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Necesidades de Los Niños 4
Necesidades de Los Niños 4
NECESIDAD DE SUPERVIVENCIA
NECESIDAD DE SEGURIDAD
Los niños necesitan sentir que la escuela es un lugar seguro, que las
personas que están allí cuidarán de ellos y que no se permitirá que los otros
les ataquen o intimiden. Para algunos niños, que han experimentado que la
vida encierra peligros, la escuela puede ser el primer lugar en el que
sientan cierta seguridad. Las maestras que son tranquilas y proporcionan
un entorno ordenado y consistente, aumentan la capacidad del niño para
ver que en el mundo hay cosas previsibles y fiables.
Esto, a su vez, incrementa sus sensaciones de seguridad en la escuela.
Cuando el grado de imprevisibilidad y de inseguridad que hay en el hogar
es elevado, los niños llevan consigo a la escuela sus experiencias, lo que
afecta a su capacidad de respuesta a las oportunidades de aprendizaje,
dado que los temores y las preocupaciones pueden dominar sus
pensamientos hasta el punto de excluir otros procesos cognitivos. Estos
pensamientos pueden provocar conductas imprevistas para las que el niño
es incapaz de articular razones.
NECESIDAD DE LÍMITES CLAROS
Junto a ello, los niños no pueden sentirse seguros y a salvo si los adultos
que los cuidan no les fijan límites. Los niños pequeños no tienen los
conocimientos, las competencias ni la confianza suficiente en sí mismos
para desenvolverse con una libertad ilimitada y aunque el impulso hacia la
independencia suponga ensanchar esos límites en muchas direcciones,
necesitan saber que existen. Los pequeños sólo están en las primeras
fases del establecimiento de sus propios límites y, en consecuencia, es
obligado que los adultos responsables les dejen muy claro lo que pueden y
lo que no pueden hacer, lo que los mantiene (a ellos y a los demás) a salvo
y lo que pone en peligro esa seguridad
Una maestra resumió con gran acierto esta necesidad mientras observaba
a un niño que llegaba por primera vez a su clase, forcejeando, empujando,
chillando y con un aspecto terriblemente airado: «¡He ahí uno que va a
necesitar mucho cariño!». No era una salida sentimental, sino su forma de
abordar las cuestiones desde el punto de vista de las necesidades de los
niños; era el reconocimiento de que, para evitar que las dificultades
aumentaran, tenía que tomar la iniciativa.
Esta sección contempla con mayor detenimiento lo que esa expresión
puede significar para la dirección cotidiana de la clase.
Todos los niños, en especial los que tienen un historial de conducta difícil,
desean más que cualquier otra cosa sentir que se los quiere en la escuela y
que se los considera valiosos e importantes. Para las maestras muy
preocupadas por satisfacer las necesidades de todos sus alumnos y que
temen que el tiempo añadido que requieren estos niños haga su trabajo
más estresante, esto no es fácil. Sin embargo, el afecto, la seguridad y la
consistencia que ofrecen unas maestras atentas pueden ser la clave para
hacer progresar a un niño así, aunque haga falta que pase algún tiempo
hasta que se manifiesten progresos. Con frecuencia, las maestras
subestiman la gran diferencia que este enfoque supone con respecto a los
sentimientos de valía personal de los niños y, en consecuencia, de su
conducta.
Las maestras tienen que separar con toda claridad la aceptación de los
niños y del rechazo a su mala conducta, pues, en caso contrario, creerán
que no les quiere si se enfada o no le gusta lo que hacen. Las maestras
pueden dejar muy claro qué conductas son inaceptables, pero dando
también al niño mensajes positivos sobre sí mismo. Es importante que, si
se le riñe, la maestra busque, lo antes posible, una oportunidad de
encontrarle «siendo bueno» para reparar y reconstruir su relación.
Una forma de mostrar que se acepta a los niños consiste en interesarse por
ellos como personas, procurando saber sin indiscreciones su vida fuera de
la escuela. Las maestras infantiles lo suelen hacer de manera muy eficaz,
preguntando a los niños por sus programas favoritos de televisión, sus
nuevos hermanos y hermanas y sus mascotas.
