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Entorno A Lo Sagrado Tres Estudios
Entorno A Lo Sagrado Tres Estudios
1
PREFACIO
2
Habiendo puesto de relieve en los trabajos anteriores aquellos elementos que
comparten la religión judía y la cristiana en relación con lo sagrado, busco señalar en
un tercer momento los principales puntos que las diferencian.
Siguiendo la guía del renombrado teólogo francés Yves-Marie Congar, propongo una
lectura de un artículo de su autoría en el que resume la cuestión basándose en la
diferencia entre lo “sagrado de separación” y lo que llama “sagrado pedagógico”. En
busca de un nuevo nivel de reflexión intento una lectura del tema centrándome en la
idea de un “sagrado de comunicación” y poniendo de relieve la paradoja de una
sacralidad a la vez exclusiva e inclusiva1.
Cierro el trabajo con una “conclusión abierta” en una rápida mirada a E.Lévinas y su
paso “de lo sagrado a lo santo”.
1
Los artículos aquí presentados han sido publicados por separado en distintas revistas especializadas:
“Mircea Eliade y la sacralidad arcaica” publicado en Sapientia Vol. LXVI Fasc 227-228 Buenos Aires 2010
93-109.
“Henry Duméry y la sacralidad histórica” publicado en Franciscanum Vol. LVI, n.161 Bogotá enero-junio
2014 129-149.
“Yves-Marie Congar y la sacralidad cristiana” publicado en Teología Tomo L, n.115, Buenos Aires.
diciembre 2014 215-228.
Se les ha añadido un prefacio y una “conclusión abierta”; se han hecho modificaciones de forma.
3
MIRCEA ELIADE Y LA SACRALIDAD ARCAICA
Este artículo busca iniciar una serie de estudios que se ocupen, desde la perspectiva
de la filosofía de la religión, de la noción y la realidad de lo sagrado. Se toma como
punto de partida el que, si la filosofía de la religión se orienta a develar la esencia de
lo religioso, lo sagrado se presenta, a la par de lo divino, como uno de los elementos
mayores2 de esa peculiar realidad. La “sacralidad” sería pues esa cualidad que el
hombre –el “homo religiosus”3– atribuye a ciertos seres “mundanos” haciendo que,
de su consideración como “profanos”, pasen a ser considerados como “sagrados”4.
La “santidad”, atribuida a lo divino como su propiedad, en parte se identifica con la
sacralidad; ello en la medida en que el dios o los dioses la comunican a alguna
realidad no divina, volviéndola en consecuencia, “sagrada” o incluso “santa” porque
a la vez portadora y comunicadora de la santidad divina5. La sacralidad “arcaica” hará
referencia a lo sagrado tal cual ha sido vivido y pensado por las religiones
“primitivas” o “ancestrales” –las formas más antiguas de expresión religiosa–,
obteniendo de algún modo su consagración en las llamadas “religiones nacionales”6.
2 Sigo en este punto a autores como R.FERRARA (cf. Filosofía de la religión Curso policopiado Buenos Aires
2001=Curso), H.BOUILLARD (cf. “La categoria del sacro nella scienza delle religioni” en E.CASTELLI ET AL.
Il Sacro. Studi e ricerche Roma 1974 33-56 =Bouillard) y M.MESLIN (cf. L'expérience humaine du divin.
Fondements d'une antropologie religieuse Paris 1988 =Meslin). Si se busca obtener una cierta definición de
la religión y todo lo que ella supone, es necesario no solamente elaborar, como hace Eliade, una “morfología
de lo sagrado”, sino también pensar una “tipología de lo divino” como lo hace el mismo Ferrara (Curso 50-
57) o, a su modo, J.L. SÁNCHEZ NOGALES Filosofía y fenomenología de la religión Salamanca 2003 469-
578. Los tres autores antes mencionados no dejan de mostrar discrepancias o reparos frente a otras posturas
del autor rumano: vid. Curso 21 y 36, Meslin 63-97, Bouillard 34-37.
3 La expresión es aquí utilizada para designar a los hombres que entienden definir su existencia por la
relación con lo divino (cf. al respecto J.RIES ET AL. Tratado de antropología de lo sagrado I. Los orígenes
del homo religiosus Madrid 1995). Diversa será, como veremos, la visión de Eliade quien define al hombre
únicamente por su relación con lo sagrado: cf. infra nota 16.
4 La bibliografía en torno a lo sagrado es vastísima; me permito remitir aquí solamente a J. RIES El sentido
de lo sagrado en las culturas y religiones Barcelona 2007 y a la bibliografía allí contenida.
5 Véase allí mismo 73ss.
6 Entiendo la expresión “religiones nacionales”, por un lado, en su sentido más elemental: se trata de
aquellas religiones en las que el culto y las divinidades forman parte esencial del patrimonio cultural de un
grupo social cerrado (casos típicos: Egipto en la antigüedad, Japón en la actualidad). Por otro lado, en un
sentido más amplio y complejo, busco también señalar las religiones nacionales “abiertas” tal como se dan
hoy en día en la India y la China, identificadas así con religiones consideradas hoy “universales”. Además,
4
Entre los muchos autores que se han ocupado de este tema, Mircea Eliade tiene sin
duda el lugar de lo que puede considerarse un clásico y conserva, por tanto, no poca
actualidad7. Además, su modo particular de acercarse a lo sagrado parece el más
apropiado para introducirse en la materia a tratar: en su doble condición de
historiador de las religiones y fenomenólogo él posee una visión que abarca tanto la
realidad concreta –positiva, diríamos– de las religiones y, al mismo tiempo, una
especial capacidad para develar las “estructuras” que, en diversos grados de
universalidad, subyacen a los fenómenos. Por último, su especial concentración en lo
sagrado “arcaico” hace de él un candidato ideal para iniciarse en ese tema. En tal
sentido es mi intención abrir un diálogo que no solamente permita un enriquecerse
con el pensamiento del autor sino también ayude a dar, con su guía, algunos pasos
propios –aunque todavía no definitivos– en el campo mencionado.
Convendrá señalar primero, de modo rápido, los grandes presupuestos y los ejes
aunque parcialmente presente los rasgos de una religión nacional, el caso de Israel deberá ser puesto aparte
en razón de la valencia central de lo histórico que se gesta en ella desde el principio. Para todo este tema, con
criterios diversos, puede verse con utilidad la clasificación de F. DIEZ DE VELASCO en Introducción a la
historia de las religiones Madrid 20023 (corregida y aumentada).
7 Dado que las traducciones de Eliade al español son en general correctas y se hallan en su mayoría, a
diferencia de las versiones originales, disponibles para el lector de nuestro medio, me permitiré aquí citarlas
en dicha versión, dejando constancia entre corchetes [ ] de los datos de la versión original.
5
temáticos del autor rumano, así como decir algo a propósito de su método y los
eventuales límites de su pensamiento. Esto permitirá pasar de lleno al tema de lo
sagrado y a su visión de lo “sagrado arcaico”.
De acuerdo con D. Allen8 hay que señalar dos grandes presupuestos del pensamiento
de Eliade: la irreductibilidad de lo sagrado y la oposición dialéctica entre lo sagrado y
lo profano. Junto a ellos consideramos que es necesario tener en cuenta –por las
razones que oportunamente se verán– la distinción entre lo “sagrado arcaico” y lo
“sagrado judeocristiano”.
6
En cuanto a la relación entre lo sagrado y lo profano es importante advertir que, en la
mirada de Eliade, ellos se oponen de modo dialéctico, vale decir, conteniendo cada
uno en sí la posibilidad de retorno al otro: lo sagrado surge de lo profano pero, dadas
las circunstancias, puede retornar a él; más aún, puede, en la circularidad de la
dialéctica, volver a “sacralizarse”. Este modo de considerar las cosas responde a dos
premisas: la cercanía con la sacralidad arcaica y, muy especialmente, la cercanía con
los mecanismos básicos de constitución histórica –una dinámica fáctica, podría
decirse– de lo sagrado. En tal sentido, como espero mostrar más adelante, Eliade no
se plantea la cuestión de lo “sagrado constituido” según la cual, más allá de una
dinámica dialéctica, se puede y debe admitir para lo sagrado –aun en la experiencia
de los pueblos más primitivos– un papel de “mediación” que lo hace, por naturaleza,
articularse con lo profano en función de comunicar lo “divino”.
10 Así lo expresa el mismo, por ejemplo, en el prólogo a la versión en lengua inglesa de El mito del eterno
retorno. Arquetipos y repetición Buenos aires 1952 (=Mito)[Le mythe de l'éternel retour. Archétypes et
répétition Paris 1949]: “El tema esencial de mi investigación [en esta obra] consiste en la imagen que el
hombre de las sociedades arcaicas se hace de sí mismo y de su lugar en el cosmos. La diferencia principal
entre el hombre de las sociedades arcaicas y tradicionales y el hombre de las sociedades modernas, con su
fuerte impronta del judeocristianismo, yace en el hecho de que el primero se siente a sí mismo conectado
indisolublemente con el cosmos y los ritmos cósmicos, mientras que el segundo insiste solamente en su
conexión con la historia”. Inmediatamente aclara: “Por cierto, para el hombre de las sociedades arcaicas, el
cosmos también tiene una 'historia', al menos porque es creación de los dioses y se considera que ha sido
organizada por seres sobrenaturales o héroes míticos. Pero esta 'historia' del Cosmos y de la sociedad humana
es una 'historia sagrada', preservada en los mitos y transmitida por ellos. Más aún, es una 'historia' que puede
ser repetida indefinidamente, en el sentido que los mitos sirven como modelos para las ceremonias que
periódicamente reactualizan los tremendos sucesos que ocurrieron en el comienzo del tiempo” [The myth of
the Eternal Return or Cosmos and History New York 1965].
11 Prefacio a la edición francesa de Lo sagrado y lo profano Barcelona 19814 (=Sagrado)[Le sacré et le
profane Paris 1957]
7
sostener la perfecta legitimidad de ambas. Eliade no es un “antimoderno” sino más
bien alguien que –admirado ante el fuerte sentido de lo sagrado en las culturas
antiguas– se interroga sobre el sentido de su crisis y su supervivencia en las culturas
“modernas”12.
