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El desenlace de

Rodolfo Ortega
Peña: El comienzo de
una época oscura

Alumno:

Profesor:

Universidad:

Asignatura:

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INDICE
Introduccion………………………………………… PÁG. 3

Desarrollo……………………………………………
Datos importantes de su historia…………………PÁG. 4 Y 5
El camino previo a su asesinato………………… PÁG. 6 A 19
Sus últimos tiempos…………………………… PÁG. 20 Y 21
Sucesos de un crimen con varios interrogantes… PÁG. 22 Y 24
El velorio de un líder simbólico………………… PÁG. 25 Y 26
Consecuencias del asesinato de Rodolfo Ortega Peña…PÁG. 27

CONCLUSION…………………………………. PÁG.28

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICA……………. PÁG. 29

ANEXO ………………………………….. PÁG.30

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INTRODUCCION:
Rodolfo Ortega Peña provenía de una ilustre familia que fue la base de toda su
carrera intelectual que llevo a cabo en su vida.
Intelectual, abogado, político y diputado nacional argentino asesinado en el
año 1974, un años antes del comienzo de la época más siniestra de la historia
argentina, por la Triple A, fuerza parapolicial y paramilitar, financiada por el
gobierno, durante el tercer gobierno peronista.
Pretenderemos situar el contexto del asesinato de este ícono argentino y
mostrar la historia de una figura no tan reconocida como otras que han pasado
por este país para enmarcar a uno de esos personajes previos al golpe de
estado de 1976, el cual su deceso demostraba las acciones que se cometerían
contra los que pensaban distinto.

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DESARROLLO:
Datos importantes de su historia:

Rodolfo Ortega Peña nació en Buenos Aires el día 12 de septiembre de 1936


en una familia intelectual y antiperonista. Desde niño creció con una ideología
firme y con el objetivo de no relegar la misma en ningún momento. Apoyo
inicialmente el golpe cívico-militar de 1955 para luego acercarse al
frondicismo, militar en el PC y finalmente llegar al peronismo.
Rodolfo relata él mismo en una publicación de una gráfica en el año 1964, la
ideología anti-peronista de su familia. Esta se publica en el libro de Ariel
Eidelman (2004):
“Al producirse el 16 de septiembre, yo acababa de cumplir 20 años. El
‘proceso’ peronista lo había vivido en una experiencia indirecta, la de mis
padres. Un hogar pequeño burgués, típicamente liberal, que objetivamente se
había beneficiado con la política económica de Perón, pero que lo negaba en
forma absoluta a nivel ideológico”.

Se recibió de abogado a los 20 años haciendo en paralelo la carrera de


filosofía, y más tarde, estudiando en la Universidad de Ciencias Económicas,
siempre polemizando contra los escritos más significativos de la historia, tales
como Facundo, obra de Faustino Sarmiento. Poseía un talento extraordinario y
una formación fuera de lo común. Leían en inglés, francés, alemán, portugués,
latín y griego. Todo esto podría haberlo hecho triunfar en contextos
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importantes, gracias a las conexiones que poseía su familia, pero en él había
algo más, era distinto, era la antítesis de todo lo que se esperaba en esa época,
un defensor de grupos sindicales y presos políticos, historiador revisionista y
militante peronista.

En las elecciones del año 1973 fue elegido diputado nacional por la provincia
de Buenos Aires. Felipe Celesia (2013) relata sobre aquella situación: “Su
actividad fue incansable, el abogado que juró como diputado nacional sin
imponer las manos sobre la Biblia y declamando: la sangre derramada no será
negociada.”

Junto con Eduardo Luis Duhalde, lanzaron en 1973 la revista Militancia


Peronista, de mucha repercusión para la población, pero específicamente para
la militancia peronista de la época. En junio de 1974 la revista fue clausurada
por un decreto del presidente Juan Domingo Perón, pero eso no los freno, ya
que, al tiempo, volvieron a editar otra revista similar, bajo el nombre De
Frente, que luego de unos meses también volvió a ser clausurada, pero esta
vez por la presidente María Estela Martínez de Perón, que había asumido el
mando luego de la muerte de su esposo por ser vicepresidenta.

Rodolfo Ortega Peña muere asesinado el día 31 de julio de 1974 en Buenos


Aires.

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El camino previo a su asesinato:

La ideología que le pertenecía la gestaba desde sus comienzos. Mientras


cursaba sus estudios universitarios comenzó a tener un breve acercamiento a
los grupos de la Unión Cívica Radical vinculados con Arturo Frondizi. Esto lo
llevo a que en 1957 se afilie a la Federación Juvenil Comunista y comience a
militar en el frente cultura del Partido Comunista.

