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El Ciclo de Las Politicas Publicas
El Ciclo de Las Politicas Publicas
Fue Harold Laswell en 19511 quien conceptualizó tanto las políticas públicas como
fenómeno, como el análisis de las mismas. La aportación fundamental de Laswell era
incorporar un nuevo enfoque a la ciencia política. Hasta entonces, la ciencia política se
enfocaba al estudio de la relación entre la sociedad y los poderes públicos, como por
ejemplo el acceso al poder o las políticas públicas. Con la ciencia de las políticas de
Laswell, se incorporó un enfoque sobre la actividad y resultados de la acción pública, y
lo hacía desde una perspectiva dinámica, que buscaba analizar el incremento de funciones
estatales que se produjo inmediatamente antes y después de la II Guerra Mundial. Las
funciones estatales ya no solo eran reguladoras, sino también funciones asistenciales y
prestadoras de servicios, y requerían de un marco analítico que permitiera mejorar la
calidad del ejercicio de la propias políticas públicas.
Inteligencia
Promoción
Prescripción
Invocación
Aplicación
Terminación
Evaluación
Estas fases fueron simplificadas por Brewer, discípulo de Laswell, en los años 70
(DeLeon, 1997) y el marco de fases de análisis quedó en:
Iniciación
Estimación
1Lasswell, Harold D. (1951), "The Policy Orientation", en Daniel Lerner y Harold D. Lasswell (eds.), The
Policy Sciences, Stanford, CA, Stanford University Press.
1
Selección
Implementación
Evaluación
Terminación
La fase de terminación nos daba la idea de que la política pública tenía un fin temporal,
tras lo que se iniciaba un nuevo proceso. No obstante, diversos autores fueron
desarrollando su propio marco de fases, desarrollando su modelo adaptado a los análisis
de casos y modelos que se presentaban. En este sentido, el propio Brewer, junto a DeLeon
desarrollaron y justificaron el modelo de etapas anterior (Brewer y DeLeon, 1983). A
pesar de que este desarrollo ponía en cuestión la lineabilidad de la realización de las
políticas públicas, pues no siempre las etapas son secuenciales, pudiendo producirse de
manera paralela, o pudiendo volver de una etapa a otra anterior, como la estimación, que
puede llevar de nuevo a la iniciación en vez de la selección, la interpretación en muchos
estudios fue de una rigidez del modelo y la secuencia de etapas, incluso en la propia
práctica de la políticas.
Aunque la idea y utilidad analítica de los procesos de políticas articulado en fases ha sido
puesta en cuestión por algunos autores, como Paul Sabatier (Sabatier y Jenkins-Smith,
1993), esto no significa que se haya dejado de usar y de que hayan existido desarrollos.
Más aún, parece que los diferentes autores desarrollan sus propios modelos de procesos
de políticas para el estudio de sus casos. En este sentido, es frecuente que se contemple
la continuidad de los procesos, no incluyendo la fase de terminación, sino incorporando
la idea de ciclo, esto es, de la sucesión de procesos de una misma política. En este sentido,
una aportación fundamental fue la de Charles Lindblom (1959) que, además de cuestionar
las bases del modelo de elección racional imperante y proponer el modelo de racionalidad
limitada del incrementalismo, planteó que la política pública en la práctica era un
quehacer constante en el que se producían permanentes ajustes y aproximaciones
sucesivas a objetivos que también cambiaban. De esta forma, las políticas no tenían
realmente una fase de terminación, sino que casi todas las políticas se basan en decisiones
previas. Al margen de la polémica sobre su modelo, la visión de que el proceso de la
política es continuo, y se convierte en un ciclo pasa a ser asumida por la mayor parte de
los autores. Lo que se discute y analiza es la continuidad y el cambio de las políticas, más
que su ocasional terminación.
