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Tiempo de Educar

ISSN: 1665-0824
teducar@hotmail.com
Universidad Autónoma del Estado de México
México

Antaki, Ikram
Los problemas reales de la enseñanza. ¿Formación humanística a los ingenieros?
Tiempo de Educar, vol. 3, núm. 5, enero-julio, 2001, pp. 193-204
Universidad Autónoma del Estado de México
Toluca, México

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Tiempo de educar, año 3, número 5, enero-junio de 2001
LOS PROBLEMAS REALES DE LA ENSEÑANZA
¿FORMACIÓN HUMANÍSTICA A LOS INGENIEROS?

Ikram Antaki∗

INTRODUCCIÓN

El presente documento es la última conferencia magistral que dictó la


doctora Ikram Antaki en junio de 2000 durante la XXVII Reunión de la
Asociación Nacional de Facultades y Escuelas de Ingeniería (ANFEI) que se
realizó en el Instituto Tecnológico de Toluca, en la ciudad de Metepec,
Estado de México.

En su disertación habló acerca de la formación humanística del ingeniero


y criticó fuertemente, como ella solía hacerlo, los conceptos de
humanismo tecnológico, conocimiento y aprendizaje. Puntualizó las
diferencias entre educación y cultura y expresó su desacuerdo con la
concepción del liderazgo que se intenta aprender en cursos. La doctora
Antaki explicó que “ninguna escuela nos puede enseñar liderazgo; éste se
ejerce, pues el que es líder, lo es de forma natural”.

Con una actitud aparentemente informal, la doctora habló, sin texto


escrito, ante los participantes de la reunión nacional de la ANFEI y, como
quien predice su futuro inmediato, acerca de la afección respiratoria
sufrida meses atrás y que gracias a la ciencia moderna pudo superar. Esta
afección finalmente la apartó de los seres vivos semanas después de su
participación magistral en ese encuentro nacional.


Conferencia dictada por la doctora Ikram Antaki en la XXVII Asamblea General de la ANFEI el 21
de junio del 2000. Ikram Antaki nació en Damasco, capital de Siria. Realizó sus estudios de
doctorado en filosofía en México, donde radicó desde 1976. Conocedora de las actitudes y
conductas del ser humano de todas las naciones, tenía escritos unos 30 libros hasta el inicio del
año 2000. Destacan entre sus documentos los textos: La cultura árabe, El espíritu de Córdoba, El
pueblo que no quería crecer y un libro de filosofía publicado en tres series: El banquete de Platón.
Falleció en la ciudad de México en octubre de 2000.
He aquí el texto completo transcrito y corregido por el Lic. Federico
Flores Flores, quien actualmente labora como catedrático en el Instituto
Tecnológico de Toluca (ITT), con el apoyo de la Oficina de Medios de la
Facultad de Arquitectura de la UNAM y de Tanhia Alva Guadarrama,
secretaria ejecutiva del ITT.

No sé si voy a hablar exclusivamente de ingeniería, por prudencia no hay


que hablar sólo de ingeniería. Cuando me dijeron que el tema central era
la formación humanística de los ingenieros, pensé: “Les voy a dar el
avión”, ya que en esta frase cabe todo y cualquier cosa.

¿Quieren qué les hable de la especialización y de la necesidad de salir de


esta extrema especialización? ¿Quieren que les vuelva a decir que
tenemos ingenieros analfabetas y que se necesita introducir en la
formación de los ingenieros algo de antropología y filosofía?

¡No!, no es mi intención, porque tampoco los antropólogos, filósofos y


sociólogos son muy cultos. Tenemos ingenieros y médicos muy duchos
en su campo y absolutamente analfabetas en todo lo demás; también
tenemos “humanistas” no tan duchos en su campo, pero absolutamente
analfabetas en otros conocimientos.

Hace mucho que se realizó el divorcio entre los dos campos del saber. Yo
lo ubicaría desde el Renacimiento. Antes de esta época, los ingenieros
eran generales, eran los generales que cuando el ejército avanzaba y se
necesitaba construir un puente para seguir avanzando, ellos eran los
ingenieros, y como eran generales se transformaban en constructores
militares; es decir, eran hombres de Estado.