Hasta el año 1966, Ortega Peña comenzó a establecer un vínculo muy sólido
con la CGT y sus organizaciones. Durante esos años, recordemos que él era
abogado, defendió militantes y activistas, como así también, procesados
penales del movimiento obrero. También participo del equipo de Framini, con
quien estaba vinculado desde el año 1962 y para quien escribió durante
algunos años sus discursos de combate. A la vez, tenía una estrecha relación
con Vandor, por lo cual lo llevo a interesarse en los movimientos sindicales de
la UOM. La mayoría de los grupos comenzaron a contratarlo a él y su amigo,
Eduardo Duhalde, como sus defensores legales.

El contexto social, económico, político e ideológico en el año 1964 llevo a la


creación de organizaciones políticas de grupos de personas que expresaban la
confluencia intelectual entre los peronistas revolucionarios y los militantes
provenientes de la izquierda.

Así, Ortega Peña, participo en la creación del grupo CONDOR (Centros


Organizados Nacionales de Orientación Revolucionaria). Se trataba de un
grupo de intelectuales que asumían una tarea ideológica. Se definían como

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marxistas, pero más que nada como un instrumento para una acción peronista
revolucionaria. Rodolfo, era de la mitad de los miembros provenientes de la
JP, es decir, peronistas. Ellos, reconocían una importante crisis del
nacionalismo y adherían a una versión antiimperialista del mismo colocando
como el objetivo principal la “liberación nacional” o la “revolución nacional”.
Eran los enemigos del imperialismo y la oligarquía y apoyaban las luchas de
la nación latinoamericana y las del tercer mundo. Sin embargo, las diferencias
de pensamientos entre sus integrantes marcaron rápidamente el fin de esta
organización.

Comenzó con la publicación de libros hasta el año 1966 para hacer una
revisión a toda la historia argentina, junto con Duhalde.

La dictadura se produce por Juan Carlos Ongania que asume la presidencia de


facto el 28 de junio de 1966 al encabezar un golpe de Estado, autodenominado
Revolución Argentina, derrocando al entonces presidente constitucional
Arturo Illia. Los factores que influyen a que se produzca la dictadura tiene que
ver con aspectos reformistas y nacionalistas de la política económica de Illia,
entre ellos, la anulación de contratos petroleros, la ley de medicamentos, la
negativa a firmar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la
negativa a hacer una reforma financiera pedida por los grandes bancos
extranjeros, entre otras cosas, fue haciendo que hubiera una presión cívico-
militar para desplazarlo.

El agitado clima gremial de los años anteriores, llevo a los representantes del
gobierno de facto a pensar en medidas que impusiesen la disciplina sindical y
laboral. En 1967 el gobierno emitió un decreto ley contra el comunismo que

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en realidad estaba destinado a todo opositor. El gobierno de Ongania gano una
dura batalla en el campo y lograron la división del movimiento obrero en dos
sindicales: la CGT de Azopardo, de buen dialogo con el gobierno, y la CGT
de los Argentinos, combativa y opositora, de los cuales muchos representantes
fueron apresados y reprimidos y ahí aparecía Rodolfo Ortega Peña en acción
para ayudar a los presos políticos sindicales.
Aunque con el gobierno de Ongania el pueblo estaba feliz, existía un
descontento y una oposición, fundamentalmente en las fábricas y las
universidades.

En el año 1969, comenzaron a evidenciarse los síntomas de un descontento


debido a los cierres de los canales de participación política, la política
educativa, social y económica del gobierno. Entre ellas, situaciones como el
Rosariazo y el Cordobazo. Estos hechos abrieron un periodo donde los
sectores de la clase obrera y de la juventud abrazaban la lucha antiimperialista
y socialista y se lanzaron a la lucha contra la dictadura de la Revolución
Argentina.
Por lo tanto, Ortega Peña junto con Duhalde, colaboran con la liberación de
presos políticos en esa situación.

El año anterior en 1965, ya le habían dado un aviso a él y a su amigo, por


realizar todas estas acciones, y logran escapar del primer intento de asesinato,
evadiendo una ráfaga ametralladora al salir de una reunión.

En el año 1966 se produce un gran golpe: los nombrados anteriormente y el


ajusticiamiento de Aramburu son respuestas ante la dictadura.

