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Una niña y su madre caminaban de la mano bajo un enorme paraguas rojo. Era verano y el monzón dejaba
caer sus primeras lluvias. Un joven alto con cara de estar aburriéndose las miraba desde la heladería donde
trabajaba desde hacía apenas unos meses.

-Mamá, quiero un helado. - dijo la niña, agitándole la mano a su madre.

-No podemos pararnos cariño, recuerda que tenemos prisa.

El joven de la heladería y la niña cruzaron las miradas, y él le sonrió. Era la primera sonrisa que se dibujaba
en sus labios desde hacía bastante tiempo, y es que la vida que llevaba en ese momento no era ni de lejos la
que había soñado hacía apenas unos años. Chun Hee tenía veintiocho años y hacía pocos meses que había
salido del servicio militar, por el que había tenido que dejar apartada su carrera de modelo. Recordaba lo bien
que se lo había pasado posando ante las cámaras con bonita ropa para revistas de moda. Las sesiones de fotos
siempre fue lo que más le divertía de ese trabajo. En una de esas sesiones fue donde conoció a Jung Ji, la que
fue su pareja durante tanto tiempo, cuando solo tenía diecinueve años. Se puede decir que Jung Ji fue su
primer amor, al menos verdadero, de los intensos, pero esa bonita relación se había acabado hacía apenas un
año, cuando Chun Hee recibió una carta de ella disculpándose por haberse enamorado de otro hombre, el
hombre por el que le abandonaba. Él aún seguía pensando en ella, y era uno de los motivos por el que no se
atrevía a volver al mundo de las pasarelas, no por miedo a encontrársela y sentir odio hacia ella, sino por
miedo a verla y darse cuenta de que aún seguía enamorado. Y es que si un amor dura tantos años es porque
los sentimientos que unen a la pareja son muy fuertes, y sin duda los de Chun Hee lo habían sido, y se puede
decir que aún lo eran.

Bajo un paraguas color azul oscuro con topos blancos, una joven lloraba junto al río Han. El día anterior
había ido muy ilusionada a la peluquería donde le habían echo un corte de pelo que le sentaba fenomenal, y
le habían teñido el pelo de cobrizo. Al salir de la peluquería pasó por una tienda de cosméticos donde se
compró maquillaje, algo que no solía utilizar habitualmente. Sombra de ojos, pintalabios, polvos para la
cara... Quería tener un buen aspecto para la audición del día siguiente, es decir, la había hecho esa misma
mañana, porque ser actriz era su sueño desde niña. Pero una vez más le habían dado el papel a otra joven con
más experiencia que ella, y Hye Sun, aunque no era de las personas que se desaniman fácilmente, ya estaba
empezando a pensar que ser actriz tal vez no era lo suyo. Todo el maquillaje de sus ojos se había esparcido
por sus mejillas, que ahora estaban manchadas de negro, y los zapatos que estrenaba estaban empapados. Su
teléfono móvil sonaba en su bolso, pero ella no quería cogerlo. No le apetecía hablar con nadie, fuese quien
fuese quien la estuviera llamando.

En la heladería, Chun Hee estaba haciendo un cucurucho de tres bolas para un adolescente goloso que
llevaba una mochila colgada en la espalda cuando la vio a ella cruzar la calle debajo de un paraguas color
café con leche. Esta vez no eran imaginaciones suyas, no, era Jung Ji de verdad. Alta, con un bonito cuerpo
de modelo y una melena negra que le llegaba hasta la cintura, caminaba con gracia y muy decidida hacia él,
vestida, como siempre, a la última. La cuchara de helado resbaló de las manos de Chun Hee y la bola con
sabor a vainilla cayó sobre su zapato. Él se lamentó y luego le pidió disculpas al chico que esperaba, que,
aunque no parecía muy preocupado, no entendía qué le había pasado de repente al heladero. Lo supo cuando
la preciosa y maquilladísima joven, más alta que él, se puso a su lado. Cogió su helado de tres bolas con
mucho cuidado y luego le dio el dinero a Chun Hee, que lo metió en la caja.

-¿Que haces aquí? - le preguntó, sin mirarla a la cara.

-¿Es así como me saludas? - dijo ella, sonriendo.

