a la educación resulta importante para la promoción social
de las personas, profundizando en sus efectos diferenciados entre hombres y mujeres. Asimismo,
muestra los procesos internacionales y nacionales que han posibilitado la incorporación de los
temas de equidad entre hombres y mujeres en el sistema educativo.
• La III Unidad analiza el papel de las relaciones sociales de género en la vida cotidiana de los
establecimientos educativos.
Al final del módulo le pediremos que organice una investigación-participativa sobre algún aspecto
de las relaciones de género en un establecimiento educativo. Para ello le sugerimos que desde ya
vaya organizando su tiempo y reflexionando sobre esta actividad en cada uno de los ejercicios que
le proponemos a lo largo del módulo.
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1ª UNIDAD
PRIMERA UNIDAD
LAS MUJERES Y LA EDUCACIÓN
OBJETIVO:
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En este capítulo se da cuenta de cómo las nociones sobre la identidad femenina y las definiciones UNIDAD
de roles femeninos y masculinos tienen un impacto genéricamente diferenciado en la producción y
distribución de conocimientos formales que tienen las personas.
CONTENIDOS:
La educación: un nuevo espacio social para las mujeres
Bajo esta nueva forma, aparece lo que conocemos como proceso de educación formal, que tendrá
una gran importancia en la formación de los estados-nacionales (a partir del siglo XIX en América
Latina). Esto también implica el surgimiento de nuevas modalidades de organización y
administración del sistema educativo, tendientes a ampliar la cobertura territorial del sistema
educativo, controlar las decisiones sobre los contenidos de la enseñanza; permitir el acceso de las
personas a los establecimientos educativos y decidir sobre los idiomas en los que se imparte la
enseñanza.
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La cobertura territorial del sistema educativo, así como los contenidos de la enseñanza y la
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cobertura de la matrícula pueden tener efectos diferenciados sobre hombres y mujeres debido al
modo en que las sociedades organizan sus sistemas de relaciones de género, definen roles, sus
responsabilidades sociales y espacios donde desarrollar las actividades que les competen y les son
asignadas. Primero, podemos ver que si la escuela es sólo para los hombres entonces su cobertura UNIDAD
nacional no dará abasto para educar a hombres y mujeres. En segundo lugar, si una sociedad
define que las mujeres deben estar en la casa o trabajar en puestos de baja calificación entonces
los contenidos de la enseñanza apuntarán a reforzar algunas identidades y roles de género
femeninos y masculinos a la vez que podrá desincentivar los que puedan ser vistos como rupturitas
o peligrosos para los equilibrios sociales establecidos. En tercer lugar, ya sea por motivos
En el contexto general de la historia del acceso de las personas a la educación formal nos
encontramos con que las mujeres lo hicieron de manera más lenta y retardada que los hombres,
situación que se hace más evidente con el surgimiento de los estados nacionales, cuando educarse
pasó a formar parte de una reivindicación más amplia por el acceso a un conjunto de derechos,
llamados liberales, relacionados con el ejercicio de la ciudadanía.
I.2 ¿POR QUÉ LAS MUJERES NO PODÍAN EDUCARSE FUERA DE SUS CASAS?
La demanda sistemática de algunos grupos de mujeres por educarse fuera de sus casas empieza a
tener gran impacto a mediados del siglo XIX. En forma conjunta con el acceso a los
establecimientos educativos, las mujeres exigían el derecho a aprender lo mismo y en iguales
condiciones que los hombres. Las diferencias entre dónde, qué y cómo aprendían hombres y
mujeres se debe, en parte, a la organización de la sociedad en espacios públicos y privados.
Lo público se define como todo lo que ocurre y se desarrolla fuera del hogar y que tiene
importancia para la administración y dirección del estado-nación. La política, en manos
masculinas, se definía como la actividad por excelencia de lo público. Por su parte, lo privado 7
corresponde a las actividades desarrolladas en la casa, relativas a la administración del hogar y
con injerencia familiar. Éste era el espacio por excelencia de las mujeres, aunque bajo el control
masculino. (Teresa del Valle "El espacio y el tiempo en las relaciones de género. Revista La
Ventana N°3, Universidad de Guadalajara. Puede encontrar el texto completo en: http://www.
cholonautas.edu.pe/genero.htm. (13 de Septiembre, 2004)
Esta distinción implicaba que las mujeres podían aprender en sus casas, o bien fuera de éstas, sólo
las artes relativas a la administración del hogar y la familia, mientras que los hombres aprendían
filosofía, matemática, retórica, derecho y adquirían conocimientos que los vinculaban con la
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administración del país. Esta distinción constituye una de las expresiones básicas del sexismo en
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la educación.
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Sexismo: se refiere a la existencia de ideologías (estereotipos, creencias, mitos) y prácticas que
producen valoraciones diferenciales entre hombres y mujeres y que, por lo general, permiten la
discriminación y postergación de las mismas.
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EJERCICIO 1
Analice que hay detrás de estas expresiones sexistas e intente desarticularlas a través de un
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argumento.
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Una buena parte de las instituciones sociales en América Latina tienen su origen o se encuentran
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inspiradas en principios filosóficos e ideológicos europeos, tanto por las herencias y legados UNIDAD
dejados por la administración colonial española como por la inspiración que la Ilustración y la
Revolución Francesa otorgaron a los procesos de independencia en América Latina.
Los planteamientos de Rousseau (1712-1778) resultaron ser definitorios para mantener alejadas a
las mujeres de la ciudadanía y la libertad, de los derechos políticos y del derecho a la educación, ya
que su discurso otorga la supremacía a los hombres. Las voces opuestas a Rousseau vieron en
"¿Cuál es la naturaleza de las mujeres? ¿Es la misma que la de los hombres? ¿Están
incapacitadas por su naturaleza para la vida política? Estas cuestiones van a estar muy
presentes en el debate ilustrado, en el que el concepto de naturaleza va a desempeñar el papel
de instancia legitimadora del orden social frente a la cultura. [Rousseau] desarrolla un
concepto de naturaleza que excluye a las mujeres como sujetos del pacto político y , por tanto,
de ciudadanía. [...] Se instaura pues una desigualdad <<natural>> entre hombres y mujeres en
función de la división sexual del trabajo.
El pensamiento roussoniano privó de la ciudadanía a las mujeres, consagró a la familia como una
unidad esencial en la sociedad y la definió como una unidad jerárquica donde los hombres tienen el 11
poder de la supremacía sobre todos/ as sus miembros/as. De este modo, instaló discursiva e
ideológicamente la división occidental entre público-político v/s doméstico-privado. En este
esquema las mujeres no son ciudadanas porque son madres y esposas. Como colectivo deben ser
mantenidas bajo el control real y simbólico de los varones. A la par con esto, las nuevas
codificaciones napoleónicas del derecho que sustituyeron al antiguo orden de derecho parcial de
castas, oficios y estamentos, consagraron entre otras cosas, la minoría de edad perpetua para
las mujeres.
Como la educación permitía el acceso a los derechos profesionales, las mujeres quedaron también
privadas del sistema educativo, quedando fuera completamente de los derechos y bienes liberales.
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Por ello, obtenerlos y conseguir la entrada a las instituciones de educación, en especial a las de
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educación superior, fue un objetivo por años y casi siglos de las mujeres. Para alcanzar ambos
derechos -educación y votos- hombres y mujeres participaron a partir de mediados del siglo XIX en
el movimiento sufragista. Alrededor del mundo estos derechos se fueron obteniendo de manera
diferente y en distintos momentos históricos, sin embargo, resultó ser que las mujeres UNIDAD
consiguieron primero el derecho a educarse y posteriormente, los derechos políticos.
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EJERCICIO 2
¿Qué consecuencias para la vida de hombres y mujeres tiene la diferencia entre la educación
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doméstica con fines domésticos que recibían las mujeres, por un lado, y la educación escolar de
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conocimientos científicos y formales que se enseñaba a los hombres, por otro?
«Sería necesario hacer de la escuela primaria femenina una prolongación del hogar, dando
instrucción absolutamente encauzada a hacer de la mujer una buena dueña de casa y una
excelente madre de familia. ¿Para qué engañarnos? Ese es el fin natural nuestro: casarnos y tener
hijos». "Educación femenina" de Isabel de Santillana (seudónimo de la escritora Marta Brunet).