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Pedro Eugenio Aramburu fue secuestrado el 29 de mayo de 1970 en la
primera acción publica de los Montoneros. En cautiverio, fue acusado por su
accionar durante el Golpe de Estado de 1955, los fusilamientos de José Leon
Suarez de 1956 y la desaparición del cadáver embalsamado de Eva Peron. Es
asi, que la organización de Montoneros dispuso su muerte. Aramburu fue
asesinado por por Fernando Abal Medina de un tiro de pistola en el sótano de
la Estancia La Celma en la Localidad de Timote, provincia de Buenos Aires.
El malestar social agravado por la situación económica había puesto en jaque
al presidente de facto teniente general Juan Carlos Onganía. Pero tras el
secuestro y posterior asesinato del teniente general Pedro Eugenio
Aramburu por parte de la guerrilla Montoneros, que tuvo lugar el 29 de mayo
de 1970, el gobierno de Onganía sufrió un desgaste terminal, ya que perdió el
apoyo de los jefes militares, siendo destituido el 8 de junio de 1970.

Roberto Marcelo Levingston fue un militar argentino, quien en Junio de 1970


fue designado por la Junta de Comandantes como presidente de facto de
Argentina para reemplazar a Juan Carlos Ongania, quien gobernaba el país
desde 1966.

La Junta de Comandantes en Jefe compuesta por el teniente general Alejandro


Lanusse, el brigadier general Carlos Rey y el almirante Pedro Gnavi que
designó presidente al general de brigada Roberto Marcelo Levingston
pretendía que el nuevo mandatario de facto siguiera las políticas
socioeconómicas diagramadas por los titulares de las tres fuerzas armadas.
Pero el presidente llevó a cabo sus propias políticas, las mismas consistieron
en «argentinizar» el proceso de crecimiento económico y estimular la industria
por medio de una consigna, el «compre nacional», aplicada por las empresas

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estatales y préstamos a bajo costo. Con aumentos salariales, Levingston
intentó atraer a las bases sociales y darle algún grado de adhesión popular a su
gobierno. Pero sus medidas generaron una espiral inflacionaria, una fuga de
capitales extranjeros debido a las políticas nacionalistas y un aumento del
descontento social. Si bien Roberto Marcelo Levingston trató de llevar a cabo
un acercamiento con los partidos políticos, éstos rechazaron la propuesta. La
Hora del Pueblo comenzó a exigir una salida electoral y de común
acuerdo. Levingston se propone seguir con sus planes a largo plazo, pero la
Junta de Comandantes le pide la renuncia el 23 de marzo de 1971. Fue
sucedido por el teniente general Alejandro Lanusse.

Lanusse asumió la presidencia con el objetivo de modificar el rumbo de la


“Revolución Argentina”. La creciente politización del país, el aumento de la
actividad guerrillera y el fracaso de las Fuerzas Armadas en su plan de
gobierno asi lo requerían.
Las medidas iniciales de gobierno estuvieron orientadas a obtener mayor
apoyo político y asegurar que las fuerzas armadas no serían excluidas del
proceso de democratización.

Para normalizar la actividad política se devolvió a los partidos políticos sus


bienes, se levantaron las sanciones impuestas a algunos sindicatos, se
anunciaron paritarias libres y se autorizaron las retenciones en los salarios a
favor de la CGT. Otro aspecto importante de este proyecto lo constituyó el
lanzamiento del Gran Acuerdo Nacional o GAN, con él que se trataba de
alcanzar consenso entre distintas fuerzas políticas y sociales del país, para que
juntos decidieran los mecanismos necesarios que hicieran posible restablecer
el pluralismo y repudiar la acción de los grupos guerrilleros. Lo novedoso

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dentro del momento político, fue la aceptación por parte de las fuerzas
armadas de incluir al peronismo y reconocer que sin su participación era
imposible la normalización política del país.

La reacción de los sectores más radicalizados no se hizo esperar, criticaron la


propuesta calificándola de oportunista. En realidad temían quedar excluidos
del proceso si Perón adhería al GAN. Los Montoneros también rechazaron la
propuesta y lanzaron la consigna "ni golpe ni elección, revolución".
Simultáneamente el FAR provocaba atentados.

En materia de política exterior flexibilizó la postura de intransigencia


ideológica de sus predecesores.

Lanusse tuvo una serie de actitudes que intentaron demostrar su voluntad de


acercamiento a Perón, la devolución del cadáver de Eva Perón, la prescripción
del proceso por traición a la patria y la inclusión de su busto en la galería de
presidentes de la casa de gobierno, fueron muestras de ello. Asimismo
condicionaba la candidatura de Perón a su regreso antes de las elecciones,
fustigándolo con la recordada frase : "si le da el cuero".

De todos modos, esta actitud de acercamiento al peronismo despertó inquietud


en algunos jefes militares. En octubre de 1971 se alzaron las unidades
blindadas de Azul y Olavarría señalando la necesidad de volver a los
lineamientos de Onganía y Levingston. El levantamiento fue fácilmente
dominado y le permitió a Lanusse retirar del ejército a los militares contrarios
a su posición.