Chun Hee se encogió de hombros y luego cogió unas cuantas servilletas para limpiarse el zapato. Cuando se
agachó Jung Ji entró en la heladería. Él se limpió el zapato con la mano temblorosa mientras Jung Ji cerraba
su paraguas.
-Me gusta este sitio, y los helados parecen muy ricos. Veo mucha variedad. - dijo, mirando las mesas, unas
naranjas y otras color verde pistacho, con sus sillas del mismo color.

-Jung Ji, ¿quieres decirme que has venido a hacer aquí? - Chun Hee se levantó y fue a por una fregona.

-No sabía que ya habías salido del servicio militar, me enteré la semana pasada.

-Ya hace un par de meses.

-Tampoco sabía que trabajabas en un sitio como este.

-¿No has dicho que te gusta?

-Sí... pero no para ti. ¡Tu eras modelo!

-No estoy seguro de querer volver a serlo.

-¿Ah no? ¿Y que es lo que quieres? ¿Llevar delantal y gorrito blanco toda la vida?

-Jung Ji, si has venido para discutir puedes irte. Ya no somos pareja, y no quiero que me regañes.

Ella se quedó callada, y Chun Hee se puso a fregar el suelo en silencio. La joven cogió una silla naranja y se
sentó. No sabía como empezar a decir lo que quería contarle.

El corazón de él latía con fuerza, su cuerpo temblaba desde que la había visto cruzar la calle, pero quería
aparentar que estaba tranquilo. Tal vez lo hubiese conseguido si la persona a la que quería engañar no
hubiese sido alguien que lo conocía tan bien.

-Voy a mudarme a Incheon la semana que viene. Preparando las cajas de la mudanza encontré cosas tuyas en
casa y, bueno, deberías recuperarlas. Si quieres pasar por casa a buscarlas...

-Puedes tirarlas o hacer con ellas lo que quieras.

-¿Estás seguro?

-Sí.

-¿No vas a preguntarme que voy a hacer en Incheon? - preguntó Jung Ji, después de un silencio. Él se
encogió de hombros y, a pesar suyo, lo hizo.

-¿Que vas a hacer en Incheon?

-Mi novio, Dong Sung, y yo vamos a casarnos. Él es de allí.

-Oh. Enhorabuena. - dijo, sin entusiasmo alguno.

Volvieron a quedarse en silencio. Ella empezó a buscar algo en su bolso cuando empezó a hacerse incómodo.
Él la observaba, pensando que no había cambiado nada, que seguía igual de hermosa... y que ahora pasaría a
ser la señora de ese tal Dong Sung. Tantas veces la había imaginado caminando hacia él vestida de blanco, y
ahora se la volvía a imaginar una vez más pero el hombre que había a su lado no era él sino un desconocido
al que no ponía cara. Lo único que sabía de Dong Sung era que era fotógrafo.

-Me alegro de haber hablado contigo. - dijo ella, levantándose. - Ten, una tarjeta de la agencia de modelos
donde he estado los últimos dos años y medio. Siempre buscan caras nuevas, y tratan muy bien a la gente.

Chun Hee cogió la tarjeta negra con letras doradas y le echó un vistazo rápido por delante y por detrás.
-Gracias.

-Y, antes de irme, ¿me pones un helado de frambuesa, por favor? - preguntó, sonriente.

Él asintió e hizo un cucurucho de helado de frambuesa en menos de diez segundos. Jung Ji fue a sacar dinero
de su cartera de piel negra, pero Chun Hee negó con la cabeza.

-Te invito yo. Este será mi regalo de bodas. - bromeó. Jung Ji se rió.

-Muchas gracias, Chun Hee. - cogió el helado. - Mucha suerte si decides apuntarte en esa agencia.

Él asintió una vez con la cabeza, forzando una sonrisa que a ella le pareció sincera.

La única luz que había en el gimnasio era la que enfocaba el ring. Un poquito más allá, cerca de las
máquinas, Hye Sun golpeaba con los puños el saco de boxeo con el que solía desahogarse cuando estaba
furiosa por algo. En esos momentos ya no estaba triste, o tal vez si, pero lo que más sentía era rabia. Tanto
esfuerzo para nada, siempre le pasaba lo mismo. Se preparaba las audiciones, ensayaba día y noche, pero
nunca conseguía nada. Tenía veintitrés años y el único papel que había hecho en su vida había sido
apareciendo en un capítulo de una serie para adolescentes. Aún recordaba perfectamente sus frases:
“Profesora Yu, yo tampoco asistiré a esa prueba” y “¡No pueden obligarnos!”

