Está en la página 1de 6

Infante. E. (2007).

El consumo de drogas como expresión dialéctica de


la juventud en la sociedad actual. En C. Guillén y R. Guil (coord.).
Psicología Social: Un encuentro de perspectivas . Cádiz. CD: ISBN 978-
84-608-0616-5.

El consumo de drogas como expresión dialéctica de


la juventud en la sociedad actual
Eduardo Infante Rejano
Universidad de Sevilla

Introducción

Pese a la abrumadora gestión publicitaria en materia de prevención, el consumo de


drogas (ilegales o no) en la población adolescente aún constituye un problema
social de primer orden a resolver. Si bien las ultimas encuestas de 2002-2003 del
Observatorio Español sobre Drogas indican un descenso del consumo de
determinadas drogas (eg. heroína), se han incrementado los casos de intoxicación
aguda por cannabis, abuso de cocaína en la población adulta (a partir de los 35
años) y el policonsumismo de fin de semana. El en caso del alcohol, los
consumidores menores de edad cada vez son más jóvenes situándose la edad media
en los 13 años. Estos resultados contrastan con el hecho de que la población juvenil
se caracteriza por acceder con mayor facilidad a información sobre los efectos
perjudiciales del consumo de drogas, especialmente las ilegales. Es, precisamente,
este papel meramente informativo-normativo el que se usa mayoritariamente en la
publicidad preventiva del consumo de drogas mientras que la publicidad comercial
de bebidas de alta gradación alcohólica es de carácter emotivo y persuasivo. Mena
y Tojar (2003) identifican al menos cuatro aspectos definitorios de la prevención de
drogodependencias: informativos, educativos, de coordinación y de sensibilización.
Adoptando esta última actitud, debemos pues repensar los mensajes publicitarios
en materia preventiva y reorientar su eficacia en función de variables más
psicológicamente significativas.

El consumo de drogas puede describirse como una conducta psicosocial enmarcada


en un entorno sociohistórico determinado. El contenido y las formas de consumo
juvenil de drogas reproduce metafóricamente una dialéctica individuo-sociedad en
la que se generan múltiples discursos a favor y en contra y que, inicialmente, sirven
de base a los adolescentes para la expresión individual y grupal. En el estudio de
Stewart y Power (2003) se constató un patrón diferencial de consumo de alcohol en
los americanos-europeos caracterizado por un consumo más normativo y socio-
ambiental que en el caso de los americanos-africanos, siendo el de estos un
consumo solitario y dado en entornos laborales y escolares, claramente reflejando
los conflictos sociohistoricos de cada grupo étnico. Pese a ser ampliamente
reconocido la idea de que en la etapa adolescente las decisiones de consumir drogas
son tomadas racionalmente en función de las consecuencias y el autocontrol
(Kuther y Higgins, 2003), está claro que a la luz de las evidencias debemos
localizar dicha racionalidad en aquellos mensajes que subyacen a la conducta
manifiesta, muchas veces en vueltos en patrones irracionales. Varios estudios
coinciden en afirmar que las campañas publicitarias de prevención de
drogodependencias deberían detectar problemas emocionales en los jóvenes y
analizar el abuso de drogas como acto que facilita mecanismos de afrontamiento de
dichos conflictos (Hoffman y Cervone, 2000; Medina, Cavioto, Villatoro, Fleiz,
Galván-Castillo y Tapia, 2003).

Por lo tanto, una forma de diseñar la publicidad preventiva en materia de


drogodependencias supone la consideración de los significados juveniles del acto
de drogarse, de las representaciones sociales que subyacen a dicho
comportamiento. Esto implica adentrarse en los mundos subjetivos y metafóricos
de los jóvenes de hoy en día y analizar las corrientes de pensamiento que fomentan
dicho consumo. Como afirman Leeming, Hanley y Lyttle (2002), los diseñadores
de los programas de prevención de drogas deben poseer un conocimiento profundo
de los puntos de vista mantenidos por la audiencia respecto del objeto de actitud y
cambio conductual considerados. En la investigación de Hanson (2002) se constató
que las creencias sirvieron de base para diferenciar a fumadores de los no-
fumadores y persuadir a aquellos de abandonar el hábito. Las representaciones
sociales serán obtenidas a modo de discursos encubiertos, a partir de los patrones
actuales de consumo de drogas y en consideración con las vicisitudes del periodo
adolescente y de la sociedad que les ha tocado en suerte.

