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TEMA: EL ESPACIO.

1. Un acercamiento al espacio arquitectónico


Autor: Francisco Javier Fuentes Farias Universidad Michoacana
de San Nicolás de Hidalgo. México.

El espacio es el medio físico en el que se sitúan los cuerpos y los movimientos,


y que suele caracterizarse como homogéneo, continuo, tridimensional e
ilimitado.
El espacio es un medio de expresión propio de la arquitectura y no es
resultante accidental de la orientación tridimensional de planos y volúmenes.
El espacio arquitectónico es fenoménico y pragmático, pues se manifiesta
mediante operaciones humanas y tiene condición cualitativa. No se delata en
el porcionamiento de cifra y medida; por el contrario, su carácter se evidencia
en el topos o lugar, apreciable por sus modalidades y accidentes.
Se partirá de la premisa de que el sentido y el significado del espacio
arquitectónico es un ordenamiento que todo individuo realiza para habitar y
construir.
La semiótica y la hermenéutica, principalmente, para integrar el punto de
vista de los propios constructores en las distintas propuestas o teorías de la
arquitectura. Por esta parte se encontrarán problemas como el de la
percepción y el significado del espacio construido, o la naturaleza de la acción
social y el uso de categorías de apropiación del espacio, así como de sistemas
comunicativos y de reglas sociales, lingüísticas y constructivas. Basados en el
paradigma de la complejidad, cuya premisa principal establece que “el todo es
más que la suma de las partes”, lo que ha requerido acuñar nuevos conceptos.
En 1981 es introducido por Alexander un concepto de “lenguaje de patrones”
para explicar el espacio arquitectónico como sistema complejo que se
autoorganiza; su idea es que los constructores tienen en mente un “modelo
ideal” de lo que quieren construir, y lo que hacen es combinar patrones
observados en su entorno y adaptarlos a sus necesidades. Una de las
capacidades cognitivas del ser humano es la de reconocer y adoptar patrones
de percepción y acción, con ello se indica que “el desarrollo del concepto de
lugar, y del espacio como un sistema de lugares es, por consiguiente, una
condición necesaria para hallar un sitio firme donde hacer pie
existencialmente”, es decir, no es posible construir y habitar sin haber
definido los pasos y las medidas necesarias para ello.
Comprender el espacio arquitectónico y existencial demanda responder en qué
sentido se habla al sugerir que existen “objetos abstractos” en las mentes de
sus propios habitantes, pero también, cuándo debe establecerse un marco
metodológico para tomar en cuenta dichos objetos.
El espacio construido puede ser descrito como significante, como texto para
ser interpretado, como ordenamiento del mundo circundante, o como un
posicionamiento espacio-temporal a partir de la capacidad perceptiva de los
individuos, siempre se hará presente el problema de la relación entre lo
percibido y su significado, entre la experiencia sensible y las categorías en que
esta se organiza. De este modo, el papel de procesos cognitivos como la
percepción y el lenguaje mediante la categorización y la conceptualización
parecen determinantes para explicar esta capacidad humana de enlazar
instancias percibidas en el espacio arquitectónico y existencial, y ordenarlas
mediante categorías lingüísticas, imágenes mentales y representaciones
sociales en una totalidad de sentido.
Sin embargo, categorizar el espacio percibido es un tipo de problema, mientras
que la existencia o no de categorías, sean gramaticales, conceptuales o
perceptuales es un asunto distinto que corresponde a la ontología.
Cuando se categoriza un espacio, ya que no es posible saber qué significa para
sus propios habitantes dicho espacio arquitectónico, pero puede saberse con
certeza que dicho significado consiste en categorizaciones y
conceptualizaciones que constituyen una estructura de sentido, o
“compromiso ontológico” acerca del mundo circundante. Al categorizar, la
realidad percibida se “parte” en dos dominios, uno, el objeto resaltado, y otro,
el resto de lo percibido, es decir, el entorno del cual se separa el objeto
anterior; pero todo esto depende de la modalidad de captura cognitiva que se
realiza, la cual a grandes rasgos puede ser de tipo perceptual o conceptual.
Filosóficamente los conceptos constituyen estructuras cognitivas vinculadas a
sistemas de conocimiento; dicha estructura, y el contenido mismo del
concepto, están determinados por las relaciones que distintos conceptos
tienen entre sí. A su vez, estos sistemas constituyen “un conjunto de
principios centrales de razonamiento” que permiten a los humanos
“seleccionar un conjunto de entidades” y procesar información acerca de ellas.
A esto se refieren las categorías relacionadas con el espacio construido, tales
como interior-exterior, arriba-abajo, claro-oscuro, y otras a las cuales también
se puede hacer referencia como categorías ontológicas, las que a su vez
parecen indisociables de la gramática propia de cada lengua. Así, el espacio
arquitectónico, como una totalidad que se autoorganiza, es existencial, y al
poseer direccionalidad y sentido, es resultado y a la vez referencia de un
compromiso ontológico.
En tanto que toda construcción obedece a reglas, y que estas permiten a los
usuarios organizar distintos ámbitos de su propia realidad, dicho espacio se
autoorganiza y evoluciona como los sistemas vivos y el lenguaje, como los
sistemas sociales, el conocimiento y el pensamiento mismo.

