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EL FARO DE MELILLA | Jueves 29 de julio de 2021 17

Melilla

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COLABORACIÓN SANTIAGO MONTOBBIO
Poeta

V
EO que Rafael Alberti lee un poema título, y quizá una particular sugerencia era dido ver que la ciudad no ha perdido nada –ni Aquí el valor que necesita el transeúnte en
en un homenaje a León Felipe en un para Ion, y con un particular, personal sentido Roma ni los romanos. Puedes en cualquier Roma, la locura con que los conductores de los
programa a este poeta dedicado –Im- lo empleó. Pero, además de lo que este título momento perecer en ese peligro. Ion de la Ri- coches los asedian. Se habla de que son su bo-
prescindibles–, y que pone: Roma, nos puede sugerir –y está muy bien que así lo va ríe. Porque lo digo dirigiéndome a él –que tín. De furor estúpido, de selva de feroces ali-
27/4/1970. Lo veo un momento –visto y no haga–, se refiere también a algo concretísimo, está en primera fila en el salón de los retratos mañas. Hay este temor ante esta violencia y
visto, como diría él– verte y no verte. Lo casi algo que él dice, en él está de modo literal. Y es de la Academia, con el director del Instituto este peligro en el poema de Guillén. Así lo re-
atisbo, simplemente, al pasar. Me fijo en lugar la locura con que se conduce en Roma, el peli- Cervantes de Roma y la directora de ésta– de cordaba. Pero hacía mucho tiempo que no lo
y fecha. Era el día de mi cumpleaños –yo cum- gro por ello que es para un caminante. Abres la Academia. Queremos caminar Roma, an- leía. Puedo de él, por esto, también algo nuevo
plía cuatro años–, y en Roma. Recuerdo que una puerta y puede en cualquier momento dar en Roma, sentirla mientras la andamos. pensar, o algo que pienso ahora. Que es natu-
vivía en Roma. Aún vivía allí, su vida de exilia- arrollarte un coche, velocísimo. Alberti sentía Pero andar en ella, caminar en ella –a la vez de ral quizá que piense.
do en Roma aún no había acabado, aún no ha- pavor ante este peligro de la conducción ro- una necesidad y un deseo, una manera de sen- Veo el texto. Veo en él también a París. En
bía vuelto a España –esto la fecha también me mana y alocada, de cómo se conducía en Ro- tirla– es un peligro. Porque Roma es peligro ‘Eremita a Parigi’ Italo Calvino nos habla de
lo dice. ma. Y por esto pensaba –como dice en su títu- para caminantes. Y refiero que este pavor ante París pero también de Roma, y nos habla de
El otro día, hojeando los tomos de ‘Aire lo– que Roma era peligro para caminantes –li- la conducción temeraria e imprevisible era cómo en la madurez constata los textos, los
Nuestro’ de Guillén, encontré un poema al que teralmente. Digo que he podido comprobar compartido por Jorge Guillén, y que hay un hechos, no siente ya como en la juventud que
me referí en la Real Academia de España en que sigue siendo así. Que hace unos años que poema de él que glosa y explica de este modo algo que recuerda ha de estar así, recordado y
Roma y del que conté su historia y su sentido, a no venía a Roma, y que en este sentido he po- el título del libro de Alberti. Y es el poema que como está recordado, incorporado a su vida y
qué se refería. Y lo cuento aquí. Me referí a ello encuentro al hojear los tomos de ‘Aire Nues- su memoria, formando parte de él, sino que
porque Ion de la Riva me había mandado unas tro’, y por esto esto recuerdo –y lo refiero aquí tiene existencia ajena y él puede ir a compro-
notas que había titulado con el título de Alber- de nuevo. En efecto, en Y otros poemas hay barla y así lo hace, desea hacer.
ti, Roma, peligro para caminantes, para que unos poemas dedicados a Rafael Alberti. Son Nos dice también que muchas veces pasa,
me ayudaran a adentrarme en ella. Y quise co- tres poemas. El de en medio lleva, entrecomi- que suele suceder que cuando quiere compro-
mentar este título, por si él no conocía a lo llado, el título de este libro albertiano, “Roma, bar algo en un libro este libro está en Roma si
que –al menos en parte– se refería, y en estos peligro para caminantes”. Así que el poema se él está en París, y si está en Roma el libro está
otra vez encontrados poemas de Guilllén su refiere a él, habla de él. Lo recordaba, pero lo en París. No he ido yo a comprobar este poema
compañero de generación refrenda. Porque encuentro de nuevo y puedo por ello volverlo en el libro de Guillén. Me ha salido al encuen-
en este título de Alberti (que es muy bello, y un a leer. El poema dice: “Roma, París, quizá en tro mientras lo hojeaba. Y me ha despertado el
acierto) puede verse una todas partes…/ Henos, pues, asediados por recuerdo. Pero, al leerlo, al comprobarlo en su
imagen. Quiero decir que los coches,/ Los coches de presuntos asesi- existencia –como hubiera querido, hubiera
puede sentirse como una
invitación a sentirlo de
muchas formas, la que
Andar nos/ Que buscan su botín de transeúntes./ Tú,
vanidoso de furor estúpido,/ Que en selva de
feroces alimañas/ Conviertes la ciudad de in-
buscado hacer Calvino–, veo en su concreción
la mención a París. París, Roma. Libros. La me-
moria. En la que andamos, como andamos en
cada uno quiera, según a
él le sugiera, y sentir tam-
bién en ese símbolo o
imagen a Roma, una Ro-
en Roma signe historia,/ Nula bajo el instante velocísi-
mo:/ ¿De caza vas? ¿Con qué recurso inten-
tas/ Matar el soberano aburrimiento/ Que pa-
deces, gran automovilista?/ Toreas sin el arte
París o Roma, y en las palabras con que las bus-
camos y también las andamos, palabras que
forman líneas que son como las sentimos por
adentro y también estas mismas líneas quizá
ma abierta a significar y querer y poder decir del toreo/ Que lidia reses bravas. ¡Espectácu- son como ellas de algún modo son, y de ese
muchas cosas. Creo, sí, que así puede verse ese lo:/ Lidia de transeúntes! Muy valiente”. modo son muy especialmente verdaderas.

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