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También en octubre se controló a los sectores gremiales más combativos.
Durante 1972 se hizo evidente al fracaso de Lanusse en su política de
acercamiento a Perón.

La situación interna del país se complicó. Se produjeron disturbios populares


en San Juan, Mendoza, Chaco y Formosa en protesta por el aumento de los
servicios públicos, se intensificaron las actividades guerrilleras tanto del ERP
como de Montoneros. Además, continuaba el aumento del costo de vida.

La masacre de Trelew comprometió aún más la situación del gobierno debido


a la forma confusa en que se produjo. El hecho se inició el 15 de agosto de
1972 cuando un grupo de guerrilleros de FAR, ERP y Montoneros en un
operativo conjunto coparon el penal de Rawson para posibilitar la fuga.
Algunas fallas determinaron que sólo de sus jefes abandonaran el país rumbo a
Chile y luego a Cuba. Los restantes se entregaron a los efectivos de marina,
días después, el 22 de agosto, mientras se los inspeccionaba fueron fusilados,
simulando un intento de fuga.

Rodolfo Ortega Peña denuncio públicamente la Masacre de Trelew,


advirtiendo ante la prensa que no hubo intento de fuga como lo habían
detallado, sino que los 19 detenidos fueron acribillados y que investigaría
hasta las últimas consecuencias.

La Masacre de Trelew sucede en la madruga del 22 de agosto de 1972 en


Trelew, Chubut, Argentina, consistió en el asesinato de miembros de distintas
organizaciones armadas peronistas y de izquierda, presos en el penal de
Rawson, capturados tras un “intento de fuga” y ametrallados posteriormente

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por marinos dirigidos por el capitán Luis Emilio Sosa. Los sucesos tuvieron
lugar en la Base Aeronaval Almirante Zar, una dependencia de la Armada
Argentina. El velorio de los militantes asesinados en el local del Partido
Justicialista de la Capital Federal fue brutalmente reprimido por la Policía
Federal que actuaba bajo las órdenes del Ministro del Interior, el radical
Arturo Mor Roig.

El 25 de Agosto, Cámpora anunció el retorno de Perón, el cual se produjo el


17 de noviembre de 1972, luego de diecisiete años de exilio. Su permanencia
en el país fue breve, apenas un mes. Desde su casa en Olivos coordinó toda la
acción política con el objetivo de aislar a Lanusse y formar una coalición que
garantizara el gobierno al justicialismo.

Otra decisión que se tomó en este gobierno fue modificar el régimen electoral
y estableció la elección directa para presidente, vicepresidente y senadores
nacionales, con la celebración de una segunda vuelta si los candidatos no
lograban el 50% de los votos.

Durante la dictadura de Lanusse, Ortega Peña se volcaría definitivamente a la


faena que terminaría en su muerte: la defensa jurídica de presos políticos y la
militancia.

La defensa de presos políticos a partir de los ‘70 representó una nueva


configuración que, al articular una serie de acciones y discursos, modeló un
modo distintivo de concebir el vínculo entre derecho y política.
Un primer rasgo de la defensa de presos políticos fue su institucionalización a
partir de la conformación de un nuevo organismo profesional, gestado a

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mediados del año ’71, conocido como Asociación Gremial de Abogados
(AGA). Rodolfo Ortega Peña junto a otros colegas funda esta gremial.
Esta nueva entidad se diferenció de nucleamientos preexistentes, como
COFADE o la LADH, porque estaba exclusivamente integrada por
profesionales del derecho. A su vez, la AGA se conformó en contraposición
con los organismos profesionales que agrupaban a los abogados la Capital
Federal, que se negaban a asumir la actividad defensiva, como el
“conservador” Colegio de Abogados, o bien mantenían una actitud vacilante,
como la “liberal” Asociación de Abogados de Buenos Aires. La AGA fue
producto de la convergencia de dos grupos de abogados provenientes de
vertientes político-ideológicas diferenciadas: por un lado, los profesionales
vinculados de manera más o menos orgánica a la izquierda revolucionaria y,
por otro lado, los identificados con las distintas corrientes y grupos que se
referenciaban con el peronismo de izquierda, y en particular con sus
organizaciones armadas.