Es importante escuchar y recordar lo que digan. Una palabra al pasar es
todo lo que hace falta para demostrarle a un niño que la maestra se
preocupa por él lo suficiente para acordarse de lo que a él le importa.
Con respecto a los niños que tengan conversaciones más difíciles con las
maestras a causa de su conducta, es importante darles oportunidades de
comentar y ensayar formas alternativas de responder en determinadas
situaciones. Un mero comentario sobre lo que esté haciendo no sólo
transmite un mensaje de interés, sino que le proporciona también el
lenguaje para desarrollar una comprensión conceptual;
p. ej.: «Me gusta mucho cuando sois buenos amigos: estáis trabajando
juntos y compartiendo las cosas. Muchas gracias».
La sonrisa es poderosa. En todo el mundo y en todas las culturas, sonreír
es signo universal de bienvenida. Una sonrisa directa y auténtica transmite
un mensaje de afecto, vinculación y aceptación. Cuando va acompañada
por un contacto visual, puede ser también testimonio de atención y
refuerzo. Si el niño se acostumbra a esa atención por comportarse bien, la
ausencia de expresiones positivas cuando se produce el mal
comportamiento puede ser también muy eficaz. La mayoría de las maestras
es afectiva con los niños pequeños aunque en los últimos años, la
preocupación por los abusos ha hecho esto más difícil. No obstante,
muchos niños buscan el afecto físico y su evitación puede interpretarse
como un rechazo. Dar un rápido abrazo, poner una mano en el brazo, agitar
el pelo son mensajes afectuosos de aceptación. Si un niño rehúye alguna
de estas manifestaciones, es mejor tomar la iniciativa. En algunos casos,
los niños pueden ser muy tímidos, mientras que, para otros, el contacto
físico puede tener otras connotaciones. Si se sospecha que pueda darse
algo así, merece la pena tener una conversación confidencial con quien se
encargue de estas cuestiones.
Las maestras que se propongan entablar de este modo unas relaciones
positivas con los niños es más probable que tengan éxito con otras
estrategias que dependen de las respuestas de una persona «significativa »
en la vida del niño. A estos efectos, la maestra pasa a ser significativa
cuando el niño se preocupa de sus reacciones, está más dispuesto a
referirse a ella como modelo y a escuchar lo que diga, porque, en el
pasado, esto ha incluido mensajes «fáciles de escuchar».
NECESIDAD DE PERTENENCIA
Del mismo modo que los niños sienten la necesidad de ser aceptados por
sus maestras, también necesitan sentir que pertenecen a la clase y forman
parte de ella. El hecho de sentirse en la periferia y carecer de la confianza
suficiente para considerarse parte del grupo puede distraerles del
aprendizaje.«La cooperación y el grupo», nos ocuparemos más
detenidamente de la necesidad de pertenencia y comentaremos diversas
formas de darles la bienvenida y de desarrollar la identidad de la escuela y
de la clase. Los niños a quienes se les ayuda a sentirse parte de la clase,
tienen más que perder cuando su conducta causa molestias a sus
compañeros.
Todas las personas necesitan sentirse bien consigo mismas, que se les
reconozcan sus virtudes y que los demás les presten una atención positiva.
De este modo serán capaces de asumir riesgos y de cometer errores.
Ambas cosas son cruciales en el proceso de aprendizaje. La promoción de
la autoestima de los niños pequeños debe integrarse en todos los
programas de aprendizaje, ya trate de desarrollar las competencias
conceptuales y cognitivas o de establecer conductas adecuadas.
La orientación hacia lo positivo, es la forma más eficaz de mantener tanto la
autoestima como la motivación. Cuando se encarga a los niños actividades
en las que pueden tener éxito, en las que los errores forman parte del
proceso de aprendizaje y en las que abundan los estímulos y no las
condenas, es más probable que la autoestima se mantenga elevada. Las
maestras tienen que evitar expresiones añadidas a los elogios, como:
«¿Por qué no te portas siempre así?», pues vuelven a destacar los fracasos
y errores del niño.
