Está en la página 1de 10

ALGUNAS IDEAS SOBRE LA ANTIGÜEDAD

Introducción

Uno de los temas de gran interés dentro de los estudios históricos es el continente asiático
en la antigüedad. Hay que decir que este es un periodo de tiempo muy extenso y complejo,
marcado por procesos históricos de gran densidad. Es por esto que son muy pocas las
generalidades que se pueden dictar acerca de este asunto: la gran diversidad de experiencias
históricas que en él se hallan dificulta la búsqueda de rasgos comunes. Dicho esto, se puede
pensar que el mejor camino para estudiar las sociedades antiguas de Asia es tomar a cada
una de ellas como un campo de estudio independiente.

Pese a lo anterior, han existido distintos intentos de encontrar tendencias y aspectos


generales entre todas las sociedades asiáticas, sobre todo entre las más complejas. Tanto en
asuntos políticos como en temas económicos se han tratado de construir explicaciones
comunes para la antigüedad de Asia. Y aunque en algunas ocasiones las dichas tendencias y
generalidades están motivadas por estudios muy bien hechos, en otras son los prejuicios los
que entran en juego. Esto obliga al mundo académico a plantear discusiones serias acerca
de esta cuestión y a desarrollar las investigaciones con la mayor precisión posible.

El presente texto tiene por objetivo estudiar algunas ideas acerca de las sociedades antiguas,
intentando esclarecer su lugar en la historia humana en general. Para esto se utiliza la
hipótesis de que, si bien ciertas ideas sobre la antigüedad se basan en juicios de valor, estas
también se apoyan en hechos reales. Se destina una primera parte a la idea del despotismo
asiático, otra a la continuidad cultural y una más al modo de producción asiático. Se
dispone también un apartado para la división entre oriente y occidente, tema que se
relaciona ampliamente con los otros tres. Este trabajo se realiza usando sobre todo fuentes
secundarias, de las cuales se destaca el trabajo de Edward Said sobre el orientalismo. La
hipótesis que se presenta en este ensayo se compuso con base en los planteamientos de
dicho libro.

El despotismo asiático

También conocido con el nombre de despotismo oriental, este concepto ha estado presente
durante un tiempo considerable dentro de los estudios sobre Asía, ya sean estos de la
antigüedad o de otros periodos. Y como su nombre lo indica se refiere a una aparente
inclinación de los pueblos asiáticos hacia el gobierno autoritario. A continuación, se
analizan algunos aspectos relacionados con esta idea.

Inicialmente podría pensarse que dicha tendencia política no es más que un concepto
procedente de las interpretaciones de las viejas humanidades europeas. Además, puede
observarse en él una cierta mirada crítica hacia los pueblos conocidos históricamente como
asiáticos: se creía que ellos estaban dominados por gobernantes opresores que ostentaban
poderes absolutos. Teniendo esto en cuenta se pueden entender las opiniones de los
funcionarios coloniales ingleses (Balfour entre ellos) o de pensadores como Marx. Tanto
este como aquellos mostraban a Egipto o la India como dominios tradicionales de
regímenes despóticos, con lo cual el colonialismo inglés no vendría siendo una carga muy
pesada.1

Una variante del despotismo asiático corresponde al llamado despotismo hidráulico, el cual
se refiere al poder adquirido por un gobernante en virtud del dominio sobre los recursos
hídricos y las obras de regadío. Parte de esto se puede encontrar en las antiguas sociedades
de Mesopotamia o Egipto, donde el suministro constante de agua hacía posible la actividad
agrícola y el estado intervenía en la construcción de canales y otras obras. 2 Este concepto
puede estar sometido a críticas parecidas a las que se le hace a la idea del despotismo
oriental: perfectamente podría tratarse de otra interpretación europea influenciada por ideas
negativas hacia el mundo asiático.

