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Enfoque de género a partir de los Acuerdos de Paz:

una mirada en particular al departamento del Cauca

Diana Carolina Cubides Bedón


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Históricamente, se habla del conflicto armado en Colombia como un suceso que ha


marcado de manera relevante al país, desencadenado en sus inicios por la exclusión del
acceso a la tierra, la limitación de la participación política, la imposición de condiciones de
sobreexplotación en las relaciones de trabajo y las distintas formas de resistencia de las
comunidades a estas condiciones de vida, que eventualmente dio cabida al uso de la
violencia y la lucha armada. El conflicto también terminó impactando de manera
desproporcionada y diferencial a las mujeres, pues no se puede negar que la violencia
contra las mismas fue usada como un mecanismo de dominación y poder: sus cuerpos
fueron utilizados como botín de guerra y sufrieron sistemáticamente violencia sexual y
reproductiva.
Es por lo anterior que, en medio de las negociaciones entre el Gobierno de Juan
Manuel Santos y las exguerrillas de las FARC, diversas organizaciones de mujeres y
feministas, “le recordaron al Estado sus compromisos internacionales en materia de
derechos humanos e igualdad de género” (Fernández y González, 2019, p. 116), por lo que
en el año 2014, se crea la Subcomisión de Género, primera subcomisión de su tipo, cuyo
objetivo es el de incluir la voz de las mujeres y la perspectiva de género en el Acuerdo,
incorporando de manera transversal enfoques y propuestas para atender a las mujeres
víctimas (afros, indígenas, campesinas y excombatientes) del conflicto, por medio de 122
medidas específicas en el Acuerdo siendo esto, una forma de materializar las luchas de las
mujeres frente a las desigualdades estructurales que afrontan en el sistema. La creación de
la Subcomisión de Género también resultó siendo un hito histórico a nivel internacional
pues permitiría contribuir a transformar e influenciar los procesos de paz que
eventualmente se desarrollen alrededor del mundo.
Si bien el enfoque de género representa una de las mayores victorias para las
mujeres en los Acuerdos de Paz y quizá, en todo el mundo, diversas organizaciones como
Género y Paz (GPAZ) también han denunciado que, desde mediados de 2018, la
implementación del enfoque de género del Acuerdo de Paz ha sufrido una grave
desaceleración. Tan solo el 50% de las medidas de género del Acuerdo de Paz a las que se
hace seguimiento “presentan avances que no son por completo satisfactorios, desarrollos
parciales que no responden a la integralidad con la que fueron establecidas las medidas en
el Acuerdo y, en varios casos, a una cobertura territorial muy restringida” (GPAZ, 2021, p.
69). Así mismo, la Comisión de seguimiento, impulso y verificación de la implementación
del Acuerdo de Paz ha denunciado que la implementación del enfoque de género ha sido
fragmentada e insuficiente, pues el Estado no ha tenido una comprensión integral ni
transversal del tema en la política pública. (Tapia, 2020).
Lo anterior supone la existencia de importantes limitaciones al momento de
observar los avances en materia de género en el marco del Acuerdo que deben ser
evaluadas con detenimiento para identificar la problemática. Por una parte, se evidencia un
declive en la implementación desde la llegada a la presidencia de Colombia de Iván Duque
Márquez. Esto plantea una posible primera hipótesis para el problema, teniendo en cuenta
que el Centro Democrático, partido político del presidente, lideró una campaña en contra de
los Acuerdos de La Habana y los utilizó como bandera política para impulsarse a la
presidencia, con el objetivo de “destruirlos” e iniciar de cero, disminuyendo los privilegios
otorgados a los excombatientes. Por otra parte, “el nuevo Gobierno ha nombrado
funcionarios públicos y ha hecho alianzas con partidos y sectores que promueven discursos
de odio en contra de personas LGBT o que expresan abiertamente su rechazo” (GPAZ,
2019, p.7).
El Centro Democrático, ha demostrado una fuerte oposición a los acuerdos
“argumentando promoción de la impunidad, objeciones a la participación política y, sobre
todo, desacuerdo con concepciones relativas a la “ideología de género”” (Ruiz, 2018),
negando la importancia de la garantía a los derechos de las mujeres y la comunidad
LGBTI, situación que genera preocupaciones, pues como señala Céspedes,
Llamar “ideología de género” a la integración de una perspectiva que permite
introducir el sexo y la sexualidad como categorías relevantes para comprender el
conflicto armado les permite negar la seriedad y la relevancia teórica de esta
propuesta y mostrarla como un proyecto subversivo carente de fundamento. (2017,
p. 296)

