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Desde el punto de vista económico, en estos siglos se produjo un importante desarrollo del
sistema capitalista, como sistema social y económico, basado fundamentalmente en el comercio.
La ampliación del comercio se debió fundamentalmente a los descubrimientos geográficos que
dieron lugar a la expansión europea en América, Asia y África. Si durante la Edad Media, el eje
comercial europeo estuvo en torno al mar Mediterráneo, en la Época Moderna el eje comercial
giró en torno al océano Atlántico.
Para agilizar esa expansión comercial, se desarrollaron nuevas formas de crédito (las “letras de
cambio”)1 y nacieron los primeros bancos y luego las “bolsas de valores”. También se crearon
grandes compañías comerciales y las primeras sociedades anónimas.
Sin embargo y pese a estos grandes cambios, la economía siguió siendo fundamentalmente
agraria. La tierra, y lo que ella producía, todavía seguía siendo la principal fuente de riqueza.
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La letra de cambio es un título valor que contiene una orden por la cual una persona encarga a otra el
pago de una suma de dinero, a favor de una persona determinada.
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La estratificación social es la conformación de grupos de acuerdo a criterios establecidos y
reconocidos. La estratificación social da cuenta o es un medio para representar la desigualdad social de
una sociedad en la distribución de los bienes y atributos socialmente valorados. El concepto de
estratificación social implica que existe una jerarquía social así como una desigualdad social
estructurada.
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Pero pese a los grandes cambios, los campesinos seguían siendo la mayoría de la población. De
forma paulatina, se abandono la servidumbre, en especial en Europa occidental, y mucho más
lentamente en Europa oriental.
Desde el punto de vista político, con la Época Moderna se produjo una progresiva consolidación
de los Estados Nacionales; a partir de la crisis de poder de los señores feudales. Durante la Edad
Media, el poder político estuvo fragmentando entre diferentes centros de poder: los señores
feudales cuestionaban el poder central. En la Época Moderna , los Estados comenzaron a
organizarse en torno a las monarquías centralizadas, definiendo territorios e impusieron su
autoridad a través de ejércitos centrales y de una burocracia que atendía los asuntos de gobierno
y las finanzas estatales. Esta consolidación de la monarquía asumió su forma más destacada con el
absolutismo monárquico del siglo XVII.
El mundo cultural se vio especialmente sacudido. Con el Renacimiento se abandonaron las
tradiciones artísticas y culturales de la Edad Media y se convirtió al hombre en el centro del
Universo. Si el Medioevo fue una época “teocentrista, la Época Moderna fue “Antropocentrista”.
Esta nueva visión del mundo y del hombre se reflejo en el arte (pintura, escultura, arquitectura y
literatura), los artistas insistieron en la centralidad del hombre. La implantación progresiva del
racionalismo conllevó un importante desarrollo de la ciencia y de la técnica y junto con estas,
nuevas formas de concebir el Universo.
En el aspecto cultural – religioso, fue muy importante el papel de la Reforma protestante que
significó una ruptura de la unidad religiosa de Europa occidental.
No todos los estamentos gozaban de los mismos privilegios. Clero y nobleza eran los más
favorecidos por esta estructura social: no pagaban impuestos o solo hacían una “contribución
voluntaria” eran los únicos que tenían acceso a los altos cargos políticos y militares, etc. Los
representantes de lso tres órdenes incluida la burguesía tenían el privilegio de brindar “consejo y
ayuda” al rey cuando participaban en las asambleas de los Estados.
Según el país, las asambleas de Estado recibían diferentes nombres y tenían un mayor o menor
poder. Se llamaron Cortes en España, Parlamentos en Inglaterra, Estados Generales en Francia y
Dietas en Alemania.
En algunos países, las asambleas dependían del rey, quien las consultaba solo en casos
extraordinarios (por ejemplo, el emperador de Alemania rara vez convocaba a la Dieta). En otros
casos, en cambio, los estamentos tenían una participación activa e influían en las decisiones de los
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monarcas, como sucede en Inglaterra y España. En la medida en que se consolidaron las
monarquías absolutas estas asambleas dejaron de convocarse.
A pesar del gran desarrollo económico y social alcanzado por la burguesía, en casi todos los
países de Europa la nobleza continuó dominando a la sociedad del siglo XVII.
Durante el siglo XVII, los nobles fueron abandonando su actividad más característica: la guerra.
