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ESCUELA DE TEOLOGÍA, FILOSOFÍA Y HUMANIDADES

Eclesiología y Mariología
Docente: Ana Cristina Villa Betancourt
Por: Angélica María Betancourt Henao

V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE


Aparecida, 13-31 de mayo de 2007

Para hablar de la conferencia Aparecida es muy apropiado decir que los obispos allí reunidos junto con el
Papa Benedicto XVI, pretendieron una renovación de la acción de la Iglesia y la organización pastoral, en
donde todos los cristianos bautizados estamos llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo, a llevar
el evangelio de Cristo de manera transversal a todos los pueblos, a evangelizar para que encuentren en
Cristo el Camino, la Verdad y la Vida, dejando como acervo la fe en Dios. Nuestra misión para que nuestros
pueblos en Cristo tengan vida, se manifiesta en nuestra convicción de que en el Dios vivo revelado en Jesús
se halla el sentido pleno, la fecundidad y la dignidad de la vida humana.

La eclesiología de Aparecida trae consigo las dificultades en el caminar de la Iglesia de América Latina y del
Caribe desde Medellín, pues en Aparecida se confiesa la crisis de fe y de dominio eclesial y conservador,
para preferir una iglesia de discípulos misioneros. En el documento de Aparecida se habla de una profunda
fé , de la religiosidad popular, del compromiso con los pobres, renovación bíblica, catequética y litúrgica,
vitalidad de las parroquias y de la vida religiosa, el testimonio de los laicos, así como también se pone en
evidencia el clericalismo, individualismo, marginación de la mujer, el sacramentalismo con ausencia de
evangelización, poco compromiso de los laicos en la vida social, materialismo, abandono de la pertenencia
a la iglesia católica, entre otros.

La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, realizado en Aparecida (2007) se
llevó a cabo en un continente donde son muy marcadas las diferencias sociales, económicas y políticas,
generando brechas cada vez mayores entre las comunidades pobres y ricas, traducido en desigualdad,
inequidad y exclusión. Todo esto sumado al egoísmo de un sector poblacional apropiado de ciertos
sectores industriales que explotan sin reparo aquellos recursos naturales de los cuales somos dueños
todos los seres humanos que habitamos este planeta, pero que dichas élites dirigen sus esfuerzos en
ambiciones desmedidas y egos exacerbados que apuntan a monetizar y adquirir cada día mayor poder.

El documento de Aparecida habla con un lenguaje muy positivo y con un sentimiento amplio y profundo
al Espíritu y la capacidad y posibilidad de ir más allá de la realidad. Este documento concluye en el gran
impulso misionero y en el recomenzar desde Cristo, optando por una postura eclesiológica llena de
sabiduría y realismo pastoral, viviendo en comunión con la Iglesia católica, que quiere proseguir el camino
de un cristianismo liberador iniciado desde Medellín (asume decididamente la opción por los pobres, que,
si bien tiene inspiración evangélica, es un gran aporte teológico a la Iglesia universal), promoviendo una
nueva experiencia espiritual basada en el encuentro vivo con el Señor.

“Aparecida debe valorarse como un momento crucial donde el Espíritu Santo sopló sobre los obispos
llevándolos a retomar la preocupación por lo social, para que tuvieran presente que cuando la Iglesia olvida
la Doctrina Social, olvida al hombre; y cuando olvida al hombre, se olvida de Dios”. “Aparecida es más que
un documento, es un camino, una tarea, una esperanza”. La Iglesia está viva.

Para que esto sea posible tenemos que superar los temores, la desconfianza, las confusiones y todo lo que
procure intranquilidad. Debemos formar los actores para reconstruir la identidad de la Iglesia y hacer una
reprogramación de nuevas actividades misioneras, unir nuestros esfuerzos, dejar a un lado las vanidades
y poner nuestros talentos en pro del otro, es decir, trabajar por el otro y para el servicio del otro, a través
de una nueva evangelización, donde ya no haya lugar para el miedo y la culpa, sino para amar a Dios y a
nuestro hermano. Es importante resaltar que el documento de Aparecida es muy recurrente e incluso
reiterativo o repetitivo en el sentido que incluye a todo el pueblo de Dios, es decir, a las mujeres, los niños,
los excluidos, los afroamericanos, los indígenas, los enfermos, a la familia, etc, y propone planes de acción
para cada situación particular evidenciada en las diferentes comunidades, mostrándonos un “mundo o
estado ideal”, en el cual todos nosotros como Iglesia de Cristo debemos comprometernos. Pero para que
podamos usar nuestros sentidos de manera de que nuestra voz llegue, nuestros oídos capten mejor,
nuestros ojos perciban más allá de la realidad y nuestro tacto pueda llegar a nuestro semejante en
necesidad de Cristo, debemos realizar un análisis profundo de la realidad actual, debemos trabajar con
nuestras comunidades eclesiales de base y fomentarlas para que donde no haya, se establezca una, estar
claros sobre lo que es la vida en Cristo, tener en cuenta las opciones preferenciales por los pobres, estar
atento a las opciones preferenciales hacia las élites, tener observancia sobre el derecho a la vida, participar
activamente de la dignidad de la mujer y tener en cuenta que no solamente somos espectadores, sino
guardianes del medio ambiente. Tenemos necesidad urgente de cambios en nuestra Iglesia, para que no
sea una Iglesia pasada de moda y para que nuestra fe no se deteriore, porque como dice Pablo nuestra fe
debe ser basada en obras y las obras las realizamos a través del semejante. Tenemos que ser
evangelizadores para dar lo que hemos recibido y la responsabilidad de atraer nuevamente a los que se
han ido de la Iglesia católica.