Entre los humanistas, el filósofo era, obligatoriamente, astrónomo y


médico, y los nombres que tenemos en la historia ilustran este
conocimiento amplio de las cosas que han pasado. El campo del saber se
ha ensanchando tanto que ya no es posible, en una misma vida, saber
tanto, y alguien que pretenda saberlo todo ya no puede vivir en esta
época.

La división entre los saberes empezó sin que hubiera divorcio; el divorcio
se consumó en el siglo XIX. Luego, durante los últimos 50 años,

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Los problemas reales de la enseñanza. ¿Formación humanística a los ingenieros?

heredamos de la escuela americana la ruptura absoluta entre el mundo


del conocimiento científico y tecnológico y el mundo del saber “blando”.
Pero si pensamos un poco más, nos damos cuenta que la gran filosofía no
se hace en los gabinetes de filósofos; hoy la gran filosofía se hace en los
laboratorios que trabajan genética, en los observatorios que estudian el
cielo; es decir, los astrofísicos. Los que estudian filosofía, si bien les va,
se transforman en maestros en filosofía, no más; no son filósofos. La gran
pregunta sobre el mundo no la hacen los filósofos, la hacen los
científicos.

Acerca de la formación humanística del ingeniero, ¿qué quieren que les


diga? Ustedes, nosotros, todos los que nos dedicamos a enseñar, de
alguna forma nos damos cuenta, y hay que decirlo con valentía, que el
problema no viene de la universidad, viene de mucho más lejos. Lo
heredamos de un desastre ecológico.

Desde la primaria, los instrumentos del pensamiento ya no se manejan y


en educación superior recibimos gente que no sabe pensar. ¿Qué
podemos hacer? No se trata de “enchufarles” y darles clases de
sociología y antropología. ¡No se trata de eso! Las reglas de la no
contradicción el uso de la lógica: causa-efecto. Eso que a los de mi
generación, en la escuela francesa nos enseñaron en primaria, ya no se
usa y tenemos gente de 25 años e incluso de 40 que no saben usarlo y
pueden ser realmente muy duchos en computación y en otras técnicas,
pero no saben lógica. No es un problema de clasesitas de historia. No
puedo identificar en qué época se ubica el derrumbe de la educación en
México, pero es un derrumbe que viene desde muy lejos: de la primaria y
de la pre-primaria. A esto hay que agregar la incapacidad de pensar a
largo plazo, y eso no es un asunto mexicano. Es un asunto de civilización,
es la incapacidad de pensar en tiempos largos.

Algo sabemos de historia. ¿Se acuerdan de la mayor imbecilidad en la


historia? Fue la que cometió Napoleón Bonaparte cuando vendió
Louisiana para financiar su expedición a Rusia. Lousiana era la región de
mayores cultivos en América del Norte; ocupaba todo el curso del
Missisipi. El problema se manifestó en el síntoma de una relación difícil
entre la memoria, como tesoro del pasado, y el futuro.

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El animal no piensa en el tiempo, el hombre es el que piensa en eso. Si el
hombre ya no es capaz de ubicarse en el tiempo largo, hay una división
de su humanidad, hay un retroceso de la humanidad; se crea esa
subfilosofía para señoras, que dice: “Goza el momento, no pienses en lo
que puede pasar”; es una tontería y una degradación del humano. ¡Eso no
es filosofía!

Si hay un problema al inicio del siglo XXI, éste es la pérdida de la


memoria histórica. Me dirán que internet pone a nuestra disposición algo
así como la memoria total de la humanidad. Durante siglos nuestra
cultura se definió por una acumulación ininterrumpida de los
conocimientos. Hemos aprendido el sistema solar con Ptolomeo, luego
con Galileo, después la ciencia de Kepler; pero la historia de las
civilizaciones es una sucesión de “agujeros negros” donde
desaparecieron toneladas de conocimientos. Los griegos han sido
incapaces de recuperar los conocimientos matemáticos de los egipcios,
lo que causó el florecimiento de los ocultismos que se basan en la idea
de la recuperación milagrosa de los antiguos saberes perdidos y esas
mafufadas. Luego el medievo perdió toda la ciencia griega, la mitad de
Aristóteles. En cada época se ha perdido una parte del conocimiento. A
veces se pueden recuperar algunos fragmentos del saber perdido. La
mayor parte de las veces quedamos impotentes; no recuperamos nada.