Pese a los reparos que se pueden formular a los conceptos mencionados, debe tenerse en
cuenta que estos no son completamente ficticios. No es tan difícil comprobar que en varias
sociedades antiguas del continente asiático existieron líderes y regímenes políticos de corte
autoritario. Además, algunas de las épocas de mayor estabilidad y realizaciones
coincidieron con el gobierno de dichos dirigentes. Ejemplo de todo esto es la China de Shi
Huangdi, en cuyo reinado se reunificó el país después de siglos de desintegración. A este
gobernante se le deben algunas obras como los guerreros de terracota y partes de la Gran

1
Edward Said, Orientalismo, Random House Mondadori, Barcelona, 2008 y Sobre el modo de producción
asiático, Ediciones Martínez Roca, Barcelona, 1972. Aunque Egipto es considerado como parte de África, sus
relaciones con sus vecinos asiáticos hacen posible compararlo con ellos.
2
Karl Witfogel, Despotismo oriental, Revista Derecho del Estado. No. 12, junio 2002.
muralla, pero también se tienen noticias de acciones como quema de libros, persecuciones y
otros usos de la fuerza durante su mandato.3

Si a lo anterior se le suma la legitimidad religiosa con la que contaban muchos gobernantes


en el mundo antiguo, entonces puede comprenderse la imagen que se tiene de estas
formaciones políticas. Así era como los dirigentes sumerios podían invocar su calidad
sacerdotal para justificar su poder y los privilegios que él les daba. Los faraones de Egipto
por su parte, eran considerados descendientes de los dioses y por tanto su autoridad era
incuestionable.4

Pero todo esto no debe despistar a quien observe a las sociedades de la antigüedad:
efectivamente hubo importantes excepciones a las realidades que ya se mencionaron. La
más famosa de las filosofías chinas (el confucianismo) condenó siempre las actitudes
verticales de los gobernantes. Además de la filosofía confuciana, otras importantes escuelas
de la antigua China se preocupaban por el bien de la mayoría antes que por la autoridad. 5
Debe tenerse en cuenta también la naturaleza de las fuentes históricas: además de que estas
se refieren en gran medida a los gobernantes y sus actuaciones, tienden a veces a exagerar
la grandeza de los líderes. Se pueden encontrar alusiones a enormes hazañas, a cosechas
extraordinarias y a otras cosas por el estilo. Todo esto no debe dar pie para creer en unos
dirigentes con poderes aparentemente descomunales.6

Se puede observar entonces que dentro de las nociones sobre el despotismo de los
gobiernos asiáticos hay cierto influjo de los juicios que hacían los europeos. Sin embargo,
es posible afirmar que dichos juicios y conceptos se basaban en hechos reales y constituían
una interpretación de ellos. Esto no significa que los regímenes autoritarios hagan parte de
la naturaleza de los pueblos asiáticos, pues se pueden constatar importantes excepciones y
críticas hacia los gobiernos despóticos. Estas ideas no deben asumirse como verdades, sino
que deben ser sometidas a comprobación.

La continuidad cultural

3
Flora Botton, China: su historia y cultura hasta 1800, El Colegio de México, México, 2000, p. 101-106.
4
Lawrence Krader, La formación del estado, Editorial Labor, Barcelona, 1972, p. 87-105.
5
Herrlee Creel, El pensamiento chino desde Confucio hasta Mao Tse Tung, Alianza Editorial, Madrid, 1976.
6
Mario Liverani, El antiguo Oriente, Crítica, Barcelona, 1995, 56-62.
Una vez visto el asunto del despotismo oriental es conveniente pasar a otra idea que se ha
hecho presente en el campo de los estudios asiáticos: esta es la continuidad. Dicho concepto
ha sido presentado en ocasiones como una cualidad que hace a las sociedades asiáticas casi
imperturbables en su cultura, su forma de vida y algunos aspectos sociales. De esta manera
los pueblos de Asia se habrían mantenido sin mayores variaciones durante siglos a pesar de
los grandes trastornos políticos y militares y del auge y caída de diferentes estados.