Si bien por su origen y función la nobleza estaba ligada a la actividad guerrera, la formación de los
Estados centralizados y la vida en las ciudades fueron desplazándola de esta antigua ocupación.
A partir de esa nueva realidad, los nobles fueron modificando sus valores y comportamientos.
Así, el reconocimiento y el honor dejaron lentamente de ser la recompensa al valor en las batallas,
y pasaron a ser los antecedentes sanguíneos y el linaje dignos de reconocimiento y honra. La
Tradicionalmente, la nobleza despreciaba toda actividad manual o industrial, y vivía de las
rentas y de los impuestos de sus servidores. Pero los tiempos habían cambiado y las fluctuaciones
económicas características del siglo XVII castigaban a quienes vivían de entradas fijas. Por tal
motivo, con excepción de algunos nobles que comenzaron a dedicarse a nuevas actividades, la
nobleza empezó a sufrir quebrantos económicos. Hubo muchas familias cargadas de honores y
reconocimiento que terminaron empobrecidas.
En general la nobleza se vio afectada de tres maneras: la reducción de su fuerza militar, su
exclusión de los altos cargos de gobierno y la restricción de algunos privilegios.
Sin embargo, no en toda Europa sucedió de la misma forma. En el Este , donde la economía se
desarrolló lentamente y la burguesía no alcanzó significación, la nobleza, lejos de debilitarse, se
fortaleció.
En otras zonas como Francia, el rey mantuvo una corte improductiva y despilfarradora.
Si bien los reyes absolutos pusieron límites al poder del grupo noble, tuvieron presente que lo
necesitaban. El estado absolutista reconocía que la clase noble, de la cual el rey formaba parte,
constituía la clase dirigente natural de la sociedad.
Con el apoyo del monarca absoluto, la nobleza pudo sostenerse durante un tiempo más.
Algunas medidas contribuyeron a ello. Así, por ejemplo, se legisló el mayorazgo, el hijo mayor de
cada familia noble heredaba todas las propiedades territoriales como una forma de preservar las
grandes posesiones. Los nobles también recibían pensiones, estaban eximidos de impuestos y
poseían inmunidad frente a los procesos judiciales
Sin embargo, el siglo XVII puso de manifiesto la incapacidad de la nobleza para gobernar de
acuerdo a los nuevos tiempos. Por tal motivo, y a pesar de los favores que los monarcas brindaron
a los nobles, no recurrieron a ellos como ayuda para su tarea de gobierno salvo en raras ocasiones.
A comienzos del Renacimiento el burgués era el hombre que vivía en una villa o “burgo” y era
libre. Se diferenciaba así de los campesinos y de los nobles. Con el desarrollo y crecimiento de las
ciudades, la burguesía se fue estratificando internamente, dando lugar a grupos diferentes en
cuanto a riqueza, poder y prestigio.
En el estrato más bajo de la burguesía se encontraban los pequeños comerciantes, los
artesanos por cuenta propia y los funcionarios menores. En sus capas más prósperas se
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encontraban los funcionarios estatales, los abogados, los grandes maestros artesanos, y los ricos
comerciantes y financistas.
La principal característica de la burguesía era, inicialmente que trabajaba para vivir, situación
que la emparentaba con los sectores más bajos de la sociedad. Sin embargo, los burgueses de los
estratos superiores habían logrado vivir de sus rentas, a semejanza de la nobleza. A estos sectores
se los llamó clases medias.
Políticamente ya desde la Edad Media la burguesía acomodada había obtenido el derecho de
gobernar las ciudades, luego de rebelarse contra los señores. Su representación política se
canalizó a través de lo que, en Francia se llamó el “Tercer Estado”.
Cuando obtenían riquezas, muchos burgueses compraban tierras, títulos nobiliarios y cargos en
el Estado. El objetivo era ennoblecerse, estos se debía a que la nobleza era uno de los estamentos
privilegiados y la cultura predominante de la época era noble: acceder a ese estamento era
acercarse al poder y obtener un estatus social más alto. Además, en el inestable siglo XVII, la tierra
y los cargos públicos parecían opciones seguras de inversión. Por otra parte, la burguesía todavía
no había adquirido conciencia de grupo y de su poder.
LOS CAMPESINOS :
Los campesinos formaban el sector social más numeroso de la sociedad y con su trabajo
sostenían prácticamente el resto de la misma y al Estado. La economía europea, hasta mediados
del siglo XIX, fue básicamente agraria.