"La muchachita de clase obrera, de clase media, ante todo debe saber cómo, con tanto dinero al
día, puede alimentar en una forma completa a su familia. . . .Y nociones de aseo. Barrer, limpiar,
planchar, transformar. Es decir, convertir el hogar sucio y antihigiénico, que hoy por hoy es la
mayoría del pueblo chileno, en un hogar limpio". "Educación femenina" de Isabel de Santillana 13
(seudónimo de la escritora Marta Brunet).
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UNIDAD
• Según la segunda cita, ¿cómo interviene la clase social en la educación femenina de principios de
siglo?
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La siguiente cita corresponde a una entrevista realizada en 1936 por la Revista femenina Familia a
la asistente social Elena Dóll de Díaz. En ella expresa el papel que deberían tener las mujeres en el
mundo público:
"La mujer se debe antes que nada a su hogar, pero jamás debiera descuidar el ejercicio de sus
derechos. Si la ley ha dado a la mujer chilena el derecho a voto municipal, debe ejercitarlo, no con
miras egoístas ni de mujer que se vanagloria, sino de servicio a la colectividad. La mujer debe
crearse un sentido de responsabilidad social, debe velar por la correcta dictación de la ley que
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siempre afecta al hogar, base de todo organismo social." «Con Doña Elena Dóll de Díaz» Familia;
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1936: 17
¿Cree usted que las actuales políticas reproducen este esquema o lo han modificado?
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LECTURA
VIRGINIA MAQUEIRA.
En: Feminismos. Debates Teóricos Contemporáneos. Madrid: Alianza Editorial. 2001. p. 145-159
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Mundos domésticos y mundos públicos.
Según la politóloga Carole Pateman la dicotomía entre lo privado y lo público ocupa un papel
central en los casi dos siglos de textos y de lucha política feminista. En realidad, a su juicio, de esta
dicotomía es de lo que trata fundamentalmente el feminismo. Para algunas feministas tal
En el ámbito de la antropología feminista este debate comenzó a principios de los años setenta y a
pesar del tiempo transcurrido sería aventurado afirmar que está concluido. En aquellos años las
antropólogas feministas iniciaron el desarrollo de un conocimiento crítico como pieza clave en los
procesos de cambio de las relaciones de desigualdad entre mujeres y varones. Una de las tareas
más importantes consistió en la reconsideración del material etnográfico a la luz de nuevas
preguntas y de nuevos enfoques teóricos. Pero también las preocupaciones y los debates de aquel
momento giraron en torno a la cuestión sobre la universalidad de la subordinación de las mujeres.
Las antropólogas eran interrogadas desde fuera de la academia y ellas se planteaban, a su vez,
problemas e interrogantes como investigadoras y como feministas para intentar vincular el
proyecto antropológico con los fines emancipatorios del feminismo.
Los libros Toward an Anthropology of Women, editado por Rayna Reiter (1975), y Woman, Culture
and Society, editado por Michelle Rosaldo y Louise Lamphere (1974) son colecciones de artículos
que marcaron un hito decisivo en las teorizaciones antropológicas de los setenta y en la actualidad
pueden ser considerados obras clásicas y, en este sentido, perdurables aunque no exentos de
crítica en el ámbito de la antropología feminista. Asimismo, los trabajos contenidos en dichas 16
obras son representativos de las preocupaciones teóricas y políticas a las que anteriormente
aludíamos. Son ilustrativas al respecto las palabras de Reiter (hoy conocida como Rayna Rapp) en
la introducción de su libro:
Este libro hunde sus raíces en el movimiento de mujeres. Para explicar y describir la igualdad y la
desigualdad entre los sexos las feministas contemporáneas han acudido a la antropología con
muchas preguntas y cuestiones en su búsqueda por una teoría y un cuerpo de información. Esas
preguntas son más que académicas: las respuestas nos ayudarán a las feministas en la lucha
contra el sexismo en nuestra propia sociedad (1975:11).
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En la introducción del segundo de los libros mencionados, sus editoras ponen de manifiesto que el
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feminismo como movimiento transformador no podía dejar de tener repercusión como crítica del
conocimiento y del discurso científico, ya que los estereotipos presentes en la vida social tienen su
correlato en los modelos teóricos de la ciencia social occidental:
UNIDAD
Junto con muchas otras mujeres hoy nosotras estamos tratando de entender nuestra posición en
la sociedad y el cambio de la misma. Nos hemos ido dando cuenta de manera creciente de las
desigualdades sexuales en las instituciones económicas, sociales y políticas y estamos buscando
los modos de luchar contra ellas [...] Lo que se ha asumido como verdad en los estereotipos
culturales comunes acerca de las mujeres se ha convertido en verdad sin cuestionamiento en las
visiones sobre las mujeres que están implícitas en la ciencia social occidental (Rosaldo y Lamphere,
Es en este libro donde se publica el ensayo de Rosaldo «Woman, Culture and Society: A
Theoretical Overview» en el que la autora desarrolla un análisis dualista en la explicación de la
subordinación de las mujeres. Este trabajo, que tuvo una gran influencia en las teorías feministas
dentro y fuera de la antropología, fue traducido al castellano en la compilación de Olivia Harris y
Kate Young titulada Antropología y Feminismo ( 1979: 153-180). Con este ensayo se inicia desde la
antropología feminista el debate acerca de la dicotomía doméstico/público que, como hemos
dicho al comienzo de este apartado, ha jalonado las luchas y las polémicas teóricas feministas
desde sus inicios.
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Así por ejemplo, entre los primeros, Rosaldo cita el caso de los aborígenes australianos, entre
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quienes solamente la carne, que es distribuida por los varones, se considera propiamente
«comida» y no así los alimentos obtenidos y distribuidos por las mujeres. Del mismo modo, en la
sociedad filipina estudiada directamente por la autora los hombres cazaban en grupo mientras las
mujeres en su mayoría se dedicaban individualmente a la horticultura; y a pesar de que el arroz UNIDAD
cultivado por las mujeres constituía la provisión alimenticia inmediata de la familia, la carne era
repartida por los varones entre toda la comunidad y era el alimento más apreciado. A su juicio, no
sólo existe tal asimetría como consecuencia del prestigio atribuido a las actividades de los varones,
sino porque también en todas las sociedades «los hombres tienen autoridad sobre las mujeres,
tienen un derecho legitimado a la subordinación y sumisión de éstas ( 1979: 157). Por lo tanto
La autora no pretende proponer una causa explicativa única a un fenómeno tan complejo, sino que
su propuesta consiste en considerar que la oposición entre lo «doméstico» y lo «público»
proporciona las bases de un modelo estructural que permite identificar y explorar la situación
masculina y femenina en los aspectos psicológicos, culturales, sociales y económicos de la vida de
la humanidad ( 1974: 159). Argumenta que las mujeres son asociadas con la «orientación
doméstica», mientras que los varones son asociados con las actividades extradomésticas,
políticas y militares. Por «doméstico» entiende «aquellas instituciones mínimas y modos de
actividad que se organizan en torno a una o más madres y sus hijas/os». Por el contrario,
«público» hace referencia a «las actividades, instituciones y formas de asociación que unen,
clasifican, organizan o reúnen a determinados grupos de madres e hijos/as» (1974: 160). Por
consiguiente, la orientación doméstica de las mujeres contrasta con las esferas extradomésticas,
económicas y militares asociadas primariamente con los varones: «en este sentido ellos están
libres para formar aquellas asociaciones más amplias que denominamos sociedad» (1974:161).
Desde esta perspectiva, Rosaldo sostiene que los varones han podido adquirir autoridad, jerarquía
y rango a través de sus acciones en un mundo político separado del mundo de las mujeres.
Esta asimetría -dirá Rosaldo- que comprende características tanto materiales como emocionales y
que lleva a una diferenciación de los terrenos de actividad que se concreta en doméstico y público
«puede entenderse en términos no directamente biológicos, sino de un hecho casi universal en la
experiencia humana. El hecho de que en la mayoría de las sociedades tradicionales, las mujeres 18
pasan una buena parte de su vida de adultas pariendo y cuidando a sus hijos/as» (1974:159). Sin
embargo, es importante señalar que para Rosaldo este tipo de afirmación y los ejemplos que cita
para ilustrarla pueden hacer pensar que está defendiendo un determinismo biológico, por lo cual la
formación de los grupos humanos es una consecuencia de sus características biológicas. A su juicio
estas características universales se apoyan en la organización social y, por tanto, en
consideraciones sociales y no biológicas, argumento que expresa de la manera siguiente:
A pesar de que parece que el hecho de que las mujeres paren a las criaturas y se dedican a su
crianza no tiene que tener otras consecuencias, sin embargo, resulta ser el centro de la distinción
más simple en la división de los adultos de un grupo humano. Y en consecuencia las mujeres llegan
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madres. Sus actividades económicas y políticas se ven limitadas por las responsabilidades del
cuidado de las niñas/os y sus emociones están dirigidas muy precisamente hacia ellos/as y las
tareas del cuidado. [...] La asociación universal de las mujeres con estas tareas y sus diferentes
implicaciones sociales, psicológicas y culturales se han derivado más de factores organizativos que UNIDAD
de la biología (1974:160).