Cerrando este punto es de notar que la metodología empleada por Eliade es uno de
los asuntos sobre los que más se ha discutido. Quizás sea ese punto el que hace que,
hoy en día, por ejemplo, para Francisco Díez de Velasco, la obra de Eliade resulte
difícilmente clasificable; casi seguramente, como él mismo lo dice, por su particular
modo de entender la fenomenología de las religiones13. En efecto, si se tiene en
cuenta la presentación hecha por J. Ries14, Eliade es más que un simple historiador de
las religiones –o lo es, en todo caso, de un modo completamente particular– porque
incorpora a la consideración puramente histórica una perspectiva fenomenológica y
una perspectiva hermenéutica. Según Ries, Eliade hace suya la teoría de Petazzoni
que ve “en la fenomenología de la religión la comprensión religiosa de la historia, la
historia en su dimensión religiosa”15. Matizando a J. Ries, es necesario reconocer que,
en rigor de verdad, Eliade se halla a una buena distancia de los métodos
fenomenológico y hermenéutico propuestos por las filosofías que han desarrollado
dichos métodos. Se trata más bien, en cuanto a la fenomenología, de aplicar el
principio de que la “escala crea al fenómeno” para luego, sin salir de la masa de los
datos históricos sino desde su interior, intentar discernir los elementos que componen
cada manifestación de lo sagrado –en términos de Eliade: cada “hierofanía”–; esto
permitirá establecer una morfología de lo sagrado ya que los fenómenos religiosos se
12 Cf. P.e. Mito y realidad Barcelona 19835 (=Aspectos)[Aspects du mythe Paris 1963] 170ss.
13 Historia de las religiones. Bibliografía general Preparada por Francisco Diez de Velasco Universidad de
La Laguna (Canarias, España) Versión: febrero de 2008 25.02.08 en
http://webpages.ull.es/users/fradive/bibliohr.pdf
14 RIES, J. “Histoire des religions, phénoménologie, herméneutique. Un regard sur l'oeuvre de Mircea
Éliade” en TACOU, C.(edit) Mircea Eliade Cahiers de l'Herne, 1978, 11-24.
15 Id. p.15 la cita corresponde a La búsqueda. Historia y sentido de las religiones Barcelona 20003 p.7 [The
quest Chicago 1969] p.23 nota 8 (=La búsqueda) que retoma un pasaje del trabajo de R. PETAZZONI “The
Supreme Being: Phenomenological Structure and Historical Development” en ELIADE,M-KITAGAWA, M.
(eds) History of religion. Essays in Methodology Chicago 1959 p.66.
8
articulan en “sistemas simbólicos”16. La hermenéutica, por su parte, apunta a una
antropología filosófica ya que busca revelar el valor de lo sagrado para la condición
humana17. Esta postura –en su fenomenología pero particularmente en su
hermenéutica antropológica–, como lo precisa D. Allen a lo largo de su trabajo18,
hace de Eliade el blanco de no pocas críticas.
En otras palabras, a Eliade no se le debe pedir el ser un filósofo puro; mejor aún, es
importante admitir que se trata de un historiador y fenomenólogo de las religiones
que hace filosofía pero no de un filósofo en el sentido estricto: de allí que en sus
escritos no sea extraño encontrar por una parte, afirmaciones que no parecen
compadecerse completamente entre sí y, por otra, una cierta despreocupación por la
precisión terminológica. Su trabajo de develamiento de “sistemas” o “estructuras”
comunes a todas las religiones puede ser admitido sin problemas con la condición de
aceptar correcciones y puestas al día en la lógica “circularidad” de “fenómeno” y
“estructura”. Esto es lo que se tiene en cuenta a lo largo del presente trabajo. Más
complicada es la admisión de la tesis antropológica –propuesta pero nunca
enteramente desarrollada por Eliade– de que lo sagrado “...es un elemento de la
estructura de la conciencia humana y no una etapa de su historia”19. A pesar de su
16 Allen 133ss.
17 Así, como conclusión de su camino metodológico Eliade llega a afirmar que el “homo religiosus” es no
solamente el hombre religioso de la historia sino también y sobre todo el hombre tout court: “Dicho de
otro modo, ser humano –o mejor aún, llegar a ser humano– significa ser religioso” (La búsqueda p.7).
Ello sucede porque “La conciencia de un mundo real y significativo se halla íntimamente ligado al
descubrimiento de lo sagrado” ib. De allí que líneas antes sostenga que “...'religión' todavía puede ser una
palabra útil si tenemos en cuenta el hecho de que no implica necesariamente la creencia en Dios, dioses o
espíritus, sino que se refiere sólo a la experiencia de lo sagrado y, por tanto, se halla relacionada con los
conceptos de ser, sentido y verdad”(ib). Para una consideración filosófica de Eliade puede verse
J.GREISCH Le buisson ardent et les lumières de la raison. L'invention de la philosophie de la religion T.II.
Les approches phénoménologiques et analytiques Paris 2002 219-240.
18 Cf. Allen 207ss..
19 La búsqueda Loc. Cit. La obra de Mircea Eliade, a pesar de la sencillez de ciertos escritos de
divulgación, no es de simple abordaje. Ello se debe a la conexión que existe entre los distintos “Eliades”:
existe en efecto un Eliade autobiográfico (que se encuentra en diarios personales, memorias y
entrevistas), un Eliade literato (autor de algunos ensayos y especialmente de múltiples novelas y cuentos
del tono de un “realismo mágico” muy particular) y un Eliade historiador-filósofo. A su vez, si se sigue e
I.Couliano, en la clasificación de estos últimos escritos se pueden señalar tres niveles básicos de su
propuesta: “...la propia del especialista, autor de las monografías sobre el yoga (1936-1954), el
chamanismo (1951) o las religiones australianas (1973); la del fenomenólogo-comparatista, autor del
9
centralidad y su capacidad de condicionar toda investigación, ella será puesta entre
paréntesis a lo largo de este estudio. En todo caso el puente que su pensamiento
tiende entre la filosofía y la experiencia histórica sigue siendo un tesoro invaluable y
abre un campo digno de ser trabajado en sus diversos aspectos.
Lo sagrado y lo profano
Tomando pie en la obra de R. Otto20, Eliade señala que, a diferencia de este autor, su
propósito es el de “presentar el fenómeno de lo sagrado” no solamente en un aspecto
–el de la conjunción de los elementos racional e irracional– sino “en toda su
complejidad”. Más exactamente, lo que le interesa es el fenómeno de lo sagrado “en
su totalidad”21.Para ello parte de una primera definición: “lo sagrado es lo que se
opone a lo profano”22.
'Tratado de historia de las religiones' (1949), de los 'Aspectos del mito' (1963) o de la enorme 'Historia de
las creencias y de las ideas religiosas' (1976-1983); y la del filósofo, autor de varios ensayos importantes,
en rumano y en francés, algunos publicados en los volúmenes 'Mitos, Sueños y Misterios' (1957), 'La
Nostalgia de los orígenes' (1971), etc” (COULIANO I.P. “Mircea Eliade y el hombre ideal” en Homo
religiosus. Dialogues avec le sacré Paris 1994 s.m.p. Cit.en.www.temakel.com/texmitsmeliade.htm.Puede
verse una bibliografía actualizada y comentada en J.A. HERNÁNDEZ GARCÍA Estudios de Asia y África,
vol. XXXVIII núm. 1, 223-262. El Colegio de Mexico, 2003 o en versión digital
http://revistas.colmex.mx/revistas/10/art_10_217_521.pdf
20 Sagrado p.9. Se trata de la obra de R. OTTO Das Heilige. Über das Irrationale in der Idee des Göttlichen
und sein Verhältnis zum Rationalen 1917 (=Heilige). Tomo como eje de mi exposición Sagrado (cf. nota 10).
21 Id. p.10.
22 Ib.
23 Ib.
24 Cf. p.e. Id. 22 y 24.
10
entendido y vivido, lo sagrado “ya constituido” existiría para lo profano y no a la
inversa; no podría por tanto hablarse allí de oposición sino de complementariedad 25.
Pero es indudable que la perspectiva que prima en los escritos del rumano es, por así
decirlo, del orden existencial ya que se halla en función de explicitar la vivencia
básica del homo religiosus: lo “sagrado es, lo profano no es” y por tanto lo profano
existe para y por lo sagrado, esto es, para devenir, dialécticamente, su opuesto. De allí
que existe en la continua posibilidad de “profanizarse” y de necesitar, de alguna
manera, de una nueva “sacralización”. Hay que admitir además que dicha vivencia
llega a formularse como una cierta postura filosófica: Eliade entiende la oposición
sagrado-profano como una coincidentia oppositorum.26
La idea del ganz andere,de cuño claramente ottiano, sirve aquí para determinar la
naturaleza de la diferencia entre los dos elementos opuestos:
25 Con un lenguaje no del todo eliadiano comenta J.Ries: “Según las teoría elidiana, en toda hierofanía hay
que distinguir tres elementos: el objeto natural que continua situado en su contexto normal, la realidad
invisible o lo 'totalmente otro' que forma el contexto revelado y el mediador que es el objeto natural revestido
de una nueva dimensión que es la sacralidad. Ésta hace del objeto el revelador del 'totalmente otro' C.TACOU
(DIR) Mircea Eliade Cahier de l'Herne Paris 1978 p.14. A mi parecer, en la perspectiva del hombre religioso
arcaico, tal como la ve nuestro autor, la comunicación entre lo divino y lo humano parecería orientarse más
bien hacia una esquema “totalizador” en el que la comunicación establece diversos grados de sacralidad que
mantienen siempre “fuera” lo caótico-profano y en el que no le cabría por tanto a lo sagrado un papel de
“mediador” sino más bien de unificador de las energías cósmicas y el mundo de lo humano.
26 Cf. p.e. Mefistófeles y el andrógino Barcelona 2001 [Mephistopeles et l'androgyne Paris 1962] 77-119.
27 Sagrado p.10.
11
que ya no es ni piedra ni árbol, sino lo sagrado, lo ganz andere.28
Pero ¿qué hace que una realidad se mueva de un polo al otro, de lo profano a lo
sagrado? La respuesta no pasa, como bien podríamos imaginarnos siguiendo a Otto,
por el descubrimiento de una particular relación entre esa realidad y un “numen” que
la hace entrar en el ámbito de lo “completamente otro”; Eliade, aun señalando la
“ruptura” que todo sagrado implica, señala solamente lo que ese “totalmente otro”
contiene para el hombre y que designa aquí con cuatro términos: potencia
(puissance), perennidad, eficacia y realidad (ser):
Lo sagrado está saturado de ser. Potencia sagrada quiere decir a la vez realidad,
perennidad y eficacia. La oposición sacro-profano se traduce a menudo como
una oposición entre real e irreal o pseudo-real...Es, pues, natural que el hombre
religioso desee profundamente ser, participar en la realidad, saturarse de
poder29
28 Id.10-11.
29Agrega Eliade: “Entendámonos: no hay que esperar reencontrar en las lenguas arcaicas esta terminología
filosófica: real, irreal, etc.; pero la cosa está ahí. Es, pues, natural que el hombre religioso desee
profundamente ser, participar en la realidad, saturarse de poder” Ib.
