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EL DESARROLLO PERCEPTIVO
Al nacer, el niño/a tiene una capacidad perceptiva general que irá haciéndose más
específica a medida que crezca y tenga experiencias significativas. Esta capacidad de
percibir de forma general se refiere a cualquier modalidad sensorial y no dura mucho
tiempo. El sistema perceptivo se va haciendo más especializado a lo largo del desarrollo.
Poco a poco se va llevando a cabo una selección de la estimulación que recibe según sus
necesidades.
Además, a partir de los dos años, el niño/a dispondrá de un instrumento que le ayudará
tremendamente en el desarrollo perceptivo: el lenguaje. La utilización del lenguaje va a
favorecer el proceso de atribución de significado que sigue a la recepción de una sensación,
así como el proceso que permite su diferenciación y organización.
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· Ley de la predisposición perceptiva. Muchas veces se percibe aquello que se espera
percibir, independientemente del estímulo. Nuestras expectativas influyen tremendamente
en la interpretación de nuestras sensaciones.
· Ley de la proximidad. Se tiende a percibir juntos o como parte del mismo objeto los
elementos próximos entre sí en el espacio o en el tiempo.
· Ley de la semejanza. El ser humano tiende a agrupar los elementos perceptivos parecidos
como si formasen parte de la misma estructura perceptiva.
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· Ley de cierre. En nuestra percepción tendemos a cerrar las líneas incompletas o las
posibles brechas en el elemento a percibir de manera que las recibimos como figuras
completas, cuando en realidad no lo son.
· Ley de continuidad. Los estímulos que guardan cierta continuidad entre sí, tienden a
percibirse como si formasen parte de la misma figura aunque no sea así en la presentación
estimular.
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4.2. FACTORES QUE INFLUYEN EN EL DESARROLLO PERCEPTIVO
Los factores que determinan el desarrollo perceptivo son: los estímulos o la situación
ambiental, el crecimiento y la maduración de los recursos físicos del sujeto y el desarrollo
de las condiciones psicológicas del sujeto.
Los cambios que se producen en los receptores sensoriales debidos al crecimiento van a
determinar el modo de percibir la realidad. Por ejemplo, el crecimiento de la cabeza tiene
una gran incidencia en el desarrollo de la percepción auditiva y visual, pues conlleva un
aumento progresivo de la distancia entre los oídos y los ojos que debe ser continuamente
reajustado por el cerebro para la correcta percepción de los fenómenos circundantes a
través de estos dos sentidos.
Por otra parte, el nivel de maduración del sistema nervioso es probablemente el factor que
más va a influir en el desarrollo perceptivo del bebé, pues de esta maduración va a
depender su capacidad para reconocer los objetos e interpretar los impulsos que llegan a su
cerebro.
El desarrollo perceptivo del bebé está estrechamente relacionado con los avances
producidos en otros aspectos del desarrollo, especialmente el desarrollo motor, el
desarrollo cognitivo y el desarrollo afectivo.
Los logros alcanzados por el niño/a a nivel motor tendrán una repercusión directa en su
desarrollo perceptivo ya que la adquisición de las distintas habilidades motrices va a
ampliar sus posibilidades de exploración del mundo que le rodea al facilitar cambios en su
postura, su desplazamiento en el espacio, el alcance de los objetos de forma voluntaria e
independiente y su exploración y manipulación.
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Por otro lado, el desarrollo cognitivo del bebé (especialmente de su capacidad de atención y
su memoria) le permitirá ir descubriendo el mundo de los objetos, le ayudará a observarlos
y a identificarlos y a otorgarles un significado.
La capacidad perceptiva visual del bebé se desarrolla poco a poco. Determinados aspectos
fisiológicos y neurológicos del su desarrollo (incapacidad de acomodación del cristalino,
falta de control de los músculos oculares e inmadurez del córtex visual) determinan una
limitación, cuya superación tendrá lugar de una forma muy rápida.
Los niños recién nacidos distinguen entre luz y oscuridad, pero su movilidad ocular es muy
reducida al igual que su agudeza visual.
Durante el primer mes de vida el bebé logra pasar de la percepción del contraste claridad-
oscuridad a percibir algunos colores, como el rojo o el verde. Ya es capaz de fijar la mirada
en un estímulo visual, pero solo si éste se encuentra dentro de su campo de visión. Se
observa que el rostro de la madre le atrae especialmente, pues la mira y sonríe cuando ésta
le habla. Pero se fija fundamentalmente en el contorno de la cara.
A partir del segundo mes de vida ya puede seguir con la mirada un estímulo visual en
movimiento, prefiriendo el movimiento de personas al de cosas. Durante este mes
comienzan a desarrollarse más receptores del color, lo que le permite mantener su atención
durante más tiempo en los objetos con colores vivos. Comienza a diferenciar unas caras de
otras porque ahora centra su atención en los rasgos frente al contorno.
A los tres meses, ya es capaz de desplazar la mirada de un objeto a otro y muestra interés
por los objetos y juguetes situados cerca de él. También comienza a descubrir su cuerpo y
muestra interés por sus manos, que mira constantemente. La atracción que los niños/as
sienten por sus manos alrededor del tercer o cuarto mes va a ser muy importante para el
inicio de la coordinación óculo-manual, que se manifestará más tarde, sobre el sexto mes.
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Esta adquisición supone un gran avance en el desarrollo de sus capacidades cognitivas
porque les facilitará el acceso a un mayor número de experiencias manipulativas.