2. LA CAPACIDAD COMUNICANTE DEL ESPACIO


Autores: Juan Carlos Pérgolis
Danilo Moreno Hernández

El espacio es el lugar de nuestra existencia, no hay acción de nuestra vida que no esté referida
al espacio. El hombre se relaciona con el espacio y el espacio con él; entre ambos se entretejen
lazos de comunicación: el hombre aporta y modifica el espacio, pero también el espacio
condiciona la vida y aporta significaciones al hombre. Es una actitud comunicante o
“comunicacional” para usar una palabra propia de la teoría de la comunicación, que se da en
ambos sentidos: el hombre modifica el espacio tanto como éste modifica su vida.

La capacidad comunicante del espacio se manifiesta de dos maneras: una, a través de su


forma, que genera sensaciones y emociones en quien participa de él; la otra, a través de
relaciones o prácticas que el hombre establece con él. La primera manera conduce al
establecimiento de significaciones que se expresan a través de reconocimientos e identidades,
y la segunda a sentidos, es decir, a ese horizonte que da razón de la vida en un lugar
determinado y se manifiesta a través de la narrativa.

A partir de esas dos maneras como se expresa el espacio desarrollamos esta mirada sobre su
capacidad comunicante y la estructuramos a partir de dos puntos: el primero referido a la
forma; el segundo, está referido a las relaciones con las formas o práctica significante. Bruno
Zevi observa que el carácter primordial de la arquitectura reside en su carácter tridimensional
que involucra al hombre. Sin embargo, otros autores señalan que la diferencia entre la
arquitectura y las otras actividades artísticas reside en su carácter funcional: el espacio
arquitectónico responde a necesidades funcionales.

La arquitectura no surge de las medidas y los elementos constructivos que envuelven el


espacio sino del vacío, del espacio envuelto, ese espacio interior en el cual los hombres viven y
se mueven: el diálogo entre ese espacio y los hombres es una actitud comunicante que se
establece entre ambos.

Desde la perspectiva de comunicar la arquitectura debe buscar que los espacios y volúmenes o
“formas significantes” tengan una intención comunicativa; dicha intención será “leída” por el
visitante que tenga la capacidad de desentrañar y darle sentido. Para acercarnos al espacio nos
referimos a través de palabras, incluso quien diseña el espacio, antes de crear su obra, forja un
discurso en torno a ella. Por este motivo, la arquitectura debe preguntarse por su relación
tanto con el discurso, como con el lenguaje, porque toda práctica comunicativa.

Con todo esto el arquitecto ha de ver su obra como la búsqueda de nuevas tensiones, nuevas
estructuras. La intención comunicativa ha de cristalizarse, tanto para los espacios privados, la
intimidad de un hogar, como para los espacios públicos, los espacios urbanos, que cada vez
más están atiborrados por secuencias espaciales, que satisfacen el deseo de vivienda.