El primer núcleo estaba conformado por Alejandro Teitelbaum, Gerardo


Taratuto, Carlos Cárcova, Mario Yacub y Vicente Zito Lima, entre otros. La
mayoría de estos profesionales desarrollaban la actividad defensista de manera
autónoma y, al mismo tiempo, eran socios de la Asociación de Abogados.
Dentro de esa institución, conformaban una línea interna crítica, denominada
“Frente de Abogados de Buenos Aires”, desde la cual calificaban a la entidad
como “burguesa”, “apolítica”, respetuosa del “statu quo vigente” y
preocupada sólo por el “cuidado de intereses profesionales”. Estas críticas,
que superponían cuestiones políticas y profesionales, encerraban una
reivindicación: la necesidad de contar con respaldo institucional para colocar
sus competencias específicas al servicio “de la clase obrera” y los “hermanos

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combatientes”, “lúcidos y sacrificados integrantes de las organizaciones
armadas revolucionarias”.

Por su parte, el otro grupo de abogados pertenecientes al peronismo de


izquierda y promotor de la AGA estaba integrado por Rodolfo Ortega Peña,
Eduardo Duhalde, Mario Hernández, Roberto Sinigaglia, Mario Landaburu,
Mario Kestelboim, Pedro Galín, Domingo Mercante, Esteban Righi, Alicia
Pierini, Alberto Mayansky, entre otros. Sin vínculos con la Asociación de
Abogados, a la que calificaban como una institución “gorila”, varios poseían
antecedentes en la labor defensista (en relación con la experiencia de la
CGTA, los sindicatos peronistas o COFADE. Este núcleo de abogados
peronistas convocó al sector de izquierda disidente de la Asociación con el
objetivo de constituir un nuevo organismo profesional “amplio” y
“comprometido”, que otorgara resguardo institucional para ejercer de manera
sistemática la labor defensista.

Es importante aclarar la dinámica de defensa que utilizaban estos abogados.


Dichas estrategias de defensa se conectaban explícitamente con los planteos
expuestos por el abogado del Frente de Liberación Argelino, Jacques Vergés,
en su libro Estrategia judicial en los procesos políticos. En ese libro, aparecían
dos acciones los de “connivencia” y los de “ruptura”. El primer tipo partía en
aceptar el ordenamiento normativo del “sistema” para, dentro de su marco
legal, tratar de demostrar, o bien que el imputado no incurrió en el delito del
que se lo acusaba, o bien que la figura delictiva creada por el “sistema”
entraba en contradicción con los principios generales del derecho por él
sustentados. En estas situaciones, el abogado respetaba las reglas jurídicas y
desarrollaba la defensa sin desatender sus pautas técnicas.

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La segunda defensa aludía a la “ruptura”. Este segundo tipo tenía por objeto
“desenmascarar” las condiciones en las que funcionaba el sistema jurídico, sus
instituciones y actores, tratando de cuestionar la construcción “ficticia” de una
Justicia supuestamente situada por encima de las disputas sociales y políticas.

Sus objetivos eran más bien propagandísticos: se intentaba convertir los


juicios en una suerte de tribuna política, desde donde lanzar un alegato
desconociendo las reglas normativas instituidas por el “sistema”. En este
sentido, se apuntaba a trastocar la estructura del proceso judicial, con el fin de
colocar los hechos en un segundo plano, anteponiendo la impugnación total
del orden jurídico, político y social. En esta dirección, estos abogados
tendieron a optar por una estrategia en particular o bien por una combinación
de ambas de acuerdo a singularidades que presentaba cada caso. En las
situaciones en que existían condiciones de debido proceso y, además, la
posibilidad de obtener una reducción de la condena o la liberación del
detenido, los abogados seguían la estrategia basada en la “connivencia”.
Cuando, en cambio, no existían garantías jurídicas mínimas y, por ende, el
acusado estaba “condenado de antemano” por el Tribunal, la estrategia se
basaba en un cuestionamiento que alcanzaba la autoridad del juez, la legalidad
de las normas o la transparencia del procedimiento judicial. En la mayoría de
los juicios, estos abogados desarrollaron una estrategia de defensa que
combinaba “connivencia” y “ruptura”. Es decir, consideraban las pautas
técnicas de la defensa y trataban de que el detenido quedara en la mejor
posición posible, sin dejar por ello de denunciar cuestiones como la
imposibilidad de aplicar justicia en un “régimen de excepción”, impuesto por
un gobierno militar.

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Un tercer rasgo de la defensa de presos políticos fue la decisión de estos
abogados en asumirse como voz de denuncia frente a los procedimientos
ilegales llevados adelante por las fuerzas de seguridad. Esta labor de denuncia,
que se integraba a la defensa en un mismo plan de acción, contuvo un carácter
dinámico, ofensivo, que las fuerzas de seguridad y grupos para-policiales
intentaron neutralizar a través de reiteradas acciones de represión. La denuncia
pública de las detenciones ilegales persiguió un objetivo: legalizar
rápidamente al detenido para evitar que éste fuera objeto de castigos y
apremios por parte de las fuerzas de seguridad. Un cuarto elemento de la
defensa de presos políticos fue la articulación de una red de abogados
defensistas a nivel nacional, es decir, se tomaban abogados de todo el país
para unirlos en la organización, no solamente a los de Buenos Aires.

