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PRUEBA PARCIAL DE LITERATURA JURÍDICA

Alumno:
Facultad:

I.- Lea el siguiente cuento y responda a las siguientes preguntas:

1.- ¿Cuál es el tema del relato?

2.- ¿Por qué es un texto literario?

3.- Identifique los recursos literarios utilizados por el autor

4.- Escriba una reseña (resumen y comentario) de este relato


El fin de algo
Guillermo Niño de Guzmán
Pasamos dos veces delante del local, cuya marquesina luminosa se encendía y
apagaba como una atracción de feria. El portero uniformado nos miró con
curiosidad.
Arturo se detuvo y me increpó:
—¿Vamos a entrar o no?
—Quería echar un vistazo antes —dije.
—Desde aquí no se ve nada, Alejo. ¿Qué sucede? ¿Ya no quieres entrar?
—No es eso, sino que temo que sea más caro de lo que pensaba. ¿Tienes
plata?
—Más o menos. ¿Y tú?
—No mucho.
—Bueno, si no te alcanza te presto —dijo Arturo, decidido.
El portero esbozó una sonrisa mordaz, pero se hizo a un lado y nos dejó pasar.
Adentro estaba muy oscuro. Al fondo, bajo unas luces tenues, se alzaba el bar.
Avanzamos en esa dirección y nos encontramos con dos mujeres que salían de la
penumbra.
—Hola —dijo una de ellas—. Yo soy Irma y ella es Hilda. ¿Quieren que los
acompañemos?
Antes de que pudiéramos responder, nos cogieron del brazo y nos llevaron a
unas mesas apartadas, en lo más profundo de la oscuridad. Irma llamó a alguien y
al instante apareció un mozo.
—¿Qué van a tomar? —preguntó ella.
—No sé —dijo Arturo—. Será un par de cervezas, ¿no, Alejo?
—Bueno —acepté.
—Nosotras solo tomamos coñac —señaló Irma.
Mientras esperábamos las bebidas, Hilda se acomodó con Arturo en la mesa
contigua. Irma me sonrió con picardía. Bajé la vista y, para disimular mi confusión,
saqué un cigarrillo.
—¿Y a mí no me invitas? ¡Qué malcriado eres! —dijo Irma con tono socarrón.
—Perdón —dije, y me apresuré a ofrecerle el paquete.
—No, gracias —dijo ella y, con un gesto coqueto, estiró una mano y me revolvió
el pelo—. Estaba bromeando. Hoy ya he fumado bastante.
—¿Por qué no bailamos? —dije, ya que no se me ocurría nada de que hablar.
—Yo solo bailo piezas lentas —dijo ella con una voz seductora y me rozó
levemente las sienes con la yema de los dedos. Sentí un ligero escalofrío. En eso
llegaron los tragos.
—¿Qué tal está? —le pregunté, por decir algo, luego de que ella apurara un
sorbo.
—¿A ti te gusta el coñac?
—No sé. Nunca lo he tomado.
—Oh, es muy fuerte. No es para bebedores de cerveza.
—¿Puedo probar un poquito?
—Si quieres… Me acercó la copita a los labios. El líquido me abrasó la
garganta.
—¿Qué tal?
—Está bueno —mentí—. Calienta —añadí para dar mayor convicción a mis
palabras. Ella se rio. Su risa era fresca, caudalosa y artificial como las carcajadas
altisonantes de las estrellas de cine.
—¿Por qué no bailamos ahora? —le dije, pues sonaba una melodía lenta.
—¿No estás contento aquí conmigo? —me reprochó. Dejó caer una de sus
manos sobre mi muslo y empezó a recorrerlo con suavidad. Experimenté una
sensación agradable que pronto fue en aumento.
—¿Te molesta esto?
—No, no —dije—. Solo que primero me gusta bailar y después…
—Ah, ya te entiendo —dijo, rodeándome el cuello—. Lo que pasa es que eres
un romántico. Sí, un verdadero romántico.
—Ajá —traté de sonreír—, supongo que eso es.
Me tomó de la mano y me llevó a la pista de baile. Estaba desierta. Me abrazó y
se apretó contra mí.
—Bailas muy bien —me dijo, pero yo sabía que mentía. Me estrechó aún más y