La creencia en una significativa continuidad cultural en los pueblos asiáticos hizo que
durante mucho tiempo los estudiosos europeos y norteamericanos utilizaran el Corán para
comprender a cualquier país musulmán en cualquier época. Y este es solamente un ejemplo
de los muchos que se pueden hallar: Marx afirmaba que la India, desde sus orígenes hasta
el siglo XIX, había experimentado el ascenso y caída de muchas formaciones políticas sin
que su base social se alterara. Los ingleses observaban una situación parecida en Egipto,
donde se habría sucedido un régimen tras otro sin cambiar demasiado la sociedad. Esto
dejaba a la dominación inglesa como uno más de dichos regímenes, siendo este el
encargado de realizar la transformación de los pueblos coloniales (así lo creían muchos).7

Pese a la visible influencia de las interpretaciones europeas, el concepto de la continuidad


cultural encuentra soporte en algunos sucesos y procesos que en realidad ocurrieron. Así
por ejemplo en la antigua Mesopotamia se observa que a pesar de las múltiples invasiones
el perfil genético y gran parte de la cultura y de las lenguas permanecieron durante varios
milenios. Esto se debe al escaso número de los invasores en comparación con los nativos.
Una situación similar se puede ver en China, donde, a pesar del auge y caída de las distintas
dinastías y poderes regionales, se mantuvieron muchas características sociales y culturales.
Incluso, antes de la entrada del budismo el pensamiento chino se había desarrollado casi
totalmente aparte del resto del mundo.8

Pero al lado de las continuidades se pueden encontrar también importantes rupturas.


Tomando el ejemplo de Mesopotamia se puede hallar que, a pesar de las permanencias de
larga duración, se dieron cambios significativos. En asuntos lingüísticos se ve que el
sumerio fue cediendo terreno a las lenguas semitas e indoeuropeas hasta desaparecer. Esto
se explica por las diferentes invasiones que conducían a la formación de estados y a la
7
Said, Orientalismo, op. cit.
8
Liverani, El antiguo Oriente, op. cit., p. 42-49 y Creel, El pensamiento chino…, op. cit.
imposición de nuevas lenguas. En la misma China, en la época de la reunificación (siglo III
a. C), se pueden ver algunos cambios en asuntos como la propiedad y la distribución de la
tierra. Dichos cambios estaban relacionados ampliamente con el ascenso de nuevos
regímenes políticos y con la promulgación de nuevas leyes.9

Las situaciones anteriormente presentadas dan cuenta de una continuidad cultural en los
pueblos asiáticos: esta idea estuvo muy arraigada en el mundo académico europeo y no
faltan procesos históricos que demuestran cierta verdad que le sirve de base. Pero también
hay destacados ejemplos que muestran que las sociedades de Asia están lejos de ser
“imperturbables”, pues los acontecimientos políticos y militares sí dejaban huella en las
tierras en que ocurrían. Una vez más debe decirse que esta idea necesita ser comprobada
antes de ser asumida como un dogma.

El modo de producción asiático

Es conveniente pasar ahora a revisar el concepto de modo de producción asiático. Dentro


del campo de los estudios sobre la economía ha estado presente esta idea desde que
apareciera por primera vez en el mundo académico hacia mediados del siglo XIX. Y las
discusiones que la han rodeado han sido sumamente densas y agitadas. El postulado básico
de este concepto es que los pueblos asiáticos han basado su sistema económico en el cobro
de tributos a la población campesina, estando ausentes la esclavitud y el mercado.