A lo anterior se suma el mantenimiento de los roles de género hegemónicos durante


el proceso de reincorporación de excombatientes. Un considerable porcentaje de la
sociedad colombiana conserva un pensamiento tradicional machista y desconoce de las
implicaciones reales del enfoque de género en la población, complementado por “el
desinterés de la clase política tradicional por los intereses de las minorías históricamente
violentadas y el desconocimiento del impacto diferencial del conflicto en mujeres,
comunidad LGBTI y demás colectivos” (Ruiz, 2018)

Otro factor importante para considerar es la violencia generada a partir del


incumplimiento de las condiciones planteadas en el acuerdo, la cual viene impactando
significativamente al departamento del Cauca y algunos otros más que parecen olvidados
por el Estado. En general, la presencia de grupos armados y bandas criminales se ha
mantenido siempre y ha venido siendo agravada por la problemática del COVID-19 y la
falta de garantías por parte del gobierno. Según la Misión de Verificación de la ONU
(2020), estos grupos han aprovechado la pandemia para reforzar su control social y
territorial, aumentando o implementando las restricciones a la movilidad y otras prácticas
de control social, bajo el argumento de la contención de la pandemia.
En departamentos como Cauca, Norte de Santander, Meta y Nariño se han
identificado hechos de violencia y amenazas relacionados con el control territorial y
el incumplimiento de las restricciones. En algunos territorios se han incrementado
las amenazas de muerte a cualquier persona portadora del virus y se ha tenido
conocimiento de panfletos acompañados de guías para evitar el contagio (ONU
Mujeres, 2020).
La mujer en la política se ha visto muy afectada por los altos niveles de violencia política a
los que se enfrentan. Algunos ejemplos recientes por mencionar se encuentran
El asesinato de la única mujer candidata a la alcaldía del municipio de Suárez en el
departamento del Cauca, Karina García Sierra, así como a quienes ejercen
liderazgos y defienden los derechos humanos en los territorios y el Gobierno no
responde con efectividad dado que las instancias creadas para las garantías de
seguridad en la práctica son inoperativas, en los territorios se encuentran
multiplicidad de responsables, que actúan descoordinadamente y en la práctica
explican los altos niveles de impunidad existente. (Instancia Especial de Mujeres
para el Enfoque de Género en la Paz, 2019, p. 26)
Así como Francia Márquez, lideresa y defensora del medio ambiente y de los
territorios colectivos del norte del Cauca, quien en mayo de 2019 sufrió un atentado en una
vereda de Santander de Quilichao cuando estaba reunida con más de una decena de
lideresas y líderes de la Asociación de Consejos Comunitarios del Norte del Cauca. (El
Espectador, 2020)
Por su parte, organizaciones como la Fundación Ideas para la Paz (2017) también
denuncian que en departamentos como el Valle del Cauca y el Cauca
Existe una fuerte desigualdad social de cara a la población afrodescendiente en
términos de años de vida, tanto para hombres como mujeres. […] Los análisis de las
tasas y los porcentajes acumulados de mortalidad revelan también que la mayor
brecha entre grupos étnicos se encuentra entre las mujeres, siendo las
afrodescendientes las que se encuentran en clara desventaja