12
el uno como lo real-formado, el otro como lo no real-informe:
La presencia del elemento divino, puesto en relación con lo sagrado, parece desplazar
la descripción de éste más allá de la simple negación de lo profano como “caos” o
pura ausencia de forma y más allá de su afirmación como lo “formado” y “habitable”;
en efecto, la descripción se acerca a la definición de un sagrado “constituido” el que,
por su función de “apertura entre dos mundos”, permite comunicar el mundo de los
30 Id.p.16.
31 Id. p.19.
13
hombres con el mundo de los dioses y tiene como referente esencial la experiencia de
la trascendencia; ésta, entendida por cierto en un sentido amplio, consiste en la
posibilidad, ofrecida por lo sagrado –aunque no admitida explícitamente por Eliade–
no sólo de ir “más allá de lo profano” sino también de ir “más allá de lo humano”,
esto es, de pasar al mundo de los dioses (y de que los dioses pasen a nuestro mundo).
La apertura pues hace a la esencia misma del espacio sagrado, espacio que, en este
caso, además de permitir al hombre “escapar” del mundo profano, le permite, ante
todo y sobre todo, entrar en comunicación, en contacto con lo divino.
Más aún: tan esencial resulta al cabo lo divino que de él depende la constitución
misma del espacio sagrado y su funcionamiento como “apertura”:
32 Sagrado 22 y 24.
14
instituído por los dioses mismos a partir de una realidad humana “sacralizada”, puede
ser comunicado a los hombres.
Pero hay más: la salida del caos que supone todo espacio sagrado es en realidad
posible sólo y únicamente por obra de los dioses, su trascendencia y su santidad. Por
último esa trascendencia (que distingue a lo divino en sí mismo y a lo sagrado como
su lugar de manifestación-acción) implica, por una parte, lo que ella misma significa,
esto es, un “más allá” (como sea que se lo conciba) del cosmos y del hombre y, por
otra parte, al ser un más allá divino, implica que se trata de algo que de por sí es
completamente inaccesible33 al hombre y que solamente se alcanza por el obrar
mismo del dios o de los dioses.
El seguir al autor en su descripción del tiempo sagrado como segunda gran modalidad
de lo sagrado va a permitir descubrir ahora lo específico de la sacralidad arcaica, en
contraposición con las sacralidades no arcaicas.
El tiempo cósmico
33 Si nos atenemos en este caso a lo que señala el mismo Otto en Heilige 12. Todo esto no quita lo que
señala Bouillard acerca de la lectura eliadiana de lo sagrado al colocarlo en la lista de quienes identifican lo
sagrado con lo divino y lo trascendente (Bouillard 34-37). Me atrevería a decir, matizando a Bouillard, que
Eliade realiza dicha identificación en línea de principio y condicionado por su presupuesto antropológico:
vid. supra nota 16; no sucede lo mismo, como se ve en los textos citados, cuando asume el rol de historiador.
Esto es quizás aún más claro en la selección de textos que realiza para sus alumnos en From Primitives to
Zen. A thematic Sourcebook of the History of Religions Londres 1967 en la que dedica el primer capítulo al
tema “Gods, goddesses, and supernatural beings“ (3-78).
15
sostiene el cosmos –por encima del espacio “informe”– porque lo conecta con su
origen divino, por la misma razón el tiempo sagrado funda y sostiene la vida del
cosmos por encima del tiempo “informe”, es decir, irreversible y de última carente de
sentido porque lo conecta con el “tiempo” original (“illud tempus”), aquel tiempo de
la cosmogonía obrada por los dioses. Por eso a la vida cósmica, en su recorrido
temporal, se la concibe bajo la forma de una trayectoria circular. El hombre escapa
así al “terror de la historia”. A través de la reiterada ejecución del rito y narración del
mito, los dioses vuelven a dar origen al mundo del hombre, renovándolo
indefinidamente:
Ahora bien, respecto de esta concepción conviene tener en cuenta, en primer lugar,
que
34 “Este simbolismo está indicado claramente en la estructura arquitectónica de los santuarios. Puesto que el
Templo es a la vez el lugar santo por excelencia y la imagen del Mundo, santifica el Cosmos por entero y
santifica igualmente la vida cósmica. Ahora bien: a esta vida cósmica se la concebía bajo la forma de una
trayectoria circular. Se identificaba con el Año. El Año era un círculo cerrado: tenía un comienzo y un final,
pero tenia también la particularidad de que podía «renacer» bajo la forma de un Año Nuevo. Con cada Año
Nuevo venía a la existencia un Tiempo «nuevo», puro y santo porque no estaba desgastado aún”. Sagrado
p.48 vid. et. 44, 51 y 58
35“Por el contrario, se deja ver aquí también la obsesión ontológica, esa característica esencial del hombre
de las sociedades primitivas y arcaicas. Pues, en resumidas cuentas, desear reintegrar el Tiempo de origen
significa desear también reencontrar la presencia de los dioses y recuperar el Mundo fuerte, fresco y puro, tal
como era in illo tempore. Se trata a la vez de una sed de lo sagrado y de una nostalgia del Ser. En el plano
existencial, esta experiencia se traduce en la certidumbre de poder recomenzar periódicamente la vida con el
mayor número de «oportunidades». Se trata, en efecto, no sólo de una visión optimista de la existencia, sino
también de una adhesión total al Ser. Por todos sus comportamientos, el hombre religioso proclama que no
16
En segundo lugar hay que notar que lo profano aparece aquí bajo una nueva luz: ya
no es “inconsistente” sino que, una vez que, por así decirlo, ha tomado contacto con
lo sagrado, tiene su correspondiente “peso” o “consistencia”:
cree más que en el Ser, que su participación en el Ser se la garantiza la revelación primordial de la que es
custodio. La suma de las revelaciones primordiales está constituida por sus mitos” Id. p.59.
36“Para poner un solo ejemplo, es la hierogamia divina que tuvo lugar in illo tempore lo que hizo posible la
unión sexual humana. La unión entre el dios y la diosa acontece en un instante atemporal, en un presente
eterno; las uniones sexuales entre los humanos, cuando no son rituales, se desarrollan en la duración, en el
Tiempo profano. El Tiempo sagrado, mítico, fundamenta asimismo el Tiempo existencial, histórico, pues es
su modelo ejemplar. En suma, gracias a los seres divinos o semidivinos todo ha venido a la existencia. El
«origen» de las realidades y de la Vida misma es religioso. Se puede cultivar y consumir «corrientemente» el
yam, porque periódicamente se le cultiva y se le consume de una manera ritual. Y se pueden cumplir estos
ritos porque los dioses los han revelado in illo tempore, cuando crearon el hombre y el yam, y mostraron a
los hombres cómo se debe cultivar y consumir esta planta alimenticia”. Id. p.56
17
Ahora bien: la repetición despojada de su contenido religioso conduce
necesariamente a una visión pesimista de la existencia. Cuando deja de ser un
vehículo para reintegrar una situación primordial y para reencontrar la
presencia misteriosa de los dioses, cuando se desacraliza, el Tiempo cíclico se
hace terrorífico: se revela como un círculo que gira indefinidamente sobre sí
mismo, repitiéndose hasta el infinito.37
El tiempo histórico
Ahora bien, no hay duda de que con el judaísmo se introduce una novedad en la
concepción y experiencia del tiempo:
37“Es lo que ha sucedido en la India, donde la doctrina de los ciclos cósmicos (yuga) ha sido sabiamente
elaborada…Es el auténtico «eterno retorno», la eterna repetición del ritmo fundamental del Cosmos: su
destrucción y su recreación periódica. En suma, es la concepción primitiva del «Año-Cosmos», pero
despojada de su contenido religioso. Hay que decir que la doctrina de los yuga fue elaborada por las élites
intelectuales y que, si llegó a ser una doctrina pan-india, no hay que pensar por ello que se reveló en su
aspecto terrorífico a todos los pueblos de la India. Eran especialmente las élites religiosas y filosóficas las
que sentían desesperación ante el Tiempo cíclico que se repetía hasta el infinito.” Sagrado p.68
18
gana aquí una nueva dimensión: se convierte en una teofanía 38.
19
santificado por la presencia de Cristo. El cristiano contemporáneo que participa
en el tiempo litúrgico se incorpora al illud tempus en que vivió, agonizó y
resucitó Jesús; pero no se trata ya de un Tiempo mítico, sino del Tiempo en que
Poncio Pilato gobernaba Judea. Para el cristiano también el calendario sagrado
reproduce indefinidamente los acontecimientos de la existencia de Cristo, pero
estos acontecimientos se desarrollaron en la Historia; ya no son hechos que
sucedieran en el origen del Tiempo, «al comienzo»…40
En este punto cabe preguntarse: ¿es tal la innovación de lo “sagrado histórico” que se
anula completamente lo “sagrado cósmico”? Saliendo del tema del tiempo sagrado y
entrando en la cuestión del cosmos y sus elementos simbólicos –los que
“representan” cada uno a su modo un aspecto de lo divino-sagrado– se puede
empezar a responder a esta pregunta desde la perspectiva de Eliade.
Hay, ante todo, la valoración del bautismo como descenso al abismo de las Aguas
40“Resumiendo, la Historia se presenta como una nueva dimensión de la presencia de Dios en el mundo. La
Historia vuelve a ser Historia santa, tal como se la concebía, pero en una perspectiva mítica, en las
religiones primitivas y arcaicas...El cristianismo conduce a una teología y no a una filosofía de la Historia,
pues las intervenciones de Dios en la Historia, y especialmente la encarnación en la persona histórica de
Jesucristo, tienen un fin transhistórico: la salvación del hombre” Sagrado p.70.
41 Id. p.82.
20
para sostener un duelo con el monstruo marino. Viene a continuación la valoración
del bautismo, como repetición del Diluvio. A ello se añade el parangón Cristo-Noé42
y Cristo-Adán43. Se saca una conclusión:
Según este puñado de textos, se da uno cuenta del sentido de las innovaciones
cristianas: por una parte, los Padres buscaban correspondencias entre los dos
Testamentos; por otra, mostraban que Jesús había cumplido realmente las
promesas hechas por Dios al pueblo de Israel. Pero conviene observar que
estas nuevas valoraciones del simbolismo bautismal no contradicen el
simbolismo acuático difundido universalmente. Todo reaparece en él: Noé y el
Diluvio tienen como correlato, en innumerables tradiciones, el cataclismo que
puso fin a la «humanidad» («sociedad») con la sola excepción de un hombre
que habría de convertirse en el Antepasado mítico de una nueva humanidad.