Aparecida propone a una mayor apertura al mundo, a través de la misión evangelizadora y samaritana a
todo el pueblo de Dios, que se traduce en una sociedad incluyente, pensando siempre en clave de “¿cómo
lo haría Jesús?”, teniendo siempre como premisa el principio y derecho a la dignidad humana.

“En Aparecida los Obispos se asociaron para buscar perfeccionar el mundo, dándole un toque inteligente
desde su capacidad para amar, proclamando que sólo el Señor es autor y dueño de la vida, Anunciando el
valor supremo de cada hombre y de cada mujer, proclamando que todo ser humano existe pura y
simplemente por el amor de Dios que lo creó y lo conserva en cada instante, que al poner todo lo creado
al servicio del ser humano, el Creador manifiesta la dignidad de la persona humana e invita a respetarla,
Que el ser humano –imagen viviente de Dios‐ es siempre sagrado; desde su concepción, en todas las
etapas de su existencia, hasta su muerte natural y también después de la muerte; que el amor insuperable
de Dios por cada ser humano, cualquiera sea su condición, le confiere a éste una dignidad infinita, y por
eso le agradecemos por la dignidad que recibimos también como tarea que debemos proteger, cultivar y
promover; esta dignidad, de Dios recibida, fundamenta también nuestra misión, pues ella es don y tarea,
a la vez”.
El texto de Aparecida tiene tres grandes partes que sigue el método de reflexión teológico-pastoral «ver,
juzgar y actuar».

I. Primera parte «La vida de nuestros pueblos»: Se considera, al sujeto que mira la realidad y que
bendice a Dios por todos los dones recibidos, en especial, por la gracia de la fe que lo hace seguidor
de Jesús y por el gozo de participar en la misión eclesial.

 Capítulo primero: Himno de alabanza y acción de gracias, se denomina «Los discípulos


misioneros».
 Capítulo segundo: «Mirada de los discípulos misioneros hacia la realidad». Con una mirada
teologal y pastoral considera, los grandes cambios que están sucediendo en nuestro continente y
en el mundo, y que interpelan a la evangelización.

II. Segunda parte «La Vida de Jesucristo en los discípulos misioneros». Indica la belleza de la fe en
Jesucristo como fuente de Vida para los hombres y mujeres que se unen a Él y recorren el camino del
discipulado misionero.

 Capítulo tercero: La alegría de ser llamados a anunciar el Evangelio, como «buena noticia» en la
persona y en la sociedad.
 Capítulo cuarto: La vocación a la santidad que hemos recibido los que seguimos a Jesús, al ser
configurados con Él y estar animados por el Espíritu Santo.
 Capítulo quinto: La comunión de todo el Pueblo de Dios y de todos en el Pueblo de Dios,
contemplando desde la perspectiva discipular y misionera los distintos miembros de la Iglesia
con sus vocaciones específicas, y el diálogo ecuménico, el vínculo con el judaísmo y el diálogo
interreligioso
 Capítulo sexto: La catequesis permanente y la formación pastoral

III. Tercera parte «La vida de Jesucristo para nuestros pueblos»: Se consideran las principales acciones
pastorales con un dinamismo misionero.

 Capítulo séptimo: «Convertir a la Iglesia en una comunidad más misionera». Se impulsa una
misión continental que tendría por agentes a las diócesis y a los episcopados.
 Capítulo octavo: «El Reino de Dios y la promoción de la dignidad humana» se confirma la opción
preferencial por los pobres y excluidos que se remonta a Medellín.
 Capitulo noveno: «Familia, personas y vida», a partir del anuncio de la Buena Noticia de la
dignidad infinita de todo ser humano, creado a imagen de Dios y recreado como hijo de Dios, se
promueve una cultura del amor en el matrimonio y en la familia, y una cultura del respeto a la
vida en la sociedad; al mismo tiempo se desea acompañar pastoralmente a las personas en sus
diversas condiciones de niños, jóvenes y adultos mayores, de mujeres y varones, y se fomenta el
cuidado del medio ambiente como casa común.
 Capítulo décimo: «Nuestros pueblos y la cultura», se tratan los desafíos pastorales de la
educación y la comunicación, los nuevos areópagos y los centros de decisión, la pastoral de las
grandes ciudades, la presencia de cristianos en la vida pública, especialmente el compromiso
político de los laicos por una ciudadanía plena en la sociedad democrática, la solidaridad con los
pueblos indígenas y afrodescendientes, y una acción evangelizadora que señale caminos de
reconciliación, fraternidad e integración entre nuestros pueblos, para formar una comunidad
regional de naciones en América Latina y El Caribe.
BIBLIOGRAFÍA

1. Hermano Oscar Augusto Elizalde Prada. Fsc. (2008). Aparecida: una experiencia eclesial. Revista de la
Universidad de La Salle, (45).

2. Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM. Documento conclusivo (2007). V Conferencia General


del Episcopado Latinoamericano y del Caribe.

3. Revista Iberoamericana de Teología, núm. 6, enero-junio, 2008, pp. 23-46 Universidad


Iberoamericana, Ciudad de México Distrito Federal, México.

4. Richard, Pablo. (2007). Aparecida. Una versión breve y crítica del Documento Conclusivo.
Departamento Ecuménico de Investigaciones.

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