Ello autoriza a concluir que las medidas y esfuerzos para desarrollar e implementar
el enfoque de paz han sido insuficientes aún cinco años después de la firma de los Acuerdos
de Paz, evaluando por encima distintos factores que han dificultado el avance en el proceso.
La fuerte oposición del Gobierno a los Acuerdos y en particular al enfoque de género se
alcanza a ver representada en la falta de interés de las instituciones por desarrollar su
implementación y el respeto a los derechos de las minorías. Si bien durante este Gobierno
se instaló la Alta Instancia de Gobierno para la transversalización del enfoque de género,
aún no se han dado avances en la implementación de las instituciones. Esto, junto a la
incapacidad de las instituciones actuales de manejar un concepto del enfoque de género
unificado y, acciones que no se articulan con otras acciones ni con el Acuerdo Final, impide
que se puedan desarrollar acciones de gran impacto.
El proceso de implementación del enfoque de género ha hecho de lado a la
comunidad LGBT, reduciendo el enfoque de género simplemente a los derechos de las
mujeres. Esta problemática encontrada no es nueva, pues desde las negociaciones, la
Fundación Ideas para la Paz identificó que “el 50% de las propuestas sobre enfoque de
género fueron presentadas por el exprocurador general Alejandro Ordóñez y las iglesias
cristianas, buscando limitar el alcance del enfoque solo al reconocimiento de los derechos
de las mujeres.” (FIP, 2017). De esa manera, el texto final del Acuerdo contiene el 90% de
las propuestas que presentaron defensores y detractores del enfoque de género. Es tanto así,
que la vicepresidenta de la República de Colombia, Marta Lucía Ramírez, proponía un
nuevo acuerdo que se concentrara en reconocer únicamente a las mujeres como víctimas
particulares del conflicto armado.
Por otra parte, si se quiere una paz estable y duradera, es necesaria la protección de
la vida de quienes trabajan por conseguirla. El gobierno no asume su responsabilidad por
poner en peligro a los grupos minoritarios y discriminados, que pueden terminar siendo
nuevamente objetivo claro de los grupos armados ilegales. Las mujeres particularmente en
departamentos como Arauca, Nariño y Cauca, “están siendo estigmatizadas, señaladas,
criminalizadas, amenazadas y hasta asesinadas por defender la paz, el territorio, la
protección del medio ambiente y los recursos naturales”. (Instancia Especial de Mujeres
para el Enfoque de Género en la Paz, 2019). Las mujeres en el departamento del Cauca son
vulnerables a la violencia especialmente en el ámbito político y faltan garantías para su
protección pues los esquemas de protección para lideresas se han reducido y los esquemas
de la Unidad Nacional de Protección son insuficientes. Finalmente, el patrón hegemónico
machista persistente en la sociedad muestra que, si bien el proceso de reincorporación
política, económica y social está siendo complicado para todas las personas que se
vincularon a él, para las mujeres “posee un mayor nivel de dificultad, debido a los patrones
socio-culturales patriarcales que juzgan con mayor severidad la inclusión de las mujeres a
la guerra, y limita en mayor medida, su ingreso al ámbito público-político, incluyendo la
esfera laboral”. (Instancia Especial de Mujeres para el Enfoque de Género en la Paz, 2019)
Referencias
Céspedes, L. (2017). En los confines de lo posible: inclusión del enfoque de género
en el Acuerdo de La Habana. En L. Céspedes y E. Prieto (eds.), Utopía u
oportunidad fallida: análisis crítico del Acuerdo de Paz. Bogotá: Universidad del
Rosario.

El Espectador (Septiembre 11, 2020) “Pocos avances en el enfoque de género del acuerdo
de paz”. Recuperado de https://www.elespectador.com/colombia-20/conflicto/pudo-
haber-sido-una-masacre-francia-marquez-article/
Fernández-Matos, D., & González-Martínez, M. (2019). La paz sin las mujeres ¡No va! El
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https://www.jstor.org/stable/26731294
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05/gpaz_informe_2019%20%281%29.pdf
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2018-2022. Via Inveniendi Et Iudicandi, 14(1), 91-128.
https://doi.org/10.15332/s1909-0528.2019.0001.04
Tapia, A (Abril 20, 2020). “Así va el enfoque de género en el Acuerdo de Paz” Periódico El
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la=es&vs=2008

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