Como hemos dicho anteriormente, Rosaldo relaciona las asimetrías universales de las actividades
y juicios culturales vinculados a hombres y mujeres a partir de un modelo estructural que opone la
esfera doméstica a la esfera pública, aunque es consciente de que siempre pueden encontrarse
ejemplos etnográficos que aparentemente invaliden su propuesta. Asimismo-considera que están
Por otra parte considera que la utilización de un modelo estructural que opone el ámbito
doméstico al ámbito público tiene la virtud de servir como patrón general que permite identificar
comparativamente las situaciones más o menos igualitarias. Así, según la autora, a mayor
separación entre las dos esferas. Más desigualdad entre los sexos. Por el contrario, allí donde esa
oposición esté minimizada y disociada de las actividades de hombres y mujeres, menor será la
desigualdad.
En el siguiente apartado abordaremos la autocrítica que Rosaldo años después realizó al trabajo
reseñado. La clave de esta crítica se basa en la construcción de las categorías conceptuales
utilizadas, que atribuye a la herencia de los modelos teóricos de las ciencias sociales.
Se ha señalado con acierto que la perspectiva feminista busca el origen contextual e histórico de
los conceptos, definiciones y categorías que constituyen la base del pensamiento científico
occidental e intenta, por tanto, redefinir las estructuras conceptuales de nuestras ciencias sociales
(Sabaté Martínez, Rodríguez Moya y Díaz Muñoz, 1995:38). En esta tarea de reflexión sobre las
categorías conceptuales fue importante la autocrítica que Rosaldo realizó a su trabajo sobre la
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recibida pero también los que se reproducen en el seno del pensamiento feminista.
Rosaldo criticó sus planteamientos iniciales en dos importantes artículos teóricos (1980 y 1983) en
los que la autora pone de relieve la paradoja de haber intentado desarrollar, al igual que otras UNIDAD
teóricas feministas un pensamiento crítico en torno a las diversas disciplinas y sin embargo
considera que «malogramos nuestro proyecto al no reconocernos como herederas de unas
tradiciones teóricas que nos hicieron permanecer prisioneras de una serie de categorías y
preconcepciones profundamente arraigadas en la sociología tradicional» ( 1983: 77).
La autora argumenta que la dicotomía doméstico/público utilizada por ella como modelo de
A comienzos del siglo XX los teóricos sociales cuyos escritos constituyen la base del pensamiento
social moderno coincidieron en asumir que el lugar de las mujeres era el hogar. En efecto la
doctrina victoriana de las esferas separadas correspondientes a hombres y mujeres fue central
para el desarrollo de la sociología. Algunos de los pensadores decimonónicos reconocieron el
sufrimiento e incluso la injusticia de tal vinculación de las mujeres con la vida doméstica, pero
ninguno cuestionó la división entre la familia y la sociedad (1980:401-402).
En efecto, autores decimonónicos tan diversos en sus desarrollos teóricos, en sus ideologías
políticas y en los enfoques que propugnaban Spencer, Durkheim, Engels y tantos otros definieron
el lugar de las mujeres en la sociedad como consecuencia del rol natural de la maternidad y a su
vez por las funciones derivadas de su sexo y por tanto asociadas al ámbito del hogar. Las teorías
victorianas repartieron los papeles entre hombres y mujeres en términos dicotómicos y opuestos y
describieron a las mujeres no como realmente eran, sino como ellos consideraban que debían ser,
y lo hicieron a partir de un esquema conceptual que oponía lo «natural» a lo «moral» y que se
correspondía con una visión del ámbito privado «naturalizado» y, por tanto, esencialmente
inmutable frente a la esfera de la sociedad - masculina, caracterizada por las acciones tendentes al
progreso histórico. Ideas que, como hemos visto en el apartado anterior, estuvieron también muy
presentes en el debate sobre el matriarcado.
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mujeres y los varones. En este caso el plural utilizado por la autora no es mayestático, sino que
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expresa los propios sesgos conceptuales de su elaboración anterior.
Según Rosaldo este modo de reproducir la tradición «se debe a que seguimos considerando que el
ser social se deriva de esencias que están al margen de los procesos sociales» (op. cit.:405). La vida UNIDAD
en el mundo social se teoriza diferenciando un ámbito natural frente a otro que construye los lazos
sociales y es interpretado a partir de visiones estereotipadas sobre lo que hombres y mujeres son
desde una perspectiva esencialista. Con este análisis se visualiza a las mujeres, la maternidad y el
hogar en oposición a lo que en la antropología y en otras disciplinas se ha denominado el ámbito
político-jurídico de la esfera pública de la sociedad. En definitiva, es la que ella misma ha hecho al
considerar lo doméstico como la unidad mínima de la madre con su prole y que aparece así como
No se trata de negar el hecho incontrovertible de que las mujeres dan a luz, sino de establecer que
este hecho está sujeto a interpretación cultural; es en sí mismo un hecho cultural, al igual que los
diferentes significados atribuidos al ser mujer.
Rosaldo considera que este procedimiento no sólo es parte de una mentalidad sexista presente en
el conocimiento, sino que desde el punto de vista analítico, las ciencias sociales han preservado la
tradición del individualismo metodológico por el cual las instituciones y lo que los sujetos hacen
están, basados en un núcleo profundo y universal de necesidades individuales fundadas
finalmente en la biología. Desde esta perspectiva la autora considera que tendemos
repetidamente a enfatizar y contrastar diferencias esenciales entre hombres y mujeres en lugar de
preguntarnos cómo esas diferencias son creadas por relaciones sociales y especialmente por
relaciones de desigualdad (1980:400; 1983:85). En este sentido la razón patriarcal occidental ha
teorizado la alteridad como diferencia psicobiológica esencialista pero ha ocultado las relaciones
sociales que la producen y por tanto su carácter histórico y político. Se ha señalado con acierto que
este planteamiento de Rosaldo dio un giro en los estudios de género al invertir la lógica de análisis.
Ya no son las diferencias entre hombres y mujeres, ancladas en distinciones de orden biológico las
que explican la desigualdad, sino que es la desigualdad la que construye tales distinciones y 21
diferencias (Narotsky, 1995:33).
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Mujeres - Varones
naturaleza - cultura
doméstico - público
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UNIDAD
sentimiento - razón
reproducción – producción
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las mujeres se volvieron invisibles conforme el trabajo comenzó a definirse exclusivamente como
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aquel por el que se intercambia un salario. Este proceso histórico tuvo su correlato en la
separación analítica casa/trabajo y en la jerarquización del trabajo asalariado sobre lo que
comenzó a denominarse «doméstico». Esta última dicotomía se articula, a su vez, con los pares
opuestos mencionados anteriormente. UNIDAD
Por todo ello es muy importante la excelente bibliografía que contamos en nuestra lengua
(Borderías, Carrasco, Alemany, 1994; Comas d' Argemir 1995; Díez Mintegui, 1996; Durán, 1988;
Martínez Veiga, 1995; Narotsky 1988) sobre el cuestionamiento de tales modelos teóricos y la
redefinición del concepto de trabajo a partir de la investigación de las actividades y aportaciones
sociales y económicas de las mujeres. Estos estudios ponen de manifiesto la aseveración de
Esta tarea reflexiva sobre los propios supuestos conceptuales que guían la investigación ha
permitido captar la relación dialéctica entre los procesos histórico-sociales que producen las
desigualdades entre hombres y mujeres y las categorías analíticas que han cristalizado en la
historia del pensamiento y en las teorizaciones de las ciencias sociales y por tanto, siendo
consecuente con este planteamiento, destacamos que la crítica del conocimiento es una tarea
ineludible como parte del proyecto emancipatorio del feminismo que aspira a la transformación de
las relaciones de desigualdad. El avance en esta tarea ha sido posible a través de la formulación de
nuevas preguntas que ha permitido la producción de nuevos datos, algunos de los cuales
examinaremos en el siguiente apartado.