Dicha teoría se le debe (como muchos otros conceptos) a Marx. En el caso del que trata esta
sección, las observaciones de este filósofo (y de su colega Engels) se hicieron a partir de
algunos datos obtenidos de la presencia británica en la India. Se pueden hallar algunas
relaciones entre el modo de producción asiático y los conceptos que ya se estudiaron en
este texto. Así se postula la relación entre el cobro de tributos a los campesinos y el
sostenimiento de gobiernos autoritarios. Se afirma además que debido a la continuidad
milenaria (o estancamiento) de la India, el sistema económico no habría sufrido mayores
variaciones desde tiempos antiguos. Existen además algunas actitudes hostiles hacia los
pueblos de Asia, cuando se argumenta que el sistema económico que estos desarrollan es
incompatible con el progreso.10

9
Liverani, El antiguo Oriente, op. cit., p. 42-49 y Bottom, China…, op. cit., p. 101-106.
10
Sobre el modo de producción…, op. cit.
Desde la formulación inicial hecha por Marx, este concepto empezó a ser utilizado por
muchos estudiosos (sobre todo marxistas) que consideraban al modo de producción asiático
como la primera etapa de la civilización. Esto quiere decir que entre la barbarie y el modo
de producción esclavista se ubicaba el modo de producción asiático. Teniéndose en cuenta
que las sociedades de la antigua Europa (Grecia y Roma) se ubicaban en una economía
esclavista, no es raro que algunas investigaciones buscaran una economía “asiática” como
su antecedente. De esa forma se quiso interpretar a Micenas o a la “época de los héroes” en
el caso de Grecia. Se puede ver entonces que la economía “asiática” es parte de un modelo
de evolución social marcado por cierta idea del progreso.11

Han existido críticas y discusiones de distinto género con respecto a este concepto. Hay
autores que se limitan a señalar el carácter de hipótesis (no de verdad) que posee el modo
de producción asiático. Así esta idea serviría como guía para la investigación en las
disciplinas sociales y por ende en los estudios sobre la antigüedad de Asia. Se ha afirmado
por ejemplo que en la época de Marx las fuentes que se tenían sobre la antigüedad eran
distintas y más limitadas. Desde entonces se han realizado notables investigaciones en
campos como el de la arqueología, con lo cual se obtiene un panorama muy diferente sobre
las sociedades antiguas. Es razonable pensar que los académicos que utilicen los esquemas
marxistas deben tener en cuenta la información que se ha conseguido con las nuevas
técnicas y ramas del conocimiento.12

Hay otros estudiosos que consideran al modo de producción asiático como una idea
prácticamente inaplicable en los estudios sobre la antigüedad. Argumentan que algunos
asuntos como la aparición de nuevas fuentes juegan en contra de las teorías marxistas.
Desde este punto de vista dichas ideas son parte de los estudios del marxismo más que de
cualquier otro campo de las ciencias sociales. Si acaso se han de emplear algunos
elementos de la teoría marxista, esto serían los conceptos de modo de producción y de
formación económica. No falta incluso quien haya utilizado la idea de economía asiática
para fines críticos hacia la realidad política, sin abandonar las prácticas académicas para

11
Maurice Godelier, Modo de producción asiático y los esquemas marxistas de evolución de las sociedades.
En: Sobre el modo de producción…, op. cit., p. 32-46.
12
Ibíd.
tales fines. Específicamente se han considerado algunos regímenes autoritarios recientes
(como el soviético) como parte del sistema económico asiático.13

Con todas las críticas y evidencias en contra no es difícil entender la crisis que ha sufrido el
concepto de modo de producción asiático y la poca utilización que ahora se le da en los
estudios sobre Asia y sobre otras zonas del mundo. Pero no son solamente las críticas las
que han entrado en juego, sino que también han aparecido nuevas teorías sobre la economía
de las sociedades antiguas. Probablemente una de las más conocidas sea la antropología
económica, rama del conocimiento de la que emergieron conceptos como la reciprocidad y
la redistribución. Con este bagaje es posible evitar la discusión sobre los modos de
producción y las etapas del “progreso” económico, centrándose más en las características
de las economías. Ejemplos de reciprocidad y redistribución se han encontrado en India,
Mesopotamia, el Mediterráneo oriental y otras regiones.14