Las «Aguas de la Muerte» son un leitmotiv de las mitologías paleo-orientales,
asiáticas y de Oceanía. El Agua «mata» por excelencia: disuelve, borra toda
forma. Y precisamente por esto es rica en «gérmenes», es creadora…El
bautismo es, para el cristiano, un sacramento por haber sido instituido por
Cristo. Pero no por ello deja de recoger el ritual iniciático de la prueba (lucha
contra el monstruo), de la muerte y la resurrección simbólicas (el nacimiento
del hombre nuevo). No decimos que el cristianismo o el judaismo hayan
tomado en «préstamo» tales mitos o símbolos de las religiones de los pueblos
vecinos; no era necesario: el judaismo era heredero de una prehistoria y de una
larga historia religiosa donde todas esas cosas existían ya. Incluso no era
necesario que tal o cual símbolo fuera conservado «despierto», en su
integridad, por el judaísmo. Bastaba con que sobreviviera un grupo de
imágenes, aunque fuera oscuramente, desde los tiempos premosaicos. Tales
imágenes y tales símbolos eran capaces de recobrar, en cualquier momento,
42 Id. p.83.
43 Ib.
21
una poderosa actualidad religiosa.44
A ello se añade
44 Id. p.84.
45 Sagrado p.84
22
revelaciones primordiales: han tenido lugar en el pasado religioso más remoto
de la humanidad, y las innovaciones aportadas ulteriormente por la Historia no
han logrado abolirlas.46
Si se deja de lado expresiones que pueden parecer poco felices –como la referencia a
una “revelación primordial” o revelación cósmica previa–, la respuesta de Eliade a la
cuestión de la relación entre lo sagrado arcaico y lo sagrado judeocristiano, explicada
a través del caso concreto del simbolismo de las aguas, pasaría por señalar la
existencia de una estructura del símbolo de carácter universal. Esta universalidad, con
todo, en una interpretación más “aristotélica” que “platónica”, existe de modo latente
–por eso “espera su cumplimiento” – en la particularidad de las religiones cósmicas
que anteceden a la “revolución” de las religiones históricas.
Se puede notar al pasar que, desde el punto de vista de las religiones “históricas”, la
necesidad de apoyar su revolución en una base cósmica quizás se deba al hecho
antropológico de la imposibilidad de expresar-representar-simbolizar lo temporal en
otros esquemas que no sean esquemas cósmico-espaciales. Con todo, no debe
pensarse que al hablar de “revolución” –y debe tenerse en cuenta siempre el paralelo
con el monoteísmo profético– no se prejuzga algo a favor de las religiones históricas
ya que puede quedar en pie el hecho de la enorme dificultad –que algunos podrían
llamar casi imposibilidad– de pasar de lo cósmico a lo histórico, tal como lo muestra
lo acontecido al pueblo de Israel en su largo y duro “aprendizaje” para pasar de los
ídolos al Dios verdadero. Y tal como lo muestra a la vez, en el cristianismo
ciertamente pero también en Israel (cf. p.e. Ernest Bloch), la permanente tentación de
“retorno a los ídolos”.
46 Id. p.85. Otros aspectos interesantes de mismo tema son tratados en un diálogo con teólogos de la época
en Imágenes y símbolos. Ensayos sobre el simbolismo mágico-religioso Madrid 1979 [Images et symboles.
Essais sur le symbolisme magico-religieux Paris 1955] 165-194.
23
Si la confrontación “cosmos” versus “historia” parecía mostrar la fuerza de
persistencia del aspecto primordial-universal de los simbolismos arcaicos, quizás esto
se acentúa aún más en el momento de considerar de qué modo la vida del hombre
alcanza la santidad divina – en última instancia la inmortalidad– de acuerdo a la
religiosidad arcaica. En tal sentido y en primer lugar Eliade se ocupa de mostrar la
conexión entre lo sagrado cósmico y la vida humana:
47 Sagrado p.101.
24
vida se vive en un doble plano; se desarrolla en cuanto existencia humana y, al
mismo tiempo, participa de una vida transhumana, la del Cosmos o la de los
dioses. Hay que suponer que, en un pasado muy lejano, todos los órganos y
experiencias fisiológicas del hombre, todos sus gestos, tenían una significación
religiosa. Cae esto por su propio peso, pues todos los comportamientos
humanos los instauraron los dioses o los héroes civilizadores.48
Hemos puesto de relieve varias veces que toda forma de «Cosmos» —el
Universo, el Templo, la casa, el cuerpo humano— está provista de una
«abertura» superior. Se comprende mejor ahora la significación de este
simbolismo: la abertura hace posible el paso de un modo de ser al otro, de una
situación existencial a otra. Toda existencia cósmica está predestinada al
«tránsito»: el hombre pasa de la previda a la vida y finalmente a la muerte,
como el Antepasado mítico pasó de la preexistencia a la existencia y el Sol de
las tinieblas a la luz. Destaquemos que este tipo de «tránsito» se inscribe en un
sistema más complejo, cuyas principales articulaciones hemos examinado al
hablar de la Luna como arquetipo del devenir cósmico, de la vegetación como
símbolo de la renovación universal y sobre todo de las múltiples maneras de
repetir ritualmente la cosmogonía, es decir, el tránsito ejemplar de lo virtual a
lo formal. Conviene precisar que todos estos rituales y simbolismos del
«tránsito» expresan una concepción específica de la existencia humana: cuando
nace, el hombre todavía no está acabado; tiene que nacer una segunda vez,
espiritualmente; se hace hombre completo pasando de un estado imperfecto,
embrionario, al estado perfecto de adulto. En una palabra: puede decirse que la
48 Id. p.103.
25
existencia humana llega a la plenitud por una serie de ritos de tránsito, de
iniciaciones sucesivas.49111
Se sigue de todo ello una afirmación fundamental que mira a lo sagrado arcaico-
primario como un “elemento común, invariable” que subyace a las más diversas
49 Id. p.111.
50 Id. p.121.
26
experiencias religiosas:
Inútil insistir sobre las diferencias entre los «hijos» que «engendraba» San
Pablo «en la fe» y los «hijos de Buda» o aquellos que «daba a luz» Sócrates, o
incluso los «recién nacidos» de las iniciaciones primitivas. Las diferencias son
evidentes. La propia fuerza del rito era lo que «mataba» y «resucitaba» al
neófito en las sociedades arcaicas, como la fuerza del rito transformaba en
«embrión» al sacrificante hindú. Buda, por el contrario, «engendraba» por su
«boca», es decir, por la comunicación de su doctrina (dhamma); gracias al
conocimiento supremo revelado por el dhamma nacía el discípulo a una nueva
vida, susceptible de conducirle hasta el umbral del Nirvana. El propio Sócrates
pretendía no desempeñar otro oficio que el de partera: ayudaba a «dar a luz» al
verdadero hombre que cada uno llevaba en lo más profundo de sí mismo. Para
San Pablo, la situación es diferente: engendraba «hijos espirituales» por la fe,
es decir, gracias a un misterio fundado por el propio Cristo. De una religión a
otra, de una gnosis o de una sabiduría a otra, el tema inmemorial del segundo
nacimiento se enriquece con nuevos valores, que cambian a veces radicalmente
el contenido de la experiencia. Queda, sin embargo, un elemento común,
invariable, que podría definirse de la manera siguiente: el acceso a la vida
espiritual comporta siempre la muerte para la condición profana, seguida de
un nuevo nacimiento.51
En este punto con todo se deja ver con más claridad la dificultad de integración del
“elemento común” en las religiones históricas. Porque al parecer Eliade no ha llegado
a develar la esencia más íntima de éstas la que consiste en la inversión de los
términos “cosmos” e “historia” como lugares sagrados y por tanto, como
comunicadores de la salvación. Los ritos que santifican la vida ocupan por ello un
lugar, si se quiere, esencial, pero derivado: Israel no duda de que su salvación se da
51 Id. 123-124.
27
en su Pascua histórica así como el cristiano no duda de que se da en la Pascua
histórica de su Maestro52.
52
Vid. p.e. Curso p.41; cf. DUMERY,H. Phénoménologie et religión. Structures de l’institution chrétienne
Paris 1962.
53 Con todo la postura de Eliade es francamente optimista. Porque, aun reconociendo la crisis de lo sagrado
en la modernidad, confía en un encuentro entre oriente y occidente y el posible resurgimiento de nuevas
formas de sacralidad: cf.p.e. Mitos, sueños y misterios Barcelona 2001 [Mythes, rêves et mystères Paris
1957] 11-37.
28
consecuencia no menor será la afirmación de la persistencia “reprimida” de lo
religioso arcaico-primario en las culturas seculares54. Pero ambos asuntos deberán
quedar pendientes para otros momentos de “exploración” de la naturaleza de lo
sagrado.
29
HENRY DUMÉRY Y LA SACRALIDAD DE LA HISTORIA
Con la guía de fenomenólogo francés Henry Duméry55, busco aquí poner de relieve,
como punto de arranque, aquello que marca su diferencia con la posición de Mircea
Eliade en torno a la naturaleza de lo sagrado. En efecto, para este último autor, lo
sagrado es, ante todo, lo sagrado arcaico o, dicho de otra manera, lo sagrado referido
al cosmos56. A diferencia del rumano, el fenomenólogo francés quiere poner de
relieve el carácter histórico de lo sagrado tal como se presenta en las religiones judía
y cristiana. Como se verá, no se trata aquí de una contraposición total aunque, de
modos diferentes, los autores parezcan conducir a ese punto. En relación con ello, la
tesis que me animo a sostener es que la experiencia de lo sagrado –y, por ende, en él
y por él, de lo divino– como presente en los acontecimientos de la historia, tal como
ha sido y es vivida y pensada por el judaísmo y el cristianismo, significa al mismo
tiempo una revolución que, partiendo del interior mismo de lo sagrado arcaico, no lo
anula sino que lo asume para transformarlo. Más aún: que tal revolución de lo
sagrado inaugura un modo completamente nuevo de considerar no sólo lo sagrado
mismo sino también y sobre todo la salvación que lo divino otorga al hombre. En
efecto, a través de una sola y determinada realidad histórica particular y su devenir
(Israel, Jesús de Nazareth), esa salvación está destinada a alcanzar, en su ser a la vez
universal, a toda la humanidad. Será así en definitiva este elemento el que justificará
distinguir, en el corazón mismo de una morfología de lo sagrado, una sacralidad de
tendencia histórica y una sacralidad de tendencia cósmica.
55
Para una visión general de la persona y obra de Henry Duméry (1920-2012) puede verse el artículo de J.