Las críticas a la clásica distinción del dominio doméstico y el político-jurídico recorre un continuo
de posiciones que a su vez manifiestan controversias en el ámbito de los estudios feministas. Un
buen número de investigaciones han puesto de relieve que esta dicotomía no es universal y
transhistórica, y ven su emergencia como un producto históricamente específico vinculado a las 23
transformaciones de la economía política y consideran tal dicotomía como una representación
ideológica de las sociedades de clases sociales.
Esta posición ha sido defendida por las antropólogas marxistas, y una aportación destacada desde
esta perspectiva corresponde a Eleanor Leacock, quien en su estudio sobre los Naskapi de la
península del Labrador argumentó que las mujeres antes de la época colonial eran seres
autónomos en una sociedad caracterizada por una economía comunal en la que no existía un
control corporativo de los recursos económicos y por consiguiente existía una toma de decisión
dispersa que garantizaba una interdependencia igualitaria entre hombres y mujeres (1981:1-140). Al
examinar la etnografía de los indios iroqueses concluye que la separación de la vida social en
esfera «doméstica» y «pública» no tiene razón de ser en comunidades donde la producción y la
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política. Leacock considera que no es posible plantear tal distinción en sociedades-cazadoras y
recolectoras, ni en sociedades con estructura tribal donde la producción en el hogar es
simultáneamente económica y política (1978). Niara Sudarkasa señaló la misma cuestión al
estudiar a las mujeres yoruba del África occidental. Pero además cuestionó la conceptualización UNIDAD
del dominio público como ámbito correspondiente a los varones:
Una vez realizado un análisis detallado de estas sociedades y de la posición de las mujeres en ellas,
Sacks concluye que el estatus de las mujeres decayó desde una situación igualitaria representada
por el caso mbuti hasta la más desigualitaria representada por los ganda, en correlación directa
con la «domesticación» del trabajo de la mujer, con el desarrollo de una producción para el
intercambio y con el aumento de la propiedad privada. Con estos argumentos la autora da razón a
los planteamientos desarrollados por Engels.
En efecto, Sacks considera que en términos generales las mujeres mantienen una relación de
mayor igualdad con los varones en las sociedades sin clases que en las sociedades clasistas. Sin
24
embargo, cuestiona las argumentaciones de Engels porque considera que la base de la supremacía
masculina no reside en la propiedad privada, ya que no todos los varones poseen propiedad
productiva en las sociedades estudiadas, como tampoco en el resto de las sociedades de clases.
Más aún, en aquellas sociedades de clases con una fuerte dominancia masculina las mujeres
también poseen propiedad privada. Esta posesión de bienes le otorga un considerable poder
doméstico frente al marido.
Por tanto, a juicio de la autora, la subordinación de las mujeres reside en la fuerte dicotomía que se
establece en las sociedades de clases entre la esfera pública y la esfera doméstica, y este ámbito
doméstico no es convertible en poder o posición social en la escena pública. Este trabajo
doméstico no es considerado verdadero trabajo porque tiene sólo un valor para el consumo
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privado y no un valor de intercambio: que se realiza en la esfera pública. Desde esta perspectiva,
1ª
concluye que para que exista una completa igualdad social el trabajo de hombres y mujeres tiene
que ser del mismo tipo: la producción de valores de uso social. Para que esto suceda considera que
la familia y la sociedad no pueden seguir siendo dos esferas económicamente separadas en la vida.
De este modo afirma: UNIDAD
producción, consumo, crianza de las hijas e hijos, toma de decisiones económicas, todo ello es
necesario que ocurra en una sola y misma esfera social [...] para que las mujeres lleguen a ser
adultas sociales plenas; lo que ahora es trabajo privado de la familia debe convertirse en trabajo
público ( 1979:266 ).
Nelson desafía la idea de que los mundos sociales de hombres y mujeres puedan ser reducidos a
los dominios públicos y domésticos respectivamente al cuestionar que el mundo de los varones
sea considerado exclusivamente como la esfera de lo político. La autora defiende que las mujeres
desempeñan un papel crucial en los lazos estructurales que se establecen entre los grupos de
parentesco en sociedades donde la familia y el parentesco son instituciones fundamentales. Las
mujeres, por su posición en la familia, influyen en la vida social y en los varones a través de los
rituales y en la toma de decisión sobre las alianzas matrimoniales que vinculan a distintos grupos 25
de parentesco. Por consiguiente, a juicio de la autora, las mujeres participan en actividades
«públicas» y las redes de solidaridad de mujeres ejercen control social e influencia política.
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1ª
áreas del mundo, sobre la participación de las mujeres en acciones colectivas que tienen como
objetivo paliar los acuciantes problemas de la supervivencia, tales como la salubridad de los
poblados y barriadas, demandas de atención sanitaria y búsqueda de alternativas para la
redistribución alimentaria. En la mayoría de los casos se produce una politización de lo doméstico UNIDAD
en la medida en que las mujeres se movilizan a partir de las necesidades de sus hogares dado el
papel socialmente asignado de satisfactorias de las necesidades básicas de sus familias. Pero al
mismo tiempo la importancia de estas actividades, de las reivindicaciones planteadas y de las
soluciones que las mujeres instauran para superar las condiciones de opresión e injusticia que
afectan a toda la comunidad no pueden dejar de considerarse como actividad política. La
Por último, un excelente ejercicio crítico es el que realiza Soledad Murillo al desenmascarar los
sesgos implicados en la definición de la privacidad asociada al ámbito doméstico. La autora
considera que la privacidad no es neutral con respecto al género, es decir, existen dos
privacidades: la masculina y la femenina. La primera coincidiría con las definiciones históricas que
conjugan la privacidad con la individualidad mientras que la segunda supone la negación de lo 26
propio, de la individualidad como constitución del sujeto. Esta segunda realidad corresponde a la
domesticidad como mandato y lugar donde han sido relegadas las mujeres. Ajuicio de la autora la
domesticidad «trasciende la noción de hogar o de las responsabilidades familiares. No es preciso
estar casada y con hijos para incluirse en las virtudes domésticas. Es más un comportamiento, una
disposición a prestar atención y dar respuesta a las necesidades del otro [...] hacerse cargo, por
encima del propio interés, de lo que puedan necesitar o desear los demás» (1996:XXII).
Por tanto considera que no se puede asimilar la privacidad al término doméstico. La autora
argumenta que la idea de privacidad ha estado siempre emparentada con los asuntos de
conciencia -política o religiosa- y que ha cimentado un derecho unido a la idea emancipadora del
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sujeto y al concepto de apropiación de sí mismo que supone la retirada voluntaria y puntual del
1ª
espacio público para beneficiarse de un tiempo propio. Estas ideas no pueden ser asimiladas al
término doméstico que supone en sus prácticas la renuncia de sí y en el que el sujeto pierde
singularidad. La domesticidad asignada a las mujeres conlleva la negación de un tiempo y espacio
propios y por tanto la imposibilidad de construcción de la individualidad. Del mismo modo, como UNIDAD
espacio de nulo reconocimiento social, incide en el silenciamiento de las mujeres y en su
autopercepción devaluada.
Por este motivo la autora concluye su investigación defendiendo que si la igualdad no quiere
fosilizarse como un principio exclusivamente formal, deberá afrontar con eficacia el reparto del
espacio público, privado y doméstico, y a su juicio «conquistar la privacidad es una de las vías de
En segundo lugar, aquello que se considera doméstico y político, aun dentro de nuestro propio
ámbito sociocultural, no se presenta con límites fijos y sus significados son cambiantes, lo cual
hace necesario una mayor precisión conceptual.
En tercer lugar, los debates en tomo a esta dicotomía ponen de manifiesto lo que han señalado
Esteban y Díez (1999) con respecto a la contradicción entre modelos teóricos y experiencias reales
de las mujeres. El modelo teórico, la regla, el discurso dominante mandan tanto en la
conceptualización teórica como en el imaginario social, y en éste el lugar que le corresponde
ocupar a las mujeres es el de la permanencia, el de la quietud. Por tanto seguimos teniendo una
27
dificultad derivada de nuestros marcos conceptuales para «describir las realidades y actividades
de las mujeres despojadas de esa imagen estática que dicta la regla» (Esteban y Díez Mintegui,
1999: 14).