La memoria social y cultural tiene por función fincar, no conservar. Nos


lamentamos, por ejemplo, del extravío de las matemáticas
mesopotámicas. A veces hay censuras, no como en la Inquisición, ni
como Stalin, tampoco como los sectarios de la política de Lili Coret,
porque la posición de la memoria individual o colectiva es filtrar, no
inhibir. Hay que recuperar la nobleza de la palabra inhibir: la cultura está
hecha de memoria y de olvido, un equilibrio difícil. No hay sobrevivencia
sin memoria. Las sociedades siempre han contado con la conservación de
la memoria, empezando por el papel del viejo de la tribu que transmitía
las leyendas a las jóvenes generaciones; es así como el grupo mantenía su
identidad.

Cada civilización encuentra su identidad cuando un gran poeta compone


su mito fundador; y cuando en una sociedad, una censura borra una parte
de la memoria, hay crisis. La memoria se encuentra amputada, allanada.

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La memoria debe ser respetada, aun cuando sea cruel, pero recordar es
escoger. Si alguien recordará todo, como el Junes de Borkler, recordaría
cada hoja de árbol que ha visto en su vida, y cada letra de cada frase de
todos los libros que ha leído, ya no podría actuar, ni moverse. Lo que
significa la caracterización de la memoria es la filtración, y con ella la
generalización.

El inconsciente es un basurero al que se lanza lo que no sirve de


inmediato: la cultura, la sociedad. Hacen lo mismo el Internet o la web,
que son inventos cúneos. Hasta ahora la sociedad técnicamente ha
filtrado, en lugar de nosotros y a través de los manuales y las
enciclopedias puestas en la web, donde todo es saber, todo es
información posible, aún la menos pertinente está a nuestra disposición;
la cuestión es saber quién filtra. Imaginemos que estamos buscando
información sobre el cultivo del café y que quien infiere mi intención
mediante un programa de cómputo, me da la lista de 14 millones de
sitios donde se utiliza la palabra café, nuestra sociedad se prepara para
tener una cabeza electrónica construida sobre el modelo de la cabeza de
“fons” (funes, en sentido de diversión) el memorioso; así, la incapacidad
de filtrar es la incapacidad de discriminar. Entendemos que 14 millones
de sitios son igual a cero. No podemos escoger. Esta memoria que
contiene todo, es nada. Hemos agrandado nuestra capacidad de
acumulación de la memoria, pero aún no hemos encontrado nuestro
parámetro de filtración.

Hay que crear un arte del olvido. Es imposible cambiar de táctica para
olvidar, porque es imposible olvidar involuntariamente. Hace falta, en las
artes mnemotécnicas del Renacimiento, un capítulo sobre medios y
formas de olvidar. ¿Por qué es importante? El olvido es un acuerdo
involuntario que puede ser facilitado por el exceso de información; el
olvido depende del azar, no puede ser programado. Debemos tener
moralidad frente a la web.

No disponemos de una regla para olvidar lo que no merece ser


conservado; sólo disponemos de algunos medios de selección, en la
medida en que estamos intelectualmente preparados para enfrentar la
prueba. Espero haberme explicado con este ejemplo imaginario. Otro
ejemplo: necesito información y busco en la web información increíble

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sobre Kant. Si tengo una buena capacidad filosófica será fácil de eliminar
a fanáticos, a idiotas, a sitios que producen información que puede ser
de nivel primario y mediante algunos porqués y para qués, selecciono
unos 10 sitios, porque tengo detrás de mí una vida de estudios. Los
demás, los inocentes que buscan en la web lo que hay que saber sobre
Kant, estarán más perdidos que el chico pueblerino quien, en la casa del
cura, sólo encuentra una vieja historia de la filosofía, escrita por un
jesuita del siglo XVIII. Si los dejo a ustedes, ingenieros, en la web para
buscar el pensamiento de Kant, serán como el chico pueblerino; no
sabrán nada, pero también pueden vivir sin Kant. Esto es sólo un
ejemplo, cualquier cosa.