Cabe mencionar que la arquitectura se enseña a partir de los espacios y las formas, aunque los
arquitectos deconstructivistas de las últimas décadas del siglo XX hablaron de una arquitectura
cuya masa (formas y espacios) se perdía ante la importancia de los esquemas tensionales que
se generaban. Es tanto así que la importancia de un espacio reside en lo que se pueda decir de
él. Por tanto, la construcción de un espacio debe plantear, además del problema de la forma,
el problema de la atmósfera, es decir, la manera en que los sujetos se puedan relacionar con
ese espacio.
TEMA: EL METODO

3. Cuestiones de método creativo - Metamorfosis y conciencia material en


los procesos creativos en arquitectura
Autor:Carlos Iván Rueda Plata Universidad Piloto de Colombia
(UPC), Bogotá (Colombia) - McGill University (Canadá)
Publicado en la revista de arquitectura. ARQUITECTURA . Vol.16
Universidad Católica de Colombia
Facultad de Arquitectura
Centro de Investigaciones –Facultad de Arquitectura

La creatividad elude a una estricta racionalidad. La mente creativa se nutre de la intuición y la


imaginación. La idea de método no invalida, sin embargo, indagar en los procesos de la
imaginación.

Una definición sencilla e incluyente de la arquitectura, heredada de Rogelio Salmona, nos dice que
“la arquitectura es una forma de ver el mundo y de transformarlo”, En esta definición, la palabra
ver hemos de entenderla como una metáfora de percibir, entender o dar cuenta del mundo.
Por ser una forma de “hacer mundo”, la arquitectura es una disciplina en la que convergen diversas
formas del saber. Dicha convergencia del pensar y la habilidad práctica que identificamos como
aporte interdisciplinar se hace más evidente hoy día; ha sido, sin embargo, una realidad desde
tiempos prehistóricos.

La arquitectura puede, no obstante, entenderse meramente como “ejercicio” o “servicio


profesional”, o como pura exploración de forma, volumen y espacio. Cuando estos extremos de la
práctica arquitectónica se hacen patentes, la arquitectura conduce, bien a pura instrumentación
tecnocrática, o a un delirante exceso técnico formalista.

La paradoja que concierne a la dicotomía entre concepto e imagen para los arquitectos radica en la
patente pretensión de concebir un “concepto” para el proyecto, en vez de reconocer con claridad
que la arquitectura opera, al igual que la poesía, esencialmente con imágenes materiales. Los
conceptos pertenecen al pensamiento abstracto, no a la imaginación.

Partiendo de estas premisas podemos decir que la arquitectura no es solo imágenes que se forman
en la imaginación del arquitecto o diseñador, sino que son espacios que se materializan llevando a
exteriorizar lo antes imaginado, entonces la imaginación se considera usualmente como la facultad para
formar imágenes. Pero es en cambio la facultad para deformar imágenes ofrecidas por la percepción...la
facultad de cambiar imágenes. Si no hay un cambio de imágenes, una unión inesperada de imágenes, no hay
imaginación, no hay un acto imaginativo.

Metáfora y metamorfosis
Las ideas acerca de la imaginación nos conducen a las operaciones creativas de metáfora y
metamorfosis. La función de la metáfora en los procesos de construcción de saber adquiere nuevo
reconocimiento luego de casi un siglo de oscurantismo a causa de la ciencia y el pensamiento
positivistas. Reaparece progresivamente la metáfora como forma de “representación del
conocimiento”, en estudios y como forma de “transferencia de conocimiento” en sistemas de
investigación científica. Debemos saber que metáfora no es simplemente una asociación aleatoria
de imágenes de distinto orden, pues, no cualquier asociación de imágenes induce la experiencia
poética.
Hemos de ver que las metáforas se encuentran naturalmente ligadas a las metamorfosis y que, en el ámbito
de la imaginación, la metamorfosis de un ser significa de hecho ya un ajuste a su entorno imaginario.

Estas transformaciones metafóricas presentan lo que se conoce como un cambio de dominio, en y para la
arquitectura, han ocurrido desde siempre, pero son más patentes con el advenimiento del
paradigma electrónico y las nuevas técnicas que este ofrece para la representación, concepción y
fabricación: “nuevos procesos y técnicas para el hacer y el fabricar […] en la convergencia entre
ingeniería y arquitectura”. Cabe argumentar que un cambio de dominio a las nuevas tecnologías
computacionales facilita herramientas para la resolución y posible construcción de las formas
imaginadas por el arquitecto.

