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equivocadamente y se aplicaron a las sociedades humanas con el objetivo de producir una transformacién sociocultural radical. El resultado fue una horrible exterminacién en masa de grupos humanos especificos, seleccionados debido a su historial étnico o a su identidad politica y a su comportamiento. En este caso, también se culpé a la biologia, de forma injusta pero comprensible, de esta perversion humana, y pasaron varias décadas para que la relacién entre biologia y cultura se convirtiera en un tema de estudio aceptable.{2] En el ultimo cuarto del siglo xx y posteriormente, la sociobiologia y la disciplina que geners, la psicologia evolutiva, han presentado sus argumentos no solo para una perspectiva biolégica de la mente cultural, sino también para la transmisién biolégica de rasgos relacionados con la cultura.[3] Estos ultimos esfuerzos se han concentrado en la relacin entre las culturas y el proceso de replicacién genética, El hecho de que los mundos de los sentimientos y la raz6n se hallen en una interaccién interminable y que las ideas, objetos y practicas culturales caigan inevitablemente en sus acomodaciones y contradicciones no ha sido objetivo de esos esfuerzos (aunque los psicdlogos evolutivos hayan incluido el mundo de los afectos, como las emociones, en sus propuestas). Lo mismo ocurre con el tema que yo destaco en este libro: cémo la mente cultural hace frente al drama humano y explota las posibilidades humanas, y cémo la seleccién cultural completa la tarea de la mente cultural y complementa los logros de la transmisién genética. No estoy favoreciendo el afecto y el drama humano para excluir al resto de los participantes en el proceso cultural. Simplemente, centro la atenci6n en el afecto (y en los sentimientos en particular) con la esperanza de que pueda incorporarse més claramente a las explicaciones sobre la biologia de las culturas. Para conseguirlo, debo insistir en el papel de la homeostasis y de su sustituto consciente, los sentimientos, en el proceso cultural. A pesar de todas las incursiones historicas de la biologia en el mundo de las culturas, la nocién de homeostasis, incluso en el sentido convencional y estricto de regulaci6n vital, esta ausente de los tratamientos clasicos de la cultura. Tal como se indicé anteriormente, Talcott Parsons mencioné la homeostasis cuando consideré las culturas desde la perspectiva de los sistemas, pero en su informe la homeostasis no estaba relacionada con los sentimientos ni con los individuos.[4] gC6mo se conecta el estado de la homeostasis con la produccién de un instrumento cultural capaz de corregir un déficit homeostatico? Tal como sugeri,

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