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Preliminar

La cárcel ha de ser abolida.

En algunos siglos, los humanos tendrán vergüenza y pena por haber concebido las prisiones
así como hoy día a la mayoría le cuesta aceptar que hubo (y hay) esclavitud, trata de
personas u opresión por motivos de género.

Es que la cárcel como la conocemos apareció tan solo hace doscientos años. No es una
utopía destruir sus muros de raíz. La costumbre abominable de la cárcel será un escándalo
para los seres del futuro.

Ahora bien, no puede aspirarse a mejoras en los sistemas penitenciarios. Las reformas a las
prisiones no enmendaron sus fallos sino que los expandieron. Ni con la tecnología, que
optimiza todos los aspectos, se garantizaría que la crueldad desapareciera.

El castigo no es la única forma de ocuparse de los crímenes. Abolir la prisión como castigo,
como símbolo, como lugar. Abolir la concepción del criminal como un ser que hay que
apartar y del crimen como algo distante e inconcebible en cada uno. Todos hemos faltado a
alguna ley.

La igualdad entre seres humanos, dentro y fuera de los muros de las prisiones, es un
sentimiento que se comparte o no, como los frutos de una cosecha o de una subienda. Para
sentirlo, hay que perder primero las rejas a las que se aferran los mezquinos.

En estos textos, surgen los nombres propios de prisionerxs políticxs y sociales


colombianxs, sometidxs a encarlamiento, a la muerte de sus compñaerxs por desatención
médica, a la exclusión y otras monstruosidades.

Todos los presxos son políticxs. Las prisiones son el síntoma de una sociedad enferma que
pretende así lavarse las manos, desembrazarse de sus falencias estructurales, pero no lo
consentiremos por mucho tiempo más.

Abolición, abolición, abolición de la idea general de que lxs encarceladxs no merecen


compasión, alivio y respeto. Abolición de la prisión. Si a nadie se le desea la cárcel pues
que a nadie se le dé.

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