Esta falta de correspondencia entre el modelo de representación y las prácticas sociales reales se
debe a la posición social de los actores sociales con respecto al modelo dominante. En este sentido,
por ejemplo, en una sociedad como la victoriana, donde se elaboró minuciosamente la ideología de
la domesticidad, las mujeres y los niños trabajaban en las fábricas. En todo caso esto no significa
minusvalorar los modelos de representación de género y su fuerza normativa, ya que como
ideologías sociales están presentes tanto en las construcciones teóricas como en la vida social. En
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1ª
género— ha sido y sigue siendo una manera de organizar la vida económica, política, jurídica y
familiar. En virtud de ello se asignan diferencialmente tareas y reconocimientos y se construyen las
subjetividades de los hombres y las mujeres.
UNIDAD
En cuarto lugar se ha visto la necesidad de repensar tanto el espacio público como el espacio
privado, tarea que ha suscitado importantes debates a partir de la crítica feminista y de la filosofía
moral y política porque es fundamental para la teoría y la práctica de la justicia, como se pone de
relieve en el capítulo 4 de este libro.
Cuando Simone de Beauvoir afirmó en 1949 que «una mujer no nace sino que se hace», su reflexión
enmarcó el campo de la investigación feminista que iba a desarrollarse a partir de los años setenta
y ochenta. Como hemos visto anteriormente en el capítulo dedicado a la filósofa francesa, El
segundo sexo defiende que las características humanas consideradas como «femeninas» no
derivan de una supuesta naturaleza biológica, sino que son adquiridas mediante un complejo
proceso individual y social.
El concepto de género puede definirse como el conjunto de creencias, rasgos personales, actitudes, 28
sentimientos, valores, conductas y actividades que diferencian a hombres y mujeres a través de un
proceso de construcción social que tiene varias características. En primer lugar, es un proceso
histórico que se desarrolla a diferentes niveles tales como el estado, el mercado de trabajo, las
escuelas, los medios de comunicación, la ley, la familia y a través de las relaciones interpersonales.
En segundo lugar, este proceso supone la jerarquización de estos rasgos y actividades de tal modo
que a los que se definen como masculinos se les atribuye mayor valor (1987:46).
Si bien el análisis etnográfico fuera y dentro de nuestra cultura ha ampliado o modificado los
contextos de construcción del género, la definición de Beneria nos sirve como imagen descriptiva
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de las instancias clave que de manera articulada elaboran ese proceso complejo de construcción
1ª
de la diferencia entre hombres y mujeres y que convierte la diferencia en desigualdad.
Con el concepto género se pretendía acabar con las omnipresentes teorías deterministas
biológicas que interpretaban el lugar de hombres y mujeres en la estructura social como UNIDAD
consecuencia de características biológicas.
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EJERCICIO 3
) Piense en lo que la autora define como mundos públicos y privados e intente establecer el papel
1ª
que le cabe a la educación y al sistema educativo en los cambios y continuidades de esta distinción.
UNIDAD
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En el siglo XVI, la base de la organización social española era una familia estamental con un orden
jerárquico y con funciones delimitadas para cada uno/a de sus miembros/as. Las relaciones entre
ellos/as se definían por criterios de superioridad e inferioridad, así como de mando y obediencia.
Estos tal vez fueron los primeros esfuerzos colectivos realizados por las mujeres en América Latina 31
para educarse, lo que implicó trascender los controles sociales impuestos por razones de género.
Uno de los lugares donde este movimiento se expresa con mayor claridad es en los conventos y
claustros. La vida de clausura permitió a las mujeres una autonomía inaudita para esa época,
desafiando un sistema social de relaciones de género que las consideraba menores de edad.
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Recluida, fuera del mundo como sus productoras, olvidada y no suficientemente valorada
literariamente, es el trabajo de una investigación muy reciente el que ha puesto en escena, la
1ª
escritura realizada en los conventos, ampliando el espacio de la literatura colonial. La escritura UNIDAD
de los conventos se constituye como valiosa crónica social y de época. Hablada desde la
cotidianeidad de la vida entre mujeres, su reconocimiento y debida lectura aún espera su
tiempo y lugar en las historias y antologías de la literatura chilena.
La escritura de los conventos tiene en la Colonia dos ejemplos que destacamos: Sor Úrsula
32
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LECTURA
MARGARITA SUÁREZ
«...les decían a ellas que emprendían clausura, que pocaso ningunas avian de imitar,
Cuando se presentaron los primeros intentos serios de fundar instituciones religiosas femeninas
en la Colonia, pocos pensaron que en un plazo relativamente corto el virreinato del Perú estaría
plagado de conventos, algunos de ellos verdaderas ciudadelas y otros de una hermosura singular.
Sólo la ciudad de Lima contaba, hacia 1700, con 13 monasterios de monjas y seis beaterios o
recogimientos que representaban la quinta parte del espacio físico de la ciudad y una fracción
similar de la población femenina. Según Lavallé, el 18.8% de la población limeña europea y
femenina habitaba en los conventos: 820 religiosas por 4,359 españolas1 y esto sin contar a las
sirvientas y esclavas que incrementaban, en la mayoría de los casos, en más del 50% la población
total de cada una de las órdenes femeninas2.
Sin duda, el éxito del enrolamiento monacal no se debió a la proliferación súbita de las vocaciones
religiosas. Los monasterios cumplían, ante todo, una función social al proporcionar a las mujeres
que por algún motivo no podían desposarse, la posibilidad de llevar una vida recatada y alejada de
las peligrosas vicisitudes del mundo. Tal como ha enfatizado Van Deusen, el ideal español de la
«doncella» se materializó en la necesidad de fundar recogimientos o monasterios que permitiesen
a la sociedad masculina controlar a sus vírgenes. La doncella debía permanecer en el «refugio
sagrado» del hogar hasta el matrimonio o, en su defecto, internarse en un convento3. 33
Pero, ¿fue efectivo este supuesto mecanismo de control social?, ¿es que no existían espacios que
pudiesen permitir a las mujeres librarse de las imposiciones y autoridad masculinas? Para algunos
autores, el hecho colonial empeoró aún más la situación de sumisión de las mujeres. Según
Mannarelli, «el status femenino se degradó con la presencia de españoles blancos sometiendo a
1
Sobre población conventual, ver Martin 1983: 172 y Lavallé 1982: I: 25 y 28.
2
En 1630, el arzobispo de Lima, Don Hernando Arias de Usarle informaba al Papa Urbano VIII que sobre un tolal de 763 monjas, existían
1028 personas más entre sirvientas y esclavas que vivían en los conventos. Vargas Ugarte 1959: II: 358 y Lavallé 1982: I: 25.
3
Van Deusen 1990; 253. La obsesión masculina por mantener a sus mujeres «recatadas» estaba relacionada a la estrecha vinculación
entre el «honor» del hombre español con la virginidad de las mujeres. Cf. Mannarelli 1990; 231.
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indígenas», de tal manera que las mujeres -incluso las pertenecientes a sectores aristocráticos-
adquirieron «ciertos rasgos propios de los grupos subalternos».4
Sin embargo, es posible que esta imagen de la sociedad colonial fuertemente controlada y dirigida
por el sector masculino menosprecie los espacios en las cuales las mujeres sí tuvieron un manejo
1ª
UNIDAD
efectivo de sus vidas o, por lo menos, de aquellos que les permitieron escapar de la injerencia
cotidiana del mundo masculino y les brindaron la posibilidad de competir de igual a igual con los
caballeros españoles. Por lo pronto, el mundo de vírgenes intachables y virtuosas sólo existía en la
mente idealista de algunos ingenuos. Ya en la España de Felipe IV abundaba la literatura que se
quejaba amargamente de la desaparición de las doncellas:
Y las descripciones sobre la América colonial abundan en mostrar hasta qué punto esta sociedad,
netamente barroca, oscilaba entre la severidad y la laxitud, entre la extrema religiosidad y la
sensualidad no menos extrema. 6 Aunque parezca sorprendente, va a ser precisamente en el
mundo conventual donde las mujeres -segregándose del mundo secular-pudieron ejercer un poder
que desconcertó y preocupó a muchos de sus contemporáneos.
34
4
Un ejemplo de este fenómeno sería que en los procesos judiciales el testimonio de una mujer o de un indígena valía tres veces menos
que el de un hombre español. Ver Mannarelli 1990; 242-244 y passim.
5
Alondo de Malvenda, «El tropezón de la sosa» en Deleito y Piñuela 1987: 27.