Es posible que los niños que llegan a la escuela con sentimientos muy
negativos necesiten un programa específico para desarrollar una
percepción más positiva de sí mismos, como hacer un libro de «Yo puedo».
En otros capítulos, pueden encontrarse más ideas para elevar la
autoestima.
Puede que los niños, como también algunos adultos, tengan una
comprensión limitada de sus propios sentimientos y formas restringidas de
expresarlos. En muchas culturas occidentales, no es corriente hablar de las
emociones y reconocerlas, en especial de las emociones de los niños
pequeños. No es extraño oír a los adultos comentarios sobre sus propios
sentimientos hacia sus hijos en términos negativos;
p. ej.: «me haces enfadar», «me estás distrayendo», «estoy harto de que
me hagas esto». Es muy probable que estas cosas no ayuden a los niños a
desarrollar su autoestima ni la comprensión de sus propios sentimientos,
excepto, quizá, los de culpa y de reproche. Tampoco informan a los niños
de los aspectos de la conducta que disgustan a los adultos ni de lo que
deben hacer para evitar enfadarles en el futuro.
Estimular a los niños para que se convenzan de que pueden engendrar
buenos sentimientos en los demás al hacer comentarios sobre lo positivo
no sólo potencia al niño, sino que eleva su autoestima y amplía el acceso a
las estrategias de expresión y control emocionales;
p. ej.:
• «Tu cara sonriente me hace sentirme verdaderamente alegre».
• «Me ha entusiasmado que hayas sido capaz de leer esas palabras».
• «Sé que estabas triste, pero has ayudado muy bien a tu grupo a poner las
cosas en su sitio».
Ayudar a los niños a identificar los buenos sentimientos sobre sí mismos
eleva su autoestima y les capacita para observar y articular menos
sentimientos negativos como el enfado. A su vez, esto promueve
estrategias de expresión personal que no se basan en impulsos y les ayuda
a vincular los sentimientos con pensamientos y acciones.
Necesidad de autorrealización
Los niños no necesitan que se les compre muchos juguetes, aunque, sin
duda, pueden ser útiles. Lo que necesitan es espacio para jugar, cosas que
puedan utilizar como materiales de juego, orientaciones para ampliar sus
destrezas, oportunidades para jugar con otros y alguien que medie entre su
juego y ellos, les hable y les ayude a interpretar sus experiencias. La falta
de estas oportunidades en los años preescolares puede crear dificultades
cuando se encuentren con lo que debe parecer una inmensidad de
posibilidades en el aula. Necesitan orientaciones y limitaciones, para
centrarse y dedicarse adecuadamente a lo que se les ofrece. Cuando
puedan hacer esto, habrá que permitirles cierta libertad para que
experimenten y sean creativos.
Según las personas, el éxito puede significar algo muy diferente. El éxito no
sólo se define de acuerdo con las aspiraciones personales, sino con los
objetivos sociales, culturales e institucionales. Cuando se juzga en sentido
competitivo, puede ser un concepto muy odioso.
Para muchas personas del mundo occidental, significa acumular cosas
materiales o, al menos, los medios para acceder a la propiedad. También
significa elevadas calificaciones académicas. Definido de acuerdo con otros
valores, como las cualidades personales, puede desestimarse como menos
importante, aunque, en realidad, pueda ser crucial para el éxito de una
persona, ser feliz y sentirse realizado.
No obstante, en todas las definiciones, el éxito produce éxito. Las personas
que sienten que pueden ser eficaces en su mundo, que pueden realizarse y
sentirse bien consigo mismas son las que están motivadas para seguir
aspirando a lo más alto. Normalmente se fijan objetivos realistas y han
apreciado suficientes progresos como para seguir en la brecha. Lo mismo
ocurre con los niños: necesitan que se les presenten unos objetivos
alcanzables, saber que pueden tener éxito en su empeño de alcanzarlos y
también que esto agrada a las personas que les importan.
Conclusión