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CULTURA 1

Terry Eagleton
El concepto ¨Cultura¨ ha tenido habitualmente cuatro acepciones centrales:
1. Conjunto de obras artísticas e intelectuales
2. Proceso de desarrollo espiritual e intelectual
3. Valores, costumbres, tendencias, creencias y prácticas simbólicas
4. Una forma de vida

Prejuicios posmodernos
Para los pensadores posmodernos el florecimiento de una multiplicidad de
culturas es un valor. Pero en verdad la diversidad no es necesariamente un
valor, no siempre cincuenta es mejor que uno, por ejemplo no lo es cuando se
trata de partidos que militan el racismo, por más diversidad política que eso
signifique; así como tampoco nadie necesita 50 marcas diversas de champú.
Al concepto de diversidad se contrapone el de solidaridad, entendida esta
como unidad, pero la posmodernidad tiene un rechazo a las formas de
solidaridad/unidad, lo cual deriva en una tendencia posmoderna a celebrar las
formas de lo diverso.
Quizás el error está en creer que la solidaridad colectiva significa borrar todas
las diferencias, aunque haya diferencias que bien merecen ser eliminadas
como las diferencias materiales entre pobres y mega-ricos por ejemplo.
Otro ejemplo poco edificante de diversidad es que mientras unos piensan que
hay que recibir al inmigrante con bondad existen otros que piensan que hay
que arrojarlos al mar (o interponerles un muro por ejemplo).
Hay que tener en claro que una opinión no es merecedora de respeto por el
mero hecho de que alguien la sostenga ni debería ser respetable por solo ser
distinta a la mía.
La exclusión no es mala por principio, excluir a las mujeres de conducir
automóviles es malo pero no lo seria tanto excluir a los docentes racistas del
cuerpo de profesores. En el mismo sentido tampoco cualquier minoría es
encomiable per se, la minoría dominante por ejemplo suele no serlo.
Hay veces que la diversidad es muy positiva, pero no siempre, y aún así la
mayor parte de los teóricos culturales creen que la diversidad es un avance en
las formas de vida, y aún más, la hibridación sería una superación de la
diversidad. 2
Particularmente el modo de producción capitalista es sumamente rico en
hibridaciones, acepta la diversidad, la heterogeneidad y la inclusión, porque
nada es más generosamente inclusivo que la mercancía, que no desprecia a

