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Nota Inicial
1
Permítasenos, así, dicha licencia: trocar una de las posibilidades de discusión propuestas, por
una temática vinculada, aunque distinta, y que no es otra que examinar el batir de olas en que
navega la subordinación jurídica como paradigma del Derecho del Trabajo, frente a una sociedad
cuyos contornos tradicionales han mutado profundamente.
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que del método subsuntivo. De esta manera, más que una definición legal cerrada,
a la cual subsumir una prestación de servicios concreta, la subordinación jurídica
se erigió sobre la base de reconocer como propios ciertos indicios 2, que no fueron
otros más que los característicos de una organización social específica del trabajo –
la asalariada-; en términos tales que de verificarse éstos en la ejecución de
labores, correspondía dar aplicación a la normativa laboral en su conjunto.
2
Cumplimiento de horarios, adscripción a un recinto, supervigilancia y dirección del empleador
en las labores, retribución económica por los servicios, permanencia temporal de estos; en suma
aquellos elementos propios que identifican el trabajo fabril propio de la era moderna.
2
c) Vinculado con lo anterior, la sistemática reducción de los tiempos de trabajo,
que al menos como limitación cuantitativa de la subordinación, supone una
disminución de los conglomerados tradicionalmente sujetos a ella.
d) Finalmente, la alta calificación laboral es invocada como un nuevo elemento de
crisis para la subordinación, en el entendido que un trabajador con mayores
grados de profesionalización y tecnificación propende a una reducción de la
dependencia fáctica al interior de la empresa.
Llegados a este punto, parece justo reconocer que no tan sólo la
sociedad se ha transformado, sino que principalmente el mismo trabajo como
fenómeno humano y social, y si bien aquella laboralidad propiamente asalariada,
sobre la cual se articuló la noción de subordinación, se mantiene plenamente
vigente3; ésta, cada vez con más fuerza, se ve obligada a compartir su
protagonismo con unas nuevas formas de trabajo, que repugnan el viejo
paradigma para levantarse sobre coordenadas distintas, en donde los conceptos
tradicionales4 se mueven con incomodidad, toda vez que ya no alcanzan por sí
solos a cubrir la multidimensionalidad de los fenómenos de que dan cuenta, de
cara a una sociedad cada vez más vasta y compleja.
3
Toda vez que aún hoy son mayoritarias las categorías de trabajadores que se sujetan a sus
cánones.
4
Y no sólo el de subordinación.
3
consideradas como parte insustituible de aquella. A no dudarlo, la ajenidad, al
igual que la inserción, son circunstancias esenciales del contrato de trabajo y si
una u otra son consecuencia de la subordinación, o bien, constituyen conceptos
autónomos, en términos prácticos tal distinción carece de relevancia, toda vez que
al decir de Ermida “parecieran constituir dos caras de la misma moneda”5.
A su turno, la noción de subordinación económica desde siempre ha
competido con la de subordinación jurídica, y hoy ante un escenario caracterizado
por la utilización de modalidades contractuales tendientes a eludir la subordinación
jurídica -para reemplazarla por la vacuidad del vínculo civil-; parece cobrar cierto
éxito a la hora de refugiarse en ella para calificar como propiamente laborales
ciertas relaciones jurídicas. No obstante lo anterior, el concepto carece también de
autonomía y no puede desvincularse de un área de discusión teórica más amplia
que alude a la necesidad de protección jurídica de los contratantes más débiles.
Finalmente, la parasubordinación como tal, a nuestro entender,
antes que expresión de un nuevo paradigma que reclama protagonismo, más bien
se nos presenta como expresión de una voluntad política legislativa específica en
orden a dotar de tutela específica a determinadas modalidades de trabajo. En
consecuencia, el concepto de parasubordinación puede transitar paralelo y
complementario al de subordinación jurídica, permitiendo una interrelación entre
ambos, que se traduzca en términos efectivos de protección a ciertos grupos de
trabajadores.
