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I. ¿Fantasía o fantasma?

Consideraciones terminológicas

En el idioma castellano corriente la palabra fantasía es usada para referirse a la actividad


psíquica de la imaginación y a sus producciones (facultad de evocar imágenes, es decir, rastros de
impresiones sensoriales, de inventar, crear o concebir). Está vinculada a la ilusión como error
producido por la esperanza -poco fundada en lo real- respecto al cumplimiento de un deseo.
También es considerada una idea falsa, referida a temores o suposiciones, que existen en la
mente, pero no en el mundo.

La palabra fantasma es usada para indicar la aparición con forma de ser real de algo imaginado o
de un ser inmaterial, por ejemplo, el alma de un difunto. También a la persona disfrazada o al
espantajo usados para simular la aparición de un espectro.

El término alemán Phantasie, en su uso coloquial, es semejante a lo que en castellano


entendemos por fantasía. Para referirse a lo que en castellano entendemos como fantasma
disponen del término Phantom. En la obra de Freud, la palabra Phantasie adquirió connotaciones
conceptuales diversas (véase II).

En el idioma inglés, phantasy o fantasy responden al concepto de imaginación, fantasía, ensueño.


En tanto disponen del término ghost para indicar fantasma, aparecido, espectro. Susan Isaacs
(autora kleiniana) propuso en "Naturaleza y función de la fantasía" (1948) usar "fantasy" para los
sueños diurnos y "phantasy" para el contenido primario de los procesos mentales inconscientes.
Para los autores kleinianos, la noción de fantasía desempeña un lugar fundamental en la teoría.
"Las fantasías son, en primer lugar, los representantes psíquicos de instintos libidinales y
destructivos [...] se elaboran también como defensas y como realizaciones de deseos y
contenidos de ansiedad" (14).

En la lengua francesa, "fantasme" se corresponde con nuestro español "fantasía": "producción de


la imaginación por la cual el yo busca escaparse de la influencia de la realidad" (27), en tanto
"fantôme" designa al fantasma como espectro. Lacan usa el término fantasme tanto para
referirse a la palabra castellana "fantasía" en su uso coloquial, como para designar el concepto
freudiano de fantasía, así como también para nombrar la noción nueva que introduce, y que en
castellano usamos los psicoanalistas como "fantasma fundamental". Probablemente la preferencia
de los autores lacanianos por el uso de  la palabra fantasma se deba a la influencia recibida por la
traducción al castellano del Diccionario de psicoanálisis de J. Laplanche y J.-B. Pontalis (15).

Este concepto de Lacan figura, sin embargo, traducido en los Escritos en ocasiones como fantasía
y otras veces como fantasma.

II. La noción de fantasía en la obra de Freud

En el apartado del libro de los sueños referido a la elaboración onírica secundaria (Capítulo VI),
Freud menciona el papel de las fantasías o sueños diurnos como escalón preliminar de los
síntomas histéricos agregando que "[...] además de tales fantasías conscientes existen otras
-numerosísimas- que por su contenido y procedencia de material reprimido tienen que
permanecer inconscientes". 

Freud resalta el término "sueños diurnos" aplicado a las fantasías diurnas conscientes, ya que
tienen en común con los sueños el ser realizaciones de deseos: "[...] tienen en gran parte como
base las impresiones provocadas por sucesos infantiles y sus creaciones gozan de cierta
benevolencia de la censura" (1). La elaboración secundaria del sueño intenta constituir con el
material onírico algo como una fantasía diurna. Cuando dicha fantasía se encuentra constituida
de antemano y guarda relación con las ideas latentes del sueño, pasa con facilidad al contenido
manifiesto del mismo. "Existen pues sueños que no consisten sino en la repetición de una fantasía
diurna que ha permanecido, quizás inconsciente" (1).