Discurso 1: Reto y la anticipación de sensaciones inmediatas

En la tradición histórica de muchos pueblos ancestrales es posible describir un uso


sociocultural, terapéutico y mágico-religioso de determinadas drogas. Por ejemplo,
los incas y demás pueblos andinos solían (y suelen) mascar hojas de coca para
evitar el soroche o mal de altura; los hindúes hacen virtuoso en sus reuniones
sociales el consumo de hachís; actualmente, el uso de la cocaína parece estar muy
extendido entre determinadas profesiones de altas demandas físico-laborales o
simplemente por motivos recreativos; su debate en torno a los múltiples usos
terapéuticos de plantas como la marihuana es cada vez más evidente a la par que
ancestral (lepra, fiebre); el vino y la cerveza son símbolos de las culturas
mediterráneas y noreuropeas, respectivamente; etc.

La prohibición de consumir drogas (legales o ilegales) y su referente histórico-


cultural entran en contradicción social y genera la primera oportunidad para la
búsqueda de sensaciones al fomentar el relativismo conductual. Efectivamente, los
jóvenes, en su proceso de autoconstrucción del super-yo, juegan a desafiar a los
adultos, a romper o saltarse las reglas que consideran más absurdas por
contradictorias. En particular, para Ritson (1981) la ambivalencia en el mundo del
alcohol explicaría también la ausencia de claridad en los planes de prevención de
problemas alcohólicos. Pero esa intención no puede limitarse a una mera imitación
del adulto sino que tratará de abrir caminos nuevos consumiendo no tanto las
bebidas propias de la cultura gastronómica (vino o cerveza) sino aquellas ajenas a
la misma (ron, wishky, vodka,...) e ilegales. La elección permite además
experimentar sensaciones bruscas inmediatas en un claro efecto de paliar la
frustración socialmente creada del retardo de recompensas inmediatas. En
definitiva, el uso se hace abuso en un colectivo emocionalmente inmaduro y
necesitado.

Discurso 2: El mundo mágico de las sensaciones

Un estudio con cerca de 400 adolescentes finlandeses acerca de las razones para
beber y drogarse permitió afirmar que éstas tenían que ver con la búsqueda de
experiencias sensoriales, subjetivas referidas a “un sentimiento de bienestar” y “de
diversión” (Palmqvist, Martikainen y Von Wright, 2003). La descripción de
sensaciones puede proceder de las drogas actualmente de moda, más consumidas
así como del modo de consumo. El patrón de consumo adolescente describe una
tendencia cada vez más evidente al policonsumismo de fin de semana. Ya resulta
evidente el paralelismo de este patrón con el del adulto que se sufre el devenir de la
semana llena de obligaciones laborales para luego abandonarse a la vida
contemplativa y consumista los fines de semana. Es la liberación de síntomas
represivos en un corto espacio de tiempo y como recompensa de la semana. De
mayor a menor consumo de drogas en nuestro país, las sensaciones pretenden
individual y conjuntamente estimular la socialización destruida y alimentar la
autoestima (alcohol, tabaco), prolongar el placer de disfrute y estimular la
comunicación, al disminuir la fatiga, el sueño, el apetito y aumentar la locuacidad
(cocaína), reducir el dolor y recrearse en la euforia (heroína), no pensar, no sentir,
no recordar, alterar el mundo, detener el tiempo y relajarse (cannabinoides), deseo
de velocidad de vida al potenciar efectos cardiovasculares y parasimpáticos (drogas
de síntesis), de actuar con actitud agresiva (anfetaminas) y confundirse con ideas
delirantes y descoordinar la propia acción.