sentí la presión de su pubis sobre mi sexo, su cuerpo que se restregaba contra mi
piel sudorosa. Después me cogió la cara con ambas manos y me besó. Su lengua
se enredó voraz con la mía y se agitó con fuerza, golpeando repetidas veces los
costados de mi boca. Nunca me habían besado de esa manera. Cuando la música
cesó, se apartó y me dijo que regresaría dentro de un momento. Luego
desapareció en la oscuridad, difuminándose como una estela de humo. Aguardé
un rato hasta que me sentí incómodo en medio de la pista de baile vacía y decidí
volver a la mesa.
***
Cuando Alejo salió a bailar con Irma, le propuse a Hilda que los siguiéramos,
pero se negó. Me besó con fuerza y me dijo que prefería que bebiéramos otra
copa. Más tarde, Alejo retornó solo a su mesa. Poco después, se le acercó otra
mujer.
—¿Qué haces solito? —le preguntó ella—. ¿No estabas con una de las chicas?
—Sí, con Irma —dijo Alejo—. Se fue por un momento y hasta ahora no ha
vuelto.
—Esa loca —dijo ella—. No tiene remedio. Es una desconsiderada. ¿Cómo ha
podido dejarte abandonado? ¡Qué descaro! Pero yo no soy así.
Se sentó junto a Alejo y se inclinó hacia él.
—¿Me dejas hacer algo por ti? —le susurró.
Él la miró desconcertado y no dijo nada.
—¿Eres tímido o estás triste? Vamos a ver. Dame tu mano.
Ella cogió la mano derecha de Alejo y la deslizó bajo su vestido.
—¿Qué te parece? ¿No está calientito aquí dentro? Anda, invítame un trago.
Alejo asintió.
—¿Tú también tomas coñac? —le preguntó.
—¿Coñac?
—Irma me dijo que ella y su amiga solo tomaban coñac.
—No me digas que te ha metido ese cuento. Sí, claro, le encanta pedir los
tragos más caros. ¡Qué abusiva! En cambio, yo me contento con un gin con gin.
Me entretuve con Hilda y, cuando volví a poner atención en ellos, estaban
discutiendo.
—¿Qué te sucede? —decía ella—. Si te incomodo, me voy. Dime nomás.
—No, no —le dijo Alejo—. No te vayas, por favor.
—Pero, ¿cómo mierda quieres que me quede si pones esa cara? ¿Qué te
pasa?Cuéntame.
—Nada, si no me pasa nada.
—Sí, yo sé que te pasa algo.
—No me molestes.
—Entonces me voy.
—No quise decir eso.
—Mira, yo soy medio psicóloga y sé que a ti te pasa algo. Y, si me lo cuentas, te
va a hacer mucho bien. No se lo voy a decir a nadie. Hazme caso. Cuéntame…
—No sé.
—A ver, dime: ¿qué te ha hecho tu papá?
—Nada.
—No te creo. Algo te debe de haber hecho esa mierda, porque todos los padres
son una mierda. Yo sé por qué te lo digo. ¿Te ha pegado? ¿Te ha botado de la
casa?
—No, no.
—Entonces, se trata de una mujer. ¿Te ha sacado la vuelta? No pierdas tu
tiempo. No seas huevón. Lo que tienes que hacer es mandarla a la mierda.
¿Sabes cómo puedes joderla? Agarras un sobre, le metes dentro un papel
embadurnado con caca y se lo envías por correo.
Alejo la miró con dureza.
—¿Quieres callarte de una vez por todas, puta de mierda? —le dijo, sin prisa,
pronunciando meticulosamente cada palabra.
—¿Quién te has creído, cojudo? —dijo ella—. Se te está haciendo un favor y
me insultas. ¡Anda a joder a tu madre!
Se levantó con un movimiento brusco y, antes de irse, dio un manotazo que
barrió los vasos de la mesa. Alejo se volvió y me dijo:
—Arturo, vámonos de aquí.

(Cuento ganador del concurso de cuento las mil palabras convocado por la

revista Caretas)

II.- Analice su estructura, punto de vista del narrador, tipo de personaje,


tiempo, espacio, estilo y técnicas narrativas.

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