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Al enfocar la situación del hombre de la ciudad, López señala que la

degeneración en las ciudades, sobre todo en lo psicológico, ha ocurrido a


saltos, a diferencia de la forma gradual en que ha ocurrido en los campos. 
En este sentido, agrega:

La gimnasia mental continua de la vida urbana mantiene el cerebro de manera


que es lo último que sucumbe en la ruina del organismo.  El cuerpo se va
extenuando de generación en generación y todavía próximo a inutilizarse
derrama en él la inteligencia sus postreros fulgores como los de la lámpara al
quemar las últimas gotas de aceite.  La catástrofe sobreviene de sorpresa. 
Súbitamente aparecen los desórdenes nerviosos, y los hijos de hombres de
buen juicio, últimos retoños de una raza debilitada, nacen neuróticos, afligidos
de extrañas manías, con propensión tenaz a la locura, que se desarrolla en el
tránsito difícil de la puerilidad a la adolescencia, o en cuanto violentas
emociones conmueven su ánimo.  Se podrían citar ya familias enteras cuyos
miembros adolecen de trastornos mentales; y otras con el sistema nervioso tan
quebrantado que carecen de muchas de las condiciones necesarias para
alcanzar o mantener el bienestar, perdidas ya la iniciativa y la constancia, y
tupida la comprensión de manera que no les permite el entendimiento
completo y el dominio de los asuntos que les interesan. (López, op. cit., p. 39).
Como vía de regeneración, López propone el retorno a una alimentación
abundante, sana, nutritiva, y consumida a intervalos regulares.  Según
López, “La raza es buena, tenaz y conserva todavía en embrión las
excelentes condiciones que extingue durante el crecimiento la mala
alimentación.  Obsérvese con cuidado a nuestros niños.  Tienen
inteligencia sutilísima; son vivaces, fuertes, ágiles.  Pero a medida que van
desarrollándose en un medio desfavorable por la escasez de nutrición,
esas bellas cualidades se atenúan o se borran en vez de aquilatarse, y
sucede muchas veces que quien fuera un lince a los ocho años, a los veinte
es casi un topo.  ¡Qué espirituales, qué hermosas, qué fuertes serán las
generaciones futuras si se las cría de hoy en adelante con educación
griega, dotándolas de cuerpo vigoroso y bello, para que el alma tenga
instrumento hábil con qué manifestarse en todas formas” (López, 1991, p.
41).

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