En general, se describe un intento de perder el control, de huir de una realidad


agonizante, amenazante por rutinaria e insulsa, de narcotizar o sedar la propia vida
y abandonar la mente en sensaciones de placer en un mundo socializado, abierto,
propio del pensamiento platónico adolescente. Para tal finalidad, es de vital
importancia complementar el consumo con una música caracterizada por ruidos
fuertes y descompasados que sitúen al sujeto en estado de pseudotrance o
hiperactivación. En algunos casos, sobre todo en sujetos de consumo reincidente,
dicho patrón supone una extensión de las relaciones de inestabilidad, asocialización
y aislamiento social vivido en familia y en sociedad. Por ejemplo, los bebedores
problemáticos identificados por Steinhausen y Metzke (2003) junto con otros tres
grupos de bebedores adolescentes (abstinentes, bebedores sociales, grandes
bebedores), fueron caracterizados con baja autoestima, baja aceptación parental
percibida unido a un elevado rechazo de estos. En Diego, Field y Sanders (2003),
los adolescentes más propensos a beber alcohol, fumar tabaco y consumir
marihuana eran aquellos adolescentes populares con niveles elevados de depresión
y fracaso (intelectual).

De cualquier manera queda expresa la idea de que el sujeto se abandona al presente


sin prever consecuencia alguna para el futuro que ciertamente percibe como
incierto en todas las facetas humanas (desempleo, degradación del medio ambiente,
conflictos bélicos, rupturas conyugales, y un largo etcétera).

El policonsumo es fiel reflejo de una sociedad postindustrial –quizás aún en


transición- que maneja corrientes eclécticas en sus manifestaciones artísticas,
literarias, laborales y científicas. Efectivamente, en la desesperación de que todo
está inventado surge la idea de mezclar todo lo que ya existe en un intento de
llamar la atención a voluntad del receptor. Esta forma de consumo múltiple
también parece corroborar la tendencia acaparadora de los jóvenes heredores de la
actitud hedonista y poli-consumista de sus (ausentes) progenitores.

Discurso 3: Análisis etnográfico de la interacción social

La práctica de consumo de drogas legales está ampliamente motivada e incentivada


por numerosos grupos y contextos sociales. Así pues, el espacio intersubjetivo
creado por uno y los demás genera una clara distinción entre usuarios y no-usuarios
de drogas. Cada grupo genera sus propios valores y normas y establece estrategias
de presión que vulneran la escasa resistencia de los adolescentes. El conflicto
intergrupal consecuente alimenta estereotipos, prejuicios y expectativas que
propician su mantenimiento. Por ejemplo, el 50% de los trabajadores de la salud
mental consideran que los drogodependientes son enfermos mentales a caballo
entre los desordenes psicóticos serios y los desordenes adaptativos o neuróticos
(Brana, Rodríguez Díaz, Cuesta, Bobes, Gómez y Saiz, 2001). Al mismo tiempo, es
probable que en cada grupo existan subgrupos que defiendan sus propias
representaciones sociales en torno a la droga y su consumo. Echeverría, Guede,
Sanjuán y Valencia (1992) obtuvieron tres representaciones sociales diferentes en
función de la proximidad de los grupos al mundo de las drogas.

La ilimitada oferta de drogas propicia que los grupos-consumidores sean cada vez
más numerosos y actúen con mayor capacidad de atracción social. Se venden
imágenes de superioridad o dominio social (drogas ilegales), de independencia
(tabaco) o de supuesta madurez (alcohol). La interacción adolescente en contextos
de recreo a través del consumo de drogas permite la multiplicidad de yoes frente a
su audiencia eliminando la entidad fija e inamovible que estigmatiza y reduce al
adolescente (Albertin, 2003).

Repercusiones para la publicidad preventiva

Los jóvenes utilizan el consumo de drogas como vehículo para la materialización


de discursos y creencias nacidas de la tensión dialéctica entre su estado de
transformación y la sociedad en su más pura imagen represora. Hemos constatado
que los actuales patrones de consumo son en fondo y forma una forma de
responder al mundo unas veces ignorándolo y huyendo de él, otras veces una forma
burda de imitación de modelos consumistas, hedonistas y de poder.