En "Los dos principios del funcionamiento mental" (1910-11), Freud  plantea las relaciones de la


fantasía con la realidad.  La sustitución del principio de placer por el principio de realidad que
allí propone, deja libre de confrontación una actividad mental a la que se le permite regirse
únicamente por el principio de placer: "Esta actividad es el fantasear, que se inicia en los juegos
infantiles, para continuarse posteriormente como sueños diurnos [...]" (2).

Estos sueños diurnos pueden ser conscientes o inconscientes, y son susceptibles de originar tanto
sueños nocturnos como síntomas neuróticos. También intervienen en la producción artística: "[...]
el poeta hace lo mismo que el niño que juega: crea un mundo fantástico y lo toma muy en serio;
esto es, se siente íntimamente ligado a él, aunque sin dejar de diferenciarlo resueltamente de la
realidad [...] mucho de lo que, siendo real, no podría procurar placer ninguno puede procurarlo
como juego de la fantasía [...]" (3), tanto para el poeta como para su auditorio.

Las mociones pulsionales insatisfechas son las fuerzas impulsoras de las fantasías, y "cada fantasía
es una satisfacción de deseos, una rectificación de la realidad insatisfactoria".  "[...] la poesía,
como el sueño diurno, es la continuación y el sustitutivo de los juegos infantiles" (3). Son estados
psíquicos preliminares de los síntomas neuróticos.

Resumiendo, desde Freud, la fantasía es una actividad psíquica presente en la vida corriente
(juego de los niños, ensueños diurnos, elaboración secundaria del sueño, creatividad en el
artista, disfrute de las producciones del arte) que puede en determinadas condiciones generar
síntomas neuróticos, constituyendo un estadio preliminar de los mismos.

Tales condiciones a veces son cuantitativas (su exacerbación) y otras veces están relacionadas
con la relación de la fantasía correspondiente con los sistemas inconsciente y preconsciente: "Las
fantasías inconscientes, o lo han sido siempre, habiendo tenido su origen en lo inconsciente, o, lo
que es más frecuente, fueron un día fantasías conscientes, sueños diurnos, y han sido luego
intencionadamente olvidadas, relegadas a lo inconsciente por la 'represión' [...] la fantasía
inconsciente integra una importantísima relación con la vida sexual del individuo, pues es
idéntica a la que él mismo empleó como base de la satisfacción sexual, en un período de
masturbación" (7). El contenido de las fantasías inconscientes en los neuróticos es similar a las
situaciones creadas por los perversos para su satisfacción sexual en la realidad.

Como vemos, la fantasía desempeña un papel importante en la masturbación del niño y del
adulto. En su artículo "Pegan a un niño" (1919), Freud desarrolla ampliamente estas cuestiones.
Allí se despliega esta frase -que describe una escena imaginada como soporte de la satisfacción
masturbatoria- y se examinan sus relaciones con el sadismo y el masoquismo, el complejo de
Edipo y las cuestiones de la ubicación del sujeto en esa escena. Freud analiza esta fantasía -que
en última instancia esta referida al deseo de recibir una satisfacción sexual y amorosa por parte
del padre- a través de una serie de sustituciones de los personajes (del soñante y del padre) y
una serie de inversiones gramaticales que recuerdan las propuestas en "Pulsiones y destinos de
pulsión" (1915), revelando que la frase que describe la escena que acompaña al onanismo: "pegan
a un niño", tan enigmática al principio, está vinculada con dos pasos previos: uno, susceptible de
ser recordado, "el padre pega a un niño"; el otro, inconsciente y reprimido, tiene un carácter
masoquista, "yo soy pegado por el padre". Ese "ser pegado" contiene a la vez culpa y erotismo: "no
es sólo el castigo de la relación genital prohibida, sino también su sustitución regresiva" (8). Esta
fase intermedia reprimida e inconsciente sólo puede ser reconstruida en el análisis. 