Martín Velasco “Duméry, Henry” en la Gran Enciclopedia Rialp (RIALP, Madrid: 1991) y del mismo autor
Hacia una filosofía de la religión cristiana. La obra de H. Duméry (Instituto Superior de Pastoral,
Salamanca: 1970). Para un estudio crítico de su obra pueden verse, entre otros, a G. VAN RIET, “Idéalisme et
Christianisme. A propos de la «Philosophie de la Religion» de M. Henry Duméry”, Revue Philosophique de
Louvain, t.56 (1958): 361-428 y H. VAN LUIJK, Philosophie du fait chrétien. L’analyse critique du
christianisme de Henry Duméry (Desclée de Brouwer, Paris-Bruges: 1964). Sobre la trayectoria académica
del autor cf. “Duméry, Henry” consultada 14.03.13 en http://www.idref.fr/autorites/autorites.html.
56
He tratado ya la cuestión de lo sagrado en la perspectiva elidiana en “Mircea Eliade y la sacralidad arcaica”
Sapientia Vol. LXVI fasc. 227-228 (2010): 93-110.
30
Israel y la historia
En primer lugar hay que dejar asentado que Mircea Eliade no tiene inconveniente en
distinguir con claridad entre un modo “cósmico” y otro “histórico” de entender y
vivir lo sagrado; con todo no deja de verse hacia qué lado se inclinan sus
preferencias57. Por una parte, el hombre de las culturas arcaicas, ligado como está a
los ritmos cósmicos, reconoce la realidad histórica y su temporalidad irreversible
aunque, es cierto, soporta difícilmente sus contrastes y, en el fondo, la presencia en
ella del mal. De allí que busque anular la historia por su transformación en mito58.
Esta transformación, se podría añadir, no es inocente, ya que a través de ella se
pretende integrar, de alguna manera, los hechos históricos en los ritmos cósmicos,
asimilándolos especialmente a las luchas contra el mal presentes en las cosmogonías.
Por otra parte, Eliade señala con claridad la aparición en Israel de la concepción de la
historia considerada en sí misma como teofanía:
Así, por vez primera, lo profetas valoran la historia, consiguen superar la visión
tradicional del ciclo –concepción que asegura a todas las cosas una eterna
repetición– y descubren un tiempo de sentido único59
Esos mismos profetas se ocupan de desacralizar el mundo natural:
…jamás la religiosidad cósmica fue atacada de modo tan brutal (sauvage). Los
profetas lograron finalmente vaciar a la naturaleza de toda presencia divina60
57
De hecho Eliade opone esas modalidades en El mito del eterno retorno Arquetipos y repetición (Emecé
Editores, Buenos Aires): 1952 (=Mito) [Le mythe de l'éternel retour. Archétypes et répétition Gallimard,
Paris: 1949] (=Mito) cuyo título original era “Cosmos e historia” según lo declara el autor mismo en su
prefacio a la edición en lengua inglesa (Cf. Cosmos and History. The myth of the Eternal Return (Harper
Torchbook, New York): 1959.
58
Cf. Mito 48-49.
59
Mito 117 cf.118-119 e Histoire des croyances et des idées religieuses (=HCIR) I. De l’âge de la Pierre aux
mystères d’Eleusis (Bibliothèque historique Payot, Paris) : 1976 368-370.
60
HCIR I 368.
31
Centrándose en el cristianismo, Duméry recurre a sus orígenes judíos para mostrar las
características propias de aquel. En el comienzo del segundo capítulo de su
Phénomenologie et religion61 formula su tesis de la siguiente manera
El capítulo que se abre con esta declaración será dedicado a estudiar esas tres notas
tal como se dan en el judaísmo ya que “esta triple característica es de origen judío”.
En primer lugar pues lo ocupa la historia. Así señala más adelante que
Es cierto que existe un “ley común a todas las religiones” que él formula de esta
manera:
En ese sentido entonces –según el cual “cosmos” equivale a “finitud”– todas las
religiones son cósmicas65. Pero en un sentido diverso, es decir, cuando las
61
Phénomenologie et religion. Structures de la institution chrétienne (Presses Universitaires de France,
Paris) : 1962 (=Phe et Re). En el “avertissement” con el que abre esta obra Duméry señala su intención:
“Me propongo esbozar en grandes rasgos la fenomenología de la experiencia cristiana. Mejor aún: de la
institución cristiana” (S/n).
62
Phe et Re 6.
63
Ibidem.
64
Id 7.
65
Cf. ibidem.
32
expresiones de lo divino se hallan centradas directamente en el hombre y, conviene
añadir, en el orden de la finitud misma, cosmos se contrapone a anthropos; las
representaciones de lo Infinito dejan de ser tomadas de la naturaleza para devenir
“antropomórficas”66. Ahora bien, eso sucede en los panteones politeístas, al estilo de
las religiones griega y romana, en los que se ha divinizado personajes de leyenda o
quizás personajes históricos elevados al rango de leyenda. Esta “humanización” de lo
divino, a pesar de concretarse en un mero “panteón psicológico” significa,
ciertamente, un avance67. Bien diversa es en cambio, la experiencia y el “método” del
“misticismo hebraico”. Porque
En este punto se pueden ya indicar algunas objeciones que Eliade tendría derecho a
levantar. Ellas se centrarían, en primer lugar, en el “solamente” de la frase antes
citada, que el autor rumano quizás cambiaría por “principalmente”, ya que es posible
aducir testimonios de representaciones cósmicas de lo divino en la expresión de la fe
de Israel. Más precisamente, el rumano hace dos observaciones a la cuestión de la
historia como teofanía. En primer lugar, señala la resistencia de Israel al mensaje
profético:
66
Cf. idem 8.
67
Cf.Ibidem.
68
Ibidem.
69
Mito 117.
33
conectará el mensaje profético en un segundo momento –a partir, especialmente, de
los “profetas escatológicos”70–, parece volver a asumir
70
Cf. HICR II.De Gautama Boudha au triomphe du christianisme (Bibliothèque historique Payot, Paris) :
1978 242-244.
71
Mito 119; cf. HICR II, 244-246.
72
“La historia ya no es lo que acontece en la escena del mundo; es lo que hace advenir al mundo como
mundo humano. El naturalismo se ve expulsado de todas partes; incluso la naturaleza se vuelve cultura, es
decir, lenguaje, organización, efectividad” Phe et Re 9.
34
Si el hombre es artesano de la historia y si esa historia revela los designios de
Dios para con el mundo, es porque Dios es invisible, porque nadie puede verlo
sin morir, porque no teniendo ni boca para hablar ni manos para obrar, Dios no
puede hablar y obrar sino a través de sus testigos. El profetismo, tomado en
sentido amplio, designa esa inevitable expresarse de la palabra de Dios a través
de los hombres de Dios73
73
Id.10.
35
puede hablar, no se puede ofrecer a la sensibilidad, [entonces] no se ve ningún
peligro en hacer que se aparezca, hacer que hable, en comprometerlo con lo
sensible (…) De allí la estricta paradoja: la experiencia religiosa es la
experiencia de lo invisible y es justamente por ello que se da en
representaciones [visibles]; es la experiencia de lo inexpresable y es justamente
por ello que da en expresiones74
De todas las religiones es sin duda el judaísmo el que hace funcionar ese
mecanismo [paradojal] con la mayor precisión. Yahvé es el Dios escondido, el
Dios inaccesible. Por esa razón justamente llega a ser un Dios cercano, un Dios
familiar. Es el Dios no manifiesto, impenetrable. Por eso justamente llega a ser
un Dios manifestado, un Dios que se revela75
Con todo
La originalidad del judaísmo consiste en no aceptar como expresiones de lo
divino sino aquellas que son, sin posible controversia, de tipo intencional: los
hechos históricos, los actos humanos. Así se coloca la categoría de revelación a
74
Id.11-12.
75
Id.12
76
Id. 11-12.
36
cubierto de cualquier posible idolatría, de cualquier posible superstición77
Esta manera de valorizar la historia se refuerza por una dialéctica propia del
judaísmo que consiste (…) en orientar la naturaleza obrando sobre ella. [Para
Israel] la naturaleza de por sí no es mala (…) Con todo, la naturaleza fue
gravemente alterada (faussée) por la falta del hombre. En el tiempo
paradigmático (…) del paraíso terreno, el hombre y la naturaleza se
encontraban en perfecta armonía. En el presente de la condición humana, esa
armonía se halla quebrada. El hombre y el mundo se hallan en estado de
hostilidad permanente: el sufrimiento y la muerte, la adversidad de las cosas, el
conflicto de los apetitos, son el resultado de la libertad caída (…) Sin embargo
la mística judía se niega a transformar en pesimismo la visión de ese caos sino
que le otorga un sentido; resuelve así, de modo esperanzado y militante, el así
77
Ibidem.
78
Idem 12-13.
37
llamado problema del mal79
Para el judío, hacer la historia, asignarle una meta, y trabajar en pro del
advenimiento del Mesías, son una misma cosa. (…) La historia vivida se
confunde así con la transformación del mundo en vistas a obrar una recreación
(refonte) completa de sus elementos…80
La valoración de la historia como obra del hombre le hace decir de Israel, en una
afirmación que podría considerarse “moderna y entusiasta” y que parece adelantar
algunos aspectos de la “mundanidad cristiana”:
Caso quizás único el de una religión que, cuanto más mística es, más desposa
la causa de la historia, esto es, la causa de la instalación del hombre en el
mundo81
Todo se aclara si se admite que la unión con Dios es el ideal que dirige la
acción de Israel, que comanda su evolución histórica. Cada paso, cada suceso,
cobra sentido: se trata de etapas en el largo recorrido que va desde la Alianza a
la reconciliación final del hombre y la naturaleza. Mejor aún: la Alianza
ilumina, no solamente lo que viene después de ella sino también lo que la
precede. Así permite recuperar los sucesos primordiales, aquellos del tiempo
79
Idem 13.
80
Idem 14.
81
Ibidem.
38
paradigmático (creación, caída) y reinsertarlos, ya cargados de sentido, en la
trama histórica82
Hay que tener en cuenta pues que se habla no solo de “reconciliación final del
hombre y la naturaleza” sino también de “transformar la naturaleza”. Aquí se plantea
una cuestión fundamental para Duméry: el advenir de la cultura a partir de la
naturaleza y la acción del hombre. Al fin y al cabo
Quien dice religión histórica dice ese esfuerzo del hombre, aliado de Dios, para
transformar la naturaleza, para hacer advenir la gracia en la historia y por la
historia. En tal sentido la salvación no se halla nunca lejos; ella se encuentra
incluida en el acto [por el que el hombre] se ofrece a Dios como testigo de su
presencia en el mundo. Israel inventó la categoría de historia el día en que
comprendió que su vocación consistía en ser testigo del más allá en el más acá.
Pero esa vocación implicaba una idea atrevida (…): el más allá no tiene
expresión en el más acá si no se trata de un testimonio de hombres [que viven]
en medio de los hombres83
82
Id.16
83
Id. 17-18.
39
que la sacralidad del pueblo requiere. Esto último se pone de relieve cuando Duméry
señala el carácter tipológico de la religión de Israel.