A partir de los cuatro meses comienza a desarrollar la visión binocular y sus ojos comienzan
a trabajar unidos, adquiriendo así la capacidad para percibir los objetos en tres
dimensiones y la profundidad, lo que mejora su capacidad para que coger y manipular
objetos. También adquiere la capacidad de acomodación del cristalino con lo que empieza a
ser capaz de enfocar las imágenes que se encuentran a diferentes distancias y de percibir
los detalles pequeños que presentan los objetos. Además, aparecen la constancia de la
forma y del tamaño y su percepción de los colores mejora notablemente.
A los seis meses ya debe controlar totalmente el movimiento coordinado de los dos ojos por
lo que debe desaparecer el estrabismo temporal propio de los primeros meses de vida. Su
visión binocular debe estar plenamente adquirida con lo que podrá calcular mejor la
distancia a la que se encuentran los objetos. Su agudeza visual será prácticamente total.
La capacidad auditiva está presente en el niño/a incluso antes de nacer. Parece ser que el
sistema auditivo se desarrolla entre el tercer y el cuarto mes de gestación. Sin embargo,
cuando nace, se produce una ligera disminución en la agudeza perceptiva del sentido de la
audición por el cambio del medio acuoso al medio aéreo.
El recién nacido es muy sensible a la intensidad de los sonidos. Los sonidos fuertes e
inesperados provocan en él una respuesta de tensión en el cuerpo, agitación de brazos y
piernas, aumento del ritmo cardíaco, etc. Sin embargo, los sonidos rítmicos y la voz de la
madre le tranquilizan.
Desde los primeros días el bebé es capaz de identificar una fuente de sonido y hacia las
tres o cuatro semanas comienza a ser selectivo y atiende a los sonidos según su motivación
e intereses (necesidades). En este sentido, los bebés muestran una atención por los sonidos
del lenguaje significativamente superior a la que manifiestan por otros sonidos. Esta
atracción es incluso superior en el caso de la voz de la madre. Pero, a partir de los tres
meses, esta preferencia se agudiza enormemente y hacia el cuarto o quinto mes son
capaces de distinguir otras voces familiares al diferenciar los tonos e inflexiones de la voz.
La piel del bebé es muy sensible desde el nacimiento y, aunque no lo parezca, sus
percepciones táctiles van a tener una gran influencia en algunos aspectos de su desarrollo.
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La percepción táctil es muy importante para el desarrollo cognitivo del niño/a. El sentido
del tacto le da la posibilidad de conocer en mayor profundidad el mundo que le rodea ya que
a través de las sensaciones táctiles se le muestran aspectos de la realidad que no muestran
otros sentidos, como la suavidad o la temperatura. Además, las experiencias de tipo
manipulativo van a permitir al niño/a el conocimiento del mundo de los objetos durante toda
su infancia y muy especialmente durante los dos primeros años de vida.
Por otro lado, las sensaciones táctiles tienen una enorme importancia en el desarrollo
emocional, ya que el contacto a través de la piel es imprescindible en la transmisión de los
afectos (caricias, abrazos,…).
Además, las percepciones táctiles no sólo se reducen a las localizadas en las manos o en las
yemas de los dedos, aunque éstas tienen un papel fundamental. Los receptores de este
sentido se encuentran distribuidos por toda la piel del cuerpo. Con zonas especialmente
sensibles.
En los primeros momentos el sentido del tacto va a estar ubicado esencialmente en la zona
de la boca y los labios. El bebé utiliza la boca para explorar los objetos que hay a su
alrededor. A partir de los siete meses, esta zona va a ir dejando de tener tanta
sensibilidad y el tacto va a desarrollarse particularmente en las manos y las yemas de los
dedos y es en este momento cuando empieza a utilizarlas para la exploración de los objetos.
Tanto el olfato como el gusto son denominados sentidos químicos, ya que lo que hace
percibir el olor y el sabor son sustancias químicas que contienen los estímulos y provocan
una reacción en los receptores sensoriales situados en la mucosa olfativa o en las papilas
gustativas.
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Estos sentidos tienen una estrecha relación entre sí ya que ambos colaboran en la
percepción del sabor. A veces, los alimentos resultan apetecibles por su buen olor o, ante
un catarro nasal, no es posible apreciar los sabores.
Por otra parte, el sentido del gusto se relaciona también con el tacto, pues las sensaciones
gustativas van acompañadas de otras relacionadas con el tacto, como la temperatura y la
consistencia.
Es un sentido poco desarrollado en la especie humana, pero uno de los primeros que el
niño/a utiliza, pues desde que nace reconoce a la madre a través del olor y gira la cabeza
cuando percibe el olor de la leche.
El niño/a irá recibiendo los olores del entorno sin poder identificarlos, pero poco a poco,
aprenderá a hacerlo con la ayuda del adulto. A partir de los 6 o 7 años, empieza a tener un
olfato parecido al que tendrá como adulto, pero su evolución es larga y lenta.
A pesar de que por razones pedagógicas las distintas destrezas perceptivas se estudian
separadamente, la realidad es que nuestro mundo perceptivo no está fragmentado. En
nuestra percepción de la realidad la información procedente de las distintas modalidades
sensoriales se solapa y genera una única percepción de los objetos circundantes. A este
fenómeno se le denomina percepción intermodal.
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La percepción intermodal, también llamada intersensorial o multimodal, es la coordinación e
integración de la información procedente de dos o más canales sensoriales. Es decir, que el
individuo es capaz de establecer una relación entre distintos tipos de información
sensorial, por ejemplo, reconociendo el vínculo entre una voz y la imagen de la persona que
habla en una percepción única.
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