Observamos lo complejo y dificultoso de situar la noción de fantasía (Phantasie) en Freud


respecto de los sistemas Cc.-Inc.-Prec. En un apartado de su artículo "Lo inconsciente" (1915),
Freud nos presenta a las fantasías como ramificaciones de impulsos inconscientes, con un alto
grado de organización, apenas diferenciadas de los productos del sistema Cc., pero al mismo
tiempo son inconscientes e incapaces de conciencia. "Pertenecen, pues, cualitativamente, al
sistema Prec.; pero efectivamente al Inc.". Son productos "mestizos". "De esta naturaleza son las
fantasías de los normales y de los neuróticos, que reconocimos como fases preliminares de la
formación de sueños y de síntomas".

Por último, Freud considera la existencia de protofantasías o fantasías originarias


(Urphantasien). Se encuentran de modo muy general en los seres humanos  y su explicación sería
filogenética. Sus contenidos se refieren a la vida intrauterina, escena del coito entre los padres,
castración y seducción: o sea, temas referidos a los orígenes, por lo que algunos autores
prefieren considerarlos como mitos colectivos cuya universalidad está relacionada con su
conexión con el complejo edípico.

III. El fantasma en la enseñanza de Lacan

Lacan usa "fantasme" (que podría traducirse por fantasía pero se tradujo más habitualmente
como fantasma) tanto para referirse al concepto freudiano (cuya amplitud hemos recorrido) como
para designar lo que él introduce como concepto nuevo.

Le da una fórmula matemática: $<> a (Sujeto barrado losange objeto a).

El <> (rombo o losange) indica una relación de doble implicación (implicación recíproca) entre los
términos que une, es decir:

$ (Sujeto barrado)   si y solamente si    objeto a,

y recíprocamente:

objeto a      si y solamente si    $ (Sujeto barrado).

Así como en lógica de enunciados decimos “Si p entonces q”.


También el losange (<>) indica los signos   (intersección)  y    (unión)  en
teoría de conjuntos.
Lacan designa con esta fórmula la relación del sujeto del inconsciente (sujeto barrado) con el
objeto causa del deseo (objeto a), indicando una relación estable del sujeto con aquello que lo
causa en su deseo y, por ende, lo divide.
En este sentido (ya que el uso en plural -fantasmas- suele superponerse a las fantasías en sentido
freudiano), el concepto y su fórmula correspondiente aparecen por primera vez en el grafo de la
constitución del sujeto -también llamado grafo del deseo- presentado en el Seminario 5. Las
formaciones del inconsciente (1957-1958). En las últimas clases de ese seminario introduce en el
grafo un segundo piso. Allí aparece la fórmula del fantasma (sujeto barrado losange objeto a)
como respuesta al deseo del Otro (indicado con d minúscula).

DIBUJO 1: Grafo del deseo


Referencias:

            1. Cadena significante del Otro

            2.  Cadena significante del sujeto

            3.  Vector de la intención del hablante

            4.  Mensaje del Otro

            5. Código (fórmula de la pulsión)

            6. Mensaje del sujeto

            7. Código (lenguaje)

            $ <> a.   Fórmula del fantasma

            d.  Deseo del Otro

            m.  Yo (moi)

            i (a).  Imagen del semejante


 
En el grafo, el fantasma es lo que separa el piso superior correspondiente a la cadena significante
del Otro (el discurso efectivamente pronunciado por los padres) de la cadena significante del
sujeto (referencias 1 y 2 en el dibujo 1).
A nivel del mensaje en la cadena significante del sujeto (referencia 6 en el dibujo 1), un
significante de producción propia sustituye al significante traumático que integra la cadena
significante del Otro. Esto resulta posible si en momentos instituyentes el mensaje dirigido por la
madre al niño fue interdictado por la función paterna: mensaje de “no” sobre el mensaje de la
madre (respecto a su deseo de tomar al niño como su falo faltante) (referencia 4 del dibujo 1)
Esta posibilidad de metaforizar, es decir, de sustituir un significante (del deseo del Otro) por otro
significante (de producción propia), genera una separación entre las dos cadenas significantes (la
del sujeto y la del Otro). Así, el que deviene por ello sujeto (dividido) no será más hablado “en
bruto y en directo” por el Otro, sino bajo la forma de su inconsciente. “El inconsciente es el
discurso del Otro”, nos indica Lacan.
La separación de ambas cadenas significantes está mantenida gracias al fantasma. Ésa es la
estructura de la neurosis (tanto histérica como obsesiva). El neurótico confunde la falta en el
Otro con su demanda (fórmula de la pulsión, referencia 5 del dibujo 1), ya sea sosteniendo el
deseo como insatisfecho o como imposible evita la confrontación  con la angustia, que en cambio
se hace evidente cuando sólo está cubierta por el objeto fóbico.
El grafo del deseo, introducido en el Seminario 5, continúa su desarrollo a lo largo del Seminario
6. El deseo y su interpretación (1958-1959) y llega a su culminación en el escrito “Subversión del
sujeto y dialéctica del deseo” (1962)
Hasta ese momento Lacan no despliega la fórmula del fantasma (sujeto barrado losange objeto a)
en los dos términos que la constituyen. Se trata de la respuesta, como tal, imaginaria, a la
pregunta por el deseo del Otro, ya que el deseo del Otro es una x, un enigma permanente, deseo
siempre de otra cosa. El sujeto (barrado) responde con su yo (moi) a la pregunta que se
hace: ¿Che vuoi? ¿Qué me quieres? ¿Qué quieres de mí respecto a yo (moi)?
A este ¿Che vuoi? (¿Qué quieres?) Lacan lo toma de una novela de Cazotte, El diablo enamorado,
evocando la relación del superyó -encarnado en la voz cavernosa del diablo- con aquel que con él
pacta para obtener el cumplimiento de todos sus deseos.
La pregunta por el deseo del Otro toma ese matiz diabólico debido a la indeterminación que
encierra: ¿dónde termina el deseo y empieza su goce?
Hasta dónde la sujeción al Otro, la demanda de su amor, sostienen “el pisoteo de elefante del
capricho del Otro”. “Es ese capricho […] el que introduce el fantasma de la Omnipotencia no del
sujeto, sino del Otro donde se instala su demanda […] y con ese fantasma la necesidad de su
refrenamiento por la Ley” (20). Ante el deseo del Otro como opaco, oscuro, el sujeto está sin
recursos, indefenso: “He aquí el fundamento de lo que en análisis ha sido situado como la
experiencia traumática” (17).

Es la relación del yo al otro [líneas de retorno en el dibujo 1, m- i(a)] la que pone remedio a esa
indefensión situando algo como un señuelo a nivel del piso superior ($ <> a)- d. Esta relación
entre los dos pisos del grafo del deseo (dibujo 1) se hace posible porque la imagen del otro  i
(a) permite advertir la castración a nivel imaginario: -φ.  Lo que le falta a la imagen deseada (lo
es debido a la investidura narcisista que recibe) será el antecedente del objeto causa del deseo:
el a.

A la pregunta ¿Qué me quieres?, se pide al Otro que responda en términos de pulsión (referencia
5 en el dibujo 1). El yo (moi) toma función de objeto en el fantasma. Objeto ofrecido al deseo
del Otro que acota su infinito deslizamiento metonímico, congelándolo en una respuesta
tranquilizadora: “no quiere más que eso”, que sea su bomboncito, su basurita, su muñequita, su
tesoro, su cruz [...] (objeto a oral, anal, mirada, voz...) [...] algo toma valor de objeto
privilegiado y detiene este deslizamiento infinito… (del significante).[...] un objeto  a toma en
relación al sujeto este valor esencial que constituye el fantasma fundamental donde el sujeto se
reconoce él mismo como detenido (fijado) en relación al objeto [...]” (19).
El “ser” del niño se aliena en una falsa respuesta, forzado por la necesidad de ocupar algún lugar
en el deseo de ese Otro que viene respondiendo a sus primeras demandas y que se ha vuelto
indispensable para él, más allá del plano de la necesidad.