6
Cf Paz 1982: 105-106. En el Perú las «tapadas» incluían las iglesias en su recorrido cotidiano.
7
Cf Paz 1982: 94, 149. Según Vargas Ugarte (1959: II: 357) «estos conventos...tenían a más de un fin religioso una función social/.../ Las
mujeres de entonces no tenían delante de sí la multitud de caminos que hoy se ofrecen a la moderna, convertida hasta cierto punto en
competidora del hombre /.../ Antaño no sucedía lo mismo».
8
Según Martin (1983: 180) se puede considerar que las monjas, como grupo, eran las mujeres mejor educadas del virreinato.
9
Antonio de la Calancha (1976: III: 983) decla lo siguiente de Doña Mencía de Sosa, primera abadesa del Monasterio de la Encarnación:
«Fue doña Mencía... dotada de caridad, oración, limosna, paciencia y obser¬vancia. ...era de ánimo varonil, tenía barbas en el rostro i
magestuosa gravedad». Sobre Sor Juana Ines de la Cruz describía un teólogo que no era mujer sino «un hombre con toda la barba», en
Paz (1982 93).
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La vida en los «conventos grandes»10 era en extremo relajada. Además de estar rodeadas de
1ª
criadas y esclavas, las monjas vestían con sus mejores galas y joyas, y no acataban el claustro
recibiendo numerosas visitas entre parientes y pretendientes. Las fiestas religiosas y civiles eran
motivo para la organización de recitales, comedias y fuegos artificiales. Cuando la celebración no
era organizada dentro de los recintos del monasterio, algunas religiosas no vacilaban en burlar los UNIDAD
muros conventuales y salir con criadas y esclavas al exterior. Incluso en el convento de La
Concepción hubo planes para organizar una corrida de toros, que terminó con la excomunión de
monjas, toros y toreros.11 Los arzobispos de Lima tenían en los monasterios un gran reto y en la
mayoría de los casos sus directrices terminaron en un desafiante desacato por parte de las
religiosas. En 1631, por ejemplo, el arzobispo Don Hernando Arias de Ugarte fue informado que las
10
De los trece conventos de Lima, seis se conocían como los «conventos grandes»: La Concepción, La Encarnación, La Santísima
Trinidad, Las Descalzas y Sanla Clara. Los demás se fundaron como subsidiarios de éstos para contrarrestar su laxitud.
11
Ver Martin 1983: 213-219.
12
AAL. Encarnación 3. Cf. Lavallé 1982: I: 36. En 1705 las monjas de este mismo convento pretendieron montar una obra teatral
interpretando papeles masculinos, lo cual causó escándalo y la censura de las autoridades eclesiásticas. Una vez más, la desobediencia
las llevó a la excomunión y cárcel, incluyendo a la abadesa del convento. Martin 1983: 217-218.
13
Citado en Martin 1983: 207 .
14
Es todavía muy poco lo que se conoce sobre el funcionamiento de las economías conventuales y no hay nada equivalente a los
trabajos hechos por Asunción Lavrin para México. Este hecho es atribuible no al desinterés de los historiadores en el tema (los intentos
de Gibbs, 1989 y Burns, 1991 son una prueba de ello), sino fundamentalmente a la inaccesibilidad de las fuentes.
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apoderan con mucha facilidad», además que contribuía a la disminución de los ingresos fiscales
puesto que los religiosos estaban exentos del pago de ciertos gravámenes.15
Sin embargo, los monasterios no sólo siguieron acaparando propiedades sino que incursionaron
en el ámbito financiero de la economía colonial. Que las órdenes femeninas colocaran gran parte
1ª
UNIDAD
de sus recursos en préstamos no es sorprendente. Al margen de la objeción religiosa a la usura y
del largo debate medieval sobre la legitimidad de los intereses impuestos a los préstamos, ya
desde el siglo XVI la Iglesia aceptó la imposición de un 5% de interés sobre los préstamos
considerados riesgosos (damnum emergens) o en los casos en que el acreedor dejaba de ganar por
haber prestado su dinero (lucrum cessans). 16 De este modo, el clero secular y regular los
organismos anexos a la iglesia (Inquisición, cofradías y hermandades), las órdenes femeninas y los
En efecto, ha existido una gran confusión en cuanto a la interpretación del conjunto de cargas
impuestas sobre las propiedades en favor de los organismos religiosos. Como ha señalado Bauer,
la mayoría de historiadores ha considerado a todos los instrumentos que arrojaban algún ingreso
(censos, capellanías, aniversarios, obras pías, etc.) como un solo tipo, y los han explicado a todos
como préstamos a interés. De esta manera, la iglesia aparecería como una virtual acaparadora del
mercado crediticio, prestando enormes sumas, especialmente a la clase criolla con tierras. Sin
embargo, y aunque no hay todavía precisiones numéricas, tan sólo un porcentaje mínimo de estos
ingresos procedía de préstamos que, efectivamente, hubiesen concedido las instituciones
eclesiásticas, con lo cual la iglesia aparece más como una captadora de rentas que como un
enorme agente crediticio que desembolsara dinero pidiendo a cambio un interés.18
En este contexto, las órdenes femeninas jugaron un papel nada despreciable en el habilitamiento
de capitales, conformando un sector dinámico dentro de la economía colonial y no un mero
captador de rentas. En el Perú, los monasterios de monjas cuzqueños -a diferencia de los
masculinos- desdeñaron la retención de propiedades con la finalidad de colocar su dinero en
préstamos.19 En Lima, las transacciones crediticias de los conventos fueron de mayor envergadura, 36
como lo demuestran los datos que hemos podido recolectar. En 1664, por ejemplo, los conventos
de La Concepción y Santa Catalina prestaron fuertes sumas al Consulado de Lima para engrosar el
envío de dinero a Portobelo y España, luego de asegurarse que el gremio de mercaderes ofrecía las
garantías suficientes para el pronto reembolso del principal. En diciembre del mismo año, ocho
abadesas de los principales conventos de Lima escribían al rey informando acerca de un arreglo
15
AG II Lima 571, lib.19, fol. 2O5r-v. Cit. en Lavallé 1982: I: 29.
16
Ver Bauer 1986: 45.
17
Cf. Bauer 1986: 41.
18
Cf. Bauer 1986: 33,42. 46.
19
Cf. Gibbs 1989: 356 y ss.
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financiero entre éstos y los oficiales reales, con la finalidad de cubrir ciertos gastos y asegurar así
1ª
la remisión de plata para el monarca, poniendo como condición el puntual cumplimiento de los
pagos.20
Durante el siglo XVII la mayor parte de los préstamos al Estado colonial efectuados por los UNIDAD
conventos fueron hechos mediante la compra de juras de los años 1639, 1640 y 1641. Estas tres
ventas de juros proporcionaron a la Caja de Lima más de dos millones de ducados, siendo los
principales compradores las instituciones religiosas y las Cajas de Comunidades de Indios.21 Sin
embargo, y a pesar del éxito de estas medidas, los conventos de religiosas fueron objeto de
presiones, como la investigación ordenada por el arzobispo de Lima en 1644, don Pedro de Vila
Gómez, para averiguar por qué los conventos de Lima no habían acudido -en la magnitud que las
Cuadro 1
Préstamos hechos por los Conventos de Lima, 1638-1644 (en pesos de ocho reales)
Como se puede observar, en su conjunto la mayor parte de los préstamos de los monasterios
fueron destinados al financiamiento de las arcas estatales lo cual, sin duda, ubicó a las monjas en
una posición privilegiada con respecto al poder central. Los préstamos dirigidos a personas
particulares fueron colocados en forma de censos situados sobre propiedades urbanas y agrícolas.
20
Ver Martin 1983: 267-268. Los ocho conventos que prestaron ese año dinero a la Real Hacienda fueron los siguientes: la Encarnación,
La Concepción, San José, Agustinas, la Santisima Trinidad, Santa Clara, Nuestra Señora del Rosario y las Carmelitas Descalzas.
21
Andrien 1985: 49-50, 157; y 1981.