Del carácter histórico de la religión de Israel, tal como ha sido descrito, se sigue su
carácter tipológico; ¿qué significa esto?:
Ahora bien, Israel puede ser “pueblo tipo” –en el sentido antes visto, es decir, de ser
medio por el que Dios se revela y actúa en la historia a favor de todos los hombres–
porque en él se dan “figuras-tipo” que jalonan su devenir histórico85. En fin
Esto conduce a la tercera característica que Duméry señala como propia de la religión
de Israel:
…el judaísmo es una religión universal y, con todo (bien que), de expresión
particular87
84
Id. 18-19.
85
Cf. Id 19-20.
86
Id. 24.
87
Id.26.
40
Y explica:
¿Por qué?
La razón de ello es que la positividad, la particularidad, no es una estructura
accidental sino una estructura esencial al judaísmo89
Se trata entonces de
88
Ibidem.
89
Id. 27.
90
Id. 29.Subrayado mío.
41
Duméry conduce así a sus lectores al centro mismo de su concepción de la religión de
Israel como religión histórica, esto es, a la afirmación paradójica de lo universal en lo
particular. Así, a diferencia de lo que sucede en otras religiones, lo divino –lo
trascendente– no se hace presente en los ritmos y sucesos del cosmos sino en el
devenir histórico de un particular grupo de hombres. Más específicamente –conviene
quizás añadir, más allá de Duméry–, se hace presente en las acciones de ese Dios que,
en diversas etapas o momentos históricos, constituye a ese grupo como pueblo
consagrado, nación de su pertenencia. Esos actos de consagración-creación del
pueblo reemplazan de hecho a las cosmogonías aunque a su modo acaban integrando
una cosmogonía; ésta integración, con todo, se halla al final del “proceso histórico”
de consagración-creación porque –el mismo Israel lo va descubriendo
paulatinamente– se trata en verdad del difícil proceso de gestación de un pueblo fiel a
la alianza. Se puede decir así que el devenir temporal es visto por Israel siempre en
relación con los actos de Dios enfrentados a su propia fidelidad-infidelidad y por
tanto como una “historia personal” marcada por la dinámica de la promesa y el
cumplimiento y que marca a su vez el “proceso histórico” del propio “hacerse fiel”.
Tal vez convenga señalar también que esto despierta, en ese “proceso histórico”, otra
paradoja: la que se descubre cuando Dios parece construir a Israel a través de su
propia destrucción, destrucción que empieza por la abolición de la realeza, sigue por
el desvanecimiento de la profecía y acabará en la abolición del culto…Se trata de la
reducción al “resto fiel” que acrecienta, por la ausencia del cumplimiento, la
esperanza del cumplimiento definitivo en la llegada de los “últimos días”; es una
gestación en el dolor, la vida que se alcanza a través de la muerte. Pero estas últimas
consideraciones parecen escapar al autor francés que se concentra en la paradoja de lo
universal en tanto que se da, se puede decir, de modo necesario en lo particular. Y es
en este punto donde introduce la idea de “institución” y de una “fenomenología de la
institución”91, capaz de dar cuenta, de alguna manera, de los contrastes presentados
91
En el “avertissement” con el que abre esta obra Duméry señala su intención: “Me propongo esbozar en
42
por este aspecto de la religiosidad de Israel. Así señala:
Así el “principio institucional” lleva a esa última paradoja que expulsa de la mirada
fenomenológica toda posibilidad de idealismo: lo ideal o absoluto del espíritu se halla
no sólo concretado en un preciso momento histórico sino también fijado en unas
estructuras culturales particulares las que, por su relación con lo absoluto e ideal,
poseen de ese modo un valor universal. Ello se comprueba del modo más drástico en
lo ritual: en la pascua judía se trata de la inmolación de un cordero y no de otro
animal; en la pascua cristiana se trata de la ofrenda de pan y vino y no de otra cosa
que los pudiera eventualmente reemplazar. Esto es lo que en definitiva está implicado
en el “principio institucional”.
El cristianismo y la historia
grandes rasgos la fenomenología de la experiencia cristiana. Mejor aún: de la institución cristiana” (S/n).
Esto significa, ante todo, “comprender” y “hacer comprender” porque “…comprender, cuando se trata de
la institución, significa restituir la génesis y la instauración de un sentido en unas estructuras. Me ocuparé
de liberar (dégager) ese sentido y de describir esas estructuras” (Ibidem).
92
Id.29.
93
Id. 30.
43
[El cristianismo] modificó una cantidad de particularidades de la religión
hebrea. Pero conjugó por cuenta propia lo particular y lo universal94
Sin embargo el cristianismo no es una secta judía más sino una creación original que
consiste
…en el hecho de que los discípulos de Jesús, sin repudiar el monoteísmo judío,
se dan... un objeto doctrinal y cultual nuevo: el Cristo resucitado96
Así
Lo importante es el tener en cuenta que la fe en el Cristo, sin chocar con ciertas
formas del judaísmo de la época, representa una orientación específica. Esta va
a modificar poco a poco…el tono y la naturaleza de la espiritualidad
mesiánica…97
94
Ibidem.
95
Id. 33-34.
96
Id. 34.
97
Id. 35.
44
¿De qué manera? Duméry subraya los siguientes puntos: 1.da un nombre concreto al
mesías anónimo esperado por la piedad judía; 2.anunciando que en él Dios ha
visitado a su pueblo, detiene en él el impulso de la esperanza escatológica; el
“futurismo profético” deviene así un “actualismo de la salvación”98 Y añade:
Pero hay más: los cristianos, recurriendo al modo bíblico de pensamiento, comienzan
a “tipificar” la figura de Jesús. Esto se da en diversas etapas que el autor francés se
detiene a considerar y relacionar con lo “títulos” que se le van añadiendo a la figura
del Jesús-profeta-mesías; estos dependen todos del testimonio de la verdad de su
resurrección: así Pedro lo llamará “Señor y Mesías” (Hch 2,22-36) y Esteban se
dirigirá a él en su oración como “Señor” (Hch 5,9). Así pues
98
Ibidem.
99
Id. 36.
100
Id. 41.
45
mesías-rey de justicia, mesías-salvador divino, recibe finalmente el título de “logos”:
Más tarde
101
Id. 44.
102
Id. 44-45.
103
Id. 46.
46
Uniendo lo universal y lo particular, el judaísmo no rompe ninguna regla. Él
nos brinda, por el contrario, el sentido de la totalidad concreta. Nos recuerda
que lo ideal y lo experimental deben ser considerados como indisociables. La
existencia histórica los combina de múltiples modos pero sin jamás separarlos.
Al hacer eso, el judaísmo no traiciona el régimen del espíritu encarnado sino
que lo consagra104
Y continúa
Pero eso sería válido, en el fondo, para toda religión o “sistema religioso” que se
precie de tal. ¿Qué distingue entonces al judaísmo y al cristianismo? Duméry
responde
…ellos han unido la gracia, el amor a Dios, fuente del amor al prójimo, a
determinados esquemas. Les es propia la idea de detectar la acción divina a
partir de situaciones humanas. La significan en la historia; la califican en una
experiencia religiosa dada, la del pueblo judío, la de la comunidad apostólica.
El sobrenatural cristiano no se halla referido a la categoría de gracia en general
104
Id. 72.
105
Ibidem.
47
(ésta desborda el mismo cristianismo y se impone en toda doctrina de
trascendencia); él se halla referido a un cierto modo de instituir la gracia, es
decir, de manifestarla en tal [determinada] serie histórica, según tales
[determinados] esquemas y tales ritos. La positividad le es algo esencial.
Suprimirla es suprimir la fe misma. En esas condiciones, la institución no
aparece como algo sobreañadido: ella es algo constituyente106
106
Id. (subrayado mío).
107
Ibidem (subrayado mío).
48
impactado (heurté). Pero no debe abdicar de su tarea. Debe ejercer hasta el fin
su derecho a una mirada crítica108
Para ello, señala Duméry, no puede ni usar criterios exteriores a la fe –ya que no
puede prescindir de ella– ni puede tampoco usar los criterios del creyente –ya que se
abandonaría la filosofía. Al filósofo solamente le queda un recurso que es
…indicar, con total lealtad, las opciones de base, las elecciones metafísicas que
presupone el acto de fe cristiana. Esas opciones parecen ser las siguientes…
Primero, admitir que el absoluto existe, que no se trata de una quimera, una
pura ficción. Ese absoluto puede ser pensado como inefable, como
indeterminado, ya que se trata de un absoluto trascendente. Pero se debe creer
que se revela en la historia en donde, a causa de las estructuras propias de ésta,
aparece como un absoluto de diálogo, de alianza, de gracia preveniente,
interpelante, etcétera109
108
Idem 74-75.
109
Idem 75 (subrayado mío).
110
Dicho proyecto abarca Critique et religion. Problèmes de méthode en philosophie de la religion (SEDES,
Paris:1957); Le problème de Dieu en philosophie de la religion. Examen critique de la catégorie d’Absolu et
du schème de transcendance (Desclée de Brouwer, Paris-Bruxelles: 1957); Philosophie de la religion. Essai
sur la signification du christianisme. I Catégorie du sujet, catégorie de grâce (PUF, Paris: 1957), II
Catégorie de foi, (PUF, Paris: 1957); lo completan La foi n'est pas un cri (Seuil, Paris-Tournai: 1957); La foi
n'est pas un cri (Seuil, Paris : 19592) que es una edición corregida publicada en un solo volumen junto con
[suivi de] Foi et Institution, (Seuil, Paris: 1959). Según R. FERRARA, Fenomenología y henología en la
filosofía de la religión de Henry Duméry Ponencia del 29 de octubre de 1992 en el Tercer encuentro nacional
de fenomenología (texto inédito) 2-3 “...[l]a filosofía de Duméry combina de modo original la
fenomenología de Husserl con la metafísica de Plotino y con la filosofía crítica y reflexiva cultivada en
Francia ya desde el siglo...[XIX]...Duméry se inscribía en esta última corriente a través de una interpretación
de L’Action de Maurice Blondel”. Sobre la base de esta particular filosofía del sujeto (“...versión idealista de
la antropología neoplatónica”) se puede sostener que “...toda religión es manifestación y revelación de la fe
que, en cuanto Cogito encarnado, es un acto que se expresa en la conciencia, se compromete por la acción y
se encarna en un cuerpo expresivo, en una historia, en una sociedad y en un mundo” (id. 4). Para una visión
general de la filosofía de Duméry ver J. FERRATER MORA, Diccionario de filosofía (Ariel, Barcelona: 1994
edición actualizada) 949; sobre el neoplatonismo en Francia en el s. XX: W. J. HANKEY, French
Neoplatonism in the 20th Century, Animus 4(1999), en
http://www2.swgc.mun.ca/animus/Articles/Volume204/hankey4.pdf (consultado14.3.2012)
49
válido para toda religión “histórica”. Implica elaborar una filosofía tal que se concilie
lo particular y lo universal; porque tal es la pretensión de la fe cristiana; es en
principio el llevar la positividad histórica del judaísmo al nivel de una positividad
abierta a la universalidad111.
Por mi parte pienso que quedarían dos cuestiones para pensar más a fondo. Por un
lado, la cuestión de la continuidad entre la sacralidad de tendencia cósmica y la de
tendencia histórica, teniendo en cuenta, más allá de las acertadas aseveraciones de
Duméry, que esta última no surge de la nada sino que parece nacer de una revolución
en el seno de la primera. Por otro lado, la cuestión de la discontinuidad de lo sagrado
cristiano en relación con el judaísmo. Porque me parece necesario emprender la tarea
de dilucidar en todos sus aspecto lo propio de la sacralidad cristiana aún antes de
formalizar una fenomenología al estilo de la propuesta por el autor francés.
111
Para un estudio crítico remitimos, entre otros, a G. VAN RIET, “Idéalisme et Christianisme. A propos de la
«Philosophie de la Religion» de M. Henry et Duméry”, Revue Philosophique de Louvain, t. 56, Louvain
(1958): 361-428 y a J. MARTÍN VELASCO, Hacia una filosofía de la religión cristiana. La obra de H.Duméry
(Instituto Superior de Pastoral, Madrid: 1970); ver también L. MALEVEZ, Transcendance de Dieu et création
de valeurs. L’absolu de l’homme dans la philosophie de Henry Duméry (Desclée de Brouwer, Paris-
Louvain: 1958); H. VAN LUIJK, Philosophie du fait chrétien. L’analyse critique du christianisme de Henry
Duméry (Desclée de Brouwer, Paris-Bruges: 1964). El punto preciso del método es estudiado someramente
por F. DE CASSO en su artículo “El método de la filosofía de la religión en H. Duméry” en la obra colectiva J.
GÓMEZ CAFFARENA-J.M.MARDONES (COORDS.) Cuestiones epistemológicas.Materiales para una filosofía
de la religión. I (Anthropos, Barcelona-Madrid: 1992)117-136; con mucho mayor detalle lo trata J. GREISCH
en Le buisson ardent et les lumières de la raison I (Cerf, Paris: 2002) 443-472. También en relación con el
método puede verse mi artículo “Fenomenología y religión. A propósito del método fenomenológico en
Critique et religión de Henry Duméry” en VÍCTOR M. FERNÁNDEZ-CARLOS M.GALLI (Eds.) Dios es
espíritu, luz y amor. Homenaje a Ricardo Ferrara (EDUCA, Buenos Aires: 2005) 705-720.
50
YVES M.-J. CONGAR Y LA SACRALIDAD CRISTIANA
La lectura
112
Me refiero a “Mircea Eliade y la sacralidad arcaica” publicado en Sapientia,Vol. LXVI (2010) Fasc 227-
228, Buenos Aires, 93-109 y “Henry Duméry y la sacralidad histórica” publicado en Franciscanum 161
(enero-junio 2014), Volumen LVI, Bogotá, 130-149.
113
CONGAR, YVES M.-J. “Situación de lo «sagrado» en régimen cristiano” en CONGAR, YVES M.-J.-JOSSUA,
J.P. (DIRS.) La liturgie après Vatican II. Bilans, études, prospective, Paris, 1967, 385-403 (=Situation). Casi
seguramente el autor no vuelve a tratar de modo directo acerca de este tema; lo hace de modo indirecto en su
Mystère du Temple,Paris, 19632 y cuando trata de la “sacralización” en su artículo “Dos factores de
sacralización en la vida social de la Edad Media (Occidente)” Concilium 47, Madrid (1969). 56-70. Cf.
VEZIN, J.-M. “Présentation raisonnée de la bibliographie d’Yves Congar” en Revue-theologicum.fr
http://www.catho-theo.net/spip.php?article119 (visitado octubre 2012).
51
Advirtiendo de entrada que “… [p]ocas nociones son tan ambiguas como la de
lo ‘sagrado”114 y señalando que “… [l]o sagrado es el ámbito de esas realidades
(cosas, palabras, personas...) por medio de las que hacemos la experiencia de lo
divino”115, Congar se va detener aquí “…en el estatuto de lo “sagrado” y lo “profano”
en la economía evangélica o mesiánica”.116
Ahora bien, hay que dejar claro desde el principio que para la Biblia, a
diferencia de lo que sucede en las cosmogonías orientales, “… [el] mundo no es
«sagrado» en sí mismo pero puede y debe ser, para el hombre y por el hombre, signo
de su creador. Incluso la historia, sin excluir la del pueblo elegido, aunque sometida a
la conducción soberana de Dios, es una historia humana en la que se expresa nuestra
libertad”.117
Sin embargo
114
Situation p.385.
115
Ibid.
116
Ibid.387.
117
Ibid.
52
determinaban las condiciones y las fronteras del ámbito en el cual se entra en
contacto con Dios y se mantiene en contacto con él. Esas reglas concernían
tanto a las personas como a los lugares y los tiempos”.118
“Todo el Sermón del Monte proclama una superación del estatuto ético-
religioso de la economía mosaica: superación que es a la vez «cumplimiento».
No es solamente en una parte de la vida o de la actividad humana que se debe
reflejar el rostro de Dios sino en su totalidad y principalmente en las regiones
secretas del corazón: disposición total de verdadera fraternidad (Mt 5, 1-26),
pureza también interior (27s), perdón y amor absolutos (38-48), limosna,
oración y ayuno «en lo secreto» (6, 1-18)...La oración no está ligada a un lugar
sino que ocupa la totalidad de la vida…”121
118
Ibid..
119
Cf. Ibid.387-388.
120
Ibid.388-389.
121
Ibid.390.
53
En lo referente a las personas
“Jesús elige un apóstol entre los publicanos y come con ellos (Mt 9, 9-13). A su
vez Pedro aprenderá que no hay que considerar a nadie como manchado o
impuro (cf. Hch 10, 1-11.18). En esto el cristiano no pretende abolir la
categoría de sagrado sino la de profano. La declaración más significativa del
señor a este respecto es sin duda aquella que concierne al juramento (Mt 5, 33-
37; comparar con Sant 5, 12)”.122
En cuanto al templo como lugar sagrado: “En lugar del orden mosaico con sus
separaciones y mediaciones, se designa un lugar nuevo donde se encontrará a Dios y
a partir del cual su salvación y santidad serán comunicadas: el cuerpo de Cristo
inmolado y viviente, de cuyo costado mana para todo el mundo una fuente de agua
viva”.123
122
Ibid.389.
123
Ibid.390-391.
124
Ibid. 391.
54
penetran hasta lo más íntimo del santuario celestial. El culto a rendir es aquel
de su vida en tanto referida a Dios y a su santa voluntad”.125
125
Ibid.392.Allí mismo añade: “Ya era éste el sentido profundo del antiguo Testamento…y la traducción
griega de los Setenta había evitado el emplear el término hieros, cargado por los usos cultuales
paganos…, para traducir el hebreo kadosh por el griego hagios. Esto es lo mismo que hace, con mayor
resolución, el Nuevo Testamento, para el cual el culto está constituido en primer lugar por la vida santa de
los cristianos…Es toda la vida del cristiano la que es sagrada, con la sola excepción de lo profanado por
el pecado. Todo cuanto es vivido «en Cristo» edifica el templo espiritual. Tal es el sentido del Sermón del
Monte el que tira abajo la separación entre el comportamiento total y una parte sagrada del
comportamiento. Tal es el sentido del «sacerdocio real» del Nuevo Testamento y de la primera Carta de
Pedro en particular, que hace de cada cristiano, en toda su vida, un levita espiritual”.
126
Cf. textos en Ibid.393.
127
Ibid. 393-394.
55
“Lamentablemente nuevamente se ha sacralizado hasta el exceso, se han
restablecido tabús, se ha ritualizado, se ha predicado la separación. Por
ejemplo, mientras que en los orígenes se consagraba una iglesia simplemente
por la celebración de la Eucaristía sobre el altar, se ha elaborado [más tarde]
una liturgia larga y complicada, admirable por otra parte a los ojos de los
clérigos que poseen una cultura adecuada pero que el pueblo fiel no sigue y no
puede seguir. Y, mientras que hasta el principio del siglo quinto, no existía un
modo de vestir particular para el clero, se ha impuesto [luego] un hábito
especial. Se introdujeron unciones en la ordenación de los sacerdotes, tomadas
del modelo del Levítico. La Eucaristía, celebrada en Occidente con pan común
hasta el siglo noveno, requirió [luego la confección de] hostias. Se desarrolló
igualmente un ceremonial complicado y pomposo al cual, en los siglos doce y
trece, se le añadieron sutiles simbolismos. Mientras que para el Nuevo
Testamento lo sagrado se vuelve tal [simplemente] por el uso del hombre, se
recreó [más tarde] una consagración de las cosas”.128
“La Iglesia no es lo mismo que el mundo: sobre este punto reposa la cuestión
de lo sagrado. El Evangelio nos enseña claramente que, para el cristiano, nada
es profano porque todo es santificable. Todo lo que Dios ha hecho es bueno...
Basta usar las cosas según la caridad y con acción de gracias... «Para nosotros
no hay más que un solo Dios, el Padre del que todo viene y hacia el que
nosotros vamos, y un solo Señor Jesucristo, por el que todo viene y por donde
nosotros vamos…»; «Todo es vuestro, pero vosotros sois de Cristo y Cristo es
de Dios» (1 Cor 3,23)”.129
128
Ibid.394.
129
Ibid.395.
56
Visto lo cual cabe no obstante preguntarse
“…el hecho de que no haya nada definitivamente profano ¿implica que todo es
sagrado o al menos sagrado de igual manera o que nada pueda serlo de un
modo particular? ¿No tiene ningún sentido hablar de «música sagrada», de
«arte sagrado»? El domingo ¿es pues un día como los otros? No es acaso
provechoso que se aparten lugares particulares para el servicio del Señor, que
unos determinados tiempos le sean consagrados, así como una determinadas
personas? Un sacerdote, un religioso, una religiosa, ¿no se consagran acaso a
Dios de una manera diferente de aquella del Bautismo común a todos los
«santos»…? ¿No se admitirá ningún ceremonial que señale el carácter propio
de un orden de cosas y de acciones que es irreductible, no sólo por su finalidad
sino también por su naturaleza propia, a la vida terrestre temporal o incluso a la
vida común?”.130
130
Ibid.
131
Ibid. 395-396.
