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A 100 años de la muerte en Uruguay

del escritor mexicano Amado Nervo


Washington Daniel Gorosito Pérez MARTES 27 DE AGOSTO DE 2019
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Nervo fue uno de los principales exponentes del Modernismo, el primer


movimiento literario originario de América Latina.

Sin lugar a dudas Amado Nervo, poeta, periodista, escritor con mayúscula, es
una de las grandes figuras de las letras latinoamericanas. Vio la luz por primera
vez en Nayarit un 27 de agosto de 1870 y ésta se apagaría en Montevideo,
capital de la República Oriental del Uruguay, un 24 de mayo de 1919.

Como protagonista del fin del siglo, Amado Nervo


participó de la decadencia y las dudas.
Nervo fue uno de los principales exponentes del Modernismo, el primer
movimiento literario originario de América Latina y que tuviera alcance
internacional, hasta que se fuera apagando después de la Primera Guerra
Mundial. Félix Rubén García Sarmiento (Rubén Darío), poeta, periodista y
diplomático nicaragüense considerado el padre del Modernismo, elogiaría al
bardo mexicano por su estilo: “A usted se le lee siempre con gusto, porque es
breve”.

Como protagonista del fin del siglo, participó de la decadencia y las dudas,
recibió la fuerza del Romanticismo, los temas misteriosos y exóticos del
Simbolismo, y la búsqueda del arte por el arte según la experta Adriana Viaca.
El Modernismo fue la mixtura con lo decadente, lo grecolatino del Viejo
Continente, y el ocultismo y elementos de las culturas prehispánicas
latinoamericanas.

Ese mestizaje entre tendencias europeas y lo mejor del espíritu amerindio


genera una verdadera revolución de métrica, versificación, imágenes y figuras
poéticas, iniciando velozmente una renovación estilística y temática.

El doctor en Filosofía y Letras Raúl Héctor Castagnino, docente, escritor y


crítico, desde Buenos Aires se dedicó varios años a estudiar la obra del escritor
nayarita y la dividió en tres etapas. La primera en su Estado natal Nayarit,
donde comienza a ejercer el periodismo, y en Mazatlán; publica algunos
poemas, gacetillas y reseñas de los bailes de la provincia.

La segunda etapa será su llegada en 1894 a la Ciudad de México, donde


colaborará en varios periódicos a la vez, publicará cuentos y se relacionará con
escritores y figuras de la corriente modernista, entre ellos Rubén Darío, con
quien trabajará en la revista Azul e iniciará una gran amistad. Al destacar en su
labor periodística es enviado a Europa como corresponsal del diario El Mundo.
En esta etapa se desarrolla su carrera de escritor y empieza a tomar
relevancia, publicará varios libros y los Cuentos misteriosos, que muestran su
gran talento como narrador y con los que se le considera el precursor de la
literatura fantástica latinoamericana.

Es consciente de que se está apagando lentamente y


dice sus últimas palabras: “¿Por qué no abren esas
ventanas para que entre luz? No quiero morir sin ver el
sol”.
En una calle del Barrio Latino, en la Ciudad Luz, conocerá el amor de su vida,
Ana Cecilia Luisa Daillez, que se convertirá en la compañera del poeta por más
de una década hasta fallecer el 7 de enero de 1912. Su fallecimiento fue
descrito por el escritor como “la amputación más dolorosa de mí mismo”. Como
consecuencia de este dolor escribe una de sus magnas obras: La amada
inmóvil, que será publicada en 1922 de manera póstuma, dedicado a Ana
Cecilia.

La tercera etapa es su reafirmación; se alejará en parte del Modernismo


llevando su poesía a temas filosóficos. Regresa a México siendo un poeta
consagrado y se integra al Cuerpo Diplomático, siendo nombrado embajador
en España; estará trece años en Madrid y posteriormente será embajador
plenipotenciario para Argentina, Uruguay y Paraguay.

Esa voz poética será cada vez más filosófica, inspirándose en el amor, la vida y
la muerte. Esa muerte llegará para el poeta en la noche del 24 de mayo de
1919 en la habitación 42 del Parque Hotel de Montevideo, como consecuencia
de una crisis renal. El día anterior es consciente de que se está apagando
lentamente y dice sus últimas palabras: “¿Por qué no abren esas ventanas
para que entre luz? No quiero morir sin ver el sol”.

Regresemos a París, donde Nervo vivió unos nueves meses con su amigo
Rubén Darío. El poeta mexicano escribió:

Le debo este hermosísimo y raro soneto escrito en 5 minutos en una noche de


París, de esas en que una prematura alba azul de estío, en París las albas son
azules, da un triste pensativo al oro loco del champagne. Lo copio sin vanidad,
y más que todo, por miedo de que se pierda:

Amado es la palabra que en querer se concreta


Nervo es la vibración de los nervios del mal:
bendita sea y pura la canción del poeta,
que lanzó sin pensar su frase de cristal.

Fraile de los suspiros, celeste anacoreta


que tienes en blancura l’azúcar y la sal:
muéstrame el lirio puro que sigues en la veta,
y hazme escuchar el eco de tu alma sideral.

Generoso y sutil como una mariposa,


encuentra en mí la miel de lo que soy capaz;
y goza en mí la dulce fragancia de la rosa.

No busques en mis gestos el alma de mi faz;


quiere lo que se aquieta, busca lo que reposa
y ten como una joya la perla de la Paz.

Muchas veces su nombre era tomado como un


seudónimo y según el propio Amado, era un elemento
importante que influyó en su éxito literario.
“Mi nombre de bautizo fue José Amado Nervo Ordaz, pero desde pequeño mi
madre sólo me decía Amado, así que crecí siendo el Amado de mi dulce
madre”.

Su nombre llamaba la atención del poeta, ensayista, narrador y diplomático


dominicano contemporáneo de Nervo, Osvaldo Bazil, quien opinaba que es un
nombre que quien lo viera por primera vez escrito, convencido quedaba de que
era un nombre de fácil incrustación en la memoria, en la historia y en la gloria
de los pueblos… “Quien tal nombre llevare, contrae una responsabilidad
histórica”.

Indudablemente supo cumplir con creces el poeta y prosista mexicano. Muchas


veces su nombre era tomado como un seudónimo y según el propio Amado,
era un elemento importante que influyó en su éxito literario, por ser un nombre
tan adecuado para un poeta.

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