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Los beneficiados, en este caso, fueron los miembros de la élite limeña, desde funcionarios reales
1ª
hasta hacendados y clérigos. El monasterio de la Encarnación, por ejemplo, mostró un marcado
interés en el financiamiento de mujeres, especialmente las viudas.22 El de la Concepción prestó
sumas importantes a la Compañía de Jesús (12,000 pesos) y a magnates como el contador mayor
del Tribunal de Cuentas, don Hernando de Santa Cruz y Padilla. Miembros del Cabildo y de la UNIDAD
Audiencia de Lima, como Diego Núñez de Campoverde y don Dionisio Manríquez, recibieron
respectivamente 3,000 y 6,000 pesos del monasterio de Santa Clara. Don Antonio Guerra de la
Daga tuvo un tratamiento preferencial de los conventos de Santa Catalina y de las Descalzas de
San Josephe, recibiendo nada menos que la suma de 45,100 pesos en 1638.23 El interés cobrado por
el préstamo de estas sumas era de 5%, es decir, era mucho menor que aquél exigido por los bancos
El manejo de considerables recursos económicos hizo que los monasterios de monjas fueran
conscientes de la importancia de controlar sus bienes de manera independiente lo cual, a su vez,
les permitiría ejercer un dominio relativo de los beneficiados por sus actividades crediticias.25
Prueba de ello es que desde muy temprano todos los conventos limeños se ampararon en la
jurisdicción episcopal desdeñando la canónica, que las hacía dependientes de las órdenes
masculinas. Las monjas se quejaban que, cuando estaban sujetas a una orden masculina, los
religiosos las confesaban, fiscalizaban sus ingresos, manipulaban las elecciones y hasta se
apropiaban de sus bienes. Por tanto, uno por uno los conventos se cobijaron en la autoridad
arzobispal, cuyas órdenes aprendieron rápidamente a ignorar .26
Resguardadas económicamente por sus actividades financieras, las monjas lograron defender y
mantener su autonomía de un mundo que les exigía sumisión y recato. El arzobispo don Juan de
Almoguera reconocía, con estupor, que la carga más pesada de su dignidad de prelado eran los
conventos de monjas27 y no le faltaba razón. En 1674, cuando el arzobispo intentó suspender a la
abadesa de La Encarnación por malversación de fondos, las monjas hicieron barricadas y
«empezaron a gritar... con bozes esorbitantes diciendo: no queremos, no obedecemos / .../ no se
an de holgar con nuestra hazienda /.../ aunque nos quiten la vida».28 Las doncellas, amparadas en
sus recursos económicos, se habían rebelado. 38
22
AAL. Censos, leg. 6, año 1644, pp. 85 y 55. Agradezco a Alfredo Tapia el haberme llamado la atención sobre la existencia de este
documento.
23
AAL. Censos, leg. 6, 1644. Estas sumas son considerables si se las compara con las que recogió Burns (1991) para los conventos
cuzqueños.
24
La lista de beneficiados confirma plenamente esta afirmación, con lo cual se podría establecer la similitud con el caso mexicano, cf.
Bauer 1986: 47.
25
Que las órdenes femeninas tenían una presencia importante en la sociedad civil se demuestra por el hecho que toda la ciudad
participaba en las elecciones conventuales dando su apoyo a alguno de los bandos.
26
Cf. Martin 1983: 244. En Santiago de Chile y Quito, incluso, se produjeron levantamientos armados por este motivo.
27
Citado en Lavallé 1978: I:33
28
AAL. Concepción 20, en lavallé 1982: I: 38.
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EJERCICIO 4
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No todas las mujeres aceptaron ese lugar de subordinación. Por ejemplo en Argentina, las
letras y el periodismo se convirtieron en una tribuna de denuncia de las injusticias cometidas
contra las mujeres. En 1852, Rosa Guerra, una maestra editó un periódico "La Camelia", en cuyo
encabezamiento se leía "Libertad! No licencia. Igualdad entre ambos sexos". Mientras la
autonomía de las mujeres era negada por el Código Civil escrito por Vélez Sarsfield, que
determinaba que las mujeres se encontraban en un sempiterno estado infantil y por tal motivo
estaban incapacitadas para ejercer en el ámbito de los negocios y que sólo podían disponer de
su dinero si eran viudas o solteras, como tampoco participar en las decisiones acerca del futuro
de sus hijos/as.
El siglo XIX nos muestra la demanda femenina por el pleno ejercicio de los derechos ciudadanos y
por la integración en actividades como asistir a la escuela o votar. Como hemos dicho, las mujeres
logran primero el derecho a educarse, a tener una profesión y, posteriormente, a votar.
41
I.4.3 LAS UNIVERSIDADES
En Chile, un hito fundamental en este proceso es el que impone el decreto Amunátegui, llamado
así en honor al Ministro de Instrucción Pública del Gobierno del Presidente Aníbal Pinto. En 1877,
este decreto señalaba que:
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Decreto Amunátegui
Considerando:
1ª
UNIDAD
1° Que conviene estimular a las mujeres a que hagan estudios serios y sólidos;
2° Que ellas pueden ejercer con ventaja alguna de las profesiones denominadas científicas;
Se declara que las mujeres deben ser admitidas a rendir exámenes válidos para obtener títulos
profesionales, con tal que se sometan para ello, a las mismas disposiciones a que están sujetos
los hombres.
Las mujeres obtuvieron primero el derecho asistir a la Universidades y tener títulos profesionales.
Años más tarde el derecho a ejercer sus profesiones. En la actualidad, existe una segregación por
género de las áreas del conocimiento que básicamente determina que las mujeres tengan una
participación muy por debajo de la masculina en las áreas de ciencia y tecnología. Por su parte, los
hombres tienden a estar subrepresentados en las artes, las ciencias sociales y las humanidades.
Sin embargo, la ciencia y la tecnología han sido definidas como prioritarias para el desarrollo de los
países del tercer mundo, a la vez que representan mejores ingresos razón por la cual en estas áreas
se considera prioritario para la equidad de género.
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El acceso a los conocimientos oficiales y formales también dio a las mujeres una herramienta para
desarrollarse como educadoras y maestras, situación que se consolida con la creación de las
"escuelas normales", en toda América Latina. Un discurso de carácter androcéntrico ha
contribuido a invisibilizar este fenómeno, pues muchas veces se piensa que las mujeres han
llegado a ser maestras casi tan naturalmente como han llegado a ser madres. Comúnmente nos
encontramos con un discurso que presenta al magisterio como una carrera "natural" y digna para
las mujeres (Gaspar, 2001).
La carrera normalista constituye una cadena infinita, las alumnas con el tiempo son las maestras.
Las maestras normalistas sintetizaron una nueva identidad femenina, la de "madre maestra", que
aunque a primera vista nos parezca tradicional, generaron un discurso moderno de la identidad
femenina:
Las maestras constituyen una presencia que ha terminado por parecer invisible, pues no
existen de ellas una conciencia histórica y su papel en la historia no forma parte de una
memoria colectiva, es necesario comprender el significado del trabajo de maestra en
momentos históricos diferentes, para entender a las mujeres en su espacio y su grupo social
completo, para explicarnos la situación actual es necesario reflexionar sobre la complejidad de
su pasado, para ayudarnos a explicar a las maestras de hoy, y quizá ha de proporcionarnos
estrategias para la lucha política por sus derechos y sobre todo para elevar su autoestima.
(Ramos, 1987).
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LECTURA
MERCEDES VALDIVIESO
¡GUERRA A LA IGNORANCIA!
1ª
Extracto del texto «De Madres a Maestras: Tránsito de un Saber», Sernam, Colección Mujeres en UNIDAD
la Cultura Chilena, Santiago, 1995.
Llegaron los tiempos en que la educación del pueblo se convirtió en una cuestión de civilidad y
adelanto. ¡Guerra a la ignorancia! fue el grito que profirió don Miguel Luis Amunátegui para hacer
marchar a hombres y mujeres sobre las barricadas peluconas.
"...que haya escuelas normales para hombres me parece justo y conveniente; pero las escuelas para
preceptoras no sé cómo conciliarias con el fin útil que se propone la ley. Las preceptoras, por buena
educación que tuvieran, no serían otra cosa que lo que quisieran sus maridos que fuesen...por muy buena
conducta que se les suponga, esa mujer va expuesta a corromperse, a casarse con un hombre de mala
conducta y ¿qué sería de ella entonces con un marido vicioso que en último resultado vendría a ser el
verdadero preceptor? No sé, a la verdad, a qué reglas sujetar la enseñanza de las preceptoras para
conseguir su verdadero objetivo".