Basándonos en experiencias y en saberes es muy destacable mencionar que, aunque las


tecnologías han permitido revolucionar el área de la arquitectura como muchas otras, estas
herramientas no sustituyen el clásico papel y lápiz de toda la vida que nos permite exteriorizar
las concepciones de nuestra imaginación, tanto es así que la arquitectura debe mantener el
balance entre lo manual y lo digital para ser una forma esencial de hacer mundo lugar.

4. El proyecto clásico en Arquitectura. Aproximación a una estrategia


proyectual
Autor: Cesar Andres Eligio Triana
Universidad Catolica de Colombia
Facultad de Arquitectura. Bogota

Hablar de proyecto clásico en arquitectura implica precisar que lo clásico se define como un
periodo de tiempo de mayor plenitud cultural de una civilización. Entendido de otra forma
esto nos lleva hasta los griegos y los romanos, ya que son los momentos de mayor plenitud de
la disciplina y que definieron la forma de hacer arquitectura, no solo desde el punto de vista
simbólico sino también conceptual que han servido de pautas a lo largo del tiempo.

Desde el punto de vista de la arquitectura, el proyecto es el modo de organizar y fijar arquitectónicamente


los elementos de un problema. Estos han sido seleccionados, elaborados y cargados de intención a través del
proceso de la composición, hasta llegar a establecer entre sí nuevas relaciones cuyo sentido general
(estructural) pertenece, a fin de cuentas, a la cosa arquitectónica, al nuevo objeto que hemos construido
mediante el proyecto.

Cuando se habla de clásico, la historia y la teoría de la arquitectura nos han enseñado que su
principal fundamento está en los órdenes, y que su transmisión se ha realizado por medio de
compilaciones, las cuales recopilan experiencias precisas en la forma de abordar el proyecto,
determinando instrucciones y descripciones representadas al detalle.

Siguiendo en este orden de lo clásico los textos de Vitruvio la arquitectura consta de seis
componentes: la ordenación, la disposición, la euritmia, la simetría, el ordenamiento y la
distribución, haciendo una descripción de los medios de representación con que un arquitecto
cuenta como son las plantas, los alzados y las perspectivas.
Muchos otros autores como Serlio, Palladio, entre otros en sus textos se observa una similitud en
cuanto a la concepción y el enfoque del proyecto, estos se desarrollan a partir de leyes, cualidades,
normas, principios a los que debe responder la composición arquitectónica.

Esta concepción de la arquitectura también se ve reflejada en los neoclásicos y en su preocupación


por la arquitectura educada e histórica, y directamente referenciada a los órdenes; lógicamente se
introducen variaciones, aparecen nuevos elementos y maneras de organizarlos, se cambian las
proporciones, pero la imagen global y el proceso de aproximación al proyecto se puede decir que
son similares.

Dentro del proyecto clásico surge lo que se conoce como tipología, esta se entiende como una
clasificación de la arquitectura por sus formas; mas sin embargo la palabra tipo no representa
exactamente la imagen de una cosa que se haya de repetir o copiar perfectamente como la idea de
un elemento o como regla de un modelo, es decir, todo es preciso en el modelo y mas o menos
vago en el tipo.

Para Gregotti un proyecto debe definir un problema y sus elementos

También es importante diferenciar los conceptos de estilo o de lenguaje del concepto de tipología,
ya que esto marco una ruptura en la concepción del proyecto arquitectónico. El estilo y el lenguaje
buscan lo que es constante en la arquitectura, además de mantener las formas y sus significados en
coordenadas de espacio y tiempo específicas, y que conducen en muchas ocasiones al modelo, en
cambio la tipología, al ser un acto clasificatorio basado conceptos generados por sistemas de
relaciones, busca las invariantes, lo que está más allá de las apariencias exteriores, le interesan las
relaciones espaciales, compositivas y estructurales (estructura formal), general y no lo particular.