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En este contexto de proceso de elaboración de políticas y ciclo de políticas hemos de
considerar las aportaciones del modelo secuencial, desarrollados en los años 70, en los
que las fases o etapas no se distinguen tanto por su función, como proponía Laswell, sino
por las actividades que se desarrollan, siendo las actividades más concretas que las
funciones. Siguiendo a Alejandro Estévez (2000) los modelos secuenciales como el de
Jones y el de Anderson dejarían, de forma simplificada, un proceso como el que sigue:
Agenda
Formulación
Adopción de la política o decisión
Implementación
Evaluación
Ahora bien, este proceso ideal puede modificarse, ya que algunas etapas se superponen,
como la de formulación y decisión, u otras se pueden incorporar, como la presupuestación
(Estévez, 2000). Así pues, se asume que las etapas de los procesos de adaptan y son
flexibles.
A este respecto debemos añadir que el resultado de una política pública es una
intervención en la sociedad, por lo que lógicamente no existe la misma situación de
partida y no todas las políticas tienen por qué desembocar cíclicamente en un nuevo
proceso. Por eso, además de determinadas propuestas teóricas que no le dan tanta
importancia a los procesos y sus etapas, como la mencionada de Sabatier, existen otras
que mantienen el planteamiento procesal sin darle tanta importancia al aspecto cíclico.
Estas propuestas teóricas suelen buscar analizar los cambios de políticas, frente a la visión
incrementalista que prefiere ver la continuidad de las políticas, como por ejemplo la de
corrientes múltiples de Kingdom (1984) y Zahariadis (2007), o la de equilibrio
interrumpido de Baumgartner y Jones (2007)2. No obstante, no son propuestas
necesariamente opuestas a las de ciclo o proceso de políticas, ya que su foco de atención
se centra en la formación de las agendas y, si acaso, en la formulación de la política
pública, sin que esto impida incorporar al análisis otras fases como la implementación
que ayuden a analizar los procesos de ruptura e innovación de las políticas.
2Todos estos enfoques se pueden ver con más detalle en la obra: Sabatier, Paul (coord.) (1999 y 2007-
2º Edición). Theories of the Policy Process, Boulder (Colorado, EE.UU.) Westview Press.
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En cualquier caso, hay que destacar que el enfoque de análisis de las políticas públicas
como procesos y como ciclos es algo instrumental, que busca ser útil para la elaboración
de políticas y para su análisis. En definitiva, las políticas públicas son algo práctico, y el
enfoque de procesos ha de tener aplicación en la realización de políticas concretas y en el
análisis de las misma, y dado que la práctica de elaboración de las políticas públicas está
cambiando constantemente, debido a las transformaciones de la sociedad y sus conflictos,
y a las transformaciones del propio Estado y de la Administración pública, la manera de
hacer políticas evoluciona, y con ello también evolucionan las propuestas de etapas de
fases y ciclos. En última instancia, la finalidad de los modelos de fases y ciclos es
encontrar grandes elementos comunes o patrones de comparación (Estévez, 2000).
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Problemas
Re-
estructura Prospectiv
ción de a
problemas
Consecue
ncias
Rendimiento
Resultados Alternativas
Evaluación
Implemen Análisis de
tación efectos
Decisión
Realmente este es un modelo complejo, que responde a un mundo ideal en el que los
flujos de la política pública tienen más de un circuito, en el que existen retornos entre las
fases y en el que se plantean todas las fases posibles, así como los pasos intermedios que
en la práctica se saltan. Desde un punto de vista normativo, este ciclo (Subirats, 1989) se
basa en:
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Implementación
Evaluación
Este ciclo, que podría ser entendido como una adaptación de los modelos secuenciales de
Jones o de Anderson, sobre el que se diferencia la identificación de problemas y el estudio
de alternativas, que también podríamos entender como elementos de la fase de agenda.
El propio Subirats ha ido perfilando el modelo:
¿Cómo nace una política? Toda política pública necesita de un promotor, que la impulsa
políticamente. Ante una demanda o conflicto social, los diferentes actores que se
involucran en la política pública asumen diferentes roles, según sus posiciones, intereses
y recursos, sean estos económicos, de movilización social, legales, conocimientos
técnicos, información, etc. La involucración de los actores en el conflicto o demanda
social implica que definen su visión del problema o se posicionan respecto a la definición
que hacen otros actores. De esta manera, los actores asumen roles respecto al caso:
oponente, colaborador o habilitador (gatekeeper), aliado, mediador, filtrador, director,
promotor… El más importante para iniciar la política es el de promotor o emprendedor
(Meny y Thoenig 1992) de la misma. En cualquier caso, cada actor elige su estrategia y
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su táctica, con el fin de satisfacer sus intereses, que puede ser de confrontación,
negociación, consenso, etc.
