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A la gata Marta le gustaba mucho jugar con su hermano el perro Martín. Pero una tarde
el perro Martín se perdió.
“Pero bueno, pero bueno, ¿Dónde se ha visto, que una gata y un perro sean hermanos?
Los hermanos tienen el mismo pelo.
No, no, no. Los hermanos tienen las mismas orejas, dijo la vaca.
La gata Martha tenía las orejas pequeñitas y el perro Martín las orejas grandes.
La gata Martha tenía la nariz pequeña, y el perro Martín tenía la nariz grandota.
Porque los hermanos tienen la misma nariz, las mismas orejas y el mismo pelo.
No, no, no, no. Los hermanos tienen los mismos bigotes, dijo el gusano.
La gata Martha tenía los bigotes largos, y el perro Martín tenía los bigotes cortitos.
Porque los hermanos tienen los mismos bigotes, la misma nariz, las mismas orejas, el
mismo pelo.
No, no. Los hermanos comparten cosas y se quieren, eso son los hermanos, le dijo el
pájaro.
La gata Martha compartía con el perro Martín su pelota preferida, la habitación y los
cuentos. Así que estaba segura de que era su hermano.
En ese momento detrás de un árbol apareció el perro Martín que venía a buscarla para
volver a casa.
Es verdad que el perro Martín tenía distinto pelo, y distintas orejas, y distinta nariz, y
hasta distintos ojos, pero la gata Marta sabía que era su hermano, y le quería mucho.