Estática del fantasma, pariente de lo estatuario del yo (moi), de la muerte en la imagen


coagulada de sí,  contrapuesta al movimiento incesante del sentido en el significante. Por un
lado, gramática del fantasma, por el otro retórica del inconsciente (metáfora y metonimia) en la
producción del sujeto como efecto de discurso.

Como vemos, el fantasma adquiere características paradójicas, es un recurso frente al deseo del
Otro y, por consiguiente, un remedio contra la angustia, y en última instancia contra un goce

inconmensurable; por medio del significante fálico   , ese goce se rodea, se “parlotea”
alrededor de las formas del objeto a. Por otro lado, su fijeza –propia de lo imaginario- detiene el
devenir, el “ir siendo”, y captura en un goce, que Lacan llamará con propiedad, goce fálico, goce
del bla, bla, bla...

En estos primeros tiempos de la enseñanza de Lacan, el objeto a todavía no ha sido definido


completamente. La noción que le antecede es la de objeto fálico. “Para gustarle a la madre […]
basta y  es suficiente con ser el falo” (16). El falo como lugar de lo que le falta a la madre, y, por
lo tanto, el niño aspirará a ocupar ese lugar,  tenderá a identificarse con el objeto del deseo de
la madre. Para devenir sujeto del deseo es necesario haber sido desalojado de ese lugar, efecto
de prohibición que hace a la función paterna y permite la puesta en marcha de la metáfora.

  Nombre del Padre        Deseo de la Madre


------------------------     -------------------------
  Deseo de la Madre                  X
 
El objeto fálico que mediaba entre la madre y el niño se eleva a la categoría significante:

de φ a   (de fi minúscula a fi mayúscula). El falo imaginario será sustituido por el significante


del Nombre del Padre (que aquí equivale al falo como significante)  y el significante del deseo de
la madre quedará bajo la barra, es decir reprimido, posibilitando de ahí en más todas las
sustituciones, abriendo el camino de la metáfora.
Es así que el sujeto puede tomar su propia palabra a nivel del mensaje (referencia 6 en el dibujo
1)
A nivel del Edipo masculino habrá que negativizar el valor fálico del pene. El hombre tiene que
renunciar al goce masturbatorio para hacer del cuerpo de una mujer (o parte del mismo)
metáfora del goce perdido, goce incestuoso. Así pasa del - φ (menos fi) al objeto a. Alguna parte
del cuerpo femenino pasará a representar la causa de su deseo.
Entre el desarrollo del concepto de falo como objeto φ (fi minúscula)  y la noción
de  objeto a como causa de deseo hay interpolados dos aportes:
 
1) En el Seminario 7 (1959-1960), Lacan retoma la noción de das Ding: “la cosa freudiana” que se
hace deseable precisamente porque está prohibida. “Das Ding” como objeto de goce es
inaccesible. Este desarrollo es afín al Escrito “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el
inconsciente freudiano” (1960), donde Lacan indica: “La castración quiere decir que es preciso
que el goce sea rechazado para que pueda ser alcanzado en la escala invertida de la Ley del
deseo”.
2) En el Seminario 8 (1960-1961), Lacan toma la noción de agalma (extraída de El banquete de
Platón) para aportar su característica parcial y misteriosa al objeto del deseo (algo en el otro que
me hace amarlo). Estos matices se formalizan en el Seminario 11 (1964) con relación al lugar del
objeto a en la transferencia; el analizado “dice” a su interlocutor, el analista: “Te amo, pero
porque inexplicablemente amo en ti algo más que tú, el objeto a minúscula, te mutilo”.
El falo como objeto empieza a colocarse gradualmente en una serie de los objetos a (sus formas)
pecho, heces, mirada, voz, falo (Seminario 10). Más adelante, el falo desaparece de esta lista,
subsistiendo sólo los objetos de la pulsión parcial. Objetos intermediarios entre el sujeto y el
Otro, en el que tiene que constituirse como dividido (castrado o barrado)
El piso escópico de la constitución del deseo es privilegiado en el fantasma, por eso a menudo es
identificado con una escena que hace marco a lo real.
Hay un primer tiempo de alienación al Otro en que la castración aparece como una falsa
alternativa: o bien el objeto a queda en el campo del Otro y el sujeto queda amputado (en falta),
o bien el objeto a queda en el campo del Sujeto y el Otro resulta castrado. Dos versiones de la
alienación que Lacan resuelve formulando “ni lo uno, ni lo otro”. Por lo que postula la segunda
operación: la separación: El Sujeto está en falta, el Otro también. El objeto a será aquello que
les falta a ambos, lo que los castra. La castración, entonces, recae tanto sobre el campo del
sujeto, como sobre el campo del Otro.