También hay que considerar que el promotor de una política puede ser una coalición de
actores (Sabatier y Jenkins-Smith, 1999) que comparten intereses e intercambian recursos
de manera estable. Independientemente de que la iniciativa de la política sea de uno o de
varios, cada política sectorial establece un entramado o red de actores (policy network)
en la que estos interactúan.
Según cuál sea el tipo del actor o actores promotores podemos tener políticas:
Top-down, de arriba hacia abajo, desde las élites políticas a lo largo de una
estructura estatal burocratizada. El actor promotor suele ser gubernamental
Buttom – up, si nace desde abajo, recogiendo las propuestas de los niveles
inferiores de la administración (aquellas más próximas con los
usuarios/beneficiarios de las políticas) o de actores sociales, como grupos de
representación social, empresarial, partidos políticos, etc.
Las políticas cuyo inicio es top-down se suelen situar en un marco más legalista y formal,
un alcance más general, mientras que las políticas buttom-up suelen tener un componente
más informal y un alcance mucho más concreto.
Según Cobb y Elder (citados por Meny y Thoenig 1992), los emprendedores políticos se
pueden clasificar en diversos en función de sus objetivos, cada uno de los cuales induce
un proceso de acción particular:
b) La explotación: el emprendedor sociopolítico actúa para otros, que son los que
sufren el problema. Existe un beneficio personal en la medida en que los
defendidos reconocen el proyecto o la organización del emprendedor.
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c) La mejora: el emprendedor no se beneficia, e interviene en nombre del interés
público. Con el objetivo de evitar desequilibrios en la comunidad, o hacer triunfar
una opción ideológica.
Un elemento básico para entender cómo y por qué los actores de políticas redefinen sus
problemas es el liderazgo de de las organizaciones políticas y sociales involucradas en el
caso. El estilo de liderazgo influye en:
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Cómo lo perciben los demás actores y cómo lo percibe el público objetivo.
Uno de los motivos fundamentales para que los actores, tanto los políticos como los
sociales, redefinan sus definiciones de problemas es que buscan ampliar su base de apoyo
social, por lo que tienden a ensanchar los públicos afectados por una política pública
concreta redefiniendo el problema (Meny y Thoenig 1992). Este reajuste se enfrenta a un
doble reto:
Los actores cambian de postura, se coaligan entre sí, se enfrentan por otros
conflictos, etc.
Cobb y Elder (citados por Meny y Thoenig 1992) consideran varias condiciones en las
que aumenta la probabilidad de incorporar nuevos grupos sociales, cuyas organizaciones
se convierten en actores:
Carácter imperfecto de los problemas. Los públicos son más sensibles a iniciativas
que no están perfectamente pulidas y acabadas (en las que no pueden opinar ni
aportar su solución).
Otro componente básico para entender cómo y por qué los actores de políticas redefinen
sus problemas son los líderes de las organizaciones políticas y sociales. El estilo de
liderazgo influye en cómo se tratan los problemas, cómo se establecen estrategias y
objetivos y en cómo se redefinen.
a) Una parte discreta, (informes técnicos, envío de cartas, reuniones con los
dirigentes políticos, creación de plataformas, participación en los numerosos
órganos consultivos de la administración pública, etc.)
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través de la acción pública y la participación política cuando se
manifiestan cualitativas, ya que los problemas aparecen ante el público,
que opina sobre los mismos.
No obstante, los enfoques clásicos del ciclo de políticas que hemos visto al principio de
la lección suelen tener una fase de toma de decisiones, o de selección, separada. De hecho
es un punto crucial del ciclo, no ya de las políticas públicas, sino de la política en general.