Un año antes, había defendido a Ignacio Vélez, que había sido juzgado a
cadena perpetua y por su gran actuación de defensoría, logro que lo apresen
por dos años y ocho meses.

Acompaño a Perón en su regreso en noviembre de 1972 y fue elegido


diputado en ese gobierno.

Juan Domingo Perón vuelve a la Argentina el 17 de noviembre de 1972 pese a


que el dictador Alejandro Lanusse le había prohibido la entrada al país.
Apenas se supo su entrada, era número puesto que Perón podía volver a la
Presidencia. Durante su breve estadía (27 días), la residencia de Gaspar
Campos, en Vicente Lopez, fue lugar de incesantes peregrinaciones y desfiles
peronistas, entre los que se destacaron las largas columnas de la Juventud
Peronista, cerca de cien mil militantes.

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Comienza entonces el “Tercer peronismo” es el nombre más habitual con que
se conoce en la historia argentina al período transcurrido entre el 25 de mayo
de 1973 y el 24 de marzo de 1976, durante el cual se sucedieron las
presidencias constitucionales de Héctor J. Cámpora, Juan Domingo
Perón y María Estela Martínez de Perón, así como el interinato de Raúl
Lastiri, entre Cámpora y Perón, todas pertenecientes al peronismo. Comienza
con la recuperación de la democracia el 25 de mayo de 1973, luego de
la victoria electoral del Frejuli el 11 de marzo de 1973 y finaliza con el golpe
de estado cívico-militar del 24 de marzo de 1976, mediante el cual se
estableció la dictadura autodenominada Proceso de Reorganización Nacional.

En 1973 comenzó a distanciarse de Juan Domingo Perón a partir de la


publicación de su revista que fue prohibida por el presidente.

En enero de 1974 Perón convoco a los ocho diputados de la Juventud


Peronista que estaban en desacuerdo con la reforma del Código Penal en
materia de terrorismo, que bajo la excusa de frenar la guerrilla, dejaba un
vacío legal que podía ser utilizado para declarar acto de terrorismo a las
crecientes huelgas de los trabajadores o a cualquier conflicto social.

Se aprobó una reforma del código penal que enmendó la eliminación de las
leyes represivas efectuada el 26 y 27 de mayo de 1973, y abrió el camino al
terrorismo de Estado. El gobierno surgido luego de la derrota de López Rega
en julio de 1975, conducido por la burocracia sindical y la conducción del PJ,
se convirtió en un pasaje luctuoso al golpe siniestro de 1976.

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Precisamente, este gobierno firma los decretos 2771 y 2772/75 que
promueven "el aniquilamiento del accionar de la subversión".

Ante las presiones y amenazas de Juan Domingo, los diputados decidieron


renunciar a las bancas y fueron expulsados del Partido Justicialista. Pero,
Rodolfo Ortega Peña se negó a dimitir y continuo en solitario sus denuncias
desde el Bloque de Base. Aquí comienza el camino de su fin.

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Sus últimos tiempos:

A partir de la separación final de Rodolfo Ortega Peña con el peronismo,


comenzó a realizar declaraciones y a defender activamente los derechos
humanos.

Una de las declaraciones cruciales fue dos meses antes de su asesinato, en su


discurso en el local central del Partido Socialista de los Trabajadores (PST)
donde se realizaba el acto de sepelio por muertos en la Masacre de Pacheco, 3
compañeros del PST habían sido asesinados en una marcha por la Triple A.
Ortega Peña aclaro públicamente: “Esta matanza tiene nombre y apellido:
Juan Domingo Perón”. Esta frase seria su sentencia de muerte.

Días después, en lo que fue su ultimo reportaje, llamaba a la unidad de acción


y autodefensa contra las bandas fascistas. En esa entrevista, Peña (1974)
decía:
“Esto significa encarar políticamente, juntos, una respuesta de la misma altura
que la que está ejercitando el enemigo y hacerse cargo de que no se trata de
episodios aislados, que le han tocado por mala suerte a un vecino, en
determinado momento, sino que nos afecta a todos. (…) Insisto en la
necesidad de coordinar todos los sectores que se dan en una política
antiburocrática, anticapitalista y que tratan de enfrentar el Pacto Social a nivel
de las movilizaciones de la clase trabajadora. Su deber es organizarse para
prever este tipo de acontecimientos”.