DIBUJO 2:  Dos versiones de la alienación

                          
DIBUJO 3: Operación de separación

   
El objeto a así constituido, es el objeto de la pulsión transformado en objeto causa del deseo, ése
es el objeto del fantasma, lo que sostiene el deseo del sujeto, lo que lo divide, lo castra, y por
ello causa al sujeto en su deseo.
Hay una relación de doble implicación:

Si   $ entonces a        que se escribe        $          a

Si   a  entonces $       que se escribe        a           $

Por lo tanto:                            
                              $     a

(una de las lecturas posibles del rombo o losange <>)

El objeto a tiene su soporte corporal, se trata de los aparejos del cuerpo que están “listos para
suministrar” lo que el fantasma “va a llevar” (Seminario 14), que difiere de aquello con que los
cuerpos pueden aparearse.

Se trata del “seno, el escíbalo, la mirada, la voz, estas piezas separables, sin embargo
profundamente religadas al cuerpo” (25). Es una operación de estructura lógica, efectuada sobre
el “hablante” y no sobre lo “viviente”.  El modelo de estas formas del objeto a es la placenta
(Seminario 10).  Está en el cuerpo de la madre pero no le pertenece. Tampoco al cuerpo del
niño. Es un órgano intermediario entre ambos que cae como desecho después del parto. Metáfora
de la división subjetiva, división del sujeto, división del Otro, lo que resta, es el objeto a.

El fantasma es el modo en que el Otro se mantiene presente en la estructura neurótica –y al


mismo tiempo intermediado-, sea como relación con la causa del deseo, sea como forma de
ofrecerse al goce del Otro. Ofreciendo el yo (moi) como objeto al goce del Otro, el neurótico se
preserva de confrontarse con un goce más absoluto, por ejemplo, en relación directa con su
cuerpo. Es por eso que Lacan dice que el fantasma es una defensa frente al goce del Otro.

“Pues el deseo es una defensa, prohibición de rebasar un límite en el goce” (20).

Recapitulando:

1. El fantasma es la respuesta que el sujeto construye al enigma del deseo del  Otro.
2. El fantasma es el sostén o soporte del deseo.
3. El fantasma es una defensa frente al goce del Otro.
4. El fantasma es aquello a través de lo cual “somos gozados” por el Otro.

Esta última posibilidad (Seminario 18) es la que determina que en la cura analítica de las neurosis
el fantasma sea el eje alrededor del cual se opera la transformación del goce en deseo, angustia
mediante (del goce al deseo hay un paso lógico necesario que es la angustia).

Se trata de poner en evidencia que no sólo el goce está prohibido, sino que es imposible. Hay un
viraje en la posición del sujeto: pasa de estar ofrecido a través de su yo (moi) como objeto al
goce del Otro, a estar causado en su deseo por el objeto a que lo divide: “En ese punto de falta
tiene que reconocerse el sujeto” (24). A esto se denomina travesía o atravesamiento del
fantasma fundamental, uno de los pilares en los que Lacan se apoya para decir que el análisis es
terminable.

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