Se entiende en estos enfoques que la toma de decisiones es un momento crítico en el que
hay que elegir una opción en una situación de incertidumbre. Todos los estudios de
políticas públicas tratarían de aportar conocimientos sobre cómo reducir la incertidumbre,
particularmente en la toma de decisiones. Sin embargo, teniendo en cuenta el proceso,
conviene no perder la perspectiva de que a lo largo de las fases que hemos visto, los
actores han estado tomando decisiones. Lo hacen cada vez que manifiestan su postura,
que definen su problema, que intercambian posturas, recursos y definiciones de
problema…
Dentro de estos enfoques clásicos, podemos señalar tres grandes modelos teóricos sobre
la toma de decisiones, que han analizado las decisiones según la estrategia de los decisores
que intervienen y la naturaleza de los problemas. Son modelos secuenciales, enfocados al
ciclo de políticas.
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Comparaciones limitadas sucesivas, irse por la ramas, e incrementalismo, llamada
la técnica de salir del paso (Lindblom) supone una aproximación progresiva a los
problemas, sin abordar el problema en su raíz de fondo.
La teoría racionalista fue la adoptada por los pioneros de las políticas públicas, como
Merrian y Lasswell (1951), cuya pretensión era desarrollar una ciencia de la acción
basada en una teoría de la decisión y para ello buscaban metodologías que sistematizaran
la toma de decisiones. Por tanto, el punto culminante de su proceso de políticas era en
realidad la fase de decisión, aspecto este que queda difuminado en las teorías actuales de
Kingdom o Sabatier citadas anteriormente, en el que todo el proceso es la decisión.
Para entender el enfoque racionalista hay que tener en cuenta que los conceptos surgieron
en el contexto de la II Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría, con el objetivo de
racionalizar los recursos. Lo que observaron de las decisiones es que en momentos de
urgencia, los políticos acuden a aquellas disciplinas que utilizan un método más claro, y
se propusieron llevar este método “científico” a la Administración Pública.
El paradigma racionalista fue muy criticado por las teorías de las ciencias sociales de la
década de los años 60 y 70. La teoría racional distaba mucho de poder aprender el
conjunto de la realidad social porque nunca se podrían alcanzar niveles de información
satisfactorios, aspecto que era especialmente crítico en la toma de decisiones de las
políticas públicas. Al final, se decía, el racionalismo suponía un mundo ideal que no
existía en la práctica y sus métodos no eran capaces de afrontar los grandes conflictos
sociales del momento, particularmente en EE.UU., como la ineficacia e ineficiencia de
los programas sociales. Con todo, este enfoque ha vuelto en parte desde las perspectivas
más economicistas de las políticas públicas desde los años 80.
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Las primeras críticas a la aproximación racionalista produjeron modelos como los de
racionalidad limitada de Herbert Simon (Aguilar Villanueva 1992b). Partía de que la
teoría racionalista tenía:
Sesgos cognitivos: El ser humano no puede manejar toda la información que exige
un análisis racional y las instituciones públicas no tiene las capacidades que se les
suponen.
Al final, los actores decisores actúan y deciden en función de sus experiencias anteriores,
y de los particularismos y rutinas de la organización. En realidad no buscan la eficiencia
ni la eficacia, sino una solución meramente satisfactoria que resuelva el problema dentro
del abanico de respuestas que la organización maneja habitualmente.
Las opciones de decisión reflejan los valores de los actores, por lo que no existen
objetivos neutrales.
Todo interés está respaldado por un grupo organizado, que busca en la política sus
deseos ontológicos.
Las alternativas están limitadas por los conocimientos de los actores, las
organizaciones, y sus rutinas.
Las decisiones se adoptan por negociación y consenso entre los actores miembros
de las coaliciones ganadoras, que en realidad también están en conflicto entre los
actores. Se va produciendo un ajuste mutuo, difícil, entre intereses diferentes.
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Las decisiones se toman en función de lo que ya existe. Se hace un cambio
pequeño, si funciona, se mantiene, pero se crean garantías para las políticas
puedan ser reversibles.
