Está en la página 1de 5

El lobo

Ilse Mendoza Márquez


Ausencia:
Ha terminado otro capítulo en mi vida
La mujer que amaba, hoy se me fue
Esperando noche y día
Y no se decide a volver
Pero yo sé que volverá
Y si no, de pena moriré
Que yo he hecho que te hizo partir
No sé si con el tiempo esta herida se sanará
No hubo motivo para terminar
La he tratado de olvidar
Mas sin embargo la recuerdo mas
No se asombren si ven a un hombre llorar.
El día en que tú te fuiste, triste me quede llorando
Ay regresa te lo pido, que por tu amor te juro me estoy matando
No importa tu ausencia te sigo esperando
William Colón y Héctor Pérez

Un mes y días sigo contando desde tu partida. He platicado mucho con Gaby; le
pregunté desde cuándo te dejaste, él me respondió que fue la última vez que te
internaste en Cardiología, hace ya dos años. Nos dijeron que tu enfermedad ya
había pasado a la fase cuatro de cinco; esta vez, la enfermedad hizo un daño renal,
junto con una falla cardiaca y aunque el Lupus te había afectado otros órganos, eso
no significaba que te libraras de otro ataque lúpico.
Desde pequeña tuviste signos de padecer esta enfermedad; la tecnología y la
medicina no estuvieron al cien como para detectarlo a tiempo. Te tocó ser una más
de la familia con este padecimiento, genética le llaman. Tampoco fue suficiente que
ésto nos quitara a otras dos mujeres tan importantes en nuestras vidas y en la
familia. Desde pequeña me explicaste que algún día estaríamos separadas, y no
porque tú lo decidieras, sino porque ya no estaría en tus manos poder solucionarlo.
Es increíble, y como bien dijiste, que por algo te quedaste en ese trabajo. Mi
abuela te cedió un permiso para poder entrar a trabajar en la Procuraduría General
de la Justicia del Distrito Federal cuando tenías 15 años. Tuviste buenos jefes que
te ayudaron en los problemas con mi papá, pues en aquel entonces no existían
leyes que protegieran a la mujer. Ese proceso en tu vida fue muy difícil, lo supiste
enfrentar sola, solas las dos.
Vivimos en muchos lugares, teníamos que cambiarnos frecuentemente
porque mi papá siempre te acechaba, sólo para hacerte la vida más difícil, él no
aportaba nada más que problemas. Tuviste amigos que te ayudaron con ese
hombre. Recuerdo que no salíamos de Tepito, nos gustaba estar ahí: comprar
chácharas, visitar a tus amigos y, aunque tarde me dí cuenta te conocí uno que otro
novio. Agradezco que también hayas pensado en tí y en tu corazón, aunque hayas
pasado por ese gran desamor.
A tus 22 años de edad recibiste el diagnóstico del mal que te aquejaba. Un
reumatologo dijo que tenías Lupus eritematoso sistémico y, por lo tanto, sólo
tendrías un año más de vida. Esas palabras retumbaron en tu corazón y cabeza por
otros 22 años más. ¡Que equivocados estaban esos doctores!. Sin embargo, la
última doctora que te lo dijo acertó. Pero aún así quisiste y decidiste luchar por tu
hija: tu bebé, porque siempre estaríamos juntas.
Nuestras idas a Tepito serían más constantes. Vivíamos una vida nocturna
muy diferente a las de las demás familias. Parecíamos amigas y tus amistades me
consideraban como tal, (obviamente siempre había un respeto y todo era sano).
Nunca olvidaré esa época -aún alcanzamos a disfrutar los buenos tiempos de ese
lugar- de donde ambas nacimos y de donde aprendiste lo que es trabajar. Poco a
poco fueron aminorando esas salidas, tu salud no iba bien.
Hiciste y probaste de todo por mejorar tu salud (quizá sí funcionó quizá no).
Te hartaste de hierbas, tés, menjurjes, jugos, dietas, medicinas, inyecciones,
terapias y demás. Hace quince años tuviste que aceptar un suplemento adicional