En ausencia de un partido político o de una iglesia, la gente recurre a las


sectas para encontrar una autoridad. Frente a una información total de
los “nets”, cada quien tiene una opción. Antes existían opciones
privilegiadas: la opción católica, la opción marxista, la opción
reaccionaria; tendría que conocerse de qué manera la opción es
seleccionada según si el texto de referencia fuera la Biblia o el Capital;
ahora cada quién hace una opción totalmente impredecible. Con seis mil
millones de habitantes en la tierra, tenemos seis mil millones de
opciones ideológicas. Los resultados son identidades sin mediación de
grupo. Yo no sé si una sociedad así tenga alguna capacidad de funcionar.

Los individuos reclaman criterios, jerarquías, nadie en su vida profesional


es capaz de construir criterios; esto se hace a lo largo de una civilización,
por eso aceptamos el filtro de una memoria colectiva. Imagínense que se
nos pida olvidar todo lo que hemos aprendido sobre astronomía. Cada
quién, en el curso de su vida, tendría el deber de constituir el Sistema
Planetario observando la carrera del sol. ¡Sería insensato! Necesitamos
que una cultura precedente haya filtrado estos conocimientos y nos
comunique una descripción coherente del Sistema Planetario; no importa
que sea errónea, lo que importa es que sea coherente. Hemos vivido
tranquilamente durante milenios confiados en el sistema de Ptolomeo. La
tierra sigue dando vueltas y no hemos muerto.

También Galileo entendió algo más que nos ha permitido llegar a la luna;
pero hubiéramos podido vivir con un sistema falso a partir del momento
en que fuera coherente, aunque se hubieran hecho críticas marginales y

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se hubieran agregado episitios. Sería imposible pedir a cada ser humano


construir un sistema así en el curso de su vida. Hoy, aún si se diera a cada
uno de nosotros la totalidad del saber, aún si imagináramos que en
medio de este laberinto cada quien fuera capaz de constituir su propia
memoria, tendríamos una sociedad de seis mil millones de lenguas
diferentes.

También voy a decir algo muy cruel para los autodidactas. Se pueden
encontrar verdaderos genios entre ellos, pero siempre les falta algo: la
fuerza de la educación regular con sus filtros, situar los conocimientos en
la medida que los absorbemos. En la Torre de Babel hay personas que
hablan 70 lenguas diferentes entonces la web va a producir millones de
enciclopedias diferentes. ¿Qué es lo que hacen los negacionistas, los que
niegan los crímenes nazis? Relacionan, de manera personal, todos los
elementos de información que circulan en la enciclopedia histórica,
desechan algunos, resaltan otros y hacen su propio “menjurje”. Si se
siguen criterios colectivos, esta lógica perversa podría volverse la lógica
de la web: cada quien produciría sus propios criterios para seleccionar la
información. Es la historia a la carta. El día que desapareciera toda norma
común por que cada quién pudiera inventar su propia lectura de los
eventos históricos y científicos, no quedaría ni una base común para dar
razón de nuestra aventura colectiva. Esto ya está pasando. Si ustedes
escuchan radio, ven programas de señoras que al medio día que hablan
de Física Cuántica, sin saber. Son señoras que no pasaron de la tabla de
multiplicación del seis (porque después ya es difícil) pero hablan de
Cuántica para justificar cualquier idiotez.

Es exactamente lo que quiero decir: se borran los criterios colectivos y se


establece la lectura a la carta. Surge, además del almacenamiento, la
observación de una memoria cada vez mas pesada y nos dicen: “es la
libertad”. Y no se puede hacer censura en internet.

