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Beatriz Sarlo, La necesaria utopía

El Presidente recibió a L-Gante. Durante tres días de esta semana, el asunto se


convirtió en noticia. No solo es responsable el periodismo, que no tiene más
remedio que tomar estos temas atractivos para quienes solo leen retazos de
información en las redes. Es simple imaginar los motivos que llevaron a Alberto
Fernández a pasar un rato agradable con el artista de cumbia pop, o lo que sea el
género que practica. No es momento de ponerse exigente en este rubro.
La opinión pública es piadosa con el seguidismo populista porque no solo lo
aprueba, sino que lo practica. A miles de jóvenes, completamente desinteresados
de la política, el encuentro con L-Gante o cualquier otra figura de último
momento puede darles el indispensable empujón para que lean o miren
algo donde se mencione a Alberto Fernández. Mientras tanto, en la Corte
Suprema se preparaba y se hizo efectiva la renuncia de Elena Highton, única
alineada con el Presidente de la República en esa institución. Sobre la Corte
Suprema los fans de L-Gante no tienen la menor idea. Ganó el showbiz en todos
los frentes.
Otros estábamos distraídos, también con música. Hace tres días, me ubicaron en
el Teatro Colón en el palco que linda con el presidencial. Allí no había nadie de
Presidencia, porque siguen propuestas más divertidas, y por eso el palco del
primer mandatario estaba ocupado por dos amigos del mundo del teatro y la
música, gente muy respetada, pero poco conocida por el gran público de cumbia
pop. En platea solo los habituales del Colón, para escuchar Theodora, el oratorio
de Haendel, que el jueves pasado la Iglesia católica criticó con un fervor
inquisitorio que recuerda persecuciones seculares.
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Creen que a los


jóvenes desinteresados de
la política les puede
atraer Alberto F por reunirse
con L-Gante

No faltarán los lectores que, llegados a este párrafo, piensen “Sarlo siempre
elitista”. Y, sin embargo, hay que agradecer al Colón y al ministro de Cultura de la
Ciudad, Enrique Avogadro, que, respetando las normas, estuvo allí. Tengo el
mismo sentimiento de comunidad restringida pero real, cuando entro en un
museo como el Malba, el CCK o en el Teatro San Martín. La vida continúa
después de la muerte. Las que no han desaparecido, pese al diagnóstico, son las
ideologías. ¿O es faltar el respeto a las creencias religiosas colocarlas en el mundo
de las ideologías? Espero una respuesta de los intelectuales católicos.
Seguramente, estas discusiones sobre la Theodora de Haendel no interesen a
quienes hayan visto la cara de la muerte bien de cerca. Pero la historia argentina,
desde el siglo XIX, nos enseña que no es posible edificar con los ojos solo fijados
en las catástrofes, sino con la cabeza orientada hacia los programas y las utopías.
Sin utopías, o incluso sin distopías, nos privamos de toda imaginación del futuro,
y permanecemos hundidos en el barro del presente, donde cada dos días parece
necesario evaluar una sucinta declaración de Máximo Kirchner, emitida para
presionar a Alberto Fernández; y cada quincena nos encontramos con algún texto
flamígero de su madre Cristina. Como fuere, ese tono es preferible al uso
desenfadado de la palabra “garchar” por alguna candidata que trata de imitar la
lengua adolescente suburbana, con la esperanza de que le sirva en el rejunte de
votos.
No hay futuro así. Por eso, son motivo de alegría noticias sobre la vuelta de la
enseñanza presencial y algún otro “regreso a la normalidad” en ese rubro. Tal
etiqueta debería aplicarse a escuelas donde quienes asistan aprendan a leer y
escribir en menos de tiempo del que a un chico pobre y desatendido le lleva
garabatear su propio nombre sobre el papel.
Quienes enseñan en la UBA me cuentan que los exámenes parciales revelan
alumnos que no pueden construir bien (ni mal) oraciones subordinadas
consecutivas o concesivas. Les creo, porque esas subordinadas están
desapareciendo también de nuestra lengua oral. Pero, sin ellas, hay alternativas
que no pueden expresarse y, ni siquiera, pensarse. No es solo la pobreza ni la falta
de oportunidades, también es el populismo pedagógico.

Sin utopías nos privamos de


toda imaginación del futuro y
quedamos hundidos en el barro
del presente

La derecha. Mientras tanto, se perfilan algunos políticos que encarnan el


populismo de derecha. El principal candidato a la jefatura de ese grupo es Javier
Milei. El populismo de derecha comienza con la condena global, totalizante y
totalitaria, de todos los políticos a los que llama “casta”, un término insultante,
aunque quienes lo usen, lo escuchen o lo repitan no conozcan del todo su sentido.
Pertenecer a una casta implica integrar un grupo que goza de infundados
derechos. Si los políticos son una casta no es saludable para la democracia que,
por el voto, se les confíen funciones de gobierno. Más bien, insinúa Milei, son los
que se autoexcluyen de esa casta, aunque pertenezcan a ella, los destinatarios
saludables de la voluntad popular. Para ganarla Milei no recurre a argumentos.
Su discurso está más allá o más acá de la razón. Pero impugna las razones de
cualquiera que pertenezca a la casta.
El carácter fogoso y mal hablado de Milei puede acercarlo a una sección de los
jóvenes. La decadencia de la formación letrada no es un obstáculo sino un
instrumento. Se habla mal, se habla sin presentar pruebas ni razones, se insulta.
Por supuesto, debemos atribuir la responsabilidad a las deficiencias en la
formación letrada que ofrece la escuela. Pero no todo puede atribuírsele. Menos
vulgaridad, mejor educación y mejor sintaxis muestran los Milei en Alemania,
que también atraen a porciones de jóvenes e, incluso, de viejos, porque estos
tienen menos tiempo para aceptar que sus cuestiones se resuelvan con reformas.
Milei habla como un anarco y, en tiempos de crisis, eso suma puntos, por derecha
o por izquierda. En el caso de Milei solo por el lado del individualismo de
derecha. Es un anarco conservador, rara mezcla que se da también en otros países
y hoy parece nueva, aunque no lo sea.
De todos modos, hay alguien en este país que puede dormir tranquilamente.
Nada de lo escrito antes de esta frase vale frente a la portada de los diarios del
viernes: el tribunal oral que tenía las causas resolvió que CFK, Carlos Zannini y el
resto de los acusados por el memorándum con Irán no cometieron delito alguno.
Felicitaciones, señora vicepresidente. En la Argentina, por lo menos en lo que a
usted respecta, siempre llega el momento de la justicia. Todos pueden esperar que
algún día les toquen tribunales así, seguidistas y amigables.
Seamos felices. Pero no olvidemos que nuestra utopía no puede ser que todo el
mundo coma. Esa es una mínima táctica de subsistencia, no un proyecto de país.

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