Por fin, el 2 de junio de 1854 se aprobó la creación de una Escuela Normal de Preceptoras, cuya
dirección se confió a las religiosas del Sagrado Corazón de Jesús. La primera directora de esta
Escuela fue la Religiosa Ana du Rousier, de origen Francés, que llegó a Chile en 1852 aceptando la
invitación que en Estado Unidos le hiciera el Presbítero Joaquín Larraín Gandarillas. Sucesora de
Ana du Rousier fue la pedagoga alemana Teresa Adametz, que formaba parte del contingente de
profesoras alemanas que el gobierno había contratado para reformar la educación de la Escuela
Normal.
Honor le cupo a Chillán en 1871, abrir una Escuela de Preceptoras con métodos de enseñanza
mucho más modernos que los anteriores. Su dirección la tuvo la maestra doña Mercedes Cervelló,
que posteriormente fue directora de la Escuela Normal de La Serena (1874): "Doña Mercedes
Cervelló (1830-1891) es una de las primeras autoras didácticas de la República y maestra 44
sobresaliente. Es autora de los textos: "Compendio de Ortología y Métrica" (Chillán, 1860),
"Manual de Economía Doméstica" (Concepción, 1874) y "Elementos de Física y Meteorología"
(Santiago, 1881). Fundó además en 1845 un colegio de niñas que sostuvo durante 10 años, y desde
1855 a 1871 dirigió la Escuela Superior de la ciudad de Chillán. Sus servicios, injustamente olvidados
hoy, deberían recordarse a menudo en las escuelas y mostrar como ejemplo a las maestras de la
nuevas generaciones".29
29
Labarca, op. cit.: 138
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de trabajar sin caer en las perversidades atribuidas a su sexo. Al mismo tiempo, se asentía en que
la mujer era más apropiada para enseñar al niño y aún al adulto. Condicionada para ser la madre
que enseña primero el mundo, la profesión de maestra ampliaba su rol "natural" y la hacía útil
instrumento del progreso. 1ª
UNIDAD
El desarrollo cultural y educacional del período de los decenios no se va a interrumpir en los años
precedentes, especialmente en lo que dice relación con la enseñanza femenina, ya que el esfuerzo
empleado por destacadas mujeres por crear establecimientos particulares de enseñanza
secundaria va a despertar en la conciencia de los gobernantes la necesidad de dar a la mujer una
educación mejor y más amplia.
Entre estos establecimientos, los que gozaron de mayor prestigio fueron el "Liceo Santa Teresa"
El decreto es el siguiente:
"Considerando:
1. Que conviene estimular a las mujeres a que hagan estudios serios y sólidos;
2. Que ellas pueden ejercer con ventaja algunas de las profesiones denominadas científicas;
3. Que importa facilitarles los medios de subsistencia para sí mismas:
Decreto: Se declara que las mujeres deben ser admitidas a rendir exámenes válidos para obtener
títulos profesionales, con tal que se sometan para ello a las mismas disposiciones a que están sujetos
los hombres.
Comuníquese y publíquese. Aníbal Pinto-Miguel Luis Amunátegui".
45
Tiempo más tarde egresaban del "Liceo Santa Teresa" alumnas distinguidas, que luego fueron
brillantes profesionales como: Matilde Brandau, Julia Gutiérrez, Isaura Dinator de Guzmán, por
nombrar algunas. Las doctoras Eloísa Díaz y Ernestina Pérez primeras bachilleres y primeras
tituladas en medicina, no sólo de Chile, sino del continente, fueron alumnas del "Liceo Isabel Le
Brun de Pinochet".
La tarea de establecer los primeros Liceos fiscales femeninos - a instancias también del visionario
educador Miguel Luis Amunátegui - fue campo propicio para que se librara en Chile una ardua
batalla ideológica entre la opinión liberal y los reductos conservadores:
30
Miranda, op. cit.:101-102
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"Mide la acritud a que habían llegado los ánimos, un artículo que produjo hondísima impresión por llevar la
firma de uno de los más talentosos periodistas de ese tiempo, Zorobabel Rodríguez. En las columnas de "El
Independiente", hoja también conservadora, aseguró que: "Los Liceos de mujeres a cargo del Estado, no
serán otra cosa que verdaderos burdeles costeados por los contribuyentes. La palabra es durísima, pero es la
única que expresa con exactitud nuestro pensamiento”.31
1ª
UNIDAD
Pese al ambiente adverso, creado por los que se oponían al desarrollo cultural de la mujer, dos
ciudades de provincia: Copiapó y Valparaíso, acogían la idea del Ministro Amunátegui y teniendo
como sostenedores a "Sociedades de Padres de Familia", fundaban los primeros Liceos femeninos,
donde el Estado y la comunidad se unían para hacer realidad al anhelo de ampliar los horizontes
de la mujer.
Solamente en 1891 se firmaría el decreto que daba vida al primer Liceo Fiscal de Niñas, con sede en
Valparaíso, al cual se le dio el nombre de "Instituto Carlos Waddington", en reconocimiento a la
ayuda económica por este acaudalado vecino del puerto. Esto animó a las autoridades
educacionales para fundar en Santiago planteles femeninos, como fue la creación, en 1895, de un
"Instituto para Señoritas" (luego denominado Liceo N° 1 de Niñas, Javiera Carrera) y el Liceo N° 2
de Niñas en 1896. La primera directora del Liceo N°1 de Niñas fue la pedagoga alemana Juana
Gremler, quien con anterioridad a este nombramiento había sido comisionada por el Ministerio de
Instrucción Pública para confeccionar un plan de estudios para un Liceo de Niñas.
Aristocráticos y "germanizados" los dos primeros Liceos de Niñas de Santiago cerraban sus
puertas a las jóvenes de clase media y baja, esto era una ofensa al sentido democrático, naciente
ya en la República y fue lo que determinó al Ministro de Instrucción decretar la instalación de un
Liceo de Niñas en Santiago, destinado a preparar jóvenes para obtener conocimientos que les
permitieran ganarse la vida. Para dirigir este establecimiento fue designada doña Carmen Silva
Donoso, profesora de Matemática y Pedagogía, egresada del Instituto Pedagógico, la primera
directora chilena de los liceos fiscales femeninos. 46
Su nombramiento en una época en que todavía imperaba "el embrujamiento alemán", significó
"...una lucha tenaz, dura y encarnizada contra los elementos oficiales y aristocráticos que no
comprendían aún que la educación en Chile, tuviera que ser obra de sus propios hijos".32
El "embrujamiento alemán" al que alude Labarca, fue producto de la llegada al país de numerosos
profesores alemanes contratados para enseñar en el Instituto Pedagógico y en el Liceo Valentín
Letelier, quienes fueron encargados, además, de reformar los planes y programas, introduciendo
el "sistema concéntrico" en la enseñanza chilena. La educación femenina no escapó a esta
31
Labarca op.cit.: 164
32
Labarca, op.cit.:203
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influencia, que se hizo sentir especialmente, como hemos visto, en las Escuelas Normales. La tarea
cultural que desarrollaron las profesoras alemanas, no dejó de tener méritos, porque introdujeron
la enseñanza sistemática de la psicología, de la metodología, y de la pedagogía en general y
colaboraron con José Abelardo Núñez, alma de la enseñanza primaria de aquella época; pero... 1ª
"...el error no estuvo en ellas, sino en el gobierno que les entregó al principio de manera absoluta y
UNIDAD
completa la formación espiritual de las maestras... a una inmensa distancia de nuestra tradición, ajenas por
completo a nuestro espíritu latino y criollo, pudieron impartir ciertas disciplinas, apenas si formaron una
que otra discípula, o robustecieron aquellos caracteres que pudieran más tarde influir en la cultura nuestra
de manera viva y perenne".33
Las escuelas o talleres femeninos no volvieron a funcionar sino hasta 1880 a instancias de la
EL Instituto Pedagógico creado en 1889, para formar profesores de Educación Secundaria, con el
título de profesores de Estado, marcará un hito trascendente para la educación femenina, porque a
los pocos años de su fundación, fue la escuela universitaria, más frecuentada por mujeres, las que
constituyeron en los años 20, el 58% de los alumnos que allí se titulaban y ejercían su profesión en
Liceos, Escuelas Normales y Profesionales de la República.
47
33
Labarca, op.cit.:200
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EJERCICIO 5
En el extracto que ha leído se entrega un breve panorama de la relación entre la expansión del
sistema escolar y la incorporación de las mujeres a las tareas docentes. A continuación le pedimos
1ª
UNIDAD
que piense en el modo en que el sistema escolar produce y reproduce las nociones sobre los
géneros que tiene una sociedad en particular intentando definir los roles y espacios que están
determinados para hombres y para mujeres.
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