La concepción inicial del proyecto entonces tiene correspondencia con tres escalas que condicional
la forma de proceder y los resultados que se pueden obtener, estas escalas son: la escala universal,
esta generaliza todo lo que es arquitectura y como interactúa con otras ramas del sabes. La escala
cultural, propia de los entornos o zonas. Y la escala individual propia de cada arquitecto o proyecto.

La conciencia del arquitecto sobre cada una de estas escalas y actividades de pensamiento le
permitirá avanzar en su conocimiento. Entonces la tipología entendida bajo una concepción amplia
y como acción proyectual, puede estar apoyada en tres estrategias básicas, lo figurativo (mimesis),
la significación (metáfora) y lo abstracto(analogía).

Para el proyecto clásico, el tema de la composición está directamente relacionado con la


organización establecida y casi unívoca de una serie de elementos y partes. Por otro lado, los
procesos de transformación y desarrollo están ligados a una nueva manera de organizar estas
partes en función de nuevas relaciones, producto de cambios culturales y de la capacidad del
arquitecto de establecer relaciones nuevas y útiles de lo ya establecido y predefinido.
TEMA: TEORIA Y ARQUITECTURA

1. Del pensamiento a la forma en Arquitectura From Thought to Form in


Architecture
Autora: Orisell Medina

La integración del conocimiento a la forma es imprescindible en Arquitectura, la concreción de lo material a partir


de un proceso de análisis y reflexión para la toma de decisiones. Si como docentes podemos aportar herramientas
que lo faciliten, estaremos ayudando a transformar las formas de pensar-reflexionar-hacer de los y las estudiantes,
acciones que repercutirán en la formación de un modo de pensar y obrar coherente y con intención.

La construcción exige conocimiento y ayuda a entender la lógica de la arquitectura por encima


de los avances y descubrimientos producidos por ciencias, ingenierías e industrias. En
cualquiera de las tendencias o movimientos que a lo largo del pasado siglo se han reconocido
en arquitectura, técnica y tecnología de la construcción se han tratado como un aspecto
esencial de su producción cultural y arquitectónica, y fueron usadas para indagar nuevas
formas, nuevas arquitecturas, tratando de resolver una demanda social que no encontraba
respuesta con los medios habituales de construir. El aforismo de Mies Van der Rohe, “sólo
reconozco problemas de construcción”, además de aludir a un momento en el que la industria
estaba llamada a tener una participación decisiva en el futuro de la arquitectura, el sentido
universal que encierra, revela que, la cuestión de la construcción en arquitectura, es una forma
del pensamiento que afecta al proyecto desde sus primeros momentos. Quizá, por esta razón,
muchas de las arquitecturas que visitamos o estudiamos, se preocupan profundamente por
cual sería en cada momento, la mejor manera de expresar la condición constructiva de lo
formado.

En cada tiempo histórico el hecho arquitectónico ha estado vinculado al pensamiento


científico. Al finalizar el siglo XX, las distintas ciencias de la complejidad plantean de modo
explícito la quiebra de los modelos universales de conocimiento. Se valora lo complejo, y lo
incierto como hechos positivos, en esta especie de huida hacia el futuro, se propone su
complementariedad y antagonismo como oposición dialéctica y polémica frente a
cualquier idea de composición arquitectónica, mostrando así contradicciones y
ambigüedades.

Esta aproximación se estructura reconociendo en la complejidad una nueva connivencia,


encontrando en los problemas fundamentales de lo real, la incertidumbre y lo
contradictorio, allí donde este excede a las posibilidades de la lógica humana, lo que afirma
el tránsito de lo simple a lo complejo.

A su vez, los principios de organización para la arquitectura conllevan el olvido de


cánones y preceptos, así como de predominios y totalidades, de modo que, en una especie
de actividad combinatoria, surge en su experimentación nuevas posibilidades
metodológicas a la arquitectura. Y finalmente disponer de un pensamiento capaz de
reflexionar y comprender la ambivalencia sobre el espacio, es decir, la complejidad
intrínseca que se halla en el mismo corazón de la ciencia y de la arquitectura.

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