Frente a estas limitaciones han surgido otros modelos secuenciales, como el tercero que
citábamos. El modelo de Etzioni (1967) de la exploración combinada plantea una salida
intermedia para la acción, partiendo de que la racionalidad es limitada y de que se pueda
cambiar una política, sin una mera resignación incrementalista. Se basa en que los
decisores exploren y obtengan información objetiva y datos mensurables de una situación,
utilizando tantos recursos (dinero, tiempo, materiales, personal…) como importante o
arriesgada se considere la decisión. Este método impulsa que una parte de la exploración
sea el análisis de los actores, más aún, la exploración para la obtención de información se
basa en muchos casos en las aportaciones de los actores, lo que por otro lado permite al
decisor conocer los intereses e ir estableciendo cierto consenso. En este sentido, la
propuesta de Etzioni pretende asumir la coherencia interna de los modelos racionales,
junto a la coherencia externa del modelo incrementalista. Su modelo es el de políticas y
decisiones de abajo hacia arriba, buttom up, con prácticas deliberativas, aunque este tipo
de desarrollo enlaza con la formulación, como veremos en la próxima lección. Este
modelo, al igual que los dos anteriores modelos secuenciales, también es más una
propuesta de acción que una teoría, dentro del mismo caben opciones de participación
social y la deliberación, como formas de exploración combinada de información e
intereses.
En estos modelos clásicos, pues son más bien modelos de acción que meros marcos
teóricos, la decisión involucra fundamentalmente a las élites políticas en su rol de
3Su artículo está traducido al castellano en: Etzioni, Amitai (1967): “La exploración combinada, un tercer
enfoque en la toma de decisiones”, en: Aguilar Villanueva, L. (1992) “La hechura de las Políticas
Públicas”. Colección Antologías de Política Pública. México D. F. Miguel Ángel Porrúa.
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decisores, “las autoridades públicas”, aunque menor medida el de Etzioni. En realidad
toman parte en ellas más actores involucrados en la política, como beneficiarios,
funcionarios, financiadores, representantes de la oposición o de otras opciones políticas,
etc. En este sentido hemos de tener en cuenta que:
Para sintetizar desde el punto del análisis de las políticas como se desarrolla la fase de
decisión podemos seguir a Meny y Thoenig (1992), para quienes tiene dos grandes tipos
de enfoques sobre el decisor, que hemos apuntado anteriormente:
Elitista: No hay un momento concreto de toma de decisión, sino que las decisiones
son consecuencia de los intereses de los grupos más poderosos, que no intervienen
directamente, sino que “mueven los hilos”.
4Dahl, Robert (1961): Who Governs? Democracy and Power in an American City, New Haven (Connecticut,
EE.UU.), Yale University Press.
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realidad las elites tienen más intereses en común que en conflicto, por lo que llegan
fácilmente a acuerdos y no permiten que entren nuevos actores.
Sea desde el punto de vista elitista o desde el pluralista, hay que destacar como actores
relevantes en los procesos decisorios a los partidos políticos. Entre las funciones de los
partidos son especialmente relevantes para las políticas públicas la de selección de las
elites políticas y la de agregación de intereses. Los partidos, al agregar intereses,
incorporan redes de actores a los procesos de políticas, y estas redes de actores pretenden
tomar parte en las decisiones, además de en la formulación y la implementación.
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o Los métodos para objetivas las decisiones son escasos y subjetivos: lo
vimos en la identificación y selección de alternativas con las tablas.
Meny y Thoenig (1992) también señalan que el contexto en el que se produce el proceso
decisorio influye en su contenido, identificando cuatro factores principales. En los dos
primeros, el decisor es clave, mientras que en los dos segundos, el que decide es el
contexto:
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o Los circuitos de comunicación: quien presenta la información influye
sobre la misma. Normalmente los asesores del alto cargo tienen como
función simplificar la enorme cantidad de información del entorno, y la
información no circula libremente, ya que el circuito de comunicación
brinda la solución.