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Ortega Peña y su amigo, el abogado Eduardo Luis Duhalde, habían sido
advertidos de lo que estaba por venir, pero Rodolfo ignoro el anuncio. La
posibilidad de un atentado era parte de sus vidas cotidianas. Varias veces les
habían puesto explosivos en la oficina y otras tantas los habían amenazado.
Por eso, no tomaron demasiado en cuento el aviso del ministro de Justicia,
Antonio Benítez, sobre un “Plan de Eliminación del Enemigo” que el clan de
López Rega presento a Perón y a otros funcionarios en otoño de 1974. La
triple A ya había asesinado al sacerdote Carlos Múgica pero no se habían
adjudicado el atentado.

Ortega Peña y Duhalde integraban la lista de ese plan. Habían decidió tomar
medidas de seguridad para no exponerse tanto como, por ejemplo, no tomar
taxis cuando iba con sus hijos, usar caminos distintos para ir a su
departamento desde el Congreso o la redacción de la revista, pero aun así,
Rodolfo nunca acepto la custodia que le ofrecieron distintas organizaciones
políticas y que varias veces le recomendó Duhalde. El abogado prefería
concentrarse en su trabajo intelectual o político más que en medidas de
seguridad o contención. Afirmo ante sus allegados: “La muerte no duele”.

Progresivamente su fueron distanciando del tercer mandato de Perón. Una


brecha cada vez más profunda tras el “Perón vuelve” que ellos apoyaban.

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Sucesos de un crimen con varios
interrogantes:

Todo sucedió en el mes de Julio de 1974, mes en el que muere Juan Domingo
Perón y toma el mando de la presidencia María Estela Martínez de Perón.

Los hechos que condujeron a la muerte del doctor Rodolfo Ortega Peña,
comenzaron en la noche del miércoles cuando recibió una llamada telefónica
en su despacho de un “periodista” de El Cronista Comercial consultándole
hasta que hora se encontraría en el Congreso con el fin de realizarle un
reportaje. Ortega le responde que estaría en ese lugar hasta las 21.30 hs.
A esa hora, Ortega abandona el Congreso y acompañado de su esposa, Elena
Villagra de Ortega Peña, se dirige caminando por Callao. Luego de cenar,
tomaron un taxi, y ese coche lo conduciría al lugar de su trágica muerte.
A las 22.25 hs, Ortega junto con su esposa descienden del taxi y en ese mismo
instante, avanza con gran velocidad un Ford Fairlane, verde oscuro, del cual
descienden hombres con armas. Con absoluta frialdad y en lugar con gran
densidad de gente, un hombre comenzó a disparar contra la pareja.
Uno de los impactos lo recibe la esposa de Ortega. El balazo la atraviesa sin
dañarla. Pero Rodolfo no tuvo la misma suerte, casi al mismo tiempo recibe
una cantidad de balas que lo derriban. El asesino no freno hasta no vaciar la
carga completa de su arma, había no menos de 24 capsulas servidas en el
lugar.
Él cae hacia adelante y queda tendido en la calle. Toda esa situación se
desencadenó en cuestión de segundos.

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A las 23 horas de ese mismo día, los inspectores logran confirmar que la
víctima era el doctor Ortega Peña.
La reconstrucción del hecho se efectuó en horas de la madrugada,
estableciéndose que había un segundo coche apoyando a los asesinos y el juez
que llevaría adelante la causa seria el doctor Alberto Chiodi.

Tiempo después, la Triple A, adjudica su muerte, su “primera muerte” para


sembrar el terror. El campo revolucionario entendió que la dimensión del
enfrentamiento iba ya mucho más allá de la cárcel o una golpiza. Se creía que,
si habían ido por el “Pelado” Ortega, tal como le decían sus amigos, un
legislador muy visible, ya nadie estaba a salvo.

El 31 de julio de 1974 en Buenos Aires, a sus 37 años, Rodolfo Ortega Peña


fue asesinado por un grupo de la organización terrorista peronista de
ultraderecha Alianza Anticomunista Argentina, conocida como la triple “A”.

La triple A estuvo bajo la dirección de José López Rega, secretario personal y


ministro de Juan Domingo Perón, quien la empleó para combatir los sectores
de izquierda del propio movimiento peronista.

López Rega y el entonces comisario general de la Policía Federal


Argentina, Alberto Villar, organizaron la Triple A durante el gobierno interino
de Raúl Lastiri, en 1973. López Rega estaba al frente del Ministerio de
Bienestar Social, cuyos fondos desvió para financiar la organización y el
armamento del grupo paramilitar; seguiría en ese cargo durante el gobierno de
Perón y, a la muerte del mismo, en el de su mujer, Isabel Martínez, sobre la
cual ejercía una extraordinaria influencia basada en una compartida devoción
espiritista.