-Eres tan menuda que pareces una pulga golpeando un saco de boxeo. - dijo su tío Soo Ro, apareciendo de la
oscuridad.

-Me has asustado, tío. ¿Que haces aquí a oscuras?

-Estaba fregando las duchas, lo dejan todo perdido. Te he llamado varias veces esta tarde.

-Lo se, lo siento... - Hye Sun miró sus manos. Estaban rojas e hinchadas.

-No te han dado el papel, ¿verdad? - ella negó con la cabeza. - ¿Quieres que vaya a decirles cuatro cosas? ¿O
mejor uso los puños? ¿Te sentirás mejor si lo hago? - dijo Soo Ro, bromeando. Hye Sun sonrió.

-Voy a ir a casa, a ducharme y a preparar la cena.

Soo Ro estaba más preocupado de lo que aparentaba por su querida sobrina. Le dolía en el alma verla tan
triste, de ver como andaba, cabizbaja y arrastrando los pies, con los ojos rojos de lo mucho que había estado
llorando. La había visto triste otras veces por lo mismo, pero nunca antes tanto como ahora. La pobre estaba
abatida. Soo Ro, angustiado, la llamó justo cuando ella estaba a punto de salir a la calle. Él era su único
mentor, y tenía que actuar como tal. Aunque lo suyo no eran las palabras, tenía que animarla fuese como
fuese.

-Hye Sun...

-¿Sí?

Se acercó a ella y le puso una mano sobre el hombro.

-Yo tenía treinta años cuando grabé mi primera película. Tu aún eres joven, y no tienes que rendirte. Eres
fuerte, Hye Sun, y debes demostrarlo. Pronto te llegará un papel importante, un papel con el que te darás a
conocer, y luego todos los productores y directores te querrán en sus series o películas.

Hye Sun sonrió y abrazó a su tío por la cintura.

-Muchas gracias por animarme. - Soo Ro sonrió y le dio unos golpecitos en la espalda.
-Ahora ve a darte un buen baño, y luego prepara la cena, ¡me muero de hambre!

-¡Ahora mismo voy!

De nuevo volvía a ser la de siempre, pensó Soo Ro, mirándola con cariño. Hye Sun más que su sobrina era
como una hija para él, y tanto la felicidad como el bienestar de la chica eran de las cosas que más le
importaban.

Chun Hee estaba sentado en el sofá de su piso, haciendo girar entre sus dedos la tarjeta negra con letras
doradas que Jung Ji le había dado en la heladería. Después de pensar en la futura boda de su ex novia durante
el resto de la tarde, ahora estaba preocupado por los objetos que había dejado en casa de ella cuando aún
salían juntos. Le había dicho que podía tirarlos, ¿pero y si había algo importante? Algo de valor que no
recordara... Pero eso, en parte, solo era una excusa. Chun Hee se moría de ganas por volver a verla, aunque
sabía muy bien que eso no era lo más sensato, que le haría más daño. ¿No lo había pasado ya lo suficiente
mal al verla esa tarde, cuando sus sentimientos hacia ella se habían despertado una vez más al tenerla
delante?

Yong Suk, su compañero de piso, llegó justo en ese momento, cuando estaba debatiendo si debía ir o no a
casa de Jung Ji. Aunque no hacía mucho que vivían juntos ya se tenían bastante confianza el uno al otro, y
Yong Suk ya sabía toda la historia de Chun Hee con su ex novia, desde el primer beso que se dieron hasta esa
carta que ella le envió, y se le ocurrió pedirle consejo.

-No. - dijo, cuando Chun Hee acabó de contarle lo que había pasado esa tarde.

-¿Pero y si tiene algo que quiero? Creo recordar que le dejé una camiseta que me gustaba mucho...

-¡Te compras otra igual! Es por tu bien, hyung.

-Lo sé, lo sé, pero...

-Lo que tienes que hacer es apuntarte a esa agencia. Estoy de acuerdo con Jong Ji en que no puedes trabajar
en esa heladería el resto de tu vida.

-Sí, eso también lo sé, pero...

-¡No hay peros que valgan, Chun Hee!

-Creo que iré. Iré a su casa.

-¿Que? ¡No!

-¡Quiero esa camiseta!

-¡Tu lo que quieres es verla a ella! Te arrepentirás...

-Probablemente, pero... - se encogió de hombros. - La semana que viene se irá y ya no volveré a verla.

-Haz lo que quieras. ¡Testarudo! No vuelvas a pedirme consejos.

Yong Suk fingió estar muy molesto con su compañero de piso mientras este se calzaba en la entrada,
observándolo de brazos cruzados desde el comedor.

Hye Sun tarareaba una canción mientras esperaba el ascensor en pijama, un pijama rojo con estrellas blancas
y violetas de diferentes tamaños. Se había dado un baño y estaba mucho más tranquila y animada que hacía
una hora. Había ido comprar unos cuantas cuantas cosas que le faltaban para preparar la cena a la tiendecita
de la esquina. Hye Sun no era vergonzosa, y no le importaba bajar a la calle en pijama. No oyó entrar al
joven alto que se puso a su lado a esperar el ascensor con ella. Será uno de los amigos modelos de la joven
del undécimo, pensó. Las puertas del ascensor se abrieron tras un ruido parecido al sonido de una campanita,
y ambos entraron. Él, como un buen caballero, la dejó pasar a ella antes.

-¿A que piso vas? - preguntó Hye Sun.

-Al undécimo.

Confirmado: ese chico es uno de los amigos o compañero de trabajo de la modelo, pensó.

-Yo vivo en el noveno. - Él apretó el número nueve antes de que lo hiciera ella.

El ascensor siguió subiendo hasta el undécimo piso una vez Hye Sun hubo bajado. Ella se apoyó de lado en
la puerta de la casa de su tío antes de entrar.

-Que joven más amable, y guapo... Sin duda alguna es modelo... y me suena de algo. ¿Lo habré visto en
alguna revista de moda? ¿O en un anuncio?

Dos pisos más arriba Chun Hee también pensaba en voz alta, con la frente apoyada a esa puerta por la que
tantísimas veces había pasado, hasta tenía una copia de la llave en esa época que fue tan feliz para él. Pero
ahora todo había cambiado, las cosas eran diferentes... No tenía ni la llave ni a la persona que había dentro.
Ella se iba a ir, se iba a ir con otro, se iba a casar...

-Eres idiota, Chun Hee, un estúpido, ¿que diablos estás haciendo? ¿Arrastrándote por la chica a la que tanto
querías y que te abandonó? ¿A la joven que no supo esperarte? No, no debes hacerlo.

Oyó un ruido detrás de la puerta, y, arrepentido por haber ido hasta allí, se echó a correr escaleras abajo. Jong
Ji abrió y asomó la cabeza al pasillo. Miró hacia un lado y hacia otro pero no vio a nadie. Le había parecido
oír una voz fuera, justo detrás de la puerta de su casa. Habrán sido imaginaciones mías, pensó, y volvió a
cerrarla. No tenía ni idea de que en esos momentos Chun Hee bajaba corriendo por las escaleras de ese
edificio, un poco triste pero también contento consigo mismo por largarse de allí, por alejarse de ella.

Llegó al noveno piso y vio a esa chica del ascensor apunto de introducir una la llave en la puerta de su casa.
¿Aún seguía allí? ¿Cuanto tiempo habré estado pensando frente a la puerta de Jong Ji?, se preguntó. Juraría
que ni dos minutos. A Hye Sun se sobresaltó cuando lo vio aparecer de repente por las escaleras, tan agitado,
con esas prisas.

-Siento haberte asustado. Buenas noches. - dijo él, y siguió bajando pisos.

Hye Sun entró en su casa y fue corriendo a asomarse por la ventana del comedor. Soo Ro, muerto de hambre,
la llamó desde la cocina unas cuantas veces, pero ella no le hizo ni caso. Estuvo asomada durante largos
minutos, hasta que vio a ese joven salir del edificio, y lo siguió con la mirada hasta perderlo de vista. Se
preguntó si volvería a verlo por el edificio, pero nunca se hubiese imaginado que el destino haría que
volvieran a coincidir pronto, en otro lugar y en distintas circunstancias.

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