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PRIMEROS PASOS DENTRO DEL CAMINO ARMÓNICO DE LA FE Y LA RAZÓN

Dentro del contexto formativo hemos iniciado este apartado de fe y razón, basados
principalmente en la encíclica “Fides et ratio” de san Juan Pablo II, por medio de la cual se ha
dado el primer paso de presentación; de él se puede deducir el deseo inmenso de la Iglesia, a
través de su pontífice de potenciar la necesidad de relanzar de nuevo, la posibilidad de un
probable dialogo que a ambas beneficiaría. Así pues, se evidencia que la razón sin la fe pierde su
meta final, y que, a la inversa, también la fe sin una base bien puesta en la reflexión filosófica, se
queda en una especie de exageración sentimentalista de fideísmo, que deja de darle una validez
universal.
Dentro del campo semántico actual, la fe es ubicada en un área diferente al de la fe; el tipo de
respuesta que da la fe es distinta a la de la razón, porque la fe alude al sentido del para qué, la fe
pone prioridades y repercute en el comportamiento del hombre, ella es en fin de cuentas la que le
da hegemonía a la cultura; desde otra perspectiva es la razón la que está al servicio de la única
verdad, que se demuestra no solo por medio de un método, sino a través de la multiplicidad de
formas; ella está subordinada a la fe, principalmente porque es una facultad intelectual humana
del alma según Santo Tomás de Aquino, muy contraria al proceder de la fe, que tiene un carácter
divino; pero aun así guardan una estrecha relación ya que al razonar por ejemplo, cuando se
incluye la fe, esta impulsa el raciocinio para que intuya en verdades superiores, las cuales quieren
ser abordadas por el hombre.
Hoy es evidente que los errores filosóficos y la falta de asertividad de la razón en concordancia
con la fe, no son los únicos problemas que se han de afrontar. Los desafíos que se le presentan a
al Iglesia ya no son de índole filosófico, sino que incluyen otro tipo de problemas que la obligan a
abrir el abanico a otras ciencias que puedan ayudar en la misión. Las distintas ideologías han
hecho desvanecer el propio concepto de verdad, que no solo ha sido cuestionado, sino que incluso
se ha puesto en duda frente a la aplicación antropológica, económica, religiosa y política.
A mi parecer en el marco de la formación filosófica, es de vital importancia tratar este tema,
porque puede que quizá estemos aquí viviendo extremos de los cuales, recordando a Aristóteles
en su ética, nos pueden llevar a los vicios y por lo tanto al mal. Nuestra fe es ante todo racional y
por ello hoy mas que nunca debemos ser capaces de entrar en dialogo con las ciencias sociales,
sobre las realidades actuales que pueden ser abordadas desde la razón social, con la posibilidad
de recoger nuevos datos que ayuden a las filosofías y a la teología por medio de Luz indeficiente
del Espíritu.
La fe al ser de carácter a priori obligatoriamente merece ser acogida por la sociedad, quien es que
responde a Dios, adquiriendo conocimientos sorprendentes en relación con una acertada
interpretación del dato revelado. De este modo, las premisas argumentativas intelectuales con
base social son comprendidas por todos, pues la racionalidad acoge una coherencia lógica
manifestada en pruebas referentes al presente.
Es necesaria la existencia de hombres sinceramente creyentes, en los cuales no exista una ruptura
entre la fe creída y vivida. Es decir, humanos en los que la fe no se encuentre en una porción del
yo y, el mundo de los comprobables científicos, de forma separada en otro lugar del mismo;
personas que practiquen la realidad de que solo hay una única vedad hecha de carne y espíritu. En
síntesis, se necesitan de hombres que le huyan a la hipócrita actitud escéptica, y se encuentren
con la armonía relacional de la fe y la razón.
JHON JAIRO CAMPOS RIVERA (II DE DISCIPULADO)

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