Todo lo anterior muestra la cierta convulsión que ha estado presente en las discusiones
sobre el modo de producción asiático. Estas controversias han sido probablemente mayores
que en los otros dos conceptos que ya se analizaron en este ensayo. Tanto es así que los
hechos reales sobre los que se fundamentan las ideas marxistas sobre Asia parecen ser
sumamente limitados. Esto quizá se deba a las escasas evidencias que había en la época de
Marx o a la poca profundidad que hizo el pensador con respecto a Asia (a diferencia de sus
detallados estudios sobre el capitalismo). Si a esto se le suma la actitud que tomaron los
marxistas frente a dichas teorías no es difícil entender el camino que siguió el modo de
producción asiático: muchos estudiosos lo utilizaron más como una verdad que como una
hipótesis. Una vez más se observa entonces la importancia de las evidencias en la
comprobación (o refutación) de las teorías sobre la sociedad.

La división entre oriente y occidente

El tema de esta sección es tan extenso que por sí solo ha dado (y seguirá dando) para
volúmenes enteros. Por esta razón aquí se hace apenas una aproximación a él, sobre todo
porque en parte sirve para condensar las ideas expuestas en los apartados anteriores.

13
Liverani, El antiguo Oriente, op. cit., p. 53-56 y Godelier, Modo de producción asiático…, op. cit. En: Sobre
el modo de producción…, p. 42.
14
Liverani, El antiguo Oriente, op. cit., p. 53-56 y Karl Polanyi, Conrad Arensberg y Harry Pearson, Comercio y
mercado en los imperios antiguos, Editorial Labor, Barcelona, 1976.
Efectivamente es posible afirmar que gran parte de los planteamientos académicos sobre los
que trata este trabajo se han visto marcados por la división que se hace del mundo en dos
regiones: oriente y occidente.

La academia ha recibido una gran influencia de esta idea, al igual que ha sucedido con la
política, la literatura y otros muchos campos. Esto es posible, entre otras cosas, por la larga
vida que ha tenido esta forma de dividir el mundo: ya en la antigüedad grecorromana se
creía en una notable diferencia entre los pueblos de Asia (principalmente los persas) y las
sociedades de la Europa mediterránea. Con la aparición del islam este “reparto” se va a
perpetuar, sobre todo si se tiene en cuenta que coincidía con la división religiosa entre
cristianos y musulmanes. La aparición del racismo científico y otras teorías en la Europa
del siglo XIX va a introducir nuevos elementos (no religiosos) a las ideas sobre oriente y
occidente.15

Todo esto deja ver el carácter ideológico que hay detrás de la división geográfica del
mundo. Y aquí se puede encontrar parte de la explicación a los conceptos sobre el
despotismo, la continuidad cultural y el modo de producción asiático. Para llegar a dichas
ideas es necesario considerar a los asiáticos como pueblos radicalmente diferentes a los
europeos, pero con amplias semejanzas entre sí. De otra manera sería muy difícil hablar de
un único modo de producción asiático o de un despotismo oriental, ni tampoco de grandes
continuidades a través del tiempo. No obstante, a la división entre oriente y occidente no le
faltan bases: al factor religioso (el islam y otros cultos), se le suman otros procesos como la
colonización europea que han sido comunes para muchas sociedades asiáticas.16

Hay muchas razones para creer que en épocas antiguas tal división no era tan clara. En Asia
occidental, por ejemplo, no existía una única cultura sino varias y las diferencias entre ellas
eran notables. Mientras la costa oriental del Mediterráneo desarrolló desde muy temprano
una vocación comercial (con pequeños estados), las tierras interiores fueron el hogar de
grandes entidades políticas poco interesadas en el mar. Esto último es cierto tanto para
Mesopotamia, como para Egipto y la Anatolia hitita, donde se desarrollaron estados que
dirigieron su expansión a tierras continentales. La idea que los griegos tenían sobre Asia se