La constatación de estos discursos juveniles permite identificar con mayor acierto


aquellos mensajes que contrarresten la publicidad estimuladora de consumo de
drogas, ofreciendo alternativas sanas desde el propio pensamiento de los usuarios.
En líneas generales, estos mensajes deben ir dirigidos a la creación o fomento de
entornos recreativos en los que idear formas de bienestar aseguradas, con ruptura
de la rutina y el fomento de múltiples sensaciones. Las liberación de energías, la
multipercepción imaginativa así como la posibilidad de obtener recompensas
inmediatas al esfuerzo personal, no-anónimo, deben considerarse igualmente.
Además, se precisa la manifestación de mensajes con informaciones claras sobre
las verdades y falsedades del consumo de drogas a lo largo de la historia. En este
sentido, resulta fundamental la promoción de las drogas legal y socialmente
instauradas en nuestra cultura tales como el vino y la cerveza que, por otra parte,
gozan de numerosas virtudes para el mantenimiento de la salud. Se trata más bien
de incidir en aspectos emocionales de autocontrol en el consumo de (determinadas)
drogas, más que de insistir en moralinas informativas sobre los efectos adversos del
consumo de drogas y que la sociedad (adulta) constantemente desacredita.

Referencias bibliográficas

Albertín, P. (2003). Conocimiento psicosocial y práctica reflexiva. Estudio


etnográfico sobre el uso de heroína. XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
Brana, B; Rodríguez Díaz, F.J.; Cuesta, M.; Bobes, J.; Gómez, P. y Saiz, P.A.
(2001). Imagen del drogodependiente y el enfermo mental entre los
profesionales de la salud. Adicciones, vol. 13 (3), 289-296.
Diego, M.A.; Field, T.M. y Sanders, C.E. (2003). Academic performance,
popularity, and depression predict adolescent substance use. Adolescence,
38(149), 35-42.
Echeverría, A.; Guede, E.F.; Sanjuán, C. y Valencia, J.F. (1992). Social
representations of drugs, causal judgment and social perception. European
Journal of Social Psychology, vol. 22(1), 73-84.
Hanson, M.J. (2002). Cross-cultural study of beliefs about smoking among
teenaged females. Western Journal of Nursing Research, Vol. 21 (5), 653-
651.
Hoffman, J.P. y Cerbone, F.G. (2000). A growth curve análisis of stress and
adolescent drug use. Substance Use and Misuse, 35(5), 687-716.
Kuther, T.L. y Higgins, A.A. (2003). Attitudinal and normative predictors of
alcohol use by older adolescents and ypung adults. Journal of Drug
Education, 33(1), 71-90.
Leeming, D.; Hanley, M. y Lyttle, S. (2002). Young´s people image of cigarettes,
alcohol and drugs. Drugs education, prevention and policy, 9(2), 169-185.
Medina, M.E.; Cavioto, P.; Villatoro, J.; Fleiz, C.; Galván-Castillo, F. y Tapia, R.
(2003). Drug use among adolescents: Results from the National Survey on
Addictions. Salud Pública de México, 45 Suppl. 1, 16-25.
Mena, E. y Tojar, J.C. (2003). Dimensiones de la prevención de drogodependencias
en el discurso social. Encuentros en Psicología Social, Vol.1(4), 285-290.
Palmqvist, R.A.; Martikainen, L.K. y Von Wright, M.R. (2003). A moving target:
Reasons given by adolescents for alcohol and narcotic use. Journal of Young
and Adolescence, 32(3), 195-203.
Ritson, B. (1981). Alcohol and young people. Journal of Adolescence, Vol. 4(1),
93-100.
Steinhausen, H.C. y Metzke, C.W. (2003). The validity of adolescent types of
alcohol use. Journal of Child Psychology and Psychiatry and Allied
Disciplines, 44(5), 677-686.
Stewart, C. y Power, T.G. (2003). Ethnic, social, and gender differences in
adolescent drinking: Examining multiple aspects of consumption. Journal of
Adolescent Research, 18(6), 575-598.

También podría gustarte