1
Resumen de Eagleton Terry, Cultura. Taurus, 2017, Buenos Aires.
2
Hibridación se le llama a un proceso de mestizaje cultural, en el que una cultura se reconfigura tomando
en cuenta elementos de otras culturas.
nadie ni por raza, ni por religión ni por sexo, siempre que ese alguien tenga el
dinero para comprarla.
El capitalismo tiene como objetivo que todo el mundo esté incluido en el
proceso de consumo. Al único que excluye es a quien pudiera promover su
debilitamiento.
Culturalismo
Desde la década de 1980 los posmodernos abrazaron la teoría del culturalismo
según la cual la cultura es decisiva en todos los asuntos humanos, de este
modo los problemas políticos y económicos fueron reformulados como
problemas culturales.
El culturalismo aplaude las diferencias pero huye de los conflictos que esas
diferencias promueven.
El discurso culturalista ha permitido ganar interés en cuestiones como el
pluralismo, la diferencia, la diversidad y la exclusión, pero también ha servido
para desviar la atención de cuestiones más materiales como es el capitalismo
mismo.
La sociedad capitalista arroja a gran parte de su población a la marginación
pero muestra especial cuidado en no herir sus convicciones. Nos preocupamos
en respetar la diferencia cultural entre unos y otros, pero en lo económico la
diferencia parece no importar, no hay mayor preocupación por la diferencia que
hay entre los pobres del último escalón social y los super millonarios de la cima
de la sociedad, que no deja de crecer.
En este sentido el culto a la inclusión suele servir para ocultar las diferencias
materiales. La cultura no reconoce jerarquías pero la escuela está plagada de
ellas, y existen leyes que prohíben insultar a una persona por su color o su
religión, pero no prohíbe insultar a un pobre.
El mundo posindustrial se vale de lo mutable, lo provisional, lo desechable, y en
este aspecto a la cultura se la considera adaptable a los cambios de la
economía, omitiendo el hecho de que la estructura cultural es sumamente
resistente a los cambios, se modifica con mucha lentitud, hecho demostrado
por la dureza con la que el sexismo se resiste a desaparecer por ejemplo.
El culturalismo posmoderno considera todo como cultural, y este relativismo
elude la idea de la existencia de ciertos valores universales que debieran
alcanzar a todas las culturas por igual, pero en pos del respeto a la
particularidad de una cultura es que en lugar de condenar la ablación del clitoris
practicada por varias culturas africanas, hay quienes proponen entenderla.
Es cierto que los cultores del relativismo cultural lo hacen por una perspectiva
de respeto por la posición del otro y eludiendo ponerse en una posición de
jerarquía, pero esta postura genera contradicciones profundas.
El inconsciente social
El inconsciente social es una reserva de instintos, prejuicios, creencias,
sentimientos, opiniones, y otras posturas que subyacen a nuestras prácticas y
que nunca cuestionamos.
Ese inconsciente social es a lo que nos referimos con cultura.
Pero la cultura no siempre es instrumento del poder, puede también ser
utilizada como resistencia al poder. Como sostiene Edmund Burke la cultura
podría ser útil para construir poder o para oponerse al poder, por eso fue un
instrumento de justificación del nazismo y también una herramienta de
supervivencia de los pueblos oprimidos de Asia.
Burke sostiene que la cultura es el sedimento en el que el poder se arraiga, por
eso para el poder las formas son más importantes que las leyes, son las
maneras las que nos indignan y escandalizan, son las que nos elevan o
degradan. Y cuando Burke habla de maneras no se refiere a normas de
conducta sino a costumbres y convicciones arraigadas culturalmente.
Una vez que el poder se ha disuelto en la cultura, en nuestro comportamiento
cotidiano, podemos estar totalmente desapercibidos de sus instrumentos de
coerción, y nos someteremos a ellos sin que sea necesario que se evidencien.
La cultura es la que endulza la autoridad y la hace tolerable, por lo cual el
poder utiliza a la cultura para no aparecer intimidante. Todo poder debe
encandilar los sentidos, alimentar las ficciones, porque la gente no requiere de
la verdad, sino de consuelo por medio de símbolos y ceremonias.
La cultura para Burke es un proceso de lenta transformación, un sistema
resistente al cambio abrupto; pero así también la cultura puede alimentar
revoluciones cuando el poder decide negar las costumbres seculares de un
pueblo.
Otro pensador del siglo XIX, como Herder no cree en el Progreso indefinido de
la Ilustración sino que considera que cada cultura tiene su propio ritmo, y
sostiene una idea plural del progreso en la que nos existe una única teleología,
una única finalidad, para ese progreso.
Para Herder imaginar un lenguaje es imaginar una forma de vida, cada
lenguaje expresa la visión particular del mundo de parte de un pueblo
especifico. Por eso cuando se impone una lengua a un pueblo se lo somete a
romper sus vínculos con su pasado más profundo.
Capitalismo Cultural
La versión posmoderna es que el capitalismo industrial ha virado al capitalismo
cultural donde ocupan una posición central las llamadas industrias creativas,
con su empuje tecnológico, sus imágenes, los signos, las marcas, el
espectáculo y el marketing, creando formas, estilos de vida, formas estéticas
del capitalismo que pasan de lo material a lo inmaterial.
El verdadero significado es que el capitalismo ha incorporado a la cultura a sus
propios objetivos materiales, y no que haya sido el capitalismo el que cayó en
las redes del disfrute, la estética y el placer.
Un ejemplo de esta absorción de la cultura por parte del sistema capitalista lo
son las universidades que pasaron de ser centros de crítica humana para
convertirse en arietes del sistema capitalista en la búsqueda de alcanzar
mayores beneficios. Se han convertido en organizaciones de formación de
mano de obra para el mercado.
El capitalismo en todas sus formas, y especialmente en su mutación cultural,
siempre ha preferido mantenerse en las sombras y el anonimato, pero las crisis
neoliberales de las finanzas lo han puesto al desnudo, en primer plano.
El capitalismo neoliberal intenta preservar la desigualdad al mismo tiempo que
descree de las jerarquías, ya no es necesario demostrar la inferioridad cultural
de un pueblo para someterlo, puede incluso respetar sus particularidades si
eso le permite mantener las desigualdades entre los ganadores y los
perdedores, por eso no importa nada si los norteamericanos se consideran
culturalmente superiores a los afganos o no.
Desde el punto de vista cultural estamos frente a un capitalismo neoliberal cuya
principal razón no es la jerarquía sino la hibridez, la mezcla, la fusión, la
multiplicidad; mientras las distancias entre los que más tienen y los que tienen
menos alcanza cotas nunca antes registradas.
El problema es que los culturalistas se ocupan de lo primero y descartan el
análisis de lo segundo.
Si bien resulta positivo acabar con las jerarquías culturales esto no se debe a
un genuino espíritu democrático sino a una búsqueda insaciable de ampliar los
mercados de consumo.
Por primera vez en su historia la especie humana está en posibilidad de
volverse totalmente híbrida y esto se debe a que el sistema capitalista compra
la fuerza de trabajo a quienes estén dispuestos a venderla y allí donde se
encuentre, sin importar su origen.
La política cultural de hoy nos habla de identidad, de género, de diversidad y de
opresión, pero casi nada dice sobre el rol del Estado, la propiedad, la lucha de
clases, la ideología y la explotación, alejándose de ese modo de las
posibilidades de aportar a un cambio necesario y fundamental.

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