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REINA LÓPEZ

TEOLOGÍA ESPIRITUAL

I SEMESTRE

MARACAIBO

2020
RESUMEN DE LOS CAPÍTULOS I Y II
TEOLOGÍA ESPIRITUAL DE SATURNINO GAMARRA

Hablar de espiritualidad es sumergirnos en un tema bastante amplio y


profundo para la teología en general. Los dos capítulos estudiados, hablan del
contexto, de la historia y de los momentos o aspectos más importantes a lo
largo de su desarrollo; veremos cómo estos de alguna manera u otra, han ido
cambiando para dar respuestas significativas al ahora en el que se ha ido
viviendo.

Es importante señalar que la palabra espiritualidad, no corresponde


únicamente a la teología o a todo lo que tenga que ver con la Iglesia, la palabra
espiritualidad, abarca ámbitos tanto religiosos como no religiosos. Iniciemos
entonces, por el primer capítulo que se titula: “identificación de la Teología
Espiritual”, posee una explicación de la dinámica del tema en desarrollo y de la
pedagogía que busca el autor para hacer llegar el tema.

Cuando se habla de la Teología espiritual, se nos indica que, esta


“asignatura” es relativamente reciente y se ve reflejado en que no aparece en la
enseñanza teológica hasta el siglo XX. Se implementó en el año 1919 en la
universidad Pontificia Gregoriana de Roma, bajo el nombre de Teología
ascética y mística, poco a poco fue tomando forma e importancia, motivo por el
cual, fue asumida en el estudio de la formación sacerdotal.

Ante este surgimiento, lógicamente, se encontraban la teología moral


(casuística y minimalista) y la dogmática (objetivista y fría) ya en curso,
llevando a la teología espiritual hacer un gran trabajo: atender los campos que
no eran atendidos en las dos ramas antes mencionadas.

Han sido muchos los autores que han marcado la diferencia y que han
defendido la teología espiritual, entre ellos: Karl Ranher, H. U. von Balthasar y
Kasper, quien afirma que “no hay teología sin apropiación personal de la fe, lo
cual quiere decir que, no hay teología sin espiritualidad”. Ante esta necesidad
de atender la espiritualidad y la vida de fe de las personas, la espiritualidad se
convirtió en un objeto de estudio necesario para la teología, no se puede
prescindir de ella, pues ella misma (la teología) es espiritual por naturaleza.

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Podríamos preguntarnos ¿cuál es el objeto de la teología espiritual?, sin
duda, como lo señala el autor, es la vida cristiana, no tanto en lo que ella es en
sí, sino en cuanto que es asumida, apropiada y vivida por cada uno.

El método de la teología espiritual, es un método integral, es inductivo y


a la vez deductivo. Cuando decimos que es inductivo, nos referimos a que se
mueve en el plano de la experiencia espiritual. Y deductivo porque la
experiencia espiritual se registra fundamentada en la objetividad de la obra de
Cristo.

Las fuentes de la teología espiritual son: la Palabra de Dios, la Iglesia, la


Liturgia, los sacramentos, la historia vivida por el pueblo cristiano, los
documentos eclesiásticos, la historia de salvación del cristiano, la experiencia
personal, las experiencias interiores extraordinarias, las formas de compromiso
cristiano, la realidad del que sufre y del pobre

Por tanto, la teología tiene incidencia en la misma vida cristiana, no


puede estar ajena a lo que la teología espiritual trata y plantea. La teología
espiritual termina siendo para la teología un test de confrontación y de
evaluación, ya que la vivencia espiritual es una base irrenunciable para el
quehacer del teólogo: «Si eres teólogo, orarás; y, si oras, serás teólogo de
verdad»

Damos un paso más y profundizamos en dos definiciones que nuestro


criterio, nos parecen que son las más acertadas y las más descriptivas del
tema en desarrollo:

J. de Guibert: Puede definirse la Teología espiritual como la ciencia que


deduce de los principios revelados en qué consiste la perfección de la vida espiritual y
de qué manera el hombre viador puede tender a ella y conseguirla

B. Secondin y T. Goffi: Es la disciplina teológica que explora


sistemáticamente la presencia y la acción del misterio revelado en la vida y en la
conciencia de la Iglesia y del creyente, describiendo su estructura y las leyes de su
desarrollo hasta lo más alto, es decir a la santidad, en cuanto perfección de la caridad.

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Cuando hablamos de la primera definición, vemos cómo Guibert, pone
de relieve la vida espiritual y cómo podemos apuntar a ella para conseguirla,
mostrando así, que no está separada de la vida misma. Cuando leemos a
Secondin y Goffi, vemos que nos introducen un tema que, hasta ahora, no
había salido a flote: “la Santidad” y que más adelante profundizaremos.

De este primer capítulo, se puede que, el objetivo de la teología


espiritual, es la vida cristiana, no se puede llevar a cabo si no se aborda el
proceso del vivir continua y permanentemente en Cristo y que sin la presencia
del Espíritu Santo es la clave para vivir con profundidad dicha perfección.

En el segundo capítulo se nos preguntará (título) ¿hay cabida para la


espiritualidad hoy?, en un mundo tan convulsionado, pareciera que este
término deja de cobrar importancia ante la prisa y la inmediatez, ante lo rápido
y lo placentero, sin embargo, Karl Ranher, autor, que citábamos como uno de
los más importantes en la teología espiritual, nos dirá que todo hombre está
llamado a la trascendencia por naturaleza, y la transcendencia, nos diría San
Agustín, no es otra cosa que entrar dentro de uno mismo y encontrar allí la
Verdad (al Dios mismo).