para mejorar tu calidad de vida, el cual fue usar oxígeno durante, al menos, 16
horas al día; te rehusaste a llevar un cilindro portátil, tanto por vanidad, como por "el
que dirán". Tuviste que comprar un coche porque el transporte público se volvería
una bomba en cuenta regresiva, la cual, en cualquier momento explotaría. No
quisiste darte por vencida y mucho menos preocuparme.
No sé si será destino o coincidencia, pero quizás en otra vida se encontraron
o se prometieron un para siempre. Encontraste a una pareja, como lo pediste y
como lo merecías; te costó confiar en él; confiar en un hombre que no era tan
desconocido. Quiero pensar que muchas veces nos encontramos en Tepito, pues él
visitaba los puestos de mis tíos, dónde yo también solía estar. Tu familia ya lo
conocía perfectamente y, por eso , descalificaron su noviazgo; los comentarios
negativos no les diste importancia: Gabriel se merecía una oportunidad, tu Losho,
como solías decirle. Él supo ser tu vocero, el administrador, la mano derecha, el
colchón que estaría ahí cuando cayeras y sintieras que no podías más; tu amigo, la
gran pareja de baile, tu doctor, el enfermero, el cocinero, y sobre todo, tu gran
compañero de vida. Gaby dice que si le volvieran a dar a elegir: te escogería mil
veces más, te ama y extraña mucho.
A veces, siento que te quiere alcanzar lo más rápido que le sea posible.
¡Eres muy inteligente mamá!, supiste elegir bien a tu pareja, tuviste la astucia de
saber con quién me ibas a dejar, -aunque no fuera mi padre biológico-, a fin de
cuentas tu deseo se cumplió, porque no querías sufrir la pérdida de alguno de
nosotros dos, debido a que no tendrías fuerzas, ni ganas, como para hacer trámites
y estar peregrinando en todos lados, pidiendo una resolución.
Lamento mucho que hayas dejado tu nueva casa tan rápido. Quisiera
regresar el tiempo y decirte que no lo hagas, que no tendría caso porque sólo sería
un mayor desgaste físico y emocional, que buscáramos otra opción o que
simplemente no cumplieras la promesa que le hiciste a tu mamá. No quiero una
propiedad, sólo te queremos a tí, aquí, con nosotros, los cinco, sin importar en qué
circunstancias, porque la ambición transforma a la gente y familia sólo somos
nosotros: el equipo que siempre hemos sido. A consecuencia de tu partida, siento la
carga que traías; nunca lo llegue a sentir como tal, fue una transición rápida la de ya
ser una adulta en realidad, tengo que tomar decisiones que me marcaran de por
vida, pero sé que me dejaste con un buen guía, además de contar con todo lo que
me enseñaste.
He escuchado música y siento tristeza porque toda trata de ti, la salsa ni se
diga. Ahora, esa canción triste de Héctor Lavoe es para ti, suena por ti. Ya sabías lo
que iba a pasar, ya te sentías mal, te hiciste la fuerte como muchos años atrás. La
Navidad y Año Nuevo del 2019 fueron muy distintos a los anteriores, aunque
estuvimos en pijama, tomaste copa tras copa de anís con agua mineral, como en tus
buenos tiempos; escuchamos música hasta el amanecer, lloramos, reímos,
recordamos vivencias y canciones que hacía mucho no escuchábamos. Había
señales que no quise ver o aceptar.
Previo a esto, no estabas bien, en verdad admiro tu fortaleza y lo que aguantaste.
Sé que es egoísta pedirte que te quedaras más tiempo, pero como tú misma me lo
dijiste: “la mamá es la mamá y a la edad que tengas, siempre te va a hacer falta” y
sí, tienes razón. Siento que en cualquier momento abrirás la puerta del
estacionamiento, meterás el coche, subirás las escaleras, abrirás la puerta, Barúsh
y Camila ladrarán felices de que ya hayas llegado. Quiero escuchar tus pasos