Esto explica que los gobiernos absolutistas se mantuvieran alerta ante cualquier asomo de
rebeldía entre los campesinos, ya que, con sus levantamientos, podían poner el peligro todo el
andamiaje de la sociedad.
Un grupo minoritario de campesinos era propietario y rico, situación que le permitía vivir sin
dificultades económicas. Pero aún carecía de representación política y le era muy difícil hacer
valer sus derechos. La mayoría de los campesinos no poseían tierras y debían trabajar para otros.
Este numeroso grupo de la sociedad pasaba grandes hambrunas y era el blanco principal de las
epidemias. También estos campesinos pobres sufrían las arbitrariedades de los señores feudales y
del Estado, que les imponían cargas fiscales y penas.
El siglo XVII, estuvo marcado por un deterioro de las condiciones del campesinado. En muchas
regiones de Europa se produjeron grandes levantamientos, que fueron sangrientamente
reprimidos. Sin embargo, hay que tener presente que la situación del campesinado era diferente
en las distintas zonas europeas. En Inglaterra, por ejemplo, el campesinado libre era mayoritario;
en los países del Este europeo, el campesinado estaba duramente sometido e incluso la
servidumbre subsistió hasta avanzado el siglo XIX.
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EL ABSOLUTISMO EN EUROPA
La larga crisis del siglo XIV actuó de forma favorable para la consolidación de los poderes de la
monarquía. En efecto, la crisis golpeó con dureza el poder económico y político de los señores
feudales, y permitió que se liberasen otras fuerzas sociales, como la ostentada por la burguesía.
La antigua nobleza señorial, arruinada, necesitó del poder central para mantener sus
posiciones. Las nuevas fuerzas emergentes también necesitaron para consolidarse, a la
monarquía. Surgió una “nueva aristocracia” que quería heredar y en la mayoría de los casos lo
logró, privilegios de la “vieja” aristocracia feudal, pero para ello requería un poder estatal fuerte.
En particular en Europa occidental y a lo largo de los siglos XIV y XV, se fueron conformando los
Estados Modernos. El poder de los príncipes y reyes se acrecentó, sustentándose sobre bases
diferentes, tales como:
Cierta entidad territorial, con fronteras definidas, en donde la autoridad central fuera
reconocida. Tal concentración de características recibía el nombre de “imperium” es
decir, la capacidad que tenía un Estado de imponer su autoridad a todos los ciudadanos
en un territorio.
De modo complementario, el desarrollo de la diplomacia como forma de que ese Estado
fuera reconocido por otros.
El establecimiento de una burocracia profesionalizada, apta para administrar los asuntos
de Estado
La conformación de un ejército poderoso, que le asegure al Estado el reconocimiento
de su poder, tanto dentro como fuera de sus fronteras.
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La creación de una sólida infraestructura fiscal, que permitiera al Estado tener sus
propios recursos sin depender de los donativos o servicios que quisieran hacerle nobles
y clero.
Este proceso no fue igual en todos los países y se desarrolló con lentitud, pero fue preparando
el terreno para el surgimiento de su forma más elaborada: el absolutismo monárquico. Por lo
tanto esta progresiva consolidación de los Estados Nacionales constituyó un antecedente o factor
que desencadenó el establecimiento de la monarquía absoluta.
Además del creciente fortalecimiento del poder estatal que se ha señalado, se deben tener en
cuenta otros factores. Para algunos historiadores la lucha de clases entre nobleza feudal en
decadencia y burguesía en ascenso favorecieron al Estado, que se apoyó en unos u otros, según
su conveniencia. Sin embargo otros historiadores sostienen que las alianzas sociales de la
monarquía absoluta nunca fueron demasiado claras y que, en última instancia, la monarquía
absoluta constituyó una nueva forma de poder de la aristocracia.
Sin duda, la extensa crisis económica del siglo XVII favoreciendo el advenimiento del
absolutismo, ya que hizo imperioso el establecimiento de un gobierno fuerte para evitar una crisis
general. Según el historiador Henry Kamen, “las dificultades económicas (…) animaron al Estado a
intervenir más activamente para proteger el interés general”.
Pero, además, debe tenerse en cuenta la crisis religiosa provocada por la Reforma. La ruptura
de la unidad espiritual y las consiguientes guerras de religión implicaron una grave inestabilidad
social. En ese marco, el rey se transformó en el único símbolo de unidad y de seguridad social.