De ahí que, más que arrojarse a los brazos de la sustitución del
paradigma, nos inclinemos a la revisión del mismo en función de su actualización,
complementado con alguna intervención de carácter legislativa tendiente,
precisamente, a tutelar a aquellos trabajadores que actualmente y sujetos a las
diversas modalidades de gestión empresarial –traducidas en la utilización de
figuras contractuales tendientes a deslaboralizar las relaciones- quedan fuera del
ámbito de protección del contrato de trabajo.
5
Ermida, Oscar. Crítica de la Subordinación. Revista Laboral Chilena Abril, Mayo 2002. Chile.
4
del trabajo actual y los desafíos que ello supone para la delimitación subjetiva del
Derecho del Trabajo.
Por un lado, se hace imprescindible una revisión del concepto de
subordinación que trascienda su origen anclado en la organización del trabajo de
carácter industrial, para cobijar dentro de sí nuevas expresiones de lo laboral que
no forman parte de la tradición. En tal sentido, la directriz propia del método
tipológico, eminentemente funcional, sustentada en la manifestación de elementos
de carácter físico, material u operativo, permite una actualización permanente del
contenido de los indicios.
Por lo tanto, no renegamos del método tipológico que radica en el
juez la decisión respecto de la existencia o no de relación laboral. Nos parece una
fuente más dinámica y rica, por sobre la estrechez de la modalidad subsuntiva.
Optamos, así, por la actualización de la noción de subordinación, cuestión que de
alguna manera fue reconocida con las modificaciones introducidas por la Ley
19.759, de 2001, atendida la derogación del inciso final del artículo 8º y la
modificación del artículo 22º del Código del Trabajo6.
Sin perjuicio de ello, así también debiera radicarse en el ámbito
legislativo, algún esfuerzo por establecer grados diferenciados de protección para
aquellos trabajadores que sujetos a una relación de subordinación jurídica oculta y
económica evidente, no logren calificar en el método indiciario.
De ahí la necesidad de esta segunda vía, entendida a nuestro
juicio, como una extensión diferenciada del Derecho del Trabajo, capaz de hacerse
cargo de aquellos segmentos de trabajadores que –sociedad postindustrial y
descentralización productiva mediante- son expulsados del Derecho del Trabajo.
Creemos que en ambos ejercicios, es posible integrar las nociones
de ajenidad, inserción en la organización, dependencia económica y
parasubordinación, si bien no desde una variante autónoma, con la finalidad de
motivar reemplazos de paradigmas; pero sí desde una óptica aglutinadora, con
miras a otorgar un nuevo sentido y con ello, alcances más vastos a la noción de
subordinación jurídica, capaces de dar cuenta de los cambios suscitados en el
mundo del trabajo que, hoy por hoy, se traducen en grados crecientes de
6
Cabe recordar que el inciso final del artículo 8º excluía del ámbito de protección laboral al
trabajo a domicilio. A su turno, con la modificación promovida al artículo 22, se reconoció la
laboralidad del teletrabajo. Con ambos movimientos se integraron al resguardo normativo, dos
modalidades emergentes de trabajo cuyas coordenadas se escapan del concepto tradicional de
subordinación, hecho que motiva, obligatoriamente, una relectura del mismo.
5
desprotección y precariedad laboral para conglomerados cada vez mayores de
trabajadores.
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Bibliografía.
• Ermida, Oscar. Crítica de la Subordinación. Revista Laboral Chilena Abril, Mayo
2002. Chile.
• Montoya, Alfredo. Sobre el Trabajo Dependiente como Categoría Delimitadora del
Derecho del Trabajo, en Cruz Villalón, Jesús. Trabajo Subordinado y Trabajo
Autónomo en la Delimitación de Fronteras del Derecho del Trabajo.
• Rodriguez-Piñero, Miguel. Contrato de Trabajo y Autonomía del Trabajador en Cruz
Villalón, Jesús. Trabajo Subordinado y Trabajo Autónomo en la Delimitación de
Fronteras del Derecho del Trabajo.