15
Said, Orientalismo, op. cit., p. 81-110.
16
Ibíd.
debía probablemente al fenómeno imperial persa que había estado creciendo por entonces y
que había unificado amplias zonas del continente.17

Se puede ver entonces que las creencias acerca de oriente y occidente, que han generado
grandes debates, deben ser analizadas con mucho cuidado dentro del ámbito académico,
pese a la larga historia que tienen. Los hechos que sustentan dicha división (la religión, la
geografía, etc.) no deben ocultar las diferencias que hay dentro del continente asiático,
incluso en zonas que comparten la religión y gran parte de la cultura. Dichas divergencias
eran muy notables en la antigüedad, antes de la expansión de las grandes religiones que se
conocen hoy en el mundo y del ascenso de imperios como el persa, que unificaron a
regiones muy disímiles entre sí.

Conclusiones

Después de este breve recorrido por algunos de los conceptos que han intervenido en los
estudios sobre Asia se pueden anotar algunas conclusiones, teniendo en cuenta que los
temas aquí tratados son de gran extensión y merecen estudios más detallados.

Ciertas ideas de las que aquí se estudiaron poseen un amplio campo de acción dentro del
mundo académico y se pueden aplicar en las investigaciones sin temor a forzar demasiado
las fuentes. Tanto el tema del despotismo como el de la continuidad cultural se pueden
emplear de este modo: tomándolos como hipótesis y no como verdades. En el caso del
modo de producción asiático se halla una idea más difícil de aplicar y de ella se podría
trabajar con algunos de sus aspectos. Situación parecida ocurre con la división entre
occidente y oriente, muy relacionada con los otros conceptos: pese a que no es del todo
ficticia, su aplicación a la antigüedad es muy complicada, en virtud de la gran diversidad
humana de aquellos tiempos.

Varias cosas se pueden aprender de esto. La primera sería la importancia del liderazgo para
las sociedades humanas. Solamente si hay una dirigencia medianamente estable y fuerte es
posible construir imperios y grandes obras como las que han dejado algunos pueblos
asiáticos. Reconocer esta importancia no implica reducir la historia al recuento simple de
personajes y sus hazañas. También se puede tener en cuenta el significado de las grandes
17
Robert Revere, “Tierra de nadie”: los puertos comerciales del Mediterráneo oriental. En: Polanyi et. al.,
Comercio y mercado…, op. cit., p. 87-111.
continuidades y de los procesos de larga duración, no para ver a ciertas sociedades como
“inmutables” sino para valorar la verdadera naturaleza de los tiempos históricos: estos se
cuentan en largos periodos y no en pocos años. Algunos asuntos (que parecen tan obvios)
como la aparente evolución lineal de los seres humanos y la división entre oriente y
occidente pueden ser discutidos tomando los elementos que aquí se presentan.

He aquí un poco de las enseñanzas que arroja el estudio de la larga y densa antigüedad de
Asia. Dicho aprendizaje no debe quedarse en los círculos académicos, sino que debe ser de
conocimiento general.

Bibliografía

Edward Said, Orientalismo, Random House Mondadori, Barcelona, 2008.

Sobre el modo de producción asiático, Ediciones Martínez Roca, Barcelona, 1972.

Karl Witfogel, Despotismo oriental, Revista Derecho del Estado. No. 12, junio 2002.

Flora Botton, China: su historia y cultura hasta 1800, El Colegio de México, México,
2000.

Lawrence Krader, La formación del estado, Editorial Labor, Barcelona, 1972.

Herrlee Creel, El pensamiento chino desde Confucio hasta Mao Tse Tung, Alianza
Editorial, Madrid, 1976.

Mario Liverani, El antiguo Oriente, Crítica, Barcelona, 1995.

Karl Polanyi, Conrad Arensberg y Harry Pearson, Comercio y mercado en los imperios
antiguos, Editorial Labor, Barcelona, 1976.

También podría gustarte