57
“La existencia de la Iglesia, en todo caso, impone una nueva y más precisa
consideración de la cuestión. Ya que se ha podido exagerar, se ha podido
rejudaizar: esto nos parece históricamente cierto y teológicamente digno de
reprensión. Pero la Iglesia no ha errado en lo esencial de su caminar a través de
veinte siglos de historia. La admisión de un tipo de sagrado en el régimen
mesiánico en el que ella vive debe tener una razón profunda. ¿Cuál?”132
132
Ibid. 396.
133
Ibid.
134
Ibid.
58
Ahora bien
“…una realidad sagrada que es el cuerpo de Cristo; ella existe en este mundo
en una forma sacramental y en una forma eclesial y, en una y otra forma, lleva
consigo un conjunto de realidades que se relacionan con ella y, a causa de esa
relación, son ellas también, en alguna medida, signos de nuestra comunión con
Dios en Jesucristo y por tanto cosas sagradas”.136
135
Ibid. 397.
136
Ibid.399.
137
Ibid..
59
A los que se suma, por un lado
“El conjunto de signos que expresan la relación religiosa que tenemos con Dios
en Jesucristo o que la disponen para su mejor realización. Hablaríamos
gustosamente a este respecto…de «sagrado pedagógico». Su extensión es
inmensa. En la vida terrena los cristianos – o esa persona moral que es la
Iglesia– han dado y no dejan de dar a algunas palabras, gestos, vestimentas,
reglas de vida comunitaria, a ciertas disposiciones de lugares, momentos del
tiempo y hasta al silencio…una forma particular, adaptada a la función de
favorecer nuestra comunión con Dios (de la cual no puede separarse la
comunión fraternal) y a la función de significar la presencia de Dios”.138
Por otro lado se encuentra todo aquello que es de suyo no-sagrado, es decir,
“[l]a totalidad de las cosas y de la vida ordinaria que se santifican por el uso que se
hace de ellas para Dios y según Dios, dejándoles enteramente su carácter
intrínsecamente secular”.140
138
Ibid..
139
Ibid..
140
Ibid..
141
Ibid.399-400.
60
En tal sentido es importante notar que
La relectura
142
Ibid.400-401.
61
del mediador por excelencia: Jesucristo. El “sagrado de separación” es superado por
un “sagrado” que puede llamarse “de comunicación” articulado en un “sagrado
sustancial” y un “sagrado funcional (o pedagógico)”.
143
Cf. AUDET J-P: “Le sacré et le profane; leur situation en christianisme”, Nouvelle Revue Théologique
Bruxelles, (1957), 33-61; ÉTIENNE, J.: “L'homme et le sacré. Pour une clarification conceptuelle”, Revue
Théologique de Louvain 13, Louvain-La-Neuve (1982), 5-17 ; H.BOUILLARD “La categoria del sacro
nella scienza delle religioni” en E.CASTELLI ET AL. Il Sacro. Studi e ricerche Roma, (1974) 33-56.
62
“profanas” a todas las realidades creadas llamadas a ser santificadas por la
comunicación de lo divino. Esto es lo definitivo: el régimen mesiánico ya no opone
sagrado a profano sino santidad a pecado.
144
Cf. por ejemplo DE LUBAC, H. Paradoxes suivis de Nouveaux Paradoxes Paris, (1959).
145
Cf. especialmente “Henry Duméry y la sacralidad de la historia” publicado en Franciscanum 161 Vol.LVI
(enero-junio 2014) Bogotá, 129-149.
63
sacralidad cósmica: no sólo hace de la cosmogonía el primer momento de la historia
de la salvación sino que también expulsa de la cosmogonía toda traza de
representación cósmica de lo divino; se puede hablar así de una completa des-
divinización y des-sacralización del cosmos. Ello implica a la vez la absoluta
negación de la posibilidad de que lo divino asuma una forma humana y se encuentra
seguramente en la raíz del escándalo suscitado por la afirmación de la encarnación de
Dios en Jesucristo. Por otra parte Israel hereda de la sacralidad cósmica lo “sagrado
de separación” pero lo hace justamente en virtud de la necesidad de preservar el
carácter no cósmico de la divinidad: Dios es conocido, sí, por sus efectos en el
cosmos y en la historia pero jamás puede ser conocido o experimentado como un
elemento del cosmos o de la historia. El temor a la idolatría acecha al Israel
postexílico y constituye la base de todas las normas y prescripciones de su “sagrado
de separación”.
64
Pero lo que interesa recalcar aquí es el hecho del retorno, por una parte, al
cosmos y, por otra parte, a la historia humana en su calidad de tal. En efecto, la
centralidad del Cuerpo del “Cristo total” –cuerpo-cabeza y cuerpo-pueblo– como lo
único sagrado y sagrado de comunicación, conlleva un movimiento de concentración-
expansión de la santidad. Él es el único santo y por eso mismo abre la posibilidad de
santificación a todo cuanto en Israel es considerado como “profano”: no solamente a
las “naciones” sino también a toda la “actividad profana” del hombre y todas las
realidades “profanas” del cosmos. En consecuencia, ninguna de estas actividades o
realidades necesitan, en principio, el ser “sacralizadas”. Bastaría, también en
principio, con el darles un “uso santo” o santificador. Con todo, como lo muestra el
mismo Congar, esto no ha sido percibido con total claridad y el cristianismo
histórico ha vivido en gran medida bajo la influencia de la antigua actitud
“sacralizadora”. Habría que advertir, en tal sentido, que ello se ha debido en enorme
medida, al hecho de la penetración del cristianismo en culturas que vivían y pensaban
lo sagrado, cada una a su manera, con una actitud sacralizadora que sólo ha
desaparecido allí donde la modernidad ha abierto las puertas al valor de lo “profano”
como tal.
146
Cf. el artículo de Congar “Dos factores de sacralización en la vida social de la Edad Media (Occidente)”
en Concilium Revista internacional de Teología 47, Madrid, (1969) 56-70.
65
actividad del cristiano: de ese modo una vida enteramente “sacralizada” es la medida
a la que toda vida cristiana debe intentar aproximarse. De manera parecida todo
“paisaje” y “hábitat” necesita ser sacralizado de tal modo que la realidad del cosmos
y de la ciudad se asemeje lo más posible al paisaje y hábitat del templo o el
monasterio. Indirectamente Congar ha tocado este tema en todas sus contribuciones
referidas a una “teología del laicado”147.
Conclusión
Así pues, si entiendo bien, la propuesta propia del cristianismo en torno a lo
sagrado implica, en razón de una profunda transformación de lo sagrado tal cual es
vivido y pensado por las religiones cósmicas y, en su medida, por el mismo Israel, un
desafío que sólo cobra su verdadero relieve frente a la modernidad, esto es, en cuanto
la modernidad plantea, por vez primera, la afirmación de la autonomía de esas esferas
culturales –la política, la economía, la ciencia, el arte– que en la antigüedad y en la
edad media, al menos en occidente, estaban, en mayor o en menor medida, sujetas a
una “sacralización”. Es claro que Congar no propone aquí como respuesta a tal
desafío el renegar de tal sacralización y el adoptar el camino de la desacralización
que arrastra consigo la “autonomización” de las culturas modernas: de allí que insista
en lo “sagrado pedagógico” que, bien entendido, comunica el mundo “profano” con
el mundo de lo sagrado “sustancial” presente en Jesucristo.
Finalmente creo que no debe pasarse por alto lo que significa como novedad
revolucionaria, por así decirlo, la aparición, en el orden de lo sagrado, de una
sacralidad sustancial. En otras palabras, en el hecho que Dios haya fijado
definitivamente su morada en medio de los hombres instituyendo en el Cuerpo de
Cristo su modo de comunicarse –de manifestarse con y darse a– toda la humanidad.
¿No debería leerse allí un mensaje que invita a reconocer, no solamente en lo
147
Comenzando por su Jalons pour une théologie du laïcat Paris, (1954) y continuando con el artículo « Laïc
et laïcat » en el Dictionnaire de Spiritualité Ascétique et mystique. Doctrine et histoire Vol.LIX-LX,
Paris, 79-103 y otras aportaciones.
66
miembros del cuerpo eclesial sino en cada hombre, una sacralidad única? Más aún,
¿no debería –a la luz de un texto como Mt 25,31-46– leerse allí la invitación a
descubrir en los “pequeños” una dignidad única a causa de su identificación con la
sacralidad sustancial del mismo Cristo?148
148
En el marco de una teología cristiana he tratado en parte esta cuestión en “La pauvreté, les pauvres et les
sacrements de l’Église” HALLENSLEBEN,B.-VERGAUWEN,G. (eds.) Praedicando et docendo. Mélanges
offerts à Liam Walsh o.p., Fribourg (1998) 89-107.
67
CONCLUSIÓN ABIERTA: DE LO SAGRADO A LO SANTO
149
Cf. Swarzt, M. “Judaism. An overview” (2005) en Jones, L. et al. Encyclopedy of Religion. Second
edition, Detroit 2005 4968-4988.
150
Así lo hace ver E. Lévinas en “La révélation en la tradition juive” en AA.VV. La Révélation Bruxelles
1984 55-77.
151
“Desacralización y desencantamiento. Lo sagrado y lo santo” 91-120 en De lo sagrado a lo santo. Cinco
nuevas lectura talmúdicas Barcelona 1978 120.
68
esencia sin mezcla que se podría llamar Espíritu y que anima al judaísmo o [es]
a lo que el judaísmo aspira– puede instalarse en un mundo que no fuese ya
desacralizado. Me he preguntado –y este es el verdadero problema– si el
mundo está lo bastante desacralizado como para admitir una pureza tal. Lo
sagrado es en efecto, la penumbra donde florece la hechicería a la que el
judaísmo tiene horror152.
Ahora bien, ¿se halla Lévinas tan lejos de Congar como de Eliade? No lo estaría tanto
si el filósofo o el teólogo insistiese, junto con Duméry, en mostrar la continuidad
entre el judaísmo y el cristianismo y, más particularmente en ese punto en el que, a
mi parecer, acaban coincidiendo, esto es, en la afirmación de la comunicación
efectiva de lo divino, de lo santo; en definitiva, de la comunicación de lo
incomunicable.
152
Id. 92 subrayado mío. Sobre E.Lévinas puede verse con provecho Bergo, B. "Emmanuel Levinas", The
Stanford Encyclopedia of Philosophy (Fall 2014 Edition), Edward N. Zalta (ed.) en
http://plato.stanford.edu/archives/fall2014/entries/levinas/ (21.04.15). Sobre Lévinas y la religión: Smith,
M. “Levinas Concept of Religion and its Relation to Judaism” en Sur les traces d’Emmanuel Lévinas
http://ghansel.free.fr/index.html#traces (21.04.15).
69
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INDICE
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