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Prof.

María Inés Magenta


Lingüística y gramática III
I.-
“Era la persona más importante de la casa. Ella manejaba la cocina y las llaves

de la alacena, hacía todo esto sola, pero era necesario complacerla todo el tiempo.

Era feliz a causa de las desgracias ajenas, las malas noticias: éstas eran tónicos

para su cuerpo, deleites para su espíritu.

-Celestina, hoy mientras daba a luz murió de un ataque al corazón la señora

Celina Romero, a quien convidó usted con carbonada y niños envueltos. Por lo

tanto, nadie se ocupará del hijo, que tiene dos cabezas y una sola oreja.

-¿Y en todo lo demás el niño es normal?

-No. Tiene el talón del pie colocado adelante, los dedos en el talón, además de

las pestañas dentro de los párpados. Por esta razón, hablan de hacerle una

operación.

-¡Qué pavada operar a un recién nacido!

Mientras se lo contaba Celestina se incorporaba en la silla, como en el agua una

flor marchita, y revivía.

-Celestina, hay terremotos en Chile; maremotos también. Ciudades enteras han

desaparecido. Los ríos se transforman en montañas y las montañas en ríos.

Celestina sonreía misteriosamente. Ella, que era tan pálida, se sonrojaba un poco.”
II.-

Un hombre pequeño, con cara de cansancio, anteojos y una valija negra se acercó

lentamente por el muelle y bajó los angostos escalones. Eligió un lugar bastante

limpio de la cubierta y dejó la valija. Se quitó el sombrero y restregándose la nuca,

sonrió débilmente.

-Hola, Doc. Allí está su paciente. Salió a bucear anoche. Es todo lo que sabemos.

El médico miró el cadáver morosamente. Manipuló la cabeza palpó las costillas

levantó una de las manos y observó las uñas. La dejó caer, se hizo a un lado y

volvió a recoger su valija.

-Será mejor que lo llevemos antes de que se ponga rígido. Les diré el resto cuando

lo vea sobre la mesa.

III.-

“LO RECUERDO (YO no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado, sólo un

hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre ha muerto) con una oscura

pasionaria en la mano, viéndola como nadie la ha visto, aunque la mirara desde el

crepúsculo del día hasta el de la noche, toda una vida entera. Lo recuerdo, la cara

taciturna y aindiada y singularmente remota, detrás del cigarrillo. Recuerdo (creo)

sus manos afiladas de trenzador. Recuerdo cerca de esas manos un mate, con las

armas de la Banda Oriental; recuerdo en la ventana de la casa una estera amarilla,


con un vago paisaje lacustre. Recuerdo claramente su voz; la voz pausada,

resentida y nasal del orillero antiguo, sin los silbidos italianos de ahora.

Más de tres veces no lo vi; la última, en 1887... Me parece muy feliz el proyecto

de que todos aquellos que lo trataron escriban sobre él; mi testimonio será acaso el

más breve y sin duda el más pobre, pero no el menos imparcial del volumen que

editarán ustedes. Mi deplorable condición de argentino me impedirá incurrir en el

ditirambo —género obligatorio en el Uruguay, cuando el tema es un uruguayo.

Literato, cajetilla, porteño:

Funes no dijo esas injuriosas palabras, pero de un modo suficiente me consta

que yo representaba para él esas desventuras.” (Borges (1944) Artificios. Buenos

Aires: Emecé)

IV.-

A mí y a mi hermana nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua

(hoy que las casa añejas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus

materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno,

nuestros padres y toda la infancia.

Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues

en nuestro hogar podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza

por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene

las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al

mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos

sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la vivienda profunda y silenciosa


y cómo nos bastábamos por mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que

era ella la que no nos dejó casarnos, porque mi hermana rechazó dos

pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió maría Esther antes que

llegáramos a comprometernos. Por lo tanto, entramos en los cuarenta años con la

inesperada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos,

era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en

nuestra mansión. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se

quedarían con el domicilio y lo echarían al suelo para enriquecerse con el terreno

y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de

que fuese demasiado tarde”

V.-

“Fui a Mar del Plata a visitar a mi familia y festejar mi cumpleaños. Mi mamá

apenas me vio me dijo que una carta había llegado para mí. Ésta decía: “-Señorita

Marta Maleta. Leer urgente”. La abrí y la leí. Me decían que debía presentarme lo

antes posible en la calle Paunero 3157 por cuestiones judiciales. No dudé y me

dirigí hacia allí. Regresé a mi casa y noté algo extraño: había muchos autos. Como

eran las ocho de la noche, me pareció raro que a esa hora hubiera tanto tránsito,

pero decidí no darle mayor importancia y entré a mi casa. Allí me encontré con

todos mis amigos que me gritaban atolondradamente: ¡Sorpresa! No entendía

nada, hasta que recordé que era mi cumpleaños. Me había olvidado


completamente por esa extraña carta que yo había recibido esa mañana. La habían

enviado ellos para distraerme y realmente lo lograron.”

VI.-

“El 5 de febrero conocí a Juan Pedro. Apenas lo vi, me enamoré. Ese día le

dije mi nombre y él me dijo que Azul era un nombre precioso, y que yo le transmitía

una serenidad parecida a la del mar. Me dio su teléfono y al día siguiente lo llamé.

Charlamos por un largo rato hasta que se decidió y me invitó a tomar un café a

Fedra, donde me encontré a mi ex novio, quien al verme con otro se enfureció y lo

golpeó. Yo no sabía qué hacer e intenté hablar con Pablo por lo que había hecho,

pero no me escuchó y se fue corriendo. Al darme vuelta me di cuenta que Juan

Pedro no estaba, también se había ido; me habían dejado sola allí. Pagué los cafés

que habíamos tomado y me retiré a mi casa. Allí medité sobre lo ocurrido y llamé

a Juan Pedro, quien se negó a recibir mis llamadas.”

VII.-

Anoche mi hermana me dijo que yo no servía para nada. Después de esas palabras

me quedé muy mal, tirada en mi cuarto. Allí estuve toda la noche hasta que ella me

envió una carta por debajo de la puerta que decía: “Eliana: no soporto tus actitudes

y menos tu comportamiento infantil. A pesar de eso, sos mi hermana y no me gusta

estar peleada con vos. Sabé perdonarme a mí también, te quiero mucho Julieta”.

Apenas la leí me enojé pero después supe comprenderla y finalmente la perdoné

yo a ella, y le ofrecí mis disculpas


VIII.-

Apuestas argentinas

El arquitecto Miguel Ángel Bravo sueña con hacer la primera terminal automotriz totalmente

argentina.

Con mucha inventiva, su empresa tiene varios prototipos rodando. Aparece entre ellos un auto

eléctrico. “Debemos entregar a un cliente importante cuatro unidades “preserie” de nuestro

Buggy eléctrico”, contó.

Por su parte, Esteban Ruiz de Galarreta desarrolla otro proyecto. Para un usuario familiar típico

los autos eléctricos aún son demasiado caros. Pero “existen nichos del mercado donde sí son

una opción competitiva” señaló.

IX.-

Reescriba el texto usando lo mecanismo cohesivos, explicita cuáles utiliza y dónde,

a.- “La herencia biológica está contenida en los genes. Los genes están empaquetados en 46
cromosomas. Un cromosoma de estos 46 cromosomas, el cromosoma Y, se da sólo en los
varones. Las mujeres tienen en cambio, dos cromosomas X. De estos dos cromosomas sólo
existe un cromosoma en los hombres.”

b.- “Algunos creen descubrir en ciertos monumentos prehistóricos muestras de la preocupación


del hombre prehistórico por los fenómenos astronómicos. Los hombres prehistóricos tuvieron
grandes inquietudes referidas a los fenómenos astronómicos. Los hombres prehistóricos de
diferentes regiones contaban sus propias historias para explicar los fenómenos astronómicos.”

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