¡Espérense! Supongamos que se lograra amaestrar una memoria estándar


accesible, una enciclopedia de enciclopedias, ¿Cómo conservarla? ¿Bajo
forma de libro? ¡No! Hubiera sido posible en la época de los
Enciclopedistas en el siglo XVIII, pero no después, hacia la mitad del XIX,
cuando se dejó de fabricar el papel con trapo y se empezó a fabricarlo a
partir de la madera. Allí surge el problema del factor de acidez del

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incunable impreso en el siglo XV y que hoy está aún fresco. Un libro
actual tiene una esperanza de vida media de 70 años. Las obras de los
cuarenta y cincuenta están en pedazos. ¿Cómo salvar la información?
Con los microfilms es muy caro. Habría que fotografiar página por página
y hay bibliotecas que tienen millones de libros que jamás podrían filmar
todos los libros. Habría que hacer una selección. ¿Quién haría la
selección? ¿Cómo sería escogido el comité encargado de la selección?
¿Quién se atrevería a decir que López sobrevivirá y Pérez será eliminado?
La verdadera selección de la memoria sigue el ritmo de las generaciones.
Es una sociedad entera que discute, que decide qué es lo que debe
sobrevivir; la acumulación de todas esas memorias servirá para conservar
quizá algunas referencias.

No caer en la ilusión de la novedad absoluta; jamás habrá novedad


absoluta. Si nos proponen de golpe una nueva visión del mundo que lleve
todo el conjunto del saber sobre su globalidad, seríamos incapaces de
asimilarlo. El conocimiento es conformista, no es revolucionario; posee
cambios discretos, guardando el criterio en el equilibrio. La fase
innovadora debe siempre integrarse con la parte conservadora. Al inicio
del siglo XXI tenemos el sentimiento de un cuestionamiento general de
todos los saberes heredados de siglos precedentes. Las sacudidas son
considerables y nos preguntamos si tenemos más dudas que en otros
siglos. Algo tenemos de historia. El hombre del siglo XVII tenía
muchísimas dudas; lo que pasa es que esta desilusión afectaba a una
pequeña clase de sabios e intelectuales. Nuestro siglo no es el único en
haber conocido sacudidas en el edificio del saber, pero nosotros vamos
más rápido. El hombre es lento. Hasta ahora no hemos inventado una
manera de producir un bachiller en menos de dieciséis años. Se necesitan
dieciséis años para que lleguen a bachillerato; la tecnología es rápida, la
ciencia es rápida, el humano es increíblemente lento.

La gente, a veces, no percibe la diferencia, por ejemplo, entre una


“realidad virtual” y una “realidad real”. Hablo de la generación que está
detrás de ustedes, ellos nacieron en lo que para nosotros fue sólo
aprendizaje de madurez. Por ejemplo, un fenómeno japonés: una mujer
que se llama Yoko se volvió una vedette célebre. Yoko no existe, ha sido
producida por computadora, juntando elementos que, según se suponía,
eran lo óptimo. Yoko pasa en la tele, habla con otros invitados, es muy

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popular, mucha gente le escribe cartas; lo virtual no es lo que antaño se


llamaba el imaginario colectivo, porque nadie jamás ha escrito cartas a
Caperucita Roja. Escriben cartas a Yoko. Dicho de otra manera: un ser
mediatizado, un intelectual mediático, ya pertenece a un mundo virtual.

El planeta tuvo millones de años para acostumbrarse a las construcciones


de las abejas, nosotros cambiamos nuestras técnicas cada seis meses. Hay
que negociar. Una sociedad debe determinar un cierto número de
prohibiciones, que son el resultado de largas negociaciones. El principio
central de la negociación es el realismo contra-actual; no son principios,
son necesidades. El principio central es éste. Ahora, aparte de la energía
atómica y de la televisión, todas estas grandes invenciones del siglo XX
son anteriores al siglo XX, son principios fundamentales en los que se
confía, incluyendo la computadora, la radio, la electricidad, la radiación,
la aviación y el automóvil. Desde el siglo XIX tenemos una sociedad
fundada en la tecnología.

La gran revolución de nuestro siglo no es tecnológica, es social; un nuevo


tipo de relaciones entre personas ha aparecido. En el siglo XIX, mientras
se inventaba el avión, el automóvil y la electricidad, las relaciones entre
padres e hijos, entre hombres y mujeres, eran idénticas al Medievo.
Nuestra época ha visto el fin de la esperanza cristiana y luego el fin de la
esperanza laica de un futuro radiante. Emanuel Muñé hablaba de un
optimismo trágico en relación con su posición; esta posición consiste en
lograr pequeñas mejorías sucesivas. ¿Para qué escribir libros si no
sabemos si habrá alguien que los lea en años? Hemos prolongado la
duración de la vida, hemos producido nuevas prótesis. Hoy hay más
espíritus, más formados que antes. Desde este punto de vista, es cierto,
hay progreso, hay crecimiento cuantitativo de los posibles, pero miren lo
que Aristóteles escribió sin tener las enciclopedias y los medios de los
cuales disponemos. Hoy hay una gran cantidad de individuos que
acceden al conocimiento, lo que pasa es que no nos dimos cuenta que el
mayor peligro no es la ignorancia. El mayor peligro es saber poco.