En ese mismo sentido actuaron las frecuentes rebeliones populares del siglo XVII, provocadas
por la crisis económica. Para las clases propietarias fuera de la nobleza, clero y burguesía, el
establecimiento de un poder central muy fuerte era condición necesaria para asegurar la paz y
proteger sus intereses económicos y sociales. Quizás este pueda ser considerado como uno de
los factores más importantes entre los que propiciaron el triunfo de la monarquía absoluta.
Por gobierno absolutista se entiende una serie de formaciones políticas desarrolladas desde
fines del siglo XVI hasta el siglo XVIII que, en síntesis, consistieron en la concentración de grandes
poderes en manos del monarca.
La característica fundamental del Estado absolutista fue la instauración de la monarquía
centralizada. El poder político, que anteriormente se ejercía en el feudo, pasó a ser ejercicio por la
Corona. Esta nueva forma de gobierno se basó en la teoría de que el soberano recibía su poder de
Dios para, a su vez, gobernar al pueblo. También hubo un retorno a los principios del derecho
público romano, fundamentalmente en lo referente al derecho absoluto de los gobernantes. El rey
era la fuente suprema todo poder y de todas las leyes y su decisión era considerada “la ley´”.
El monarca que llevó al extremo esta concepción del absolutismo fue Luis XIV de Francia, a
quien se adjudica una frase célebre: “El Estado soy yo”.
El rey era el jefe del Estado absolutista y ejercía en forma personal el poder. Era el máximo
responsable del bienestar de su reino y de sus habitantes, los súbditos. Para ello debía contar con
un ejército que le permitiera derrotar militarmente a los nobles rebeldes, a los campesinos
sublevados y a las tropas de los Estados enemigos. El Estado absolutista ejercía un control sobre la
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burocracia, necesario para la administración del reino, la diplomacia, las finanzas y el cobro de los
impuestos. También se preocupó por el desarrollo del comercio.
A medida que las rentas feudales comenzaron a ser percibidas por el monarca, los nobles
dependieron de la distribución que la Corona hacía de ellas. De esta forma, la clase noble,
debilitada, quedó sometida al poder real. Para reforzar el control de la administración, el rey se
valió de un nuevo tipo de funcionarios: los intendentes, en Francia y los corregidores, en España.
En algunos países como Francia, se produjo la venta de cargos públicos y títulos nobiliarios, que
fueron adquiridos por la burguesía. Estos beneficios otorgados por el rey respondían a una
cuestión económica, pues los burgueses, muchas veces, prestaban plata y financiaban los gastos
de la monarquía. Sin embargo, más allá del aparente beneficio de la burguesía, los monarcas
mantuvieron a los nobles en lo alto de la jerarquía social. El estado absolutista fue el último
intento de la clase feudal por dirigir a la sociedad.
Pese a todos estos poderes, el monarca absoluto tenía límites. Estos podían ser jurídicos o
prácticos. Entre los límites jurídicos estaban, por ejemplo las “leyes fundamentales del reino”: si
se establecía que la monarquía solo podía ser heredada por el primogénito varón, el rey no podía
cambiarla. El rey tampoco podía desconocer los “contratos y costumbres” del reino, ni el
“derecho de gentes”, es decir el derecho a la vida, la propiedad con limitaciones y otros derechos
que tenían los súbditos del Estado.
También existieron límites derivados de la práctica, de la realidad en la que ejercía su gobierno.
Las comunicaciones malas y lentas, la dependencia del poder económico de la ascendente
burguesía y aun de la nobleza, la escasez y corrupción de los funcionarios, la dificultad para cobrar
los impuestos, fueron, entre otros, límites concretos al poder real.
Dictar leyes, ejecutarlas y juzgarlas. Todos los poderes del Estado se concentran en el
Rey, de tal forma que “La voluntad del Rey es ley”.
Irresponsabilidad por sus actos frente a los hombres , solo es responsable de lo que
haga frente a Dios.
Símbolo del orden y la unidad del reino.
Todos los bienes del reino están, en teoría en sus manos, porque la “salvación” está
por encima de la propiedad individual.
Es “dueño” de los impuestos y solo él puede establecerlos o quitarlos, en aquellos
lugares que se mantiene autonomía fiscal es por “gracia” del Rey.
BIBLIOGRAFIA UTILIZADA: