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LA VIDA DE LOS MARCIANOS.

Una vez nuestro planeta fue invadido por extraterrestres. Al menos eso fue lo que creyeron 12
millones de personas, que en 1938 escucharon la transmisión del joven actor y futuro cineasta
Orson Welles, quien desde el radioteatro de la cadena norteamericana CBS narró la llegada de los
alienígenas, que se dice, provocó una conmoción social sin precedentes.

Los oyentes, sin medios para verificar lo que decía la radio, empezaron a abandonar sus hogares,
huyendo de la ciudad con temor por sus vidas. Carreteras, teléfonos de emergencia y estaciones
de policía colapsaron. La histeria fue tal, que muchos decían haber visto extraterrestres. Pero tal
invasión marciana nunca sucedió; se trató de una obra muy bien interpretada a través de la radio,
basada en la novela La guerra de los mundos.

Este cruce de la fina línea entre lo que se cree y los hechos no ha quedado en el pasado, ni acabó
con el auge de la tecnología o los nuevos medios de comunicación. Por el contrario; eso que hoy
se llama “posverdad” crece y toma nuevas formas, lo que nos obliga a los ciudadanos a ser más
conscientes de la información que consumimos, cómo la interpretamos y, sobre todo, más
responsables en el uso que damos al contenido que recibimos. Podemos decir que hoy estamos
más informados, pero no por eso lo estamos mejor. Del otro lado hay una cara menos amable y es
la desinformación, y aunque esto no es nuevo, sí es cada vez más rápida la velocidad y facilidad
con la que se expande una mentira con cara de verdad o las llamadas fake news. El tristemente
famoso ministro de Propaganda del Tercer Reich, Joseph Goebbels, definió su objetivo: “Una
mentira repetida 1.000 veces se convierte en verdad”.

El panorama hoy no es diferente. En Colombia y en el mundo estamos de nuevo frente a


coyunturas que pueden llevar fácilmente a que nuestras emociones individuales y colectivas
nublen la razón, nieguen las evidencias y lo que consideramos verdades, no nos permitan ver los
hechos. En estas situaciones, cuando más de 60% de las personas se informan en las redes
sociales, puede resultar difícil mantener una postura crítica ante la desinformación y las mentiras
repetidas, y entender el panorama completo de lo que está pasando. Sin ir más lejos, podemos
tomar como ejemplo lo sucedido con la pandemia del covid-19. En un comienzo, información falsa
hizo que muchos, incluso, no creyeran en el virus o que promovieran teorías de conspiración sobre
su origen, mientras otros insinuaran medidas inútiles de protección. Ahora, de cara a la
vacunación, creer en información falsa está dificultando y retrasando la aplicación de la única
herramienta conocida y probada hasta el momento para vencer el virus.

Como ciudadanos tenemos la obligación de ser responsables frente a lo que difundimos. Debemos
seguir fomentando la mirada crítica frente a la información que se consume en los diversos
medios, sobre todo en las redes sociales; contrastar, preferir fuentes de calidad y desarrollar
sentido crítico o algunas veces solo sentido común, para evitar creer y difundir mentiras.

No podemos caer únicamente en la simplicidad de las redes sociales para abordar temas de gran
trascendencia y desde ahí formar una opinión que defina nuestra posición y actuar en medio del
debate. Es necesario ir más allá para formar criterio y tomar decisiones sensatas; de lo contrario,
estaríamos corriendo el riesgo de que nos invadan de nuevo los marcianos.

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