El ignorante sabe que esta fuera de la jugada, nada más abre la boca y
escucha. El que sabe poco, cree que sabe. Es aterrador porque ya no
escucha, discute conmigo. No puede discutir conmigo porque no somos
iguales. Hemos fallado en un asunto esencial que no es dar clases de

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humanismo a los ingenieros; hemos fallado en la transmisión. Ya no
trasmitimos. Aquí hay uno que sabe y otro que no sabe y la relación entre
ambos no es de igualdad. No hay paridad entre ellos. Hay en la sociedad
dos instituciones de transmisiones que son las básicas, sin ellas todo el
resto de la sociedad “truena”. Las dos instituciones de transmisión son: la
familia y la escuela.

En las instituciones de transmisión no hay paridad, por lo tanto, no hay


democracia. La democracia está basada en la paridad. Si no hay paridad,
no hay manera de instituir razones democráticas. Aquí la relación se
parece a la forma como se firma un testamento: no hay reciprocidad. Yo
doy, tú pones. No estoy esperando que me des. Lanzo el testamento y
me voy.

Las instituciones de transmisión nunca son revolucionarias, son


conservadoras y deben seguir siendo así. Hay que recuperar la nobleza
de la palabra “conservador”. No es un insulto. Hay que conservar la
literatura, el conocimiento, lo que hemos logrado a lo largo de los siglos.
Uno sabe que tiene cincuenta años, va a entregar al recién llegado a este
mundo, al joven, lo que no sabe; le va a decir cómo es este mundo que
no conoce. Esto es lo que hacen las dos instituciones de transmisión.
Repito: no hay paridad, por lo tanto es imposible hablar de democracia.
El gran error ha sido introducir el tratamiento democrático en las
instituciones de transmisión; es decir, aprender a manejar los
instrumentos de pensamiento, aprender a pensar a largo plazo. Creo que
somos incapaces de hacerlo, ubicarse en el tiempo largo, el papel de la
memoria y del olvido, la inhibición, cuidarse del gran peligro que
representa la adecuación al web. La web no es mala, pero representa un
inmenso peligro para la adecuación de las cabezas. Los problemas,
repito, de no saber ubicar el asunto democrático donde debe estar,
haberlo hecho pasar donde no tenía nada que hacer. El problema es la
frivolidad conceptual.

Construir una sociedad sin pensar en los hombres logra únicamente una
sociedad que destruye a los mismos hombres. Me dirán: “la calidad de
vida ha mejorado muchísimo”. Yo sé que estoy hablando de una cosa y sé
de que están hablando ustedes si me dijeran una frase así. ¡Es cierto!
Hace unos siete meses tuve un paro respiratorio; diez años antes no

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hubiera salido de ese problema. La medicina permitió que pudiera salir,


que hable con ustedes y que no se note. Hoy nos preocupa la lavadora, la
computadora, los alimentos procesados, la agricultura y medicina.

El promedio de vida para las mujeres es de 78 años; eso es formidable,


pero quiero nada más recordarles que somos el único animal que no se
contenta con vivir bien, somos el único animal que no soporta la idea de
la senectud. A los animales no humanos les duele la muerte de los suyos,
lo hemos visto con los perros, los elefantes, con todos los animales. Pero
ellos no inventaron religiones, es decir, la idea de una vida después, la
esperanza de una vida eterna. Los humanos no aguantamos la senectud,
es por eso que inventamos las religiones, los dioses y el mundo después
de la muerte. Somos un animal trágico que no soporta su situación.
Entonces, cinco lavadoras no me harán feliz, y mientras más sube el nivel
intelectual, habrá menos gente insatisfecha porque quieren más. En la
inmensidad del espacio y del tiempo quieren más; no lavadoras, no
tecnología. ¡No a la ciencia! quieren más. No sabría decirles qué es el
“más”, ni siquiera el mayor filósofo va a decir lo que es el “más”, es lo
que las religiones antiguas llamaban la parte divina del ser humano. Los
que no creemos, no usamos esas palabras; sabemos qué es la
insatisfacción oficial.