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La estrategia de los responsables de los asesinatos, secuestros, torturas, que
era la forma de actuación de la Triple A, era tratar de imponer mediáticamente
que se trata de una venganza de la izquierda peronista en el gobierno actual,
perseguida en el pasado por estos grupos paramilitares.

Al momento de su asesinato, él seguía ejerciendo su banca como diputado


nacional por el peronismo.

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El velorio de un líder simbólico:

El velorio, realizado en la sede sindical, Federación Grafica Bonaerense, fue


un desfile incesante de miles de personas y una tela extendida que tenia el
lema del difunto con pintura roja: “La sangre derramada no será negociada”

Se registró un gran cumulo de dirigentes del campo popular, como asi también
dirigentes de todos los bloques parlamentarios, el bloque de la APR con todos
sus integrantes, diputados miembros de la Juventud Peronistas, el senador
integrante del movimiento de renovación y cambio de la UCR. Concurrió
también su gran amigo y compañero, Eduardo Duhalde.

Este último declaro a la prensa que la muerte de Rodolfo era una muerte clara,
que se sabía muy bien de donde venía la orden de matar. Sin lugar a dudas, el
origen se encuentra en los enemigos naturales del proyecto político del pueblo
peronista, esas primeras medidas del gobierno de Peron.

La caravana de coches y personas que acompaño sus restos al cementerio de


La Chacarita fue brutalmente reprimida, con un saldo de más de 380 detenidos
después de rodear los colectivos en los cuales acudían al mismo, entre los que
se encontraban obreros gráficos y militantes de la mayoría de las
organizaciones de izquierda que Ortega Peña había acompañada en su lucha
incesantemente.

La represión fue de tal magnitud que incluso se produjeron persecuciones a


caballo entre las tumbas, además de que varios legisladores, que recibieron

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golpes por ello, debieron defender el féretro de la policía que pretendía
llevárselo.

Frente a la Casa Rosada se escucharon algunos gritos contra Isabelita y las


bandas de ultraderecha, lo cual fue la excusa que encontró el jefe de la Policía
Federal y uno de los organizadores de la Triple A, el comisario Alberto Villar,
para desatar la represión por haber dañado la imagen de la presidenta.

Los detenidos no fueron liberados hasta un mínimo de 15 horas más tarde. A


las pocas semanas la Triple A arrojo volantes frente a algunas comisarías con
listados de todos esos detenidos. En estos se anunciaba la muerte para los
señalados, de las cuales algunas llegaron a cumplirse.
Es interesante destacar que el Presidente de la Cámara de Diputados, Raúl
Lastiri, ofreció el Congreso para el velatorio. Pero, los familiares y amigos del
muerto se negaron a ello.

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Consecuencias del asesinato de
Rodolfo Ortega Peña:

Su asesinato marco el inicio de una violenta escalada en el accionar de la


Triple A encabezada por el Ministro de Bienestar Social, José López Rega. La
banda organizada con el consentimiento de Perón andaba suelta por la calle, y
ese crimen demostraba que los asesinos estaban dispuestos a practicar el terror
sin reparar en investiduras. Las horas que se avecinaban olían a pólvora y
muerte. El peronismo en el poder se aniquilaba a sí mismo y en el camino
aniquilaba a las instituciones.

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CONCLUSION:
La muerte de Rodolfo Ortega Peña, dolorosa y sentida por una gran parte de la
sociedad, fue el anuncio de lo que vendría después.

Él grafica la tragedia de aquellos sectores de la izquierda del peronismo que


comenzaron a ser vulnerabilizados luego de encontrar diferencias con el
gobierno peronista.

Rodolfo se imaginaba una sociedad libre de la explotación capitalista, sin


represión, con oportunidad de marchar, de demostrar cuando no estábamos a
favor de alguna medida, entre otras grandes cosas, y aposto su vida por ello.
Pocas personas lo conocen, nunca es nombrado en ningún acto, pero es
importante enmarcar el gran aporte que hizo a la historia argentina y valorar la
apuesta que hizo por su ideología que la mantuvo hasta último momento, sin
importar las consecuencias que vendrían.

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REFERENCIAS
BIBLIOGRAFICAS

Celesia. F, Waisberg. P, (2007) La Ley y las Armas. Buenos Aires.


Editorial Aguilar

Duhalde. E (1998) Rodolfo Ortega Modelo para Armar. Buenos Aires.


Articulo.

Eidelman. A (2004) Estudios críticos sobre historia reciente. Los ’60 y


’70 en Argentina. Cuaderno de trabajo.

29
ANEXO:
Rodolfo Ortega Peña

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