Las relaciones de influencia y de poder que intervienen entre los actores. Cada
organismo público y cada actor social persigue sus intereses sectoriales y
manifiesta su propia visión de lo que es eficaz y racional, teniendo en cuenta que
la capacidad de decidir está repartida desigualmente.
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o Ante esta situación se plantea la estrategia del incrementalismo disjunto
(Lindblom, 1979): lo posible es una estrategia para la acción. Un universo
plural se presenta como una caja negra en las que no existe ningún
consenso posible sobre el problema, las soluciones, las alternativas y los
criterios de elección. Por tanto, el cambio sólo puede ser inducido al
margen, de forma indirecta. Para el decisor, el incrementalismo disjunto
se caracteriza por:
Actuar cada vez que se pueda y se presente una ocasión, son forzar
las decisiones.
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o A los procedimientos y las maneras de hacer: son intercambiables y
equívocas.
o Siguiendo a Cohen, March y Olsen (1972) una decisión sólo existe porque
ciertos actores o terceros la perciben como tal. En una anarquía organizada
tienen lugar tres procesos de encadenamiento decisional:
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El modelo de la tiranía de los procedimientos muestra el comportamiento de
quienes deciden haciendo frente a medios burocráticos centralizados,
estratificados y sumergidos en el formalismo de estructuras.
Las herramientas de análisis para averiguar cuál predomina son las que expuso Allison
(1969)5 en su crisis de los misiles, con tres enfoques básicos:
Al final, Meny y Thoenig (1992) concluyen que hay dos parámetros que dejan más huella
en el proceso decisional:
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Publicado en castellano, Allison, Graham (1969), “Modelos conceptuales y la crisis de los misiles cubanos”,
en Aguilar Villanueva, L. (1992), La hechura de las Políticas Públicas, Colección Antologías de Política
Pública. México, Miguel Ángel Porrúa. Grupo Editorial.
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El grado de certeza o incertidumbre que prevalece entre los actores en cuanto a
los medios que deben utilizarse, al conocimiento de los hechos y a la eficiencia de
las soluciones. Los hechos y los métodos para tratarlas ¿son claros o son
indefinidos o de incertidumbre?
Una vez adoptada la decisión, ha de formularse e implementarse, las dos fases siguientes.
En muchos casos la formulación se hace mediante la forma de una ley y sus normas
complementarias, pero sobre todo lo que más importa es la programación, que sirva de
referente a la administración en su papel de implementadora. Estas dos fases las veremos
con más detalle en el capítulo siguiente.
Bibliografía
Cohen, Michael D.; March, James G.; Olsen, Johan P. (1972), “A Garbage Can Model of
Organizational Choice”, en Administrative Science Quarterly, vol 17, nº1 (Mar. 1972)
DeLeon, Peter (1997) “Una revisión del proceso de las políticas: de Laswell a Sabatier”,
en: Gestión y Políticas Publicas, vol. VI, nº. 1. 1er semestre de 1997.
Estévez, Alejandro (2000) El modelo secuencial de políticas públicas, treinta años más
tarde. Disponible en http://www.polipub.org/documentos/msecuencial%20estevez.PDF
Lindblom, Charles (1979) “Still Muddling, Not Yet Through”, en Public Administration
Review, Vol. 39, No. 6. (Nov. - Dec., 1979).
Lindblom, Charles (1991) “El proceso de elaboración de las políticas públicas”. MAP.
Madrid.
22
Mény, I. y Thoenig, J.C. (1992) “Las Políticas Públicas”. Ed. Ariel, Barcelona.
Pérez Sánchez, Margarita [ed.] (2005): Análisis de políticas públicas. Granada. Editorial
Universidad de Granada.
Sabatier, Paul, and Jenkins-Smith, Hank (1999) “The Advocacy Coalition Framework:
An Assesment”; en Sabatier, P. (ed.) (1999) Theories of the policy process. Boulder,
Colorado, Westview Press.
Subirats, J., Knoepfel, P., Larrue, C., y Varonne, F. (2008). Análisis y gestión de políticas
públicas. Barcelona: Ariel.
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