En mi carro, mientras venía aquí me preguntaba: ¿Qué tipo de gente voy


a tener? y me contaron de los ingenieros y el tipo de clases de
humanidades que necesitan y ahora lo que quieren que les enseñen es
cómo ser líderes. Yo les diría: es muy importante saber cómo ser líder ¡Y
se la creen! Esto sería posible si supiéramos manejar, como Dios manda,
los instrumentos del pensamiento. No hay que ser genio de la cibernética
para darse cuenta que ser líder no implica tomar clases de liderazgo.
Éste, el líder verdadero, se impone por la barbarie de su depredación. El
deseo de ser líder no viene de las “clasesitas”; eso jamás logrará hacer
líderes. Somos animales. El animal es depredador. De la depredación sale
el liderazgo. La idea del poder salió de la depredación y eso no tiene
nada que ver con el género que quieran.

Si se dan cuenta, esas discusiones de que si las mujeres cuando llegan a


los puestos de altura se portan peor que los hombres, son ciertas, pero
no se trata de género sexual, se trata de depredación. Eso es típico, es

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herencia que nos dan, no son “clasecitas”. ¿Quién va a imponer a un
Alejandro Magno, a sentarse a una “clasecita” para que un profesor le dé
una clase de liderazgo? Le pegaría, lo quitaría del camino y le diría: “yo
no tengo tiempo que perder”. Esto es exactamente al revés de lo que le
están enseñando. Se pueden aprender algunos trucos de gerencia, no
liderazgo. ¡Eso es depredación!

Tenemos una falta de sentido de la civilización; me di cuenta de ello


cuando llegué a América. Los que tenemos una educación más del Viejo
Mundo, nos damos cuenta que en América se habla más de cultura y en
Europa se habla más de civilización. Civilización es lo que queda cuando
se hace la evaluación entre pasado, presente y opción al futuro... se le
quitan los aprendizajes a un niño, se le agrega el sentimiento de
responsabilidad hacia el futuro, es decir, la generación, la actitud
generacional y se dice: “ésta es mi construcción” y eso es lo que se
convierte en Civilización. Las razas, lo que estudian los antropólogos, los
diferentes tipos de vestimentas de las tribus mexicanas, sus costumbres,
su música, sus tradiciones, eso es Cultura.

El sentido de la historia es Civilización, la finura humana es Civilización.


En cambio, las diferentes comidas regionales y las fiestas, eso es Cultura.
Hay una relación de niveles. Hoy está ganando el lado del mundo de las
culturas, no el lado que habla de civilización; por eso la frivolidad
conceptual de los que hablan y confunden los dos conceptos. Dudo
mucho que los profesores de “humanidad” les vayan a enseñar a los
ingenieros cómo ser hombres más completos, si no saben manejar estos
conceptos. No creo que los manejen, por eso dije desde el principio que
humanismo y liderazgo no son un asunto de “clasecitas” de historia o de
filosofía. Eso no cambia nada. Lo único que van a lograr es aburrir a los
ingenieros si no aprenden a ubicarse en el pensamiento, heredar,
desechar saberes, pensar, olvidar, aprender a olvidar, aprender a
acumular.

Yo tenía un profesor que me decía: no se necesitan los datos, se


necesitan tres o cuatro pertinentes. Ahora ¿quién dice cuáles son los
datos pertinentes? No la web. Yo, el profesor, te voy a enseñar cuáles son
los tres o cuatro datos pertinentes, te voy a enseñar a jerarquizarlos,
porque los cuatro no son del mismo nivel, eso tampoco lo hace la web, lo
hace el profesor. Finalmente, les pido perdón por cambiar el título de
esta conferencia y de este Congreso, pero se debe al propósito de
ubicarnos en los problemas reales de la enseñanza.

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