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LIBRO VII 103

Así pues, en medio de tal oscuridad y suciedad, y de tan


gran flujo de la sustancia y del tiempo, del movimiento y de
los objetos movidos, no concibo qué cosa puede ser espe-
cialmente estimada o, en suma, objeto de nuestros afanes.
Por el contrario, es preciso exhortarse a sí mismo y esperar
la desintegración natural, y no inquietarse por su demora,
sino calmarse con estos únicos principios: uno, que nada me
ocurrirá no acorde con la naturaleza del conjunto; y otro,
que tengo la posibilidad de no hacer nada contrario a mi
Dios y Genio interior. Porque nadie me forzará a ir contra
éste.

11. ¿Para qué me sirve ahora mi alma? En toda ocasión,


plantearme esta pregunta e indagar qué tengo ahora en esa
parte que precisamente llaman guía interior, y de quién ten-
go alma en el momento presente. ¿Acaso de un niño, de un
jovencito, de una mujercita, de un tirano, de una bestia, de
una fiera?
12. Cuáles son las cosas que el vulgo considera buenas,
podrías comprenderlo por lo siguiente. Porque si alguien
pensara de verdad que ciertas cosas son buenas, como la sa-
biduría, la prudencia, la justicia, la valentía, después de una
comprensión previa de estos conceptos, no sería capaz de
oír eso de: «tan cargado está de bienes», pues no armonizaría
con él tal rasgo. Mientras que si uno concibe previamente lo
que el vulgo reputa por bueno, oirá y aceptará fácilmente
como designación apropiada lo que el poeta cómico dice^^
¡Hasta tal punto el vulgo intuye la diferencia! En efecto,
este verso no dejaría de chocar ni de ser repudiado, mientras
que aquél, tratándose de la riqueza y buena fortuna que

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