Partiendo de este planteamiento, se viene percibiendo en nuestra


historia cristiana y pagana, la necesidad de un algo más, por lo que, han ido
surgiendo diversos grupos y movimientos que intentan llevan al ser humano a
este proceso de “espiritualidad” y aquí es importante señalar que muchos de
estos movimientos y/o grupo, aunque suelan decir que “buscan” la
espiritualidad, viven sin ella, pues lamentablemente, se quedan en lo superficial
o en lo pasajero.

A lo largo de los años, nos comparte el autor, que la espiritualidad ha


sido asociada muchas veces con debilidad y aquí, Freud es de suma
importancia, junto con otros autores filósofos, que afirman que la espiritualidad
o la religión es una ilusión y sugestión, por lo que se introduce la sospecha y la
poca credibilidad en torno a este ámbito.

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El autor, por otro lado, nos lleva por el camino de la antropología de la
espiritualidad y vemos cómo el término «spiritualis» es un vocablo típicamente
cristiano; y la palabra «spiritualitas», a la que se la consideraba hija de la
modernidad en el siglo XVII y, más en concreto, de la escuela espiritual
francesa, aparece ya en el siglo V. Señalará también, que las dimensiones que
se consideran esenciales de toda espiritualidad son: el camino hacia el interior,
el camino a lo trascendente y el camino hacia los otros.
El camino hacia el interior, que vendría a ser la primera dimensión, es
fruto de la tendencia elemental de orientar todo hacia ese punto absoluto del
espíritu en la persona. El hombre se entiende a sí mismo como espíritu y se
define como espíritu. El espíritu es el que hace patente la totalidad del ser. La
segunda dimensión que es la relación con lo trascendente, vemos como aquí
se introduce la relación con el Misterio, con la Divinidad y que solo desde la fe,
se puede entrar allí. Por último, pero no menos importante, el camino hacia los
otros, sin las otras dos, esta dimensión difícilmente se desarrollará de manera
sana, ya que el cristianismo apoya totalmente la tesis a favor del camino hacia
los otros desde el mandato recibido de amar al prójimo (Mt 22,34-40). La
espiritualidad cristiana es espiritualidad del amor gratuito.
No obstante, la espiritualidad se entiende en referencia a la estructura de
toda la persona, ésta se presenta como resultado de dicha integración, en
pocas palabras, la espiritualidad es vida, se vive, no de cualquier manera sino
con compromiso ya que quien no ha vivido la espiritualidad no ha asumido
plenamente su ser de persona. En efecto, la espiritualidad, que hunde sus
raíces en la antropología, no puede darle la espalda y no contar con ella,
estaría incompleta.
El autor, para concluir este capítulo, nos deja 12 características como un
nuevo planteamiento de la espiritualidad:
1. Una espiritualidad integradora de la persona.
2. Una espiritualidad que sea experiencia personal de la fe: el hombre de
hoy está cada vez más sometido a la estimulación de los sentidos, y
acepta solo lo que experimenta, por lo tanto, no se debe olvidar el
carácter experiencial en los encuentros místicos o de oración.

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3. Una espiritualidad vivida en el espíritu,
4. Una espiritualidad que se desarrolla contando con la vida y con el
mundo.
5. Una espiritualidad gratificante y gozosa.
6. Una espiritualidad de diálogo y, al mismo tiempo, una espiritualidad
definida: no es posible una espiritualidad en ambigüedad, porque se
debe responder a la estructura de la persona, lo radical de la
espiritualidad no lo da la vida actual, sino la vida teologal y porque no se
puede vivir esperando la aceptación de los demás para vivir la
espiritualidad.
7. Una espiritualidad profundamente realista: la espiritualidad que hemos
venido desarrollando, es integral, abarca a toda la persona, en su actuar
y en sus comportamientos.
8. Una espiritualidad fraterna y apostólica.
9. Una espiritualidad eclesial.
10. Una espiritualidad profundamente afectiva.
11. Una espiritualidad que entraña la relación con Dios Trino: No basta el
mero reconocimiento de Dios; se necesita cultivar y vivir la relación
interpersonal con Dios. La espiritualidad, si es verdadera, supone una
actitud contemplativa que debe ser atendida. Se trata de contemplar al
verdadero Dios de Jesucristo, Dios uno y trino.
12. Una espiritualidad pascual, que afronte la cruz, que no huya de ella.

Concluyendo y cerrando estos dos primeros capítulos, me queda la


sensación de querer profundizar mucho más en este tema, considero, que,
para nuestra Iglesia, las pastorales, la vida religiosa y en general toda nuestra
vida, necesita que generemos espacios de encuentros, de profundizar en la
vida, no solamente en lo psicológico, sino en lo trascendente. Ya lo decía
Ranher, somos por naturaleza, seres deseosos de algo más, de la
trascendencia que no se queda en lo efímero.

Como futuros teólogos, pero también como consagrada, nos queda el


desafío de promover mucho más la formación en este aspecto, no se trata de

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hacer teología por hacer, sino que asumiendo la espiritualidad (raíz neta de la
teología) apostemos por llevar el mensaje de Jesús.

Las características finales, ya nos dan una mirada amplia de cómo


hacerlo, se necesita creatividad para llevarlo a término y crear así, de nuestra
Iglesia, una Iglesia humana, trascendente y en salida.

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