acercándote a tu recamara, porque ahí siempre te esperaba, Barúsh te recordará
prender el oxígeno, me darás un beso largo para luego acostarte, Camila se sentará
en tus piernas mientras su compañerito elige en qué lugar quedarse, pero siempre
junto a tí. Los primeros días de tu partida resguardaron tu lugar, como si te
esperaran.
No quise que te enojaras con el Losho ni conmigo por llevarte al hospital. Sólo
queríamos que estuvieras bien, creímos que sería una visita más y que quizás, te
quedarías algunos días. Cuando entré a verte, había demasiados pacientes. Te vi
de lejos, recargabas tu cabeza en la pared, estabas dormida y tenías varías
mangueras que salían de tu mano y brazo. Ya te habías manchado de sangre por
la posición en la que estabas, te hablé muchas veces y no me hiciste caso, hasta
que te dije que no te preocuparas por mí, que iba estar bien, fue lo último que me
dijiste: que era yo lo que más te preocupaba si soy tu hija. Volviste a dormir y en el
tiempo que me dejaron contigo hice lo posible por calentar tu cuerpo, sobé tus
suaves pies y manos, agarré tu cabello que aún olía a tu perfume, me quité la
playera para que tuvieras un soporte en tu cabeza. Cuando se acabó el tiempo, te
dije que ya me iba y que al otro día vendría a visitarte, dijiste que no, que no dejara
solos a tus chaparros (perros), me diste la bendición y el último beso, me dijiste te
amo, a lo que respondí que te amaba más. A las 8:30 de la mañana del otro día,
Gaby me marcó para tomar la decisión de entubarte, ambos acordamos que no, que
era algo que sabíamos que no querías ¡vaya sorpresa que nos diste! firmaste que lo
aceptabas, creímos que ya no aguantabas más el dolor, y que sedarte era el alivio
para ti y para que no nos vieras tristes o preocupados por verte así. Llegué al
hospital casi de inmediato, no fue sino hasta las 6:30 de la tarde que te ví, Gaby me
dijo que no le gustaría que te viera así, insistí en que sí, que entraría. Trato de no
recordarte en el hospital, porque duele aún más. El Lupus te atacó, se notaba en tu
cuerpo, cual lobo a su presa que deja marcas. Sólo vi la famosa mariposa en tu
rostro. Gaby vió más y de eso se quiere olvidar, porque te queremos recordar como
siempre eras, con tu linda sonrisa, lo traviesa y juguetona que eras; lo amorosa que
te volviste y lo fuerte que siempre fuiste. Ahora sólo tenemos que aprender a
afrontar lo malo con una sonrisa, con temple fuerte y decisivo, porque así nos
enseñaste.
Espero que tu muerte haya sido como querías, como creías que se sentía,
que no te haya dolido, que todo malestar que tenías ya no exista. Y si te volvemos a
encontrar danos una señal, porque otra vez te elegiríamos sin dudar. Me gusta
pensar que cuando sea mi hora, vengas por mí, que seas tú la que me acompañe,
pues eres a quien quisiera ver primero. También espero que te haya gustado como
te maquillé. Aún tengo la duda sobre si te gustó la pijama que te elegí, aunque me
habría gustado que vistieras una de Hello Kitty. También me pregunto si habrías
querido usar otra cosa, pero a ti te gustaban las pijamas porque te hacían sentir
cómoda.
Te quedas en casa, con nosotros. Te agradezco por todo lo bonito que nos
dejas, extraño mucho a mi amiga, a mi complice, a mi confidente, a mi acompañante
de antojos. Lamento no haberme quedado los días en los que me pedías no ir a la
escuela, aún más, el último viernes. Deseo que descanses, que seas una estrella
más en alguna constelación, y que brilles con todo tu esplendor, porque así fuiste en
vida, porque eres sensacional, única y extraordinaria. Eres una mamá maravillosa.

Te amamos Karla Mónica Aroche López


Tu hija y tu esposo

También podría gustarte